Preparando la próxima visita de Francisco a Cuba (19-22 de sep.)
“Y todo proviene de Dios que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. En efecto, Dios estaba reconciliando al mundo consigo por medio de Cristo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, al tiempo que nos confiaba la palabra de la reconciliación.” 2ª Corintios 5,19
El presente comentario quiere dar respuesta a la pregunta sobre el papel de la Iglesia Católica Cubana, si fue de confrontación con el régimen nacido de la revolución armada, en rechazo a lo nuevo, y por lo tanto de complicidad con los elementos de la dictadura derrocada o si se vio conducida y arrastrada a la oposición por ofrecer una imagen crítica e incómoda para un sistema que pretendíase ser implantado nacido de un programa aún no dado a conocer en su profundidad ni desplegado para su aceptación por la opinión pública.
Previamente debo señalar mi tesis de que en el proceso revolucionario nada ha sido fortuito ni casual, ni motivado por las circunstancias, sino que hubo un hábil aprovechamiento de las circunstancias, una coyuntura histórica favorable y un liderazgo muy carismático.
- Cuba constitucional.
La joven república de Cuba gozó de dos ordenamientos constitucionales en la primera mitad del siglo XX; la Constitución del 21 de febrero de 1901, y la Constitución promulgada el 10 de octubre de 1940.
Por el tratado de París de 1898 España reconoce la independencia de Cuba, cediendo a los Estados Unidos las islas de Puerto Rico, Filipinas y Guam –en las Marianas- y recibiendo 20 millones de dólares como indemnización por la cesión del Archipiélago filipino. Cuba, estaba por tanto, ocupada militarmente por los Estados Unidos como potencia administradora. Su presencia se hizo notar en la propia Constitución mediante un APÉNDICE a la misma (la famosa Enmienda Platt) por medio de la cual los Estados Unidos se autorizaban a la intervención y ocupación militar en beneficio de sus intereses.
Esta Constitución es hija del liberalismo reinante en todo el siglo XIX y que daba lugar a las aspiraciones de independencia del pueblo cubano. Su artículo Nº 26: “Es libre la profesión de todas las religiones, así como el ejercicio de todos los cultos, sin otra limitación que el respeto a la moral cristiana y al orden público. La Iglesia estará separada del Estado, el cual no podrá subvencionar en caso alguno ningún culto.”
Dicen los expertos que la Constitución posterior de 1940 estaba inspirada en la Constitución de la República Española de 1931, la cual significó un gran avance social para el pueblo cubano, y los conflictos que se sucedían después obedecían a su transgresión o los actos políticos que asesinaban su espíritu, evitando su aplicación plena.
Mientras que la Constitución en España tuvo que hacer declaración de laicidad arrojando fuera de sí el Confesionalismo (“Artículo 3 º – El Estado español no tiene religión oficial.”), la cubana de 1940 recogía en su Art. 35 la tradición liberal: “Es libre la profesión de todas las religiones, así como el ejercicio de todos los cultos, sin otra limitación que el respeto a la moral cristiana y al orden público. La Iglesia estará separada del Estado, el cual no podrá subvencionar ningún culto.”
- La entrada del Marxismo en la Revolución, un proceso gradual.
En su larga entrevista con Frei Betto, Fidel Castro declara haber tenido información sobre el Marxismo a través de la lectura de El Capital en su tercer año de carrera de Derecho. “En aquel momento, como dije, yo ya tenía una formación marxista-leninista. Cuando termino en la universidad, en el año 1950, en un breve período había adquirido-yo diría-toda una concepción revolucionaria completa, no solo en las ideas, sino también en los propósitos y en la forma en que podían llevarse a la práctica, cómo aplicar aquello en las condiciones de nuestro país”.(Fidel y la Revolución, pág. 162)
Sin embargo no se hizo militante del Partido Comunista Cubano, sino que pertenecía al Partido del Pueblo Cubano, el Partido Ortodoxo, fundado en 1947 por el malogrado Chibás,(murió en 1952) de corte nacionalista, “anti-imperialista”, y dispuesto a acabar con el pistolerismo y la corrupción institucionalizada en los partidos con una labor de limpieza y rearme ético.
Se dice que el Partido Ortodoxo era un partido de masas, no sólo por la personalidad atrayente de Chibás, sino porque conectaba con las profundas aspiraciones del pueblo cubano que veía cómo los ideales nacionales de la Revolución Martiana se diluían. La República había nacido tutelada por Los Estados Unidos a partir de 1902, y su influencia se hacía notar ahora mediante la dependencia económica.
El balance económico de la primera mitad del siglo había sido muy favorable para toda el área de Nuestramérica, por los escenarios de guerras mundiales en otros continentes, y la joven república necesitaba de mucho capital foráneo para construir y hacer levantar la economía con sus recursos de siempre, por lo que pronto surgió tal dependencia económica a cambio de las inversiones extranjeras, europeas, pero principalmente estadounidenses y la fácil oferta de las materias primas del sector agrícola, principalmente la caña de azúcar, el tabaco y el café etc., cuyos precios se elevaban en los mercados mundiales. La población blanca creció gracias al influjo inmigratorio, principalmente español, por lo que pronto se evidenció una creciente desigualdad contraria a los ideales republicanos y la injusticia de una degradante exclusión social por razones de raza, del analfabetismo y de la no propiedad de la tierra. El Partido Ortodoxo conectaba con esa situación ofreciendo alternativas en las denuncias de sus males y sus agentes, y según opinión generalizada, partía como favorito en las elecciones de 1952 malogradas por el golpe militar de Fulgencio Batista.
Pero la trayectoria del Partido Comunista Cubano (fundado en 1925, y que había cambiado el nombre por el de Partido Socialista Popular-PSP), seguía el patrón clásico de la lucha de clases y sindicalista apoyando o dejando de apoyar a los gobiernos sucesivos en la espera de su oportunidad. Fue ilegalizado por el dictador Fulgencio Batista en 1953, sin embargo condenó el asalto armado al cuartel Moncada de Santiago de Cuba realizado por Fidel Castro y un grupo de seguidores. Hasta 1958 mantuvo una actitud ambigua con los insurgentes del Movimiento 26 de Julio quienes luchaban en el Oriente de la isla. Ernesto Guevara contactó a finales de ese año unos meses antes del triunfo la madrugada del 1 de enero de 1959. En 1961 el PSP se fusiona con el Movimiento 26 de Julio y otras organizaciones para formar las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI). Es decir, que el Partido Comunista ingresó en el proceso revolucionario por la puerta de atrás. Y después de varias limpiezas y reestructuraciones renace el nuevo Partido Comunista de Cuba en 1965.
- Las raíces populares de la Revolución.
La dictadura de Fulgencio Batista se fue haciendo particularmente más cruel, por lo que la oposición se incrementaba y el Movimiento del 26 de Julio cosechaba más ayuda y recibía más apoyo de las fuerzas muy diversas opositoras. Frank País, hijo de un pastor protestante natural de Galicia en España, luchador contra Batista desde el momento de su asonada en 1952 pidió y alcanzó integrar su organización Acción Revolucionaria Oriental al M-26-7, muriendo en las calles de Santiago en junio de 1957.
Cuba estaba madura para el cambio a nivel social y político, y el colectivo católico no permanecía ausente de la situación, y aunque las fuerzas revolucionarias procedían en origen con variados elementos tanto del Partido Ortodoxo como otras fuerzas afines al cambio político, y a pesar también de que los tres íntimos que comandaban el M-26-7, Fidel Castro, Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos tuviesen ideologías marxista-leninista. Aquella revolución era “cubana como las palmas”, tan características de nuestro paisaje. Los elementos más concienciados de la sociedad habían surgido del mundo estudiantil y la Iglesia Católica ocupaba un buen espacio en la enseñanza. No existía un movimiento laical como tal, de ámbito eclesial que se nutriese de las iniciativas venidas de Europa, Acción Católica y eran introducidos en los movimientos especializados; JUC para los universitarios, JEC, el movimiento estudiantil, JOC, o la Juventud Obrera que se circunscribían a las parroquias. Pero en la acción política y sindical operaba una absoluta laicidad sin la asistencia de partidos o sindicatos confesionales. En este aspecto se cumplían los ideales republicanos de completa separación entre la Iglesia y el Estado.
- La presencia y el papel de las iglesias cristianas
Estaban presentes las aspiraciones recogidas por el mandato constitucional como el ideal social en el conjunto de la población. Mientras que la religiosidad de la gente católica permanecía anclada en el ritualismo sacramental y de la liturgia latina, y las comunidades protestantes ahondaban en la Biblia y el compromiso vital de la doctrina cristiana en ese enfoque individualista de aquellos tiempos. El Concilio cambió aquel estado de cosas, pero ya Cuba se había adentrado en “La Iglesia del Silencio”.
La Iglesia no era un poder del Estado, ni un poder fáctico, ni siquiera había sido utilizada como propaganda por ningún gobierno. Retenía el prestigio de la herencia religioso-cultural española. Aunque en algunos elementos del clero, por razones de nuestro origen hispano y por la presencia de un abundante clero español, así como por la mentalidad tradicional, se observaban algunos tics de “triunfalismo”, pero que no distanciaban al clero del pueblo. Su prestigio venía por su obra social y su dedicación, habida cuenta de una sociedad privada de los más elementales servicios básicos. El Estado estaba muy lejos de poder cumplimentar las estructuras necesarias. En 1955 se contabilizaban “250 centros asistenciales, entre ellos 58 asilos y hospitales” (Documento Final del ENEC – Encuentro Nacional Eclesial Cubano, clausurado el 29 de mayo de 1986 – página 40). Los católicos estaba infectados, según explica el propio documento en esta misma cita más abajo , del pecado político casi universal de nuestra Isla que ha sido el de la indiferencia, citando al Padre Félix Varela: “todos han pensado que con pensar en sus intereses y familias han hecho cuanto deben , sin acordarse de que esos mismos objetos de su aprecio siguen la suerte de la Patria, que será lamentable si no toman parte en ella los hombres que puedan mejorarla y aun hacerla feliz (Escritos Políticos)”.
No se puede decir que la Iglesia, ni su clero, ni el laicado, muchos de cuyos miembros participaron en la insurrección contra el dictador Batista, no hayan saludado el triunfo de la Revolución con los mejores augurios.
- La Iglesia Católica tras el triunfo.
Los primeros pasos de la revolución triunfante se fueron encaminando en el sentir de la gente a restituir las formalidades democráticas, y los aspectos acostumbrados de un relevo de Gobierno, a lo que el pueblo cubano se había acostumbrado, aunque en medio de la euforia y la explosión general de alegría de un pueblo que veía poder alcanzar por fin sus sueños de liberación y prosperidad.
Contribuyó grandemente a que el nuevo gobierno Revolucionario decretase el 7 de febrero de 1959 la llamada Ley Fundamental que parecía muy literalmente, una transcripción de los articulados de nuestra Constitución de 1940.
Fidel recuerda largamente al Padre Guillermo Sardiñas (Págs. 191-193, obra citada). Pero hasta un total de ocho sacerdotes se incorporaron como capellanes, y otros muchos se decía haber colaborado y actuado en la clandestinidad.
La revolución cubana desde los primeros meses de gobierno se radicalizó tanto que enseguida captó la atención mundial en un proceso que no daba pie a la improvisación. En medio del júbilo popular y el anuncio de las nuevas medidas sociales se efectuó una limpieza de todos aquellos elementos comprometidos con el régimen de Batista, militar, económica y socialmente comprometido con el dictador, todo lo que fuese considerado malversación a partir del 10 de marzo de 1952 (fecha del golpe batistiano). Tribunales de justicia actuaron en esta ocasión para enjuiciar a los criminales de la dictadura. “Nosotros, desde antes del triunfo de la revolución, en la Sierra Maestra, cuando éramos un embrión de Estado, hicimos las leyes penales previas para sancionar los crímenes de guerra… Repito, nosotros con criterio jurídico, desde muy temprano, en la Sierra Maestra, decretamos ya las leyes de sanción a los criminales de guerra. Cuando triunfa la Revolución, los tribunales de justicia del país aceptan aquellas leyes como leyes que tenían vigencia, y en virtud de ellas y mediante tribunales, se juzgaron a muchos criminales de guerra que no pudieron escapar y recibieron sanciones severas. Algunos fueron sancionados a la pena capital y otros fueron sancionados a prisión.”(Pág. 197, o. c.)
Estos juicios, con los fusilamientos, largas condenas de presidio, a lo largo de todo el país y retrasmitidos por todos los medios de comunicación revelaban que la Revolución pretendía legitimarse a sí misma en un nuevo régimen de facto en sustitución de la legalidad constitucional, con independencia de los hechos criminales probados de los condenados.
Lo cierto es que las imágenes de los fusilamientos ordenados por los Tribunales Revolucionarios dieron la vuelta al mundo creando un encendido debate. En Cuba, la pena de muerte había sido un tema muy controvertido desde los inicios de la República. La Constitución de 1940, en su artículo nº 25: “No puede imponerse la pena de muerte. Se exceptúan los miembros de las Fuerzas Armadas por delitos de carácter militar y las personas culpables de traición o espionaje en favor del enemigo en tiempos de guerra con nación extranjera”.
- Dos versiones enfrentadas – la de la Iglesia.
Pero la violencia estaba instalada en la clase política, un mal que llamábamos pistolerismo o gansterismo, era como el componente obligado para la solución de conflictos. Se soportaba mal esa cultura política contra la que luchó el Partido Ortodoxo. Pero el pueblo tras los horrendos crímenes de los años 57 y 58, se había mentalizado con la idea de una revolución legítima dando cierta legitimación a su régimen de facto. Ese fenómeno fue observado en la oposición pacífica a Batista que ahora aplaudía las medidas revolucionarias. Monseñor Pérez Serantes saludaba al nuevo régimen con su Carta “Vida Nueva”, pero guardó silencio ante los fusilamientos. La protesta no vino por la Iglesia. Las tensiones y fisuras irán apareciendo después, tras el apoyo entusiasta a las primeras reformas sociales y económicas, cuando ya se evidenciaba el giro marxista de la Revolución, y el miedo a formar parte de sus iglesias del silencio en los países de detrás del telón de acero.
- La otra versión: Fidel habla.
Según declara Fidel en respuesta a Frei Betto que las tensiones con la Iglesia comienzan cuando la Revolución choca con todos estos sectores privilegiados. “Esa es la verdad histórica”, señala (Pág. 203 o. c.) El sueño del campo cubano siempre había sido la prometida reforma agraria que nunca llegaba y que esta vez afectaría principalmente a una exigua cantidad de menos de mil propietarios cubanos o residentes en Cuba, pues los más grandes latifundios estaban en manos de empresas extranjeras. También asegura que el casi unánime apoyo a la Revolución empezó a reducirse a un 90 por ciento, casi nada. Pero como ejemplo sólo cita al Cardenal Manuel Arteaga, un ancianito octogenario, que temeroso se refugió en la Embajada Argentina y luego, a causa de una enfermedad, en la nunciatura apostólica. Falleció en 1963. Fidel lo consideraba “amigo” del dictador anterior. Manuel Arteaga, por su dignidad cardenalicia pagó la factura de que lo constituyeran en el símbolo de la institución de la Iglesia, su cabeza más preeminente.
Fidel omite en esta entrevista que existió una II Reforma Agraria en 1963 más colectivizante cuando se crearon las Granjas del Pueblo en sustitución a lo anterior que sí había sido esperada porque respondía al espíritu de la Constitución de 1940.
- Respuesta de la Iglesia Católica: pobre, despojada y conciliadora.
En 1986 la Iglesia Católica en su conjunto recoge la Reflexión Eclesial Cubana que se había prolongado durante cinco años y que se explana en el Documento Final que estamos considerando. Con un hermoso espíritu de reconciliación reconoce que las nacientes actividades de oposición donde participaron elementos católicos pudieron ofrecer “una cierta utilización de la Iglesia por parte de grupos de choque situados frente a las iglesias y conventos”. Pero para entonces todos los medios de comunicación, prensa, radio, televisión y otras publicaciones estaban sometidos a “la unificación estatal de la información”, eufemismo para mencionar la supresión de la libertad de prensa y expresión que recogía la Constitución de 1940 en su artículo Nº 33. La Revolución decía así defenderse. Identificado el clero formando parte de la reacción se efectuó una detención masiva de obispos, sacerdotes y laicos durante la fracasada invasión de Playa Girón (abril de 1961). La Revolución declaró su carácter socialista, al mes siguiente, en mayo, los colegios católicos son intervenidos y en septiembre se expulsa del país a 131 sacerdotes y religiosos. “La inmensa mayoría de los religiosos y religiosas dedicados a la enseñanza abandonaron el país. Temiendo represiones y persecuciones violentas, como las ocurridas en España cuando la guerra del 36, y urgidos por sus superiores partieron del país muchos agentes de la pastoral, dejando atrás asilos, conventos, hospitales, y otras casas religiosas. De los aproximadamente 800 sacerdotes que había en el país, quedaron poco más de 200. Igual número de religiosas quedó de las casi 2.000 que trabajaban en Cuba” (ENEC, pág. 41)
En ese clima de confrontación cualquier declaración pastoral de los obispos era clasificada como un acto contrarrevolucionario, al no estar permitido ningún movimiento crítico ni opositor, aunque tuviesen un marcado acento pastoral.
El periódico Granma destaca los lazos entre Cuba y el Vaticano
A menos de un mes del viaje del papa Francisco a la Isla, el órgano oficial del Partido Comunista recuerda la trayectoria respetuosa entre los Estados, evitando entrar en los conflictos con la Iglesia local – (ZENIT.org)
Las históricas visitas de Juan Pablo II y Benedicto XVI han sido rememoradas este jueves por el periódico Granma, a menos de un mes del viaje que realizará el papa Francisco a Cuba.
En un reportaje de dos páginas titulado “Símbolo de respeto y amistad”, el órgano oficial del Partido Comunista resalta como “los lazos entre Cuba y el Vaticano, que cumplieron precisamente 80 años este 7 de junio, han estado marcados por trascendentales sucesos”. “Desde aquellos tiempos –añade–, los vínculos entre ambos Estados se han conservado de manera ininterrumpida”.
Obviamente el periódico no entra en las relaciones con la Iglesia local, las cuales fueron no solo difíciles, sino también traumáticas, especialmente en las primeras décadas de la revolución liderada por Fidel Castro.
La próxima visita del Pontífice argentino a la Isla será otro importante momento para seguir estrechando la amistad entre La Habana y Roma.
“destacaron lo extraordinario de su tiempo de duración, cerca de una hora, y otros aspectos de la histórica cita”.
“El diálogo fue un símbolo más de la trayectoria respetuosa entre el Estado más pequeño del mundo y nuestro país”.
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En 1959-60 yo residía en USA. La familia con la que vivía eran católicos practicantes y recibían una revista llamada Catholic Digest, que tenía un formato pequeño tipo Reader Digest. En esta revista descubrí un artículo hablando de Fidel . Curiosa acerca de cual era la posición de la Iglesia Americana al respecto, me banqué el artículo, y me acuerdo que decía textualmente que Fidel era sifilítico, estaba trastornado y otro montón de lindezas por el estilo.
Fidel todavía no se declaraba marxista, pero la Iglesia de USA ya lo tenía en la lista negra. Mi padre que había nacido en Cuba y que fielmente murió cubano a pesar de haber vivido en España hasta la Guerrra Civil, era bastante estusiasta de Fidel Castro, y guardé en mi memoria esa joya de la comunicación para contársela a mi vuelta a Chile, cosa que le provocó un ataque de ira.
Supongo que tienes suficientes elementos de juicio, amigo Oscar, para calificar la narración de Román de “excelente”.
Cuba es una pieza más del mosaico de Nuestramérica, y ha jugado en las luchas del subcontinente sudamericano y de centroamérica un papel equis que creo podría formar parte también de esa historia que aquí se cuenta. La victoria de Fidel ha provocado una llegada masiva de cubanos a Miami y una actividad de ese colectivo equis…De los cubanos que han llegado aquí he recibido versiones muy dispares y contradictorias, casi todas excesivamente apasionadas…
Cuba con Fidel y con el Che ha tomado parte en las luchas de Sudáfrica, Angola y otros países del Terceer Mundo por su liberación. Hay una figura importante en su historia, Francisco Oves, arzobispo de La Habana, y otra figura, la de Juan Pablo II y su viaje a Cuba y su actitud con la teología de la liberación, que creo no ha ayudado mucho a la mutua comprensión entre el régimen de Fidel y la iglesia, y de los movimientos de lucha popular de Sudamérica y Centroamérica…
Tiene razón Oscar Varela, habría que seguir la historia de 1986 en adelante, y añado que quizá habría que hacer un balance de HABER y DEBER de la Cuba de Castro. Yo intentaría hacer una historia de Nuestramérica sin Fidel y sin el Che y sin Cuba y de cómo estaría hoy, si mejor, si peor, si igual, si…
Hola!
Excelente narración histórica del Cumpa Román.
Desconozco si lo narrado tiene otros aspectos o consideraciones.
También me gustaría saber cómo ve Román lo posterior a 1986; y cómo nos acercamos a nuestros días.
Además, si no es mucho pedir, algún diagnóstico de futuro.
¡Vamos todavía! – Óscar.