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María la Magdalena (2/3)

 

CAPITULO II: Una mujer de rompe y rasga

      La Magdalena fue una mujer de armas tomar. La situación de dominación sufrida por el país, la extrema agresividad militar machacando hasta el habla, el acaparamiento de las tierras por terratenientes colaboracionistas, su exclusivo uso productivo para el enriquecimiento, la falta de trabajo, los gravosos impuestos, la ausencia de futuro, la esclavitud, el hambre, la desesperanza… dieron lugar al desánimo general y despertaron en no pocos individuos una actividad revolucionaria contra los invasores, contra quienes les daban cobertura y contra aquellos elementos fueran o no judíos de probada complicidad con ellos. Para un mayor éxito de sus acciones se unían en pequeños grupos con escasa organización, aunque eran frecuentes las acciones en solitario. A los miembros más destacados públicamente por su ferocidad el pueblo los tenía por endemoniados. La revolución armada era un asunto de hombres. Pero el evangelio de Lucas habla de una mujer destacada por su bravura y rebeldía. A María la Magdalena también se la llevaban los demonios. Nada menos que siete: la familia de demonios al completo.

  1. Magdala, refugio y trinchera subversiva

      No es extraño que esta mujer cargada de violencia fuera natural de Magdala. Ciudad bien sustentada económicamente debido a su industria de salazones de pescado, contaba con un buen número de gente adinerada, pero era también cuna y cobijo de nacionalistas rebeldes obcecados por el alzamiento armado contra el imperio invasor. Los acomodados veían en los sediciosos un peligro para su posición; los rebeldes consideraban a los acaudalados cómplices de los romanos. El historiador Flavio Josefo nos ofrece un ejemplo al narrar la rendición de Tiberíades:

      “Temiendo por esto los más viejos y más principales de la ciudad, y de todo el pueblo, vinieron corriendo al campo de los romanos; y juntos con el rey, llegaron humildes de rodillas a Vespasiano, suplicándole no los despreciase ni pensase haber consentido toda la ciudad en la locura que algunos pocos habían cometido, pero que perdonase, y quisiese trabar amistad con el pueblo, que había sido siempre amigo de los romanos y procurado su amistad, y que quisiese más vengarse de los que eran causa de aquel levantamiento, que los habían detenido mucho tiempo hacía, a todos, para que no viniesen a trabar amistad y concierto con ellos” (Guerra de los judíos. Libro 3º, XVI).

      Durante la gran sublevación judía contra los romanos, tras la rendición de Tiberíades, la ciudad de Magdala atrajo a un número abundante de otros fanáticos combativos que se atrincheraron allí para hacer frente a las tropas del imperio. Según cuenta Flavio Josefo, Vespasiano no dudó en instalar el campamento con su ejército entre Tiberíades y Magdala para atacar esta última ciudad:

      “Partiendo de Tiberíades, Vespasiano puso su campo entre esta ciudad y Tariquea (Otro nombre de Magdala que significa: ‘Conservación’), y lo fortaleció con un muro que mandó hacer con diligencia, viendo que se había de detener aquí en esta guerra; porque veía que todo el pueblo que buscaba revueltas se recogía aquí en esta ciudad, confiándose en su fuerza y en su guarnición y en un lago que se llama, entre los de allí naturales, Genasar” (Guerra de los Judíos. Libro 3º, XVII).

      El ataque no tardó en producirse. No fue una acometida de poca monta. Las tropas del imperio descargaron toda su fuerza contra los sublevados, que huyeron unos, campo a través y otros, a través del lago. Flavio Josefo dio multitud de detalles sobre el destrozo causado por la embestida de los romanos. Una muestra:

      “… de los que se echaban en el agua, muchos hubo muertos con las saetas y dardos de los romanos, y muchos saliendo a tierra fueron también muertos; así que estaba toda aquella laguna llena de sangre y de cuerpos muertos porque ninguno escapó con vida. Pasados después algunos días, se levantó en estas tierras un hedor muy malo y una vista muy cruel y muy amarga de ver: estaban las orillas llenas de barcas quebrantadas, de hombres ahogados en el agua y de cuerpos hinchados” (Libro 3º, XIX).

  1. Una furia probablemente soltera

      De fuerte carácter, excedida animosidad, fobia a ser mujer dócil e ímpetu indomable, resultaba lógico que hubiera sido desalojada del núcleo social al que pertenecía. Es más que probable que su incontenible manera de ser dejara parado a más de uno. Su disloque le venía de muy atrás. Seguramente ni se casó. ¿Qué hombre querría por esposa a esta rebelde cuando lo que se exigía en una mujer era la total obediencia y sumisión al marido como dueño?

      La Magdalena aparecía como una mujer atípica, de desbordada personalidad. Mal vista en su entorno. Un ser asocial que no abdicaba de sus principios ni de su actitud en una sociedad donde las mujeres estaban cortadas por un mismo patrón y respondían a un formato establecido por una ley religiosa constituida exclusivamente por hombres. La mujer, siempre bajo el dominio de un varón: padre, marido, hijo, gozaba de reconocimiento solo por su obediencia a ellos y por el número de hijos varones engendrados. La Magdalena no encajaba en ese molde ni de lejos. Su nombre no aparece asociado al de ningún hombre.

  1. Como el Galileo, pero endemoniada

      Una mujer así era conocida de sobra por toda la comarca. Aunque en la zona abundaban las Marías, bastaba decir ‘la Magdalena’ para saber de quién se trataba. También el Galileo y la propuesta que defendía estaban en boca de todos. Su fama se había extendido por toda Galilea. El grupo de seguidores lo constituían hombres recios, disconformes con la situación y embebidos de ideas revolucionarias.

      Como el hombre endemoniado de Gerasa, la Magdalena tomó la iniciativa. Ella decidió acercarse al grupo. Y, como solía actuar, sin pensárselo dos veces, se fue directa a él. Le llamaba la atención que aquel atrevido hombre de Galilea se arriesgara a anunciar lo que ella tanto ansiaba: la llegada de la libertad soñada por el pueblo: el Reinado de Dios. Pero más aún, que liderara un proyecto pacífico que excluía la violencia y la venganza como método. La Magdalena y el Galileo coincidían en sus objetivos de libertad. Sin embargo, los caminos eran muy distintos. La idea del Galileo no encajaba con las promesas divinas del AT. Los profetas habían anunciado la liberación del yugo extranjero y la supremacía de Israel. La propuesta del Galileo, en cambio, excluía la lucha armada contra el imperio dominante. De entrada, parecía conceder carta de ciudadanía a la esclavitud. Desde su posición, la Magdalena percibe una gran incoherencia en lo que aquel hombre propone. Ella no está dispuesta a ceder en sus principios. Lleva la rebeldía por delante. No aceptará de ningún modo vivir como esclava. Y por eso no cejará en su lucha contra quienes han dejado al pueblo en la más triste miseria.

  1. Contrapropuesta del Galileo

      El Galileo no impone; razona. El diálogo está abierto. El diálogo no somete. Sí aplaca. Deja a un lado la furia y abre espacios al pensamiento y la comprensión. María la Magdalena llevaba años padeciendo la exclusión social. Frente a ella se revolvía más arrebatada cada vez. Lejos de apaciguarla, las ataduras con que el orden establecido la reprimía la sacaban de quicio, desencadenaba toda su rabia y se daba a todos los demonios. Su ideología y su praxis subversiva la condenaban cada vez más al aislamiento de la sociedad a la que pertenecía.

      El Galileo le muestra que la agresividad que lleva dentro no le pertenece. No forma parte de su ser. Sin darse cuenta de ello, María la de Magdala ha sido contagiada por el virus VGSL (Violencia Global Sistematizada y Legalizada). El dueño de su furia indomable es el mismo sistema cruel al que ella intenta aniquilar con los métodos mortales que le caracterizan. Usando esa fórmula el sistema tiene todas las de ganar. Conoce y domina esa arma poderosa. La ferocidad de la Magdalena no hará sino reforzarlo. Y traerá como consecuencia muerte y destrucción. La Magdalena actúa como esclava del sistema que quiere destruir. Y no lo sabe.

      El Galileo la invita a explorar en su interior para descubrir su auténtica identidad. ¿Quién es? ¿Cómo se define? ¿Qué pretende? ¿Cómo alcanzar ese fin? ¿Cuáles serán las consecuencias? La Magdalena reflexionará a fondo. Responderá como el endemoniado de Gerasa. Legión es el nombre de la realidad que define su identidad. El espíritu de la poderosa organización militar del imperio dominante que subyuga personas y pueblos la ha invadido por completo. Siete demonios, la totalidad de ellos, la tienen bajo su poder. No hay un resquicio de ella misma. Está en manos de la ideología a la que ella pretende vencer.

  1. El arma más poderosa: libertad y seguimiento

      María Magdalena empezó a darse cuenta de su error. No es con la violencia como se derrota al sistema que aplasta a los pueblos. La ideología inmunda que desgastaba su existencia resultaba inútil. Y optó por hacerla retroceder hasta el lugar que le es propio: los cerdos. Su decisión le abrió el camino a la libertad. Ahora podría elegir. Y descubrió que el sistema, imperturbable ante la violencia, sí temía la libertad. Porque la libertad, el arma más poderosa, le resulta desconocida y le desconcierta.

      El proyecto de sociedad alternativa superaba el poder del sistema. El temor que a este le producía era síntoma inequívoco de su debilidad. El objetivo que ella pretendía lo tenía a la mano. Ponía a punto todas sus capacidades. Notaba los efectos de la libertad. Se había revestido de dignidad y había recobrado la plenitud de su talento. Y resolvió irse con el Galileo. Así que puso todo su vigor y valentía al servicio del proyecto.

      Cuando en el evangelio de Lucas se cuenta que el Galileo recorría aldeas y pueblos de la región anunciando la llegada del reinado de Dios:

      “A continuación fue también él caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea, proclamando la Buena Noticia del reinado de Dios” (Lc 8,1),

      caminan junto a él dos grupos:

      “lo acompañaban los Doce y algunas mujeres…”. (8,1b-2a).

      En el texto original se lee literalmente: “…y los Doce con él y algunas mujeres…”. La preposición griega σύν: ‘con’, ‘junto con’ seguida del pronombre ‘él’, indica vinculación entre las personas y coincidencia en sus objetivos y sus modos de actuar. La Magdalena se unió al grupo del Galileo. Una vez abandonada su estrategia auto-destructora se aferró a su proyecto sin cortapisas y con denuedo. Lo siguió de principio a fin. Es muy probable que su iniciativa, se llevara por delante reticencias y miedos de no pocas mujeres, y calara en ellas tan profundamente que, sin importarles el qué dirán, se adhirieron felices al colectivo de seguidores. Cuando se nombra a ese grupo femenino, se menciona siempre a la Magdalena en primer lugar. Ningún evangelio osó poner en entredicho su capacidad de liderazgo. Según el texto de Lucas, todos solían conocerla y llamarla por el gentilicio:

      “…María, la llamada Magdalena…” (8,2b).

      Lucas aporta el nombre de otras dos mujeres de las muchas que acompañaban al Galileo:

      “…María, la llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, la mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana, y otras muchas…” (Lc 8,2-3)

      La forma de nombrarlas advierte que ninguna de las tres encajaba en los moldes tradicionales. A la mujer, dependiente toda su vida de hombres (padre, marido, hijos), se la mencionaba siempre siguiendo la norma de asociarla a un varón. En este caso, la tercera de las citadas: Susana, aparece aislada de todo referente. Se trata de una mujer liberada de atadura a un hombre. Ha soltado su amarre al muelle de la tradición y se ha emancipado. Con capacidad para decidir por ella misma, ha optado por la propuesta del Galileo.

      La que encabeza el grupo, ella, la Magdalena, tampoco está vinculada a hombre alguno. No lo necesita. Vive siguiendo sus propias ideas. Se la reconoce por ellas y por el lugar de donde procede.

      Respecto a la segunda de esas mujeres, Juana, sí se da cuenta de un sujeto con quien está casada. Se llama Cusa. También se apunta el trabajo que este realiza. Es intendente de Herodes. Ambos detalles se registran con intencionalidad. Si ya resultaba extraño que unas mujeres caminaran agrupadas a un colectivo de hombres, era impensable que lo hiciera una mujer casada. Y, en especial, perteneciendo a la corte. Pero Juana ha seguido el ejemplo de la Magdalena. Ha abandonado su esclavitud al poder y se ha aferrado a la inseguridad de la vida que ofrece el Galileo.

  1. Lealtad de mujer

      La de Magdala nunca se acobardó. Mientras los discípulos recularon una y otra vez, ella no dio un paso atrás. Si ellos ocultaron sus intereses y ambiciones de poder, ella mantuvo su lealtad con la energía que le caracterizaba. Los Doce necesitaban a las masas para sus fines de rebelión, quisieron ir a Jerusalén buscando la fecha apropiada para ponerla en marcha. La Magdalena dejó atrás los ideales de revolución armada y puso el corazón y sus agallas al servicio de la alternativa propuesta por aquel hombre de Galilea.

      Prestó absoluta lealtad al hombre que le abrió el camino a la libertad. Le respondió hasta su final. Y en ese instante crucial no le falló. Los discípulos se quitaron de en medio a toda carrera, pero allí estuvo ella durante su ejecución. De lejos, eso sí, pero solo porque los romanos no dejaban absolutamente a nadie acercarse a los crucificados:

      “Había también una mujeres observando aquello de lejos, entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el Pequeño y de José, y Salomé” (Mc 15,40).

      No eran únicamente esas. El paso dado por la Magdalena alentó a otras muchas a ignorar las costumbres y leyes que estrechaban sus vidas. Y cundió su ejemplo. Y se agruparon con el Galileo hasta su muerte. Marcos no las olvidó. Atestigua que se trataba de un colectivo numeroso:

      “… y además otras muchas que habían subido con él a Jerusalén” (Mc 15,41).

      Los nombres de las mujeres citadas en la etapa final de la vida del Galileo y tras su muerte varían de un evangelio a otro. Solo uno se repite en todas las ocasiones en los cuatro textos, el de la Magdalena. Respecto a ella, ninguno de los evangelistas tuvo dudas.

  1. Los miedosos que bajaron los brazos

      Era lógico que en la fecha temprana en que se escribió el evangelio de Marcos, el grupo de adheridos al proyecto siguiera hundido. Ellos ni siquiera habían compartido al cien por cien la propuesta del Galileo. Aunque confiaban en su tirón popular para alcanzar el resurgir de Israel y su dominio sobre el resto de pueblos, sus esperanzas se fueron al traste tras ver cómo ejecutaban a aquel amigo de Nazaret. Su muerte confirmaba el fracaso de los ideales que el colectivo de seguidores defendió durante su vida.

      Además del desencanto y la tristeza, también entraba dentro de lo normal que estuvieran bloqueados por el miedo. A fin de cuentas el Galileo había sido condenado a la pena máxima como cualquier otro rebelde al imperio dominante. Salir a la palestra como seguidores suponía un gran riesgo que podría acarrearles muy graves consecuencias. Con su líder desaparecido al grupo no le llegaba la camisa al cuerpo. Achicados por el terror, los discípulos permanecían encogidos al abrigo de la inmovilidad.

  1. Asumiendo el liderazgo

      Sin embargo, la Magdalena no se detendrá ante el fracaso. Fue muy grande el cambio que tuvo que dar y muy honda la experiencia vivida con el Galileo para echarlos en el olvido. Al igual que cuando lo conoció, ella tomará la iniciativa. Será ella, liderando al grupo de mujeres, quien sembrará la inquietud, las primeras dudas y un atisbo de luz en los estancados seguidores. La Magdalena no se achantó. A partir de la muerte del Galileo asumió todo el protagonismo.

      Pero, ¿qué pensar?, ¿adónde acudir? El hecho de que los romanos tuvieran por norma enterrar los despojos de los crucificados en fosas comunes eliminaba toda referencia respecto a ellos. No hay cadáver. Sin cadáver desaparecen las conexiones a un lugar. La Magdalena atará cabos. Recorre experiencias. Indaga en sus pensamientos. Salen a flote sus recuerdos. La muerte no eliminará la presencia del Galileo en su vida.

      ¿Qué camino tomar? Nadie se hubiera extrañado si el desánimo hubiera hecho mella por fin en la Magdalena. Pero no flaqueó. El desaliento no logró debilitar su fuerte carácter. Su reflexión no se rendirá al inmovilismo. Y se figuró vacío un imaginario sepulcro. Un lugar deshabitado también aviva el pensamiento. Una tumba vacía da que pensar. Aporta alguna explicación. Tal vez la primera orientación. De la ausencia también surgen preguntas y nacen referencias.

      Los primeros pasos del colectivo de mujeres encabezado por la Magdalena están recogidos en los tres sinópticos con algunas variaciones en los nombres. En Marcos, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé (Mc 16,1). En Mateo, María Magdalena y “la otra María” en alusión a María la madre de Santiago y José (Mt 28,1). En Lucas, María Magdalena, Juana y María, la de Santiago (Lc 24,10). En el evangelio de Juan solo la Magdalena (Jn 20,1).

  1. Una tumba vacía, soporte de la reflexión

      Su movimiento se tradujo en el texto de los evangelios a partir del recurso literario de una tumba vacía. En torno a dicho punto de partida encontramos en los cuatro evangelios suficientes datos válidos para saber de qué modo la Magdalena consiguió movilizar al grupo de los Once y reavivar el proyecto.

      De entrada, la Magdalena puso todas las ganas en superar la tristeza. El ambiente que se respiraba resultaba insoportable. Ella aceptó el final del Galileo, pero buscaba la manera de dulcificar esa idea. Da pasos para encubrir el hedor de su muerte. Desea mantener vivo su recuerdo; que todo lo que quede de él destile la fragancia que emanó de su vida:

      “María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarlo” (Mc 16,1).

      “fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado” (Lc 24,1)

      Lo hace marcada por la tradición judía, atravesando momentos constreñidos:

      “Transcurrido el día de precepto” (Mc 16,1).

      Aunque ella apuesta por un tiempo nuevo:

      “El primer día de la semana” (Mc 16,2a).

      Desea dejar atrás la oscuridad. Que se atisbe algo de luz. Al despuntar el día. Los cuatro evangelistas subrayan el importante apunte que anticipa optimismo:

      “…muy de mañana, fueron al sepulcro ya salido el sol” (Mc 16,2b).

      “Pasado el sábado, al clarear el primer día de la semana” (Mt 28,1).

      “El día de precepto observaron el sábado, según el mandamiento, pero el primer día de la semana, de madrugada, fueron al sepulcro…” (Lc 23,56b-24,1).

      “El primer día de la semana, por la mañana temprano, todavía en tinieblas fue María Magdalena al sepulcro” (Jn 20,1)

      Su acción se circunscribe entonces a la idea de un cadáver. La muerte presenta su lado más amargo y acerado: su carácter definitivo. A la Magdalena, y con ella a algunas mujeres, no les pasa por la imaginación que pueda derrumbarse el muro infranqueable que separa la vida de la muerte. Pero ella no ceja en su idea de encontrar algún resquicio. Su empuje no tiene freno:

      “Se decían unas a otras:
      —¿Quién nos correrá la losa de la entrada del sepulcro?” (Mc 16,3).

      La losa que clausura el sepulcro es un elemento central en este proceso. Cierra herméticamente el paso de un espacio a otro. A quien ha entrado en el mundo de los muertos les resulta imposible regresar. Quienes se mantienen con vida tienen vedado el acceso al lugar de la muerte. Pero el coraje de la Magdalena ha roto el abatimiento de otras mujeres. Tenían el ánimo hecho añicos. Iban con la mirada caída, pero han superado la desesperanza y han recobrado algo de la moral que arrastraban por los suelos. Marcos, haciendo gala de su inteligencia habitual, describió este cambio de actitud de las mujeres usando un solo verbo:

      Al levantar la vista” (Mc 16,4).

      Al elevar el pensamiento, entregado a la desesperación, descubren algo insólito. La losa insalvable ya no cierra el paso. La ingente mole que ponía límite a la vida ha sido descolocada. Esa barrera insuperable ha dejado de serlo. La vida a la que invitó el Galileo ofrece una nueva perspectiva. Los cuatro evangelios notifican el dato extraordinario:

      “…observaron que la losa estaba corrida (y era muy grande)” (Mc 16,4).

      En Mateo, el mismo que anunció al nacimiento del Galileo (Mt 1,20ss.) es quien ha retirado la losa y la domina:

      “…el ángel del Señor bajó del cielo y se acercó, corrió la losa y se sentó encima” (Mt 28,2).

      Lucas se limita a ofrecer la información con sobriedad:

      “Encontraron corrida la losa” (Lc 24,2).

      Juan, por su parte, da cuenta que fue solo la Magdalena la que descubrió la losa fuera de sitio:

      “…fue María Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada” (Jn 20,1).

      La losa quitada abre un nuevo espacio aún por descubrir. Invita a entrar. Ha abierto un lugar inexplorado. Avanzar despertará nuevas ideas. El desierto lugar de la muerte posee su lenguaje. No quedará callado. Habla. Escuchar sus noticias abrirá caminos. Reflexionar romperá la inacción.

7 comentarios

  • oscar varela

    Hola!

    1- Lo de Pablo fue un CUENTO

    2- Lo de Salvador es un CUENTO

    3- Lo de cada cual son otros CUENTOS.

    ¿No sería necesario o convendría

    tomar más seriamente eso de qué sea el CUENTO?

    ……………..

    Si se lo deja “para mañana”

    tal vez ya no puedas “contar el Cuento”.

    ……………..

    Pista:

    – “¿Cuándo nos abriremos a la convicción
    de que el ser definitivo del mundo
                    – no es
                                   – materia
                    – ni es
                                   – alma
                    – no es
                                   – cosa alguna determinada,
                    – sino
                                   – una perspectiva?”-
     

  • oscar varela

    Hola!
    – “si Cristo no resucitó, 
    vana es entonces nuestra predicación, 
    vana es también vuestra fe.
    (Corintios 15, 14-17)
    ………………………..

    Comentario:
    ¡Ja!

  • Asun Poudereux

    El simbolismo final de este capítulo, llena de luz y fuerza a quien se adentra en él. Es liberación de lo viejo, lo heredado y establecido, y apertura a lo nuevo, el nuevo modo de ver y conocer de Jesús y de todo ser que se identifique en su ser real.
     
    El literalismo que, sin embargo, después se despliega, hace comprensible que la persona que mira a través de él no pueda ver por sí misma, por más que mire y mire.
     
    La literalidad del pasaje ha impedido traspasar tanta riqueza y sabiduría en reconocerse en Jesús: En toda su fuerza y coherencia de vida.  Lo que está vivo, nunca muere. Se es parte de ello. Con solo ampliar y profundizar en la “mirada”, se abren los “ojos”, que movilizan con la fuerza y libertad interior a superar obstáculos y cerrazones.
     
    Muchas gracias, Salvador. Tu lenguaje es sencillo y directo: Tan solo un paso a un mundo (sigo de cerca el título del libro) no separador, mucho más abierto y comprensivo.

  • Mª Pilar

    Este es, el verdadero resultado del Proyecto que el  Galileo proclamó.

    ¡Libertad de pensamiento y acción, ante las parálisis que crea el poder… toda clase de poder!

    Se abre un sin fin de posibilidades, de esperanzas, de caminos y vericuetos para renovar una y otra vez la esperanza; para luchar contra lo que nos ata y en muchos casos, nos lleva por caminos que están llenos de la misma destrucción que lleva consigo lo establecido.

    ¡Es tan liberador e ilusionante lo que Jesús promueve!

    ¡Gracias Salvador! Espero gozosa la tercera entrada.

    mª pilar

  • oscar varela

    Hola!

    Yo conocí Mujeres así.

    Con las que me tocó convivir, lo eran.

    Todas, en alguno u otro sentido.

    Totales en en su identitario sentido.

    ……………..

    Me supongo que eso podrá ir adquiriendo dimensión política,

    siendo la Política: Pedagogía Social por excelencia del

    “donde uno o más reunidos en mi nombre”,

    Proyecto entusiasmante de Sociedad Alternativa.

  • Dios, que cosa tan bonita

    No será cierta, pero , sabemos qué es verdad y qué no lo es? . Desde luego personalmente no lo sé. Supongo que otras personas lo tendrån clarísimo. Pero eso no quiere decir que estén en lo cierto. Solamente quiere decir que ellos no dudan.

    Como soy una duda andante, mi cabeza está abierta a la búsqueda. Y elijo lo que me gustaría que fuese . Y esta historia me gusta.

    Porque, con permiso de los varones, las mujeres somos estupendas. El  personaje central sin duda es Jesús. Sin duda. Menudo mensaje liberador comunicaba. Y, claro, le costó la vida. Los mensajes liberadores tienen eso, que matan al mensajero.

    Y según esta historia. Quién rescató este mensaje?

    Pues no será cierta, pero me encanta. Y ya se por qué se ha tratado de minimizar la figura de esta mujer. Por lo de siempre. Pues bueno.

    Gracias, he disfrutado leyendo.