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Teología de la desigualdad

CastilloUna teología de la desigualdad, nunca definida pero claramente aplicada, se encuentra bien formulada en el vigente Código de Derecho Canónico de la Iglesia católica. En el Código, como sabemos, las mujeres no son iguales en derechos a los hombres. Ni los laicos son iguales a los clérigos. Ni los presbíteros tienen los mismos derechos que los obispos. Ni los obispos se igualan con los cardenales. Y conste que no hablo de los poderes inherentes al gobernante, sino de los derechos que son propios de las personas. Ya sé que todo esto necesitaría una serie de precisiones jurídicas y teológicas, que aquí no tengo espacio para explicar. Para lo que en esta reflexión quiero indicar, valga lo dicho como mera introducción a la teología de la desigualdad en la Iglesia.

Como punto de partida, no olvidemos que la religión es generalmente aceptada como un sistema de rangos, que implican dependencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles (W, Burkert). Superiores que se hacen visibles en jerarquías que hacen cumplir los rituales de sumisión, según las diversas religiones y sus estructuras correspondientes. En el caso de la Iglesia, durante los tres primeros siglos, las originales comunidades evangélicas fueron derivando hacia un “sistema de dominación”, con las consiguientes desigualdades, que todo sistema de dominación produce, y que quedó establecido en la Antigüedad Tardía (J. Fernández Ubiña, ed.). Este sistema, como es bien sabido, alcanzó la cumbre de su fortaleza en su expresión máxima, la “potestad plena” (ss. XI al XIII). Un poder que se ejercía conforme a la normativa del Derecho romano (Peter G. Stein), que no reconoció la igualdad “en dignidad y derechos” de mujeres, esclavos y extranjeros.

Como es lógico, este sistema, no ya basado en las “diferencias”, sino en las “desigualdades”, sufrió el golpe más duro, que podía soportar, en las ideas y las leyes que produjo la Ilustración, concretamente en la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, que aprobó la Asamblea Francesa, en 1789. Un documento que fue denunciado y rechazado por el papa Pío VI. Lo que fue el punto de partida del duro enfrentamiento entre la Iglesia y la cultura de la Modernidad. Un enfrentamiento que se prolongó durante más de siglo y medio, hasta después de la segunda guerra mundial.

Naturalmente, esta legislación y esta forma de entender la presencia de la Iglesia en la sociedad se tenía que justificar desde una determinada teología. La teología de la desigualdad, que el papa León XIII recogió de una tradición de siglos, para rechazar las enseñanzas de los socialistas, que, a juicio de aquel papa “no dejan de enseñar… que todos los hombres son entre sí iguales por naturaleza” (Enc. Quod Apostolici. ASS XI, 1878, 372). Cuando en realidad, para León XIII, “La desigualdad, en derechos y poderes, dimana del mismo Autor de la naturaleza”. Y tiene que ser así, “para que la razón de ser de la obediencia resulte fácil, firme y lo más noble” (ASS XI, 372).

Así, el papado de aquellos tiempos pretendió aplicar a la sociedad civil el principio determinante del sistema eclesiástico, que quedó formulado por el papa Pío X, en 1906: “En la sola jerarquía residen el derecho y la autoridad necesaria para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y, dócilmente, el de seguir a sus pastores” (Enc. Vehementer Nos, II-II. ASS 39 (1906) 8-9). La teología de la desigualdad quedó bien formulada, como una teoría y una práctica que, con otras palabras, ya había sido formulada desde Gregorio VII (s. XI) y afianzada por Inocencio III (ss. XII-XIII).

Uno de los componentes determinantes de la cultura es la religión. Por eso, una cultura como es el caso de lo que ha ocurrido en Occidente durante tantos siglos, la teología de la desigualdad ha marcado la mentalidad, el Derecho, la política, las costumbres y las convicciones, de la cultura occidental, mucho más de lo que seguramente imaginamos.

El contraste con esta teología está en el Evangelio. Jesús quiso, a toda costa, la igualdad en dignidad y derechos de todos los seres humanos. Por eso se puso de parte de los más débiles, de los más despreciados, de los más desamparados. Esto supuesto, yo me pregunto por qué hay tanta gente de la religión – o muy religiosa – que no disimula su rechazo y hasta su enfrentamiento con el papa Francisco. Más aún, yo me pregunto también si el profundo malestar, y hasta la indignación, que se está viviendo ahora mismo en España, no tendrá algo (o mucho) que ver con la teología de la desigualdad y sus defensores, los clérigos de alto rango. Es más, yo me atrevo a preguntar si España está preparada, en este momento, para aguantar un cambio tan radical, en nuestras leyes, jueces y fiscales, que no fueran los “robagallinas”, sino los más altos dirigentes de la política y de la economía los que se echaran a temblar.

¿Es o no es importante la teología de la desigualdad? En todo caso, yo no tengo soluciones. Ni esa es mi tarea en la vida. Me limito a plantear preguntas, que nos obliguen a todos a pensar.

9 comentarios

  • h.cadarso

    Lo peor que nos ha podido ocurrir a los creyentes en el evangelio ha sido quizá el aplazar para el más allá de la muerte la respuesta a los interrogantes que nos plantea este camino de nuestra vida terrenal. Ha sido el no valorar lo que hacemos y disfrutamos en esta vida terrenal como el don de Dios y el camino de nuestra felicidad. El no comprender las Ocho Bienaventuranzas como algo que se cumple en esta vida. El no escuchar aquello del Sermón del Monte: “No os preocupéis por el día de mañana…” Creo que Jesús nos dice que el simple hecho de vivir, de existir, es una garantía de felicidad, y que el seguimiento de Jesús es la máxima felicidad a la que podemos aspirar. La felicidad está en el camino, deberíamos prescindir de lo que vendrá después. Pero nos empeñamos en saber futuro más allá de la muerte.

    El caso es que hay un soneto de los de Teresa de Jesús que dice: Aunque no hubiera cielo yo te amara, Aunque no hubiera Infierno te temiera…

    No me preocupa la suerte de los malvados más allá de la muerte, me encantaría tenerlos a mi lado disfrutando de esa felicidad que dicen que nos espera. Pero me decepciona que esos que andan por malos caminos no puedan disfrutar de esta vida y de este camino como yo lo disfruto…La felicidad compartida es doble felicidad…¿o no?

     

  • mª pilar

    Querido Pepe:

    Es que no es así… según mi comprensión de los textos.

    El problema está precisamente en leer “a la letra” tal cual está escrito el Mensaje.

    Todos vamos comprendiendo… que no todo lo que se le atribuye a Jesús… es, como se nos presenta.

    Pero comprendo tu pensar; no pude dejar de compartir también el mío.

    Un abrazo entrañable.

    mª pilar

  • pepe blanco

    Hola María Pilar,

    Gracias por tu comentario. Entiendo tu punto de vista pero, en defensa del mío, puedo aducir muchas palabras de Jesús que claramente dividen a las personas en buenas y malas. Por tanto, las diferencia: no todas las personas son iguales para Jesús. Por poner solamente algunas citas:

    “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mt  7,21)

    “Entonces dirá también a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles.” (Mt 25, 41)

    “El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama.” (Lc 11,23)

    “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Jn 14, 6)

     

     

    Cierto que cualquier persona puede ser buena o mala (en eso sí somos iguales para Jesús), pero unas personas son buenas (es decir, lo siguen a él y cumplen la voluntad de su Padre) y otras son malas, por no hacerlo. La cuestión no tendría mayor importancia si no fuera porque a las primeras las espera la salvación eterna y a las segundas, la eterna condenación. La Salvación que promete Jesús no es, por consiguiente, incondicional e idéntica para todo el mundo, sino que está determinada por la conducta orientada en un cierto sentido de cada persona. Luego no todos somos iguales para Jesús, pues seremos de los buenos o de los malos, según las cosas que hagamos.

     

    Un saludo

  • mª pilar

    Estimado Pepe:

    Siento no estar de acuerdo, con el planteamiento que haces de Jesús.

    Él no implantó leyes, ni mandatos; de hecho, con bastante asiduidad, “corregía” los mandatos de la ley, dándoles un sentido humano, sin distinciones de quienes podían vivirlo en sus vidas.

    A pesar de que muchas personas repiten “cansinamente”… que fundó una iglesia o religión; como judío que era, solo sentía la necesidad de ¡liberar! a los seres humanos de la dictadura de la religión-fe-iglesia-etc.

    Personalmente, nunca he encontrado en sus palabras diferenciación alguna en ningún sentido.

    Sencillamente Él, tenía una concepción (de lo que los humanos llamamos Dios) muy diferente.

    Solo ofrecía la posibilidad de comprenderlo desde una “imagen…” distinta; que toda persona si así lo decidía, podía sentirlo, aceptarlo y obrar en consecuencia.

    Para Él, hacer la voluntad de ese “Dios” era vivir el…

    “Memorial de la montaña”

    ¿Quien está fuera, de poder hacerlo vida en su caminar?

    No está obligando a pertenecer a ninguna religión si no se quiere, es solo, una manera libremente elegida de vivir, para su mismo crecimiento y sobre todo en beneficio de cuantas personas le rodeen.

    Al menos, así he intentado vivirlo durante mi vivir; cuando estaba dentro de la iglesia, y ahora que me siento fuera de los templos, dogmas, y clero.

    Como siempre digo:

    “Es solo mi manera de sentir, pensar, vivir”

    Y por esa razón, doy fe de ello.

    mª pilar

     

  • pepe blanco

    Me alegra que Castillo haya escrito este artículo. Da mucho de sí. O poco pero importante. Y, si no fuera porque pienso que Castillo no suele leer los comentarios que escribimos a sus artículos, tendría la tentación de pensar que lo ha escrito para responder a un comentario que colgué, el 25 de enero, en su artículo publicado por Atrio el día antes y titulado “La cultura de la desigualdad”. El primer párrafo de este artículo sobre la teología de la desigualdad es una paráfrasis casi perfecta de aquel comentario mío.

    Me parece muy valiente esto que ha escrito Castillo, aunque lo de la igualdad evangélica no me parece que sea rigurosamente cierto. Jesús divide tácitamente a los seres humanos en dos grupos: el de los que cumplen la voluntad de su Padre y el de los que no la cumplen. Luego no todos somos iguales ante Jesús. En su mensaje parece haber una semilla de desigualdad.

  • Asun Poudereux

     
     
     
    Por supuesto que quedé también impresionada al leer el comentario de Oscar, ayer. Muy oportuno y que deberíamos tener presente en el día a día, ya que la historia no deja de reproducirse allá donde los egos crecen, y ni lo sienten.
     
    Me gustaría agradecer al autor también el artículo, al tiempo que hacerle una pregunta:
     
    ¿Esta invitación final de ponernos a pensar a todos, a quién va,  concretamente, dirigida, Señor Castillo?
     
    Porque las personas que lo  han sufrido en sus carnes ya dejaron atrás  esas actitudes sumiso-masoquistas y de torpeza constructo-mental,  para y en los que todavía pretender creer, instalados en el poder, en que se puede conjugar, sin incurrir en incoherencias,  Teología con Desigualdad,  en la vida diaria , y me temo, que se da,  muy especialmente,  porque Dios así lo quiere en su Reino.
     
    ¿Qué Dios es ese? ¿Dónde está perpetuado? ¿Qué ha sido del Dios de Jesús? La Teología parece haberlo suplantado. Practicar  la Desigualdad es muy, pero que muy  atrevida, y lo peor, siempre encuentra razones para serlo.
     
    Gracias a todos.
     

  • Antonio Duato

    Genial, Oscar, haber relacionado el teologúmenos de Castillo con el realismo profético de Orwell en Rebelión en la Granja. Yo sí que leí en su día la novela y me impresionó. Entonces (ahora tal vez también) me identificaba yo con Boxer, el caballo percherón de carga que no dejaba de tirar del carro. Hoy sería fácil hacerse por Internet con el texto completo, pero para quien quiera saber un poco más de la novela (1945, difundida en los sesenta) señalo un buen resumen: http://www.monografias.com/trabajos14/rebelion-granja/rebelion-granja.shtml#PERSON

    Oscar: te debo mucho en Atrio y en otras dimensiones vitales. Qui expresarte muchas cosas de presente y futuro en mensaje personal que espero enviarte pronto. Entretanto, seguimos yendo, ¿no?

  • Justiniano Liebl

    Gracias Oscar por iluminar a Castillo con eso famoso obra de Orwell. Fue muy útil por nosotros que nunca tuvimos la oportunidad de leer la extensiva metáfora de Orwell pero que la venimos a conocer “por ecos“ o “resonancias“ que lograron a filtrarse desde afuera de los muros de casas religiosas.  Justiniano 

  • oscar varela

    REBELIÓN EN LA GRANJA – George Orwell – 1945

    – “Los animales de la Granja Manor, alentados un día por el viejo “cerdo Mayor”, que antes de morir explicó a todos los animales su visión, llevan a cabo una revolución en la que consiguen expulsar al señor Jones y crear sus propias reglas (los Siete Mandamientos) que escriben en una pared.

    1- Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.

    2- Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es amigo.

    3- Ningún animal usará ropa.

    4- Ningún animal dormirá en una cama.

    5- Ningún animal beberá alcohol.

    6- Ningún animal matará a otro animal.

    7- Todos los animales son iguales

    ……………….

    Al principio, la granja, que pasa a llamarse Granja Animal, es más próspera incluso que cuando el señor Jones la administraba. Sin embargo, con el paso del tiempo los cerdos que se habían autoerigido como líderes por su inteligencia, empiezan a abusar de su poder y manipulan los mandamientos en su favor.

    Dos de estos cerdos,Bola de Nieve y Napoleón se muestran como los líderes, pero empiezan a mostrar diferencias, que acaban cuando Napoleón lanza a los perros contra Bola de Nieve y éste huye de la granja.

    A partir de ese momento Napoleón se erige como único líder. Los cerdos se constituyen como una élite dentro de la Granja, y los demás animales se mantienen bajo la dictadura de Napoleón, amenazados por los perros de éste.

    Poco a poco los cerdos adoptan los defectos del propio hombre por los cuales en su día sustentaron la revolución.

    ………………………..

    A lo largo de la novela, se efectúan ciertos cambios en los Siete Mandamientos, que “justifican” las medidas que toma Napoleón y los actos de los cerdos:

    – Ningún animal dormirá en una cama con sábanas

    – Ningún animal beberá alcohol en exceso

    – Ningún animal matará a otro animal sin motivo

    ………………………

    Sucesivamente, todos los Siete Mandamientos van desapareciendo por orden de Napoleón, y con la complicidad de los demás cerdos.

    Finalmente, los cerdos modifican también sus conductas, empiezan a usar las ropas abandonadas por el señor Jones y aprenden a caminar sólo sobre sus patas traseras (modificando para ello el primero de los Siete Mandamientos).

    Después de que un ataque llevado a cabo por los humanos fuese repelido por los perros, los granjeros de los campos vecinos deciden mantener relaciones amistosas con los animales de la Granja Manor, felicitando a Napoleón por el éxito económico de la granja: los animales dirigidos por Napoleón trabajan en larguísimas jornadas, alcanzan elevados niveles de productividad, se contentan con raciones minúsculas de comida, y jamás se quejan ante los cerdos.

    Halagado, Napoleón y los cerdos invitan a los humanos a almorzar en la granja Manor; los animales de allí, sorprendidos, advierten que sus compañeros cerdos han copiado totalmente la conducta y aspecto de los humanos.

    …………………..

    Al final de la novela, la dictadura de Napoleón y sus seguidores se consagra de modo absoluto cuando los animales preguntan al burro Benjamín (uno de los pocos que sabe leer) sobre cuál es el único mandamiento que queda escrito. Éste es el séptimo, convenientemente modificado por los cerdos:

    Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.

    ………………….

    Corolario para don Castillo: ¡Y no hubo necesidad de ninguna “telogía”!