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¿Desglobalización?

Por Boaventura de Sousa Santos

  • Artículo publicado en Público el 10 de noviembre de 2017  
  • Nos sugiere este texto Rodrigo Olvera, por su interés general y concreto a muchas de nuestras situaciones.
  •  ATRIO lo publica, agradeciendo la sugerencia y resaltando algún párrafo

En círculos académicos y en artículos de opinión en los grandes medios de comunicación se ha mencionado con frecuencia que estamos entrando en un período de reversión de los procesos de globalización que han dominado la economía, la política, la cultura y las relaciones internacionales en los últimos cincuenta años. Se entiende por globalización la intensificación de las interacciones transnacionales más allá de lo que siempre fueron las relaciones entre Estados nacionales, las relaciones internacionales, o las relaciones en el interior de los imperios, tanto antiguos como modernos. Son interacciones que no están, en general, protagonizadas por los Estados, sino por agentes económicos y sociales en los ámbitos más diversos. Cuando están protagonizadas por los Estados, pretenden cercenar la soberanía del Estado en la regulación social, sean los tratados de libre comercio, la integración regional, de la que la Unión Europea es un buen ejemplo, o la creación de agencias financieras multilaterales, como el Banco Mundial y el FMI.

Escribiendo hace más de veinte años[1], dediqué al tema muchas páginas y llamé la atención sobre la complejidad e incluso el carácter contradictorio de la realidad que se aglomeraba bajo el término “globalización”. En primer lugar, mucho de lo que se consideraba global había sido originalmente local o nacional, desde la hamburguesa tipo McDonald’s, que había nacido en una pequeña localidad del oeste de Estados Unidos, al estrellato cinematográfico, activamente producido al principio por Hollywood para rivalizar con las concepciones del cine francés e italiano que antes dominaban, o incluso la democracia como régimen político globalmente legítimo, ya que el tipo de democracia globalizada fue la democracia liberal de matriz europea y norteamericana en su versión neoliberal, más norteamericana que europea.

En segundo lugar, la globalización, al contrario de lo que el nombre sugería, no eliminaba las desigualdades sociales y las jerarquías entre los diferentes países o regiones del mundo. Por el contrario, tendía a fortalecerlas.

En tercer lugar, la globalización producía víctimas (normalmente ausentes en los discursos de los promotores de la globalización) que tendrían ahora menor protección del Estado, ya fueran trabajadores industriales, campesinos, culturas nacionales o locales, etc.

En cuarto lugar, a causa de la dinámica de la globalización, las víctimas quedaban más sujetas a sus localidades y en la mayoría de casos solo salían de ellas forzadas (refugiados, desplazados internos y transfronterizos) o falsamente por voluntad propia (emigrantes). Llamé a estos procesos contradictorios globalismos localizados y localismos globalizados.

En quinto lugar, la resistencia de las víctimas se beneficiaba a veces de las nuevas condiciones tecnológicas ofrecidas por la globalización hegemónica (transportes más baratos, facilidades de circulación, internet, repertorios de narrativas potencialmente emancipadoras, como, por ejemplo, los derechos humanos) y se organizaba en movimientos y organizaciones sociales transnacionales. Llamé a estos procesos globalización contrahegemónica y en ella distinguí el cosmopolitismo subalterno y el patrimonio común de la humanidad o ius humanitatis. La manifestación más visible de este tipo de globalización fue el Foro Social Mundial, que se reunió por primera vez en 2001 en Porto Alegre (Brasil) y del que fui un participante muy activo desde el inicio.

¿Qué hay de nuevo y por qué se diagnostica como desglobalización? Las manifestaciones referidas son dinámicas nacionales y subnacionales. En cuanto a las primeras, se subraya el Brexit, por el que el Reino Unido (¿?) decidió abandonar la UE, y las políticas proteccionistas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, así como su defensa del principio de soberanía, oponiéndose a los tratados internacionales (sobre el libre comercio o el cambio climático), mandando erigir muros para proteger las fronteras, involucrándose en guerras comerciales, entre otras, con Canadá, China y México.

En lo que se refiere a las dinámicas subnacionales, estamos, en general, ante el cuestionamiento de las fronteras nacionales que resultaron en tiempos y circunstancias históricas muy distintas: las guerras europeas, desde la Guerra de los Treinta Años y el consecuente Tratado de Westfalia (1648) hasta las del siglo XX que, debido al colonialismo, se transformaron en mundiales (1914-18 y 1939-45); el primer (¿quizá segundo?) reparto de África en la Conferencia de Berlín (1884-85); las guerras de fronteras en los nuevos Estados independientes de América Latina a partir de principios del siglo XIX. Se asiste a la emergencia o reactivación de la afirmación de identidades nacionales o religiosas en lucha por la secesión o el autogobierno en el interior de Estados, de hecho, plurinacionales. Entre muchos ejemplos: las luchas de Cachemira, de Irlanda del Norte, de varias nacionalidades en el interior del Estado español, de Senegal, de Nigeria, de Somalia, de Eritrea, Etiopía y de los movimientos indígenas de América Latina. Está también el caso trágico del Estado ocupado de Palestina. Algunos de estos procesos parecen (¿provisionalmente?) terminados, por ejemplo, la fragmentación de los Balcanes o la división de Sudán. Otros se mantienen latentes o fuera de los medios de comunicación (Quebec, Escocia, Cachemira) y otros han explotado de forma dramática en las últimas semanas, sobre todo los referéndums en Cataluña, el Kurdistán iraquí y Camerún.

Bajo mi criterio, estos fenómenos, lejos de configurar procesos de desglobalización, constituyen manifestaciones, como siempre contradictorias, de una nueva fase de la globalización más dramática, más excluyente y más peligrosa para la convivencia democrática, si es que no implican su fin. Algunos de ellos, contrariamente a las apariencias, son afirmaciones de la lógica hegemónica de la nueva fase, mientras otros constituyen una intensificación de la resistencia a esa lógica. Antes de referirme a unos y otros, es importante contextualizarlos a la luz de las características subyacentes a la nueva fase de globalización. Si analizamos los datos de la globalización de la economía, concluiremos que la liberalización y la privatización de la economía continúan intensificándose con la orgía de tratados de libre comercio actualmente en curso. La Unión Europea acaba de acordar con Canadá un vasto tratado de libre comercio, el cual, entre otras cosas, expondrá la alimentación de los europeos a productos tóxicos prohibidos en Europa pero permitidos en Canadá, un tratado cuyo principal objetivo es presionar a Estados Unidos para que forme parte. Fue ya aprobada la Alianza Transpacífica, liderada por Estados Unidos, para enfrentar a su principal rival: China. Y toda una nueva generación de tratados de libre comercio está en curso, negociados fuera de la Organización Mundial del Comercio, sobre la liberalización y la privatización de servicios que en muchos países hoy son públicos, como la salud y la educación. Si analizamos el sistema financiero, verificaremos que estamos ante el sector más globalizado del capital y más inmune a las regulaciones nacionales.[2]

Los datos que son de conocimiento público son alarmantes: 28 empresas del sector financiero controlan 50 trillones de dólares, esto es, tres cuartas partes de la riqueza mundial contabilizada (el PIB mundial es de 80 trillones y además habrá otros 20 trillones en paraísos fiscales). La gran mayoría de esas instituciones está registrada en América del Norte y en Europa. Su poder tiene también otra fuente: la rentabilidad de la inversión productiva (industrial) a nivel mundial es, como máximo, del 2,5 %, en tanto que la de la inversión financiera puede llegar al 7 %. Se trata de un sistema para el cual la soberanía de 200 potenciales reguladores nacionales es irrelevante.

Ante esto, no me parece que estemos en un momento de desglobalización. Estamos más bien delante de nuevas manifestaciones de la globalización, algunas de ellas muy peligrosas y patológicas. La apelación al principio de soberanía por parte del presidente de Estados Unidos es solo la huella de las desigualdades entre países que la globalización neoliberal ha venido a acentuar. Al mismo tiempo que defiende el principio de soberanía, Trump se reserva el derecho de invadir Irán y Corea del Norte. Tras haber destruido la relativa coherencia de la economía mexicana con el NAFTA y provocado la emigración, Estados Unidos manda construir un muro para frenarla y pide a los mexicanos que paguen su construcción. Ello, además de ordenar deportaciones en masa. En ninguno de estos casos es pensable una política igual, pero de sentido inverso. El principio de la soberanía dominante surgió antes en la Unión Europea con el modo como Alemania puso sus intereses soberanos (esto es, del Deutsche Bank) por encima de los intereses de los países del sur de Europa y de la UE. La soberanía dominante, combinada con la autorregulación global del capital financiero, da lugar a fenómenos tan diversos como el subfinanciamiento de los sistemas públicos de salud y educación, la precarización de las relaciones labores, la llamada crisis de los refugiados, los Estados fallidos, el descontrol del calentamiento global, los nacionalismos conservadores. Las resistencias tienen señales políticas diferentes, pero a veces asumen formas semejantes, lo que está en el origen de la llamada crisis de la distinción entre izquierda y derecha. De hecho, esta crisis es el resultado de que alguna izquierda haya aceptado la ortodoxia neoliberal dominada por el capital financiero y hasta se haya autoflagelado con la idea de que la defensa de los servicios públicos era populismo. El populismo es una política de derecha, particularmente cuando la derecha puede atribuirla con éxito a la izquierda. Residen aquí muchos de los problemas que enfrentan los Estados nacionales. Incapaces de garantizar la protección y el mínimo bienestar de los ciudadanos, responden con represión a la legítima resistencia de los ciudadanos.

Ocurre que la mayoría de esos Estados son, de hecho, plurinacionales. Incluyen pueblos de diferentes nacionalidades etnoculturales y lingüísticas. Fueron declarados nacionales por la imposición de una nacionalidad sobre las otras, a veces de modo muy violento. Las primeras víctimas de ese nacionalismo interno arrogante, que casi siempre se tradujo en colonialismo interno, fueron el pueblo andaluz después de la llamada Reconquista de Al-Ándalus, los pueblos indígenas de las Américas y los pueblos africanos después del reparto de África. Fueron también ellos los primeros en resistir. Hoy, la resistencia junta a las raíces históricas el aumento de la represión y la corrupción endémica de los Estados dominados por fuerzas conservadoras al servicio del neoliberalismo global. A ello se añade el hecho de que la paranoia de la vigilancia y la seguridad interna ha contribuido, bajo pretexto de la lucha contra el terrorismo, al debilitamiento de la globalización contrahegemónica de los movimientos sociales, dificultando sus movimientos transfronterizos. Por todo esto, la globalización hegemónica se profundiza usando, entre muchas otras máscaras, la de la soberanía dominante, que académicos desprevenidos y medios de comunicación cómplices toman por desglobalización.

Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez


NOTAS
[1] Toward a New Common Sense, Nueva York: Routledge, 1995, con traducción española: Sociología jurídica crítica. Para un nuevo sentido común en el derecho, Madrid, Trotta, 2009, págs. 290-453.
[2] Puede consultarse uno de los textos más recientes y más incisivos sobre el capital de autoría del economista brasileño Ladislau Dowbor, antiguo colega en la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra: La era del capital improductivo. La nueva arquitectura del poder: dominación financiera, secuestro de la democracia y destrucción del planeta, São Paulo: Outras Palavras & Autonomia Literária, 2017.

11 comentarios

  • George R Porta

    Si China tuvo que recurrir a esto para desarrollarse exitosamente pues es solo lo que han hecho otros y por lo tanto no es inmoral aunque sea horrible y escandaloso y anti jesuánico.

    http://blogs.elpais.com/conquista-china/2012/01/prohibido-criticar-a-china.html

  • George R Porta

    Una de las bases de la doctrina Bush-Cheney que justificó la exportación de empleos de los EE UU al extranjero, fue la idea de un capitalismo bueno. Lo que nunca llegaron a a dmitir es que una tal afirmación sea in oxymoron, algo así como creer que haya un Mefistófeles Bueno que se quedó en el tintero de Goethe.

    Una cuestión similar es esta de las prebendas que las empresas Trump han adquirido del gobierno de China, o el contubernio de Facebook para censurar los contenidos en China y otros países cuando se oponen a las políticas oficiales, a cambio de reducción de las trabas para penetrar el mercado de la publicidad, el Nuevo objetivo de expansion del imperio de Zuckerberg.

    La única cosa buena que le veo a la expansion y el agrandamiento chino es que tal vez la riqueza llegue adonde no llegó en el comunismo maoista, a la gente. Pero esa no suele ser la tendencia del capitalismo. No lo veré porque espero morir antes, pero los capitalismos como el cancer han demostrado una capacidad de mimetismo muy superior a cualquier otra neoplasia histórica. Por otra parte, como la mía, la muerte es universalmente inevitable.

    La fuga o migración de los nativos que la expansion China está parcialmente causando en Africa es idéntico al que América Latina está sufriendo como consecuencia de la expansión estadounidense y la que Rusia en su momento causó en Europa del Este con la sovietización de los estados ocupados en la Segunda Guerra Mundial. Sigue siendo intrigante que a la costa oeste de los USA sigan llegando tantos emigrantes chinos que no deseen participar de la bonanza en su país. ¿O quizás son solo una avanzada de penetración commercial? En estos momentos hay in boom de inversions en bienes raíces caros por ciudadanos chinos que vienen a seconder en forma de tierra y concreto los millones que hacen en China. Los paraísos fiscales experimentan algo por el estilo. ¿Para qué quieren sacar de China la riqueza que el país necesita? ¿Para qué desean endeudar a los países en vías de desarrollo de Africa? Todo eso no es in invento de China, ya los EE UU lo hicieron antes: La infamante Alianza para el Progreso, el Plan Marshall, la reconstrucción de Filipinas y Japón, el robo de tierras en Cuba, el secuestro del Itsmo de Panamá, etc.

    Claro, quienes confían en el chino saben major y más y tienen derecho a pensar diferente y eso yo También lo respeto. Como opinar sobre Castro, tienen más derecho a opinar bien y major sobre lo que allí aconteción que los que lo vivimos… No hay nada major que la tele-experiencia.

  • George R Porta

    La subjetividad en el pensar y, consecuentemente, al expresar la opinion pertinente es posible. Es mucho más necesaria, éticamente obligado pensar críticamente y no fiarse de las predilecciones personales. Por eso no basta con respetar las opinions opuestas, se precise confirmarlas y apoyarles si son suficientemente ciertas.

     

  • oscar varela

    El emperador geoeconómico Xi Jinping tiene 15 años de adelanto
    por Alfredo Jalife-Rahme (México)
     

    El emperador geoeconómico Xi Jinping tiene 15 años de adelanto

  • oscar varela

    – “Claridad, claridad, demandan ante todo los tiempos que vienen! El viejo cariz de la existencia va siendo arrumbado vertiginosamente, y adopta el presente nueva faz y entrañas nuevas. Hay en el aire occidental disueltas emociones de viaje:

    – la alegría del partir,

    – el temblor de la peripecia,

    – la ilusión de llegar y

    – el miedo a perderse.“-

    (PROPÓSITOS – Al primer número de la Revista de Occidente – Julio, 1923. Publicado sin firma)

  • Honorio Cadarso

    Yo tengo muy claro que la gobernanza de China está a años luz del sistema neoliberal que rige en Occidente. Me basta saber que China cuenta con 40 millones de jóvenes en las universidades, una cifra enormemente superiorr a la de los países de Occidente, o que China viene creciendo a ritmos superiores al 10% anual, y con un nivel de empleo alrededor del 100/100. O que China esta contribuyendo al crecimiento de Africa en infraestructuras y en desarrollo económico en pocos años lo que no contribuyeron ni contribuyen los países occidentales, que se limitan a explotar las riquezas de ese continente y dominarlo mediante los dictadores nativos que protegen.

    O sea que de contubernio entre China y Trump nada de nada, son dos universos contrapuestos que deberían comunicarse mejor para beneficio de todos.

    Por supuesto que ni China ni Occidente son perfectos pero el sistema chino de muestra mayor dinamismo, mayor respeto al medio ambiente, y mayor respeto a la autonomía de todos los países de la tierra.

    Y es un exponente de la aportación que el Comunismo ha hecho al desarrollo y a la mejora de la convivencia entre todos los hombres.

    No sé, no se puede asegurar que la continuidad de la presencia de Cuba y los países no alineados habría conducido igualmente a la globalización desastrosa que padecemos todos, menos China, que vive en otro universo y con otro sistema, lejos del FMI y del Banco Mundial…Lo cierto es que Nelson Mandela y los líderes africanos de su época ha demostrado siempre su gratitud hacia Cuba y los Países no alineados, y que la aportación de los mismos ha sido anulada por la aplicación de las recets del FMI y las tropas asalariadas de Occidente que han malogrado aquellos comienzos.

    En cuanto a Cataluña, no entiendo que se califique de crimen contra ella al desastre que supone la fuga de empresas que ha padecido, cuando al mismo se reconoce que ese hecho ha podido ser culpa de los mismos independentistas catalanes. Un patriotismo exacerbado y aldeano, tanto por parte de la extrema derecha española y del gran capital como de sus equivalentes catalanes, está en el origen de todos los males que han ocurrido ya y podrían seguir ocurriendo en el futuro. Necesitaríamos aquí muchas Ada Colau y Manuela Carmena para encontrar una solución razonable.

    Pero admito que hay otras opiniones en todo esto, las respeto.

  • George R Porta

    El autor escribe: «Estados Unidos manda construir un muro para frenarla».

    Permítaseme discrepar: El propósito del muro más que frenar la inmigración es aumentar la presión interna de México y poder renegociar con más ventaja para los EE. UU., las relaciones comerciales. Nafta no fue un tratado ventajoso para nadie. Los mexicanos no ganan los salaries que hubiesen ganado los obreros estadounidenses y las empresas estadounidenses se llevan los dividendos que solo comparten en alguna medida, cuando tal sea el caso, con la oligarquía Mexicana o de otros países.

    La emigración es la válvula de escape de la presión interna y el muro ocluirá el agujero de escape de ese vapor.

    Trump es incapaz de pensar siquiera en el bien de su país. Le mueve estrictamente la mentalidad explotadora del dueño de la fábrica cuya sola preocupación es el dividend que quede al mínimo de costes. Eso no es Nuevo. Es triste, en cambio, que pese a toda la propaganda, los jefes de estado (no solo los vecinos, porque Rajoy hizo una visita de un día a la Casa Blanca antes de reprimir a los catalanes) en representación de sus propias oligarquías estén dispuestos a servirse de Trump y Trump a servirse de ellos. De este matrimonio incestuoso solo pueden salir perjudicados los hijos, los pueblos.

  • George R Porta

     
    La globalización parece otra forma más de imperialismo, de expansión que hunde sus raíces en la noción de linaje, auto magnificación o sentido progresivo y exclusivo de superioridad y por lo tanto se relaciona retroactivamente con las nociones y fenómenos básicos de la familia, la propiedad privada y las organizaciones sociales primitivas.
     
    Ese es un desarrollo que alcanzó un grado de complejidad y corrupción irreversible cuando al final del feudalismo europeo y con la bendición de la Iglesia Católica emergió la monarquía hacia el absolutismo y con ello la banca y la usura fue despenalizada.
     
    El profundo y complejo estado de corrupción o descomposición de la familia misma (É. Roudinesco) puede iluminar como una muestra a escala reducida la corrupción a escala mundial como problema de inversión de valores éticos.
     
    En múltiples ocasiones y sin resultados —no lo reprocho a nadie— he sugerido revisar la información longitudinal de la http://www.worldvaluessurveys.org que hace casi 30 años (si no yerro al estimarlo) está acopiando y analizando acerca de la migración de los valores morales/éticos y de la variación de la noción de «felicidad». Quien lo haga podrá encontrar evidencia de como perdura y se ha adaptado en su progresiva preponderancia el factor financiero sobre todo a partir de la aparición del colonialismo y del sentimiento de que el derecho a expoliar, a oprimir es de origen divino o es fruto de un ordenamiento natural. El darwinismo con su propia historia es otro de los cánceres que hunde sus raíces en esas mismas fuentes.
     
    La globalización liderada por los EE. UU., posiblemente solo constituya una metástasis del mimetismo de las colonias con respecto a las metrópolis. La República Popular de China, las monarquías árabes pueden ser explicadas como excrecencias del mismo fenómeno cancerígeno. Factores en común como el menosprecio y la violencia dirigidos contra la mujer y los menores en un contexto tan patriarcal en su naturaleza y su desarrollo son obvios.

  • George R Porta

    Parece que viene recobrando significación la saga de Mann, «Die Buddenbrook» como una profecía ignorada, no nueva porque desde el surgimiento de la monarquía y la extinción del feudalismo (donde lo hubo), juntamente con la aparición de la banca, la globalización se hizo imperativa. Los imperios no fueron otra cosa que expansionismo o globalización y, ésta, es solo una nueva forma imperialista de opresión expansiva económica y política, de la cual la República Popular China no está exenta.
     

    De ahí el crimen cometido contra el nacionalismo catalán con o sin culpa de los catalanes en la huida de las empresas que se trasladaron a Madrid y de ahí el contubernio de Trump con Putin y con el gobierno de Xi Jing.

    Juzgar la Revolución de Octubre como un solo fenómeno definido y no un proceso que pronto dejó de ser lo que era para sufrir estancamientos caprichosos a manos de sus líderes por lo menos a mí me resulta imposible. Es cuestionable si la III Internacional, la Unión de los Pueblos No Alineados, la exportación castrista a tantos países del hemisferio y de África, no habrían acabado por ser parte de la globalización.

    Realmente no sé cómo se puede hablar de «desglobalización» cuando lo que está ocurriendo con la participación consciente o no de las Iglesias es el derrumbe de las fronteras (en nombre del amor y de la única identidad de factura económica llamada pobreza (o riqueza) que solo son vistas como fenómenos perniciosos y desde luego en parte lo son porque separan o dividen, pero que también conservan la identidad de los pueblos, como si, análogamente, tener personalidades diferentes impidiera el amor y el servicio entre las personas. Remarco que análogamente.

     

  • Honorio Cadarso

    De acuerdo, Boaventura de Sousa y Rodrigo Olvera. De todos modos, De Sousa no pone demasiada atención sobre la evolución “por libre” de China, ese proceso en el que liberalismo económico y economía dirigida por el Estado van de la mano en un matrimonio que para nuestra idea de globalización inpuesta por USA y sus satélites nos impone…Que alguien me diga, por favor, qué se puede esperar de la experiencia china y si convendría apoyarla. No me dejen con la miel en los labios…

    Estamos en ele centenario de la Revolución rusa, y los medios controlados por el neoliberalismo vuelven a bombardearnos con aquello de “el final de la historia”. Alguien, no diré su nombre, solo que firma como Serralaitz, ha publicado en “Fundación emprendedores” un balance de la cosecha del comunismo que surgió en 1917 en Rusia con acento positivo, “dentro de lo que cabe”. Aquel movimiento de los Países no alineados, capitaneado por Indonesia, Nehru, Tito de Yugoslavia, Fidel…la Sudáfrica que dió a luz Nelson Mandela con la ayuda de Fidel Castro y Desmond Tutu, y la oposición rabiosa de USA y otros neoliberales; la experiencia china actual, que tras dejar atrás las teorías de Mao se ha lanzado por esa vía de mezcla de liberalismo y economía dirigida por el Poder político…

    No sé, pero tengo la impresión de que una globalización de signo humanitario, con los derechos humanos como bandera, está poniendo al día la Comuna de París, el Capital de Marx, el Evangelio de Jesús. Curioso ese texto de Atrio donde se identifica al Evangelio con el credo de la izquierda…

    O sea que hay signos positivos, esperanza contra toda esperanza, utopía que se empeña en sobrevivir. Resucita Salvador Allende, de alguna manera Al Andalus se empeña en recuperar o al menos compartir la mezquita de Córdoba, Sancho Panza y Ricote el morisco celebran su reencuentro dopándose con una bota de vino peleón.

    Tengo un poema compartido con Gabriel Aresti, un poeta marxista por libre y redentor de la lengua vasca en los años de 1970, en el que Cristo y Lenin discuten acompañados por Mao, Mandela, la Pasionaria, El Che, Gandhi y algún desarrapado más sobre el porvenir de la humanidad, todos a calzón quitado. Quizá algún día os lo ponga en circulación, amigos Atrieros. A falta de otra cosa, en respuesta a los reproches amargos de sus acompañantes, Jesús les dice todos que no desesperen, que la esperanza es lo último que se pierde.

    Y ustedes, ¿cómo lo ven?¿Cómo lo ves, Rodrigo Olvera, desde el lado sur del muro