Personalmente agradezco mucho que Jesús haya dedicado este artículo a resaltar la fe y el amor que Teresa de Lisieux mantuvo con coraje en medio de la noche y la nada en la que, según sus auténticos escritos, vivió el último año y medio de su vida. En varios de mis escritos (y de Boff y de Isidoro) ha salido el testimonio de esta jovencita francesa que pasa de una fe burguesa familiar a una fe depurada y personal. Invito a leer o releer esta entrada, junto con el jugoso hilo de comentarios. Es de hace siete años. Cuando no teníamos que luchar contra el no-teísmo, yendo por delante en desmitologización: Un viaje a Roma. AD.
“La nada puede ser transformada en fuego de amor”
Es conocido que hay dos Teresas de Lisieux: la primera, la maquillada por sus hermanas (particularmente por Inés), y la segunda, recuperada, entre otros, por Jean-François Six a partir de la publicación de sus escritos autógrafos1.
1.- Una fe sin dudas y fuente de felicidad
Hasta la Pascua de 1896 Teresa goza de una fe viva y clara en la que el pensamiento de la eterna comunión del cielo constituía toda su felicidad. “¡Qué transparente y ligero – confesará – era el velo que escondía a Jesús de nuestras miradas!”.
Esta fe le durará hasta la noche del jueves al viernes santo de aquel año, es decir, del 2 al 3 de abril, fecha en la que tuvo un vómito de sangre que se repitió a la noche siguiente. Teresa acababa de cumplir 23 años en enero.
Los vómitos no la asustan, a pesar de que le indican que, tal vez, vaya a morir, lo que es su aspiración: “Tuve el consuelo de pasar el Viernes Santo según mis deseos. Nunca me habían parecido tan deliciosas las austeridades del Carmelo; la esperanza de ir al cielo me volvía loca de contento. Llegada la noche de aquel venturoso día, llegó también la hora de acostarse, pero, como la noche anterior, Jesús me dio la misma señal de que mi entrada en la vida eterna no estaba lejos”.
2.- “La noche de la nada”
Durante el tiempo pascual se produce un vuelco brutal en el que permanecerá hasta su muerte: se introduce en la noche más absoluta en la que el pensamiento del cielo, reconfortante hasta entonces, se convierte en un “motivo de combate y de tormento” al entrar en una experiencia profunda de la increencia: “Jesús -dirá- me hizo comprender que hay verdaderamente almas sin fe”, es decir, que existen personas que optan, con conocimiento de causa, desde una total libertad, por el rechazo de Dios.
En esto consiste lo que ella llamará la “prueba interior” que le “roba todo goce”. “Esto no es ya un velo para mí, es un muro que se alza hasta los cielos y cubre el firmamento estrellado”.
Incluso llegará a confesar: “las brumas que me rodean se hacen más densas, penetran mi alma y la envuelven de tal suerte, que ya no me es posible encontrar en ella la imagen dulcísima de mi patria. ¡Todo ha desaparecido¡”. Y “cuando quiero que mi corazón, fatigado por las tinieblas que lo cercan, descanse en el recuerdo del país luminoso al que aspira, mi tormento se redobla”.
Es así como irrumpe la opacidad más completa y como todas las luces se desvanecen quedando tan solo “el recuerdo del país luminoso”, la evocación de una fe antes clara y que ahora se ha trocado en noche y desnudez radical.
La dureza de la “prueba” la describe Teresa en otra ocasión con la ayuda de los siguientes términos: “Me parece que las tinieblas, apropiándose la voz de los pecadores, me dicen burlándose de mí: ‘Sueñas con la luz, con una patria aromada de los más suaves perfumes. Sueñas con la posesión eterna del Creador de todas las maravillas. Crees poder salir un día de las brumas que te rodean. ¡Adelante! ¡Adelante! Gózate de la muerte que te dará no lo que tú esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada’”. Teresa se detiene en este punto y comenta: “No quiero extenderme más, temería blasfemar… Hasta tengo miedo de haber dicho demasiado…”.
Y así, de golpe, la fe ya no aporta su luz ni da sentido a la noche. Teresa se adentra en una oscuridad total como un muro que impide toda claridad y que durará hasta el final de su vida. Es cierto que la vive con la esperanza de ver la luz, pero en el día a día lo que prevalecen son las tinieblas. Quiere creer y espera en Jesús, pero ya no le ve.
3.- El intercambio entre la verdad y la bondad
Sin embargo, hay un punto de inflexión en esta oscura tiniebla.
Es cuando Teresa empieza a descubrir que es posible amar y encontrarse con Dios en la nada porque esa oscuridad o silencio también ha sido -y está siendo- visitada por El.
La nada puede ser transformada en fuego de amor. “Para que el Amor quede plenamente satisfecho, es necesario -afirma- que se abaje, que se abaje hasta la nada y que transforme en fuego esta nada…”. Y es así como también descubre que al vertiginoso abismo de la nada corresponde la sima del Amor en lo dicho, hecho y encomendado por Jesús.
Como consecuencia de ello se asiste al desprendimiento de una fe que quiere evidencias y que sólo está movida por el deseo de ver y a la aparición de otra que no consiste tanto en verlo todo y en atravesarlo todo, sino en amar; sobre todo, en la noche.
4.- Y, finalmente, el primado de la bondad
Una fe, por tanto, que no se agosta por no ver, sino que, precisamente porque no ve, se hace más deseosa de “ejercitarse en el amor” como recuerda, citando a Juan de la Cruz y que visualiza el texto bíblico que transcribe en una libreta el otoño de 1896: “Si das al hambriento tu pan y sacias el apetito del oprimido, brillará en las tinieblas tu luz, y tus sombras se harán un mediodía” (Is. 58, 10).
El testimonio de Teresa de Lisieux muestra que el “jesu-cristiano”, amando a los últimos (con los que se identifica el Nazareno), está en la verdad definitiva, es decir, en relación con Dios; aunque sea en medio de la oscuridad racional y en la ausencia de su experiencia, supuestamente directa, en lo más íntimo de uno mismo.
¡Gracias Jean-François Six por haber recuperado esta supremacía de la bondad, también presente en los escritos autógrafos -y no maquillados- de Teresa de Lisieux!
1 J.-F. SIX, “Una luz en la noche. Los 18 últimos meses de Teresa de Lisieux”, Madrid, 1996. Los interesados en los detalles, bibliografía y ampliación de este asunto pueden consultar: J. MARTÍNEZ GORDO, “La veta agnóstica del cristianismo” en LUMEN 53 (2004 125-167
Puede parecer un contrasentido el que, el Cristo interior, que todos llevamos dentro de nuestra mente, en forma de arquetipos sapienciales genéticos, aflore en muchos “espirituales”, suscitando dudas en la fe segura que en muchos, la apologética catequística cristiana les ha ahormado en la mente.
Pero no lo es. Todo lo contrario. Esa fe segura, sin la menor duda, ni fisuras, lejos de ser algo positivo, es una perversión de la fe.
Un estado de conciencia en el que todos los parámetros de la fe, son incluídos como verdades seguras y claras, es una fe que no se adecua a la realidad. La fe exige confianza, sí, pero no seguridad. (La fe del carbonero, es respetable, pero solo para los carboneros. Reconozco que habrá muchas personas que lo que necesitan en primera instancia, es una seguridad de la que carecen y se sienten por ello muy perdidos y temerosos).
Por ello la noche obscura de la fe, lejos de sr una regresión religiosa, una tentación demoníaca, es un paso adelante en el grado de conocimiento espiritual. Y una fe que no sea compatible con el conocimiento de la realidad, es una fe infantiloide y primaria, (un primer escalón de la larga escalera).
Lo que pasa es que a la Institución no le gusta tener personas que sepan la realidad, prefiere mejor personas que se autoengañen: dan menos complicaciones.
El percibir un “Dios” que no está disponible para nosotros, siempre que lo busquemos, es doloroso, pero es madurador. Lo primero que tiene que hacer un huérfano, es ser consciente de su orfandad. Y ser consciente de que el amigo invisible”, que tanta compañía nos hacía, no existe, es el primer paso para empezar a ser un ser maduro.
Por eso el Cristo interior, o chispa del Espíritu, (atman), que llevamos dentro, lo primero que hará, es situarnos en la realidad, y después seguirá suscitando intuiciones posteriores mas complejas, que nos ponga en el camino del conocimiento de la Realidad.
El camino del “conocimiento” es doloroso, pero ¿quién dijo que todo era fácil, sencillo y placentero?.
antonio: Mi email es 626449297
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Es interesante los distintos puntos de vista en los que se adentra el tema, sin embargo creo que para comprender actualmente la experiencia que vivió Teresita sería muy necesario intentar entrar en el fondo de esa experiencia que vivió según la cual y según también como se mire estaría al alcance de todo ser humano aunque no sin antes hacer algunas modificaciones conceptuales.
Y para intentar entrar en el fondo de la experiencia que vivió Teresita creo que se ha de partir no de un análisis psicológico sino de aquello de lo cual solo los seres humanos pueden tener experiencia, a saber: de la realidad.
Porque si tomamos como auténtica la historia que el artículo nos cuenta a partir de sus escritos autobiográficos lo que no podemos hacer es tomarlos como si fueran todos ellos un conjunto de estados en los que la persona se encontraba en calidad de estados meramente psicológicos. Si de experiencia se trata esta no puede venir más que de momentos personales realmente vividos. Y esto es lo que a mi modo de ver sería objeto de análisis.
Ahora bien, visto este caso en la perspectiva del tiempo, necesariamente requerirá de cambios conceptuales importantes, por ejemplo, entender esa accesibilidad sin que por ello haya de contraponerse la materia a la inmaterialidad del llamado espíritu algo ya superado en los tiempos que corren. Y luego si desde como digo considero que tal experiencia parte de la realidad misma “estante” si se quiere, en la que todos estamos inmersos, no entiendo ese dictado primero y principal que nos dice “seamos “buenos” humanos, (que no es lo mismo que ser humanos “buenos”), y si luego hay algo más, bienvenido sea”.
Precisamente si por algo hay que empezar es por “ese algo más” que no tiene nada de condicional, sino que se nos da real y efectivamente en la inteligencia. Por tanto no se trata de una corrección psicológica inducida posteriormente tras el análisis de esa experiencia, sino de extraer de ella esa posibilidad que todos en mayor o menor medida y en variedad de formas podemos vivir.
Amiga M.Luisa, ya varias veces vienes señalando que el análisis psicológico del comportamiento humano de una persona, es algo distinto del análisis de la realidad.
La psicología es el análisis “científico”, (con todas las debilidades de las ciencias sociales), del comportamiento real del ser humano. Y por lo tanto el estudio psicológico es un estudio global, con ánimo de totalidad.
Lo de compartimentar conocimientos y fragmentarlos en áreas, es solo un modo imperfecto de llegar a conocerlo todo, que es muy difícil,
El pensamiento de Teresita, que es solo una cosa personal suya, y solo tiene interés si de él los demás pudiéramos sacar alguna lección, no lo conocemos.
Solo tenemos unos escritos íntimos, personales, (que intentaron destruir sus hermanas), y unos escritos más públicos, que estaban inmersos en el espíritu religioso conventual, unidos a testimonios bienintencionados de los que pretendían su canonización.
(Ya sabemos que las canonizaciones, son una “merienda de negros”, donde lo de que el fin justifica los medios, campa por sus respetos. Ya se sabe que no hay santos trapenses, porque para que un trapense sea santo, debe haber al menos otro que deje de serlo).
Y para suponer los pensamientos de Teresita, la psicología tiene todo que decir, pues ella era humana, no extraterrestre.
Respecto a lo de que hay que ser “buenos humanos”, que no es lo mismo que “humanos buenos”, es una frase de cierre de comentario, que quizás no venía del todo a cuento, pero que intentaba señalar, que el método de ascética eclesial, y el método de ascética espiritual directo, se diferencian sobre todo en eso.
Que la ascesis eclesial, (la agustiniana), se queda en el moralismo que nos quiere hacer “buenos”, mientras que la ascesis espiritual del Cristo interior, (la pelagiana), lo que busca es la conversión interior, la de la maduración humana, la de llegar a ser “buenos humanos”, y que de eso vendrá lo otro como consecuencia y por añadidura, (“y si luego hay algo más, bienvenido sea”).
Me faltó poner: “y si luego hay algo más, (que lo habrá),…
No nos confundamos amigo Isidoro, aquí todos opinamos y yo no hago sino esto mismo, opinar. Solamente que como de una sola vez no puedo hacerlo por razón de tiempo voy parcelando mi comentario en un borrador a medida que os voy leyendo espaciadamente cuando el trabajo me lo permite, pero solo para coger ideas, en manera alguna con ánimo de señalar posiciones como al parecer tú das a entender, sino todo lo contrario contrastarlas sin previas insinuaciones.
Ahora no me puedo entretener, pero vaya esto por delante, en efecto la psicología es una ciencia del comportamiento humano considerando a la persona precisamente desde el punto de vista dual del ser (puede ser de una manera o de otra) en cambio, desde el punto de vista no dual de la persona aquel habrá de considerarse desde el punto de vista de la realidad unitaria en la que la persona consiste… En fin dicho esto lo dejo aquí porque mi tiempo ahora no da para más.
El amigo Juan Antonio, destaca muy lúcidamente, que hay un cierto equívoco y contradicción entre la supuesta “infancia espiritual”, que se le tribuye a Teresita, y la “madurez espiritual”, que con justicia se le atribuye.
Y es que aquí lo que está en juego y se dilucida, es donde está la fuente o el camino a seguir de todo humano, para su maduración y el desarrollo de su naturaleza lo más perfecto posible, concretamente de su “conciencia”. (En sentido psicológico, no moral).
Hay dos caminos: seguir el camino espiritual propuesto por la Iglesia, o seguir el camino directo del “Jesús cósmico”, que todos llevamos dentro en nuestros arquetipos sapienciales, lo que tradicionalmente se denominaba como “alma”.
Ambos son válidos, pero yo los diferencio un poco, como la “contrición” y la “atrición”. La contrición es un arrepentimiento más directo, más perfecto: un reconocimiento directo del error cometido. La atrición es un arrepentimiento por motivos moralistas o estéticos.
El camino del seguimiento eclesial, es más bien ascético y requiere mucho esfuerzo y virtudes humanas. Y se basa sobre todo en la obediencia, y la automutilación de nuestra creatividad y autonomía individual: “El que obedece no se equivoca”.
El camino de la espiritualidad directa, es mejor, es más directo, aunque también es más peligroso. Teresita, (en mi opinión), lo eligió, porque se consideraba débil, y sin la fuerza y las virtudes humanas necesarias, y esa es la clave de su aparente infantilización.
Teresita, utilizó la vía de la auténtica humildad, (el conocerse perfectamente a sí mismo), y decidió que no estaba en condiciones de esforzarse en virtudes ascéticas, cuando tenía a su alcance la fuente del Agua pura. Eso es confiar en Dios.
Prefería el camino directo del corazón, de su contacto directo con Él, y con las intuiciones que recibía de esa fuente de Sabiduría, de las que tenía absoluta confianza en su veracidad.
Porque como muy bien cita Juan Antonio, quien tiene a Dios, todo lo demás, (Papas, Iglesias y sursum corda), le sobra y nada le falta.
Teresa de Lisieux nos pone en el tablero teológico, la incoherencia del camino espiritual jesuítico.
Está prisionero entre la doble pinza de la dura búsqueda de la perfección personal, y por otra parte, el autosabotaje del desarrollo de la mente individual, (a la que se acusa de individualista), y creativa, convirtiéndola en un obediente esclavo de la organización religiosa. “Roma locuta, causa finita”.
(Contradicción que se articula perfectamente, con el esforcismo de su lema: “Trabaja como si Dios no existiera, y reza como si todo dependiera de Él”. Ejemplo claro y descarado de lo de poner una vela a Dios y otra al diablo).
Para ello se promueve toda una mezcolanza de humildades, y obediencias serviles, al servicio de la “Organización”, con el pretexto y justificación de que “eso” es obra de Dios, y no hay más que hablar.
Para aumentar el confusionismo, se equipara el ego humano, la sede de nuestra personalidad, (el self freudiano), como egoísta y narcisista por naturaleza.
Olvidando u ocultando que hay un narcisismo bueno y otro malo. El narcisismo bueno es el que en su justa medida vertebra y sostiene nuestra autoestima, tan necesaria para nuestra maduración.
Dominar el ego, no es matarlo y eliminarlo. Su significado es que hay que dominar la mente consciente, (que usualmente se asocia al ego), para poder contactar entender e interpretar bien, los mensajes del “corazón”, (de la mente sabia subconsciente).
No es anularse como persona individual. ¿Acaso no queréis que vuestros hijos tengan autonomía, pensamientos y decisiones propios? ¿Los preferís que sean unos zombis, que solo sepan obedecer?.
El camino del “espiritual”, de la persona que busca el contacto directo, es proceloso y peligroso, sí. Pero es el único camino religioso que es compatible con la maduración y la auto realización personal, que se supone que en el tercer Milenio, es el único objetivo que deberíamos buscar.
Primero y principal seamos “buenos” humanos, (que no es lo mismo que ser humanos “buenos”), y si luego hay algo más, bienvenido sea.
El caso de Teresita, tiene unas circunstancias, que no hay que perder de vista, de cara a sacar provecho de su vida y experiencia.
Ella estaba inmersa en un ambiente conventual, al cargo de sus dos hermanas mayores, que sustituían a su madre fallecida, que eran las superioras del convento. Y tenía al morir sólo 24 años.
En su época, finales del s. XIX, y en su ambiente conventual, es claro que imperaba la espiritualidad católica tradicional, aunque el modernismo, ya empezaba a hacer estragos en la época, y fue condenado en 1907, y el juramento antimodernista se inició en 1910.
Debido a su propio testimonio “secreto”, se sabe claramente que sufrió una fuerte crisis de fe, con una muy dolorosa travesía del desierto, su “noche obscura del alma”. Lo que hoy llamaríamos una fuerte crisis existencial de maduración, en su versión axiológica religiosa.
Y estas crisis de maduración, que en mayor o menor medida hemos atravesado mucha gente, agudizadas en la etapa posterior al nacionalcatolicismo y el Concilio, se resuelven en una enorme crisis de fe, que acaban en muchos casos con un cambio de cosmovisión religiosa, “negociada”, de mejor o peor forma.
Hay quien rompe de golpe. Yo ya he contado que la misa y comunión de mi boda, fue la última de esa etapa de comunión diaria, que mantenía, ya con grandes dudas. Seguí muy interesado en la religión, seguí suscrito a Vida Nueva, y a estas alturas de mi vida, sigo zascandileando aquí.
Pero me ayudó mucho mi boda con una persona no creyente, ni practicante, que solo influyó circunstancialmente. Y ya rematé la faena, al poco tiempo después, cambiándome de equipo de fútbol, desde el Barcelona, (del que era fiel seguidor), al Real Madrid, también por razones ideológicas. (Le sigo teniendo cariño al Barça).
Por eso, a mí, el tema de las crisis existenciales me interesa mucho. Es uno de los fenómenos más importantes de mi vida.
Dice el psiquiatra, García de Haro: “Los cambios de creencias, suelen ir precedidos de una crisis vital, porque todo se transforma incluso la esencia de sí mismo, y la gente siente moverse bajo sus pies, el mundo en el que ha creído vivir.
Cuando se cambian las creencias, se muere y se renace, según la expresión religiosa”.
Y el gran Assagioli, dice: “El cambio comienza frecuentemente con un sentimiento creciente de insatisfacción, de carencia, de “que falta algo”. Pero esto “que falta” no es nada concreto y material; es algo vago y huidizo, algo que es incapaz de describir.
A esto se añade paulatinamente un sentimiento de irrealidad y de vacío de la vida ordinaria. Los asuntos personales, que previamente absorbían gran parte de su interés y de su atención, parecen retirarse psicológicamente a un plano posterior; pierden su valor y su importancia.
Surgen nuevos problemas. La persona comienza a preguntarse, por ejemplo, por el sentido de sus propios sufrimientos y los de los demás. Y por la justificación que puede existir para tanta desigualdad en el destino de los seres humanos”. (Assagioli, 1993, p. 64-65).
Todos, mientras estamos vivos, sufrimos cambios constantes en nuestro cuerpo y en nuestra mente. La conciencia humana, (el conjunto de la mentalidad), tiene un mecanismo automático de maduración y cambio, que actúa, sin que nos demos cuenta.
El problema es que la cultura tribal, en pro de la coherencia interna, dispone de unos mecanismos de defensa anti-cambios, de resistencia a esas variaciones en nuestra cosmovisión propia, de obediencia a la programación mental recibida, al sometimiento acrítico del pensamiento, bajo la falsa conciencia del llamado pensamiento único dominante en la época, (el zeigeist).
Y esos mecanismos defensivos utilizan todos los mecanismos morales posibles, como la obediencia y lealtad a juramentos y promesas realizadas, la falsa “humildad” y la demonización de la “soberbia” individualista, un erróneo abajamiento del “ego”, la nostalgia natural de todas los recuerdos de la infancia, etc. toda una panoplia de mecanismos de chantaje emocional, que nos frenan en seco, y nos generan unos problemas emocionales gravísimos.
En esa “guerra civil cultural interna”, mucha gente en el fondo “sabe”, pero no quiere admitir que sabe, por lo que sigue comportándose como si no supiera, (J.L. San Miguel).
Pero las tensiones y sufrimientos internos son tan grandes, que llega un momento en que uno decide dejar de engañarse a sí mismo. Porque cada vez que te engañas a tí mismo, estás suplicando que alguien te siga mintiendo.
“El fenómeno de los sufrimientos morales de la crisis, lejos de entenderse como el mal irreparable asociado a esa civilización angustiada por el sinsentido, aparece como la lógica rebelión de la naturaleza, ante nuestra obediente programación mental, ante el sometimiento acrítico del pensamiento, bajo la falsa conciencia del llamado pensamiento único.
La crisis puede paradójicamente aparecer como una preciosa oportunidad de DESAPRENDER, el saber aprendido y de desandar el camino andado, para que, desnudos de la hojarasca de los aferramientos, podamos al fin abrirnos a la experiencia del Ser que brota del silencio, haciendo que en cada momento la existencia vivida coincida con el ser que se presiente”. (Blog La divina locura).
Mi gran duda respecto a Teresita, es, si murió en la espiritualidad tradicional del convento, o solo lo fingió presionada por el medio ambiente.
Lo que sí que es seguro, que ya no era la misma que entró en el convento.
Aporto también esta reflexión en torno a la gran Teresa de Lisieux. Reflexión que a veces puede parecer -y ser- demasiado abstracta. Pero es lo que me han sugerido algunas frases suyas. Teresa era una mujer inteligente -que solo buscaba la verdad-, y también mucho más madura -psíquica y espiritualmente- de lo que correspondía a sus años. Comienzo, pues, por preguntarme y exponer brevemente cómo entiendo hoy algunos conceptos que ella utiliza:
–La Nada: La nada absoluta como algo previo (ni siquiera el espacio tendría lugar, porque ya sería algo) me parece un absurdo. La nada solo es concebible como retorno del yo personal a la materia, en la que se disuelve, y por ello como falta de sentido de esta realidad cósmica, por otra parte impresionante, elocuente y conmovedora. Pero sostener que carece de sentido es muy difícil (por no decir imposible) demostrarlo, tanto a nivel racional como científico.
–El Amor tiene alguna relación con esa “nada”? ¿El Amor es lo que da entidad a eso que se llama “nada”? ¿El Amor es lo que da sentido y transforma la “nada” de la materia en algo más que pura materia, o en algo más que pura ilusión? En otras palabras, ¿el Amor lo explica todo porque es la esencia de la Realidad más absoluta, que insufla-programa la aparición de la vida…, de la que surge el ser humano, capaz de amar?
–En este caso, ¿qué es el amor? ¿Solo una emoción? ¿No será la consecuencia, el culmen, de una inteligencia emocional, de una voluntad bondadosa y humilde, que decide y se autoafirma libremente? ¿Ese culmen no será la Bondad que lo engloba todo? En este caso, la mejor definición de la realidad más completa ¿no será la Bondad, que es Amor inteligente que nos supera? Si es así, ¿es lógico y racional limitarnos a lo inmediato -la materia -y no buscar ningún otro sentido a la vida humana que es más que materia? ¿No habrá ninguna vía de acceso a esa posible inmaterialidad?
–La experiencia de Dios, es la vía inmaterial, espiritual, de acceso. Sabemos que esta experiencia la sintió-conoció Teresa de Lisieux cuando dijo: “Sé por experiencia que el reino de Dios está dentro de nosotros”. Y también cuando afirmó, como nos recuerda Isidoro, que “en el fondo de mi corazón sé que estoy en -con, añadiría yo- la verdad”. Y habla así porque, como diría Juan de la Cruz, esa “experiencia” es más cierta que la luz de mediodía. Experiencia que, pese a ella, puede compaginarse con la tiniebla de la noche…, como le ocurrió a Teresa. Y no es extraño: a Jesús le ocurrió lo mismo en el momento de su misma muerte… Y sin embargo, dijo: CONFÍO, EN TUS MANOS…
La dura prueba de la fe que sufrió Teresa de L. puede interpretarse como una prueba muy dura de purificación íntima, y de confirmación de que su amor total a Jesús de N. era más que meras palabras, que se lleva el dolor de espíritu. Ese amor tan profundo, tan fuerte y tan firme tenía en Teresa de L. un fondo (permitidme expresarlo así), un fondo casi óntico. Su amor fue identificación total con el Amor y por eso es-fue autenticidad absoluta. (Lo que sorprende, más bien asombra en una chica de veinte y pocos años.) Por eso resistió la prueba y acabó precisamente su vida con un “TE AMO”. Teresa de L. es, en varios aspectos, un modelo para hoy. Veremos estos aspectos mañana en una segunda parte (para no alargarme demasiado,)
2. Paso a una breve referencia acerca de algunos rasgos personales, e ideas, que parecen importantes para entender mejor -es mi opinión- a Teresa de Lisieux. -Teresa era un mujer sensible, inteligente y deseosa de saber. En sus estudios se interesaba sobre todo por la Historia y las Ciencias. (Lo que puede explicar cosas…) A sus 15 años era una adolescente muy madura, psíquica y moralmente. Madurez propia de una persona de al menos 20 años. Cuando entró en el Carmelo sabía muy bien lo que quería y era muy consciente de lo que le esperaba, al menos en algunos aspectos de relación personal y social. Esa madurez se refleja de nuevo en sus memorias y reflexiones escritas, que parecen propias de una persona de 35-40 años. Y esto sin perder su sencillez o espontaneidad, que es limpieza de corazón, no ingenuidad. Madurez que se evidencia de nuevo en su capacidad de entrega y de amor, de darse a los demás sin buscar devoluciones, de darse empezando por donde más cuesta: por quien regaña, humilla o es antipática… Y cuando no era capaz de afrontar bien una situación adversa, recurría a la huida, no al enfrentamiento.
-Es verdad que vivió y se formó en un ambiente socio-religioso conservador, y que en sus escritos a veces refleja ideas-creencias propias de ese medio conservador religioso: alusiones al demonio, al purgatorio, al “mundo” como malo…, del que huir… Pero, pese a ello, supo entender, asumir y aportar ideas nuevas a la vida espiritual, como aceptar las propias limitaciones con paz y valerse de esas limitaciones para crecer en humildad, sin sobrevalorarse. Más: incluso Teresa se propone AMAR esas limitaciones, y así sacar partido a los propios fallos. Esta forma de sacar partido a los propios limites y fallos es una de las mejores inversiones. Así, la falta o escasez de talentos no se entierran. Si se aceptan y/o se aman se les saca interés espiritual… Y ese amar las propias limitaciones e inmadureces es la espiritualidad que propone en su doctrina de la “Infancia espiritual”. Amar las propias limitaciones y aceptar de corazón ese papel de inmaduro crónico sirve para crecer en humildad, hontanar del amor que acerca a Dios. Y quien a Dios tiene…
-Otra aportación de Teresa es su velada reivindicación de la mujer… ¡Pobres mujeres! decía cuando recordaba la discriminación de las mujeres en las iglesias de Roma. Hoy Teresa sería feminista… ¿Y hoy quizá también reivindicaría el sacerdocio femenino? No lo sé, pero cuando ella quería “ser sacerdote” hace pensar que, de vivir hoy, lo reivindicaría también para las mujeres.
-Ante estas limitaciones, entonces insalvables, Teresa -que quería serlo todo- orienta su vocación hacia lo mejor: Ser el corazón de la Iglesia, el amor. Así lo era todo. De esta manera no renuncia a nada de lo que aspira, más bien recompone y sublima… (¿y también sugiere algo más para un futuro?) Pienso que sí.
-Su sincera observación -yo en mi vida no he buscado otra cosa que la verdad-, hace también pensar que Teresa no veía satisfactorias algunas doctrinas y enseñanzas de la tradición eclesiástica religiosa…
-Pero a fin de entender bien a Teresa de L. en su vida y en sus escritos, hay que situarse en una perpectiva evangélica y por ello trascendente. En Teresa está Dios muy presente, se lo siente, incluso en su etapa de prueba de la fe. Por eso, si la analizo solo desde una perspectiva psicológica o social, estoy convencido de que en algunos aspectos no la entenderé bien. Teresa de L. llevaba mucho Dios y mucho Jesñus de Nazaret dentro de ella.
-Termino con un matiz que me parece conveniente: La “Infancia espiritual” de Teresa no la veo clara en ella. En ella solo veo “Madurez espiritual”, no infancia que es inmadurez. La expresión “Infancia espiritual” nos va mejor a otros…
(He resumido mucho un tema que requiere más matizaciones. Que cada quien complete, matice o corrija…)
Si en el planteamiento de origen nos dice el amigo Isidoro que lo único existente es el mundo real ¿por qué luego el enfoque de su discurso es dual? Esto se intuye cuando el mismo procedimiento esquemático que suele utilizar siempre para describir la mente humana, al ser el esquema mera representación gráfica le permite, mediante el ejemplo de la casa vieja, desechar también con la casa el esquema mental vigente.
Pero esto en manera alguna puede ser así si tenemos en cuenta que a un mundo real le compete real y físicamente una mente estructurada en la que los niveles de conocimiento no se pierdan sino que se solapen unos con otros de tal manera que no solo se den por nulos, sino que permita a nuestra mente concebir unitaria y realmente este mundo real tan complejo, pero cada vez más inteligible que nos circunda.
Bien, no es más que una mera reflexión en coherencia con la línea de mi pensamiento
Es un buen comienzo para lo que en estos últimos días acapara nuestra atención reconocer esta no-dualidad entre el mundo espiritual y el mundo real de los científicos tal como lo expresa, Isidoro, en sus gratos y extensos primeros comentarios.
Digo esto porque si a veces aquí no se ha puesto en cuestión el hecho de que un científico pueda terminar convirtiéndose en un poeta, ahora con los datos que nos ofrece este artículo dedicado a Teresita de Lisieux bien podemos asumir una especie de recorrido o camino a la inversa. Sin embargo, para ello será imprescindible situar a ambos no por distintos senderos sino desde la perspectiva misma de la realidad.
Solo partiendo de la realidad como objeto de estudio científico el caso de Teresita y de tantos otros puedan no parecernos que provengan de objetos imaginarios o de meros estados psicológicos y pueda ofrecernos rigor y ser dignos de estudio los datos aportados por ella o por quien viva esas mismas experiencias.
Si no existe más que un mundo real, (de acuerdo con Isidoro) este será el propio donde la intelección humana se encuentre a sus anchas sea cual sea su estatuto o nivel de conocimiento pues es en esta inmersión en el mundo real donde la realidad se nos hace patente intelectivamente en diversidad de formas.
Creo que para comprender a Teresita se ha de ir más allá del significado de las palabras. Por ejemplo, a mí la palabra “nada” no me dice absolutamente nada, creo que es más cuestión de entorno, de contexto, de sintaxis que de semántica. Y ese contexto es a lo que a veces introduciendo algún elemento científico en temas filosóficos que en aquel momento estoy tratando traduzco “contexto” por “campo” es decir, campo de realidad porque es vistas desde el campo (no separadamente) en donde las cosas en el mundo real adquieren sentido.
2ª Parte: Una visión heterodoxa
En resumen, para mí, la lección que Teresita me da, es que hay que evitar caer en la trampa de la visión simplista de aceptar que Teresita pudo “perder” la fe, y caer en el nihilismo del negro ateísmo vacío.
Ese es el panorama totalitario que pinta la religión tradicional: ¡O nosotros o el diluvio!, ¡o nosotros o el ateísmo!.
Yo quiero creer que Teresita descubrió en el interior de su ser, que de las ruinas del aparato ideológico y del imaginario recibido en su educación católica, en esa “nada” libre de armatostes culturales que le limitaban su percepción de la realidad, pudo sentirse nada menos que miembro integrante del Universo.
De un Universo, que aunque a veces lo parezca, no es caótico, sino que está dirigido por “Algo” que no sabemos muy bien que es, si algo similar a un campo de fuerzas, o a qué, que lo dirige hacia un fin.
Un Universo, un Mundo, que como dice Merton, está vertebrado y centrado en sus grandes Leyes rectoras, y que constantemente las busca a ellas y a su misterioso Origen, (llámalo “Dios”, o llámalo X = el “Dios” del no-teísmo). (Posiblemente Teresita realizó sin ser consciente de ello, su particular viaje hacia el no-teísmo).
Todo esto Teresita, es posible que lo sintiera sin ser consciente de ello, en la profundidad de su mente subconsciente. Solo notaba que todo tenía un sentido, sin necesidad de retóricas infantiloides y “flores a María” de cartón-piedra.
Solo sabía que eso le hacía sentir llena de una estado de euforia, con una gran ansia por conocer la realidad, de simpatía y solidaridad por todo el resto de integrantes del Universo, de admiración por la maravillas de dicho Universo, y de alegría, mucha alegría por todo ello.
Un estado general que es lo que todos soñamos sentir en la vida, y que se puede describir con la palabra, (tan gastada) de “Amor”. (“Dios es Amor”). Y para ella, todo eso no podía proceder más que de “Dios”, sea esto lo que sea.
Dicen los que saben, que al final de su vida, el humano, a veces, si ha proseguido su viaje hacia la maduración, alcanza a intuir la Realidad, mucho más fácilmente.
Al final, acaban resolviendo las grandes contradicciones culturales, con la enseñanza aprendida, (y que les causa una gran angustia y dolor moral), y acaban superándolas y trascendiéndolas, en un nuevo nivel de conocimiento mucho más cercano a la Realidad: es la famosa Iluminación.
Aunque incluso no sea consciente de los detalles, lo siente por sus efectos emocionales, por eso que los poetas, y los teólogos, llaman “Amor”, que es una emoción global eufórica.
Para mí el caso de Teresita es un caso de libro, de esto. Cuando su mente subconsciente sabía que estaba muriéndose, recibió del depósito de sabiduría con el que todos hemos sido dotados, la iluminación final.
Pero Teresita no es alguien excepcional. Todos tenemos dentro de nosotros los elementos para repetir su proceso mental. Solo tenemos que desoír a las voces bienintencionadas pero equivocadas, de que solo su camino es el bueno.
Hay que evitar pre-juicios, ni en un sentido, ni el otro, y dejar que fluya tu corazón, sin recelos, sin miedos, y llegar hasta donde te lleve. Ese es el gran viaje que nos espera a todos de retorno a Casa.
COLOFÓN
Todos hemos heredado una casa familiar antigua, y le tenemos mucho cariño, pues hemos crecido en ella. Tiene goteras, las cañerías a veces se atascan, y no tiene mucho espacio.
Muchas de nuestras últimas adquisiciones a duras penas han entrado. Hubo que pedir perdón a Galileo por los movimientos de los cuerpos celestes. Posteriormente la evolución, acabó entrando tarde, mal, y con mucho esfuerzo. Y el subconsciente, no cupo dentro y se quedó fuera a la intemperie.
Y seguimos adquiriendo nuevos conocimientos. Cada diez años se duplican, y el Universo cada vez es más complejo e ininteligible. Estamos desbordados.
No hay más remedio, que con mucho dolor de corazón, echar la casa abajo, y construir en el solar un edificio más grande, más funcional, donde nos quepa nuestro moderno mundo mental, nuestra cosmovisión el tercer milenio.
Es duro, son muchos recuerdos, y mucha nostalgia infantil y juvenil. Y comprendo que haya personas conservadoras, que con un poco de síndrome de Diógenes, que se resistan a hacerlo. Y más cuando se intuyen pocos años de vida futura.
Es una lástima, porque por quedarse acariciando nostálgicamente las joyas de la familia, se pierden comprender y admirarse de las maravillas del Universo, fiel reflejo de su Director.
Y querer compaginar las cosas al mismo tiempo, es imposible. Es una contradicción insoluble, que o genera más que neurosis, depresiones y “noches obscuras”.
“Formamos parte de un cosmos, que es la autoexpresión, en continuo movimiento evolutivo, del Espíritu creativo, que es Amor. Este Amor absoluto, no habita en el cielo, sino en el corazón de todo lo que existe”. Roger Lenaers.
“Lo improbable asombra a todo el mundo, lo cotidiano sólo al sabio”. Jorge Wasemberg.
“Ve por el mundo y maravíllate”. Ramon Llull.
Muchas gracias Isidoro.
Teresa de Lisieux es la santa de las cosas ordinarias, y es la más verdadera puesto que todos podemos imitarla. Para ella la primacía se encontraba en el Amor, hacer con y por amor las cosas “del día” donde todo es rutina y aburrimiento. Transformarlo todo en amor, hasta las ofensas y maledicencias humanas, en silencio y en paz.
Ella venció en el final. Ella nos guía en ese camino de la “oscuridad de la fe”. En su noche oscura pudo reafirmarse que es bueno amar y que nunca había que arrepentirse por entregarnos al Amor misericordioso que es lo que precisamente la salvó a ella…y nos salvará a todos nosotros si logramos imitar “su camino” espiritual.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
¿Qué nos puede enseñar Teresita de Lisieux a los humanos modernos, (y más aún, postmodernos), y científicos, en estos tiempos del siglo XXI?.
Lo primero que debemos tener en cuenta, es que no podemos fragmentar los mundos, en mundo espiritual de los “espirituales”, y mundo real de los “científicos”.
No existe más que un mundo, el real, y donde existe fragmentación es en las perspectivas con que lo contemplamos. Por eso hay que hacer un esfuerzo en comprender a Teresita desde el punto de vista científico, psicológico, que es la aproximación más cercana a la realidad.
Siempre ha costado mucho entender las descripciones de los espirituales de sus experiencias. Todo se queda en expresiones poéticas, que no comprendemos en realidad, pero hacemos como que las comprendemos.
Teresa empieza a descubrir que es posible amar y encontrarse con Dios en la nada. “La nada puede ser transformada en fuego de amor”: “Para que el Amor quede plenamente satisfecho, es necesario -afirma- que se abaje, que se abaje hasta la nada y que transforme en fuego esta nada…”.
Pero ¿qué significa eso de que se transforme en fuego la nada?. (Aquí “fuego”, se supone que significa “el amor”).
Lo primero para entendernos, sería hacer una especie de diccionario “espiritual-psicológico”.
Aquí yo creo que todo gira en el concepto espiritual de “Amor”. ¿Qué significa psicológicamente esa palabra?.
“Amor” sería algo así como atracción, tendencia hacia…, empatía, comprensión, simpatía, y todas estas emociones presuponen un conocimiento previo de “lo amado”.
Las emociones son conductas instintivas, de las que venimos dotados genéticamente, que nos ocasionan unas filias o fobias, hacia determinados entes o sucesos. Cuando los percibimos se dispara en nosotros la emoción correspondiente.
El punto 3 de Martínez Gordo, se titula: 3.- El intercambio entre la verdad y la bondad, y la verdad es que no lo explica en absoluto.
Yo lo traduciría quizás como la expresión de la relación entre el conocimiento y el Amor: conocemos algo para lo que estamos predispuestos a amar, y lo amamos.
Y entonces, cómo es posible que “la nada” despierte en nosotros ese “amor”?.
La explicación que se me ocurre sería que esa “nada” de Teresita, se refiere a la no existencia real de toda la fenomenología religiosa tradicional, del Dios-persona, (asunto del no-teísmo), al cielo, al infierno, al pecado, a todo en general. Eso para un alma sencilla como la de Teresita era demoler todo el edificio conceptual y de categorías, sobre la que había edificado todo su mundo, su cosmovisión personal.
“La nada” eran las ruinas de todo su antiguo mundo conceptual. Ella, (como el resto de personas, -hay que evitar pensar en esos seres, como excepcionales), recibe de su mente subconsciente, las afluencias de sus arquetipos sapienciales, que le muestran una realidad totalmente contraria de lo recibido en su formación, y eso le genera una contradicción fortísima, con su correspondiente angustia.
Además esas ideas sapienciales, de las fuentes instintivas hacia el Bien, la Verdad y la Belleza, vienen acompañadas de una gran carga de energía psicológica, (libido), que en el caso de la Verdad, se traduce en un fuerte convencimiento de que esas ideas recibidas son la Verdad.
(Teresa parece que escribió: “Ni un solo libro, ni teología alguna me han instruído, y sin embargo en el fondo de mi corazón, sé que estoy en la verdad”.
Es verdad que esa sensación puede ser engañosa, y muchas veces tenemos el convencimiento de estar en la verdad, y no es así.
Pero cuando es fruto de un insight, o intuición preclara, o satori, es mucho más fuerte de lo normal: es un conocimiento experiencial).
En resumen, Teresita, sentía dentro de sí, que todo lo que sentía en su interior, y era contrario a la tradición religiosa recibida, era la auténtica verdad, y en medio de la fuerte angustia que le producía esa contradicción interna, acepta esa “nueva” realidad, la conoce y ello despierta en ella fuertes sentimientos de bondad, de “amor”.
No olvidemos, que los tres grandes instintos de Verdad, Bondad, y Alegría-Belleza, están fuertemente interrelacionados, y el activar uno de ellos, activa al tiempo a los otros dos.
El conocimiento de la Verdad, nos despierta una mayor comprensión, y un amor hacia dicha realidad, y una enorme alegría de poseerla.
Decía Thomas Merton, en sus Diarios, 1960:
“Ciertamente hay que amar al mundo, porque Dios amó al mundo y envió a Su hijo al mundo para salvarlo”. Aquí el MUNDO significa el cosmos y todo está centrado en Dios, todo Le busca.
El cristianismo debería hacernos “más visiblemente humanos”, apasionadamente preocupados por todo lo bueno que existe, que quiere crecer en el mundo y que no puede hacerlo sin nosotros.
La indiferencia estoica cultivada por un cierto tipo de espiritualidad cristiana es, por tanto, una tentación diabólica y un vaciamiento de piedad, interés, así como endurecimiento del corazón, regresión y aislamiento.
Los que aman al mundo en sentido equivocado, lo aman por su propio bien, lo explotan por su propio bien. Quienes lo aman verdaderamente, lo desarrollan, trabajan en él por Dios, para que Dios pueda revelarse en él”. (Donde Merton dice “Dios”, podemos leerlo como “Principio rector del Universo”).
Me ha traído muchos recuerdos releer, los pensamientos escritos hace siete años ya.
Ahora tengo prisa y no tengo tiempo, pero de mis ideas hace siete años, solo he cambiado, (además de notar la pérdida de mucho fuelle y fuerza intelectual), que ahora esa “conexión espiritual, influencia espiritual, gracia o cómo quiera que lo llamemos”, la considero como los arquetipos de sabiduría que tenemos todos en nuestra mente inconsciente, y con los que debemos saber conectar y debemos interpretar adecuadamente.
(Seguirá)
Supongo, Isidoro, que, además de tus comentarios en el post señalado, habrás releído el post que tu escribiste sobre la noche de Teresita algo después: La dura noche oscura del alma.
¡Qué bueno poder revivir estos escritos y diálogos tiempo después! Gracias a Internet. Esperamos tus reflexiones hoy.