Una de las heridas que más sufre el mundo, también entre nosotros, es seguramente la falta de respeto.
El respeto exige, en primer lugar, reconocer al otro como otro, distinto de nosotros. Respetarlo significa decir que tiene derecho a existir y a ser aceptado tal como es. Esta actitud no convive con la intolerancia que expresa el rechazo del otro y de su modo de ser.
Así un homoafectivo o alguien de otra condición sexual como los LGBT no deben ser discriminados, sino respetados, en primer lugar por ser personas humanas, portadoras de algo sagrado e intocable: una dignidad intrínseca a todo ser con inteligencia, sentimiento y amorosidad; y seguidamente, garantizarle el derecho a ser como es y a vivir su condición sexual, racial o religiosa.
Con acierto dijeron los obispos del mundo entero, reunidos en Roma en el Concilio Vaticano II (1962-1965), en uno de sus más bellos documentos “Alegría y Esperanza” (Gaudium et Spes): «Cada uno debe respetar al prójimo como “otro yo”, sin excepción de nadie» (n.27).
En segundo lugar, el reconocimiento del otro implica ver en él un valor en sí mismo, pues al existir lo hace como único e irrepetible en el universo y expresa algo del Ser, de aquella Fuente Originaria de energía y de virtualidades ilimitadas de donde procedemos todos (la Energía de Fondo del Universo, la mejor metáfora de lo que significa Dios). Cada uno lleva en sí un poco del misterio del mundo, del cual es parte. Por eso entre el otro y yo se establece un límite que no puede ser transgredido: la sacralidad de cada ser humano y, en el fondo, de cada ser, pues todo lo que existe y vive merece existir y vivir.
El budismo, que no se presenta como una fe sino como una sabiduría, enseña a respetar a cada ser, especialmente al que sufre (la compasión). La sabiduría cotidiana del Feng Shui integra y respeta todos los elementos, los vientos, las aguas, los suelos, los distintos espacios. De igual modo, el hinduismo predica el respeto como no-violencia activa (ahimsa), que encontró en Gandhi su arquetipo referencial.
El cristianismo conoce la figura de San Francisco de Asís que respetaba a todos los seres: la babosa del camino, la abeja perdida en el invierno en busca de alimento, las plantitas silvestres que el Papa Francisco en su encíclica “sobre el cuidado de la Casa Común”, citando a San Francisco, manda respetar porque, a su modo, también alaban a Dios (n.12).
Los obispos, en el documento antes mencionado, amplían el espacio del respeto afirmando: «El respeto debe extenderse a aquellos que en asuntos sociales, políticos y también religiosos, piensan y actúan de manera diferente a la nuestra» (n.28). Tal llamamiento es de actualidad para nuestra situación brasilera, atravesada de intolerancia religiosa (invasión de terreiros de candomblé), intolerancia política con apelativos irrespetuosos a personas y a actores sociales o de otra lectura de la realidad histórica.
Hemos visto escenas de gran falta de respeto por parte de alumnos contra profesoras y profesores, usando violencia física además de la simbólica con nombres que ni siquiera podemos escribir. Muchos se preguntan: ¿qué madres tuvieron esos alumnos? La pregunta correcta es otra: ¿qué padres han tenido? Corresponde al padre la misión, a veces costosa, de enseñar el respeto, imponer límites y trasmitir valores personales y sociales sin los cuales una sociedad deja de ser civilizada. Actualmente, con el eclipse de la figura del padre, surgen sectores de una sin padre y por eso sin sentido de los límites y del respeto. La consecuencia es el recurso fácil a la violencia, hasta letal, para resolver desavenencias personales, como a veces hemos visto.
Armar a la población como pretende el actual Presidente, además de ser irresponsable, sólo favorece la falta peligrosa de respeto y el aumento de la ruptura de todos los límites.
Por último, una de las mayores expresiones de falta de respeto es hacia la Madre Tierra, con sus ecosistemas superexplotados, con la espantosa deforestación de la Amazonia y con la excesiva utilización de agrotóxicos que envenenan suelos, aguas y aires. Esta falta de respeto ecológico puede sorprendernos con graves consecuencias para la vida, la biodiversidad y para nuestro futuro como civilización y como especie.
Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y escritor, ha escrito Cómo cuidar de la Casa Común, Vozes 2018.
Traducción de Mª José Gavito Milano
De nuevo aquí, Román, pero olvídate de responderme si no puedes o no quisieras, lo hago, yo sí, simplemente, porque no sé si a ti te ocurre lo mismo que cuando algún asunto me queda pendiente , aunque se trate de cualquier mínima aclaración, me persigue en el hacer diario con lo cual sigo dándole vueltas y ahora que parece que lo tengo mejor cogido quisiera dártelo a conocer.
Verás, recuerdo que en algunas ocasiones se ha hablado aquí de la diferenciación de pensamiento y de lingüística que existe entre Occidente y Oriente, algo que hubiera tenido, tal vez, que traerlo a colación el otro día pero me lo quise ahorrar porque creí que la cuestión había quedado en cierto punto algo consensuada.
La particularidad de algunas lenguas semíticas es la ausencia en ellas del verbo ser y por tanto si en Occidente el juicio afirmativo con él es de carácter predicativo, en Oriente sin él su carácter es meramente posicional. Es decir, su término no es de calificación, sino de expresión. De expresión de aquello que se nos muestra.
Entonces, cómo vamos a calificar algo con la categoría abstracta del bien si su “ en sí”nos es inalcanzable? en cambio con las cosas, la cuestión varía porque al estar y al movernos en ellas inexorablemente no tenemos más remedio que experimentarlas en su bondad o no. En lo que tienen de buenas o no.
Si ahora esto tan resumido lo aplico en relación al “respeto” núcleo central del artículo, recuerdo que comencé mi primer comentario alejándome del típico “deber ser” kantiano y en este sentido como además de estar entre cosas vivimos entre personan el respeto es la experiencia misma de esta vinculación o relación. Por lo que entonces se entiende que el respeto es algo que sale por el propio fuero interno de lo humano… Espero con ello haber aportado alguna mínima aclaración al caso, muchas gracias y…
Feliz noche de San Juan, Román! A propósito, aquí en Cataluña los niños disfrutan con las hogueras y los fuegos artificiales…es una noche llena de magia!!
gracias por tan amable comentario y la mucha información que contiene. Nunca defraudas.
la familia se reune ayer y hoy en casa de uno de mis hijos. Yo guardo reposo por estar acatarrado y con algo de fiebre. No me libro de mis alergias.
Que pases unas buenas fiestas.
Hola Román.
Eso de abrir la guardería en verano es de las pocas cosas que no han cambiado. Es agotador, pero los hermanos y los primos guardarán un recuerdo imborrable, por mucho que peleen entre ellos.
Y ya que se habla de respeto, en una buena ocasión para intentar que esas cabecicas duras entiendan la importancia del respeto para la convivencia. Entiendan. Porque hay que convencer.
Pasa un buen verano. Disfruta de tu mujer y de tus nietos y acuérdate que cuando los nenicos te saquen de quicio, no tienes otra que respetarlos .
Un abrazo.
Parte II
Si el perdón resulta, por ejemplo, de la complicidad o la conveniencia y no busca la rehabilitación (o la redención) de quien se ha conducido o comportado reprobablemente, o si quien haya incurrido en mala conducta rehúsa asumir su responsabilidad y por tanto hace imposible o inviable la compasión, no veo que se pueda hacer mucho sin incurrir en complicidad.
El caso de la víctima de maltrato que insiste en correr el riesgo de más maltrato con el propósito de ayudar a la rehabilitación de su maltratador es un caso significativo de esta imprudente complicidad que resulta, generalmente, en un empeoramiento del maltrato y por lo tanto en complicidad inconsciente o peor.
El respeto, pienso, es evocado exógenamente y no es un merecimiento. Ninguna persona está obligada/o a respetar lo que otros respeten, pero está obligada/o a abrirse a la posibilidad, a considerarlo.
Un caso en punta es el asalto que se atribuye al Galileo contra los cambistas del atrio del Templo jerosolimitano. Es muy difícil no reconocerlo como un acto de violencia contra una conducta legal o permitida, al menos tolerada por la autoridad del templo y su reclamo de cometerlo en defensa del decoro y la decencia de la Casa de su Padre, tan socorrido en la homilética, es cuestionable. La idea de la «tienda» como morada de la divinidad es rayana con la idolatría y el animismo, al menos en apariencia.
Otro caso es el problema redaccional de utilizar un diminutivo, así lo traducen muchos biblistas, para dirigirse a su Padre (Abba) y sin embargo no ocurre lo mismo cuando se le atribuye dirigirse a su madre, ni siquiera poco antes de morir donde el redactor (o redactores) se sintieron confortables (siguen sintiéndolo) utilizando el apelativo de «mujer» cuando el Galileo confronta el abandono en el que dejará a María. Esta redacción de este pasaje es en realidad controversial o puede serlo.
Parte I
Sobre la posibilidad de distinguir entre el individuo o la persona y su conducta.
Este argumento implica una falacia muy antigua, me parece. Las personas son reconocidas o premiadas por lo que hacen y la misma regla es aplicada cuando lo que hacen es maligno o reprobable.
El núcleo del problema es el juicio sobre la conducta, es decir, cuando esta es reprobable y cuando es encomiable. Este camino está lleno de baches porque lleva al problema de la relatividad de los juicios morales y si alguien tiene una base moral o plataforma ética dogmática pues obviamente tendrá que prejuzgar porque dispondrá de su propio código moral antes de que la conducta que juzgue haya siquiera ocurrido. Esta circunstancia cierra el debate.
Otra cosa muy diferente ocurrirá si la persona es más inclinada a reconocer que nada es en blanco y en negro y que, en efecto, la socorrida expresión de «50 tonalidades de gris» refleja mejor la realidad.
Reducir el tema de la moralidad a identificar lo moral con lo tolerado como costumbre en un grupo o en una cultura solo complica más e inútilmente este argumento.
La verdadera solución no es el respeto como ha tratado de inventar Boff. La verdadera solución me parece que esté en el dominio de la compasión.
Aunque sea argüible, la bondad es un valor primario porque es muy difícil rechazarla o condenarla cuando es auténtica (y esta medida es la parte argüible). Lo es también la belleza (también argüible cuando esta sea auténtica o no, desde luego). Ambas constituyen como una especie de fundamento o de espacio a la pirámide invertida o al espectro de valores teleológicos posibles. De ellas dependen la compasión y la verdad, la justicia y la autonomía (se puede argüir si ésta constituye o no lo mismo que la libertad) y desde luego el resto de la escala o pirámide invertida de valores. El respeto, en cambio no puede recibir el mismo carácter imperativo que la Bondad o la Belleza, que puede ser razonablemente recíproco.
Me parece imposible dejar de castigar o considerar despreciable a quien se comporta o se conduce malamente a fin de aumentar la viabilidad de un cierto orden social que garantice y estimule la buena conducta, también creo que muy a menudo el perdón, si brota de la compasión, puede ofrecer alternativas preferibles a los castigos desproporcionado.
No nos podemos dejar llevar por lo absoluto o rotundo del titulado señalador de que el respeto es todo. Es un buen título por lo que llama al interés de su lectura.
El respeto es un valor en sí mismo, porque valor es la cualidad de las cosas que se da por poseerla como un bien deseado. En términos filosóficos diríamos que es la cualidad que poseen algunas realidades que se nos presentan como bienes, que se hacen estimables por lo que tienen de satisfacción de nuestras necesidades humanas.
Hablemos en el terreno de lo social, lo político, lo jurídico, y lo cultural pues, es el terreno común establecido como premisa de Atrio en esta nueva etapa veintiañera, abierta a todo lo humano. Digamos con Gregorio Peces-Barba que “los valores son un tipo de principios que relacionan la ética política con la ética jurídica”.
Los valores se educan, es el compromiso que tenemos con las nuevas generaciones. Que duda cabe que un valor es ventana para otros valores como las virtudes de la teología escolástica.
Por cierto, y esto en el ámbito cultural, valor es la palabra laica que ha venido en sustituir el concepto teológico de “virtud” y que yo considero más apropiado. El término laico de virtud dejó de usarse.
Para los romanos “virtud” era la cualidad propia del varón ( vir,viris) pues para esto no estaba considerada la mujer. De ahí saltó, por el Latín, a la teología. Ahora el término laico es valor y se entiende fácilmente.
Nada de eso amigo Román, mi opinión la he dado sin dejarme llevar por ningún interés hacia lo absoluto del titulado todo lo contrario de lo que advierto por parte tuya al decir que el respeto es un valor en sí mismo. En absoluto, el respeto se descubre!
Dices que el valor es la cualidad de las cosas que se da por poseerlas como un bien deseado. Puedes desear el bien pero el bien es mera abstracción, el bien no existe, existe lo bueno de las cosas cuando, precisamente, las tratamos con respeto y repito, esa es la condición para a partir de ahí los humanos construyamos valores. Los valores se construyen no nos están dados, es tarea humana!
Disentir tiene su aquel; profundiza el diálogo animando la cosa. Quizás sea más bien el autor quien en su pretensión del todo en cuanto a los actos humanos desarrolla todos aquellos que son del libre ejercicio de su pensamiento y que él cultiva, desde lo social y político hasta lo místico y religioso hasta llegar a lo ecológico.
La filosofía que tú cultivas tiene para mí la dificultad de que todo pensamiento o sistema filosóficos partes del establecimientos unas premisas previas al fondo del discurso, su punto de salida para una construcción posterior. Por eso hay tan distintos planteamientos filosóficos, y su engranaje junto con grandes dosis de buena voluntad exige una complicada red de definiciones terminológicas. yo, por ejemplo, nunca he entendido por qué tanto el bien como la bondad ambas son cualidad o calidad de bueno, eso que tu llamas abstracción hablando de lo bueno. Sin el bien no existiría la ética y sin la bondad tampoco ninguna inclinación al bien.
No es que desprecie la filosofía, a ella corresponden las estructuras y los cimientos de una civilización dada, pero como en todo hay que partir de un mínimo de consenso, lo convenido. Los caminos particulares exigen grandes dosis de interpretación.
Y si hablamos en términos políticos, que es lo mío, el respeto va por delante siempre que no prescindamos de su connotación de acatamiento. De lo contrario, sólo es un pretexto para una subversión de lo establecido, lo convenido, lo que había sido introducido por consenso y refrendo ciudadano.
Quizá lo primero que habría que reconocer, Román, en cuanto lo escrito por Boff y lo comentado por mí, haya sido producto de inferencia o premisa alguna, sino más bien todo lo contrario.
Partir del respeto es partir de aquello más minimalista que más humaniza el acto humano (eticidad) el cual por serlo nos deja situados ya en lo real mismo de las cosas, no en su objetividad que entonces sí reaccionaríamos sino en un enfrentamiento responsable precisamente porque lo circundante de esta situación es la realidad.
Son dos ordenes distintos en los que tu ayer no tuviste en cuenta al decir que “el valor es la cualidad de las cosas que se da por poseerlas como un bien deseado” Ayer ya me detuve en eso del aspecto del deseo pero ahora añadiré que confundes cualidades con propiedades. Sentimos, en efecto, las cualidades de las cosas pero esto no es suficiente para poseerlas como dices y menos para determinarlas en lo que propiamente ellas son.
El carácter indeterminado de las cosas guarda relación con el carácter abierto de las propiedades que las constituyen motivo por el cual la actitud de respeto hacia ellas es anterior a cualquier acción de deriva reaccionaria. Hablas de lo bueno y del bien como si fueran lo mismo y no es así. El bien es una abstracción, lo bueno en cambio no. Lo bueno de las cosas se toca, se ve, se huele, se palpa, en fin se siente y nos mueve a la creatividad y por tanto también a la construcción de valores. El respeto es lo constitutivo de los valores no los valores lo constitutivo del respeto.
…Y este enfoque predispone también lo político.
(…) Sigo un poco más para aprovechar la oportunidad en la que me ha dejado el ir hablando sobre el tema pues este hecho el de ir hablando y hablando sobre algo más que aclararlo tiende a confundir y a complicarlo todavía si cabe más, con lo cual siempre se opta por abandonar cualquier tipo de explicación complementaria, al menos de momento.
Pero no es este el caso pienso, por esto solo introduciré una sola idea que me parece fundamental no sólo para entender mejor lo que llevamos dicho sino también para hacerla extensible a interpretaciones falsas que pudieran haberse dado en el pasado.
Me estoy refiriendo a lo que ha salido a colación sobre las cualidades y las propiedades de las cosas. Entiéndase! no es que haya ruptura entre las cualidades y las propiedades, No! Lo que ya no se considera es que su nexo sea causal. Se rompe la tradicional linealidad y entra en juego la funcionalidad, es decir, la función sistematizada que al final será lo que las capacitará. Es el tema de la complejidad pero lo dejo ahí…
Entiendo poco, M. Luisa, sólo que lo que aquí dices es una glosa de lo que vienes exponiendo para hacer que yo comprenda dónde está lo equivocado en lo que hasta entonces venía explicando hasta mi último comentario, y los aciertos de tus observaciónes al texto de L. Boff.
Lamento no ser más útil y espero que excuses mi simpleza, pues no alcanzo a entender qué sentido le das a cada uno de los términos que empleas, pues a cada paso se apartan de lo convencional, le das un sentido nuevo cada vez. Y a mí, ese sentido nuevo que le das, aunque lo razones, se me escapa.
saludos
No, amigo Román, no creo haberme salido del contexto dentro del cual ambos hemos ido dialogando, creo que es la forma de debatir en torno a cualquier tema, unos más convencionales que otros, en este caso entorno al respeto y a tenor de cómo es tratado por el autor parece que se aparta de todo convencionalismo, lo cual es a mi modo de ver lo que propició ahondar en el tema.
Como sabrás lo que se busca en los debates es trascender las opiniones y si la tuya, en torno al respeto, fue la de asignarle valor la mía fue la de asignarle principio. Nada fácil! Ya se ha visto…lo que yo tampoco entiendo es que con voluntad firme de mantener el buen tono dialogal, esfuerzo que por lo demás pide la evidente distancia, te hayas aplicado peyorativamente cosas que están muy lejos de mi intención.
¿Dónde están los términos nuevos que se supone que he introducido? No me he movido de los que tú ya sacaste, bien, bueno, valor, sentido, cualidades, ética, etc., Sí que consideré de gran interés, en cambio, lo que introduje al final que fue hacer notar la importancia que en la actualidad tiene, al afrontar según que temas, romper con la tradicional linealidad con la que todavía se les trata.
Saludos
Buenos días, hoy mis nietos tienen el último día de curso, y les entregan las notas. Volvemos a abrir la guardería de verano hasta septiembre. Desde hoy nos dedicaremos a tiempo completo Feli y yo con cinco o seis nietecitos, según los días de libranza.
Además de mi simpleza en la comprensión de tus razonamientos, veo que tampoco me he sabido explicar. El célebre crucigramista de El País que murió hace poco definía: “Deslumbrar en forma de galicismo” – Respuesta: “Epatar” Tú me epatas.
Cuando digo que usas conceptos nuevos, no es precisamente así, sino que que usas vocablos ( lo material, como tipos de imprenta) que encierran un “concepto definido”, pero le das un sentido nuevo, como toda persona filósofa que se precie, arrebatando al sentido original o convenido, la carga conceptural que poseía. Yo soy incapaz de seguir tal tipo de razonamientos, pues tengo que recurrir al diccionario y al comercio normal del lenguaje convencional. Entonces, es cuando me pierdo.
Pero yo, disfruto mucho con tus interlocutores habituales, aunque me esté vedado participar en lo mismo.
También me pasa con algún que otro comentarista. ¡Cosa rara! No me sucede con los trabajos que Antonio Duato nos presenta.
Intento ser útil, a tí y demás, hasta donde pueda.
¿Crees que esta vez me he explicado bien?
Es que yo, amigo Román, nunca he pensado ni he dejado escrito en ningún lugar que te explicaras mal, pienso justamente lo contrario que defiendes bien tus ideas. Hemos de rehuir de tales prejuicios que al parecer surgen al amparo cuando algo se encalla en el fragor del diálogo.
Mi voluntad en él ha sido tal vez osada pero pienso que si los valores tienen que educar, cosa que en esto coincido contigo, hay que actualizar, poner al día los conceptos que los representan. Es una labor ardua pero imprescindible.
Lo que me dices de tus nietos es muy bonito, sé que los veranos felizmente los dedicáis a ellos. ¡Presiento que eres un GRAN abuelo!
Hasta siempre
Ya me discularéis pero temo disentir en el orden de vuestro enfoque. En mi opinión el respeto es, nada más ni nada menos la condición de posibilidad para la construcción de valores.
Creo que todos vuestros comentarios coinciden en la importancia del respeto, señalando sus diferentes aspectos y matices, y como corolario sacaríamos la conclusión, de diferente manera, que sin respeto no puede haber un orden social, incluyendo el familiar, que es muy importante, Por tanto yo me uno para repetir que…”El respeto es todo”…como ha afirmado Leonardo Boff…
Por eso, mi comentario se basa en varias de vuestras ideas que yo hago mías también,. “con todo respeto”…puesto que los hechos “reales” hablan por si mismos e imponen respeto, que son “una segunda mirada”, en la reflexión de cuando “la mujer lava los pies a Jesús con sus lágrimas” y las discípulas van al sepulcro de Jesús “llevando consigo los aromas que habían preparado”…”con el objeto de ungirle”..Jesús, pues, para ellas era digno de “veneración”..
Por eso el respeto es un “valor” que implica cierta veneración…pues cuando respeto estoy honrando aquellas “canas” que implican quizás un triunfo por haber podido llegar incólume a una edad avanzada, después de muchas tribulaciones…Venero a mis padres puesto que fueron instrumentos de mi propia existencia…Venero a mis amigos que me han ayudado a sobrellevar mi propia vida…A mis maestros que me enseñaron la ciencia y su moral…Y a todos los que me dan y me dejan buen ejemplo…
ES un valor que se transmite…pero que necesita “un clima” apropiado… en la familia, en la escuela, en las instituciones, en la nación…Necesitamos crear el “ambiente” para poder desarrollar y propiciar esta enseñanza que implica un diálogo “no violento” en el que podamos hablar sin incomodarnos porque otro discrepe de lo que yo pienso y digo….puesto que NO se trata de “imponer” sino de “convencer”…Se trata de aceptar a los otros como son y no como quisiéramos nosotros que fuesen…nuestros padres, nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros enemigos…pues sólo así el diálogo sera constructivo para las dos partes..
Sin duda respetamos la dignidad intrínseca concedida a la persona humana desde el comienzo de la Creación…Pero muchos de los que se tropiezan con nosotros en la vida, “se ganan” nuestro respeto por sus buenas acciones, por su constancia en el trabajo, por la fidelidad a la amistad, por su vida intachable, por la heroicidad de sus virtudes, por su sentido de la justicia, por su valentía etc…
Gracias por vuestros comentarios en un tema que parece que puede proseguir sin término…Y es que es un deber ayudar a todos para que retorne al mundo este importante instrumento de nuestra paz.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Una cosa que Boff no aclara o se me ha escapado si lo hace, es que el respeto no es merecido por razón de ser quien soy, sino gratuito. Emerge de otra persona y me llega como una donación, o no. Por el poder no debe merecer respeto a menos que sea puesto al servicio del bien.
No respeto al otro por quien es o por la posición social que ocupe, sino porque evoca en mí ese sentimiento.
Eso hace imperativa la práctica o ejercicio de las virtudes, la vida virtuosa. si no evoco el respeto no podré recibirlo.
El respeto es un don al que me debo aplicar, cultivar mis virtudes hará que otra persona me lo conceda.
En ese mismo sentido, la gratitud por lo bueno que haya en mí es una forma no viciada de respetarme. Nunca olvidar que lo he recibido y recibo todo no por mi merecimiento o por mi derecho, sino porque alguien ha deseado alcanzármelo.
El respeto tiene una vertiente de “veneración” que utiliza el autor para darle un sentido de “sacralidad” (con referencia al “otro”).
La veneración es una acción de respeto en sumo grado a una persona por varios motivos, ya sea su santidad, su dignidad, sus virtudes, por lo que representa o nos recuerda. En fin, que puede ser una veneración “laica”. Leonardo Boff dice que por razón del Ser (Fuente Originaria) pues “lleva en sí mismo el misterio del mundo del que forma parte. Poético, ¿nó? Es como si hiciese de la ecología una religión, su espiritualidad.
Hacemos del respeto una cosa justa, como un valor intercambiable. Yo respeto para que a mí me respeten. Identificamos este valor de lo que cosideramos justo, en amor de nuestra propia estima. “Merecer respeto” “respetar para que te respeten” Un valor movible, porque prescinde de la dignidad intrínseca de cada ser.
Las enseñanzas de Jesús, que comportan una doctrina de salvación ponen el listón muy alto en cuanto a que toda persona, independientemente de su condición es merecedora de la más alta estima y consideración, porque “Jesús dió su vida por ella”. El respeto como veneración, pues en ella Jesús se ha encarnado cuando asumió nuestra humanidad, glorificándonos a todos en la Cruz. Ni sus crímenes, ni su ideología, ni sus errores o yerros morales le descartan. Para una persona cristiana, la dignidad de las demás personas es recibida, no merecida, ni adquirida.
«RESPETO» parece provenir del latín respectus y del verbo respicere que ha sido traducido como «mirar atrás, dirigir reiteradamente la mirada o la atención, no perder de vista a alguien o algo teniéndolo/a en especial consideración) y se puede descomponer en la raíz re (para indicar hacia atrás, otra vez o de nuevo, intensamente) y el verbo specere que ha sido traducido como mirar, contemplar, observar (Cf. Etimologíasdechile.net). Popular o coloquialmente el término puede ser utilizado para expresar miedo o desconfianza, recelo, que fuera interpretación # 4 en el DRAE.
Así pues, el respeto es un sentimiento subjetivo que corresponde reactivamente a la presencia de alguien o algo que provoca la necesidad una segunda mirada o un seguimiento. No me ocupo de la expresión respetarse, reflexivamente que anduviera muy cerca de ser pagado/a de sí mismo/a.
De cualquier modo, todo el drama del respeto queda en la subjetividad del que respeta y difícilmente se puede asegurar que «lo relacional» entre personas se pueda reducir al respeto. Hay cosas que por respeto a otras no merecen ser respetadas. Por ejemplo, la memoria de un asesino o de cualquier cosa ofensiva, por ejemplo, el machismo que si debe ser renombrado es solo para asegurarse que desaparezca o para aprender a evitarlo.
En las relaciones interpersonales, más que reconocer a otra persona, o su espacio, o su derecho, como sugiere Boff, me parece que sea más saber mantenerme dentro de mi propio espacio, en mi lugar, reconocer hasta donde pueda llegar en mi acercamiento a otras personas o hasta donde me permite la proximidad el espacio de esa otra persona. De ahí que sea erróneo haber omitido la segunda parte del texto y no utilizar una traducción oficial: (Gaudium et Spes, n. 28): «…Esta caridad y esta benignidad en modo alguno deben convertirse en indiferencia ante la verdad y el bien. Más aún, la propia caridad exige el anuncio a todos los hombres de la verdad saludable. Pero es necesario distinguir entre el error, que siempre debe ser rechazado, y el hombre que yerra, el cual conserva la dignidad de la persona incluso cuando está desviado por ideas falsas o insuficientes en materia religiosa. Dios es el único juez y escrutador del corazón humano. Por ello, nos prohíbe juzgar la culpabilidad interna de los demás. La doctrina de Cristo pide también que perdonemos las injurias. El precepto del amor se extiende a todos los enemigos. Es el mandamiento de la Nueva Ley: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo : “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian y orad por lo que os persiguen y calumnian”» (Mt 5,43-44). (Énfasis añadido)
Si un modo de pensar o actuar es nocivo o perjudicial o injusto o falso, ocurre todo lo contrario deben ser denunciados, aunque sean denunciados decorosa y civilizadamente, como afirma la totalidad del párrafo citado. Un ejemplo flagrante de violación de estos principios es la impunidad que se atribuyeron los encubridores del maltrato sexual en el seno de la Iglesia, clérigos o no clérigos, católicos y no católicos, que dieron prioridad a la protección alevosa de la propia fama y criminalidad
Afirmaciones como la que hace Boff al escribir lo siguiente son igualmente cuestionables: «Corresponde al padre la misión, a veces costosa, de enseñar el respeto, imponer límites y trasmitir valores personales y sociales sin los cuales una sociedad deja de ser civilizada. Actualmente, con el eclipse de la figura del padre, surgen sectores de una sin padre y por eso sin sentido de los límites y del respeto. La consecuencia es el recurso fácil a la violencia, hasta letal, para resolver desavenencias personales, como a veces hemos visto.» Esta visión patriarcal es realmente escandalosa. La madre es también capaz de inculcar el respeto no como subordinación o sumisión o como tolerante de la violencia, sino lo contrario, cuando por decoro, como se espera del padre, no tolere lo que le sea y sea objetivamente algo onerosos u ofensivo.
El respeto es una virtud social que viene acompañada según se entienda de un manual de instrucciones o de una guía, según hablemos de pedagogía (social, claro) o de ética. Ambas pueden ser suministradas por la institución pública, que es el Estado, o por instituciones de derecho privado. En una sociedad abierta los dos tipos de instituciones conviven y sin conflictos entre ellas, cada una en su ámbito. La religión es de ética privada, y querer hacer de la religión ( a derechas o izquierdas ) una entidad del Estado, o su ética un valor público estatal, será convertir la ética de la sociedad civil en una “ética de salvación”, es decir, en una opresión, pues aleja a la sociedad civil y sus sociedades públicas de los fines propios de un estado democrático.
He dicho mil veces o cinco mil que el respeto se gana. Quizás tendríamos que plantearnos qué hemos hecho mal.
He repetido diez mil veces que no se trata de imponer, sino de convencer. Desde hace muchos, muchos años.
No hemos llegado aquí de repente ni por ningún tipo de maleficio. Hemos llegado donde estamos porque cuando veíamos que las cosas empezaban a cambiar , nosotros nos empeñamos en seguir con los mismos paradigmas que ya no servían. No hemos sabido convencer.
Y a ver ahora qué.
Y no metan a dios en esto. Es asunto nuestro. Y si se quiere volver atrás, me parece un error inmenso. Porque lo que nos servía a nuestra generación, ya no sirve a la de nuestros hijos y no vean a la de nuestros nietos.
Ellos tienen que construir las bases de la convivencia para el presente y para el futuro.
Así pienso. Pero la verdad es que no conozco a casi nadie que piense así. Todo son quejas. Cero autocrítica.
En fin.
Por lo que he observado durante toda mi vida, al padre se le teme y se le obedece por puro temor a la que te pueda liar. La madre suele ser la que convence. La obediencia para mí no es un valor, es pura supervivencia. Cuando eres adulto no tienes que obedecer y si no estás convencido de la bondad de hacer determinadas cosas o comportarte de una determinada forma, sencillamente no lo haces.
Al menos esa es mi conclusión. Posteriormente no sea acertada. No sé.
Posiblemente. Sorry.
El respeto es un valor, un valor antes que nada social, y así, político, religioso y cristiano (para nuestras sociedades nacidas en el cristianismo) Está en la esencia de la filosofía del Derecho al menos en su herencia liberal (valores y principios que fundamentan la democracia)
El respeto es un clima, el apropiado para construirnos en sociedad civil. El consenso en política nace a nivel individual cuando ponemos a la persona del otro como “otro yo”.
A las figuras del padre y de la madre en su educación conjunta de la prole, el padre trasmite con mayor fijeza este valor. Hablo por mi experiencia, y que ahora participo en la instrucción y educación de varios mis nietos, chicos, y todos con diferentes edades. El respeto va unido a una connotación de acatamiento, que en nuestra sociedad patriarcal se entiende o se ha entendido hasta ahora como la sumisión de la mujer, y de la prole hacia sus padres con referencia a la autoridad.
El respeto se ha entendido en el conjunto social como manifestaciones de acatamiento que se hacen por cortesía. ( El uso del Usted, etc.) pero en algunas sociedades,(la familia es la sociedad base, también las autonomías son sociedades base con que se articula España), cuando la democracia no ha madurado suficientemente, o han entrado en situaciones conflictivas, se ha perdido o no se alcanza a comprender que este valor social del respeto no es otra cosa que “el reconocimiento del otro”. Y como dice el autor, un valor en sí mismo. Políticamente la expresión de otra manera de entender la convivencia que nace de consensos previos, su fuente original.
La exclusión del otro, sea numéricamente grande o pequeño, mayoría o minoría, su ignorancia premeditada viene a devenir en otras formas de violencia; de las leyes o normas de convivencia, aunque no se recurra a las trágicas del pasado histórico.
Tiene razón el autor cuando afirma que la falta de respeto conduce a “otras lecturas de la realidad histórica”.
Para una mejor comprensión; no son las leyes democráticas, sino el quebrantamiento de las mismas una de las formas de violencia a las que hago referencia casi al final del comentario anterior.
No creo que el respeto consista en ningún deber, sino en dar actualidad a una reciprocidad mutua entre personas. Esta sería la base para que en toda relación no se produjera ningún débito. Lo dice el mismo título “El respeto es todo”
“Corresponde al padre la misión, a veces costosa, de enseñar el respeto, imponer límites y trasmitir valores personales y sociales sin los cuales una sociedad deja de ser civilizada.”
Puffff. Muy Leonardo Boff, pero no ha logrado liberarse de los estereotipos de género. Supongo que no se da cuenta cuan irrespetuoso es mantenerlos.
Para mantenernos en el imaginario bíblico: ¿recuerdan el pasaje de la comida donde una mujer lava los pies a Jesús con sus lágrimas? ¿quién enseñó respeto y valores sociales en esa escena, el padre de familia que daba la recepción o la mujer casi seguro que madre?
Y en las diversas escenas de la resurrección, ¿quienes enseñaron los valores de respeto a los restos mortales de Jesús? ¿los apóstoles, seguramente padres, o las apóstolas, seguramente madres?
Perdido el respeto, gran verdad actual, se ha continuado perdiendo todo: la autoridad de los padres, la de los maestros, en la escuela, la de los profesores universitarios, y la de los que ostentan cualquier cargo público. Se perdió el respeto a los más vulnerables como son los niños y los ancianos a los que se les niega no sólo sus derechos, sino un poco de piedad..Y se les arrincona cuando no se les suprime o se trafica con su debilidad y debido a ella.
Se ha querido echar a Dios del mundo, hemos querido “forzar” la falta de fe creando “nuevos” ídolos y cultos pseudoreligiosos, y faltó el alma de la humanidad. La razón autónoma, sin apoyo, no ha podido sostenerse cabalmente. Se perdió el sentido de la vida que es nuestra brújula y naturalmente se perdió también el de la muerte. Queriendo suprimir misterios, hemos ido creando insolubles y misteriosos dilemas. Todo ha empezado a desmoronarse como un castillo de naipes…
Es por eso que tenemos que dar un frenazo y volver a la fuente original de donde surge el respeto, el mismo que tuvo la misericordia y la delicadeza divina al decidirse a otorgarnos nuestra dignidad vital.
Santiago Hernández
Sí, el respeto es base fundamental para que no se cierre la persona a comprender e interactuar en armonía con otros modos de identidad de la que ella misma cree ser parte.
Muy lejos se quedan las reglas fijas por más que se escriban en tablones de anuncios, normas predicadas e impuestas, que solo los labios las rozan, entre relaciones padres e hijos, los eclesiásticos y fieles, por ejemplo.
Cala, impregna y llega con inmediatez el ejemplo que tanto ha brillado por su ausencia en la misma familia, la del padre y de la madre, por apartado y entre sí. Y con esto no busco culpabilizar, sino hacer una sacudida de responsabilidad.
Salvo excepciones, como en todas las circunstancias de la vida, un abismo de incoherencia puede hacer estragos en la historia de las relaciones humanas, en el mundo de los religiosos, y en especial entre los que precisamente están volcados en dejar por escrito cantidad de bellas frases con las más elevadas intenciones. Y obviamente tomarlas como venidas de Dios mismo, lo que no era más que requerimiento e imposición de seres humanos concretos y condicionados.
Se comprende que cueste y cuesta su tiempo darse cuenta de la propia incapacidad institucional en reconocer el daño y perjuicio que han ido dejando por generaciones y generaciones, debido a tanto celo centrado en la aparente obediencia de lo intocable e inamovible.
Es contranatural no aprender de la naturaleza lo esencial e inmutable en ella: su diversidad inagotable en la que estamos inmersos. Así como que lo único que es permanente en la vida es el cambio imparable y la transformación continua, en la que la Conciencia-Consciencia es vivida en despliegue constante y multidiverso. Gratitud y humildad iniciadoras del respeto y compañeras en el caminar conjunto.
El respeto que vive su experiencia a través nuestro se hace maestra de vida. Valora los hechos y no se detiene en inculcar de lo que sale en los escritos, si con ello hiere y asfixia lo esencial de la vida, de toda vida.
Se me ocurre pensar que la madre también puede educar en el respeto. Pero seguramente serán cosas mías.
Miren ustedes. Esto no tiene arreglo. O entra la juventud, la gente joven con nuevas ideas, con nuevas propuestas de acuerdo a la época en la que estamos o esto no tiene arreglo. Cada uno de nosotros está anclado en sus ideas y todos tendrán sus motivos y sus razones. No lo dudo. Pero así no llegamos a ningún sitio.
Y a lo mejor es lo mejor. Un invierno eclesial pero tipo tercera glaciación y que resurja el cristianismo. O que no resurja. Hay buenos herederos a los que no se les asocia directamente con ningún dios ni con ninguna iglesia. Y que los que se queden sigan con su celibato, con su homofobia, con su anticientifismo, si es que esa palabra existe, quiero decir contrarios a la ciencia, con su creacionismo con sus obras de arte , su riqueza y con todo lo que quieran quedarse. Adelante pues. A ser obedientes sin entender. Yo no puedo con esto, Sorry.