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Valentía y cobardía de vivir

Polvo, sudor y hierro
(Manuel Machado).

      Solemos tener más valentía con la vida y más cobardía con la muerte. El valiente huye hacia adelante vitalmente, el cobarde huye hacia atrás mortalmente. Pero quizás no debería plantearse la valentía o la cobardía, sino el auténtico valor. Pues el valiente suele ser temerario y el cobarde miedoso, pero el valeroso tiene temple o cuajo que lo hace más templado. Pues bien, hay que ser valeroso en la vida y en la muerte, en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo. Al menos eso dicen los bienpensantes y los bienpensados, a veces dispensados de pensar, con perdón, pues la cosa es fácil de predicar y difícil de practicar.

      Como he expuesto medrosamente en otras ocasiones por si sirve, aunque no lo creo, mi experiencia de la vida y de la muerte implica una vida vivida y una enfermedad mortífera. En la vida he tenido cierto valor humano, el cual es en el fondo una mezcla de valentía y cobardía, y ante la muerte en el horizonte algo parecido. Tras cuatro largos años de  fuerte quimioterapia, en los que el remedio ha sido tan duro como la enfermedad, hemos acabado renunciando a ella por no poder soportarla más. He sufrido y he gozado, he sido infeliz corporal o físicamente y feliz psíquica o anímicamente, gracias a la familia y amigos, médicos y enfermeras, la cabeza y el corazón abiertos y mis últimos escritos indigentes. En ocasiones dudo si ha merecido la pena tanto polvo, sudor y yerro, pero sí, aunque nada más fuere por el reencuentro con el viejo amigo de Lisboa en Bruselas tras décadas de incomunicación. No sabemos lo que es el amor de amistad verdadero hasta que lo hemos perdido y hallado. Pero estoy soltero y, por lo tanto, suelto o libre para acabar con el viejo tormento y recabar los cuidados paliativos, ay, los cuales ya incluyen su propia penitencia.

      La verdad es que he acabado exhausto y tengo cansados a colegas, discípulos y lectores. No tengo miedo a la muerte, solo a morir malamente; espero no tener que recurrir a las nuevas prácticas eutanásicas recién aprobadas, pues no me fío aún demasiado  de la tecnología o tanatología nacional (me fiaría más de la técnica alemana). En mi última reacción alérgica a la quimio pedí a Dios que aprovechara para llevarme a su seno unamuniano, porque la muerte dice trascendencia. Pero apenas hay gente que crea ya en la trascendencia, incluidos los cristianos, a juzgar por su atenimiento y sumisión a la vida terrestre a pesar de todas sus durezas y asperezas. Por eso pienso que el suicida no es, como suele pensarse, un cobarde sino un valiente, puesto que lo observo con un gran arrojo y valentía, sin duda en demasía para mi propia cobardía. Ahora bien, el que sobrevive aunque sea malviviendo es el considerado paradójicamente como el valiente que desafía al destino.

      Predicamos todavía heroicamente nuestro enfrentamiento contra el destino, en lugar de predicar y practicar nuestro afrontamiento antiheroico del destino propio o apropiado al hombre y su humanidad, que no suprahumanidad o divinidad. Por eso el caso de Jesús es un caso transhumano o divino, que no debe presentarse como la exaltación y exultación del dolor, el sufrimiento y la muerte, so pena de recaer en piadoso sadomasoquismo. En estas lides terapéuticas la ciencia médica debe ser la terapia fundamental, una ciencia que como toda ciencia no es precisamente mágica aunque a veces lo parezca. Al contrario, el actual avance de la analítica médica no deja a nadie sano ni a salvo, porque todos estamos implicados con nuestras complicaciones somáticas. Desde la filosofía y su razón crítica solo cabe pedir valor frente a la vida y frente a la muerte, un valor que en el fondo es a la vez valentía y cobardía, así pues afrontamiento ambivalente de una existencia que, como la nuestra humana, resiste y desiste, vive y muere, es luminosa y sombría. En una palabra, es valiente y cobarde.

17 comentarios

  • María Isabel

    Gracias Andrés por compartirlo, ¡bienvenida trasfusión!

  • m* pilar

    Nada que añadir, solo un gran deseo…Que la paz, la serenidad, el abandono después de una larga lucha, le acompañen…Morir, es natural como la vida.

    Una vida fecunda como la suya, es un hermoso  equipaje para su último paso en paz. Mi deseo es, que hagan desaparecer los entendidos, el dolor, no se ayara ningún premio por más sufrir.

    Un gran abrazo, entrañable, agradecido, lleno de paz y cariño.

     

  • oscar varela

    [Este texto que aquí se presenta como un comentario de Oscar Varela, pertenece, salvo posible error por mi parte, a la obra de José Ortega y Gasset “EL EXPECTADOR” (1916). Pido a todos que no empleen sitio de comentarios para copiar textos extensos. En todo caso, si tienen mucha relación con el tema, pongan enlaces bibliográficos o digitales. En adelante, no se aceptarán comentarios de este tipo. AD]

    BALANCE VITAL
     
    Cuando hemos leído ya mucha literatura y algunas heridas en el corazón nos han hecho incompatibles con la retórica, empezamos a no interesarnos más que en aquellas obras donde llega a nosotros gemebunda o riente la emoción que en el autor suscita la existencia. Y llamamos retórico, en el mal sentido de la palabra, a todo libro en cuyo fondo no resuene ese trémolo metafísico.
     
    La humanidad hace en grandes proporciones esa misma exclusión que en límites reducidos verifica el lector individual. A lo largo de los siglos, sólo consiguen afianzarse en la atención pública las obras literarias que envuelven un nervio trascendental —sea como en Esquilo, religioso y trágico; sea como en Anacreonte, estremecido de placer y de uva.
     
    A los veinte años se lee como se vive: añadiendo unidades nuevas a nuestro cúmulo de ideas y pasiones. Mas ya a los treinta años sospechamos que no es lo decisivo el número bruto de unidades, sino la proporción entre el debe y el haber. Nuestro espíritu se recoge sobre sí mismo y con la frialdad de un contable se pone a hacer el balance de la vida. El cálculo, ni puede ni tiene que ser científico. Con ser la ciencia cosa grave y seria, lo es mucho más este asunto. Se trata de un negocio sentimental que ha de solventarse por medio de íntimas ponderaciones.
     
    Es inevitable: hacia los treinta años, en medio de los fuegos juveniles que perduran, aparece la primera línea de nieve y congelación sobre las cimas de nuestra alma. Llegan a nuestra experiencia las primeras noticias directas del frío moral. Un frió que no viene de fuera, sino que nace de lo más íntimo y desde allí envía al resto del espíritu un efecto extraño, que más que nada se parece a la impresión producida por una mirada quieta y fija sobre nosotros. No es aún tristeza, ni es amargura, ni es melancolía lo que suscitan los treinta años: es más bien un imperativo de verdad y una como repugnancia hacia lo fantasmagórico. Por esto, es la edad en que dejamos de ser lo que nos han enseñado, lo que hemos recibido en la familia, en la escuela, en el lugar común de nuestra sociedad. Nuestra voluntad gira en redondo. Hasta entonces habíamos querido ser lo que creíamos mejor: el héroe que la historia ensalza, el personaje romántico que la novela idealiza, el justo que la moral recibida nos propone como norma. Ahora, de pronto, sin dejar de creer que todas esas cosas son tal vez las mejores, empezamos a querer ser nosotros mismos, a veces con plena conciencia de nuestros radicales defectos. Queremos ser, ante todo, la verdad de lo que somos, y muy especialmente nos resolvemos a poner bien en claro qué es lo que sentimos del mundo. Rompiendo entonces sin conmiseración la costra de opiniones y pensamientos recibidos, interpelamos a cierto fondo insobornable que hay en nosotros. Insobornable, no sólo para el dinero o el halago, sino hasta para la ética, la ciencia y la razón. La misma convicción científica —esa aquiescencia que automáticamente produce en la periferia de nuestra personalidad el vigor de una prueba, de un razonamiento claro—, toma un cariz superficial si se la compara con las afirmaciones y negaciones que inexorablemente ejecuta ese fondo sustancial.
     
    Y en todo hombre o mujer que encontramos, en todo libro que leemos sólo nos interesa conocer cuál sea el resultado de su balance vital. Si no lo han hecho —como suele ocurrir—, podrá la conveniencia social llevarnos a fingirles respeto, pero nuestra recóndita estimación se retira de ellos. Quien no se ha puesto a sí mismo en claro frente a estas cuestiones últimas, quien no ha tomado una actitud definida ante ellas, no nos interesa.

    • oscar varela

      Aceptado
      Gracias!

      • oscar varela

        Hola!

        -“Tenemos los días contados”-
        – ¿Alguien puede dudarlo?
        – ¿Qué hacer, entonces?

        • Antonio Duato

          Hola!

          – Los años de cada uno están contados grosso modo, estadísticamente
          – Yo dudo que todo el futuro esté decidido y escrito. Esta es creencia pagana transferida a un concepto de Dios Omnisciente y Todopoderoso y una no-libertad real del hombre en que yo no creo.
          – Entonces una buena actitud es hacer lo que hace Andrés y lo que sobre sí mismo y otros propone Pedro Zabala en la entrada de hoy

          • oscar varela

            De acuerdo!:
            -“es bueno lo que hace Andrés”-

            Precisamente es lo que quise decir
            (pero no dije -o aclaré)

            El “tener los días contados” lo entiendo como que
            entonces los días “esos” no me son infinitos.
            Tal percepción hace que esos “míos” únicos de los que dispongo
            para vivir-los.

            El sesgo de “estadísticas” es valedero, pero solo un “sesgo” interpretativo y que yo no me di cuenta de aclararlo.

            ¿Qué le vamos a hacer, no?

            ¿Estaré “chocheando”?

            Te espero, entonces, en el “chocheando” de Pedro.

            Abrazo (en defensiva de los próximos palazos)

  • Isabel

    Señor, ante su situación prefiero callar. No tendría para decir más que tópicos.

    Mi recuerdo siempre por lo que lo he conocido aquí. Un gran abrazo.

  • Isidoro

    Amigo y maestro en la distancia, Andrés: Consuélate pensando que la muerte no es una desgracia que les pasa a unos y no a otros. Ese paso, ese traspaso de la “puerta”, es un evento que nos espera a todos. Y aunque a algunos les parezca banal, aquí eso de mal de todos consuelo de todos, funciona, (por lo menos a mí).
     
       Ya se que el refrán común es “mal de muchos, consuelo de tontos”, pero también existe la razonable hipótesis de que en origen era un apotegma, o proverbio filosófico, totalmente cargado de lógica y razón, al que algún chusco hizo la gracieta de cambiar “todos” por “tontos”, y la gracieta prosperó.
     
          Un caso mas de como el plomo expulsa al oro del mercado: la inmensa ola de banalización y marujeo, (con perdón de las feministas), que nos ahoga.
     
        Y es consuelo de todos, porque funciona plenamente la resonancia espiritual: “todos los corazones que sufren una misma pena, comparten el mismo latido”, acompasan su ritmo vital.
     
         Y al fin y al cabo, somos animales gregarios, y no es lo mismo cargar contra la “puerta” solo, a pecho descubierto, que cuando sabes que a tu izquierda, a tu derecha, delante y atrás llevas compañeros acompañándote en el trance.

    • Isabel

      Marujear:
      “Hacer alguna de las cosas que se consideran propias de las marujas, especialmente cotillear.”

      Maruja:
      “Mujer que se dedica exclusivamente a las tareas domésticas y al cuidado de la familia; es un apelativo despectivo que se asocia a ciertos tópicos, como tener poca formación cultural, chismorrear, ver telenovelas, leer revistas del corazón, hablar de las tareas domésticas, etc.”

      Te puedes ahorrar el perdón, no te exime de usar término tan sexista.

      • Carmen

        Querida Isabel.
        Es inútil. Hace un par de días o tres me quedé muerta, no pude dormir y mira que eso es mi persona es un síntoma alarmante. Comprobé personalmente hasta qué punto el machismo es un problema estructural. No se trata de tu eres muy machista, tú menos o tú poco. No, no es eso. Es un problema de estructuras mentales y sociales. Construidas durante milenios. Va a costar mucho tiempo y trabajo cambiar esa estructura. Porque no es ya por lo que se pueda decir o hacer. Es por cómo se siente a nivel profundo mil cosas relacionadas con la mujer. Mil. Y cosas que no son evidentes como el maltrato, la brecha social o el asesinato machista. Eso es obvio. Hay diez mil cosas que no lo son tanto. Y son las que dan lugar a ese maltrato .

        Pero lo conseguiremos. Nosotras, nosotros, nuestros hijos, nuestras nietas… tenemos que confiar. Somos capaces. Lo sé. Pero echale siglos.

        En mi tierra a las Marías se les llama Marujas. Tenía una tía, hermana de mi padre, mi tía Maruja. Una de mis amigas verdaderas desde siempre y para siempre, aunque no nos veamos, se llama Maruja Clavel. Una Prima hermana de Masiá Clavel, vecina mía en la Alberca, se llamaba Maruja…

        A mí me encanta el nombre de Maruja.

        Y ya está.

        • Isabel

          También tengo una amiga que se llama Maruja, así se llama a las María en muchos lugares, creo. Y como todas en nuestra generación para atrás rara es la que no lleva el María asociado a Carmen, Isabel o lo que sea, es seguramente esa la razón del invento del popular maruja despectivo, así quedamos todas incluidas.
          Así es, Carmen, todo eso en que has caído en la cuenta yo le llamo adquirir conciencia feminista. Es doloroso darte cuenta de la extensión, la normalidad, lo asentado que está el machismo en todos los estratos y ámbitos sociales; la dificultad que tiene cambiar eso. Lo positivo está en que si no sabes cuál es el problema, es imposible solucionarlo.

          • Carmen

            Efectivamente.
            Mi familia de hermanos, mis amigas de colegio , me llaman María del Carmen
            Cuando salí al exterior ya dije, me llamo Carmen.

            En fin.

      • Carmen

        Y ya que estamos, voy a decir otra cosa. Parece que hay quien cree que únicamente las personas con un currículum mediano, tampoco para tirar cohetes, o sí, me da igual, pues parece ser que hay quien piensa que son las únicas personas capaces de analizar la realidad en que viven. El entorno que les rodea. Y posiblemente sea justamente al contrario, porque a veces, no siempre, pero sí a veces, se tiene la cabeza llena de tantos árboles, que es imposible ver el bosque.
        Es mi opinión.
        Pero ya que estoy, estoy

        No me tienes que contestar. Es una reflexión personal. He empezado y ya…

    • Carmen

      En el momento de nacer, naces solo, se pasa fatal. Los huesos del los hombros, incluso a veces de la cabeza, se montan unos sobre otros, porque el canal del parto de la mujer, hembra de la especie humana, es de los más estrechos de todas las especies de mamíferos en relación con el tamaño del feto,si no es el más estrecho. La madre no lo pasa nada bien. Y el bebé tampoco. Así venida a la vida. En soledad. Luego, si tienes suerte, te limpian los conductos respiratorios, y el niño se echa a llorar, desconsolado. No entiende nada. Y, si tienes suerte, insisto, todos son caricias, mimos, besos y abrazos. Para eso las Marujas nos pintamos solas. Y a criar al bebé.

      Y cuando llega el momento del final, también te vas solo. Es un momento muy importante en la vida. Y con un poco de suerte, estará tu madre esperándote y diciéndote: no tengas miedo. Aquí estoy. Lo que pase después, ni idea. Digo con suerte.

      Y, efectivamente. Mal de muchos, en este caso de todos, de todas, consuelo de tontos. No consuelo de todos, no. Consuelo de tontos. El refranero español dice verdades como templos. Seguramente está construido por Marujas y personas sin estudios.
      Pero no falla.

  • Asun Poudereux

    Pues, estimado Andrés, con mi cobardía y valentía de vivir que siempre me acompañan, trato de nivelarlas cuando una de ellas se acrecienta ingenuamente. Cosa imprevisible en sus resultados en el tiempo y espacio. Si somos bipolares, mala cosa es desechar una parte, ya que se pierde la familiaridad con ella y nos desboca por entero.

    Aunque mejor que uno mismo en tales situaciones, nadie extraño sería capaz de identificarse a pleno, me resulta admirable la manera de vivir tanto dolor e incertidumbre. Y además exponerlo abiertamente. Supongo que es parte de la terapia somática que también tiene su relevancia.

     Lo que nos trasciende está presente aún sin hacerse consciente de ello. Las diferentes maneras de vivirlo es otra cosa. Hay quien se ampara en los templos y otras personas, lo hacen en la vida misma de seguido. Y como no somos perfectos, vemos los errores nuestros en las demás personas enseguida, o al menos así lo creemos, imaginados o montados mentalmente.

    Es como las terapias y dietas, lo que a unas personas les va de maravilla sintiéndose plenas, a otras no parece beneficiar. Y de ahí a pontificar en uno u otro sentido como la única verdad, nos lleva fácilmente a la separación como norma de base y enfrentamiento posterior.  Pongo este ejemplo, porque últimamente, gracias a Internet, dentro de las familias se disputan quién tiene una más exacta información sobre la salud en la alimentación. Lo que me hace recordar esa inercia insistente en demostrar que la verdad está de nuestra parte, yendo aún más allá de las palabras. Habrá que aprender algo, y hasta mucho, de todo ello.

    Pasar de la valentía a la cobardía hasta se ve como culpa del otro, al que hay que quitar de en medio. Si soy bipolar, será por algo, dando gracias de poder observarlo. Todo ya está en cada cual. Acojamos y aceptemos que somos limitados y efímeros, aunque, por el momento, necesarios en esta interrelación continua.

     Por algo será. Muchas gracias. Genial, sí Carmen. Besos.

  • Carmen

    Qué genial.

    Vaya un texto genial.

    Mucha suerte. Está usted en el momento más complicado que se pueda imaginar de la vida. No se puede hacer una idea hasta qué punto entiendo lo que dice.

    Pero no es cierto que no creamos los cristianos, los judíos, los musulmanes, los de religiónes no teístas y todas las que en el mundo pueda haber, no es cierto que no creamos en la trascendencia. Lo que sucede es que ni tenemos certeza, ni sabemos en qué va a consistir, ni sabemos si es para siempre.

    Es usted un valiente por abordar este tema.

    Mucha suerte.