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 La primera república española (VI)

IsornaEn cuanto intento escudriñar en los acontecimientos de la Primera República, hechos, situaciones y problemas similares a las de nuestros días me salen continuamente al paso. Me pregunto si de ello es posible obtener alguna enseñanza o conclusión eficaz, pero, en todo caso, pienso que vale la pena destacar, de vez en cuando, algunas de dichas similitudes.

 I – ¿DESDE LAS INSTITUCIONES Y LA CALLE ?

En estos días de Otoño de 2016, políticamente cruciales y sin embargo mortecinos en la acción parlamentaria (con mucho ruido y pocas nueces), algunos representantes institucionales y entre ellos algunos parlamentarios, se preguntan si se ha de conjugar la actividad institucional con la acción y el impulso de la calle.

En esta línea pueden interpretarse las palabras del actual alcalde de Santiago de Compostela, Martiño Noriega, en respuesta a Manuel Jabois en una entrevista que publica EL PAÍS digital (20-11-2016):

” (…) Pero no podemos dar por sentado que tenemos que irnos a la normalidad institucional. Habrá que buscar fórmulas imaginativas para ejercer el papel en la instituciones, en la calle, en la lucha. Lo que no podemos pretender es que no pase nada y regresar a los noventa. Hay una aceleración histórica del copón

 Similar planteamiento, con los matices propios de la coyuntura histórica, estaba tambien presente en los primeros meses de 1873 al iniciar en España la andadura la Primera República. “La Igualdad. Diario Republicano Federal” del 23 de febrero de 1873, en vísperas de la primera crisis del gobierno de Figueras, destacaba como saludable la conjunción de ambos impulsos: el parlamentario y el de la calle.

“(…) Hay viva sobrexcitación en nuestras filas: la prudencia lucha con la ansiedad: el patriotismo equilibra la impaciencia; y el temor de perturbar sostiene ruda batalla en nuestras masas contra el temor de perder coa debilidades el fruto del triunfo de la República. (…) // No puede así causar maravilla el cómo han coincidido ayer dos movimientos republicanos, el uno en las regiones del poder y el otro entre las filas del pueblo, ambos en el mismo sentido y tendiendo, sin tener entre sí ni la más leve inteligencia, al mismo fin.(…)”

Una cuestión suscita este texto de 1873 pues parece ser contradictorio con actuales planteamientos en que desde las instituciones se pretende “mover la calle” . En el texto reproducido se hace expresa referencia a la no existencia previa de la más mínima inteligencia o acuerdo entre el poder y la calle (“las filas del pueblo”) y sin embargo se afirma coincidir ambos “movimientos” en el mismo sentido y tendiendo al mismo fin.

Anecdótica, pero significativamente, he de añadir, que una de las noticias de los inicios de la Primera República que de forma sorpresiva me trasladó a algunas de las discusiones parlamentarias de 2016 es la que daba “La Correspondencia de España” del 15 de febrero de 1873: Dice escuetamente lo siguiente:

 El señor Ministro de Gracia y Justicia ha renunciado al coche.

 Lógicamente el coche era de caballerías y era el Ministro Nicolás Salmerón y Alonso, republicano de tendencia unitaria que más tarde sería Presidente de la República.

Finalmente pregunto: ¿Debe haber confusión entre “la sociedad civil”, sus planteamientos y sus luchas y la representación institucional? Entiendo que colaboración sí, pero confusión no.

 II – CORRUPCIÓN DE PATAS LARGAS

“La corrupción debe ser un triste recuerdo de una lacra que hemos de superar“.

Son palabras del actual Rey Felipe VI en el acto de apertura de la XII Legislatura, el 17 de noviembre de 2016. Y son palabras que resonaban ya en la prensa republicana de febrero de 1873. Pues similar afán de superar tiempos de abuso y corrupción pedía “La Igualdad, Diario Republicano Federal” del 23 de febrero de 1873. El problema, pues, viene de largo, porque la corrupción tiene, según parce, las patas muy largas y salta muchas veces sobre el tiempo que debiera haberla sepultado.

Bajo el título “Una solución salvadora“, decía (pág. 1), el expresado diario:

(…) Ya es tiempo, y no puede ser más urgente, de que la nueva forma de gobierno do la nación traiga sus soluciones, cumpla sus reformas, destruya los males del caído régimen y, planteando por completo un nuevo sistema, demuestre que no es una mudanza de nombre lo que el pueblo quiere, sino una renovación completa de nuestra organización social y política. ¿Puede hacer esto el Ministerio tal como está constituido? ¿Puede intentarlo siquiera otro nuevo ministerio mixto? No hallará una sola persona sensata que se atreva á responder que sí. (…)

 Y también el mismo diario “La Igualdad” del día 23 (pág.2), en un comentario sin título, refiriéndose a la provisión de cargos públicos, insistía en abordar un tiempo nuevo frente a la “asoladora corrupción por que el país ha atravesado”.

Ya, al fin, parece que será pronto un hecho el Gobierno exclusivamente republicano. Una vez que esto suceda, los hombres colocados al frente de los destinos del país deben atender con especial cuidado a la elección de aquellos que han de ocupar los cargos públicos; porque de esto depende en gran parte la suerte y el afianzamiento de la República: un sólo nombramiento indigno, el más insignificante favor que recaiga sobre una persona de moralidad dudosa, de antecedentes oscuros, bastará para empañar el brillo de la proverbial pureza republicana.

Porque hemos de tener presente que nosotros, en la asoladora corrupción por que el país ha atravesado, hemos sido los únicos que han levantado la bandera de la moralidad; y si esto hicimos en la oposición- tenemos el sagrado é ineludible deber, que los demás partidos tienen derecho á exigirnos, que nuestra propia conciencia nos impone, de poner en práctica en el poder lo que en la oposición defendimos.

Que pasó aquel tiempo en que se decía que la vida privada no tiene nada absolutamente que ver con la vida pública; como si las dos no fueran siempre idénticas, como si el que particularmente se conduce mal, pudiera obrar con dignidad en el desempeño de los cargos públicos.

 Cuando al conceder estos se atiendo al mérito y á los servicios prestados, los conflictos no surgen, las dificultades desaparecen, los problemas más arduos se resuelven, la administración pública marcha fácil y ordenadamente.

Pero cuando en vez de esto el Gobierno tiene la debilidad de ceder á violentas imposiciones, lo quo hace es levantar frente á su poder otro poder y crear un antagonismo que imposibilite su marcha y concluya por anular su acción, Una cosa parecida sucede cuando el favoritismo guía los actos del Gobierno. Este se rebaja creando posiciones escandalosas y afianzando fortunas improvisadas. No; los hombres del partido republicano no pueden dejarse arrastrar por ninguna clase de sugestiones en la importante cuestión de la provisión de cargos públicos. La justa recompensa que merecen los servicios prestados y la consideración que se deba al merecimiento serán su guía, y de esta manera podremos desarrollar desde el poder este credo republicano tan fecundo en grandes y provechosas reformas.”

 III – Y SIN EMBARGO … SE MUEVE

Una verdad generalmente reconocida que no necesita largos razonamientos decía La Igualdad del 24 de febrero de 1873, es “la separación de la administración pública de la política”: Principio es este no tan sólo aclamado por el partido republicano federal en su propaganda y en las luchas que ha sostenido contra las anteriores situaciones, sino que es una de las aspiraciones de la juventud estudiosa é inteligente, así coma un poderoso valladar para contener la oleada cada vez creciente de las pequeñas ambiciones, de los falseadores del sufragio, y de la decadencia de las provincias (…)

Y Emilio Castelar en la sesión del Congreso del 22 de febrero (Gaceta del 23), clamaba por la transversalidad de la República e igualdad no solo de todos los republicanos, sino también de todos los españoles, convertidos en republicanos, decía, por mor del cambio de régimen:

“¡Ah, señores representantes! hemos fundado la República! No volvamos los ojos atrás; la hemos fundado por el voto de la mayoría, por el consentimiento de la minoría; somos todos, absolutamente todos republicanos, porque todos somos españoles y patriotas. // Necesitamos conservar la integridad de la patria en Asia, África, Europa y América, y para eso necesitamos de todos los españoles. Por consecuencia, digámoslo muy alto; la República no se puede perder; la República no se perderá si no sobrevienen sobre ella excesos y desórdenes. (…)”//

“¡Ah, señores ! Yo he proclamado el olvido; yo lo proclamo: yo digo que aquí no hay ni conservadores, ni monárquicos, ni dinásticos; que aquí no hay más que republicanos, decididos los unos por convicción, decididos los otros por necesidad, y decididos otros por temperamento, y resueltos todos a sostener la forma de gobierno que la patria se ha dado, y a hacer que esta forma de gobierno no salga jamás del camino de la legalidad. (...)”

Pero los buenos deseos no siempre se han correspondido con los hechos. Respecto al comportamiento de los republicanos en 1873, dice Sisinio Pérez Garzón (pág. 398) que “al grito de la “República para los republicanos” se echaron los del Partido Federal a la caza de puestos públicos, discriminando a los radicales, con cuyos votos precisamente se había proclamado la República, o despreciando a los nuevos republicanos, tan necesarios parar consolidar el nuevo régimen. Se destrozaba de este modo no ya la utopía federal, sino la ampliación de las bases sociológicas del sistema republicanos

Cabe concluir que pese a los encomiables deseos y afanes de ayer y de hoy, la corrupción siguió y sigue campando a sus anchas ¿Cómo ponerle cerco que, al menos, limite sus desmanes?

6 comentarios

  • Román Díaz Ayala

    Es legítimo, y quizás también aconsejable, hacer tal comparación entre lo que  explicaban  como corrupción los períodicos de la I República (1873) y nuestra manera de entenderla en el presente.

    Puede que no sea lo mismo aunque coincidan los comportamientos individuales ventajistas

    El siglo XIX español fue el de la Revolución Liberal que pretendía finiquitar el Antiguo Régimen. Durante estas décadas que mediaron el siglo XIX se pretendía la construcción del Estado Liberal, un modelo de Estado  alternativo al Estado absolutista del siglo XVIII. Tal era la alternativa que se ofrecía a la nueva clase política.

    En ese contexto, el sistema republicano podría ser o una huída hacia adelante tras el fracaso de la investidura de Amadeo de Saboya, o la oportunidad alcanzada por una vanguardia que veía en la alternativa republicana la verdadera expresión del sentimiento nacional (Eran los teóricos de la república) para enfrentarse a los problemas que afectaban a España como entidad nacional, perdida casi toda la extensión de sus dominios coloniales.

    Aquello era una cuestión patriótica, y los no sujetos a ello estaban manchados por su corrupción.

    P.D. Amigo Eloy, ceo que es Atrio quien tiene que agradecer tu devoción y esfuerzo. Llenas un gran vacío en la comunidad atriera.

  • ELOY

    Gracias de nuevo  Asun Poudereux y Román Díaz Ayala.

    Ya algo repuesto de mis problemas de salud, espero poder seguir dialogando con vosotros en mi próximo artículo en ATRIO.

     

     

  • Román Díaz Ayala

    Cuando Adolfo Suárez, a la sazón presidente de Gobierno nombrado por el Rey Juan Carlos, presentaba su Proyecto de Reforma política para introducir España la democracia dijo aquella frase de que había que convertir en normal en las instituciones del Estado lo que era normal en las calles. Tal cosa representa algo cualitativamente distinto a lo que parece que se escucha y que nos trasmite Eloy en la primera parte de este trabajo, y por supuesto diferente también  a lo que la “inteligencia política” percibía y comunicaba en 1873.

    Para esa nueva/vieja izquierda que, ya es un hecho, no solo acaricia, sino que ostenta poder, España sigue siendo una entelequia, irredenta, mientras se busca agitar para hacer despertar viejos fantasmas del pasado, ideologías dormidas o aletargadas avivadas con las brasas de la confrontación, lejos de la concordia que se pide en un muy reciente post. Hay que buscar en las calles lo que no dan las urnas, o más bien , lo que las urnas hacen demorar, con impaciencia juvenil o miedo a otra “oportunidad perdida”

    Saben, intuyen, o temen, que el mayor enemigo no sea los círculos de la derecha, o el pensamiento de derecha, o los poderes como fuerza instrumental de los actores de derecha, sino la España civil a la que Gregorio Peces-Barba dedicó tantas energías y que percibía como la consolidación de una sociedad abierta, cuyo fruto fue la Constitución de 1978, porque una sociedad democrática se realiza casi toda ella a través de su Derecho. La Primera República Española colapsó precisamente en el momento de surgir, aquel verano nefasto, el cantonalismo. Luego no vino un sistema de reformas, sino la Restauración.  Y a España le fue amputada Cuba, ya en 1898

  • Asun Poudereux

    Hola, Eloy. Si me permites un consejo: Tómatelo con calma, el tiempo que haga falta para recuperar la destreza de la mano derecha.

    Un abrazo.

    Asun

     

  • ELOY

     
    Gracias a ti Ana.
     
    Recién operado de la mano derecha, con mucha dificultad puedo escribir con la izquierda , pero no he querido demorar más mi agradecimiento a tu comentario.
     
    En cuanto me liberen de los vendajes y los “puntos” intentaré extenderme más. GRACIAS
     

  • Asun Poudereux

     
    Gracias, Eloy, por tu trabajo.
     
    La verdad, es que, intentando contestar a tu pregunta final, no me convencen los intentos que vemos en querer poner freno a la corrupción en la política y sus anexos.
     
    ¿Y qué me hace verlo así?  Sencillamente, en tanto en cuanto se dedican a señalarse de un lado y otro, distrayéndonos a base de martillazos con la lengua, sin ser capaces  de admitir que han incurrido en ello, por el sólo hecho de consentirlo y ocultarlo, olvidándose de lo que significa ser demócrata, de gobernar y administrar, de colaborar y trabajar para el bien de todos, no para el de unos pocos, y por supuesto, no para uno mismo, como vemos generalizado en todos los estamentos, porque, parece que,  entre otras cosas,  en ello les iba el puesto y su ambición política y de poder,  en ocasiones, desorbitada. Si sabes de algún caso de excepción, lamentablemente, ésta no hace la regla.
     
    Eso por una parte, pero por otra, vengo observando que se ciñen un invisible escudo que está siendo muy de moda: “el pasado ya pasó, miremos al frente y al futuro” o algo parecido. Esta actitud no es honesta, pues para no caer en lo mismo, creo que hay que pararse y observar detenidamente qué hay en el fondo de los hechos corruptos con absoluta transparencia, por qué se producen y qué grado de culpabilidad e ignorancia tiene la persona que no ha querido mirar e implicarse en la denuncia, por su impotencia y miedo a pararlo, ya que carecemos de mecanismos independientes para que pueda llevarse a cabo en tiempo y en justicia igual para todos.
     
    Ahí, en este trabajo de honestidad y coherencia se pondría en cuestión toda la estructura de la mal llamada democracia española, y de quienes la defienden, a toda costa, con muy buenas formas y maneras. Y claro,  me pregunto una y otra vez, si este sistema partitocrático ha querido realmente favorecer en la práctica y en el día a día, a  los españoles, de quienes  se está hablando, en tanto patriotas y compatriotas,  y se habla sin cesar, pero sospecho se sigue haciendo, desde un reducido apoyo y punto de mira humanos, como es lo simbólico y lo etéreo.