La lectura de “El largo camino hacia la libertad” autobiografía de Nelson Mandela publicada por Aguilar, permite adivinar la ideología y la praxis del líder sudafricano sobre los dos temas que figuran en el titular de este texto.
Nelson Mandela empieza por confesar: “soy, en cierta mmedida, anglófilo. Cuando pensaba en la democracia y las libertades de Occidente, pensaba en el sistema parlamentario británico. Si bien aborrecía el concepto del imperialismo británico, jamás rechacé las galas del estilo y los modales británicos” ( pg 313).
En consecuencia, su religiosidad está dentro de los cánones del anglicanismo. El se confiesa cristiano metodista, cuando huye de casa porque su padre adoptivo pretende casarlo contra su voluntad se refugia en casa del reverendo Mabutho, un anglicano. No simpatiza con la iglesia holandesa, cuyo ministro Daniel Malan encabeza el National Party, y señala que la iglesia holandesa reformada aportó al apuntalamiento religioso del apartheid sugiriendo que los afrikaners eran el pueblo escogido de Dios (pg.121).
Hay un detalle que descoloca normalmente a un occidental, relativo a la relación entre comunismo y cristianismo. En una ocasión, Mandela se aloja en casa del reverendo Walter Teka, un líder de la iglesia metodista, y pasa la mayor parte del tiempo con Jonshon Mgwevela y Greenwood Ngotyana “ambos comunistas, además de destacados miembros de la iglesia wesleyana….El comunismo y el cristianismo, al menos en Africa, no son mutuamente excluyentes” (pg.198)
Todavía en libertad, Mandela tuvo ocasión de viajar por Africa entera y se encontró en dos ocasiones con el católico Julius Nyerere, creador del estado de Tanzania y socialista, que por cierto está propuesto candidato a los altares. En ambos encuentros, Nyerere apoyó calurosa y eficazmente la causa antiapartheid, pero mostró ciertas reservas ante la tesis de Mandela favorable a la coexistencia e integración de blancos y negros en igualdad de derechos en Sudáfrica…(pgs 301 y 306).
Otro detalle curioso, que aparece a lo largo del libro pero especialmente en su estancia en la cárcel: tras afirmar que “los africanos son muy estrictos y temerosos de Dios y se toman la religión muy en serio, y que en la cárcel se consideraba como un acto importantísimo el acto religioso de los domingos”, relata cómo cada domingo celebraban el oficio religioso por turno los representantes de todas las iglesias cristianas. “Algunos (de los presos) únicamente acudían a los servicios de su propio credo, aunque yo era metodista, no me perdía ninguno” señala. Ni siquiera los que presidía el reverendo perteneciente a la iglesia holandesa reformada…
La autobiografía se termina justo cuando los partidarios de Mandela ganan las primeras elecciones. En ese momento, el obispo anglicano Desmond Tutu, premio Nobel y destacado luchador contra el apartheid, aparece ante la opinión pública de la mano de Mandela, en una exhibición pública y solemne de la alianza real que hubo entre la religión cristiana y los luchadores antiapartheid por la eliminación del racismo en Sudáfrica. (pgs 540, 591,587).
Tal vez sorprenda un poco la escasa presencia de la filosofía y las creencias religiosas ancestrales de los africanos en el paisaje interior de Mandela. Hay una narración detallada de la circuncisión tradicional a la que fue sometido Nelson Mandela en su juventud, de acuerdo con la tradición de su pueblo “soxa”. Tal vez su posicionamiento religioso es una muestra más de hasta qué punto la cultura inglesa le había poseído, suplantando sus conceptos religiosos de origen africano.
En todo caso, otro detalle choca enormemente con nuestras concepciones: el pluralimo religioso, la aceptación y respeto a todas las confesiones religiosas. En el caso de Sudáfrica, parece ser que solo hay confesiones de signo cristiano, pero probablemente Mandela habría sido igual de tolerante con otras religiones.
Este pluralismo, esta aceptción del “diferente”, del “otro”, se manifiesta quizá con más fuerza todavía en su posicionamiento frente al marxismo y el comunismo.
El partido Comunista de Sudáfrica era muy fuerte en aquel momento. No era un fenómeno excepcional, el tsunami de los movimientos independentistas de Africa entera se estaba produciendo bajo signos y sloganes comunistas o socialistas, con grandes apoyos de la Unión Soviética, de los países de Europa del Este y de Cuba.
Al CNA, siglas de la denominación Congreso Nacional Africano, el que lideró la lucha contra el apartheid, que presidía Mandela, le distanciaban del PC de Sudáfrica sus tesis marxistas de signo económico, y su postura de apertura a la militancia dentro del partido de blancos y negros. Para el PC de Sudáfrica, el problema del país no era tanto el apartheid cuanto la opresión de los trabajadores y la lucha de clases.
A pesar de ello, la colaboración y la solidaridad entre comunistas y miembros del CNA fue estrechísima desde el principio. Desde el arranque de su compromiso político, Mandela señala que “yo consideraba la lucha en Sudáfrica como algo puramente racial. La visión del PC me resultaba interesante, pero no especialmente relevante en la Sudáfrica de aquellos días. Tal vez fuera aplicable en Alemania, Inglaterra o Rusia, pero no parecia apropiada para el país que yo conocía. Con todo, presté oídos y aprendí” (pg. 85).
Más tarde, sus diferencias con el PC parecen diluirse: “la idea de una sociedad sin clases era un concepto similar al de la cultura tradicional africana, en la que la vida es comunal y compartida….Si nuestra lucha había de tener éxito, debía trascender el blanco y el negro…” (pg. 131)
En uno de los procesos a los que fue sometido, Mandela desarrolló ante sus jueces los principios que separaban al CNA del Partido Comunista: “Refuté la afirmación del estado de que las miras y objetivos del CNA y del PC fueran idénticos…El CNA no ha defendido en ningún momento de su historia un cambio revolucionario en la estructura económica del país, ni tampoco, si la memoria me es fiel, ha condenado jamás la sociedad capitalista”.
Pero más tarde matiza que “durante muchas décadas los comunistas fueron el único grupo político de Sudáfrica dispuesto a tratar a los africanos como seres humanos y como iguales…dispuestos a comer con nosotros, hablar con nosotros, vivir y trabajar con nosotros. Debido a ello, hay muchos africanos que hoy tienden a identificar la libertad con el comunismo”.
Admite la colaboración entre el CNA y el PC de Sudáfrica, y la compara con la que ha habido en la guerra mundial dee 1940 entre Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión soviética contra Hitler. (pgs 378 y 379).
“No negué ante el tribunal que me sentía atraído por la idea de una sociedad sin clases, o que había sido influenciado por el pensamiento marxista. Esto era cierto en el caso de muchos lugares de los países recientemente independizados de Africa, que aceptaban la necesidad de alguna forma de socialismo que permitiera a su pueblo ponerse a la altura de las naciones avanzadas de Occidente”.
Pero acto seguido, pone sordina a sus elogios al comunismo: “Por lo que conozco de su literatura y por conversaciones con maxistas, he sacado la impresión de que los comunistas consideran que el sistema parlamentario occidental es antidemocrático y reaccionario. Yo, por el contrario, soy un admirador de este sistema” (pg. 380).
El debate sobre las relaciones PC de Sudáfrica y CNA volvía una y otra vez entre los militantes de este partido, con más fuerza cuando se desarrolló el brazo armado del CNA, MK cuyos jóvenes luchadores propugnaban a veces que CNA y PC debían integrarse en una sola organización.
En las largas negociaciones que condujeron a un acuerdo nacional con los partidos anclados en el apartheid, estos cargaron sus ataques con la clásica acusación de que el CNA estaba sometido a los dictados de Moscú y del Partido Comunista de Sudáfrica.
En respuesta, Mandela explicó que “somos partidarios de una distribución más igualitaria de los beneficios de ciertas industrias, en sectores que son monoppolios, y podrán producirse algunas nacionalizaciones en esas áreas. Pero según nuestro primer proyecto de Constitución por la Libertad nuestro proyecto no es el de la implantación del socialismo, sino un capitalismo al estilo africano.”
El pensamiento y la praxis política de Nelson Mandela, visto a la luz de esta autobiografía, trascienden las viejas y manoseadas antítesis entre las diferentes confesiones cristianas, por un lado, y entre la religión y el marxismo, o también el capitalismo y el socialismo. Dicho de otra manera, les quita hierro, acerca las unas a las otras, intenta superar las contradicciones por la vía de la praxis y de la lucha por un mundo mejor.
No deja de ser edificante recordar a Nelson Mandela, triunfador en Sudáfrica, de visita a Margaret Tatcher o al Presidente americano Bush, que fueron los enemigos número uno y dos del CNA y del mismo Mandela, y los grandes soporters del apartheid, los grandes enemigos del bloqueo económico a la Sudáfrica racista, visitas que se desarrollaron en la más correcta cordialidad. Mucho más cuando recordamos el homenaje mundial que se rindió a su memoria en el momento de su muerte.
De alguna manera, Mandela llama al tercer milenio en que vivimos a superar rivalidades y enfrentamientos, a buscar la síntesis y el acuerdo. Es la expresión más alta de la sabiduría africana que da un mentís a la idea que los occidentales hemos tenido del atraso, ignorancia y falta de inteligencia de los negros…
Gracias, Honorio, por esta presentación del mundo africano a través de Mandela. Los esfuerzos para comprenderse están puestos mayormente del lado africano. Los occidentales seguimos creyéndonos el ombligo del mundo. No nos sabemos poner en el lugar del diferente y ver lo bueno que hay en él. Sesgamos la visión como si la rechazáramos de entrada, incapaces de descalzarnos ante lo desconocido.
La amistad que he visto ofrecer, por ejemplo, por parte de un ciudadano centro africano, es incondicional, no haciendo separación por religión, clase, educación, nacionalidad, género… en el caso que conozco. Es apertura al máximo.
Sin olvidar las excepciones, que las hay, creo que en muchos sentidos van por delante de nosotros, y aún no lo queremos ver o nos cuesta mucho verlo.
También es cierto que la mujer africana será algún día mejor considerada y respetada en tanto en cuanto la mujer occidental abra puertas de igualdad y equiparación real entre los sexos. Esto es nuestra gran aportación como cultura occidental, con todos los errores y excesos que conlleva todo cambio de comportamiento en cualquier campo y lugar, y desde luego me parece clave para una aproximación auténtica de culturas, vista desde todos los ángulos y sentidos.
Querido Honorio:
Solo puedo decirte, que desde niña, llevo en lo más profundo de mi ser a:
¡África!
No me gusta la política tal y como funciona en casi todo el planeta, pero sé, que es necesaria en alguna medida.
No puedo darte razones, solo sé, que es parte de mí… desde siempre, y que sueño con que tuviéramos la rasmia suficiente para dejar de utilizarla como el basurero de este mundo tremendo y cruel.
Un abrazo entrañable.
mª pilar
Venimos de la era de las civilizaciones divergentes, mil siglos de separación, desconocimiento o incompresiones mutuas, hasta el siglo XVI.
La Nueva Europa Occidental hundía sus raíces de su época clásica,cuando la ecúmenes de los griegos (el Helenismo) en las primeras civilizaciones del Oriente: Africa ( por Egipto) y el Medio Oriente (región mesompotámica y la India). Y todo el Mare Nostrum en su vertiente sur estaba aislado por el desierto, hacia la Terra Incognita, hacia donde alguna vez se aventuraron los fenicios, tan mercaderes ellos.
El diálogo con el extremo del este es fácil. Sus civilizaciones alcanzaron cotas de refinamiento superiores a las nuestras y desarrollaron pensamientos que hoy nos maravillan.
El Islam nació como una herejía judeo-cristiana, y sigue siendo por tanto una parte de lo nuestro.
El Islam penetró profundamente en África antes que nuestros barcos, nuestras expediciones y nuestras exploraciones. El comercio de esclavos se perpetuó por el Mediterráneo sin pudor, y el saqueo de sus riquezas, pero las mezquitas llevaron sus valores civilizatorios antes que las iglesias cristianas.
El sur fue tierra de conquista para perpetuar la superioridad europea y para dar expansión a nuestras economías que nos convertían en potencias coloniales.
No podemos comparar Africa con América ( del Norte y del Sur) y tampoco puede haber diálogo hasta que no les devolvamos la dignidad perdida, la que les robamos, y les seguimos robando hasta ahora.
El diálogo con América ( la Del Norte y Nuestramérica) es posible, porque la hemos integrado como parte nuestra. No que la poseamos, sino que hemos hechos de ellos, de todos sus pueblos y nosotros una misma historia conjunta.
Lo que tú vienes reclamando, Honorio,es muy justo, pero tenemos la gran responsabilidad de tender puentes, algo más que el esfuerzo misionero,y la cooperación voluntariosa.
Quizás tus preocupaciones te hayan llevado hasta ahora a algún tipo de iniciativas que quisieras compartir.
Román:
Es curioso, hay un diálogo y un intercambio intensísimo entre las culturas de Extremo Oriente y de Occidente, en los terrenos filosófico, teológico, místico, hay cantidad de pensadores anclados en ambos universos culturales, el occidental y el oriental y haciendo de puente entre ambos. Pero nada de eso existe entre la cultura occidental y la africana, el desconocimiento es casi absoluto, el diálogo intexistente, cero. Es como si pasásemos olímpicamente de Africa, como si no valorásemos lo africano. Hay una teología de la liberación con sello de Nuestramérica, pero nadie se ha lanzado a esbozar una teología africana o euroafricana…
El hilo que he abierto pretende provocar, despertar en nosotros una curiosidad, hasta una pasión por conocer el pensamiento africano y abrir un diálogo con él. Claro que nuestros esquemas no sirven par enjuiciarlo; pero es urgente y absolutamente necesario integrar lo africano en la cultura universal que tratamos de crear, entre otras razones por el mandato de Jesús de que todos somos hermanos y formamos en El un solo Cuerpo, etc. etc. etc. No se trata de enjuiciarlos, se trata de comprenderlos, de admirarlos, de aprender de ellos, de capacitarnos para descubrir nuestras deficiencias, a la luz de sus intuiciones y sus aciertos y sus descubrimientos.
Mandela era un príncipe thembu.
Ello implicaba que su educación fuera totalmente tribal, y tal fue la base de todo el desarrollo posterior,
De acuerdo con su status social, aunque sólo fuese hijo de la tercera esposa de su padre, “Rolihlahla” (tal era su nombre), su padre se ocupó de recibir una educación acorde con el prestigio de los de su clase, de la tribu Madiga.
Su padre se ocupó de que tuviese también una educación oficial propia de los administradores blancos, un gran privilegio para los de su clase.
Y ése fué el motivo para que asistiese a una escuela misionera, donde tendría que aprender y adentrarse en la cultura europea occidental, dentro de la cual,la religión de los blancos era un elemento más.Religión, filosofía, política, todo formaba parte de lo mismo.
Venía de un mundo multi-étnico africano y se introducía en otro mundo multi-étnico europeo, donde podía elegir, sin prejuicios, los elementos de esa cultura que le favorecieran en sus expectativas vitales. De su cultura occidental recibió el nombre de “Nelson” y una educación británica.
Rolihlahla/Nelson pudo alcanzar sus propias “percepciones histórica” cuando siguió sus estudios en el centro metodista de Mqhekezeweni, y en cada del jefe tribal thembu Dalindyebo, asistiendo a los cultos metodistas y a las reuniones tribales observando a su jefe y protector.
Conoció la historia africana,de viva voz, por su cultura oral, por boca de los jefes tribales, cómo el hombre blanco había llegado destruyendo las tribus africanas, la violencia de las matanzas y asesinatos, la conquista de las poblaciones, el robo de las tierras, que pasaban a ser propiedad de la reina de Inglaterra
conocía también el aspecto benefactor de la influencia y las costumbres occidentales y estaba dispuesto a recibir una buena educación.
conese bagaje y con tales herramientas se forjó la leyenda del que sería un gran líder, por eso hay que estudiar cada una de sus actuaciones y gestos, el sentido profundo de sus palabras, entender las claves de su pensamiento, desde esa perspectiva.
nuestros esquemas no sirven para enjuiciarle.