Es conocida la expresión del gran místico alemán Eckhart “Dios, es decir, la naturaleza” (Deus sive natura); pues bien, me pregunto si podríamos decir “Dios, es decir, la Conciencia”. Veamos cómo.
Reconocemos que Dios es “indecible”, pero la Humanidad le ha atribuido muchos nombres, y la misma Biblia ha empleado varios. Algunos, invocando a Wittgenstein, dicen que entonces sería mejor no decir nada sobre él; pero no hablar de una persona lleva al olvido y a prescindir de ella. Además, el joven enamorado escribe el nombre de la amada en todos los árboles del barrio, y el poeta, que no acaba de acertar con la palabra, no renuncia a reelaborar el poema.
Los nombres que hemos ido atribuyendo a Dios resaltan la característica que en ese momento nos afecta más.
Jesús concentró su experiencia de Dios con el término “Padre”, especialmente en el padrenuestro y en la parábola del hijo pródigo. Ciertamente la imagen de Dios como Padre es la más entrañable y significativa para un cristiano, pero hoy, por los sentimientos que expresa, muchos la corrigen y la traducen como padre-madre.
Otro término empleado por Jesús para referirse a Dios fue el de “Espíritu”; el que él recibió y el que comunicó a sus discípulos. Creo que presentar a Dios como Espíritu es más apropiado con nuestra cultura actual, porque la imagen de Dios como Padre nos sugiere una dualidad, incluso una distancia:”que estás en los cielos”.
La imagen de Dios como Espíritu me parece preferible porque no implica dos individualidades –Dios y nosotros– sino una energía que nos constituye a todos los hombres (y a la naturaleza de Eckhart).
Nosotros no somos algo separable de Dios, porque él constituye el fundamento de nuestro ser. Sin él no existiríamos. Pensamos en Dios y el mundo como dos seres, pero no se trata de dos seres en sentido unívoco, sino de dos entidades en sentido muy, muy, muy distinto; (sentido análogo según santo Tomás de Aquino). Dios no es una entidad individual, es una entidad personal, pero no individual o separada de todo lo demás. El lenguaje conceptual sobre Dios nunca es adecuado, porque no es unívoco. Al afirmar algo sobre Dios, tenemos siempre que añadir “pero no es así”.
El lenguaje sobre Dios tiene que contentarse con ser simbólico. ¿Podríamos decir, en términos de la física cuántica, que Dios sería como la onda y nosotros como el corpúsculo? La experiencia de los místicos, sufí, cristianos, y universal, tiende a la identificación del hombre con Dios, “la ola es el mar” (Willigis Jäger). Nuestros místicos, ¡en tiempos de Inquisición!, hablaron de “matrimonio espiritual”, pero según la misma Escritura “serán dos en una sola carne”.
La conciencia como experiencia de Dios
Se atribuye al reconocido teólogo jesuita Karl Rahner la predicción de que “el cristiano del siglo XXI sería místico o no sería”, que la fe sería experiencia de Dios o se perdería. Yo, cristiano del siglo XXI, no me atrevo a decir que haya tenido alguna experiencia de Dios; sin embargo, creo que puedo afirmar -y todos, más o menos, podemos afirmar- que hemos tenido alguna experiencia de algo trascendente.
Experimento como injusticia el que muchos sufren hambre, enfermedades, humillaciones, muerte, o torturas, por la ambición y la soberbia de unos pocos; y he sentido un deber, superior a mis intereses personales (¿imperativo categórico?), de hacer algo por restablecer la justicia y la dignidad de esas personas. Todas las religiones, igual que los que se declaran ateos, sintetizan su experiencia ética en la “Regla de oro”: “trata a los demás como deseas que te traten a ti”.
La conciencia ética es la experiencia más común de un contacto con lo trascendente, una manifestación de la presencia de Dios Espíritu en todos nosotros. Esta idea quizás nos choque porque cambia el esquema radical en blanco y negro que tenemos sobre estar en gracia o en pecado mortal. Sin embargo, este esquema de presencia de Dios más o menos intensa, más o menos manifiesta, parece más acorde con la alabanza de Jesús a aquel letrado, “no estás lejos del “Reino de Dios” (Mc 12,34); y más acorde con el ambiguo diálogo sobre el camello y el ojo de la aguja y sobre quiénes se salvan (Mc 10,23-27); y claramente más acorde con la parábola del juicio final: “porque tuve hambre y me disteis de comer” (Mt 25,31-46).
La conciencia es una señal de la presencia de Dios Espíritu. Según Lucas, los primeros diáconos fueron elegidos entre “hombres llenos de Espíritu y de sabiduría” (Hch 6,3); la sabiduría era la señal específica en que se manifestaba el Espíritu. Igualmente, en nosotros, la conciencia de la justicia o injusticia es la señal en que se manifiesta la presencia del Espíritu. Dios, el Espíritu, está presente en mí y se manifiesta como conciencia.
Esta conciencia es algo que está en mí, en ti, y en todos; en Caín y en Teresa de Calcuta; en Confucio y en la Revolución francesa; algo que nos penetra y que nos desborda; algo individual pero común a todos, y cuya superioridad respetuosamente nos obliga.
La experiencia ética es la única experiencia de Dios que yo puedo alegar. Sé que esta experiencia ha sido posible porque en determinados momentos se han activado ciertos circuitos neuronales; sin esta activación no habría sentido ni la injusticia ni mi obligación, pero no creo que estos circuitos neuronales puedan obligar a nadie a renunciar a sus intereses en beneficio de otros. Creo que el amor, la justicia, la dignidad humana, son algo más que procesos físico-químícos. “La poesía es más que la tinta con que está escrita”.
Si la conciencia ética es un signo de la presencia de Dios, tendría sentido decir que uno de los nombres de Dios podría ser la Conciencia. Juan no duda en afirmar que Dios es amor. ¿Sería erróneo afirmar, en lenguaje simbólico, que Dios es la Conciencia universal? Es verdad que, como siempre, habría que añadir “pero tampoco es así”, o como reconocía el concilio Lateranense IV “lo que hemos dicho aquí sobre Dios tiene más de erróneo que de acertado”.
Los muchos nombres de Dios son destellos de su realidad inabarcable y, al mismo tiempo, expresiones de nuestras ansias por contemplarlas.
Algunos pensarán que he manipulado conceptos y metáforas para “salirme con la mía”. Puede ser, pero “la mía” es que tengo amigos que se declaran ateos o agnósticos y que me han enseñado mucho. Esos ateos son éticamente honrados (que no es poco) y han asumido un claro compromiso social, y creo que es justo reconocer:
“Ernesto (nombre ficticio), que se proclama ateo,
es un hombre lleno de Dios y de conciencia ética”.
Amiga María Luisa: Cuando escribía y revisaba mi última entrada (20 Julio 2017 a las 14:24 pm) no sabía que estuvieses escribiendo la tuya de 20 Julio 2017 a las 13:44 pm y a punto de publicarla. Después no pude explicar a que me refería con el término «conversación» (Cf. mi entrada de 20 Julio 2017 a las 8:01 am) y ahora lo hago con tardanza, que te ruego perdones, porque obviamente olvidé hacerlo antes. Ya conoces de los husos horarios y la hora de verano. Ese jueves, además, fue para mí un día laborioso de visitas médicas anuales, etc.
Con el término «conversación» solo quería referirme a que, en mi tontera, esta forma de intercambio que transcurre u ocurre en Atrio.org es una conversación pública, lo mismo si lo posteado no recibe respuesta de momento.
Tus comentarios los encuentro profundos y al leerlos (siempre lo hago) a menudo no toco fondo y he de tomar tiempo para procesarlos hasta creer que los comprendo debidamente, no porque no los redactes bien, que lo haces, sino porque no tengo tus conocimientos.
Sé que discrepas porque lo expresaste así, pero en realidad no creo que lo que escribes en Atrio pase inadvertido y, mientras haya un oído atento (al menos el mío, aunque seguro hay otras personas y hasta con mejor posibilidad de comprenderte que yo) habrá quien siga lo que «piensas en alta voz» porque lo publicas.
Te aseguro mi gratitud por todas tus entradas, aunque la misma valga de o represente poco. Es real y es sincera. Teniendo en cuenta que te escasee el tiempo por lo que a menudo comentas, comprenderé que no me respondas y al decírtelo solo intent eso, ser comprensivo y delicado.
¡Hola, María Luisa! He estado siguiendo tus entradas y las de Jorge, pero absteniéndome de comentarlas hasta encontrar un punto de entrada en el que me sintiera capaz de intervenir. Una de las cosas que te agradezco es el mejor y si cabe mayor interés en Zubiri y sus investigaciones y trabajos.
Seguramente sabrás que Ellacuría, a quien admiro, era discípulo y amigo de Zubiri. Mi acercamiento a éste fue precisamente la lectura de algunos artículos de Ellacuría en los que se servía de la filosofía de su maestro.
La dificultad que encuentro es que ya en este punto en mi vida no se puede hacer mucha exploración, sobre todo viviendo en un lugar donde se hace a menudo muy difícil leer a los autores en su idioma original o encontrar lo más recientemente publicado sobre ellos.
Para leer a Zubiri en español dependo del Internet o de comprar libros en España, México, Argentina o Chile y es más caro el correo que algunos libros, lo que adicionalmente me paraliza. Me parece que puedas imaginar cuando difícil será traducirlo al inglés y después que alguien cuyo idioma nativo sea el español de Cuba pueda comprender lo que Zubiri diga a través del traductor anglosajón.
Por otra parte, ya va siendo tiempo de desvalijarme de libros y papeles y de concentrarme en poner mi vida en mejor orden y eso hago. En suma, agradezco todo lo que has escrito desde la perspectiva zubiriana y no has de pensar que no me haya interesado solo porque me limitase a escuchar en silencio. Encuentro muy desafiante e inspirador lo que escribes y explicas.
Gracias. Un saludo cordial.
Es que no había ninguna conversación, amigo George, he ido llenando de pequeños monólogos este hilo y ahora con el último de esta mañana con el que daba por finalizada la serie resulta que he logrado interesarte y hasta veo que también a Jorge. Tu sí pues deberás disculparme porque ya no me prolongo más, seguramente tus objeciones o también las de Jorge tendré oportunidad en otros lugares de replicarlas desde otras perspectivas y ángulos ya que cuando un esquema de pensamiento es coherente permite la transversalidad.
Un saludo y muchas gracias.
En cuanto al Misterio-Absoluto-Trascendente, lo Otro Incognoscible, yo MªLuisa no podría decir si es real o no lo es, incluso tampoco podría decir si existe o no existe. Me muevo aquí con gran confusión precisamente porque no es objetivable. No es una “cosa” sobre la que se pueda hablar o conocer. No es para mí un objeto, ni tampoco un sujeto, ni siquiera podría decir que se encuentra tras la dualidad sujeto-objeto, en una experiencia unitaria a la que hacen referencia muchos de los que hablan sobre las experiencias místicas.
Me pregunto ¿hay una realidad tras la experiencia mística de dilución del yo, (en la no-dualidad en la que todo parece estar relacionado con todo formando una unidad común), o más bien es consecuencia de inhibir mentalmente la percepción del yo? Pienso que cuando ejercitamos este mecanismo de inhibición sometemos a nuestro cerebro a estrés, en un estado de confusión en el que busca salida, como hace en situaciones críticas. Entre estas salidas son frecuentes las alucinaciones visuales y sonoras, que con la práctica se controlan y se aprende a dirigirlas hacia una experiencia gratificante. El cerebro se serena si le informamos previamente que se trata de alcanzar la “iluminación”, o de un encuentro con Dios, o de situarnos en “otra realidad” no-dual, o a dónde nos lleve el encuentro con un más allá de la percepción de los sentidos. Es verdad que se trata de un modo distinto de percepción, pero la pregunta es ¿esta percepción es más real, igual, o menor que la de los sentidos o simplemente engaño de nuestro propio cerebro para serenarnos? ¿Cómo podría discernirlo? La experiencia personal ¿es un buen criterio de discernimiento? Yo me fío más del contraste de mis experiencias con las de los demás, y mucho más de los estudios y resultados en Neurociencias.
Mi confusión es grande con respecto al Misterio-Absoluto-Trascendente, al no poder percibirlo de ningún modo, ni por los sentidos, ni mediante la dilución del yo, ni por mi experiencia vital o personal, … Pienso que mi gran confusión se debe a que NO pertenece a la Realidad en la que estoy viviendo, ni como totalidad, ni como estructura, sustancia, energía, …, ni como fondo que la fundamenta, …, pienso que no es perceptible. Y creo generalizando, que por más que lo intentemos no llegaremos a conseguirlo. Aunque se alcance algún día el conocimiento completo de la Realidad con todo detalle y también su fundamento, tampoco así el Misterio-Trascendente quedaría desvelado. No explica el porqué hay algo en lugar de nada, que es un problema filosófico y científico intrínseco a nuestra Realidad, que de ninguna manera podrá resolverse si lo sacamos de ella a otra realidad supuestamente trascendente. En mi opinión el Misterio-Absoluto NO pertenece a la Realidad, ni puedo conocer su relación con ella si es que tiene alguna. Es para mí lo Otro, lo totalmente distinto, lo Otro Incognoscible.
Entonces, si no puedo percibirlo, ni conocerlo, ni me sirve de fundamento ni explicación de nada, ni guarda relación alguna con la Realidad, …, ¿qué motivos o justificaciones puedo dar para hacer su propuesta? Pues sencillamente por razones de mi esperanza. Estoy tan convencido de que nada de la Realidad puede permanecer y menos para siempre, que la única respuesta a mi esperanza del triunfo final del bien alcanzando la Plenitud Humana, sea salir de la Realidad para llegar a lo Eterno-Trascendente. Todo puede permanecer en él precisamente porque NO pertenece a la Realidad, y por esto no puedo ni conocerlo, ni percibirlo, ni explicarlo.
¡Hola, María Luisa! Te pido permiso para terciar en esta conversación sobre esta afirmación: «El Misterio-Absoluto-Trascendente es lo totalmente distinto, lo Otro incognoscible, incognoscible totalmente nada hay que desvele su Misterio».
Aunque no soy filósofo ni soy teólogo sistemático, me atrevo a expresar esta opinión a sabiendas de que quizás estoy desatinando al hacerlo, porque además hablo sobre algo que me supera y desconozco.
El problema de la percepción de esto que ha recibido el nombre de “Misterio-Absoluto-Trascendente” no es que sea como es, no es su naturaleza, sino la capacidad o, si prefieres, la sensibilidad de quien lo contemple. Pienso que se puede estar frente al Misterio, incluso en el Misterio y no saberlo. Una metáfora fuera el feto en el líquido amniótico de su madre durante el embarazo. Es muy difícil que tenga consciencia de dónde se encuentra, o de por qué o para qué se encuentra allí, o de cómo sea posible que sentir sueño es lo que lo hace dormir todo a la misma vez, o que tener hambre le hace nutrirse a la misma vez. En cambio, hay quien puede observarle por el ultrasonido y hasta fotografiarle cuando el feto no tiene consciencia de que ello esté ocurriendo.
Por otra parte, confieso que me enervan estos nombres que parecen sacados como de la chistera de un mago: Aquello que sea misterio puede ser intuible, pero no puede ser conocido como para saber su magnitud absoluta o su carácter trascendente. Si algo es absoluto no puede ser aprehendido porque no puede ser particular. Si algo me trasciende se me escapa. Lo absoluto me incluye, no tiene alteridad porque me engolfa.
Hay un Salmo particularmente extraño, el n. 139 (GV 138) porque su texto es dudoso y la traducción de algunos versos es particularmente difícil. He aquí algunos de sus versos iniciales que sugieren esta idea de inclusión en lo que trasciende, no es cognoscible, pero se puede intuir y describir contradictoria o paradójicamente si se lo intenta, más no se puede conocer, aprehender. He aquí sus versos primeros: «Señor, tú me sondeas y me conoces… …Tanto saber me sobrepasa, es sublime y no lo abarco. / ¿Adónde iré lejos de tu aliento, …si vuelo hasta el filo de la aurora, /si emigro hasta el confín del mar, / allí me alcanzará tu izquierda…,» etc.
Un pequeño comentario más como último intento en este apartado para mostrar mi escepticismo y a la vez la posible salida que se le puede dar a lo expresado en esta formulación: “El Misterio-Absoluto-Trascendente es lo totalmente distinto, lo Otro incognoscible, incognoscible totalmente nada hay que desvele su Misterio.”
Ya expresé algo de ello ayer diciendo que lo incognoscible es el Misterio pero no su Realidad, y decía que si no fuera así tampoco podríamos pronunciar tal enunciado.
La defensa de esta distinción revela dos posicionamientos ante el carácter trascendente de Dios.
Uno, aquel que lo hace trascendente “al” mundo y que por tanto su punto de vista es el propio de la citada frase o formulación.
Dos, aquel que lo hace trascendente “en” el mundo y que su forma de presencia en el mundo no es, claro está, ni como cosa, ni como ente, ni como talidad, no es tal cosa tampoco, pero sin embargo, sí que es actualidad “en” el mundo. El gran milagro filosófico y humano es el puro “haber” ¿por qué hay y no más bien la nada?.
Si nada hay que desvele el Misterio-Absoluto-Trascendente cómo se sabe y se puede afirmar la existencia de lo totalmente Otro? Lo Otro incognoscible lo es respecto a qué o quien? Porque si aun no sabiendo qué es se percibe será porque en tanto realidad que somos, los seres humanos sentimos esa realidad de lo Otro. Si así no fuese sería una osadía por parte nuestra referirnos ni que tan sólo fuera a modo de intuición la existencia de lo totalmente Otro. Es el dato, lo dado, lo que está ahí. No obstante esto no es conocimiento ni desvelación ni comprensión de nada.
El conocimiento tiene niveles y diferentes modos de conocer. En este sentido es por lo que en días pasados decía que lo incognoscible es el Misterio pero no su realidad que nos está abierta en tanto los humanos nos abrimos a la nuestra propia.¿Qué quiero decir con esto? Para explicarme voy a echar mano de algo que he leído en algún comentario aunque su idea frecuenta en muchos otros.
Se trata del hecho cualitativo de “mirar”cuando este mirar nos provoca admiración. Frente a este fenómeno se dice luego, “hay que aprender a mirar” pero esto dicho tal cual no deja de ser una mera frase retórica, o una propuesta que nos lleva a pensar que el objeto está puesto por el sujeto y por tanto ese aprender depende de un acto meramente voluntarista como cuando se quiere aprender hacer cualquier cosa.
Ahora bien, con respecto al conocimiento saber mirar, que no es simplemente gustar, supone haber superado el nivel anterior, éste que al gustarnos objetivamos el dato, nos cerramos a la realidad que él mismo envuelve y lo hacemos porque así objetivándola es cuando de ella sacamos mejor partido, la manejamos mejor, con lo cual luego con razón se puede decir aquello de que nuestro mundo sólo le preocupa la inmediatez y el consumo.
Cuando más arriba me he referido a que para abrirnos a la realidad hemos de abrirnos a la nuestra propia supone que esta realización es un proceso de obertura a nuestra propia sistematización interna en donde lo físico es psíquico y lo psíquico es físico, sólo pues con esta apropiación unitaria de todo cuanto nos constituye nos será posible esta mirada no objetiva sino real. Por tanto el asombro en el mirar lo produce la cosa observada, la cual para el ser humano que posee inteligencia esta cosa es real, ya que el sentir humano no es puro como el del animal sino que es a la vez intelectivo y precisamente porque es intelectivo está vertido desde él mismo a la realidad, es ésta la que le fuerza a mirar y a desarrollar ulteriores posibilidades de conocimiento.
Gracias a este mirar el ser humano es creativo, es realmente creativo. En cambio el sentir animal sí que es puro, ve las cosas objetivamente en forma de signos que le señalan su transitar en su medio natural. ¡Reflexionemos!
Y repito lo que ya expresé días atrás “ No se puede hablar de “lo trascendente” sin experienciar antes la trascendencia aquí abajo”.
Juan de la Cruz escribió el «Cántico Espiritual» para su amiga Ana de Jesús, y le dice en el prólogo: «…si a Vuestra reverencia le falta el ejercicio de la teología escolástica, con que se entienden las verdades divinas, no le falta el de la mística, que se sabe por amor, en que no solamente se saben, más juntamente se gustan».
En otro hilo (Flor de cuño A. Revuelta) he mencionado (15 Julio 2017 at 19:55 pm) a Luce López-Baralt (Cf. Luce López-Baralt, Acerca del Aroma del Yemen en las Letras del Siglo de oro y la dificultad de su estudio, en Actas de la Asociación Interamericana de Hispanistas, Roma 2010).
López Baralt apoya su opinión citando a una serie de expertos. Entre ellos, esta afirmación de Umberto Eco: «…la lectura de un texto ocurre dentro de un proceso hermenéutico dinámico que presupone una relación de diálogo entre la obra y su lector/a y la siempre oculta intencionalidad del escritor o poeta». (Cf. U. Eco, The Limits of Interpretation, Bloomington and Indianapolis, Indiana University Press, 1994).
También ilustra su tesis sobre la mala recepción de la literatura mística aludiendo a lectores «desfamiliarizados» (sic) pero de la categoría de estos: Marcelino Menéndez Pelayo a quien el Cántico produjo terror; Dámaso Alonso a quien le produje espanto; Roger Duvivier que califica el Cántico como literariamente “inclasificable”; Pi y Margall considera “incorrecta pero sublime y completamente nueva” a la poesía del Cántico; Azorín denuncia las transgresiones gramaticales del Cántico; Antonio de Campagny encuentra a menudo descuidados los versos de Juan de la Cruz; Paul Valery no lo rechaza pero porque lee a San Juan desde la perspectiva de las vanguardias y, anacrónicamente, le describirá como un «poeta afrancesado».
El escritor místico no trata de crear seguidores o de convertir a nadie, ni enseña ni lo pretende, solo comparte y de ahí que comparta lo que siente muy personalmente, a partir de su experiencia y cómo la comprende. Quizás por eso también prefiere la equivocidad del lenguaje poético, tomándolo como «claustro bajo clausura» o de «guarda secreto». Espera que quien le lea sea místico a su vez, es decir, alguien que ya profundiza en su interior, a solas. «Los dichos de amor y luz», y «los avisos», las «cautelas» y los «cuatro avisos a un religioso» los escribe como confesor de las monjas de Beas de Segura o de los novicios a su cargo en Úbeda o Granada. Pero en modo alguno como tratados teológicos o estudios.
Teresa de Jesús, por su parte, parece que instruye o enseña porque responde a las preguntas de sus monjas o al mandato de sus superiores. «Scientia Crucis» que Edith Stein deja inconcluso cuando se la llevan a morir en Auschwitz, escribe en un tomo muy diferente a como había escrito sus ensayos filosófico-antropológicos.
«Au coeur des masses: La vie religieuse des Petits Frères du Père de Foucauld» de René Voillaume es una reflexión sobre la vida y la misión de la orden contemplativa de religiosos-obreros que fundó, uno de cuyos pilares es respetar las diferencias religiosas y culturales evitando la apologética y el proselitismo.
Huelga mencionar la incomprensión que sufrió por la misma causa que aduce López Baralt con respecto al co-reformador descalzo.
Amigo Jorge. Sin entrar en tus argumentos, en absoluto yo me refería al caso personal de las causas de tu fe religiosa.
A mí me interesa la teoría general de las cosas, no los casos particulares, que no vienen al caso, (y menos uno que no es el mío). Es evidente, que una teoría general, será de aplicación a muchos casos particulares, y a otros no. Pero eso, eso es asunto del interesado, y si le interesa conocerse, de su introspección personal, y si lo considera conveniente de su terapeuta al que pueda solicitar su opinión.
Yo después de citar una frase tuya, compuse una contestación general, con citas de médicos que había leído recientemente, y que exponía una teoría general sobre la construcción de imágenes internas, referentes concretamente a las ideas de Dios y de Jesús, que se forma la gente, a propósito de lo que se hablaba de los grandes Misterios.
Me alegro un montón de que esa teoría no sea aplicable a ti personalmente, ni tampoco lo pretendía. Lo que pasa es que hay muchos lectores, a los que a lo mejor les puede ser de utilidad esas teorías.
Que mi exposición de la teoría del Inconsciente Colectivo, no te parece aplicable y oportuna, me parece muy bien. Pero espero que no te ofendas si te digo que tu psicología es bastante rupestre, típica de la gente muy cientifista.
Como curiosidad me quedo con tu confesión de que fue hacia los cuarenta años, cuando empezaste a sentir la inquietud espiritual. Eso me ha recordado un artículo, http://procesos-autoorganizacion-conciencia.blogspot.com.es/, de Sinesio Madrona, en el que habla de las etapas de la evolución de la conciencia humana, en un doble ciclo, (0-30, y 30-108), en el que el mismo gran salto en el proceso de socialización que se produce en el niño de los 2 a los 3 años, se produce, en el adulto de los 40 a los 45. Y este proceso se va acelerando.
Por eso los 40, es el inicio de la famosa crisis de los 40, de inicio de la búsqueda del sentido de la vida.
Como curiosidad, ahora que ambos estamos a punto de entrar en los 70, según esta hipótesis, se podría pensar que entramos en una fase, (70-77 años), similar en cuanto a evolución de la mente, que la de los 12 a 15, donde se iniciaba una tercera etapa del ciclo primario, con una fase de crecimiento y de desarrollo de la pubertad, (inicio de una etapa transformativa nueva).
Se podría pensar, que los 12, (el inicio de la pubertad), es el punto intermedio entre dos claras fases del inicio de la vida, una la infancia, y la otra la adolescencia y primera juventud, y sería el momento en que se inicia la 2ª fase del proceso evolutivo de convertirse el niño/a en hombre/mujer.
Siguiendo ese sentido y el paralelismo de la teoría anterior, el humano, desde los 30, iniciaría un proceso de evolución hacia la madurez y la sabiduría.
Y en dicho proceso los 70, serían el punto de inicio de la segunda fase de ese 2º ciclo de evolución, en el que el hombre al final se transformaría en hombre sabio, autorrealizado, maduro, e individuado, con los 77, (los 15, del 1º ciclo), como punto medio, y con final hacia los 84, (el paralelo de los 18 del 1º ciclo).
Esta sería una explicación posible a la afirmación de la junguiana Ellen Luke, de que en la vejez, al final de la vida, muchos seres alcanzan la sabiduría de la individuación o autorrealización.
La estructura del proceso evolutivo de la conciencia y sus sucesivas etapas universales, indica que todo está programado para cada tiempo. Y que la mente dispone de una especie de reloj con la que va activando unas partes del programa genético-neuronal recibido.
De esta forma, se entiende, que hay unas épocas de la vida, en la que existe una corriente interna subconsciente que ayuda, (o no), en la dirección de la búsqueda general de la sabiduría y la autorrealización.
Pero de todas formas, esa corriente subconsciente, aunque muy poderosa, no siempre lleva al buen puerto. El hipotético viejo sabio, si no se ha procurado la sabiduría oportuna, y esta está llena de falsas creencias y cogniciones erróneas, o no ha saneado sus contradicciones internas, en vez de llegar a viejo sabio, puede quedarse en un viejo y malhumorado gruñón.
A mí, esta teoría se me ajusta a lo largo de mi vida como anillo al dedo, pero a lo mejor a ti te puede parecer una tontería. ¿Quién lo sabe?.
Exactamente, Jorge, la imposibilidad de expresar cabalmente la experiencia mística, a quien le es concedido el don de la cpntemplación infusa, sugiere que todavía no se ha llegado al final…La esperanza cristiana es la que nos sostiene en el camino arduo de la vida, “esta cárcel, estos hierros, donde el alma esta metida” Es por eso que la fe y la esperanza van de la mano ya que una no existe, en la praxis, sin la otras ya que TODAS las. virtudes cristianas son complementarias. El Evangelio ofrece un balance continuo de contrastes y matices que nos sitúan en el justo centro vital en el orden al que hemos sido destinados desde nuestro propio nacimiento. Es una deducción en el análisis de la lectura de LA PALABRA.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Santiago, S. Juan de la Cruz en su “Cántico Espiritual”, obra que releo con atención, incluidos sus propios comentarios al poema, y tengo por lo común en mi mesilla de noche, me transporta a una experiencia “espiritual” intensa. Pero por más que le pongo atención y sintonía emocional, no me desvela nada acerca del Misterio-Absoluto-Trascendente, sino que describe la propia experiencia de inmersión en él, sólo el proceso de inmersión, pero no el lugar a dónde llega, aunque esa inmersión sea en su cumbre extremadamente gozosa.
Isidoro, ¿la inquietud religiosa es universal? Bueno me parece que los datos no avalan esta afirmación. Es que es un hecho contrastable que la indiferencia religiosa se extiende de modo acelerado en nuestras latitudes. Será por mi deformación profesional como biólogo, que tomo las generalizaciones con mucha prudencia, puesto que “casí” siempre hay especies que se saltan las normas. Leyes universales como en Física son escasas en la Biología, por la enorme complejidad y grados de libertad que manifiestan los seres vivos, que hace difícil su expresión matemática.
Sin duda puedes interpretar y tratar de explicar mi fe religiosa por causas psicológicas infantiles, tales como la pérdida de la protección maternal y la consecuente búsqueda de sustitutos arquetípicos. En mi opinión el enganche o conexión a problemas infantiles de lo que nos sucede psicológicamente a los adultos, es un tema típicamente freudiano, dejado atrás por la moderna Psicología, excepto entre los que se mantienen adictos al psicoanálisis. Hay conexión con problemas infantiles cuando se han sufrido traumas en ese periodo, que se mantienen como tales en etapas posteriores, pero no cuando hay un desarrollo sano. Dejamos de ser niños cuando maduramos y sus problemas quedan atrás. Su influencia en nuestras vidas adultas es escasa, incomparablemente más influyen nuestras decisiones adultas en la vida.
Mi fe en Jesús ¿es o deriva de un problema infantil? Yo creo que no, en absoluto. Mi fe se originó en la cuarentena de mi vida en un drástico replanteamiento de mi vida como adulto. Mi fe no surgió por la necesidad de protección, sino después de un largo proceso de racionalización que nada tiene que ver con la infancia. Es más, me cuesta y mucho explicar mi fe a mi nieto.
Por más que te empeñes no veo conexión alguna de mi fe en Jesús con arquetipos humanos de bondad y menos con el inconsciente colectivo. La idea y contenido de la Plenitud Humana no está en el inconsciente colectivo, no es común a la inmensa mayoría. La Plenitud Humana no fue una “revelación” en mí, sino fruto de un larguísimo esfuerzo y empeño de toda mi capacidad, implicando mi inteligencia racional, emocional, espiritual, religiosa, …, y nada tiene que ver con problemas infantiles. Un esfuerzo de discernimiento sobre “lo mejor”, por supuesto para mí, pero también para los míos, para los demás y para la humanidad al completo sin exclusiones. Y lo que yo fui encontrando resultó que no sólo podía verlo en una tipología de Jesús derivada de las Escrituras, de la Tradición y Magisterio de la IC, sino que Jesús me superaba por todos los lados. Lo que yo proponía como contenido de la Plenitud Humana era sencillamente insuficiente. Y de ahí mi fe en Jesús en su singularidad, ninguna relación con ese supuesto inconsciente colectivo. La gran mayoría cuando se dan cuenta de lo que Jesús propone, se retiran. El auténtico seguimiento de Jesús es sólo para unos pocos, que son la sal y luz del mundo para todos los demás. Y es que fue esto lo que hizo Jesús en su vida, llamó y retuvo con él solo a unos pocos.
¿Qué tiene esto que ver con problemas infantiles y sus carencias, o con arquetipos humanos?
Podemos conocer y percibir parte del Misterio….pero no se trata simplemente de los sentidos corporales…sino de los que van mas allá de lo biológico y lo tangible…pues no podemos reducirnos simplemente a ser seres puramente materiales y materialistas…simplemente somos “algo más…Cuando de la pre-historia avanzamos culturalmente, a pesar de los retrocesos periódicos de la humanidad, vemos que el espíritu ha sido el verdadero fundamento del progreso de esta cultura humana, y que cuando mas sutiles nuestras vivencias se volvían, tanto mas alcanzábamos el gusto por lo que nos elevaba sobre todo lo que nos rodeaba…y así los filósofos griegos llegaron a penetrar en lo anímico del ser humano por medio del pensamiento rozando el espíritu y, los místicos cristianos describen el gozo del espíritu que sobrepasa todos los demás disfrutes de los sentidos físicos…describiendo “otra experiencia”…Entonces el mundo subía hacia esa cumbre del espíritu a la que todos hemos sido llamados en nuestro diario caminar..
Y de la contemplación del bosque sombrío, la cumbre solitaria, la fuente cantarina, la sima misteriosa, el glaciar, la catarata, la noche tranquila, el fulgor de los luceros, el orden de las constelaciones, la naciente luna, , el perfume y belleza de las flores, la hermosura de las aves, los matices de los valles….. pasemos un poco mas adelante y nos sumergiremos en la belleza humana y sus atributos como la gracia, la gentileza, la cortesía….la amistad, el heroísmo, el amor familiar, la abnegación, la entrega a los demás, el sacrificio sin esperar retribución alguna……pero seguramente podemos todavía más e ir escalando la cumbre y remontarnos al gusto por conocer y descubrir los misterios de la ciencia, la satisfacción por ayudar a nuestros hermanos vulnerables, intuir la paz interior, y gustar el gozo indescriptible del espíritu que hace exclamar a Juan de la Cruz:
¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado….
¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
¡Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme
entre las azucenas olvidado.
No existe en estas famosas estrofas nada que se aparte de la propia experiencia humana vital, de algo que es indescriptible pero auténticamente real, algo que el intenta describir en un lenguaje poético único, imposible de igualar, y que traspasa lo material…Juan de la Cruz estaba lejos de ser un charlatán o un fabulador, y sus descripciones del fenómeno místico son de una profunda realidad existencial, y al mismo tiempo contienen la metodología y la precisión de la ciencia del conocimiento. Quizás es por esta sensación de realismo que su poesía es clásicamente perenne…
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Dices Jorge: “Desde luego no me parece una experiencia inmediata, ni común, y menos en nuestro mundo tan preocupado por lo inmediato cotidiano y el consumo, por lo que no puede generalizarse como algo característico de “todo” ser humano, intrínseco a nuestra “naturaleza””.
Esa “experiencia”, o esa inquietud de búsqueda y encuentro de algo que nos falta, es universal. El fenómeno religioso es universal, en todo tiempo y lugar, y no puede ser por casualidad.
Otro tema es que se plasme en una minoría, porque en nuestra naturaleza humana, existen muchos elementos, que están en estado latente, (todo lo arquetípico, lo está de esa manera), y para su desarrollo concreto, deben darse una serie de circunstancias concretas favorables, (el oxígeno para que respire), y unos elementos cognitivos personales, que le dan cuerpo, y son los que le dan el diferente color de la vasija, en cada caso.
De todas formas, el Misterio, Misterio es, y un acercamiento al mismo no deja de ser simbólico, imperfecto, deformado, y equívoco.
Leía en un trabajo del psiquiatra del que a lo mejor has oído, J. L. González de Rivera, pues era de la U. de La Laguna, http://gonzalezderivera.com/art/pdf/83_A031_01.pdf, como “las privaciones, experiencias traumáticas y frustraciones que con frecuencia jalonan las vidas de personas creativas pueden ser necesarias para que aparezca la necesidad de recrear en el mundo externo los objetos internos, necesidad que constituye una de las características básicas de la creatividad”.
Y así recreamos nuestro mundo interior, con figuras, (relaciones objetales), que suplen carencias infantiles. Esa es el proceso de formación de imágenes internas, como “Dios”, “el amigo invisible”, “la mujer soñada”, “la madre cariñosa”, u otros. Imágenes internas arquetipales que luego repercuten de alguna manera, en nuestras relaciones reales.
(“El mundo interno de las relaciones objetales determina de una manera fundamental la relación del individuo con las personas en el mundo exterior. Este mundo… es básicamente el residuo de las relaciones del individuo con las personas de las que dependía para la satisfacción de necesidades primitivas en la infancia y durante las etapas tempranas de la maduración”. – Juan Diego Arango)
Ese es el proceso psicológico que se produce, pero tiene una fuente, un origen universal, que está quizás dentro de nuestra psique más profunda.
Entonces solemos “proyectar en un dios personificado todo lo mejor de uno mismo, para establecer después una relación bipersonal con este objeto interno omnipotente y benévolo, y con ello hacemos siempre lo mismo: Crear un objeto bueno que sustituya al original perdido. (González Ribera).
Y el mismo fenómeno sucede con Jesús. Al Misterio del Dios Absoluto, se une el gran Misterio del Jesús de la historia. En los muchos estudios sobre su figura, vemos una y otra vez que no está nada clara dicha figura histórica de Jesús, y el verdadero significado de sus predicaciones.
Todos en la infancia tuvimos una figura de mentor, de guía, de sabio, de padre, que nos protegía y nos enseñaba el camino que debíamos recorrer. Quizás es primero la madre y luego el padre, (no lo sé bien, no soy especialista).
Con el crecimiento y el inicio de la maduración, dicha figura se va desvaneciendo. Y aprendemos que nuestros padres no lo saben todo, ni lo pueden todo, y nos quedamos con un gran vacío interno.
Entonces sacamos de nuestro archivo arquetípico profundo, las figuras cercana a nosotros de Dios, del sabio, del héroe, y de otras, y le proyectamos nuestros ideales éticos, (esa conciencia moral de la que habla Gonzalo), que conforman nuestra cosmovisión, y nos creamos así una figura objetal interna de un guía-mentor cercano, (Jesús para los cristianos), que estabiliza y resitúa nuestro yo.
Todo esto que estoy proponiendo, no significa que no exista Dios, ni Jesús, en la realidad. Solo trata de explicar cómo llegamos a formarnos sus respectivas imágenes en nuestra mente, por la triste razón de que tanto uno como otro, (el Padre y el Hijo), voluntariamente, han querido quedar envueltos en sendos Misterios irresolubles para nosotros.
Y a lo mejor, una vez que conocemos cual es la realidad de nuestra “experiencia” personal con las figuras de Dios y de Jesús, aceptemos esa realidad y dejemos de intentar lo imposible, y de proyectar nuestros propios ideales culturales en sus respectivas figuras, y “objetivemos” algo más esa “proyección” personal, conociendo lo mejor posible el contenido de nuestra naturaleza humana, especialmente de nuestras profundidades psicológicas, donde quizás esté todo inscrito, como decía la inscripción de Delfos.
En resumen, quizás, la religión más perfecta, del futuro, sea simplemente la maduración personal, la autorrealización, dejando salir de nosotros a la superficie el tesoro que llevamos dentro.
El Misterio-Absoluto-Trascendente, es lo totalmente distinto, lo Otro Incognoscible, incognoscible totalmente, nada hay que desvele su misterio. Y ciertamente para mí como a muchos resulta una realidad inquietante y por tanto no es una realidad ajena a nosotros mismos, cerrada en sí misma, sino que al menos se abre en esa inquietud perceptiva. Pero por más esfuerzo y empeño que pongamos en hundirnos en el abismo de su misterio, no hay fondo para nosotros que lo desvele. Podemos experimentar el sumergirnos en el Misterio incluso contar nuestra experiencia de inmersión, pero nada podemos decir acerca de él. Todo cuanto digamos y se ha dicho sobre él resulta impropio; la vía analógica resulta improcedente pues nada hay que se le parezca ni siquiera un poco; la vía negativa dice lo que NO ES, pero nada en cuanto a lo que ES; la vía experiencial tampoco desvela nada por mucha altura mística que se alcance solo nos sumerge en él, un Vacío, una profunda Nada, que en contra de lo que se dice de la experiencia budista, en mi opinión, en lugar de iluminar oscurece, nada desvela.
El Misterio-Absoluto nada tiene que ver con la Realidad Física (que tiene sus propios misterios que son problemas de un conocimiento insuficiente), y su relación con ella nos es desconocida. Nada tiene que ver con la totalidad de lo que existe, ni a nivel del conjunto de nuestro Universo o Multiverso si es que existe conocido o por conocer, ni con la estructura física dimensional espacio-temporal u otras posibles y propuestas, ni con las energías o fuerzas físicas fundamentales incluida la materia, ni con el nivel cuántico, …, ni con nada de nuestro entorno ni de nosotros mismos. No se corresponde con nuestra Realidad, ni tampoco con un mundo, cualquiera que sea, que elaboremos, pues en la medida que introduzcamos en él el Misterio-Absoluto aparecen de inmediato contradicciones e incoherencias difíciles de resolver.
Mi actitud ante el Misterio-Absoluto es radicalmente agnóstica, acepto que no puedo conocerlo ni decir nada de él. Ahora bien, ¿por qué razón lo percibo con inquietud? Desde luego no me parece una experiencia inmediata, ni común, y menos en nuestro mundo tan preocupado por lo inmediato cotidiano y el consumo, por lo que no puede generalizarse como algo característico de “todo” ser humano, intrínseco a nuestra “naturaleza”. Para percibirlo hay que aprender a mirar, con una mirada asombrada y perpleja de nosotros mismos y de nuestro entorno. Es verdad que cualquiera que aprenda a mirar de ese modo lo percibe, en la medida que ponga interés, atención y esfuerzo. Pero deducir de aquí que todo está impregnado de Misterio-Absoluto, tanto nosotros mismos como nuestro entorno, como si estuviese incluido en él o tuviese algo así como una sustancia espiritual que procede de lo Absoluto y por eso podemos percibirlo con una mirada apropiada, lo encuentro una deducción precipitada. Deducir esto implicaría que nuestra percepción alcanzaría la constitución ontológica de lo percibido y esto no sucede ni en el marco mucho más modesto de la Realidad Física. Mi percepción está inquieta al mirar lo desconocido, y no pasa de ser confusa, asombrada y perpleja, en el silencio respetuoso y expectante, sin ulteriores deducciones ontológicas que no puede alcanzar.
Descubro en los comentarios un gran esfuerzo intelectual que hay que valorar y considerar, sin embargo,la vía marcada en ellos, no es que digamos ofrezcan alternativa alguna a aquella que en épocas pasadas su vía era de naturaleza sobrenatural.
Claro que, se me podría aducir que si bien antes con este supuesto sobrenaturalista, aun así, atrevidamente, se afirmaba a Dios predicando de Él una sería de atribuciones, ahora con llamarle Misterio Absoluto, la mente humana puede darse por satisfecha. Y esto antes de llevar a cabo el ejercicio de su misión, antes de saber qué es lo que ha venido a hacer aquí, antes de conocer el porque de su aparición en un momento de la evolución misma.
Antes de ejercer, como digo, la mente su función esta absolutez del Misterio se la cierra. Esta expresión tan contundente del Misterio Absoluto cierra toda posibilidad a la mente humana para ejercer la misión que le ha sido destinada. Es la realidad del Misterio la que es absoluta, pero así como el Misterio nos es inquietante, nos paraliza, su realidad nos está abierta.
Propendemos a pensar que el que algo sea manifiesto significa que está inmediatamente presente delante de los ojos y desarrollamos toda una especulación sobre las cosas. Esta ha sido, tradicionalmente, la tendencia eidética entorno a lo visual como idea, intuición, develamiento, revelación, etc., conformando lo que se ha venido en llamar el intelectualismo.
Sin embargo, ¿ esta vía visual es la única manifestativa?
Si yo percibo un sonido, el sonido en cuanto tal está inmediatamente presente al oído pero la cosa sonora, no. Será aquel el que me remita a ésta. Pero esta remisión no es una relación consecutiva al sonido sino que forma parte de la misma índole que lo constituye. Entrar en esta cuestión me ha permitido entender por qué muchos autores interpretan poéticamente la realidad como una composición musical.
Seguiré un poco más este planteamiento, dejando la vista a parte y con ella el intelectualismo. Toquemos pues de pies en la tierra.
Entonces, según decía, en su virtud el sonido es lo que hace que la cosa se “note” no la tenemos delante como la presencia eidética, tan sólo se nota, se deja notar, y en este sentido etimológico del “notar”que es impresivo, el sonido no nos da la cosa pero es “noticia” de la cosa y a ella nos lanza (proyecto). El sonido manifiesta la cosa en forma de “remisión notificante”. Pueden ustedes reflexionar.
¿Con estas pocas descripciones tan naturalistas no se percibe ya el lugar propio de la trascendencia? No se puede hablar de “lo trascendente” sin experienciar la trascendencia aquí abajo.
EL MISTERIO ABSOLUTO, incognoscible e intrascendente, no puede, pues, ser desvelado en esta vida de la tierra de manera absoluta…Ya Pablo decía que la visión real y plena se encuentra sólo cuando podamos penetrar la realidad total, después de la muerte…Aquí solo estamos buscando, rasgando, discerniendo, deduciendo, recibiendo, intuyendo, pensando, contemplando..lo que será…Poseemos nuestro propio ser capaz de remontarse para llegar a pensar en la trascendencia…no sólo como posibilidad, sino como realidad…ya poseemos bastantes datos internos y externos que no descartan la experiencia trascendente, sino que la refuerzan positivamente…Estamos descubriéndonos diariamente nuestro propio misterio, y también descubriendo nuestra realidad externa constantemente….Cada día es una oportunidad para avanzar en esta búsqueda incesante….este deseo infinito de saber y de contemplar…esta trascendencia de la que habla Gonzalo en el presente artículo..
La Misericordia suma, pues, es la que todos, mas o menos, sabemos, consciente o incoscientemente…que es en Jesús donde Dios, este Misterio insondable, se quiso revelar, y El que de alguna manera tiene relación con nuestro ser, y lo percibimos, o como una leve posibilidad, o como ausencia total, o con la certeza de la fe de un converso…Nadie puede quedar indiferente ante la vida en el Cosmos…Las preguntas existenciales, son y serán, universales, aunque tratemos de usar mecanismos psicológicos como la negación, la racionalización, la proyección, la neurosis etc….Todo forma parte de esta angustia vital…que no cesa y cesará hasta encontrar la plenitud de la VERDAD…que teológicamente solo ocurrirá a partir de nuestra partida hacia la casa del Padre..La vida humana es una constante tensión….
Pero como dice la Escritura “Dios nos habla”, le creamos o no, le oigamos o no, de diferente manera..través de los siglos…gradualmente, en el devenir de la historia…pero “últimamente” la respuesta a todos nuestros conflictos socio-vitales nos la DIÓ cabalmente en su Hijo,pues el Hijo se convirtió en un ser humano, por su propia voluntad, libremente. Por tanto su libertad de dar y darse que es el modo de existir de Dios “en si mismo”, es tambien el modo como el Hijo posee su humanidad…Cristo, pues, es el modo perpetuo de existencia de la Persona del Hijo de Dios verdadero…porque como el Hijo es en su divinidad también es El en su Humanidad…Solamente en la Encarnación de la divina libertad, en la condición humana, puede resultar completo ese “darse” y “entregarse” a si mismo…Por esos, sus cualidades humanas se convirtieron y se convierten en cualidades divinas. Por eso la Iglesia enseña que “Cristo es Dios y es Hombre”, y esto permanece para siempre…en la historia…Por eso, el Padre nos invita siempre a “oír” al Hijo…Es Jesús de Nazaret, en verdad, el que nos revela, “al modo humano”, TODAS las verdades que debemos creer y practicar para entrar en su Reino…y realizarnos en El, en PLENITUD, que es el último eslabón de la cadena del amor…y que, al mismo tiempo, ES el comienzo de nuestra existencia total en El…
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Con la conciencia a otra parte
¿Qué esconde bajo la sotana el flamante proyecto de Ley de Libertad Religiosa? Presentado como una “oportunidad de saldar una deuda con la democracia”, en verdad amplía el poder de las instituciones religiosas, mantiene los privilegios de la Iglesia católica y pondera las normas eclesiásticas por sobre las leyes democráticas.
Por Fortunato Mallimaci
https://www.pagina12.com.ar/49909-con-la-conciencia-a-otra-parte
¡¡¡Gracias Jorge!!!
mª pilar
Amigo Jorge: Hay dos miradas científicas muy diferentes. La del profesor de Ciencias y/o redactor de Enciclopedias o Libros de texto, y la del investigador de vanguardia en terrenos aún inexplorados.
Los primeros, que son el cuerpo central del ejército científico, deben regirse por lo demostrado o al menos por lo consensuado en el campo científico general. Y son por ello, de naturaleza conservadora, y reticentes por principio a las “novedades”.
Los investigadores de punta, de lo aún desconocido, deben tener imaginación y desparpajo, y antes de ponerse a ello, tienen que forjarse unas hipótesis sobre lo que quieren encontrar. Si no sabes lo que buscas no entenderás lo que encuentres.
Dice el neurólogo Emiliano Bruner: “Antes de buscar las respuestas, hay que encontrar las preguntas”. Por esta razón, “muchos estudios científicos están todavía en etapa preliminar”.
Por eso, una de las misiones de la Ciencia es poner a prueba, (buscando su posible articulación científica), los saberes de gente sabia antigua o moderna, que por decirlo así son “de letras”: filósofos, místicos, escritores de mitos, etc.
Por eso tú mismo hablas de la necesidad de equipos interdisciplinares, y por eso yo creo que debería haber en todo equipo de investigación neurológica al menos un filósofo y un teólogo de las sabidurías ancestrales, de la “filosofía perenne”.
Se parte de la base de que existe la intuición, y que esta sobreviene a todo tipo de personas. Desechar por principio toda idea o hipótesis cognitiva porque sea antigua o de “gente de loca imaginación”, como poetas y filósofos, es tan absurdo, como darlas por seguras a priori, sin comprobarlas adecuadamente.
Además en el tema de la ciencia de la mente, que aún está en pañales, hay que aprovechar la experiencia clínica de muchos médicos psiquiatras y psicólogos, que han pasado muchos años en sus consultas con pacientes. (La mente es hoy aún, como una caja cerrada, donde se conocen las entradas y las salidas, y hay que deducir lo que sucede dentro de la caja).
Por ello, no es ninguna absurdez, el que la neurología compruebe la organización neurológica de alguna de las teorías psicológicas del funcionamiento de la mente. Antes de empezar a investigar deberán tener una hipótesis sobre el modelo de la mente.
Lo principal que deberán hacer los investigadores neurológicos será descodificar el lenguaje neurológico, que será una especie de idioma morse supercomplejo, realizado a base de contactos y conexiones neurológicas.
Actualmente se aventura una labor casi imposible, pero la enorme capacidad de cálculo informática del futuro inmediato, puede hacer avanzar exponencialmente los resultados.
Una vez descodificado ese idioma, podemos tener la transcripción de todos los programas neurológicos, incluidos los que heredamos genéticamente y se implementan en nuestro desarrollo embrionario y en la infancia. Y entonces podremos saber a ciencia cierta, que es lo que llevamos dentro de nuestras cabezas.
Esto supondría tener una transcripción del “alma” humana. Y entonces por fin dejará de haber dos culturas: la de ciencias y la de letras. Y quizás entonces podamos comprobar que al final todo es uno, visto desde dos perspectivas distintas.
Y por una parte se aclarará mucha palabrería poética y vacía, y por otra parte, algunos comprenderán que quizás hay muchas más cosas de las que creían, y que negaban solo porque no las comprendían o podían imaginar.
Después de la transcripción del código genético, donde se inscriben y determinan todas las características del cuerpo humano, tendremos una transcripción de los programas que determinan la naturaleza comportamental del humano.
De su codificación genética, (en lenguaje genético), el proceso de desarrollo embriológico e infantil, lo traduce a lenguaje neuronal, y este es el lenguaje que debemos traducir a lenguaje humano.
Cuando comprendamos dicho lenguaje, podremos recrear al humano, y ser lo que queramos ser. ¿Es eso demoníaco?. ¿Es demoníaco aspirar a la perfección y a la excelencia?.
Yo creo que solo es seguir el proceso evolutivo general del Universo, que desde un saco de quarks informe, ha dado lugar a las maravillas del Universo. El mejor homenaje al siervo es asemejarse a su Señor.
Respecto a meter a Dios en estos modelos, un verdadero creyente, no desistiría de poder encontrar algún día huellas claras de su intervención en estos temas. Y por eso no creo en absoluto que sea ninguna tentación demoníaca el intentarlo. Todo lo contrario: “No hay nada oculto que no aparezca y no hay nada encubierto que con el tiempo no pueda ser desvelado”, (Evangelio según Tomás).
De todas formas, cada vez más se impone el deísmo, o sea que si hipotéticamente “Dios” creó el Universo, lo dejó funcionando con sus propias leyes, sin ninguna intervención posterior.
Otro tema distinto es el “Dios de las Religiones”, creado a su vez por el Dios Primigenio. Pero ese ya es otro tema.
Para mí (en todo lo que sigue trato de mi propuesta personal que puede estar equivocada), el Misterio-Absoluto-Trascendente es lo totalmente distinto, lo Otro Incognoscible, sobre lo cual nada podemos decir, solo cabe el silencio perplejo, respetuoso y expectante. No existe ninguna vía de acceso, ni por la vía de la filosofía-metafísica, ni por la ciencia, ni por la vía de la ética, ni por la mística, ni por el conocimiento o contemplación del orden, la verdad, la bondad, o la belleza del Cosmos y de la Vida, ni siquiera por revelación o la Revelación bíblica ni tampoco cristiana, pues no existe ninguna palabra de Jesús que desvele el Misterio Absoluto. Tras Jesús el Misterio Absoluto sigue siendo incognoscible. Lo que espero, aunque no lo sé, es que en ese Misterio Absoluto todo cuanto haya existido permanezca para siempre en lo Eterno.
La idea de Dios no la tomo como explicación de nada, sino como el esfuerzo del ser humano a lo largo de la historia, para tratar de hacer lo imposible, abrir el acceso al Misterio Absoluto, con el fin de aclarar nuestro sentido de dependencia, resolver la consciencia de muerte y el anhelo de permanencia, añadiendo un sentido y finalidad última a nuestras vidas.
Propuestas sobre el contenido de Dios hay multitud. Y la propuesta que me parece la mejor es que en Dios está la clave del acceso al Misterio Absoluto, exclusivamente en él no en nosotros. Para abrir el acceso tenemos que alcanzar el nivel de Dios, tenemos que alcanzarlo y mientras esto no suceda, el acceso al Misterio-Absoluto permanecerá cerrado. La vía que Jesús abre para alcanzar a Dios se resume en el Reino, o lo que es lo mismo la Plenitud Humana, que habla de justicia, paz, libertad, amor, …, extendida a toda la humanidad sin exclusiones.
Y en Dios está en exclusividad la clave del acceso a lo Absoluto, porque Dios además de ser lo Absoluto tiene un componente humano desde siempre constitutivamente. Trato de entenderlo diciendo que lo Absoluto tendrá “al menos” lo humano intrínseco en él. Pero lo humano no “completa” el contenido de lo Absoluto. Lo Absoluto no queda descrito como lo humano, aunque sea en plenitud o perfecto, ni tampoco desvelado o revelado, ni tampoco Dios. Pues Dios es a la vez Absoluto y Plenitud Humana. Jesús desveló y reveló el contenido completo de la Plenitud Humana, pero nada acerca de lo Absoluto.
Cuando al final de la historia, si tal como creo y espero triunfe el bien y la humanidad alcance la Plenitud, entonces y solo entonces en ese futuro de plenitud, se abrirán de par en par las puertas de lo Absoluto, por la acción directa de Dios (Padre-Hijo-Espíritu).
Siguiendo lo comentado por mí en días atrás me detengo ahora en contrastarlo con un párrafo del artículo, comprendido en el apartado “La conciencia ética como experiencia de Dios”. En él se dice que la conciencia ética es la experiencia más común de un contacto con lo trascendente, una manifestación de la presencia de Dios en nosotros.
Desde este punto de vista es como más se detecta el equívoco de haber hecho de la conciencia una entidad para que desde ella pueda hacerse la distinción entre el bien y el mal. ¿Fue eso una intención de control, o fruto de una ignorancia? En cualquier caso lo que a mí me interesa es decantar mi reflexión en este sentido, el de la conciencia “ética” como experiencia de Dios”.
Enfatizo ética para acercar posicionamientos, Es decir, yo hablé de actos conscientes, no de conciencia, “la” conciencia, y al parecer aquí al hablar de conciencia ética vale la pena aprovechar este punto de encuentro que nos es común. Porque sería un error pensar que esta ética haga referencia a un deber hacer determinado a modo kantiano.
Este elemento físico del “acto” de un acto de experencia significa para la conciencia dotarla de sensibilidad y por tanto sacarla del mero “yo” conciencial en la que la había metido la filosofía moderna desde Descartes. Pero es que hay más porque, como decía, la conciencia no tiene entidad propia sino que lo que hay es aquel acto consciente de darme- cuenta.
Ahora bien, este darme cuenta es precisamente el momento de experiencia, sin embargo, para lo que me propongo y me interesa que se comprenda, la frase “La conciencia ética como experiencia de Dios” me la haré un poco a mi medida y la expresaré así: “la conciencia ética como experiencia de la realidad de Dios” porque lo que se experiencia no es el concepto de Dios sino su realidad.
Entonces, como ya dije en anteriores veces, lo que constituye el acto consciente es esta unidad indivisa del darme-cuenta de que algo me está presente. El “estar” dándome cuenta incluye toda mi realidad la física y la psíquica. No es el puro “yo” conciencial solo capaz de hacerse con el concepto sino que se trata de una experiencia en la que confluyen dos realidades
La maleabilidad, la elasticidad y la ductilidad del idioma parecen a veces realmente infinitas cuando alguien se sirve de palabras al azar, como si fueran troqueles de diseño desconocido, y construye su discurso como si estuviese grabando arabescos sobre madera… ¡Admirable! Mejor fue este poema de Mariano Brull (1801-1956) en el cual el poeta solo deseaba disfrutar del sonido de los fonemas prescindiendo de todo significado:
Jitanjáfora
Filiflama alabe cundre
ala olalúnea alífera
alveola jitanjáfora
liris salumba salífera
Olivia oleo olorife
alalai cánfora sandra
milingítara girófora
zumbra ulalindre calandra.
Como dice Gonzalo en su interesante e importante artículo, Dios “es el fundamento de nuestro ser”..Pero Dios se encuentra por encima de todas nuestras definiciones, concepciones y manipulaciones humanas pero es claro que de alguna manera tenemos que llegar hasta El, relacionarnos con El y explorar su manifestación en su Revelación ya que no tenemos otro fin y otro destino en esta vida que El mismo. A su Espíritu hemos sido destinados desde toda la eternidad y nuestro corazón inquieto “no descansará” según el converso Agustín, hasta que repose en ese mismo Ser.
Por eso Dios se sitúa en lo “a priori” ya que es siempre “anterior” a nosotros y siempre nos precede sin que necesitemos mucha evidencia por ello y al mismo tiempo se encuentra también “a posteriori” por sus huellas reveladas en un Cosmos que existe inexplicablemente y de manera evolutiva que ha sido programado extrínsecamente para recibir la información inteligente necesaria para mantenerse y desarrollarse autónomamente pero esta autonomía necesitó también previa información para poder venir a existir. La fe universal en el Creador sugiere que su naturaleza estâ inscrita en el ser humano como un medio en la búsqueda de la verdad. Y la ciencia actual no nos aleja de esta FE en el Creador sino que cada vez nos acerca a ella. La complejidad del sistema que produce y mantiene la vida no es debida a una amalgama casual genética sino un proceso que pertenece a una inteligencia supra-humana, incapaz de un juego de azar.
Por otro, la revelación d e Dios en Jesus comprende la fe en el Hijo, uno con el Padre en su naturaleza. Después vendrá la decisión nuestra de creer en su mensaje que radica en la praxis del amor que es el mismo que el del Padre y del Espíritu santificador.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Isidoro, un creyente verdadero cree que todo proviene d e Dios por ser El la fuente principal, por ser El la primera Causa pero que al crear el Universo Su manifestación ordinaria es a través de las “otras” cosas creadas.. Existe una conexión entre la primera causa y todas las demás, que sin perder su autonomía todas concurren al mismo fin. Por eso Pablo nos habla que todos los acontecimientos confucen al bien de los que aman a Dios, ya que todo lo que nos sucede puede ser transformado en bien, si nuestra voluntad dirige todo a ese bien supremo. Por eso “salud o enfermedad, riqueza o pobreza, honor y deshonor” son “puros medios” y los medios solo nos nos conducen al fin. Sólo Dios es capaz de transformar un mal aparente en un bien, pero,con respecto a nosotros, ES la gracia la que puede cambiar una vida y hacerla aceptable y digna a los ojos del único y último árbitro válido en esta vida,que es Dios.
Por eso todas las manifestaciones “místico-contemplativas” sean religiosas o laicas, conscientes o inconscientes, son parte de la inmanencia divina que ha de actuar en el espíritu libre de cada ser humano para conducirlo a lo trascendente que reside en ese Supremo Ser.. Es una experiencia que es universal y connatural al ser humano e inscrita en su misma naturaleza, por la voluntad salvífica universal presente en Dios.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Pudiera parecer que mis comentarios al artículo de Gonzalo Haya, se han alejado del mismo artículo. Y no es así. Este artículo me ha inspirado su continuación, lo cual es el gran mérito de muchos buenos artículos.
Porque lo que vengo a decir es que esa “conciencia moral”, en la que Gonzalo vislumbra la huella de “Dios”, no es algo que aparece sin más, sino que es la proyección a la mente consciente, de una parte de la sabiduría interna, inscrita en nuestro Inconsciente Colectivo, donde se encuentran, entre otras muchas cosas más, los valores-ideales de la BBV, (Bondad, Belleza y Verdad).
Valores fuertemente unidos a una recompensa emocional, que hace que el imperativo categórico, o conciencia moral, vayan unidos a fuertes sentimientos positivos, en el caso de seguirlo, y negativos, (sentido depresivo de culpa, remordimientos,…) en caso contrario.
Y por otra parte, el “Deus sive natura”, ayuda a entender las dos clases de espiritualidad que hay.
Una, la más común, la tradicional de las religiones, que es creando en la imaginación, un contacto con seres exteriores benefactores: rezar, conversar, pedir, rogar, a unas figuras que (seamos realistas), están en nuestra imaginación, y sólo hipotética e intuitivamente en la realidad), pero con pocos indicios de su existencia real, y menos aún de su participación y atención a las vivencias y avatares personales de que les hacemos partícipes.
(Es preciso aceptar la dura realidad de que lo de la providencia divina, más allá de las leyes del Universo, es un mito infantil).
La otra espiritualidad, más moderna sería la espiritualidad “sin Dios”, la del zen, la meditación budista, la psicología transpersonal, la contemplación.
De todas formas esta 2ª espiritualidad, ya se asoma, en el caminito de Santa Teresita, y en el apofatismo, del maestro Eckhart, y del Pseudo Dionisio: la que hace consciente la sabiduría que guardamos en el obscuro subconsciente.
Es la que señala Jung, cuando dice: “Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su obscuridad”.
Ambas espiritualidades son válidas y no son incompatibles entre sí. Y pueden coexistir las dos. La mente subconsciente, además de elaborar autónomamente intuiciones inesperadas, puede recibir otras intuiciones de dos fuentes: una exterior del Mundo Espiritual, (Espíritu Santo agente – activo), o también pueden aflorar de los programas sapienciales heredados en el Inconsciente Colectivo, que podríamos definir como el Espíritu Santo latente o pasivo, que llevamos todos dentro.
Posiblemente todos recibimos de ambas fuentes, solo que en función de nuestra cosmovisión o de nuestra personalidad, se lo achacamos a una, a otra, o a ninguna, (pensando que son intuiciones autónomas).
La primera y tradicional, es más propicia para gente imaginativa y extravertida, y de formación religiosa tradicional, más propensa a lo mítico y esotérico, y la segunda para gente más racional, moderna e introspectiva.
Por eso es quizás la espiritualidad del futuro, abierta a personas más laicas. Es la tipo zen, budismo, contemplativa, la del vacío que busca que “Dios” entre en el alma, más que ir hacia Él. O la del laico racionalista a ultranza, que en su interior busca a Dios sin saberlo.
No en balde Dios es lo mismo que la Naturaleza, no en el sentido panteísta, sino en el sentido de que todo lo que venga de la Naturaleza, un creyente cree que viene de Dios, y un no creyente, si no lo cree, quizás lo sepa algún día. Eso espero.
Aunque existe una avalancha de trabajos en Neurociencias sobre la conciencia, aún no hay resultados suficientes para explicarla, porque el concepto y la precisión de su contenido, para abordarlo desde un método científico riguroso, sigue siendo confuso, no hay respuestas porque tampoco hay la precisión necesaria en las preguntas o problemas que se tendrían que resolver. La Ciencia huye de lo opinable y lo razonable incluso del sentido común, pues lo que busca son datos concretos, sobre todo experimentales y reproducibles, que se puedan evaluar, y si estos datos son escasos y confusos es señal de que no se está buscando bien, quizás al faltar una teoría científica adecuada sobre la mente que incluya la conciencia. Se está avanzando, pero aún es insuficiente.
Introducir a Dios o al espíritu para dar respuesta o resolver el problema de la conciencia, con un repaso histórico a las filosofías, las metafísicas, las religiones, …, y estudiando desde estas perspectivas el estado actual del tema, me parece que no avanzaremos demasiado si permanecen en sí mismas y no colaboran estrechamente con la Ciencia. La ciencia tiene que saber qué es lo que tiene que buscar con precisión, necesita una idea brillante que pueda formularse en una hipótesis al menos falsable, y en esto pueden intervenir esas otras perspectivas. Se necesitan equipos de investigación interdisciplinares y hay muchos de estos en funcionamiento en todo el mundo.
Pero pretender que el problema está resuelto por el mero hecho de introducir a Dios como respuesta, o bien el espíritu, me parece una falacia. Es nuevamente utilizar a Dios como tapahuecos de nuestro desconocimiento, o envolverlo en una nube de misterio, de naturaleza sobrenatural o espiritual, incapaz de resolver la cuestión, alejándola de nuestras posibilidades de conocimiento.
Decir que Dios “es” nuestra conciencia, que está en el hondón del alma humana, que Dios “es” ese espíritu del ser humano, …, me parece que es caer en la trampa de Luzbel de querer ser como Dios, de querer “saber” qué o quién “es”, de tener atrapado e identificado a Dios con algo, con lo que sea, aquí en la conciencia humana, o en la Naturaleza, o en el Cosmos, o en las fuerzas y leyes naturales, o en el nivel cuántico, …, donde sea y como sea. A mí me parece un uso indebido e improcedente de Dios como Misterio Absoluto Trascendente, al ser utilizado como explicación de nosotros mismos y del entorno, y sobre todo en lo que desconocemos.
Lo problemático del conocimiento para los griegos fue la “ascesis”, el sentir.
La vulnerabilidad del sentir estorbaba para el pensar, para fijar las ideas. En esto Aristóteles aunque no lo resolvió del todo fue un poco más lejos que Platón. Pero que duda cabe que las cosas nos entran a los humanos por los sentidos. Sin ellos las cosas quedan en nuestra mente como meros “entes” sin realidad propia.
Tampoco se trata de que la inteligencia que es la que nos tendría que dar formalmente la realidad de la cosa la sensibilice sensibilizando su contenido, creyéndonos que lo dado por ella es la realidad de la cosa. No, esto tampoco porque significaría que a estas alturas todavía no habríamos superado el realismo ingenuo. Pero esto no quiere decir que lo sentido en nuestro sentir sea meramente algo subjetivo porque las cualidades sentidas son sentidas porque precisamente son reales. Lo que ocurre es que son reales más allá de lo sentido, se les supone una cierta independencia.
Sin embargo, lo sentido así es lo que posibilita su “estar siendo” en nuestro mundo. De lo que se trataría sería llevar a cabo también en el conocimiento una fenomenología en la que se pusiera entre paréntesis no la realidad sino nuestra propia subjetividad. La culminación de nuestro sentir auditivo, por ejemplo, no es el oír objetivado sino que con él abrirnos a la escucha. Es ésta la que nos pone en contacto con la realidad.
Se dice que carecemos de “conciencia” cuando no podemos distinguir entre el bien y el mal. Nos convertimos fácilmente en indiferentes ante el sufrimiento humano. Carecemos de conciencia al huír de la práctica del bien. Sin embargo, podemos ser conscientes o no, Nuestra confusión puede también ser ignorancia, culpable o no.
Por eso somos siempre seres morales porque somos ordinariamente conscientes NO solamente de lnuestra realidad interna, sino también de todo lo que nos rodea, y también de la responsabilidad e imputabilidad de nuestras acciones.
Por eso la consciencia como “realization” NO es funcionalmente irrelevante ya que desempeña un papel crucial en nuestro propio psiquismo. Por eso poseemos una exclusiva capacidad subjetiva de la vivencia de nuestra realidad directa que podemos relatar.
Es esta capacidad la que surgió en el ser humano como exclusividad y como sello del destino del ser humano a comprender parte de su realidad. Sus operaciones extrafīsicas, su facultad y poder para amar y sufrir, y su libertad lo sitúan ante lo trascendente, que es nuestro legado único y permanente.
Un saludo cordial
Samtiago Hernández
NO sé qué es Dios, ni el alma, ni el espíritu, ni la conciencia y mucho menos la conciencia universal.
Encuentro precioso lo que ha escrito. A lo mejor porque no habla de certezas. Y sin embargo se nota que las ha tenido.
Creo que el señor Rahner acierta en esta afirmación, si es que es suya, como en otras muchas cosas .
La verdad es que tampoco sé exactamente qué es el misticismo. Pero creo que ese es el camino que a día de hoy, al menos mi cabeza, puede seguir. Porque sí he tenido la experiencia de que hay algo que nos trasciende, pero no pregunte qué. No sabría contestarle.
Un saludo cordial
Hola!
1- Leo:
– “Dios no es una entidad individual, es una entidad personal“-
¿Que hacemos, entonces, con la definición tomista:
“persona est individua substancia natura spiritualis“?
……………….
2- Leo:
– “Pensamos en Dios y el mundo como dos seres,
pero no se trata de dos seres en sentido unívoco,
sino de dos entidades en sentido muy, muy, muy distinto; (sentido análogo según santo Tomás de Aquino)“-
Ok! ¡Viva el “análogo“! (concepto que se inventó para distinguir “el SER” de “los seres”)
¿Qué le vamos a hacer si los griegos inventaron cosas problemáticas?
Así parece ser la vida humana: inventas una solución a un problema que -a la corta o a la larga- te traerá otros problemas ¿no?
¡Hola, de nuevo, Antonio!
1. Aciertas: Prefiero no partir apriorísticamente de cualquier conocimiento del «ser divino» o divinidad. No pudiera demostrarlo y por lo tanto me parece innecesario para filosofar o pensar no-teológicamente o para discerner éticamente..
2. Considero necesario regir mi vida cuanto más mejor por las normas ética que proponen los evangelios que conozco.
3. Nada me impide desear, esperar confiadamente, tener «fe» en que, en efecto, el Dios en el cual se atribuye a Jesús haber creído, exista y que se le pueda conocer en algún future, lo mismo si ocurre como si no. Ya he dicho en otro lugar que lo de la Resurrección no lo consider in derecho, como no vengo existiendo por derecho sino por causa del amor de mis progenitores.
4. Aciertas También en cuanto a que creo que la conciencia moral sea, figurativamente hablando, un espacio de discernimiento y por lo tanto un espacio de confusión (de lo contrario el discernimiento no fuese necesario) y consecuentemente de «lucha y sufrimiento».
5. Mi dificultad mayor con la idea dogmática de una divinidad creadora es doble:
a. 1. El origen y la necesidad del mal;
b. 2. La libertad como arbitrio que conduce a la necesidad moral o ética del discernimiento y por tanto que solo puede existir y ser utilizada en medio de confusión (perplejidad frente a la mezcla de bien y mal) nada de lo cual puedo agradecer a un agente creador que supiera lo que hacía.
c. La solución de Leibnitz no me satisface porque me parece solo una especie de aplicación metafórica de la noción de «chivo expiatorio» según R Girard por mimetismo.
6. Cualquier otra duda con respecto a la cual pueda ser de ayuda, por favor, dejádmelo saber. Me parece que Olguita Larrazábal habla mejor que yo el inglés y quizás ella pudiera ayudar si me equivoco en algo o incluso como una mejor fuente de información (Perdona Olguita si te involucro sin consentimiento tuyo).
7. Para mí es claro que la «conciencia» (sin ese) como don creado sea una afirmación innecesaria y resultante del desarrollo lingüístico, las etimologías griegas y latinas, etc.
8. Solo me parece demostrable la «consciencia» o conocimiento, sea a nivel de sentimiento sea a nivel cognoscitivo o mental (María luisa perdona que opine en un campo que conoces mejor que yo y en esto ya has escrito antes de publicar esta entrada).
9. Por lo tanto, mezclar conocimiento/creencia religiosa, teología fundamental o dogmática, o aplicar indiscriminadamente el rollo cuántico, parece que redundaría en mayor confusión.
1. Las funciones ejecutivas que se atribuyen al cerebro pueden ser medidas con pruebas neuropsicológicas objetivas y se hacen muy reales cuando se constata la ausencia de ellas, por ejemplo, en la psicosis o como efecto de lesiones cortico-cerebrales.
1. La antinomia entre autoridad humana (el νόμος o nόmos) y las «leyes no escritas» que provienen de la voluntad divina (los ἄγραπτα νόμιμα o ágrapta nόmima) aparece, por ejemplo, en la «Antígona» (Sófocles). Un posible fundamento del derecho o ley natural de origen divino, cuya existencia y origen creados, no se les puede afirmar independientemente de una afirmación apriorística de la divinidad creadora (indemostrable e innecesaria/prescindible en el razonamiento ético). El bien común, según el evangelio, sea Jesús divino o no, histórico o no, es para mí preferible y prioritario a cualquier otro valor de discernimiento moral y teleológico.
.. . Zigmunt Bauman ofreció el 3 de junio de 2016 una conferencia que ha sido publicada en italiano (con el título «Meglio essere felici») (Roma, Castelvecchi I Edizioni, 2017) que emerge de su pensar y sentir ya desarrollado en «Globalización: Consecuencias humanas» (Cf. http://www.Scribd.com accesible 12/717: https://www.scribd.com/doc/65504030/Globalizacion-Zigmunt-Bauman-Completo
¡Hola, Antonio! La diferencia en mi nota de errata es el punto «.» entre una frase y otra.
No redacto bien pero además mi ordenador tiene una pantalla más bien reducida (híbrido de portable y «tableta») lo que me dificulta leer y, por otra parte, cuando traslado de Word a la ventana de Atrio, aunque primero revise que todo esté escrito en el «Spanish of Spain» (que es lo más cercano que puedo llegar), algunos errores todavía ocurren inesperadamente (mayúsculas, terminaciones cambiadas, etc.)
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En cuanto al verbo «to realize»: Se le traduce comúnmente como «darse cuenta» o llevar algo a realización, hacerlo realidad». Entonces, «realization» sería la acción misma, «el» darse cuenta mismo, y también, por extensión aquello de lo que uno se ha dado cuenta o a efectuado, su forma sustantivada. Equivale a «to become aware of» de ahí que «consciousness» signifique:
1. el estado de quien está despierto, de estar consciente de su derredor. Un ejemplo fuera “she failed to regain consciousness and died two days later” (no recobró la consciencia y murió dos días después, mi traducción);
2. La conciencia de algo que tenga una persona, su percepción de algo: por ejemplo, “her acute consciousness of Mike’s presence” (su aguda conciencia de la presencia de Mike, mi traducción);
3. El hecho del conocimiento mental de sí mismo y del mundo, por ejemplo: “consciousness emerges from the operations of the brain” (la consciencia emerge de las operaciones del cerebro, mi traducción) refiriéndose a las funciones ejecutivas de la corteza cerebral.
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En cuanto a conciencia, «sin s».
En inglés no existe la palabra «conciencia» sin la «s» como existe en castellano. Algunas definiciones y sinónimos de «conscience», en inglés, fueran estos —algunos más precisos que otros—: sentido de lo correcto o lo errado, brújula o compás moral; sentido moral, voz interior, moral, valores, principios, ethos, creencias morales, escrúpulos.
En el Oxford Dictionary (mi traducción): «Conscience» es un sustantivo y lo define como la intuición o sentido interior o voz interior entendida como guía de actuación moral en cuanto a determinar si la acción que se va a ejecutar o se ejecutó es correcta o no. Pone el siguiente ejemplo de uso de la palabra: «él/ella tenía un sentimiento de culpabilidad respecto a sus deseos» y en el procesamiento criminal, un determinante de posible culpabilidad es que la persona haya sentido (sabido) que la acción podía ser moralmente condenable aunque tuviese dudas.
El Oxford sitúa el origen de la palabra en el «inglés medio» hablado entre Ca. AD 1150 (o después de la conquista de Inglaterra por los normandos en 1066) y Ca. AD 1500, derivando del «inglés antiguo» hablado antes de esa época y la palabra del original francés proveniente del latín «conscire» (con + scire) que lo traduce como «tener conocimiento de algo, o conocer de algo» y por extensión que lo que es conocido sea también compartido por otras personas, sea «un conocimiento compartido, común». No aporto el enlace porque en los EE. UU. el acceso al Diccionario Oxford requiere una subscripción y yo tengo acceso a ella en línea sin pagar a través de la universidad de la que me gradué, pero es un privilegio que no puedo copiar o compartir.
Este enlace que sigue http://etimologias.dechile.net/?conciencia conduce a un sitio chileno extraordinario y muy bien reputado académicamente que incluso admite las discrepancias para que el visitante al sitio juzgue por su cuenta, algo parecido a Wikipedia, pero especializado en etimología castellana o española.
Todo este enrevesado asunto entre conciencia y consciencia nos viene desde que la filosofía moderna concibió “la” conciencia como una entidad a través de la sustantivación del “darse-cuenta” “darme- cuenta”, “caer en la cuenta” etc., Sin embargo desde la perspectiva sujeto-objeto, éste objeto, ésta presencia no está presente porque me doy cuenta sino que me doy cuenta porque me está presente. Son dos momentos de un único acto consciente. Por esto no se trata de “la” conciencia sino de actos conscientes. Y en la unidad indivisa de estos dos momentos consiste el acto consciente. Es en el fondo una actualidad común.
Pienso que tal expresión y perspectiva ofrece a este bello artículo una ajustada interpretación.
Perdonad que continúe pero es que creo que he dejado el tema sin cerrar.
Cuando hablaba de estar demasiado moralizado, me refiero, a que cuando tenemos confusa la idea de Dios, y de la consiguiente espiritualidad, o seguimos acríticamente lo que nos marque una Autoridad, o tendemos a reducir la religión a una moralidad o sea a un humanismo. Lo cual no es malo, pero creo que es insuficiente.
Y cuando hablo de la línea espiritual moderna, estoy refiriéndome a la espiritualidad laica que desarrolla teóricamente la psicología transpersonal, Wilber, Maslow, Assagioli, etc.
Gonzalo cita la tan repetida frase de Karl Rahner de que “el cristiano del siglo XXI sería místico o no sería”, o sea que la fe sería experiencia de Dios o se perdería.
Veía anteriormente que la experiencia de Dios, (a excepción de que se produzca próximamente la 2ª venida, y el fin del mundo tal y como lo conocemos), es poco previsible que se generalice, a no ser que se produjera una explosión inesperada del Espíritu.
Yo creo que quizás esta “experiencia” de Dios, como algo concreto y firme en donde apoyar nuestra fe, no habría que buscarla en la mística clásica tipo arrobos y experiencias tipo teresianas y sanjuanescas, sino en un conocimiento exhaustiva de nuestra mente, y de sus circuitos internos, (tema del “inconsciente colectivo”), y su relación-negociación con nuestra mente consciente, para lograr la maduración o individuación junguiana.
Es verdad que la psicología es aún una ciencia aún muy teórica y “muy de letras”. Pero albergo la esperanza de que la neurología, que va a crecer exponencialmente, (como toda la ciencia), transforme la psicología en una ciencia mucho más firme.
Y así quizás podremos cimentar nuestra fe en un conocimiento bastante cercano del contenido de nuestra “alma”, de nuestros programas comportamentales, con los que la humanidad ha sido dotado.
Este leer las “huellas” de “Dios o de “las Leyes del Universo”, simbólicamente se podría definir como una cierta “experiencia de Dios”, pues leeremos en nuestro interior la sabiduría que se nos habría depositado. El “inconsciente colectivo”, si aprendemos a leerlo bien, puede ser como una Biblia que se nos ha dejado ahí, hasta que sepamos descifrar su idioma. Necesitamos encontrar la piedra de “Rosetta”, que la neurología nos va a entregar.
Primero quería hacer un comentario tangencial al artículo de Gonzalo.
Y se trata del doble y equívoco sentido de la palabra “conciencia”. Tradicionalmente, en la filosofía católica, conciencia, se refería, a conciencia moral, (que es el sentido que me parece que le da el amigo Gonzalo). Sería es especie de “imperativo kantiano”, que nos hemos ido formando a lo largo de nuestra vida, con los valores que regirán la misma.
Pero ese no es el concepto que se suele usar hoy día de la palabra conciencia, en la psicología actual, y en el mundo moderno.
Conciencia, aquí, sería el sinónimo de mente consciente. O sea el conjunto de actividades mentales de la que somos conscientes, en contraposición con la parte de la mente subterránea, subconsciente, de la que no somos conscientes, compuesta a su vez del inconsciente personal freudiano, y del inconsciente colectivo junguiano, compuesto por todos esos programas conductuales arquetípicos heredados genéticamente, de los que yo hablaba estos últimos días.
La conciencia moderna, está muy de moda, en el intento de conocimiento de la realidad humana, porque todas las teorías de la evolución de la conciencia humana a lo largo del proceso de la vida de cada individuo, está muy ligada a la maduración psicológica, y al proceso de autorrealización personal.
Explico esto, porque como yo utilizo mucho esta palabra en este último sentido, creo que quizás mucha gente, interprete mal mis escritos, y especialmente los mayores que hemos sido educados en la filosofía católica del examen de conciencia, y todo eso.
Por eso, ante mis propias dudas, muchas veces escribo, conciencia (mente consciente).
Ya entrando en el artículo, sinceramente, creo Gonzalo, que estás demasiado moralizado. Se te hace piedra de contradicción la evidencia general de que hay muchísimas personas de un gran corazón y una buenísima ética personal, sin ningún o poco sentido religioso.
Eso se basa en la idea tradicional católica de que el hombre, (quizás después del Pecado original), tiene una naturaleza moralmente mala, y solo con la gracia de Dios, consigue, superarlo y formar y seguir una conciencia estricta.
El problema es que es mucho más fácil arrancarse los dogmas, y hasta los ritos, que no nos parecen adecuados, que la filosofía, la psicología y la antropología en las que sobrenada esa religión, su caldo de cultivo.
(Justamente, cuando cambias y modernizas toda esa base-cosmovisión, entonces ya no molestan tanto los dogmas y demás, porque los contemplas con otros ojos hermenéuticos, superando muchas aparentes contradicciones).
Aunque suene a muy manido, es lo del vino nuevo en odres viejos.
Y este nadar en unas aguas tan insalubres, (la psicología y la antropología de los griegos de hace 2.000 años), como no podía ser de otra forma es fuente de muchísima confusión general y de contradicciones contínuas. Y esa confusión general se traslada a un Dios confuso. Y un Dios confuso, lleva a una espiritualidad confusa.
El pensamiento mítico y religioso, son colindantes pero ajenos al mundo racional. Y por eso tienden a operar de acuerdo con lo que, parece ser que Pierre Bourdieu llama lógica de práctica, o sea una lógica pragmática y no-sistemática, donde las contradicciones e incongruencias son naturales y esperadas.
Pero estas incongruencias deben tener una superación en la práctica. Bourdieu dice: “Los sistemas simbólicos (tienen) coherencia práctica, (…) han de tener cierta coherencia interna, pero también ha de funcionar en el mundo de la experiencia real vivida”.
Y aquí es donde fallan estrepitosamente. Primero, se demuestra claramente que la religiosidad no es algo claramente correlativo con la ética y el nivel de comportamiento personal.
Y según mi opinión, el segundo gran punto negro de la religión es la vivencia de la espiritualidad religiosa, que inevitablemente conduce o a la autosugestión voluntaria, o a la decepción.
Dice Gonzalo: “Yo, cristiano del siglo XXI, no me atrevo a decir que haya tenido alguna experiencia de Dios; sin embargo, creo que puedo afirmar -y todos, más o menos, podemos afirmar- que hemos tenido alguna experiencia de algo trascendente”.
Todos estamos en parecida situación, y desearíamos que esas “experiencias”, fuesen claras, significativas, inequívocas.
La realidad, (por lo menos en mi caso), es que no es así. Decía Thomas Merton que la vida de un monje, era un semiéxtasis, (siempre muy subjetivo, añado yo), y cuarenta años de aridez.
Esa es la triste realidad, y cuanto más va uno sabiendo de la fenomenología psicológica, las múltiples y “maravillosas” intuiciones, e incluso las experiencias-cumbres, estudiadas por la psicología transpersonal, más difícil tenemos asociar esas experiencias a la acción directa específica de “alguien” exterior a nosotros.
No lo excluye, por supuesto, pero solo hay indicios, que tienen el peligro de que “se nos hagan los dedos, huéspedes”, expresión antigua, que yo entendí siempre como que las ganas de que sea verdad, nos puede.
Por eso ahora, la línea moderna espiritual, creo yo, que va por la esa impronta dejada en la herencia genética del comportamiento “instintivo”, de la especie humana, que como todas las demás herencias instintivas con el comportamiento de todas las demás especies vivas, se ha ido perfeccionando evolutivamente, quizás por mecanismos auto perfeccionadores emergentes, o quizás, en el caso humano, (debido a nuestra singularidad: un nivel crítico de inteligencia), pudiera haber sido objeto de alguna intervención especial.
Ya sea un caso, que solo fuera motivado por la acción evolutiva del Universo, siguiendo sus Leyes, u otro, que hubiese habido una ayuda “especial”, a ese proceso, bien lo podemos considerar y definir como producto de “Dios”, directamente o a través de su hipotética creación del Universo.
Por eso, hablar de la creación del “alma”, por “Dios”, puede ser correcta, tomándose los términos como simbólicos, (expresión defectuosa de una realidad auténtica).
Cuando Juan Luis Herrero en su libro dice, que es más sencillo para hablar de Dios, decir de él “lo que no es” porque ahí creo que llegamos a coincidir todos.¿Casi todos?. Por otro lado, para mi, Antonio Machado es en alguna de sus poesías un místico. Por ejemplo cuando en su “auto retrato dice: “Converso con el hombre, que siempre va conmigo; quien habla sólo, espera hablar a Dios un día; mi solilóquio es plática, con este buen amigo; que me enseñó el secreto de la filantropía”. La verdad es, que las nueve estrofas de ese auto retrato me suenan a trascendencia, a oración que me gusta repetirme antes de dormir. Su final : “Y cuando llegue el dia del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo, ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar”.
Buenos días!
Parece, George, que el “dice” y “debe decir” de tu último comentario son idénticos. ¿Entonces?
También veo que no aceptas que Dios esté en una “conciencia moral” que para ti es lugar de lucha y sufrimiento. Creo que el problema está en la pobreza del español que no distingue entre Conciencia y Consciencia con ese, aunque acepte los dos términos. En el diccionario de dudas de la RAE se señala que para “conciencia moral” hay que usar la palabra sin ese. Pero también sin ese se puede referir a “darse cuenta”. Yo uso a veces inadecuadamente la palabra “autoconsciencia”, que es neologismo y tal vez redundancia. Pero me gustaría tener un término más preciso para “to realize” y “realization” en el sentido 1º del término en el Cambridge Dictionary, referido a la conciencia. A ver si tú que eres tan preciso nos iluminas sobre esto para que nos entendamos mejor. Yo creo haber entendido bien a Gonzalo y estoy plenamente de acuerdo con él.
Con la vejez tendemos a simplificar la vida. Luego, que Según San Juan: “Dios es Amor“. Y ¿Qué es “amar“? Buscar el bien del otro.
Favor de perdfonar error en el número 2 de mi entrada anterior: Donde dice «…sea ontológicamente humana Si la divinidad…» debe decir «…sea ontológicamente humana. Si la divinidad…». Gracias.
Leo: «La conciencia es una señal de la presencia de Dios Espíritu».
1. Se puede asumir que el articulista se refiere a la conciencia individual.
2. No se puede afirmar sin partir de un a priori dogmático que la conciencia individual sea ontológicamente humana Si la divinidad causó la existencia de la conciencia moral como para firmar esto que afirma el autor ¿en qué pensaba cuando la creaba? Lo más vulnerable del ser humano es su juicio moral, su sentido ético en relación con sus necesidades y el mal de la libertad que exige la existencia en confusión.
3. La noción de libertad desvinculada de la de la necesidad hace a la primera vulnerable a la arbitrariedad y potencialmente violenta
4. La libertad está sometida a la justicia y ésta a bondad y se realiza igualmente en la renuncia inmediata a la satisfacción individual. Las tentaciones narradas en el evangelio (Mt 4, 1-11; Mr. 1.12-13; Lc. 4.1-13). El sermón del monte (Mt 5, 3-12; Lc 6, 20-23, etc.) y la justicia basada en el perdón (Mt 18, 15-22; 5, 23-34; Lc 17, 3-4) lo reafirman.
5. La explicación puede ser articulada con relativa simplicidad. Si uno siente el derecho de satisfacer un deseo y tiene la fuerza para lograrlo ¿qué le puede impedir intentarlo si la sola referencia es la libertad de autosatisfacerse?
6. Por el contrario, si la libertad está sometida a la bondad excluye de su dominio la causación del daño a sí o a otro, y eso en nombre de la justica, es decir de la sabiduría que propone la prudente preeminencia del amor y la solidaridad. Así lo necesario puede ser aquello que siendo posible es renunciado por amor. Se sigue el beneficio de la conciencia social y la coexistencia. En suma, que la necesidad última puede ser la renuncia al deseo.
7. Pensando de esta manera, la conciencia moral no tiene que ser un signo de alguna «presencia» divina en nosotros, sino resultado de la convivencia y el uso de las funciones ejecutivas de la mente.
8. Nada de esto niega la existencia de la divinidad ni la afirma y menos requiere conocer la «forma» de dicha existencia que solo puede ser innecesariamente imaginaria y proyectada.
Si los que creen en la ciencia, en Buda, en Marx, etc pueden especular, comentar, deducir, intuir, formular hipótesis, teorías,ofrecer experiencias, por y con derecho a ello, aún contando con los misterios que rodean todas estas formas de pensar ¿Por que los que creemos en la Revelación de la divinidad en Jesucristo vamos a tener que callarnos?
Los problemas y las preguntas existenciales no son producto de la imaginación sino que se basan en una realidad objetiva como es el devenir del Cosmos y la vida dentro de el. Por lo tanto, la pregunta de la posibilidad de la existencia de lo divino es válida también ya que el conocimiento humano es deductivo, pero que también es especulativo, es intuitivo, es experimental, es empírico etc etc. La verdad puede aproximarse desde muy diversos ángulos y en variados aspectos y matices, siempre contando que solo estamos “rasgando” un “momento” de esa realidad que quizás se nos revela gradual o instantáneamente.
Por otro lado, si nuestra razón fuera puramente biológica jamás podríamos siquiera pensar en la posibilidad de la trascendencia y nos quedaríamos en lo concreto, sin capacidad alguna para la abstracción y para lo espiritual. Pero somos seres básicamente espirituales como personas, lo que nos distingue -sin arrogancia- del resto de los seres que pululan el Cosmos.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Me deja perplejo cuánto se puede afirmar acerca de la divinidad.
Nuestra idea d e Dios es incompleta “per se”…Imposible que nuestra finitud pueda abarcar y entender totalmente lo infinito…En este sentido Dios es al mismo tiempo trascendente e inmanente como cita el comentario de Oscar. Por eso Juan De la Cruz parte “de la nada” para poder “llegar al todo” implicando que la “oscuridad” espiritual es una fase para el encuentro con lo trascendente. El “no ver” por exceso de luz es una ceguera transitoria que al final quedará resuelta en el Amor.
Este camino místico no es extraordinario sino la vía común para los que “son movidos” y “persisten” en la búsqueda de la felicidad trascendente, ya que Dios, según Pablo, no solamente mueve a la acciòn, sino que nos ayuda en la voluntad de “querer”, sin coaccionarnos, ya que el acto de fe es totalmente libre.
El silencio ante Dios es reverencial cuando podemos contemplar interiormente la experiencia mística imposible de describir cabalmente con palabras humanas. Entonces hay que callar puesto que la contemplación es demasiado íntima que traspasa todos nuestros sentidos. Sin embargo por la Revelación podemos hablar y adquirir un concepto de lo divino. Si juntáramos todas las perfecciones divinas en una y la multiplicarámos hasta más allá del límite, tendríamos una idea todavía imperfecta, aunque verdadera, del Dios trascendente autor de la belleza infusa del Cosmos.
Por eso el abandonarse en Dios no es quietísimo. Es un descansar en la fe y esperanza, sabiendo que mi cooperación ES a la gracia que se nos da gratis en todo instante, y que nos hace salir “fuera de sí” copiando de nuevo a mi amigo Oscar.
Saludos cordiales
Santiago Hernándex
Parece que el lenguaje, una vez emitido deja de ser virtualmente unívoco (de otro modo no hubiese sino aún pronunciado) para ser aquello equívoco que reciben los interlocutores. (Posiblemente camino de ser aún más equívoco si uno acepta la hipótesis del círculo hermenéutico).
1. Si atribuyo a Dios la cualidad de ser lingüísticamente simbolizable ya le atrapo y reduzco a mi noción de la divinidad.
2. ¿Qué tal la posibilidad de guardar silencio al «sentir» la presencia de la divinidad, a la espera de que si existe se revele a su modo? Una tal esperanza confiada ya fuera «fe» en esa posibilidad de la que el ser humano parece capaz.
3. Pablo esperaba por una visión «cara-a-cara» (1 Co 13, 12), posiblemente no refiriéndose a Jesús como mediación de dicha revelación (esa es una cristología posterior), sino a nuestra experiencia amatoria como anticipo. Por eso la afirma y define en el «Himno al Amor».
4. Me descentran las frecuentes referencias a la física cuántica en prácticamente todo como si se tratara de un lenguaje común al que todo pudiera referirse o traducirse. No soy experto en ella, pero tampoco soy completamente ignorante. Consecuentemente, me pregunto si realmente se puede describir una relación humana con la divinidad en términos de onda y partícula o corpúsculo como comportamientos de la materia.
5. La onda y la partícula o corpúsculo no son comportamientos de una tercera cosa, sino la cosa misma, la materia. Aplicándonoslo fuéramos, sea la onda sea la partícula, dos formas de una sola naturaleza (divina), pero obvia y claramente distinguibles (Cf. Calcedonia AD 451), y quizás estuviéramos repitiendo la trágica intuición teológica que llevó al Cisma de Oriente, porque no podemos negar nuestra «humanidad» no divina.
6. «La ola es el mar» es idea de una gran belleza poética pero no parece una «forma» cuántica: No refiere a dos comportamientos sino a un solo comportamiento constante de un cuerpo de agua bajo la acción del viento, la gravedad, etc.
7. Su dificultad mayor como analogía de la relación humana con la divinidad fuera el desconocimiento humano de ésta (y hasta de lo humano), demandando un cierto conocimiento a priori (dogmático de lo divino). Este no-conocimiento demostrable anula cualquier posibilidad de atribución o proporción entrambas.
8. La metáfora teológica del «matrimonio espiritual» partía del conocimiento previo (dogmático) de una relación de dominio o propiedad de la divinidad creadora y su creatura. La experiencia humana más cercana era la de la, hoy claramente distorsionada, noción matrimonial de que la mujer estuviese «naturalmente» destinada a ser dominada o posesión por/del hombre.
9. La relación conyugal de hoy trata de no implicar propiedad/dominio de ninguna clase, una distorsión originada artificial y culturalmente.
Hola!
1- Con este escrito, el Cumpa Gonzalo nos invita a retorcerle el pescuezo a lo que se entendía por “conciencia”, e.d., “el fondo del alma”, cuyo proceso es “ENTRAR A” (dentro de sí“). (Ver Nota)
2- Ahora, y coincidiendo con un “Signo de los tiempos”, se nos propone “SALIR A” (fuera de sí, o “periferias existenciales”).
……………………
(Nota)
El alma es lo que verdaderamente es cuando se ha quedado sin mundo, liberada de él, por tanto, cuando está sola.
A la compañía de Dios se entra al través de la soledad, porque únicamente bajo la especie de soledad se encuentra el alma con su auténtico ser.
Para el punto de vista de la religión cristiana no había más realidad verdadera que Dios y, frente a Él, el alma solitaria;
No habría más que esa doble realidad: Dios y el alma.
Así, San Agustín: Deum et animam scire cupio. Nihilne plus? Nihil omnino.
San Agustín es el primer pensador que entrevé el hecho de la conciencia y del ser como intimidad.
En esa realidad hay que fundarse, no en la problemática realidad del cosmos y lo externo. Noli foras iré, in te ipsum redi: in interiori homine habitat veritas.
Aquí está también el hombre como absoluto interior, como intimidad.
En el fondo de esa intimidad encuentra a Dios.
Los hombres religiosos coincidían en hablarnos de lo que Santa Teresa llama «el fondo del alma».
En ese fondo del alma es donde, sin salir de ella, encuentran a Dios.
El Dios cristiano sería, entonces, trascendente al mundo, pero inmanente al «fondo del alma».
(Fin de la Nota)