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De asombro en asombro

En el artículo de Mariano A. Valenzuela hace unos días,  yo me reconocía “asombrado crónico“. Por eso me alegré que a mi paisana Ana esa expresión le sugiriera un jugoso comentario y, ahora, un artículo en donde relata el asombro que produce el encontrase en un momento que podría ser rutinario con una súbita comprensión -insight- que, surgiendo de ella misma, procede de Quien la habita. AD.

Después de seguir en los últimos días de Adviento las lecturas de Isaías y, complacida por su tono esperanzador, pero ensombrecida también por su carácter utópico, con las lecturas de la celebración de la Inmaculada me he vuelto a tropezar, por enésima vez en mi vida y de un solo golpe, con el pecado original que nos relata el libro del Génesis (Gn, 3, 9-15.20). Este relato precede al anuncio de Pablo en Efesios sobre nuestro destino a ser hijos de Dios y al relato de Lucas sobre cómo María se sintió turbada ante el anuncio de cómo iba a ser su devenir, relatado con esa economía de palabras del evangelista que nos posibilita imaginar a esta joven en un remanso de silencio orante.

Pero ahora, una nueva comprensión se abría paso en mí, al acudir a la celebración eucarística y prestar atención al párroco, mi muy querido Enrique –no necesito identificarlo más añadiendo su apellido-. Al escuchar sus palabras tan generosas resaltando, entre otros muchos aspectos, la experiencia mística por la que él imaginaba que debió pasar María, he experimentado la alegría de percibir esas lecturas de otra manera, al modo de súbita comprensión, como Gadamer denominó esta experiencia.

Cuando he creído comprender algo que ya estaba ahí e identificaba de una manera -seguramente determinada o marcada por esa transmisión cultural de la que toda la humanidad participa, creando ese caldo en el que navega durante su existir y del que se va empapando para explicarse dónde está y cómo debe proceder, de pronto se ha abierto ante mí otro modo de entender.

La súbita comprensión ha brotado del entendimiento de mi propia interpretación del mundo, vinculada desde luego a mi experiencia y me ha proporcionado unos momentos de esa felicidad que solo el ser humano puede percibir en ocasiones y desde la que es posible aceptar su caducidad.

A través de estas lecturas de la Inmaculada, en María he reconocido a tantas mujeres que han experimento la alegría de alumbrar a un ser, carne de su carne, verlo crecer y adultecerse y, en algunos casos, verlos partir hacia el infinito desde el que los trajeron. Así he visto a mi propia madre con el dolor de la Virgen. Y con estos momentos de alumbramiento, creo saberme capaz de aceptar mi propio ser profundo y de ahí la certeza de que Dios me habita del mismo modo en que habita a todo ser.

De ahí el título de estas notas “De asombro en asombro” que en cierto modo he relacionado con lo que escribía hace unos días Mariano Álvarez, sobre el “asombro como rasgo existencial primordial que a su vez es apertura y cierre, deseo e impotencia”. Porque asombro es lo que he sentido al descubrir que yo había aprendido a leer el libro de Génesis de una forma distinta. Yo lo aprendido a leer como un relato mítico, cargado de simbolismo y belleza, sobre esa forma de perseguir el conocimiento, con el deseo de ser como Dios. y que entendía como el camino corto para acceder al bien más anhelado. Ahora lo he podido leer como un relato sobre el pecado original, pero también sobre los caminos que nos ofrece Dios.

Naturalmente, este asombro ante esta comprensión nueva sobre el pecado, no me ha pasado por el pensamiento de un modo espontáneo. Viene de mi voluntad de ir y venir de un mundo a otro, a través de las lecturas con las que me voy tropezando, porque cierto es que no las busco, sino que me las encuentro.

Y así, me encontré con un fragmento de Ejercicios de contemplación de Franz Jalics, en el que narraba una experiencia de sufrimiento durante un tiempo de docencia, que transcurría en un colegio internado de jesuitas belgas y donde pude leer:

Así mi pena se iba acumulando durante la semana. Los domingos, ante la cruz de Cristo y libre de obligaciones externas podía permitirme sentir todo mi dolor y librarme de él. Nadie me lo había enseñado. Desde dentro me fue dado que espontáneamente hallara el camino para padecer lo que la vida me imponía. ¿En qué consiste lo que debemos padecer? Es el pecado que debe ser redimido y, particularmente el pecado original. Esto se logra mediante el sufrimiento. Si profundizamos más en nosotros mismos llegamos al estrato oscuro del pecado original, que nos separa del “jardín del Edén” y vela la conciencia originaria de la presencia de Dios dentro de nosotros. Dicho con otras palabras: quien busca la quietud se irá encontrando cada vez más consigo mismo. En la soledad se hace sentir todo lo que está irredento y pugna por emerger a la conciencia. Esto puede resultar muy doloroso. Si hablamos de pecado, nos referimos tanto al pecado personal como al original. Pero los pecados personales son insignificantes en comparación con el dolor que ocasionan los aspectos sombríos que yacen en lo más profundo de nuestro interior. Asimismo, el pecado original del prójimo nos provoca mucho sufrimiento. Pero en la meditación estamos por completo a salvo de éste, ya que nos vemos confrontados casi exclusivamente con nuestro propio pecado original. Este es el que debemos padecer. Sólo así podremos ser acogidos en el amor de Dios”[i].

Una cita larga que no he querido traicionar tratando de resumirla para acomodarla a la impresión que me ha causado poder relacionarla ahora con el relato del Génesis porque, efectivamente, es en el silencio donde siempre se me ha dispuesto la comprensión hacia la apertura necesaria, para que aconteciese ese proceso hermenéutico que parte de los preconceptos y prejuicios acerca del mundo en los que cada persona se ha formado, donde se apoya la realidad histórica de cada ser y de su facticidad. Este proceso de interpretación que no consiste en rechazar elementos, sino en apropiárnoslos cognoscitivamente para poder distinguir entre los prejuicios “legítimos” que iluminan y crean sentido –al permitir la comunicación y darnos acceso al pasado y abrir posibilidades al futuro- y aquellos que obstaculizan toda comunicación con la otredad, pero también con nuestra interioridad que también nos habla, a través de la expresión del sentir del cuerpo y de su respiración.

Esa idea del pecado que más tarde relacionaría con la propia sombra, descubierta en una renovada lectura de la parábola del “publicano y el fariseo” cuando pude entender que ambos personajes habitan en mí de un modo alterno y que será necesario recorrer el camino, una y otra vez, desde el exterior de mi vida visible al interior de la invisible, para identificar la sombra de esa farisea que, a veces desea suplantar con su mucho bien aparente, a la publicana que pide perdón a Dios.

Y así, con esa madeja burbujeante de ideas se me ha puesto en la frente el mapa de la vida. Un entresijo de caminos, entre el bien y el mal, entre el sufrimiento y la esperanza, entre el silencio de mi interior y el bullicio de mi cocina cuando saco toda mi cacharrería, para preparar lo que luego será un placer vitamínico y proteico de mesa.

Y he visto a María, quieta en su pequeña casa, sola, silenciosa y abierta a Dios. Asombrada ante el anuncio; perpleja ante tal embarazo sin que el casto José estuviera advertido de lo que se les avecinaba a ambos.

En ese mapa estaban todos los caminos que he recorrido, todos los que me han llevado a puertos seguros, los que me han llevado a caminos sin salida y que me han hecho regresar en busca de alguna bifurcación, que me llevara de nuevo al camino donde se transita en comunión con el bien. Caminos sin cobertura de sol y gran sequedad que sin embargo me llevaron a un lugar de reposo. Todo en ese mapa, siempre observado por Dios, estaba puesto para que yo experimentara la superficialidad y corporeidad de mi ser y también lo profundo habitado por la esencia de Dios, en algunos de esos inefables momentos que apenas se repiten en mi vida, pero que me abocan irremediablemente a la espera paciente de una paz segura.

Un recorrido que podré transitar a ciencia cierta, si de verdad me apropio de la expresión paulina: “El nos ha destinado en la persona de Cristo –antes de crear el mundo- para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor” (Ef. 1,4).

Cierto es que así expresado queda como en una superficie plana, la pantalla de mi ordenador o en una hoja de papel si la imprimirse, configurada por letras y palabras que podrían tal vez no ser verdad; que podrían expresar una experiencia singular y otra bien distinta. Pero es que no hay palabras que del todo puedan dibujar el mapa de la vida, el de la propia o el de cualquiera otra ajena, porque la experiencia interior a veces no se deja atrapar.

En día de la Inmaculada Concepción, la sin mácula, he visto a mi madre acunando a mi hermano muerto. Y también he visto a la Virgen a los pies de la Cruz. Y me he visto a mí misma con mácula y sin mácula. Y si acaso no hubiera visto todo eso, lo he podido pensar tras descubrir súbitamente que el pecado original, ése sobre el que sin que mi voluntad directa pusiese un velo que me ocultó parte del recorrido que tenía que experimentar, hoy se me ha desvelado como un camino posible y real, aunque invisible, por donde es mi voluntad caminar.

[i]JALICS, F. (2021) Ejercicios de contemplación. Ediciones Sígueme. Salamanca. 5ª edición.

 

11 comentarios

  • Isidoro García

           “En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla”, (Lc 10, 21-24).

     

    Y ya que estamos contando nuestras experiencias internas, quiero hacer una interpretación que me ha venido, sobre la expresión evangélica de arriba.

    Tradicionalmente, se ha hecho una interpretación, quizás un poco demagógica y populista de ella. Los sabios no entenderán y los no sabios, sí. ¿Entonces el estudio y el trabajo intelectual no sirven de nada?. Pues entonces, ¡Viva la ignorancia!

     

    Yo lo entiendo, en el contexto del funcionamiento del “espíritu” personal, que nos ilumina con sus imágenes primordiales arquetípicas sabias.

    Y se explica en medio de la contínua lucha represora de la conciencia hacia lo proveniente del inconsciente, en la lucha por la primacía sobre el ego. El que “sabe” por el estudio y la reflexión, tiene la conciencia muy amplia y llena de saberes, y por ello, cuando el “espíritu” le propone algo que no cuadra con sus saberes culturales adquiridos, se niega en rotundo a modificar esos saberes adquiridos.

    Solo quiere lo que se le confirme en sus ideas y en su forma de percibirlas. Y por eso toda ideología religiosa o política, es esterilizante en cuanto a renovar la perspectiva de sus ideas y verlo todo de otra manera mejor. Necesitamos echar el vino viejo, en odres nuevos, y más en estos tiempos de cambios vertiginosos.

    (Cuando Ignacio, tuvo la iluminación del Río Cardoner, luego explicó que no le habían sido inspiradas nuevas ideas, sino que todo lo veía de una manera totalmente distinta, y por eso, fue capaz de hacer una revolución ideológica religiosa, aun dentro del cristianismo).

     

    Es el que “no sabe”, el que al no tener ideas preconcebidas, acepta mucho mas libremente, las intuiciones surgidas del “espíritu”, sin represiones internas.

    O el que sabiendo cómo funcionan el “espíritu” y la razón, sabe dar preponderancia a lo que su “espíritu” le dice, y rehace y actualiza su cosmovisión personal.

  • M. Luisa

    La experiencia de felicidad desde   la cual nos habla Ana, pienso que dicha experiencia, por lo que tiene de accesibilidad, sería más bien, en efecto, fruto de una súbita comprensión. No obstante, el origen de la comprensión habría de situarla no en el orden interpretativo,    entitativo ni en el intuitivo, sino que el carácter de la misma hay que encontrarlo en lo sensitivo. Es decir, en ese carácter aprehensivo que tienen las cosas cuando nos asombran al mirarlas. Y es desde esta admiración real-física cuando por necesidad teórica (exigencia) la propia experiencia se ve obligada a conformar veritativamente la cosa o la situación en cuestión.  La completa función del órgano visual no se apura solo en ver objetiva o ideológicamente como ha venido haciendo    la tradición, sino en verse lanzado a mirar hacia, proyectando su mirar.  Pero no en el más allá, sino en profundidad desde donde se está ya mirando. En esto consiste la comprensión, pero su recorrido expresivo y razonado es inacabable.
    Un saludo afectuoso!

  • oscar varela

    Hola!
     
    La señora Ana Piera Orts escribe bien. Tiene muchas lecturas encima.
    -Jalics, Gadamer y Byung-Chul Han no son poca cosa-
     
    En cuanto a la experiencia del “ASOMBRO” –comprenderá la señora-
    que es la más limpia reacción a la del “DÉJÀ VU”.
    ¡afortunades quienes la logran!
     
    Aunque no tanto como para ‘descorchar botellas’.
     
    Porque lo ‘nuevo’ de interpretar lo ‘habitual’
    extiende su casi infinita amplitud
    yendo del mono-tono rítmico respiratorio
    al embeleso extático-místico de fusión
    pasando –p.e.-, por la ‘intuición’ (intelectual) de Orts.
     
    Pero, como mujer- guarda su secreto: los ‘sentimientos’
    –los ‘nuevos’ motivos cordiales- en que se encontró instalada,
    y que le abrieron el cuadrante de otra ventana
    para ‘mirar’ lo que antes solo ‘veía’ en DÉJÀ VU

  • Isidoro García

    Diferencia muy bien el amigo Gonzalo entre las experiencias internas, y sus “explicaciones”, pero es que las experiencias internas en sí, (lo que en Gestalt llaman awareness, o consciencia inmediata = un darse cuenta de repente), en sí son incomunicables, por lo que todo lo que decimos o leemos sobre ellas es la explicación, su traducción a lenguaje racional.

    (Es lo mismo que San Juan de la Cruz hizo. En una primera aproximación a su experiencia escribió sus versos. Y luego hizo unos comentarios en prosa explicándolos racionalmente con mas detalle. Y en este proceso se pierde mucho de la experiencia).

    Quizás Gonzalo se refiere a que una cosa es la teoría de cómo funciona el mecanismo mental, y otra cosa es la práctica, el contenido de la experiencia en sí.

    Pero es que la teoría del espíritu, el modus operandi del mismo, (que es fundamental para moverse con pies firme en un terreno tan resbaladizo), ya en sí es fruto de esos insights o awareness.

    Es verdad que hay que partir de unos postulados iniciales en donde basar los detalles posteriores. Los creyentes teístas creerán que es “Dios” o su “Espíritu”, el que nos inspira directamente esas intuiciones o insights, y otros como yo, creemos que el origen está en el “espíritu” personal, que es el elemento superior del inconsciente colectivo junguiano, que actúa como una especie de “asistente personal”, tipo Siri.

    Yo te puedo decir que de todo lo que yo escribo sobre el funcionamiento del “espíritu” personal, el 80 % está basado en investigaciones de sabios como Jung, pero al menos el 20 % son intuiciones personales mías, (que pueden estar equivocadas o no, al igual que lo de Jung o Perls).

    Estos insights, no solo son los grandes episodios masivos de iluminación, tipo Río Cardoner de Ignacio. La mayoría son muy parciales y pequeños.

    Dice el psiquiatra de la Gestalt, Sinesio Madrona: “El darse cuenta, (awareness), es una micro-experiencia mística, (un mini-satori, según dice Perls, 1973), y cuando tenemos un awareness masivo, nuestras creencias descolocan el ego con la amplitud suficiente, para que veamos más allá del mismo, más allá de la propia creencia acerca de nosotros mismos, de nuestra propia personalidad.

            Es decir, un atisbo de lo que puede ser una experiencia mística, lo hemos tenido todos en el momento de awareness, incluso los filósofos racionalistas que no lo reconocen”.

     

    Ahora bien, hay un problema, y es que casi nunca sabemos si son fruto de la actividad mental subconsciente propia, o son fruto de “inspiración externa”, o son intuiciones primordiales arquetípicas, del “espíritu”.

    Todas nuestra intuiciones-insights, provienen  de un estanque que tiene dos caños, uno es de la mera actividad mental inconsciente normal, fruto del estudio y del pensamiento racional, y otro proviene de la activación del espíritu y sus imágenes primordiales arquetípicas.

    Y por eso muchas veces no se acepta tan fácilmente estas experiencias. Santa Teresa sobre la descripción de sus experiencias, escribía: “Quien tuviere experiencia lo entenderá, y verá que he atinado a decir algo; quien no la tenga, no me extrañaría que le parezca todo un desatino”.

    Y esto de los insights, es una cosa común, no es de místicos “profesionales”. Santa Teresa, también lo explicaba muy bien: “Caminar hacia la fuente de agua viva, es posible, y no es para unos pocos: “entended que no es cosa sobrenatural, sino que podemos nosotros hacerlo”, (CP 49.3).

    Es verdad que muchas veces cuando tenemos un insight, nos adviene una fuerte sensación de que es algo “lúcido”, especial, de fuera de la actividad ordinaria de la mente.

    Pero también esto es equívoco, y las ganas a veces nos hacen desvariar, como decía también San Juan de la Cruz:

    “Cualquier alma de por ahí, con cuatro maravedíses de consideración, si sienten algún recogimiento, luego lo bautizan todo como de Dios, y… ellas mismas se lo dicen y ellas mismas se lo responden, con las ganas que tienen de ello”.

    Todo es mas complicado de lo que parece.

     

    (Un saludo a Honorio, del que veo que sigue tan animoso y activo).

  • Isidoro García

    “Byung-Chul Han, de su libro Infocracia, que dice: El nuevo nihilismo es un fenómeno del siglo XXI (…este) se alza cuando perdemos la fe en la propia verdad”.

     

    Yo creo, que ese es el dilema de la Modernidad-Postmodernidad, (o como se llame a la superación de la Modernidad).

    Los nuevos conocimientos sobre la percepción e interpretación del mundo por parte del humano, y a los muchos sesgos mentales que tenemos, y a nuestra escasa capacidad cerebral, (un pequeño, lento y poco fiable cerebro-mente-razón), hacen que sea muy justa la desconfianza en la verdad que podemos alcanzar.

    La Ilustración y su sucesora la Modernidad, que entronó el racionalismo cartesiano, fue un gran avance de la cultura humana proveniendo de unas conciencias mágica y mitológica. Pero ahora, que sabemos mucho más, y vemos que no es suficiente, que la razón no alcanza.

    Por eso en la etapa anterior, nos hemos te-nido que valer para obtener una guía, dirección y sentido a nuestras vidas de las revelaciones religiosas, como muletas de cojo. Y nos han sido muy útiles en ese periodo.

    Pero llega la primera Postmodernidad, una reacción juvenil e inmadura aún a dicha racionalidad moderna, y poniendo en su sitio a la razón, pero no dando alternativa ninguna como guía, genera un nihilismo, que nos acaba desconcertando y ahogando.

    Porque hay que dar paso a la segunda y mas plena Postmodernidad, que encuentra la guía humana hacia completar nuestra maduración personal, a nuestra definitiva humanización. Y esta guía es el “espíritu” personal con que el Universo nos ha dotado por vía evolutiva.

    Y esta guía-brújula, es la que nos puede conducir hacia el Bien, la Verdad y la Armonía vital con las leyes del Universo, (o de Dios, para el teísta que así lo crea).

    Pero primero, tenemos que saber que existe dicha brújula, luego hay que mirarla y escucharla, y luego hay que interpretarla bien, con buen discernimiento. Y nos guiará certeramente, aunque seguiremos cometiendo errores, pero en principio, cada vez menos, y menos, y menos.

    Pero para ello debemos tener confianza en nosotros mismos, y no dejar toda nuestra guía a extraños, por muy clérigos que sean. Casualmente en las organizaciones religiosas se nos inculca la desconfianza en nosotros mismos, para que depositemos nuestra vida en sus manos. Craso error.

    Como decía antes, esa desconfianza, (disfrazada de errónea humildad y obediencia ciegas), está justificada, si ignoramos nuestra guía vital.

    Pero contando con el “espíritu” personal, que es un mini fractal del gran “Espíritu” del Universo, (o “Dios” para los teístas), no necesitamos más, si nos “trabajamos” la maduración personal, siguiendo sus “intuiciones” e “insigts” de las que habla Ana en su artículo.

  • ELOY

    Leo el siguiente texto, en comentario,  de Ana Piera Orts, autora de este artículo:

    << Y tomo una expresión de Byung-Chul Han, de su libro Infocracia, que dice: El nuevo nihilismo es un fenómeno del siglo XXI (…este) se alza cuando perdemos la fe en la propia verdad (…) >>

    El contenido de esta cita me sorprende y me hace reflexionar.

    Quizá vivimos tiempos de cultura excesivamente “líquida”,  tan “liquida” que llegamos a desconfiar de nosotros mismos hasta extremos dañinos.

    Dañinos para uno mismo – perdemos nuestro sistema de referencias vitales  – y dañinos para otros, al no poner de manifiesto con la fuerza suficiente el empuje de nuestros propios valores y creencias.

     

     

     

  • Gonzalo Haya

    Agradezco a Ana esta exposición de una experiencia personal, que a veces callamos por excesivo pudor, o porque somos conscientes de que no logramos transmitir con palabras la iluminación de ese momento. Hay muchos escritos con explicaciones y pocos con experiencias internas. Gracias

    • Mil gracias, Gonzalo por la acogida. Siempre es arriesgado mostrar abiertamente una experiencia de esta naturaleza.
      Y tomo una expresión de Byung-Chul Han, de su libro Infocracia, que dice: El nuevo nihilismo es un fenómeno del siglo XXI (…este) se alza cuando perdemos la fe en la propia verdad. Esta frase actuó como uno de los disparadores para decidirme a mostrar la percepción que tuve.  
      Un saludo afectuoso

  • Isidoro García

    Dice Franz Jalics: “Si profundizamos más en nosotros mismos llegamos al estrato oscuro del pecado original, que nos separa del “jardín del Edén” y vela la conciencia originaria de la presencia de Dios dentro de nosotros. (…) En la soledad se hace sentir todo lo que está irredento y pugna por emerger a la conciencia”.
     

    El Jardín del Eden y el pecado original, son dos de las muchas imágenes primordiales arquetípicas, que constelan el inconsciente colectivo humano, que constituyen la fuente con la que el “espíritu” interior, nos va ayudando a encontrar el sentido y significado de la realidad.

    Estas imágenes arquetípicas en su camino hacia la mente consciente, se traducen en “ideas fuerza”, que se expresan mediante símbolos o parábolas, que se constituyen en relatos significativos.

    Lo malo es que estos relatos simbólicos o parábolas, siempre se interpretan en función de nuestra cosmovisión cultural personal, que contiene mayoritariamente una parte importante del zeigeist de la época, lo que es muy perjudicial en momentos de transición y cambios muy acelerados, como es en la actualidad.

     

    El artículo de Ana sobre su insight-intuición del “espíritu”, sobre el pecado original, me ha hecho pensar a mí igualmente.

    Y en un contexto psicológico, yo he interpretado (quizás erróneamente), que el “pecado original”, que como significado concreto, no tiene ningún sentido hoy día, en realidad pudiera referirse a la imagen primordial de una mente escindida en dos partes, que hay que reconciliar: la mente consciente y la mente inconsciente.

    Esa escisión de la mente, podría ser nuestro pecado original, y el causante de casi todos los problemas que tiene la humanidad hoy en día.

    El monopolio que la Ilustración y la Modernidad, le han conferido a la razón, lo que configura la conciencia lógico-racional, arrincona al subconsciente, que es tan “yo-sí mismo” como la razón, y además dispone de grandes fuerzas emocionales, para defenderse, y lo hace mediante acciones desequilibradoras.

    De hecho, dicha lucha interna entre la razón y el subconsciente, la interpretamos defectuosamente, con la imagen arquetípica primordial, de la lucha entre el bien y el mal

    Como en el subconsciente, se encuentran las emociones, sentimientos y “pasiones”, (la “sombra junguiana”), y como muchos de estos son a veces excesivos e inapropiados, la mente racional, reacciona contra todos ellos, mediante una actitud represora de los instintos, tanto de los “malos” como de los “buenos”, que queramos o no, son una gran fuente de energía psíquica, y sentido de la vida.

    Además, resulta que el “espíritu” nos muestra el camino a seguir, mediante instintos comportamentales, que nos conducen hacia la Verdad, la Bondad y la Armonía moral con el Universo.

    Y la razón no hace discriminación entre lo aprovechable, que es muchísimo, de lo reprimible, y ante el vacío de significados, que le produce la marginación de las imágenes primordiales del espíritu, propone una serie de deberes y normas, que “dan” un sentido de la vida artificial y falso.

    Y se produce una sobrevaloración de la voluntad consciente, que es el brazo ejecutivo de la razón, y eso produce un estado de guerra civil en nuestra mente. (Aquí la razón actúa como el sistema inmunitario humano, en las enfermedades autodegenerativas).

    Y se sigue el colapso. Dice Gurdieff: “Lo que no puede evolucionar, (digerir, asimilar),  conscientemente, degenera”. Dice Jung sobre este aspecto:

          “Es un hecho que la necesaria unilateralidad (de la razón), aleja tanto a la conciencia de las imágenes primordiales, que se sigue el colapso. 

           Y ya mucho antes de la catástrofe se anuncian los signos del error, como falta de instintos, como nerviosidad, como desorientación, como enredo en situaciones y problemas imposibles, etc.. 

            Poner de acuerdo al querer y al poder, me parece ser mas que posible. Moral à tout prix —¿un signo de la barbarie? Las más de las veces me parece mejor la sabiduría.

            Esa conciencia desarraigada, que no puede más referirse a la autoridad de las imágenes primordiales, es por cierto de una libertad prometeica, y también de una Hybris sin dios”.

    Aunque esto último se resuelve muy fácilmente, metiendo a Dios como coartada de la moralidad, que la razón ha fabricado por su cuenta. (Desde Hammurabí, todos los códigos se respaldaban con el apoyo de Dios: Caudillo de España, por la gracia de Dios).

    • Agradezco sus anotaciones Isidoro. Casi cada uno de los párrafos que usted escribe me sugieren ideas e imágenes sobre las que volver a repensar tanto lo que yo he querido expresar, como lo que es aportación suya a partir de eso que, por lo menos a mí me sucede a menudo, forma parte de esas ideas laterales que se nos despiertan cuando leemos algo, lo sintamos o no, cercano a nuestro recorrido reflexivo.
      Sobre su expresión insight-intuición del “espíritu”, sí me gustaría anotar que el término intuición me lleva a la idea que Husserl denominó como fundamento de derecho del conocimiento. En mi caso, tratándose de un texto experiencial de lo interior, no podría expresar que fue una intuición. Fue un acto súbito de comprensión, que tiene su base en el lenguaje y que se produjo con una nueva interpretación de las lecturas conocidas que citaba. Y este acontecimiento es anterior a la experiencia subjetiva que luego describía, aunque no lo expresara en ese mismo orden.
      Tampoco estoy muy segura de que la Ilustración y la Modernidad, a través de la razón, hayan podido arrinconar al inconsciente junguiano. Al menos a mí, sí me asalta con frecuencia, con aspectos que no había visto en la superficie de mi cotidianidad. Simplemente, al reunir los recuerdos de lo último soñado, momentos antes de despertar, sus imágenes y contenidos suelen tornarse en una especie gran guía y consejera para mi vida consciente que se inicia cada mañana. Esos avisos de mi inconsciente procuro aprovecharlos para mi bien.
      Estoy convencida de que charlar con usted sería enriquecedor para mí. Gracias de nuevo, Isidoro.