Para el filósofo alemán T.W. Adorno después de Auschwitz ya “no se puede escribir ningún poema”. Es cierto que el holocausto de Auschwitz y la pandemia del coronavirus no son términos de comparación, pero, como dice el mismo Adorno, modificando así su aserto, “el sufrimiento prolongado tiene tanto derecho a la expresión como el martirizado a aullar”. Se puede hacer, pues, poesía en estos momentos de sufrimiento y de incertidumbre y, creo, que hasta es necesario, porque puede ser una herramienta poderosa para encarar y superar la pandemia por más que la ciencia y la medicina tengan la última palabra.
Da la impresión de que la poesía, como la música, no tiene nada que decir sobre la realidad histórica y humana; pero la poesía es palabra “esencial en el tiempo”, nos recuerda Antonio Machado, no un mero referente de colores, estrellas y lunas. Tal vez sea el momento de releer a Miguel Hernández, Antonio Machado, León Felipe, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Blas de Otero…, poetas más cercanos. La poesía no puede faltar en estos momentos de dolor y de miedo ante la pandemia que cada vez es más extensa tanto en número de afectados como de países. En la expresión poética hay que diferenciar al menos dos ejes temáticos fundamentales: la lírica y la épica. La lírica tiene como base el amor y la épica, el relato de acciones relevantes, utópicas, que evidencian la esperanza humana.
Decir lírica es decir amor en todas sus manifestaciones y es referirse a la solidaridad que es tanto como hacerse responsable uno del otro, como bien expresa E. Lévinas: “desde el momento en que el otro me mira, yo soy responsable de él…; su responsabilidad me incumbe”. La lucha contra la pandemia se hace desde la ciencia, pero también desde la solidaridad que día a día vemos en hospitales, residencias de ancianos, atenciones a los que viven en soledad. No es posible una victoria sobre la enfermedad y el sufrimiento sin el apoyo y el cuidado de personas sanitarias o no que están cerca de los pacientes. Y esto es lo que hay que resaltar por más que las televisiones y periódicos se centren más en las críticas de algunos políticos y presidentes autonómicos a las decisiones tomadas por el gobierno central. Algunos responsables autonómicos, precisamente los más afectados por el coronavirus, se alinean con la actitud del leproso Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, quien, ante la propuesta del profeta Eliseo de que se lavase siete veces en el río Jordán para curarse de la lepra, respondió en plan despectivo: “los ríos de Damasco, el Abana y el Parpar, ¿no son muchos mejores que todas las aguas de Israel?” (2Re 5, 12). La insolidaridad puede llegar a la actitud mezquina de no atenerse al consenso del Gobierno central con el resto de los gobiernos autonómicos, aunque no se esté de acuerdo en algunas medidas propuestas para atajar la pandemia. Desde posiciones insolidarias, tanto individuales como colectivas, no se vence a esta enfermedad que está causando tanto sufrimiento y muertes. Es cierto que nuestra sociedad europea está alarmada y que los medios de comunicación resaltan a veces más las consecuencias económicas que las verdaderamente humanas. El capitalismo depredador, las bolsas de valores y el Ibex 35 entre ellas son su cara externa, vive de espaldas a lo que acontece y su único objetivo es obtener beneficios económicos. Nos lo recuerda con vehemencia Miguel Hernández: “Andaluces de Jaén/, aceituneros altivos/, decidme en el alma: ¿quién/ amamantó los olivos?/ Vuestra sangre, vuestra vida/, no la del explotador/ que se enriqueció en la herida/ generosa del sudor”. En mi libro de poemas Palabras para este tiempo escribí sobre el broker: “No sé lo que significa/, ni me importa/. Sí sé qué hace/ y quién es su dueño/. Asesinos de hombres y mujeres/, de pueblos enteros/; sanguijuelas sin piedad/, la sangre Abel es su alimento/; promotores urbanos del hambre/, la pobreza de los demás, su granero”.
Que el mundo se derrumbe, bien por esta pandemia del coronavirus, bien por otras pandemias ya establecidas que nos afectan menos, como el letal “hambrevirus”, le trae sin cuidado; si bien, en nuestro país, algunos ricos y empresas importantes están teniendo gestos de solidaridad. Lo que debería ser la reacción normal es un gesto aislado bien recibido.
Pero no sólo la lírica, también la épica es una expresión relevante de la poesía en cuanto es un relato de acciones utópicas, individuales o colectivas; encararse al sufrimiento desde la esperanza, como acontece en el libro del Éxodo, cuyo relato más significativo es cuando el sufrimiento del pueblo de Israel llega a su zenit: no hay agua; de ahí su enfrentamiento con Moisés y con Dios: “¿Por qué nos has sacado de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?” (Éx 17, 3). La esperanza de Moisés golpeando la roca de Horeb tiene el éxito que anhelaba el pueblo de Israel: el agua que calmó su sed y su situación sufriente. Con razón proclama G Büchner, en su drama La muerte de Danton: “La roca del ateísmo es el sufrimiento”, que es tanto como decir la desesperanza. La actitud del creyente en esta atmósfera de sufrimiento sin salida aparente ha de ser la de Moisés, orar por su pueblo desde la fe de que hay solución a lo que parece insoluble, aunque, como suele ocurrir en estas situaciones, haya por doquier engañabobos que pueden embaucar a los más débiles con “milagros” imposibles.
Es en el aquí y ahora donde ha de actuar la esperanza; tiene que mirar al futuro próximo, pero desde la realidad sufriente del ahora. Tal vez no les falta razón a E. Lévinas y F. Rosenzweig para quienes la filosofía es ideología de la guerra al considerar unos elementos como esenciales (Dios, hombre, mundo) y despreciar otros como accidentes (el sufrimiento, la pobreza, la esclavitud). En estos momentos de pandemia, de zozobra y de miedo es posible hacer poesía, porque, como en los relatos épicos, es hora de que la esperanza tome la iniciativa y el ser humano recupere su propia identidad óntica, pues, siguiendo a Laín Entralgo, “el hombre sin esperanza sería un absurdo metafísico”. El poeta bíblico nos echa una mano también: “Vuélvete, Señor, hacia nosotros… y sácianos de tu gracia para que exultemos de júbilo todos los días” (Sal 89, 13-14)
DESDE VALENCIA
Soñé con un mundo menos ruidoso,
A la llegada a esta ciudad de alegría y fiesta.
Motores nocturnos de vehículos desafiantes
Rivalizando con el tráfico diurno.
Terminé aceptando la impotencia
Ante esta invasión y tormento del hogar.
Ahora recostada en la almohada
El silencio de las avenidas acompaña,
Junto al pálpito del corazón,
Que circula y no silencia su andar,
Grabando conjuntamente los ritmos,
Liberando los pesares que no son de soledad.
La pandemia abarca todo, la alegría y el dolor.
Los aplausos se contagian, lo estridente se alejó,
Y va dejando a muchos sin consuelo el corazón.
Otra vida es anhelada en un mundo renovado
Que nos una en la desdicha y florezca en el amor.
No priorizando unas siglas, ni de cuánto es su valor.
Pandemia y poesía, sí es posible que se crucen. Como la poesía es para mí un “género” muy querido, muy grato y sugerente, quiero unirme a las reflexiones que siguen (y que preceden en el tiempo) con estas otras:
–La poesía es frecuentemente la expresión de finura espiritual de sentimientos y de vivencias o convicciones íntimas, a veces casi inefables -piénsese en Juan de la Cruz-; pero la poesía también se mueve con soltura en el drama, en la tragedia -Shakespeare- y en la elegía… Temas, géneros, que, por otra parte, encajan bien con la situación de pandemia que sufrimos. Los sentimientos se expresan de distintas formas. La poesía los acoge siempre, porque tal vez sea la mejor caja de resonancia de los mismos.
–Si no se frivoliza o se hace ocasionalmente festiva -que también-, la poesía, tal como la siento, brota del hontanar más profundo del ser humano, y a partir de él sintoniza con sus sueños, con sus gozos y con sus penas -o soledades- que vivencia personalmente o que percibe en el entorno… Por eso la poesía puede ser festiva, pero especialmente interior, profunda y muy concentrada, tanto que a veces requiere una lectura reposada, y que además invita a volver a ella…, a “meditarla…” o degustarla.
–Por eso se comprende que la poesía sea más filosófica y elevada que la historia (Aristóteles) y que incluso sea más profunda que la metafísica (Unamuno)
–En efecto, la poesía de calidad refina el espíritu y lo eleva. La poesía de calidad humaniza. Quizá por eso, se ha dicho que nadie que ame la poesía puede ser mala persona. Tal vez por eso también, porque humaniza, porque hace pensar y enseña a discernir bien -y porque enriquece-, la poesía no se conforma-limita con lo inconsistente, y por ello no da culto a ídolos vacíos. Sólo los ve como lecciones… La poesía enseña, ayuda a reflexionar, a meditar, y a poner el corazón en lo consistente, no en lo perecedero. En este sentido, quizá en la poesía aparezca lo mejor del ser humano…
–En suma, la poesía humaniza. Quizá por eso Darwin, ya viejo, llegó a decir: Si volviese a vivir, dedicaría al menos un tiempo semanal a oír música y a leer poesía… Es para pensar esta confesión de Darwin.
–Quizá en estas horas de pandemia nos venga bien escuchar música (de la buena) y leer despacio, rumiando, poesía (de la buena). Puede ser en muchos casos una feliz terapia.
La afirmación de Adorno va en la línea de que la poesía no tiene que ver nada con la realidad, sobre todo con el sufrimiento humano. Todo lo contrario, como bien dice Ana Rodrigo: “nos enfrentan a la realidad, aunque parezca una contradicción, con más realismo” , o Antonio Rejas: “en poesía se puede plasmar el pensamiento, el compromiso social y el sentimiento humano”. Hay que erradicar el dicho de que “soy músico o poeta y me acuesto a las ocho”. El poeta no vive de espaldas a la realidad; todo lo contrario, la asume, la embellece y la hace más asimilable. Un testimonio de Blas de Otero: “Pasó la guerra, pasó la enfermedad, el hambre…/ Una vez más amanece/… Sucedieron naufragios, sucedieron problemas, muertes/… y la humanidad siguió impasible refugiada bajo el alba/… Una vez más amanece”.
Lento viene el futuro
lento
pero viene
…
ese experto futuro que inventamos
nosotros y el azar
cada vez más nosotros
y menos el azar.
(Mario Benedetti)
………………..
SEGUIR CRECIENDO
(Marta Ruffini)
Tenemos un color
amargo
deslucido
sin ternura.
Lenta la imagen, la voz sin resplandores.
Tenemos en las manos
antiguas envolturas que desdeñan
zafar de la rutina.
Miedos
hasta por las costillas.
Acaso ¿no soñábamos
un día ser grandes?
A ver si nos juntamos, en serio,
para pensar un poco más a fondo
en una alternativa, para ser quien queremos,
para buscar pensando
y rescatar un sentir que está latiendo.
Sin áridos prejuicios
para miramos diferentes.
Revelarnos
aprender a crecer cada momento
con otros
armando nuestro milagro cotidiano.
Considero que tanto en prosa como en poesía se puede plasmar el pensamiento, el compromiso social y el sentimiento humano, aunque considero que esta última faceta pertenece más a la poesía. No hace mucho leí casualmente una frase de un médico y poeta (esta vocación más tardía) con la que me identifico: “La poesía es la más humilde de las manifestaciones humanas, pero la más necesaria. En cierto modo es el oficio del espíritu, el lugar de confluencia de dos intimidades (la del autor y la del lector) en el espacio de las palabras”.
Si la poesía es el oficio del espíritu, está justificado hacer poesía en momentos de sufrimiento para expresar sentimientos e ideas sin una secuencia lógica como se dice en el artículo “hasta es necesario, porque puede ser una herramienta poderosa para encarar y superar la pandemia por más que la ciencia y la medicina tengan la última palabra”.
En la situación actual tiene cabida la poesía lírica como expresión emocional, pero sobre todo la épica como demuestra a diario esa pléyade de profesionales y voluntarios entregados en cuerpo y alma para prestar la atención necesaria y que constituye una auténtica hazaña y casi aventura porque desconoce el resultado final para su persona.
Los representantes políticos del capitalismo se autoexcluyen con su crítica negativa al gobierno de turno en lugar de colaborar, contrastar ideas y ofrecer apoyo. Pero no. Quieren sacar tajada de los posibles errores en la gestión de la pandemia. La tragedia exige unidad de acción y olvido de renta política porque el momento es excepcional y atañe a todos.
Por ejemplo
(en vez de morirse ‘e triste / se hace flores de sus penas)
https://www.youtube.com/watch?v=DFtDGNcp5Ng
En torno al “cagaso” por el coronavirus
(es dedir: Meditación de la MUERTE)
1- La moral de la modernidad ha cultivado una arbitraria sensiblería
– en virtud de la cual todo era preferible a morir.
– ¿Por qué, si la vida es tan mala?
– El valor supremo de la vida está en perderla a tiempo y con gracia.
– La vida que meramente se arrastra y prolonga en el vacío de sí misma,
– ¿qué puede valer?
– ¿Va a ser nuestro ideal la organización del planeta
– como un inmenso hospital y una gigantesca clínica?
2- Esta es la manera de sentir propia del ánimo burgués.
– Quiere a toda costa vivir, alargándola a costa de no usarla.
– ¿Por qué ha de triunfar la moral de la vida larga sobre la moral de la vida alta?
3- La vida es un proceso químico en cadena,
– cada una de cuyas reacciones dispara inevitablemente la sucesiva
– hasta recorrer la serie predeterminada y fatal.
– No cabe variar el proceso inexorable;
– sólo es posible artificialmente frenarlo,
– hacer que cada reacción tarde más en producirse.
4- Una vida de ritmo lento será más larga que una vida en prestissimo;
– pero, en definitiva, no hay más vida —químicamente hablando— en una que en otra.
– El repertorio de reacciones es idéntico (lentitud o celeridad del tempo biológico),
– sin embargo, la vida condensada adopta formas distintas
– que la diluida en largo tiempo.
5- El imperativo que nos ordena tomar la vida bajo nuestra voluntad y gobernarla
– ¿por qué no extenderlo a la muerte?
– Podríamos también usar de la muerte, aprovecharla, emplearla.
6- Una moral de más quilates no aceptaría el principio de evitar todo riesgo
– con el fin de hacernos arribar a nuestra muerte natural.
– Esta es la muerte química, forzosa, involuntaria, como la de la bestia y la planta.
7- Parece de mayor dignidad humana aprovechar el hecho y la fuerza que es la muerte,
– usando de ella bajo el regimiento de la voluntad.
– Esta moral mejor había de advertir al hombre que posee la vida para exponerla con sentido.
8- El espíritu industrial viene a cooperar en la realización de esa norma.
– Bajo la inspiración del horror a la muerte
– ha inventado maravillosas técnicas para dominar la Naturaleza:
– la mecánica, que disminuye el esfuerzo innecesario;
– la medicina, que aminora los casos de muerte inepta por enfermedad;
– la economía cooperativa, que facilita la existencia material y
– asegura la vida de los nuestros.
9- Todas estas admirables creaciones contra la muerte química
– dejan vacar nuestro albedrío para elegir una muerte voluntaria y
– nos permiten buscar más libremente otros de nuestra invención.
– De esta manera convergen hacia una nueva moral ambos impulsos antagónicos.
10- Hace falta fomentar el arte de morir.
– Junto a los innumerables hospitales, cajas de ahorros y sociedades de seguros,
– fuera espléndido multiplicar las sociedades de riesgos.
– El deportismo ha iniciado espontáneamente esta labor de nuestra época,
– ocupándose en organizar el peligro.
11- La muerte química es infrahumana.
– La inmortalidad es sobrehumana.
– La humanización de la muerte sólo puede consistir en usar de ella
– con libertad, con generosidad y con gracia.
– Seamos poetas de la existencia que saben hallar a su vida la rima exacta en una muerte inspirada.
Si Charles Boudelaire supo hacer poesía con sus flores del mal, con esto también es posible. La poesía a mí modo de ver es una manera de escapar de la realidad. Bueno, casi siempre, porque otras…ahi tenemos a Miguel Hernández, que de escapar nada.
Pero claro, hay que ser un maestro. Pero un maestro de los de verdad, no me refiero a los superventas.
Además, en realidad lo que diferencia a otras pandemias de ésta, es la información, la consciencia que tenemos de ella. Y eso trae consigo un miedo enorme, además de los muertos que eso si que no es opinable.
En fin.
Mucha suerte a todos.
Y ya me callo.
Hoy me ha dado por hablar y…
Hola!
ESPERANZA quiere decir SALTO DINÁMICO (etymon = “spring”).
* Eso es, precisamente, la vida de todo viviente.
* Eso es la REALIDAD, en última instancia: LÍRICA.
* Eso es POESÍA, QUE-HACER (griego “poiein”)
…………………….
Artículo no “vectorial”,
la habitual “poesía espiritual”
dormidora ante un mundo nervioso!
No siempre cualquier forma de expresión verbal es capaz de llegar al corazón del sufrimiento y de cualquier emoción, para eso tenemos determinados géneros literarios como las metáforas, las alegorías, las parábolas, el simbolismo, la música, la poesía y, en general el arte, nos enfrentan a la realidad, aunque parezca una contradicción, con más realismo, porque van allí, al fondo de las emociones.
Gracias, Antonio, por esta reflexión tan interesante.