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Caín y Abel

ArregiCaín es el asesino culpable, y Abel es la víctima inocente. Parece muy claro. Pero nuestros juicios son inseguros, a menudo arbitrarios. En muchas guerras, un Caín vencedor es declarado ‘Abel’, y es declarado ‘Caín’ el Abel vencido. En cualquier caso, si Caín el malo no puede ser vencido, negociamos con él, en nombre del realismo; si podemos vencerlo sin negociar, entonces apelamos al derecho con énfasis y sentenciamos solemnemente: “Nunca se debe negociar con Caín”. Y hacemos como que creemos la mentira, o tal vez nos la creemos.

La historia de Siria y de Ucrania son el último ejemplo de nuestro oscilante criterio: Europa y Obama proclamaban, seguramente con razón, que el presidente sirio Bachar el Asad es un genocida, pero tenía aliados poderosos (Rusia e Irán, incluso China), y todo el mundo se ha avenido a negociar con él como lo más razonable. En el caso del presidente ucranio Yanukóvich, por el contrario, Europa y Obama se declaraban dispuestos a negociar con él hasta el último día, a pesar de sus matanzas, pero, inesperadamente derrotado a última hora, ya lo acusan de asesinato masivo y lo juzgarán por ello (si pueden, lo que parece muy dudoso, pues Rusia y el gas siberiano se interpondrán de nuevo).

Haríamos bien en modular nuestros juicios. Haríamos bien, sobre todo, en ponernos cada uno, al menos por un instante, en el lugar del otro, primero en el lugar del asesinado, pero también en el lugar del asesino declarado Caín. También Caín lleva un signo sagrado en su frente.

Recordemos la historia bíblica. Caín y Abel eran hermanos, hijos del mismo amor, de la misma carne. Eran muy distintos: “Abel se hizo pastor, y Caín agricultor” (Génesis 4,2). Dos modos de ser, dos modos de vida, dos civilizaciones. Y luchan entre sí, o al menos el uno lucha contra el otro, por envidia, por odio. Caín es figura del malo, Abel es figura del justo. Caín es el “culpable”, Abel es el justo. Pero miremos más de cerca: el texto no nos sitúa en ese registro de la “culpa” y de la “inocencia”.

¿De dónde le viene a Caín su odio a Abel? El relato bíblico lo “explica” de manera desconcertante: “El Señor se fijó en Abel y su ofrenda, y se fijó menos en Caín y su ofrenda” (4,4-5). La inexplicable preferencia de “Dios” por Abel sería la causa del rencor de Caín y de su asesinato. Es comprensible que Caín, al verse postergado, sienta envidia de Abel. Pero ¿es comprensible que “dios” discrimine a Caín? Es una forma de hablar. Una manera de decir que la envidia de Caín es incomprensible. Al decir que “dios” es el “último culpable” del odio y del crimen de Caín, el relato no quiere en absoluto imputar a Dios, sino “excusar” de alguna forma a Caín. Es una manera de decir que Caín no es la razón y la fuente última de su envidia y de su odio o de su crimen. Nadie es culpable absoluto.

Si hoy quisiéramos identificar las razones de este asesinato originario, investigaríamos las circunstancias económicas o sociológicas y las condiciones psicológicas o genéticas o biológicas, y tendríamos razón. Pero ese no es el asunto en el libro del Génesis (ni esa es la cuestión última en todos los crímenes). La cuestión última es la responsabilidad, no la culpa. Y al decir “responsabilidad”, no me refiero a quién tiene la culpa y quién ha de pagar por el crimen, sino más bien a quién responde de esta situación y está dispuesto a hacerle frente y repararla.

“Si obras mal, el pecado acecha a tu puerta y te acosa, aunque tú puedes dominarlo” (4,4-6), dice la voz divina a Caín. Es decir: “No busques culpables, Caín, fuera de ti ni siquiera en ti mismo; obra bien, y podrás levantar tu frente, alegrar tu cara. Y créelo, tú eres capaz de obrar bien, eres capaz de ser bueno”. En eso consiste la responsabilidad.

La cuestión más decisiva no es identificar la culpa y al culpable –¡tantas veces juzgamos de acuerdo a intereses ocultos o simplemente por error!–. La cuestión decisiva es curar las heridas infligidas, primero del que ha sido herido y luego también del que ha herido. Y nada remediamos castigando al malhechor, sino ayudándole a ser responsable y bienhechor, a reparar el daño en el otro y en sí. Impedir que vuelva a delinquir es una condición necesaria, pero no suficiente.

Así hace “Dios” en el relato del Génesis. No “castiga” a Caín, aunque pueda parecerlo en una lectura superficial. “Dios” se erige en primer lugar, eso sí, como testigo de Abel: ocupa su lugar vacío, y en su lugar toma la palabra, se hace su portavoz. “Dónde está tu hermano?” (4,9), pregunta a Caín, y le impide huir a la indiferencia y al olvido, seguir encerrado en sí mismo, cuando aquel le responde: “No lo sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?” (4,9). Sí, lo sabes, debes saberlo. Sí, eres el guardián de tu hermano, debes serlo, pues forma parte de tu propio ser. Si dejas de serlo, dejarás de ser tú mismo, condenarás tu propio ser. “La sangre de tu hermano me grita desde la tierra” (4,9). ¿Se trata acaso de una áspera acusación por parte de un Juez soberano? No, no se trata de acusación, ni de imputación, ni de severa petición de cuentas, ni de imposición de castigo, aunque el vocabulario (“la tierra te maldice”, “andarás errante y vagando por el mundo”…) pudiera sugerirlo.

“Dios” no castiga a Caín ni lo maldice. Le interpela y le hace tomar conciencia de su ser y de su acción. Pero no lo hace para que en adelante se arrastre bajo la angustia de su culpa, sino más bien al contrario: para que sea consciente de su propia dignidad, recupere la confianza en sí mismo, sea capaz de obrar bien y pueda seguir caminando sin miedo como hermano de su hermano muerto y de todos sus hermanos vivos. Caín ha de vivir, aunque sea errando por la tierra, como sucede en realidad con todos los seres humanos, sean Caín o sean Abel.

Caín tiene miedo: “El que me encuentre me matará” (4,14). No, nadie podrá matarte. Dios es testigo defensor de Abel, pero también es testigo defensor de Caín. “Y el Señor puso una marca a Caín, para que no lo matara quien lo encontrase” (4,15).

No es lícito matar al asesino. La venganza hace daño también al que se venga. El castigo del llamado culpable no cura a la víctima inocente. Lo que cura al uno y al otro es la humanidad: que el malhechor no haga daño y se vuelva bienhechor, que el asesino se vuelva guardián y protector de la vida del hermano, que la víctima abra su corazón y acceda a ponerse en el lugar del asesino.

¿Pero será posible? La señal grabada por Dios en la frente de Caín afirma que sí. “Dios” lo cree posible. Dios es esa posibilidad y esa fe, es esa señal de salvación en la frente de Caín, más allá de todos los crímenes y heridas de esta tierra. Más allá también de nuestros criterios, tan inciertos, y a menudo tan contradictorios, sobre la culpa y la inocencia, sobre Caín y Abel.



Para orar

¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.

¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.

Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.

Oración franciscana por la paz

36 comentarios

  • María Luisa Machado B.

    Hola!:

    Si obras mal, el pecado acecha a tu puerta y te acosa, aunque tú puedes dominarlo”
    (4,4-6), dice la voz divina a Caín.

    En el fondo, tanto de la exposición de Arregi, como de los comentarios, creo que subyace tácitamente algo que nos señala en ocasiones como  víctimas y en circunstancias, específicamente determinadas, como victimarios…

    Siempre he pensado que no se condena al hombre, sino al acto que comete…No se condena al pecador, sino al pecado…Dice S. Pablo, que: “la lucha no es contra el hombre, sino contra las huestes del  mal…” ( Ef 6:12) .Y… es que me parece que todavía no tenemos conciencia  real de lo que fue, es y será la consecuencia del pecado en el mundo, y especialmente para la humanidad, sea  cual sea la forma de interpretar cómo se cometió el primer pecado narrado en la biblia…y sea cual sea el motivo, la condición, el momento que nos induce a pecar…El hombre, sean cual sean,  “las circunstancias económicas o sociológicas y las condiciones psicológicas o genéticas o biológicas…”  transgrede las leyes,  las interpreta a sus criterios, busca subterfugios para violarla y acomodarla a sus intereses, las más de las veces, ocultos… El mismo hombre es “entonces”  el “responsable” de todo este “proceso”…pero, el enigma de todo está en cómo actúa o actuará DIOS con nosotros/as por haber pecado…

    En Caín se pone de manifiesto, la secuencia del pecado cometido: Pecado individual (Caín, no se frena, y la envidia le induce a pecar, individualmente es responsable …(???) de su acto…Pecado familiar (Caín y Abel son hermanos, y en el seno de la familia, se transgrede fundamentalmente la LEY DEL AMOR… Pecado social -estructural (“Abel se hizo pastor, y Caín agricultor” (Génesis 4,2). Dos modos de ser, dos modos de vida, dos civilizaciones. Y luchan entre sí, o al menos el uno lucha contra el otro, por envidia, por odio…”)… Por eso, yo me atrevo a decir que:  como en todas las épocas de la humanidad, el delito=pecado en muchas sociedades se institucionaliza… y he ahí, por lo que sufrimos, de una manera u otra, todas las sociedades, todos los países, todos los individuos, y en resumen, toda la humanidad…porque el pecado=delito, desde el nivel individual hasta el social-estructural, llega a escalar desde las más bajas hasta las más altas esferas del poder: político, económico, religioso, social…

    “9 Entonces el Señor preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?”. “No lo sé”, respondió Caín. “¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?”. 10 Pero el Señor le replicó: “¿Qué has hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo. (4,9-10)

     Es recomendable  leer todo ese hermoso Capítulo 2 de Santiago, pero lo que nos interesa más en este momento, es el versículo 13, que dice: “Porque el juicio será sin misericordia para el que no ha mostrado misericordia; la misericordia triunfa sobre el juicio. (Santiago: 2:13)

    Me pregunto, y si alguien puede y quiere, que me ayude a responderme: ¿Cómo podemos interpretar ese versículo de Santiago, con la sentencia divina a Caín desde el Génesis: “10…¿Qué has hecho?  “¡Escucha! La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo. 11 Por eso maldito seas lejos del suelo que abrió sus fauces para recibir la sangre de tu hermano derramada por ti”.?

    Sé que DIOS ES AMOR, y no concibo el castigo como un acto divino, pero no deja de interesarme,  despertar mi curiosidad,  intrigarme y hasta  preocuparme la idea de cuál será el destino de aquél TIRANO o TIRANA que termine, o por su causa se termine con la vida, no de un hermano, sino de millones de seres humanos, como tantos que ha habido en la historia universal…(¿¿¿???)

    María Luisa M. B.
     
     

  • George R Porta

    La oración franciscana es la oración de un Caín arrepentido y cambiado, que desea ardientemente “no-ser” el Caín fratricida convertido en custodio del bienestar de su hermano que nunca existió en el mismo relato aunque, puesto en el contexto del conjunto bíblico, incluyendo el NT, es el antecedente del creyente en el Reino, el pecador sinceramente arrepentido y receptor de la misericordia, el perdón.
     
    Por eso es contradictorio con la narración caínica proponer como texto para la oración al final de su reflexión la oración atribuida a Francisco de Asís que propone Arregui. No es que el texto franciscano no sea valioso en otro contexto, pero es inconsistente con la narración caínica en la que la deidad hace sentir a Caín responsable de haber caído a la zancadilla que la propia deidad le ha puesto.
     
    Al leer los argumentos entre las diferentes partes envueltas en la Guerra Civil, no puedo evitar anticipar con pavor lo que posiblemente espera a Cuba, y a Venezuela, y a otros pueblos del mundo, por ejemplo en África, una vez que de un sistema político, por la violencia, pasan a otro. Incluso si la transición fuera pacífica. El relato de Arregui pudiera referirse a ello y proponer, sin más y sobre todo sin reconocerlo como propósito explícitamente, que se espera el perdón recíproco entre las personas, sean víctimas, sean victimarios y sobre todo victimarios de sí mismos por causa de la propia violencia como Caín. Lo cierto es que hay demasiado “texto oculto” en una reflexión sobre Caín que no es explícitamente o directamente aplicable a la justicia pública.
     
    Los Códigos legales bíblicos son un esfuerzo por representar en el surgimiento de la nación, que posiblemente aún se encontraba en exilio, un modelo de israelita que como el Caín del relato, tendiese a asumir responsabilidad por lo que le correspondiere y que, como propone Arregui, pudiera recurrir a la Ley llamada Natural para reconocer sus propias fechorías, dolerse por ellas y enmendarlas. En esas circunstancias de altura moral, como Francisco de Asís, cabe la oración que expresa el deseo de una paz como nunca ha sido vista. Hubiese sido éste uno cualquier de nosotros los seres humanos, un Caín que se rinde impotente ante su proclividad a la violencia y reconoce su fallida autonomía porque como empleador o como empleado, como capitalista o como obrero, como profesional o como cliente no puede más que reconocer que la ambición desmedida le puede, la comercialización hasta de los mercados mismo le ha hecho adicto al consumismo y a la búsqueda de la satisfacción inmediata y desmedida. En fin, alguien que tiene que reconocer su incapacidad de ser autónomo y recurre a lo heterónomo, a las leyes que están fuera de sí, incluyendo lo que considera  “poder divino” para que le convierta no en “instrumento” de paz sin más, sino en “instrumento de la paz de Dios”.
     
    Eso mismo lo propuso de otra forma Reinhold Niebhur (ca. 1934) en su petición de serenidad que los adictos que buscan recuperarse han hecho mundialmente famosa y que yo hubiese preferido aunque lo sugiero con todo respeto por la selección de Arregui. He aquí la oración de Niebuhr (traducida del inglés por mí)


    “Dios, dame gracia para aceptar con serenidad las cosas que no se pueden cambiar, valor para cambiar las cosas que deban cambiarse, y sabiduría para distinguir las unas de las otras. Viviendo un día cada día, disfrutando de un momento cada momento, aceptando las dificultades como camino hacia la paz, tomando, como lo hizo Jesús, este mundo pecaminoso como es, no como yo hubiera querido que fuese, confiando en que rectificarás todas las cosas, si yo me rindo a tu voluntad, de manera que yo pueda ser razonablemente feliz en esta vida y Contigo supremamente feliz, para siempre, en la próxima. Amén.”
     
    Amiga Ana: En cuanto a atribuir a Dios algunos textos, me pareció bueno mirar a un artículo de Luis VEGAS MONTANER (Universidad Complutense de Madrid) sobre los antecedentes históricos de la Ley Mosaica, su dependencia de los códigos legales de las culturas circundantes y precedentes, y sus múltiples redacciones para diferentes propósitos en la propia Biblia. Este enlace lleva a su artículo: http://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=4&ved=0CDwQFjAD&url=http%3A%2F%2Frevistas.ucm.es%2Findex.php%2Filur%2Farticle%2Fdownload%2Filur0404220119a%2F26316&ei=Xm8UU6mfLuOv2wXVsYDwDw&usg=AFQjCNHZXkadoL2iGr32MRF3j-jPl9S1Ew





    De su artículo extraje el siguiente párrafo: “La característica general de los códigos legales bíblicos es su sentido religioso. Es evidente que en la redacción entraron diversos factores naturales: condiciones geográficas, económicas, sociales, culturales y psicológicas. Pero el factor principal es el religioso. La religión interviene como freno y como orientación positiva. Israel es una teocracia, cuya autoridad suprema reside en Dios. El jefe visible y temporal es un mandatario de la divinidad. Por eso se concibe el que Dios mismo dicte las leyes a Moisés. Los códigos hebreos, no tan elaborados en el aspecto técnico-jurídico como los orientales, desarrollan en mucha mayor medida que ellos el aspecto religioso. Las prescripciones religiosas sirvieron para preservar al pueblo del politeísmo, las morales para conservar una moralidad sana y elevada, las cultuales para tributar a Dios un culto digno y las penales para excitar en el pueblo la conciencia del pecado, ofreciéndole la posibilidad del arrepentimiento”.
     
    Este es un tema que me apasiona porque es crucial para quien desea confiar esperanzadamente en las promesas atribuidas a Jesucristo con o sin divinidad. En mi caso personal porque estoy me siento harto de ver cómo se pone en boca de Dios palabras que nadie le ha escuchado jamás decir si es que Dios, en efecto, habla utilizando algún lenguaje humano audible.
     
     
    La razón humana ha de alcanzar un grado de humildad que le permita el reconocimiento del Misterio para el cual carezca de explicación o que solamente es capaz de explicar progresivamente pero nunca sin verse limitada por un grado de incertidumbre. Por eso ningún reporte científico es aceptable si no estipula la probabilidad de error que permita atribuirle suficiente validez y fiabilidad.

  • George R Porta

    Amiga Ana: Gracias por leer semejante parrafada, larga pero lo mejor documentada que pude porque desde Frazier los etnólogos y antropólogos han hecho lo posible y lo imposible por proponer y demostrar que el ser humano se inventa a sus propias deidades y lo ha hecho siempre.
     
    Jesús, precisamente, entró en conflicto con las autoridades del Templo y los romanos posiblemente olfatearon la ventaja de destruir lo hebreo.
     
    La fe no es una facultad mágica de adivinación, sino esa habilidad exclusivamente humana de predecir con un grado inevitable de incertidumbre. Me gustará volver al tema y sustanciar esto que te respondo.  Un científico no intuye el camino que ha de seguir frente a determinadas líneas similares o yuxtapuestas de investigación simplemente porque tenga datos estadísticos que se lo aconsejen.
     
    Hace falta una cierta confianza razonable, prudente, el discernimiento, que radica en dejarse persuadir por una serie de datos en particular y esa facultad de análisis o pensamiento crítico hunde sus raíces en la que confianza que racionalmente espera, confía, pero no lo hace sin incertidumbre. No pocas veces las data iniciales han llevado a resultados inaceptables aunque pareciera originalmente que ocurriría lo contrario.
     
    Un abrazo cordial.

  • ana rodrigo

    Buen estudio el que has hecho, George, e interesantes las citas de lo muchos, supongo, estudios que se han hecho sobre esta historia de una sociedad antigua con concepciones religiosas propias de la época, sociedad y cultura de un contexto determinado.

    Y yo me pregunto si se han estudiado y hecho tantas interpretaciones y sacado tantas conclusiones de otros tantos textos religiosos de épocas y dioses antiguos, ¿se ha hecho con otros dioses?. El haberse sacralizado y hecho palabra de Dios a tantos (selectivamente, claro) textos bíblicos, nos lleva a conclusiones trascendentales por el hecho de haber metido como protagonista a dios y puesto en boca de un dios antropormifado determinadas palabras.

    Es cierto que los relatos bíblicos con toda su simbología y mitificación pueden ponernos en el nivel de actitudes y comportamientos humanos universales, pero yo le quitaría toda autoría divina, lo que desactivaría muchísimos textos bíblicos de la sacralización que se le ha atribuido.

    Y sería lo mismo que el desecho que hacemos de relatos brutales y bestiales atribuidos a dios en el AT, decimos, “eso no puede haberlo dicho Dios”, y lo desechamos. No tengo aquí el archivo de la recopilación de barbaridades contra la mujer del AT atribuidas a Dios, pero ya las he referido en diversas ocasiones.

    Eso de “dios dijo” habría que tratarlo con la relatividad  y la honestidad propia del texto y contexto de cada momento. Nos han acostumbrado a la normalización y hasta a la literalidad del “dios dijo”, y ya va siendo hora de cambiar el chip mental a la hora de leer la Biblia, y aplicarla a cualquier situación actual como si el dios de hace miles años nos hubiese dicho algo in eternum, si no es la reflexión de cualquier persona de la época.

    Este texto de Caín y Abel es un buen ejemplo de lo absurdo que supone seguir diciendo “Dios dijo”.

  • George R Porta

    Esto escribe Arregui: Caín es el asesino culpable, y Abel es la víctima inocente. Parece muy claro. Pero nuestros juicios son inseguros, a menudo arbitrarios. En muchas guerras, un Caín vencedor es declarado ‘Abel’, y es declarado ‘Caín’ el Abel vencido. En cualquier caso, si Caín el malo no puede ser vencido, negociamos con él, en nombre del realismo; si podemos vencerlo sin negociar, entonces apelamos al derecho con énfasis y sentenciamos solemnemente: “Nunca se debe negociar con Caín”. Y hacemos como que creemos la mentira, o tal vez nos la creemos.”
     
    Su error fundamental es servirse de una narración de injusticia personal (el fratricidio caínico) para ilustrar la injusticia pública o política, una distancia que la narración caínica no cubre.
     
    La Biblia defiende celosamente la distancia contenciosa entre lo privado y lo público. En otros textos bíblicos si ciertos requisitos eran satisfechos dicha distancia quedaba lícitamente cubierta y la justicia pública penetraba a arbitrar. (Cf. En castellano http://icjw.org/files/Spanish35Naso.pdf). En cuanto a la legislación bíblica en el crimen de adulterio vale la pena echar un vistazo comparativo a  los textos de Números 5; Lev 20).
     
    Aun recientemente, en el debate público sobre el uso de la Internet el tradicional al respeto rabínico por la distancia de lo privado a lo público es un referente (Cf. el conocido estudio de un profesor de la George Washington University Law School in Washington, D.C Cf. Jeffrey Rosen,  The Unwanted Gaze, Vintage; 1st Vintage Books ed., 2001)
     
    La práctica rabínica de enjuiciar duramente más a la mujer que al hombre adúlteros fue “suavizada” antes de la destrucción romana del Segundo Templo (Ca. A.D. 70) por la frecuencia del adulterio (aún en tiempos de Jesús), que persuadió a “los Sabios” comentaristas de la Torah (Cf. Mishna: Sotah 9.9, Tosefta 4.1) a reconocer la injusticia. (Cf. Olga I. Ruiz Morell, Las Aguas Amargas de la Mujer, la ordalía de los celos en el rabinismo, Biblioteca Midrásica No. 20, Ed. Verbo Divino.)
     
    En el caso de las narraciones evangélicas (Mateo 1, 18-19; Lucas 1, 1-7) José optó por mantener el repudio en secreto (siempre una opción exclusiva del marido) y eso impidió la lapidación de María la Madre de Jesús. La intervención de Dios por medio del ángel en el sueño de José legitimó en el texto la adopción por éste de un hijo de “otro”).
     
    Arregui no explica su paso de la moral o ética o justicia privada a la pública y ese es su defecto mayor y donde el reproche de manipulación o de intencionalidad implícitas encuentra su espacio legítimamente.
     
    Ni Abel ni Caín pudieron ponerse uno en el lugar del otro, ni en algún espacio de solidaridad forzados por la humildad de saberse igualmente capaces de cometer crímenes o de violar la justicia, para pensar en la misericordia o la posibilidad del perdón, el indulto, la amnistía. Abel por razones obvias. Estaba muerto. Caín porque nadie es responsable de que la naturaleza humana sea como sea aunque sea responsable de su conducta sobre todo si es creacionista.
     
    En la narración caínica la divinidad antropomorfizada es convertida en esta tercera persona que empuja a Caín a la responsabilidad. En estricta justicia, Arregui tuviera que culpar a la deidad creadora—ahora tutora moral del asesino—la responsable mayor. En efecto, creó la naturaleza vulnerable de Caín e igualmente la de Abel, pero provocó la rivalidad a sabiendas del riesgo (como antes había expuesto a Adán y a Eva a la tentación de la Serpiente).
     
    De modo inexplicable o arbitrario Arregui establece que Caín y Abel fueran “muy diferentes” en razón del oficio que desempeñaban. El comentario bíblico San Jerónimo, cuya reputación científica no es cuestionable, sugiere que el primogénito fuera Caín y además recuerda que frecuentemente el segundo hijo sea preferido—por razones históricas—en la narrativa bíblica.
     
    El relato genesíaco, en efecto, menciona primero a Caín (Cf. Génesis 4, 1-2; La Biblia, L. A. Schökel y Juan Mateos, Madrid, Cristiandad, 1986) y al hacerlo muy bien que pudiera sugerir primogenitura y se sabe que en la antigüedad, después de la dispersión de las Tribus del Norte durante el primer exilio, el resto tiende a otorgar al hijo segundo una cierta predilección como el hijo leal que ya en la leyenda abrámica de la predilección de Isaac es propuesta.  (Cf. Richard Clifford y Roland E Murphy O. Carm., Genesis, en The New Jerome Biblical Commentary,  N. Jersey, Prentice Hall, 1990, n. 6, 1-2, p. 13). Otros comentarios igualmente respetables técnica o científicamente no difieren en reconocer que nada se sepa de Caín hasta Génesis 4, 1-2 (Cf. Lawrence Boadt, in Genesis, The International Biblical Commentary (Collegeville, The Liturgical Press, 1998, 364-365 o el de R. N. Whybray, Genesis, The Oxford Bible Commentary, Oxford, 2001, 44-45).

    Hay una sugerencia arbitraria en este mismo hilo de http://www.Atrio.org argumentando el antecedente criminal de Caín para explicar su violencia y crimen. Génesis 4, 2 solo narra que Caín naciese primero y que fuese agricultor. En una familia patriarcal los oficios eran asignados. Abel tampoco pudo escoger un oficio menos ligado a lo “bajo” del suelo agrícola.
     
    Una divinidad caprichosa por antropomorfización (como un emperador o monarca humano) es la provocadora de la envidia de Abel y de la muerte de Abel. Caín es, no obstante, el agente del fratricidio, quizás intencionalmente, pero es legítimo argüir que no conociese la causal más profunda de su actuación. La narración omite una tal explicación.
     
    Algunos exégetas o escuelas exegéticas contemporáneas aluden a cierta animosidad entre agricultores demandantes de la delimitación territorial para la agricultora y pastores demandantes de lo opuestos. Exégetas contemporáneos reconocen la existencia histórica de ese conflicto pero no le atribuyen relación con el crimen caínico.
     
    Arregui comete un anacronismo deduciendo lecciones de antropología jurídica o de justicia política de unos relatos que la mayoría de los exégetas interpretan como expresión de la prehistoria humana según era entendida en la época que las narraciones etiológicas hebreas fueron compuestas para otorgar un punto de partida propio a la historia posterior de Israel. (Cf. Nicoló M. Loss, La dottrina antropologica de Genesi 1-11, en L’Antropologia Biblica, Studio Biblico teologico Aquilano, Napoli, Edizione Dehoniane, 1981, 141-206).

    Hay una distancia enorme desde estas narraciones de la Torah (la Mishna testifica su interminable indefinición interpretativa) y la justicia jesuana del perdón. Ésta solamente crea una obligación de la víctima (si desea seguir a Jesús) a perdonar personalmente como propone Ana, aunque lo hiciera contraviniendo la justicia pública que demanda castigo, incluso si lo hiciera para satisfacer la obligación evangélica de perdonar ad infinitum (o en el texto de Mateo 18, 22).

  • ana rodrigo

    Querido José Ignacio, ayer vi en Redes Cristianas que has escrito un libro (además, gratis) sobre este tema, de lo que deduje que allí habrás tenido ocasión de fundamentar lo que dijiste aquí en tu comentario. Acabo de compartir con vosotros  que mis circunstancias en este momento y, mucho menos, mi capacidad y formación, además de la limitación de un pequeño comentario, a lo que debemos añadir la complejidad de estos temas y la casuística correspondiente, producen desencuentros dialécticos o falsas interpretaciones que en otras circunstancias no se producirían.

    He puesto el ejemplo de los pederastas en mi comentario dirigido a María Luisa o de los genocidas. Una vez leí que l@s cristiana@ tenemos licencia para pecar indefinidamente ya que siempre estará el Dios perdonador en los confesonarios. Y ¿eso tiene relación con la justicia cuando el daño es a terceros? A eso me refería cuando hablaba de mezclas y de solapar cuestiones. Pero, como he repetido ya, cada caso y, cuanto más complejo es, mayor dificultad entraña, hay que analizarlo por separado.

    Respecto al tema que subyace muy sutilmente en el comentario de Arregui o que tú explicitas, es decir el terrorismo de ETA, es muy poliédrico y cada caso requiere su tratamiento, sin ambages o autoengaños: las víctimas, el acercamiento de los presos, la reconciliación del pueblo vasco, el apoyo y justificación terrorista de multitudes en las calles, las demandas nacionalistas, etc. etc.

    José Ignacio, te pido mil perdones si de lo que escribí ayer se deducía el que yo te adjudicase a ti la mezcla y el solapamiento de temas incompatibles igual que el agua y el aceite. En realidad quise generalizar la teoría del peligro de hacer mezclas.

    Espero que esta pequeña explicación haya aclarado algo.

    Respecto a separar ética y cristianismo, diría que el cristianismo siempre debe tener como fundamento la ética, aunque no siempre coinciden la ética cristiana con la ética civil (volvemos a la casuística). El divorcio o el aborto no entran en la ética cristiana, por ejemplo, mientras que la sociedad tiene legislación al respecto según consensos sociales o fundamento ajeno a la ética cristiana.

    Tengo que dejarlo aquí.

    Un abrazo a la comunidad atriera a la que tengo un poco abandonada por circunstancias ajenas a mi voluntad.

  • m. pilar

    ¡Gracias José Ignacio C.!  Por su regalo; espero leerlo con gusto desde mi Kindle.
     
    Y gracias por asomarse muy de vez en vez… siempre nos anima a seguir buscando.
     
    mª pilar

  • ana rodrigo

    Siento que mis circunstancias actuales me impidan la concentración, atención y tiempo para no caer en confusionismos con mi deficiente explicación, pero mi nieto de un año y su hermana de nueve entreteniéndolo, y yo, sin poder aislarme me hacen difícil la precisión. Voy a intentar hacer lo que pueda..

    Querida María Luisa, cuando he hablado de entidad propia, quería decir que el nacionalismo tiene su propia entidad como para afrontarlo debidamente, y que el terrorismo también la tiene, pero querer justificar el terrorismo por ideas legítimas, es mezclar cuestiones totalmente opuestas. Matar a gentes que nada tienen que ver con las ideas de otros, a eso llamo yo hacer mezclas. Perdonar es una cosa y hacer justicia es otra, aunque las dos pueden darse juntas; Por ejemplo: seguro que muchos pederastas han creído recibir el perdón de Dios en la confesión, pero nadie les ha puesto en manos de la justicia. Lo mismo podíamos decir de Franco o de Pinochet, comulgando y creyéndose perdonados, pero sin que se haya hecho justicia por todos sus crímenes. En fin la casuística es inmensa, y la generalización a veces no aclara suficientemente lo que queremos decir.

  • Javier Pelaez

    Calleja,el perdón a los enemigos forma parte de la moral supererogatoria,no puede  ser el fundamento de una moral civil….Pongamos la transición española que declaró la amnistía de determinados delitos de los franquistas y de otros de sangre de otras personas.Su fundamento no fue evidentemente el perdón de los enemigos sino la reconciliación,los fantasmas de la guerra,etc.Por cierto,que algunos hablan en Euskadi de justicia transicional y hacer una segunda transición y amnistía con lo que les van a hacer un flaco favor a los grupos de memoria histórica antifranquistas que justo quieren derogar la ley de amnistía…

  • José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete

     
              Una última y tardía idea-resumen. Creo que en el fondo, tenemos miedo de que así como la caridad se desvirtuó en beneficencia frente a la injusticia social, el amor y la reconciliación se desvirtúen de nuevo en injusticia contra las víctimas; y en los dos casos, a favor de los que no tienen escrúpulos. Lo que le sucedió a Jesús, ¿no? Pero el remedio no es dejarlo de lado.

  • José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete

               Veo que mi entrada ha provocado que siga el diálogo. Pues me alegro y leo. María Luisa, gracias, y verás que no he dicho nada de Arregi; pienso que lo que quiera decir, que lo diga él. Su entrada me sugirió una reflexión derivada, pero distinta respecto de la suya. Itxaro, qué diré, que te he leído al final y yo no sé decirlo así de bien, porque de fondo, a eso apunto.
     
               Ana, no te voy a convencer de nada, entre otras cosas, porque casi siempre me siento muy cerca de lo que dices. Tanto a Arregi, antes, como ahora de mí, hablas de que tenemos intereses espurios. Ana, no puedes decir eso; es un prejuicio tuyo. Es como si yo dijera que tú tienes intereses ocultos en lo que dices. No, no lo digo, ni lo pienso. Lo que dices lo piensas con toda honestidad, si bien a mí me parece que separas con demasiada facilidad ley penal justa y convicciones utópicas ante ella. De eso hablo. Y no lo comparto. Separas ética y cristianismo, y tampoco lo comparto. Identificar, no, pero separar, tampoco. Sería demasiado fácil. Tendríamos que dialogarlo y seguro que andamos cerca.
     
               Más profundamente, yo defiendo sin ambages la justicia democrática; quien ha cometido un delito terrorista tiene que soportar el peso de la ley contra él; más si cabe que en cualquier otro delito. Y estoy contigo en que el perdón es un acto personal, se mire como se mire; desde la fe o desde la sola antropología. De acuerdo. Por tanto, no los mezclo, sustituyéndolos en el ámbito jurídico. Seguramente parece que lo hago, pero no es así. Si he dado pie a ello, pues no. Reconozco la suficiencia ética de un sistema penal democrático como el español, y desde luego, sus insuficiencias mayores no son las que tenga contra ETA, sino contra otros delincuentes ricos, o, si los encarcela, contra otros delincuentes pobres.
     
               Pero no me conformo, ni como humanista, ni como cristiano, con ese concepto de justicia penal democrática aplicado sin reserva crítica alguna al delincuente. Siento desazón. Y me preocupa la convivencia de los vascos en el futuro. De esto iba la cosa, y me pregunto, ¿estaré identificándome muy rápido con esa justicia penal sin haber mascado algunos elementos morales del evangelio, y haber pensado si tienen alguna virtualidad personal y también social? Y en esa potencialidad social, ¿habrá alguna traducción que no falsifique la justicia penal democrática y su autonomía, pero que le brinde reclamos que nos humanizan y pacifican más fácilmente a todos? ¿Habrá reclamos sobre el perdón y la reconciliación, – cosas de mi creencia -, que brinden a la vida social una acepción más humanizadora y sanadora para todos, que el solo “púdrete en la cárcel”, “te odio” y “te lo mereces”? ¿Valdrá de algo esta perspectiva para el futuro de la convivencia de los vascos? Y ¿no ha de ser esta también un problema de la justicia penal democrática? Solo es esto. Si alguien cree que esto es una manera farsante de encubrir una amnistía, yo lo respeto, salvo en lo de “manera farsante”. No tengo la mínima voluntad de pedir una amnistía. Me parecería injustísimo. Solo que no me rindo en cuanto al efecto social de la particularidad de la moral evangélica de la reconciliación, sin quiebra de la justicia.
                
     
               Por eso digo que en ética cristiana –no sé si también en moral humana – (María Luisa, dice que sí; y Peláez, por otras razones que comparto, también; pero los filósofos que leo, me dicen que en pura ética laica, no), insisto en ética cristiana, y como un indicativo –no como un imperativo- creemos que el perdón de Dios es una experiencia personal del creyente que le invita a que alcance a sus enemigos. Nadie va a sustituir a la justicia humana y democrática por esto, sino que como creyentes, nos preguntamos si –de resultas de esa convicción sobre el amor, el perdón y la reconciliación- podemos aportar experiencias, actuaciones e interpretaciones más humanizadas de la justicia punitiva a favor de la restaurativa, sin falsearla; y nos lo preguntamos para todos los penados, y no primero ni ante todo, de los terroristas. Reconozco que esta pregunta ha tomado más auge en este momento, y esto la hace más sospechosa de interesada.
     
               Esto era todo. Y concluía, que la capacidad alternativa que la gratuidad cristiana ve en el Evangelio, y su carga utópica para la vida social, no deberíamos perderla con respecto a la justicia penal democrática, muy dependiente en su propósito punitivo y de equivalencias. Tanto más si me inquieta qué aportar a una convivencia social de los vascos, justa, digna y posible. El momento puede no ser el más oportuno para este planteamiento y las víctimas del terrorismo entiendo que –en su mayoría- no me entiendan. Aunque esto mismo habría que verlo. Conozco gente que lo entiende.
     
               Si a otros os parece muy enredado esto -innecesariamente y más ante el terrorismo totalitario de ETA-, yo lo entiendo, pero para convivir en el país vasco, no me resigno a dejar de lado las virtualidades sociales de la conciencia evangélica en este tema.
              
               Un saludo cordial. Por cierto, he colgado en la red un ensayo-novela con este tema. La descarga es gratuita, http://www.bubok.es/comprar/Dias-de-niebla-y-plomo/id=231074. No sé si es un abuso hacer esto en Atrio.

  • Itxaro

    Cuando leo el intento desaforado de una persona cristiana y erudita como Arregi en intentar buscar una salida a la cuestión del enfrentamiento entre distintas ideologías en nuestra tierra, me acuerdo de la figura de Mandela.
    Mandela inicio su toma de contacto con una realidad totalmente injusta de la preponderancia de los blancos sobre los negros de Sudafrica con la utilización de la violencia.
    Fue condenado por una ley ciertamente muy justa y democrática que penalizaba el uso de la violencia. Pero por otro lado esa ley no se oponía a la situación de franca violencia estructural de la sociedad, es más, seguramente era en parte sustentador de esa injusticia.
    Su estancia en la cárcel produjo en él un cambio profundo en su actitud de protesta. Dejo las armas, la violencia y fue el catalizador de un movimiento sin parangón.
    Su actitud de perdón, de no responder con odio y resentimiento venció el muro de incomprensión y cerrazón de sus oponentes. Inaudito. Pero cierto.
    Es que no queda claro? No fue el perdón, la no violencia el motor del cambio?
    Solo esa flexibilidad, esa honestidad, esa humanidad, esa transparencia humana nos puede devolver la justicia, la dignidad, la esperanza, la sanación.
    Qué hay de incomprensible en sostener que el perdón, la generosidad, la humanidad son lo que devuelve la paz y la esperanza a un pueblo?

  • M.Luisa

    Ahora, al pulsar, George, he visto tu comentario y como me he quedado ahora a la noche sola y un poco tranquila  aprovecho para agradecértelo. Pero para mí  esto de quedarme hasta tan tarde es  algo  excepcional ya que desde hace tiempo  comienzo el día  a las cinco de la madrugada y ya  a estas horas  de la noche  estoy  de retiro absoluto, es decir durmiendo, je,je!. Sólo decirte pues,  que estoy de acuerdo contigo  sobre todo en lo que dices respecto  al antropomorfismo, pero no sólo esto, sino que  además  antes,  al ojear de pasada   el hilo donde sacas a colación  la vertiente poética de Einstein  me has provocado el momento más placentero de todo el  día. Por lo demás creo que has estado genial…
     
    Buenas noches, amigo!

  • M.Luisa

    Lamento en esta ocasión  disentir contigo,  Ana,  pienso que la exposición de tu  comentario, de las  14.53 adolece de rigor si con él es como queremos abordar  este asunto tan complejo.
     
    No es ninguna sutileza hacer caer en la cuenta de que no   es lo mismo “mezcla” que “combinación”, creo que  descartando lo segundo has pensado más  en lo primero  dado que, como  hablas de entidades,  piensas que José Ignacio juega con ellas mezclándolas.  Descartemos  de entre todas estas entidades que nombras las de nacionalismo y terrorismo y quedémonos con las otras    ¿Realmente crees que son solamente eso, entes?, o más bien se debería hablar de  realidades?  Es decir,  de lo real  del  concepto de  justicia y de lo real del  concepto de perdón, por ejemplo. Porque si de realidades se trata estas  no admiten mezcla alguna y sin embargo  en cuanto tal   ambas combinan muy bien.
     
    Según he entendido,   José Ignacio implícitamente en la expresión que transcribo  de él a continuación     ha dejado en  claro esta  posible combinación  que existe entre estas dos realidades
     
    “Pero ¿por qué en este tema no hay nada particular que decir desde la alternativa cristiana del perdón, sin que signifique obviar la justicia democrática?”
     
    Claro aquí, aunque haya quienes  no les suponga  ningún impedimento,  puede ser llamativo para algun@s   circunscribir  el perdón solamente en el ámbito  cristiano    y  serles difícil no ver  en el perdonar   un acto, una habitud ética   constitutiva de nuestra propia  condición humana  que,  por serlo, en principio,  no está necesitada  de  ningún  adjetivo. En cualquier caso si hay voluntad  de comprensión bien,  se puede en el contexto seleccionado  llevar a cabo esta  pequeña salvedad.   ¿Es esto  acaso  mezclar o manipular ideas de forma espuria?

  • m. pilar

    Parece que no hemos aprendido ¡¡¡nada!!! Después de tantas guerras y tanto dolor.

    Rusia acaba de sacar a la calle y enviado a Ucrania sus tanques, así, que si no empieza a trabajar el sentido común, en la capacidad de administrar la diversidad, en el mirar y buscar  la manera de vivir que desean ambas partes, tenemos a las puertas otra tremenda guerra.

    La muerte sin sentido volverá a regar las calles, los odios volverán a campar a sus anchas y luego cuando todo pase ¡otra vez!
    El duro enfrentamiento, y ambas partes volverán a enfrentarse por años sin encontrar la manera de perdonarse, comprenderse, ayudarse, respetarse.
     

    ¿Dónde empieza el mal?
     
    Unos quieren más libertad de pensamiento, otros la obediencia ciega a su poder…
     

    Esto es un “canto” que jamás parece tener fin.
     
    ¿Qué es antes, el “pecado o el pecador”?
     

    Sigo pensando sin entrar en política ni en ningún color, que siempre hay un poder mayor que deforma todas las realidades.
     

    No hay terrorismo o muerte en sí misma, sin que haya tenido algún motivo para comenzar; ni poder, que no se haya saltado a la torera toda norma de justicia y ecuanimidad ante los proceso de lucha.
     

    La muerte es muerte venga de donde venga, y esta siempre es cruel y muy dolorosa porque siempre es:
     

    ¡¡¡Injusta y muy cruel!!!

    mª pilar

  • George R Porta

    Estimada Maria Luisa: Espero que encuentres algun momento para descansar y te agradezco que hayas hecho el esfuerzo por explicar tu comentario. Gracias. Usualmente me abstengo de opinar en materia pol’itica de Espa~na o de otro lugar excepto Cuba o los EE UU que me tocan de cerca. Mi inter’es en el relato de G’enesis es mas bien teol’ogico o exegetico y por eso hice algunos comentarios al respecto.

    Pienso que sea propio valorar el pasado de conjunto y en conjunto, mirando a la Biblia, el AT se movi’o desde los relatos genesiacos muy influidos por la jurisprudencia ugaritica o mesopotamica, babilonica, persa, primitiva o como se le quiera llamar, en el caso de los cristianos en cualquier consideracion contemnporanea sobre la justicia y la etica a nivel personal, nacional o internacional no se puede referir el tema a aquellos relatos sin prescindir del aporte de Jes’us que entiendo que para Arregui sea importante o decisivo.

    De ah’i mi cr’itica de una literaria que como fuente de referencia jur’idica o jurisprudente envuelve a una divinidad que actua como si fuera un ser humano, algo que al aceptar a Jesus en el panorama, lo mismo atribuyendole la divinidad o no, deja de ser efectivo o propio. El Dios de Israel al que hace referencia Jesus no es el dios antropomorfico de Genesis y en cierto modo del Templo en su epoca.

    Estoy seguro de que sabes esto pero lo aclaro por esclarecer la razon de mis comentarios que no iban dirigidos a nada que tuviera que ver con la situaci’on de Espa~na en cuanto a la justicia, la Republica y el Franquismo. Por eso me preocupa plantear desde mi punto de interes que en la epoca en que los relatos genesiacos fueron escritos y aun una buena parte de los cinco libros o tratados que componen la Torah Israel mantuvo politeismo al menos intermitentemente, cosa que en los tiempos de Jesus ya era castigado como idolatria y parecia superado aunque aun hubiera supersticiones etc.

    Un abrazo agradecido por tu cordialidad como siempre.

  • Javier Pelaez

    Quise decir “claro que de pende para qué”.

  • Javier Pelaez

    Yo.sin embargo,creo que una ética civil sobre el final del terrorismo si tiene que incorporar conceptos como perdón…Claro que para qué.Para mí es evidente que para formar un relato de lo qué pasó y convivir es màs útil la postura de los presos de la vía Nanclares que piden perdón que el utilitarismo de algunos sectores nacionalistas para los que esto es una justicia transnacional que parte de la hipøtesis de que unas violencias justificaron otras.Probablemente para que los presos salgan de la càrcel tendrán que pasar por la vía de pedir perdón…Sin embargo,no veo que sea necesario esto del perdón ni para acercar presos,ni para poner en libertad a Otegi y otros…La dispersión obedeció a causas y motivos que quizá la justificaban como excepción en determinado momento.Estos motivos ahora no concurren con independencia de lo que haga ETA.El encarcelamiento de Otegi y de otros en similares causas obedeció a las ” teorías dl entorno” de Garzón que sean acertadas o no,ahora son innecesarias.Creo que estas medidas no requerirían ni perdón ni nada parecido.

  • ana rodrigo

    José Ignacio, no veo procedente mezclar cosas que tienen entidad propia en sí mismas. Por ejemplo: justicia y perdón, nacionalismo y terrorismo, cristianismo y ética, etc.; quien quiera hacer un cóctel y agitar, allá cada cual, pero pienso que es una manera de solapar la entidad propia, como acabo de decir.

    Pienso que el perdón es cosa de cada víctima, sea cristiana o lo que quiera ser. Y, en todo esto, hay muyyyy poquitos terroristas que han pedido perdón y se han manifestado arrepentidos de lo que han hecho. Y tiene su lógica: el terrorista lo ha sido por unas ideas por las que ha matado, pedir perdón a quienes pensaban diferente a ellos, supondría renunciar a sus ideas, siendo tan fácil reconocer sus ideas por un lado, y sus actor por otro lado.

    Tampoco veo porqué habría que aplicar aspectos cristianos al terrorismo etarra y no hacerlo con terroristas franquistas, como se ha hecho con estos últimos y que a algunos y a algunas tanto nos repugna.

    El terrorismo son organizaciones civiles, con fines civiles e, incluso, las ha habido cristianas, todas organizaciones igual de condenables ateniéndonos a la justicia civil. El evangelio lo que aporta es el rechazo a la violencia antes y, para quien pueda y quiera, el perdón, después.

    La novedad del evangelio es justicia (ética civil) y perdón (actitud personal e individual) y no hay que manipular estos conceptos con intereses espurios.

  • ana rodrigo

    Pepe Sala, me alegro que hayas coincidido con lo que he dicho, debe haber sido que yo me he expresado con mayor claridad que en otra ocasiones, porque mi actitud ha sido siempre la misma.

    Me ha indignado más, si cabe, el terrorismo franquista por los paños calientes que se le han puesto desde el poder constituido, por la tolerancia con la que se ha tratado y se sigue haciendo, porque, después de 70 años, se siga con miedo de plantarle cara y llamarlo por su nombre y porque se quiera echar tierra encima con razones absurdas, habiendo con hay víctimas sangrantes que aún están pidiendo con ¡tanta humildad!, sin odio, sin rencor, cosas tan elementales como sacar los restos mortales de sus familiares de una miserable cuneta, como si pidieran un favor, ¡dios!, es un derecho.

    Me gustaría que esta justicia no tuviese que esperar otros 70 años con las víctimas de ETA.

    De eso a que, tanto las víctimas por ser víctimas quieran hacer política, como los terroristas porque se crean los salvadores de la patria quieran hacer lo mismo, hay un trecho. Si rechazo el que franquistas colaboradores del terror hayan hecho política, también rechazo el que los asesinos confesos y condenados quieran hacer lo mismo. Y aquí el pueblo vasco tiene mucho que decir.

    El perdón es otra cosa.

  • Juanel

     
    Pues no sé si Arregui ha conseguido reinterpretar el relato de Caín y Abel del Génesis, no leyendo literalmente la acción del Dios del pueblo de Israel hacia la época del exilio, sino cómo se debería leer el texto bajo la perspectiva del Dios de Jesús de Nazaret. Creo que es un buen ejercicio por supuesto anacrónico, pero quizás Arregui retuerce e invierte demasiado el texto. Es verdad que en el texto el Dios de Israel no fulmina al asesino de su hermano con un rayo vengador aplicando el “ojo por ojo” o “vida por vida”, sino todo lo contrario lo marca para protegerlo. Sin embargo, no disimula el asesinato, lo condena a errar por la Tierra. El texto por tanto no justifica la pena capital. Algo es algo.
     
     
    El Dios del pueblo de Israel es fuertemente discriminador, pero no lo es menos el Dios de Jesús. Éste escoge a su pueblo, el pueblo de Dios, a los pobres y humildes de la Tierra y aquellos que les dan de comer y atienden a sus necesidades. No es indiferente, no le da exactamente lo mismo una cosa que otra, no escoge por igual a los verdugos y a las víctimas…. Ciertamente el pueblo de Dios, el de Jesús, no es el del pueblo de Israel del AT determinado por la raza y la religión. Dios escoge a Abel en lugar de Caín porque se pone del lado de las víctimas y no de los verdugos. Si Dios escoge y se complace en la ofrenda de Abel es porque conoce su ofrenda pura y sincera, le ofrece lo mejor que tiene, si rechaza la de Caín es porque conoce que su ofrenda está contaminada de envidia y asesinato. Si Caín quisiera ofrecer algo a Dios de verdad, debería antes haber arreglado lo suyo.

  • M.Luisa

    Bien, José Ignacio, me has facilitado enormemente mi tarea, por eso me permito ese inciso en mi agenda tan repleta   en estos días.   Pienso que tu reflexión  es equiparable con la que Arregui  esperaba  se le extrajera de su escrito. Cuando irrumpí, tras las  oposiciones a él, descartando, eso sí,  la expresada, precisamente,  por George ya que comprendí que por su reciente incorporación en este foro desconociera  del todo  la personalidad del autor,  lo primero, pues, que me movió al irrumpir,  fue  mi extrañeza de ver cómo  ¿si normalmente  es bien acogida la profundidad en la que Arregui trata sus temas,  como puede ser que de repente  uno de ellos se les haga   incomprensible?  Los temas pueden ser variables  pero la   profundidad de  los mismos  es formalmente coincidente  y hace romper con la   arbitrariedad que presentan en su trato superficial que es donde en este caso la justicia punitiva alcanza su  meta.
     
    Gracias, pues, José Ignacio,sólo decirte que deberías entrar aquí con más frecuencia

  • pepe sala

    Con la venia:
     
    Ana Rodrigo, lo que has escrito es lo que mejor te he entendido durante los años que llevamos escribiendo en ATRIO.
     
    Si todos-AS quienes participan aquí escribiesen las cosas tan claras ( dentro de las diferentes opiniones) otro gallo nos cantaría…
     
    Celebro coincidir contigo al 100 % en esta ocasión.
     
    Bueno, pues.

  • José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete

    No sé –Ana y otros- quizá en cuanto al terrorismo o los terrorismos estáis hablando como juristas demócratas con una sólida ética laica. No es poco y es lo habitual entre los mejores de la ciudad. Enseguida tememos que otro planteamiento niegue esta ética o encubra intenciones ocultas y aviesas. ¿Por qué? Pero ¿por qué en este tema no hay nada particular que decir desde la alternativa cristiana del perdón, sin que signifique obviar la justicia democrática? ¿Sólo porque no hayamos de obviar esa justicia, hemos de temer pensarla –como cristianos- en el horizonte del perdón de Jesús siempre ofrecido y adelantado a la conversión del pecador?
     

               En el terreno de la gratuidad de la praxis “moral” cristiana –más que moral, de la santidad cristiana-, ¿no tenemos nada que decir alternativo a la justicia punitiva, no ya negándola, sino ni siquiera prolongándola tras otra intención sanadora del victimario –y en caso de odio – de la víctima, y en ellos, los demás? ¿Por qué en este tema nos identificamos a pies juntillas con las metas de la justicia punitiva? Decimos, porque tememos añadir dolor a las víctimas del terrorismo. Y entonces, para evitarlo, ¿nos callamos cualquier lectura interpelante del conflicto humano a la luz de las bienaventuranzas, no sea que la justicia humana sufra?  
     

               La justicia humana democrática tiene un valor incuestionable contra el terrorismo, pero un cristiano no puede pensar que, más de esa justicia, no hay más ocultamiento nacionalista contra las víctimas. Imaginemos la misma regla en relación a las demás víctimas –no las equiparo- de tanta injusticia social. Se trataría de cumplir la ley común democrática y callar. ¿Por qué en este supuesto el Evangelio sí nos permite reaccionar incluso ante la ley justa, y llevar las exigencias al terreno de lo no debido, de lo dado a fondo perdido? Algo no encaja en el modo como los cristianos estamos aproximándonos  a la justicia con las víctimas, por temor a caer en manos de los terroristas. Pagamos el precio de callar cualquier novedad del Evangelio en el tema, no sea que las víctimas no lo entiendan y les daña más. Hay que pensar esto.

  • ana rodrigo

    Saramago escribió un libro titulado Caín, donde evidenciaba el absurdo del relato y, para mí, dicho relato bíblico queda invalidado para cualquier moralina. Y no porque lo haya dicho Saramago, sino por la división entre buenos y malos, el que dios premie aleatoriamente a quien él considera bueno y deje a Caín vagar por el mundo sin saber porqué había premiado a su hermano. Estos caprichos divinos no entran en nuestra mentalidad con un sentido de la equidad y de la justicia como la que tenemos en esta sociedad. Es aquí donde yo he visto el fallo de que Arregui haya utilizado esta historieta para sacar conclusiones trascendentales.

    Por lo demás, si hablamos de terrorismo, pues hablemos de terrorismo, pero no camuflemos  el tema bajo reflexiones generales.

    Como dice Honorio, en este tema cada cual arrima el ascua a su sardina, lo que hace más complejo si cabe el tema. Con ley o sin ley, el terrorismo es terrorismo, las víctimas siempre son las perdedoras, y la salida de estas situaciones siempre es compleja.

    Yo pido lo mismo para las víctimas del franquismo que para las víctimas de ETA, y pido se haga justicia igual con unos terroristas que con otros. Los muertos/as y mutilados/as no entienden de justificaciones “políticas”. Ni nazis, ni franquistas, ni etarras (por referirme a los más recientes, hay muchos otros terrorismos en el mundo), ni nadie de ese pelaje debe irse de rositas y mucho menos dar lecciones de moral y de democracia.

  • M.Luisa

    Estimado George, esta mañana tras pulsar mi breve comentario  salía hacia Barcelona y no me podía entretener. Ahora al ver tus comentarios (el segundo todavía lo he de leer) me apresuro a decirte que  este fin de semana lo tengo un poco  complicado  pero así que disponga de tiempo y de  tranquilidad,   intentaré   explicarme.   A ver si entretanto lo hace Arregui.
     
    Un abrazo!

  • George R Porta

    He aquí tres  momentos del artículo de Arregui que me parecen significativos:
     
    “Si obras mal, el pecado acecha a tu puerta y te acosa, aunque tú puedes dominarlo” (4,4-6), dice la voz divina a Caín. Es decir: “No busques culpables, Caín, fuera de ti ni siquiera en ti mismo; obra bien, y podrás levantar tu frente, alegrar tu cara. Y créelo, tú eres capaz de obrar bien, eres capaz de ser bueno”. En eso consiste la responsabilidad.” (Bastardillas y negritas son mías)
     
    Este fragmento es extraordinariamente importante porque pone en la voz de la deidad antropomórfica el deseo del papá o la mamá o el consejero o la persona bien intencionada que desea la transformación del delincuente. La cuestión crucial sin embargo no es esa sino que la lección moral que pretende enseñar el texto arranca de un derecho que de antemano se concede a la divinidad (antropomórfica, insisto) de probar la fragilidad del vaso de barro que ha creado. El alfarero pega un martillazo al vaso para ver si se rompe.
     
    ¿Cómo se concuerda esa divinidad con la otra tan diferente que parece revelarse en Jesús? Tal parece que al saltar a leer los evangelios haya sido la divinidad la que haya aprendido la mala calidad de la humanidad que creó. No pocos exégetas resaltan la constancia de la divinidad bíblica a pesar de las recurrentes caída de la humanidad precisamente para probar el punto imposible de resolver de una divinidad que es antropomorfizada para poder explicarla y que comete fallos—aunque se esgrima el argumento Leibniziano de “lo óptimo que un dios haya podido crear”(optimismo)—porque la idea de una creación lineal reflejo del desarrollismo o la evolución no es sostenible a la luz del Ethos jesuano (la compasión y la misericordia gratuita que no es aprendida a base de aprender la vulnerabilidad humana sino sabida desde siempre).
     
     
    Caín tiene miedo: “El que me encuentre me matará” (4,14). No, nadie podrá matarte. Dios es testigo defensor de Abel, pero también es testigo defensor de Caín. “Y el Señor puso una marca a Caín, para que no lo matara quien lo encontrase” (4,15).

    La solución que propone la divinidad que es dejar que el criminal pase impune al castigo retributivo proporcional al crimen no corresponde a la jurisprudencia de la época de la posible composición de estas narrativas. La interpretación hay que hacerla en la época del segundo Exilio cuando la institución religiosa hebrea fue permitida de nuevo y se organizaba la nacionalidad dentro de la diáspora impuesta. La impunidad va más acorde con el hecho de que un hermano no debe matar a otro hermano por ser hebreo, lo cual nunca parece haber excluido a la mujer o al extranjero. También puede interpretarse que la divinidad haga lo posible por reparar y asumir responsabilidad por el crimen que ella misma fraguó. No puede ser que no conociera la naturaleza que había escogido para crear sus creaturas.
     
    En definitivas, la responsabilidad a que se refiere el texto es una lección en la que la divinidad enseña por medio del ejemplo. Por último es difícil comprender como pasar el resto de la existencia rumiando la inmensidad del crimen sea un signo de misericordia, sino de acceso al sufrimiento redentor y definitivamente la imposición de una marca que estigmatiza, algo así como “he aquí al asesino de su hermano, no le toquéis, dejadle vivir” porque la narración queda inconclusa porque difícilmente, aun pensando anacrónicamente como parece que haga Arregui, que los hijos de Caín pudieran sustraerse a preguntar el significado de la marca.
     
    La posibilidad de que Caín mintiera para esconder su vergüenza (objetivo moral de la marca es que la pueda sobrellevar para siempre) o que la contara y propagara su pecado (al estilo de los adictos en los grupos de recuperación) pero esa fuera una alternativa realmente anacrónica e inaceptable como explicación.
     
    No es lícito matar al asesino. La venganza hace daño también al que se venga. El castigo del llamado culpable no cura a la víctima inocente. Lo que cura al uno y al otro es la humanidad: que el malhechor no haga daño y se vuelva bienhechor, que el asesino se vuelva guardián y protector de la vida del hermano, que la víctima abra su corazón y acceda a ponerse en el lugar del asesino. (Énfasis mío)
     
    Esto es difícil de contradecir, por no decir imposible. Esta es la conversión que pidieron el Bautista y de modo mucho más elaborado Jesús. El problema es que esta deducción sea posible a partir de los textos evangélicos (se sobran ejemplos) pero no de estos textos etiológicos en los que solamente se puede ver la secuencia de crimen y castigo y la prevalencia de la tolerancia de la divinidad. “No es lícito matar al asesino”. Eso es cierto. Además fuera inválido con respecto a la misericordia gratuita jesuana.

    Ya sabemos que lo que el amigo Cadarso comenta es cierto. Eso solamente engendra violencia, más violencia. Que la venganza haga daño al que se venga, también es incuestionable. Que el castigo retributivo no cure a la víctima inocente (si es un homicidio como en el caso de Abel esto fuera un oxímoron) pero es válido y cierto con respecto a las víctimas por asociación. En el caso de la humanidad en la interpretación sacrificial de la muerte de Jesús (la Carta/Homilía a los Hebreos Agustín, Anselmo, el pecado original,) queda explicado pero eso es algo que la humanidad ha podido aprender con el pasar del tiempo y no pudo ser necesariamente el propósito de la narración genesíaca.

    Aún hoy día, es cuestionable que la muerte/asesinato/ejecución de Jesús de Nazaret tenga que ser interpretada únicamente como sacrificio reparador porque dos milenios después ha sido posible dogmatizar el nacimiento virginal y no su muerte como sacrificio.

    Más aún, Arregui escribe “que el asesino se vuelva guardián y protector de la vida del hermano, que la víctima abra su corazón y acceda a ponerse en el lugar del asesino” lo cual es de nuevo un oxímoron cuando se trata de homicidio, pero además la víctima no es responsable en la ética de Jesús nada más que del perdón (v. gr. Mateo 18, 15-22). El asesino no se vuelve el mismo guardián y protector (en el relato la marca es un enigma que le protege a él del castigo, pero que no le hace más que inmune al castigo externo, vengativo o de otra clase, incluso judicial).

    De otro modo “matar fuera causa de un bien” lo cual es la paradoja que Jesús propone cuando pone sobre el criminal u ofensor la responsabilidad de la reconciliación (v. gr. Mt 5, 24-34).

    Jesús supone, se pudiera argüir con fundamento, que si en su propósito de buscar reconciliación el ofensor fuera fiable, el ofendido (en este caso solamente el ofendido por asociación porque la víctima ya no viviera) debiera otorgar el perdón aunque nada le obligue a reconciliarse si aún teme al ofensor.

     
    La experiencia (pensando anacrónicamente al menos, como hace Arregui), más de dos mil años de historia humana después del contexto evangélico) sugiere que el ofendido para actuar con prudencia debe ser cauteloso en reconciliarse porque quien agrede una vez muy bien que pudiera hacerlo la segunda vez. Se trata de aprender que el amor no elimina las incompatibilidades que puedan ser naturales. El o la cónyuge maltratados con respecto a sus respectiv*s agresores, el caso a cuenta.

  • George R Porta

    Amiga María Luisa: Un saludo cordial. He insistido en que no deseo la controversia, pero sí el análisis mesurado para aprender y comprender. Por eso me atrevo a pedirte que si no te roba demasiado tiempo expliques en alguna medida aquello que te hace acercarte a la positión interpretativa de Arregui.
     
    De cualquier modo, comprenderé que prefieras no hacerlo. realmente no deseo la controversia sino aclararme y comprender. Agradecido de antemano te saludo.

  • h.cadarso

         La violencia y la manipulación de la sicología de las muchedumbres creando climas de miedo y de terror artificialmente son instrumentos para perpetuar y mantener el podeer de los poderosos. En definitiva, los grandes gurús de la economía modulan y enfocan la violencia y el “acojonamiento” de la gente a su conveniencia…Y así en un momento determinado se pasa de terrorista a defensor de la paz, de criminal a perseguir por la justicia internacional a santo a elevar a los altares.
       Aquí en España, para la AVT, Asociación de Víctimas del terrorismo, los terroristas son los de ETa y sus allegados, mientras que para otros muchos los terroristas son Billy el Niño y los que ejecutaron a cientos de miles de sindicalistas y votantos de la izquierda durante la guerra civil, y mientras una juez argentina quiere procesar a estos señores, el Gobierno español y los jueces españoles los protegen…
       No soy partidario de ir por el mundo impartiendo sentencias condenatorias, sino más bien de andar a la búsqueda de fórmulas que nos ayuden a salir de situaciones de conflicto. En todo caso, como en esto del terrorismo los poderosos y gurús de las finanzas tienen demasiado podeer y callan a todos sus oponentes, sugeriría a todos que andemos con pies de plomo a la hora de dictar sentencias…

  • M.Luisa

    Por el contrario yo me acerco más a Arregui, creo entenderle pero estaría bien que rebatiera él mismo vuestras objeciones.

  • George R Porta

    Otro párrafo extraordinario de Arregui es el siguiente: “Si hoy quisiéramos identificar las razones de este asesinato originario, investigaríamos las circunstancias económicas o sociológicas y las condiciones psicológicas o genéticas o biológicas, y tendríamos razón. Pero ese no es el asunto en el libro del Génesis (ni esa es la cuestión última en todos los crímenes). La cuestión última es la responsabilidad, no la culpa. Y al decir “responsabilidad”, no me refiero a quién tiene la culpa y quién ha de pagar por el crimen, sino más bien a quién responde de esta situación y está dispuesto a hacerle frente y repararla”. Énfasis y subrayado mío).

    ¿Cómo llega Arregui a la conclusión de que haya una cuestión última en la comprensión de la conducta criminal acerca de la cual él no es especialista y los especialistas conocen tan poca cosa?

    En otro hilo y con respecto a otro argumento he defendido el derecho a juzgar retrospectivamente. La historia no se puede fragmentar. No hay derecho a ello. No se trata de una mera evolución de la realidad sino de un desarrollo continuo sin interrupciones y que consiste de muchas, muchísimas opciones seleccionadas o rechazadas. Como historiador de mi propia vida tengo el derecho a considerarme hoy el resultado de mis errores y mis aciertos, de mis maldades y mis bondades, todo en un conjunto indiviso, no compartimentad, sino en un todo íntegro: La persona que soy.
     
    Además, todavía es válido presuponer que la historia de la raza refleja la del individuo y viceversa (el mito de los pecados de los padres pagados por los hijos). No ha sido demostrado conclusivamente lo contrario ni ha sido una afirmación tal probada con absoluta o suficiente certeza, pero al menos como hipótesis un presupuesto tal es suficientemente plausible aunque permanezca discutible.
     
    Arregui propone un cambio de método que es arbitrario para explicar el crimen legendario, el cual  era solamente una leyenda mitológica, en el mejor de los casos. Por eso no es posible acompañarle hasta su conclusión de que la cuestión última sea la responsabilidad sin colocarla en la divinidad antropomórfica que arbitrariamente establece la diferencia de rango: A uno le hace aceptable y desprecia sin motivo al otro—el tema de la legitimización del segundo descendiente sobre el primogénito que que se repetirá con Ismael e Isaac y con las tribus del Norte y del Sur—. Ambos ofrecen los frutos propiciados por la divinidad pero arbitrariamente a unos los considera dignos y a los otros no, arbitrariamente. Mucho después en situaciones semejantes Jesús reconocerá a la viuda dando menos por sobre el rico, porque lo dio todo no por la naturaleza del ofrecimiento.
     
    La responsabilidad según el discernimiento de Arregui le corresponde a la divinidad insidiosa, pero ciertamente ni a Caín ni a Abel.
     
    Los relatos crueles de la Biblia (Cf. Por ejemplo, Phyllis Trible, Texts of Terror, Fortress Press, 1984) no puede ser interpretados como relatos pedagógicos paradójicos congelados en su época. Fueron superados en la tradición hasta llegar al punto de que Jesús rompe con la Ley y libera a la mujer a punto se ser apedreada.
     
    Es muy difícil reconocer el propósito de Arregui proponiendo la oración atribuida a Francisco de Asís en la cual más bien suplica por fuerza para contener el escándalo que le causa la injusticia, a que humille su rebeldía frente la injusticia en contra de los pobres.

  • pedro

    […] “Nunca se debe negociar con Caín”. Y hacemos como que creemos la mentira, o tal vez nos la creemos.
    Lo lamento, pero me ha sido imposible pasar de ahí. ¡Es tan descarado el artificio!
    Cuando Caín deje la quijada, se arrepienta y pida perdón, me sigues contando el cuento, José, y lo discutimos. Mientras Caín siga con la quijada bajo la mesa, me da pavor leer estos cuentos en los que aún puede que venga el coco. Y el coco, aquí, mata.
    No me creo la mentira y procuro no hacer pensar que me la creo.

  • ana rodrigo

    Comparto los comentarios de George y de Rodrigo, lo de Caín y Abel no pega aquí ni con cola.Ya es difícil digerir la historieta, como para aplicarla a cualquier situación actual forzando una exégesis, cuando menos, inadecuada, cuando no, imposible.

  • Rodrigo Olvera

    Una muestra más de la manipulación de textos bíblicos  mal llamada exégesis. Si Arregi quiere abogar por los beneficios penitenciarios a los presos de ETA, tiene todo el derecho a hacerlo. Y tendría buenos argumentos en las disposiciones legales y en las consideraciones éticas y políticas de HOY. Es muy triste que necesite utilizar un texto de más de 3,000 años y además decir que no dice lo que dice aunque parezca que si lo dice.
     
    El texto del Génesis no trata de la justicia individual, ni trata del perdón de las víctimas al victimario. El texto es una justificación ideológica de la ocupación de los territorios cananeos: Caín es agricultor, como las sociedades cananeas; Abel es pastor, como la mayoría de las tribus que conforman el conglomerado humano que está realizando la invasión. Yavhé, por supuesto, elige a Abel de la misma forma que Yavhé elige a Israel. Caín es asesino, al igual que los pueblos cananeos que resisten la ocupación son asesinos. La pregunta a la que responde el texto es ¿porqué, si Dios nos elige y nos da esta tierra, no extermina definitivamente nuestros enemigos, que nos siguen acosando? Ahí entra como respuesta la “providencia” de Dios: des-tierra a Caín (así como los israelitas están despojando de sus tierras a los cananeos y les destierran), pero no le extermina.
     
    Este texto, como muchos otros del Génesis como el del “sacrificio” de Isaac, está basado en relatos cananeos a los que se le da la vuelta. Así, en el relato cananeo, Baal bendice al agricultor por encima del pastor intinerante. Registro cultural del paso de sociedades seminómadas a sedentarias basadas en la agricultura, que es paralalelo a otros relatos similares en otras regiones del mundo.
     

  • George R Porta

    Es extraordinario  que Arregui proponga el relato caínico como modelo de justicia internacional.
     
    “Dios no castiga a Caín ni lo maldice. Le interpela y le hace tomar conciencia de su ser y de su acción. Pero no lo hace para que en adelante se arrastre bajo la angustia de su culpa, sino más bien al contrario: para que sea consciente de su propia dignidad…” (Énfasis y subrayado míos).

    ¿Cómo puede el castigo en la forma de permanente remordimiento devolver la dignidad? ¿No es “marcarle” para que nadie le mate un modo de encarcelarle para que  rumie la maldad cometida una estigmatización que pre-modeló la actual prisión y la infamante estrella nazi?
     
    Algunos relatos crueles de la Biblia como éste en el que una antropomórfica divinidad causa la discordia entre los hermanos—al menos en el de Adán y Eva la serpiente crea complicidad humana y discordia humano-divina—no son un modelo de justicia misericordiosa.
     
    La justicia retributiva era necesaria en una nación que comenzaba a reorganizarse desde el exilio. Entonces infundir el miedo al asesinato del hermano de raza o de destino era necesario, útil. Pero recurrir a estos relatos primitivos para comprender las arbitrariedades políticas internacionales es del rango de lo absurdo, amén de distorsionado. Concluir con la oración franciscana es casi ofensivo.
     
    Ni Obama ni Europa ni Yanukovich son inocentes como Caín y a Abel antes del crimen, ni ha habido en su caso un dios que causara la discordia excepto la percepción etnocéntrica y lo hegemónico de índole económica. No se trata de hermanos desplazando su ira, sino de cómplices en una política internacional competitiva.
     
    Este es uno de los relatos que muy bien—en el contexto del politeísmo coexistente entre los hebreos antes, durante y después del exilio—pudiera ser esgrimido para cuestionar cualquier teísmo. Desplazar la ira contra Dios para destruir al hermano es ignorar a Dios, negarlo reductivamente. Caín no se hundió en su tristeza y clamó a Dios por atención o le exigió una explicación como Job, sino que eliminó—eso hiciera cualquier esquizofrénico psicótico—al objeto sobre el que desplazó su ira narcisista.
     
    Este relato no demuestra la misericordia divina sino la validez del castigo como retribución en relación al crimen. Lo mismo que la justicia humana que encarcela al criminal y le hace vivir como ex convicto el resto de su vida cuando sirve sentencia—quizás como reflejo de aquella primera administración de justicia. (Es bueno recordar que el encarcelamiento representó una alternativa a la pena capital que siempre ha sino infernal).
     
     
    ¿Cómo puede derivar de este relato una noción de justicia internacional que esté más allá de las diferencias raciales o étnicas que crea la divinidad del relato y de la injusta hegemonía económica?

  • m. pilar

    !Gracias José A.!
     
    Hermosa explicación sobre la culpa… Y sobre cómo leemos o nos explican la Escritura, y sobre todo:
     
    Donde y cómo, ponemos el tono, significado, acción de Dios.
     
    Ahí comienzan muchos males y manipulaciones respecto a Dios.
     
    !Gracias una vez más! Como decía Jesús:
     
    “Que te va ti, si quiero pagar igual a todos los trabajadores que he contratado? Por un denario te contraté, en qué he faltado?
     
    Que pocas veces se nos ha explicado este (y otros muchos… que casi siempre tienen que ver con el dinero…) texto con el sentido real que Jesús lo explico.
     
    Era justo el salario que ofreció a los primeros… pero era misericordioso, desear, que los últimos pudieran llevar el pan a su mesa… contando, que el contratador parece  no tener  problemas para hacerlo así…
     
    Si yo quiero ser bueno… Por qué te enojas?
     
    Lo que nos viene a decir: !!!Haced vosotros lo mismo!!! Mirad primero la justicia y el amor…
    m* pilar