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La pretensión de las nuevas espiritualidades y teologías

Aportación al debate sobre No-teismo y fe en Dios

Páginas tomadas de mi libro, de pronta aparición: “Entre el Tabor y el Calvario. Una espiritualidad con carne”, Editorial HOAC, Madrid, 2021

     Una buena parte de las llamadas nuevas espiritualidades tienden a autopresentarse como las únicas con futuro, probablemente, muy impactadas por la experiencia de encuentro o religación con la “Realidad no-dual”, con el “Silencio místico”, con la “Gran Vida” o con el “Océano de la Unidad infinita”. Por eso, no solo se auto-perciben llamadas a barrer de la faz de la tierra a las “jesu-cristianas” y “uni-trinitarias”, sino también a todas las demás en favor de una nueva, universal. No se puede descuidar, suelen apuntar, que las tradicionales, además de incapacitadas para afrontar la secularización, no están siendo capaces de integrar a las nuevas, precisamente, por haber primado sus respectivas singularidades al precio de descuidar la universalidad de lo que decimos y experimentamos cuando decimos “Dios”.

      Es una búsqueda que, de manera muy matizada y cuidadosa, ya tuve la oportunidad de escuchar en boca de Ana María Schlüter en un encuentro que mantuvo con los miembros del área teológica de “Cristianisme i Justicia” (Barcelona) del año 1994.

      Diálogo por contrapunteo

      En aquella ocasión, la maestra Zen nos urgió a dar con “el verdadero fondo” o Realidad que nos vincula a todos y que, según sostuvo, trasciende a cada religión. Entendí que, con esta propuesta, se mostraba partidaria de una espiritualidad y, si fuera posible, de una especie de religión universal.

      Esto fue algo que he visto formulado con más fuerza (y hasta desparpajo) en las llamadas nuevas espiritualidades y que, con el pasar del tiempo me ha ido pareciendo cada día más imposible; pero no por falta de voluntad, sino porque ya entonces empecé a comprobar algo que, posteriormente, se ha ido afianzando: que el diálogo interespiritual e interreligioso no estaba funcionando por disolución y superación de las existentes -tal y como proponía la maestra Zen-, sino por contrapunteo, es decir, por corrección (y superación) de lo que dicho diálogo permitía reconocer como deficientemente atendido o postergado en la propia espiritualidad y religión.

      Era claro que, con este contrapunteo, sin dejar de buscar el “verdadero fondo” que trascendía a cada religión y espiritualidad, se acababan reforzando las propias.

      La inagotabilidad de lo que decimos cuando decimos “Dios”

      Sospecho que se procede de esta manera porque la Realidad o “verdadero fondo” que nos vincula a todos es experimentado y explicitado, tal y como lo evidencia la historia de las religiones, de muchas maneras, siendo, por ello, el fundamento de una gran diversidad de espiritualidades y teologías. No hay de ella, una única explicación, pero tampoco una experiencia definitiva, sencillamente, porque es irreducible a ambas, por impactantes que puedan ser o por brillantes y seductoras que resulten. Es bastante más que lo uno y lo otro, sin descuidar que no todas las experiencias y explicaciones son igualmente significativas y consistentes e, incluso, coherentes.

      No queda otro camino, al menos, de momento, me he dicho en muchas ocasiones, que acoger (y agradecer) la pluralidad de experiencias y teologías fundada en la inagotabilidad de dicha Realidad o “verdadero fondo” en su enorme diversidad y riqueza de imaginarios.

      La “diversidad reconciliada”

      Me parece más correcto, apostar por lo que se llama “diversidad reconciliada”; una actitud y hoja de ruta que, aunque lentamente, también se va abriendo camino en el diálogo ecuménico y en el catolicismo, incluida la misma curia vaticana.

      Quizá, por eso, el nuestro es más un tiempo de hermanamiento o articulación (entre la “Unidad” experimentada o lo que decimos cuando decimos “Dios” y la pluralidad de espiritualidades y formulaciones) que de búsqueda de una especie de religiosidad universal.

      Es una convicción asentada en lo que está dando de sí el diálogo interespiritual e interreligioso. Pero, sobre todo, fundada en la inmensa e inagotable riqueza (de experiencias y teologías) a partir de dicho “verdadero fondo”.

      Dos cautelas

      Estas consideraciones no pueden descuidarme de que una buena parte de las nuevas teologías y espiritualidades tienden a autopresentarse, sobre todo, estos últimos años, como los dolores de parto de una nueva religiosidad universal en ciernes. Queda por evaluar, me dije, hasta dónde y en qué apartados dicha pretensión es una aportación consistente y significativa que acoger y en qué puntos de las mismas podríamos encontrarnos con un neo-gnosticismo o iluminismo redivivo (en nombre de una imprescindible experiencia personal) o con un inquietante adanismo veritativo (en nombre de un saludable antidogmatismo) o con los dos a la vez.

      Gnosticismo redivivo. Si es cierto que el neo-gnosticismo o iluminismo redivivo presenta en su haber una legítima reivindicación de la relación con el “Océano de la Unidad infinita” o la “Realidad no-dual”, también lo es que no puede eludir el riesgo de incurrir, al enfatizar dicha relación, en una experiencia subjetiva que resulta tan impactante como, muchas veces, motivo de preocupación: suele ser frecuente que quienes lo han experimentado (y más, de manera radical y contundente) tengan enormes dificultades para pasar la criba de una racionalidad intersubjetiva, ética y argumentadamente compartida.

      La historia del gnosticismo invita a estar muy atentos al fundamentalismo subjetivista; un compañero de camino difícilmente eludible en toda propuesta que absolutice la transparencia de la Divinidad en la mismidad y renuncie al contraste –racional y ético- con los imaginarios, teologías y espiritualidades que también brotan de enfatizar -de manera legítima- lo que decimos y experimentamos cuando decimos “Dios” en mediaciones o transparencias tales como el cosmos, la vida, la historia y el ser humano; por supuesto, en el presente y con la ayuda del pasado.

      Al fin y al cabo, guste o no, seguimos siendo enanos subidos a las espaldas de un gigante (la tradición) y, gracias a estar subidos a ella, podemos ver un poco más lejos, pero, también tenemos la posibilidad de no repetir los errores ya cometidos. Y los propios del gnosticismo son sobradamente conocidos: los más importantes giran en torno a la indudable relevancia de la experiencia que, absolutizada, acaba dando por bueno un subjetivismo irracionalista de cuyas tropelías tenemos información sobrada, por más que en su erradicación se hayan cometido errores de igual (o más) entidad. Basta con estudiar la historia.

      Adanismo veritativo. Por su parte, es propio del “adanismo veritativo” reivindicar, igualmente cargado de razones, la necesidad de quitarse algo del mucho polvo dogmático acumulado por las religiones y espiritualidades tradicionales en su andadura por la historia, incluidas también las no cristianas. Y más, cuando el formato en el que vienen envueltas sea desmedidamente deudor de su inculturación en un momento determinado que, superado, resulte insignificante o inaceptable en otro posterior o en el presente.

      Pero cuando -como frecuentemente, sucede- dicho “adanismo veritativo” solo atiende a la inatrapabilidad conceptual y discursiva del “Silencio místico” o de la “Gran Vida”, se rompe con el inmenso saber acumulado a lo largo del tiempo; se tienen enormes dificultades para no acabar repitiendo los errores del pasado; se cierran las puertas a participar y disfrutar de lo mucho que -bueno, bello y racionalmente sólido- ha ido alcanzando y formulando la persona religiosa en su andadura a lo largo de la historia (a partir, obviamente, de experiencias tan impactantes -o más- que las personales, aunque no solo) y es muy probable que se descuide que lo que decimos cuando decimos “Dios” también es irreducible a la experiencia personal en cuanto tal, por tumbativa que pueda ser.

      Está bien recordar la alteridad e inatrapabilidad conceptual del “Océano de la Unidad Infinita” o de la “Realidad no-dual”, así como del mucho (y necesariamente superable) polvo dogmático con que ha quedado envuelta su experimentación (personal y colectiva) a lo largo de la historia, pero tampoco está de más ser conscientes de la inculturación e historicidad en la que viene expresada su experiencia, también en la actualidad.

      Entiendo que éste es un asunto que requiere ser analizado y evaluado en la importancia que presenta: ¿es posible una experiencia directa, no mediada ni siquiera por la propia subjetividad (también históricamente condicionada, no se olvide) de lo que decimos cuando decimos “Dios” en nuestros días? Me parece una pretensión tan admirable como imposible. Habrá que volver sobre ella más adelante, pero recordar esta cautela ayuda a situar la verdad y la limitación que ronda a quienes, en nombre de una saludable superación de todo dogmatismo heredado e insignificante, tienen muchas dificultades para no incurrir en lo que denuncian, además de en adanismo veritativo.

     

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11 comentarios

  • Julián Díaz Lucio

     
    13 de abril de 2021.-  Conclusión provisional: Después de leer unos cuantos libros y escritos sobre el cambio de paradigma en el cristianismo, de implementar un lenguaje nuevo, de leer otro cristianismo es posible, de leer después de Dios otro modelo es posible, o que otro Dios es posible, me reafirmo en que, a pesar del cambio de paradigma, y de cambiar la imagen de esa realidad última que llamamos Dios y que Jesús lo apellidó Padre, es posible conectar con ese Misterio inclasificable que Jesús mismo llama Amor, o que Torres Queiruga lo manifiesta como amor sumo, todo Amor. Me reafirma en ello la experiencia de tantos místicos que, incluso con una teología deficiente, como el platónico Juan de la Cruz, hayan sabido y podido tener esa experiencia oscura y lúcida de la divinidad. Pienso incluso que cantidad de gente sencilla y pobre, sin conocimientos científicos, conectan con esa realidad última que llamamos Dios. Es verdad que cuantos más conocimientos científicos y más críticamente conozcamos las fuentes, mejor, pero a la vez que todo ello nos ayude a mejor conectar con esa realidad última que llamamos Dios Padre Madre.
     
    Es necesario que desmitifiquemos cantidad de imágenes de la biblia y de las prácticas religiosas, pero todo ello para quedarnos con lo esencial, con la imagen original y fundamental, o el significado real de los hechos o ritos. Pienso en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Porque también veo el peligro de que cambiando todos los vestidos de lenguaje, se tire al retrete el mismo contenido fundamental.
     
    Y por otra parte, creo que toda esta investigación no nos separe de lo que el cristianismo ha visto y realizado, al menos un buen puñado de cristianos, cual es el compromiso con los más desfavorecidos de la sociedad. No sé si Oscar Romero, Casaldáliga o Ellacuría, por citar los más recientes, tenían un concepción teológica correcta según los parámetros modernos, pero sí fueron testigos de un Dios Amor hacia los más pobres, Y esa, para mí, es una Palabra hecha carne, más importante que todas las teorías teológicas.
     
    Después, creo que hay otra exigencia experimental de fe en cualquier imagen de esa realidad última que se tenga, es la necesidad de conectar con ella a través de alguna de las mil formas de oración que se pueda, tanto a nivel personal como comunitario. Todas las religiones han sentido la necesidad de expresar su experiencia de fe en diversas formas de oraciones y ritos. Es verdad que hace falta purificar también cantidad de ritos o manifestaciones religiosas para no caer en idolatrías y folklores, sino quedarse con lo que esencial, el contacto con el Misterio y la experiencia de él.

  • Isidoro

    Dice Emilio Lledó, que “vivimos en un espacio superpoblado de signos de cultura y de signos de barbarie. Perdidos en ellos, desorientados y asfixiados, los hombres de este tiempo, necesitan más que nunca de algunas luces, que señalicen el sendero”.

    Y estas balizas señalizadoras, o las encuentras en algún sitio exterior, o las tienes que poner tú mismo. Ya nos gustaría disponer de una fuente fiable de ellas, y ese es el motivo del “éxito” popular de las ideologías y catecismos.

    Pero cada vez exigimos más de todas las instituciones, nuestro “seguidismo” cada vez es más débil, (son malos tiempos para los “pastores de ovejas”, excepto si haces buenos quesos), y el más tonto, miramos en la Wikipedia, y ya no tragamos lo que se tragaba hace poco tiempo.

    Solo la Ciencia, con su método lo menos subjetivo posible, tiene la mínima fiabilidad requerida.

    En un diálogo entre Daniel Dennett, y E. O. Wilson, éste entiende la relación entre ciencia y filosofía, citando una frase de Bertrand Russell, de esta forma: “Ciencia es lo que sabemos, y filosofía lo que no sabemos”.

    Y Dennett está de acuerdo, añadiendo que “yo entiendo la filosofía, como aquello que haces, cuando no sabes cuáles son las preguntas correctas”.

    Y en este sentido, la teología sería como la “hermana loca” de la filosofía. Si la filosofía trata de solventar “lo que no sabemos a ciencia cierta”, con nuestro leal saber y entender, la teología, lo solventa, mediante la interpretación, (casi siempre interesada por orgánica),  de unas supuestas revelaciones, dudosas ya de origen, mal recibidas, mal transcritas y peor aún transmitidas históricamente: la tormenta perfecta.

     

    Todo esto viene a cuento de que en estos tiempos las religiones clásicas, están muy bien, (un poco apolilladas históricamente, y por ello antimodernas), y son útiles a la sociedad y a la persona, pero lo primero que exigen, es hacer un enorme salto epistemológico: aceptar sus fuentes históricas e historiográficos, que en estos tiempos están ya plenamente desautorizadas y desprestigiadas, por doscientos años de serios estudios.

    Por mucho que se empeñen sus retóricos en poner el debate en el campo de la fe en Dios o en Jesús o en Mahoma, la cuestión no es esa: es una duda muy razonable sobre sus orígenes históricos.

    Hay mucha gente interesada en Dios, o al menos en la “Trascendencia”, a las que no les puede convencer todo el andamiaje de las Instituciones religiosas clásicas.

    Porque cuando una Institución es originaria de una cultura totalmente distinta y contraria de la actual, todo son goteras, ruina y contínuas contradicciones. Es como si vamos al Polo, con la vestimenta y las artes de supervivencia de la selva tropical.

    Y de eso van las espiritualidades modernas. Son el resultado del impulso interior de espiritualidad, (los tres grandes valores universales, de Vedad, Belleza y Bondad, instintos impulsados por una fuente interior, que los aflora a la mente de cada individuo).

    Y además ese impulso interior, está unido a un escepticismo hacia tragarse el sapo epistemológico de la pulcritud histórica de la interpretación de la Revelación.

     

    Las nuevas espiritualidades, son muy plurales. Como dependen de las intuiciones personales, son igual de plurales que los individuos. Para algunos ese es uno de sus defectos, y sería mejor la uniformidad de marcar el paso de la oca, que estéticamente es muy bonito.

    Pero eso estaría muy bien, si fuera el mismo Dios en persona el que marcara el paso. Pero no es así, son unos “mendas” que dicen que lo marcan en nombre de Dios. Es tan burdo el juego, que parece mentira que aún les dé resultado.

     

    (Voy a hacerme un “Carmen”: Ayer, haciendo zapping, veía un poquito la película “El mensajero del miedo”, la de Frank Sinatra. No sé por qué, me ha venido ese recuerdo ahora).

  • Gonzalo Haya

    Estoy muy de acuerdo en “la inagotabilidad de lo que decimos cuando decimos Dios”, porque las explicaciones racionales se quedan muy cortas para expresar las experiencias subyacentes. Veo también el peligro de gnosticismo y de subjetivismo en muchas propuestas teológicas. Y me afirmo en el amor, lo más desinteresado posible, como termómetro de autenticidad, y en el profetismo de Jesús como la característica del cristianismo.

    • oscar varela

      Hola Gonzalo!

      Esa “inagotabilidad” de Dios
      (al menos en Occidente)
      viene “EMBOTELADA” en el “plástico” SER;

      habiendo una otra mayor inagotabilidad de “SERES”

  • oscar varela

    Hola!

    1- Aunque un poco (bastante) complicadito para no “especialistas”;

    el aporte vale; y mucho.

     

    2- yo lo calificaría de “cautelar“;

    y, entonces, lo percibo “in-suficiente“.

    Porque todo lo “cautelar” es solo

    -aunque imprescindible ¡alerta!-,

    solo “andamiaje para“.

     

    3- Faltaría ir al “para qué

     

    4- Claro -entonces y también-,

    que habría que fundamentarlo en su “por qué

     

    5- ¿No es eso el “QUEHACER

    en lo que consiste la vida de cada cual:

    LO QUE HAGO y ME PASA”?

    ……………………………………..

     

    Nota adicional:

    La interpretación de uno de los relatos más importantes del evangelio

    -“LA REPARTIJA DE COMIDA“-

    pone como paradigma fundamental la diferencia entre:

    “ir al shopping a COMPRAR“,

    (frente-contra)

    DAR de lo que se tiene”.

     

    a) Acepto esa interpretación “evangélica”

    pero solo

    b) validándola en la radicalidad de la vida de cada cual:

    “La vida no ha sido dada,

    -pero VACÍA

    consistiendo, entonces en OCUPAR-LA;

    -con “OCUPACIONES“; e.d.: QUEHACERES

    [el DAR es un QUEHACER]

    (los discípulos habían elegido el COMPRAR en el shopping)

    • oscar varela

      pudiera ocurrir que LAS ESPIRITUALIDADES
      nos sean presentadas como para COMPRADORES.
      En sí, no estaría mal la exhibición en las vidrieras,
      (eso es lo que otros han HECHO para nos-otros = n/herencia)
      Sólo que nos cabe la in-eludible ELECCIÓN y ASIMILACIÓN.

  • Carmen

    Pues no he entendido mucho. Pero tengo la impresión de que se trataría de buscar una especie de religión universal. A lo mejor no es eso. Ya digo que no he entendido bien.

    Y sin embargo creo que  todo esto va  justo de lo contrario. Es decir, que cada persona lo que quiere es vivir su espiritualidad a su modo y manera. Creo que en unos siglos , pocos, las grandes religiónes dejarán de ser grandes y se irán disolviendo en eso que llaman espiritualidad. El problema está en que perderán Poder y, francamente, no creo que estén dispuestos los que las dirigen.

    Pero vamos. No entiendo mucho. Más bien muy poco.

    Que hablen los expertos.

    • Rodrigo Olvera

      Pues tienes toda la razón, Carmen:
      a) el autor interpreta que las nuevas espiritualidades pretenden una única religión espiritual
      b) no tengo idea de cuáles considere que son las nuevas espiritualidades, pero en ninguna de aquellas a las que se adscriben personas con las que interactuo pretende semejante objetivo.
      c) decir que hay una realidad común DETRÁS de todas las religiones no es sinónimo de pretender que exista una única religión universal.

      Entiendes más que bien.

      • Carmen

        Es que ayer volví a ver la película Gandhi. Bueno, la mitad porque me quedé durmiendo. Por la noche suelo ver una película para dormir, de esas que no te alteran
        Resulta que este señor es uno de esos mitos míos . Y me metí un ratito en la wiki, en la India y tal. Y , bueno, qué de religiones tienen. Y diferentes a la mía. Son no teístas, que por cierto, tb entendí lo que era una religión no teísta. Otros mundos, aunque estén en este.
        Y hoy leo el artículo y no he entendido nada. Cómo es posible que se tenga la idea de una religión universal con lo que aprendí ayer? Es imposible.
        Precisamente por algo que he dicho hasta la saciedad aunque hoy lo lea como una novedad. Pero, qué es eso de Dios? Qué quiere decir esa palabra? Pero si lo que crea es confusión, le dije el otro día a Román que le llamo It, porque la palabra Dios creo que ha dejado de tener un significado concreto, se ha vuelto una palabra polisémica para mí.

        De lo que va el futuro es de espiritualidad. Si nos dejan los mandamases de las religiones, claro. Y los gobiernos de las naciones de la tierra, porque perderían un aliada superimportante

        Y he pensado, jolín, a mundo globalizado, religión globalizada y , uf, no me ha gustado nada la idea.

        Pero bueno…y yo qué sé de esto. Lo mío es hablar porque me gusta hablar.
        Gracias.
        Un abrazo.

  • Rodrigo Olvera

    pd

    Con mucha frecuencia en foros religiosos (más preciso, en foros cristianos especialmente católicos), al hablar de “nuevas espiritualidades” en realidad se refieren a la (deficiente, en mi opinión) reinterpretación y apropiación occidental (principalmente europea y anglosajona) de algunas corrientes específicas del hinduismo y del budismo.

    Si alguien tiene interés en las nuevas espiritualidades que están desarrollándose en los territorios de las antiguas espiritualidades germánicas y nórdicas (movimientos muy distintos a los de occidentalización del hinduismo y budismo) les recomiendo el canal de Youtube de Arith Härger. Lamentablemente sólo está en inglés, sin subtítulos en español.

    Aquí les comparto este video de él sobre las diferencias entre los conceptos de Heathen (Etenista) y Pagan (Pagano) para referirse a personas pertenecientes a religiones pre-cristianas no abrahámicas; así como a los mismos sistemas de creencias pre-cristianas no abrahámicas.

     

  • Rodrigo Olvera

    El problema es que, mientras no se delimite cuáles espiritualidades quedan dentro de la etiqueta “nuevas espiritualidades”, dicha etiqueta no es más que un fantasma del que se puede decir todo y nada.

     

    ¿A qué espiritualidades se refiere con “nuevas espiritualidades”. ¿Y caben todas bajo una generalización? Por ejemplo, ¿podría pensarse que tanto la espiritualidad Asatrú como la espiritualidad Etenista están “impactadas” por la experiencia de encuentro o religación con la Realidad no-dual? (spoiler alert: no, ninguna de esas dos espiritualidades cumple esa descripción; y aunque ambas son nuevas espiritualidades desarrollándose en torno a las viejas espiritualidades del espacio germánico y nórdico, son profundamente diferentes entre sí). Y de los distintos neo-luciferismos ni hablar.

     

    En todo el texto no hay manera de saber a cuales “nuevas espiritualidades” se refiere, para poder verificar su descripción de tales espiritualidades. La única nombrada explícitamente, pero es muy ambiguo si la considera o no como parte de las nuevas espiritualidades, es la espiritualidad Zen. Bueno, si fuera el caso que el autor considera al Zen como parte de las “nuevas espiritualidades”, pensar que es “nueva” una espiritualidad originada hace 21 siglos es como llamar “Nuevo Continente” a Abya Yala sólo porque hasta ahora en siglo XVI lo “descubrimos”.

     

    Así que sería bueno saber a cuales tiene en mente al escribir de “nuevas espiritualidades”

     

    Abrazos y esperanzas

     

     

    Con mucha frecuencia,