Toda conversación entre dos o más personas, aunque ello se haga por escrito, entraña necesariamente un intercambio de ideas, un toma y daca de informaciones, que motivan muchas veces sentirse enriquecidos, estar en la posesión de algo nuevo, para el espíritu o para la conducción de la propia vida.
El diálogo es un valor cultural en los usos del lenguaje que tiene unos añadidos propios que lo identifican y lo hacen distinto a cuantas tertulias de personas allegadas o de un público concurrente en espacios físicos o medios de comunicación. Una tertulia no es un diálogo como no toda conversación goza de fines edificantes.
Estamos acostumbrados a reconocer que cuantos debates se desarrollan en, digamos por ejemplo, las televisiones públicas, carecen de las mínimas condiciones para el diálogo.
Las sociedades rurales y en general en toda cultura oral, se disfruta mucho de las conversaciones llenando los ratos de ocio y de encuentros sociales. También depende de las edades de los intervinientes. Impedidos para muchas cosas, las personas maduras somos más dados a la conversación como forma de “pasar el rato”, que las generaciones más jóvenes.
Donde hay dos o tres cubanos juntos siempre hay una larga conversación, lo cual es una estampa habitual del pueblo cubano. Existen pueblos conversadores. Pero lo mismo ocurre en nuestros parques y jardines públicos concurridos por personas jubiladas.
Corremos el peligro de emplear los actuales medios de la técnica para convertir la red en un foro continuo de intercambio de frases. Mi mujer, sin dejar el bastidor donde trabaja hace frecuente visitas con la vista a su móvil recibiendo y mandando mensajes a nuestros hijos y nueras. Es una comunidad de intercambios. Y en la red no es tanta la información que recibimos, como la que producimos en forma de mensajes, donde lo virtual sustituye a lo personal.
Atrio, de vez en vez, se ve saturada y no por la continua presencia de unas mismas personas, sino porque olvidamos (entono mi mea culpa) que este lugar de encuentro ha sido concebido casi única y especialmente para promover el diálogo, que ha sido sistemáticamente retirado de todos los foros institucionales, públicos y privados. Pues lo que mejor lo define es en sí la búsqueda de un consenso. El debate y el diálogo se hacen incompatibles por lo que tiene el primero de contienda, lucha o combate, sin ánimo de la honesta búsqueda de la verdad.
Antonio Duato señalaba, no sin extrañeza, de que aquí, en nuestro foro, también se estuvieran reflejando diferentes maneras de ver unos mismos hechos a propósito de los sucesos venezolanos, sin lugar a un esclarecimiento de las circunstancias envueltas; cuánto más, añado yo, en los espacios que nos empleamos para enjuiciar, si se trata nuestras experiencias religiosas.
Quizás alguien concluya que nos está faltando base humana, o que hacemos manifestación palpable de nuestra carencia cultural, al menos algún interviniente donde yo me incluyo. Puede ser, pero me permito apuntar a otras causas menos genéricas.
Debemos hacer una distinción lo más clarificadora posible de los hechos de experiencias como fuentes de verdad, y aparte luego la construcción ideológica con la cual conformamos nuestros pensamientos. Lo primero son los ojos, los órganos necesarios y lo segundo son las gafas, dioptrías y colores elegidos, para su interpretación. El principio de realidad que nos da la experiencia ha de imponerse a nuestras interpretaciones. Así la interpretación será siempre una experiencia secundaria.
Lo segundo que quiero añadir, y aquí termino para no alargar demasiado el tema, consiste en que la doctrina sobre el diálogo partía de unas argumentos lógicos sobre una realidad que se vivía a partir de la última gran guerra en un mundo que se configuraba distinto, y cuya imagen se quebró con la revolución cultural del 68 (con el Mayo Francés) que hizo añicos los supuestos de todos los analistas. En España, nos beneficiamos, parcialmente, al final de la dictadura, porque todos nuestros esfuerzos se centraban en retornar a la Modernidad, y nuestro calendario histórico sufría un retraso de casi cuarenta años
Esto propone el DRAE acerca de “tertulia”, “conversar” y “diálogo”.
(De or. inc.). 1. f. Reunión de personas que se juntan habitualmente para conversar o recrearse. 2. f. En los antiguos teatros de España, corredor en la parte más alta. 3. f. En los cafés, lugar destinado a mesas de juegos de billar, cartas, dominó, etc. 4. f. Arg. y Ur. luneta (‖ asiento de teatro). 5. f. Cuba. Conjunto de localidades situadas en el piso alto de un cine o teatro. estar de ~. 1. loc. verb. coloq. conversar (‖ hablar).
Y esto otro de conversar. (Del lat. conversāre). 1. intr. Dicho de una o de varias personas: Hablar con otra u otras. 2. intr. Mil. Hacer conversión. 3. intr. desus. Vivir, habitar en compañía de otros. 4. intr. desus. Dicho de una o más personas: Tratar, comunicar y tener amistad con otra u otras. 5. tr. Ec. narrar.
Por fin, esto propone de diálogo. (Del lat. dialŏgus, y este del gr. διάλογος). 1. m. Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos. 2. m. Obra literaria, en prosa o en verso, en que se finge una plática o controversia entre dos o más personajes. 3. m. Discusión o trato en busca de avenencia. ~ de besugos. 1. m. coloq. Conversación sin coherencia lógica. ~ de sordos. 1. m. Conversación en la que los interlocutores no se prestan atención.
Conclusión: que parece que para la comprensión de la que “pule y da esplendor” el diálogo tiene un propósito más definido que la tertulia en llegar a algún consenso y es controversial por lo menos puede serlo para ese efecto y la tertulia podrá ser a veces o por momentos diálogo y el diálogo menos que ésta pudiera ser a veces una mera conversación en la que correría tácitamente el intento o la intención de comunicar algo.
No parece muy posible simplemente oponer una al otro (o viceversa) ni considerarlos equivalentes. (Cuento con que en vuestra bondad me sea perdonada la parte obsesionada de mi personalidad que no siempre funciona afortunadamente para mi Cuaresma.)
Hola Román!
Por favor, dile a tu esposa que te aregle un poco esa corbata,
porque no sé si está más para el Diáñogo o la Tertulia!
A propósito ¿qué es La TERTULIA?
Te lo pregunto porque lo único que has dicho de ella es lo que ella no es … un Diálogo.
Mientras “me quedo” “¡voy!” – Oscar.
Hay siempre una pregunta válida y es si cualquier forma de intercambio es comunicación y si cualquier comunicación es dialógica . O, a la inversa, si todo diálogo es comunicante y si todo comunicación implica intercambio…
Agradezco el mucho bien recibido en los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola y me parece que en muchos momentos del librito de las instrucciones su sencillez es extraordinariamente diáfana, sacándolo del mero marco de los Ejercicios y ampliándolo a la materia del diálogo, el servicio, la colaboración, la búsqueda en común o a solas, etc..
En la Proposición n. 22 de los Ejercicios, justo antes del Principio y Fundamento, Ignacio sugiere lo siguiente:
Para que así el que da los Ejercicios Espirituales como el que los recibe se ayuden mutuamente y saquen más provecho, hay que presuponer que todo buen cristiano debe estar más dispuesto a salvar la proposición del prójimo que a condenarla; y si no la puede salvar pregunte cómo la entiende, y si la entiende mal corríjale con amor. Si esto no basta, que busque todos los medios adecuados para que, entendiéndola bien, se salve. (El texto original obviamente utilizaba lenguaje inclusivo pero hoy día se sobran las mujeres que “dan” los Ejercicios Espirituales sin tener que justificarse por darlos y con mucha efectividad).
Salvando las distancias circunstanciales me parece que esa proposición represente una condición indispensable del diálogo serio, auténtico, en general. Hoy día fuera posible presentarlo como ejemplo de “escucha activa” [El “se salve” final quizás deba ser entendido como si dijera “sea salvada” (la proposición) porque a Ignacio le motiva siempre el servicio al otro].
Si hay alguna parte espinosa en su sugerencia, posiblemente sea la siguiente frase: “y si la entiende mal corríjale con amor”, aunque inmediatamente después Ignacio recomienda que la búsqueda continúe, desde luego, en el acompañamiento. Es importante que la corrección, que puede ser pertinente y que Jesús, según los evangelios, opinó sobre ella, siempre ocurra en el “amor”, es decir en el buscar el bien del otro/a primero que el propio, y Amar tiene una especie de plantilla en el texto paulino de 1 Corintios 13 que no hay que repetir.
No veo como el diálogo tenga que ser o pudiera ser diferente que teniendo en cuenta esa “manera”. Cada uno/a que se juzgue a sí mismo/a pero yo sé que me puedo apasionar y hasta embravecer en cualquier conversación y aislarme, y todo lo demás…aunque también sé regresar y reconocer mis fallos si los he visto.
Cuando alguien pontifica aplasta al otro/a. Quien sea experto en algo claro que opinará lo que sabe pero si le piden que se explique debe hacerlo… quizás al hacerlo se aclare a sí mismo/a además de ser mejor comprendido/a.
La competitividad no cabe en el espíritu evangélico porque siempre buscará eliminar al o a los/las contrarios/as para quedar victorioso/a.
El Evangelio de Jesús es incluyente, no excluyente, es servicial, no dominante, no se engríe, ni envidia sino se alegra del éxito ajeno como si fuera propio…
Las palabras pierden su valor por el uso indiscriminado que se haga de ellas y una de esas es la palabra “amor”. Con todo quien ha leído los evangelios sabe que amar implica algo que González Faus recomienda en sus meditaciones para los ejercicios: Amar es encauzar el Amor que hemos recibido y como el torrente del agua, al pasar por nosotros, el “agua” del Amor ensancha y profundiza, pule y desbroza todo lo que sobra. El agua termina por correr limpia y el cauce va quedando cada vez más libre de obstáculos.
El diálogo pudiera muy bien adaptar esa metáfora. Puede ser picante o escocer un poco alguna vez, pero en definitivas cuando lo anima la buena fe y el deseo de colaborar en la búsqueda de la verdad— sin pretender dominar o imponerse, pacientemente—aunque haya momentos en los cuales distanciarse un poco, retirarse a reflexionar a solas sea bueno para todos, siempre es posible.
Hola José Ignacio!
Te leo:
– “A partir de ese respeto, cada cual busca los mejores argumentos por convencer a los más posibles sobre cómo algo es más verdadero, bueno y bello que su contrario.”-
Estoy de acuerdo, pero pienso que eso es valedero en ciertos nichos o ámbitos del Diálogo. Los condensaría en los vocablos de “públicos”, “políticos” y “de negocios”. Estos ámbitos son sumamente superficiales comparados con los ámbitos que llamaría de “intimidad” y el de la “amistad”.
Pienso que la “primacía” del Diálogo como “lugar de encuentro” la tiene el ámbito de la “intimidad” ¿cómo buscar consenso con otro si no se está previa y al mismo tiempo buscando consensuar uno con-sigo-mismo?
La “intimidad” es también un “lugar” en el que nos-debatimos para con-vencernos. Y le otorgo la “primacía” pues fundamenta la “honestidad”.
Muchas veces, además, tenemos en nuestra “intimidad” más que verdades para convencer, tenemos dudas para compartir. Y las compartimos “dialogando”.
Y acá ya nos aceramos a ese otro ámbito del Diálogo que es la “amistad”, que es confianza. Dialogamos con el amigo, con el profesional de alguna especialidad, con el “Director espiritual” y/o “confesor”, etc. para contarle nuestros síntomas de penas y alegrías. El Porteño argentino dialoga hasta con la mesa del Bar, “esas mesas que nunca preguntan”
A estos ámbitos del Diálogo les doy la primacía frente a los demás que por eso llamo más “superficiales” para nuestra vida personal.
Pero resulta que en esos ámbitos principales casi no se da en dosis significativa el procurar “los mejores argumentos por convencer a los más posibles”.
Pienso que ATRIO como LUGAR DE ENCUENTRO está concebido y puede alentar un espacio para aquellos otros tipos de la variedad que también y “principalmente” cobija el concepto de “Diálogo”, ¿no te parece?
¡Voy todavía! – Oscar.
Tras leer o mejor dicho al ir leyendo el último párrafo de José Ignacio Calleja, me han venido a la mente, que calla, estas palabras, tan acertadas y llenas de sabia humildad, de un poema de Antonio Machado:
¿Tú verdad? no, la verdad;
y ven conmigo a buscarla.
La tuya guárdatela.
Gracias a todos.
Yo creo que el comienzo del diálogo es más sencillo de lo que decimos. El debate dialogado puede ser a cara de perro, la condición está en respetar al otro y dar siempre argumentos que el otro pueda contrastar; por tanto, dejar fuera todo juicio de intenciones sobre el interlocutor y su persona. Solo argumentos que objetiven el debate y fuera los juicios de intenciones o personales.
A partir de aquí -un diálogo muy sincero para dar con la razón común más que por tener razón- ayudará a mejorar ese diálogo; y si, por el contrario, jugamos las cartas al fallo del contrario, será un juego de palabras muy pobre. No hay compromiso en ellas, sino ganas de pillar al otro.
Pero el núcleo del método está en reconocer al otro como interlocutor válido; le creo que va tras la verdad, me respeta y lo respeto; no me permito dudar de sus intenciones de verdad y bien. Por eso no se puede dialogar con el que no te reconoce o está en el poder inaccesible. Con ese se puede negociar, pero no dialogar. A partir de ese respeto, cada cual busca los mejores argumentos por convencer a los más posibles sobre cómo algo es más verdadero, bueno y bello que su contrario. Siempre es “más que“, no “lo único que” o “lo evidente que“. Son mínimos. Pienso así.
Hola Román!
¿Comprendo bien tu párrafo Séptimo si lo leo así?:
– “el Diálogo es la búsqueda de un Consenso.
Pero se hace incompatible con el Debate
si no hay ánimo de una honesta búsqueda de la verdad.”-
……………..
¡Ok!
Pregunto:
* ¿Puede haber una “búsqueda de la verdad” que sea “des-honesta?
* ¿Una “búsqueda des-honesta de la verdad” no encerraría una contradicción en los términos mismos?
Tal vez sea ahí donde se da la “in-compatibilidad” con el Debate, cuando uno debate con-sigo-mismo.
Pero ¿Y qué pasa cuando el Diálogo es con Otros, que opinan diferente?
¿No queda siempre un lugarcito (mayor o menor) para la duda de que haya “Engaño”?
Tal vez la Valoración del Diálogo se ve calibrada por la ecuación “Confianza-Engaño” que se otorgan previamente los que Debaten, según sus historiales.
¡Una vez más se corrobora que el Camino de las Razones (aun y sobre todo las éticas) por donde trans-curre el Diálogo, dependen del Paisaje estético al que nuestro corazón se haya inclinado por cierto peso insobornable! ¿no?
¡Voy todavía! – Oscar.
Creo que la búsqueda honesta de la verdad va ajustándose, sin obcecadas resistencias, a la compleja y amplia realidad y, si de aspectos y relaciones humanas se trata, se enmarcan en la dimensión global de la Humanidad, sin posibilidad de marginar,olvidar o ningunear a los más débiles y por ello, más cargados de necesidades y con menos disponibilidad de los medios para remedio eficaz de las mismas.
El no llegar a esa meta global, no supone falta de honestidad racional, pero clara consciencia de dejar a otros detrás , huérfanos de la preocupación de quien razona, y enderezar la racionalidad meramente hacia objetivos de propio o de muy limitados grupos ávidos de poder, si es falta de honestidad y vicio de complicidad.
La pluralidad ideológica para poder ser homologada de rectitud, justicia y veracidad, no tiene que admitir que elementos carentes de la primera calidad humana de sujetos inalienables e iguales en valor, dignidad y finalidad conviertan los procesos razonables en entramado de sofismas, precisamente aportados, cultivados y defendidos para no aceptar aquello que podríamos llamar cualidad inalienable de la condición o realidad humana, en tanto MATERIA PRIMA existencial y relacional.
Hola Román
Unas preguntas
¿Cómo podrías discernir la intencionalidad de una persona para saber si el comentario que hace cuenta con “honesta búsqueda de la verdad” o carece de ella? ¿Sólo porque en vez de sumarse a un “consenso” se diga “no estoy de acuerdo” y se den argumentos de por qué no se está de acuerdo?
¿Sólo es “honesta búsqueda de la verdad” la que intenta llegar a una conclusión única?
¿Siempre carece de “honesta búsqueda de la verdad” quien debate ideas que no comparte? ¿No puede ser que alguna vez la honesta búsqueda de la verdad nos obligue a debatir ideas equivocadas?
Saludos