Con tantas elecciones a la vista y la atención en las encuestas y en el reparto del poder, reivindicar la espiritualidad en la política puede parecer pura ingenuidad o floritura de evasión. Pero lo haré.
Es un grave error pensar que la espiritualidad atañe a la vida privada y que la política se encarga de la vida pública. La espiritualidad –la luz en los ojos, la paz en el corazón, el respiro en el pecho– de las personas y de las comunidades transforma la vida pública.
La política –la calidad del trabajo y del salario, el sistema sanitario o educativo, el cuidado de la naturaleza, la vivienda en que vivimos…– nos configura en lo más íntimo de nuestra vida privada. La política –la grande y la pequeña, ambas inseparables– es el cuidado del bien común de la humanidad, empezando por los últimos, y de todos los seres empezando por los más amenazados. ¿Pero cómo cuidaremos y salvaremos la vida si la política carece de espiritualidad o de alma?
Digo espiritualidad, no religión. De ningún modo querría sugerir, como hemos oído tantas veces a recientes papas y obispos cercanos, que los males actuales de la política se deben a que nuestra sociedad y nuestros representantes han dejado de creer en “Dios” o abandonado la práctica de la religión o desertado la doctrina y las normas morales de la Iglesia católica. El Espíritu no está vinculado a la religión. Lo mismo puede haber una espiritualidad religiosa que una espiritualidad sin religión o una espiritualidad contra la religión. Nada, nadie, tiene el monopolio del Espíritu que habita y alienta, aletea y vibra en el corazón de todos los seres.
Lo que no puede haber es una política verdadera sin espiritualidad. Claro que lo mismo vale a la inversa: no puede haber una verdadera espiritualidad que, de una u otra manera, no se traduzca en praxis política, con la ambigüedad y riesgos que le son inherentes. La “espiritualidad pura” no existe. No existe el espíritu sin carne común de mundo y de acción social estructurada. No puede haber una espiritualidad apolítica. Sería una ilusión alienante. Así es, pero aquí insistiré en el otro polo, inseparable e imprescindible: una política sin espiritualidad carece de alma y lleva a la muerte. Lo sabemos, mejor, lo padecemos de sobra. Abre los ojos y mira.
Espiritualidad es mirar, sentir, vivir en sintonía con el misterio, el fondo, el espíritu que todo lo mueve desde la bondad del ser hacia la bondad de la vida. Ponlo si quieres con mayúscula: Espíritu. Y ponle los nombres que quieras: aire, aliento, dynamis, energía, prana, Qi, musubi, mana, pu-am, nyama… Emana de los bosques y de las nubes, de los átomos y de las estrellas, del fondo de todas las criaturas. Es la fuerza creadora, inteligente, del bien, de la bondad. Es el silencio que todo lo revela. Es atención y conciencia. Es gratitud y asombro. Es piedad y compasión. Es reverencia, respeto, cuidado. Es Lo que Es en todo. Es Dios. Y tú también eres eso. ¿Y qué sería la política sin esa mirada y miramiento al misterio de todo? ¿A dónde nos conduciría una política sin espíritu, desalmada? ¿A dónde nos ha conducido? Todos somos responsables y algunos, los políticos, lo son mucho más, pues nos representan y dirigen.
Mientras vamos descubriendo cada día con estupor nuevos fraudes y robos de quienes han dirigido la pequeña y la gran política, mientras cada día aguantamos las mentiras de los grandes medios sobre, por ejemplo, Oriente Medio y Venezuela, mientras siguen ahogándose centenares de inmigrantes africanos y en cada uno de ellos se nos ahoga el aliento vital común, mientras el gran capital y el FMI –en cuya presidencia se han sentado proxenetas y defraudadores– se empeñan en convencernos de que ya estamos saliendo de la crisis con la misma receta que la provocó –que los pobres sean cada vez más numerosos y más pobres, para que los ricos sean cada vez menos numerosos pero más ricos–, mientras todo eso sucede y para que no suceda, es urgente que los políticos se dejen inspirar por el Alma de Todo. Y es urgente creer profundamente que sí se puede, porque el Espíritu es nuestro ser verdadero, que nos hace respirar, esperar, vivir. En El/Ella todos los seres somos uno.
(Publicado el 19-04-2015 en DEIA y los Diarios del Grupo Noticias)
Del comentario de Pepe Blanco a las 1: 49 PM: “…la impresión de que la eficacia y la honradez en el gobierno de la cosa pública no están particularmente ligadas al desarrollo espiritual de los políticos” que comparto.
Aun cuando el discernimiento privado de un político en cuanto a decidir cómo conducirse de una forma u otra, votar, comprender una propuesta legislativa u abstenerse del debate ciertamente si están influido por su espiritualidad, formación, ideología, conveniencias de interés personal, etc., ciertamente la gestión política en la persona del político es demasiado compleja para que un solo factor lo determine.
Por otra parte, cuanto más se acerque el proceso político a la decisión legislativa resultante tanto menos espiritualmente determinada puede estar por la espiritualidad del político en cuestión aunque, en proporción inversa, se vaya convirtiendo en progresivamente más influyente sobre las vidas de los ciudadanos afectados y por lo tanto en un mayor desafío consciente o no de la estancia espiritual de los mismos.
Hablar de espiritualidad en términos genéricos me parece una distorsión porque el “espíritu humano” que quizás guarde el ánimo de un Espíritu global, compartido por la raza del modo más diverso imaginable, solo se materializa o expresa en cada persona. Algo tan personal, por lo tanto debe convertirse en entelequia cuando se le generaliza con la consecuente pérdida de la diversidad más en línea con el Espíritu al que parece que se refiera la atribución evangélica de Juan 3,8 por medio de la metáfora del viento.
Curiosamente una tal libertad inerrante autónoma debiera ser más fácilmente atribuible a la noción de divinidad porque humanamente las motivaciones (causales o como propósito) no pueden no estar profundamente condicionadas inconscientemente por muy conscientes e intencionales que sean.
Pues yo tampoco dispongo de estadísticas, pero tengo justamente la impresión contraria, es decir, la impresión de que la eficacia y la honradez en el gobierno de la cosa pública no están particularmente ligadas al desarrollo espiritual de los políticos. De lo contrario, habría que pensar que el desarrollo espiritual de los alemanes es, estadísticamente, extraordinario, al igual que el de los finlandeses o el de los suecos. Simultáneamente, habría que deducir que, a pesar de cargar con una tradición religiosa católica importante, el desarrollo espiritual de los italianos y de los españoles está por los suelos. Y ya no digamos el desarrollo espiritual de los griegos, que, en ese caso, debería de andar por las capas más profundas del subsuelo.
Un ejemplito que me viene ahora a la cabeza. El actual ministro del interior, Jorge Fernández, es miembro supernumerario del Opus Dei. Seguro que tiene su espiritualidad muy trabajada, en el sentido que sea, pero muy trabajada. Y la aprobación de la llamada Ley Mordaza, o la concesión de no sé qué medalla de oro de la Guardia Civil a la Virgen del Pilar, me parecen actos de gobierno totalmemte desatinados y muy deplorables.
Estoy totalmente de acuerdo con lo que dice Pepe Blanco. Pero es que ha dicho una cosa de cajón, que no es el fondo del tema.
Yo lo que creo, sin pruebas estadísticas que lo avalen, es que aún siendo consciente de que todos tenemos conductas contradictorias con nuestras creencias, a mí me da la impresión de que, habrá más porcentaje de políticos que no hacen las cosas bien, y que se corrompen, cuando no tienen una vida espiritual, (no digo religiosa o practicante, que también), que cuando la tienen.
Porque entre los que no tienen una espiritualidad “trascendente”, habrá personas con una espiritualidad laica, y otros que no la tengan. Y sería esta fracción última, la mas propensa a las trapacerías.
Es una mera opinión personal, pero tiene su lógica. A mí me gustaría saber si en Psicología hay algún estudio estadístico que relacione el grado de moralidad de una persona con la tenencia de ideas espirituales laicas o trascendentes. Parece razonable pensar que habrá algún tipo de inferencia entre ambas variables.
La verdadera espiritualidad, ya “trascendente” o laica, (no la mera asistencia a unas clases de yoga), supone una introspección, una vida interior, un poner el foco de la vida en unas ideas y creencias. (Gramsci en la cárcel expresó su idea de empezar a escribir algo “para siempre”, algo que le sirviera para concentrar su atención y le proporcionara “un foco a su vida interna”. No sé muy bien a qué se refería concretamente, pero me imagino que hablaría de una espiritualidad laica).
Thomas Moore, en “El cuidado del alma. Segunda parte”, expresa que las personas con una profunda espiritualidad poseen también una moral refinada, aunque en algunas cuestiones dan la impresión de ser inmorales.
Y este tema no es una mera cuestión bizantina y académica. Todos los llamamientos que claman contra la corrupción y el latrocinio generalizados, atacan el problema por la vía moral: ¡qué malos son, deberían ser buenos!. Cuando realmente si queremos que el mundo cambie, es necesario conocer por qué se hacen las cosas, y las verdaderas causas profundas de esas conductas, y dejar de verlo todo como una película de buenos y malos, que es un planteamiento muy infantil y pedestre.
Comparto esta entrada (como tantas otras veces) de:
Pepe Blanco a las 12,17.
Totalmente de acuerdo… como tantas veces; claro, concreto y sobre todo respetuoso con la intimidad de cada persona.
Una política para todas las personas a gobernar…
Para que sea de calidad y buen hacer para los gobernados, nunca se debería mezclar con las creencias de cada persona en su vida personal.
Siempre hay que hacerlo bien, sin mirar ni favorecer a los iguales… en nada.
Esa es la causa de tantas divisiones en este planeta llamado tierra, y se ha llenado por no caminar de tal manera, que solo la parte “igual” salga siempre beneficiada.
No solo en política, en todos los campos…
mª pilar
Lo que el alcalde de mi pueblo haga por las tardes y por las noches en su casa, es su problema, mientras no incumpla las leyes vigentes que nos obligan a todos. Quiero decir que se puede pasar las tardes bailando danzas sufies o practicando yoga o sentado en la postura del loto para intentar levitar o leyendo a Ekchart o a Maria Zambrano o participando en orgías desenfrenadas con otras personas adultas y responsables. Que haga lo que le parezca bien.
Yo lo que espero del alcalde de mi pueblo es que esté a las ocho de la mañana en la alcaldía. Que se lea todos los días el BOE y otras publicaciones oficiales; que no contrate frívolamente a quienes después el ayuntamiento no va a poder pagar sin endeudarse o a quienes no van a desarrollar una actividad realmente útil para los paisanos. Espero de él que todas las contratas que haga se ajusten a derecho y que no estén inflados los presupuestos de contrata. Espero de él que cada año redacte unos presupuestos inteligentes, útiles y sostenibles con los ingresos regulares del ayuntamiento, en los que cada euro esté perfectamente previsto. También espero que la normativa urbanística del ayuntamiento sea útil, práctica, sensata y promueva el desarrollo urbanístico sostenible, analizando cada una de las calificaciones del suelo para comprobar su pertinencia. Espero de él que suprima todas las farolas innecesarias y que plantee alternativas viables para el ahorro energético municipal. Etc., etc., etc.
Si además, por las noches, en la intimidad de su hogar alcanza el éxtasis místico, pues estupendo. Y si no, también.
Mezclar la política y la espiritualidad, es algo inevitable, puesto que son dos aspectos o dos perspectivas distintas que deben ser mínimamente coherentes en cada persona.
La espiritualidad informa y conforma parte de la cosmovisión personal de cada uno, (sus creencias), y la política, es la actuación en la sociedad de cada uno, que lógicamente debe tener un mínimo de coherencia con nuestras creencias.
Ahora bien, el gran problema está en saber cuál es la verdadera causa y cuál el efecto. ¿Es el cerebro contento del perro el que mueve el rabo, o es el rabo moviéndose el que pone contento al perro?. Parecería teóricamente, que nuestras creencias deben ser la causa de unos efectos prácticos, (la política). Pero puede ser al revés.
Y esto liga con el gran pluralismo y gran dispersión de nuestras ideas espirituales. Si el “Espíritu”, (sea lo que en verdad sea), inspira a todos, y sopla en todas partes, ¿por qué luego cada uno entiende una cosa distinta?.
Pues porque por razones biográficas personales de cada uno, hemos amueblado nuestra cosmovisión personal de toda una serie de complementos, de ideas y de creencias, que luego, dejan muy poquito margen de maniobra para la colocación de una posible influencia espiritual, (el que crea en ello).
Por eso dicen todos los maestros espirituales que hay que desamueblar la mente para dejar sitio a “Dios”. Eso es la teoría, pero es prácticamente imposible, y cada uno deja el huequito que puede, (y algunos, ninguno).
Todos nos hacemos trampas en el solitario. En vez de dejar fluir las cartas como vienen, nos obligamos a colocarlas donde “nos interesa”, y así nos sale el solitario: cada uno tenemos un pastiche personal, que a nosotros nos vale.
Unos, consciente o inconscientemente, reciben la influencia espiritual, con la idea previa de que tiene que ajustarse y ser plenamente coherente con el catecismo que les han enseñado en la infancia, o con las lectura literal de la Biblia, o con las ideas vigentes en ese momento en el partido Comunista, o con una idea previa cientifista y materialista a ultranza.
Y claro al final, lo que hacemos subconscientemente es coger de esa influencia espiritual, lo que “nos interesa” para lograr esa coherencia interna. Complementamos nuestras ideas previas con aquella parte de la influencia espiritual que nos va bien. Y entonces ya no es el cerebro el que mueve el rabo del perro, es el rabo el que manda al perro.
Decía Henri Corbin: “Hemos acumulado con gran ingenio todas las murallas posibles: psicoanálisis, sociologismo y materialismo dialéctico, linguística, historicismo, etc. todo ha sido puesto en práctica para prohibirnos toda mirada y todo significado más allá”.
Deberíamos dejar el trastero absolutamente libre, como decía Eckart, (“… Dios es una luz verdadera; quien quiera verla debe ser ciego. En el mismo instante en que el espíritu está listo, Dios penetra en él sin duda ni retraso”).
Pero como no podemos hacerlo, debemos utilizar la imaginación para concebir unas ideas alternativas, que sigan manteniendo la coherencia y aprovechando al máximo la influencia espiritual.
El problema viene que nuestra imaginación es la “loca de la casa”, y es capaz de lo mejor y de lo peor. Y puede hacernos encontrar la llave de oro que nos abrirá todas las puertas, o (más probablemente), alguna patochada de las múltiples que se ven por todas partes.
Pero también es verdad, que la aventura está en el camino. Llegar o no llegar a destino, no está en nuestra mano, y por ello la búsqueda y el viaje ya es un logro.
Y hoy, un breve comentario sobre el texto de Arregui.
Aunque está envuelta en papel de celofán, la idea central del artículo me parece profundamente rechazable. Me parece rechazable porque, como sugería en mi comentario de ayer, me parece un atraso mezclar la política y la espiritualidad. Un regreso a siglos anteriores. Quienes lo hacen, tal vez expresen con ello su cultura espiritual, pero también expresan su incultura política.
La legalidad vigente no les otorga a ninguno de los cargos electos competencias sobre la espiritualidad de los ciudadanos. Los cargos electos en los distintos niveles administrativos, deben saber lo suficiente de los asuntos sobre los que van a tener que gobernar como para poder redactar normas y leyes y, sobre todo, deben saber elaborar presupuestos, que es una cosa dificilisima.
El desarrollo espiritual de un candidato a una concejalia, a una alcaldía o a un escaño de un parlamento, no es, en absoluto, una garantía de que vaya a ser un buen legislador o un buen gobernante.
Mencionaré, a titulo ilustrativo, un conocido ejemplo, el de la iglesia católica. Seguro que, en su seno, hay muchas personas con una desarrollada espiritualidad. Sin embargo, en general, está fatalmente gestionada en sus aspectos más materiales y socioeconómicos.
Me causa inquietud el uso de locuciones adverbiales del tipo de las siguientes: nunca, siempre, todo, nada, como cuando se afirmas pontificantemente que si una condición se cumple se ha de ser buen Cristiano, cuando vivir criatianamente se decide millones de veces a lo largo de la vida aunque entre una decision u opción y otra de deje de vivir cristianamente.
Seguramente se me escapan porque abundan mucho en el lenguaje coloquial y por lo tanto en la conversación relajada, pero pensar en blanco y en negro suele crear antagonismos más a menudo que crear comprensión y tolerancia. Trato de reducir el uso de esos adverbios
en la medida que los advierto en mi lenguaje, si bienno puedo eliminarlos del todo.
La vida no es un bloque contínuamente homogéneo. Parece que sea demasiado a menudo lo contrario, una serie sucesiva de opciones y decisiones. El lenguaje que la comunica no debiera ser absolutista.
Las espiritualidades Nueva Era son múltiples, y variadas. Cuando se contemplan globalmente le viene a uno a la mente, la famosa frase-trampa de Mao, “¡Dejad que crezcan cien flores!”, bajo la consigna: “Permitir que 100 flores florezcan y que cien escuelas de pensamiento compitan es la política de promover el progreso en las artes y de las ciencias y de una cultura socialista floreciente en nuestra tierra”.
No sé de donde salen tantos resquemores hacia peligros de ansias de infalibilidad y de exclusividad de la verdad, que suenan más a excusa intelectual y a prejuicio de intenciones ante la posible falta de argumentos para contradecir una idea, o para aceptar la pluralidad de visiones ante los temas, (suele pasar que todos proyectamos nuestros “pecados” en los demás).
Si hay algo más liberal y multicultural hasta casi la extravagancia es la Nueva Era. Son las escuelas ideologícas y las religiones organizadas las que tienen una estructura y unos intereses académicos, laborales y económicos que proteger, y que por ello se defienden con uñas y dientes ante las ideas innovadoras.
La Nueva Era, en general, (aunque sectarios y paranoides los hay en todos los sitios), es el paraíso de la libertad: cada uno cree lo que quiere y le parece bien, y la idea-fuerza es que el Espíritu sopla en todas partes y con diferentes vestiduras culturales de una idea-base común. Os acordareis que hace unos meses os ponía el ejemplo del anuncio de la Coca Cola, “para los gordos, para los flacos, para los altos,…”.
Cada uno tenemos nuestras cosmovisiones personales, y a todos debe llegar el mensaje, y casi todas las escuelas espirituales tienen un denominador común, una “almendra” similar, y por eso casi todas valen.
Y consuela mucho, (por lo menos a mí), cuando al estudiar las espiritualidades del mundo, llegas a la conclusión, que el mensaje que se le dio a Pablo y a Juan y a Tomás, son perfectamente compatibles con las intuiciones (o inspiraciones), recibidas por Buda, por el advaita Sankara, por los taoístas Lao y Chuang Tzu, por las visiones de Mahoma e Ibn Arabí, y por las de los cabalistas judíos. Para comprender estas compatibilidades, hay que estudiarlas un poquito, y tener la suficiente imaginación creativa.
Dice Antonio: “Prefiero ser siempre perplejo o sincretista que fanático. Y si apuesto por una representación o persona, lo haré sabiendo que es una apuesta mía en un océano de problemas e incertidumbres”.
La clave del descubrimiento, (que siempre será personal) del Misterio, es disponer de una llave-maestra, de una idea-fuerza, que aplicada a las diversas explicitaciones del misterio, nos otorgue el discernimiento (que siempre será subjetivo), de distinguir lo que es fundamental de lo que es accesorio.
La perplejidad, es la actitud resultado de la falta de ninguna llave-maestra. Y respecto al sincretismo, hay dos tipos de sincretismos, como con el colesterol: el bueno y el malo. El malo es cuando partimos de una llave-maestra, difusa y confusa, y esto nos trae como resultado una elección de los elementos escogidos de cada teoría, que es por fuerza estética, (lo que nos gusta al buen tuntún), lo que da lugar a un resultado confuso. Decía el director de cine Jean-Luc Godard, que “no es posible tener imágenes nítidas cuando hay ideas difusas”.
La llave-maestra se va construyendo poco a poco, como una ganzúa, y como dice Gurdjieff: “El camino del hombre despierto, yo lo llamaría el camino del hombre astuto: el que toma lo que le sirve donde lo encuentra”.
Y se forma buscando incansablemente. Dice Raimon Pannikar: “El verdadero maestro ha leído muchos libros, aunque no sigue ninguno. Hay que abandonar la balsa de juncos una vez hemos cruzado a la otra orilla, cuenta una bella parábola del Buddha”.
Una vez que vas disponiendo de una idea-fuerza más clara y concreta, también tus imágenes son más nítidas, y tus elecciones serán más claras. Eso no garantiza que sean las adecuadas representaciones de la Realidad, pues en estos temas siempre se está en proceso de búsqueda perpetua. Pero si no estás en la cima del Everest, hay gente que está a cien metros, otros a mil, y otros en la base.
Pero siempre hay gente que se apaña con lo que le han enseñado de niño. Son los que son unos buenos cristianos si han nacido en España, y serían igual unos buenos mahometanos si hubieran nacido en Marruecos, y unos buenos hinduistas si hubieran nacido en la India. Y eso les basta, está muy bien.
Y otros piensan, como puede pensar un ciego, que si el no ve, los demás tampoco ven. Pues muy bien.
¿Cómo pueden tener dos observadores la certeza de estar observando lo mismo si lo describen de modo diferente a modo que ambos se consideren infalibles?
El sincretismo, en cambio, es el diálogo sobre las similitudes o parecidos y es mejor que inventar la rueda en cuanto a mantener alguna forma de coexistencia que excluya la infalibilidad.
La Nueva Era parece que sea una percepción del mundo casi caleidoscópica y, sobre todo, con presunciones de ser “la Visión” de la realidad. Hum!
En cuanto a la New Age,
yo sólo señalo que no está muy lejos de nosotros.Hablo de ello en términos de comparación, pues al fin de cuentas sigue siendo algo de elaboración humana, siempre en la búsqueda y abriendo senderos.¿No hacían tal cosa los ilustrados para saber donde resituar sus creencias?
Isidoro, Antonio,
O.K.,
todo es cuestión de perpectivas.
El Reino de los Cielos es igual que un tesoro escondido que quien lo haya lo entierra y va y vende todo lo que tiene para comprar ese campo.
Cuando se está “en la busqueda, es decir en el camino, sin vislumbrar todavía lo que es el objeto del deseo, se agradece y se da la bienvenida
a cuanto nos resulta participación, o imagen, o nos da una pista de lo que estamos ansiomente deseando poseer.
Con el Evangelio ocurre algo distinto.
Encontramos lo que no estábamos buscando, se nos ofrece gratis.
…porque a Dios así le complació…
Me parece personalmente muy acertada la reivindicación que hace Isidoro de la con frecuencia denostada New Age. Toda religiosidad y espiritualidad son percepciones de la misma realidad última, como los son las ideas. Y esa última y única realidad necesariamente las une. Lo que separa es la tendencia a creer que lo que una persona, tradición o escuela ha llegado a formular es la única representación y, por tanto, la única religión o espiritualidad o ideología válida. Prefiero ser siempre perplejo o sincretista que fanático. Y si apuesto por una representación o persona, lo haré sabiendo que es una apuesta mía en un océano de problemas e incertidumbres.
Amigo Román: Yo creo que la espiritualidad New Age, (o al menos algunas de ellas), no tiene relación con la corriente ilustrada del culto a la razón, como dices. Es realmente una espiritualidad genuina, auténtica, de verdad, en cuanto que gira sobre la omnipresencia del espíritu en los humanos. Todos los humanos tendríamos una parte de nuestra mente, (nuestro espíritu personal), que de una forma misteriosa estaría unido o relacionado con todos los de los demás, formando una Mente o Espíritu global de la humanidad, que tiene caracteres “divinos”.
Se relaciona en realidad con el Vedanta, (el Advaita, o Vedanta Advaita es una rama no-dualista del hinduismo que afirma la unidad entre las almas (atman) y la divinidad (Brahman)).
Y aunque parezca algo muy exótico a un cristiano no le debería resultar nada extraño, pues es la misma doctrina paulina del Cuerpo de Cristo y la Comunión de los Santos, por la cual todos formamos parte de un “Cuerpo” global, encabezado y dirigido por el Cristo.
Y esta Común-Unión, no es solo algo teórico y doctrinal, sino algo muy práctico pues a través de esta Organización común de la que participamos, cooperamos mutuamente con los demás y a su vez nos llega a nosotros la influencia espiritual, que se suele conocer como la “gracia”. (Se podría decir que es la Estructura a través de la cual “Dios”, se relaciona con nosotros).
Y esta “gracia” o influencia espiritual, busca inspirar y estimular una conducta humana racional e inteligente que logre organizar eficazmente una vida de todos feliz y justa. Esta es la relación entre la espiritualidad con la política.
Y en ese proceso se encuentran también las Iglesias religiosas institucionales, que se arrogan la exclusiva de la canalización de dicha influencia espiritual o “gracia”. El “Espíritu” sopla donde quiere y por muchos canales. Y todos son buenos y válidos. En este sentido la Iglesia Católica podría ser vista como un canal, como otros muchos más, todos perfectibles como toda construcción humana.
El comentario de Pepe Blanco está cargado de buen juicio y apunta a un peligro constante de nuestra ciudadanía española, la de un confesionalismo siempre redivivo a causa de nuestros sentimientos identitarios que se identifican siempre con nuestras creencias.
Las versiones españolas actuales del “New Age”, entroncan nuestro catolicismo con esta corriente tan profunda del pensamiento actual.
La New Age como modelo conformante de nuestra visión de las cosas es en paralelo la misma apelación al absoluto que configuró la creencia y el culto a la razón de los ilustrados del siglo XVIII, cuyas secuelas aún se ven incluso en este mismo foro de Atrio.
Es otra forma de confesionalismo, porque sustituye viejas creencias por otras. Y absolutizante porque invade otras esferas de la vida y el comportamiento ciudadano, tal como la ética y la política, que pueden ir juntas, pero que son dos cosas bien distintas y sólo el individuo concreto las puede armonizar.
ese cambio ( ¿recambio?) de religión por “espiritualidad” encierra grandes peligros, empezando por un análisis incorrecto o incompleto de la realidad.
Me preocupa la confusión que se está creando en ciertos ámbitos entre política y espiritualidad, aquí en España. Me parece muy desatinada y muy peligrosa. La “cruzada” del 36 también jugaba a ese juego, aunque con el lenguaje religioso de aquella época. Parece que después de 40 años de democracia, mucha gente aún siente la tentación de votar con la papeleta en una mano y el rosario en la otra. O, quien dice el rosario, dice los escritos de San Francisco, es lo mismo o muy parecido. No, la política y el gobierno de la cosa pública es otra cosa.
La presencia de Monedero (ese señor que tuvo que hacer una declaración de la renta complementaria) en unas jornadas sobre “espiritualidad laica”, me parece motivo suficiente y definitivo para no votar al partido al que pertenece. No vaya a ser que acaben gobernandonos una nueva casta de señores mitrados de la ” posmodernidad”, de esos que no acaban de distinguir muy bien entre los dioses y los césares. Nuevos mitrados de esos a quienes los pajaritos les susurran cosas a los oídos, o de esos para quienes la política no es más que un apetitoso juego de tronos que se vuelven locos por jugar porque, en el fondo, su más profundo deseo tal vez sea convertirse en la casta que tanto afirman detestar.
La intervención de George me ha parecido magnífica. La asumo porque es convincente, profunda y didáctica. Gracias, George.
Pido disculpas porque en la línea 18 de mi ultimo comentario (0.11 h) quise escribir “sobrenatural” y escribí “sobrenaturalizar”. Gracias por la tolerancia.
¿Por qué es “sobrenaturalizar” hablar de una política animada por un “Espíritu”? (aclarando que no se hable metafóricamente del “espíritu político”).
Porque la política es una realidad histórica esencialmente material, está hecha de “comportamientos que tienen consecuencias”, porque su substancia es relacional y por tanto pluripersonal, opresiva o solidaria, maléfica o benéfica, racional o irracional, veraz o falsa, y puede ser discernida por sus propósitos, como por la forma y la doctrina legal que la regulan, y es “absolutamente” dependiente de los hechos o del “hacer” de las personas relacionadas que la expresan.
Quizás, muy imaginariamente se quiera atribuir al Espíritu el origen de la conducta solidaria, pero no hay ninguna evidencia de ello. La compasión es sentimiento al mismo tiempo que conducta que efectúa solidaridad.
Por ejemplo Eva, en la leyenda del Paraíso hebreo, fue solidaria de Adán cuando le ofreció del fruto prohibido porque no quiso reservarse para sí la curiosidad que la movía a buscar las razones caprichosas de una divinidad hegemónica que no tenía razones para probar la lealtad de lo que esa misma divinidad había creado y por decisión propia creó falible y susceptible de deslealtad. La relación de Eva y Adán eran “política” porque eran “relación”.
Después de todo la curiosidad le era necesaria para llegar a dominar la Tierra (lo cual a su vez fue otro error porque engendró el deseo de propiedad exclusiva contrario a la solidaridad que muchos milenios después Jesús declaró necesaria para complacer a la tal divinidad si asumimos que la divinidad del Génesis y la de Jesús eran las mismas, lo cual es tema de otra discusión, no esta.)
El Espíritu del cual habla Arregui es una entidad que solo puede ser nombrada o imaginada en la Fe y según la teología trinitaria y todo eso es materialización de la noción de divinidad que a su vez se pretende que sea sobrenaturalizar.
La política solidaria es obra de mujeres y hombres que no son bueno, pero son bastante buenos como para actuar solidariamente y no en función de, prioritariamente, sus propios beneficios.
¿Para qué o por qué fuera necesario complicar con algo tan imaginario y etéreo como un Espíritu Personal Divino, otra cosa que es tan real como que se le pueda sentir, la compasión y su expresión material, real, el servicio y la acción solidaria?
En conclusión, quizás sea posible para otros espíritus más elevados que el mío cuya gravidez material no le permite levantarse por encima del suelo, pero ni el Mal es etéreo, ni lo es el Bien. El primero consiste de las heridas que causa. El segundo de las que cura. Y las heridas son absolutamente reales, como el dolor, o la tristeza, o la angustia, o la alegría, que tienen su base neurológica, física.
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1.- ¿Qué es la espiritualidad? Nos dijo Jose Arregi el 22 de Abril de 2015 que es “la luz en los ojos, la paz en el corazón, el respiro en el pecho de las personas y de las comunidades, que transforma la vida pública”.
2.-¿Qué es la política? Nos dijo Arregi que “la política es la calidad del trabajo y del salario, el sistema sanitario o educativo, el cuidado de la naturaleza, la vivienda…y eso nos configura en lo más íntimo de nuestra vida privada”.
3.- Digo espiritualidad, no religión. Dice seguidamente –¡A ver si no se confunde nadie!- que “el Espíritu no está vinculado a la religión. Más aun: que nada, nadie, tiene el monopolio del Espíritu”. Y desemboca en la siguiente afirmación: “Lo que no puede haber es una política verdadera sin espiritualidad” NO dice sin religión.
4.- Y describe: “Espiritualidad es mirar, sentir, vivir en sintonía con el misterio, el fondo, el espíritu que todo lo mueve desde la bondad del ser hacia la bondad de la vida”.
5.- Luego veo que George R Porta dice: “pero me cuesta comprender el uso de la noción “política” como referente a una realidad susceptible de ser “sobrenaturalizada”. Y yo estoy, de entrada, de acuerdo con George pero me doy cuenta que eso no lo ha afirmado Jose, que no ha hablado de sobrenaturalizar lo insobrenaturalizable sino de entrar en la política con otro espíritu, con otras ideas, con ideales, no con el afán de “afanar”; y digo lo que digo y por qué lo digo porque estoy en la Andalucía de Rinconete y Cortadillo. A continuación interviene Antonio Zugasti que nos recuerda una evidencia: que “en el sistema capitalista ha quedado meridianamente claro su carácter irracional y su afán explotador” y que “, la izquierda sea incapaz de levantar cabeza. En la mayoría de los países europeos, va de mal en peor, y donde logra algún triunfo, sigue totalmente sometida al poder de los mercados”. O sea que estamos en las mismas. Y concluye en la línea de Jose: “¿No será, precisamente, por esa falta de espiritualidad?”
6.- A eso voy, a la falta de pensamientos profundos, de ideas universales, que beneficien al conjunto de hombres y mujeres que componen el todo de la sociedad en general; a la falta de un sentido común útil para nuestros conciudadanos más allá de nuestros límites geográficos, más allá pero que muchísimo más allá de nuestras señas de raza y de mentalidad, más allá, siempre mucho más allá de nuestras fronteras.
7.- Y se me ocurren unas ideas, tan utópicas que pertenecen al terreno de lo onírico, como, por ejemplo suprimir de un plumazo todos los organismos internacionales y en veinticuatro horas crear los mismos pero con la obligación por parte de todos los Estados de un acatamiento a la declaración Universal de los derechos Humanos, puestos al día, con la obligatoriedad de que todas las naciones en particular llegasen a ser centros de fomento del bienestar en toda la redondez Tierra; de tal modo que se planificaría como obligación el cuidado del Planeta, la llevada del agua a todos los puntos y el bienestar a todas las personas. Con un punto capital insalvable: que las Religiones no intervengan para nada, salvo el altruismo demostrado por la gente que ha trabajado, sin distingos, por la propia gente. ¿Esto sería factible? NO. Esto sería sólo soñable; y es bonito dejar volar la mente y llegar a saber que en Mali o en Laos, por ejemplo, tienen las mismas comodidades que en Chicago, París u Oviedo, las mismas.
8.- Pero, para ello habría que descartar la avaricia del Homo, y eso ya es otra historia.
Gracias gracias, José Arregui por este escrito sobre el Espíritu. Desde mi modestia retomo el estudio de pneumatología con el convencimiento -afirmado por ti- respecto de que el Espíritu trasciende fronteras, dogmatismos y religiones. Fundamentalmente es materia que enciende alienta, da vida y asiste el entendimiento.
Llevo tiempo si darme una vuelta por Atrio, pero me ha gustado lo que he visto y leido. Arregui como siempre, es un soplo de aire fresco.
Paz y bien a todos. Saludos desde Estepa (Sevilla)
No es inútil comprender el materialism radical y mucho menos ideológico de quienes no pueden apartar su imaginación de la inmediata demanda de encontrar medios de supervicencia. El materialism lo alimenta la injusticia social donde quiera que ocurra y no es de naturaleza estrictamente ideológica.
Los miserables que perecen en las favelas y las “villa miseria” que palpitan desesperadamente en la periferia de los grandes centros urbanos y más vergonzantemente, aún en sus mismos centros, son tan esclavos de la vision materialista del Mundo cuanto lo son quienes solo viven para enriquecerse. Antonio Gramsci imaginó su noción política de hegemonía que aunque hoy día modificada sigue siendo válida. La degsviación ética del liderazgo es una causal muy humana del fracaso ideológico: Tan representativas de ese fenómeno es la corrupción vaticana como la de la anacrónicamente todavía auto-denominada “República Popular de China”.
Para una noción empíricamente fundada de “materialismo” como factor de la noción hoy prevaleciente de “felicidad”, vale la pena mirar lo que sostienen las investigaciones longitudinales de http://www.worldvaluessurvey.org que se pueden leer en español.
Seguramente se trata de una limitación mía y no del autor, pero me cuesta comprender el uso de la noción “política” como referente a una realidad susceptible de ser “sobrenaturalizada”. Esa aspiración ya ha fracasado en ambas direcciones, la de la monarquía absoluta francesa de derecho divino, y la otra no menos religiosa que el comunismo soviético.
La democracia representativa a la americana con su “religión civil” es la mejor muestra reciente y aún viva.
La gestión política no puede dejar de ser “mundana” ni desviarse de la perpetuación de las relaciones de poder imperantes en beneficio (en proporción inversa) de quienes sufraguen sus costes: El pueblo y las miserias que lo gravan y los millonarios y los beneficios que no pagan y en medio una paradójica desigualdad cada vez mayor.
Respeto al autor como a cualquier persona pero esto que leo me parece alucinante: “Es un grave error pensar que la espiritualidad atañe a la vida privada y que la política se encarga de la vida pública. La espiritualidad –la luz en los ojos, la paz en el corazón, el respiro en el pecho– de las personas y de las comunidades transforma la vida pública”.
No puede haber una política que no sea “pública” o civil y típicamente urbana (realización en la “polis”) y cuyos fines y medios le son específicos.
Por definición, la “espiritualidad” es una cualidad personal humana. Las instituciones solo pueden ser “personas” (tener derechos y deberes éticos) en la imaginación del neoliberalismo o en la imaginación jurídica, pero no pueden serlo en ningún otro sentido ético o moral. Son amorales y funcionan por consenso. Si sus líderes fallan en la consecución de sus propósitos originales según las expectativas de sus miembros, se les suplanta. Si esos líderes son costosamente pagados es porque su incuestionable lealtad es costosa a fuer de vulnerable.
Donde las finanzas juegan un rol prioritario la gestión está ordenada a perpetuar su incremento. El poder financiero no está dirigido en todas direcciones, sino exclusivamente hacia el beneficio de sus propietarios.
La esencia del poder político es opresiva. No importa que se haya afirmado la posibilidad de ser servicial (leer en Atrio el documento del hilo sobre Cipriani y su adicción al poder y en él, el comentario de Antonio Duato sobre las limitaciones al poder de Francisco en su esfuerzo de reforma).
De hecho la política implica, en su actual comprensión la necesaria desigualdad. El equilibrio social es por naturaleza inestable porque su naturaleza relacional es dinámica, dentro de un estricto rango de variaciones.
Valga el dictum atribuido a Jesús en Mateo 6, 24 (y Lucas 16, 13): “Ningún criado puede servir a dos amos al mismo tiempo, porque aborrecerá al uno y apreciará al otro, o será fiel al uno y del otro no hará caso. No podéis servir al mismo tiempo a Dios y al dinero”.
Me resulta inexplicable que con esta tremenda crisis del sistema capitalista, donde ha quedado meridianamente claro su caracter irracional y su afán explotador, la izquierda sea incapaz de levantar cabeza. En la mayoría de los países europeos, va de mal en peor, y donde logra algún triunfo, sigue totalmente sometida al poder de los mercados.
¿No será, precisamente, por esa falta de espiritualidad? El terreno del puro materialismo es el campo propio del capital. La batalla en ese campo está perdida.