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¿Por qué creemos en Dios?, una pregunta científica

Diego Colombek es un científico argentino que, en esta entrevista que le hace RIONEGRO.com.ar, se pregunta por qué tantos científicos actuales, que asumen los últimos paradigmas de la física y de la biología, siguen siendo creyentes e incluso teístas. Y, ante el Congreso de pasado mañana, nos seguimos preguntando: ¿hay algo en la misma estructura del cerebro humano que nos hace razonable creer, sin evidencia científica, en una inteligencia trascendente y cercana a la conciencia que siempre estará más allá de lo que podamos explicar? AD.

  • Aceptar el misterio o no aceptarlo, esa es la cuestión. ¿Pero con qué fundamentos? Corriéndose de los debates habituales, el neurobiólogo Diego Golombek estudia desde hace años los mecanismos cerebrales que intervienen en la capacidad humana de creer.

  • “La pregunta sobre la existencia o no de Dios, no es relevante para la ciencia. Pero sí lo es preguntarnos por qué, en pleno siglo XXI, el 85% de la gente sigue creyendo en las religiones y en aquello que no puede ver. ¿Será que, además de los condicionamientos culturales, existieran cuestiones biológicas que nos predisponen a creer en el más allá?”.
  • Como científico y divulgador, Diego Golombek (Buenos Aires, 1964) conoce bien el poder revelador de las preguntas bien hechas, así como la ardiente curiosidad que pueden provocar los misterios más antiguos de la humanidad. Doctor en Biología, investigador principal del CONICET y actual jefe del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Quilmes, Golombek anda por estos días celebrando una nueva edición de Las neuronas de dios, un exitoso libro que publicó originalmente en 2015 y, en poco tiempo, se volvió un clásico del periodismo de divulgación.
  • ¿Creemos por un mecanismo cerebral?
  • “Claramente dios es una creación humana, primero animista, dotando de poderes sobrenaturales a ciertos fenómenos de la naturaleza (el rayo, el sol, los volcanes) y luego creándolo a imagen y semejanza: un Dios antropomórfico que responde a las necesidades, miedos y deseos humanos -reflexiona Golombek-. Pero lo crucial es que si la religión y la creencia en lo sobrenatural son tan universales como parece, entonces no solo deben tener un sentido evolutivo, sino que seguramente existe una base genética y hasta hereditaria para explicarlas”.

P – En tu libro, contra toda suposición, no cuestionás la existencia de dios, sino que hablás de los mecanismos cerebrales que han permitido a la humanidad experimentar el fenómeno de la religión. ¿De dónde sale nuestra predisposición, como especie, a creer en lo sobrenatural?

R – Una hipótesis es que esta predisposición haya tenido un significado adaptativo; es decir, que de alguna manera esta tendencia nuestra a “creer” nos ha conferido una ventaja como especie… Está claro que socialmente ha tenido y tiene sus ventajas: creer colectivamente en el más allá y en lo que nos proponen las religiones, le otorga a una comunidad una mayor cohesión y también un propósito. Además, al bajar la ansiedad que provocan ciertas preguntas existenciales, es posible que la religión hasta tenga algún efecto benéfico para la salud. Podemos imaginar, siendo un poco exagerados, una escena primitiva: aquel que creyó en lo sobrenatural, quizá salió corriendo de una situación confusa, mientras que aquel que interpretaba todo como una expresión de la naturaleza – correctamente, al fin y al cabo-, quizá se expuso demasiado y no sobrevivió. Esto, por supuesto, es puramente especulativo.

P – Algo muy interesante que comentás en este trabajo es que los rezos, bailes y cantos rituales de las religiones -desde un “Padre nuestro” hasta la danza de los derviches- se basan en la misma capacidad de sincronización del cerebro. ¿Cómo operan estos mecanismos? ¿Es sugestión o realmente nos inducen a estados de bienestas profundos?

R – Los estímulos repetitivos (rezar, cantar, bailar, cierto tipo de respiraciones) pueden modificar la actividad cerebral y lograr mayor sincronización entre diversas áreas del sistema nervioso. Esto se puede experimentar como una sensación etérea, espiritual, un “algo más” que ayuda a que las personas aumenten sus creencias y prácticas. Por otra parte, una reciente investigación del neurocientífico estadounidense Andrew Newberg, señala que rezar es más o menos equivalente a estar hablando con alguien, de acuerdo a lo que ha revelado el análisis de imágenes cerebrales. El rezo es, metafóricamente hablando, una conversación con algo o alguien “superior”. Pero… no es tan metafórico, sino que cuando se registró la actividad cerebral de personas creyentes rezando se vio que se activaban las áreas del lenguaje y el habla. Para el cerebro, rezar es como hablar con alguien.

P – ¿En qué punto se tocan la religión y la ciencia? ¿Pueden convivir sin confrontar?

R – La ciencia y la religión corren por veredas enfrentadas, paralelas, que no se tocan. Tienen pilares completamente opuestos: la fe para la religión, la evidencia para la ciencia. Es cierto que hay muchos científicos y científicas religiosos, pero sospecho que es algo superficial, que si realmente van a un análisis profundo, en algún momento habrá algún choque, alguna contradicción. Es como decir “la ciencia llega hasta acá, y más allá… el misterio”, algo que no es -o no debiera ser- aceptable para alguien que ve el mundo desde las ciencias naturales.

P – ¿Podríamos ser moralmente buenos sin el concepto de Dios?

R – Sabemos que hay áreas cerebrales que participan del concepto de moral y que, cuando se alteran o lesionan, modifican el comportamiento, y la gente no es tan consciente de qué está bien y qué está mal. Si bien nosotros aprendemos estos conceptos, también parece haber una base innata que, en definitiva, no necesita de ningún dios que nos esté mirando o juzgando.

P – En el libro proponés una vuelta de tuerca inesperada a la discusión filosófica sobre el libre albedrío. Según contás, muchos experimentos han revelado que el cerebro nos engaña, a menudo, cuando creemos estar tomando decisiones…

R – Son experimentos difíciles de interpretar, pero sí, en muchos casos (no en todos) se verifica que la base de un comportamiento o una decisión es inconsciente, y luego de esto, pasa a la conciencia, cuando nos convencemos de que hemos sido “nosotros” quienes tomamos la decisión. Los filósofos están divididos en cuanto a estas interpretaciones, y hay quienes se inclinan por ver en estos experimentos la prueba de que no existe el libre albedrío absoluto, mientras que otros afirman que son ejemplos extremos y no impiden el ejercicio de la libertad individual.

P – Si, como postulan las neurociencias, toda creencia en lo sobrenatural tiene una base biológica, y el deseo de creer es algo instintivo, ¿cómo se entiende entonces el fenómeno del ateísmo? ¿Cómo logra desprenderse alguien ateo de ese mandato biológico?

R – Si la creencia en lo sobrenatural es un fenómeno evolutivo y hasta hereditario, los ateos vendrían a ser una especie de… ¡mutantes! Pero hablando en serio, si se verifica la hipótesis de que las creencias son innatas, la ausencia de ellas vendría a ser un fenómeno cultural, aprendido o desaprendido, más que biológico.

P – ¿Cómo se explican nuestros miedos desde la perspectiva de la neurociencia? ¿Por qué será que elegimos, a través de ciertas experiencias de vida, someternos voluntariamente a trances en los que sentimos temor?

R – Obviamente el miedo tiene un sentido evolutivo que tiene que ver con el cuidado de nosotros mismos y de nuestra gente cercana. Por lo tanto, el entrenamiento del miedo también es un ensayo para saber cuándo salir corriendo. El miedo tiene una representación nerviosa muy clara; y hay órganos en el cerebro que se activan frente él, uno de ellos llamado amígdala, que no es la que conocemos, sino otra que forma parte de un circuito cerebral. El miedo es como el dolor, nos da la alerta de que algo anda mal. El miedo nos permite adaptarnos al entorno, cuidarnos y sobrevivir, porque ya se sabe… Cavernícola que huye, sirve para otra evolución.

P – ¿Es cierto que hay circuitos cerebrales que “se encienden” ante fenómenos de creencia espiritual? ¿Qué se registra en esos estudios?

R – Es cierto, está comprobado: en aquellas personas que experimentan una sensación espiritual o un trance místico se ha podido medir la activación de determinados circuitos cerebrales, incluyendo aquellos que tienen que ver con la búsqueda de recompensas. “Es muy probable que esa ‘luz al final del túnel’ que refieren muchas personas que estuvieron al filo de la muerte, sean las últimas miradas, chispazos, que arroja el sistema visual cuando el cuerpo se está muriendo.”

P – ¿Y hay manera de determinar lo que pasa en el cerebro en los momentos previos a la muerte? ¿Qué argumentos aporta la neurobiología para explicar “la luz al final del túnel” que tantas personas dicen haber visto?

R – Sobre las sensaciones y lo que ocurre en la previa a la muerte no hay mucha investigación porque lógicamente no es algo sencillo de medir. Pero hay algunas ideas. Hace pocas semanas se publicó un trabajo que, por absoluta casualidad, logró registrar la actividad cerebral en el momento en que una persona estaba muriendo; era alguien con epilepsia, a quien le estaban realizando estudios para evaluar la actividad cerebral cuando lo sorprendió un ataque cardíaco. En ese momento, se registró una actividad cerebral compatible con algunas de las actividades que ocurren durante los sueños. ¿Será que cuando estamos en una experiencia cercana a la muerte, nos pasa la vida por delante como en un sueño? Es posible que así sea. Por otra parte, la referencia de tantas personas a “la luz al final del túnel”, a los neurobiólogos nos suena claramente a activación del sistema visual: cuando un cuerpo está muriéndose, sucede que deja de llegar sangre a los órganos; entonces, ante la necesidad de informar de alguna manera sobre esa anomalía, el sistema visual arroja una señal, como gritando: “¡Hay luz, vi luz y morí!”. Es muy probable que esa luz al final del túnel sean las últimas miradas, chispazos, que arroja el sistema visual cuando el cuerpo se está muriendo. De la misma manera, la sensación de estar fuera del propio cuerpo o de vernos desde arriba, mencionadas por gente que estuvo al filo de la muerte, tal vez tenga que ver, desde lo biológico, con la autopercepción del cuerpo en situaciones extremas.

Por Ximena Pascutti.-

20 comentarios

  • carmen

    Ay, Santiago, querido amigo , vaya usted a saber qué es Dios. Pero algo hay por ahí. Y por aquí. Y por allá. Y nadie lo va a atrapar con palabras. Al mío desde luego no.

    Buen día.

  • Santiago

    El hecho de estar Dios por encima de nuestra propia naturaleza y encima de toda tendencia reductora que lo limite y circunscriba, explica el que EN nuestro concepto de Dios -debido a la cortedad comparativa de nuestro intelecto- abunden elementos y pensamientos heterodoxos y ortodoxos sobre Dios, puesto que es imposible que nuestro pensamiento y lenguaje puedan  penetrar y expresarse suficientemente para colmar nuestro deseo innato de la Verdad absoluta que reside exclusivamente en El.

    Nosotros podemos poseer fragmentos de esa Verdad que aunque “ténue” es válida y verdadera puesto que es la fe en ella el motivo de salvación para la humanidad. El problema reside en nuestra dificultad de comprehension y no en Dios “per se”.

    Pero Dios es el fundamento de todo, no la materia-energía creada por El. Y si Dios es Creador, es por tanto personal, pues sólo lo “personal” posee “decisión consciente”de la voluntad en el acto creador. Sólo Dios posee la “vida en Sí mismo” capaz de en un acto  de amor inefable transmitírsela a lo que vino a ser obra de “Sus Manos”, que es el Cosmos y nosotros contados dentro de el por la misteriosa y perenne inmanencia  divina

    Un saludo cordial

    Santiago Hernandez

     

  • carmen

    Saben qué me asombra? Que la inmensa mayoría de los que aquí escriben se refieren a Dios como si solamente existiese una idea de Dios. El cristiano. Me asombra la identidad que hacen. Totalmente.

    La semana santa es que no puedo con ella. Mi Jesús paseado por las calles en plena tortura, en plena agonía, ajusticiado en la cruz. Me hierve la sangre. Y no vean, en Murcia tenemos a Salzillo. Único. El paso de la cena del viernes por la mañana, eso es único. Además, la mesa está puesta preciosa, murciana, con cordero y demás. La comida la llevan los cofrades o como se llamen. Una maravilla verla salir por la puerta de la iglesia de Jesús, al amanecer.. precioso.

    Y luego ya, a sufrir, que si la oración en el huerto, con un ángel maravilloso y mi Jesús descompuesto mirando el cáliz que le toca beber. Así doce pasos. Doce o diez, los que sean. El titular es una talla de no sé qué siglo, nuestro padre Jesús. Pobrecico. Se me parte el alma. Y luego la virgen, tan guapísima, con esas lágrimas que parecen de cristal.

    Lo paso fatal. Y es que Salzillo es mucho Salzillo.

    Tengo suerte. No creo en ese Dios extraño. Mucha suerte. Mi trabajo me ha costado. Mis décadas de pelearme conmigo misma me ha costado. Pero me liberé. Mi Dios es otro. Nada tiene que ver con lo que me han dicho. Nada. Gracias a Dios. En este momento de guerra en Europa, para algunos un horror de continente, pequeño, malévolo, antiguo y cuna de todos los males, pero es mi casa. Porque si el planeta es mi casa, Europa es mi habitación. Pues en este momento estaría con un jaleo en la cabeza, le diría de todo. Cómo puedes? Pero ya no. Un día andando por la playa me di cuenta de que eso no era así. Uuuuuufffffff. Menuda liberación. Pude empezar a creer, a esperar, a desear que hubiese algo por encima de todo. Y en esas sigo.

    Por cierto. Lo que se le atribuye a Einstein es Dios no juega a los dados. Estoy con él. El que a día de hoy no se pueda calcular matemáticamente todo lo imaginable, no quiere decir que dentro del tiempo que haga falta no se pueda determinar. Einstein se quejaba de que su limitación era la matemática. Pero sabía que por encima de ella está la imaginación. La intuición. Que todo tendrá alguna vez que encajar. Es que lo adoro. Por muchas historias que cuenten de que está superado. Es que me parto. Por un principio que se llama de incertidumbre. Vamos, anda. Imposible. A ver si lo que falta es desarrollar todo eso de las probabilidades hasta llegar a certezas…a ver si es que el camino que ha cogido toda la física teórica lleva a un callejón sin salida…

    Buenas noches.

    Y no sé preocupen. Después resucita. Está clarísimo. Dos mil años después y toda una cultura detrás seguimos hablando de él. A lo mejor es que no murió. Porque, la muerte qué es exactamente? Que se acabe tu ciclo vital o que nadie recuerde tu historia? Desfigurada, mitologizada, convertida en leyenda…lo que quieran, pero ahí está.

    Es que no puedo con todo esto de la pasión. Es superior a mí.

    Sorry.

  • En primer lugar decir que me siento fuertemente inclinado a odiar al autor. Es de mi mismo año y si la foto es actual se conserva mucho mejor que yo. Es inadmisible. .

    En cuanto al asunto que nos trae, siempre que leo una entrevista de este estilo me pregunto por qué nunca el entrevistado contempla la posibilidad de responder a la pregunta “¿Por qué los seres humanos creen en Dios?”, diciendo: “¿Porque, tal vez, solo tal vez, exista?”

    Quiero decir que acabo teniendo la sensación de que en vez de acercarse a una pregunta de forma honesta y ecuánime, solo buscan poder encontrar la manera de confirmar su PREjuicio, es decir su juicio previo.

    Yo solo puedo contestar a eso con un “No lo sé. No sé porqué creo (por qué creen los demás que lo contesten los demás)… pero creo. Y cada día más”.

    Tratando de encontrar una respuesta más elaborada, me doy cuenta de que los comentaristas que sacaron a colación la mecánica cuántica tuvieron un acierto importante. ¿Por qué? Pues porque el origen del Universo es inevitablemente cuántico y porque cuanto más sabemos de mecánica cuántica más sabemos que no sabemos de mecánica cuántica y es más, más seguros estamos de que nunca podremos saberlo todo. Eso se deduce fácilmente de principio de incertidumbre de Heisenberg y de los teoremas de incompletitud de Gödel.

    Creo y creo de verdad en dos frases de dos científicos creyentes, al menos a su manera uno y el otro profundamente. Se atribuye a Einstein (tengo mis dudas de que sea adecuada la atribución) decir que la ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia está ciega.

    Max Planck, precisamente el padre de la mecánica cuántica, y este sí, profundamente creyente, afirmaba que cuanto más profundizaba en el conocimiento del universo más se adentraba en la obra de Dios.

    Yo no se por qué creemos (creo en Dios). Si tratara de verbalizarlo y de hacerlo de manera que fuera aceptable para un científico diría que creo firmemente que hay más formas de obtener el conocimiento que el método científico.

    Me refiero a lo que Mircea Elíade llamaba “hierofanía” o experiencia de Dios.

    Quiero decir que en el fondo no creo. SÉ que existe Dios. No sé porqué lo sé y en el fondo tengo que reconocer que no me importa demasiado, tan grande es la certeza que tengo de ello. Tampoco tengo ni puñetera idea cierta de como es. Puedo tener intuiciones, puedo tener deducciones pero certeza ninguna.

    Soy consciente de que a un científico puede no serle suficiente. Pero yo es que soy ingeniero y por lo tanto más práctico.

     

     

  • M. Luisa

    Yendo hacia los dos extremos no vamos a conseguir nada.  Hay quienes evitan un diálogo  porque piensan que cualquier  discrepancia  nos haría   entrar en discusión, algo que si fuera así  los problemas no verían nunca la luz. Y hay otros en el otro extremo que por querer sacar punta al lápiz  añaden más problemas donde no los hay.

    Ningún viso de pretensión en mi comentario anterior  de formular ninguna teoría cuántica, me he valido de un pequeño  ejemplo (experiencial para todo ser humano) con el fin de  hacer más comprensible lo que acababa de expresar.

    Algo que con un poco de buena voluntad puede entenderse así. Por otra parte,  con lo dicho no es que ponga al mismo nivel la ciencia y la filosofía. Ya sobre ello opiné hace tiempo diciendo que la filosofía debe respetar la ciencia  si quiere hacer verdadera filosofía,  lo cual no significa que los conceptos se puedan compartir. Ciertamente, no existe el concepto  trascendental  en física, no obstante   de él da buena idea  las conexiones o interacciones que le aportan a la filosofía los sistemas físicos de la ciencia.

  • Hay que atarse bien los machos antes de introducir la teoría cuántica fuera de su lugar propio. Suele emplearse la referencia a esa teoría en múltiples escritos y debates como una suerte de tótem. Nada que ver con la ciencia. Por ejemplo, resulta curioso para un físico contraponer o distinguir mecánica de cuántica. La teoría cuántica es mecánica cuántica, que puede ramificarse a su vez (física matemática, física del estado sólido, computación cuántica, cromodinámica cuántica, química cuántica, etcétera).

    En el caso del cerebro, las grandes monografías rehúyen como alma en pena apelar a la teoría cuántica para describir su mecanismo de acción. En el caso de la conciencia, por ejemplo, por ceñirme a dos casos arquetípicos, The Computational Brain, de Patricia S. Churchland y Terrence J. Sejnowski (MIT 1992), y The  Quest for Consciousness, de Christof Koch (Roberts and Company, 2004) no le dedican ni una línea al tema. Por supuesto, tampoco incide, salvo en las nociones de metodología científica, The Self and Its Brain, de Karl Popper y J. Eccles.

    Sólo un autor, un físicomatemático eminente le dedicó una explicación mecanocuántica a la conciencia, que él ponía en los microtúbulos celulares. Pero no esperen ideas fáciles de interpretar, ni al alcance de quien no haya cursado siquiera un año de física cuántica. Me refiero a Roger Penrose, premio Nobel de física, en su Shadows of the Mind (Oxford University Press, 1994. A mediados del siglo XX nadie, que yo sepa, hizo una aproximación sistemática.

    En la segunda parte de esa obra –What New Physics We Need to Understand the Mind”. The Quest for a Non- Computational Physics of Mind– desgrana, desde la página 213 hasta la 339 una exposición que él consideraría sumaria de la teoría cuántica. En la páginas siguientes, bajo el epígrafe “Quantum theory and the brain” (pp. 348-388) sí detalla su tesis sobre la coherencia cuántica en el interior de los microtúbulos. Pero no ha tenido seguidores ni precedentes. De hecho, Crick, el premio Nobel codescubridor de la doble hélice, físico de formación, no se mostraba nada entusiasta con esa línea de trabajo. El situaba la conciencia en el claustro.

    Y va la tercera autorreferencia. De todo ello me ocupo en el libro “La Conciencia” (National Geographic, 2017).

    Lo bueno que tiene la ciencia es que los términos no son elásticos. Tienen un campo semántico definido. Por eso no se disputa sobre términos. No existe en física una física trascendental, ni en ecología una ecología integral, por aludir a otra expresión que algunos seguidores de ocurrencias vaticanas han hipostasiado.

  • M. Luisa

    Precisamente porque en la actualidad la física no es aristotélica ni newtoniana, sino que cuenta con los avances cuánticos, la filosofía se torna metafísica. Esto significa que  no se puede hacer  hoy filosofía sin ciencia. Sin embargo,  como ya dije tiempo atrás, el “meta” de la  metafísica aquí no representa “ultra” es decir, “más allá” (de la física)   sino tomando  la física misma en su propio  carácter  trascendental. Para que se entienda lo que esto significa puede servir  lo que a mediados del siglo pasado se distinguió en el estudio del cerebro, dos dimensiones: una en la que como resultado de su primaria función podía describirse en términos mecánicos y otra en términos cuánticos, aunque las dos de una misma estructura cerebral.

     

     

  • La filosofía que no se basa en la ciencia, que no es metaciencia, se torna logomaquia o se reduce a la lógica y su extensión matemática. Una filosofía basada en la ciencia no fue solo la del Círculo de Viena, por cierto traducido al poco en algún caso por Manuel García Morente. La filosofía de Aristóteles es metaciencia, su metafísica es allende la física, una física de los cuatro elementos, idea que recogen Alberto Magno y Tomás de Aquino.

    Hoy la física no sólo ha dejado de ser aristotélica, sino incluso newtoniana en su búsqueda de la conjugación de la teoría einsteiniana y la teoría cuántica. Una nueva física que apremia una nueva metafísica.

    En el dominio específico de la filosofía de la religión hace ya tiempo que se labora en un terreno más científico. Así estaba el campo en 2013 y no ha variado: “¿Estamos condenados a creer? La teología y la filosofía se han venido ocupando de la religión desde hace siglos. Charles Darwin inició un giro biológico…(cita de The Descent of Man)… En los últimos veinticinco años, los filósofos cognitivos y los neurocientíficos han utilizado la información aportada por la ciencia cognitiva, la genética, la biología evolutiva, la antropología y otras disciplinas afines para abordar con nueva luz la investigación sobre la religión. ¿Es esta una adaptación por sí misma o es acaso un producto colateral  de otras funciones adquiridas en el curso de la evolución? Ese es el núcleo de la cuestión.” (Tomado de José María Valderas, “Neurociencia cognitiva de la religión”, Estudios Filosóficos, 62 (2013): 63-97)

  • carmen

    Perdone un momento, señor Álvarez.

    Plantea usted algo interesante para mí. Dice que sería absurdo que una creatura no tuviese acceso a conocer a su creador.

    Me ha venido a la cabeza la novela Frankenstein. Escrita por una chica de 18 años, ya sabe, la mujer del poeta. Mary Schilley. Una novela maravillosa, con cierta mala prensa por un determinado sector.

    Plantea justo lo que usted dice. Por qué una creatura no tiene derecho a relacionarse con su creador y solicitar su ayuda? Seguramente porque no le salió el hombre que esperaba y salió el célebre monstruos de los tornillos en la cabeza, tornillos que en ningún momento salen en la descripción del monstruo.

    No acaba buen la novela, pero tiene  belleza el final, al menos la tiene para mí.

    Y si es cierto que somos producto de una acción directa de un ser superior? Le hemos gustado? Diría que no. Entonces el cristianismo lo soluciona mandando al mismo creador a perdonarnos. Y también muere. Y nos salva. Pero qué hacemos si una persona, por ejemplo yo misma no puede honestamente pensar que el mismo creador ha venido a salvarnos? Tendría que seguir pensando que soy un ser creado por una intervención directa divina? De qué tipo de Dios si hemos salido un poco desastres, al menos mi persona lo es?

    Prefiero pensar que soy producto de una evolución. No hago responsable a ningún Dios. Porque mi Dios es otra historia diferente a la que usted piensa. Me falta Fe? En qué me falta exactamente Fe?

    Y todas las personas que en el mundo han sido y serán que profesan otras religiones , qué deberían de pensar? Somos criaturas fallidas o no lo somos? Por qué tuvo Jesús que venir a redimirnos? Algo falló en el acto de creación?

    No. Yo prefiero pensar que soy producto de una evolución, bueno, de muchos tipos de evolución. Y Dios? Pues sigo sin saber qué es. Ni qué hace, ni cómo lo hace , ni…

    Ya se, ya se que no soy cristiana, pero me apetecía decirlo.

    Espero que no sea demasiado largo el texto.

  • M. Luisa

    Por lo que estoy leyendo aquí se confunde  respecto al concepto de estructura sus dos direcciones posibles. Una,  es tomar la estructura como construcción  y otra  como constructo a realizar  (diferencia a la que hace tiempo ya llamé su atención)   es decir, lo que se busca nos lo ha de dar al final su  estructura propia. No a la inversa,  como si nos valiéramos de la estructuración  que construimos para llegar al objeto deseado. Este es el problema. Venimos  precisamente de este esquema y de lo que se trata es de su deconstrucción.  Ahora no me puedo alargar si acaso, dejo esto como inicio…

     

     

  • Isidoro García

    El tema que estamos rumiando una y otra vez, dando vueltas y vueltas en la noria, es por qué ser religiosos.

    Francisco Traver, en uno de sus posts, recordaba el magnífico anuncio televisivo, el Atlético de Madrid, en sus años penosos, hace unos 15-20 años. Iba un niño con su padre en un coche, y el niño, inocente, le hacía la pregunta del millón: “Papá, ¿por qué somos del Atleti?”. Y el padre perplejo, no sabía que responderle.

    ¿Sociológica y estructuralmente qué es un equipo de fútbol, o una Iglesia, o un partido político, o una red social, para sus fans y sus miembros?. ¿O una gran familia unida, o un clan?.

    Francisco Traver, los llama “egregor” = grandes plataformas de información, compuestas de múltiples esquemas de información, a su vez compuestos de muchos patrones de conducta específicos y monotemáticos, que se comparten entre todos sus miembros.

    Una vez que el egregor ha adquirido la suficiente potencia -alcanzando su masa crítica- es capaz de materializarse en las personas concretas, aumentado su agresividad, su tristeza por las derrotas, su ilusión por ascender de categoría, y su sentimiento de pertenencia en contraste con los otros, los que no son de ese equipo, en suma movilizar distintos patrones de conducta específicos, (zombis)”.

     “Genera una mente colectiva, que toma el mando de la voluntad de sus miembros, introduciéndoles conductas inexplicables que los psicólogos atribuyen a la alienación de la masa sin caer en la cuenta de que esos individuos que forman la masa -a su vez- son controlados por patrones de conducta, que el egregor logró materializar en sus mentes”.

    Según la Wikipedia, “Egregor es un concepto que viene a representar una “forma de pensamiento” o “mente colectiva”, esto es, un entidad psíquica capaz de influir en los pensamientos de un grupo de personas. Una entidad cultural colectiva con cualidades, símbolos, actitudes y hasta gestos propios.

         A los conjuntos culturales colectivos que arrastran al individuo a fundirse en la colectividad se le denomina Egregores. Gaetan Delaforge, define un egregor como una especie de mente colectiva creada cuando la gente se une conscientemente para un propósito común”.

    Son como una especie de “atractores”, o de entidades de información que atraen personas, y que van aumentando de potencia en función del número de personas atraídas, generando una especie de campo energético, gravitatorio o mórfico.

    Además el egregor, magnifica intensamente, (en función de su tamaño de integrantes), la potencia y energía de la fenomenología sucedida a sus miembros). Y genera una fuerte conexión-comunicación inconsciente entre sus miembros, (en función de la potencia del egregor).

    Estos egregores, tienen además una importantísima función. La mente sabia, cordura o sabiduría, se caracteriza por deconstruir la información que lleva al conocimiento vulgar.

    La sabiduría no es simplemente una acumulación de conocimiento, sino una nueva organización que se produce por descarte.

    Y en este descarte, intervienen en gran medida los egregores en los que estamos incluídos, que se comportan como verdaderos vampiros de energía, que cogen lo que les interesa y rechazan el resto.

     

    Esto significa que cuando nos adscribimos a una gran plataforma informacional, ya no somos nosotros, (como antes), sino que adquirimos unas características distintas, unas buenas, (adquirimos mas potencia psíquica), pero otras limitadoras de nuestra libertad de buen criterio. (Ya lo decía Ortega, somos nosotros y nuestras circunstancias).

    • ana rodrigo

      Gracias, Isidoro, qué bien te explicas y, además se te entiende (yo te entiendo) todo lo que dices.

  • mariano alvarez

    No solemos tener clara conciencia de que el Hombre no está en el mundo, sino que lo hace. Evidentemente no como naturaleza física pero sí como situaciones, relaciones, intereses… conformando con su praxis sobre la naturaleza, un estar en una realidad que trasciende a aquella, por lo que querer fundamentar su modo de actuar, pensar creer y tener fe, en cualquier sustrato físico o fisiológico es un error.
    Por otra parte, tampoco solemos tener clara conciencia de la diferencia entre creencia y fe, pues la fe no es simple creencia como vulgarmente se piensa. La fe siempre va mas allá de toda creencia hasta el punto que podemos afirmar que cualquier profesión de fe que acabe instalándose en un mundo de seguridades deja de ser fe.
    Las creencias incluso las religiosas no son plenamente fe, las creencias retienen y fijan culturalmente la forma de actuar, es decir contextualizan una praxis relacional en la que surgen las tradiciones. La fe supone una implicación mucho más personal que las creencias, la fe interpela personalmente e incita a tomar postura ante la realidad existencial de cada momento, la fe nos enfrenta siempre a una respuesta que está más allá de nosotros mismos. La fe nos invita a abandonarnos en manos de alguien que es más que nosotros.
    Por la tanto la pregunta de por qué creemos en Dios, no se fundamenta en ningún sustrato fisiológico resultado de un proceso evolutivo sino a la inversa, en ese sustrato fisiológico hace presencia una necesidad existencia propia de la realidad creativa de la persona.
    Frente a una cosmovisión evolucionista que fundamenta toda capacidad de conocer y razonar en un sustrato material fisiológico o neuro-fisiológico en este caso, se sitúa una cosmovisión creacionista en donde la libertad está en el origen de todas las facultades y posibilidades del ser persona tanto de su pensar, razonar y desear, etc., por lo que la respuesta a dicha pregunta  es a la inversa, es por esto precisamente por lo que todo, hasta lo más profundo del ADN de la persona está facultado para acceder a su Creador, y esto es lo que le lleva a hacerse tal pregunta.
    Sería una contradicción que lo creado, la Persona, no estuviese facultada para el acceso a su Creador y que además de estar facultada, está invitada personalmente por un acontecimiento histórico en la Persona de Jesucristo.
    Hemos de ser consciente que una pregunta mal planteada siempre conduce a una respuesta errónea.

  • M. Luisa

    He leído el interesante comentario del amigo Isidoro y me sorprende que en él,  apareciendo repetidamente vocablos como  comportamiento, patrones de conducta, tener o deber de creer, etc.,  no se lea el de experiencia,  siendo en ella, precisamente,  donde se hace posible esa superación de crisis  que todo humano puede experimentar.

    El análisis psicológico  lo puede constatar, pero su explicación resulta insuficiente  respecto a  esas experiencias vividas.  Esas experiencias  no son  exclusivas  sino inclusivas.  De ahí mi insistencia   en la insuficiencia de esos  arquetipos en los que se basa la psicología cognitiva. Por el contrario, la cognición humana en su funcionalidad estructural interna       es la que en plena crisis  nos da razón  de esa trascendental superación.

  • Isidoro García

    Con respecto a este tema de las “conversaciones” con Dios, o con la Virgen, etc. me ha recordado un cuento infantil que leí en mi infancia, y que como todos los cuentos, tiene mucha mas enjundia de lo que parece, porque provienen de la sabiduría embotellada que tenemos en nuestro Inconsciente Colectivo.

    Ya lo conoceréis. Es el cuento de la “Necesidad”.

    Un padre con un hijo de unos 8-10 años, subían al monte con un burro a recoger madera, que luego vendían para poder comer. Un día el padre enfermó, per co o necesitaban comer, el padre le instó al hijo a ir el solo con el burro, pero el niño se resistía porque si se caía la carga del burro, luego no iba a poder recargarla y atarla de nuevo. Y el padre le dijo:

    – “Si te pasa eso, tú llama a gritos a la Necesidad, que es una señora que cuando alguien la necesita y la llama, viene y te ayudará a recolocar la carga”.

    Total, que así pasó. Se fue, cargó, y se le cayó la carga del burro, y el niño angustiado se puso a llamar a gritos a la “Necesidad”, y esperó angustiado, hasta que viendo que no llegaba nadie, se le ocurrió la forma de recargarla: se subió a una piedra grande y desde allí recargó la carga.

     

    El fenómeno narrado en el cuento, es un fenómeno que pasa una y otra vez a los humanos, y sería bueno comprender, porqué sucede así.

    Todos los seres vivos, cuando se encuentran ante una crisis grave de supervivencia, tienen un mecanismo interno en el que se les agudiza la creatividad y la memoria, y encuentran un patrón de conducta adecuado para resolver la crisis.

    Es un fenómeno general. Skinner, descubrió el fenómeno de las palomas supersticiosas, que consistía en que cuando una paloma en una caja de experimento, tenía mucha hambre o sed, cuando el experimentador de repente le soltaba unos granos o un chorro de agua, la paloma automáticamente, guardaba en su memoria, lo que estaba haciendo justo antes del afortunado evento, y posteriormente, cuando sentía de nuevo hambre o sed, repetía una y otra vez esos movimientos, esperando de nuevo el “milagro”.

    Y lo mismo sucede con alimentos sanadores o perjudiciales para la salud. Las ratas, cuando comen raticida, si no las mata, les produce al cabo de un tiempo, un gran malestar, y se acuerdan perfectamente, qué alimento nuevo han tomado, y ya no lo vuelven a comer más.

    Son mecanismos emergentes para ayudar a la supervivencia del individuo, rutinas o subrutinas operativas y cognitivas, que se van guardando en la memoria. Luego esas rutinas se transmiten por aprendizaje de padres a hijos, y al cabo de un tiempo, mediante la epigenética se acaban incorporando al acerbo genético de la especie.

    Siguiendo este mismo sistema, los humanos, hemos acumulado toda una biblioteca de rutinas cognitivas y operativas en nuestro Inconsciente Colectivo, que son unos programas neuronales, que se activan en función de las circunstancias externas, por resonancia o por invocación angustiada de la conciencia.

    El lenguaje de los seres humanos está organizado para hablar con otros seres humanos, y por eso cuando tenemos que “hablar” con un programa neural operativo para activarlo, inevitablemente lo “personificamos”.

    Eso es lo que se llama “prosopopeya”, que literariamente es la “Figura retórica de pensamiento que consiste en atribuir a los seres inanimados o abstractos características y cualidades propias de los seres animados, o a los seres irracionales actitudes propias de los seres racionales o en hacer hablar a personas muertas o ausentes”.

    Es una tendencia natural o sesgo del lenguaje humano. Por eso necesitamos “personificar” esos patrones de conducta, para activarlos.

    Más aún, para activarlos, debemos creer de verdad en su funcionamiento. Esa es quizás la explicación de las frases evangélicas, de que la fe mueve montañas, y que si crees puedes conseguir casi cualquier cosa, hasta lo mas imposible racionalmente.

    Y esto explica los efectos extraordinarios de la religión. Pues con esa fe, se consigue activar fenómenos que racionalmente, (si no comprendemos el funcionamiento de nuestra mente subconsciente), son absurdos e imposibles, y se cae en la “superstición”.

     

    (No quiero alárgame más por hoy, para no resultar pesado, pero seguirá…).

    • Ya tengo más claras las ideas sobre estas famosas “Conversaciones con Dios” del yanqui Neale Donald Walsch, gracias a los amigos Isidoro García y Gonzalo. Pues, creo que se trata de eso, que dice el amigo Isidoro: “Todos los,  seres vivos cuando se encuentran ante una crisis grave de supervivencia, tienen un mecanismo interno en el que se les agudiza la creatividad y la memoria”, y el amigo Gonzalo lo expresa con otras palabras: “Frecuentemente esa iluminación se produce en situaciones de máxima depresión por las circunstancias de la vida”.  Pues no cabe duda que el autor de este libro se encontraba en esas situaciones psicológicas límites: Una persona totalmente  fracasada, frustrada en todo. Y tras un accidente automovilístico, que casi le cuesta la vida, tuvo que vivir en la calle, varios meses como un mendigo. En esas circunstancias escribe esa carta llena de desesperación que dirige a Dios, quien contesta la carta y a todas la preguntas que hace Neale.
      Estoy terminando de leer el segundo libro, porque son tres libros, y muchas de las respuestas de Dios, a las preguntas que hace Neale, me ha dejado asombrado; pero son sensatas, “digeribles” lógicas, cuando menos para mí, que no soy ningún experto en el tema… Neale acaba de hacer la pregunta sobre la escatología o fin de este universo y del ser humano…la respuesta voy a leerlo muy despacio.

  • Santiago

    El acto de fe en Dios propiamente dicho es libre y se ejecuta sin coacción, de otra manera carecería de valor…Por otro lado, Dios mismo actúa en nuestra libertad dándonos la capacidad de creer pues El nos da la gracia para “poder querer creer” pues El obra “tanto en el deseo como en la acción”, ya que si nuestra voluntad rechaza el deseo de creer,la fe es una imposibilidad.

    Es por eso que  es posible que  exista  una predisposición neuronal a creer ya que la hipóstasis del ser humano constituye una unidad donde existe una íntima relación entre la biología y el espíritu,… pero esto NO implica la necesidad de creer. El ser humano es responsable de sus actos libres y tanto si ejecuta una obra de amor u otra de odio existe una correlación mutua en la intimidad de su ser que puede manifestarse en la neurona. Pero esto no prueba que la fe dependa de la neurona cerebral. No existe la prueba de esta supuesto determinismo.

    Y es que nuestra mera biología natural no nos capacita para creer en verdades que superan nuestra razón natural. La FE es trascendente porque iluminando nuestro intelecto y “va más allá” de lo que correspondería a nuestra naturaleza antes de la infusión de la gracia divina. Pero Dios decidió elevar el plano de nuestra naturaleza humana biológica programándonos para poder conocerle por la FE. Es por eso que los teólogos hablan del la FE como acto meritorio porque es un acto libre de la voluntad ya que se realiza en nuestra propia libertad y bajo nuestra responsabilidad.

    Ni vale que sólo debemos creer “lo que vemos” porque el sentido común nos dice que existen millares de fenómenos existenciales que no somos capaces de ver y que creemos ciegamente porque tenemos fe que es así debieron haber sido u ocurrido. Sin embargo, cuando dogmatizando queremos negar siquiera la probabilidad de que Dios pueda existir, entonces solemos recurrir  a argumentos filosóficos y científicos muy poco sólidos porque lo difícil se presenta actualmente para probar que “Dios no existe” ya que el verdadero ateísmo tiene graves problemas científicos mucho más en el siglo XXI en la actualidad cuando el avance de la ciencia cada día nos acerca más -en la disciplina genética,en la astrofísica etc etc a la mayor certeza de la existencia de un mundo donde existe un diseño extremadamente inteligente y complejo que tuvo comienzo y por tanto requirió la intervención de una necesaria Inteligencia Creadora totalmente libre y que es a la vez Amor Supremo y a quien llamamos Dios.

    Saludos cordiales

    Santiago Hernández

  • Desde el primer lustro de la  década del 90 está circulando por todo el mundo,  la obra Conversaciones con Dios” del autor norteamericano Neale Donald Walsch, convertido en “best seller”,  traducido ya a una veintena de  idiomas, y  con millones de ejemplares vendidos  en todo el planeta, según, neale@cwg.info
    Neale Donald Walsch, como él mismo confiesa, es una persona totalmente frustrada, fracasada,  en todas las vertientes  de su vida: familiar, profesional, laboral, etc. Tras un accidente automovilístico, que casi le cuesta la vida, la imposibilidad de trabajar y su último divorcio lo dejaron en la calle donde vivió varios  meses, y dice Neale,  que en 1,992, harto de su vida tormentosa,   decide escribir una carta, llena de decepciones y enfados, dirigida, no a ninguna autoridad ni personaje en particular, sino, la carta es dirigida nada menos que a Dios.
    “Dios, ¡¿qué necesito para que mi vida funcione?!…, ¿Qué he hecho para merecer una vida de lucha continua?”…y así siguen furiosas preguntas de Neale,  a Dios….Y para su asombro y descomunal sorpresa, dice él que… ¡¡Dios respondió!!… La respuesta de Dios  llegó a su mente, dice,  como una voz silenciosa sin ruidos, con claridad y nitidez, la misma que  impulsado por una fuerza extraña empezó a escribir. La primera respuesta de Dios fue: “Neale, ¿Realmente deseas una respuesta a todas esas preguntas, o simplemente te estás desahogando”.
    Sin salir aún de su asombro, Neale respondió espontáneamente: “Es verdad que me estoy desahogando, pero si esas preguntas tienen respuesta… qué mejor”. Y de esta forma empezó las preguntas de Neale y las supuestas respuestas de Dios. La primera pregunta que le plantea a Dios es: “¿Cómo habla Dios?… ¿A quién Habla Dios?
    He aquí la sorprende respuesta de Dios: “Hablo a todo el mundo. Constantemente. La cuestión no es a quién hablo, sino quién mi escucha”. Intrigado, Neale, pide a Dios mayor esclarecimiento.
    “En primer lugar, prosigue Dios, vamos a cambiar la palabra hablar por la palabra comunicarse. Es un término mucho mejor, resulta más completo y más apropiado. Cuando tratamos de hablar a otros… inmediatamente nos vemos restringidos por la increíble limitación de las palabras. Por esta razón, no me comunico únicamente con palabras. En realidad rara vez lo hago. Mi modo usual de comunicarme es por medio del sentimiento. El sentimiento es el lenguaje del alma…”
    “También me comunico con el pensamiento…Al comunicarme con el pensamiento, a menudo utilizo imágenes. Por ello los pensamientos resultan más efectivos como herramientas de comunicación que las simples palabras”.
    “Además de los sentimientos y pensamientos, añade Dios, utilizo también el vehículo de la experiencia, que es un magnífico medio de comunicación…Y finalmente, cuando fallan los sentimientos, los pensamientos y la experiencia, utilizo la palabra. En realidad las palabras resultan el medio de comunicación menos eficaz. Están más sujetas a interpretaciones equivocadas, y muy a menudo a malentendidos”…Y así, continúa toda una batería de preguntas, desde la muerte y la vida en el más allá, del problema del bien y el mal, del pecado, sexo, divorcio, extraterrestres, origen del mundo (el big bang), escatología del universo y del ser humano, etcétera, etcétera. Y Dios responde a todas esas preguntas con argumentos  sorprendentemente entendibles, razonables, lógicos, según comentarios de las personas que han leído toda la obra. Es posible que todo esto sea la imaginación del autor, pero allí no está el quid y la importancia del asunto, sino en las respuestas que supuestamente proceden de Dios..
    Desearíamos algunos comentarios sobre sobre esa obra. Nos vendría bien porque aún tenemos muchas dudas.

    • Gonzalo Haya

       
      No creo que Dios se siente junto al brasero a conversar ni con Moisés ni con Neale Donald Walsch. Dios inspira, ilumina, y a esa luz se entienden, de una manera nueva, los temas existenciales de la vida. Algo así experimentaron Buda e Ignacio de Loyola, en su visión junto al Cardoner. La explicación de esa iluminación (“el relato”) se construye con los conceptos culturales y las experiencias personales; que no están exentas de ideas y sentimientos sesgados o erróneos. Frecuentemente esa iluminación se produce en situaciones de máxima depresión por las circunstancias de la vida. Dicho esto, “estas respuestas de Dios” me parecen muy sensatas y conforme a nuestros actuales “relatos” teológicos y culturales.
       

  • No sé si será de mal gusto o pura vanidad, pero si me lo permiten séame lícito referir un trabajo accesible publicado dos años antes del libro del entrevistado. Era un tiempo de vivo debate sobre los mecanismos cerebrales de la fe y de la religión. Intenté contextualizarlo en una suerte de estado de la cuestión.

    “Introducción a la neuroteología: Una aproximación a las bases neurales del fenómeno religioso”, de José María Valderas, “Escritos del Vedat” vol. XLIII, 2013; pp. 7-64. Hay en ese anuario varios trabajos, además, sobre aspectos de la bioética que siguen abiertos.