Jesús nos redimió de nuestros pecados
El título habla en primer lugar de redención. En mi anterior artículo cuaresmal intenté ya desmitificar un tanto la palabra haciéndola sinónima de liberación. Cuando Don Quijote redime a los galeotes, no los compra, simplemente los libera de su servidumbre. Sigo manteniendo, pues, ese significado.
En segundo lugar, el título habla de pecado. Eliminado del lenguaje civil, el concepto de pecado se ha hecho, como poco, ambiguo: ¿consiste en la infracción de una ley? Así lo dice san Juan en su primera carta: “Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley” (1 Jo 3,4) Pero si aceptamos ese punto de partida ¿no aceptamos un concepto puramente jurídico y legalista del pecado, algo que hoy nos parece muy poco apropiado?
Hay una experiencia que el ser humano no ha podido soslayar –en especial cuando ha reflexionado sobre la historia– y es la experiencia del fracaso. En el relato bíblico Dios califica de buena su creación. Más aún: cuando aparece el ser humano, Dios se gloría de que todo lo creado es muy bueno. Y sin embargo la experiencia de la humanidad es de fracaso tras fracaso, tanto más estrepitoso cuanto más ha estado convencida de tener entre sus manos el diseño del futuro.
¿Cómo es posible que un ser racional no acierte a vivir sin conflictos, sin opresiones, sin muertes, que se han hecho más frecuentes y crueles cuanto más poderosos son sus medios y más alta su capacidad? La tradición judía –y después la cristiana- ha visto el origen de ese destino en una desobediencia a Dios y a su ley y le ha dado el nombre de pecado. Desde este origen se llega a definir el pecado como lo hemos vivido hasta hace pocos años: era la infracción de lo establecido en los mandamientos, que, desde el Concilio de Trento, debían confesarse “según número y especie”.
No cabe duda de que hoy esta concepción legalista ha hecho crisis. Seguimos inmersos en la experiencia del fracaso humano y nos abruma la avalancha de malas noticias con el que cada día nos desayuna. Hemos perdido la esperanza de que sea posible el cielo en la tierra. Haciendo honor a su nombre, la utopía ya no está en ninguna parte. Pero precisamente esa desilusión colabora para procurarnos la absolución. El ser humano –así decimos– es el resultado de un entramado de destino y de culpa, una mezcolanza de condicionamientos genéticos, culturales, psicológicos y, naturalmente, también de decisiones personales. Todos somos culpables de un mundo dolorido y cruel pero nuestra culpa se disuelve fácilmente en la culpa común y a la vez de nadie.
Este panorama arrasa con la moral tradicional ¿qué importancia tiene un acto contra el sexto mandamiento cuando colaboramos al calentamiento de la tierra, cuando comemos bien gracias al hambre en el tercer mundo, cuando votamos gobiernos que fabrican armas (¿y pueden dejar de fabricarlas?) o que niegan el asilo a refugiados, cuando miramos para otro lado ante las guerras que masacran inocentes…? Ya ni apetece hacer un examen de conciencia tradicional, con tres o cuatro faltas personales cuando participamos –según pensamos, inevitablemente– en un dolor y en un fracaso que es el de toda la humanidad.
Esta situación no puede llevar sino a dos consecuencias: La primera –antes lo decía– es una especie de absolución general. No es que no condenemos las conductas cínicas o crueles pero en definitiva las justificamos: su origen está en el cerebro, en las hormonas, en una infancia lastimosa, en las frustraciones mal asimiladas, en un medio ambiente deletéreo… cada uno es verdugo pero también es a la vez víctima. Y de paso nos justificamos a nosotros mismos. Como los clérigos amancebados del Arcipreste de Hita: “demás lo sabe el Rey: todos somos carnales”.
Pero hay otra posible consecuencia, la que expresaba Heidegger en la entrevista publicada después de su muerte: “Sólo un Dios puede aún salvarnos”. Es la respuesta de un filósofo a la pregunta de Pablo: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rom 7,24) ¿Quién nos librará de este entramado de destino y de culpa? La respuesta cristiana es conocida: “Al que no conoció pecado (Dios) lo hizo pecado por nosotros para que nosotros fuéramos justicia de Dios” (2 Cor 21).
¿Y en qué sentido nos ha liberado ese Dios hecho hombre? Se puede enunciarlo con una breve frase: nos ha liberado por su Espíritu, “porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Rom 8,4)
Por una parte, el Espíritu nos empuja a la generosidad y al don de nosotros mismos; por otra, llena de absoluto lo relativo y efímero de nuestras acciones. Y en cuanto al género humano, el Espíritu “de la vida y la paz” (Rom 8,6) es el que devuelve al Padre a la humanidad renovada, el que posibilita que finalmente “Dios sea todo en todos” (1 Cor 15,28)
Este último párrafo necesita un desarrollo mayor. Será el contenido del tercer y último artículo. Baste lo dicho ahora para avalar que “Jesús nos redimió de nuestros pecados”.
Román, no creo debas preocuparte mucho ..Como dices tu mismo, este foro es público, y libre, y mucha gente solamente lee y no se decide escribir.Luego tambien escribimos para ellos…….Por eso lo importante es la discusión y la “exposición de ideas” mas que un diálogo personal que a veces es mal intepretado, como si se tratara de un ataque para ganar una pelea..Pero no se trata de eso, claro está…
Hablar en primera, segunda, o tercera persona es circunstancial y depende a lo que quieras dar mas énfasis, si a lo personal o a lo ideológico…y mientras se trate todo con respeto, no existen mayores problemas…Yo siempre he dicho -en el largo tiempo que he estado participando aquí- que es mejor el diálogo sobre las ideas y lo que uno cree, que un intercambio directo de opiniones muy personales……….Es mas “profesional” cuando se discute sobre “las ideas” que “ad hominem”….aunque cada cual posee su propio estilo…Y es en el respeto, donde está el quid de la cuestión…Donde no hay mala intención y existe aprecio a la persona, no hay por que ofenderse…todo queda entre amigos…..
Por otro lado, es admirable el comportamiento de TODOS los que participan por aquí, que a pesar de las diferencias de opinión, existe, en general, cortesía en la comunicación…Y una vez aclarada nuestra posición, todo tiende a resolverse amistosamente..Y con respecto a si tu te puedes “conectar” con los que participamos aquí quiero, decirte que si existiera alguna dificultad no reside en ti….puesto que tu te expresas con bastante claridad y de manera sincera, y siempre yo he podido entenderte…aunque no coincidemos muchas veces….
Por eso, es en esta libertad que se nos da por aquí que podemos expresar mejor lo que pensamos y creemos….y asi el diálogo se vuelve constructivo…en vez de lo contrario….que es el ataque personal…..
Por otro lado, yo tambien creo que leyendo detenidamente los evangelios entiendo que el Jesus histórico es el de la fe….Es esta fe en Jesus la nos viene a liberar de la esclavitud del pecado y de la muerte….y como dice Barberá “es el mismo Espíritu” el que nos mueve hacia el bien…hacia la generosidad….para buscar esta absolución de nuestras culpas en un mundo sumido en la “no esperanza”….Como dices tu, Román, es ese amor de Dios que “viniendo de arriba, nos transforma, nos cambia de naturaleza….para convertirnos en hijos de Dios conforme a la naturaleza de su Hijo”….Solamente, pues el Padre, puede realizar esa “transformación” sobrenatural a traves de su Hijo-Jesús…Esa co-participación en la vida divina es no es mas, ni menos que el resultado y producto de la Encarnación”
Un saludo cordial de Santiago Hernández
George,
me alegro de que todo se reduzca a un malentendidio mutuo,
siempre que me han ocurrido cosas parecidas aquí en Atrio me hago la misma pregunta: ¿Es una cuestión de esfuerzo, o será del todo imposible que yo pueda conectar con un grupo tan estupendo?
Mira en cuanto a lo que me indicas, parto del spuesto de que aunque estemos llevando una conversación a base de comentarios de tan sólo dos personas, tiene necesariamente que existir un colectivo de personas que están atentas y siguiendo el hilo completo ( de loqeu dijo el autor y de lo que se viene añadiendo) yquizás por eso sale al final un tono tan impersonal como el que has descubierto en mis intervenciones.
gracias por todo
roman
Estimado Rom’an: No te has equivocado conmigo pero es dif’icil comprender el estilo y el prop’osito cuando se escribe preguntando en segunda persona lo que supone una respuesta y el riesgo grande de considerarse tan importante que merezca que alguien diga algo y uno autom’aticamente piense que lo dicho le vaya dirigido.
Desde luego que respeto el di’alogo pero al menos me gusta saber que se trata de una pregunta o de una afirmaci’on en conversaci’on conmigo. De lo contrario prefiero dejarlo pasar excepto si se trata de alguien a quien aprecio y prefiero prestarle atenci’on como ocurre en tu caso. Desde luego de lo que se trata es que espero la misma cortes’ia.
Si en algo pudo parecerte inmerecido o in justo mi comentario, pues te presento mi desagravio con gusto, pero no sin antes pedirte que eches una mirada a tus postings en aparente relaci’on con cosas que digo y veas que vienen escritos en segunda persona sin un interlocutor identificado. Cordialmente,
Querido George,
hasta el momento me consideraba que estando en un diálogo abierto, donde cada cual va añadiendo sus reflexiones para el libre comercio de ideas,
yo podría ir colgando las mías, sobre el supuesto de que estabamos en la búsqueda de un consenson,
o más modestamente, profundicar en nuestras posiciones.
Lamento haberme equivocado contigo,
y si te he ofendido en algo, aunque insisto que inconcscientemente,
te pido perdón y te ruego que aceptes mis más sinceras disculpas
roman
Sr. Díaz Ayala: No se dirige a mí en sus comentarios pero lo hace en segunda persona sobre temas que yo aludo o trato o acerca de los cuales opino. Eso me impide tener un diálogo más personal y menos con la “wall” del blog. Si se trata de mí vuelve usted a hacer juicios valorativos condescendientes por ejemplo cuando califica de dramático mi tratamiento del tema. Huelga decirlo que discrepo en cuanto al uso de dramatismo como estilo que haga hiperbólicas mis apreciaciones.
Imagino que cada cual sabe las medidas de su valoración de las cosas y condescender a decirle a otro cuáles sean, si son dramáticas o si son ilógicas (necesitando de la lógica). No sé qué le autoriza a hacer esas valoraciones explícitas o no, pero me parecen condescendientes y como dotadas de un sentido pontifical o de superioridad que debe ser injustificado.
Si se trata de una apreciación subjetiva o proyección mía, pues así puede ser, en efecto. Pero que yo me arriesgue a llamar las cosas no significa que no las comprenda o que las nombre mal. Tampco es usted completamente transparente (no sé si se refiere a mí aunque lo parezca por las razones notadas al comienzo).
Una cosa es cierta y es que como no puedo reconocer lo divino en mí (nunca lo he conocido y por eso no puedo re-conocerlo) porque solamente expertos como usted lo atribuyen a los humanos o algunos personajes históricos se lo han atribuido ellos mismos u otros. La única forma de amor que conozco es la del amor divino, el afecto o el desafecto. En cuanto al amor divino, sigue siendo cuestionable en la Shoa y en la miríada de crueldades que un artista que es definifo como de naturaleza Amor haya dejado en su obra maestra una crueldad que no dejó en sus otras obras consideradas inferiores por tantos. Por ejemplo la famosa serpiente adormece a sus víctimas antes de matarlas por repulsiva que nos parezca hay que reconocérselo. Y las fieras comen hasta saciarse pero no echan a la basura las sobras ni las congelan, sino las comparten, lo que muestra un altruísmo del cual no son conscientes.
Es usted libre de interpretar la naturaleza del amor de Dios. Para mí es un misterio que porque a Jesús se le atribuyen expresiones que lo aluden en las narraciones evangélicas complejas cuya exégesis textual prefiero y por eso he escogido unas versionaes que hasta el propio Cardenal Martini, a quien admiro profundamente, prefería y no constituyen como ya expresó usted antes, aunque estoy citando de memoria, como “literalista” que no lo es es textual y literaria si algún nombre ha de tener.
Lo del anonimato se lo digo porque como no le veo claramente (no menciona usted mi nombre aunque alude a las cosas que escribo en cuanto lo hago” puede que sea sensible y fatuo sintiéndome aludido, pero en realidad tampoco puedo evitar el recuerdo evocatorio de dolor por aquella especie de sombra policíaca que durante 20 años no me pareció que me siguiera, sino que me siguió, sobre todo los últimos ocho de mi estancia en Cuba. Es decir, que prefiriera que me reconociera para poder responderle yo también en primera y segunda persona. No es necesario que me elogie ni que me desprecie, solo que me permita responderle personalmente con derecho.
Si por el contrario me engaño por la vanidad de sentir que merezca su atención, por favor, perdónemo usted que si conoce y reconoce el amor divino y por lo tanto puede hacerlo mejor.
La situación no es tan dramática, como pudiera parecer a primera vista.
Apliquemos la lógica.
Todo amor que salga de nuestra condición, será siempre un amor humano, una facultad, que junto con la razón nos define y nos identifica.
Pero Jesús vino, y así se expresaba, para mostrarnos el camino y la condiciones en que pudiéramos conocer otro amor, el de un Dios para con sus creaturas a quien llamaba Padre, su Padre, en una relación íntima y singular.
Si hasta ahora sólo has podido conocer el amor humano, y ves en Jesús un amor humano hacia tu persona, ¡Enhorabuena! Ese amor de Jesús le obliga a revelarte ( en lo más íntimo de tu corazón) el amor que el Padre ha manifestado por tí.
¿Qué lo impide?….
“Tú hablas así porque eres cura”, la expresión es de alguna manera suena peyorativa y es por lo menos desagradable pero no deja de tener validez cuando alguien se la espeta a un cura.
Quien quiera comprenderlo mejor debe informarse de la percepción crítica de la clerecía, por ejemplo leyendo algo como el extraordinario ensayo de Eugen Drewermann, “Clérigos, Psicograma de un Ideal” (Madrid, Trotta, 2000). El autor (nacido en 1940) es analista, teólogo, activista por la paz y ex sacerdote católico y fue hasta que el obispo se lo prohibió, profesor de la Universidad Católica de la Diócesis de Paderborn en Alemania. Su obra es controversial y ha sido traducida a más de una docena de idiomas.
El cura es formado para que piense y actúe clericalmente y como tal sostenga y difunda—sobre todo si trabaja en la pastoral vocacional—una visión de sí y del mundo que le es típica, diferente de la visión seglar. De hecho bastante que ha sufrido la Iglesia por causa del clericalismo (exceso de esa mentalidad) incluso más que a causa de la secularización porque los seglares no tenemos poder eclesiástico decisorio y las desviaciones de la jerarquía en el servicio de su autoridad se deben no a seglares sino a la corrupción clerical.
Los curas, como sostengo en mi comentario, se han llamado a sí mismos “alter Christus” o se han atribuido el poder de actuar “in persona Christi” en el servicio de los sacramentos, particularmente en la consagración eucarística.
He aquí a Benedicto XVI en la Audiencia General del 24 de junio de 2009: “Alter Christus, el sacerdote está profundamente unido al Verbo del Padre, que al encarnarse tomó la forma de siervo, se convirtió en siervo (cf. Filipenses 2, 5-11). El sacerdote es siervo de Cristo, en el sentido de que su existencia, configurada ontológicamente con Cristo, asume un carácter esencialmente relacional: está al servicio de los hombres en Cristo, por Cristo y con Cristo. Precisamente porque pertenece a Cristo, el sacerdote está radicalmente al servicio de los hombres: es ministro de su salvación, de su felicidad, de su auténtica liberación, madurando, en esta aceptación progresiva de la voluntad de Cristo, en la oración, en el “estar unido de corazón” a él. Por tanto, esta es la condición imprescindible de todo anuncio, que conlleva la participación en el ofrecimiento sacramental de la Eucaristía y la obediencia dócil a la Iglesia.”
El enlace al discurso completo se encuentra en el sitio de la Santa Sede en la WWW y es el siguiente: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2009/documents/hf_ben-xvi_aud_20090624_sp.html
En cuanto a atribuirse actuar “in persona Christi” he aquí algunas referencias para quien desee buscarlas. Esa atribución no puede hacérsela a si mismo/a ningún seglar: Pío XII, Mediator Dei , Encíclica de 1947; Concilio Vaticano II, Lumen Gentium , 1964; Pablo VI, Sacerdotalis Caelibatus, Encíclica de 1967; Juan Pablo II, Dominicae Cenae , Exhortación Apostólica, 1980; Santa Sede, Catecismo de la Iglesia Católica (segunda edición “definitiva”), 1997; C W News: Benedicto XVI: “En la Misa Crismal, el Papa reflexiona sobre las vestiduras sacerdotales” 05 de abril 2007; Santa Sede, el Código de Derecho Canónico de 1983, Benedicto XVI, Motu Proprio , Omnium in mentem , 2009.
No, no hay diferencia.
El único amor que hay en mi, si hay alguno y fuera cierto que pudiera amar a mi vez me ha sido dado en la larga corriente de amor en la que he venido a la vida y vivo.
La fórmula de Pikaza en el título de su hermosos libro me gusta mucho: “Amor Humano, Dios Enamorado”. La de Edward Schillebeeckx en su otro libro “Los Hombres, Relato de Dios” también me gusta mucho.
Que haya quien sea perito en Dios me parece asombroso, quien sepa lo que Dios es o no es. Eso me parece que sea asombroso. Yo solo conozco el amor humano .
Me asombra que alguien conozca tanto de la naturaleza humana pcomo para diferenciarla me parece envidiable hasta cierto punto porque por otra parte Jesús y Pablo concuerdan en que a Dios nadie la vea.
Mi esperanza confiada de que las promesas de Jesús se realicen salen precisamente del amor del y en el que nací y crecí, y ese era amor humano, es amor humano.
Hay una confusión ( y muy abudantemente) entre el amor que nace del corazón humano (Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu corazón) y
ese amor que es propio de la naturaleza de Dios (Dios es amor) y que viniendo de arriba, nos transforma, nos cambia de naturaleza, sin perder nuestra cualidad de seres humanos, para convertirnos en hijos de Dios conforme a la naturaleza de su Hijo.
Eso si lo entiendes, ¿verdad?
No podemos pasarnos toda la vida negando o absolutizando uno u otro amor,como ha sido la breve historia del Cristianismo.
Es bueno descubrir dónde se encuentra uno, en qué punto de vista y acabo de descubrir no con miedo, ni con pena, aunque con asombro que el amor esté en que hayamos amado a Dios. Dos conclusiones heréticas pudiera sacar pero no veo la necesidad.
La una es que estoy convencido que Jesús prefiriera que nos amásemos los únos a los otros como él mismo amó, como el amigo que da la vida por sus amigos.
La otra que el amor se manifieste en vestir al desnudo, dar de comer al hambriento, etc. (para que no vuelva mi burra al trigo de repetir).
No depende mi relación con Jesús de mi satisfacción psicológica al menos. Al Espíritu no le puedo yo aprehender con mis sentidos ni con mi imaginación. Al Dios en quien creo le creo por la esperanza confiada en las promesas atribuidas a Jesús.
Prefiero escuchat a Jesús diciendo que fueran bienaventurados los que creyeran sin ver pero no aclaró cómo. Eso me deja en libertad para arriesgarme confiadamente en que sus promesas se pudieran realizar y entonces comprometerme a amar por las obras más que con la especulación sofisticada de los teólogos etc.
No me meto con ellos, porque son superiores a mí y saben los secretos del Arcanoo. Como Teresa a quien la Inquisición y muchos miraban con malos ojos, prefiero andar en la verdad como yo puedo y que cada uno lo haga a su manera, pero por nada del mundo dictaría a nadie cómo puede o debe expresarse, sin antes pedirle clarificaciones si creo que no le comprendo.
En la Iglesia hay los dogmatizantes porque se dedican a la especulación y eso está en su derecho. Habemos los que preferimos el mínimo de los dogmas y el máximo de tratar de servir, prácticamente, el poco amor que tengamos.
En qué consiste la Redención, forma y modos de la Redención, junto a la divinidad de Jesús. Estamos en asuntos que cuelgan pendularmente en las nuevas vías exploratorias del pensamiento católico que busca renovarse.
No podemos partir de prejuicio (“tu hablas así porque eres cura”), ni de querer encontrar en las Escrituras una madurez que sea más bien fruto de una evolución cultural del mensaje y no de la presencia activa del Espíritu presente en la Comunidad Pentecostal, eso también es prejuicio ( juicio previo)
Juan reacciona fuerte: 1ª Juan 2,22-23: ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo no posee al Padre. Todo el que confiesa al Hijo posee también al Padre. (Ver también 4,2-3)
1ª juan 5,5-6: ¿Quién es el que vence al mundo , sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre. Jesucristo; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y este es el Espíritu quien da testimonio, porque el Espíritu es la Verdad
Con palabras de hoy diremos que el Verbo se encarnó y fue proclamado Hijo de Dios cuando su bautismo y al derramar verdaderamente su sangre en la cruz. La redención se llevó a cabo plenamente en el Jesús humano, Verbo encarnado, (Y la sangre de Jesucristo nos purifica de todo pecado, 1ª Juan 1,7). Se presentó como víctima propiciatoria ( 1ª Juan 2,2: Él es la víctima de proppiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero)
En la cruz Jesús expiaba nuestros pecados- – 1ª de Juan 4,10: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó y nos envió a su Hijocomo víctima de expiación por nuestros pecados.
No existe posibilidad alguna, salvo algún juicio previo, el que hagamos diferencia alguna entre el Jesús histórico con el Cristo de la fe.
Nota: no he querido referenciarme en Pablo, para evitar polémicas que añadirían más dificultad a la búsqueda del consenso en este tema tan capital de nuestra fe.
Entresaco la siguiente afirmación del autor: “Mi punto de partida es una afirmación de la primera tradición cristiana (”Jesús nos redimió de nuestros pecados”) a la que no quiero renunciar.
La lectura sacrificial del asesinato de Jesucristo nunca ha sido declarada dogma, es decir que puede ser cuestionada sin incurrir en contradicción con la fe católica. Por lo tanto fuera necesario saber cómo nos redimió Jesús del pecado para comprender el punto de partida del artículo y sobre todo sus conclusiones.
De momento el autor ofrece esta afirmación:
“¿Y en qué sentido nos ha liberado ese Dios hecho hombre? Se puede enunciarlo con una breve frase: nos ha liberado por su Espíritu, “porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8,4). Por una parte, el Espíritu nos empuja a la generosidad y al don de nosotros mismos; por otra, llena de absoluto lo relativo y efímero de nuestras acciones. Y en cuanto al género humano, el Espíritu “de la vida y la paz” (Romanos 8,6) es el que devuelve al Padre a la humanidad renovada, el que posibilita que finalmente “Dios sea todo en todos” (1 Corintios 15,28)” (Nombres completos de las Cartas paulinas y el énfasis son míos).
La precondición de la divinidad de Jesús yo no la niego si bien no puedo asentirla sin más. Respeto a quien lo haga pero lo que cae en el rango de la esperanza confiada no puede ser universalmente obligatoria. Comprendo que un sacerdote la afirme porque de ello depende la auto-definición de su propia divinización (“Alter Christus) vicariamente, por asociación, pero un seglar, un laico no clérigo no tiene que afirmar la divinidad de Cristo más allá que aceptar y acoger confiadamente la esperanza de que lo sea.
El autor hace bien en establecer los límites o las coordenadas dentro de los que se mueve o de las que parte, respectivamente, pero es igualmente digno y necesario, “nuestro deber y salvación” seguir pensando que dar de beber al sediento, de comer al hambriento, vestir al desnudo sigue siendo la calve, la praxis del amor como servicio desinteresado.
Sin tener que afirmar la divinidad de Jesús más allá de la esperanza confiada se puede llegar a la misma conclusión del autor copiada arriba y que reproduzco de nuevo aunque el autor utilice el lenguaje bíblico de la versión que prefiera y que sea lenguaje bastante críptico porque tiene todo un andamiaje estructural lingüístico que no es lenguaje común sino muy místico: “Y en cuanto al género humano, el Espíritu “de la vida y la paz” (Romanos 8,6) es el que devuelve al Padre a la humanidad renovada, el que posibilita que finalmente “Dios sea todo en todos”
Me consta que el autor de este estudio Carlos F. Barberá, no está presentando el pecado en sus aspectos jurídicos, especialmente cuando ha tenido a bien contestar a Oscar Varela que no sitúa el pecado en términos de una desobediencia, sino, en lo que el mismo autor llama un fracaso.
Quizás un análisis del mismos texto nos ayude un poco. Se está usando esta versión: ” Todo el que practica el pecado, practica también una infracción de la ley, pues el pcado es infracción de la ley ( 1ª de Juan 3,4)
Esta traducción tan literalista es la que nos puede llevar a equívoco, pero como manejamos varias versiones distintas podremos dar con una interpretación más consecuente.
Biblia de Jerusalén: Todo el que comete pecado comete también la iniquidad, pues el pecado es la iniquidad.
La Biblia Latinoamericana: En cambio si uno peca, demuestra ser rebelde, todo pecado es rebeldía.
Juan Mateos/L. Alonso Schökel: (N.T.) Todo el que comete pecado comete también rebeldía, porque el pecado se identifica con la rebeldía.
Profesores de la Compañía de Jesús (B.A.C.) Todo el que obra el pecado, obra también la iniquidad, pues el pecado es la iniquidad.
En resumen, aparte de la Bover Cantera que usa por el autor, otras versiones buscan otras maneras de acercamiento al pensamiento del autor bíblico que sea más fiel al término anomia más en consonancia con este trozo ( 1ª Juan 3,3 hasta 4,6)
No podemos dejar de ver esto desde el plano teológico, y no quedarnos en una contemplación meramente moral ( donde entra esta mentalidad jurídica). El pecado no es una simple transgresión de una ley o de un mandamiento. Estamos rechazando la oferta divina de hacernos “hijos suyos”. (de ahí que alguno se quiera aproximar llamándolo “rebeldía”)
Por eso tampoco estoy yo muy de acuerdo con el autor en considerar el pecado en términos de “fracaso”, porque, ésto es sólo el resultado fatal de amar más las tinieblas que la luz, de dejarnos seducir hasta convertirnos en hijos del diablo, tal y como se expresan los términos joánicos, citando dichos y expresiones salidas de los labios de Jesús.
La infracci’on de la Ley a que se refiere la Carta de Juan no es una norma de derecho positivo a la romana sino la Torah, la Ley de los jud’ios, el estilo de vida llamado Torah lo cual para unos era solo unos cientos de prescripciones rituales pero en realidad era una vida en fidelidad al Dios de Abraham, Isaac, Jacob y seguramente de Jes’us, Mar’ia, Juan.
En sentiod estricto no puede ser que incumplir cualquier norma de derecho positivo de la ‘epoca, por ejemplo, la obligaci’on de adorar al emperador como un divino, constituyera un poecado desde el punto de vista de la primera carta de Juan.
Sigo sin estar seguro de que el autor de un artículo deba contestar a quienes añaden sus comentarios pero quiero redactar unas línas líneas dirigidas a Oscar Varela, que parece hacer una enmienda a la totalidad. Mi punto de partida es una afirmación de la primera tradición cristiana (“Jesús nos redimió de nuestros pecados”) a la que no quiero renunciar. Sin embargo no pongo el pecado en relación con una desobediendia sino con la experiencia del fracaso. Decir que la humanidad fracasa no es negar su profanidad ni sus logros ni sus avances. Es acudir a una experiencia universal, vivida a fondo en el siglo XX. De este fracaso todos somos culpables (“todos pecaron”, dice san Pablo) y a mi modo de ver sólo nos queda o resignarnos o esperar que “un Dios pueda salvarnos” (Heidegger). Ciertamente se puede estar de acuerdo con esa tesis pero no atribuirle Unas escondidas intenciones excluyentes o condenatorias que, según parece, me enseñaron en el seminario.
Sobre la libertad no está de más preguntarse alguna vez ¿cómo pudo actuar de buena fe un Dios Creador—el cual no requiere de libertad porque no necesita escoger—dotar de libertad a su creatura y simultáneamente negarle la capacidad de utilizarla sin errar?
La capacidad conocer aunque solo por aproximación la creatura humana la posee y en ese sentido cabe pensar que un Dios Creador se la haya dado de buena fe, porque con mayor o menos aproximación, conocer y comprender, interpretar, las operaciones corticales ejecutivas están todas orientadas a la facilitación de la vida.
En ese contexto es la inevitabilidad del miedo a la muerte y su reflejo cotidiano la duda o la desconfianza, eufemísticamente llamado instinto de preservación, la que abre el espacio al error o a la comisión del mal, convirtiendo esas mismas capacidades de aprendizaje y conocimiento en instrumentos de maleficencia.
Ese sentido de inferioridad ha hecho a la humanidad desear divinizándose o, lo que es lo mismo, hacerse de un poder tal que pueda conjurar todos los peligros. Posiblemente a eso se refiere la leyenda genesíaca de Adán y Eva que tan importante ha hecho el rol sacerdotal en el ofrecimiento de sacrificios y libaciones para hacerse perdonar los pecados o aplacar la ira divina. Es difícil, por otra parte no proyectar eso en la forma de la competitividad darwiniana por la prevalencia del mejor dotado o más fuerte como motor de la estabilización y ulterior modificación de las especies.
Es extraordinario que se atribuya a Jesús en los evangelios que “la Verdad” nos podrá hacer libres. Juan 8, 32. Y no una verdad cualquiera en el sentido de elemento de conocimiento o comprensión de alguna realidad verificable. Jesús se refirió a la liberación alcanzada por el ejercicio o la práctica del mensaje/Amor. Éste libera del miedo a la muerte, a perder la vida, causa de toda esclavitud. (Cf. J. Mateos y J. Barreto, El Evangelio de Juan, Análisis Lingüístico y Comentario Exegético, 3ra. Ed., Madrid, Cristiandad, 1992, 419).
Algo que esté por ser alcanzado—Jesús hablaba en tiempo de futuro: “os hará libres”—obviamente aún no se posee.
Los siglos han pasado y aún los cristianos hablamos de libertad en el mismo sentido de los paganos de hace 2000 años, cuando atribuimos a la libertad el sentido que le reconocía, por ejemplo, la Ley Romana. Para el romano la condición de “libre” era parte de la dignidad de ciudadano por derecho la cual solo el Estado podía reducir o limitar pero era limitable. Jesús habló de una libertad definitiva.
No en balde un documento tan lleno de dudas y tan cuestionable para tantos exégetas como la Homilía-Carta a los Hebreos fue necesaria en el Canon. La noción hebrea de sumo sacerdote o de mediador de los sacrificios para obtener el perdón o para disminuir la ira de Dios validaba la función de los presbíteros como líderes y como mediadores entre la religión y el poder y en esa medida regular la libertad de las personas prescribiendo lo que fuese moral o no.
Ex cursus: Es casi imposible de explicar que solamente al final de su pontificado escribiera Juan Pablo II su Carta sobre la Eucaristía. Me refiero a Ecclesia de Eucharistia de 17 de abril de 2003 casi justo dos años antes de morir cuando estaba tan impedido.
Dicha encíclica vio la luz en el contexto de los escándalos clericales de pedofilia. En ese momento recurrir a algo que fuera exclusivo del sacerdocio como la consagración eucarística podía recolocar el rol del cura en el centro de la comunidad y restituirle alguna dignidad y respeto cuando la minoría pederasta había desatado la progresiva pérdida de credibilidad de la jerarquía aunque la bomba subsiguiente de los escándalos financieros no era más que una sombra apostada en las sombras pero dispuesta a explotar en cualquier momento.
Históricamente muchos Papas han encargado la redacción de sus cartas encíclicas a teólogos sujetas a una final aprobación. En el caso de alguno como Pío XI y su encíclica condenatoria del nazismo, el documento le fue escamoteado para que no fuera publicado. Conociendo que Ratzinger se permitió escribir una encíclica y la dio a publicar a su sucesor no fuera tan extraño comprender que escribiera otra para su predecesor ya tan impedido.
Juanel,
los temas que comentas, por tu forma de hacerlo me resulta díficil abordarlos, no tengo formación académica y por lo tanto la suficiente capacidad metodológica, didáctica, y por el contenido en sí de los mismo, que es lo que realmente interesa, estás bordeando unos pocos aspectos que no tengo suficientemente claros, me faltan datos. Y me explico:
Mucho se ha hablado y escrito en el pasado y hasta el presente sobre el Dios del Antiguo Testamento hasta el punto de considerarlo un otro dios distinto al presentado por Jesús, y no tan sólo una imagen distinta del mismo Dios como expones tú. El problema se planteaba ya en ambientes judíos convertidos al cristianismo primitivo.
En cuanto a si había suficientemente diferencias entre la religión del pueblo hebreo y las de los pueblos de su entorno a lo largo de su historia, sigue siendo una material de estudios en círculos académicos. ¿Cuál fue la originalidad del Pueblo Hebreo, lo que les definía de manera distintiva? Los estudiosos abordan el tema desde diferentes períodos históricos buscando la evolución histórica. (No olvides que abarca casi dos milenios y que el período decisivo ha sido el llamado post-exílico)
Pero por encima de estos datos que pueden ser casi primeramente académicos, yo sigo considerando, que hay algo más en tu manera de abordar estos temas y me atrevo a conjeturar que obedece a un problema no resuelto y que es la obligada relectura que estamos haciendo de los hechos del pasado ( y dentro de ello de las Escrituras también) desde nuestra “nueva cultura”, que ha entrado en una nueva fase “científico-técnica”
Y este problema se ve agravado por otra circunstancia nueva: ¿Cuánto hay de elementos de la cultura, que es una elaboración humana, dentro de la formulación de la fe, en la interpretación de los hechos?
No hace falta ir muy lejos para que encontremos una forma de ilustrar esta observación Es suficiente que nos detengamos en otro hilo de Atrio: “Cuando marxismo y religión se guiñán un ojo”. Muchos que parecen coincidir en sus comentarios y observaciones, si haces una lectura más de fondo descubres que se estan estratificando posiciones muy distintas, que no se explican solamente por la interpretación del trabajo propuesto, sino por el rechazo de una tercera posición, que se considera(no digo que sea sin razón) como superada por el análisis histórico.
Así, que, querido Juanel, ya ves que no me resulta posible abordar este tema que propones. Tenemos primero que dejar claro que Creación y Redención forman ambos parte de lo mismo y que la creación sigue actuando en los hijos de Dios movidos o inspirados por la la fe, antes y después de Jesús.
Tal vez, Asun, con una “más, intercalado en su debido sitio, mi expresión hubiera resultado más fiel a lo que quise expresar de sopreposición entre iguales, actitud que diviniza falsamente, si. despues de nuestro relativo escalón existencialigualitario lo que viene es la plenitud absoluta de Dios, que escapa a nuestra exoeriencia y racionalidad.
Así quedaría este párrafo en el que desde mi simplicidad sicológica veo convergencia con lo que atisbo quieres manifestar en tu aportación que agradezco:
“-Cuanto hubiéramos avanzado, reconociendo que nuestro pecado es el intento de ser mas poderosos y abusar de ese poder con una libertad sin límite, ni para con nuestra propia vida y sus capacidades, ni menos con las de los demás semejantes, considerándolos con desigual valor al nuestro propio. Un abrazo.
Vamos a ver Román si logro explicarme con mayor claridad. Tu dices si no te he entendido mal que hay revelación del Dios “verdadero” en el AT, y yo te digo que sí, la hay, pero siempre en función de Cristo. Quiero decir el Dios del AT será verdad en tanto y cuanto se corresponda al revelado en Jesús de Nazaret, ni más ni menos. El Dios del AT vengador implacable, el exterminador de los pueblos de entorno de Israel, el que ordenaba lapidar a las mujeres adúlteras,…., no es el Dios revelado en Cristo.
Si te trasladas a la historia del pueblo de Israel anterior a Cristo tal como haces, ves que los judíos y su religión eran en aquel entonces la religión y la revelación a un pueblo del Dios verdadero. Y yo te digo que NO, que no había demasiada diferencia con respecto al resto de religiones y la revelación de Dios de su entorno, pues en definitiva Dios es Dios para toda la humanidad. Si el pueblo de Israel se considera a sí mismo como el escogido por Dios para darle su revelación verdadera de modo especial en contra o detrimento de los demás pueblos, te digo que eso es un error de interpretación del pueblo judío. Lo que sí está claro en función de la revelación en Cristo es la promesa recibida y recogida en el AT del envío por parte de Dios de un Salvador y Mesías. Esto y en función de Cristo y sólo por Cristo distingue al pueblo judío del resto de los pueblos. La diferencia no está ni en su religión ni en su Dios, sino en que fue el pueblo escogido por Dios para el nacimiento de Cristo.
Ningún libro de la Biblia funciona con respecto a la revelación por sí mismo. Siempre para interpretar la revelación hay que tomarla en su conjunto y completa. Por tanto, Dios el Padre revelado en Cristo, no es el anciano que se pasea por el Paraíso hablando directamente con Adán y Eva o pidiendo cuentas a Caín por el asesinato de su hermano. Esto es sólo una composición legendaria y mitológica que usaron los autores postexílicos para expresar lo que ellos entendían como los primeros tiempos de la historia humana y la acción de Dios. Por sí misma esta narración nos puede fácilmente conducir a error, a una imagen del Padre errónea. No tienen valor de revelación si no ponemos éste y todos y cada uno de los libros de la Biblia en relación con Cristo y su revelación del Padre.
Tengo alguna dificultad en hacer una exposición detallada en respuesta a las cuestiones planteadas por Juanel. No puedo rechazarlas sin más cuando no he logrado dar con las claves de su razonamiento.
Puede que sea más práctico indicar yo mi posición y así seré dueño de su contenido en lo que afirme o lo que pueda negar.
—Jesús conocía, citaba e incluso en una ocasión, se escribe que proclamó haciendo la lectura del sábado en la sinagoga, con un texto de Isaías, las Escrituras. Igual que sus interlocutores, público oyente, grupo de discípulos o querellantes, consideraban todos la Escritura, la Palabra de Dios, la Ley de Dios una vez dada a Moisés y aceptaban su autoridad de legislador.
—Las muchas citas de lo que hemos dado en llamar el Antiguo Testamento estan en todos los Evangelios y continúan en los otros escritos canónicos cristianos se hacen con el propósito de dar legitimidad a las palabras, los hechos, a la persona y a la misión de Jesús.
—El pueblo de Jesús tenía una plena conciencia de haber sido elegido por Dios, quien les reveló su nombre, Yahvé habiéndoles rescatado de la esclavitud de Egipto y les dió una tierra prometida en herencia, ya a Abraham el patriarca y padre en la fe.
—los judíos se consideran desde siempre los hijos de la promesa de Dios a Abraham, su padre en la fe en un Dios que se fue revelando con acontecimientos salvadores, y dando muestras de elección para sí como pueblo de su propiedad.
— En vista de lo anterior resulta difícil entender que la Biblia no sea revelación hasta Cristo.
—Tampoco nos resulta fácil aceptar que el Pueblo Judío no conociera al Dios verdadero, que no tuviera una revelación única y genuína que les distinguiese de los demás pueblos de la tierra hasta el nacimiento de Jesús.
—¿Cómo podríamos explicar que la fe de Jesús de Nazaret no fuese la fe de Abraham y que la Ley de Dios de la cual Jesús se proclamó su intérprete no fuese la misma que los judíos conocían y acataban en sumisión como la Ley de Moisés?
—Hubo revelación de Dios ( positiva) acompañada de una reflexión sobre los hechos salvadores, que podemos llamar teología, siglos antes de Jesús, durante la vida terrena de Jesús desde su nacimiento hasta su muerte y tras la muerte y resurrección de Jesús en torno al Hecho Pascual (Pentecostes) en el pequeño grupo de creyentes, la comunidad de discípulos, que enseguido comenzó a llamarse “Iglesia”.
—Nada de lo dicho contradice que afirmemos que Jesús es el intérprete definitivo de la Ley, Juez y Legislador, en una Nueva Alianza sellada con su sangre y el derramamiento del Espíritu de Vida.
Después de leer vuestros comentarios, me detengo en esto que dice Antonio V. el
18-Marzo-2014 – 11:23 am, para comentar y proseguir:
Cuanto hubiéramos avanzado reconociendo que nuestro pecado es el intento de ser poderosos y abusar de ese poder con una libertad sin límite ni para con nuestra propia vida y sus capacidades, ni menos con las de los demás semejantes, considerándolos con desigual valor al nuestro propio.
Estaríamos en un clima propicio para que germinara y se desarrollara la vivencia del AMOR que vive y crece en ambiente de libertad responsable.
El término libertad en el primer párrafo me produce un rechazo en el contexto utilizado, en el que normalmente se usa como abuso del poder, ya que se está equiparando inconscientemente a la libertad amorosa en Jesús para perdonar, y precisamente, porque no saben lo que hacen.
¿Dónde está entonces la libertad del que no sabe lo que hace? Porque si no sabe lo que hace, es imposible que actúe con libertad, si nos conmueven y dicen algo estas palabras puestas en boca de Jesús. Entonces, ¿No podrá en él, en el que actúa sin saber lo que hace, más la compulsión de la avaricia del ego y la acumulación ciega e insatisfecha sin límites?
Sinceramente, no creo que haya libertad ahí, sin límite o con límite, ya que sin el amor no la veo posible, la libertad. Ambos, el amor y la libertad van de la mano entrelazados, complementándose hasta diluirse y perderse totalmente el ego en el acto realizado. No hay un yo particular que ama en libertad, sino Eso que a través nuestro ama libremente.
Por lo mismo creo que querer ser como “Dios”, también lleva a error, porque dependerá de qué es lo que se cree y desde dónde se ansía sin poder remediarlo. No veo libertad en desearlo, y menos amor, cuando es el ego el que actúa y lo protagoniza de manera ciega.
Un ser más, ¿quién lo desea?, ¿qué idea o creencias tiene quién desea conseguirlo? Si ya todo es y somos.
Alineados en eso que se es, y es fondo de libertad y amor, los méritos propios no se buscan, ya que no hay ego ni nadie que los reclame.
Creo que caer en la cuenta de eso que ya se es en lo más hondo y todos, sin excepción, compartimos, nos sitúa en el centro del umbral de libertad y amor, donde el pecado es sentido como ignorancia.
Considerado así, no hay lugar para anteponer culpa ni venganza subsiguiente, porque esto ocurre en el que se siente herido (siempre en su ego) y por lo cual sobre reacciona juzgando de nuevo desde su propia ignorancia.
Jesús se mueve desde lo que siente es más que él que el mismo. Él es el espejo real de lo que es y somos y no para en su anhelo de hacérnoslo ver con palabras y hechos en la interrelación humana y personal con todo lo que es.
Gracias a todos.
Román, el texto bíblico es obra de los numerosos autores que escribieron su libros en su contexto cultural e histórico. Podríamos hacer de él una lectura interpretativa como la de un texto cualquiera en donde hay narrativa histórica legendaria, ensayos, poemas, etc., y también pensamiento religioso, es decir, de cómo entendían entonces su relación con Dios y sus ideas o conceptos que tenían sobre él. Sin embargo, nada de todo esto es revelación. Para interpretar la revelación que contiene la Biblia hay que leerla desde otra perspectiva. Si creemos que la revelación se completa y culmina en Cristo, entonces la clave de interpretación de la revelación de la Biblia, desde la primera palabra del Génesis hasta la última del Apocalipsis, es Cristo. Es Cristo el que revela al Padre y no los textos de los primeros capítulos del Génesis por sí mismos, en la narración de la creación del mundo y de los primeros humanos.
Por esto digo que la imagen y semejanza de los humanos con Dios no es por creación sino por Cristo. Y también digo que el conocimiento del bien y del mal lo tenemos en Cristo. No es soberbia ni es pecado y menos el origen de todo pecado tener ese conocimiento, sino todo lo contrario pues de ello se forma nuestro sentido ético y conciencia. De este conocimiento deriva el código o la ley moral, por supuesto elaborado por las sociedades humanas, ni dictado por Dios ni puesto por él en el interior de las mujeres y los hombres. El sentido ético y la conciencia evoluciona, se desarrolla y se modifica a lo largo de la historia humana, no permanece inalterable desde el principio. El problema no es el sentido y conocimiento ético que tengamos, sino que es el de la autoridad de la Ley, ¿y quién mejor que apelar a Dios para afirmarla en sociedades fuertemente religiosas?
Pero la Ley que carga de pecado a los seres humanos no es revelación de Dios en Cristo, sino que su revelación se centra en el perdón y la reconciliación puesto que el seguidor de Cristo, el cristiano, está por encima de la Ley. La Ley es para el hombre y no el hombre para la Ley. Es decir, que si la Ley nos impide el seguimiento a Jesús, quitémosla no la tengamos en cuenta, puesto que trabajar por la causa del Reino y su justicia, la causa de Jesús, regresar a la casa del Padre habiendo hecho lo que sea, redime, borra todo pecado ante los ojos del Padre.
Es aquí donde veo el problema del conocimiento del bien y del mal, no en sí mismo sino porque que lleva a separar a excluir, a diferenciar los buenos y los malos, y también a excluirnos a separarnos porque el pecado nos hace considerarnos indignos para su causa. No es que Jesús de Nazaret haya abolido la Ley de la Torah, sino que aprovecha lo que tiene de valor para su causa. Por ello la Ley puede servir como un medio, pero no es un fin para nada. Por Cristo la Ley del Sinaí no podemos considerarla palabra de Dios por encima de la palabra de Cristo, sino justo en función de ella, pues en definitiva es palabra humana que parte de ella está en línea con Cristo. (no toda ni mucho menos, basta leerla sólo por encima para escandalizarnos de muchos de sus preceptos fuertemente anticristianos).
La soberbia humana frente a Dios de la que hablas es un pecado imposible. Nadie tiene ninguna posibilidad para hacerlo, por mucho que se haya escrito sobre ello. Si el soberbio se cree que puede usurpar a Dios se engaña totalmente, tiene un concepto de Dios completamente equivocado, y añado que el que se cree como Dios me resulta ridículo. No es el pecado de soberbia el creerse la ridiculez de ser Dios o como Dios, sino el decir “yo soy Dios y tú me obedeces”.
Podemos utilizar el texto bíblico como obra de elaboración humana. Su autor( autores) hace una reflexión y la plasma. Entonces debemos aceptar también que la mención de Juanel respecto a Dios, sigue siendo de factura humana (El ser humano a imagen y semejanza de Dios),, es decir que hacemos una lectura no-teísta. Entonces nos caben todos los conocimientos y propuestas de las ciencias, paleoantropología incluída.
Pero si estamos en una lectura teológica, y consideramos que los propósitos de los autores del génesis, son de proporcionarnos alguna noticia de la Revelación de Dios, y el pueblo judío de los tiempos posteriores, que abarcan también en el judaísmo postexílico de los tiempos de Jesús hacían a su vez ésa lectura teológica, entonces deberemos buscar otras interpretaciones.
Génesis 3,22: el ser humano pecador se ha erigido en juez del bien y del mal, lo cual es un privilegio de Dios. El arbol de la ciencia del bien y del mal eran una muestra de la capacidad de discernimiento y del uso de la rzón ( ver Isaías 7,16 y versículos paralelos), a todo lo que permanece sujeto al discernimiento ético. “Resulta que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, encuanto a conocer el bien y el mal
Resulta queese conocimiento del bien y del mal en su estado de inocencia, se ha convertido en una reclamación de autoría moral. El ser humano peca de orgullo, cuando no se conforma en su condición de criatura, salido de la mano de Dios.
Es un conflicto de soberanías.
En origen Román, en el origen de nuestra especie no concibo ninguna caída, ningún punto de inflexión, desde un estado anterior de bondad sin pecado a otro dominado por él. Sin embargo, sí podemos decir que en la progresiva toma de conciencia moral por el hombre, pasamos de un estado sin responsabilidades éticas, similar a los animales, no de bondad, a otro en el cual la conciencia nos dio la capacidad de distinguir el bien del mal, sea cual sea lo que entendieron entonces por hacer el bien o el mal, probablemente en relación con normas de convivencia social en aquellos grupos humanos. Puedo leer el pecado de Adán bíblico como la transgresión de los primeros humanos que se saltaron las normas de convivencia de su grupo, tras lo cual fueron castigados. Y esta transgresión persiste a lo largo de la historia hasta hoy.
El concepto de bien y mal, y su concreción en un código moral o ético, es en mi opinión muy posterior a nuestro origen como especie. Que en la Bliblia se diga que la creación del ser humano fue “buena” no tiene para mí sentido moral sino buena para vivir con el entorno adecuado para la expansión de nuestra especie. Si se nos dice que fuimos creados a “imagen y semejanza” de Dios, no lo considero con idea fijista o creacionista sino evolutiva. No se me está diciendo que los primeros seres humanos eran semejantes a Dios, no es posible entender que aquellos humanos primitivos con pocas diferencias con respecto al resto de primates humanoides, fuesen más semejantes a Dios que nosotros ahora, dado su estado “casi” a-moral con una conciencia muy poco desarrollada. Dios nos da el ser imagen y semejanza de él en lenguaje bíblico, no como un hecho al crearnos sino como promesa, como semejanza progresiva hacia Jesús de Nazaret, el Cristo imagen en lo humano de igualdad con lo divino. Somos imagen y semejanza de Dios no por creación sino por Cristo.
No coincido con el autor bíblico del Génesis en que el origen y la persistencia del mal en el mundo humano que soportamos, consiste en la pretensión humana de conocer el bien y el mal y darse a sí misma un código ético. Para el autor bíblico todo código ético proviene de Dios y el ser humano no es quien para no tenerlo en cuenta y proponer el suyo propio. Aquí lo que veo es un interés nada ético de los poderosos, que imponen a los demás su propia normativa diciendo a los otros que proviene de Dios que es derecho “natural” y que no tienen derecho a replicarlas sino someterse y punto. La norma ética y el derecho no proviene de lo alto ni de lo “natural”, sino del sentido ético que progresa en las sociedades humanas a lo largo de la historia.
El pecado es una transgresión del sentido y conciencia ética que tiene cada persona con conocimiento e intención de trasgredirla, tanto en un marco individual, como en el relacional y el colectivo. No obstante el término pecado no tiene uso en el medio profano sino que se circunscribe al religioso, dado que en él la transgresión ética o moral se lee en relación con Dios.
“Jesús le respondió: “Deja ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia” (Mateo 3,15)”
Redención y pecado, (Acción de Dios y situación del hombre) en Jesús toma la dimensión de una misión que tiene que cumplir, como hombre sujeto a su condición, y como enviado de su Padre por cuanto la justicia de Dios es salvífica, tanto que preside todo el plan de Salvación. En justa correspondencia, tenía que identificarse plenamente con los pecadores. Así nos lo recuerda Carlos F. Barberá citando a 2, Corintios 5,21
Entonces, ¿dónde están las dificultades, aquellas cosas que nos impiden la recepción del mensaje?
El Cristianismo parece no tener ninguna novedad, salvo el dramático intento de hace veinte años (los ochenta) de considerar que a través de unas determinadas teologías, llamadas en conjunto, de la liberación podíamos volver a captar la frescura del mensaje del Galileo, revitalizar de nuevo su doctrina. Pasábamos de una teorización “encarnacionistas” a redescubrir que el prestigio alcanzado por el Marxismo revolucionario latinoamericano con sus teorías del hombre nuevo ( Che Guevara) eran creadores de un nuevo género de personas en un futuro por construir. Igual pasó con el Cristianismo primitivo y su mensaje en el Imperio Romano hace dos mil años.. El Cristianismo se relativiza en la línea del pensamiento y pasa de doctrina a una curiosidad histórica, algo que ya pasó y dejó su impronta.
El cristianismo de nuestras sociedades y que hemos recibido como una herencia histórica es casi exclusivamente “nuestra religión de masas”, un ámbito cultural en el que todos nos movemos y que va unida en sus dirigentes a ciertos comportamientos de ámbito social, a mentalidades de cierto perfil político. Está por tanto ligado necesariamente al pasado, a lo que tenemos que superar.
Podíamos pensar desde España que todo obedecía a nuestra particular visión de las cosas, a nuestra manera de ver en la religión católica nuestra identidad patria. Pero con la democracia las otras confesiones cristianas se mostraron muy activas y nos dieron más de lo mismo presentando el mismo ideal cristiano y los mismos condicionamientos políticos y sociales.
¿Para qué hacer teología entonces? El desprecio del ser humano en la búsqueda de una santidad sin justicia, vivir inmerso en la visión dualista de dos realidades, y una espiritual separada de este mundo físico, remitida a una escatología, un después de la muerte, ha conducido a buscar y admirar a un Jesús completamente humano, y modelo de todas las virtudes humanas, aunque algo equivocado a lo que sería su destino.
Hacer teología implica ahora redescubrir el cristianismo desde sus cimientos, no en busca de doctrinas, sino para enfrentarnos con el hecho de que Dios está presente, convie con nsotros, ha convivido en la historia humana manifestándose de diversas maneras y que se ha manifestado en la persona de Jesús de Nazaret, humano y divino (Colosenses 2,9)
Él sí puede hablarnos de pecado y de redención.
Juanel, a estas alturas creo que a nadie nos pasa por la cabeza algo diferente de ser lo del Árbol y el Paraíso con sus concomitancias un modo, que creo llaman arquetípico, de referirse a la realidad de las vivencias humanas.
Si he hecho aportación de ello en este tema, era para centrar en que estuvo y sigue algo que puede considerarse principio del desorden humano, que “a posteriori” podemos entender mejor, si nos preocupamos de iluminar la falsedad de calificar a las personas con diferente valor, dignidad y finalidad, y esto desde cualquier posición de falso poder en el que nos apoyamos para calibrar a los demás, sobre todo, si carecen de lo que nosotros creemos poder disponer como propio.
El ejemplo del abuelo y del nieto no da para más que para considerar lo pernicioso del mimetismo tanto del abuelo que manda como del nieto que se rebela, pues ambos están realmente, en tanto sujetos personales, al mismo nivel, y de ello se puede concluir que no quede justificado el poder, si es para condicionar a la pequeñez o debilidad.
Otra claridad proyectada desde el poder como abuso de los demás viene de aquella observación racional de lo específico humano y de ahí, vamos llegando a considerar como fundamentales ciertos derechos, a los que corresponden consecuentes deberes comunes e iguales para tod*s.
Jesús, según nos lo presentan los Evangelios aclaró este asunto, sin posibilidad de confusión o rebaja, al proclamar:- A nadie consideréis, ni llaméis padre sobre la tierra, pues uno solo, el Celestial, es vuestro Padre, colocándonos a tod*s en este mundo al nivel de real y verdadera hermandad.
De aquí, que amamos a Dios o le negamos nuestro amor, en la proporción en que nos amemos, o no, fraternalmente.
Curioso que, en la presentación deliberante sobre conductas y actitudes buenas o malas en la descripción del Juicio definitivo a la globalidad de los humanos, lo que aparece como visto para sentencia y sentenciado por Jesús, en suprema jurisprudencia, sean todas actitudes referidas a l*s human*s. Mt.XXV.
Carlos F. Barberá nos propone los términos “Redención” y “Pecado”, y podemos hacer un repaso por la teología o por las doctrinas aprendidas del catecismo desde nuestra niñez, pero eso no explicaría por qué tales conceptos tienen difícil encaje en nuestro enjuiciamientos.
Propongo que comencemos por Jesús antes que por la Teología tradicional o por los rumbos de la teología a partir del Concilio, ¿Qué conceptos reflejaba Jesús de estas cuestiones?
Lo tenemos fácil. El enseñaba que las Escrituras eran la Palabra de Dios. El tenía, pues así lo expresaba, una relación especial con Dios, a quien llamaba el Padre, su Padre. Era un judío piadoso y consecuente. Negar esto significa o que fue un impostor, o que nos han falseado su historia desde los propios testimonios que nos han llegado desde entonces. Tenemos que decidirnos y tomar partido.
Si abundamos en nuestra propia opinión y consideramos que por fas o por nefas, creer en Dios, creer en su Revelación, creer en lo que nos pudo haber trasmitido a través de Jesús y antes que él por el pueblo del que formaba parte, todo ello es una impostura, que no sólo que no puede estar sujeto a una interpretación dada u otra distinta, sino que debe ser rechazado en nombre de la verdad, la razón, la historia o cualquiera otra cosa, entonces, no usemos la teología, o la doctrina, o los textos recibidos, como meros objetos de curiosidad intelectual, como un curioso material histórico digno de llenar nuestra insaciable sed de erudición.
Vayamos a otros temas; y en paz…
Pero si todavía hay cuestiones no resueltas de nuestra fe perdida, olvidada o abandonada, si tenemos preguntas que nos exigen el esfuerzo de buscar una respuesta; ¡¡¡ Éste es el lugar más a propósito.!!!
si creemos que nuestra fe ha sido ya purificada y que podemos arrojar una nueva luz sobre los viejos textos, los antiguos conceptos arrancados de los Evangelios, entonces pongámosnos a dialogar una vez más. Pero que nadie se quede indiferente.
Hola Román!
Te leo, concordando:
“El humanismo actual no se fundamenta en ningún aserto de lo divino,
sino en los hechos de las experiencias de la vida y en la historia.”-
……………………
¡Vamos todavía! – Oscar.
Para obardar mis comentarios me encuentro con una dificultad inicial.
El autor enfoca esta reflexión desde “el teísmo”, donde sí cabe una noción más o menos tradicional de las doctrinas sobre “el pecado”
Y enseguida surgen las dificultades de comprensión, porque Antonio Vicedo no puede enfocar la culpa humana, sino desde el mito de Adan ( que para él también es simbólico) por cuanto ve en la trascendencia un Esfuerzo Creador ( El ser humano en busca de su plenitud) y Juanel no concibe un pecado personal que no sea más grave que un supuesto pecado de origen ( de naturaleza caída)
Y Oscar, tan sutil, sabe cuál fuese el fondo de la cuestión: no cabe otra interpretación para el autor que aquello que aprendió en el seminario, de lo cual no se puede desprender.
Me comprometo a buscar indagar, y exponer en la medida de lo posible otros cauces para la comprensión, aunque ello signifique volver a definir cada uno de los conceptos que se vierten.
Puede parecer que hagamos literatura, pero no es así, estoy en la aceptación del hecho de que vivimos en una realidad distinta a todo lo anterior. Igual que causaba escándalo a una persona griega o una romana, la muerte de un persona divina, hasta considerarlo una memez, a los sres humanos de este mundo postcristiano no los podemos retrotraer a la trascendencia que ahora niega, con su mentalidad empirista. El humanismo actual no tiene fundamentos teístas, sino como hechos de experiencia.
El humanismo actual no se fundamenta en ningún aserto de la divino, sino en los hechos de las experiencias de la vida y en la historia. Estamos inmersos en la crisis de Dios, y en medio de esta realidad debemos proponer nuestras respuestas.
Hola!
Ya que el cura Carlos insiste en el PECADO; le voy a seguir la corriente de su pensamiento: -¡Voy a PECAR un poco!
No tengo la menor duda que en su concepción de las cosas humanas y divinas, me va a PERDONAR desde “las telas del corazón” según el decir del Cid Campeador.
………………….
La formación filosófica, y sobre todo teológica, impartidas en los Seminarios para curas (al menos en la época en que Carlos se hubo formado) tenía todavía el resabio “apologético”, aunque ya bastante dulcificada su virulencia.
Consistía en adobar bien al chanchito que no pensaba como la Doctrina “verdadera” (aristotélica-Tomista) y ponerlo al horno, con toda justicia, para quemar toda la ponzoña del engaño.
Así nos preparaban y defendían del PECADO contra toda IN-MUNDICIA.
¡Claro que nos íbamos quedando, de esta manera, SIN-MUNDO!
…………………
El pensamiento que se trasluce en las consideraciones de Carlos son de una leve y sutil agresión a la humano de nuestro tiempo, donde el exuberante recurso a lo divino coadyuva al resultado buscado: humillar el esfuerzo humano declarándolo PECAMINOSO para la Mayor Gloria de Dios.
Por más leve y sutil que sea yo no lo acepto. No va en la misma dirección ni sentido que mi pensamiento “profano” (tal vez “pecaminoso” a la vista de Carlos).
…………………
¿Dónde veo yo estas ideas que atribuyo a ese modo de pensar en que se abreva estos Artículos? Por ejemplo:
Leo:
1. -“El ser humano –así decimos– es el resultado de un entramado de destino y de culpa, una mezcolanza de condicionamientos genéticos, culturales, psicológicos y, naturalmente, también de decisiones personales.”-
En ese “así decimos”- se encierra la sutil ironía y falacia de un “nosotros” consistente en afirmar un “nos-” (incluyente con los “-otros”) pero que en realidad se excluye (por eso la llamé ironía falaz) de los “-otros”.
Carlos no se solidariza con las “mezcolanzas” que describe porque nadie se solidariza con algo que despectivamente llama “mezcolanza”
Aunque con titubeos y errores (y también maldades) no me parece honesto llamar “mezcolanza” a los denodados esfuerzos de nuestra especie valetudinaria.
Para mí esto es no haber alcanzado la libertad humana propuesta en el Proyecto del Galileo-Jesús, que es lo que Carlos quiere proponernos en estas meditaciones, aunque –insisto- lo haga con toda la mejor de las voluntades e intencones.
2.-“Todos somos culpables de un mundo dolorido y cruel pero nuestra culpa se disuelve fácilmente en la culpa común y a la vez de nadie.”-
En esos “Todos somos”; “nuestra culpa” percibo más bien una retórica, que sesgadamente (in oblicuo) carga a los “–otros” de una (pecaminosa) “fácil disolución” de las culpas.
…………………
¿Podrá ser? – Oscar.
A mí me parece que el pecado de los que despreciaron, humillaron, se burlaron, insultaron, torturaron y asesinaron a Jesús en la cruz, y el de todos aquellos que se comportaron a lo largo de la historia y ahora como ellos, junto a los que ordenan hacer tales cosas, tienen una responsabilidad ética, una culpa moral de tal magnitud que deja el pecado de Adán en zapatillas. ¿En qué consiste en pecado de Adán? Dos cosas: una la desobediencia a Dios y la otra querer ser como Dios. Desobedecer a Dios significa transgredir su ley, para un católico con el espíritu de Trento le basta leer el listado lleno de nimiedades para llenarle de pecados, tal como dice C.F.Barberá. A un judío le sucederá lo mismo al leer la Torah. A veces me pregunto si es posible desobedecer a Dios puesto que para ello tendríamos previamente que conocer su voluntad, ¿es esto posible? Incluso tal como dice el relato bíblico que Adán conocía la voluntad de Dios, al meterle la zancadilla del árbol porque sabía que lo iban a comer y más si se lo prohibía, ¿es lógica la actitud de ese Dios tan humano, tan de andar por casa, de ofenderse y además de ofenderse infinitamente? Yo a mi nieto le digo muy seriamente no cojas eso, y él zas cuando me despisto ya lo tiene en la mano ¿me debo ofender por haberme desobedecido y castigarlo duramente? ¡Por Dios! Que solo comieron una manzana, que sólo querían conocer, que sólo querían ser como él era. A mí me halaga que mi nieto quiera ser como yo, no me ofende en absoluto.
La otra parte del pecado de Adán es el querer ser como Dios ¿de verdad es esto un pecado? ¿es que acaso no somos por Cristo hijos de Dios? ¿es que no aspiramos a ser como él? ¿es que acaso Jesús no nos dijo que fuésemos perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto? ¿es que acaso no aspiramos a tener el conocimiento total y completo y por tanto el poder, tal como suponemos que Dios lo tiene?
Sin embargo, la diferencia entre el peso de la culpa de los verdugos, de los que pisotean la dignidad de las personas sin escrúpulo alguno y satisfechos, y la levedad si la hubiere del supuesto pecado de Adán, contrasta con la actitud de Jesús del perdón, y la venganza aterradora del Dios bíblico cayendo implacable contra “toda” la humanidad por sentirse ofendido infinitamente.
No reparamos en que el verdadero pecado fue, desde el principio, el intento de convertirse en poderosos a lo divino, siendo humanos, figurado por la comida del fruto prohibido del Árbol del Bien y del Mal , única prohibición impuesta por creación y la ley natural; y sigue siendo lo mismo a pesar del testimonio y mensaje salvadores de Jesús, quien, desde su total HUMANIZACIÓN retó a la Humanidad en que su salvación radica en que sea verdaderamente humana en su devenir terrenal.
Es el intento de usurpación del poder divino y su consecuente abuso lo que ofende al Dios inalcanzable (ni ojo vió, ni oído oyó a Dios) pero que tiene sus intereses como Señor y Padre en los seres humanos por Él considerad*s HIJ*S, según anunció Jesús, hasta con su muerte en la cruz, como máxima prueba de su amor, o salvación , dando testimonialmente su vida por tod*s l*s human*s.
Jesús en tanto EPIFANÍA HUMANA de Dios , aclaró que el concepto de ofensa a Dios se concretaba en nuestra propia perdición por falsificar, más o menos conscientemente, nuestra condición personal y la de l*s demás, en tanto imágenes y semejanzas de Dios , elevados a la condición de hij*s por adopción, ya que Dios no calibra nuestra ofensa desde su absoluta condición, sino desde nuestra relatividad, incluida la capacidad de nuestro conocimiento, como así lo expresó en la cruz con aquella disculpa: -“….porque no saben lo que hacen.”
Cuanto hubiéramos avanzado reconociendo que nuestropecado es el intento de ser poderosos y abusar de ese poder con una libertad sin límite ni para con nuestra propia vida y sus capacidades, ni menos con las de los demás semejantes, considerándolos con desigual valor al nuestro propio.
Estaríamos en un clima propicio para que germinara y se desarrollara la vivencia del AMOR que vive y crece en ambiente de libertad responsable.