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Gerardo Valencia: Místico, Profeta y Defensor de la Justicia 1/3

No es tan conocido como otros. Por eso agradecemos a Juanjo que nos hable de ese  testigo del Vaticano II, del pacto de las Catacumbas y de Medellín 1968.  Y me pregunto: ¿hubieran existido estos profetas del siglo XX si hubieran relativizado su fe en el Dios de Jesús, como mero constructo humano, para acomodarse a los nuevos paradigmas? Por otra parte, recuerdo a todos que mañana se inaugura el 41º CONGRESO DE TEOLOGÍA. AD.

En el 50 aniversario de su muerte

GERARDO VALENCIA CANO. MÍSTICO, PROFETA, PASTOR Y DEFENSOR DE LA JUSTICIA DESDE LA OPCIÓN POR LOS POBRES

UN ADELANTADO AL CONCILIO VATICANO II, AL PACTO DE LAS CATACUMBAS Y A LA CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO DE MEDELLÍN (I)

Medellín, 26 de agosto de 2022

Agradecimiento y felicitación

De nuevo en Medellín. Es para mí un privilegio participar en este Encuentro Interreligioso e Intercultural en memoria de Gerardo Valencia Cano (1917-1972), obispo y profeta con sentido de pueblo, con motivo del 50 aniversario de su trágica muerte en un accidente de avión cuando tenía 54 años y 18 años de obispo de Buenaventura (Colombia). Personalizo mi agradecimiento en Olga Lucía Álvarez, Sulman Hincapié y Mauricio Zapata, del comité coordinador del evento y entrañables amig@s.

Felicito a las personas de de dicho comité organizador por el excelente trabajo de organización y por tan importante iniciativa que se inscribe en la recuperación de personalidades ejemplares, que se caracterizaron, en el ámbito cristiano, por la práctica de la com-pasión en el seguimiento de Jesús de Nazaret y en el proseguimiento de su causa en favor de las personas, los colectivos y los pueblos empobrecidos.  En este caso es la recuperación de la memoria histórica del místico, profeta y obispo Gerardo Valencia Cano: una memoria colectiva subalterna como fue su vida compartida y comprometida con las comunidades campesinas, indígenas y negras subalternas de Buenaventura y también, tomando la expresión de Walter Benjamin, una memoria subversiva de las víctimas.

No conocí a Gerardo Valencia Cano, pero sí su talla moral gracias a la lectura de sus escritos, de las informaciones de Olga Lucía Álvarez, que colaboró con él durante los tres últimos años de su vida, y de algunos textos biográficos como Valencia Cano, editado por el Vicariato Apostólico de Buenaventura bajo la dirección de Gerardo Jaramillo González, que sigo muy de cerca en esta conferencia.

Voy a hacer una reflexión teológica a propósito de tres acontecimientos singulares que influyeron decisivamente en su vida, y a los que, a mi juicio, se adelantó en no pocos aspectos como visionario que era con sus intuiciones, su conciencia misionera libre y liberadora, su compromiso social y su actividad evangelizadora inseparable de la educación entendida como concientización popular. Los tres acontecimientos en los que se enmarcan su vida, su pensamiento y su profetismo son:

  • el Concilio Vaticano II (1962-1965), a cuyas cuatro sesiones participó,
  • el Pacto de las Catacumbas, que firmó en noviembre de 1964 en Roma y
  • la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín en 1968.

En este texto me referiré a Gerardo Valencia Cano como un adelantado al Concilio Vaticano II.

 

El Vaticano II, Concilio de la Reforma eclesial

Recién cumplidos 45 años y siendo obispo de Buenaventura desde 1953 con solo 35 años, Valencia Cano participó en la celebración del Concilio Vaticano II, el acontecimiento más importante del catolicismo del siglo XX y, sin duda. uno de los eventos más significativos de dicho siglo. He aquí algunas de las más importantes aportaciones del Concilio:

  1. Reforma interna de la Iglesia, tras cuatro siglos ininterrumpidos de Contrarreforma, iniciada con el Concilio de Trento (1545-1563). El Vaticano II puso en práctica la propuesta de Lutero “Ecclesia semper reformanda”, asumió la necesidad de purificación y renovación y tomó conciencia de ser una Iglesia peregrinante (Constitución Luz de las gentes, n. 8).
  2. Diálogo multilateral: entre las diferentes tendencias dentro de la Iglesia; con el mundo moderno a quien los papas del siglo XIX anatematizaron ó con trazos muy gruesos, sin reconocimiento alguno de sus grandes aportaciones; con las religiones cristianas y no cristianas; con el ateísmo, cuya responsabilidad en su nacimiento y desarrollo asume.
  3. Ubicación de la Iglesia católica en el mundo, a quien se consideraba uno de los enemigos del alma junto con el demonio y la carne, como respondíamos en el catecismo del padre Astete a la pregunta por los enemigos del alma. La Iglesia no está por encima del mundo, cual poder transcendente que no hace pie en la historia, ni es juez que lo condena, sino que está presente en el mundo, en la sociedad reconociendo sus avances y retrocesos, sus contradicciones, en fin, y sin falsas vueltas regresivas al pasado ni añoranzas idealizada del mismo.

La Iglesia se identifica con los gozos y las esperanzas, las alegrías y las tristezas de los seres humanos de nuestro tiempo: “los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (Constitución Pastoral de la Iglesia en el Mundo Actual, en adelante GS, n. 1). Nunca, hasta el Vaticano II, un concilio se había ocupado de hacer un análisis de la realidad del tiempo en el que se celebraba ni había intentado responder a ella de manera positiva siendo sensible a los signos de los tiempos y ofreciendo su colaboración para la marcha de la historia en dirección a la libertad y la liberación de los seres humanos.

  1. Dimensión antropológica. Fue el ser humano el centro del Concilio, la persona a quien hay que salvar, pero el ser humano entendido de manera unitaria, “todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad, y el ser humano con ser social: “es a la sociedad a la que hay que renovar”. Y haciéndose suya la máxima del escritor romano de origen bereber Terencio africano “nada humano me es ajeno”, afirma que “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS 1). Hace referencia explícita a la mujer que, “allí donde todavía no la ha logrado, reclama la igualdad de derecho y de hecho con el hombre” (GS, n. 9).
  2. Hace una valoración positiva de la secularización, entendida como reconocimiento del valor y de la autonomía de las realidades temporales: la cultura, la filosofía, la política, la naturaleza, el arte, la creación literaria, etc., de toda tutela religiosa, secularización que había sido criticada como contraria a la religión y destructora la fe. Es sin duda un concilio de reconciliación con la Modernidad, a la que había condenado con trazos gruesos en siglos pasados.
  3. La opción por los pobres no constituyó el centro del Concilio, como fue la intención de Juan XXIII al afirmar que “la Iglesia de Cristo es Iglesia universal, pero para el Tercer Mundo es la Iglesia de los pobres” y como expresó el cardenal Lercaro, arzobispo de Bolonia, en una intervención memorable: la evangelización es el objetivo fundamental del Concilio, que implica la opción por los pobres. El interlocutor del Vaticano II no fue el Tercer Mundo, sino Europa.
  4. El Vaticano II no fue un concilio de anatemas ni de condenas, pero sí muy crítico desde el discurso inaugural de Juan XXIII contra los agoreros, los profetas de calamidades y los instalados cómoda y fundamentalistamente en posiciones dogmáticas y tradicionalistas.

 

Valencia Cano se adelantó al Concilio Vaticano II 

            Se ha dicho, y es verdad, que en Valencia Cano hay que distinguir dos etapas, la anterior al Concilio Vaticano II y la posterior. Creo, con todo que en algunos aspectos importantes de su trabajo misionero se adelantó al propio Concilio. Apunto algunos, sin ánimo de ser exhaustivos. Quienes vivieron y convivieron cerca de èl pueden completarlos. En este Encuentro participan personas que lo acompañaron y colaboraron con él como el padre Wenceslao Estupiñán, primero sacerdote negro de Buenaventura ordenado Valencia Cano, y sus sobrinas Amparo y Jenny.

1, Rompiendo los estereotipos eclesiológicos tradicionales, fue quebrando poco a poco el carácter jerárquico, piramidal y patriarcal de la Iglesia y fue conformando la iglesia local de Buenaventura como comunidad de comunidades integradora de personas y colectivos indígenas, campesinos y negros con la incorporación de las mujeres seglares al trabajo pastoral y educativo.  En el tejido social y eclesial creado por Valencia Cano la autoridad no residía en el obispo por el hecho de serlo, ni en el báculo y la mitra, sino en su testimonio, en su ejemplaridad de vida y en las personas y colectivos empobrecidos por el sistema. El Vaticano II ratificó la dimensión comunitaria de la Iglesia en el capítulo II de la Constitución sobre la Iglesia bajo el título “pueblo de Dios”.

  1. Ubicó a la Iglesia no por encima de la sociedad, ni como jueza, ni como poder absoluto, ni aliada con el poder, sino en los diferentes colectivos de la sociedad de Buenaventura, sobre todo en los sectores más empobrecidos. Yo creo que en este tema la originalidad de Valencia Cano es clara: mientras que el Vaticano II ubicaba a la Iglesia en el mundo desde una perspectiva eurocéntrica, el joven obispo de Buenaventura hacía realidad la Iglesia de los pobres, tal como había propuesto Juan XXIII.
  2. Bajó la trascendencia a la historia y la divinidad de Cristo a la humanidad sufriente, poniendo en práctica la cristología de la kénosis de la Carta a los Efesios: “El cual (Jesucristo), siendo de condición divina… se despojó de su grandeza, tomó la condición de siervo y se hizo semejante a los seres humanos, y en su condición de ser humano, se humilló a sí mismo… (Flp 2,6-11).
  3. Se adelantó al Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia del Vaticano II, aprobado el 7 de diciembre de 1965. Se formó en el Instituto para las Misiones de Yarumal, donde empezó a forjar su conciencia misionera, y fue profesor del Seminario de dicho Instituto. Después del Concilio presidió la Comisión de Misiones del CELAM.

Esta era su presentación:

“Soy hijo de la selva
Un hermano del tucán
Soy tucano, selva mía,
y te quiero con fervor;/
yo por ti morir podría
y me muero por tu honor”.

            El carácter misionero formaba parte de su identidad como ser humano, como cristiano y como obispo. Toda su vida estuvo guiada por ese espíritu hasta conformar una identidad misionera. Pero no entendió la misión como convertir y bautizar a infieles y anular su identidad indígena, campesina o afrocolombiana, sino como identificación con dichas comunidades, vivir y compartir sus situaciones de injusticia estructural y ofrecer respuestas acordes a dichas situaciones en todos los terrenos:  educativo, social, cultural. económico, religioso, etc.  Su pastoral misionera se orientaba no a una evangelización genérica, sino inculturada en las comunidades indígenas y negras.

  1. El ser humano fue el centro de su actividad misionera, de su compromiso social y de su trabajo pastoral. “Hasta ahora -afirma- miramos en el hombre, no la persona humana, sino el color, la edad, la salud, la ciencia, el prestigio, su historia real o falsa, su sexo, etc.”. Se queja de que “hemos olvidado que lo fundamental en el hombre es ser hombre y, para el cristiano, el ser hijo, imagen de Dios, redimido por Cristo” (Jaramillo González, p. 58).

La peor consecuencia de tan injusta forma de mirar a los seres humanos “es su clasificación entre débiles y poderosos, sabios e ignorantes, dignos e indignos, gente bien y plebeyos” (id., 59). De nuevo estamos ante una diferencia importante entre el humanismo abstracto o del hombre europeo del Vaticano II y el humanismo de Valencia Cano defensor de los derechos humanos de las personas y los colectivos empobrecidos de Buenaventura a quienes se les negaba dichos derechos, sobre todo, a una vida digna, a la saludad, a la educación, a la vivienda, al trabajo, etc.

  1. Donde también se adelantó al Concilio Vaticano II y demostró ser un pionero fue en la incorporación de las mujeres a la tarea misionera y evangelizadora y a la acción social. Pablo VI incorporó al Concilio a un grupo de observadoras a partir de la tercera sesión. En una ocasión pregunté a mi amiga uruguaya Gladys Parentelli Manzino, hoy reconocida teóloga ecofeminista, una de las mujeres observadoras invitadas por Pablo VI, que entonces era presidenta de la rama femenina del Movimiento Internacional de la Juventud Agrícola y Rural Católica (MIJARC), cuál había sido su función en el Vaticano II y me respondió: “lo que significa el propio nombre: observar”. Bien seguro que trabajo no les faltó, pues lo que observaron fue el carácter patriarcal de la Iglesia católica y del propio Concilio.

Muy distinto fue el papel reconocido a las mujeres por Gerardo. Varios años antes del Concilio y haciendo frente a los prejuicios patriarcales de la sociedad y de la Iglesia, mostró una gran preocupación por la formación de las mujeres y creó en 1959 la Normal Juan Ladrilleros. Fue abriendo espacios para las mujeres en la Iglesia y en 1953 fundó la Unión Femenina Misionera (UFEMI), formada por mujeres seglares, a quienes reconoció autonomía en su trabajo misionero y estimuló a seguir adelante con la expresión “Ustedes pueden”[1].

 

[1] Tomo la información sobre UFEMI del artículo de Olga Lucía Álvarez, miembro de dicha organización y colaboradora directa de Valencia Cano durante los tres últimos años de su ministerio episcopal en Buenaventura: “Monseñor Gerardo Valencia Cano, un profeta convencido del valor e importancia de la mujer en la Iglesia” publicado en Religión Digital (5 de junio de 2022). Desde aquí mi agradecimiento, Olga Lucía, que como colaboradora del obispo de Buenaventura me has proporcionado informaciones muy precisas y totalmente fiables para mi conferencia.

5 comentarios

  • ana rodrigo

    Siempre es gratificante conocer referentes cum laude en su vida. Yo tengo que reconocer que jamás había oído hablar de Gerardo Valencia, al igual que de tantas otras personas que, al igual que Jesús El Galileo, pasaron por esta vida haciendo el bien. Aunque no hayan sido cristianos, con un paradigma o con otro, pero esa semilla de bondad, de belleza, de entrega generosa de amor, colocada en nuestro corazón para que dé frutos en nuestro ser y estar en la vida, es lo que da sentido a la misma. “Tuve hambre y me distéis de comer…….”Mt.25,35-40

    Gracias, Juanjo por tu artículo, gracias, Oscar por el vídeo de Olga Lucía.

    Llevamos tanta buena gente acompañándonos en medio de tantos problemas y miserias humanas, que estos soplos de “oxígeno” a lo largo de la historia, tiran del carro siempre adelante, siempre adelante.

  • oscar varela

    Hola!
     
    También es una perogrullada decir que Juanjo apoya:
    1- la ‘teología de la liberación’ y
    2- la ‘opción por los pobres
     
    A1- suelo preguntar a la ‘teología de la liberación’
    ¿cuándo estarán en condiciones de liberarse de la teología?
     
    A2- suelo preguntar a los optadores de los ‘pobres
    ¿qué pretenden hacer con los ¿’ricos’?
     
    Excursus al A2-:
    Quien piense un poquito (un poquitiiiiito bastaría)
    tendría que darse cuenta que identificar DINERO = EL MALO
    es un inocente despropósito.
     
    Claro que Salvador Santos me querrá cortar la cabeza.
    Para evitarlo me señala que el concepto “DINERO” de Jesús (y de él)
    tiene el significado de “maldad” e.d., de ‘EL MALO
    ¡Chocolate por la aclaración distintiva!
     
    Mi pensamiento va por este otro carril:
    * el DINERO es ‘ambi-valente’
    * no es in-dependiente del USO (aplicación)
    * uno de ellos es el MAL-USO en el ‘trato’ con el otro.
    * eso se llama FRAUDE (el mismo Salvador lo dice en textos por él exegetados)
    * y, en última instancia, el FRAUDE se sustenta en MENTIRA.
     
    Así es como me resuenan ‘actualidades’ como ‘Fake news’ y ‘Lawfare

    • oscar varela

      Lo de la MENTIRA (Fake news y Lafare) es de larga data:

    • mª pilar

      Gracias Oscar por poner una vez más los acentos donde tienen que estar y llamar a las “cosas” por su verdadero nombre y sobre todo:

      Su auténtico significado y este desde el Proyecto de ¡Vida! de Jesús el Galileo.

      En eso estamos de acuerdo con Salvador Santos.

      Un abrazo entrañable.

  • oscar varela

    Hola!

     

    Ya es un clásico de Juanjo “decolonizar” la teología europea.

    Acá se apoya en Olga Lucía Álvarez Benjumea (¡vaya nombre! ¡no?)

     

    Olga tiene mucho papelerío que le hube enviado entre 2010 y 2015 aprox.
    Destaco, entre ellos, los escritos de Salvador Santos.

    Era normal que me comentara su aprobación.