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Ser compasivo nos hace verdaderamente humanos

Juan José acaba de escribir un nuevo libro, La compasión en un mundo injusto (Fragmenta Editorial) y sobre el mismo tema acaba atmbién de publicar un artículo en El País, que trascribimos a continuación. El primer catedrático de Teología en una Universidad Civil de España (la Carlos V de Madrid) firmó el Proyecto Atrio de 2007, asistió a la comida fundacional que celebramos en Madrid con esa ocasión acompañado de monseñor Boulard ynos ha acompañado siempre. Espero que también lo haga en la Asamblea de mañana. AD.

La compasión no puede quedarse en la esfera privada o en las relaciones interpersonales. Es necesario traducirla en solidaridad política con quienes son víctimas de opresión, porque no hay compasión sin justicia

En una conferencia pronunciada en la Universidad de Cádiz en 2012, la escritora y crítica literaria Anna Caballé se preguntaba qué había sido de la piedad religiosa y de la compasión laica. Esta fue su respuesta: “No parecen tener cabida intelectual en el mundo moderno que las concibe como sentimientos reaccionarios, paternalistas, de arraigo feudal (…). La compasión cotiza a la baja, no tiene inversores”. Es hoy “una virtud bajo sospecha”, como afirma el filósofo Aurelio Arteta.

¿A qué puede deberse tamaña amnesia, e incluso desdén, cuando no desprecio hacia la virtud que se encuentra en el quicio de la ética? Quizá a su clamorosa ausencia en nuestra vida personal y colectiva, o a que no se la considera una virtud, y menos aún, un principio moral, sino una actitud apagada y pusilánime propia de las personas débiles de carácter. Así pensaba Nietzsche, para quien la compasión es un “estado enfermizo y peligroso”, debilita la individualidad, comporta una merma de energía vital y es contraria a la razón. Más aún, en Así habló Zaratustra llega a aseverar que Dios ha muerto por exceso de compasión.

En su uso normal la palabra “compasión” suena a sentimentalismo alejado de la praxis, a comportamiento que viene a encubrir las causas de la injusticia y a una vaga simpatía que se siente desde fuera o desde arriba con cierto complejo de superioridad. A la virtud de la compasión le ha sucedido algo parecido a lo que ha pasado con la caridad. Esta se ha identificado con el asistencialismo externo y se la ha contrapuesto a la justicia.

A la deformación, irrespeto y maltrato de la compasión contribuyen en buena medida algunos diccionarios. La Real Academia Española la define como “sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”. En la misma dirección apunta el Diccionario enciclopédico Larousse: “Sentimiento de lástima hacia el mal o desgracia que padece alguno”. Ambas definiciones refuerzan el sentimiento de superioridad de quien se compadece hacia la persona que está sufriendo. Así entendida, la compasión se asocia con sentimientos de poder, que llevan a la persona “compadecida” a decir, con razón, “no me compadezcas”.

El verdadero sentido de la compasión es ponerse del lado del otro, más aún, en el lugar de los otros sufrientes en una relación de igualdad y empatía, asumir el dolor de las otras personas como propio, interiorizarlo, hasta identificarse con quienes lo sufren, algo que no resulta fácil pero que es necesario intentar. La compasión requiere participar activamente en el sufrimiento ajeno, pensar y mirar la realidad con los ojos de las víctimas, de las personas empobrecidas, y luchar contra las causas que lo provocan.

“Si no te afecta el dolor de los demás, no mereces llamarte humano”: es una afirmación que he escuchado con frecuencia durante la pandemia. La compasión es una “pasión” que se dirige espontáneamente al sufrimiento de los otros y de la naturaleza oprimida. Es la que nos hace realmente humanos y personas más conectadas con la naturaleza, de la que formamos parte. Tal actitud requiere tomar en serio el mal que sufren las otras personas y la naturaleza y no banalizarlo.

Ese es el verdadero significado de la compasión como principio y virtud, que el filósofo alemán Arthur Schopenhauer considera el fenómeno originario y el fundamento de la ética, así como el móvil moral más puro y auténtico. A su vez, el altruismo constituye el sello distintivo del valor moral que se mueve por el interés ajeno y no por el egoísmo, enemigo que mata la compasión. El filósofo Max Horkheimer, bajo la influencia de Schopenhauer, considera la compasión como dimensión constitutiva de la ética y base del sentimiento moral. Pero a diferencia de Schopenhauer, que sitúa la compasión en el plano individual e interior, la ubica en la esfera colectiva y la entiende como protesta contra las estructuras sociales injustas que impiden a los seres humanos ser sujetos de su propio destino, diseñar su futuro y vivir con dignidad. “Es condición necesaria de la moral” y va más allá de la moral, como él mismo afirma: “Puede superarse la moral, pero la compasión permanecerá”.

La compasión no puede quedarse en la esfera privada o en las relaciones interpersonales. Es necesario historificarla, vincularla con la justicia en un mundo injusto y desigual y traducirla en solidaridad política con quienes son víctimas de la irracionalidad del sistema y resistencia frente a todas las formas de dominación, opresión, explotación y sometimiento. No hay compasión sin justicia.

La compasión es el principio fundante y la actitud ética fundamental de las diferentes tradiciones religiosas: judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo, budismo… Bueno en teoría, porque con frecuencia generan no pocos sufrimientos a sus fieles, provocan una conciencia de culpa y pecado y adoptan comportamientos inmisericordes e insolidarios con las víctimas. Es, a su vez, principio teológico. Sin él los discursos de las religiones se tornan cínicos y desembocan en complicidad con los victimarios.

Personalidades de diferentes tradiciones religiosas y laicas coinciden en que la compasión es principio de humanidad y su práctica imperativo ético para todo ser humano. Epicuro afirma que es vana la palabra del filósofo que no remedie ninguna dolencia del ser humano. La motivación de la praxis liberadora es la compasión como alternativa a los sacrificios, en sintonía con los profetas de Israel/Palestina, que anteponían la práctica de la justicia al culto. Todas las azoras del Corán, salvo la 9, comienzan con la expresión “En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso”.

Herbert Marcuse apeló a la compasión poco antes de morir en diálogo con Jürgen Habermas. Ambos filósofos de la Escuela de Fráncfort se preguntaban en sus frecuentes encuentros cómo explicar la base normativa de la teoría crítica. Lo recuerda la filósofa española Adela Cortina. Marcuse solo respondió a esa pregunta dos días antes de morir, estando en el hospital acompañado por Habermas: “¿Sabes?”, le dijo. “Ahora ya sé en qué se fundan nuestros juicios de valor más elementales: en la compasión, en nuestro sentimiento por el dolor de los otros”. Del mismo parecer era la antropóloga Margaret Mead, para quien, cuando se ayuda a alguien en momentos difíciles, comienza realmente la civilización.

18 comentarios

  • M. Luisa

    Aporto, si se me permite,  una pequeña postilla.

    No puede cultivarse nada que previamente no se tenga de  una o de otra forma. Lo que se cultiva es algo que previamente se tiene y se va poseyendo mientras se cultiva.

    En este caso de la compasión,  la persona   se apropia de aquello que ha sido  fruto de una experiencia, pero  con  algo ya  tenido  por naturaleza y  se   lo hace  suyo (fruto= compasión) se lo apropia.

    La compasión antes de ser una virtud social que hay que cultivar (deber)    pertenece a la realidad compasiva de las personas autorrealizadas (estructuralmente) mediante la construcción de valores.  No nos engañemos poniendo el carro delante de los bueyes.

  • Isidoro García

    Amigo Javier: Antes de nada, por aclarar el terreno del diálogo, te diré que yo no soy religioso, (aunque muy interesado en la religión). Soy solo mal humanista y mal espiritual laico. Y no soy el lector “estandard” de Atrio, más bien, estoy acogido a su gran generosidad y tolerancia.

    Y no he leído el libro de Tamayo. Y no me extraña que te haya extrañado mi comentario, porque yo difiero 180º de la tesis de Tamayo: “Para el autor, sin compasión, no podremos construir ese mundo bello, ese mundo justo, de liberación”.

    Me apoyo en la frase de Sally Rooney, con la que abres tu reseña: “Yo quiero eso: demostrar que la cosa más normal en los seres humanos no es la violencia ni la avaricia, sino el amor y el cuidado”. 

    Hay dos hipótesis sobre la naturaleza humana: la clásica, que yo llamo “moralista”, es la de que el humano es malo de naturaleza, y por ello, si no cultiva las virtudes sociales como la compasión, no se podrá llegar al Reino de Dios, o sociedad ideal.

    Y la otra, es la de la moderna psicología humanista, (Maslow, Rogers y continuadores), de que el humano maduro, es naturalmente bueno, (yo diría hasta “santo” laico), y que si logramos difundir e instaurar los caminos de la maduración psicológica del humano, automáticamente y como “milagrosamente”, aparece la bondad natural y la simpatía y compasión generalizada.

    Fíjate que hasta la cita de Marcuse que citas, lo confirma. Reconoce que toda las racionalizaciones de la Modernidad, se basan en un componente interno procedente de nuestra naturaleza profunda: la compasión por el dolor de los otros.

    Y lo que llevamos en la mente profunda, aflora al comportamiento, si nuestra inmadurez y/o patología psicológica, no lo frena e impide.

     

    Puede parecer que esto es una disquisición y una elucubración teórica, sin efectos prácticos, y que lo único que importa es que cultivemos la compasión. Pero es mas práctica que eso.

    Porque para avanzar hay que saber qué hay que poner delante si el carro o el caballo. Y si ponemos el carro delante, poco avanzaremos, (como se ve en la práctica).

    En la modernidad religiosa y civil, reinantes, se insta sobre todo en forzar el efecto, no en promover la causa. Y para ello se utilizan los sermones, y la concienciación política.

    Pero se abandona la maduración personal de las personas, que reconozcámoslo, no es fácil conseguir: educación, y cultivo del equilibrio psicológico. Pero ese es el camino. Los sermones, se han dado durante veinte siglos y estamos como estamos.

    Por lo demás, todas las loas a la compasión, son muy justas y oportunas. Y un último apunte. Yo creo que Jesús, hizo proclamas moralistas, pero es que en la cultura de su tiempos, hablar de alcanzar la maduración humana, eran categorías que no existían. Tenía que ser mas directo, menos “sofisticado”.

    Pero Jesús, sobre todo apeló al interior del ser humano, y quizás se refirió al tema, cuando habló de que necesitábamos volver al vientre de nuestra madre y hacernos como niños.

    Podría entenderse, como que deberíamos continuar durante nuestra vida, el proceso de desarrollo y maduración que iniciamos durante los nueve meses en el vientre de nuestra madre, y deberíamos hacer como los niños: desarrollar nuestra naturaleza hasta alcanzar la madurez.

    Muchas gracias por tu interés, y recibe un cordial saludo. ¡Y Feliz Navidad y buen 2022 a todos!.

  • Javier

    Estimado Isidoro,
    estoy un poco sorprendido con tu comentario acerca del profesor Tamayo. No alcanzo a entender esa denominación de moralista en este sentido; tampoco el sentido de señalar que coloca la compasión en la interioridad de la persona.
    Te invitaría a leer el libro en profundidad, pues en él se señala la compasión justamente como una virtud colectiva. Incluso podríamos tirar del hilo y considerarla como una virtud de clase, o popular, en el sentido de un sujeto histórico y político que vaya más allá de la mera individualidad, que comprenda la necesidad de recuperar, en el ámbito político, aquello que, como se ha hecho y haces, se tiende a considerar como algo interno.
    El libro trata, justamente, de externalizar y universalizar eso que comunmente se entiende como individual. La compasión es puesta en el ámbito público.
    Te dejo, por si fuera de tu interés, la reseña en la que resalto este hecho que te marco.
    Un saludo
    https://www.religiondigital.org/libros/Compasion-justicia-solidaridad-tamayo-libros_0_2403359653.html

  • Isidoro García

    La amiga Isabel, saca a la superficie el tema de las “tentaciones”, que ya Ovidio señalaba. Y para mayor complejidad y darle una vuelta de tuerca, esa “fuerza interior”, que nos “tienta” a no hacer lo que creemos deberíamos hacer, resulta que no es demonio, ni el Mal, ni ese diablillo que pintan los dibujantes al lado del angelito bueno, sino que es lo que Jung llama la “Sombra”.

    Y la Sombra, son todas las pulsiones y dinámicas internas, que nuestra conciencia ha reprimido al Subconsciente, (para que no molesten: generen contradicción y la consiguiente ansiedad).

    Pero no necesariamente todas son pulsiones antisociales o bestiales. Además de ellas, están toda una serie de ideas y pulsiones recibidas del “espíritu”, y que están en contradicción con la cultura consciente adquirida, que inevitablemente contiene algunos errores.

    Todo esto, no es teoría especulativa inútil. Sino que es fundamental saber el mapa del terreno que pisamos, para manejarnos bien en él.

    El moralismo tradicional, lo que dice es que hay que reprimir fuertemente la tentación, y seguir fielmente a nuestra conciencia moral, (fundamentalmente porque desconfía de nuestro instinto sapiencial, y teme que nos desmandemos: puro miedo).

    Pero eso es pan para hoy, y hambre para mañana. Pronto, volverá de nuevo a aflorar la contradicción: la eterna batalla moral.

    “Cada día y cada noche leemos y cantamos las palabras de los profetas y de los Evangelios. 

           ¿De dónde saltan tantos pensamientos va-nos, nocivos, obscenos, que nos torturan por la impureza, el orgullo, la ambición y por cual-quiera otras pasiones, hasta el punto de que apenas podemos respirar en la serenidad de sublimes consideraciones? ¡Qué desgraciados somos a causa de la tibieza de nuestro corazón!”, San Bernardo. (Prefiguración de “la sombra”).

     

    Jung conseja negociar, analizar la tentación”, y ver qué contiene de verdad, y así llegar a un “acuerdo”.

    La terapeuta Jane Elliot, dice: “Sí, la ‘resistencia’ es intrínseca al uso del talento y debe confrontarse a diario, “pero no es una fuerza maligna de otro mundo que nos arruina la existencia. Tratarlo como un enemigo contra el que hay que luchar es un esfuerzo perdido. 

            Es parte de nosotros y crece en el mismo sitio que todos nuestros talentos, habilidades y objetivos: nuestro cerebro, nuestra historia personal, nuestra herencia y nuestra cultura”.

    Un ejemplo, de los que hay millones. Elliot señala que la pereza de las personas a realizar y acabar sus tareas, tiene una causa que hay que saber descifrar, así como unas consecuencias.

    Elliot tiene la teoría de que de alguna forma, la pereza surge como fuerza autodestructiva que suele aparecer sin avisar y que remite a nuestro miedo a fracasar o no hacerlo del todo bien que nos gustaría.

    Por ello, cree que la pereza aparece con más asiduidad cuanto más cerca nos sentimos de cumplir un objetivo o una meta que nos está llevando mucho tiempo cumplir.

    Es una fuerza que intenta protegernos del miedo al fracaso y a la frustración correspondiente.

    Comprender los mecanismos de la mente subconsciente, que es muy razonable, y nada errática, (aunque lo parezca), desarma y neutraliza esas tendencias negativas, que son un freno y un lastre toda la vida.

     

    El moralismo contínuo en que se basan las religiones morales, y la modernidad laica, nos está produciendo una epidemia de neurosis de “vida”, paralela en cierto sentido a la neurosis de guerra que acontecía a los soldados de las recientes guerras mundiales: se exige tanto sacrificio, tanto heroísmo día tras día, que la mente explota y “desconecta”.

    Estamos aterrados ante tanta responsabilidad como se nos echa en las espaldas continuamente, con un “activismo” perpetuo y cada vez mas exigente, y la reacción es que “pasamos”, defensivamente.

    Y nos quedamos perplejos, abrumados, paralizados. El filósofo Byung-Chul Han, habla de epidemia de violencia neuronal, -que da lugar a infartos psíquicos-, la cual a diferencia de la época bacterial que descubrió los antibióticos, aún no ha descubierto su «antídoto».

           Tales perturbaciones patológicas, son provocadas por el exceso de necesidad de rendimiento, de una especie de violencia de positividad que resulta de la super-producción, del super-rendimiento, y de la super-comunicación sistemáticas como aspectos inmanentes de la violencia sistémica, que ha creado una sociedad en función del rendimiento, cuyo lema es: «Yes, we can!», (Sí, podemos), como nuevo mandato de la sociedad del trabajo tardo-moderna.

    El humano de hoy está rodeado entre la petición de la sociedad civil de un super rendimento, a nivel profesional, vital, familiar, paternal, etc. que ya se anuncian normalmente, suplementos para la energía. Hay que quemar la vela por los dos extremos.

    Pero cuando uno intenta encontrar salida a ese atropellamiento, cae en la exigencia de super rendimiento moral, de religiones y partidos, que nos exigen ser héroes perfectos.

    Necesitamos descanso, reposo, silencio, para así reencontrarnos, y proseguir el camino. “¡Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”!.

     

  • M. Luisa

    Hola Isidoro, me he leído tus últimos comentarios y aunque tú crees que ambos, en el fondo, decimos lo mismo, no es así. Tu enfoque sobre la compasión como en ti no podría ser de otra manera parte de estos  arquetipos mentales previos  que dices están ya establecidos  y que en ellos es donde recae la dedicación científica.  Es decir, antes de conocer en qué consiste realmente la inteligencia  humana  pones por delante de ella este esquema mental  previo a que  cualquier acto propiamente humano  la configure realmente, y  entonces dices, a mi modo de ver de manera errónea  que  aquel esquema  y no esta eticidad  es a lo  que  objetivamente   remite  el  estudio científico. Y para mí el problema hay que situarlo a la inversa.

    Voy a ponerte un ejemplo con esta frase que tu mismo citas del maestro Eckhart “Las personas no deberían pensar tanto en lo que tienen que hacer, tendrían que meditar más bien sobre lo que son” 

    Vamos por partes.

    Meditar no es sino un acto introspectivo

    Pensar  no es sino razonar sobre algo

    Por tanto,  si meditamos sobre lo que somos esto nos conduce a pensar en la realidad que se es como persona. Aquí se ve que antes de cualquier acción    está ese primer  acto introspectivo   que nos sitúa frente a la realidad que somos  y entonces ahí es cuando la compasión   no es algo que se nos dicte desde fuera, sino que se realiza poniendo nuestra realidad a prueba.

    Bien, Isidoro, siempre a las 7 de la mañana  salgo a caminar así que lo dejo ahí…

  • Isabel

    No conocía la cita de Pablo, que me ha recordado los versos de Ovidio en boca de Medea:
    Sacude de tu virgíneo pecho las concebidas llamas, 
    si puedes, infeliz. Si pudiera más sana estaría.
    Pero me arrastra, involuntaria, una nueva fuerza,
    y una cosa deseo, la mente de otra me persuade. 
    Veo lo mejor y lo apruebo, lo peor sigo.
    Se me antoja que ambos, con “la fuerza” y “el pecado” pueden estar haciendo alusión sin saberlo al inconsciente.. ese inconsciente que nos hace desear cosas que incluso nos asustan, pero lo que no hace es obligarnos, exigirnos que las cumplamos., me parece. Medea elige hacer con su yo consciente.

    Sobre los dos científicos, sí están enfrentados en la manera de plasmar en la práctica su ciencia: uno limitando a la naturaleza humana, a las características hereditarias de individuos y grupos los resultados de jerarquía social, status, riqueza y poder; otro, poniendo en igualdad la biología y lo social en relación dialéctica, influyendo y modificándose entre sí. Las conclusiones de cómo somos son muy diferentes y muy diferente lo que puede suponer una u otra para tomar decisiones políticas.

    A Wilson no es que se le haya tachado de ser de derechas, es que se ha identificado a sí mismo con el libertarismo neoconservador norteamericano en una entrevista en Le Monde en 1980 conducida por C. Fishler (cita de Lewontin en “No está en los genes”) porque Isidoro, naturalmente que los científicos también tienen ideología.

    Estamos de acuerdo en que todo es muy complicado, incluso es difícil que dos compañeros de Harvard se pongan de acuerdo sobre la naturaleza humana. Y aunque en otras cosas no esté de acuerdo contigo te agradezco yo a ti que escribas. Me sirve para pensar y como en este caso, recordar a Lewontin que lo tenía arrinconado. Gracias a ti voy a releer su crítica a la sociobiología

    Saludos

  • Isidoro García

    Quisiera hacer un añadido a la cuestión del determinismo y el libre albedrío. A esta cuestión se le superpone una segunda sobre la previsibilidad e imprevisibilidad de nuestro comportamiento.

    El determinismo, en principio haría previsible nustro comportamiento, mientras que el libre albedrío, lo haría imprevisible, pues depende de nuestra libertad de actuación.

    Pero eso no siempre es así. Cuando el determinismo se da por la acción de una sola fuerza o dinámica, entonces, parece claro que el comportamiento sería en función de dicha dinámica. Y sería previsible conociendo dicha dinámica.

    Pero en la realidad, podemos estar determinados por varias y múltiples dinámicas, (incluso contradictorias), y con diferentes intensidades en cada caso, con lo que en realidad no sabríamos que dinámica resultará vencedora, y por tanto un comportamiento determinado, puede ser imprevisible.

    Y esa imprevisibilidad, nos puede dar la apariencia de libertad plena. Y esto le hace decir al psiquiatra Francisco Traver: Somos libres, porque somos impredecibles porque estamos determinados.

    Además entre esas dinámicas internas, que impulsan un determinado comportamiento, sin duda está el superyó, que culturalmente podemos modificar en el sentido de considerar preferible un tipo de comportamiento a otro.

    El comportamiento, es el resultado de una ecuación entre múltiples y muchas veces desconocidas fuerzas y pulsiones, y nuestro superyó cultural, y las presiones sociales del ambiente.

    Y ese resultado es el que es impredecible o imprevisible. Ya lo decía San Pablo cuando decía: “Querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí”, (Romanos, 7, 15-24).

    El tema es muy complejo, pero la cuestión es que en estos temas y en todos, las cosas son lo que son, no lo que nos gustaría que fuera.

  • Isidoro García

    Me asombro de lo mal que me debo explicar. Porque se me entiende muy mal.

    Tocas, Isabel, varios temas distintos. Antes de nada, yo no soy especialista en nada, solo un mero aficionado con muchas lagunas, que me he propuesto sintetizar mis ideas, para intentar hacerme una imagen unitaria de un Universo-Uno.

    Ya me gustaría que personas verdaderamente conocedoras del tema, nos ilustraran, pero sin prejuicios políticos.

    Citas y contrapones a Wilson y Lewontin, y yo creo, que aunque cada uno tiene sus propios matices, las diferencias entre científicos, no son tan grandes.

    Wilson, (1929), es uno de los mayores científicos mundiales, de joven la máxima autoridad en hormigas, luego el creador de la Sociobiología, que dio origen a la Psicología evolucionista, y de mayor sigue, con el gran tema de la consiliencia, la formalización de la síntesis de la Ciencia, tan necesaria para evitar compartimentaciones y tratar de obtener una mirada única.

    Wilson, con la Sociobiología, se situó de lleno, en la polémica y controversia, que sigue aún totalmente viva, aunque más atenuada y sin los excesos originales, del libre albedrío, (tema que para mí es mucho más fundamental que el del no-teísmo, porque aborda los temas más concretos del humano).

    Como viene sucediendo, cuando hay una gran polémica entre dos hipótesis contradictorias, paulatinamente y trabajosamente, se va alcanzando una pequeña síntesis: ni esto, ni lo otro: parte de esto y parte de lo otro.

    En los cincuenta-sesenta, en plena moda del conductismo, y con el afloramiento de la genética, posiblemente se expresaron hipótesis exageradas, que paulatinamente, la misma ciencia, fue morigerando, y llevando las aguas a su cauce.

    Ahí Wilson, premio Nobel cantado, lo perdió, pues la ideología política intervino, le puso la etiqueta nefanda de derechas, y ya la lleva, haga lo que haga. Sectarismos, que los hay lo mismo en un lado que en otro.

    Lewontin, de la misma edad que Wilson, y que murió este año, fue otro enorme científico. (Además de la Wikipedia, se puede leer https://revistacomun.com/blog/hasta-siempre-richard-lewontin/).

    Ambos, son el ejemplo de la Ciencia, como rama de la Filosofía, (hasta hace poco, se les llamaba filósofos naturales), pues tocan los temas de la relación del Universo con el humano, (y por eso no tiene nada de raro, que un científico hable de moral, mejor que un teólogo o un filósofo especulativo, que solo hablan de lo que seles ocurre).

    “Muchos jamás le perdonaron su ataque a la sociobiología aunque muchos más celebran que gracias a esto hoy en día todos los modelos de evolución cultural tienen como norma el evitar una lectura reduccionista de la conducta humana”. (Siobhan Guerrero– artc. que enlazo, que es laudatorio).

    Tu cita de Lewontin, coloca muy bien el terreno de juego en que estamos: “La biología es irrelevante en la medida en que somos libres para tomar decisiones éticas que pueden llevarse a la práctica, pero en la medida en que estamos condicionados por nuestra biología, son los juicios éticos los que son irrelevantes”.

    En la polémica pleno libre albedrío- determinismo total, se va llegando a una síntesis: ni determinismo total, ni pleno libre albedrío.

    Hoy conocemos todo un catálogo de sesgos naturales de la mente, instintos biológicos y comportamentales, (emociones), y encima para más a más, toda la psicología del inconsciente profundo, del que no tenemos muy pequeña idea de como funciona.

    Toda esta complejidad, genera mucha incertidumbre, y eso nos descoloca e irrita. Es más facilito el catecismo y el libro Catón de primaria.

     

    Respecto a “Y tú que aludes tanto a la ciencia, qué tiene de ciencia lo del “guía”, “espíritu interior”, Tao..”, yo no hablo de Ciencia, sino de espiritualidad, prcurando apoyarme en la Ciencia.

    Hace unos día escribía:  “Dice el psiquiatra Manuel Almendro: “Soy un observador de la niebla. Construyo puentes entre lo decible, (material), y lo indecible, (espiritual), busco resquicios y tiendo escaleras”. Y yo a mi modesto nivel, sigo su camino”.

    Y dentro de esa línea de unificación de conocimientos, destaco mucho que quizás el “espíritu” interior, sean los programas sapienciales del Inconsciente Colectivo, que quizás pronto, (50-100 años), se lograrán codificar y traducir de la organización neuronal). O sea dejarán de ser una entelequia teórica platónica, y serán un algo, concreto y mejorable.

     

    Dices que me resisto a reconocer la eficacia de la oración religiosa, cuando yo he reconocido explícitamente, que ese es un mecanismo muy práctico y útil de movilización de esos programas sapienciales arquetípicos, que nos guían, cuando los escuchamos y los interpretamos bien.

    Y respecto a mi insistencia en la maduración personal, o autorrealización de Maslow, o individuación de Jung, o santificación cristiana, es porque creo, que si somos humanos de verdad, bien desarrollados, somos unos seres imparables, pero si queremos mover las montañas sin estar preparados, a puro voluntarismo bienintencionado, el fracaso  la frustración son inevitables.

    Es lo mismo, (con distintas categoría y palabras), que dice el lenguaje cristiano clásico: “Con Dios, lo puedes todo, sin Dios, nada”. (Lo que pasa es que los tiempos nos obligan a cambiar el significado dentro de la palabra “Dios”).

     

    Muchas gracias, Isabel, por tu lectura, y por sacar estos temas que me interesan a mí, y tómatelo con calma, que la tolerancia es algo muy gratificante.

  • M. Luisa

    Pienso que lo que hemos de considerar en primer lugar y  además es algo que de ello nos avisa ya Tamayo   es considerar  a la compasión como un valor a realizar  surgido  del fondo de la persona, que está ahí y la fundamenta, es decir, el carácter ético de la compasión  es anterior al que de ella se haga   un juicio moral.

    Hay que darle al término virtud un sentido  distinto del que estrictamente se le ha venido dando  y situar la virtud  a primera línea de lo humano para configurar su plena evolución. Evolución no es mero desarrollo (maduración) sino que en ella va incluida  esa fuerza que emana  de la realidad profunda de la persona. Es una reflexión rápida motivada por el artículo, pero espero que el citado libro  de J.J. Tamayo,  cuyo contenido promete, me la amplíe.

  • Isabel

    Por mi parte, Isidoro, no es resistencia, es negación a aceptar que la ética quede en manos de deterministas biológicos como Wilson.

    Primero y fundamental porque la desigualdad “no está en los genes”.

    Porque si se acepta la determinación biológica no es necesario cambiar nada, pues lo que entra en el campo de la necesidad queda fuera del campo de la justicia. La justicia surge solamente cuando hay posibilidad de elegir.

    “La biología es irrelevante en la medida en que somos libres para tomar decisiones éticas que pueden llevarse a la práctica, pero en la medida en que estamos condicionados por nuestra biología, son los juicios éticos los que son irrelevantes” (Lewontin)

    De ahí mi pregunta de qué científicos son esos que nos van a decir qué es ético. Wilson y sus seguidores descartados.

    Y tú que aludes tanto a la ciencia, qué tiene de ciencia lo del “guía”, “espíritu interior”, Tao.. Es curioso todo lo que te vale para madurar, menos pedir a Dios Padre que me libre de caer (hacer) en el mal, que eso es un anacronismo. Muy bien lo que a ti te sirva, pero te confieso que cada vez que leo cómo propones, y con cuánta insistencia! la maduración personal para evitar desde la pederastia hasta la desigualdad pasando por todo tipo de injusticias, me hierve la sangre.

  • Isidoro García

    Amiga M.Luisa, perdona el retraso en la contestación Yo creo, que en lo fundamental estamos diciendo lo mismo, pero expresado en otros términos.

    El comentario que tan poco te ha gustado, fue un bote pronto que tuve, ante la resistencia de Isabel y de Alberto, a aceptar la idea de que la moral, hoy día habría que quitársela a los “de letras”, filósofos y teólogo, y dársela a los científicos, que son los únicos que investigan, sin apriorismos tradicionales, en qué consiste la “naturaleza humana”.

    Y ese es a mi entender, el problema en cuestión, no en cuestión de terminología, en la que muy posiblemente tengas razón, porque tú sabes más que yo, en estos temas.

    Pero si queremos ser algo útiles a los demás, que lo necesiten, orientándolos en el difícil oficio de vivir, hay dos caminos para hacerlo.

    Uno el del moralismo, cayendo en el facilón,  (y tan gratificante para el que lo da), sermón dominical, en el que se les acaba diciendo, que uno vive, para realizar unos valores, (que naturalmente, los buenos  son los míos).

    El otro camino más largo y difícil, (pero más eficaz a la larga), es instando a la maduración de la persona, y la confianza en sí mismo, (en su voz interior, su guía, su “espíritu”, el Logos, el Tao, el Cristo interior).

    ¿Confiar en la gente?, ¡qué bestialidad!. Todo hombre es un lobo para el hombre.

    Dice el Maestro Eckhart: “Las personas no deberían pensar tanto en lo que tienen que hacer, tendrían que meditar más bien, sobre lo que son. 

           (…) Quienes no tienen grande el ser, cualquier obra que ejecuten, no dará resultado. No hay que insistir tanto en lo que uno hace, o en la índole de las obras, sino en cómo es el fundamento de las obras”. (Tratados y sermones).

    Aquí Eckhart, parecería que había leído el Tao, (cosa que o creo que no hizo). Dicen los taoístas: “El remedio adecuado en el humano inadecuado, no da resultado. Y el remedio inadecuado en el humano adecuado, sí lo da”.

    El equívoco proviene de una divergencia, en la relación causa y efecto: ¿Somos maduros, porque somos buenos, o somos buenos, porque somos maduros?. ¿Somos compasivos porque somos humanos, o somos más humanos cuando somos compasivos?.

    Parecería lo mismo, pero no lo es. Humanos lo somos siempre, otra cuestión es si somos buenos o malos humanos, o sea si estamos o no estamos maduros y desarrollados.

    Parecería claro que somos buenos humanos cuando somos compasivos, porque la compasión es una emoción social, que como todas las emociones, viene integradas en nuestra naturaleza genética, (a excepción de la psicopatía, que es una deficiencia o enfermedad -).

    (El 1% de la población está catalogada como psicópata: no siente empatía ni culpa. Ese porcentaje asciende al 4% entre ejecutivos, políticos y personas que ostentan cargos de alta responsabilidad – Lola Morón, psiquiatra).

    Pero entonces, ¿debemos esforzarnos en ser compasivos, o debemos esforzarnos en madurar y desarrollar nuestra naturaleza?. Para mí está claro que la madurez humana, engloba muchos ítems, uno de ellos es el de la compasión natural.

    Mientras que ser solo compasivo, es una cualidad aislada y limitada, de la que no se deduce necesariamente madurez. Las virtudes en exceso pueden corromperse, en obsesión patológica.

    Si te toca en una tómbola, un jarrón chino con un mago dentro, que te concede solo un deseo, no le pidas que te haga compasivo, pídele que te haga humano maduro, y con ello, tendrás todas las virtudes de una tacada.

  • M. Luisa

    La visión de Isidoro en este tema tiene que ver precisamente con la  objeción que le mostré en otro hilo con respecto al lugar o la colocación   de las categorías en la intelección. Según él estas quedan situadas   en el orden del ser y, por tanto,    en el del juicio, es decir, sobre el juicio que nos hacemos de las cosas  de ahí la gran variedad de atributos asignados a la compasión. Y  esto enlaza con la opinión que le expresé  hace unos días según la cual ,a mi modo de ver,   esta errónea visión  la produce el hecho de que las categorías  pertenecen no al orden  del ser sino al de la realidad. Él se fija en Jonathan Haidt, pero este autor es de los pocos que  todavía quedan como sustancialistas.

    La compasión es un valor a realizar (ética) por la persona  no obstante no  se enraíza  en su comportamiento  sino  en la realidad en que consiste la misma.

    Todavía no he recibido el libro del  profesor Tamayo , sin embargo, creo que ya debe estar en camino.

  • Santiago

    Es que da la sensación que la verdadera compasión quiere huir de este mundo tecnológico en que vivimos.

    .Como dice Isidoro no podemos “sustituir” lo humano  con la máquina y con la técnica moderna.  Y puede llegar a desaparecer esta identificación con el dolor ajeno, ya sea individual o colectivo, el dolor o la desgracia de un individuo o de una familia o de un pueblo entero…porque para poder sanarlo espiritual o materialmente hemos de tener compasión…

    Y es el modelo perfecto de compasión,  el que tenemos nosotros los cristianos en Cristo..Jesús de Nazaret “movido a compasión” cura a los enfermo, resucita a los muertos, multiplica los panes, salva al ladrón en la Cruz…Y es que es la compasión el motor de la caridad..Podremos predicar e incluso ayudar a los demás pero “sin compasión” nos alejaremos de ser verdaderas personas humanas y cristianas..

    Ligada pues está la compasión al amor de Dios que San Pablo nos dice que si no tenemos este amor compasivo -ni si distribuyéramos todos nuestros bienes y lo entregáramos a los más necesitados- si no tengo caridad- y por ende compasión-nada soy…estoy vacío 

    Es en la práctica de la compasión donde reconoceremos la autenticidad personal que hace a los seres humanos mostrar su verdadera dignidad

    un saludo cordial

    Santiago Hernández

  • oscar varela

    ¡Demasiado DIOS

    y poquito

    muy poquito

    casi nada

    de Julián Assange!

    ¿será porque se escribe con minús-cula?

  • oscar varela

    1- La autenticidad de cualquier COMPASIÓN
    se asienta en una “GRAN PUTEADA”
    (léase IMPROPERIO)

    2- Y LA puteada “original-originante”
    – comienza en la metáfora:
    “LA VIDA ES UNA HERIDA ABSURDA”
    – seguida de los PUNTOS SUSPENSIVOS (…)
    que cada cual habrá -indefectiblemente- de llenar.

  • oscar varela

    Ok!
     
    1- Está bien
    No está mal.
     
    2- pero:
    en esta Pandemia
    a muchos europeos
    (y más aun, estadounidenses)
    ¿no los estamos viendo
    “compadecerse”
    de los que se vacunan?
     
    3- Ergo;
    Hay algo que no funciona bien
    en este “Lenguaje”
    de que la COMPASIÓN
    es “eje”. “gozne”, “pivote”
    de la Ética.
     
    4- Esto ya se lo hube refutado
    A Antonio Pagola (padre de la creatura esta)
    ¿Cuántas veces habrá que repetirlo?

  • ana rodrigo

    Es cierto que muchas de las llamadas virtudes cristianas se ha ido reduciendo al ámbito individual, incluso individualista, quedando reducidas al sentimiento personal de los individuos. Como los diccionarios no inventan las palabras, sino que recogen los conceptos que están es uso en la sociedad, aquí tenemos el ejemplo de lo que acabo de decir y que nos recuerda Tamayo. La RAE; “sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”. El Larouse: “Sentimiento de lástima hacia el mal o desgracia que padece alguno”.. Y si ambos diccionarios coinciden en que es un sentimiento de pena y de lástima a nivel individual, es que debe ser lo que así ocurre.
     
    Ahora bien, JJ Tamayo escribe un libro de 296 para desarrollar el título La Compasión en un mundo injusto, cuyo título por sí mismo ya nos está indicando lo contrario de lo que dices, Isidoro Normalmente los moralistas, y Tamayo también lo hace, consideran la compasión como una virtud individual, personal,”
     
    Vale la pena leerlo, pues en XI apartados, el autor desmonta no sólo las definiciones light de los diccionarios citados, es decir lo que socialmente se entiende por compasión, sino que entra a fondo en el principio ético de las relaciones humanas, es decir en la compasión como fundamento inicial de la ética. Y no como un sentimiento individual y pasivo, sino como una actitud activa en la humanización de la sociedad, que incluye la política, la economía y, en general el sistema neoliberal. Como fue opción radical y actitud fundamental de Dios ante la opresión y el sufrimiento (Pág. 97), en todas las religiones.
     
    Dice el autor en la contraportada, “La compasión requiere participar activamente en el sufrimiento ajeno, pensar, conocer y mirar la realidad con los ojos de las víctimas, de las persona empobrecidas, luchar contra las causas que lo provocan y curar las heridas que genera la injusticia”
     
    Es un tema muy interesante y un libro muy serio y documentado sobre la compasión y la justicia en diferentes ámbitos.

  • Isidoro García

    Es interesante pensar en la relación entre compasión y justicia. Normalmente los moralistas, y Tamayo también lo hace, consideran la compasión como una virtud individual, personal, mientras que la justicia, lo adscriben mas a lo social, lo societario.

    Pero la psicología moral, considera a ambos conceptos, como principios innatos de la moral humana. Y por ello, su relación es controvertida.

    En su libro “La Mente de los Justos”, Jonathan Haidt compara la moralidad con el sentido del gusto.

    Lo mismo que existen cinco sabores básicos, nuestra moral sería también múltiple, y tendría varios pilares o fundamentos, seis en concreto, y dos de ellos son el del cuidado/daño, y el de la justicia.

    El principio del cuidado/daño se corresponde aproximadamente con la compasión: la capacidad de sentir empatía ante el sufrimiento de otros, el no hacer daño y el de cuidar a los demás y no querer que la gente sufra. 

           El principio de la justicia tiene que ver con el altruismo recíproco, la igualdad y la imparcialidad, los derechos individuales y la autonomía.

    Ambos principios de la moralidad son independientes, pues en cada persona, están dimensionados de distinta manera. Hay gente muy compasiva, que es menos justa, y hay gente muy justa, que es menos compasiva.

     

    El psiquiatra Pablo Malo, (en el que me baso yo en este comentario), en su blog, habla sobre Josua Mitchell, que tiene un libro, “American Awakening”, y sostiene que uno de los retos más importantes que tenemos en estos tiempos en nuestras sociedades, es encontrar una relación sana y eficaz entre la compasión y la justicia.

    Mitchell, ha señalado como la tecnología desde su inicio, ha consistido en idear suplementos para mejorar la situación del humano, empezando por el hacha de sílex.

    Pero paulatinamente, nos hemos ido acostumbrando a estos suplementos, y ya los utilizamos como sustitutos de lo humano. Pero no se puede convertir los suplementos en sustitutos, sin pagar un precio. Cuando los complementos se convierten en sustitutos nos volvemos adictos.

    Señala múltiples ejemplos, como los de las redes sociales, el comercio electrónico, el teletrabajo y las telereuniones, la comida rápida, los suplementos alimenticios, la toma de medicinas crónica, y hasta las drogas.

    Lo denomina “Sustituismo”, y lo cataloga como una patología debilitadora de la vida, una enfermedad, con un proceso que  pasa por tres fases: la vida sin el suplemento, la vida con suplemento, y la vida con el suplemento convertido en sustituto.

     

    Todo lo anterior viene a cuento, porque Mitchell, señala que otro de los ejemplos de sustituísmo, es el de la justicia y la compasión.

    Parece evidente que el desarrollo de la compasión, es más gratificante para el que lo siente, (sensación personal de abnegación, de solidaridad, casi heroica en los tiempos que vivimos), que el de la justicia, que quizás es más frío, más técnico, menos emocional. Y quizás de ahí provenga, esa tendencia al sustituismo.

    La postura de Mitchell es que la justicia es el plato principal y la compasión el suplemento, que la compasión no puede ser un sustituto de la justicia. Y que cuando se produce cualquier sustituísmo, se paga el correspondiente precio en inestabilidad.

    La psicología moral evolucionista, señala que la moral es múltiple y consistiría en un racimo de módulos con entradas y salidas diferentes que pueden entrar en conflicto entre ellas. La complejidad de la moralidad humana genera unas contradicciones que seguramente son inevitables.

    Como dice Michael Tomasello, “la moralidad humana no es un monolito, sino una miscelánea que se ha ido uniendo a retazos a partir de una variedad de fuentes diferentes, bajo condiciones ecológicas diferentes, en diferentes periodos, durante los varios millones de años de evolución humana”.