Hace tiempo que Eloy no nos regala alguna de sus historias sobre lo que costó en España introducir la mentalidad y la práctica republicana. Ha estado muy ocupado en redactar un libro sobre su antepasado Eloy Artime Pérez (1873-1929) de quien él heredó nombre y segundo apellido, junto a su pasión política democrática al servicio del pueblo. Otro día nos hablará del libro, de 600 páginas. Hoy nos regala el testimonio de una visita a Vallecas y de cómo eran las cárceles franquistas (y que seguramente continúan siendo). Bien venido de nuevo, Eloy. AD.
I
Se dice, ya desde tiempos antiguos, que lo que no se recuerda por escrito cae en “el pozo del olvido“. La misma “Historia Compostelana” (relato de los hechos del arzobispo Diego Gelmírez), texto del siglo XII, utiliza en sus primeras líneas esta expresión: “Los antiguos padres, (…) solían dejar por escrito las gestas (…) para que no cayeran en el pozo del olvido borrados de la memoria por la mucha antigüedad o el largo transcurso del tiempo”. (1)
Transcribo pues, para constancia, las siguientes notas que conservo escritas a mano de una visita a Vallecas, acompañando al abogado José Mariano Benítez de Lugo que allí acudía, alternando con otro abogado, según recuerdo, para atender gratuitamente las consultas de los vecinos, un día a la semana. Fue a mediados de la década de los años 70.
Mariano Benítez de Lugo, al que yo acompañaba como simple y silencioso aprendiz pues iba algunas tardes a aprender a su despacho de abogado, me invitó aquel día a acompañarlo a una de sus habituales visitas a Vallecas, y tras haber atendido él las consultas de los vecinos, fuimos a visitar a Carlos Jiménez de Parga, al que yo no conocía personalmente, pero del que tenía noticia de su labor allí. El relato que desde entonces guardo de aquella visita es el siguiente, que transcribo casi en su totalidad.
II
<< Ayer estuve en Vallecas. Tomamos algo en un bar José Mariano Benítez de Lugo, Carlos Jiménez de Parga (que salió de la cárcel hace unas semanas, por el encierro en el seminario de Madrid) y yo.
La conversación de Carlos fue muy interesante.
La cárcel es todo un mundo. Dentro de la clásica división de presos comunes y políticos cabe distinguir los políticos “encuadrados” y los políticos “por su cuenta”. En opinión de Carlos se confirma que los españoles somos unos anarquistas en el fondo, pues los políticos “por, su cuenta” son muchos.
Personas que tuvieron “un pronto”, “una reacción” o incluso una acción pero sin grandes planteamientos técnicos y sin el respaldo de una estructura. Caso típico son las acciones de solidaridad como las de los obreros del Ferrol, para alguno de los cuales al parecer se piden hasta 17 años, aunque de esto no estoy muy seguro. Los políticos “por su cuenta”, lo pasan peor, se sienten más desamparados y, además, les falta el planteamiento teórico adecuado que les permita una mínima comprensión de la realidad que viven.
Pero lo que impresionó profundamente a Carlos, fueron los presos comunes. “Ahora vamos los cristianos a descubrir las cárceles”, repetía varias veces, remarcando la impresión de llegar tarde a todo un mundo. Aquello de “visitar a los presos”, dijo, lo tenemos como una metáfora. Personas que llevan 9 años por un robo (un chico que entró a los 20 años) y que se les pasa allí lo mejor de la vida. personas que están solas, que no tienen a nadie: el mínimo detalle, el mínimo regalo es para ellos algo excepcional que valoran muchísimo y les da una cierta alegría de vivir. La sensación de indefensión de la gente es muy grande.
En la enfermería hay personas con cáncer y dos leprosos, entre otros. Al parecer todo se consigue en la cárcel por dinero y regalos, incluso los cuidados de los enfermeros, también las instancias: una instancia sin dinero puede paralizarse u retrasarse enormemente en su tramitación.
Los confidentes y los presos que “utilizan” su situación de privilegio (Por ejemplo, el encargado de las instancias) abundan. Allí la gente solo piensa en salir. // (…)
(…) Al salir necesitan trabajo. Pero ya allí dentro, necesitan cosas. Cosas materiales que, además, hacen más soportable su situación.
Cualquier noticia es allí analizada y comentada desde todos los ángulos.
“Informaciones” está prohibido, pero puede leerse el “Ya” (…).
El contacto con los abogados es muy importante. Cuando alguien viene de hablar con el abogado todos le asaetan con preguntas.
Para la gente que lleva mucho tiempo, la posibilidad de que su abogado se cuide de su situación o se entere de su caso, supone una esperanza, un alivio impresionante.
Por otra parte cada centro carcelario es un mundo. Parece que en Burgos los presos están dispuestos a financiar la calefacción, pues de noche no pueden dormir con el frio.
Muchas personas dentro no tienen ni una peseta.
Parece que sería muy importante organizar la ayuda material (comida, ropa, regalos) pero responsabilizando a cada persona de cada centro carcelario.
Parece una obra “de caridad”, pero ayuda a las personas y hay mucha gente que está en su casa y no sabe qué hacer y puede que en este campo si pudiera colaborar. esta es la opinión de Carlos y estoy de acuerdo con él.
En cuanto a los presos comunes, no conservan ni un amigo, los de más relaciones pueden conservar uno o como máximo dos.
De los familiares los de más fidelidad a las visitas son las madres (un 90%), los padres también van, pero más esporádicamente.
Las parejas van en un 50% y el otro 50% se cansa cuando las condenas son largas.
Hay palabras “tabú” dentro de la cárcel. De eso no se habla.
Un tema “tabú” entre los presos comunes es la causa de la condena. nadie pregunta nada, pero todos saben la razón por la que están otros. (…), y este estigma acompaña al preso todos los días.
Al parecer todos los funcionarios son de izquierdas; “yo estoy aquí, pero no estoy de acuerdo con esto”; “yo estuve también perseguido”; ” mi mujer no sabe que trabajo en esto”; “yo creo que usted no debía de estar aquí”.
Hay gente que ya se había olvidado de lo que es reír. Gente que se endurece terriblemente. Sonreír cuando quedan muchos años por delante… debe ser difícil. >> (2)
Hasta aquí las notas que redacté en su día y ahora he transcrito parcialmente.
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NOTA 1: “Historia Compostelana” Edición de Emma Falke Rey. Ediciones Akal 1994.
NOTA 2: En el libro “Iglesia y Franquismo. 40 años de nacional catolicismo (1936-1976)” (pág. 383), Xosé Chao Rego, narra el episodio del encierro en el Seminario de Madrid, de 85 personas de la “iglesia popular”, del 29 al 30 de Noviembre, con motivo de la XIX Asamblea episcopal en Madrid, detallando que el “cura obrero” Carlos Jiménez de Parga, fue detenido y luego castigado con una multa de 300.000 pesetas. No me queda claro el año de los acontecimientos que narra. El encierro en el Seminario pudo estar relacionado con una visita de Casaroli a Madrid en Noviembre de 1973, de modo que el encierro debió de ser entre 1973 y 1975. Al parecer era rector del Seminario el obispo Estepa.
Todo testimonio de hechos sucedidos en nuestro submundo son muy bien venidos, porque nos abren los ojos a una realidad para la que estamos ciegos.