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Los hombres no lloran

     En las sociedades patriarcales los hombres varones no suelen llorar porque no deben llorar, de acuerdo a la machotería oficial. Llorar sería una debilidad propia de mujeres, como parece que le advirtió al rey Boabdil su madre Aixa tras perder el reino de Granada: llora como mujer lo que no supiste defender como hombre. En efecto, la mujer llorona tiene una larga tradición que la manifiesta ritualmente como plañidera, que es la encargada de ofrecer los trenos fúnebres en el entierro de ciertas personas o personajes.

     Las plañideras reflejan un trasfondo cultural de signo matriarcal, en el que la vida procede de la madre tierra y vuelve a ella. Por eso son mujeres las que ejercen el oficio de acompañar al vivo como comadronas o madrinas y al muerto como lloronas. Se trata de un acompañamiento ritual y comunal, que funciona a modo de catarsis o purificación colectiva, así como de reconciliación no solo con el más allá, sino también con el más acá de los parientes y amigos del difunto.

     Las plañideras adquieren especial importancia en el antiguo Egipto, donde las lloronas se denominan cantoras de la diosa Hator. Pero su presencia recorre no solo el mundo judío, sino también Grecia y Roma. El estudioso I. Kadare ha llegado a afirmar que el ritual de plañideras podría ser el origen del teatro griego trágico, puesto que interpretan la muerte en vida. Sin embargo, las sociedades patriarcales que han dejado a la mujer esa función sentimental y lacrimógena, acaban reprimiendo tal manifestación considerándola histérica en nombre del racionalismo, el individualismo y las modernidad liberal. La propia muerte queda tabuizada y reprimida, por cuanto abstractificada.

     En Latinoamérica perdura una vieja tradición de plañideras, especialmente en México, donde la vieja diosa Cihuacoatl llora la muerte de sus hijos, y donde coexiste el popular mito o símbolo de la Llorona, la mujer que pierde trágicamente a sus hijos y los llora como alma en pena. Curiosamente está la versión musical de Chavela Vargas en color negro, junto a la versión de nuestro Raphael en color blanco. Ambos son colores de la misma muerte sea como desaparición terrestre sea como trasfiguración celeste.

     A pesar de todo, las plañideras han perdurado en ciertos ámbitos tradicionales, y aún perduran. En nuestras procesiones de Semana Santa podemos observar hoy en día cómo la Madre Dolorosa llora la muerte de su Hijo, acompañada por una sentimental música fúnebre. Ahora bien, a diferencia del hombre patriarcal que no llora, pero deja o hace llorar a las mujeres, el Jesús del Evangelio llora lágrimas de sangre ante la muerte. Pues no se trata en efecto de una figura patriarcal, sino fratriarcal. Lo cual nos hace pensar en el alma femenina del hombre Jesús.

     En su obra La edad de la razón, J.P.Sartre decía que uno no es un hombre mientras no haya encontrado algo por lo que morir. Otra vez el machotismo, porque morir por algo es morir por una razón patriarcal y abstracta. Si acaso morir por alguien tendría buen sentido humano, propio del hombre y de la mujer en diálogo coexistencial.

5 comentarios

  • ana rodrigo

    Me alegra enormemente que dos hombres, Andrés y Oscar, abordéis un tema tan interesante para hombres y para mujeres.

    Ya recordé el otro día que desde siempre, por razones varias, a los hombres y a las mujeres se nos han adjudicado roles personales, familiares y sociales muy diferentes.

    Cuando yo aún estaba activa en mi profesión de docente, desde hace muchísimos años abordaba la cuestión del feminismo en el aula de forma transversal o directa, y siempre había niños que, en ese momento, desconectaban porque eso era “cosa de mujeres”, y yo les decía: la niñas escuchan, reflexionan y aprenden a ser ellas mismas sin diferenciación de género, así que si no espabiláis vais a tener muy difícil las relaciones hombre-mujer.

    Uno de los temas de los que hablábamos, entre otros muchos, era el mundo emocional según se fuese niño o niña, hombre o mujer. Y el que “los hombres no lloran” era la punta del iceberg de mundo emocional de una persona. La ternura, el decir te quiero, las caricias, llorar, el cuidado amoroso de l@s bebés, el cuidado de los enfermo@s, la empatía, etc., era cosa de mujeres, y estaba muy mal visto que lo hiciesen los hombres. De hecho la profesión de enfermería era fundamentalmente para las mujeres, así como en las guarderías o escuelas infantiles, aún siguen siendo mujeres, así como la mayoría en educación primaria eran maestras. Cuando en el instituto convocábamos reunión de padres y madres, a una hora no laboral, solamente acudían madres, al igual que en las tutorías (siempre con excepciones)

    En cambio el rebelarse contra alguna situación, los enfados ante situaciones injustas, el quejarse porque estaba cansada y porque tenía mucho trabajo y no podía más, se interpretaba como que las mujeres éramos unas histéricas, unas desequilibradas, unas lloronas, etc.

    Nota aclaratoria: ahora las generaciones jóvenes están cambiando bastante, y muchos hombres no jóvenes también se hacen otro tipo de planteamiento. Desgraciadamente, aún queda mucho por hacer en el campo de que los hombres vivan una nueva masculinidad. Pero ¡han sido siglos y siglos! con esos prototipos socializados, que no es fácil que cambien las cosas tan rápidamente.

    Gracias, Andrés, me ha gustado mucho el tema y cómo lo tratas.

  • oscar varela

    “DACRIOPSICOLOGÍA”:
    ESTUDIO SOBRE EL ORIGEN Y LA CLASIFICACIÓN DEL LLANTO EMOCIONAL (209 páginas)
    https://core.ac.uk/download/pdf/58909399.pdf
     
    ¿Por qué las mujeres lloran más que los hombres? (págs. 43 a 45)
     
    1- En todas las culturas, se observa una importante polarización del llanto por sexos,
    – epitomizada en la frase “los chicos grandes no lloran”.
    – Las personas que suelen llorar con frecuencia, predominantemente mujeres, son consideradas sentimentales, histéricas, manipulativas y emocionalmente lábiles.
    – El llanto se interpreta como una pérdida de control y una debilidad.
    – En contra, los reacios al llanto son un grupo considerablemente más pequeño, en el que dominan los varones.
    – Para ellos, el llorar, o bien no tiene ningún significado o bien se ha conseguido inhibir a través de la autodisciplina o el condicionamiento cultural.
    – A menudo se encuentra entre ellos un sentimiento de vacío. Según Kottler, este grupo sufre a menudo síntomas de “bloqueo emocional”, trastornos del sueño y del aparato digestivo.
     
    2- Desde la infancia, los padres castigan verbalmente el llanto de los niños, no de las niñas.
    – Esto muestra la importancia de aprender a inhibir los sentimientos en los hombres.
    – Generalmente, las mujeres controlan mucho menos sus expresiones de pena y tristeza socialmente, e incluso se les anima a llorar en ciertas situaciones.
     
    3- La famosa sentencia de la madre de Boabdil a su hijo al entregar Granada:
    – “Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”, recogida en el Romancero popular.
    – Según un proverbio indio: ”No se debe confiar ni en una mujer que ríe ni en un hombre que llora”.
     
    4- Los niños y niñas lloran con la misma frecuencia y las mismas motivaciones
    – porque su necesidad de ayuda es la misma.
    – Al alcanzar la adolescencia, disminuye la frecuencia de llanto, más o menos por igual en ambos sexos, polarizándose a partir de este momento hacia el sexo femenino.
    – Esto se debe a que a lo largo de la historia los hombres se han criado para aceptar un rol de cazadores y defensores de la tribu o el grupo.
    – Una demostración de debilidad en estas circunstancias no sólo hubiera sido peligrosa para ellos, sino que también sería perjudicial porque las mujeres, al sentirse desprotegidas y en situación de riesgo, les hubieran rechazado.
    – Consecuentemente, los jóvenes y adultos de género masculino siempre han reprimido cualquier demostración de su necesidad de ayuda, y como resultado lloran menos que el género femenino.
     
    5- Las lágrimas de súplica expresan una rendición,
    – una anulación de la agresividad por parte de quien las derrama y, en consecuencia, llevan al perdón y la concesión.
    – Tienen la finalidad inconsciente de conmover a aquel a quien van dirigidas.
    – Las lágrimas por ofrecimiento de ayuda simbolizan el potencial sacrificio que se está dispuesto a hacer.
    – Probablemente el mecanismo psicológico por el que se ideó este simbolismo fue el de “rendirse ante el rendido”, el de mostrar con un símbolo de sumisión (las lágrimas) que la otra persona dispone de uno incondicionalmente.
     
    6- Muchas religiones describen que sus dioses y profetas lloran
    -. El profeta Mahoma habló sobre el llanto proclamando que “Es una expresión de ternura y compasión, que el Señor puso en los corazones de sus sirvientes. El Señor no tiene compasión y conmiseración con sus sirvientes, excepto con aquellos que son tiernos y están llenos de sentimientos”.
    – Los cristianos también perciben las lágrimas como un regalo espiritual, en palabras de Jesucristo: “Bendito seas tú que ahora lloras, porque reirás”.
    – El más breve versículo de la Biblia simplemente reza “Jesús lloró”.
    – El jade es a veces conocido como “las lágrimas de Buda”.
    – Los Incas se refieren a la plata como “lágrimas de la luna”.
    – Para los budistas las lágrimas son un regalo: “Las lágrimas de alegría y pena purifican nuestras almas”.
    – Las lágrimas por ofrecimiento de ayuda expresan los más altruistas y solidarios sentimientos humanos, lo que viene reflejado en las religiones.

  • oscar varela

    Leo:
    -“MORIR por algo es morir por una razón patriarcal y abstracta”-

    Me suena a frase “patriarcal y abstracta”.

     

    Pienso que más “humana y concreta” (y “castellana”)

    sería usar el verbo refleivo”DES-VIVIR-SE“.