A. IDENTIDAD
1. La palabra SÍNODO comienza a sernos familiar.
Sin embargo, como suele ocurrir con las voces transliteradas de otras lenguas, el término se usa por lo general en un sentido acotado, desentendido de su significado originario.
El vocablo en cuestión procede del latín ‘synodus’ y este del griego σύνοδος (‘asamblea’), de σύν (‘juntamente’, ‘a la vez’, ‘con’) y ὁδός (‘camino’). Expresa, pues, una decisión colectiva de emprender un camino juntos. Sínodo alude a un conjunto de personas aunadas en el intento de converger en determinada dirección. La ruta no implica necesariamente el mismo punto de partida de los integrantes de esa asamblea, pero sí un mismo rumbo e idéntico destino.
2. Hace la friolera de tres mil doscientos años
un grupo de personas resolvieron emprender un camino juntos. Su opción, de consecuencias históricas entonces inimaginables, se recuerda con frecuencia aún hoy día. Un lanzado individuo de nombre Moisés junto a unos clanes familiares, derrengados ya por tantos trabajos forzados bajo la tiranía del poderoso Imperio egipcio, decidieron jugarse la vida escapando de la esclavitud a fuerza de arrojo y empuje. Para lograrlo, dieron la espalda a la resignación y se lanzaron a por todas. Les ayudó en su arranque renunciar al amparo de un Dios remoto y misterioso ausente durante su largo cautiverio. Pensaron, por el contrario, que el auténtico estaría de su parte aprobando su valiente determinación. Y Él se mostraría ahí mismo, a la vuelta de la esquina, andando por aquellos andurriales. Tal vez destapando su apasionamiento y desbocada fogosidad por cualquiera de las zarzas de algún monte de los alrededores. Así lo entendieron. Y, al describirlo, no dudaron en presentarlo como PROMOTOR DE LA LIBERTAD (Ex 3,2-10). Llegados a ese punto, dejaron atrás las ollas de Egipto e imaginaron a Dios abriéndoles el camino. Aquellas tribus esclavas pudieron sentir en esos días el aire fresco de su autonomía. Para los egipcios, en cambio, con sus creencias fijas en la ultratumba, aquel Dios aliado de los esclavos fue sin duda un pernicioso entrometido.
3. Mientras la sumisión amalgamaba a los esclavos en simples masas,
la libertad les abrió la posibilidad de llegar a ser un pueblo. La adquisición de tal condición social se hizo realidad con la aceptación por toda la asamblea de la Ley Constitucional. Ese día inolvidable en que el conjunto de los escapados decidió constituirse en pueblo fue recordado como: “El día de la Asamblea”:
“El Señor me entregó las dos losas de piedra, escritas de la mano de Dios; en ellas estaban todos los mandamientos que os dio el Señor en la montaña, desde el fuego, EL DÍA DE LA ASAMBLEA” (Dt 9,10; ver también Dt 10,4).
4. Mil doscientos años más tarde
el libro de Hechos volvió a recordar a esa asamblea del desierto:
“Fue él (Moisés), quien en la ASAMBLEA del desierto, medió entre el ángel que le hablaba en el monte Sinaí y nuestros padres…” (Hch 7, 38).
El AT utilizó el término hebreo qahal (‘asamblea’), (de qol ‘voz’; la voz que convoca), para designar al conjunto de personas del pueblo reunidas por alguna circunstancia. La versión de los LXX tradujo en la mayoría de los casos ese término hebreo con el griego ἐκκλεσία (leído: ‘ecclesía’: ‘asamblea’), de ἐκ-καλέω (‘llamar fuera’, ‘invitar a salir’, ‘convocar’). El latín transliteró la palabra ἐκκλεσία escribiendo: ecclesia y de ahí la nuestra: ‘iglesia’.
5. Si en algunos de nuestros pueblos preguntáramos por la iglesia
entenderían la pregunta referida a una edificación sobresaliente de esa población. En la lengua inglesa y en la alemana los términos empleados para hablar de iglesia: church y kirche proceden de un vocablo griego distinto: κυριακόν (‘templo del Señor’). Pero en el NT nunca se identifica ἐκκλεσία con un edificio hecho con piedras o ladrillos. Se habla de edificio o templo siempre aludiendo a personas, al conjunto de una asamblea o iglesia:
“…labranza de Dios, edificio de Dios sois vosotros” 1 Cor 6,9).
“Por tanto ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los consagrados y familia de Dios, pues fuisteis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, con el Mesías Jesús como piedra angular. Por obra suya la construcción se va levantando compacta, para formar un templo consagrado al Señor” (Ef 2,19ss.).
6. Tampoco designa una estructura u organización.
Ἐκκλεσία exige ser traducido en la gran mayoría de los casos por ‘comunidad’. Ese es su sentido.
La palabra ἐκκλεσία habla en todos los casos de un conjunto de personas unidas y con la vista puesta en un objetivo. En el mundo griego aludía siempre en sentido socio-político a la asamblea del pueblo. Con este significado se empleó en Hech 19,32.39.40:
“Mientras cada uno gritaba una cosa porque la asamblea estaba hecha un lío y la mayoría ni sabía para qué se habían congregado” (Hech 19,32)
apuntando a un alboroto popular que se produjo en la ciudad de Ëfeso: “La ciudad se llenó de confusión y la gente se precipitó en masa hacia el teatro…” (Hech 19, 29). Salvo en este caso, en el NT se aplica siempre a un colectivo determinado de personas adheridas al Proyecto del Galileo.
7. El término ἐκκλεσία se escribe en 114 ocasiones en el NT.
De ellas, se encuentran 62 en las cartas de Pablo, 23 en Hechos, 20 en Apocalipsis, 3 en la tercera carta de Juan, 2 en Hebreos y 1 en Santiago. Este hecho sugiere que fueron las comunidades de adheridos al Proyecto quienes, años después de haber sido ejecutado Jesús, adoptaron el vocablo ἐκκλεσία: comunidad como seña de identidad colectiva. De ese modo se diferenciaban de las comunidades judías, que prefirieron usar συναγωγή (‘asamblea’), del verbo συνάγω (‘conducir juntos’, ‘reunir’, ‘convocar) compuesto de σύν (‘con’, ‘juntamente’) y ἄγω (‘conducir’, ‘llevar’), a la hora de hablar de sus comunidades.
8. En los evangelios de Marcos, Lucas y Juan no hay ni rastro de la palabra ἐκκλεσία.
Llama la atención, sin embargo, que Mateo la utilice en dos de sus relatos, En uno de ellos, repetidamente y con carácter local. Según el texto, esa comunidad local tiene la última palabra:
“Si no les hace caso (a testigos de un supuesto hecho), díselo a la COMUNIDAD, y si no hace caso ni siquiera a la COMUNIDAD, considéralo como un pagano o un recaudador” (Mt 18,17);
En el otro, con carácter general, dirigiéndose a Pedro y aludiendo a que lo afirmado previamente por este servirá como fundamento sobre el que se sustentará la comunidad de adheridos a su Proyecto:
“Ahora te digo yo: Tú eres Piedra (σὺ εἶ Πέτρος) y sobre esa roca (ταύτῃ τῇ πέτρᾳ) voy a edificar mi COMUNIDAD y el poder de la muerte no la derrotará” (Mt 16,18).
Mateo, escribiendo para comunidades de personas provenientes del judaísmo, pone el término ἐκκλεσία (‘comunidad’) en boca de Jesús para confirmar que la asamblea de los adheridos a su Proyecto nada tiene que ver con la comunidad judía: συναγωγή (‘sinagoga’, ‘comunidad’). El soporte sólido y fiable (πέτρᾳ: ‘roca’) sobre el que se cimenta esa comunidad será la aceptación de lo declarado con anterioridad por Pedro (Πέτρος: ‘piedra de tirar’, ‘guijarro’; apodo dado por Jesús a Simón por su cabeza dura):
“Simón tomó la palabra y dijo:
– Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16).
9. Los judíos esperaban a un Mesías hijo de David.
Pensaban que su parecido con el violento y criminal David, le llevaría a conseguir un imperio hegemónico. Para dejar las cosas claras, Mateo, sin embargo, explica que Jesús será aceptado como Mesías, pero su forma de actuar estará lejos de parecerse a la de David. En él se reconoce solo su parecido al mismo y auténtico Dios. Esa -afirmará Mateo- será la base sólida sobre la que se asiente la comunidad del Galileo (ἐκκλεσία).
Es frecuente el uso en plural del término ἐκκλεσία para hablar de las comunidades extendidas por la región fieles al mensaje:
“Entre tanto, las comunidades gozaban de paz en toda Judea. Galilea y Samaría. Pues se iban construyendo, progresaban en la fidelidad al Señor y crecían, alentadas por el Espíritu Santo” (Hch 9,31).
10. Las comunidades nunca aparecen adscritas a un templo.
Los lugares de reunión son aquellos donde se desenvuelve la vida: las casas:
“Os mandan recuerdos las comunidades de Asia. Un caluroso saludo cristiano de parte de Aquila, Prisca y la comunidad que se reúne en su casa” (I Cor 16,19).
“Pablo, preso por el Mesías Jesús, y el hermano Timoteo, a Filemón, nuestro querido amigo y colaborador, a nuestra hermana Apia, a Arquipo, nuestro compañero de armas, y a la comunidad que se reúne en tu casa” (Flm 2; ver también Rom 16,5; Col 4,15).
A medida que pasa el tiempo las comunidades se van identificando por la ciudad en que habitan, lo que no hace anónimos a sus integrantes:
“Había en Antioquía, según el uso de la comunidad local, profetas y maestros, a saber, Bernabé, Simeón apodado el Negro y Lucio el Cireneo, así como Manaén, que se había criado con el tetrarca Herodes, y Saulo” (Hch 13,1).
Cada una de esas comunidades tampoco pierde su identidad, de modo que la conservan, incñluso perteneciendo un grupo de ellas a la misma ciudad:
“Acerca de la colecta para los consagrados: las instrucciones que di a las comunidades de Galacia seguidlas también vosotros” (I Cor 16,1).
11. La Comunidad o Iglesia universal no se concibe como el montante de todas las comunidades,
sino que cada una manifiesta el sentido universal de su ser y su actividad: el reinado de Dios o sociedad alternativa. Y no se distinguen por la creencia individual de sus integrantes sino por la función única que desempeña como comunidad (ἐκκλεσία).
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Me parece que fue el padre Arnaldich, franciscano que ocupaba la cátedra de Escritura en el primer curso de teología en la Pontificia salmantina, quien informaba a los desasnables ensotanados que le escuchábamos, que keila, en hebreo, tenía la misma raíz que ecclesia y que ambas dicen asamblea, comunidad. Fue entonces, 1965 creo, cuando nos abrió la mente, al menos a mí que no tenia ni remota idea, hacia la igualdad radical de las comunidades judías y las comunidades de seguidores de Jesús en Palestina. Leo con idéntico afán de perder el pelo de la dehesa a Salvador aunque espero que el buen padre Arnaldich cuide mi mente para el recta supere.
¡Gracias Salvador!
Por poner como siempre, muy clarito el…camino-alternativa…que el Galileo Jesús, puso en marcha.
Y ahora ¿Qué queda de ello?
Grandes templos llenos de imágenes, algunas de ellas rodeadas de joyas.
¿Dónde queda el Mensaje que nos puede llenar de Vida y lo aceptamos de manera real?
Cuando estuve en la misión-comunidad de Lago Agrio, la iglesia…era a la vez…casa del pueblo, lugar donde se compartían todas las cuestiones que concernían a la comunidad:
¡Todas!
La formación, parte principal para la vida de la comunidad; pero también, sus necesidades y problemas, todo se ponía en común.
Recuerdo, celebrar la Eucaristía…de manera más cercana que se hace aquí…y después, se ponían encima de la mesa aquellas causas que la comunidad llevaba entre manos.
Ahora no sé como transcurren…con dolor…dejé de asistir ha ellas.
Ha sido una gran parte de mi vida, completamente entregada ha ella, en todos los sentidos.
Gracias Salvador, por traernos de nuevo el frescor y la responsabilidad que lleva consigo el seguimiento de la:
“Alternativa novedosa”
Que el Galileo dejó en nuestras manos.
Un abrazo entrañable.