Bonum ex integra causa. Malum ex quocumque defectu. Siempre me pareció un adagio filosófico irrealista si se aplica a los humanos. Por contra, nadie es perfecto. Entre nuestros aciertos, siempre padeceremos nuestras deficiencias y errores. También, nuestros miedos, sin contar con nuestras bajas pasiones y evidentes limitaciones.
Hace un par de meses, algunos periodistas católicos se reunían en Madrid para apoyar al actual Papa en su actividad al frente del Catolicismo. Lo hicieron para contrarrestar voces críticas de otros periodistas y de algunos jerarcas. Porque Francisco tiene detractores. Los tiene fuera y dentro de la Institución. Dentro del Episcopado. Dentro del Colegio Cardenalicio. En su Curia. En los movimientos católicos de corte tradicional o integrista. Me inclino a pensar que se trata de discrepantes bienintencionados. Como mucho, podríamos calificarlos de adversarios. No de enemigos. El dicho agustiniano “Roma locuta causa finita” ha de entenderse muy relativamente. El obispo de Hipona lo pronunció en un específico contexto apologético del siglo V. La mayor parte de los papas ejerció su misión con decencia, con algunos aciertos, pero con muchos errores de fondo y forma. Léase, si no, la Historia desapasionadamente.
Madame Cornuel, siglo XVII, inmortalizó la frase “nadie es héroe para su ayuda de cámara”. Es posible que yo, por haber vivido muy cerca de un Papa durante 8 años, tenga una visión propia y menos positiva del Papado, y por ende, del actual Papa. En mis escritos me he atrevido a desvelar miserias, injusticias y errores en la Curia Romana. Ello, al más alto nivel de la institución católica, lo que incluye al bueno de papa Montini.
Cinco años de Pontificado es un período suficientemente largo para que Francisco, como cualquier gobernante, aunque sea “monarca absoluto”, muestre resultados. Nadie podrá negar el “talante” conciliador, la humildad, la sensibilidad ante acuciantes problemas y el influjo diplomático mundial de Francisco. La trayectoria pontifical de Francisco supera en calidad a la ejercida por sus inmediatos predecesores. Más, sin duda, a la del “santo súbito” quien, en su largo reinado, plasmó negras huellas difíciles de borrar. Por poner un ejemplo, la sordina operada por Francisco en la Congregación de la Fe supone un benéfico soplo renovador del Espíritu. Ello va unido al rechazo de todo proselitismo y a un nuevo sesgo del ecumenismo.
Su encomiable actividad diplomática, con proyección universal, lleva aparejado un claro populismo, ¡no siempre barato!. Su actividad ad intra es menos visible. ¿Podría calificarse de “buenismo”? Sus casi diarias homilías, semejantes a las de cualquier párroco ilustrado, inundan los medios de carácter religioso. Sus planes de reforma de la Institución católica son propósitos inconcretos, inconclusos, inseguros, tímidos. Diría que irrealizables. Porque ¿quién pone el cascabel al gato?. Para la reforma de la Curia, ha encargado al G8. Son cardenales. Fueron educados, adoctrinados, destacadamente formados en su trayectoria vital como seminaristas, curas, obispos. El “capelo” fue una “coronación” por su fidelidad al estatus. Ya son príncipes. Son el estatus. ¿Se puede esperar de ellos un sustantivo cambio positivo de la propia Institución que los moldeó? Piénsese en las monarquías absolutas. Como mucho, de ellas surgían – surgen – constituciones “otorgadas”, migajas de beneficios. En ellas los ciudadanos son sólo súbditos, cuando no esclavos.
Si la Iglesia Católica pretende seguir sosteniendo que ella es continuación del movimiento de Jesús, parece lógico que quien la presida busque adecuar esa Iglesia a la vida y enseñanzas del Nazareno. Y Jesús no distinguió entre hombre y mujer en niveles de dignidad y preeminencia. Jesús no quiso que alguien dominara sobre los demás, sino que sirviera a los demás. Jesús vivió como pobre y prefirió a los pobres. Jesús no tentó a su Dios pidiendo o exigiendo milagros. Jesús no hizo uso de condenas. Y podríamos anotar otras inconformidades eclesiásticas al espíritu jesuánico.
Me daría con un canto en los dientes si la Iglesia (y el Vaticano) suscribiera y pusiera en práctica los derechos humanos proclamados por la ONU en 1948. La Declaración surgió de lo más íntimo de la Humanidad, de las conciencias iluminadas por nuestro Dios, al márgen de creencias y religiones institucionalizadas.
- Omito enumerar éxitos o logros de la Iglesia. Como ya he apuntado, los hay y los tuvo. Al enumerar ahora las deficiencias, no pretendo ser exhaustivo. Tampoco, original. Me referiré a algunos temas que, a mi entender, merecen revisión, algunos incluso urgente renovación, en una Iglesia semper reformanda..
- ¿Por qué sólo los varones pueden ocupar puestos de responsabilidad: sacerdotes, obispos, papas?. ¿Qué fundamento racional y evangélico tienen los dogmas cristológicos de los primeros concilios, imbuídos como están de filosofía helenística, para ser impuestos como artículos de fe?
- ¿No ha llegado el momento de reinterpretar y revisar también otros dogmas y definiciones conciliares y papales?
- ¿Qué pensar de la acumulación de poderes en el papa-rey-infalible-vicario de Cristo?
- ¿Puede tolerarse que un obispo o párroco continúe en su puesto cuando es rechazado por sus fieles?
- ¿A qué vienen las canonizaciones, en su mayoría endogámicas, políticas, compradas o populistas? ¿Qué fundamento tienen los llamados milagros, sucesos que nunca deberían atribuirse a un Dios que supuestamente no discrimina, y mucho menos para ensalzar a los que fueron (o son sus herederos) poderosos, ricos y famosos?
- ¿Por qué tildar de divinas las apariciones, cuando sólo podemos confesar nuestra ignorancia ante eventos que, como mucho y a la sazón, son misteriosos?
- ¿Tiene algún sentido continuar con la institución cardenalicia, originariamente humilde y servicial, devenida escandalosa en el Renacimiento y hoy semejante a la “real nobleza” discriminatoria en el Episcopado?
- ¿No es el momento de analizar el ritualismo cristiano, con capas seculares de mimetismo vacío de sentido?
- ¿A qué viene continuar con la concepción negativa de la sexualidad?
- ¿Cómo resolver la actual asfixiante escasez de presbíteros que lideren las comunidades locales, concretamente nuestras parroquias?
- ¿Hasta qué punto es justa y no simoníaca la percepción de estipendios y pagas por la dispensación de los sacramentos y sacramentales, incluidas intenciones de misa?
- ¿Por qué exigir el celibato de por vida a los clérigos?
- ¿Ha llegado, por fin, el momento de la desclericalización?
- ¿Una nueva dimensión de comunidades monásticas?
- ¿No debería prohibirse el bautizo de los infantes que supone una banalización de lo religioso, amén de una inoportuna e injusta invasión en la personalidad del menor?
- ¿No es una indecencia de triste recuerdo seguir invocando indulgencias parciales o plenarias, incluso vinculando su obtención al dinero y al turismo?
- ¿Ha de plantearse ya la conveniencia y oportunidad de renunciar a la anacrónica antievangélica supremacía política del Estado de la Ciudad del Vaticano que acarrea confusión y lastra el ecumenismo? Al respecto, opino que tal renuncia aportaría al Papado un mayor prestigio social, de manera análoga a cuanto sucedió con la pérdida de los Estados Pontificios a partir de 1870, incluso antes de los Pactos Lateranenses de 1929 creadores del actual Estado del Vaticano.
Insisto. La reforma de la Iglesia, a comenzar por la Curia, no puede ser diseñada exclusivamente por cardenales, sean ocho o más. La reforma debería surgir del estudio y del sentir de la comunidad creyente. Varones y mujeres. Teólogos/as, sociólogos/as, universidades, jerarcas, instituciones cristianas, pueblo llano. No precisamente de un Concilio Ecuménico al uso. En el horizonte realizable, habrá de vislumbrarse una adecuada democratización en la elección de quienes vayan a regirnos, también desde Roma, sin distinción de sexos. Nótese que el sistema de elección democrática está en vigor desde siempre en Órdenes e Institutos religiosos. La Curia romana sigue exigiéndolo. Por ello, resulta más escandaloso que cada Papa diseñe, a su antojo, el colegio elector de su sucesor. Percíbalo o no el Papa, quiéranlo o no los cardenales y obispos, estamos hablando de “nuestra” Iglesia.
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Celso Alcaina es autor del libro “ROMA VEDUTA. Monseñor se desnuda” (Liber Factory, 2016, visionnet.es)
Albergo serias dudas sobre si realmente ,y después de tanto tiempo de lamentarnos respecto al inmovilismo eclesial, somos capaces de tomarnos en serio como algo posible de realizar estas propuestas de cambio que en sus diferentes puntos señala el artículo.
Digo esto porque observando el punto de vista tan negativo que se tiene respecto a los cambios políticos impulsados desde abajo como, por ejemplo, lo que sucede actualmente en Cataluña, me cuesta creer que no se haya reparado en que las razones que impiden estos cambios, tanto a nivel religioso – eclesial, como a nivel político, coinciden en poner los recelos al servicio de una misma causa.
En la Iglesia lo que impide los cambios está, como es sabido, en defender y preservar incondicionalmente la unidad doctrinal.
Por otra parte en el actual momento político lo que impide los cambios, es ese gran muro que está en el horizonte que consiste en la sagrada indivisibilidad de España. En ambos casos todo vale para defender dichas causas.
Hasta el modo inquisitorial de proceder con los políticos disidentes me recuerda las condenas tan inquisitorialmente injustas que en épocas no muy lejanas se llevaron a cabo a tantos lúcidos teólogos que pretendían abrir camino y explorar nuevos horizontes. ¡Estamos anclados en el inmovilismo!
“Tiene que haber un momento del día en que el hombre que tiene que hablar, (o pensar), guarde silencio, deje de dar forma a teorías en su mente y se pregunte a sí mismo: ¿Acaso tiene algún sentido?”. (Thomas Merton).
Hola Santiago, veo tal confusión conceptual en tu planteamiento que será mejor que lo dejemos estar.
Si cogí este camino marcadamente filosófico fue porque pienso que la resistencia para reformar los puntos que señala el artículo es consecuencia del desarraigo en el que nos ha dejado instalados el “pensamiento débil”. Y considero, mejor , estoy convencida, que la trilogía de X.Zubiri “Inteligencia y Realidad” , su última obra, puede ser el antídoto al cual hacerle frente.
Necesitamos creer en las posibilidades del pensamiento humano para alcanzar una verdad firme de autofundamentación .
En esta tesitura en la que nos encontramos se acepta sólo como guía una visión subjetivista de lo pactado sólo por los interesados sin darnos cuenta que así confundimos sus determinaciones con la decisión del yo profundo que necesita estar correctamente informado y pensar los acontecimientos de su vida y de la historia.
Tal desarraigo al contradecir las exigencias profundas de nuestra persona nos exige tomar conciencia de nuestro enraizamiento a la realidad que es la que dota a nuestra inteligencia y la libera de todo estímulo ideológico.
Pensando en alta voz pero por escrito: ¿Qué debe/tiene/pudiera cambiar y se puede cambiar de/en la Igesia?
1. Si la Iglesia no cambiase, ya hubiese perecido. La Iglesia ha cambiado y sigue cambiando porque la Iglesia no la constituyen los curas y las jerarquías eclesiásticas y cuando se habla o escribe sin precisar, comúnmente, se habla de la jerarquía y de los profesionales eclesiásticos. Este conjunto de burócratas, mandamases, etc. no puede cambiar mucho, except para distanciarse máss de los otros conjuntos de gente de la Iglesia que no son lo que ellos son, unos más y otros menos. A su pesar, cuando se aparten de ser quienes tartan de ser, cambian su porción de la Iglesia.
2. El conjunto de bautizados/as todos/as, la gente de a pie más o menos temerosa de desafiar las ideologías y doctrinas y verdades a medias o absurdas y errores que ha aprendido a creer como si la fe fuese eso, una suma/tratado de cosas más o menos esotéricas y extrañas o marginales a la existencia humana real; juntamente con los otros conjuntos agnósticos y los ateos y las gentes de buena fe que han sido bautizados per rechazan y/o desafían todo ese material teórico o imaginario que aquellos primeras aceptan voluntariamente o no, son miembros de la Iglesia y contínuamente la cambian cuando ellos/as mismos cambian siendo más o dejando de ser quienes sean.
3. La Iglesia es la gente que se reconoce como tal y la que no se reconoce como tal, si ha sido bautizadoa. Cada persona en su existencia personal es la Iglesia. Como las ciudadanías de las naciones: Si se pasa la frontera o se entra atravesando la línea costera, con permiso o sin permiso, con derecho o sin él, y se vive en la nación se es un nacional de ella porque se existe en ella y rodeado e interactuando con las demás personas de esa nación aunque uno/a se empeñe en seguir perteneciendo a la otra nación de la que vino o donde nació.
4. La existencia otorga la pertenecia como la nacionalidad en la práctica de existir u en circunstancia propia.
5. La existencia no puede detenerse y si y cuando se detiene, ya no transcurre. Es la muerte.
6. Francisco o quien esté en su lugar cuando sea sustituido solo puede mover los peones y alfiles de su lado, según las reglas del juego y lo único que puede hacer es prolonger el torneo, o el juego, hasta que el rey sea depuesto. No puede pasar de ahí, nadie puede. Por lo demás, el juego es jugado para que perdure.
Una vez dicho lo que tenía que decir, por alusiones, en un primer momento, ahora añadiré algo muy simple, ni tan siquiera profundizaré en el asunto porque a él me he referido en infinidad de veces.
Antes, por eso, me gustaría decir que la espontaneidad a menudo nos traiciona, lo digo por lo de adjetivar como “terrible” una inofensiva exclamación cuando, sinceramente, habrá que reconocer que ese calificativo le caería mejor añadirlo a lo que de paralizante en la historia han significado las sentencias o dogmas.
Estas sí que han sido terribles!
Pero en fin, voy a lo que me interesa: aportar un poco de luz a esta tajante idea que nos ha dejado Santiago.
“(…)me parece que sólo lo que es “accidental” es lo que podemos cambiar o reformar en la Iglesia”.
Discrepo totalmente! Lo que produce el cambio está en lo que puede dar de sí la realidad de las cosas. Y esta función no la cumple ni los accidentes ni la sustancia sino el poder de lo real. Es decir, la realidad es la que cambia siendo siempre la misma pero nunca lo mismo. No se trata por tanto de la arbitrariedad voluntariosa de nuestro poder para cambiar las cosas a nuestro capricho sino de abrirnos a la realidad cambiante que nos ofrecen las cosas.
Claro que cada cual puede discrepar, disentir, criticar y expresar su opinión. Creo que eso es lo interesante y la manera de avanzar en nuestra vida evolutiva.
Porque “el poder de lo real” no se encuentra, ni puede hacerse, en las notas “no esenciales” ya que la sustantividad no consiste en todas las propiedades que la cosa o acontecimiento posee sino solamente en las constitucionales infundadas.
La sustantividad define la realidad. Sin ella se pierde la realidad que no puede sostenerse en lo que no es esencial. El poder de lo real no está en lo no esencial porque estás notas no están fundadas en la sustantividad. Esta sustantividad es inmutable ya que se basa en notas que existen per se o en principios perennes que si desaparecen cambian la realidad.
De esta manera si cambiamos la realidad de la divinidad de Cristo, desaparece también su poder de lo real y tendíamos “otra” persona y “otro” cristianismo.
Saludos cordiales
Santiago Hernández
Hola Santiago, percibo la tonalidad zubiriana que le das a tu planteamiento, cosa que no me extraña porque siempre he tenido la impresión de que habrías sido lector Zubiri al menos de alguno de sus libros. Pero permíteme decirte que parece como que sus conceptos los sometieras a significados que no le sean propios. Los ajustas más a los de la sustancia aristotélica o a la mónada leibniziana.
Por ejemplo, el concepto de sustantividad para nada define ni se identifica con la realidad como dices sino con “lo” actualizado en la inteligencia humana aprehendido como un “de suyo real”. Para que me entiendas, esta expresión conceptual, este “de suyo” viene a sustituir el “ en sí” del realismo ingenuo. Porque lo actualizado en la inteligencia no quiere decir que la intelección en ella esté dada al completo sino que se trata sólo de una “mera” actualización.
De lo que se deduce que realidad no es esencia, ni sustancia, ni sustantividad, sino la condición formal en que quedan las cosas cuando se actualizan en la inteligencia humana. Sin esta previa actualización no podría llevarse a cabo, a posteriori, la actividad del logos y de la razón, a menos, claro, que quiera ceñirse la verdad buscada a la verdad instrumental o conceptual y no a la verdad real.
En esta actividad del logos y de la razón es donde entran los contenidos porque en la mera actualización primaria a la que me estoy refiriendo no hay nada ulterior que se añada a ella (volveríamos al “en sí”)Por el contrario, en el ámbito del contenido, aunque también a ese nivel se trata de actualización, sin embargo no posee ahí ya la cualidad de “mera” lo que significa que aquí SÍ hay proceso ulterior, pero consistiendo éste en “libre creación” y esta es la tarea humana de hacer, mediante el poder de lo real, inteligibles las cosas.
Un cordial saludo
Si, es cierto. Sería otra persona y sobre todo, otro cristianismo.
La pregunta sería , ? mejor?
Este trasto no tiene signo para abrir la pregunta, sorry.
Supongo que depende de para quién. Posiblemente para la iglesia como organización sería peor. No tengo tan seguro de que fuera peor para los cristianos de a pie.y no me refiero únicamente a laicos, también a un montón de sacerdotes monjas que a veces están tan liados como nosotros.
Un saludo cordial
¡Hola Carmen! Saludos cordiales. Si desea poder utilizar en su ordenador los signos iniciales de interrogación y admiración del castellano o espaõl, aunque esto que le explico a continuación parezca complejo y lo fue para mí.
Me lo enseñó un sobrino-nieto porque ya soy viejo y además impaciente. Quizás si Ud. tiene
algún/a hijo/a o nieto/a suficientemente más joven, éste/a podrá hacerlo con los ojos cerrados. Si su ordenador o tableta utiliza el sistema Windows (es decir, si no es de las modelos de Apple McIntosh, iPad, etc.) primero ha de seleccionar en los «settings» (que son las opciones de regulación del aparato pero cuya palabra no sé decir o escribir en otro idioma) el idioma de teclado de caracteres internaciones, el «Inglés US International». Después ya siempre podrá pulsar simultáneamente los corchetes y el signo de interrogación y eso reflejará en su pantalla el signo de interrogación inicial. Ese es el modo como los ordenadores fabricados para inglés o americano producen los signos de interrogación iniciales o finales.
el signo de admiración inicial hay que pulsar simultáneamente las teclas Ctrl y Alt y el signo de admiración final que aparece juntamente con el uno en su teclado. En otros casos, por ejemplo para enviar mensajes textuales, si pulsa continuadamente y sin levantar el dedo la tecla del signo de interrogación o el de admiración (en algunas las tabletas o androides) aparece la opción de los signos iniciales.
Menudo jaleeeeeeo
Mejor se lo digo a alguno de mis hijos.
Gracias
Estoy de acuerdo con lo que dice de orden. Recuerdo las discusiones con mi profesor de química atómica . Cuando hablaba del principio de incertidumbre o definía lo que era un orbital. Imagínese a una cría diciendo,eso es imposible. Diga usted que a día de hoy no se sabe. Siempre acababa igual la conversación. Cuando miraba el reloj sabía lo que iba a decir: vale, pero usted ponga lo que le digo en el examen. Más tarde leí esa frase mítica de Einstein, Dios no juega a los dados. Adoro a ese hombre.
Pero,las construcciones humanas muchas veces son erróneas. Tenemos entonces que estar sujetos a ellas por miedo al desorden? Yo diría que Jesús tenía una cierta tendencia a originar desorden.
Estoy convencida de que si ahora la historia diese una persona de esas que a veces da, con una preocupación por el catolicismo, crearía un desorden total
Mi pregunta sigue siendo la misma. Sería bueno o malo para el catolicismo? Supongo que depende.
Lo que quiero decir es que a veces un desorden trae, cuando se calma, un orden mejor.
Un saludo cordial.
La razón actualiza las cosas solo para hacerlas inteligibles en orden a lo que es “real”. No basta, pues, actualizarlas ya que es preciso que “el poder de lo real” nos haga discernir lo que es verdadero de lo que NO lo es, lo que es intrínseco o extrínseco al objeto específico de la cosa.
Por eso nuestro intelecto es capaz de distinguir, en el análisis del conjunto, lo que puede mudarse y lo que no, lo que puede cambiarse sin perder la realidad esencial de la cosa. Lo que “no es esencial” es incapaz de definir la cosa u objeto puesto que el objeto sigue siendo “real” sin esas notas “no esenciales”.Yo sigo siendo la misma persona despojado de mis bienes, de mi dinero, de mis títulos, de mi fama etc. porque todo esto son “notas no esenciales” y “adventicias” y no me definen sustancialmente como persona.
La realidad esencial es inmutable y es sustantiva a la especificidad de la cosa sin la cual prrdería su sentido verdadero, y “real”,…y sería ya “otra cosa”
Despojando, por ejemplo, a la humanidad de su sustancia racional indeleble seríamos “humanoides” pero no pertenecíamos totalmente a la especie Homo Sapiens, porque la razón en activo o en potencia, es inherente a lo que es humano ya que es una cualidad intrínseca y, por lo tanto, necesaria y esencial a nuestra realidad actual.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Le prometo que esta vez he entendido lo que dice. Pero sigo sin saber si cambiamos un cristianismo por otro qué sucedería. A lo mejor salíamos ganando, vaya usted a saber.
Sé que su respuesta no es para mí, pero me da lo mismo.
Permítame que insista,me encanta esa frase.
Y otra pregunta
Las realidades que nos inventamos nosotros, también tienen una parte necesaria y actual?
Un saludo cordial
Por supuesto, podemos inventarnos cualquier tipo de “realidad” incluyendo “otro cristianismo”. La historia humana nos dice que no solo que es posible, sino que ha sucedido y está en pleno apogeo en el mundo actual.
Sin embargo cuando inventamos subjetivamente nuestra propia realidad, incluyendo nuestra propia normativa religiosa, fácilmente nos apartamos del camino común del orden. No siempre nuestra opinión subjetiva está en el camino correcto. El desorden, pues, es producto del apartarnos de la norma puesto que nuestro ser y nuestra sociedad solo pueden funcionar correctamente en el orden. Por eso nuestras constantes vitales y procesos biológicos están “ordenados” a un fin, y el Cosmos fue programado para el orden y a pesar del “caos inicial” logró engranarse y dar lugar a la vida en una serie continua de complejisimos procesos.
Nosotros sin embargo no somos la última realidad que se encuentra en una única y absoluta Verdad trascendente. Dependimos de esta Verdad única para venir a existir y dependemos de ella para mantenernos en el ser ya que no somos el Ser per se, ya que nuestra realidad es contingente y nuestra vida terrestre es breve como un “soplo”, “un viento que pasa”. Estamos solo “en vía” hacia la última y única realidad.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Si nos leemos el artículo y todos los comentarios de tirón, te das cuenta de que hay tantas opiniones diferentes como personas escriben comentarios. Algunas están en la misma línea, pero con matices distintos. Y eso que no escriben todas las personas que lo han leído.
Es lógico. Cada persona tiene sus ideas, a veces más o menos claras y la mayoría de las veces llenas de dudas
Creo sinceramente que todos tenemos derecho a decir lo que pensamos. Aunque para mí todas las opiniones no son actualmente válidas, pero claro, para otros las mías estarán fuera de lugar.
Pero aquí, de momento y si cumples un mínimo de normas, puedes decir lo que piensa. Eso es lo que me gusta de Atrio, aunque a veces coja un rebote de los gordos. Pero es mi rebote, mi problema.
Y me apetece decir que noto en Santiago como un punto menos de, a ver cómo lo digo, como que está haciendo un esfuerzo por abrir su cabeza a otras posturas. Pero es una apreciación personal.
Es que no sé qué es La Verdad. Por eso me gusta leer opiniones diferentes. Supongo que todas las opiniones contienen un trocito de acierto y otro de error. No sé.
Un saludo cordial a todos
Veo que mi “exclamación” ha surgido efecto! NO es lo mismo exclamación que sentencia!
En la exclamación no se afirma nada , es sólo una expresión libre y tengo todo el derecho de expresarme así si considero que una o dos sentencias, en este caso, nos vuelven a meter en un callejón sin salida!!!
¡¡Ahí queda eso!! Aquí deja, M. Luisa, esta terrible sentencia.
“Ya está bien de confundir a la gente!
¿Cuándo vamos a aceptar que las opiniones diferentes de los
demás, no son producto de estulticia, ni de perversidad del otro?.
¿Es tan difícil comprender que aun cuando el otro esté
equivocado, eso no presupone afán de confundir a los demás?.
(Lo que es claro es que dos opiniones distintas y opuestas
sobre un mismo tema, produce confusión. Pero es la confusión normal de la vida
cultural, que luego cada uno ilumina con su discernimiento propio).
¿Y si el que estuviera equivocado fuera uno mismo?. ¿Qué
diríamos entonces?. ¿O eso es imposible metafísicamente?.
Gracias Isidoro por tan oportuna intervención.
Aquí se está pidiendo un cambio, una reforma, formal de la Institución Eclesiástica Romana y desde tal secularización es exigible un cambio cultural y en ese contexto se ha estado planteando la demanda de una aceptación y una homologación de los valores de la sociedad secular, la llamada secularidad, o sociedad civil, en la identificación con la misma los principios cristianos programáticos de la teología (doctrina) católico-romana.
Se constatan las dificultades, porque lleva más tiempo un cambio “cultural”, que unas acciones de gobierno, por muy bien orientadas que estuviesen.
Pero en este análisis se soslayan los aspectos espirituales, la Iglesia como una realidad espiritual, y cuyo actor es el Espíritu del Resucitado. “Conviene que yo me vaya, pero no os dejaré huérfanos, porque yo rogaré a mi Padre para que os envíe otro Consolador”.
Quisiera que tuvièrais ojos para ver esa realidad espiritual, que “silenciosa” está presente en la comunidad cristiana, aunque esté huérfana de las elevadas cotas intelectuales de los “entendidos”, los Nicodemos del presente histórico.
¡¡Ahí queda eso!! Aquí deja, Santiago, estas dos sentencias
“ Sólo lo que es accidental es lo que podemos cambiar o reformar en la iglesia”
“No es posible cambiar algo que pertenece a la sustancia o esencia”
Ya está bien de confundir a la gente!
Las dos guindas que con seguridad cerrarán este hilo, aunque su problemática interna volverá a parecer y a reaparecer como así ha sucedido por experiencia aquí en Atrio porque la transversalidad temática que envuelve es imparable.
Pues es verdad que ya Cristo resucitó. Con su Resurrección, atestiguada firmemente por la Iglesia de los Once y los que les siguieron al martirio, sellando esta FE con sangre- Su triunfo trascendente es sobre “el aguijón de la muerte” que ya no existe para los que le fueron fieles durante esta vida, y de una u otra manera siguieron en pos del Cordero. Por tanto con su Resurrección Jesús permanece “vivo” en Su Iglesia aunque esta estuviere reducida a “los escombros” o vuelva “a las catacumbas”.
Por otro lado, me parece que sólo lo que es “accidental” es lo que podemos cambiar o reformar en la Iglesia. Al mismo Francisco le oído decir que con respecto a la ordenación de mujeres no puede el acceder, puesto que la Iglesia ha dicho definitivamente que no es posible. Se refiere a la declaración de Juan Pablo II sobre la “Ordenación Sacerdotal” donde ratifica que la Iglesia no posee autoridad alguna para otra clase de ordenaciones. El orden sacerdotal se relaciona íntimamente con la persona de Cristo, es inherente a lo que ES Cristo o sea “in personae Christi”. No es posible cambiar algo que pertenece a la “sustancia” o “esencia” de ningún sacramento y esta cualidad pertenece al sacramento del orden sacerdotal.
Por otro lado, existen al menos 6 ritos en nuestra Iglesia Católica, desde el Alejandrino, Bizantino, Antioqueño, hasta el Caldeo, Armenio y Latino. Existe sacerdocio casado válido en todos estos ritos, incluyendo, aunque minoritariamente, el rito Latino. El problema no es el celibato, en si, o el casarse, sino como vivir el sacerdocio imitando a Jesucristo, modelo perfecto ya que fue El el sacerdote per se, pues El mismo es el oferente y el que se ofrecía voluntariamente para librarnos del mal que causa el pecado.
La reforma de la Iglesia ha de volver a empezar por la “la persona”, en los seminarios donde se enseña filosofía y teología donde se debe discernir cuales son las personas idóneas y capaces de dar su vida entera por la causa de Cristo de la misma manera que se realiza en cualquier profesión u oficio donde se intente con honestidad realizar una carrera digna. Y donde se enseñe una teología verídica donde sus fuentes sean evangélicas en una corriente filosófica e histórica que corresponda a la unidad de la transmisión de la verdad cuya base se funde en el principio en la FE de la Iglesia primitiva.
La reforma ha de ser recta para eliminar la corrupción y la infiltración para preservar la verdadera doctrina y para eliminar el desastre del daño a la Iglesia ante los fieles y el mundo que merecen un ejemplo mejor. Eliminaría a los portadores de la mentira e hipocresía dentro y fuera de la Iglesia que han de empezar a reformarse “ellos mismos” para que el ambiente se claree especialmente a los abusadores de menores y de personas vulnerables, abusando ellos mismos gravemente del inmenso privilegio y gracia de su estado. Retornaríamos a la santidad de vida donde la caridad cristiana es lo que prevalece como se ha visto en la vida de amor ágape de los santos.
Las indulgencias forman parte de la “indulgencia” de Cristo. Por tanto son parte del sacramento del perdón. No pueden ser vendidas. Sin embargo, no son obligatorias y no es necesario acogerse a ellas. Podemos vivir sin ellas aunque no existe ninguna razón para negarlas.
El Papa ha de ser el vínculo de la unidad de la Iglesia, para TODA Ella. Por eso es Pastor Universal. Puede cambiar lo “cambiable”. Al definir o declarar en su magisterio ordinario o extraordinario, no “crea” o inventa nuevas verdades, sino que especifica, aclara, o resalta verdades PRE-EXISTENTES de acuerdo y conforme “a la Revelación” a la que “todos deben sujetarse” siguiendo la doctrina del Concilio Vaticano II (LG C 3, 25)
La Iglesia esta viva y seguirá viva para los que se decidan con su buen ejemplo de vida y obras a ayudarla durante su peregrinación por aquí.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
No sé si se da cuenta de que está haciendo una crítica a la iglesia. Habla de la pederastia, la vuelta a la fe de la iglesia primitiva,dice que las indulgencias no son necesarias, aunque matiza que no hacen daño, dice que hay que volver a ‘ la santidad de vida’ que no sé qué es pero me da la impresión de que usted no tiene muy claro que las personas de la iglesia vivan en santidad…
Personalmente sigo sin saber qué puede y qué no puede hacer un Papa, porque no sé qué es una verdad preexistente. Pero fíjese,con buena voluntad creo que se puede hacer todo. Porque si Juan Pablo II negó la posibilidad de que las mujeres pudieran ser ordenadas sacerdotisas, pues con las mismas este Papa podrá decir que sí. A no ser que eso sea una verdad preexistente.
Pero claro, preexistente a qué?
Creo que todo es cuestionable y sobre todo creo que la iglesia tiene que dar cabida a personas como usted y como yo, que pensamos cosas muy diferentes.
Un saludo cordial
carmen
‘El problema no es el celibato en sí,o el casarse’
Genial.
El inevitable derrumbamiento no arrumba la esperanza de reverdecer en el desierto el testimonio revolucionario del Maestro de Nazaret. Glosando aal teólogo Paul Tillich : “Jesus resucitará de la tumba de esta Iglesia”. Juan Luis Herrero del Pozo.
Cómo? Solo?
Ya resucitó una vez, dicen.
Cuántas veces tiene que resucitar?
La respuesta quizás está flotando en el viento? Cita del Nobel de literatura Bob Dylan. Tiene que quitar quizás.
Un saludo cordial
Pero el Nobel no pregunta,afirma.
Yo no me atrevo a afirmar. Solamente me pregunto. Las respuestas es cosa de ustedes.
El artículo de Celso Alcaina es muy completo. Abarca el universo. En la conocida dinámica eclesial, su ejecución llevaría siglos. Ni la Jerarquía ni el pueblo creyente están en grado de corregir la secular inercia. Tenemos la prueba en las consecuencias del Vaticano II. Sólo hemos percibido cambios cosméticos en liturgia y vestimenta. Ni siquiera un voluntarioso Papa, como aparenta ser Francisco, puede realizar los cambios deseables. Su Curia y sus obispos los frenarían eficazmente. En parte, lo estamos viendo. Tampoco debemos despreciar el peligro de cisma. El actual estatus quo de una Iglesia influyente mundialmente frena igualmente el avance hacia un modelo evangélico que se alejaría del poder y la riqueza.
Sin embargo, el Papa tiene prerrogtivas suficientes y manos libres para liberarse de algunas ataduras y corregir algunos evidentes defectos. Se trataría de actuaciones o ausencias personalisimas. Apenas tendría que dar explicaciones a su Curia y a sus obispos. No las ha dado, por ejemplo, para quedarse a vivir en un apartamento de Casa Santa Marta en vez de ocupar el Palacio Apostólico.
Se me ocurren algunos pasos u omisiones.
La creación de cardenales depende exclusivamente del Papa. Alcaina lo relata en su libro “ROMA VEDUTA”. Nadie influye en su decisión y ni siquiera consulta a su Curia para su elección. Bastaría que el Papa cesara en la creación de cardenales. El Colegio Cardenalicio, con nefasta historia, es también discriminatoria dentro del Episcopado y huele a nobleza.
El diseño.del colegio elector del sucesivo Papa depende del actual Papa. Nada impediría que con un Motu Proprio el Papa configurara un cuerpo elector, algo parecido a un Sínodo o integrado por los presidentes de las Conferencias Episcopales. Ese Colegio se aproximaría a algo democrático.
Las canonizaciones – la mayor parte de ellas escandalosas o innecesarias – dependen de su voluntad. Podría aplazarlas hasta que se consideraran extinguidas.
Abstenerse de impulsar las devociones ubicadas en lugares de aparriciones.
Suprimir la concesión de las tradicionales indulgencias.
Prescindir de algunos títulos papales como aquellos que incluyen el término “santo”.
Incrementar el personal de su Curia, también su Secretaría Papal, con mujeres preparadas y no sólo con una o dos monjas para servicios auxiliares.
Suprimir el celibato obligatorio sin cortapisas. La medida alcanzaría a todo el clero, incluidos obispos. Seguiríamos la senda del Anglicanismo donde el celibato ha dejado de ser un problema fundado en la repulsa de la sexualidad. Que esta decisión es personalísima del Papa lo prueba el hecho de que Pablo VI la avocó, retirándola del temario del Vaticano II.
Quedan otros muchos cambios en la línea de renovación y acercamiento al Evangelio y a los derechos humanos. Algunos de esos cambios podrían emprenderse, estudiarse y, a la larga, lograrse. Pero no hay excusa para no afrontar ya los enumerados.
¡Bien C. Pereira!
Pero. Eso lo puede hacer el Papa?
Por favor, llevo tiempo preguntando qué puede y qué no puede hacer.
Un solo si o un no,no has entendido,me basta.
Gracias.
Es que si puede y quiere, sería el principio de un cambio espectacular.
Pues como salga un líder de esos que de vez en cuando da la historia, lleno de carisma, también creo que existe peligro de cisma. No sería el primero. Hay muchísima gente con una desilusión enorme con el funcionamiento de la iglesia, pero el mensaje del evangelio sigue calando muy hondo. Me refiero a laicos, que es lo que soy.
Un comentario estupendo
Leo de Gonzalo, pero no busco comentar su comentario porque esta opinion suya parece muy generalizada y por eso me atrevo a surfear en su ola: «Francisco está haciendo mucho y con gran esfuerzo, pero se necesita mucho más; pero para eso necesita una clamorosa ayuda de las bases cristianas, que lamentablemente han sido desactivadas por siglos de tradición.»
1. Me cuesta pensar que en cualquier situación «se haga mucho y que se haga con mucho esfuerzo». Usualmente si se gobierna o lidera al estilo de Trump a base de decretos sin el apoyo de legislaturas, se consigue poco y casi no cuesta esfuerzo, y se obtiene una especie de tiranía. Francisco ha logrado algunas «leyes» porque no tiene legislature, sino solo consultores, una especie de monarquía dictatorial, pero no es tanto es esfuerzo porque a la larga le han sido protestados muchos dichos y algunos documentos. No digo que no haya hecho nada.
2. Por otro lado ¿qué clase de «eclesiología» es esta que no reconoce la vida de la mayoría de la Iglesia como «praxis» de la totalidad de ella? Y mirando al mundo a través de esa ideología eclesiológica ¿como se puede concluir que el mundo sea cada vez más Cristiano? Sobre todo si el propio Francisco no hace otra cosa que denunciar lo necesitado que está «nuestro» mundo de cambiar, de dejar de ser como es, o sea, de jesuanizarse?
3. ¿Cómo puede ser desactivada una tradición? ¿No es eso una especie de oxímoron? Si es tradición es porque permanence activa, de otro modo dejó de ser. Precisamente el abandono en latinoamérica, por ejemplo, del catolicismo para pasarse al evangelismo (no cito cifras porque son y han sido a menudo publicadas) o el progreso más bien reciente de los Testigos de Jehová o de los heréticos movimientos clericales fundamentalistas (Legionarios, Mensajeros, etc., de corte medieval como si fueran ejércitos cruzados, fuertemente mariológicos más que jesuánicos o cristocéntricos, es evidencia de que la tradición ha cambiado: Ha involucionado. Eso no es desactivar eso constituye activo regreso y, desde luego, muestra la muerte del profetismo jesuánico a manos del clericalismo. Quizás sea el precio de que éste haya negado progresivamente la historicidad del sacerdocio común profético, una desafortunada denominación del «seguimiento» al que invitaba Jesús según le atribuyen las narraciones evangélicas.
Rahner propuso el cristianismo anónimo porque debió intuir esta realidad: Se puede ser cristiano/a sin saberlo porque la persona no reconoce en la suya la praxis propuesta oficialmente desde la institución cristiana. Huelga decir que los evangélicos y protestantes, etc. confrontan el mismo problema. Por eso la masa de cristianos de a pie está empujando la tradición que cree representar en direcciones multiples y algunas de ellas involutivas, anti-proféticas, por ejemplo el evangelismo estadounidense.
Perdón, pero me acabo de acordar que una vez leí a alguien que decía que en un momento se barajaba la hipótesis de que el pecado original se transmitía por el semen. Y claro , Jesús no lo tenía, pues por motivos obvios . Pero claro, ahí estaba su madre. Pues tampoco. Dogma bastante reciente: la inmaculada concepción de María.
Es que es todo super interesante.
Roma locuta, causa finita.
No tenía ni idea de que esa frase fuese de Agustín de Hipona. Aprendo mucho leyéndoles. Este señor hay que ver la fuerza que ha tenido y me temo que sigue teniendo en la iglesia. En bonicos jaleos la ha metido. El más llamativo para mí, es el del pecado original. Hay que ver la que se lió. La de explicaciones que han dado para explicar lo que no existe. Y si a eso le sumas, Roma habla, todos a callar, pues fíjate.
Pues si, Roma sigue hablando, pero ya no se callan todos. Entre otras cosas porque ya no se sabe qué es Roma. Es el Papa? La curia, ese ente misterioso que no sé exactamente qué es?
Hace un par de días leí que un párroco de la cargó por todo lo alto por decir cosas en su sermón. El señor, desesperado decía: pero si solamente he repetido lo que dice el Papa…!
Pero claro, él no es el Papa. No tiene inmunidad diplomática.
Es cierto que la figura del Papa actual ha mejorado la imagen de la iglesia. La imagen. Pero no sé si ha cambiado algo en realidad. Tampoco sé si hay voluntad de que cambie, me refiero a los de arriba. Porque , quién voluntariamente quiere perder poder y además, un poder avalado por el mismísimo espíritu Santo? Están convencidos de que están en posesión de la verdad.
Por más que pienso ,es que no veo solución.
De arriba no va a venir. Podría venir de abajo, de las ovejas? Pues no lo sé. A lo mejor la única opción que tienen las ovejas es salir corriendo a buscar otros pastores que les conduzcan a pastos más verdes y con agua fresca para beber.
Y esto ya se sabía que iba a pasar, todos ustedes conocen la expresión invierno eclesial, que tiene algunas décadas.
No sé. No veo camino. Y es una pena.
Un saludo cordial.
Y también, el santo de Hipona la lió buena con todo lo referente a la sexualidad. Personalmente,como mujer, le estoy muy agradecida.
Me resulta sorprendente comprobar cómo cuando nos conviene aplicamos soluciones allí donde anteriormente para el mismo problema, (aunque en un orden distinto: el político) de plano las hemos rechazado.
Las revoluciones siempre arrancan de las bases mismas pero casi nunca llegan a arraigar. Me parece una broma a esas alturas invocar a los consabidos cambios estructurales que fueron precisamente santo y seña del último Concilio cuando todavía lejos se está de poder realizar semejante aspiración .
Cuando en una parroquia con gran esfuerzo se ha logrado un cierto nivel de sentido crítico, el párroco pronto desaparece, desapareciendo también con él todo el trabajo de conjunto por quien lo sustituye que restableciendo lo anterior, queda anulado. Las ovejas de nuevo en su redil.
Multiplicando este sistema a la multiplicidad de parroquias susceptibles de este mismo fenómeno entonces lo que sucede es algo muy curioso, porque si dentro quedan las satisfechas fuera quedan en diáspora las concienciadas críticamente por lo que así dispersas nunca es posible aunar fuerzas.
La ventaja ahí es formalmente espiritual.
Los jerarcas eclesiales al igual que los políticos autoritarios todo lo tienen muy bien atado.
El adagio que encabeza el artículo de Celso, siempre me pareció tremendamente injusto para cualquier humano. Y referente a las reformas del papa Francisco, me parece bien el que primero da testimonio de aquello que cree, pero que hay que avanzar más, porque la vida es corta. Creo que tendría que ir promoviendo una Iglesia sinodal desde las bases, de tal manera que todos los creyentes tengan de verdad corresponsabilidad en la misma dirección de la Iglesia. Ir desterrando con hechos el pernicioso clericalismo, para que TODO el Pueblo de Dios pueda hacerse correspònsable de la marcha de la Iglesia. De lo contrario,pasada esta ola, vendrá otro santo Papa, y con argumentos incluso espirituales, tirará por tierra todo lo que este señor ha promovido. Pasó ya con el mismo Concilio Vatiicano II, que lo interpretaron como les dio la gana, e incluso le culpparon de los desastres de la organización. Esperemos.
Estoy básicamente de acuerdo con Celso. Francisco está haciendo mucho y con gran esfuerzo, pero se necesita mucho más; pero para eso necesita una clamorosa ayuda de las bases cristianas, que lamentablemente han sido desactivadas por siglos de tradición. Es necesario que el Papa logre establecer cambios estructurales para que no se le venga abajo todo lo que ha ido logrando; y los puntos claves están en el poder y en la riqueza (que lo genera y lo mantiene). Tenemos miedo a renunciar al poder; aunque tampoco pueden realizarse los cambios sociales “de golpe y porrazo”. Quizás habría que comenzar experimentando el cambio en las iglesias locales, atribuyendo el poder a las comunidades (mayoritariamente laicos), confiándoles la designación de sus pastores y representantes (epi-scopos) en comunidades más amplias. ¿Qué podemos hacer para no quedarnos en palabras? Necesitamos iniciativas que aglutinen estas aspiraciones
“La reforma debería surgir del estudio y del sentir de la comunidad creyente. Varones y mujeres. Teólogos/as, sociólogos/as, universidades, jerarcas, instituciones cristianas, pueblo llano. No precisamente de un Concilio Ecuménico al uso.” Quizá lo más difícil sea conseguir esta premisa propuesta por Celso y, sin la cual, nada de lo demás es posible.
Una institución milenaria, instituida desde el principio en base a una jerarquización masculina, clerical y SAGRADA, además de su constitución posterior en monarquía absoluta, ya nos está indicando la casi imposibilidad de que se consiga algo parecido a un movimiento al estilo de Jesús y en sintonía con la sociedad actual. Y quizá sea esta última apreciación la que más está erosionando a la Iglesia porque ésta se constituye en un islote obsoleto e inadmisible por aquella parte de la sociedad que vive en el siglo XXI y que intenta racionalizar lo más posible un orden social más igualitario, participativo y democrático, independientemente de la doctrina o dogmas religiosos, que sería otro tema.
El problema sigue siendo este: ¿Por qué quien está adentro no quiere denunciar hasta estar afuera?
Pero, sobre todo, ¿de qué reforma se habla? Los católicos ya están reformando la Iglesia a base de abandonarla y dejar de respetarla de modo similar a como cambia el espejo cuando no produce ninguna imagen se vuelve in espejo solitario e inútil…