Mark Twain escribió una novela corta con el título que encabeza estas líneas. Contaba como un vagabundo, para vengarse del maltrato recibido, decide vengarse de la ciudad de Hadleyburg, hasta entonces orgullosa de su integridad moral. Con este fin discurre un plan tan ingenioso como eficaz.
Lo recuerdo en estos días en el que el nombre de Blesa (q.e.p.d.) vuelve a aparecer en los periódicos. No podemos suponer que su plan de las tarjetas black tuviera como objetivo corromper a todo un consejo de administración pero ciertamente ese fue el resultado. Con esto se vino a corroborar lo que Mark Twain, con su habitual trasfondo cínico, sacaba como moraleja de su historia: lo fácil que es corromper o corromperse.
Ahora que se cumplen los 500 años de la Reforma protestante, no será malo reproducir la siguiente frase de Lutero: “…si Cristo no está ahí, el mundo por desgracia y el reino del Diablo están ahí. De lo que se deduce que todos los dones que tú posees, –tanto espirituales como corporales– tales como la sabiduría, la justicia, la santidad, la elocuencia, el poder, la belleza, las riquezas son el instrumento y las armas serviles del infierno y del Diablo. A cambio de todo ello tú estás obligado a servirle, a promover su reino y acrecentarlo”.
Es decir, la corrupción está en el centro de la naturaleza humana. Con afirmaciones de este estilo Lutero muestra que no fue el precursor de la modernidad por quien algunos le tienen. La modernidad –hasta ayer– se basó en la confianza en el ser humano y sus posibilidades, dejando de considerar su capacidad de corromperse. Visto en perspectiva, no acaba uno de explicarse cómo Karl Marx, tan clarividente, no previó ni valoró suficientemente la deriva humana hacia la corrupción. Mucho más avisado era Maquiavelo cuando afirmaba: “Adviértase también la facilidad con que los hombres se corrompen”[1].
[1] “Adviértase también la facilidad con que los hombres se corrompen, y cambian de costumbres, aunque sean buenos y bien educados, trocando en malas sus buenas costumbres. Bien estudiados tales sucesos por los legisladores en las repúblicas o en los reinos, les inducirán a dictar medidas que refrenen rápidamente los apetitos humanos y quiten toda esperanza de impunidad a los que cometan faltas arrastrados por sus pasiones.”(Maquiavelo, Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, 1, XLII)
Normalmente utilizamos este término referido a cuestiones económicas pero pienso que no siempre es así. Corrupción es que alguien utilice su posición de dominio para obtener favores sexuales. Corrupción es que un gobernante, deseando llevar a su pueblo al progreso, lo lleve a la miseria y no reconozca su fracaso. Corrupción es que un político mienta sin reparo alguno o diga hoy por su interés lo contrario de lo que decía ayer. Corrupción es que alguien aproveche el anonimato de las redes sociales para insultar o amenazar…
Podríamos definir la corrupción como la utilización en beneficio propio y/o en perjuicio de los demás de un instrumento pensado para el bien común. Algo que, según la experiencia, es muy fácil que se produzca.
Se me ocurre que no hace tanto se escribían tratados de antropología, buscando explicar qué y cómo es el ser humano mientras que ahora se han sustituido por otros de sociología, que se contentan con decir cómo se puede organizar suconvivencia. Ocurre que una y otra cosa son necesarias si pensamos en la corrupción: no sólo es menester idear barreras, contrapesos entre los poderes, protocolos, medidas legales para evitar la corrupción sino realizar una permanente tarea educativa, formativa, proponer modelos ejemplares para llevar a las conciencias que la corrupción es dañina para cada uno y para el conjunto.
Yo he defendido en otra parte que el egoísmo, la explotación, la corrupción en suma, son normales y que, por el contrario, la honradez, la generosidad, el espíritu de servicio constituyen una especie de milagro. Si se quiere que ese milagro se multiplique, es necesario arbitrar medios para un trabajo colectiva en la que todos colaboren. Para educar a un niño es necesaria toda una tribu, decía un proverbio africano. Toda la sociedad, todos los movimientos e ideologías humanistas han de implicarse. Parece que partidos y sindicatos no están, por desgracia, muy capacitados para ello. En cambio –así lo pienso– las religiones tienen mucho que decir.
Dice Javier Elfo en su presentación de su libro: “Morir para renacer”, (del que se puso un hilo, el pasado 18-Nov):
Aunque debería haber realizado este comentario en el hilo del libro de Elfo, lo hago ahora porque el artículo del amigo Carlos Barberá, me lo ha recordado, pues adolece del enfoque que Elfo señala en su presentación:
Un enfoque moralista tradicional, de buenos y malos, donde la corrupción, es el nuevo nombre civil del antiguo “pecado” religioso. Un nuevo nombre más laico y por ello parece que más asumible.
No hay corrupción, lo que hay es imperfección humana, que se traduce en la generalización de delitos, faltas y descortesías, en nuestra sociedad. Y no es una cosa de ahora, ni de aquí, es una cosa de siempre y de todos los sitios.
Y lo de la educación civil en valores, y la educación moral religiosa, es algo, que siendo bueno en sí, para que sean efectivas, debemos comprender primero, la verdadera naturaleza del “alma” humana, de la psicología humana, y de sus mecanismos de funcionamiento.
Es como en una infección. Es bueno estar en cama, beber calditos, y bajar la fiebre con paños mojados, pero para curarse bien y lo más pronto posible, hay que saber que microbio nos ha atacado.
Si ya partimos de la base de que es un problema moral, mal vamos. No es un problema moral, es un problema psicológico, que deviene en un problema moral como consecuencia.
Dice el mismo Elfo, en su presentación: “La lógica binaria (del yo y los otros, de buenos frente a corruptos), no tiene en cuenta, ni la complejidad de la realidad, ni la dimensión del tiempo”.
Señala muy bien Barberá, que ahora se incide más en cómo organizarnos socialmente, (sociología y política), que en conocer el alma humana, (antropología y psicología). Y de esa manera, pienso yo, colocamos las piezas del puzzle ideal, a martillazos, entren o no entren, a base de dicterios morales.
Y este arrinconamiento de los avances de la moderna psicología, (la psicología humanista y transpersonal), es malo, porque justo, esta psicología, nos señala, que las imperfecciones humanas, son fruto de nuestra maduración incompleta y de los obstáculos que encontramos a la evolución natural de nuestra conciencia.
Y que el hombre autorrealizado, (aunque con sus naturales defectillos), es de natural “honrado, generoso, y con espíritu de servicio”, de tal forma que esa “especie de milagro”, de que habla Barberá, no se consigue a base de inculcar temores religiosos a dioses vengativos, ni con sermones desde el púlpito o el estrado político.
Solo tenemos que intentar fomentar la creatividad y un buen aprendizaje cultural en nuestros hijos, y en organizar poco a poco una sociedad sana y no tóxica, en la que la maduración general sea más propicia y universal.
Esta labor no es fácil, pero es un tema de cultura sapiencial civil, aunque las religiones, (si se adaptaran a estos modernos esquemas), podrían ayudar, yendo todos en el mismo camino.
La intervención de las Iglesias en crear una sociedad más perfecta, me recuerda, que no solo es cosa de empujar: es como subir un sofá por una escalera, que hay que empujar todos hacia el mismo lado, y en la buena dirección.
Decía el twitero Cri-cri: “¡Hay que levantar España. Pero a ver si la estamos levantando por el lado que no es!”.
La ética en la democracia, en su version representativa moderna, emergió de la ética de la monarquía y del imperio. En España también. En todo caso, la religion se vinculó al imperio romano en el siglo Iv y desde entonces no ha dejado de influir en el desarrollo de la ética de Occidente. ¿Cómo puede ser el estado de la moral y la ética contemporánea, en el mundo cristiano otra cosa que el product del fracas de la religion?
Un ejemplo entre cientos o quizás miles es la bendición eclesiástica católica de la apropiación del Congo por el rey de Bélgica que incluía la propiedad sobre los seres humanos que habitaban la region y de los nómadas cada vez que entrasen y saliesen de ella.
Otro es el sabotaje de la causa de beatificación de Romero por parte del grupo de cardenales de la Comisión para Latinoamérica bajo Juan Pablo II, estrictamente por razones políticas.
Uno más reciente es el del caso Karadima y sus ramificaciones o el del cardinal Pell, australiano, promovido a in dicasterio de finanzas aunque estaba acusado de pederastia y de ampararla.
Pero nada de esto disminuye que los laicos o seglares con responsabilidades políticas o de liderazgo comunitario conozcan (o puedan conocerla si lo desean) la doctrina social de la Iglesia y aún así solo aumente la desigualdad económica en los paises cristianos y, desde luego, la injusticia social concomitante.
En su Crítica al programa de Ghota, publicado después de su muerte, Marx decía.
En una fase superior de la sociedad comunista, cuando la esclavizadora subordinación del individuo a la división del trabajoy con ello a la antítesis entre trabajo mental y físico haya desaparecido; cuando el trabajo se haya convertido no sólo en medio de vida, sino en la primera necesidad vital; cuando a la par con el desarrollo global del individuo hayan aumentado las fuerzas productivas y los manantiales de la riqueza colectiva fluyan más abundantemente, sólo entonces podrá rebasarse en su totalidad el estrecho horizonte del derecho burgués y podrá la sociedad inscribir en su estandarte: «¡De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades!».
Es decir, cuando e ltrabajp sea “la primera necesidad vital”, lo ue llena la vida, todo se compartirá sin objeciones y sin que nadie quiera corromperse. Una utopía que no se ha cumplido
La tesis se sostiene en que existen corruptores,porque está en la naturaleza humana dejarse corromper.
Pero también existen corruptores, que además son ladrones de la inocencia. Son los peores.Y si nacemos inocentes el mal tenemos que encontrarlo como algo sobrevenido que descarría el sentido de nuestra existencia, el buen fin o el propósito.
Se hace imprescindible una educación en valores, previa a la formación de la sociedad civil, la cual consiste en el ejercicio de una ética, que tiene unos fines; el bien y la felicidad, y unos principios o fundamentos; nuestra naturaleza social.
No es la religión lo que ha fallado ( me refiero a España, como el autor, con el ejemplo de Blesa) que es de derecho privado porque comporta una ética de salvación, sino la ética pública emanante de la legalidad constitucional en que se estructuró nuestra democracia.
1. 1. «Yo he defendido en otra parte que el egoísmo, la explotación, la corrupción, en suma, son normales y que, por el contrario, la honradez, la generosidad, el espíritu de servicio constituyen una especie de milagro.»
¿Cómo es posible afirmar que el error no sea normal si la existencia es aprendizaje?
¿Cómo es posible afirmar que las virtudes son un milagro y ser religioso, sobre todo católico o cristiano? Si existe un dios creador, al cual no puedo seriamente afirmar, primero fue la inocencia y después fue el pecado. De lo contrario, esa divinidad hubiese creado el pecado mismo al crear sus creaturas…
2. 2. «Toda la sociedad, todos los movimientos e ideologías humanistas han de implicarse. Parece que partidos y sindicatos no están, por desgracia, muy capacitados para ello. En cambio –así lo pienso– las religiones tienen mucho que decir.»
¿Acaso no son las personas religiosas las que pueden decir y dicen? ¿Qué son los partidos, los sindicatos, las religiones en abstracto? Tras de los escándalos de pederastia religiosos o los políticos, o la historia de aberraciones ideológicas, ¿cómo puede tener crédito suficiente algún grupo religioso como para que se le atribuya ser una fuente válida de reglas éticas o morales?
Dicho sea de paso, Karl Marx lo único que hizo fue escribir contra la corrupción de su época y proponer no solo un método de diagnóstico y valoración sino posibles soluciones. ¿Cómo se puede afirmar lo contrario si se ha leído su obra? Y si no se ha leído ¿cómo se puede afirmar algo acerca de ella?
Sería así, si, por ejemplo, fueran las religiones las que tuvieran el monopolio de la ética. Pero he aquí, que existen religiones que son indiferentes a la moral de los individuos.
La ética, es por tanto, anterior a la religión y puede cabalgar sobre los lomos de caballos distintos, porque forma parte del jinete y no de su montura.
Pero, claro, podemos preguntarnos sobre la condición humana y para ello las religiones intervienen dando respuestas distintas. También las cristianas ( y las otras dos religiones proféticas)
¿Qué novedad nos ofrece el cristianismo? Indudablemente que su novedad es “Cristo”, Jesús hombre resucitado, algo que no ofrece ni el Islam, aunque se considere una “religión definitiva”. ¿Y qué dijo Jesús, el Cristo de Dios? Pues, poco más o menos, lo mismo que se le atribuye a Martín Lutero en este mismo artículo: “que nosotros somos malos”,”que estamos necesitados de aceptar la tierna llamada de un Dios y Padre misericordioso” Que el fundamento o base de la “revelación” no está en nuestra bondad humana que se perfecciona, sino en un Dios que nos muestra su amor de Padre.
¿Podemos seguir hablando de ética?