En los fines de semana, siguiendo la tradición de los diarios ingleses, ATRIO ofrece textos más extensos porque se supone que hay más tiempo para dedicarse a una lectura más reposada. Hoy reproducimos de la revista Tiempo de Hablar un artículo escrito por cuatro sacerdotes de Valencia, que tuvieron que deconstruir y reconstruir mucho en sus vidas cuando hace ya años optaron un día por la condición de laicos: José Ignacio Spuche, Ovidio Fuentes, Faustino Pérez, Deme Orte.
- ¿Por qué deconstruir?
Quien esté del todo conforme con lo que tiene, y no se sienta incómodo con nada, mejor que no se cuestione nada y siga como está, en su rutina tranquila. Es más, posiblemente algunas de las cosas que planteamos le pueden molestar, intranquilizar, desestabilizar y tal vez (ojalá que no), escandalizar. Si no te interesa cambiar nada, mejor que no leas esto.
Pero hay otras muchas personas que se sienten incómodas con las rutinas recibidas, se sienten molestas con palabras, expresiones, ideas que le rechinan porque les parecen faltas de sentido común o de coherencia. Incluso están no sólo molestas sino del todo disconformes con planteamientos o expresiones tradicionales. Algunas personas incluso han acabado tan asqueadas de algunas formulaciones religiosas que han acabado tirando por la borda la formulación y el contenido, el niño con el agua del baño, que se dice. Tal vez esas personas no vuelvan a replantearse distinguir contenidos y formas. Y tienen sus razones.
Muchas personas son ateas por rechazo de las formulaciones religiosas que no les convencieron, rechazan ideas de Dios que también nosotros rechazamos y formulaciones religiosas que también nosotros cuestionamos. Y el peligro sigue, de que si no formulamos nuestra fe “puesta al día” con la cultura moderna y postmoderna de hoy en día, habrá niños, jóvenes y mayores que acabarán rechazando lenguajes y contenidos ininteligibles o inaceptables para la mujer y el hombre de nuestro tiempo.
Esto es sólo un toque de alerta, y un intento de apuntar cuestionamientos y sugerencias en ese sentido. La Tradición no está para mantenerla intacta, sino viva, actualizándola creativamente, escuchando los signos de los tiempos. “Deconstruir” no es destruir, sino revisar, analizar, cuestionar, desmontar a veces, buscar, preguntarse…, para buscar y encontrar nuevas fórmulas, que tampoco serán eternas, sino nuevamente revisables. Así como no aceptamos dogmatismos ni absolutismos, tampoco los podemos imponer. Relativizamos lo que cuestionamos, pero también lo que proponemos.
- Aclaración: ¿qué significa deconstruir?
Diccionario: “Deconstruir”: Deshacer analíticamente los elementos que constituyen una estructura conceptual (RAE)
“La deconstrucción es un método analítico o estrategia que busca desenmascarar y desmantelar la realidad establecida en sus componentes o elementos más básicos e intentar encontrar las fallas de la misma y así profundizar en el conocimiento de ésta. Escapar de la ingenuidad de la realidad preestablecida”
“Al destruir pierdes forma y fondo, al deconstruir, ganas nuevas formas al revisar el fondo” (Jacques Derrida)
“Deconstruir” es un término que se usó especialmente en filosofía (Jacques Derrida ha sido uno de los principales), pero luego se ha aplicado a otros campos. Por ejemplo en la cocina, con Ferran Adrià : “Más de 2.000 formas de deconstruir una naranja”.
En este sentido deconstruir consiste en descomponer un conjunto (un plato) en sus elementos (ingredientes) para reconstruirlo dando lugar a un conjunto diferente.
Además de la cocina, luego se ha aplicado a muchos campos: deconstruir el vino, deconstruir la poesía, deconstruir la política, deconstruir la familia, incluso la crisis.
“Siempre hacemos lo mismo” y no nos paramos a analizar, a introducir cambios y evaluarlos”. Es necesario superar la inercia de la rutina, de lo de siempre, de lo establecido. Es preciso pararse, analizar. Pensemos, repensemos, dudemos, probemos, innovemos, separemos las partes, … DECONSTRUYAMOS PARA RECONSTRUIR.
- Deconstruyendo para reconstruir.
En este caso nos interesa especialmente deconstruir la religión, en muchos aspectos: la Biblia, el catecismo, la liturgia, la Misa, la Iglesia, la teología (cristologías…). Si en todos los aspectos de la vida nos sucede la inercia de la costumbre, en lo religioso, tal vez más: hay un tradicionalismo de mantener intocable lo recibido, como si en ello peligrara nuestra fe. Por ejemplo, la liturgia se ha mantenido durante siglos sin cambiar un ápice, y la apertura conciliar a renovar la liturgia ha dado pasos importantes, pero con miedo a la creatividad y a la libertad de la comunidad que celebra. Todo ha de estar controlado. Para ello hay Congregaciones de la Doctrina, de la Liturgia, del Clero…
En algunos aspectos es necesario desaprender lo aprendido, y desolvidar lo olvidado… Algunas propuestas: (por ejemplo)
- Deconstruir la religión… para afirmar la fe
- Deconstruir la Biblia…para escuchar la Palabra.
- Deconstruir el catecismo …para hacer teología
- Deconstruir la teología dogmática….para hacer teología liberadora
- Deconstruir la Misa…. para celebrar la Eucaristía.
- Deconstruir la Iglesia….para hacer Comunidad.
- Deconstruir cristologías “divinizadoras”…para hacer cristología “humanizadora”
- Deconstruir la cristiandad …para vivir el cristianismo
- Etcétera, etcétera…
- Deconstruir para reconstruir. No un reto, sino varios.
Deconstruir es un paso necesario, pero no para destruir sin más, sino para reconstruir una realidad nueva, transformada, que tenga mejor sentido que la realidad anterior. No se trata de hacer tabla rasa y partir de cero. No podemos partir de cero. Partimos de donde estamos y de lo que tenemos
Un reto es deconstruir con lucidez de análisis. Para ello hace falta estudiar, reflexionar, atreverse a preguntarse, a cuestionar, a mirar las cosas desde otros puntos de vista que los de siempre… No es esnobismo ni ganas superficiales de cambiar por cambiar, sino necesidad de cuestionar lo que no convence ni sirve, y buscar lo más coherente y presentable.
Pero más reto todavía es reconstruir una realidad nueva o transformada, con un contenido más coherente y con un lenguaje más inteligible y más accesible para la gente de hoy. Esta labor de reconstrucción ha de hacerse poco a poco y desde abajo. No esperemos que los cambios nos vengan de arriba, ni ya hechos. Reconstruir es tarea de actualizar, de poner al día, de adecuar esquemas al tiempo de hoy.
Somos herederos de la historia. Hemos recibido una “tradición”: Pero las tradiciones no están para guardarlas anquilosadas en un museo, sino mantenerlas vivas, actualizándolas. La fe que hemos recibido, la recibimos con un “cuerpo” y con unos “ropajes” que hoy no nos valen. Hemos de ponerlos al día, actualizarlos. No sólo las formulaciones (“vestimentas”), sino también el contenido. Atreverse a cuestionar lo establecido es el primer paso para cambiar y actualizar: deconstruir para reconstruir.
1.- Deconstruir la religión… para vivir la fe con madurez.
- Antes: definición de “Religión” en el diccionario de la R:A:E: (subrayados míos)
Religión: “Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”
- La religión como sistema.
Para algunos autores la religión nace del miedo humano a lo desconocido. Como el niño tiene miedo a los fantasmas, el hombre primitivo tiene miedo a lo desconocido: el trueno, el relámpago, el rayo… son experimentados como fuerzas que viene de lo alto, y se asocian al mundo sobrenatural : mitología de dioses con rayos en sus manos, Júpiter tronante,… En muchas religiones esos dioses han de ser aplacados de su ira con ofrendas y sacrificios a veces incluso humanos. La religión se convierte en un sistema opresor de los seres humanos, y es utilizada por quienes detentan el control de la religión (sacerdotes, shamanes, brujos…) para dominar a la población con argumentos religiosos (pecado, peligro de condena eterna…). Así ha sido durante muchos siglos y en muchas culturas y civilizaciones en todos los continentes y épocas de la historia.
El cuestionamiento de la religión no pudo ser generalizado hasta la autonomía humana conseguida con la Ilustración. La supremacía de la razón sobre el sentimiento religioso no pudo prevalecer socialmente hasta entonces. Pudo haber personas “descreídas” y “herejes”, pero no podían escapar a un sistema social religioso.
- La religión y Jesús.
Jesús nació y vivió en una sociedad religiosa. Seguramente fue educado en la religión de su contexto. Pero en su proceso personal fue cuestionando una religión que oprimía a las personas y no las hacía felices, y que además justificaba la opresión de unas clases sociales (sacerdotes, grupos próximos al Templo, ricos, terratenientes, poderosos políticamente…) sobre otras (pobres, mendigos, campesinos empobrecidos, excluidos sociales, enfermos, viudas, esclavos…). Desde su religiosidad fue descubriendo a un Dios no lejano ni cruel, sino cercano, misericordioso, al que llamaba Abba, Padre, Papá, Papaíto. Y empezó a descubrir y transmitir que Dios quería para la gente una dignidad, una felicidad, una humanidad, y unas relaciones de amor entre las personas que les llevarían a su felicidad personal y a una sociedad igualitaria, fraterna, justa y de plenitud y felicidad.
Frente a ese proyecto, que llamaba “Reinado de Dios”, fue cuestionando una religión que deshumanizaba a las personas. Él mismo fue relativizando los pilares de la religión, el sábado, la “pureza” legal, el pecado, el Templo, el culto, los sacrificios, las doctrinas… Y poco a poco los fue poniendo en cuestión, infringiendo sus normas y atacando la hipocresía de un culto a Dios que despreciaba a las personas. El simbólico ataque final al Templo fue determinante para ser considerado un subversivo del sistema religioso y político y un blasfemo del orden religioso. Fue el poder religioso (los Sumos Sacerdotes) quien le entregó al poder político para su ejecución por blasfemo y subversivo, muriendo con la muerte más denigrante, la ejecución en cruz reservada a esclavos y subversivos.
- Jesús y la religión. (resumen del cap.4 de Castillo “La humanización de Dios” )
Jesús nos explicó quién es Dios y cómo es Dios. Jesús al hablar con Dios y hablar de Dios habla del Padre: entender a Dios desde la común experiencia humana del padre.El Evangelio son los “hechos” y “dichos” de Jesús. En Jesús se da coherencia, coincidencia entre hechos y dichos. Jesús explica su propia vida: sus hechos van por delante. Jesús nació, creció, vivió en una sociedad marcada por la religión. Pero era galileo, no judío ni de Jerusalén. Galilea tenía mala fama de gente pagana y descreída: “religiosidad desviada”. Jesús era visto como un forastero peligroso: se vio en las tensiones con la religión oficial (Templo y Ley). Vivió y predicó en Galilea: era el mejor sitio para anunciar su mensaje y su proyecto, región de pobres, ignorantes e impuros.. Y aún ahí, con los últimos de los últimos: pobres y pecadores. Con ellos Jesús asumió una “conducta desviada”.
El desde dónde se ven las cosas determina y condiciona cómo se ven las cosas. Desde Galilea no se veía y se vivía la religión como se veía y se vivía desde Jerusalén. El Templo era riqueza y poder para la ciudad. Desde abajo, desde los pequeños y los últimos es desde donde se puede sintonizar con Jesús. Sólo desde donde se situó Jesús podemos encontrar al Dios que se nos da a conocer en Jesús.
La parábola del gran banquete como signo del Reino no se debe interpretar como caridad (invitar a los vagabundos), sino como confrontación de Jesús con la religión establecida. La religión es impedimento para comprender a Jesús.
Jesús da gracias a Dios porque “ha escondido estas cosas a los sabios y entendidos”, al tiempo que las ha revelado a la gente sencilla (Mt11,25; Lc10,21). Los maestros de la religión y los “inteligentes del mundo” no se enteran. Los expertos y profesionales de la religión no se enteran. Los “sencillos” son los “incapaces”: simples, incultos e ignorantes; los que sólo tienen lo más básico de la condición humana. Ellos son los que se enteran de lo que significa la historia y la vida de Jesús, y por tanto comprenden al Dios de Jesús. Son los “nadies”, que no tienen nada más que su humanidad; no tienen títulos, ni riquezas, ni influencias, ni poder, ni palabra. Desde lo más elemental de la condición humana es cuando el ser humano conecta con Jesús y con el Dios de Jesús.
Jesús no fue sólo un reformador de la religión judía, sino de toda religión, o de la religión misma, “lo religioso” y la manera de entender a Dios. Jesús provocó, vivió y soportó un conflicto creciente que culminó con la condena a muerte y la ejecución violenta. Fue un conflicto religioso, motivado por la religión. A Jesús lo mató la religión: los dirigentes religiosos vieron en él un proyecto incompatible con su religión.
- “Proyecto de Jesús” y “proyecto de la religión”. Dos proyectos incompatibles.
En la religión lo determinante está en lo sagrado. En el proyecto de Jesús, el centro de todo está en lo humano, en la dignidad y felicidad de las personas, en la vida. Jesús no suprimió lo sagrado, sino lo desplazó de lo religioso a lo humano. Esto es lo verdaderamente sagrado para Jesús. El proyecto de Jesús no es proyecto religioso, sino laico, secular.
A Jesús no le mató el pueblo judío, sino los dirigentes religiosos. A Jesús no lo mató la perversión moral de sus sacerdotes (que era mucha), sino su fiel cumplimiento de su deber como tales dirigentes y su obligación de mantener a raya la más estricta observancia de las normas de la Ley, el culto y el Templo. No es cosa de buenos y malos. Eran dos proyectos, dos formas incompatibles de entender la vida y la religión.
- Una religiosidad alternativa.
Jesús fue un hombre profundamente religioso, con una religiosidad tan radical que sobrepasó todo lo imaginable, una religiosidad alternativa. Jesús cambió el concepto y la experiencia de Dios, y de la religión. Jesús habló de Dios como Padre y habló con Dios como Padre. “Padre” no como expresión de autoridad, sino de bondad. La comunicación de Jesús con el Padre fue constante en su vida y tan total y singular que el Evangelio dice: “Mi Padre me lo ha entregado todo”. Conocimiento, vinculación y hasta fusión de ambos. Una religiosidad única y singular, alternativa.
- Jesús y el Templo.
Jesús iba al Templo donde estaba la gente. Pero no parece que participara en los cultos. Jesús se encontraba con el Padre no en el espacio sagrado del Templo, ni en el tiempo sagrado del culto religioso, sino en el espacio profano de la convivencia con la gente. Jesús prescindió del Templo para relacionarse con Dios. Pero más: el conflicto de Jesús con el Templo le llevó a la acción más violenta. Los cuatro evangelios hacen referencia al hecho, lo que lo muestra como indudable e importante. Fue causa de su condena en el juicio, y de burla en la cruz. Pero no lo hizo para “purificar” o “restaurar”, sino para anunciar su destrucción y desaparición: ningún templo ni espacio sagrado, ni ceremonias religiosas: todo lo que el Templo significa.
Muchas personas tienen la experiencia de que es precisamente en un templo (capilla, lugar santo y ceremonias sagradas) donde encuentran a Dios. Si el Dios que se experimenta en el templo no coincide con el Dios que condiciona nuestra vida en la calle, en la convivencia con los demás, entonces el templo y su presunto “Dios” pervierte la religión y desautoriza el “proyecto religioso”. Jesús reprocha a los profesionales de la religión que se sirvan del templo para justificar la violación del 4º mandamiento: abandonar a sus padres so pretexto de la religión.
J.D.Crossan: Jesús al enfrentarse con el Templo destruyó simbólicamente la función de intermediario. En el Reino ya no hacen falta intermediarios. Es el enfrentamiento con la religión establecida, proponiendo una religión alternativa con el desplazamiento de “lo sagrado” como lo separado, hacia “lo sagrado” como humano.
- Jesús y la Ley religiosa.
El enfrentamiento de Jesús con el Templo fue una vez casi al final de su vida. Pero con la Ley se inició enseguida, en sus primeras actuaciones en público. La Ley acompañaba a toda la gente todos los días. ¿Jesús era un judío piadoso que cumplía la Ley? ¿o la quebrantaba sistemáticamente? Ni una cosa ni otra. La relativizó: lo importante no era la Ley de Dios sino la vida de las personas. La Ley de Dios era importante en la medida en que estaba al servicio de las personas, de la vida humana. Si una ley hace daño, lo único que se merece es la desobediencia. Jesús y sus seguidores, como marginados, estaban por encima de las normas de su entorno. La Ley escrita (Torá) se complementaba con leyes orales (la Halaká). Jesús entendía esta ley oral como “tradiciones humanas”, añadidas e impuestas por los dirigentes. Y se comportó y habló con una soberana libertad en relación a la Torá, la ley divina en su sentido más propio. Combinó el endurecimiento con la moderación. No criticó ni abolió la Ley sino que la trascendió, yendo más allá de la letra. Jesús radicalizó lo referente al amor al prójimo, al respeto a los demás, respeto a la igualdad de la mujer, y en lo referente al dinero. Pero relativizó mucho y suavizó las normas rituales y cultuales, ayunos, normas de pureza e impureza, la observancia del sábado. Deja claro que la salud, la dignidad y la vida de “lo humano” está antes y es más importante que la santidad y la observancia de “lo religioso”.
El proyecto de Jesús es radicalmente distinto del proyecto de la religión. La religión toma lo sagrado como “objeto” (espacio, tiempo, utensilios, ritos, normas) y como objeto “separado”, distinto de lo profano, lo laico, lo secular común a todos. Para Jesús lo sagrado es el ser humano como persona, con los demás seres humanos, en lo que es común a todos por igual..
La “religiosidad” de Jesús es radical porque se basa en la comunión. Las religiones separan, dividen, enfrentan. De ahí tanta intolerancia y violencia religiosa.. Pero los que dividen, separan, excluyen, marginan, condena… son enemigos del Evangelio y de la Iglesia, aunque sean gente “piadosa”, “religiosos”·, hombres con cargos de poder en la Iglesia..
En resumen: El proyecto de la religión y el proyecto de Jesús son dos proyectos incompatibles. El Dios que Jesús nos revela no es el Dios que presentan y representan las religiones. Lo más importante que Jesús aportó es que cambió radicalmente nuestra idea y nuestra experiencia de Dios.
- La religión cristiana.
Jesús no fundó ninguna religión. Ni los primeros cristianos consideraban el seguimiento de Jesús como una religión, sino como un “camino”, un proyecto de vida, un modo de vivir. Para unos eran considerados una “secta”, para otros ,como “ateos”. Empezaron a llamarse simplemente “cristianos”.
Poco a poco fue adquiriendo connotaciones de “religión”: una doctrina, unas normas, un culto, unas personas constituidas en autoridad religiosa. Pero no fue hasta el siglo IV cuando Constantino se convierte al cristianismo y Teodosio la constituye religión oficial del Imperio, cuando el cristianismo de convierte en religión. Pronto adquiere todas las características de una religión de poder: se asimila a las estructuras del Imperio romano, y el poder político y el poder religioso forman una entente. Los concilios de Calcedonia y Nicea, convocados y presididos por el emperador hacen de la Iglesia el brazo religioso del Imperio. La Iglesia, convertida en Jerarquía eclesiástica, acaba convertida en Sacro Imperio Bizantino, Sacro Imperio Romano-germánico, los Estados Pontificios, el Papa coronando Emperadores y reyes, organizando cruzadas contra los infieles y en Inquisición contra los herejes.
- Nuestra religión.
Muchos y muchas de nosotros hemos nacido y crecido en esa “cristiandad” en que lo religioso imbuía todas las facetas de la vida. Y muchas de nuestras personas (unas más que otras) hemos recibido una formación religiosa tradicional. Esa formación religiosa tradicional mantiene a las personas en una permanente minoría de edad religiosa, siempre dependientes de los “padres” que dicen lo que hay que creer y hacer. En muchos casos la religión ha sido una forma de alienación y de “opio del pueblo”
Sin embargo, a pesar de todo, es a través de esa religión y esa Iglesia como hemos recibido la fe cristiana. Luego, hemos ido aprendiendo a distinguir fe y religión, y a cuestionar los ropajes que han envuelto la fe, y los contenidos religiosos en los que se ha formulado. Y hemos ido aprendiendo a relativizar unas cosas y valorar otras. Y en esas estamos.
- ¿Hacia un cristianismo no religioso o post-religioso?
Dietrich Bonhoeffer viene a decir que el cristiano adulto y mayor de edad debe vivir en el mundo “etsi Deus non daretur” , como si Dios no existiera. “Debemos vivir en el mundo etsi Deus non daretur.(…) Dios nos hace saber que debemos vivir como quienes saben desenvolverse bien en la vida, aun sin Dios”.
El 3 de Abril de 1944 escribe a su amigo Bethge, quien más tarde sería su biógrafo: “¿Cómo hablar de Dios sin religión?(…), cómo ser cristianos sin religión, con un talante mundano?. El 16 de Julio: “Debemos vvir como personas que se las apañan en la vida sin Dios.(…) Vivimos sin Dios, ente Dios y con él. El mundo adulto es un mundo sin dios, y por lo mismo, está tal vez más cerca de Dios que el mundo menor de edad.
Bonhoeffer utiliza la palabra “Dios” en dos significados distintos. Cuando escribe “vivir sin dios”, está refiriéndose a vivir sin la representación premoderna y hetrónoma de Dios, sin el “Dios en las alturas”, sin ese theos con el cual el ateísmo ha saldado ya sus cuentas. En cambio, cuando escribe “Ante Dios y con él”, utiliza el término Dios en el sentido del transcendente, Aquel a quien Tillich había ya descrito algunos años antes como “la Profundidad de la Realidad”. O como decía Einstein, la majestad que se oculta detrás de todo lo experimentable.
Hay que repensar la fe para llegar a vivirla de un modo modernamente adulto, como una “santidad laica”, ante Dios pero sin Dios; es decir, ante ese Misterio que nos sobrecoge, pero “sin dios”, sin vivir pendientes de que allá arriba en el “segundo piso”, un supuesto papá celestial nos va a resolver todos nuestros problemas.
El Dios que está con nosotros es el Dios que nos abandona. El abandono de Jesús en la cruz no es, por tanto, ninguna tragedia. Constituye, según Bonhoeffer, el punto de partida para poder salir de la minoría de edad religiosa y vivir el cristianismo de manera adulta.
- CUESTIONES ABIERTAS.
1.-Los “defectos” de las religiones (intolerancia, violencia, abuso del nombre de Dios, sacralización del poder, separación entre sagrado y profano…) ¿son “defectos” de las religiones, o es que son así necesariamente?
2.-La religión ¿ha sido factor de humanización? ¿o nunca?
Las religiones ¿son mediación del encuentro con Dios? ¿o impedimento?
3.-El proyecto de Jesús ¿no es religioso? ¿en qué sentido sí o no?
4.-La “religión cristiana” o “católica”…¿es cristiana? ¿Jesús fundó una nueva religión?
– ¿el cristianismo es religión o se convirtió en religión?
– La Iglesia ¿es Iglesia de Jesús? ¿o es Iglesia de una religión? (ver definición de “religión”) ¿qué se aplica mejor, el proyecto de Jesús o el proyecto religioso?
5.- ¿Cabe un cristianismo post-religioso? ¿cómo sería? ¿Se puede ser “creyente” y “no religioso”? ¿Profesamos una religión o profesamos una fe? ¿qué diferencia ves?
¿Vamos a una espiritualidad laica, no religiosa? ¿Vamos a un cristianismo laico, no religioso? ¿Cómo sería?
6.- “Jesús era un hombre profundamente religioso”. La “religiosidad” de Jesús ¿es “religiosa”? ¿en qué sentido? ¿Es lo mismo “religiosidad” que “fe”? Explícalo.
¿Sería mejor hablar de “espiritualidad” que de “religiosidad”? ¿Cómo vives tú “lo religioso” y tu fe en Jesús? ¿Lo compatibilizas?
2.- Deconstruir el lenguaje religioso. .. para afirmar la fe. (siguiendo a Leaners)
La Iglesia católica viene utilizando un lenguaje religioso que cada vez resulta más incomprensible al hombre y la mujer del siglo XXI. Y no es sólo cuestión de lenguaje, sino de las ideas y representaciones que hay detrás del lenguaje, y que éste expresa.. La Iglesia Católica arrastra representaciones a veces medievales, hoy día totalmente superadas por la modernidad, y sin cuya renovación, la Iglesia no tiene ningún futuro en el mundo moderno.
Hasta el siglo XVI, en todas las culturas del pasado, incluyendo el occidente cristiano y aún hoy en la gran mayoría de los cristianos, se tiene la idea de que este mundo nuestro depende absolutamente de otro mundo, al que se lo piensa y representa de acuerdo al modelo nuestro. Ese mundo de arriba, colocado sobre el nuestro, llamado por eso “sobrenatural”. En esa representación, Dios, que está en el cielo, bajó de aquel otro mundo a nuestro planeta para volver al cielo después de su muerte y resurrección, dejando en la tierra a un vicario al que hizo partícipe de su poder total. Así que todo lo de este mundo “natural” está controlado y condicionado por el otro mundo: “sobrenatural”.
A este universo mental se lo llama “heterónomo”, porque nuestro mundo es completamente dependiente del otro. Sin embargo, la existencia de aquel otro mundo es un axioma, un postulado que es tan imposible de probar como de contradecir.
Así la humanidad ha pensado de forma heterónoma durante milenios. Jesús mismo y los apóstoles y profetas, sobre los que se funda el credo cristiano, han pensado en forma heterónoma, como no podía ser de otro modo en su contexto cultural y religioso. Y así ha seguido en la Iglesia Católica… al menos hasta la modernidad, e incluso hoy mismo en muchas mentalidades religiosas conformistas.
En el siglo XVI empieza a agrietarse ese universo, con el avance de las ciencias y el humanismo. En las medida que la ciencia va dando respuestas a cuestiones que antes se explicaban recurriendo a “poderes sobrenaturales” y ahora se explican con la ciencia y la autonomía humana, va dejando de tener sentido ese recurso a lo sobrenatural. La Ilustración abrió ese camino, al que la rígida institución eclesiástica se cerraba. La jerarquía de la iglesia negó la autonomía del cosmos que se hacía evidente a los ojos del espíritu moderno. Lo que antes se atribuía a intervenciones divinas eran sólo fenómenos intramundanos. Pero la Iglesia se aferraba a lo que sustentaba su poder. No aceptaba traducir la doctrina de la fe al lenguaje de la modernidad.
- Heteronomía – Autonomía – Teonomía
La “heteronomia” no es sólo creer la existencia de un mundo sobrenatural. Es también tener en cuenta que “otro”(hetero) te impone su ley (nomía), su leyes. Siempre serás un sometido, un menor de edad. La “autonomía” es aceptar que tú eres responsable de lo que haces (tú eres tu propia ley), es aceptar la propia madurez y responsabilidad. . “Entre los adultos no hay obediencia, hay consentimiento” (Larrauri)
¿Es posible traducir la experiencia creyente al lenguaje de la modernidad? ¿Hay todavía lugar para Dios en este pensamiento?
La autonomia, lejos de conducir a la muerte de Dios, lleva irrecusablemente a la muerte de aquel insuficiente Dios-en-el-cielo, pues era ésta una representación humana del Dios que se revela en Jesús. Esa representación, a menudo demasiado humana (“antropomórfica”), en todo caso se vuelve inútil para la modernidad.
Esta reconciliación entre la autonomía del ser humano y la fe en Dios, ha recibido el nombre de “teonomía”. Quien piensa en términos teonómicos, confiesa a Dios como la más profunda esencia de todas las cosas y por ello también como la ley interna del cosmos y la humanidad. En el pensamiento teónomo sólo hay un mundo, el nuestro. Pero éste es santo, porque es la auto-revelación de aquel misterio santo que significamos con la palabra Dios. Él es el núcleo creador más profundo de aquel proceso cósmico. Dios no está nunca afuera, sino que ha estado siempre al centro.
La internalización absoluta de la manera heterónoma de pensar a lo largo de toda la historia de la iglesia, trae como consecuencia que su reemplazo por una forma teónoma sea muy difícil.. Es inevitable el derrumbe, porque ya no hay nada absoluto. Todo lo que pensamos sobre “Dios” o lo que se refiere a él, proviene de nuestro pensamiento, y se halla en una evolución constante. Las formulaciones son verdaderas o buenas sólo hasta cierto grado, y son por tanto relativas. Correcto o incorrecto son conceptos relativos, también aplicados a los artículos de fe: Las formulaciones del catecismo o del credo hay que cuestionarlas desde esos esquemas.
- Revisión y reformulación del lenguaje religioso.
Algunas pistas para una tarea pendiente de hacer: revisar el lenguaje habitual y buscar nuevas formas de expresar asequiblemente lo que se quiere decir. Por ejemplo:
-Sobre la Biblia: no es “Palabra de Dios” literal y absoluta (aplicada a algunas expresiones sería un disparate). Es “palabra humana de Dios” en cuanto Dios se revela y “habla” de muchas formas, pero metafóricamente, no literalmente.
–Dios Creador, no en seis días, de una vez por todas. Ni el ser humano es dueño y dominador de la creación. Dios genera el misterio de la vida evolutivamente, es energía creadora. El ser humano es cocreador, está llamado a colaborar en la evolución con respeto.
–El Dios de Jesús no es el Ser Supremo alejado, Juez y Señor de los Ejércitos, terrible y castigador. Jesús nos lo muestra como Padre bondadoso. Dios es amor.
–Jesús de Nazaret no fue un taumaturgo milagrero, ni un Dios sobrenatural. Es un humano cabal. Es la humanización de Dios, amor liberador. Es un profeta del amor de Dios y de la liberación de la humanidad y de toda la creación.
–Su mensaje, la Buena Noticia del Reino de Dios no es para otro mundo, sino clave de humanización, de liberación y de felicidad para todo ser humano y para toda la humanidad.
-María no es Virgen Santísima Madre de Dios. Es la madre de Jesús, una mujer del pueblo, y fiel seguidora de Jesús y su mensaje.
–La muerte de Jesús en la cruz no es el sacrificio querido por Dios para salvarnos del pecado original y redimirnos. No es un sacrificio ofrecido a Dios por nuestros pecados. Fue un asesinato de las autoridades religiosas y romanas, acusándole de blasfemo y subversivo porque su mensaje cuestionaba la Religión y el Imperio.
–La Resurrección de Jesús no es la reanimación de un cadáver, sin la experiencia de que Jesús vive y que su causa sigue viva refrendada por Dios. “lo de Jesús sigue adelante”
– La Iglesia no es una Institución vertical y patriarcal, con la cúspide de un poder absoluto sacralizado. Es la comunidad de Jesús, el Pueblo de Dios, comunidad de comunidades igualitarias, fraternas y al servicio del Reino de Dios desde los pobres.
-La espiritualidad cristiana no es una religiosidad evasión a lo sobrenatural, ni intimista desligada de la realidad. Es el estilo y talante de creyentes en Jesús de Nazaret, a quienes anima su espíritu de libertad, de esperanza, de alegría y amor. Espiritualidad laica y no dualista centrada en la vida y en su misterio de amor.
-La celebración de la fe no son ritos anquilosados en lenguajes extraños. No son ritos clericales ni individuales. Son celebraciones comunitarias de la vida, festivas, animadas y animadoras.
-Los sacramentos nos son ritos mágicos que valgan automáticamente (ex opere operato). Son experiencias simbólicas de vivencias profundas de momentos importantes de la vida. Sin lenguaje simbólico, creativo y creador de vida y de significado.
–La Eucaristía no es la Misa que “se dice” y “se oye”. No es el sacrificio de Jesús que se ofrece a Dios. No es canibalismo litúrgico fuera de nuestra cultura y simbología. Es la celebración comunitaria de una comida simbólica, memorial de la última cena de Jesús y de su presencia entre nosotros. Es un símbolo del banquete del Reino para toda la humanidad con preferencia de los últimos.
-La mujer en la Iglesia no es persona sumisa al varón y al clérigo, ni la persona sexualmente peligrosa o que se redime con la maternidad. La mujer es una persona igual al varón, hermana en la comunidad de iguales, que aporta sus capacidades femeninas complementarias con las masculinas en plan de igualdad.
–El diálogo interreligioso e intercultural es la actitud del cristianismo no como única religión verdadera fuera de la cual no hay salvación. Todas las religiones pueden ser camino de encuentro con Dios y de humanización, salvación y liberación. El pluralismo religioso y la diversidad cultural son riquezas que complementan y no excluyen.
–Ciencia y fe no son realidades contradictorias. Son dos instancias humanas complementarias que deben escucharse y enriquecerse mutuamente.
- Revisar el lenguaje sexista.
Además de esos matices más religiosos, es evidente que el lenguaje religioso, eclesiástico y litúrgico pecan tanto o más que otros en ser lenguajes sexistas, machistas, patriarcales. Es obvio que casi toda la Biblia ha sido escrita por hombres, y luego casi toda la teología de la historia de la Iglesia (salvo contadas excepciones que a su vez han sido ignoradas o marginadas en muchos casos); y no digamos ya del Magisterio de la Iglesia, el Derecho Canónico, el Catecismo y todos los escritos eclesiásticos, incluyendo encíclicas papales y textos litúrgicos. Tal vez son estos los que más afectan directamente en el uso diario o frecuente de fórmulas ya estereotipadas, asumidas casi inconscientemente y repetidas mecánicamente sin ponerse a cuestionar por qué son así.
No es sólo la denominación de Dios en masculino, como Padre, sino patriarcalmente como Señor, olvidando el “rostro materno de Dios”, y siendo conscientes a la vez de que todo nuestro lenguaje sobre Dios es metafórico, inadecuado y balbuciente, de intentar expresar algo que nos sobrepasa.
Es también la generalización del masculino, la alusión al “hombre” sin nombrar a la mujer, o la generalización de hijos, hermanos, los fieles, etc
El Pueblo de Dios, o la Comunidad de creyentes, o la Asamblea reunida son más inclusivas, pero hay que tener la deferencia de expresar la diversidad.
En la liturgia se nombra a veces al Papa, al Obispo, los sacerdotes que cuidan de tu pueblo…, pero marcando siempre esa escala vertical y jerárquica de la Iglesia, y dejando de lado la dimensión más horizontal de la igualdad, de la fraternidad, de la diversidad… Y lo que no se quiere, ni se nombra, como la diversidad de orientación sexual, o la disidencia con la doctrina o disciplina oficial. Hace falta un lenguaje más inclusivo Lo hace falta en toda la sociedad, pero más aún debería ser en una comunidad que se proclama de iguales, de hijos e hijas del Dios que no hace acepción de personas.
Asimismo el lenguaje denota muchas veces el eurocentrismo de la Iglesia Católica, no sabiendo adaptarse a otras lenguas y culturas. Y más aún el olvido de los pobres en el lenguaje, generalizando como si no existieran, como si todo el mundo fuera igual, como gente acomodada, o a lo sumo acordándose de ellos caritativamente para pedir por ellos, sin más.
3.- Deconstruir la Biblia…, para escuchar la Palabra.
Nuestra fe es algo que nos ha llegado por herencia. Pertenecemos a una comunidad de fe cuyas raíces vivientes remontan al primer siglo de nuestra era. La teología enseña que hay dos fuentes: la Sagrada Escritura y la Tradición.. La primera está a nuestro alcance: basta coger una Biblia, pero hay que saber leerla y entenderla.
No se puede leer un texto de hace dos mil o más años y entenderlo tal cual desde nuestra mentalidad de siglo XXI. Fue escrita en otro contexto cultural.
Tampoco basta considerar la Biblia como “Palabra del Dios vivo”, inspirada “al dictado” por Dios a un escribiente. Esa idea significaría que estamos divinizando palabras humanas.. Los textos de la Sagrada Escritura (aunque la llamemos así) no son literalmente palabra de Dios. La palabra “Revelación” no significa una transmisión directa de Dios.. Dios se “revela”, pues él se comunica, se da a conocer, no tanto de arriba abajo, desde lo alto, sino desde lo profundo de nosotros mismos hasta acceder a nuestra conciencia. Ninguna palabra humana sobre Dios es sin más “palabra de Dios”; siguen siendo palabras humanas, aunque pueden ser cauce para que nos llegue la palabra de Dios.
Decir “Palabra de Dios” al acabar las lecturas bíblicas suena a palabra absolutizada, que resulta disparatada después de algunas frases bíblicas literales (por ejemplo: que las mujeres callen en la Iglesia. “Palabra de Dios”). Una forma de “suavizar” esa forma absoluta es decir por ejemplo “Palabra humana de Dios”, con lo que se entiende que Dios puede “hablar” por la palabra humana, escrita o hablada, o por otros muchos cauces (la creación, los hechos de la historia, la interioridad humana…)
La Biblia, además, es muy diversa en sus expresiones. Y algunas nos pueden parecer hoy absurdas y disparatadas. La Biblia ha estado mucho tiempo ”secuestrada”, inaccesible al pueblo de Dios. Hoy día es más accesible en su traducción a lenguas vernáculas. Pero aún así su lenguaje puede quedar inaccesible para mucha gente. No todos los textos son para leerlos en cualquier momento. Sería mejor editar antologías con textos relativamente accesibles u oportunos.
Los evangelios no son libros de historia que nos cuentan la historia de Jesús. Son “catequesis” o pequeños tratados de teología, o mejor, testimonios de fe de unos creyentes (los evangelistas) para otros creyentes (las comunidades destinatarias). Desde el primer momento estas comunidades fueron diversas: Jerusalén, Antioquia, Éfeso, Roma…No era lo mismo la mentalidad judía que la helena o romana, pero para todas era el mensaje evangélico de Jesús. “Traducirlo” a la mentalidad de hoy es un reto en la reflexión, en la teología, en la catequesis y la predicación.
Es pues necesaria una “aproximación histórica a Jesús” (expresión y título del libro de Pagola), antes que una lectura literal del Evangelio. Y esta lectura se hace no desde la curiosidad del investigador, sino desde la actitud del creyente que busca el encuentro personal, la adhesión de fe.
Tampoco se puede “utilizar” la Biblia como argumentario para fundamentar las propias posiciones ideológicas, usando la “palabra de Dios” como sacralización de las propias opiniones.
Tampoco se puede utilizar la Biblia como “recetario” de fórmulas morales, sacando “moralejas” de cada texto evangélico o bíblico, como a veces se ha usado en sermones moralizantes.
4.- Deconstruir cristologías “divinizadoras”…para creer una cristolgía “humanizadora”
(siguiendo a Castillo)
La teología (nuestra palabra sobre Dios) necesita actualizarse para ser comprendida por la mentalidad moderna. No se admite una teología dogmática afirmada rotundamente por el Magisterio eclesiástico como indiscutible. Si Dios es el Transcendente, escapa totalmente a nuestro conocimiento. Lo que pensamos o decimos de él., ya no es Dios, es representación nuestra sobre Dios, es idea nuestra.
La teología tradicional escolástica, de mentalidad aristotélica de origen, pretende entender “qué es Dios”: ontología del “ser”. Pretensión imposible, además de absurda o inútil. Saber de Dios no significa creer en él ni conocerle. “A Dios nadie le ha visto. Quien ama conoce a Dios”
El acercamiento a Jesús nos enseña no “qué es Dios”, sino qué pasa en la vida cuando Dios acontece en ella. Jesús nos muestra Dios, nos revela quién es Dios: Padre. Desde su experiencia de Dios como Abbá (Papá-Mamá), desde su experiencia de intimidad y cercanía con Dios, nos anuncia la presencia y cercanía de Dios.
La cristología no es estudiar si Jesús es Dios, sino descubrir en Jesús la humanización de Dios. La encarnación de Dios significa que se ha hecho “carne” humana, que se ha humanizado… para humanizarnos plenamente, no para “divinizarnos”. En Jesús no es que lo humano se diviniza , sino que Dios se humaniza. No es una cristología “ascendente” (del hombre a Dios), sino descendente: Dios se humaniza para humanizar a la humanidad.
Para Jesús lo sagrado es lo humano, no lo religioso. Jesús tuvo conflicto con la religión porque puso por delante a la persona humana y relativizó leyes, ritos, doctrinas, cultos, templos.., y priorizó la salud, la dignidad, la comida, la igualdad, la libertad, la vida. La dignidad de “lo humano” está antes y es más importante que la santidad y la observancia de “lo religioso”. El proyecto de Jesús (laico) es incompatible con el proyecto de la religión. Jesús fue profundamente religioso, pero con una religiosidad alternativa. Jesús rechaza la religión de un Dios excluyente y un Dios violento.
Jesús no se identifica con ninguna religión. Tampoco con el cristianismo. La eclesiología ha querido “controlar” la cristología, hacer un Cristo a su medida, y para ello ha secuestrado al Jesús del Evangelio. Habría de ser la revés: la eclesiología debería dejarse guiar por la cristología de Jesús de Nazaret, por el Evangelio. El Papa Francisco está dejándose llevar por el Evangelio más que por la eclesiología. Y desde ahí ¡cuánto desearía una Iglesia pobre y de los pobres! Ojalá vaya por ahí la renovación eclesial.
Y lo hizo “desde abajo”, desde los últimos de los últimos, desde los excluidos, desde las víctimas, desde lo mínimamente humano, que es lo común a todo ser humano: la carnalidad, la alteridad y la libertad. Por eso valoró la salud, la comida, las relaciones paritarias, el respeto, los derechos de las personas, la ética de la bondad, la libertad…, como lo auténticamente humano.
Este recuerdo de Jesús es una memoria peligrosa. Son recuerdos peligrosos, inquietantes, subversivos. No es una cristología tranquilizante, sino una cristología responsable ante el sufrimiento de las víctimas de la historia. Jesús presenta el Reino de Dios como el banquete no de los satisfechos sino de los excluidos, con una comensalía abierta, más allá de la religión: es toda la humanidad la que es invitada a esa felicidad, desde los últimos: “Felices los pobres porque vuestro es el Reino de Dios”.
Desde esta perspectiva, revisar el Catecismo de la Iglesia Católica, elaborado como resumen de doctrina dogmática y de normas de Derecho Canónico, que como acercamiento a la figura de Jesús y ayuda a creer en él. Revisar por tanto la catequesis que se transmite si acerca a Jesús o aleja de su enseñanza y ejemplo. No pretender un proselitismo o adoctrinamiento religioso sino la humanización de las personas y del mundo.
5.- “Repensar la Resurrección”…para creer en el Resucitado.
La Resurrección de Jesús es uno de los fundamentos de la fe cristiana. “Si Cristo no ha resucitado, somos los más desgraciados de los hombres…”. Pero no se puede interpretar la resurrección en el sentido literal de volver a la vida.. Un resurrección corporal contradice todas las leyes de un mundo autónomo. Aceptar una resurrección así entendida significa negar simultáneamente la razón. Y esto nos lleva al límite de la esquizofrenia.
En el Nuevo Testamento hay otras expresiones que vienen a significar lo mismo que la resurrección, y también hay que revisarlas. La imagen “subir a los cielos” es sólo una expresión simbólica de lo que le sucedió a Jesús al morir: que él “se fue al Padre”. Lo mismo vale también para la ascensión de Jesús. Porque está claro que no subió a los cielos, ni el primer día de Pascua, ni cuarenta días después. No son expresiones que indiquen acontecimientos ni hechos históricos, sino que son simbolismos.
También el fenómeno de las apariciones ha de ser revisado. El fenómeno en sí, psicológicamente, puede ser una proyección: hay algo que se experimenta internamente con tanta intensidad, que uno cree verlo fuera de sí. Así se han analizado fenómenos recientes de apariciones marianas. Pudo ser también la experiencia de los discípulos. Esta experiencia los hizo conscientes de que la muerte de Jesús no marcaba el final de su expectativa mesiánica. Era una experiencia interior tan intensa de la plenitud de vida de Jesús que se llegaba a proyectar hacia fuera. Eran testigos de que vivía porque lo habían “visto”. Pablo dice que Jesús “se ha dejado ver”, “fue visto”. Experiencias cargadas de simbolismo, como los discípulos de Emaús.
Interpretar desde el modo de pensar griego un mensaje inspirado en la cultura judía, es algo que necesariamente terminará en el caos. La Biblia trata a Jesús como un todo. Es él el que muere, y de quien sus seguidores tienen la experiencia de que es el viviente. Eso es todo. Por ello, la experiencia de que Jesús vive debe ser el punto de partida de un ensayo que exprese en un lenguaje autónomo lo que en el lenguaje del mito se ha llamado resurrección.
El tema de la resurrección afecta también al tema de la muerte y al misterio de qué hay más allá o después de la muerte, si hay “otra vida” o “la vida eterna” y qué se entiende con ello, la conocida en la doctrina cristiana como doctrina sobre los “novísimos”, y el tema de la inmortalidad, tan común a muchas religiones.
Creer en la vida eterna es lo mismo que creer en Dios, con otra formulación. Creer en Dios es lo mismo que hacerse uno con el misterio original, unirse mediante el amor con el milagro original, y por tanto, a la plenitud a la que pueda llegar en nosotros el amor.
En una manera teónoma de pensar no es sólo el infierno el que debe desaparecer, sino también el purgatorio con sus espúreas derivaciones, pues cuando se habla de Dios, la palabra castigo carece absolutamente de sentido, pues el amor expulsa el temor al castigo.
. Repensar la Resurrección de Jesús es afirmar rotundamente que Jesús vive. Lo delicado es explicar el “cómo”. Que Jesús vive, que es el Viviente, que está presente hoy en quienes creen en Él (donde dos o tres se reúnen en mi nombre), pero también que está en quienes sufren, en las personas excluidas, oprimidas, con quienes Él se identifica (“lo que hagáis a estos, los pequeños, a Mí me lo hacéis”). Pero también que está presente en su Causa, que la Causa de Jesús (“lo de Jesús”) sigue viva, avalada por Dios: la Resurrección significa que lo que parecía un fracaso Dios lo ha refrendado como la plenitud de lo que Jesús vivió y proclamó: el Reino de Dios ya está aquí. Más allá de la mera subjetividad personal, es el Espíritu de Jesús el que sigue animando su Causa…
6.- Deconstruir la mariología… para descubrir a María.
La cristiandad, desde la Edad Media , ha manifestado una veneración casi idolátrica a la madre de Jesús. Sobre todo la Iglesia Católica, no tanto las Iglesias de la Reforma. La religiosidad popular con sus santuarios, peregrinaciones, imágenes milagrosas, procesiones, hermandades, escapularios, rosarios, medallas… ha cultivado un culto a María en ocasiones tan exagerado que para algunas personas “su Virgen” era lo más grande y sagrado, rayando a veces el fanatismo. Las imágenes sobrecargadas de joyas resultan un escándalo ante la pobreza de la gente. ¿Cómo se podría reconocer en ellas María de Nazaret? Sociológicamente, religiosamente y políticamente algunos santuarios marianos han sido referencia de lo más conservador (Lourdes, Fátima, El Pilar, Czestochowa, etc ).
Teológicamente, hay sobre todo, cuatro “credos” eclesiásticos sobre María, que chocan con la mentalidad moderna y abierta:
– El título de “Madre de Dios” , otorgado a María desde Éfeso (año 431).
– La concepción virginal de Jesús, y la extensión que hace la Iglesia a la virginidad “en el parto y después del parto”.
– La Inmaculada Concepción.
– La Asunción “en cuerpo y alma a los cielos”.
Estos cuatro “credos” no están en el centro de la buena nueva. Se puede ser un excelente cristiano sin ser un devoto de María. No encontramos que las palabras de Jesús llamen a venerar a su madre. “Más bienaventurados son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
La veneración de María no debe cruzar nunca las fronteras de una hiperdulía aprobada por la jerarquía eclesiástica, como veneración mayor que a otros santos. Pero a María se le ha vivido como el complemento femenino del Dios-Padre, a quien se le siente masculino, estricto y generador de angustia. La feminidad sublimada que se encontró en la “Virgen María” vino a colmar el objeto femenino al que venerar desde una iglesia regida por hombres célibes. La acentuación de la virginidad en la figura de la “Santísima Virgen” no tiene más fundamento bíblico y más bien refleja el miedo y recelo eclesiásticos frente a la sexualidad. : sugiere que la relación sexual hace impura y no casta a una mujer. Eso es todo lo contrario de una alabanza al amor matrimonial y a la maternidad. Los relatos bíblicos de la infancia de Jesús son de los más mitológicos. Y cuanta más mitología hay, menos confiabilidad histórica podemos tener. No es posible ni correcto utilizar los dos evangelios de la infancia como fuentes históricas.
El dogma de la “inmaculada concepción” fue promulgado en 1854 por el ultraconservador Papa Pío IX (de quien es la frase: “la tradición soy yo”), proclamando que María en su concepción estuvo exenta del pecado original, doctrina que no tiene asidero en una mentalidad moderna.
Otro tanto y más cabe sobre el dogma de la Asunción, fruto de una leyenda del siglo IV, sin más fundamento bíblico, pues si poco hay de la vida de María, nada hay de su muerte. Su carácter heterónomo señalando un cielo allá arriba al que María es llevada en cuerpo y alma (por ángeles?) le lleva al descrédito en una mentalidad moderna.
La mujer moderna, de hoy, rechaza esta imagen ideal de “Esclava del Señor”, que se pone al servicio del clero y que, según el deseo del apóstol Pablo, se calla en la iglesia. La María del Magníficat no es precisamente la mujer sumisa al hombre. Ni fue lo que Jesús esperó nunca de su madre.
7.- Deconstruir la Iglesia… para hacer Comunidad.
La Iglesia es la Comunidad de creyentes en Jesús. A pesar de toda la historia, siempre lo seguirá siendo, aunque siempre santa y pecadora (“casta meretrix”), y “semper reformanda”.
Las primeras comunidades cristianas, en su diversidad, no tenían una doctrina común, la iban haciendo, ni una organización ni estructura institucionalizada. El cambio grande se produjo cuando se arrimó al poder (Constantino, Teodosio), y el poder se apoderó de ella. Se configuró al modo del Imperio romano y se hizo religión, y religión imperial. Desde ahí se fue estructurando como una Institución de poder, una jerarquía vertical y sacralizada, un poder incluso por encima del poder civil, y luego unos Estados Pontificios con sus ejércitos y poderes. Y así hasta llegar al actual Estado Vaticano y el Papa como cabeza visible y vértice de esa pirámide, Jefe de Estado y Pastor Universal, Vicario de Cristo…
Esa Iglesia, constituída en Cristiandad en gran parte del mundo, se ha estructurado internamente como una sociedad desigual, donde hay dos estamentos, clero (con tajante exclusión de las mujeres) y laicos, y muchos grados en su estructura vertical: desde “simples fieles”, religiosos y religiosas, diáconos, presbíteros, obispos, arzobispos, cardenales… y el Papa. El Papa asume todos los poderes, universales e inapelables. Es un característico monarca absoluto, con características de poder fascista, en un Estado nada democrático y que ni siquiera ha reconocido ni firmado la Declaración de Derechos Humanos, donde hasta los mismos fieles viene a ser “cristianos sin papeles”, sin derechos ante el Papa. Como Jefe de Estado se trata con los otros Jefes de Estado de igual a igual, de poder a poder, pero con el agravante de considerarse un poder “sacralizado”, vicario de Dios.
Tal vez podría ser un inicio para deconstuir la Iglesia :
-que el Papa renunciara a ser Jefe de Estado. Que viajara como “líder espiritual”, sin más protocolos.
-que el Vaticano dejara de ser Estado. No necesita codearse con otros Estados. Que se aceptara la laicidad de todos los Estados, con la separación entre Iglesia y Estado.
-en España, que se suprimieran los acuerdos entre la Santa Sede y el Estado Español
-que la Iglesia renunciara a todos sus privilegios, exenciones fiscales, subvenciones…
-que renunciara a las clases de religión en colegios públicos y al privilegio de que el Estado pague los profesores nombrados por ella.
-Que cediera sus bienes monumentales al Estado para disfrute común de la ciudadanía como museos o monumentos.
-Que el Papa suprimiera el Colegio Cardenalicio, que suprimiera la Curia actual, formando otro tipo de gobierno eclesial colegiado y plural
-Que desapareciera la Comisión para la Doctrina de la Fe (antigua y actual Inquisición que ha obligado a callar a más de 500 teólogos). Libertad de reflexión, de investigación y de expresión) El “Magisterio” de la Iglesia no son los Obispos, sino los “maestros” que saben y enseñan.
-Que los obispos fueran elegidos democráticamente en sus diócesis, no traídos de fuera e impuestos.
-Que se suprimiera la actual clericalización del ministerio y las comunidades, con dos medidas: el celibato opcional y el acceso de las mujeres en total igualdad.
-Que sea una Iglesia pobre y de los pobres, comprometida con las causas de los pobres.
Los últimos pontificados, de Juan Pablo II y Benedicto XVI, han supuesto un retroceso en la apertura que el Concilio Vaticano II había impulsado. Ha sido un largo invierno eclesial. Con el Papa Francisco han cambiado los aires y ha surgido la esperanza de una renovación eclesial en todos los aspectos. Pero aún es pronto. La tarea es inmensa y además de la que haga el Papa Francisco, dependerá de todos y todas impulsar los cambios para una verdadera renovación eclesial.
Ahí depende también de los de abajo reclamar y ejercer la igualdad de la mujer y el hombre en todos los aspectos y en todos los campos. Empezar por la propia comunidad y la propia parroquia.
-Desclericalizar y desclericalizarse, no permitiendo que el cura acapare todos los poderes y decisiones; demandar y practicar democracia en las decisiones desde abajo, transparencia en la economía, servicialidad en las estructuras…
-Tener a Jesús y al Evangelio como referencia fundamental para nuestra conversión, relativizando todo lo demás, y sintiéndose libres y con creatividad en las actividades, en la liturgia, en la reflexión y expresión…
-Dar centralidad a la opción por los pobres a todos los niveles: desde el testimonio personal a la organización parroquial y diocesana.
A pesar de las dificultades de cambio en una Institución tan grande, siempre ha habido también en la historia y en la actualidad movimientos de renovación desde el Evangelio, movimientos proféticos que han mantenido viva la llama del Evangelio como buena noticia y como misión liberadora. También dentro de la Iglesia siempre ha habido movimientos reformistas, con diversos carismas : benedictinos, carmelitas, franciscanos, dominicos, jesuitas…, y ramas femeninas, y otros no tan institucionalizados como las antiguas beguinas, los hermanitos de Foucault, los curas obreros, las comunidades de base, movimientos de redes cristianas, etc
8.- Deconstruir los sacramentos…para celebrar la fe.
El ser humano necesita ritos. En toda religión hay rituales. Pero no tiene sentido que se entienda que tienen una eficacia mágica, sólo con tal de que se apliquen las fórmulas correctas (“ex opere operato”), sin implicación personal en lo que significa el rito. En la Iglesia católica se han establecido siete sacramentos, supuestamente instituidos por Jesús.. Pero la Iglesia los ha ido descubriendo desde abajo, a menudo tras largos períodos de búsqueda y ensayo, y que no deben seguir siendo eternamente lo que son, ni los que son. Los “sacramentos de la vida” son muchos y en ellos se puede expresar la gracia de Dios de muchas formas.
El bautismo significa un nuevo nacimiento de la persona que es bautizada, transformación interior realizada gracias a la fuerza expresiva de los signos que se practican. Hacerse bautizar significa acoger la invitación a hacerse uno con Jesús de Nazaret y así se es llamado y acogido en la comunidad de creyentes en Jesús. Es lo que hace en nombre de la comunidad el presidente que bautiza. Esta nueva manera de vivir incluye una vinculación consciente con la comunidad eclesial que a uno lo acoge, porque es en ella donde encuentra uno a Jesús, y mediante él al Padre.
Con ese planteamiento hay que dejar de lado el bautismo de los niños. Y no tiene sentido el registro del nuevo miembro y futuro contribuyente de la Iglesia, cuando la mayoría se transforma en un cadáver de fichero.
La confirmación originariamente se consideraba un solo sacramento de iniciación, con el signo de la imposición de manos y la unción.
La unción de los enfermos debe su origen a un principio de salud muy sano de tiempos remotos: que el aceite de oliva es bueno para todo. La imposición de manos es más importante que el rito de la unción. El tacto de las manos llenas de amor, aún con poco o nada de óleo, puede llevar al enfermo a tener experiencia de la entrada salvadora de Jesús. En este caso es secundario si esta salvación significa salud corporal o vivificación interior.
La ordenación sacerdotal. El concepto latino de “ordo” significaba un grupo social bien determinado, casi como las castas de la India. La “ordinatio” significaba la acogida en ese grupo y no tenía el recargo sacral de nuestro concepto de consagración. Sólo a partir del siglo V la ordenación se convirtió en consagración, recibiendo el poder milagroso de transformar de manera invisible el pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo glorificado.
Una comunidad cristiana viviente produce, como cualquier otro organismo, los órganos que necesita para funcionar bien, y entre ellos el rol particular de presidente. Es bueno que la Iglesia desarrolle un rito para la instalación de tal presidente de la comunidad, y aquí nuevamente es apropiada la imposición de manos, sea por toda la comunidad o por su representante. En un clima teónomo es mejor no seguir hablando de sacerdote y consagración: estas palabras tienen un sonido demasiado heterónomo.. Además evocan la imagen de una Iglesia de dos estratos o estados, algo poco adecuado en una comunidad de Jesús. Más aún cuando un estamento excluye a las mujeres.
Las comunidades cristianas necesitan presidentes no tanto consagrados, cuanto inspirados y creyentes –sean éstos hombres o mujeres- que se sientan llamados a mantener viva la fe en Dios y en Jesucristo. Que esas personas sean célibes o casadas, hombres o mujeres es secundario. Más importante es que las propias comunidades puedan elegir a quienes les han de servir; desde las pequeñas comunidades, y pasando por las parroquias, los obispos y el Papa. “Quien ha de servir a la comunidad, que sea la comunidad quien le elige”
El matrimonio. Hasta el siglo XI el matrimonio fue siempre esencialmente un acontecimiento social coronado por una bendición sacerdotal. Pero esa bendición fue ganando terreno hasta constituirse en bendición necesaria sin la cual era imposible hablar de matrimonio válido, sino sólo de concubinato. Así llegó a ser considerado sacramento. Pero no se puede hablar de una institución del matrimonio por Cristo, porque la gente se viene casando desde que hay memoria humana. Y menos aún, imponer la indisolubilidad absoluta como marca de matrimonio cristiano. Como consecuencia, la iglesia no acepta el divorcio, sólo en algunos casos la declaración de nulidad…Y tampoco reconoce al matrimonio civil incluso entre bautizados. Y encima , una jerarquía celibataria establece la moral sexual que han de practicar los casados..
El matrimonio es una realidad social, y es el consenso social, y no un dicho eclesiástico, el que decide si algo es o no un matrimonio. El matrimonio no lo define un rito sino una realidad existencial, un vínculo existencial, de amor, de unión y fidelidad Sólo el amor merece este nombre. Sin el amor no hay vínculo matrimonial.
Es bueno el ideal del matrimonio para siempre. Pero la realidad humana ha de saber afrontar también el fracaso, el cambio, la evolución. “Castigar” a las personas divorciadas con el alejamiento de los sacramentos no tiene sentido desde la misericordia y el evangelio de Jesús. Nadie merecemos acercarnos a la Eucaristía (“Señor, yo no soy digno…”); no es cuestión de méritos, sino de necesidad de fe. La apertura del Papa Francisco en este tema es esperanzadora.
Pero aún está por superar la cerrazón de la jerarquía al matrimonio homosexual, y a bendecidlo como sacramento. Pero, aparte de la postura de la jerarquía, se pueden dar pasos y se dan de acogimiento a las personas y parejas homosexuales en las comunidades cristianas, y de celebración de su matrimonio civil.
La confesión. La práctica de la confesión, tan recomendada en otro tiempo como frecuente, ha caído en desuso en gran parte de la población bautizada, aunque se conserva y recomienda en los movimientos más tradicionalistas. Los confesionarios han quedado en muchas iglesias como un mueble casi de arqueología.
La confesión ha estado asociada a palabras que a la gente de hoy le suenan extrañas, asociadas a un concepto de pecado culpabilizador y angustiante: culpa, castigo, expiación, arrepentimiento, contrición, remisión de culpa, propósito de enmienda, unido a las ideas de penitencia, mortificación, purgatorio, indulgencia, infierno, condena eterna… Imágenes asociadas a un Dios ofendido y castigador, lejos del Dios Padre amoroso y misericordioso que nos presenta Jesús.
Mejor que sacramento de la confesión o de la penitencia sería llamarlo “de la conversión” o “de la renovación”, o “de la reconciliación”, pero más entendido como una fiesta comunitaria de celebrar y compartir el perdón que Dios siempre nos da, y que se expresa en la acogida fraterna comunitaria, más que en la confesión individual y la “mediación” del sacerdote entre Dios y el penitente.
- Deconstruir la Misa…para celebrar la Eucaristía.
La Eucaristía. La Eucaristía es el sacramento que más frecuentemente acompaña al creyente a lo largo de su vida. Pero el rito llamado “Misa” está cargado de connotaciones que hay que superar. Sobre todo el concepto de “sacrificio” de la Santa Misa”, y más como sacrificio expiatorio, es un disparate teológico por lo que da a entender: que Dios necesita “sacrificar” a su Hijo para redimirnos o salvarnos. De algún modo se asocia a los sacrificios rituales paganos en que una “víctima” (cordero, novillo…) es ofrecida a Dios para aplacar su ira o ganar su favor. La fe moderna no da lugar a un culto sacrificial. Ni la imagen que Jesús tenía y nos transmitió de Dios como Padre bondadoso, misericordioso y todo amor, encaja para nada con un Dios capaz de aceptar esos sacrificios humanos,
Interpretar la Misa asociada al “sacrificio de la cruz”, o la muerte de Jesús en la cruz como sacrificio de expiación, y peor aún si se presenta a la sangre de Jesús como dinero del rescate, es decir como precio de una compra (redención), es lenguaje teológico del pasado.
El concepto de “transubstanciación” supone que la naturaleza física de las cosas cambia, aunque de manera invisible, cuando se pronuncia una fórmula, llamada “consagración”, como palabras mágicas que producen el milagro.
Y no basta “ir a misa”, “oir misa” “asistir a misa”. No es sólo el sacerdote quien celebra, sino toda la comunidad. La Misa no es un mandamiento que cumplir, una obligación, en el sentido de asistir cada domingo. Y “ya has cumplido”.
La Eucaristía es más bien el memorial de la cena del Señor. Hay muchas maneras de recordar a Jesús y hacerlo presente y de dejarse mover así por la fuerza que viene de su amor a Dios y a la humanidad.. Este memorial vuelve a hacerlo presente y creativamente eficaz en la vida de aquellas personas creyentes en quienes esta memoria se despierta. Es en la comunidad cristiana donde Jesús se hace presente y transmite su espíritu y su fuerza. No de forma “substancial” sino simbólica. La presencia simbólica debe ser también reconocida. Los signos del pan y el vino son símbolos de la vida, de la suya y de la nuestra. “Esto es mi cuerpo” es como decir: “este pan soy yo”, “Éste es el cáliz de la nueva Alianza en mi sangre” (es decir, sellada con mi sangre).
En la celebración eucarística se conmemora lo que Jesús dijo e hizo en aquella cena, en la que resumió su vida, repartiéndose como pan. En el pan que parte para sus discípulos se ve a sí mismo; es el signo del encuentro, de la donación; es la comunicación que Jesús hace de sí mismo. La comunidad lo celebra como una comunión con él, y en su memorial revive su entrega y su amor. La comunidad ha de hacer como Jesús: darse, compartir, dar su vida por los demás,” lavar los pies”, servir.
9.- Deconstruir la política actual…para reconstruir una política distinta.
Nos hemos centrado sólo en lo religioso. Pero no podemos olvidar, aunque no podamos ahora entrar al tema, que hay realidades que nos afectan mucho, a nuestra vida y también a nuestra fe; y que también están por deconstruir y reconstruir.
Deconstruir la crisis, desenmascarándola como estafa, pues ha servido para que los más ricos se enriquezcan más a costa de empobrecer a la inmensa mayoría. El dinero público dado a los bancos que no se recupera, los bancos contentos porque “llueve dinero”, y las grandes empresas y los bancos aumentando beneficios, mientras miles de familias quedan desahuciadas de sus casas, violando el derecho constitucional a una vivienda digna; millones de parados y trabajos precarizados; miles de jóvenes emigrando y miles de emigrantes excluidos del sistema sanitario; los recortes sociales en sanidad, educación, servicios sociales, dependencia…Todo ha sido y está siendo un desmantelamiento del llamado estado del bienestar, siguiendo los intereses de un neoliberalismo salvaje de los poderes económicos que controlan el poder político.
La precarización es un constructo social que hay que deconstruir, es decir, deconstruir el imaginario social dominante de la precariedad como algo necesario, fatal, que hay que asumir y aceptar. Hace falta analizar con lucidez para desenmascarar los engaños en que nos meten, y poder rebelarnos y plantear alternativas.
Hay que deconstruir la economía capitalista como un sistema inhumano e inviable, insostenible ecológicamente y socialmente, y radicalmente injusto y absurdo. La creciente concentración de la riqueza en un mínimo porcentaje de población y la pauperización de la inmensa mayoría de la población es insostenible.
Hay que deconstruir la política actual como gestora del capitalismo no para el bien común de la población sino sólo de unos pocos, el capital financiero y especulativo. Se ha deteriorado la democracia tanto que requiere una deconstrucción, o un proceso “destituyente” para poder hacer un nuevo proceso “constituyente” de un nuevo orden y pacto social.
Deconstruir el actual orden mundial y la globalización, sometidas a la globalización de las finanzas especulativas y desacreditando los organismos mundiales que nacieron con otro objetivo. ONU, Fao, Banco Mundial, FMI, la Corte Penal Internacional…
Es necesario deconstruir el actual sistema de valores que quiere imponer un modelo de ser humano individualista, competitivo, materialista…, y una sociedad deshumanizada en muchos aspectos. Es necesario cuestionar el modelo que se quiere de familia, de estilo de vida, de consumo; y el modelo educativo que se impone desde el poder. La educación es fundamental para transformar la sociedad…
Otro mundo es posible y necesario. Pero ese “otro” ha de ser éste transformado. Es necesario deconstruir este mundo tal como está para poder reconstruir “otro”.
10.- Concluyendo.
Todo esto son sólo unos apuntes. Pero hay mucho, o casi todo, por hacer. Cuestionar lo establecido es un primer paso para cambiarlo. Pero deconstuir no es destruir sin más. No podemos hacer tabla rasa y partir de cero; no es arrasar con todo. Pero sí que todo es revisable. Y a la vez que se revisa se reinventa.
“Otro mundo es posible”. Es utópico, pero es posible y necesario. El de una comunidad humana coherente, el de la gran familia humana en la casa común del planeta que habitamos.
Y para las personas y comunidades que se dicen seguidoras de Jesús de Nazaret, la utopía de una comunidad de ciudadanos y ciudadanas y creyentes, una comunidad igualitaria, libre y liberadora, compasiva, alegre, feliz y servicial. Como Jesús.
ALGUNOS LIBROS DE REFERENCIA:
-J.A.PAGOLA: “Jesús. Aproximación histórica”
-ROGER LEANERS: “Otro cristianismo es posible”
-ROGER LEANERS: “Aunque no haya un Dios allá arriba”
-J.M.CASTILLO: “La humanización de Dios” Ensayo de cristología.
-JUAN LUIS HERRERO DEL POZO. “Religión sin magia”
-ANDRÉS TORRES QUEIRUGA: “Repensar la Resurrección”
-LEONARDO BOFF: “Los sacramentos de la vida”
-JOSÉ MARÍA VIGIL: “Teología del pluralismo religioso”
Elaborado para Tiempo de Hablar por el “Equipo” de Valencia: José Ignacio Spuche, Ovidio Fuentes, Faustino Pérez, Deme Orte.
Enero 2014
Hola Antonio V.!
Gracias por la atención al Asunto.
Mi modo de pensar es que:
La Vida humana NO TIENE SUJETO-AGENTE.
La Vida humana consiste en
* PROTAGONISMOS (Personas, no Sujetos)
* en un ESCENARIO (su Mundo)
* actuantes y padecientes (lo que hacen y les pasa)
* según aquel ARGUMENTO
* en el que encuentran SENTIDO.
¿Ok?
¡Voy todavía! – Oscar.
………………………………
PS: Notarás mi cambio de Vocablos-Palabras-Conceptos para acercarme -creo que un poco más- a lo que intentamos comprender: La Vida humana (que no “del hombre” -y mujer, pa’que no se enoje la femme) P.e.: la Digestión es algo “del hombre-mujer” pero no es algo propiamente “humano”.
Oscar, a lo tuyo:- “* NO HAY SUJETO FIJO NI FIJADO DE UNA VEZ POR TODAS”, esto:-
–¿No será mejor admitir que EL MISMO SUJETO puede y la hace CAMBIAR SUS ACCIONES O ACTITUDES que no coinciden TOTALMENTE con lo que radicalmente se entiende como SUJETO =PRINCIPIO AGENTE?
Seguimos caminando y revalorizando la orientación de ese caminar. Gracias.
El artículo de arriba pregunta acerca de la religión: 5. ¿Profesamos una religión o profesamos una fe? ¿Qué diferencia ves?
Según el DRAE la palabra profesar tiene varias acepciones pero todas ellas parecen tener un denominador común: Algo que se efectúa o hace. Esto dice el DRAE: “profesar. (De profeso). 1. tr. Ejercer una ciencia, un arte, un oficio, etc. 2. tr. Enseñar una ciencia o un arte. 3. tr. Ejercer algo con inclinación voluntaria y continuación en ello. Profesar amistad, el mahometismo. 4. tr. Creer, confesar. Profesar un principio, una doctrina, una religión. 5. tr. Sentir algún afecto, inclinación o interés, y perseverar voluntariamente en ellos. Profesar cariño, odio. 6. intr. En una orden religiosa, obligarse a cumplir los votos propios de su instituto.”
¿Qué “profesa” o efectúa pues un/a cristiano/a?
¡Vive esperando confiadamente! Este vivir confiadamente su esperanza le acercará mucho a realizar la profecía de K Rahner acerca de que el/la creyente del futuro fuera místico/ca, adjetivo que el DRAE define como sigue: “místico2, ca. (Del lat. mystĭcus, y este del gr.
μυστικός). 1. adj. Que incluye misterio o razón oculta. 2. adj. Perteneciente o relativo a la mística o al misticismo. 3. adj. Que se dedica a la vida espiritual. U. t. c. s. 4. adj. Que escribe mística. U. t. c. s.”
La persona mística hace su vida amando y sirviendo en todo (Ignacio de Loyola) porque su esperanza le sostiene, le abre a acoger a toda persona y todo evento confiadamente y a ser solidario en la justicia.
Habrá seguramente excepciones pero ser cristiano/a debiera ser lo mismo que profesar la esperanza del cumplimiento de las promesas atribuidas a Jesús en el evangelio. Mientras viva, consecuentemente, se dedicará al servicio y la comunicación del amor y eso no exige militancia en ningún grupo religioso específicamente.
Hola Vicedo!
Me preguntas:
-¿Es posible hablar de …
ACCIONES HUMANAS sin SUJETOS AGENTES HUMANOS,
……………………
Te pregunto:
¿qué decimos cuando decimos:
– “¡Lo que hace este tipo es in-humano; es un animal!”-
………………..
Toda “acción humana” del “sujeto humano”
*no solo “produce” algo (un “objeto” fuera del “sujeto”)
* sino que “produce” algo en el “sujeto” mismo al “flexionar-sobre-sí-mismo”.
* resultando este último “sujeto” diferente al anterior.
* y así sucesivamente
* NO HAY SUJETO FIJO NI FIJADO DE UNA VEZ POR TODAS
* (ha sido un error de perspectiva el modo de pensar desde un punto absoluto –del que la “teología está infartada … y en nuestro tiempo … infartada de muerte)
…………………………
Tal vez la Materia que tenemos pendiente los humanos es la de
LIBERARNOS DEL LENGUAJE RECIBIDO.
El concepto de “SUJETO” es uno de ellos.
¿No te parece?
¡Voy todavía! – Oscar.
Tratar de de ahondar en medio de una confusión de planos resulta una tarea arriesgada, extremadamente difícil, y para quien juzga tal situación una labor ingrata, llena de riesgos y de apariencia muy injusta.
La Redacción de Nuestro-Atrio es tramposa, juega más que con nuestras mente, con nuestros sentimientos, que nos obligan a un asentimiento pleno, ignorando por amor todas aquellas cosas que nuestra mente y nuestro espíritu saben que están mal, son caminos errados.Pero, ¿qué puede decir alguien que lucha porque se reconozca la Iglesia como Pueblo de Dios, frente a cuatro hermanos que tuvieron la valentía de romper contra el sistema por amor a una verdad de vida, en busca de autenticidad?
si es tesis, lo que se desea proponer, corremos por los mismos senderos, una manera de querer proponer una alternativa global, totalizadora, como queriendo aprehender “la esencia” del pensamiento actual, como si ya no hubiéramos superada la etapa de los “pensamientos dominantes” (“”Esto es lo moderno, lo fetén”, y todo lo demás ha caducado””)
así que decido,
guardar un respetuoso silencio.
Hola, Oscar ¿Es posible hablar de_: “-¿No será que la “REALIDAD FUNDAMENTAL DE SU SER”
no es NINGÚN SER sino esa BÚSQUEDA afanosa;
y por eso CONSTRUYE infatigable e insoslayáblemente sin lograr-lo plenamente;
y por eso siempre se halla DECONSTRUYENDO lo que, ayer nomás, CONSTRUYÓ?” – sin que haya algún QUIEN que , CONSTRUYA y DESCONSTRUYA; que se vaya entreteniendo a lo largo de milenios DESCONSTRUYENDO lo que ayer o anteayer CONSTRUYÓ que, como verbos transitivos, necesitan un SUJETO AGENTE explícito, o implícito.?
¿O vamos a admitir ACCIONES HUMANAS sin SUJETOS AGENTES HUMANOS, incluso para intentar llegar al precedente GRUPO DE SERES NO-HUMANOS?
Pues de esos SUJETOS SE TRATA sin FALSEAR SU CONDICIÓN DE SUJETOS ESPECÍFICAMENTE HUMANOS y no PREHUMANOS.
Yo también intento ir todavía, como tu repites, pero creo que es bueno no solo caminar, sino asegurarnos de la orientación por la que vale la pena caminar. Un abrazo.
Hola A.V.!
Te leo:
-“la VERDAD de la REALIDAD FUNDAMENTAL DEL SER HUMANO”-
¿Cuál consideras que sea esa:
“REALIDAD FUNDAMENTAL DEL SER HUMANO”?
Por lo que parece, hace rato
(cuentan los que saben que son unos cuantos milloncitos de años)
que este “bicho bípedo e implume” anda escarbando la corteza terrestre en busca ¿de qué?
¿Acaso esa “REALIDAD FUNDAMENTAL DE SU SER” ?
¿No será que la “REALIDAD FUNDAMENTAL DE SU SER”
no es NINGÚN SER sino esa BÚSQUEDA afanosa;
y por eso CONSTRUYE infatigable e insoslayablemente sin lograr-lo plenamente;
y por eso siempre se halla DECONSTRUYENDO lo que, ayer nomás, CONSTRUYÓ?
¡Voy todavía! – Oscar.
Previamente a plantearnos el DECONSTUIR para intentar, o llevar a cabo, cualquier RECOSTRUCCIÓN tenemos que abordar lo que para ambas tareas representa el aceptar la VERDAD de la REALIDAD FUNDAMENTAL DEL SER HUMANO, pues supuesta la FALSEDAD en concepción y acepción del mismo, las deficiencias del CONSTRUIR, DECONSTRUIR o RECONSTRUIR, incluido el intento de DESTRUIR, nunca alcanzarán la capacidad y la efectividad de suplir aquel primer FALLO sobre el SER HUMANO.
La MATERIA PRIMA de cualquier estructuración humana SOMOS TODOS Y CADA UNO DE LOS SERES HUMANOS, ESPECIFICAMENTE IGUALES EN VALOR, DIGNIDAD, RACIONALIADAD ,LIBERTAD, RESPONSABILIDAD Y FINALIDAD, en tanto SUJETOS y nunca, ni por ninguna causa, OBJETOS o MEDIOS de NADIE, ni para NADIE.
Y esto con carácter general y universal, sea en la dimensión humana laica (“etsi Deus non daretur” , como si Dios no existiera.”), como en cualquier OPCION DE FE, especialmente en la CRISTIANA PLURAL.
Partiendo de esa fundamental VERDAD de que en realidad como HUMANOS SOMOS, tendrá sentido y cobrará necesidad de urgencia el abordar con COHERENCIA todas esas DECONSTRUCCIONES y RECONSTRUCCIONES que se señalan en el tema, y que en la prioridad del REINO DE DIOS y SU JUSTICIA quedó testimoniada y proclamada por Jesús.
Porque “EL SABADO ES PARA LA HUMANIDAD, Y NO ESTA PARA EL SABADO.”
Y:-CONMIGO hacéis, o no, LO QUE con UN* CUALQUIERA DE MIS MAS PEQUEÑ*S HERMAN*S.
Hola!
Si viviera Sarrionandia, tal vez comentaría algo así:
DEFINICIÓN DE RECONSTRUIR:
“hacer NUEVAS casas ANTIGUAS”.
¿no?
………………….
Yo prefiere la idea de MADURAR.
¡Voy todavía! – Oscar.
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PS.: No sé si esta buena gente “ex-curitas”:
* desconstruyeron una vida humana de CELIBATO OBLIGATORIO;
* para reconstruir una vida humana de MATRIMONIO (también OBLIGATORIO)
En este aspecto de la situación de “em-parejarse”, me parecería interesante reflexionar sobre una MADUREZ evolutiva; dos de cuyos resultados podrían ser:
* MATRI-bato
* CELI-monio
Mi recomendación sería la de lograr una proporción de ambos, adecuada a cada cual.
Por ejemplo: suele la habitual imaginería (y todo, absolutamente todo no se hace sino desde una imaginería personal) estereotipar la situación “matrimonial” con UNA Casa o Depto. donde hay UNA Habitación matrimonial, en la que se haya instalado UNA Cama matrimonial.
Al respecto me parece notar que se van dando (¿promisoriamente?) ensayos re-constructivos (MADUROS) de que donde dice “UNA” leamos “DOS” para que esa Pareja logre la autenticidad de UNA.
¿Tal vez, no?
(Antes que nada, yo considero personalmente Dios = la Trascendencia = lo que trasciende = lo que existe exterior a nosotros, y más concretamente además, está (por ahora) fuera de nuestro alcance cognoscitivo directo).
En su fase primitiva la humanidad temía a “los dioses” y les imploraba compasión. En la fase mitológica, la humanidad, pide ayuda a la Trascendencia ante las dificultades y males de la vida. Y ahora en la etapa moderna, la humanidad, se ha concienciado de que tiene que afrontar las dificultades de la vida, “como si Dios no existiese” en palabras de Bonhoeffer.
Y ante esta triste realidad hay tres maneras de reaccionar respecto a la religión. La primera es la cientificista moderna: si tenemos que actuar como si Dios no existiese, y por otra parte no hay pruebas fehacientes de que exista, ignoremos el tema y se acabó.
La segunda manera, es aceptar esa realidad, y “deconstruir” la religión de cada uno, eliminando de ella los muchos elementos que entran en contradicción con esa realidad. Pero si no se reconstruye un nuevo modelo religioso (sacro, que incluya lo Trascendente), el modelo queda válido como modelo político y moral, pero bastante cojo en su aspecto religioso.
Para dar sentido al mundo, no podemos apoyarnos en lo que nos han transmitido de Jesús, que es demasiado equívoco, interpretable, y hasta contradictorio a veces. Hay que aceptar de una vez, que en los Evangelios hay material para demostrar casi cualquier hipótesis que nos propongamos, y por ello no nos sirve para apoyar nada, sino para iluminar el conocimiento que obtengamos por vía científica.
No aceptar esa realidad, (que se demuestra empíricamente, con la multitud de iglesias, sectas y subsectas que se dicen cristianas) es el pecado capital actual de las teologías y aceptarla es la base del auténtico pluralismo religioso, muy superior a la simple tolerancia educada.
Es al contrario: tenemos que entender primero el mundo científicamente, con una base firma, y una vez con ese modelo en la cabeza, las palabras y hechos de Jesús se iluminan, adquieren su verdadero sentido y nos perfeccionan el modelo inicial.
Si empezamos la casa por el tejado, apoyándonos directamente en Jesús, lo haremos sobre una visión particular y personal de Jesús, basado un poco en las referencias evangélicas, pero un mucho sobre nuestros sesgos personales e individuales, a los que tenemos todos derecho, pero que imposibilitarán la creación de un modelo con ciertas metas de universalidad.
Hay una tercera manera de afrontar esta cuestión. Y es dar un paso más adelante y reconstruir un modelo religioso en el que sea razonable la extraña situación en que exista una Trascendencia amable con nosotros que contempla los errores y miserias que padecemos y no interviene directamente en nuestro auxilio, (el problema clásico de la Teodicea).
Pero para esta labor de “reconstrucción”, son necesarios, primero mucha creatividad imaginadora, o mucha imaginación creadora, como queramos verlo, y también mucho valor, para salirse fuera de los caminos trillados, y fuera de las coberturas de grupos mas o menos organizados, que palíen la inevitable sensación de soledad del explorador.
Niels Bohr aseveró a menudo que para avanzar en las más arduas cuestiones, se necesitaba una idea “loca”. Y como dice el saber popular, para hacer una tortilla, hay que romper los huevos.
Como muy bien dicen los autores: “Deconstruir es un paso necesario, pero no para destruir sin más, sino para reconstruir una realidad nueva, transformada, que tenga mejor sentido que la realidad anterior.
Pero más reto todavía es reconstruir una realidad nueva o transformada, con un contenido más coherente y con un lenguaje más inteligible y más accesible para la gente de hoy. Esta labor de reconstrucción ha de hacerse poco a poco y desde abajo. No esperemos que los cambios nos vengan de arriba, ni ya hechos”.
Yo mas bien opino que esta reconstrucción la tiene que hacer el Espíritu, (yo sí creo en el Espíritu) inspirando a nuestros pensadores religiosos.
(No sigo por no alargarme. Este es un primer comentario, que posiblemente seguirá con más en un futuro).