Considero un verdadero regalo de Santiago el que nos haya enviado este artículo para publicarlo en ATRIO. Un nuevo signo para dar por cerrado el debate sobre un libro del que el fue coautor. Con este artículo estoy plenamente de acuerdo. Y creo que nos debe animar a todos a participar, sin ilusiones pero con esperanza, al proceso de renovación de la Iglesia fiel al auténtico espíritu de Jesús y muy crítico con las concreciones doctrinales, morales e institucionales con que ha llegado hasta hoy la Iglesia sacralista y clerical que tenemos. AD.
1. Una buena y ambigua noticia
Recibo con satisfacción la invitación del Papa Francisco a la reforma y a la conversión. Es una “buena noticia” que acojo con esperanza y realismo. No es una asamblea universal cristiana pero supone un avance en relación a anteriores sínodos. Es un Sínodo de Obispos participado por el pueblo. Valoro especialmente la voluntad de reforma y la apertura de la llamada de Francisco a todas las personas, tanto a las que se sitúan en una estrecha pertenencia como a las que nos encontramos en los márgenes.
Celebro el deseo de “caminar juntos” sin distinción de clase social, género, o posición jerárquica, en igualdad en cuanto a la interpretación o discernimiento del mensaje de Jesús desde una conciencia libre y sincera. Igualad que no queda clara al atribuir esta prerrogativa de modo directo y sobrenatural a los obispos por su vinculación con los apóstoles.
Muchos cristianos experimentamos ya una conversión muy importante al reunirnos en pequeñas comunidades en los años 60 y 70 como fruto del Concilio Vaticano II y de la inspiración profética de los pobres. El acercamiento a sus condiciones de vida, y la mirada a las primeras comunidades fueron nuestro modelo cristiano. La Iglesia que llamábamos jerárquica, su magisterio, posicionamiento social, teología y lenguaje celebrativo no nos parecía responder a la fe en Jesus de Nazaret lo que nos llevó a una posición crítica de nuestra pertenencia a la Iglesia.
Dese entonces nos encontramos en otra teología, en otra concepción del movimiento de Jesús y, otra visión de la verdad y de la experiencia de Dios. Nos servimos de otra gobernanza más horizontal y comunitaria, en una universalidad que excede los límites de Ia Iglesia, la propia de todas las personas que se inspiran en Jesús de Nazaret, sean católicas o no. Estamos lejos de esa exaltación de la autoridad de la jerarquía auto atribuida en virtud de ser depositaria de la Revelación. Ésta no es un conocimiento inamovible ni su interpretación encomendada a los obispos puede ser escuchada de modo literal. El Credo es una profesión de fe que tiene carácter simbólico. Y muchos de sus artículos requieren una profunda revisión.
“Caminamos juntos” también con otros muchos grupos e instituciones que siguen igualmente la inspiración de Jesús y no están en la Iglesia. Son múltiples pertenencias que no nos permiten estar con el magisterio de los obispos al pie de la letra. Basta citar los casos del ninguneo de la mujer, las inmatriculaciones de los bienes del pueblo o ese permanente alineamiento con la derecha moral por no decir también política.
No nos colocamos en una posición de superioridad sino en una fidelidad múltiple: con la cosmovisión científica, la nueva epistemología, la aceptación del pluralismo religioso, cultural y de género, con el reconocimiento pleno de la mujer y la crítica del patriarcalismo, la incardinación en la modernidad, la Justicia Global laica; con la crítica severa al sistema de dominación, la superación del antropomorfismo y de la magia en las celebraciones, y fuera del recelo ante la laicidad y otros valores de nuestro tiempo.
La autonomía moral y los seculares ideales de los derechos humanos y la democracia son otros tantos dominios donde la dogmática de la iglesia no acaba de casar. Por eso junto con nuestro agradecimiento por la invitación, expresamos una cierta incomodidad que repite la experiencia de otros sínodos. Sin embargo, los esfuerzos de Francisco por la reforma y la urgencia del cambio con que se manifiestan muchas personas dentro y fuera de la Iglesia nos merecen una respetuosa acogida
2. La ambigüedad del documento preparatorio
El documento preparatorio propone como guía y material de trabajo un título muy atractivo “Caminar juntos” para luego caer en el distanciamiento interno entre los que van delante y los de detrás. Se repite continuamente la contradicción de llamar a la participación de todos en la perspectiva de una misma dignidad para enseguida distinguir a los pastores frente a la grey y negar el valor democrático de la igualdad de voz y voto. Afirma valores modernos de democracia, participación, camino unitario, apertura al mundo y enseguida los corrige sometiéndolos a la jerarquía en virtud de la posesión de la verdad por herencia divina. Considera la Revelación como una fuente de verdad y autoridad entendida de forma estática y medieval. Los pastores son señores del discernimiento aunque consulten al pueblo. La Iglesia se concibe excesivamente como una institución de orden divino por encima de cualquier otra organización.
Todo el documento rezuma espiritualismo y un lenguaje en desuso. El legado de Jesús, encarnado en los pobres y sus necesidades se sublima en un mundo sobrenatural que contamina todo el documento. Una remisión a un mundo irreal y superior, un constructo mental que subordina los problemas y logros reales a un mundo espiritual intangible paralelo a éste. De él se deriva la primacía de los pastores frente a la grey en virtud de la descendencia directa de los apóstoles algo que no está suficientemente justificado en los evangelios
Lo que hoy se entiende por una participación abierta sin toma de posiciones previas, por muy reveladas que se digan, no cuadra con este planteamiento. Es la misma concepción de los anteriores sínodos diocesanos en los que hemos participado y de los que no podemos decir que se haya dialogado más allá de las posiciones prefijadas por el magisterio de los obispos. “Caminar juntos” es caminar en pie de igualdad.
La conciencia personal es el mejor regalo de Dios y el soporte de las inspiraciones de bondad y sabiduría que guían nuestra vida, algo muy diferente a una Revelación entendida como un depósito de verdad inmutable filtrado a algunos privilegiados. Más bien la verdad es el fruto de un consenso crítico entre todas las personas, siempre una aproximación, y en constante reconstrucción. Pero el documento concede prioritariamente esa prerrogativa a los obispos
algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituidos doctores, dispensadores de los misterios y pastores para los demás nº12
aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad» nº13
Si bien se procura matizar condicionando esa dispensa de los misterios al “sensuus fidei” o sentir de fe del pueblo que “también” participa del profetismo de Cristo
Los obispos son llamados a discernir lo que el Espíritu dice a la Iglesia no solos, sino escuchando al Pueblo de Dios, que «participa también de la función profética de Cristo» nº 14
y que es infalible por tratarse de cuestiones de fe
… cuando se ha tratado de definir verdades dogmáticas, los papas han querido consultar a los obispos para conocer la fe de toda la Iglesia, recurriendo a la autoridad del sensus fidei de todo el Pueblo de Dios, que es «infalible “in credendo”» (EG, n. 119). nº 12
… en virtud de la unción del Espíritu Santo recibida en el Bautismo, la totalidad de los Fieles «no puede equivocarse cuando cree, (nº 13)
No siempre el discernimiento de los obispos es el acertado. La pretendida naturaleza sobrenatural de su interpretación no es justificación ni garantía de acierto. El obispo es elegido a dedo entre la clerecía, o sugerido por sus compañeros obispos, y designado por el papa, a veces también a propuesta da la autoridad civil, y eso no deja de ser una limitación y un trato de favor. Además, dado el contexto interpretativo de muchos de ellos, bastante alejado de la vida cotidiana y de los condiciones de vida del pueblo en general, su discernimiento es ajeno al sentir del pueblo y prueba de ello son sus manifestaciones tan contrarias al buen sentir de la ciudadanía y del consenso de la ética global. Los obispos españoles apoyaron una mal llamada cruzada, los de todo el mundo interpretaron que la ley divina estaba por encima de la ley humana y ocultaron la pederastia por caridad mal entendida.
Hay otras maneras de entender la sinodalidad, la de todo el pueblo que encuentra en sus representantes la voz que lo aglutina. Pero para eso hace falta que sean elegidos democráticamente, algo que no quiere la teología católica.
…ese Pueblo, reunido por sus Pastores, se adhiere al sacro depósito de la Palabra de Dios confiado a la Iglesia, Los Pastores, como «auténticos custodios, intérpretes y testimonios de la fe de toda la Iglesia»… (nº 14)
El sínodo nace viciado como consulta universal,
Sin los apóstoles, autorizados por Jesús e instruidos por el Espíritu, el vínculo con la verdad evangélica se interrumpe y la multitud queda expuesta a un mito o a una ideología (nº 20)
El planteamiento de que no se puede salir de la estructura jerárquica es un error de raíz y lo que debería sustituirle es una amplia consulta y consiguiente labor de diálogo y consenso inter pares. Es el procedimiento propio de todo conocimiento y buen gobierno y de la democracia. Lo otro es aristocracia celestial.
la consulta al Pueblo de Dios no implica que se asuman dentro de la Iglesia los dinamismos de la democracia radicados en el principio de la mayoría, se trata de un proceso eclesial que no puede realizase si no «en el seno de una comunidad jerárquicamente estructurada» (nº 14).
La práctica de Jesús rompió con la sinodalidad del Sanedrin, su ley, su templo, sus celebraciones y se aproximó a escuchar a los de abajo, a asumir sus condiciones de vida. Su lenguaje es sencillo y simbólico y, no palabras infalibles. El Jesús de la Iglesia es en muchos casos una construcción histórica de la jerarquía para concederse a sí misma ese valor divino infalible
3. Un teología que ya no es creíble
Si se quiere realmente una asamblea cristiana del pueblo de Dios donde todo el mundo puede expresarse con la misma dignidad, voz y voto, se hace preciso un cambio de la doctrina magisterial de la iglesia. Múltiples voces en muchas partes de la cristiandad realizan ya una lectura distinta de lo que fue, dijo e hizo Jesús de Nazaret. Estas voces están dispuestas al diálogo pero hasta ahora se han encontrado con una posición inamovible por parte de la jerarquía eclesiástica. Quizás en este sínodo por la impronta del papa Francisco se puedan abrir algunas ventanas de aire fresco como ocurrió con el Vaticano II, si al final no se impone el poder de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad» (DV, n. 8).
Los cristianos en general huyen de la rigidez de sus obispos y caminan por una nueva teología alejada del literalismo y del dogmatismo. El Misterio Pascual o Plan de la Salvación, la divinidad de Jesús o la otra vida, los relatos bíblicos, tienen para esas personas otro significado que el proclamado por los obispos y sus teólogos en las cartas pastorales, homilías y otros escritos. El sínodo no se molesta en preguntarse por el nuevo sentir del laicado, al que llama a secundar su doctrina, en cuestionar el tradicional Misterio de la Salvación y el carácter divino de sus enseñanzas en clara disociación con la ciencia y la cultura. No escucha las críticas, es más las desconsidera e incluso las trata en ocasiones con desdén, como frutos de la insidia. (nº 21)
la consulta al Pueblo de Dios no implica que se asuman dentro de la Iglesia los dinamismos de la democracia radicados en el principio de la mayoría, porque en la base de la participación en cada proceso sinodal está la pasión compartida por la común misión de evangelización y no la representación de intereses en conflicto. (nº 14)
4. Otra teología, otra iglesia son posibles
La nueva concepción del conocimiento humano y de la realidad, los estudios bíblicos más recientes, la convivencia con otras religiones, el respeto a los derechos humanos y a los ideales de democracia y ecología profundas, y una participación sociopolítica cooperativa ofrecen motivos muy valiosos para “caminar juntos” toda la humanidad. Los movimientos sociales y las oenegés, las instituciones de cooperación internacional, los voluntariados, algunas parroquias, abren una senda común humanitaria, donde la Iglesia también es evangelizada, y puede reiniciar y reconstruir un mensaje que a lo largo de los años se ha ido desvirtuando y fosilizando
No podemos saber de modo detallado quién fue históricamente Jesús de Nazaret pues los relatos más antiguos de su vida ya están mediatizados por la fe de los discípulos y la cultura judía y grecolatina de su tiempo. No conocemos un Jesús de la historia a secas, siempre es el de la fe de los primeros discípulos y eso es lo importante. Jesucristo se ha ido reconstruyendo luego históricamente como Cristo al ser ungido y elaborado por la cultura y devoción de cada época. Es el Cristo de la historia.
Ahora bien la figura de Jesús que ha prevalecido históricamente es la del Cristo Hijo de Dios expresada de forma literal. Y con ella la imagen de un Dios omnipotente y trinitario, creador del mundo que actúa sobre él y le ha provisto de un grandioso Plan de salvación para rescatarnos del infinito pecado original. Excelente y efectiva elaboración que ha durado dos mil años y hoy requiere ser reinterpretada. Es el llamado Misterio Pascual o de la Redención y constituye el núcleo principal del depósito de la fe.
Está formulado en el Credo o símbolo de los apóstoles, el poema y confesión de los primeros cristianos. Hoy se hace preciso renovar esa gran metáfora cuyo sentido es dar unidad, aliento y esperanza a toda la humanidad. Y para lograrlo hay que hablar su lenguaje de hoy. No podemos presentar esta esperanza como una explicación de la historia. El misterio de la salvación no es un conjunto de secuencias temporales que van desde la preexistencia de Jesús como segunda persona de la Trinidad hasta el paraíso como prolongación eterna de la vida humana.
La encarnación, muerte y resurrección de Jesús, el conjunto de episodios que se nos cuentan detalladamente en los evangelios acerca de la infancia, la predicación y la pasión carecen de suficiente apoyo histórico. Sin embargo están colmados de inspiración y esperanza. El sínodo debe abordar con sinceridad la naturaleza del relato sobre Jesús, sobre Dios, sobre el misterio pascual, y la explicación popular que se da. No advertir de su valor simbólico es incurrir en un piadoso engaño más o menos deliberado como ocurre en la novela de Unamuno “San Manuel bueno y mártir”.
La fe crece con la inteligencia y se muestra más auténtica en la armonía con la ciencia, en la colaboración con las iniciativas sociales por la dignidad y la igualdad y en el diálogo con las religiones y los humanismos que, ateos o creyentes, trabajan de un modo abierto por un mundo mejor. Una internacional de la esperanza anima a todos estos movimientos y grupos humanos. El camino unitario de toda la humanidad se nutre de las vetas de compasión de mucha gente fuera de la doctrina eclesial. Parece como si Jesús hubiera dejado Jerusalén antes y hoy Roma y estuviera con los samaritanos y los exiliados de la religión.
No hay una ley divina superior y fuera de la dinámica universal de los derechos humanos, muchos de ellos frutos seculares del evangelio. Es más, el cristianismo podría definirse como una supra ética del amor incondicional ejercitado desde una esperanza sin certezas y compartida genéricamente por todos en caminos diferentes.
Fe y razón se complementan para explicar el mundo y darle sentido y se suplementan con la poética del amor. No hay una historia sagrada paralela y diferente de la gran historia cósmica a la que pertenecemos, descrita por la ciencia y admirada desde la fe. Somos seres evolucionados, fruto de sucesivas emergencias de la materia primordial, desde un también misterioso vacío, una sorprendente explosión y múltiples formas de energía, partículas, vida y conciencia. Esa realidad hay que entenderla de un modo holístico y emergente. Y considerarla bajo las bellas metáforas de la Creación.
No podemos afirmar una trascendencia que constituya un mundo distinto y separado de este, tampoco su contrario, ni un Dios arriba y afuera dominador de nuestras vidas. Sí que hay una trascendencia de lo inmanente, un valor inviolable y sagrado de todo cuanto hay. Una dignidad y buena voluntad nacida en el corazón humano y que brota para superar la maldad y la limitación. Todas estas experiencias constituyen elementos para un nuevo relato más creíble para el mundo actual que el de la tan interiorizada Redención de un pecado hereditario. Y esta es la gran y profunda reforma que me gustaría se abriera paso en el sínodo
La iglesia podría situarse en el mundo como un ámbito unitario junto a otras religiones y humanismos contribuyendo personal y políticamente a un mundo mejor gobernado y más respetuoso con el medio ambiente y donde ella sea la poética que anima y crea. En ese sentido la predicación, las homilías, los encuentros, retiros y reflexiones podrían iniciarse explicando la maravilla de la realidad, su evolución y formas constituidas, informar verazmente de la naturaleza metafórica de su lenguaje, dar cuenta del estado del mundo e inducir a la compasión. Y allí en la memoria de Jesús y otros profetas cuidar el corazón de donde nace lo mejor del ser humano. Eso sería un sínodo permanente, una celebración de la confianza universal en la realidad que es en el fondo confianza en Dios sin saber qué es y si es.
EL documento ya presiente de algún modo estas innovaciones y así afirma:
La perspectiva del “caminar juntos”, además, es todavía más amplia, y abraza a toda la humanidad, con que compartimos «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias» (GS, n. 1). (Nº15)
Aunque enseguida aparece un sentido exclusivita que minusvalora el trabajo de los demás
Una Iglesia sinodal es un signo profético sobre todo para una comunidad de las naciones incapaz de proponer un proyecto compartido, a través del cual conseguir el bien de todos: (nº 15).
Pero este proyecto cuya capacidad se niega a la comunidad internacional ya es compartido y está expuesto y realizado por muchos y es precisamente la dogmática católica la que se desmarca por considerarlo ajeno a la revelación y al origen sobrenatural que debe caracterizar todo proyecto de valor. Parece como si solo fuera válida la liberación que se deriva de la mítica encarnación y redención sobrenatural. No estamos ante el ya superado “fuera de la iglesia no hay salvación” pero sí en el creerse que toda salvación nos pertenece a nosotros los cristianos.
5. De la sinodalidad de los obispos al Concilio del pueblo
Las viejas estructuras de la Iglesia se resisten al cambio. Tal como ha ocurrido en muchos otros ámbitos del conocimiento y de la práctica humana las evidencias sociales y los convencionalismos colectivos extremadamente arraigados impiden abrirse a nuevos modelos y paradigmas. La iglesia sigue fundando sus explicaciones desde una lectura mítica de la Biblia hoy en revisión y desde una verdad considerada incuestionable. De ahí que el “caminar juntos” despierte cierto recelo.
La insidia que divide – y por lo tanto contrasta un camino común – se manifiesta…en la seducción de una sabiduría política mundana que pretende ser más eficaz que el discernimiento de espíritus. (nº 21)
Quien esto escribe camina en los márgenes y es consciente de la distancia que le une a los que van por el centro, que esta posición puede suscitar a la vez acogida y censura, por eso me limito a exponer mi visión y ofrecer mi colaboración y dialogo. Me siento inclinado a caminar a la par y trabajar por un cambio como el que el documento refiere de Pablo tras la visita de Cornelio:
“una verdadera y profunda conversión, un paso doloroso e inmensamente fecundo de abandono de las propias categorías culturales y religiosas: Pedro acepta comer junto con los paganos el alimento que siempre había considerado prohibido, reconociéndolo como instrumento de vida y de comunión con Dios y con los otros. (nº 23)
Quizás la Iglesia tengamos que atravesar ese “paso doloroso e inmensamente fecundo de abandono de las propias categorías culturales y religiosas” de veinte siglos y aceptar lo que se ha considerado prohibido, o no se lleva a cabo de modo importante, como es la democracia, el valor de la ciencia, la preferencia por los vulnerables; a poetizar y encantar de nuevo la conciencia colectiva y reconocer la igualdad de la mujer, no con el varón católico o el clérigo actual y sus funciones sino en el modelo común de la profunda reforma cristiana que buscamos. Promover una convergencia de las esperanzas de todos los grupos y religiones y salir de una religión particular hacia una secularidad significante. Acepto el lento caminar a la par en el marco del cambio posible
Santi Villamayor
Zaragoza, 03-12-2021
Hola Isidoro, tengo la impresión de que la atención cuando me lees la pones no en lo escrito por mí a ver que digo sino en lo que imaginas tú sobre lo que debo decir y eso es peor que hacer una mala interpretación.
Sin duda tus escritos, como ya te he reconocido varias veces, son muy sustanciosos. Pero también son a la vez un tanto dramáticos porque por más citas que les incluyas no hay manera de hacerlas converger en una línea de pensamiento propio que las aúna y aporte luz al confusionismo, ese al que tú mismo también te refieres.
Te preguntas cómo casa la maduración humana del creyente con la permanente infantilización de la obediencia debida al magisterio de la institución (…)
Te diré lo que opino sobre ello. A mí, como tantas veces he manifestado aquí considero más apropiado a cuanto al ser humano se refiere hablar de realización que de maduración. Por qué?, porque este concepto presenta una cierta ambigüedad. La maduración en tu pregunta misma puede entenderse en tanto volcada hacia la creencia en el sentido de que esta vaya gradualmente madurando, creciendo y fortaleciéndose en su credibilidad sirviéndoles esto de excusa a la clerecía para perpetuar el proceso de esclerotización.
Si se mira bien esto es concluyente y casa con la intención que subyace en la propuesta papal y que ya el autor del artículo desconfía por descubrirla ambigua.
En cambio, en el concepto de realización no existe ambigüedad ninguna. Por qué?, porque la índole del proceso mismo de realización personal no es gradual sino esencial y por eso puede hablarse ahí de experiencia. Y es de ella, de esa experiencia vivida al margen, en la intemperie, de lo que habla el autor en el artículo y de la cual al no poderse hacer de ella marcha atrás es ahí precisamente que el autor puede hacerse fuerte en la crítica.
Gracias por tu interés!
Amigo Juan Antonio: Muchas gracias por contestar a mi dudas. Y solo quería hacer una pequeña matización respecto a tu último párrafo: “…introduciendo un sentido de trascendencia, que da sentido profundo a la vida”.
Es un tema claro de perspectiva, como tú apuntabas también. Yo creo que el sentido de trascendencia, no hace falta introducirlo, ya está ahí, si realmente hemos madurado humanamente, si hemos desplegado toda la naturaleza humana que portamos, y que está “plegada” y en estado de latencia, (como las semillas vegetales).
Claro, que no se si te refieres a la trascendencia o a la Trascendencia, que es distinto. Porque la trascendencia, es un sinónimo de la maduración humana, mientras que la Trascendencia, como dice su nombre es algo exterior, que “trasciende”, y eso ya está mas en la cuestión de creencias personales, en el pluralismo humano.
Puede parecer que es una distinción banal, y cuestión de logomaquia, pero es que, (¡perdóname!), soy alérgico al buenismo, al moralismo, al sermonerismo del “hay que ser buenos”.
(Puede ser soberbia, o quizás exceso de confianza en uno mismo, -ya sabes lo equívoca que es la autoestima– pero yo creo, que si a la gente le instamos a que piense por sí misma, -primer paso de la maduración personal- a mucha gente de hoy día, el tufo de superioridad moral clericaloide, les suscita mucho rechazo, y creo que ese es un factor fundamental al rechazo eclesial, mas que lo del celibato, el clero, y hasta los adornos en el vestir, que son el mosquito que colamos, mientras tragamos elefantes).
(Tendríamos un día que hablar de la autoestima. Y deberíamos recordar cada vez que nos levantamos de la cama, que “todo el mundo necesita sentir que sus ideas son ciertas, y además que es buena persona”. Lo de que además somos guapos, nos lo chafa el espejo del lavabo, cuando nos lavamos la cara).
La diferencia de la religión organizada, con la psicología, es que en general, a la psicología la gente la busca, y encima paga, y la religión es “gratis” y no van. Por qué será?.
Pues porque la psicología les insta a ser felices, y quitarse problemas, porque les conviene, (como ir al médico), y la religión, se ha convertido en un catálogo de obligaciones, que no se sabe muy bien si lo ha dicho Dios, Jesús, San Marcos, el Papa, el obispo o el párroco).
(Otro inciso: Muchas veces inocentes nos preguntamos: ¿cómo la gente no hace lo que nosotros creemos que debe hacer?. La respuesta es muy sencilla: Quizás es que nosotros vemos las cosas muy simplemente, y somos monos con la careta de Einstein, y la goma nos explota en las narices.
La gente no es tonta. Hay un instinto de conservación que nos ilumina inconscientemente. A lo mejor es que hay causas muy poderosas, ocultas para nosotros, y que no conocemos, y por eso estamos tan “confusos”).
Al final me he convertido en “naturalista”, en que hay que ser “humano”, (lo que marca la naturaleza humana), con la confianza que me da, el sentir, intuir fuertemente, que la naturaleza humana bien desarrollada, es “divina”, (aunque seamos el último mono de la banasta de los dioses).
Acabo. Me ha salido un comentario, con veinte digresiones, que salen una detrás de otra, enganchadas como las cerezas. (Me he hecho todo un Jardiel Poncela, que definió su obra “Las siete vidas del gato”, como “comedia de intriga en cuatro prólogos para plantearla, y dos actos para resolverla”.
Un abrazo cordial a todos.
Isidoro, como de costumbre, muy bien, tus comentarios son auténticos artículos, aunque sea con veinte digresiones.
Quiero destacar la comparativa que haces entre la sicología y la religión.
Copio: ” Por qué será?.
Pues porque la psicología les insta a ser felices, y quitarse problemas, porque les conviene, (como ir al médico), y la religión, se ha convertido en un catálogo de obligaciones, que no se sabe muy bien si lo ha dicho Dios, Jesús, San Marcos, el Papa, el obispo o el párroco) La negrita es mía, el contenido es muy pertinente.
Mi apreciado Santiago H., como no me funciona el “responder” de atrio, me dirijo a ti, aquí, en comentario aparte.
Sabes que nunca cuestiono lo que dices desde una fe tan personal y tan definida como la tuya a la que respeto, pero, como sabes no comparto.
Solamente voy a opinar sobre tu insistencia en que Jesús eligió a los doce apóstoles, todos y sólo varones, para que sus sucesores, también varones, fuesen los únicos y auténticos conocedores de la voluntad de Dios en la Iglesia, institución que Jesús jamás fundó y mucho menos como ha llegado a ser.
Aún dejando de lado que los “doce” es un símbolo de las doce tribus de Israel, creencia sagrada en en pueblo judío, como eran los seguidores de Jesús y sus “biógrafos”, es decir los relatos evangélicos, ahora sólo me quedo con que, si esto fuese literal e histórico (sabemos la relación de Jesús con las mujeres, las primeras en tener la experiencia de la resurrección), también sería excluyente, puesto que sólo serían dignos de esa gracia especial los hombres, no las mujeres. Solamente este hecho, interpretado literalmente, dejaría desacreditado a Jesús por los siglos de los siglos, pues las mujeres seríamos seres humanos de tercera o de ínfima categoría por los siglos de los siglos, porque Dios nos excluyera en funciones sagradas procedentes de la gracia de Dios, atentando directamente a la igualdad de todas las personas, sean hombres o mujeres.
Un abrazo cordial
Gracias por tu deferencia y por tu comentario. Sin embargo no existe una decidida exclusión de las mujeres en lo que se refiere a Jesús. En primer lugar, Jesús contravino todas las reglas judías de la época en relación al trato con mujeres “hablando con la samaritana y pidiéndole de beber”, a la adúltera la salvó de ser lapidada, se rodeó de mujeres como “Maria Magdalena…y Juana la mujer de Cuza, procurador de Herodes y Susana, y otras muchas que le socorrían con sus bienes” (Lucas 8:2-3). Por tanto, de parte de Cristo jamás se excluyó a la mujer por el hecho de serlo. Su primera aparición evangélica fue a María Magdalena.
Por otro lado, la Redención pudo hacerse de “otra manera”. La Encarnación no necesito ser necesariamente por medio de una “ concepcion y un nacimiento”. Dios lo pudo haber realizado de cualquier otra forma en que asumiera nuestra naturaleza. Pero Dios escogió “nacer de una mujer”, elevando así la dignidad femenina a su máxima expresión posible. De hecho -en la Iglesia desde el primer siglo- Marìa ha sido siempre la criatura más santa y coherente como madre intercesora para nosotros tal y como Cristo nos la entregó, al pie de la Cruz, en el Apóstol Juan. No existe dignidad mayor entre las criaturas que la de la mujer María.
Por otro lado, el ser ministro no es una necesidad ni un derecho. Es una llamada solo a ciertas personas. Como nadie tiene derecho a ser médico o abogado tampoco a nadie le corresponde por derecho ser ministro sacramental en la Iglesia.
Pero la “clave” sin excluir a nadie es que los sacramentos los realiza el ministro “en la misma Persona de Cristo” haciendo las veces del Cristo, que es Dios y hombre, verdadero. Es por eso que si fuera lo contrario, los sacramentos los tendrían que realizar mujeres en vez de hombres. No se trata de discriminación sino de la estructura sacramental de la Iglesia de la misma manera que la maternidad biológica es intrínseca a la persona de la mujer y no a la persona del varón. No se trata de “cualidades” excluyentes sino de adhesión intima a la identidad personal de Cristo.
Por lo demás siempre he defendido la dignidad de la mujer, denunciado los abusos y la discriminación y combatido el machismo particularmente entre ciertos grupos etnicos.
Admiro lo que escribes y el respeto que muestras a todos. La discrepancia es una forma por la que podemos aprender y ser más tolerantes. Y a ver el punto importante de la causa.
Saludos cordiales y Feliz Año 2022
Santiago Hernández
Gracias, Santiago por tu respuesta, que la respeto, no por lo que dices, sino por tí, ya que ninguna de las razones que das me convencen en absoluto, por mucho que sean las razones oficiales de la Iglesia, puesto que el hombre, por ser hombre y porque Jesús fue hombre, estarían en un estadio superior a la mujer por no ser hombre, aunque sí persona, y Jesús por encima de varón fue persona. Aquí me quedo, a pesar de que hay muchas otras razones en esta explicación que avalan la discriminación de la mujer.
Un abrazo
Dices M. Luisa, que la Iglesia ha “estimulado la maduración del sujeto sin tener en cuenta su auténtica realización personal y humana”. Pero eso es hacer mal las cosas, y hacer mal las cosas es peor que no hacerlas.
Además ¿cómo casa la maduración humana del creyente, con la permanente infantilización de la obediencia debida, al Magisterio de la Institución, sobre la interpretación del Evangelio, y sobre todo?.
Pero además M.Luisa habla en un momento, de la alternativa de que detrás esté “la idea de (que) lo sobrenatural siga perviviendo en la iglesia”.
En este punto quiero incidir. Vivimos en tiempos de mucho confusionismo en el ambiente. Nadamos en aguas muy turbias, por miles de prejuicios, consignas aprendidas que damos por ley de Dios o de la mejor filosofía, de ideas que pensamos eternas y tienen un origen muy humano y hasta diría que a veces turbio.
Estamos todos hechos un lío, y se nota mucho en las constantes vueltas y revueltas que damos a todo, sin encontrar el centro de gravedad o el centro de la rueda, donde se unen todos los radios.
Y no avanzamos. Y pensaba yo que quizás la cuestión fundamental en este tema de la Iglesia y de las religiones en general, es ese.
Decía el Rabi Nachmann de Bratislava, el gran maestro jasídico:
“Al igual que la mano colocada ante los ojos, oculta la montaña más alta, la insignificante vida terrena esconde a la vista, las enormes luces y misterios de los que está lleno el mundo.
Y quien es capaz de apartarla, como quien aparta una mano, contempla el brillo esplendoroso de los mundos interiores”.
Al final de todo, la cuestión está en si somos platónicos o aristotélicos. En si confiamos o no en nuestra imaginación intuitiva, o no nos permitimos hacerlo.
En estos tiempos modernos y ultramodernos, tenemos tres alternativas:
1. Ser materialistas a ultranza, y no creer en nada de lo que no haya pruebas concluyentes o al menos indicios = humanismo materialista escéptico.
2. Creer en la posibilidad de un Dios creador del Universo, que nos deja al curso de las Leyes del Universo = Deísmo, y humanismo espiritual interior no religioso.
3. Creer en que como dice el Rabí Nachman, este mundo está lleno de enormes luces y misterios, que están ahí ocultos, e interaccionan con nosotros en mayor o menor medida = Sobrenaturalismo, y religión cósmica.
Religión, religión, solo se da en esta última alternativa. Y no hay que empeñarse en buscar cinco patas al gato, si no tiene mas que cuatro.
Somos muchos los escépticos, que no queremos reconocerlo, por miedo a reconocer que seguimos una moda cultural dominante, y seguimos erre que erre, dando vueltas y vueltas, por no hacer un feo a nuestra herencia cultural recibida.
¡Maduremos de una vez! Y creamos en lo que de verdad queramos. Y si nos equivocamos, nos habremos equivocado nosotros.
Una reflexión a partir de la de Isidoro.
¿Qué han hecho los funcionarios eclesiales hasta el momento, sino estimular la maduración del sujeto sin tener en cuenta su auténtica realización personal y humana?
Lo que el autor propone en el artículo, es algo muy distinto. Entiendo que lo ve desde esta segunda perspectiva.
En ella destaca dos consideraciones. Una/: valorando esta invitación del papa Francisco de que en el Sínodo se añadan personas que como él se encuentran en los márgenes de la iglesia ofreciendo resistencia.
Y dos/ aun celebrando esta oferta de Francisco de caminar juntos en el discernimiento y actualización del mensaje de Jesús, con todo, sin embargo, detecta una cierta ambigüedad denotada por la frase que lo anuncia pues en ella descubre el hecho distintivo del “caminar juntos” y el de “caminar unidos”.
La elección de la primera siempre es más cómoda si detrás hay esa intención de que la idea de lo sobrenatural siga perviviendo en la iglesia. Sin embargo, ¿no es esta precisamente la razón por la que algunos/as caminamos desde hace ya tiempo al margen de ella experimentando en vida propia esa unidad de la que habla el Evangelio?.
Es esa previa experiencia de la unidad evangélica en despliegue individual la que facilitaría luego esa posibilidad de poder hacer juntos el camino sin ningún tipo de primacía direccional sino en frase del propio autor en una ”fidelidad múltiple” ya conquistada. Sin esa experiencia previa, ambas expresiones “caminar juntos” y “caminar unidos” pueden sonarnos lo mismo, pero de hecho no expresan lo mismo porque así como cualquier conjunto que consideremos puede ser susceptible de separación, esta supuesta marcha atrás no le es posible a lo que unitariamente está experimentado.
Una vez lograda esta experiencia es algo que puede recorrerse en comunidad o por especiales circunstancias en soledad pero siempre tanto en un caso como en otro, dejados llevar por ella.
La Iglesia tiene por base a la Persona de Cristo. Por eso Ella posee el carisma de Cristo que no depende de la santidad de los ministros sino que lo posee sacramentalmente, en Si misma puesto que Ella está ordenada a la salvación de la humanidad.
Pero el Cristo del Evangelio es el de la FE. La Iglesia es Apostólica pues por medio de los Doce llamados por Cristo sabemos la intimidad real de Cristo y Su relación consustancial con el Padre, y es a través de la misión encomendada a los Doce como recibimos la gracia de la fe, ordinariamente. El legado de Cristo fue Su Iglesia que pinta su retrato con detalle.
Por eso, puede existir “otra teología” y “otra iglesia” pero si no se configura con el dibujo apostólico no será ya la verdadera Iglesia de Jesucristo pues ésta NO se puede “desenmarcar” de Su origen apostólico pues Cristo quiso revelársenos por medio de esta manera “y no de otra”.
Las múltiples reconstrucciones del Cristo del Evangelio por “otras sustituciones” y “especulaciones” han fracasado. Y es que Cristo es la Palabra que se hizo “carne” por nosotros y se nos manifestó a través de Su Iglesia. Podemos intentar suprimir, desviar, tergiversar sustituir esta Palabra “escrita” en el Evangelio por cual otra cosa, pero es todo inútil. La esencia de esta Palabra es eterna y trasciende todas las épocas y todos los siglos, y ha llegado hasta nosotros en el siglo XXI incólume, puesto que NO se ha podido cambiar ni un solo versículo aún en las nuevas ediciones de la Escritura. Por eso el mundo pasará pero La Palabra de Cristo “no pasará”, y permanecerá hasta el final, ya que la Iglesia es dirigida invisiblemente por el Espíritu Santo.
Por eso Cristo constituyó el núcleo principal de la transmisión de la fe a modo de un Colegio donde existe UNO. que preside y nunca sin EL donde se proclama y se reafirma lo que Cristo reveló para la salvación y nunca fuera de esta Revlación.
Por eso el “sensus fidelium” que es la FE total de la Iglesia no se ejerce apartándose del núcleo principal del Colegio pues este “sensus” es complementario, ya que la FE proclamada por Cristo durante Su vida pública es UNA y no se puede dividir. El “sentido” de la FE que ES una gracia sobrenatural asiente a la VERDAD infalible que es Cristo y que la Iglesia Suya define y reconoce como tal.
Por lo demás, la comunidad sinodal es una asociación en la FE y no una división doctrinal que contribuiría al “desmantelamiento” progresivo lo existente. La Iglesia de Cristo nos fue dada gratis como una gracia y no podemos “reconstruirla” y “rediseñarla” a nuestro arbitrio. Aunque podemos -seguro- mejorarla con nuestra fidelidad a La Palabra verdadera que ya ha sido revelada.
Por lo demás es encomiable todo esfuerzo en hacer inteligible la doctrina evangélica a las nuevas generaciones siempre que se preserve la esencia de ella: Cristo en Su totalidad.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Amigo Juan Antonio, tu último párrafo me suscita una gran duda. Dices: “Donde no haya renacimiento (metanoia) no será posible entender ni practicar-vivir el Reino de Dios en la tierra-Iglesia”.
Porque yo creo, que en una gran parte, toda la confusión reinante, proviene de que ese “Reino de Dios en la tierra, o Iglesia”, es un proyecto muy vagoroso, nada claro, y que Jesús o al menos los Evangelios, no explican mínimamente, en que consiste eso en la práctica. “Mi Reino no es de este mundo”, dijo Jesús a Pilatos.
El Sermón de la Montaña, no deja de ser una invocación a que seamos buenos. Eso ya lo sabemos, ¿pero cómo?
Hay dos alternativas. O dejamos que nos lo explique el párroco de la parroquia, (sea el que sea, y de la cuerda que sea), o cada uno se hace una idea personal de cómo será esa sociedad humana ideal, mas allá de que seamos buenas personas, (lo que todo el mundo cree serlo).
Pero aclárame una duda: ¿Cuál es tu opinión personal del objetivo principal para el que existe la Iglesia, y al que deben adaptarse los funcionarios eclesiales?.
Yo te sugiero tres que se me ocurren, pero tú puedes buscar otros objetivos posibles:
1. Para conseguir la salvación a los creyentes, o sea ir al cielo, después de muertos, dando por supuesto que resucitaremos. Fundamentalmente para ello el medio es la administración de la Gracia divina, mediante los sacramentos.
2. Trabajar para conseguir una sociedad mejor y mas justa. O sea algo así como un partido político universal transversal, (como ahora está de moda, y transnacional, algo así como una nueva Onu-Fao-Unesco).
Para ello, el medio es tener clérigos activistas y formadores de activistas políticos.
3. Ayudar y fomentar la auto realización personal de los humanos, colaborando y estimulando en su proceso personal de maduración y humanización.
Para este objetivo, se precisan clérigos y dirigentes, equilibrados, con gran formación en psicología y antropología humana moderna, y sobre todo sabios humanos autorrealizados ellos mismos.
Si crees en la opción 1, y los clérigos, se dedican a administrar la Gracia de Dios, (exclusiva para los creyentes), que nos va a llevar al cielo, entonces, creo que tiene bastante lógica la grandeza y dignidad de sus trajes, sueldos y casas, porque al fin y al cabo tienen en sus manos algo de extraordinaria importancia y sobrenatural en sí mismo.
Si vas más por la opción 2, entonces topará la Iglesia con el pluralismo ideológico que existe en la humanidad, en donde todo el mundo cree tener razón, y somos tan sectarios de suponer que nosotros tenemos superioridad moral sobre los que opinan distinto de como organizar una sociedad humana mejor. Opción sectaria y pensamiento único.
(A no ser que convirtiéramos el mundo en un gran campo de lobotomizados y zombis vampirizados por el Gran hermano-Iglesia).
Esto es susto o muerte: a elegir. A mí solo me queda la opción 3.
Amigo Isidoro: Antes de nada, un cordial saludo, y gracias por la atención que prestas a mis comentarios. Contesto, con gusto, a tus preguntas -porque, según entiendo, son varias-, aunque no sé si me centraré bien en ellas, pues a veces me cuesta conciliarlas. Tú ves coherencias lógicas (vestimentas, por ej.) donde yo no las veo… Cada uno tiene su perpectiva, que limita. (Dentro de las perspectivas hay varios factores que limitan, condicionan y a veces impiden ver más ampliamente. A mí eso me ha ocurrido más de una y dos y tres veces. Y algo similar puede suceder en las respuestas que aporto, seguramente insuficientes.) El tema es complejo y para aclarar bien, me parece necesaria más extensión que la que puedo darte. Ahí va, pues, una respuesta algo encorsetada, a las opciones que presentas (aunque me parecen que caben más).
–Opción 1: Este es el gran tema que tanto se discute y muchos tratamos de entender y clarificar en ATRIO, cuando hablamos de renovar o reconvertir… estructuras, estamentos, liturgias, cultos e ideas-creencias, que no se encuentran en el Mensaje evangélico. En la Iglesia hay mucho-demasiado espíritu viejotestamentario (un sacerdocio levítico y mediador, en contra de Hebreos, por ejemplo) En la Iglesia hay demasiada marginación de algunos temas evangélicos básicos, y también demasiado poder, claro o encubierto, en contra del espíritu de servicio que debe practicar quien preside… (Poder que se ha sacralizado para hacerlo incuestionable, y que hoy cuesta ver-percibir a muchos…) Un servicio que no sea capaz de lavar los pies, como Jesús -y que llegó a imponer que se los besen-, no es cristiano… Un poder ostentoso, incuestionable, tampoco… Hay que comenzar el anuncio del Reino con el ejemplo personal de vida, empezando por Pedro, y con un modelo institucional, sencillo… En la Iglesia debe revisarse el papel de los “clérigos intermediarios” y más si se han convertido en jerarquía-estrato superior dualista…
Se me coló este gran párrafo aquí, por obra de… algún error mío. El lector que lo “pase” al final, donde debe ir. Termino: Inseparable del anuncio del Reino debe ir la misión de hacer el bien… Y permite, Isidoro, que introduzca otro matiz: La resurrección no es más que una MUTACIÓN. Mutación, a mi juicio, inserta en nuestros genes: Entonces el espíritu que llevamos en nosotros -somos más que materia, nuestro yo que piensa y quiere es más que materia- se liberará de sus limitaciones. Éste es el salto cualitativo en el que creo y espero… (Un saludo a Santiago: Quizá otro día te explique una experiencia personal habida en mi estancia de estudios en Roma… Un compañero me encomendó una posible gestión de un caso increíble sobre matrimonio y divorcio… (años sesenta) con papeles, muchos papeles incluidos… La concepción del sacramento y el trato dado en un dicasterio fueron horribles… Pese a que entonces y allí enseñaba el innovador Häring, ni caso…) Los conceptos previos se imponen…
-Opción dos: El pluralismo… Dada la naturaleza humana, es inevitable y bueno. La diversidad nos enseña que nos necesitamos para comprender mejor la realidad. Si sabemos contemplarla bien, si sabemos concienciar y asumir que nuestras visiones son parciales y limitadas… la diversidad es un estímulo a escucharnos más y mejor… Cosa que solo asumiremos interiormente, si -serenos-, reflexionamos sobre nuestra realidad objetiva, sin suficiencias… Lo que no es nada fácil. Lo cual debe llevarnos a escuchar mucho más, a contrastar y a aprender y a madurar nuestras ideas y proyectos JUNTOS, escuchándonos abiertos… Sin precipitarnos a pontificar… Lo que requiere madurez y haber aprendido de la propia historia, también de la eclesiástica…
-Opción 3: Las primeras líneas me parecen más cerca del “Venid, benditos”, pero introduciría matices antes de respaldarla. Por ej., introduciendo un sentido de trascendencia, que da sentido profundo a la vida.
(Veo que lagunos párrafos, que debían figurar al final, se han entrecruzado y aparecen en la opción 1. No los corrijo. Lo dejo al buen lector.)
Amigo Isidoro: No sé si he contestado a tus preguntas. Si no lo he logrado, disculpas. Es más importante la concordancia entre las personas que entre las ideas… Un abrazo cordial.
Este comentario también podría introducirse en el artículo de Faggioli o en el de Honorio. En el fondo subyace el mismo tema: la necesidad de Renovación-Conversión de la Iglesia (de la iglesia humana, incluidos o tal vez empezando por los dicasterios vaticanos), de la Iglesia de Jesús al Evangelio del Reino. Señalo solo -a veces con palabras de Jesús-, algunos aspectos muy conocidos y propuestos reiteradamente:
1. Quizá lo primero sea recordar y ver escritas en las puertas y en los despachos de las curias las palabras del Señor: No llevéis oro ni plata ni dos túnicas… ni alforjas… Lo que equivale a decir: No viváis en palacios-mansiones ni trabajéis en despachos suntuosos…
2. Concebid vuestro trabajo o vuestro cargo como un SERVICIO fraterno, nunca como jerarquía y/o poder…, que carga pesos y oprime conciencias.
3. Vivid una vida moderada con un sueldo modesto, sin vestimentas ostentosas (rellenas de colorines ridículos) ni tratamientos que imponen diferencias (hoy también ridículos, que van contra la sencillez del Evangelio que anunciáis)
4. Que vuestro afán de servicio no os haga caer en la tentación de acaparar poder y funciones… Compartir, descentralizar, escuchar más y mejor, coordinarse bien…, os acercará más a vuestra función de servir. En el Reino de Dios no se manda, se sirve
5, Esa coordinación debe realizarse con Pedro al frente – que debe ser el primero en escuchar-, sin puentearlo, a fin de no convertir el Reino de Dios en reino de taifas…
6. Enseñad más con vuestro ejemplo de vida que con brillantes teorías… Predicad con el ejemplo. No son aptos para servir los que aspiran al poder…, pues devalúan-prostituyen la esencia del Reino. (Aunque, para rerafirmarlo, revistan ese poder de “sagrado”.)
7. Pasar por la vida, ejerciendo ese servicio, haciendo el bien. No imponiendo cargas de conciencia ni excesos de doctrinas humanas…, algunas declararlas como irrevisables… Sed más conscientes de vuestra inmadurez en desarrollo que va madurando con el tiempo; maduración progresiva que permite una mejor comprensión del Reino.
8. En mi anuncio del Reino es más importante la ortopraxia que la ortodoxia. Si cambiáis este orden no iréis por el camino correcto evangélico. En mi Reino el amor (y la unión en el amor) es más importante que la doctrina teórica.
9. Por último, ¿renovación o más bien reconversión? ¿Empezar por dentro de uno mismo o por lo externo? Si hay conversión interior será más fácil el cambio externo. Si no hay conversión interior, no habrá cambio… Solo maquillajes-parches… Donde no haya renacimiento (meta-noia) no será posible entender ni practicar-vivir el Reino de Dios en la tierra-Iglesia.
Si, es cierto Gonzalo. Es un tema muy muy complejo el del humanismo. Me he dado una vuelta por la wiki. Hay varios conceptos diferentes. O diversas etiquetas. Reconozco que detesto las etiquetas, parece que todo tiene que llevar un código de barras. Si dices esto eres esto,si dices eso eres de esos y si dices aquello definitivamente perteneces a aquellos.
Pues bueno
Haces bien en no meterte en ese jardín. Sólo te faltaba ya.
Un abrazo
Tiene Gonzalo la duda de si el cristianismo, al final, no es mas que un humanismo, y yo creo que realmente a lo mejor el cristianismo, (independientemente de que pueda tener un componente religioso, de relación con “Dios”), puede ser un “naturalismo” más. Me explico.
Dijo Einstein, en un seminario de teología en Princeton, en 1939: “El error de los “racionalistas extremados” del siglo XIX, preocupados por eliminar del todo la fe en beneficio del saber, fue ignorar que la ciencia no puede definir los valores, ni el objetivo de la acción humana.
Lo que si puede hacer es determinar cómo dependen estos valores unos de otros, como se subordinan a algunos de ellos “últimos y fundamentales”, pero la ciencia no puede definirlo…”.
El humanismo es la expresión de la orfandad del humano: estamos solos en la práctica, (quizás observados mas o menos de lejos), y tenemos que procurar que lo mejor para el humano.
Pero esa no es la realidad. A lo mejor estamos solos ontológicamente, pero no estamos abandonados a nuestro aire. Portamos, como el resto de especies del Universo, un plano-guía de nuestra naturaleza, que es nuestras Tablas de la Ley, entregadas simbólicamente por Dios a Moisés.
En contra de la opinión expresada por Einstein, la ciencia, en cuanto desveladora de los detalles de la naturaleza humana, tiene mucho que decir en nuestros esfuerzos en bien de la humanidad.
Porque lo primero que tenemos que tener claro es qué debemos esforzarnos en conseguir, con el humano. Debemos tender hacia la excelencia y la perfección, ¿pero de qué?. Todo aquel que hace bricolaje, lo primero que tiene que saber, es qué es lo que quiere lograr.
¿Cuál es la perfección del ser humano?. ¿Ser un ángel?, ¿ser un pájaro? ¿o ser Dios?. No, simplemente ser un buen humano, con todo lo que significa eso. O sea cumplir lo mejor posible las pautas de la naturaleza humana.
El pecado del humanismo, es que si no tenemos ningún modelo objetivo de “buen humano”, caemos en utopías, angelismos, o peor aún endiosamientos, y todo lo que nuestra loca fantasía nos imagine.
Es verdad que dentro de nuestra mente, tenemos una poderosa brújula instintiva, (el “espíritu”), que nos impulsa hacia los tres grandes valores humanos universales.
Pero para interpretarla bien, necesitamos un modelo objetivo, y eso solo nos lo puede facilitar la ciencia. Lo contrario es caer en el síndrome del Barón de Munchhausen, de querer salir del barro tirándonos de nuestros propios pelos.
Encuentro muy acertados los comentarios de Isidoro, Ana y Carmen, cada uno/a a su estilo. Creo que Jesús no fundó una religión sino que impulsó un movimiento profundamente humano, porque está enraizado en nuestra conciencia. Pero no quiero ser tan pesimista respecto a la Iglesia. Ningún partido político se arriesgaría a perder mil millones de afiliados. Como dice Carmen “Pero…uf. qué lástima de infraestructura y de gente buena en todos los aspectos que hay dentro”.
Lo he leído y, sí. Es lo que había entendido hace tiempo . Hay que ver, cómo es posible que yendo a mí aire por completo coincida con tantas personas? Porque hay muchiiiisimas que pensamos así, lo que sucede es que ni lo sabemos decir tan bien ni tenemos prestigio alguno. Por eso es necesario que entre gente como Santiago Villamayor. Al menos eso creo.
Y, a mi modo de ver el jaleo enorme que hay tiene una base, que es la divinidad de Jesús. Ojo, que no estoy diciendo que el Dios de Jesús no se vale, por supuesto que se vale. El mío también. Bueno, el mío que no sé ni cómo llamarlo . O en nombre de la libertad religiosa o de la espiritualidad o como le quieran llamar alguien puede decir que ese Dios no se vale para nadie? Podré decir que no vale para mí. No puedo decir otra cosa, estaría bonico.
Dice Gonzalo que no sabe si Jesús era un humanista. Me he quedado confusa, tendré que ver mañana qué es el humanismo. Porque es un ser humano, en eso estamos todos de acuerdo. Y que la dimensión espiritual o religiosa o como se le llame es una dimensión humana, bueno, pues ahí está la historia. Es algo innegable. Luego Jesús de Nazaret es un ser humano, varón , hijo de su época y de su religión y con ese valor que solamente tienen las personas Grandes. Pero Dios mismo? Aseguraría que no.
Pero claro. Qué hacemos entonces con la iglesia? Se vale? No se vale? Y me pregunto. Por que no? Solamente hay que retomar el cristianismo, bueno no, el Jesuanismo de sus orígenes. Reformar lo que sea necesario, abrir de par en par las puertas de las iglesias a todo tipo de creencias en Dios, pero, eso sí, que dentro de ella y en su nombre se practiquen los valores evangélicos. Pero claro, también haría falta una adecuación de las traducciones de los evangelios. Un trabajazo enorme, y poco a poco que todo vaya calando. Difícil? Muchísimo. Lento? Lentísimo, de un par de siglos tirando por lo bajo. Quizás uno porque ahora va todo a una velocidad de vértigo. Imposible? Rotundamente no. Otra cosa es que se quiera hacer. No sé. A la mejor trae cuenta sencillamente salir de la iglesia. Pero…uf. qué lástima de infraestructura y de gente buena en todos los aspectos que hay dentro.
Pues eso.
Y, perdón, pero sin el pragmatismo de La mujer, ese ser inferior de alma líquida, a la que hay que que proteger y cuidar siempre y cuando te obedezca, sin nosotras, vamos, no hay renovación de la iglesia posible. Se nota un montonazo que es cosa exclusivamente del pensamiento del Varón. Y eso es así.
A ver si espabilan de una vez. Uuuuuufffffff
Deduzco de este magnífico artículo de Villamayor, varias cuestiones.
Una es que, como dije ayer, el sínodo es de obispos, no del pueblo cristiano, aceptarán y seleccionarán aquello que no les quede remedio porque serán cosas que chirrían estrepitosamente con la sociedad actual. Eso sí, llegarán, como siempre con siglos de retraso.
Dos, da igual lo que les llegue de la participación el pueblo cristiano porque ellos ya tienen varias premisas entre las que se encuentran el que hay líneas rojas que no se pueden pisar, entre ellas el magisterio de la Iglesia en su totalidad, es decir todos los dogmas, más la sacralizada tradición y toda la teología, que no es otra cosa que quedarse instalados en el pasado. Será incuestionable la discriminación de la mujer, la jerarquización de la estructura de la iglesia, con una cúspide seleccionada por Dios para que sean los poseedores de la verdad, etc.
Me temo que todo esto se va a quedar en parches estéticos, que no significarán ir a la raíz de los evangelios, correctamente interpretados con una exégesis y una hermenéutica , como siempre digo, adecuada al siglo XXI.
Como se ve, soy pesimista, aunque me gustaría tener razones para no serlo. Por lo menos que les llegue el ruido o el clamor del pueblos creyente.
Mucho me temo, que no se es del todo conscientes, del terremoto al que tendrían que enfrentarse las Iglesias, para adaptarse a los nuevos tiempos que se avecinan a toda pastilla.
No es una cuestión de cambiar el Consejo de Administración, el equipo directivo, y el C.E.O. al frente. Es mucho más. Es cambiar de arriba a abajo el objetivo a conseguir: el servicio-producto a ofrecer a la humanidad, y que le da el sentido último de su existencia.
En el mundo de la empresa, cuando una empresa grande pero obsoleta, ve que inicia la cuesta abajo de la productividad y la competitividad, suelen iniciar un proceso de diversificación, empezando entrar en sectores ajenos a los que venían estando.
Pero para ello, es muy difícil hacerlo de cero. Se suele comprar una empresa del nuevo sector, pequeña pero prometedora, que sirva de guía y sostén de la nueva compañía. Y se pagan miles de millones de dólares por ello.
Las Iglesias cristianas, y especialmente la Católica, son instituciones dedicadas a administrar “en exclusiva”, el flujo de la Gracia de Dios, totalmente necesarias para el humano, dado la mala condición de su naturaleza humana, fruto de la degradación sufrida por el pecado Original.
Pero los nuevos vientos de la historia han barrido esa idea supersticiosa mitológica, y la nueva Psicología moderna, (de hace mas de cincuenta años), nos dicen que lo que precisa el humano es completar su proceso de maduración, para aflorar naturalmente sus valores humanos, de verdad, belleza y bondad.
Por otra parte la Psicología profunda, iniciada por Jung, confirma toda la teoría espiritual de las religiones orientales, y de la espiritualidad occidental del “espíritu”, que todos llevamos dentro de nuestra mente, que es una chispa “divina” que nos habla y nos asesora en la perspectiva con la que mirar el mundo, y en el afloramiento de esos valores humanos antes mencionados.
La Gracia la llevamos dentro de cada uno de nosotros, y no necesitamos de expendedores externos de Gracia. Nosotros somos el mayor sacramento.
“Solo” necesitamos escucharlo y saber interpretarlo adecuadamente. Pelagio ha vuelto, y la postmodernidad son tiempos pelagianos. Sería necesaria su pronta rehabilitación.
Total, que la Iglesia que necesita la humanidad, debería ser una institución dedicada en cuerpo y alma a favorecer la maduración psicológica de las mentes, y a la ampliación de la conciencia, acercándonos al conocimiento de la Realidad, eliminando muchas supersticiones y muchos errores, para lo que hay que confiar en la Ciencia.
La Iglesia debería ser una especie de ONG paralela a la Unesco, que incardine capilarmente en cada barrio, a través del gran patrimonio de edificios de que dispone, la formación humanística moderna y adecuada al desarrollo de cada humano.
A principios del siglo XX, había toda una gran industria dedicada a los carruajes de caballos, y en un periodo de veinte años, o cambiaron radicalmente de trabajo o simplemente se extinguieron.
Yo se que tarde o temprano, acabarán adaptándose a la realidad. Dice el adagio latino, que “El destino conduce al dócil, y arrastra al rebelde”.
Y para que acabe consiguiéndose lo mas pronto posible, es preciso que haya gente que permanezca como dice Santiago, a los márgenes de la Iglesia, en el desierto, a la intemperie, pero con la lucecita encendida, para cuando llegue el “novio”: o sea que hay que reivindicar el papel de mosca cojonera.
Marcel Legaut señala que “la condición idónea para una reflexión verdadera es semejante al exilio: Se acerca la hora en que se comprenderán mejor los signos de este tiempo.
Presiento el inmenso esfuerzo intelectual y religioso que hay que hacer para salir de los modos de pensar, de los ideales, de las evidencias incontroladas e implícitas que alimentan nuestra vida intelectual, nuestras construcciones y nuestros juicios. Para ello no hay que estar instalados.
Es necesaria una deportación religiosa e intelectual, un exilio que antaño se buscaba en el desierto, un cambio de situación que se buscaba marchándose.
Estamos terriblemente instalados en la vida. La situación privilegiada del funcionario, seguro de su sustento cotidiano, la familia, la vejez, el papel social, nuestra clase, nación, época todos estos asientos que podrían ser sólo asentamientos, todas esas fuentes de estabilidad que podrían no serlo de estancamiento, pero que de hecho lo son.
Nada grande, nuevo, creador pueden hacer los que no son capaces de vivir aquí abajo como deportados”.
Hay que ir al desierto, desubicarse, salir del estado de confort, para poder tener la mente lo suficientemente libre de ataduras, de costumbres y de rutinas, y del piloto automático.
Creo que en el fondo de lo que plantea Santi Villamayor está el tema de si el cristianismo es un Humanismo. Más de una vez he pensado escribir sobre esto, pero lo he dejado porque es un tema muy complejo, sobre el que se ha escrito bastante y yo no lo he leído. Más que de hablar del cristianismo, que arrastra tanto lastre que ya ni sabemos de qué estamos hablando, prefiero plantearme si el mensaje de Jesús (o el mensaje que nos ha llegado por los evangelios) es un Humanismo. De una manera muy simple, creo que el mensaje de Jesús es un Humanismo, pero un Humanismo muy profundo, un Humanismo que, consciente o inconscientemente, está empapado de trascendencia. No creo que las Bienaventuranzas, el amor a los enemigos, que los últimos serán los primeros, que las prostitutas precederán en el freino a los sacerdotes y doctores de la Ley …; no creo que toda esta utopía de Jesús sea una característica de los humanistas más significativos en nuestra cultura, pero sí creo que la utopía de Jesús se encuentra en lo más íntimo de la conciencia humana universal, y se manifiesta en el amor verdadero, en el amor de una madre. La prueba es que nuestra conciencia, al leer las parábolas del evangelio, las reconoce y las identifica con sus propios ideales, aunque no se sienta capaz de cumplirla.
En cuanto al Sínodo convocado por el Papa, creo que tendría que tener mucha mayor participación de los laicos que se sientan seguidores de Jesús; pero no creo que tenga que ser un mero recuento de votos de todo aquel al que se le ocurra votar. La Iglesia es una organización para vivir y adaptar el mensaje de Jesús a los tiempos actuales, y requiere un cierto compromiso de probar un camino juntos (sin-odos). Existen diversas interpretaciones del mensaje de Jesús, que se han organizado como otras tantas Iglesias, y existen otras religiones y otros “no creyentes” que siguen fielmente las normas de su conciencia. Unos y otros podemos aprovechar este momento para escuchar en la sinceridad de nuestra conciencia los clamores de un mundo que vive asentado en la injusticia social.
No lo puedo leer ahora. Vienen mis nietos a ver si le han traído los reyes magos algún regalo y la abuela-elfo tiene que prepararlo todo.
Lo leeré despacio cuando pueda, pero me ha dado la impresión de que es aclarar lo que se pretende con el nuevo modelo teológico que han presentado. Nuevo dentro del catolicismo. Porque si no se renueva la teología, como todo está derivada de ella, es imposible cambiar nada, porque sencillamente no tiene fisuras. Está todo atado y bien atado durante grandes teølogos a lo largo de , por lo menos dieciocho siglos.
Así lo entendí. Luego veré si entendí bien o , una vez más con todo esto de la iglesia me he equivocado. Porque es que es todo complicado hasta decir basta.