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El capitalismo como religión

Carlos BarberáNo había leído nunca una obra completa de Walter Benjamin. Y sin embargo de tanto en tanto me llegaban ecos de su pensamiento, fragmentos de sus obras, citas de sus escritos. Siempre me iluminan.

Hace poco he leído sobre uno de sus libros tempranos, El capitalismo como religión y algunas de las reflexiones que me han suscitado son las que siguen.

Al comienzo de la obra Benjamin afirma: “En el capitalismo se puede contemplar una religión, es decir, el capitalismo se utiliza esencialmente para sosegar las mismas preocupaciones, tormentos, inquietudes, a las que anteriormente dieron respuesta las llamadas religiones. La prueba de esta estructura religiosa del capitalismo no sólo, como pensó Weber, como una entidad condicionada por lo religioso sino como un fenómeno esencialmente religioso, llevaría hoy a la divagación de una masiva polémica universal”.

El filósofo alemán desarrolla tres rasgos de esa religión. Puesto que consiste en producir y consumir, es una religión estrictamente cultual. Carece de una teología o una dogmática, es esencialmente un culto y un culto permanente, en el que todos los días son festivos. Finalmente, es una religión que no reconcilia sino que culpabiliza.

Puesto que en la última frase nuestro autor juega con el doble sentido de la palabra Schuld (culpa y deuda) ya no es fácil seguirle en castellano, aunque se podría recordar el uso de la palabra deudas en la antigua traducción del padrenuestro. Hasta aquí Benjamin.

Al hilo de su propuesta quiero añadir ahora algunas reflexiones. Parece cierto que el papel tradicional de las religiones era dar cuenta de toda la realidad, desde la autoridad, legitimada por la gracia de Dios, hasta el hecho de engendrar hijos, todo ello enmarcado en una promesa de salvación. Pues bien, ciertamente el capitalismo ha heredado gran parte de esas funciones.

No es ya la gracia de Dios quien da legitimidad a la autoridad sino la anuencia del capitalismo. Si alguna de suficiente relieve quiere oponerse a él perderá la partida y presumiblemente también la vida. Y si antes había que tener los hijos que Dios quisiera, ahora sólo los que quiera la situación económica.

Pero sobre todo se trata de salvación. Quien desee salvarse debe participar en el culto capitalista porque, como antaño ocurría con la Iglesia, fuera del capitalismo no hay salvación. En él encontramos los templos de Zara o de H&M, los santos Armani o Lagerfeld, los ritos de vestir tal o tal marca o comer bajo una o varias estrellas Michelin.

Por muy abierta y acogedora que sea esta religión, quien no puede, no sabe o no quiere entrar en ella será condenado a las tinieblas exterioires, donde habrá llanto y crujir de dientes. Para el capitalismo los pobres no son hermanos desgraciados sino verdaderos culpables. Si el mercado y las oportunidades están abiertas a todos, quien no las aprovecha es el único responsable de su destino.

El rico, en cambio, merece todo elogio, mayor cuanto más rico sea. Lo expresaba diáfanamente Leon Bloy con su acostumbrada acidez: “Se quiere a toda costa que el evangelio hable de un mal rico, como si pudiera haberlos buenos. El texto es sin embargo es bien claro: homo dives, un rico, sin epíteto. Un mal rico, si se quiere relacionar esas dos palabras, es como un mal funcionario o un mal obrero, Un individuo que no sabe su oficio o es infiel a su función: un mal rico es el que da y, a fuerza de dar, se convierte en un pobre”.

Como en las antiguas religiones, oportet haereses esse, conviene que haya herejes. Su función es poner más de manifiesto la gloria del verdadero camino. Sin duda que en el capitalismo habrá herejes pero su marginalidad o su desaparición dejará bien a las claras dónde está la verdadera senda. Si los amys o los de la Christiania danesa fabrican su mermelada y cuecen su propio pan, se trata sólo de un fenómeno pintoresco, Ellos se pierden la gloria y el fasto del reino del consumo, no pueden llegar a la creatividad, la belleza y la diversidad que se ofrecen en los grandes almacenes. Eso en el caso de que logren sobrevivir porque, como en una frase antigua, “al que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”.

Por todo esto, el autor de quien tomo la referencia de Bernjamin sostiene que el cristianismo debe dejar de ser una religión, un tema de alcance demasiado largo.

En vez de comenzar con él , se me ocurre traer una cita de Thomas Merton: “Voy a decir algo antes de que la lluvia sea un servicio público que ellos nos puedan planificar y distribuir por dinero. Con ´ellos` me refiero a los incapaces de entender que la lluvia es un festival, gente que no aprecia su gratuidad, pensando que lo que no tiene precio carece de valor y que lo que no puede venderse no es real, de tal modo que para que algo sea verdadero resulte preciso colocarlo en el mercado (Paz personal. Paz social) Son palabras de un monje contemplativo que, a mi modo de ver, aporta algunas claves desde las que empezar.

3 comentarios

  • Asun Poudereux

    Estoy intentando desde ayer enviar un comentario. A ver si esta vez puede publicarse:

    Agradezco la publicación de este artículo. También aprovecho para decir que la falta de tiempo me ha hecho imposible detenerme en escribir comentarios, aunque sí me han hecho unos y otros artículos reflexionar bastante. De momento, os comparto esto. Gracias.

    Es sabido y comprobado al cien por cien, que el capitalismo y los que lo defienden a ultranza  mimetizan a la perfección el intríngulis de las religiones en lo peor de ellas,  si cabe,  pues se van perpetuando  inmutables en el tiempo, es decir, capaces de ir transformando apariencias sin que, de hecho,  nada pueda cambiar, ni nadie  pueda extraviarse de sus sendas bien marcadas y delimitadas.

    Esto, hasta ahora, les ha sido fácil y aún les es fácil, por la dependencia que crea la inercia del inconsciente colectivo, además de la curiosidad innata y deseo de creatividad  individualizada, especialmente vivido en la juventud y prolongado,  tras no poder desapegarse de la respectividad comparativa, fuente de la que se nutre y retroalimenta la hueca insatisfacción consecuente, ya sea del poder insaciable de riqueza y sobre voluntades que la animan y recrean, como de los que se aproximan a beber de ella de modo imparable, por inconsciencia,   como el único manantial de vida y sentido.

    La situación de crisis,  en todos los aspectos,  trae consigo cambios en el modo de ver, de conocer y vivir. De hecho, hay cada vez más jóvenes que han despertado y van despertando del sueño inoculado e irreal de la “felicidad” comprada, del mercado del yo más. Es ya un salto cualitativo  que va des-moldeando  lo constructo del paquete consumista presentado y etiquetado de éxito personal como  una razón de ser y estar en el mundo frente a los otros.

    El paraíso también parecía serlo. Muy contradictorio en sus planteamientos, y por incoherente muy difícil de creer en El AMOR, pues, si éste es  capaz de hacer distinciones y separaciones por rechazo, no es posible que se le llame y considere “amor”, cuando se ha experimentado el amor incondicional de los padres y el de ser padres, por ejemplo. 

    La Realidad se puede velar, enmascarar por medios mediáticos, políticos, económicos, religiosos, pero con lo que no cuentan, es que cada uno/a de nosotros somos en Ella, parte y todo en relación e interrelación constantes. Esta Realidad  se nos hace Verdad directa e inmediata en la gratuidad de su continuo darse en permanencia allá donde mires y estés, con tan solo respirar, y,  sin distinción,  recibirse con humildad y sencillez al ser desde ella, en ella y con ella, en interrelación con todos y todo, el Fondo de lo Real,  Plenitud consciente, Consciencia,  Lo que Es,  dinamismo imparable que  nada ni nadie, ningún ego revestido de poder, puede arrebatar y  aniquilar.

    Lo cierto es que, hasta ahora,  su motor sigue haciendo y causando mucho daño por las desigualdades que produce y las injusticias que, especialmente y de modo galopante,  recaen en los más débiles, desfavorecidos y necesitados, ya sean personas concretas y pueblos enteros.

  • …añadido, mejor redactado: las cantidades totales que contabilizamos o cuadramos son muy superiores a sus respaldos en lingotes, monedas o billetes muy reales. Pero esto lo cuentan mejor los de Positive Money / Dinero positivo.

     

    Otra cosa. Carlos, ¿podrías continuar con esto?

     

    Por todo esto, el autor de quien tomo la referencia de Bernjamin sostiene que el cristianismo debe dejar de ser una religión, un tema de alcance demasiado largo.

    Saludos, gracias.

    https://pbs.twimg.com/media/Bi34StuCEAA4p21.png

     

  • Gracias por el artículo.

     

    ¡Qué bueno, esto de Schuld, culpa y deuda!

     

    Además de los Amish y de los Jipis de Christiania existimos otros, digamos, herejes, los de los bancos del tiempo o de las monedas sociales, complementarias o educativas. Plantando cara a las oficiales; que por otra parte no existen, porque la cantidad total de euros y dólares que manejamos no coincide ni de lejos con la de billetes y monedas muy reales que existen.

    Gracias por leerme. Como la energía, el silencio o el agua y aire limpios… ¡La atención, otro recurso escaso hoy!