Me ocurrió hace sólo una semana. Una mujer, que ya ha cumplido 92 años, me dijo una de las cosas que más me han impresionado en mi vida. Simplemente me dijo esto: “Lo más grande, que distingue al papa Francisco, de todos los papas anteriores, es la sensibilidad que tiene para sintonizar con los últimos de este mundo”.
Esta afirmación me ha dado mucho que pensar. Porque viene a decir que lo más grande, que tiene cualquier persona, no es lo que sabe, lo que dice o lo que tiene, sino la calidad de su sensibilidad. Una calidad que se mide por aquello con lo que sintoniza. Es evidente que sintonizar con los sabios y con los poderosos, con los ricos y con los que mandan, con los famosos y los importantes, todo eso es vulgar. Porque lo tenemos todos o casi todos. Pero tener una sensibilidad, que sintoniza con quienes nadie sintoniza, eso sí que es llamativo, infrecuente, anormal y verdaderamente extraordinario.
Para comprender la hondura de esta reflexión tan sencilla, que acabo de hacer, es necesario darse cuenta de que no es lo mismo un “signo” que un “símbolo”. El “signo” comunica “conocimientos”. Es lo que hacemos mediante los signos fonéticos (por ejemplo, las palabras) o con los signos visuales (por ejemplo, las señales de tráfico…). El “símbolo” transmite “experiencias” (cariño, odio, miedo, indiferencia, paz, ansiedad…). Por eso, la “mirada” precede al “ojo”. Una mirada nos hace felices o nos amarga la vida. Luego, seguramente, querré saber cómo tiene los ojos la persona que, con la expresividad de su mirada, me ha transmitido felicidad o desgracia.
¿Qué hay detrás de esta experiencia? Algo muy hondo y de lo que, tantas veces, no somos conscientes. Es la sensibilidad. Aquello a lo que somos sensibles. O, por el contrario, enteramente insensibles. Pero el hecho es que la sensibilidad que tenemos es lo que nos configura y nos define en la vida. Y lo que determina lo que hacemos o lo que dejamos de hacer. Por esto, porque así somos y así nos comportamos los seres humanos, por esto justamente se comprende que, en los cuatro evangelios, cuando se explica el encuentro y la relación de los discípulos (y de la gente) con Jesús, se le da más importancia al “seguimiento” de Jesús que a la “fe” en Jesús. Baste saber que, en los evangelios sinópticos, de la fe (“pistis”) se habla 36 veces, mientras que el seguimiento (“akolouthein”) de Jesús se menciona 57 veces. Y el evangelio de Juan, que tanto insiste en la fe (40 veces), lo primero y lo último que explica es el seguimiento de Jesús, tal como lo vivieron los discípulos (Jn 1, 37. 38. 40. 43; 21, 19. 20. 22).
Sin embargo, en la Iglesia se ha trabajado duro para construir, mantener y aplicar, a la vida de los fieles, una sólida teología de le fe. Por eso en el Vaticano existe una Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, que tiene un poder decisivo en la organización y gestión del gobierno eclesiástico. Sin embargo, después de más de veinte siglos, todavía no tenemos en la Iglesia una sólida teología del seguimiento de Jesús. Y – lo que es más extraño – la teología dogmática se ha quitado de encima el “seguimiento”. Y lo ha desplazado a la espiritualidad. Para fomentar la piedad y la devoción, al tiempo que se fomentan también las vocaciones sacerdotales y religiosas.
La preferencia de obispos y teólogos por la teología de le fe resulta comprensible. “Aceptar la fe” comporta inevitablemente “aceptar la sumisión” de la mente, de la conciencia, de la voluntad, a lo que dice y decide la Jerarquía. Ser un buen creyente es hacerse sumiso y renunciar a una mentalidad verdaderamente crítica. Esto le va bien al clero, que así mantiene firme su “sagrada potestad”. Y les va bien a los fieles sumisos, que así tranquilizan su conciencia. Con la seguridad de que Dios les perdona siempre, sea cual sea el pecado que puedan cometer.
Se comprende, pues, que la teología de la fe sea la preferida por quienes ejercen la “sagrada potestad”. Y también por quienes, mediante su ortodoxia creyente, se ven a sí mismos con la “conciencia tranquila” y las “manos limpias”. Mientras que, por el contrario, se comprende también que la teología del seguimiento de Jesús se haya desplazado a los márgenes de la Dogmática. Para quedar situada en el terreno de la Espiritualidad. Así, los fervorosos, los devotos, los llamados a grandes heroísmos de generosidad, entran en los seminarios o se van a un noviciado, para “identificarse con Jesús”. Esto, sin duda, es lo que se decía antaño.
No pongo en duda, ni en lo más mínimo, la importancia capital de fe, como siempre lo ha explicado la Iglesia. El problema – a mi modo de ver – está en que, si aceptar la fe es aceptar la sumisión, de la misma manera aceptar el seguimiento de Jesús es comprometerse con la libertad de cualquier sometimiento que no sea “vivir como Jesús nos enseña en su Evangelio”.
Ahora bien, aquí es donde entra en juego la sensibilidad. El diccionario de la RAE dice que “sensibilidad” es la “propensión del ser humano a dejarse llevar de los afectos de compasión, humanidad y ternura”. ¿Hace teatro el papa Francisco cuando abraza y besa a los niños, a los enfermos, ancianos y mendigos? ¿Es un comediante cuando le vemos feliz al estar cerca de los últimos de este mundo? No cabe duda: la teología del papa Francisco brota de una sensibilidad, que, al conectar con los últimos, es la sensibilidad de la libertad y la inseguridad que vivió aquel pobre galileo de Nazaret, que nació donde nacen los animales (un pesebre) y murió donde acaban los delincuentes (una cruz).
La teología de Francisco es, ante todo, la teología del seguimiento de Jesús. Una teología a la que no estamos acostumbrados. Por eso, desconcierta a unos, indigna a otros, y a todos nos plantea preguntas que no sabemos responder. Preguntas que despachamos diciendo tranquilamente (y a veces indignados) que este papa “no sabe Teología”, ni es el Papa que necesita la Iglesia. ¿No será que nuestra Teología anda más desorientada de lo que imaginamos?
¡Buenos días!
Habiendo leído los últimos comentarios ahondaré un poco más la idea que dejé ayer abierta, pero antes quisiera decir por adelantado que no veo ninguna tautología en la frase :
“La mirada compasiva de Jesús no procede de Dios, sino que su mirada procede de su experiencia compasiva hacia los pobres y excluidos, y ahí se le revela que el único Dios posible es compasivo y bueno con ellos, o no es un Dios creíble”.
De manera que tal frase, para mí, no ofrece reversibilidad alguna. Las partes componentes de la frase no dicen lo mismo, están en el mismo plano de horizontalidad pero no dicen lo mismo. Hay, primero sí, una acción con su mirada compasiva pero luego hay una realización de lo que esta mirada, precisamente le aporta como valor, el cual, por tanto, se sitúa en el hecho de la experiencia. Por esto es interesante tomar además de la frase lo que añade en su opinión J. Ignacio:
“Algo así. De no haber tenido la experiencia de compasión junto a los últimos, no le preocuparía cómo es Dios con ellos; le hubiera servido el Dios de siempre entre los maestros de religión. Pienso así y es fundamental para mí, añade”
Adviértase, pues, que todo radica entorno de la experiencia humana, en este caso la experiencia humana de la compasión, por esto esta realidad no se daría si hubiera servido, dice él, el Dios de siempre entre los maestros de religión. Por qué? pues porque la religión con su predicación privó a sus fieles de la experiencia. Un ahorro que a aportado mucho sufrimiento en la historia. Pero precisamente como lo primero es la experiencia es por lo que ahora a esas alturas y a pesar de todo se puede ir al encuentro de aquella.
Permítaseme traer aquí, ahora, un comentario reciente que hice en “iglesia viva” creo que puede ilustrar lo que vengo diciendo.
2:26 pm 17 may,2017 ¡Completamente de acuerdo con Rodrigo!. Leyendo esta distinción entre el “acto primero” y el “acto segundo” me viene a la memoria las veces, sobre todo, por cierto, en los artículos de Castillo, en las que mi crítica la centraba en decir que la iglesia de lo que ahora llora es por el hecho de haber ido directamente a la predicación de la presencia ( acto segundo), es decir teología estricta, obviando el momento anterior en el que esta presencia nos “está” presente (acto primero) este momento es el que se ha perdido y el que urgentemente hay que recuperar para una práctica cristiana liberadora
La muy posible ignorancia inicial de parte de Saulo/Pablo de Tarso de la persona de Jesús; su pretensión de tener una revelación directa y personal son factores que causan dificultades a la hora de ver el carácter «diferencial» de la posible personalidad de Jesús. El éxito de Pablo le señala como un excelente lector de los signos «de su tiempo» y a Jesús su fracaso le señala como uno defectuoso, però, en cambio como in inigualable visionario, profeta, lector e intérprete de los «tiempos finales»: No en balde el jesuanismo (versus el cristianismo) aún puja por encontrar su propio significado. La Tradición surgida en Antioquía o fuera de Jerusalén tuvo a Saulo/Pablo —quien no le conoció ni le trató y hasta le despreció como hereje en sus seguidores, quienes a su vez comprendieron a Jesús tan defectuosamente— como la lente para interpretar a Jesús y su sentir/pensar y comunicarlos a la posteridad.
Los evangelios no son narraciones historiográficas o históricas típicas, pero atípicamente contienen elementos de valor histórico. Según éstas, aquella experiencia inicial en el desierto de la que Jesús sintió necesidad —según Marcos el Espíritu se la provocó— es resultado de sentire en sí un signo de las necesidades de su «tiempo» en la forma de poderosa necesidad de apartarse de todo lo conocido en busca de otra forma de intimidad con la realidad, que pudo ser profunda y dejarle marcado.
Salir de los ambientes tradicionales para irse a las márgenes a encontrar o tras de líderes como Juan el Bautista; frecuentar a gente que era la más despreciada (cobradores de impuestos, borrachos, prostitutas, inconformes) que su familia no debió aprobar; su experiencia de oración/meditación solitaria, y, ¿por qué no?, su propia experiencia familiar que suele ser en los humanos de una importancia formativa insustituible y se manifiesta en su transferencia a «la voluntad de su Abba» debieron ser elementos formaticos determinantes de Jesús.
La hipótesis de que su sentir/pensar/actuar tuviera que partir linealmente de alguna formación teórica parece gratuita. Pudo ser simultánea o dialécticamente. La atribución de la misma a algo misterioso o a una intervención divina es igualmente gratuita.
La mayoría de los líderes/maestros se proveen de una Weltanschauung propia simplemente existiendo, en la vida de cada día, bajo el cincel del «tiempo en que viven» y muy a menudo de espaldas o abandonando a las tradiciones y escuelas doctrinales conservadoras en las que nacen. De ahí la experiencia heterodoxa o herética que se vive dentro de la propia tradición original, no fuera: Lutero, por ejemplo.
Leer a Pere Casaldáliga, Hélder Cámara, Etty Hillesum, Teresa de Jesús, Hildegard of Bingen, Catalina de Siena, Juan de la Cruz, Charles de Foucauld, Jean Vanier, Henry Nouwen ofrece evidencias de que cómo el contacto con el dolor ajeno, la historia vivida es el mejor cincel escultor.
La conducta no es suficiente para distinguir el acto humano de aquel que no lo es, de ahí que discrepe cuando no se advierte este elemento de arbitrariedad en la conducta humana.
Para ir más a la raíz de lo propiamente humano hay que partir de un momento previo a la conducta y preguntarnos por nuestro modo de enfrentamiento cuando las cosas las tenemos delante de los ojos. Nos enfrentamos a ellas tan sólo con objetividad efectiva? O, bien, formalmente por nuestra intelección, esta afección objetiva nos lanza más allá de esta mera significación sintiendo también su presencia? …ahora no puedo seguir, sólo me proponía conservar fresca esta idea antes de que se vayan abriendo otras
Gracias
Dice José Ignacio: “La mirada compasiva de Jesús no procede de Dios, sino que su mirada procede de su experiencia compasiva hacia los pobres y excluidos, y ahí se le revela que el único Dios posible es compasivo y bueno con ellos, o no es un Dios creíble”.
Hay aquí una tautología: “La mirada compasiva de Jesús procede de su experiencia compasiva hacia los pobres”. (Su teoría se deduce de su práctica). ¿Y no puede ser al revés, que su práctica se derive de su teoría?. La conducta humana no es arbitraria, aunque muchas veces lo parezca o no conozcamos bien todas sus causas. La mente subconsciente tiene mucho que decir en ella.
Jesús tuvo una experiencia compasiva ante los pobres. Una experiencia que comprendemos perfectamente, pues la sentimos todos los humanos, en mayor o menor grado: la empatía o solidaridad.
¿Jesús la sintió por su sabiduría humana en alto grado?. ¿O por qué se lo había enseñado el Padre-Dios?. ¿O por su naturaleza propia divina-trinitaria?. Cada uno, en función de la hipótesis sobre la naturaleza de Jesús que asuma, se contestará una u otra.
Lo que pienso yo, es que los estudios de los psicólogos transpersonales modernos, (Maslow, y demás), se deduce que la conducta del humano maduro, auto-realizado, “sabio” en una palabra, es compasiva y solidaria.
Parece que está en nuestra “naturaleza”, y posiblemente provenga, de nuestra mente tribal a través de millones de años de biografía de nuestros antecesores primates y “homos” primitivos, y de los doscientos mil años de humanos paleolíticos, que nos han dejado en nuestra mente más profunda, una primitiva sabiduría ancestral latente, cultivadora de una solidaridad y una empatía extraordinaria con los miembros de nuestra horda o familia.
A través de la evolución cultural de la conciencia humana, conseguimos realizar la conciliación de opuestos, entre esa hipersolidaridad tribal primitiva, y nuestra posterior conciencia individualista y creativa del Neolítico y de la Modernidad.
Esta integración de opuestos se realiza, por el camino de la sabiduría humana, mediante la conjunción de un equilibrio psicológico, que nos elimine trastornos, neuras y sesgos psicológicos, y por otra parte, mediante la adquisición de un conocimiento de la realidad, que nos deje claro que toda la Humanidad, somos una única e inmensa “tribu” o “familia paleolítica”, y que nuestra supervivencia y buen vivir, depende del esfuerzo de todos y cada uno de sus miembros, y que nuestro destino es común a todos y cada uno de nosotros.
O sea que esa “experiencia compasiva” de Jesús, como antes lo había sido del Buda, y de otros grandes sabios humanos, proviene de un haber conectado con su respectiva sabiduría profunda, enterrada en lo más profundo de nuestros circuitos neurológicos comportamentales heredados genéticamente, (nuestra mente inconsciente arquetipal).
Unir ese “conectar” con nuestro “maestro interior”, con un juicio de discernimiento notablemente bueno, debido a un buen equilibrio psicológico, es lo que hace “sabio” a un humano, y entonces sus actos pueden ser ejemplares para el resto de sus contemporáneos y seguidores, como es el caso de Jesús y el resto de sabios.
Eso, independientemente de que además de todo eso, Jesús, tuviera una lección directa del Padre-“Dios”, o fuera sabio por vía trinitaria.
¿De esa mirada compasiva natural de Jesús, que llevamos todos en nuestro interior, se puede deducir que Dios, (sea lo que sea), es igualmente compasivo?. Dice José Ignacio que eso haría a Dios creíble para nosotros.
Pero Dios será como sea, independientemente de que sea creíble para nosotros, o no, y nos guste a nosotros, o no. Pensar lo contrario, es bastante antropocéntrico e infantiloide. Pero sí admito, que el que su aparente lógica, sea similar a la nuestra, es un indicio bastante significativo, que nos aflorará una fuerte intuición de su existencia, pero nunca una prueba determinante.
Esa idea de un “Dios” compasivo y empático, nos facilita unas emociones positivas y placenteras, ideológicas, estéticas y morales, resonando en nosotros en las tres grandes fuentes de satisfacción emocional, (Verdad, Belleza y Bondad), lo que es la fuente de las intuiciones-creencias religiosas.
Ha sido muy interesante para mí esa vuelta de tuerca de Ignacio Calleja pues de ella puede extraerse un cambio de miras que sobre la realidad de las cosas nos trajo la nueva física y a la que su aplicación sobre esta cuestión, que tanto preocupa al teólogo Castillo ha sido nula.
Esa situación novedosa es algo en lo que todavía no se ha reparado y si por casualidad se hubiera reparado, por intereses, se silencia, con lo cual no por ello tal controversia deja de existir y por tanto de reaparecer cuando menos nos lo esperamos.
¿A qué me estoy refiriendo? A la subordinación de la teoría a la experiencia. Fuerte ¿no?
Y esto porque este orden en la antigua física era el contrario. Era la experiencia la que se subordinaba a la teoría. En el caso que nos ocupa era pues esa creencia en un Dios increíble la que nos daba el concepto de compasión por decreto ley, aplicable, entonces, independientemente de vivir la realidad compasiva con nuestro prójimo en el ejercicio del acto humano por experiencia el más excelente. Esto es lo que todavía no se ha puesto al día, no se ha actualizado en el campo de la teología.
“Esa mirada compasiva que emana de la creencia en un Dios compasivo, un Padre bueno. Eso es sanador para las personas y la sociedad”. De acuerdo Olga, pero yo le doy una vuelta de tuerca. La mirada compasiva de Jesús no procede de Dios, sino que su mirada procede de su experiencia compasiva hacia los pobres y excluidos, y ahí se le revela que el único Dios posible es compasivo y bueno con ellos, o no es un Dios creíble. Algo así. De no haber tenido la experiencia de compasión junto a los últimos, no le preocuparía cómo es Dios con ellos; le hubiera servido el Dios de siempre entre los maestros de religión. Pienso así y es fundamental para mí.
En el escrito de George R Porta, voy ha citar algo que ha dicho, con la que estoy totalmente de acuerdo, y quizás voy más lejos aún. “El más notable de todos (los apóstoles), es Saulo de Tarso , que no sólo se impone transformándose de perseguidor en apóstol por convocación sobrenatural y exclusiva, sino que no parece haber concitado a sus conversos a seguir en la imitación de Jesús, sino en imitación de él mismo como modelo”. Al leerlo me he acordado insantáneamente, de las palabras que he leído en Nietszche: “San Pablo nunca ha tenido buenos lectores.”. Lo cito de memoria, está en su libro “Aurora” . Y es que van surgiendo personas que se están acercando a ello. Aquí según mi criterio, Gorge R. Porta está tocando el verdadero nervio de lo que es Saulo, el converso. Y para mí el daño que ha hecho a la Humanidad a través de la iglesia católica, donde se ha dado siempre una valoración a sus cartas (no entro en las tenidas como suyas y las que no) pareja , si no más que a los propios evangelios canónicos. Algo verdaderamente sorprendente puesto que no es él (bien por GR Porta) quien debe ser el modelo, de debía haberse llamado “jesuanismo” y que sin embargo es llamado “cristianismo”, porque es Saaulo el converso que asegura que es en Antioquía,(donde el ha creado iglesias) donde primero se llama cristianos, a los que él enseña. ¿De que manera van a llamarse allí otra cosa cuando es él quien le está dando a Jesús el rango de Cristo, ungido, Sumo Sacerdote?. De ahí viene la deriva de “ningunear la vida de Jesús en su predicación,.Y además “su evangelio no es el que reciben los doce, es único y no recibido por ningún hombre.Si no somos capaces de ver el camino que ha seguido el cristianismo, marcado por Saulo el converso, yo no sé hacemos hoy, cuando se trata de volver a las fuentes. ¡¡¡Que no son las de este Pablo de Tarso” Gracias.
¡Ah! Si volviésemos a la mirada compasiva de Jesús… comparto el “sentir” de mis compañeros.
¡¡¡Bien venida esta mirada tan limpia, tan humana!!!
m* pilar
¡Hola Olga! En cuanto a Jesús, suscribo tu afirmación. Me mueve su compasión y me mueve su ira cuando arremete contra la injusticia y la hipocresía. Me mueve su humanidad. La cuestión de su divinidad como fuera una cuestión metafísica tanto afirmarla cuanto negarla, prefiero no interesarme en ella. No sé pensar metafísicamente en cuanto a mi visión del Mundo o de la realidad y realmente no veo la necesidad de aprender.
No sé si te interesará leerlo o no, pero admiro mucho al autor y este ensayo sobre la mirada de Jesús me pareció (y aún me parece) extraordinario. Es de John F. Baggett, «Seeing Through the Eyes of Jesus: His Revolutionary View of Reality and His Transcendent Significance for Faith». Desafortunadamente no existe Traducción al español, pero me parece que hablas fluentemente el inglés, y pudieras si te motivara leerle.
El autor, John F. Baggett, es graduado del Kentucky Wesleyan College y de la escuela de Teología Pastoral de la Vanderbilt University. Tiene una maestría en Antropología de la religión y un doctorado en Antropología psiquiátrica de la Universidad de North Carolina en Chapel Hill.
Dr. Baggett ha servido como pastor de la Iglesia Metodista Unida en Kentucky, Tennessee y Chicago. Ha sido conferenciante frecuente en teología, estudios bíblicos y antropología. Además ha trabajado muchos años profesionalmente como defensor de los derechos de enfermos mentales y sus familias; como Director Ejecutivo de la Alianza Nacional para las personas con enfermedades psicológicas y psiquiátricas de Carolina del norte y como Director de la División de Salud Mental de ese mismo Estado de Carolina del norte, diseñando y desarrollando programas públicos de servicio a personas con discapacidades relacionadas con su desarrollo psicológico y con dependencia química y otras adicciones.
Baggett ha confrontado problemas por su apertura y tendencia a desmitificar la percepción de Jesús, incluso defendiendo la idea de no utilizar los títulos tradicionales al referirse a él para evitar la religiosidad ranciosa.
Para mi en lo personal, que no tengo Fe ni creencias en salvaciones y cielos post mortem, lo atractivo de Jesús es justamente su mirada compasiva, hecha desde la fragilidad de lo humano. Esa mirada compasiva que emana de la creencia en un Dios compasivo, un Padre bueno. Eso es sanador para las personas y la sociedad.
La Fe en dioses vengativos que exigen sacrificios sangrientos y mortificaciones, crea personas vengativas y resentidas con el mundo, que son malas para la salud individual y social.
Y si Francisco por su naturaleza es compasivo, ¡¡aleluya!!!
La noción de sensibilidad parece ligada a «sentir» el cual no es un verbo transitivo. «Presentir», en cambio, sí lo es.
No me parece posible sentir aquello que otro sienta. Si atribuyo un sentir o una sensibilidad posiblemente es que me identifique y proyecte mi sentimiento. Cómo se puede aplicar todo esto a teología, no lo sé y, más aún, creo que no se pueda.
El discurso teológico puede evocar en quien lo recibe (escuche o lea) una sensibilidad hacia, por ejemplo, los pobres. La persona elocuente puede evocar emociones o sensaciones como puede evocar emociones, pensamientos. Pero la mala teología, la anticuada, la que yerra en sus planteamientos puede hacer lo mismo.
Es curioso que el Prof. Castillo utilice la expresión para llegar a conclusiones. Ha escrito: «¿Qué hay detrás de esta experiencia? Algo muy hondo y de lo que, tantas veces, no somos conscientes. Es la sensibilidad. Aquello a lo que somos sensibles. O, por el contrario, enteramente insensibles. Pero el hecho es que la sensibilidad que tenemos es lo que nos configura y nos define en la vida. Y lo que determina lo que hacemos o lo que dejamos de hacer. Por esto, porque así somos y así nos comportamos los seres humanos, por esto justamente se comprende que, en los cuatro evangelios, cuando se explica el encuentro y la relación de los discípulos (y de la gente) con Jesús, se le da más importancia al “seguimiento” de Jesús que a la “fe” en Jesús.»
Pienso que se equivcoca, que lo que ha reducido progresivamente la comprensión de la noción de «seguimiento» a la mera afirmación doctrinal es una cuestión más bien de política, de necesidad de afirmar la necesidad de un intermediario que enseñe, de politiquear, hacer proselitismo, vender una ideología, que reemplace a Jesús, ya ausente, por las imágenes distorsionadas de él en la memoria de sus amigos, en la tradición. Es la función magisterial la que se autoproclamó necesaria y dominante. Por eso la idea política de la monarquía cuadró tan bien en la mentalidad de la iglesia emergente en Occidente.
Jesús murió, quizás fue resucitado, pero los apóstoles mantuvieron la discusión que al menos comenzaron los hijos de Zebedeo y su madre (Mt 20, 20) acerca de quien sería el primero o el segundo, en suma, el orden jerárquico que correspondía a un reinado de este mundo. Desde entonces los apóstoles rehusaron «seguir» por el camino de Jesús. Quizás por eso el incidente del camino de Emaús es una metáfora tan fuerte. Le tenían con ellos y solo le reconocieron al partir el pan. Si Jesús-aparecido no hubiese tomado la inicitiva de ser quien lo partiera (Lc 24, 30), quizás no le hubieran reconocido nunca.
El más notable de todos, es Saulo de Tarso, que no solo se impone transformándose de perseguidor en apóstol por convocación sobrenatural y exclusiva, sino que no parece haber incitado a sus conversos a seguir en la imitación de Jesús, sino en imitación de él mismo como modelo.
Me parece extraordinario que la Carta a los Hebreos, que parece tan tardía y anónima pero tan judía en su temática, por lo tanto tan opuesta a Jesús que nunca quiso ser sacerdote y menos del Templo, haya sido tan socorrida y tan importante en la configuración del ministerio sacerdotal que ha perdurado colocando el énfasis más en el predicador que en el seguimiento como estilo de vida.
Hola!
Es de agradecer que don Castillo “descubra América”; una América a la que ¡por fin! le acepte que allí hay, desde muy antiguo: seres humanos.
Don Castillo “descubre” el “SEGUIMIENTO“!
El “seguimiento” es tan antiguo como “el agujero del mate”, nos cuentan los paisanos del campo.
En “nuestros tiempos y hace rato” los pensadores sobre los Grupos humanos nos vienen hablando del LIDERAZGO (la dupla: Líder-Masa).
¿Qué ha inventado don Castillo, entonces?
Una otra variante de “Teología”. Y ya deben ir como unas chiquicientas ¿no?
………………………..
Pero hay más:
Esta “nueva teología” tiene una base de sustentación: la SENSIBILIDAD.
¿Es la SENSIBILIDAD algo novedoso?
Creo que no. La cosa es vieja también. Además mucho más abarcativa. Se la llamó y llama ATENCIÓN, IMPORTANCIA (Pragmata o Praxis), INTERÉS.
Puesta en su lugar la SENSIBILIDAD: ¡Bienvenida!
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En cuanto a HACER TEOLOGÍA de todas estas cosas de la Historia humana, me parece un paso adelante; con tal que no se cierre su propio andar con “referenciales y contraposiciones” a la fe o creencias, que tambien tienen voz y voto en todo “SEGUIMIENTO”.
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Aprovecho la coyuntura para comentarles a los Cumpas atrieros que me ha interesado una OTRA TEOLOGÍA (dícese integradora de todas las otras), que está en proceso de invención por el jesuita chileno Jorge Costoadat y un Equipo; la llaman Teología de “los Signos de los Tiempos“. La cosa pareciera apuntar bien; pero todavía no me pude entrevistar con el jesuita chileno (creo que anda por España). Tampoco sé si dará bolilla a mi solicitud de escucharlo.