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Patada lateral ascendente

Dejemos los asuntos vaticanos por ahora. Pero la Iglesia católica nos va a herir más directamente en España a todos los ciudadanos, creyentes o no. Mi arzobispo de Valencia sigue desbarrando, pero yo ya me he manifestado. Pero Jesús en este escrito nos advierte que en los próximos años se van a hacer más de cuarenta nombramientos de obispos en España y que no todos serán jubilaciones. ¿A dónde irán obispos como Munilla y otros que reman contra Francisco? ¿Seguirá el promoveatur ut removeatur? Esperemos del Francisco y de Bernardito que no sea así. AD.

He estado dudando si poner este título o cambiarlo por otro políticamente menos incorrecto. Al final, he decidido mantenerlo porque refleja la manera de afrontar (y no solucionar) las crisis eclesiales cuando, como es el caso, se constata un manifiesto enfrentamiento entre el obispo y una parte, notable y cualificada, de los diocesanos. No queda más remedio que recordar el modo (tan socorrido como desgraciado) que suele activar la curia vaticana en estas ocasiones, habida cuenta de que es probable que lo veamos operativo entre nosotros. Y puede que no tardando mucho.

La diócesis de Coira (Suiza) es una de las treinta centroeuropeas que han logrado mantener el multisecular derecho a ser consultadas para el nombramiento de un nuevo obispo. En este caso, la Santa Sede presenta una terna de candidatos de entre los que el cabildo catedralicio elige uno. Sin embargo, es un procedimiento que, necesitado de actualización, no siempre ha sido respetado por el Vaticano; en particular, durante el papado de Juan Pablo II. Concretamente, el año 1988 recurrió a una artimaña legal: la consulta es exigible cuando la sede episcopal está vacante, pero no es preceptiva cuando se nombra un obispo coadjutor con derecho a sucesión.

En este caso, la Santa Sede tiene las manos libres para nombrar a quien quiera sin tener que mandar una terna de candidatos. Es el procedimiento que empleó para designar a W. Haas como obispo coadjutor, una persona conocida por sus posicionamientos conservadores, cerrada al diálogo y muy cercana al Opus Dei. Pasados dos años, el 22 de mayo de 1990, fue nombrado obispo titular de Coira.

Las protestas no tardaron: el domingo siguiente se hicieron sonar las campanas durante un cuarto de hora en señal de protesta. No faltó una minoría que alabó el coraje del nuevo obispo para afrontar la impopularidad y elogió su capacidad para resolver la crisis por la que atravesaba la fe católica en Suiza, algo que en su opinión se manifestaba en la práctica de la intercomunión eucarística, en la crisis de veneración a María y en el escaso cuidado de la comunión eclesial con el Papa Juan Pablo II. A partir de ahí se abrió un tiempo marcado por las decisiones polémicas, los enfrentamientos y una quiebra seria de la comunión entre el obispo y la mayor parte de los sacerdotes y católicos de Coira. El Vaticano se vio en la obligación de nombrar dos obispos auxiliares (1993) con el fin de atemperar al titular. Tres años después la Conferencia Episcopal Suiza reconocía que había fracasado «el intento de solución» con el nombramiento de los auxiliares e indicaba que la llave para una solución pasaba «por un cambio de personas».

El 2 de diciembre de 1997, monseñor Haas fue nombrado arzobispo de Vaduz haciendo su entrada en la catedral el 20 del mismo mes. Era una diócesis de nueva creación que comprende el territorio del Principado de Liechtenstein, Estado soberano entre Suiza y Austria, con 20.000 católicos y una veintena de sacerdotes. La decisión tampoco gustó a la mayor parte de los nuevos diocesanos ni incluso al Gobierno y al Parlamento del Principado. El sucesor en Coira,

Amadeo Grab, tuvo que invertir parte de sus esfuerzos en intentar recuperar los cauces de diálogo rotos y en restañar las heridas de una comunión seriamente deteriorada.

Este modo de afrontar la crisis fue calificado, de manera un tanto cruel, pero real, como ‘patada’, porque se quitaba de en medio a una persona excesivamente problemática. ‘Lateral’, porque se la retiraba de la presidencia de una diócesis importante. Y ‘ascendente’ porque se le promovía a la nada. Si era cierto que se le daba un arzobispado, no lo era menos su irrelevancia en el mundo católico. Ya en su día hubo quienes criticaron este modo de proceder: primero, porque los católicos de Liechtenstein no tenían por qué cargar con los errores cometidos por la Santa Sede al elegir (y ‘ascender’) a una persona inadecuada, además de no ser consultados. Y segundo, porque cuando un obispo se manifestaba incapaz de serlo, lo lógico era que no se le confiara otra diócesis, por pequeña o irrelevante que pudiera ser.

En los próximos cinco años se van a cambiar unos cuarenta obispos en España. Como es de prever, habrá jubilaciones largo tiempo esperadas. Y también ‘ascensos’ que, en algunos casos, serán motivo de pavoneo personal. En otros, por no deseados, una prueba de coraje evangélico. Y, en algunos, una ‘patada lateral ascendente’, es decir, alivio para unas iglesias y castigo para otras menos reivindicativas. No creo que, hoy por hoy, el papa Francisco esté dispuesto a activar una ‘conversión’ sinodal y corresponsable en el nombramiento de obispos. Supongo que entiende que hay que cambiar la cúpula de la Iglesia, aunque sea al precio de no contar con los católicos directamente concernidos. Me da que seguiremos ocupados en interpretar si los nombramientos que se avecinan son de matriz evangélica o para el pavoneo personal o si ha habido una ‘patada lateral ascendente’. Una pena.

2 comentarios

  • Carmen

    Me gustan los dos artículos.

    Me gustan los dos títulos de los artículos.

    Si supiera escribiría otro en la misma línea con título: este papa se irá y otro llegará.

    Pero no sé.

     

  • Julián Díaz Lucio

    En mi diócesis estamos ahora en esa situación. No sé si lo cambián para favorecer el “pavoneo personal”, o por “patada lateral ascendente”. Ante este situación escribí el siguiente artículo:

    UN OBISPO SE VA, OTRO VENDRÁ
    Un obispo se va: No lloro porque este obispo se vaya, máxime si era algo que él deseaba con alegría. Y conste que en mis encuentros con Don francisco siempre me ha recibido con un afectuoso abrazo, y hemos dialogado muy amablemente. Pero a mi edad ya no dependo de vivir mi fe en Jesús de Nazaret del acierto o desacierto de tener un obispo u otro. Creo que el obispo es una mediación más para la vivencia de la fe, pero no esencial. Creo que es más importante la comunidad cercana con la que uno comparte el caminar cristiano. El obispo es importante para animar y organizar el conjunto de la diócesis, pero con una importancia relativa. Creo que hay que superar las mediaciones (obispos, curas, superiores religiosos incluso papas) para centrarnos constantemente en la persona de Jesús, como el espejo de Dios, y dejarnos iluminar siempre por su vida y su palabra. Y en este caminar, la vida en grupos o comunidades pequeñas cobran una importancia decisiva. Creo que ha habido y hay un cierto infantilismo en multitud de cristianos y curas al estar demasiado dependientes de lo que diga el superior eclesiástico. El cardenal Tarancón hablaba que los obispos españoles padecían de tortícolis de tanto mirar a Roma.
    Y otro obispo vendrá, y ese es el problema. A la comunidad diocesana no nos consultan qué tipo de obispo nos gustaría tener, mirando la situación de nuestras gentes y pueblos. Y sería, por lo tanto normal, que se nos consultara, al menos a los laicos y sacerdotes de más responsabilidad  diocesana. Ésta era la norma en la antigüedad, de no imponer a nadie como obispo que las comunidades no desearan. Pero los tiempos han cambiado, y el poder eclesiástico se concentró en Roma a partir del siglo IV, y actúa ya unidireccionalmente a través de sus Nuncios y los amigos de tales señores. Esto ha traído y trae conflictos serios, porque más de una vez algunos obispos no actúan conforme a la actualización del evangelio que ha actualizado el Concilio Vaticano II y las orientaciones renovadoras del papa Francisco. Y el Pueblo de Dios en cada diócesis no tiene capacidad alguna ni para admitir a una determinada persona como obispo, y menos para apartarlo, si cree honradamente que está desviándose del ejemplo de Jesús de Nazaret. Predomina la monarquía absoluta, el jerarquismo inmovilista.
    Y éste es el gran problema, no solo de algunas diócesis, sino de la misma Iglesia Católica: el pasar de un poder centralizado absoluto, a una descentralización efectiva del poder, donde el Pueblo de Dios tenga su voz y voto en la misma a la hora de gobernar y dirigir la Organización eclesial. La jerarquización no es creación de Jesucristo, sino fruto del devenir secular con las influencias de los poderes seculares.
    El Papa Francisco las está pasando canutas a la hora de concretar las tímidas reformas eclesiales, y eso que aún no ha tocado a las posibles reformas estructurales. Reformas, que cantidad de teólogos están pidiendo para que la conversión pastoral, que tanto pregona el Papa, sea de verdad efectiva y con visos de permanencia.
    Mientras tanto, seguiremos esperando pacientemente y pidiendo al Espíritu que ilumine a los “constructores” de obispos, y no se dejen llevar por las simpatías e influencias de los poderosos, sino que atiendan al Evangelio, al pueblo llano y a las orientaciones renovadoras del papa Francisco a la hora de nombrarnos el nuevo obispo. Amén, así sea.
    Julián Díaz Lucio