La figura histórica del pensador francés que el gran público frecuentemente califica de blasfemo, ateo y enemigo de la iglesia, adquiere un relieve más positivo y religioso si se la pone al lado de la historia cultural de China.
Efectivamente, la Ilustración europea asumió con hambre y relax las visiones que transmitían a Europa los jesuitas y más concretamente Mateo Ricci, que logró ser aceptado por los sabios chinos de la época y emitió juicios benévolos sobre la religiosidad y las ideas éticas y sociales de los chinos.
Y mientras los intelectuales europeos aplaudían las apreciaciones de Ricci y de los jesuitas misioneros en China, las demás órdenes religiosas se oponían y combatían la pastoral de Ricci, y la aristocracia y las monarquías europeas, junto con la Santa Sede del Vaticano, asediaron y combatieron la estrategia misionera de los jesuitas, y el Papa terminó por disolver la Compañía de Jesús, y con ella las experiencias evangelizadoras de las Reducciones del Paraguay y de China.
Algo parecido ocurre en nuestros tiempos con la Teología de la Liberación, primero combatida por el Papa Juan Pablo II y posteriormente, al menos, tolerada desde la Santa Sede.
En el fondo de ambos conflictos subyace el posicionamiento de las religiones y en especial de la católica frente a la sociedad civil y la indudable autonomía en que deben moverse ambas entidades. En España, en concreto, hemos pasado con la Transición de una armonía o sumisión de lo religioso a lo civil, del episcopado y de Roma al franquismo, a una nueva y tensa relación entre ambos en lo religioso y en lo económico, y si no pensemos en los conflictos de la Catedral-Mezquita de Córdoba, de las ayudas económicas del Erario Público a la Iglesia, y de las cargas fiscales que el Estado impone o perdona a la Iglesia….
“Dad a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es de César” algo así está escrito en el evangelio como palabra de Jesús Nazareno.
Y mientras algunos pontifican que el régimen chino es ateo y persigue las religiones, un libro reciente de Alianza Editorial “China” de Jesús Mosterín, traza una historia de la cultura china y de las religiones en el País más poblado del mundo, y el Vaticano intenta encontrar la fórmula de convivencia y coexistencia más oportuna y hace equilibrios entre el estilo misionero más usual empleado hasta ahora y la vuelta a las fórmulas de Mateo Ricci.
Admitamos que a Europa y a la Iglesia le tocaría pedir perdón por aquel desplante y el portazo de China a Europa en los tiempos de Ricci, que es difícil entender las prevenciones de la Iglesia católica china frente al gobierno del país, y todo lo que queramos. Pero deseemos con todo empeño superar una tensión que ayudaría mucho a situar a la iglesia católica en este siglo en que vivimos y a difundir el mensaje del evangelio en Asia y en todo el planeta. Y aceptemos todo lo positivo que nos ha dado la Ilustración, Montesquieu, Diderot, Leibnitz, y antes que ellos Bartolomé de las Casas y la Universidad de Salamanca…
Totalmente de acuerdo contigo Honorio.
Mientras la iglesia solo quiera hacer, que todos piensen… como ella… sin centrarse de verdad en la:
¡Vida que tiene La Palabra de Jesús!
Poco o nada se podrá hacer.
Y parece, que no les sirve de mucho, los ejemplos que tú nos expones, que fueron de verdad esenciales, buenos, creativos, haciendo un gran bien allá por donde pasaron.
Un abrazo entrañable.
Al hilo de lo que relata Honorio, añado que Diego de Pantoja, nacido en Valdemoro en 1571, jesuita, fue clave en las relaciones co China principios del XVII. Vivió en Pekín y trabajó en la transcripción del chino al alfabeto latino. El emperador garantizó al morir Ricci un panteón para su enterramiento y le confirió honores, el aperturismo cultural de Pantoja se vino abajo gracias a la falta de visión y el afán de poder de las curias papal, jesuita y de otras órdenes como bien cuenta Honorio.