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Autenticidad, el duodécimo grado de humildad

Desde ayer ando yo buscando qué poner en la columna central. Entrar en el análisis político no parece interesar mucho, como se demuestra por la falta de comentarios a la entrada anterior. Tal vez solo se discute sobre el ‘nosotros’ nacional (gran atención prestada a Iñaki San Sebastián, que se mantiene joven y combativo, aunque me dice que la foto no retrata lo que ahora es). Pero no se discute el nacionalismo políticamente, sino filosóficamente  en su ser/devenir o científicamente, en su historia genética. A mi me sigue preocupando el dogma de los datos (la datología de Harari) y la responsabilidad de quien dirige los nuevos avances. Ya aparecen personas con auténtica libertad que, desde dentro, quieren poner lo humano por encima de lo técnico. Sobre ello dos enlaces interesantísimos a piensaChile (Assange) y El País de hoy, con los motivos de la dimisión de Jessica Powell. Ahí están los enlaces. No los voy a reproducir. Pero sí que quiero publicar la última columna de Joan Chittister, una monja benedictina que estuvo muy presente aquí en Atrio 2005-2009. Hoy va al fondo de cómo deben ser auténticas (=humildes en verdadero sentido) las personas que rijan las instituciones. Es una campaña contra el postureo civil o religioso. Ahí estamos. AD.

El duodécimo grado de San Benito es el desafío de convertirse a sí mismo en humildad

NCR, 3 de julio de 2019. por Joan Chittister. [Traducción de ATRIO]

“El duodécimo grado de la humildad es que siempre manifestemos humildad en nuestro porte, no menos que en nuestros corazones, para que sea evidente…. ya sea que estemos sentados, caminando o de pie”.

El duodécimo grado de humildad va directamente al centro de la cuestión. Se lee recto y claro, sin equívocos, con certeza: “Siempre manifestamos humildad en nuestro porte, no menos que en nuestro corazón, para que sea evidente…”.

La palabra operativa aquí es “evidente”. Evidente.

En este punto, llega la prueba. En este punto, todas las teorías terminan. Ya no se trata de hablar de humildad. Ahora es el momento de la realización.

Esta vez, no sólo estamos considerando la presencia todopoderosa de Dios en nuestras vidas, o incluso nuestro grado de conciencia espiritual. Ahora, ya no se trata simplemente de aceptar los caprichos de la vida sin quejarse o exigir más. Está incluso más allá de las ideas de aprender a escuchar y honrar las ideas de los demás.

No, aquí en la cima de la escalera de la humildad está el desafío de ser humilde, de convertirse en humildad en sí misma. No se necesitan palabras, ni oraciones, ni disciplinas penitenciales públicas. Sólo el poder de la presencia humilde en sí misma.

Ahora, habiendo aceptado todos los demás grados de humildad, se espera que lleguemos a ser lo que hemos estado hablando: humildes. Humilde incluso en el porte. Humildes incluso en la forma en que nos presentamos al mundo físicamente, así como en nuestra intención de bajar de nuestros tronos personales y volver a unirnos tan silenciosamente a la raza humana.

Es difícil no sonreír cuando lees el 12º grado de humildad. Una traducción moderna de la idea podría hacer que el tema sea más claro que el elegante lenguaje del pasado. En un lenguaje más moderno, podríamos estar más cerca de la idea original si dijéramos:

“Está bien, ya basta. No más posturas. No más ‘vestirse para el éxito’. No más entradas solemnes en la reunión, o chistes ruidosos para llamar la atención de la multitud. No más necesidad de lugares especiales en la mesa. No más expectativas de mi derecho a controlar a cualquier otro ser humano. No más girar los ojos en vez de escuchar cuando alguien más habla”.

No, para esta época, estamos destinados a poder mezclarnos con el mundo que nos rodea –serenos, contentos, abiertos– demasiado enraizados interiormente como para ansiar la aprobación pública, para asumir el derecho de dominar a otras personas en una nación que se autodenomina democrática.

Este es el momento que hemos estado esperando. Este es el momento de la integridad, de la comunidad, de la totalidad.

Hay un dicho: “La felicidad es cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía.” El duodécimo paso de la humildad consiste en vivir una vida integrada, una vida feliz en la que cada parte de ella esté en armonía con todas las demás dimensiones.

La verdad es que estamos destinados a ser transparentes. La gente, escuchando lo que decimos, debería saber lo que pensamos. Al ver lo que hacemos con nuestras vidas, la gente puede inferir lo que nos importa y cómo pensamos sobre las cosas.

Si decimos una cosa pero pensamos otra, en alguna parte, de alguna manera, todo comienza a filtrarse. Lo peor de todo es que la carga de esconder a una persona la agota en todos los sentidos, en todas las dimensiones, del alma en adelante.

Benito, en su capítulo sobre “Humildad”, es muy directo sobre la vida entrelazada del alma, el cuerpo y las emociones como la vida de integridad, fuerza, serenidad y libertad. En el duodécimo paso de la humildad, su claridad es tan simple que es impresionante. Él escribe: Nuestra humildad “debe ser evidente en el Opus Dei[en la oración], en el oratorio, en el monasterio o en el jardín, en un viaje o en el campo, o en cualquier otro lugar”.

Las direcciones son dolorosamente puras: Sé lo que dices que eres. No te mientas, ni siquiera a ti mismo. No vivas dos vidas –padre amoroso/padre desaparecido, empleado honesto/tramposo, servidor público devoto/celebridad pública absorta en sí misma.

La verdad es que el egoísmo es la perdición de la construcción de la comunidad. Se presenta como lo que no es, vive sólo para sí mismo, y presume de ser el heredero de su universo. Es una afirmación falsa e infundada de superioridad. Nadie puede construir nada que dure cuando los materiales son falsos.

Benito lleva los pasos de la humildad a su apogeo en el 12º de ellos. La apariencia física, nos advierte, traiciona la calidad de nuestras almas. La gente sabe, mirándonos a los ojos, si realmente estamos decididos a estar con ellos o no. Pueden decir si somos interiormente lo que pretendemos ser exteriormente. Incluso en una cultura cuya inclinación por lo casual hace mucho tiempo rompió los límites de lo apropiado, el exceso en cualquier dirección dice más de lo que queremos admitir acerca de nuestro respeto por los demás.

Sobre todo, lo que llevamos puesto y cómo nos llevamos a nosotros mismos nos define. Nuestra ropa, nuestro modo de andar, nuestros accesorios –los grandes signos de la religión o el maquillaje pesado, el exceso o la falta de ropa, la jactancia egoísta o la simple expresión de la verdad– nos exponen. Se suman a lo que más tenemos en mente, lo honesto que es nuestro discurso, lo cuidadoso que es nuestra presencia.

Ciertamente, otra palabra para humildad es autenticidad, la gracia de ser quienes decimos ser.

Desde mi punto de vista, la forma en que nos llevamos a nosotros mismos y hablamos y miramos y hablamos y caminamos con los que nos rodean es la única prueba real de nuestra humildad. Donde el insulto y la expectativa, el desdén y el rechazo de los demás, la arrogancia y el autoritarismo son evidentes, emanan indiferencia hacia las necesidades y los valores, la inteligencia y la perspicacia de los demás. Entonces el tamaño de nuestra propia alma se encoge bajo la luz del día.

Nunca hemos necesitado más la humildad que une al mundo mientras el orgullo amenaza con separarnos. Al final, Benito tiene razón: La arrogancia sofocante, el ensalzamiento vergonzoso y la pomposidad insufrible que engendra el orgullo patológico exponen todos los espacios vacíos del alma. Y se están quedando boquiabiertos. O como decía San Vicente de Paúl hace siglos: “La humildad no es más que verdad, y el orgullo no es más que mentira”.

Y, recuerda, evidente.

Joan Chittister es una hermana benedictina de Erie, Pensilvania.

 

16 comentarios

  • Carmen

    Pues me he ido a la RAE, a ver si es que no sabía exactamente qué significa la palabra.  Les recomiendo que vean la definición y las tres acepciones que tiene.

    Pues sigo pensando igual. Hay que ser consciente de tus limitaciones y de tus logros.  Pues no nos faltaba ya a las mujeres que ser humildes y ser conscientes de nuestras limitaciones y no de nuestras capacidades. Lo que nos faltaba ya. Que por otra parte es lo que nos han vendido.

    Y es lo de siempre. Jesús fue humilde. Pues si que lo sería, pero desde luego también era consciente de su poder de convicción. Y eso no viene de la mano de conocer tus limitaciones, sino de conocer tus capacidades.

    Es que, en fin. No es fácil escapar , pues de casi nada.

    La humildad es necesaria porque te ayuda a sobrevivir porque te hace poner los pies en el suelo. Pero también tenemos que aprender a volar. Y como no confíes en ti mismo, no sé cómo vas a poder salir adelante.

    Otra cosa es vanagloriarse de algo  . Eso es estéticamente impresentable, al menos esa es mi opinión. Y el colmo de los colmos ya es cuando oigo a una persona decir: yo es que soy muy humilde.

    Además, el título del artículo es muy clarificador. Viene a decir que la verdadera humildad es la autenticidad.  De acuerdo. Autenticidad me suena muy bien, como a verdad, no sé. Porque estoy convencida de que la mejor manera de ir por la vida es de acuerdo contigo mismo. Aunque estés equivocado. No lo sé explicar mejor.

     

    • M. Luisa

      Si me permites Carmen, decirte que tienes mucha razón, hay que comenzar por nuestras capacidades y no por nuestras limitaciones, es decir, de entrada concebir a la persona realmente en su unidad propia y creo que la idea o concepto de persona en la que Joan Chittister desarrolla su reflexión sobre la humildad es dualista. En cualquier caso, concebir a la persona en su unidad propia equivale hablar de ella como realidad pues solo así como realidad sus potencialidades pueden devenir en posibilidades, este es el enfoque que le di a la cuestión en mi primer comentario.

      La humildad, en efecto, con respecto a la espiritualidad no es una posición de salida sino un quedar en ella de llegada. La autora nos presenta la humildad como una abstracción, separa del concepto de humildad su posible realidad con lo cual así mismo ,necesariamente, hace dual el sujeto potencial de ella.

      Un cordial saludo!

      • Carmen

        Si. Y darte cuenta de que no es para tanto. Qué eres una persona, un ser humano y tienes tus limitaciones y tus capacidades. Y hala, a sobrevivir.
        Pero en mi cabeza, con mi educación católica, la palabra humildad me rechina. A lo mejor es cuestión de lenguaje.
        Y sabes qué? Los millenians y los de la generación, creo que z, no entienden nuestro lenguaje. Tenemos una incomunicación total por doscientas causas distintas y si encima no utilizamos el mismo idioma porque les damos distintos significados a las palabras, pues incomunicación total.
        Menudo error.
        Gracias y un abrazo

  • George R Porta

     
    Una evidencia del problema social de la falta de humildad es el afán competitivo que a menudo es fomentado en las escuelas incluso cristianas y católicas, por lo menos en los EE. UU., porque la competitividad, por definición, es excluyente y por lo tanto puede ser contraria a la solidaridad.
     
    Hay una película iraní de 1997, del director Majid Majidi, y quizás ilustrativa.
    «Niños del Paraíso» (Cf. https://www.youtube.com/watch?v=6ahz07oIxkc) que obtuvo el primer premio en el festival de Cine de Monreal, y fue nominada para el Oscar (mejor película extranjera) en EE. UU., en la cual un niño que es un excelente corredor, desea perder para obtener el segundo lugar en una carrera competitiva porque desea el premio de un par de zapatos nuevos para su hermanita, porque si gana el primer premio, no pudiera sino aceptar el trofeo ganador para su escuela que es una copa y perdería los zapatos.
     
    Aunque puede parecer ingenuo el tema, recuerdo vívidamente el riquísimo debate que se produjo acerca de ella en mi clase de 2008, de graduandos del colegio jesuita donde trabajé el cual en su curriculum fomenta y premia la excelencia competitiva de los estudiantes, pero retiene para los gabinetes de la escuela los trofeos. 
     
    El tema central que propuse fue precisamente la importancia de la humildad en todos los campos de la vida y sobre todo en el fomento de la consciencia de las propias capacidades y limitaciones que es imprescindible para el trabajo científico o creativo y muchos deportes en equipo, siempre tratando de descubrir la verdad propia y sirviéndose del respeto por la mayor capacidad del otro/a y la tolerancia por sus limitaciones y lo mismo con respecto a sí mismo; por la importancia de persuadir sin imponer o dominar en el debate; por lo mucho de validación que recibe quien entrena, dirige, propone a la consideración de los demás aquello que considera sea cierto o válido.
     
    Un tercer argumento estuvo enfocado a discernir si el niño de la película mentía al preferir perder y si eso invalidaba la genuinidad de su posible humildad.
     
    Me pareció obvio que aquellos jóvenes, la mayoría «pijos», no eran insensibles a la cuestión de la humildad.
     
    También recuerdo la reprimenda que me llevé de parte de la dirección del colegio y aun no comprendo del todo. 
     

  • George R Porta

     
    Parte II
     
    Así, enseñar a nuestros y nuestras jóvenes a escribir su CV (curriculum vitæ) de manera veraz sin exagerar o mentir acerca de sus potenciales y de su conocimiento y experiencia es un modo de enseñar la humildad muy válido y necesario, a pesar de que el mercado del trabajo lo hace difícil porque obliga a competir a menudo deslealmente (reflejando la falta de humildad institucionalizada) a fin de obtener empleo a toda costa y para ello no es extraño que se justifique la necesidad de «inflar» un poco o mucho el propio CV. 
     
    Un ejemplo escandaloso y trágico, ridículo, de falta de humildad es la conducta mendaz e hipócrita, inmoral y autoritaria del presidente de este país donde resido. La cultura en la que vivo, porque valora el individualismo (no el valor individual de la persona como tal, sino la preferencia por el bien egoísta antes que el bien común) por sobre lo social es altamente contraria al florecimiento de la humildad; mucho le beneficiaría que las generaciones más jóvenes aprendiesen a ser «humildes» en el sentido de promotoras de la opción preferencial por la verdad.
     
    Pretender que la verdad sea relativa me parece una falacia común. Posiblemente sea más cierto que la verdad no pueda constituir un patrimonio privado de nada ni de nadie, precisamente porque siempre es necesaria y debe permanecer no solo tolerada sino respetada o sostenida.
     
    La verdad puede ser, desde luego reconocida o interpretada, pero no puede ser poseída.
     
    No por gusto en el nuevo paradigma cientifico, se habla con todo derecho de descubrimiento y no de invención porque la verdad solo puede ser descubierta o hallada. La verdad ya está en la realidad, solo tiene que ser reconocida, descubierta,  aunque su reconocimiento sea siempre incompleto y siempre requiere autenticación o verificación no pudiendo ser descrita o formulada sin un margen de error, de ahí lo profundamente dañino de la formulación dogmática basada en la autoridad, porque toda persona es falible y eso causa la falibilidad y la insuficiencia de la autoridad.

    • oscar varela

      Te leo:
      – “la verdad solo puede ser descubierta o hallada”
      Es la “creencia” en que nos instaló Grecia.
      Descartes no logró superarla,
      solo la trasladó
      – del “ser” (cosa, e.d. sustancia)
      – a la “idea” (conocimiento)
      En este último sentido tenés “razón”
      (“razón” científico-matemática)

  • George R Porta

     
    Parte I
     
    Posiblemente después del siglo iv en la literatura cristiana la humildad fue adoptada y utilizada de manera que poco a poco evolucionó hasta convertirse en la descripción de una condición virtuosa muy compatible con la modestia.
     
    Parece que sea discutible si la etimología latina arranca de humus lo cual ha sido sustentado para muchos muy precariamente. Parece que sea más posible que la etimología latina arranque en humilitas/humilitatis que refería a la baja condición social más que a la moral (Cf. por ejemplo, DRAE o http://www.etimologiasdechile.net).
     
    Teresa de Ávila ofreció su noción de humildad que para muchos puede ser válida: «Humildad es andar en la verdad» aunque la ofreciese en el contexto de su propia visión teológica que puede ser cuestionada. Ignacio de Loyola, cuya teología puede ser cuestionada como toda otra, reconocía como una muestra de humildad la gratitud por «tanto bien recibido» en lugar de auto atribuirse como logro personal todo, con énfasis en el origen de la existencia, el sustento y el techo.
     
    Prescindiendo de las teologías asociadas o contextuales, la humildad implica me parece, de modo negativo, el abstenerse de mentir y el de recordar la posible incompletitud de toda afirmación. La falsa humildad puede ser definida, me parece, como la autoestima o la noción de la propia valía que no incluye el reconocimiento de la subjetividad implícita.
     
    De hecho, en el campo de la psicoterapia, cuando alguien necesita responderse a sí mismo o misma si vale mucho o poco, o si es bueno o no para realizar con éxito alguna actividad, esa conducta puede muy bien ser interpretada como la respuesta propia a la pregunta tácita de cuánto o para qué vale y ésta hundiendo sus raíces, posiblemente, en la no aceptación auténtica de sí incluyendo sin angustias las propias limitaciones y capacidades, de manera realista, es decir, como pudiera reconocerlas alguien que le conozca suficientemente y actuando de buena fe.

  • Carmen

    Reconozco que la palabra humildad me tira hacia atrás. No sé. Me suena a falserío total. Las cosas son como son y tenemos que valorar tanto los errores como los aciertos. La vida es una lucha continua. No podemos permitirnos el lujo de no valorar nuestros aciertos.

    Tampoco el de poner la otra mejilla, sino de aguantar el tirón que tengas que aguantar sin responder tú de la misma forma por pura rabia.

    No sé.

    Es que hemos utilizado tanto algunas palabras que , no sé.

    A mí no me va la humildad. Tal y como la entiendo, a lo mejor no la entiendo bien, es posible.

    Pero vamos, es una opinión. Quizás sea un puro prejuicio. Podría ser.

  • M. Luisa

    En principio comparto la misma opinión de Ana, puedo acaso extenderme un poco más sobre la mía propia, pero antes me gustaría apuntar algo sobre el acierto del  enfoque que se le dio  al artículo del amigo Iñaki pues cuando directamente se entra en la psicología ideológica de los políticos o en sus mismas estratégicas políticas, el diálogo deriva en irritantes discusiones como de ello pruebas varias hemos tenido. En fin, a mí lo que me causa más tristeza  es haber escuchado  el grito de libertad hacia los presos políticos catalanes, no de españoles  sino de fuera,  como hizo Chomsky y, por cierto, también Assange y tantos y tantos otros! Será porque en España  la humildad no ha llegado a su última graduación?

    Esta pregunta me da pie para ampliar  un poco   mi opinión sobre el artículo que, como ya apuntaba antes se mueve  en la línea abierta por Ana.

    Me pregunto si realmente el problema de la  humildad y su autenticidad es cuestión de grados o más bien se trataría de  un arraigo esencial en el  ser humano? No dudaría en pensar   que tal punto de vista también lo  defendería el propio  Harari. Creo que el pensamiento de Harari es epicúreo aunque no por supuesto basado en el epicureismo antiguo. El que él defiende recoge precisamente los datos  que aquel rechazó.

    No puede negarse el esfuerzo en el logro de la humildad como virtud,  ahora bien  el dominio de sí en la filosofía  antigua dio una solución demasiado sencilla: frenar el mundo tendencial, el mundo de nuestras tendencias  con lo cual el empirista y el estoico estaban  orgullosos de su virtud, convertían la virtud en altanería.

    La verdadera virtud envuelve  precisamente  nuestras  tendencias, no para anularlas sino para con ellas potenciar otras. No se trata de ninguna ataraxia, sino al revés de un momento de esfuerzo. No obstante, siendo un esfuerzo, se produce en él  un despliegue curioso  que en otros contextos vengo apuntando en perspectiva emergentista: Dicho despliegue  parte de un punto, evidentemente, y logra algo, pero continúa. Y cada una de las cosas que logra no son estados, grados,  que deja a sus espaldas.Es cierto que el  cuerpo se mueve en el espacio, transcurre de un lugar a otro y cada lugar que ocupa es precisamente por haber dejado el anterior.

    Pero aquí sucede estrictamente lo contrario, es imposible estar en el segundo punto del esfuerzo si no es conservando el primero, para con él  ir al tercero y así sucesivamente… Pienso que la autentica humildad deviene no gradualmente sino de forma esencial, es decir, algo que deviene por ser intrínseco a la naturaleza humana y como formando parte, precisamente,  de su tarea realizadora.

    • M. Luisa

      Una aclaración conveniente después de haber leído el comentario que Rodrigo Olvera dirige a Ana, aunque creo no haría falta si es que se ha entendido el complemento argumentativo de mi opinión y porque además no se trata de ninguna retracción por mi parte sino sólo remarcar que mi coincidencia con ella es sobre lo que de anacronísmo tiene el planteamiento.
      Un saludo a ambos!

  • George R Porta

    Me pregunto si en vez de las nociones de Espiritualidad, humildad, etc., no será el desprestigio de quienes las proponen lo que mantienen a los jóvenes alejados y forzadas a emprender su propia búsqueda. este interés por la meditación, el yoga, el mindfulness es igualmente interés por algo que los monjes de la India y otras tradiciones han practicado por siglos y sin embargo siendo antiguas, aún atraen.

  • George R Porta

    En el campo de la Espiritualidad católica o cristiana no es extraño el yoga. por ejemplo, Anthony De Mello, a quien el Vaticano castigo severamente en tiempos de Juan Pablo II, ha vuelto a ser publicado y sus cursos por todo el mundo (Saddhana) lo hicieron famoso y le ganaron la censura. Y no es el único. En centros de tratamiento de cáncer no es extraño que los capellanes formen grupos de Espiritualidad para tratar de potenciar la efectividad de los tratamientos, aunque sea muy difícil medir en términos positivos o científicos dicha efectividad.

    Un problema común en la comunicación es la ruptura de la misma cuando uno parte se parapeta tras de su vocabulario o de su conocimiento de un tema y rompe el flujo de la información porque otra parte envuelta utiliza un paradigma o un vocabulario que le resulta ajeno. Es muy difícil poder justificar la idea de que los demás sigan derroteros diferentes solo porque no siguen los derroteros que uno ha conocido o conocer. de ahí que el esfuerzo por no atrincherarse detrás de algunas ideologías, vocabularios, nociones aprendidas para mantener una cierta apertura a lo diferente se impone.

    Me pregunto si la falta de apertura, atrincherándose en las barreras culturales legítimas pero excluyentes, no fue la substancia del reproche del Galileo a Simón el fariseo acerca de aquella mujer que derramó un perfume caro sobre él y le lavaba los pies. (Marcos 14, 3-9)

  • ana rodrigo

    Creo que si le preguntamos a cualquier joven si ha oído hablar de la humildad, respondería con otra pregunta, ¿Y eso qué es?

    A mí este esta reflexión, muy bien construida en su forma y en su desarrollo, me resulta interesante a nivel personal, pero, repito, creo que la sociedad actual hasta una cierta edad, se ahorraría el planteamiento de la autenticidad desde este punto de partida que suena a monacal. Y debe estar escrito para determinadas generaciones sociales que hemos vivido una etapa concreta de afrontar nuestras inquietudes espirituales.

    Yo no acabo de conocer por dónde iría en la juventud eso que llamamos espiritualidad, sólo sé por donde no va. Pienso que todo lo relacionado con la espiritualidad lo asocian a un tipo de religiosidad que les repele. Mientras que el tema de derechos y valores humanos les resulta más suyo, más asequible.

    Ojalá entrase en atrio, como ha propuesto Antonio, gente joven que nos ponga al día de sus inquietudes y con su lenguaje.

    • Rodrigo Olvera

      Pues no, Ana; creer que cualquier joven respondería “¿ Y éso qué es?” es sólo prejuicio contra la juventud. Así, es difícil que gente joven entre y se quede en Atrio, como ocurrió con toda la descalificación de la juventud que acampaba en la Puerta del Sol con el movimiento de indignados.

      Recuerdo varios nombres de personas jóvenes (al menos, de generación más joven que el núcleo mayoritario de ATRIO) que dejó de participar acá desde entonces.

      • ana rodrigo

        Hola, Rodrigo, mi explicación no iba contra la juventud ni muchísimo menos. No sé por tu tierra, pero aquí, la mucha gente joven que conozco, ni sabe ni entiende eso que los mayores conocemos con tanta normalidad como humildad, pero no lo digo en detrimento suyo, sino nuestro que en muchos casos no conocemos mucho el lenguaje y las inquietudes de los y las jóvenes. Creo que e problema lo tenemos nosotros, los de cierta edad.