¿Puede un pensamiento permanecer vivo tras la muerte cerebral? Sí, si otros cerebros lo integran en sus neuronas y dejan que guíen sus decisiones? Eso pretenden este simposio y este artículo de Juan José Tamayo. AD.
Simposio Internacional en la Universidad de Alcalá
19, 20 y 21 de octubre de 2022
Miércoles 19 de octubre.
- En Metalibrería, C/ Joaquín María López, nº 29, Madrid. 19:00 horas
Presentación de los libros:
- Javier López de Goicoechea, Hacerse cargo de la realidad. Sobre la teología-política de Ignacio Ellacuría (Comares, 2021)
- Héctor Samour y Juan José Tamayo (eds.), Ignacio Ellacuría. Treinta años después (Tirant Humanidades, 2021)
- Marcela Brito, Ignacio Ellacuría. Fraternidad solidaria (Herder, 2022)
- Intervienen: Marcela Brito, Javier López de Goicoechea y Juan José Tamayo
Jueves 20 de octubre
Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Alcalá. C/ Colegios 2, Alcalá de Henares Sala de Grados
9:30
- Bienvenida
9:45-11:15
- Frente a idealismo y materialismo, realismo: Zubiri y Ellacuría
- Diego Gracia (Fundación Xavier Zubiri)
11:45-13:45
- La radicalidad del bien en el pensamiento de Ignacio Ellacuría Marcela Brito (Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, El Salvador)
- La aportación de Ignacio Ellacuría al pensamiento político contemporáneo
- Francisco Javier López de Goicoechea (Universidad Complutense de Madrid)
16:30-18:30
- Impresión asimétrica de realidad: de Zubiri a Ellacuría Juan Antonio Nicolás (Universidad de Granada)
- La contribución de Ellacuría al pensamiento decolonial Juan José Tamayo (Universidad Carlos III)
18:45-20:00
- Juan Antonio Nicolás y Antonio González: presentación de la edición de la obra completa de Ellacuría en la editorial Comares.
Viernes 21 de octubre
10:00-11:30
- Ellacuría y la dialéctica
- Antonio González (Fundación Xavier Zubiri)
11:45-13:45
- La idea de estructura en la filosofía de Ellacuría Fernando Monedero (Universidad Complutense de Madrid)
- La actualidad de la filosofía de la realidad histórica de Ellacuría
- José Manuel Romero (Universidad de Alcalá)
IGNACIO ELLACURÍA: “Con los pobres de la tierra mi mi suerte yo quiero echar”
Por Juan José Tamayo
Teología y praxis
“Con los pobres de la tierra mi suerte yo quiero echar”: Este texto de José Martí con aire del Atahualpa Yupanki conserva el eco del más genuino profetismo de los viejos profetas de Israel y de Jesús de Nazaret y me viene a la memoria de manera espontánea para evocar la figura de Ignacio Ellacuría, rector de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de San Salvador, asesinado el 16 de noviembre de 1989 por el batallón Atlacatl del Ejército salvadoreño junto con cinco compañeros jesuitas y dos mujeres salvadoreñas. El verso de Martí resume la personalidad de quien fuera uno de los más cualificados cultivadores de la teología y de la filosofía de la liberación en América Latina.
Ignacio Ellacuría constituye todo un ejemplo de coherencia entre pensar y vivir, teología y praxis, biografía y filosofía. Creo haberlo conocido lo suficiente como para confirmar que en él no había compartimentos estancos ni doblez: vivía como pensaba, pensaba como vivía.
Su vida fue la mejor ejemplificación de su pensamiento; su pensamiento, la más nítida explicación de su vida. Siempre me impresionó su serenidad, característica de los espíritus libres y equilibrados que, como la naturaleza, no dan saltos en el vacío, sino que saben estar en cada situación ecuánimemente y sin hacer concesiones.
Ellacuría era una persona de una pieza; un cristiano íntegro que armonizaba de manera espontánea y sin fisura la ética, la mística y la política. ¡Ahí es nada! La ética resultaba ser en él la bisagra y el punto de conexión entre la doble dimensión de la fe: la mística y la política. La causa de la liberación, y por ende de la libertad, no era algo accesorio, de lo que se ocupara en ratos de ocio, sino consustancial a sí mismo, porque resultaba consustancial a su ser persona creyente.
Esa causa guió su vida y su reflexión, fue su punto de partida y de llegada. Quizá no haya otra causa más noble, más gratuita e interesada a la vez, en cuanto está vinculada a intereses de emancipación. Su honestidad intelectual le llevó a ser fiel a la realidad, una realidad transida de muerte, pero abierta a la esperanza de vida; una realidad aparentemente plana y opaca, pero cargada de potencialidades ocultas que él quiso sacar a la luz.
La fidelidad a lo real le convirtió en un intelectual honesto: le llevó a analizar la realidad en toda su complejidad, con un instrumental científico riguroso, desde unos presupuestos éticos de justicia y solidaridad. El mismo solía repetir, siguiendo a su maestro Xabier Zubiri, que la inteligencia debe aprehender la realidad y enfrentarse con ella, siguiendo estos tres pasos: a) hacerse cargo de la realidad, que consiste en un estar “real” en la realidad de las cosas a través de las mediaciones materiales y activas; b) cargar con la realidad, esto es, tener en cuenta el carácter ético fundamental de la inteligencia; c) encargarse de la realidad, que significa asumir hasta sus últimas consecuencias la dimensión práxico-emancipatoria de la inteligencia.
Pero lo más importante de esta caracterización de la inteligencia es que Ellacuría fue capaz de encarnarla vitalmente y de convertirla en praxis histórica martirial, acompañando al pueblo de El Salvador con la luz de la inteligencia y la radicalidad del evangelio.
No me parece exagerado afirmar que Ellacuría fue el teólogo latinoamericano de la liberación que mejor supo articular, en su vida y en su pensamiento, el análisis de la realidad a través del recurso a las ciencias sociales, políticas y económicas, el quehacer teológico a través de la mediación hermenéutica y la reflexión filosófica bajo la guía del pensamiento realista de Xavier Zubiri. Sorprendía gratamente comprobar cómo armonizaba la seriedad metodológica con la sensibilidad hacia las mayorías empobrecidas, la precisión científica con la sintonía crítica hacia los proyectos integrales de las organizaciones populares de El Salvador.
Nada tiene que ver el teólogo Ellacuría con la irónica definición que de los teólogos daba el que fuera arzobispo de Canterbury, William Temple: los teólogos son, afirmaba, “personas que consumen toda una vida irreprochable en dar respuestas exactísimas a preguntas que nadie se plantea”. El acto primero de la teología de Ellacuría fueron los pueblos crucificados de la tierra y, más en concreto, el pueblo crucificado de El Salvador, su lucha histórica por vencer a la muerte, su compromiso por la vida, su anhelo de resurrección, expresado emblemáticamente por monseñor Romero en su conocida frase, que está grabada a la entrada de la capilla de la UCA, donde se encuentran enterrados los jesuitas asesinados: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”.
La convergencia con Romero, quien le precedió en el martirio, era total. Ambos creían en la “fuerza histórica de los pobres” para liberarse de las cadenas de la opresión y construir la fraternidad desde abajo. La muerte de ambos era una “muerte anunciada”, pero también estaba anunciada su victoria sobre la muerte en el pueblo que lucha y resiste.
Ni una sola línea de los escritos de Ellacuría, ni una sola acción de su itinerario vital le alejaron de su pasión por el pueblo. Lo que cabe preguntarse es si existe otro punto de partida válido para hacer teología. Uno se inclina a pensar que cualquier teología o filosofía que pase por alto las densas y significativas preguntas surgidas del infierno de la muerte de los inocentes y de las situaciones de explotación que viven los pueblos empobrecidos en el primero y el tercer mundo, termina por convertirse en un estéril ejercicio de retórica vacua o en un gran acto de cinismo.
La vida y el pensamiento de Ignacio Ellacuría plantean a la sociedad y a las iglesias, al pensamiento filosófico y teológico del Primer Mundo la necesidad de un giro copernicano, de un cambio de dirección, en las siguientes líneas: del individualismo a la comunidad; de la civilización de la riqueza a la cultura de la austeridad; retórica de los derechos humanos a la defensa de los derechos de los marginados; de la historia como progreso lineal a la historia como cautiverio; del “fuera de la Iglesia no hay salvación” al “fuera de los pobres no hay salvación”; de la moral privada a la ética pública: En suma, de la razón instrumental inmisericorde, en que ha desembocado la razón ilustrada, a la razón compasiva.
Ellacuría encarnó la máxima del filósofo griego Epicuro: “Vana es la palabra del filósofo (y del teólogo) que no sirva para curar algún sufrimiento de los seres humanos”, que está en plena sintonía con las palabras del profeta Oseas puestas por los evangelistas en boca de Jesús: “Misericordia [compasión] quiero, no sacrificios”.
Los numerosos estudios sobre la vida y el pensamiento de Ellacuría que se han sucedido ininterrumpidamente a lo largo de más de tres lustros, tras su asesinato, nos han descubierto nuevas dimensiones de su personalidad, en la cual convivían armónicamente el profesor universitario y el analista político, el mediador para la paz y el crítico del poder, el filósofo de la realidad histórica y el teólogo de la justicia, el intelectual comprometido y el creyente sincero, el lúcido polemista y el hombre religioso, el pensador y el testigo.
La lectura de su obra y el conocimiento más preciso de su actividad política y universitaria nos permiten valorar en sus justos términos el sentido crítico de su pensamiento, la autenticidad de su experiencia religiosa, su vocación pacificadora en medio de los conflictos, su compromiso ético con los pobres de la tierra, la vigencia de muchos de sus análisis políticos, el horizonte emancipador de su filosofía, la perspectiva liberadora de su teología y su insobornable honestidad con la realidad.
Su vida fue ejemplo de coherencia entre pensar y actuar, fe cristiana y compromiso con los excluidos, reflexión y solidaridad con las víctimas. El intelectual Pedro Laín Entralgo lo definió como Pharmakós por su pasión en reconciliarnos con el ser humano que somos. Su colega el teólogo Jon Sobrino le llama “hombre de compasión y misericordia”.
Ellacuría, teólogo de la liberación
Ignacio Ellacuría es, sin duda, uno de los principales y más lúcidos cultivadores de la teología de la liberación (TL), a la que hizo importantes aportaciones tanto en los campos teológicos y filosóficos como en los religiosos y políticos. Mi aproximación a dichas aportaciones no es neutral, sino que está marcada por la colaboración, la amistad y la sintonía. Colaboré con él durante diez años, desde 1979 hasta su asesinato, en la preparación de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en Puebla (México) en 1979, en diferentes proyectos de investigación y en el Congreso de Teología de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, en el que participó en dos ocasiones: en 1981 con la ponencia sobre “Los pobres, lugar social de la Iglesia”, y en 1988, con “Utopía y profetismo en América Latina”, considerada son testamento filosófico y teológico
De la colaboración surgió una entrañable amistad expresada a través de gestos de confianza con el de haberme pedido la colaboración “Recepción de la teología de la liberación en Europa” para la magna obra Mysterium liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación y el de haber delegado en mí para recuperar dicha obra, en manos de una Editorial que lo tenía congelado ya dos años, sin voluntad de publicarla. A la colaboración y la amistad hay que sumar la sintonía tanto en la manera de hacer teología desde la praxis histórica de liberación, como en la ubicación social, las mayorías populares, teológica, los crucificados de la tierra, eclesial, la Iglesia de los pobres, y filosófica, la realidad histórica.
A Ellacuría se le suele situar dentro de la segunda generación de los teólogos de la liberación., junto con los hermanos Boff, Pablo Richard, Jon Sobrino, etc. Yo creo que hay datos suficientes que permiten colocarlo en la primera. Uno es la publicación en 1973, ad usum privatum, de su libro Teología política, donde desarrolla algunas de las categorías más importantes de su teología, como la historia de la salvación y la salvación en la historia. Pero es a partir de 1975 cuando hace sus principales contribuciones metodológicas y de contenido a la TL.
Colaboran:
IELAT Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII
Fundación Xavier Zubiri
Grupo de investigación Filosofía Social de la Universidad de Alcalá
Crisis económica en el Salvador
1- El aumento de casi el doble de los precios de los alimentos.
2- Las familias salvadoreñas están al borde del colapso;
3- enfrentan una inflación desmedida en el sector de los alimentos básicos.
4- La población asalariada se encuentra en emergencia sanitaria,
5- en el marco de una deuda pública de 800 millones.
¿No es que “había pasado Dios” por El Salvador?
¿Y ahora?
También
“Pasó el BITCOIN”
DIOS y la CRIPTOMONEDA:
¿serán lo mismo?:
¿ILUSIONES?
ILUSIONES
para llenar
– MENTES propias y
– BOLSILLOS ajenos
Un día hace ya mucho tiempo estaba viendo un programa de debate que se emitía a las tantas de la noche (La Clave)de José Luis Balbín, en él participaba el joven Ellacuría del cual quedé impresionada por lo que decía, pues me resonaba en gran medida con la lectura del libro que en aquel entonces tenía entre las manos; “Sobre la esencia” de X. Zubiri, por cierto de muy complicada comprensión.
Luego supe que yo no era la única que me encontraba en semejante situación, pero sí quien tal vez la falta de esta comprensión me la atribuyera a mí misma. Eso hizo un sin parar de relecturas, hasta el punto de que el libro se encuentra ahora en un pésimo pero entrañable estado.
Más tarde, con la ayuda de otros enfoques venidos, precisamente de observaciones ellacurianas y sobre todo con el estudio de su trilogía sobre la inteligencia, le dio a mi comprensión de “Sobre la esencia” su último toque.
Pero volviendo a lo anterior he de decir que quien valoró y supo interpretar el contenido del citado libro fue I. Ellacuría que al volver de Innsbruck quiso visitar a Zubiri con el ánimo de proponerle la intención de hacer basar en él su tesis doctoral.
Una anécdota muy significativa en el programa televisivo al que antes me he referido, me la recordó al cabo de un tiempo la publicación de la biografía de X. Zubiri, “La soledad sonora”. En ella, redactada por dos autores catalanes, Jordi Corominas y Albert Vicens, describen un momento del programa cuando el presentador, tras presentar a Ellacuría como un destacado representante de la teología de la Liberación, le pregunta: Siendo así, usted debe ser un convencido marxista –
-No, de ninguna manera, yo soy zubiriano –
Balbín queda descolocado –¿Qué quiere decir con ello?
-Pues aparte de que me une una profunda amistad con X. Zubiri, filosóficamente me considero zubiriano. En él he encontrado una verdadera superación de la tradición filosófica y una forma rigurosa de realismo, de atenimiento a la realidad. Hoy, tras largos años utilizando su pensamiento, no solo no me arrepiento de haber seguido esta línea, sino que la he convertido en columna vertebral de mi interpretación de la historia, con ventaja de las interpretaciones marxistas. Pág. 687 Soledad Sonora.
Unos meses antes de su asesinato I. Ellacuría vino a Barcelona para hacerle entrega honorífica del Premio Internacional de la Fundación Alfonso Comín uno de los fundadores de “Cristianos por el Socialismo” y quien fue, no sé si se conoce, padre de Antonio Comín, político exiliado actualmente en Bélgica.
En fin, un placer, la lectura de lo expuesto por el profesor Tamayo y el deseo enorme de que el Simposio finalice exitosamente.
Un gran repertorio de material interesantísimo el que se presenta en este Simposio al cual sin duda me hubiera encantado poder asistir y al mismo tiempo también poder saludar al profesor Tamayo y a Diego Gracia, a quienes conozco y admiro desde hace tiempo.
Me es del todo incómodo empezar mi comentario con visión crítica respecto de otro en el cual se pone en cuestión los tres pasos que le son esenciales a la inteligencia humana en su enfrentamiento con la realidad. Y digo incómodo porque como se sabe se trata de una cuestión insistente por mi parte.
Sí, efectivamente, todos sabemos que para Ortega la radicalidad está en la vida, de ahí que en el comentario referido se pregunte si no habrá un paso anterior a estos tres momentos fundamentales de la inteligencia.
a/ hacerse cargo de la realidad
b) cargar con la realidad,
c) encargarse de la realidad,
Sin duda que este paso anterior para Ortega es la vida, sin embargo, la anterioridad de estos tres pasos no hay que considerarlos en sentido cronológico, sino como estructura formal de la inteligencia que le da al ser humano el “modo” de ser en el que consiste su vida.
El “modo” de nuestra realidad es lo dado por excelencia.
Solo añadir que esta mañana he de llevar a cabo varias cuestiones, así que cuando pueda centraré mi próximo comentario a lo más concerniente y personal de este gran pensador que fue I. Ellacuría…
Hola!
1- Se me hace que alguno de aquel Grupo declaró:
-“Dios ha pasado por El Salvador”-
¿Habrá sido Ellacuría, Jon Sobrino …?
¿De qué manera ‘pasa’ Dios?
https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2019-11/a-30-anos-de-los-martires-de-la-uca-san-salvador-jesuitas-1989.html
2- Tal vez pueda pensarse que hay ‘otras maneras de pasar’
p.e.: recorriendo Sur-América y escribiendo infatigablemente.
¿Qué se dirá y escribirá de uno de esos, que eso hacen?
3- Leo:
-“la inteligencia debe aprehender la realidad y enfrentarse con ella, siguiendo estos tres pasos:
a) hacerse cargo de la realidad, que consiste en un estar “real” en la realidad de las cosas a través de las mediaciones materiales y activas;
b) cargar con la realidad, esto es, tener en cuenta el carácter ético fundamental de la inteligencia;
c) encargarse de la realidad, que significa asumir hasta sus últimas consecuencias la dimensión práxico-emancipatoria de la inteligencia.
Repitámoslo:
a) hacerse cargo de la realidad
b) cargar con la realidad,
c) encargarse de la realidad,
¿En serio que no es lo mismo?
Y: ¿no hay un ‘paso anterior’ sin el cual no … : ‘darse cuenta’?
Gracias!
Antes hubieron otros sureños que se preguntaron
¿’dónde pasa o está Dios’?
Estoy de acuerdo con todo lo que dice Tamayo sobre Ellacuría. Yo lo conocí, le he leído y sobre todo lo he escuchado, y hago hincapié en esto último, porque sus palabras “habladas” adquirían un fondo muy especial que impregnaban de vida todo lo que decía, siempre con esa sencillez llena de convicción y vida.
No debemos olvidar a estas personas cuya coherencia en sus vidas, no sólo les ha llevado a la marginación expresa de la teología oficial y de sus representantes, sino que, como de Jesús podemos decir “y por eso lo mataron” (Tamayo dixit).
Dice san Juan que a Dios nadie lo ha visto, pero la teología oficial, definida como la ciencia de Dios, hay que ver lo que parece saber de Él, olvidando cuál fue la teología de Jesús: su praxis, su vida, el vivir para l@s demás.
De esta tradicional desviación teológica, a llegar a inventarse a un Dios con todos los atributos retóricos con los que hemos crecido, a lo que fue la vida de Jesús y de sus mejores seguidor@s, hay un abismo. La religión constituida y muy “bien” estructurada, propone la salvación individual en función de un Dios juez u omnipotente, mientras Jesús propone la salvación de l@s demás especialmente l@s más vulnerables, y est@s no están en los templos y en los ritos, están en la marginalidad social, por eso la auténtica teología debe teñir de valores la política, y debe ser una teología política. Que eso es lo que hizo Ellacuría, en coherencia con su fe.