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Una vida para la paz

JJ Tamayo
Publicado en El País, el 5-12-2015

 Con la muerte de Fátima Mernissi dejaremos de oír la voz de una de las intelectuales más autorizadas de nuestro tiempo, que tendió puentes entre el mundo árabe y Occidente, trabajó por el diálogo intercultural, interreligioso e interdisciplinar, ayudó a las mujeres musulmanas a despertar de su multisecular estado de postración y transitó por caminos de paz.

En 2003 compartió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras con la escritora e intelectual altermundialista Susan Sontag. Se me quedó grabado en la memoria su discurso, de fuerte carga simbólica, sobre dos figuras emblemáticas, que, en su opinión, representan dos modelos de civilización: Simbad, personaje de Las mil y una noches, y el cowboy, personaje de las películas del Oeste norteamericano. El primero simboliza una civilización de viajeros-comerciantes, que ve en el extranjero a una persona con la que comunicarse y mantener relaciones de camaradería y por quien sentir cariño. Cowboy, por el contrario, adopta una actitud violenta y pendenciera frente al extranjero, a quien, apuntándolo con el revólver, amenaza con matarlo si no se aleja de su territorio. Cowboy y Simbad representan los dos sentimientos hacia los extranjeros: de acogida o de rechazo, que no proceden de nuestras respectivas culturas, sino de las elites gobernantes. ¿Cuál de los dos modelos triunfará? Mernissi imagina que el de “una globalización en la que los Estados faciliten a los ciudadanos el conocimiento de las técnicas de la comunicación y el arte de la navegación y del viaje”.

Su compromiso por la liberación de las mujeres le lleva a preguntarse: “¿Por qué los Estados árabes son tan hostiles a las mujeres? ¿Por qué no nos pueden ver como fuerza motriz de progreso? ¿Por qué ponen tanto empeño en humillarnos? ¿Por qué siempre nos vuelven a rechazar y a excluir, a pesar del esfuerzo que realizamos para educarnos, ser productivas y útiles?”.

mernissiLa intelectual marroquí recurre a la historia para mostrar que, desde el principio del islam, hubo mujeres que se negaron a someterse a los varones y constituyeron un peligro para el poder. No reconocían la autoridad del marido sobre la esposa, ni aceptaban el derecho al repudio, ni la poligamia. Y pone como ejemplo de dicha actitud rebelde a Sakina Bint al-Hussein (671-735), nieta del Profeta Mahoma, que en el contrato matrimonial impuso una serie de condiciones que ratificaban su independencia e insumisión. Se opuso a que el marido se casara con otra mujer, más aún, que se acercara a otra mujer, aunque fuera su jariya “legal”; le exigía aceptar que ella fuera a vivir con su amiga Umm Manshuz siempre que ese fuera su deseo. Se divorció de su esposo precisamente por haberle sorprendido in fraganti con una de sus “legítimas” jariya.

La conclusión de Mernissi no deja lugar a dudas: “Las mujeres tienen que luchar con todas sus fuerzas contra la feminidad como símbolo de entrega, si quieren cambiar el significado de feminidad a energía, iniciativa y crítica constructiva”. Ese es el desafío que tienen delante las mujeres musulmanas. Su rebelión constituye una amenaza en toda regla contra el poder patriarcal de los dirigentes políticos árabes, que siguen utilizando a las mujeres en función de sus intereses y no de la emancipación de la ciudadanía.

Mernissi recuerda a su abuela, analfabeta y gran contadora de fábulas, para mostrar los diferentes mensajes sobre las mujeres que transmiten las leyes musulmanas y las fábulas. “Si las leyes musulmanas otorgan a los hombres el derecho a dominar a las mujeres —afirma—, en las fábulas orales parece que sucede justo lo contrario”. La legislación islámica impone sumisión a las mujeres; las fábulas subrayan su carácter subversivo. La propia Mernissi cultivó el género literario fabulador y recuperó tradiciones orales que devuelven a las mujeres su espíritu rebelde y su liberación de todo poder.

En adelante no escucharemos su voz, pero seguiremos disfrutando con la lectura de sus investigaciones, historias y fábulas, tejidas de imaginación y realidad, con la mirada puesta en la utopía de la paz en un mundo fraterno-sororal.

3 comentarios

  • olga larrazabal

    Creo que toda la humanidad tiene el reto de acomodar su visión cultural tanto respecto a la supuesta naturaleza de los géneros, como a la relación entre ambos. Porque la humana es una especie en que un género ha esclavizado consciente o inconscientemente al otro género.  Y cualquier intento de buscar una equivalencia más justa, es considerado por el género dominante como una rebelión contra derechos divinos.  Desde,” Se buenita y tráeme un cafecito” dicho por un profesional masculino a uno femenino, hasta la esclavitud sexual y el uso de la mujer como maquina reproductora sin darle a la mujer la libertad de decidir si quiere o no aceptar, pertenecen uno en forma sutil y el otro en forma descarada, al concepto de servidumbre por ser mujer.

     

  • José Ignacio Ardid

    Me enteré en otro Foro de la muerte de esta intelectual marroquí de la cual he leído algunas obras muy interesantes sobre la situación de la mujer en el mundo musulmán. Y estoy también de acuerdo con lo afirmado por Juan José Tamayo: ellas tienen una tarea encomiable de subversión contra el poder patriarcal en esas sociedades.

     

    Por supuesto, nosotros tendremos que estar atentos para darles todo el apoyo necesario para que eso se produzca y que, en definitiva, nos beneficiemos todos, incluso, en la sociedad occidental, donde se siguen asesinando.

     

    Saludos,

  • ana rodrigo

     
    La cuestión del trato y consideración dado a las mujeres en casi todo el mundo y a lo largo de toda la historia (con alguna ligera excepción), independientemente de su religión y cultura ha sido y es machista,  derivada a su vez de una actitud androcéntrica de la especie humana.
     
     
     
    Las tres grandes religiones monoteístas tienen un dios masculino y los fundadores de las mismas ha sido hombres. El poder, la cultura, la ciencia, el lenguaje, los gobernantes-reyes, salvo alguna excepción, han sido hombres, la filosofía, la teología, la gramática, las guerras, las leyes, las normas, la ética, etc. etc., han estado en manos de hombres (siempre con alguna excepción).
     
     
     
    No es de extrañar que, como decía Fatema Mernissi, los derechos de las mujeres choquen con los intereses de una élite de hombres que ha hecho lo posible porque sus privilegios sean cuestionados por ese más del 50% de la población mundial, cuyas aspiraciones a la equidad y a la igualdad por derecho le reste poder a quienes, por la fuerza, la violencia, la agresividad y la muerte, les interesa que las mujeres sigan siendo sumisas, obedientes, serviciales-serviles, inanes y posesión privada de los hombres.
     
     
     
    Si a estos elementos le añaden que todo eso lo ha dicho algún dios o algún profeta, el resultado no puede ser más infame.
     
     
     
    Mernissi afirmaba que ni Mahoma, ni el Corán ni la tradición son la causa de que el Islam actual trate a las mujeres como vemos y leemos en grandes regiones del mundo.
     
     
     
    Las mujeres musulmanas tienen ese reto, pero pienso que los organismos internacionales tendrían que presionar más a determinados estados y excluirlos de tanta publicidad futbolera para ir a celebrar mundiales de futbol, por poner un ejemplo.