Otros temas

Autores

Archivo de entradas

Temas

Fechas

Calendario

7446 Artículos. - 113037 Comentarios.

Diferencia entre ética y moral según Spinoza

Baruch Spinoza, Paises Bajos, 1632-1677

 

Sobre ética y moral se ha tratado mucho en los recientes post de ATRIO. La lectura de lo dicho y comentado ha motivado a nuestro amigo Manuel Ignacio Santos Santorum, amigo desde los diez años en Comillas, naturalizado ahora argentino, a enviarme un sabroso texto sobre Spinoza –el errante buscador de verdad expulsado de sinagogas e iglesias en el siglo XVII– que introduce él mismo. AD.

 

        En los artículos de ATRIO sobre ética y moral, después de muchos rodeos y vueltas, se concluye que, al fin, se usan o pueden usarse indistintamente ambos términos.

        Grave error, derivado de una serie de conceptos y presupuestos, falsos, que se dan por “sentados” como verdaderos e indiscutibles en los cuerpos (desarrollo) de los citados artículos: por ejemplo, la concepción cartesiana del hombre (antropología) como compuesto de dos substancias separadas (cuerpo y alma), la superioridad y dominio del alma sobre el cuerpo y sus “pasiones”, el lugar central e “inapelable” de la conciencia en el “juicio” sobre las acciones humanas y, sobre la realidad sin más, la supuesta “hipóstasis” del Bien y del Mal y los “valores” de ellos derivados, y unos casi infinitos etcéteras más…

        “Para ese viaje, no necesitamos alforjas”, porque es un viaje a ninguna parte, frustrante por demás, como al respecto apunta algún lector-comentarista de ATRIO.

        Creo que el archivo, que envío adjunto, podría aportar un poco de luz, definitiva y definitoria, en tanta confusión.

        Se trata del Capítulo 2 del libro de Gilles DELEUZE, libro ya publicado en edición digital, titulado SPINOZA. FILOSOFÍA PRÁCTICA. Y el capítulo 2º se titula justamente Diferencia entre la ética y una moral.

        La no validación científica de la “antropología cartesiana” ha sido demostrada por prestigiados especialistas e investigadores de las Neurociencias, particularmente el Dr. Antonio DAMASIO, premio Príncipe de Asturias, en sus dos estupendas obras, EL ERROR DE DESCARTES y EN BUSCA DE SPINOZA’, ambas ya traducidas al castellano.

        Y, más remotamente, pero no de menos envergadura y actualidad, el diálogo de Paul RICOEUR con el neurocientífico francés Jean-Pierre CHANGEUX, publicado en el libro ‘LO QUE NOS HACE PENSAR. LA NATURALEZA Y LA REGLA’.

        Porque hay que tener presente que aquí el centro es el pensamiento de Spinoza, su concepción de la ética en contraposición a la moral.

        El acierto genial de G. Deleuze consiste en darle forma a la concepción de la ética de Spinoza organizándola en torno a esos 3 ejes que se enuncian en los 3 títulos y constantemente refiriéndose a la obra “Ética” de Spinoza, con apoyatura de las citas, sin inventar nada ni siquiera interpretando nada. Y, además, mostrar las afinidades entre Spinoza y Nietzsche.

        Y es eso (la concepción spinoziana de la ética) lo que yo entiendo que debería mostrarse y enfatizarse en el título de la publicación que se haga en Atrio.

        Eso no quita que se pueda aludir a que se trata de una lectura de Spinoza y su concepción de la ética por parte de G. Deleuze.

        Para mí lo ideal sería que, haciendo una excepción a la “normalidad” en la extensión de los textos (la importancia y la profundidad del tema lo merece), se publicara el texto íntegro de Deleuze. [Así se hace, para lectura tranquila en el primer fin de semana de agosto. AD.]

        En el enlace, que ahora repito, se pude acceder a la versión digital completa del libro de G. Deleuze. La parte central es una excelente guía para la lectura y comprensión del pensamiento de Spinoza, principalmente tal como está plasmado en su “Ética”, guía que está organizada según el orden alfabético de los conceptos nodales de dicho pensamiento. Cada uno de esos capítulos o conceptos daría para otros tantos artículos de Atrio.

        Por cierto, la traducción de toda la obra por parte de Antonio Escohotado, impecable, excelente.  M.I. Santos.

 

Capítulo 2. Sobre la diferencia entre la ética y una moral

Ningún filósofo fue más digno, pero tampoco ninguno fue más injuriado y odiado. Para comprender el motivo no basta con tener presente la gran tesis teórica del spinozismo: una sola substancia que consta de una infinidad de atributos, Deus sive Natura, las «criaturas» siendo sólo modos de estos atributos o modificaciones de esta substancia. No basta con mostrar cómo el panteísmo y el ateísmo se combinan en esta tesis negando la existencia de un Dios moral, creador y trascendente; es necesario más bien comenzar con las tesis prácticas que hicieron del spinozismo piedra de escándalo. Estas tesis implican una triple denuncia: de la «conciencia», de los «valores» y de las «pasiones tristes». Son las tres grandes afinidades con Nietzsche. Y, todavía en vida de Spinoza, son las razones por las que se le acusa de materialismo, de inmoralismo y de ateísmo.

 

       1. Desvalorización de la conciencia (en beneficio del pensamiento): Spinoza, materialista

        Spinoza propone a los filósofos un nuevo modelo: el cuerpo. Les propone instituir al cuerpo como modelo: «No sabemos lo que puede el cuerpo…». Esta declaración de ignorancia es una provocación: hablamos de la conciencia y de sus decretos, de la voluntad y de sus efectos, de los mil medios de mover el cuerpo, de dominar el cuerpo y las pasiones, ·pero no sabemos ni siquiera lo que puede un cuerpo[1]. A falta de saber, gastamos palabras. Como dirá Nietzsche, nos extrañamos ante la conciencia, pero «más bien es el cuerpo lo sorprendente …».

        Sin embargo, a una de las tesis teóricas más célebres de Spinoza se la conoce por el nombre de paralelismo; no consiste solamente en negar cualquier relación de causalidad real entre el espíritu y el cuerpo, sino que prohíbe toda primacía de uno de ellos sobre el otro. Si Spinoza rechaza cualquier superioridad del alma sobre el cuerpo, no es para instaurar una superioridad del cuerpo sobre el alma, que tampoco sería inteligible. La significación práctica del paralelismo se hace patente en el vuelco del principio tradicional sobre el que se fundaba la Moral como empresa de dominio de las pasiones por la conciencia: cuando el cuerpo actuaba, el alma padecía, se afirmó, y el alma no actuaba sin que el cuerpo padeciese a su vez (regla de la relación inversa, cf. Descartes, Tratado de las pasiones, artículos 1 y 2). Según la Ética, por el contrario, lo que es acción en el alma es también necesariamente acción en el cuerpo, y lo que es pasión en el cuerpo es también necesariamente pasión en el alma[2]. Ninguna primacía de una serie sobre la otra. Entonces, ¿qué quiere decir Spinoza cuando nos invita a tomar el cuerpo como modelo?

        Se trata de mostrar que el cuerpo supera el conocimiento que de él se tiene, y que el pensamiento supera en la misma medida la conciencia que se tiene de él. No hay menos cosas en el espíritu que superan nuestra conciencia, que cosas en el cuerpo que superan nuestro conocimiento. Sólo por un único e igual movimiento llegaremos, si es que es posible, a captar la potencia del cuerpo más allá de las condiciones dadas de nuestro conocimiento, y a captar la potencia del espíritu más allá de las condiciones dadas de nuestra conciencia. Se busca la adquisición de un conocimiento de los poderes del cuerpo para descubrir paralelamente los poderes del espíritu que escapan a la conciencia, y así comparar estos poderes. En resumen, según Spinoza, el modelo corporal no implica desvalorización alguna del pensamiento en relación a la extensión, sino algo mucho más importante, una desvalorización de la conciencia en relación al pensamiento; un descubrimiento del inconsciente, de un inconsciente del pensamiento, no menos profundo que lo desconocido del cuerpo.

        Ocurre que la conciencia es naturalmente el lugar de una ilusión. Su naturaleza es tal que recoge los efectos, pero ignora las causas. El orden de las causas se define por lo siguiente: cada cuerpo en su extensión, cada idea o cada espíritu en el pensamiento están constituidos por relaciones características que subsumen las partes de este cuerpo, las partes de esta idea. Cuando un cuerpo «se encuentra con» otro cuerpo distinto, o una idea con otra idea distinta, sucede o bien que las dos relaciones se componen formando un todo más poderoso, o bien que una de ellas descompone la otra y destruye la cohesión entre sus par­ tes. En esto consiste lo prodigioso, tanto del cuerpo como del espíritu, en estos conjuntos de partes vivientes que se componen, y se descomponen siguiendo leyes complejas[3]. El orden de las causas es así un orden de composición y descomposición de relaciones que afecta sin límite a la naturaleza entera. Pero nosotros, en cuanto seres conscientes, nunca recogemos sino los efectos de estas composiciones y descomposiciones; experimentamos alegría cuando un cuerpo se encuentra con el nuestro y se compone con él, cuando una idea se encuentra con nuestra alma y se compone con ella, o, por el contrario, tristeza cuando un cuerpo o una idea amenazan nuestra propia coherencia. Nuestra situación es tal que sólo recogemos «lo que le sucede» a nuestro cuerpo, o «lo que le sucede» a nuestra alma, es decir, el efecto de un cuerpo sobre el nuestro, el efecto de una idea sobre la nuestra. Pero de nuestro cuerpo conforme a su relación propia y de nuestra alma conforme a su relación propia, de los otros cuerpos y de las otras almas o ideas conforme a sus respectivas relaciones, a las re­ glas por las que se componen y se descomponen todas estas relaciones, de todo esto nada sabemos en el orden dado de nuestro conocimiento y de nuestra conciencia. En pocas palabras, las condiciones en que conocemos las cosas y somos conscientes de nosotros mismos nos condenan a no tener más que ideas inadecuadas, confusas y mutiladas, efectos separados de sus propias causas[4]. Por eso no podemos pensar que los niños son felices, o perfecto el primer hombre; pues ignorantes de causas y naturalezas, reducidos a la conciencia del acontecer, condenados a sufrir efectos cuya ley no llegan a comprender, son los esclavos de cada cosa, ansiosos e infelices en la medida de su imperfección. (Nadie se ha opuesto como Spinoza a la tradición teológica de un Adán perfecto y feliz.)

        ¿Cómo calma su angustia la conciencia? ¿Cómo Adán llega a imaginarse feliz y perfecto? Gracias a que se opera una triple ilusión. Puesto que sólo recoge efectos, la conciencia remediará su ignorancia trastocando el orden de las cosas, tomando los efectos por las causas (ilusión de las causas finales): del efecto de un cuerpo sobre el nuestro hará la causa final de la acción del cuerpo exterior, y de la idea de este efecto, la causa final de sus propias acciones. Desde este momento, se tomará a sí misma por causa primera, alegando su poder sobre el cuerpo (ilusión de los decretos libres). Y allí donde ya no le es posible a la conciencia imaginarse ni causa primera ni causa organizadora de los fines, invoca a un Dios dotado de entendimiento y de voluntad que, mediante causas finales o decretos libres, dispone para el hombre un mundo a la medida de su gloria y de sus castigos (ilusión teológica)[5]. E incluso no basta con afirmar que la conciencia se hace ilusiones; pues es inseparable de la triple ilusión que la constituye: ilusión de la finalidad, ilusión de la libertad, ilusión teológica. La conciencia es sólo un soñar despierto. «Así es como un niño cree desear libremente la leche; un joven furioso, la venganza; y un cobarde, la huida. Un borracho también cree decir, por un libre decreto del espíritu, lo que sereno nunca querría haber dicho»[6].

        Aun urge que la misma conciencia tenga una causa. Spinoza define ocasionalmente el deseo como «el apetito con conciencia de sí mismo». Pero precisa que se trata solamente de una definición nominal del deseo, y que la conciencia nada añade al apetito («no nos inclinamos por algo porque lo consideramos bueno, sino que, por el contrario, consideramos que es bueno porque nos inclinamos por ello»)[7]. Por lo tanto, hay que llegar a una definición real del deseo que muestre a un tiempo la «causa» por la que la conciencia parece abrirse en el proceso del apetito. Ahora bien, el apetito no es más que esfuerzo por el que cada cosa se esfuerza en perseverar en su ser, cada cuerpo en la extensión, cada alma o cada idea en el pensamiento (conatus). Pero puesto que este esfuerzo nos empuja a diferentes acciones de acuerdo al carácter de los objetos con los que nos encontramos, tendremos que afirmar que está en cada instante determinado por las afecciones procedentes de los objetos. Estas afecciones determinantes son necesariamente la causa de la conciencia del conatus[8]. Y como las afecciones no pueden separarse del movimiento por el que nos conducen a una perfección mayor o menor (alegría o tristeza), según si la cosa con la que nos encontramos se compone con nosotros o, por el contrario, tiende a descomponemos, la conciencia aparece como el sentimiento continuo de este paso de más o menos, de menos o más, testigo de las variaciones y de las determinaciones del conatus en función de los otros cuerpos o de las otras ideas. El objeto que conviene a mi naturaleza me determina a formar una totalidad superior que nos comprende, a él mismo y a mí. El que no me conviene pone mi cohesión en peligro y tiende a dividirme en subconjuntos que, en el límite, entran en relaciones incompatibles con mi relación constitutiva (muerte}. La conciencia es el paso o, más bien, el sentimiento del paso de estas totalidades menos poderosas a totalidades más poderosas, e inversamente. Es puramente transitiva. Pero no es propiedad del todo, ni de algún todo en particular; sólo tiene el valor de una información necesariamente confusa y mutilada. Aquí también Nietzsche es estrictamente spinozista, cuando escribe: «Lo más de la actividad principal es inconsciente; la conciencia sólo suele aparecer cuando el todo quiere subordinarse a un todo superior, y es primero la conciencia de este todo superior, de la realidad exterior a mí; la conciencia nace en relación al ser del que podríamos ser función, es el medio de incorporarnos a él».

       

        2. Desvalorización de todos los valores, principalmente del bien y del mal (en beneficio de lo «bueno» y lo «malo»): Spinoza, inmoralista.

        «No comerás del fruto…»: el angustiado e ignorante Adán comprende estas palabras como el enunciado de una prohibición. Sin embargo, ¿de qué se trata realmente? Se trata de un fruto que, en su condición de fruto, envenenará a Adán si éste lo come. Se trata del encuentro de dos cuerpos cuyas relaciones características no se componen; el fruto actuará como un veneno, es decir, provocará que las partes del cuerpo de Adán (y, paralelamente, la idea del fruto lo hará con las partes de su alma) entren en nuevas relaciones que no corresponden ya a su propia esencia. Pero, ignorando las causas, Adán cree que se le prohíbe moralmente, aunque, en realidad, Dios sólo le revela las consecuencias naturales de la ingestión del fruto. Spinoza nos lo recuerda obstinadamente: todos los fenómenos que agrupamos bajo la categoría del Mal, las enfermedades, la muerte, son de este tipo, mal encuentro, indigestión, envenenamiento, intoxicación, descomposición de la relación[9].

        En cualquier caso, siempre hay relaciones que se componen dentro del propio orden, conforme a las leyes eternas de la naturaleza entera. Aunque no haya Bien ni Mal, sí hay bueno y malo. «Más allá del Bien y del Mal, esto al menos no quiere decir más allá de lo bueno y lo malo»[10]. Lo bueno tiene lugar cuando un cuerpo compone directamente su relación con la nuestra y aumenta nuestra potencia con parte de la suya, o con toda entera. Por ejemplo, un alimento. Lo malo tiene lugar, para nosotros, cuando un cuerpo descompone la relación del nuestro, aunque se componga luego con nuestras partes conforme a relaciones distintas a las que corresponden a nuestra esencia, como actúa un veneno que descompone la sangre. Bueno y malo tienen así un primer sentido, objetivo, aunque relativo y parcial: lo que conviene a nuestra naturaleza, y lo que no le conviene. Y, por consiguiente, bueno y malo tienen un segundo sentido, subjetivo y modal, que califica dos tipos, dos modos de existencia del hombre; se llamará bueno (o libre o razonable o fuerte) a quien, en lo que esté en su mano, se esfuerce en organizar los encuentros, unirse a lo que conviene a su naturaleza, componer su relación con relaciones combinables y, de este modo, aumentar su potencia. Pues la bondad es cosa del dinamismo, de la potencia y composición de potencias. Se llamará malo, o esclavo, débil, o insensato, a quien se lance a la ruleta de los encuentros conformándose con sufrir los efectos, sin que esto acalle sus quejas y acusaciones cada vez que el efecto sufrido se muestre contrario y le revele su propia impotencia. Pues de tanto encontrarse con Dios sabe que, en cualquier circunstancia, imaginando poder arreglárselas siempre o con mucha violencia o con un poco de astucia, ¿cómo no acabará con más malos encuentros que buenos? ¿Cómo no acabará destruyéndose a fuerza de culpabilidad, y destruyendo a los otros con tanto resentimiento, propagando en todas direcciones su propia impotencia y esclavitud, su propia enfermedad, sus indigestiones, toxinas y venenos? Llegará a no poder encontrarse consigo mismo[11].

        De este modo, la Ética, es decir, una tipología de los modos inmanentes de existencia reemplaza la Moral, que refiere siempre la existencia a valores trascendentes. La moral es el juicio de Dios, el sistema del juicio. Pero la Ética derroca el sistema del juicio. Sustituye la oposición de los valores (Bien-Mal) por la diferencia cualitativa de los modos de existencia (bueno-malo). La ilusión de los valores está unida a la ilusión de la conciencia; como la conciencia es ignorante por esencia, como ignora el orden de las causas y las leyes, de las relaciones y sus composiciones, como se conforma con esperar y recoger el efecto, desconoce por completo la Naturaleza. Ahora bien, para moralizar, basta con no comprender. Resulta claro que, en el momento en que no la comprendemos, una ley se nos muestra bajo la especie moral de una obligación. Si no comprendemos la regla de tres, la aplicaremos acatándola como un deber. Si Adán no comprende la regla de la relación de su cuerpo con el fruto, escuchará en la palabra de Dios una prohibición. Más aún, la forma confusa de la ley moral ha comprometido hasta tal punto la ley de la naturaleza que el filósofo ya no debe hablar de leyes de la naturaleza, sino solamente de verdades eternas: «Sólo por analogía se aplica la palabra ley a las cosas naturales; por ley no se acostumbra entender otra cosa que un mandato…»[12]. Como dice Nietzsche a propósito de la química, esto es, de la ciencia de los antídotos y los venenos, más vale evitar la palabra ley, que tiene un   regusto moral.

        Sería fácil, sin embargo, separar ambos dominios, el de las verdades eternas de la Naturaleza y el de las leyes morales institucionales, aunque sólo se atendiese a los efectos. Cojamos la palabra a la conciencia: la ley moral es un deber, no tiene otro efecto ni finalidad que la obediencia. Tal vez esta obediencia resulte indispensable, tal vez los mandamientos resulten bien fundados. No es ésta la cuestión. La ley, moral o social, no nos aporta conocimiento alguno, no nos hace conocer nada. En el peor de los casos, impide la formación del conocimiento (la ley del tirano). En el mejor, prepara el conocimiento y lo hace posible (la ley de Abraham o de Cristo). Entre estos dos extremos ocupa el lugar del conocimiento en aquellos que no pueden alcanzarlo a causa de su modo de existencia (la ley de Moisés). Pero, de cualquier forma, no deja de manifestarse una diferencia de naturaleza entre el conocimiento y la moral, entre la relación mandamiento-obediencia y la relación conocido-conocimiento. La miseria de la teología y su nocividad no son, según Spinoza, solamente especulativas; se ori­ ginan en la confusión práctica, inspirada por la teología, entre estos dos órdenes de naturaleza diferente. O, por lo menos, la teología considera las revelaciones de la Escritura como bases del conocimiento, incluso si este conocimiento ha de desarrollarse racionalmente o aun ser traspuesto, traducido por la razón; de donde se origina la hipótesis de un Dios moral, creador y trascendente. Se da aquí, ya lo veremos, un error que compromete la ontología entera; se trata de la historia de un largo error en el que se confunde el mandamiento con algo que hay que comprender, la obediencia con el conocimiento mismo, el Ser con un fiat. La ley es siempre la instancia trascendente que determina la oposición de los valores Bien-Mal; el conocimiento, en cambio, es la potencia inmanente que determina la diferencia cualitativa entre los modos de existencia bueno-malo.

 

        3. Desvalorización de todas las <pasiones tristes» (en beneficio de la alegría): Spinoza, ateo

        Si la Ética y la Moral se limitasen a interpretar diferentemente los mismos preceptos, su distinción sería sólo teórica. No es así… Spinoza denuncia sin cansancio en toda su obra tres figuras ejemplares distintas: el hombre de pasiones tristes, el hombre que se sirve de estas pasiones tristes, que las necesita para asentar su poder, y, finalmente, el hombre a quien entristece la condición humana, las pasiones del hombre en general (y puede burlarse de ellas como indignarse, que esta misma irrisión es un mal reír)[13]. El esclavo, el tirano y el sacerdote… la trinidad moralista. Desde Epicuro y Lucrecio nunca se ha mostrado con mayor claridad el profundo vínculo implícito entre el tirano y el esclavo: «El gran secreto del régimen monárquico, su interés profundo, consiste en engañar a los hombres disfrazan­ do con el nombre de religión el temor con el que se les quiere meter en cintura; de modo que luchen por su servidumbre como si se tratase de su salvación»[14]. Ocurre que la pasión triste es un complejo que reúne lo infinito del deseo con la confusión del ánimo, la codicia con la superstición. «Los que con más ardor abrazan cualquier forma de superstición no pueden ser otros que los que más inmoderadamente desean los bienes ajenos.» El tirano necesita para triunfar la tristeza de espíritu, de igual modo que los ánimos tristes necesitan a un tirano para propagarse y satisfacerse. Lo que los une, de cualquier forma, es el odio a la vida, el resentimiento contra la vida. La Ética dibuja el retrato del hombre del resentimiento, para quien toda felicidad es una ofensa y que hace de la miseria o la impotencia su única pasión. «Y los que saben desanimar en lugar de fortificar los espíritus se hacen tan insoportables para sí mismos como para los demás. Por esta razón muchos prefirieron vivir entre las bestias a hacerlo entre los hombres. De igual modo, los niños y adolescentes, que no pueden sobrellevar con firmeza de ánimo las represiones paternas, se refugian en el oficio militar, prefiriendo las dificultades de la guerra y la autoridad de un tirano a las comodidades domésticas y las amonestaciones paternas, y aceptan cualquier carga con tal de vengarse de sus padres …»[15].

        En Spinoza se encuentra sin duda una filosofía de la «vida»; consiste precisamente en denunciar todo lo que nos separa de la vida, todos estos valores trascendentes vueltos contra la vida, vinculados a las condiciones e ilusiones de nuestra conciencia. La vida queda envenenada por las categorías del Bien y del Mal, de la culpa y el mérito, del pecado y la redención[16]. Lo que la envenena es el odio, comprendiendo también en él el odio vuelto contra sí mismo, la culpabilidad. Spinoza sigue paso a paso el encadenamiento terrible de las pasiones tristes: primero la tristeza misma, después el odio, la aversión, la burla, el temor, la desesperación, el morsus conscientiae, la piedad, la indignación, la envidia, la humildad, el arrepentimiento, la abyección, la vergüenza, el pesar, la cólera, la venganza, la crueldad[17]… Lleva tan lejos su análisis que hasta en la esperanza y en la seguridad encuentra ese poco de tristeza que basta para hacer de ellas sentimientos de esclavos[18]. La verdadera ciudad propone a los ciudadanos más el amor a la libertad que esperanzas de recompensa o incluso la seguridad de los bienes; pues «a los esclavos y no a los hombres libres es a quienes se recompensa por su buen comportamiento»[19]. Spinoza no es de los que piensan que una pasión triste pueda ser buena bajo algún aspecto. Antes que Nietzsche, denuncia ya todas las falsificaciones de la vida, todos los valores en cuyo nombre despreciamos la vida; no vivimos, sólo llevamos una apariencia de vida, no pensamos sino en evitar la muerte, y toda nuestra vida es un culto a la muerte.

        Esta crítica de las pasiones tristes se arraiga profundamente en la teoría de las afecciones. Un individuo es primero una esencia singular, es decir, un grado de potencia. A esta esencia corresponde una relación característica; a este grado de potencia corresponde un poder de afección. Aquella relación, en fin, subsume las partes, este poder de afección se encuentra necesariamente satisfecho por las afecciones. De modo que los animales se definen no tanto por las nociones abstractas de género y especie como por un poder de afección, por las afecciones de las que son «capaces», por las excitaciones a las que reaccionan en los límites de su potencia. La consideración de los géneros y las especies todavía implica una «moral»; en cambio, la Ética es una etología que, para hombres y animales, sólo considera en cada caso su poder de afección. Ahora bien, precisamente desde el punto de vista de una etología del hombre, deben distinguirse en primer lugar dos tipos de afecciones: las acciones, que se explican por la naturaleza del individuo afectado y derivan de su esencia, y las pasiones, que se explican por otra cosa y derivan del exterior. El poder de afección se presenta entonces como potencia de acción en cuanto que se le supone satisfecho por afecciones activas, pero también como potencia de pasión en cuanto que lo satisfacen las pasiones. Para un mismo individuo, esto es, para un mismo grado de potencia, supuestamente constante dentro ele ciertos límites, el poder de afección se conserva asimismo constante dentro de estos límites, pero la potencia de acción y la potencia de pasión varían profundamente y en razón inversa.

        No sólo hay que distinguir entre acciones y pasiones, sino entre dos tipos de pasiones. Lo propio de la pasión, de cualquier modo, consiste en satisfacer nuestro poder de afección a la vez que nos separa de nuestra potencia de acción, manteniéndonos separados de esta potencia. Pero cuando nos encontramos con un cuerpo exterior que no conviene al nuestro (es decir, cuya relación no se compone con la nuestra), todo ocurre como si la potencia de este cuerpo se opusiera a nuestra potencia operando una substracción, una fijación; se diría que nuestra potencia de acción ha quedado disminuida o impedida, y que las pasiones correspondientes son de tristeza. Por el contrario, cuando nos encontramos con un cuerpo que conviene a nuestra naturaleza y cuya relación se compone con la nuestra, se diría que su potencia se suma a la nuestra; nos afectan las pasiones de alegría, nuestra potencia de acción ha sido aumentada o auxiliada. Esta alegría no deja de ser una pasión, puesto que tiene una causa exterior; quedamos todavía separados de nuestra potencia de acción y no la poseemos formalmente. Pero no por ello esta potencia de acción deja de aumentar en proporción, y así nos «aproximamos» al punto de conversión, al punto de transmutación que nos hará dignos de la acción, poseedores de las alegrías activas[20].

        Es en el conjunto de esta teoría de las afecciones en el que se da razón del estatuto de las pasiones tristes. Sean éstas cuales fueren, así como sus justificaciones precisas, representan el grado más bajo de nuestra potencia, el momento en que quedamos más separados de nuestra potencia de acción, más alienados, abandonados a los fantasmas de la superstición y a las malas artes del tirano. La Ética es necesariamente una ética de la alegría; sólo la alegría vale, sólo la alegría subsiste en la acción, y a ella y a su beatitud nos aproxima. La pasión triste siempre es propia de la impotencia. Éste será el triple problema práctico de la Ética: ¿cómo conseguir el máximo de pasiones alegres y pasar de este punto a los sentimientos libres y activos (cuando nuestro lugar en la Naturaleza parece condenarnos a los malos encuentros y a la tristeza)? ¿cómo podemos formar ideas adecuadas, de donde brotan precisamente los sentimientos activos (cuando nuestra condición natural parece condenarnos a tener de nuestro cuerpo, de nuestro espíritu y de las demás cosas solamente ideas inadecuadas)? ¿cómo llegar a la conciencia de sí, de Dios y de las cosas-sui et Dei et rerum aeterna quadam necessitate conscius (cuando nuestra conciencia parece inseparable de la ilusión)?

        Las grandes teorías de la Ética –unicidad de la substancia, univocidad de los atributos, inmanencia, necesidad universal, paralelismo, etc.– no pueden separarse de las tres tesis prácticas sobre la conciencia, los valores y las pasiones tristes. La Ética es un libro escrito en dos ejecuciones simultáneas; una elaboración en el continuo seguirse de las definiciones, proposiciones, demostraciones y corolarios que desarrollan los grandes temas especulativos con todos los rigores del espíritu; otra ejecución, más en la rota cadena de los escolios, línea volcánica discontinua, segunda versión bajo la primera que expresa todos los furores del corazón y propone las tesis prácticas de denuncia y liberación[21]. Todo el camino de la Ética se hace en la inmanencia; pero la inmanencia es el inconsciente mismo y la conquista del inconsciente. La alegría ética corresponde a la afirmación especulativa.

_______________________

[1] Ética, III, 2, escolio.

[2] Ética, III, 2, esc. (y III, 13, esc.).

[3] Incluso el espíritu tiene gran cantidad de partes; cf. Ética, II, 15.

[4] Ética, II, 28, 29.

[5] Ética, I, apéndice.

[6] Ética, III, 2, esc.

[7] Ética, III, 9, esc.

[8] Ética, III, definición del deseo («para que mi definición envolviese la causa de la conciencia …»).

[9] Tratado teológico-político, cap. 4. Y Carta XIX, a Blyenbergh.

[10] Nietzsche, Genealogía de la moral, tratado primero, sección 17.

[11] Cf. el texto sobre el suicidio, Ética, IV, 20, esc.

[12] Tratado teológico-político, cap. 4.

[13] Cf. la denuncia que hace Spinoza de la «sátira» en Tratado político, cap. I, 1, y Ética, III, prefacio.

[14] Tratado teológico-político, prefacio.

[15] Ética, IV, apéndice, cap. 13.

[16] Ética, I, apéndice.

[17] Ética, III.

[18] Ética, IV, 47, esc.

[19] Tratado político, cap. X, 8.

[20] Sobre los dos tipos de pasiones, cf. Ética, III, definición general de los sentimientos.

[21] Se trata de un procedimiento de uso común que consiste en ocultar las tesis más audaces o menos ortodoxas en los apéndices o en las notas (como hace todavía el diccionario de Bayle). Spinoza renueva el procedimiento con su método sistemático de escolios, que remiten unos a otros y se vinculan por sí mismos a los prefacios y apéndices, formando así una segunda Ética subterránea.

24 comentarios

  • Manuel I. Santos

    A Antonio Duato y a los lectores de ATRIO:

    A propósito de las desgraciadas intervenciones del Sr. Oscar Varela en este post sobre la diferencia entre la ética y una moral según Spinoza  y la estricta lectura que de éste hace Gilles Deleuze

    Por las citas y referencias, que insertaré más abajo, podrán ustedes entender que lo que ha pasado aquí es la vieja y reiterada historia de un ciego menta por desconocimiento o por ignorancia (desconocimiento culpable) que prefiere seguir siendo ciego, porque descalifica (¿menosprecia?, ¿rechaza?, ¿odia?) al que con sus ideas y pensamiento puede brindarle algo de luz, por el simple hecho de que puso fin a su vida suicidándose.

    Según ese “pre-juicio”, el suicidio del Cardiólogo argentino Dr. René Favaloro invalidaría el “by-pass” que él ideó en vida y que  tantísimas vidas salvó.

    El pensamiento de Séneca habría sido invalidado porque no pudo resistir las presiones de Nerón y terminó su vida envenenándose.

    En cambio, las ideas y el pensamiento de Ortega y Gasset habrían sido validados, porque murió “confesado”, “comulgado” y besando piadosamente un crucifijo, como atestigua Carmen Castro de Zubiri.

    1. Las circunstancias que determinaron el final de la vida de G. Deleuze

    Del acto y la potencia

     
    ·        Archivos
     
    ·        Canal RSS
     
    La muerte de Deleuze
     
    In Acto, potencia on 15 abril 2011 at 16:57
     
    Neto e Gadelha: Si hablamos de los medios, los obituarios de los periódicos y revistas brasileños insisten en una misma tecla en relación a la muerte de Deleuze: para ellos su suicidio  es otro final trágico en una lista de tragedias que envuelven el destino de toda una generación de pensadores. ¿Usted encuentra alguna contradicción entre el pensamiento deleuziano y su opción de abreviar su vida?
     
     
     
    Suely Rolnik: no solo no veo contradicción alguna, sino que por el contrario, veo una coherencia impresionante. La muerte de Deleuze no tiene nada que ver con un supuesto destino tenebroso de la generación que coqueteó con el diablo al cuestionar el imperio de la razón, como se quiso dar a entender uniendo su suicidio al SIDA de Foucault, o al crimen de Althusser. Esta visión, además de desinformada, y moralista, pues parece considerar el suicidio, la enfermedad o el crimen como castigos de Dios o de quien no soporta la fuerza con que este pensamiento convoca a pensar al lector. Su muerte tampoco me parece que haya sido motivada por una desilusión con la revolución que no llegó hasta hoy. Deleuze siempre contrapuso el “devenir revolucionario” con el “futuro de la revolución”, que tiene justamente que ver con los enfrentamientos de las diferencias que se engendran en el presente y la producción de los devenires de la existencia individual y colectiva en función de tales diferencias; proceso imparable aún en las épocas más infelices.
     

    Deleuze tenía un enfisema que venía agravándose desde hace 25 años (en los años 70 cuando lo conocí, sus pulmones ya funcionaban a sólo un octavo de capacidad). Cinco años antes de su muerte ya se había hecho una traqueotomía, y pasó a respirar a través de una máquina, a la que debía estar conectado la mayor parte del tiempo, restándole prácticamente toda autonomía pudiendo hablar o escribir por un brevísimo lapso cada día. Me contó un amigo que en los últimos tiempos él repetía constantemente sus ideas para poder recordarlas en los momentos en que podía escribir. Releyendo las pocas cartas que me escribió desde 1979, cuando volví a Brasil, noté que su letra fue haciéndose cada vea más temblorosa e irregular. En la última, a final de Septiembre, se quejaba de las restricciones que debía soportar, de tener que aprovechar el mínimo de energía que le quedaba para su trabajo, sin poder dedicarse a otras lecturas. En las últimas semanas, su pulmón llegó a tal punto de asfixia que el no podía escribir ni una línea, ni tampoco hablar. Con la llegada del invierno las cosas se agravarían y no había ninguna posibilidad de recuperación. Mientras pudo escribir y hablar, aún con grandes dificultades y restricciones, él quiso seguir viviendo. Fue en ese estado en que escribió su último libro con Guattari (“¿Qué es la Filosofía?) y organizó dos colecciones de artículos y entrevistas (“Conversaciones” y “Crítica y Clínica”). Pero cuando todo se volvió definitivamente imposible, él escogió hacer lo que parece haber hecho siempre en su vida y que, en todo caso, siempre defendió en su obra: enfrentar las diferencias que se presentan y, por más insoportables que sean, encaminar la existencia en la dirección en que ellas apuntan. ¿Hay acaso una diferencia más insoportable y que requiere mayor coraje que el enfrentamiento con la muerte? Deleuze tuvo el coraje de afirmar la vida hasta el momento extremo de su fin.
     

    2. El suicidio de Deleuze, una afirmación de la eternidad

     
    http://reflexionesmarginales.com/3.0/el-suicidio-de-deleuze-una-afirmacion-de-la-eternidad/
    3. Temario del Congreso organizado en 2015 por la UNED y la UCM sobre la actualidad de G. Deleuze con motivo del 90° aniversario de su nacimiento y a 20 años de su muerte

     
    https://www.catedradehermeneutica.org/2015/10/30/congreso-actualidad-de-gilles-deleuze-1925-1995/
     

    4. Videos con las ponencias del Congreso citado en el apartado 3.

     
    https://canal.uned.es/series/5a6f818bb1111f933d8b4569
    5. Encuentros Internacionales Gilles Deleuze- Rio de Janeiro – Sao Paulo del 10 al 14 de junio de 1996.

     

    Ver textos de las ponencias de estos encuentros en el libro publicado bajo la coordinación de Eric Allié en:
    https://www.fiuxy.org/threads/gilles-deleuze-una-vida-filosofica-eric-alliez-pdf.3949421/
    Temas desarrollados en estos encuentros:

     
    Primera parte:
    Variaciones Filosóficas
    Homo tantum. Lo impersonal: una política, René Schérer
    El tiempo no reconciliado, Peter Pál Pelbart
    El ojo del afuera., Jean-Clet Martin
    Pliegue Deleuziano del pensamiento, Jean-Luc Nancy
    El cubilete del sentido, François Wahl
    La inmanencia absoluta, Giorgio Agamben
     
    Segunda parte:
    Historia y devenir de la filosofía
    Lo trascendental y su imagen., Gérard Lebrun
    Sobre el bergsonismo de Deleuze, Eric Alliez
    William James, Del campo trascendental al nomadismo obrero, David Lapoujade
    Sobre el “plano de inmanencia”, Bento Prado Jr.
    Entre Deleuze y Whitehead, Isabelle Stengers
     
    Tercera parte:
    Política y clínica

    Deleuze y lo posible (del involuntarismo en política), François Zourabichvili
    La sociedad mundial del control, Michael Hardt
    ¿Hay una inteligencia de lo virtual?, John Rajchman
    Código primitivo/código genético: la consistencia de una vecindad,
    Laymert Garcia dos Santos
    Los pronombres cosmológicos y el perspectivismo amerindio,
    Eduardo Viveiros de Castro
    Cuarta parte:
    Variedades estéticas
    A propósito de un curso del 20 de marzo de 1984. El ritornelo y el galope, Pascale Criton
    ¿Existe una estética deleuziana?, Jacques Rancière

    _____________________

    Aquí termina mi colaboración con ATRIO.

    Solo les deseo a Antonio y a los colaboradores y lectores de ATRIO que, conforme al viejo lema de ATRIO “Donde lo sagrado y lo profano se encuentran”, logren una discusión profunda de los temas que se planteen en los artículos, sin derivar por caminos de prejuicios que no llevan a ninguna parte, sino al extravío.

    Es bueno recordar  que las diferencias enriquecen, porque hacen pensar. Mientras que los prejuicios nos mutilan y nos impiden seguir pensando y viviendo.

     

    Atentamente lxs saluda

     

    Manuel I. Santos

     

     

    • Perdón, no se quién es usted. Perdone que me meta en esto.
      No entiendo mucho de filosofía , pero me gusta pensar y en Atrio estoy aprendiendo mucho. Sí ha leído algún comentario de los que le he hecho se habrá dado cuenta de que no doy el perfil de los que comentan en este foro.
      Coincido totalmente con su idea sobre el suicidio. Es una opción. Quien la considere,vea que es la solución y tenga valor, pues adelante. En algo tan íntimo no cabe la opinión externa.
      Pero tengo la impresión , sin conocer casi nada a los filósofos de los que habla, que las discrepancias que se plantean van mucho más allá de si el suicidio descalifica o no el pensamiento, la obra de una persona. Obviamente no es así.

      Supongo que serán distintos puntos de vista. No siempre los comentarios que se hacen … solamente hay que leer algunos míos para ver que me voy por las ramas como si fuera el mismísimo barón rampante de Italo Calvino. Eso no quiere decir que no pensemos. Son formas de hablar, sentido del humor distinto que no todo el mundo comprende, porque si hay algo personal es nuestra forma de expresarnos.
      Me ha gustado su trabajo, no se vaya con ese mal sabor. Usted ha dicho que las diferencias nos enriquecen. Otra vez coincido con usted.
      En fin .
      un saludo cordial

    • M.Luisa

      Es una verdadera pena que se despida usted de nosotros, pues cuando leí su artículo enseguida pensé, ¡cuánta reflexión podía ofrecer sobre el tema! Y lo pensaba con independencia de que a primera vista le mostré ya mi particular objeción según la cual la distinción entre ética y moral se debía (a mi modo de ver) a la corriente dualista de la realidad todavía imperante.

      Echaré de menos todo lo que hubiera podido dar de sí el tratamiento y la reflexión del contenido de su excelente artículo y más ahora que he leído con expectación y admiración los enlaces que nos envía.

      Cordialmente

      Mª Luisa Juliá

    • oscar varela

      Hola Manolo!
      ¡Se agrió el vinito manso!
      ¿Qué le vamos a hacer?
      Abrazo y Chau!

      • oscar varela

        (sigo)
        Manolo y Antonio!
        Mucha perorata.
        Mucha cortina de humo.
        Sobre el TEXTO del Post
        (clarificación definitiva entre Moral y Ética)
        que la hube solicitado expresamente:
        ¡Ni una línea!
        No tengo apuro.
        Sigo esperando.

      • oscar varela

        (sigo y termino la seguidilla)
        A ti, Manolo:
        Mi intención y gusto de visitarte en esas ventosas playas de Pinamar era para ver y escucharte la Biblioteca que tienes (estantería y cabeza).
        Me la has compartido (a mí y a los atrieros) Gracias!, pero no el modo de “tirármela por la cabeza”! 35 años en Obras me enseñaron a usar Casco de Seguridad.

      • Federico Pugnali

        Oscar Varela, muy bueno lo suyo. Es que cuanto menos claro quede una frase, más seduce (encamina hacia el mal). Tuve la “suerte” que cuando me enseñaron sobre la mencionada muchachada, tal vez por verme en aquellos años joven e inocente, se atrevieron a hablar con más claridad. Me contaron que la moral es lo que un grupo considera Bien y Mal en una época determinada, y que la ética se refiere al intento de determinar ese Bien y Mal de manera universal. Y que Spinoza (por supuesto que filtrado y distorsionado por Deleuze) fue quien llevó (“degradó” podríamos decir con mayor sinceridad) la ética al nivel de la moral: Bueno es todo lo que hace crecer a un grupo, malo lo que lo hace decrecer. Por eso esto de Spinoza inmoralista.

        Pero esto no queda claro al leer directamente a Spinoza. Sí es cierto que plantea esa universalidad del perseverar en el ser, pero no está claro que en ello radique la moral, si no más bien que este es el comportamiento esperado en el primer nivel: el de las pasiones, el de dejarse invadir por las opiniones. Ya en el segundo nivel la razón sería la encargada de discriminar, por lo que solamente se podría crecer sin quebrar esta razón, y este acto moral no estaría al mismo nivel que la búsqueda del placer del primer nivel.

        Pero la muchachada francesa prefería la demoníaca confusión del desencuentro. Con ello puede lograr uno quedarse en el primer nivel de las opiniones insensatas y justificar cualquier cosa diciendo cualquier otra.

        un saludo

  • M.Luisa

    En mi opinión lo que hace que las cosas se compliquen es el tener que desandarlas y explicar el porqué, pero no el de las cosas en su cotidianidad sino aquel que en un determinado contexto u horizonte anterior se las ha  considerado. Es decir porqué se ha privilegiado en ellas su potencialidad objetiva y no su posibilidad real. Esto no es tan obvio y es justo lo que requiere esfuerzo.

    Es precisamente  la experiencia de este esfuerzo lo que muestra que las cosas no son tan simples.

    A mí también me pareció que no se apreciaba suficientemente el esfuerzo implícito de este trabajo.

    El “encuentro” como consigna de Atrio no es tan fácil de llevar a cabo con tan sólo  ventilar sus temas a base de tanguitos, que no sé si este es el caso y aunque asumo que éstos puedan ayudar a la comprensión, considero que su uso ha de ser como  colofón no que obstaculicen el diálogo y la diversidad de comentarios que el tema requiera.

  • oscar varela

    Hola Antonio!

    Te leo:

    1-“expresar el profundo desacuerdo“- 

    Ok!

    No sé cuán “profundo“,

    pero puede que lo sea por parte tuya,

    no por parte mía.

    ………………………

    En cuanto a

    2-“descalificar sin argumentar“,

    te recuerdo que puse mi “razón” fundante:

    – “lo ubiqué históricamente a él, junto con otros,que comparten el despelote nihilista post 2a. Guerra”-

    ¿Tienes alguna objeción?

    ………………………

    En cuanto a

    3-“resolver el problema entre vosotros” (Manolo y yo)

    Nuestros “problemas” son los de “nuestra” República Argentina;

    y aun esos, los conversamos con el “vinito manso” en nuestras copas; ¿a qué agriarlo?

    ………………………

    Mezclar sin diferenciar a esta Generación patológicamente aterrorizada,

    con la vitalidad eufórica de la de Espinoza,

    eso sería “desacuerdar profundidades”.

    • Antonio Duato

      Efectivamente, Oscar, hacías una referencia al trauma de la 2ª posguerra mundial como fundamento de tu desacuerdo con esa generación. No entré a discutir esto que nos llevaría a mucho más amplios desacuerdos sobre cómo hemos leído los movimientos existencialistas y estructuralistas que dominaron aquella época y forzaron una relectura tanto del marxismo como del cristianismo y la filosofía antigua y moderna.
      Aunque siempre hay que marcar distancias críticas, yo no calificaría a esa generación como “patológicamente aterrorizada” o practicantes de un “despelote nihilista post 2ª guerra”. También se podría atribuir la filosofía crítica de Adorno y sus compas de la Escuela de Frankfurt a estar aterrorizados por la 2ª guerra, aunque en ese caso no creo que lo consideres (¿o sí?) un terror patológico.
      Pero sé que de filosofía y tendencias del siglo XX sé muy poco y tal vez disparato…

      • oscar varela

        Ok Antonio!
        1- Palabra “muchacho”: no es ofensivo en el lenguaje de América. Posiblemente sea Mapuche; el “che” quiere decir “gente.
        En Argentina, cuando usamos el plural “muchachos” y más aun “muchachada” significamos un colectivo “gregarios” propio de los niños-adolescentes. Desde hace unos cuantos años lo adoptó la sociología bajo el nombre de “tribus”.
        Así que no le veo sentido a tu reacción, más que esta des-información sobre el uso lingüístico suramericano.
        2- El Texto traído por Manolo (que ya una semana antes de que lo publicaras en ATRIO nos lo había enviado por Correo) yo lo había dejado ahí nomás porque, bien que el Cumpa se alarmaba de la mezcolanza que hacían los Comentaristas en ATRIO, para lo que proponía la claridad luminosa del Texto sobre Espinoza (de Deleuze).
        Lo intenté varias veces y no lo encontré clarificador, todo lo contrario.
        Esto no es de extrañar porque esos pensadores han ahondado “científicamente” las cosas de la vida cotidiana de la gente, resultándoles de ninguna claridad a esa gente. Y la gente de a pie ya se está cansando que le hablen en difícil.
        3- Por lo tanto, en nuestro Asunto, agradecería que tú o Manolo tienen algo inteligible y esclarecedor del Texto propuesto, que me lo muestren dónde está y así:
        “aportar un poco de luz, definitiva y definitoria, en tanta confusión”
        Abrazo!

      • A lo mejor es que la gente corriente solamente entendemos cuando nos hablan en fácil.
        Siempre he pensado que esté era un foro o lo que sea esto para personas que hablan en difícil. Entonces sobramos los que no entendemos el difícil. Pero claro, también nos gusta hablar e incluso pensar.
        La única solución que veo es no entrar, porque si entro, hablo
        Veré.

      • Por eso mi Jesús hablaba con cuentecicos.
        Por eso lo entendíamos todos. Por eso lo he entendido a pesar de la mismísima iglesia

        Oiga, lo de enseñar al que no sabe, eso,,,eso era una obra de misericordia? Eso es cosa de la iglesia? Porque estoy pensando y no se me ocurre cuándo lo dijo Jesús.
        A mí me gusta aprender. Así que tómenselo con paciencia, que creo recordar que también era algo. Virtud teologal? No eso era fe , esperanza y caridad.
        Pues no sé qué es, pero es algo
        Un saludo a todos .
        No sé enfaaaaaaaaaaadennnnn
        No merece la pena.

  • Antonio Duato

    Ha pasado más de una semana, pero debo expresar el profundo desacuerdo con los comentarios de Oscar, que parece que desautoriza completamente el pensamiento de una generación de filósofos críticos franceses por el hecho de haber optado al final de su vida por el suicidio, dentro de sus personales y respetables circunstancias. Y les califica de “muchachada”.

    Esta manera de descalificar sin argumentar se asemeja a cómo nos presentaban en los seminarios de mitad de siglo pasado la figura de Nietzsche: un personaje desgraciado, lleno de rencor hacia la vida por las muchas enfermedades que tenía. Hoy, tras haberlo leído y, tal vez, entendido lo considero el filósofo que acabó loco coincidiendo con el final del siglo XIX para marcar y enseñar a pensar la vida a los vivientes del siglo XXI. Y Deleuze no ha tenido poco mérito en esto, poniendo en relación las intuiciones de otro adelantado a su época (Spinoza) con las del mismo Nietzsche.

    El texto que con mucho cariño presentamos Manolo Santos y yo, no merecía ser despachado así, con ese desprecio y tan a la ligera. Es verdad que las afirmaciones fundamentales de esos filósofos (Spinoza, Nietzsche, Deleuze…) y de otros que se honrarían de estar entre su compañía (Marx, Foucault, Althusser…) están en gran parte ya integradas en nuestra manera de pensar hoy la vida y ese “fundamento último” de “Deus sive natura”, o del “Hijo del hombre” o “Ecce homo” Jesús de Galilea, iniciador del cristianismo que hoy queremos vivir auténticamente. Pero nos hace mucho bien recordar a quienes por primera vez y con sufrimiento se atrevieron a repensar con su cabeza sobre tradiciones y éticas judeocristianas y también griegas.

    Yo al menos les guardo un profundo respeto y me gusta volver sobre ellos. Como me entusiasma leer sobre los intentos del “loquito” Leibniz por integrar más el pensamiento chino con el europeo. Lo mismo que cualquier matemático le reconocerán siempre el haber propuesto con claridad el cálculo infinitesimal e intentado crear máquinas para resolver problemas de matemáticas, anticipándose a los ordenadores.

    En fin, no sé si tu encuentro con Manolo podrá resolver el problema entre vosotros, pero, entretanto, bueno sería que pensáramos y discutiéramos estas tres afirmaciones de Deleuze sobre sobre Spinoza:

    1. Desvalorización de la conciencia [como ley divina inserta en lo profundo del ser humano] (en beneficio del pensamiento): Spinoza, materialista

    2. Desvalorización de todos los valores [definidos como absolutos in se] , principalmente del bien y del mal (en beneficio de lo «bueno» y lo «malo»): Spinoza, inmoralista.

    3. Desvalorización de todas las “pasiones tristes» [arrojados del paraíso a este valle de lágrimas] (en beneficio de la alegría): Spinoza, ateo

     

    ¿Tiene razón Deleuze al interpretar así la filosofía práctica de Spinoza?

     

    ¿Tenemos asumidos en el nuevo paradigma de nuestra concepción ética (y/o cristiana) estos valores [con la delimitación que me he permitido añadir entre corchetes al texto]?

    • Los puntos dos y tres los entiendo y además me gustan y los comparto.
      Pero el primero no. Cuando tenga un ratito alguno de ustedes, si me lo puede explicar un poquito…
      En cuanto a Nietzsche, he leído algo de él hace un par de años. Me dio la sensación de que era una persona con una capacidad de reflexión y crítica sobre todo lo que reflexiona fuera de la norma. Se ve una evolución en su pensamiento y creo, creo, que si hubiese vivido unos años más, habría sido más espectacular aún de lo que fue. Y quizás el cristianismo no lo hubiese atacado sin compasión.
      Por lo visto tenía una enfermedad mental, de esas que se empiezan a manifestarse en la adolescencia. Por aquel entonces, pues cero medicación. Ahora hubiese sido otra cosa.
      En cuanto al suicidio, la verdad, no creo que eso descalifique a nadie. Si alguna vez me encuentro en una situación de esas que en fin, ya saben, me encantaría tener valor , despedirme de los míos y… pero no se si lo tendré. Espero entonces que la eutanasia funcione.
      Es una opinión muy personal. Para mí no es un acto de cobardía, es un acto de valor impulsado por una situación que te hace la vida insufrible. Un acto de libertad.
      Un saludo cordial

      • Antonio Duato

        Vaya una primera respuesta ahora mismo.
        En tiempos de Spinoza y en latín, “Conciencia” significaba únicamente conciencia moral, con origen divino, aunque de orden natural, en todos los seres humanos.
        Pero ese mismo término se fue empleando para una actividad de pensamiento interior, aunque, para distinguirla, se emplea más comunmente la palabra consciencia. En la división de Spinoza este actividad entra dentro del Pensamiento que opone a la conciencia moral.
        Pero hoy se acepta incluso llamar conciencia a esa actividad de pensamiento interior reflexivo, que se explica incluso con algoritmos neurológicos, sin referencia a lo absoluto o religioso.
        Puedes ver una iluminadora entrada sobre esto en Diccionario de dudas de la RAE.

  • M.Luisa

    El problema está en que se trata el presente tema desde el punto de vista de una metafísica general que fue a  la que se aplicaron estos filósofos, empezando por  Descartes, Spinoza,  Leibniz, Kant y desgraciadamente todavía sigue su influencia, una metafísica a modo de emparedado entre una teología y una antropología. Así naturalmente que la ética quedaba sometida a la moral de tal manera que con posterioridad, forzosamente, luego ambos términos se quieran deslindar y diferenciar,  pero es que no se trata de moral ni de moralidad sino de “lo” moral. El ser humano puede ser inmoral pero no amoral.  Ha de realizarse moralmente desde sus propios actos, desde su hacer éticamente humano y por consiguiente de lo que se trata no es de una metafísica general sino de una metafísica intramundana. La ética es una metafísica de la acción.

  • A mí me encanta lo poco, muy poco que se de spinoza.

    No he entendido muy bien el artículo, lo volveré a leer, pero he entendido que hay diferencia entre ética y moral. La verdad es que llegó un momento en que me perdí en los otros ‘ hilos’. Aprendo mucho con ustedes, pero me río yo de eso que dicen que las matemáticas son abstractas, que lo son, pero, no sé, mi cabeza las entiende, hasta determinado nivel, claro, después ya es que no les veo sentido.

    Pero esto, esto es pura abstracción y…

    La idea con la que me he quedado, me da corte decirlo, es que la moral oscurece el alma y la ética te la alegra, si  actúas de acuerdo con ella, claro.

    Pues sí, me quedo con la ética. Pero claro, la moral influye, pero un montonazo.

    Pido disculpas a todos los filósofos y a los que entiendan de estas cosas.

    Un saludo cordial.

     

     

    • oscar varela

      Yo pienso filosóficamente, también.
      El Artículo no es de don Baruch, sino de Deleuze.
      Y ya lo ubiqué históricamente a él, junto con otros,
      que comparten el despelote nihilista post 2a. Guerra,
      que no fue tan “mundial” como la llamaron los engreídos contendientes,
      quienes desde siempre su ADN fue guerrero de matar.
      Baruch, en cambio, vivió en un “Lego” para armar.
      Tuvo a su disposición infinidad de piezas nuevas a ensamblar.
      So modelo original eran, en ese tiempo,
      las “ideas claras y distintas” de Descartes (un relojito suizo)
      Por ahí andaba el otro gran loquito de Leibnitz con su “mónada sin ventanas”; el que inventó el genial Cálculo infinitesimal
      (Derivada e Integral) y su Geometría analítica.
      Espinoza metía todo en su bolsa “Lego” e iba sanado ladrillitos
      para componer todo, absolutamente todo hasta formar el TODO.
      Puro LEGO = GEOMETRÍA. e.d. “una PINTURITA”.
      ¿Y la Vida? Meros y geniales “trazados de tableros”
      para engendrar, más luego, a un E. Kant.
      Pero Deleuze, poco y nada de “pinturita”.
      Es posible que me equivoque, porque Manolo lo promociona.
      Ya cuando ande por Argentina lo visitaré y allí arreglaremos nuestras cuentas, vinito manso de por medio!

      • Newton se estará revolviendo en su mausoleo. Me parto. Era tan soberbio como genial. Me enseñaron que era tal su genio, que se le quedaban las matemáticas cortas para demostrar alguna de sus leyes e ideø el cálculo infinitesimal. Leibinz también, por lo visto lo desarrolló y creo que coincidieron en el tiempo.
        Sin embargo Einstein chocó también con las matemáticas y se quejaba y tal, pero siguió pensando sus cosas. Me encanta.
        Perdón, me apetecía decirlo.

      • oscar varela

        Newton fue, no solo una generación posterior a don Espinosa,
        sino que fue Inglés.
        El Inglés adora la practicidad en su eficiencia.
        Todo lo Inglés es “eficaz” y … casi siempre “feo”.
        A Newton le importaba el “Power” (esquema eficaz);
        ¿Cómo entender, sino, que hayan logrado “imperar”?
        Para nuestra sensibilidad:
        los ingleses no quieren a nadie, ni a ellos mismos;
        pero siempre funcionaron con espléndida anticipación.

  • oscar varela

    Hola!
    He aquí a “LA MUCHACHADA” ético-moral” o viceversa:
     
    París  NOV 1995
    El filósofo francés Gilles Deleuze murió el pasado sábado en París,
    víctima de las lesiones que se causó
    al lanzarse por la ventana de su apartamento
    en la avenida de Niel.
     
    Jubilado desde 1987 y convertido en profesor emérito,
    Deleuze tenía 70 años y
    desde hacía tiempo sufría una grave insuficiencia respiratoria.
     
    Con él desaparece uno de los más importantes filósofos franceses de este siglo
    y quizá el más heterodoxo.
     
    Junto a Michel Foucault (muerto de sida en 1984),
     
    Louis Althusser (muerto en 1990, después de haber asesinado a su mujer)
     
    o el situacionista Guy Debord (que también eligió el suicidio),
    la muerte violenta de Delcuze se suma
    a la trágica estadística de la escuela parisiense.
     
    De Deleuze dijo Foucault que era “el único espíritu filosófico de Francia”.
    ……………………..
    Ilustro con el siguiente “Tanguito imprescindible”,
    Que muestra el DESENCUENTRO de esta gente
    en una-esa época de DESORIENTACIÓN.
     

  • M.Luisa

    El autor dice haber llegado a la conclusión,  después de haber leído los comentarios en el apartado de ATRIO sobre ética y moral, que todos convienen en que ambos términos pueden usarse indistintamente.

    Permítaseme ya de entrada negar esa afirmación pues si en mi comentario los relaciono  fue porque doy, por supuesto, la superación  al problema del dualismo.

    Léase por ejemplo el párrafo donde expreso lo siguiente

    “La moral trata de  un quehacer que tiene su fundamento en la estructura moral del ser humano. Se trata pues de estructura, no de moralidad. Por esto la moral lejos de tratar de deberes y normas es un quehacer, el quehacer humano por excelencia que en proyección de vida   supone nuestra plenitud. Es aquello en lo que nos realizamos pues  estamos ligados a la felicidad por esto la perseguimos. No es que la busquemos sino que la encontramos,  hasta el punto de que es por ella que los bienes reciban el nombre de deberes. Por tanto,  es  la felicidad la que hace que los deberes sean debidos y no al revés  deontológicamente”

    Aquí se ve incluso con claridad, cosa que he dicho repetidamente en Atrio que el bien y el mal no existen  que lo que existe es lo bueno y lo malo por construcción, por tanto no hay deberes  “deontología” sino eticidad en la acción humana, es decir bondad, excelencia. Porque el ser humano es intrínsecamente un ser moral. Ser moral no se identifica con la Moral como dominio de las pasiones por la conciencia, pues esto ha sido lo propio del dualismo.

    Dejo de lado, de momento, la idea de sustancia que prevalece todavía en Spinoza en su concepto de “cuerpo”