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Un papa falible

            Sí, falible, es decir, que se equivoca y que, por ello, tiene que rectificar porque ha realizado un comentario improcedente o ha tomado una decisión errónea. Es lo que acabamos de constatar, no hace muchos días, en el transcurso de su visita a Chile y Perú. A preguntas de una periodista, sobre qué tenía que decir acerca del obispo J. Barros (acusado de encubrir los abusos del cura F. Karadima), Francisco declaró, de manera contundente y enojado, que hablaría el día que le trajeran “una prueba” porque lo aportado hasta el presente era “todo calumnia”. Para sorpresa de propios y extraños, el cardenal de Boston y máximo responsable de la lucha contra la pederastia, Sean O’Malley, le criticó en púbico porque sus palabras habían sido “fuente de gran dolor” para las víctimas de abusos sexuales

Pero, una vez más, en la rueda de prensa que el papa Bergoglio mantuvo con los periodistas en el avión de regreso, volvió a dar la campanada al pedir perdón si había “herido a las víctimas de abusos”. “Mi expresión, reconoció, no fue feliz”. Y, ya en Roma, ha enviado a Chile al arzobispo Charles J. Scicluna, encargándole “escuchar a quienes han manifestado su voluntad de dar a conocer elementos que poseen en torno a la posición del obispo de Osorno, Mons. J. Barros”. La investigación realizada en su día por este arzobispo maltés con las víctimas de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, fue determinante en la condena del pederasta mejicano. Como también lo fue en la de F. Karadima por “abuso de menores” y por crear “súbditos psicológicos suyos”, tal y como se ha podido mostrar “de modo inequívoco” -sostuvieron los jueces de la Santa Sede- en los testimonios aportados en “la investigación previa”.

Ante esta rectificación, han sido numerosas las reacciones. Están, en primer lugar, las de quienes han disfrutado -y mucho- por esta “metedura de pata” de Francisco. Es, se les ha oído decir, una clara señal de que empieza estar acartonado y de que comienza a pagar, ¡ya era hora! el precio del populismo al que se ha abonado desde el primer día en que fue elegido. Están, en segundo lugar, quienes, católicos o laicistas, se encuentran desconcertados. Los católicos, porque echan de menos en el actual papa algo de la seguridad e, incluso, obstinación que les fascinaba de sus antecesores en la silla de Pedro. Los laicistas, porque les molesta ver cómo se derrumba el estereotipo de un papa “sabe-lo-todo-por-ciencia-infusa” al que, cargados de razones y con buen humor, “daban estopa”. Unos y otros están asociados (por diferentes razones y motivos) a lo que, desde hace décadas, se tipifica como “papolatría” e “infalibilismo”; dos extrapolaciones puestas en circulación por la “Civiltà Cattolica” (la revista de los jesuitas) finalizando el siglo XIX: cuando “habla el sucesor de Pedro, sostenían los hijos de S. Ignacio en aquellos años, es Dios quien lo hace por medio de él”.

Es cierto, recuerdan los críticos de esta inaceptable extrapolación, que en 1870 (Vaticano I) se reconoció al papa la capacidad para tomar decisiones por sí mismo (“ex sese”) y sin necesidad de consenso alguno por parte de la Iglesia en situaciones excepcionales en las que no fuera posible preservar la libertad y la unidad de manera colegial y sinodal. La infalibilidad papal, así entendida, vendría a ser como una especie de “bomba atómica”, a la vez, preventiva y disuasoria. Pero también lo es que, desde entonces, se ha venido incrementando el número de quienes se decantan por una extensión de esta infalibilidad, excepcional, a todas las decisiones ordinarias, magisteriales y gubernativas, de los papas y de su curia, obviando que “Roma” también se equivoca. Y, a veces, ¡de qué manera! Es lo que ha mostrado Francisco con su petición de perdón. Rectificando, ha dado un primer paso para superar la “papolatría y el “infalibilismo” que todavía se enseñorean de muchos, dentro y fuera de la Iglesia.

Pero, sin dejar de reconocer la importancia de este primer paso, es indudable que sigue estando pendiente la “conversión” del papado; lo que supone dejar de ser una especie de “super-obispo” del mundo para pasar a ser lo que realmente es: el obispo de Roma. Y que, por serlo, tiene la responsabilidad de cuidar la unidad en la fe y la comunión eclesial, reservando su intervención en otras iglesias solo en situaciones y por razones excepcionales. Pero, además, tampoco se puede ignorar que el papa y su curia se ahorrarían éstos y otros muchos problemas si los católicos intervinieran en el nombramiento de sus respectivos obispos, presentando -previa consulta a todos ellos- una terna para que el sucesor de Pedro eligiera uno de entre los propuestos. La llamada “conversión” del papado y la superación de la “papolatría” y del “infalibilismo” (propios o ajenos) también requiere adoptar medidas de este estilo. Somos millones los que agradeceríamos alguna rectificación en este sentido. Y, cuanto antes, mejor.

 

15 comentarios

  • Dice san Agustín: “Es propio del hombre equivocarse”.
    Que el Papa Francisco es falible, evidentemente que lo es como todo ser mortal. Si el Papa Francisco dijera como matemático que 2X2 es 5 es falible, o sea se ha equivocado, pero si el Papa Francisco declarase como dogma de fe que 2X2 es 5 yo dejaría de ser católico, pero sensatamente tengo que decir que esto NUNCA OCURRIRÁ.

  • Santiago

    Muy de acuerdo con la magnífica exposición teológica y aclaraciión teológica del autor de este trabajo.

    Por eso cuando hablé abajo sobre la infalibilidad de TODA la Iglesia fue porque TODOS los fieles en la fe de Ella participan activamente de este carisma peculiar del Pueblo  de  Dios pero no quise negar el papel primordial del Colegio Episcopal en la transmisión de la verdad pues el poder de atar y desatar fue dado por Cristo de manera particular a Pedro pero también consta que se lo dió a los demás Apóstoles.

    Como dice el Vaticano II el Papa “no da sentencia como persona privada” sino que, en calidad de maestro supremo  de  la Iglesia universal, en quien reside el carisma de la infalibilidad  de  la Iglesia misma, expone o defiende la doctrina de fe católica. La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el cuerpo de los obispos cuando ejercen el supremo magisterio juntamente con el sucesor de Pedro” (LG 25)

    ES pues la FE la que ilumina a TODO el Pueblo  de  Dios “que participa del don profético de Cristo…La universalidad de los fieles que tienen la unción del (Espíritu) Santo no puede fallar en su creencia…Con ese sentido de la fe que el Espíritu Santo mueve y sostiene, el Pueblo  de  Dios, bajo la dirección del magisterio, al que sigue fidelísimamente, recibe no ya la palabra de los hombres, sino la verdadera palabra  de  Dios (cf. 1 Thess 2,13) (Conc Vat II, LG, 12)

    Por eso el autor habla de la unión entre el “sensus fidei” y “sensus fidelium”. Nuestra capacidad de discernimiento e iluminación interior hacia la fe y lo que podemos captar desde fuera que nos pueda “articular” con el magisterio. Entonces podemos asentir en el “consensus fidelium” a la doctrina universal que nos presenta la Iglesia como verdad

    Gracias por la intervención de Jesús que ha sido miy clara y oportuna..

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

     

     

  • Jesús Martínez Gordo

    Creo que pueden ser pertinentes dos aclaraciones teológicas, por si ayudan. Otro asunto es su traducción jurídica: por estrenar, en lo referente a la infalibilidad propia del “sensus fidei” o “fidelium” . Las consultas a todos los bautizados antes de los sínodos de 20154 y 2015 y el centrado en los jóvenes, es una primera (y tímida) señal en esta dirección. Esperemos que no decaiga…

    1.- Sobre la relación entre la entre el papa y los obispos y 

    2.- Sobre la infalibilidad del pueblo de Dios

     

    Sobre la primera:  
    La tarea, pendiente desde 1870, de articular la autoridad primacial y magisterial del papa con la del colegio episcopal se culmina en el Vaticano II (1962-1965), sobre todo, aunque no exclusivamente, en la Constitución Dogmática “Lumen Gentium” (1964).
     Los padres conciliares, a la vez que reconocen que el magisterio eclesial es, ante todo, una responsabilidad (oficio) “ejercida en nombre de Jesucristo” que tiene como misión “interpretar autorizadamente (“authentice”) la Palabra de Dios escrita o transmitida” para servicio de la comunidad cristiana, proclaman una verdad de enorme importancia dogmática y jurídica y que va a marcar la recepción del primado y del dogma de la infalibilidad papal “ex sese” o “ex cathedra”: Cristo “instituyó” a los Apóstoles “a modo de colegio, es decir, de grupo estable, al frente del cual puso a Pedro, elegido de entre ellos mismos”.

     Ésta es una verdad en la que abundan más adelante cuando sostienen que los obispos con el papa “manifiestan la naturaleza y la forma colegial del orden episcopal” y “gozan de potestad propia para el bien de sus propios fieles, incluso para el bien de toda la Iglesia”. La “potestad suprema sobre la Iglesia universal que posee este colegio se ejercita de modo solemne en el concilio ecuménico” y también “puede ser ejercida por los Obispos dispersos por el mundo a una con el papa, con tal que la Cabeza del colegio los llame a una acción colegial o, por lo menos, apruebe la acción unida de éstos o la acepte libremente, para que sea un verdadero acto colegial”.

     Por tanto, “la potestad suprema sobre la Iglesia universal”, es decir, el llamado poder de jurisdicción universal (la “plenitudo potestatis”), la posee el colegio episcopal con el papa y, como tal, es decir, colegialmente, ha de ser desempeñada, por supuesto, bajo el primado del obispo de Roma.

     Es así como el Vaticano II completa la tarea empezada casi cien años atrás: articular la capacidad magisterial y gubernativa del papa con las de los obispos gracias a la recepción del episcopado (“la plenitud del sacramento del Orden”) y, por tanto, a partir de su común pertenencia al colegio de los sucesores de los apóstoles. A la luz de esta fundamental y determinante verdad se comprende la indudable continuidad y complementariedad entre las Constituciones Dogmáticas “Pastor Aeternus (1870) y “Lumen Gentium” (1964): se asume el primado y la infalibilidad “ex sese” del sucesor de Pedro y se las ubica (y articula) en la colegialidad episcopal, enfatizando, una vez más, que Cristo puso a Pedro al frente de dicho colegio
    Sobre la segunda
    El Vaticano II incorpora a estas dos modalidades de magisterio (“auténtico” y “extraordinario”) el, igualmente extraordinario e infalible, del “sensus fidei” o “fidelium”
    Es un reconocimiento que, en buen aparte, viene preparado por la participación del pueblo de Dios en la proclamación de los dogmas marianos y por la puesta al día de la teología del laicado a lo largo del siglo XX. 
    Como es sabido, el movimiento mariológico culmina con la definición de la asunción de la Virgen (1950). Se trata de un dogma que se enraíza en la fe del pueblo cristiano (el “sensus fidei fidelium”) y que reconoce en los privilegios marianos una verdad revelada.
     Por su parte, la teología del laicado subraya -gracias a las aportaciones de Y. de Montcheuil e Y. M. Congar- la relación entre el “sensus fidei” y la función profética del bautizado. Es una verdad que, recogida por el Vaticano II, va a ser reafirmada en la exhortación postsinodal “Christifideles laici” (1988).
     El Vaticano II proclama, a partir de estas dos corrientes de fondo, que “la universalidad de los fieles, que tiene la unción del Santo (cf. 1 Jn., 2, 20-17), no puede fallar en su creencia, y ejerce ésta su peculiar propiedad mediante el sentimiento sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando ‘desde el Obispo hasta los últimos fieles seglares’ manifiestan el asentimiento universal en las cosas de fe y de costumbres”.
     La exhortación postsinodal “Christifideles laici” recuerda lo sustancial del Vaticano II y la reformula de manera más clara: “los fieles laicos son hechos partícipes tanto del sobrenatural sentido de fe de la Iglesia, que ‘no puede equivocarse cuando cree’, cuanto de la gracia de la palabra”.
     Esta nueva modalidad de magisterio infalible hunde sus raíces en una tradición teológica que ha reconocido dos realidades relacionadas entre sí, pero no superpuestas.
     Por un lado, se encuentra el “sensus fidei” propiamente dicho. Se entiende por tal la cualidad que –anclada en la gracia de la fe, de la caridad y de los dones del Espíritu Santo- confiere a todo bautizado una capacidad para percibir la verdad de la fe y discernir lo que le es contrario. Ésta es una expresión acuñada por la gran escolástica del siglo XIII (Guillermo de Auxerre, Alberto Magno, Tomás de Aquino…) y surge de analizar las facultades de la fe en el sujeto creyente.
     Por otro lado,  se encuentra el “sensus fidelium”, es decir, lo que se puede captar desde fuera sobre lo que creen y profesan los fieles. El “sensus fidelium” será estudiado por los teólogos de la segunda mitad del siglo XVI (Melchor Cano, Roberto Belarmino, Suárez…) y dará pie al “consensus fidelium” o “universus ecclesiae sensus” del concilio de Trento.
     Por tanto, el “sensus fidei” es un “maestro interior” que habilita para emitir un “juicio según connaturalidad en asuntos de la fe” y que –vivido en comunión eclesial- necesita articularse con el magisterio “exterior”, propio del colegio apostólico
     Semejante infalibilidad queda legitimada cuando se cumplen estas cuatro condiciones: expresa el consentimiento universal, se refiere a la revelación, es obra del Espíritu Santo y es reconocida por el magisterio.
     Desde el Vaticano II hasta nuestros días, los estudios han estado centrados en la búsqueda de criterios teóricos y prácticos que permitan hacer uso de este tipo de magisterio. Es una búsqueda que ha llevado a estudiar la complementariedad entre la Iglesia docente y la discente en el contexto de la comunión eclesial; el valor de la “religiosidad popular” y de la “praxis” como “lugares teológicos”; el ejercicio de la corresponsabilidad eclesial, especialmente de los laicos, y el valor de las formas de sinodalidad y consulta en la Iglesia, empezando por la elección de los obispos. Sin embargo, se trata de una modalidad de magisterio que no ha experimentado la recepción jurídica y pastoral que sería deseable. 

    • oscar varela

      Buen trabajo! Gracias!

    • Carmen

      Perdón. Los laicos nos perdemos en este laberinto. Rectifico. Soy laica,me pierdo en este laberinto. Solamente me gustaría,si es posible,un poco de sentido común en todo esto de la iglesia. No entiendo. Y me canso de no entender. No sé cómo explicarlo ya.
      Casi que me rindo. Y le aseguro que se y me gusta luchar. Pero…
      Un saludo cordial.

    • Carmen

      No se dan cuenta. Los laicos somos los que damos sentido a la iglesia. Y sobre todo, no se dan cuenta de que sin laicos que somos los que tenemos que llenar los bancos de las iglesias, tal y como se entiende la iglesia ahora y me temo que por siempre, sencillamente no habrá iglesia.
      Y vuelvo a lo de siempre. Es inútil. Hablan de nosotros como una entelequia. Pero como dijo Shakespeare en su personaje del mercader de Venecia, creo recordar que se llama Sherlock o algo así, nosotros también sentimos.
      Un saludo cordial.

  • ¿Y cuantas pruebas le han traído al Papa?

    Pruebas, no chismes, no Medios de Comunicación.

  • George R Porta

    En una entrada de este hilo se ha afirmado que el magisterio infalible pueda haber sido dado por Jesús a toda la Iglesia. Eso constituye una mala interpretación al menos entre católicos ortodoxos.  El magisterio es una función exclusiva, en la tradición católica, y ordinariamente solo la ejercen los pastores con el Papa a la cabeza. El infalibilismo refería a toda clase de exageraciones de la infalibilidad que el Concilio Vaticano I le reconoció al Papa en ciertas cuestiones, pero que a menudo ha sido una doctrina interpretada con exagerada amplitud, explícita o implícitamente. Lo siguiente pudiera ser aclaratorio.
    1. «Sensus fidelium» es “la valoración sobrenatural de la fe por parte de todo el pueblo, cuando desde los obispos hasta el último de la fiel, manifiestan un consentimiento universal en materias de fe y moral.” (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica (CCC) n. 92) citando la Constitución Dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II. El CCC añade: “por este reconocimiento de la fe, suscitado y sostenido por el espíritu de verdad, el pueblo de Dios, guiada por la Sagrada enseñanza de autoridad, … recibe… la fe, una vez por todas entregada a los Santos. … La gente indefectiblemente se adhiere a esta fe, penetra más profundamente con justo juicio y se aplica más plenamente en la vida diaria.” (CCC, n. 93) que refiere al siguiente dictum atribuido al Galileo en Mt 16:18 de que “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella,” donde “ella” refiere a la “iglesia”, es decir, gente que preserva, observa y comunica las creencias esenciales de la tradición (tradición viva) a través del tiempo, y que los obispos ejerciendo el magisterio tienen la función de proteger a fin de dicha «tradición viva» no sea distorsionada o siga el camino errado. (cf. Gerald O ‘Collins, SJ, Fundamental Theology, Oregon, Wipf & Stock Publishers, 2001, Pp. 210-217, del cual no encontré una traducción al español.)
    2. Según la Congregación Para la Doctrina de la Fe, por lo tanto, para los católicos ortodoxos, esta noción de la inerrancia o infalibilidad del sensus fidelium no es cuestión de mayoría o consenso parcial: “el creyente todavía puede tener opiniones erróneas ya que sus pensamientos no brotan de la fe. No todas las ideas que circulan entre el pueblo de Dios son compatibles con la fe. Todo esto es más que teniendo en cuenta que la gente se puede influenciar por una opinión pública, influida por los medios de comunicación modernos. No sin razón el Concilio Vaticano II acentuar el vínculo indisoluble entre el sensus fidei y la dirección del pueblo de Dios por el Magisterio de los pastores. Estas dos realidades no pueden separarse.” (Cf. instrucción “Donum veritatis” (24 mayo 1990), n. 35

  • Miren Josune

    Uno de los problemas más serios que tiene la Iglesia, es que cada vez más, aumenta el número de “hijos díscolos”, quienes pretenden ser más “papistas que el Papa”; como puedan, arremeten contra el sucesor de Pedro, rebajan su autoridad a mínimos y dicen y hacen a su antojo cuanto les viene en gana; se atribuyen capacidades intelectuales y conocimientos, superiores a todo aquél que les lleve la contraria, por el simple hecho de no pensar como ellos.

    Hay mucho de soberbia y afán de dominio en estas actitudes; el otro siempre se equivoca, hace esto y lo otro, impone su criterio, autoridad, no deja hacer… En el fondo subyace, un sentimiento de aspiración frustrada, y es evidente, que provoca descontento y mueve a tratar de hacer causa común, tal vez, pretendiendo lograr el fin que se pretende.

    Nada peor que una familia mal avenida, donde cada miembro pretenda hacer y deshacer al libre albedrío. También en la Iglesia.

    El P. Francisco ha demostrado de palabra y obra de quien es servidor y como quiere que se comporten y actúen los hombres y mujeres que conformamos la Iglesia: más Misericordia y menos juicios, “chismorreos” condenas, menos “funcionarios” de lo Sagrado y más “olor a ovejas”, austeridad y menos derroche y ostentación, abrir parroquias a los “sin techo”, facilitarles su alimentación y aseo… tantos gestos de Amor y Misericordia, ¡Cómo no va a ser popular sin pretenderlo!

    El Papa Francisco se ha hecho merecedor del aprecio, estima y respeto, de tantos miles de hombres y mujeres, como han recibido de él, la ayuda justa y el consuelo a tantos males. Y lo mismo sus palabraa, sus encíclicas y exortaciones, son un verdadero “evangelio” de la vida, el Amor y Misericordia.

    Pido por él a Dios, le conceda salud, aún tiene mucha misión por delante. Y nosotros, vamos a hacer lo que nos pide y no andar gastando tanta palabra?

    Bien sabe el Papa Francisco, que la urgencia que tiene esta Iglesia, es que vivamos con más verdad y coherencia el Evangelio, en el aquí y ahora del Siglo XXI, y dejarnos de tantas pretensiones que sólo crean rivalidad,

    Servir, servir y servir… me amas Pedro?

    ¿Cuándo nos dejarán hablar en los ambones de las Iglesias a las mujeres?

    Miren Josune

    • Carmen

      Pues yo diría que sencillamente son distintas opiniones. No sé si puede haber soberbia en una opinión. A lo mejor si.
      Un saludo cordial.

  • Santiago

    Que yo sepa el Obispo de Roma ha sido infalible, en el consenso y doctrina  de. la Iglesia en muy contadas ocasiones cuando quiso definir una verdad que “ya existía” en la FE del Pueblo   de.  Dios. De esta manera solamente ha usado de este privilegio evangélico cuando intencionalmente ha declarado una doctrina definitiva e irreformable.

    Por eso, yerran los que asumen que el magisterio del Papa es siempre infalible. No lo es en su magisterio ordinario cuando no es su intención de que sus palabras se interpreten “como definitivas”.

    Pot otro lado, el magisterio infalible fue dado por Jesus a TODA la Iglesia como se ve cuando reunida los obispos sucesores de los Apóstoles junto con la cabeza del Colegio Apostolico, ya sea reunidos solemnemente en Concilio o aunque dispersos por el mundo pero en comunicación con el Papa, coincidían en proclamar como definitiva una proposiciòn de “fe o de costumbres” morales.

    Asi pasó en el primer Concilio de Jerusalén cuando “entonces los Apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia” declararon lo siguiente:

    “Porque pareció al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros otra carga alguna, a excepción de estas cosas indispensables…” (Hechos 15, 22; 28-29) con la que se determinaba que la circuncisión definitivamente NO era necesaria para la conversión de los gentiles al cristianismo y por tanto la Ley mosaica antigua quedaba abolida.

    Otro tanto pasó con la Asunción o Dormición de la Virgen María verdad presente en la Iglesia primitiva desde los primeros siglos. Antes de proclamarla como perteneciente a la FE católica Pío XII  en 1950 pidió por carta a los Obispos de todo el mundo su consentimiento usando este magisterio colegial universal que en este caso es infalible. No algo nuevo sino que siempre estuvo presente en la Iglesia. Pensar que al proclamar una verdad la Iglesia inventa o tergiversa las proposiciones es algo incoherente e irrelevante pues todas las definiciones proceden de la verdad implícita o explícita evangélica dentro de la Revelación de Jesucristo, que es per se infalible. Todo está contenido previamente en esta historia-tradicion del Pueblo  de Dios.Es la Iglesia la que tiene ese carisma solo en ciertas ocasiones para beneficio de los fieles.. El Papa es el representante oficial de esa Iglesia encargada por Cristo mismo de proclamar y enseñar a TODAS las gentes hasta “el fin de los siglos”

    Por tanto en su magisterio ordinario el Obispo de Roma ha de prestarsele la atención religiosa propia del respeto de su cargo en la Iglesia. En todo lo demás fuera del privilegio ocasional de su carisma infalible es sujeto al error, como cualquier otra persona humana.

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

     

    • Carmen

      Construye usted su discurso muy bien, pero me desconcierta. No sé lo que quiere decir exactamente. Porque lo que estoy entendiendo que dice, no puede ser
      En fin.
      Un saludo cordial

  • George R Porta

    Parte II de mi entrada a la 1:46 am

     
    Suponiendo que se eliminaran los arzobispos metropolitanos que en realidad no son imprescindibles y se suprimieran los obispos titulares cuyo título no tiene jurisdicción sobre ninguna población, incluso cuando son obispos auxiliares porque en ese caso solo la tienen si se les concede, pero no «de iure», fuera enorme el número de diócesis que hubiera que crear para dividir suficientemente el número de católicos dentro de cada jurisdicción a fin de pudiesen conocer de cerca al clero y a las personas cualificadas para ser episcopables y poder, con conocimiento de causa, nominar las ternas que sugiere el autor. Si las mujeres pudieran ser ordenadas al episcopado, aun así, el número de diócesis que hubiera que crear fuera enorme.
     
    Antes de permitir la elección popular de los obispos de cada diócesis, hubiese que abrir el acceso al ministerio ordenado a las mujeres y a los casados y desarticular el sistema de seminarios en los que se imparte la mentalidad clerical y se preservan y trasmiten los códigos de conducta clericales.
     
    Por ejemplo, en Europa hay 37 millones de luteranos y hay 236+ millones de católicos romanos (estimado de 2016). Donde más crece el número de católicos es en Asia y en África y en ambos continentes los católicos son marginales y generalmente pertenecen a los estratos poblacionales de menos acceso a la escuela. Los luteranos pueden, mejor que los católicos, elegir sus obispos y obispos-mujeres dentro de cada congregación (diocesana), si no por otra cosa por razón de número. Por otra parte, la mayoría de los católicos que no son practicantes pudieran ser indiferentes a la elección de obispos y pudieran no saber qué criterios de elección o candidatura fueran mejor en la diócesis a la que pertenecen. La Iglesia Católica ha reforzado la clericalización en detrimento del rol de los seglares o laicos y ha desviado la educación catequética de los niños y niñas de la familia a la escuela católica. Movimientos como el de «Camino Neo-catecumenal» (los Kikos) o los Focolares no son en realidad alternativas de efectividad demostrada y eficaces fuera de Europa porque parece que tienden a mantener mentalidad colonizante o europeizante por in período inicial largo, sobre todo en África y Asia e incluso en Latinoamérica.
    La presentación del propio Argüello sobre la presencia de su movimiento en Asia a la que conduce el siguiente enlace, por ejemplo, da cuenta de la apreciación general del progreso del movimiento y el tipo de obstáculos que encuentra y aún así, queda el problema de la aculturación de los propios misioneros y si los obispos que piden la presencia del movimiento realmente saben lo que piden. Obispos como Martini y el propio Juan Pablo II tuvieron problemas muy serios de rebeldía oculta de parte de estos movimientos y Benedicto tuvo que someterles en cuanto al orden de la misa que celebraban porque se lo habían inventado sin autorización. Este es el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=_YGPEuRGY3Y 
     
    El daño de desarticulación del Concilio Vaticano II, el cual pudo ser un paso de avance hacia esto que propone el autor y de alejamiento de centralizaciones extremas como las representadas por el «infalibilismo» y la «papolatría», durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, no lo puede reparar Bergoglio y posiblemente tampoco un papa joven con un pontificado largo por mucha colegialidad y descentralización que pueda Bergoglio dejar apuntada.

  • George R Porta

    Parte I

     
    Leo en el artículo: «Pero, además, tampoco se puede ignorar que el papa y su curia se ahorrarían éstos y otros muchos problemas si los católicos intervinieran en el nombramiento de sus respectivos obispos, presentando -previa consulta a todos ellos- una terna para que el sucesor de Pedro eligiera uno de entre los propuestos.»
     
    En cuanto a esta alternativa, no hay mucho de novedoso en ella. Hoy días las nunciaturas remiten a Roma continuamente información sobre sacerdotes y diócesis y las conferencias episcopales aportan directamente o a través de las nunciaturas sus propias apreciaciones. Donde el tamaño de la diócesis o su riqueza o su importancia y tradición lo aconsejan los nuncios pueden informarse como lo estimen oportuno y proponer más de una terna. Otros factores contribuyen: Obispos demasiado académicos no son los preferidos; más bien los obispos considerados «pastorales», con conocimiento de Derecho Canónico, y conocidos por su fidelidad a las directrices emanadas de Roma, y tácitamente, que sean capaces de nadar y guardar la ropa elimina obstáculos. Si parecen muy ambiciosos eso también puede ser problemático. Así que, si saben volar bajo los radares, tienen más posibilidades de ser escogidos y propuestos.
     
    Si descienden de familias influyentes en la diócesis eso también influye para que el obispo del momento los llame a servir cerca. Los rectores de seminarios siempre han sido muy bien valorados como episcopables, los secretarios de conferencias episcopales, los propios nuncios y, desde luego, cuando los cardenales y altos funcionarios concluyen sus períodos de servicio, a menudo reciben una diócesis importante para que la rijan como obispos u arzobispos. En otros casos es casi inexplicable, como ha ocurrido con los secretarios personales de los papas que muy bien que pueden ser reducidos a irrelevancia a base de elevarlos al episcopado o al cardenalato. El de Juan XXIII, el de Pablo VI, el de Juan Pablo II son tres casos recientes. No así Ganswein el de Benedicto XVI que sigue haciendo carrera y de modo central con un pie junto a Bergoglio y el otro junto a Ratzinger.
     
    Hay miles de diócesis, muchas de ellas en territorios «de misión» o a con características muy especiales (por ejemplo, las diócesis castrenses o militares). 

  • George R Porta

     
    Leo en el artículo:
     
    «… “papolatría” e “infalibilismo”; dos extrapolaciones puestas en circulación por la “Civiltà Cattolica” (la revista de los jesuitas) finalizando el siglo XIX: cuando “habla el sucesor de Pedro, sostenían los hijos de S. Ignacio en aquellos años, es Dios quien lo hace por medio de él”.»
     
    Esto es lo que dice el DRAE del verbo «extrapolar: Formado sobre interpolar con cambio del pref. Inter por extra. 1. transitivo. Aplicar a un ámbito determinado conclusiones obtenidas en otro. 2. transitivo. Matemática. Averiguar el valor de una magnitud para valores de la variable que se hallan fuera del intervalo en que dicha magnitud es conocida.»
     
    Obviamente la segunda acepción no viene al caso. Pero no sé qué sentido tiene atribuir a la revista de los jesuitas la invención de estos vocablos, porque es muy difícil que los fenómenos puedan ser nombrados antes de que existan. Además el autor los califica de «extrapolaciones» que no sé cómo comprender tomando en cuenta lo que define el DRAE de dicha palabra como acción y efecto de extrapolar.
     
    Ojalá que el autor explicara su fuente de información específica (número de la revista donde fueron utilizadas la primera vez) para responsabilizar a la Civiltà con la creación de estas palabras «papolatría» e «infalibilismo» y que dijera la relevancia del dato excepto si se trata de preciosismo académico lo cual fuera comprensible.