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El iceberg y la no dualidad

iceberg_clevenger_grandeUna reflexión espiritual para el domingo

El iceberg es un bloque de agua del océano que se ha congelado con una determinada configuración. Sólo emerge una ínfima parte de su volumen; el resto está sumergido en el inmenso océano.

Esta imagen visualiza, en lo posible, nuestra identificación mística con Dios. Nosotros somos como ese iceberg flotando en el océano de Dios. Estamos constituidos por una participación de Dios que se ha congelado en una configuración concreta. Una pequeña parte de nosotros emerge desafiando el horizonte, pero la mayor parte de nosotros permanece invisiblemente sumergida en él. Flotamos a la deriva hasta que nos vayamos deshaciendo y nos disolvamos nuevamente en el océano.

El iceberg y el océano no son dos entidades distintas. Somos océano parcial y temporalmente configurado como bloque independiente. Nuestra naturaleza es la misma del océano. Nosotros estamos limitados por una estructura que flota en medio de un océano ilimitado. Nuestra estructura, nuestro “yo” es una apariencia temporal; nuestro verdadero ser es intemporal.

Ramakrishna ya había contado una historia semejante. Una muñeca de sal quiso medir la profundidad del mar. Cuando puso sus pies en el agua, se empezó a hacer una con el mar. Cuanto más andaba más le fascinaba el océano; se dejó tomar por el agua y todas sus partículas de sal se disolvieron en el mar. Había venido del océano y retornó a su fuente original. Lo “diferenciado” se había vuelto a unir a lo “indiferenciado”.

Para Al–Hallaj:

Entre Tú y yo
hay un soy yo que me atormenta.
¡Apártese de nosotros mi soy yo!

Y la muy ortodoxa y realista Teresa de Jesús, que encontraba a Dios entre los pucheros, en la sétima morada de su Castillo interior experimentaba que el alma se unía a Dios “como si un arroyico pequeño entra en la mar, ya no habrá remedio de apartarse; o como si en una habitación estuviesen dos ventanas por donde entrase gran luz: aunque entra dividida, se hace todo una luz”.

¿Cuándo aprenderemos que la realidad que vemos es solamente el reverso del tapiz? Como nos enseñó Platón, lo que vemos son las sombras; vemos lo que emerge del iceberg. La verdadera realidad, la masa del iceberg, el dibujo del tapiz, está del otro lado.

13 comentarios

  • José Ignacio Ardid

    ¡Paz a todos en este nuevo Año 2014!

    A Gonzalo Haya le debo un curso muy interesante que nos propuso no hace mucho en este portal de Atrio y digo tal, porque me sirvió para reflexionar respecto a nuestra espiritualidad, es decir, para saber Lo que Somos.

    Ahora viene este regalo de Reyes que nos sirve para seguir meditando el Fondo más originario. Agradezco estas páginas y vuestras reflexiones, sobre todo, en estos momentos de mi vida.

    Si fuéramos viendo un poquito como olas y como el mar, quizás descubriéramos soluciones más amplias ante esta crisis. Por cierto, quiero compartir una lectura que estoy terminando del monje Thich Nhat Hanh que se títula Miedo. Vivir en el presente para superar nuestros temores de la editorial Kairós.

    Puede ser también muy sugerente para afrontar tantos miedos que nos impiden ser como Somos en el fondo.

    Un abrazo a todos,

  • George R Porta

    Entresaco la pregunta al final del artículo:

    ¿Cuándo aprenderemos que la realidad que vemos es solamente el reverso del tapiz? Como nos enseñó Platón, lo que vemos son las sombras; vemos lo que emerge del Iceberg. La verdadera realidad, la masa del Iceberg, el dibujo del tapiz, está del otro lado.
     

    ¿No se trata el vivir de esperar confiadamente más que de saber? ¿No es la vida que conocemos este vivir sabiendo solamente aquello que se nos vaya descubriendo del reverso del tapiz, un día tras del otro?

    Los místicos—incluyendo a l*s místic*s islamistas españoles que precedieron a Juan de la Cruz y a Teresa y con los que ést*s tienen tanto en común— ¿no nos enseñan que el goce de amar es el de esperar anticipando confiadamente? Después de todo amar solamente conduce a encontrarnos con el/la Amad*/Amante

    No sé cómo concluir que el Iceberg no quiera ser Océano para ser Iceberg o que el Océano no quiera ser Iceberg para ser Océano.

     

    En la misma superficie del Iceberg no hay otra cosa—dicen los físicos—que un comercio de Océano que se cristaliza y Océano que se licua, como en una conversación de enamorados. Ni al Océano le duele que el frío le haga Iceberg, ni a Éste que el calor le convierta en Océano…

     
     

    La oración es según Teresa, “tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5). ¿No es esa la situación del Iceberg y el Océano? No son acaso amigos sin discontinuidad entre un estado y otro…

  • Asun Poudereux

    He leído con gusto todos vuestros comentarios. Son ejemplo mismo de la diversidad que es y somos…
     
    Diría que el mar se expresa de múltiples formas, una de ellas el iceberg,  lo más frío y separado en apariencia de lo que es su fuente y origen: el océano-mar.
     
    Mientras que las olas dejan ver al mar en lo que es y expresarse en ellas, sin mediar separación,  también dejan  fácilmente  captar la diversidad de formas en unidad fluyente. Y así, cuando el yo particular-ola se identifica con el océano-yo universal,  “al dejar salir lo más genuino de nosotros, [por la acción, el amor y el conocimiento desapropiados] dejamos al mar ser ola en nosotros”  (Javier Melloni, en Sed de Ser, 2013).
     
    Pero se hace mucho más difícil percibirlo en un mastodonte bloque de hielo,  pues su singularidad, que en él se manifiesta,  no va más allá o acá de su superficialidad expresada, poniéndose  esto en relieve y  sin conexión alguna con lo que de fondo es su Fondo.
     
    Y ahí tenemos dándose a luz un yo superficial-iceberg,  incapaz de identificarse  más adentro de lo que son ciertamente sus formas, replegándose en lo aparente,  viviéndose siempre y exclusivamente como ego. Pero muy a pesar suyo es más océano que lo que él mismo cree ser.
     
    Lo Real que todo incluye y nada deja fuera,  haciéndolo  visible, sosteniéndolo, conteniéndolo, haciéndolo ser (siguiendo aquí a Jaume Patuel )  no puede ser observado como cualquier objeto. Sin embargo todo objeto observable  se manifiesta y se expresa  constantemente  por ello, en ello y con ello.

    P.D.- Te echaba también de menos, Mª Luisa. Gracias por estar ahí. Un fuerte abrazo.
     
     

  • M.Luisa

    Reflexionar sobre el presente artículo me  hace venir a la memoria  lo que durante tanto tiempo  monótonamente  he repetido, a saber:   que la realidad se antepone al ser. Es una formulación en  la que  he  sustentado  mayoritariamente   mis  argumentaciones  sobre todo cuando  el núcleo central del tema ha sido la mística.
     
    Ya sé que dicha formulación puede levantar y de hecho ha levantado  todo tipo de sospechas  al pensar que el concepto de   realidad de la que  pretendo  hablar  es el mismo  que el que  ha definido  la realidad cuando ésta se la sitúa  en un más allá. Concebirla así fue lo que dio pie al derrumbe de la metafísica. Pero nada tiene que ver esta concepción metafísica de la realidad con lo que,  respecto al iceberg , entiendo, nos dice Gonzalo,  aunque, en mi opinión, no  sin hacer alguna que otra  modificación.
     
    ¿Cuándo aprenderemos que la realidad que vemos es solamente el reverso del tapiz? Como nos enseñó Platón, lo que vemos son las sombras; vemos lo que emerge del iceberg. La verdadera realidad, la masa del iceberg, el dibujo del tapiz, está del otro lado.

     
    Bien, en mi opinión,  no es que lo que veamos lo veamos como algo que  emerja del iceberg, en realidad es el iceberg mismo, no hay dualidad, lo que ocurre es que como tradicionalmente ha sido la visión la que en la inteligencia  nos ha presentado las cosas,  entonces, lo que es en realidad  el iceberg en su totalidad queda reducido a mera re-presentación. De ahí que  no esté dicho en ninguna parte que si el punto de partida constituye una aprehensión visual eidética de la realidad, en este caso de la realidad del iceberg,  vaya a conducirnos precisamente a una intelección de ella también eidética. El ejemplo más vivo nos lo muestra la física cuántica. Las ecuaciones de las partículas elementales y del átomo no permiten considerar dichas partículas como si fueran corpúsculos. Tampoco se pueden asimilar a ondas   en el sentido clásico y esto porque   inteligible no es lo mismo que visualizable.
     
    Por otro lado y volviendo ahora a la anterioridad de la realidad sobre el ser: leo
     
    Entre tu y yo
    hay un soy yo que me
    atormenta
    ¡Apártese de nosotros mi soy yo!

     
    A mi modo de ver para que no domine el carácter egoico del yo,  se le ha de dar su sentido real  a la expresión “soy yo” pues  precisamente lo que en el contexto atormenta no es el “soy yo”, sino el “yo soy” el que, como herencia nos dejó Descartes. Contrariamente, mi “ soy yo”   expresa  la propia  ratificación de nuestra  realidad justo en el encuentro mutuo con el Tú.  En manera alguna son identificables los dos “yoes” de ambas expresiones.
    ——————–

    Cuánto me he alegrado de verte reaparecer de nuevo por aquí, querida Asun ¡un abrazo!

  • Jaume PATUEL

    También agradezco ese metáfora, que contiene otros elementos como niveles de consciencia. Pero creo que la Realidad, Dios, lo Real, la Ultimidad no es ni el iceberg ni el océano. El agua procede de otros elementos, de los cuales -sí, cientficamente, pero no metafóricamente no podemos hablar de ellos porque nos sostienen, contienen y nos hacen ser. Es difícil que el ojo pueda hablar de sí mismo a pesar de ver. Y cuando creemos saber algo del origen del agua o que el ojo v,e tendremos que acudir al Maestro Eckhart cuando dice: “Dios, líbrame de mi dios”. O la sentencia budista: Cuando veas al buda, mátalo, que no es él”. Después  de afirmar teológicamente, se precisa negarlo o la teologia apofatica o negativa.
    Acaba de ser publicado por la editorial Fragmenta de Barcelona de Ramon María Nogués: Cerebro y transcendencia. Creo que puede ser una buena lectura del tema.

  • George R Porta

    En la topología freudiana el propósito didáctico era comprender al individuo en su operar simultáneamente, en múltiples niveles por decirlo de algún modo, pero eso le obligaba a comunicar su visión diferenciando esos niveles.
     
    Sabía que su topología fuera virtual (en lenguaje moderno) que no se tratara de una topografía que localizara al Ego, al Id, o al Superego, como hubiese querido Broca. Dicha topología servía una función didáctica como en álgebra puede ser la letra “a” o la letra “equis”, que en cuanto sean colocadas en una cierta relación dejarán de ser las letras del alfabeto que eran y tomarán una vida propia mientras permanezcan en la ecuación de la que forman parte.
     
    El ego fuera la ecuación que permite la variabilidad numérica de las letras en juego y por lo tanto una curva que puede variar de una ecuación a otra. El Id representara los posibles valores que necesiten dar solución a la ecuación pero que por sí solos no pasan de ser opciones erráticas, impulsos impredecibles (aproximadas, tendientes). El Superego son los signos operacionales que imponen al Id una disciplina existencial y que tiene que someterse a la ecuación, al Ego que lo regule. Freud concebía la vida como “vivir”, una gestión dinámica, de propósito, sinérgico. Simultáneamente reconocía que la vida “personal” estuviera  ineluctablemente dirigida a la entropía, la muerte.
     
    Este sentido lineal en lo personal se explicaba por la “necesaria” constancia de la materia en el universo. Los agujeros oscuros no eran siquiera una posible hipótesis y la pérdida permanente de la “materia” o su consumo era  imposible de imaginar.
     
    El Ego, desde el punto de vista de Freud, su inventor clínico, era una instancia deliberativa, una especie de discernidor de las opciones entre las compulsiones aprendidas y los deseos irracionales o intuitivos, pero de cualquier modo no voluntarios, no escogidos. De ahí que en la psicoterapia el analista solamente observara casi en silencio, porque su función era la de mantener una trazar cartografiar la continuada y a menudo arbitraria asociación que el analizando efectuaba y a través de la cual pudiera conectar y conectarse con sus profundas realidad progresivamente.
     
    No hay modo de descartar que nuestro interior sea discontinuidad porque es igualmente imposible saber que sea continuo. Estará bien que a unos les baste una metáfora o la otra con tal de que mantengan la humildad (el amor a la verdad suficiente) como para saber que no pueden saberlo todo y que si alguna vez se infatúan con ese conocimiento solamente habrá comprobado que hayan perdido su orientación a la Verdad.
     
    Nadie puede mirar una habitación por fuera cuando está en su interior y si la ve desde fuera de ella no puede ver como es interiormente en su totalidad. Y si trata de aunar estas dos percepciones por adición o yuxtaposición solamente logrará una tercera percepción que, de cualquier modo, no será idéntica a la totalidad de la habitación en sí misma. En efecto solamente podrá componer un collage de sus visiones o comprensiones parciales que la remede análogamente, que guarde atributos y proporciones en común con ella pero que no será ella misma que en su objetividad de ser será siempre inaccesible, libre.
     
    Esa es la situación del místico. Éste “sabe” que no puede poseer o experimentar la totalidad o fundirse en ella a menos que esa totalidad lo absorba o diluya en ella. La intuición mística más allá de la imagen es el sentir y dejarse sintiendo, esperando confiadamente, quedando gozosamente  insatisfecho. Si quedara satisfecho dicha satisfacción fuera un truco de su “ego”.
     
     
    Quizás por eso San Juan de la Cruz (Cántico) sintiéndose “morir” por la tardanza en encontrar al Amado, pregunta a los pastorcillos a quienes toma por maestros y guía e intermediarios: “Pastores, los que fuerdes allá, por las majadas, al otero, si por ventura vierdes aquél que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero. si por ventura vieren al Amado”

  • oscar varela

    El cerebro está profundamente implicado en las experiencias místicas
    Se producen gracias a una red neuronal distribuida por todo el cerebro, según un estudio
     
    http://www.tendencias21.net/El-cerebro-esta-profundamente-implicado-en-las-experiencias-misticas_a1827.html
     
    Un nuevo estudio realizado por neurocientíficos canadienses ha descubierto que las experiencias místicas se producen gracias a una red neuronal que se encuentra distribuida por todo el cerebro.
     
    Un grupo de monjas carmelitas participó en diversas pruebas mientras sus cerebros eran analizados con imágenes de resonancia magnética, poniendo al descubierto la gran cantidad y diversidad de regiones cerebrales implicadas en las experiencias místicas.
     
    No existe por tanto una región específica del cerebro para la espiritualidad, pero en cambio se confirma que cualquier cerebro está preparado para vivir experiencias místicas, según los autores de la investigación.
     
    Por Vanessa Marsh.
     
     

  • oscar varela

    El yo es una ilusión que vive en una realidad virtual
     
    El yo sería una construcción ilusoria que aísla al sujeto de su entorno haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real.
     
    Muy probablemente, nuestro cerebro crea la experiencia del yo a partir de una multitud de experiencias. Hoy sabemos que todo lo que experimentamos se procesa en patrones de actividad neural que conforman nuestra vida mental. Y no tenemos ninguna conexión directa con la realidad exterior. Vivimos, pues, en una realidad virtual. Los colores, los sonidos, los gustos y los olores no existen ahí afuera, sino que son atribuciones de nuestra mente.
    Por Francisco J. Rubia.
     
     
    http://www.tendencias21.net/El-yo-es-una-ilusion-que-vive-en-una-realidad-virtual_a18164.html
     

     

    Dos tipos de yo

    Personalmente pienso que existen al menos dos tipos de yo o de consciencia: una a la que llamo “consciencia egoica”, que es la consciencia normal que solemos tener en la vigilia, aunque haya también diversos niveles, y que se caracteriza por un pensamiento dualista característico de nuestra capacidad lógico-analítica. Y una segunda consciencia que llamo “consciencia límbica” que es la que nos permite acceder a una especie de “segunda realidad”, que es a la que llega el chamán, o el místico, mediante ciertas técnicas y que genera la sensación de trascendencia.

    La llamo consciencia límbica porque se debe a la hiperactividad de determinadas estructuras límbicas que se encuentran en la profundidad del lóbulo temporal. Su estimulación eléctrica o magnética es capaz de producir experiencias llamadas espirituales, religiosas, numinosas o de trascendencia. Ambas consciencias son antagónicas y una condición para que se produzca esta última es la anulación de la consciencia egoica, algo que conoce hace siglos la filosofía oriental.

    Es de suponer que la consciencia egoica es dependiente de estructuras cerebrales filogenéticamnete más modernas, como la corteza prefrontal y la corteza cingulada anterior, mientras que la consciencia límbica supone la dependencia de estructuras más antiguas pertenecientes al cerebro emocional o sistema límbico.

    En resumen: el yo, como construcción cerebral, no tiene una localización exacta en el cerebro y es posible que existan distintos tipos de yo o de consciencia. Sus límites no son fijos y tanto ciertos experimentos como la patología nos muestra su fragilidad. Llama la atención el hecho de que atribuyamos al yo la mayoría de la actividad cerebral, cuando en realidad el yo racional es una instancia tardía en comparación con el inconsciente que gobierna la inmensa mayoría de nuestra actividad cerebral al servicio de la supervivencia.

    Falta conocer por qué es generado ese yo unificado por el cerebro, y cuál es su función.

  • pepe blanco

    Yo le daría la vuelta a la imagen: es Dios el iceberg que flota en el mar océano del ser humano… Pienso que resulta una metáfora mucho más potente.
     
    Y, al fin y al cabo, el ser humano no ha creado a Dios -en principio- pero sí lo ha ido intelectualizando a su propia imagen y semejanza. Para muchas personas, Dios no es más que eso: un trocito congelado de humanidad, algo igual que nosotros, pero muy grande y muy congelado. O sea, si nosotros fuéramos un océano, el sería un iceberg.)

  • ana rodrigo

    No viene mal que de vez en cuando se nos proponga recordar que hay otras ventanas por donde se accede a esa dimensión más profunda del ser humano, la mística, que, por ser un tanto dificultosa, se nos torna innecesaria. Nuestros sentidos corporales nos ponen en contacto con unas realidades materiales, nuestras capacidades no corporales, si no espirituales, nos hacen percibir otro tipo de realidades. El desarrollo de éstas últimas dependerá de nuestra voluntad, aunque las herramientas de acceso no nos lo pongan fácil.
     
    Será por eso por lo que la mística (gracias George por tu comentario) sea cuestión tan escasa, cuando no ausente, en los individuos, tan olvidada en las religiones y tan desconocida en las sociedades.
     
    Pienso que es un manjar, disponible para cada ser humano, pero de difícil acceso, y no por eso menos necesario.
     
    Gracias, Gonzalo. Ya Pepe Blanco resaltó de ti tu querencia hacia la mística, y no estaba equivocado.

  • Asun Poudereux

    Gracias, Gonzalo, por tu sencillez en el tema. Como ves nos pones en  marcha.   
    Lo que “se intuye” como lo Real  por el amor, por la acción o por el conocimiento está ahí continuamente manifestándose, y hace que todo sea posible en un despertar continuo.
     Nuestra forma de mirar dualista impide descubrir Lo que es y lo que somos en  unidad inseparable, creando lo trascendente fuera de nosotros.
    La mente juega su papel de apropiación en identificación con ella, haciéndonos creer en un yo protagonista y rival, sin conexión con la Unidad de Lo que es en la diversidad que somos todos y todo es.
    A la pregunta ¿Quién soy yo? Sin intermediar la mente, es decir, las creencias inducidas y construidas de todo tipo ¿Acaso hay alguna respuesta?
    Si la hay, se nos coló la mente, un nuevo intento: ¿Quién soy yo? sin ideas preconcebidas, sin dar algo por supuesto. Y en la no- respuesta, en esa nada,  es probable que se abra un espacio ilimitado y pleno, en donde toda forma está, sin estar. Una nube de no-saber en  la que no hace falta nada y todo está presente.
    Somos  formas en las que todo es sin separación alguna o se intuye Lo que es, sin deseo de  poner nombre.
    Felicidad para todos cada día del 2014.

  • George R Porta

    ¿Es D-os por lo tanto parte del mal que causamos voluntariamente? ¿Tenemos los “icebergs” tanto poder que aunque no escogimos tener ese “soy yo” pudiéramos corromper al Océano en el que quizás seamos “Dios-en/con-nosotros” como corrompe a los océanos la basura y el agua sucia del consumismo y la incuria anti ecológica?
    ¿Qué nos autoriza a definir a D-os con una certidumbre tal que podamos auto definirnos afirmativamente en función precisamente de qué o quién D-os sea?
    En mis archivos con poemas de Husayn Mansûr al-Hallaj solamente he encontrado este que se parece en el contenido a los versos atribuidos a él en el artículo de la redacción de Atrio:
    “¡Ay! ¿Tú o yo? ¡He aquí dos dioses! / Lejos de mí, lejos de mí la afirmación de dos / Ah, jamás mi no-ser es para Ti un ser / Y mi todo es en todo ambiguo al doble rostro / ¿Dónde, entonces, está Tu ser ahí donde yo miro? / Pues ya mi ser está allá o él no tiene “donde” / ¿Y dónde está Tu rostro que yo busco con la mirada? / ¿En la visión del corazón? ¿En la visión del ojo? / Entre Tú y yo, un yo está de más / ¡Que la separación cese y que el Tú avasalle al yo!”
    ¿Es este el mismo poema quizá traducido de modo diverso?
     
    La mística se goza en sospechar e intuir pero en modo alguno afirma categóricamente como en el poema de Al-Hallaj arriba o en La Noche o el Cántico o en las Moradas o en Llul.
    Soy un admirador incondicional aunque no sea más que un mal aprendiz, de los trabajos de Massignon, del maestro Asín Palacios, de Luce López Baralt, que se han ocupado de los sufíes en la mística española y del misticismo mozárabe. Conozco solamente unos pocos autores por lo tanto no busco argumentar sino aprender y estos que menciono (como a Eulogio Pacho y Federico Ruiz Salvador porque fueron maestros) porque ellos han estado a mi alcance.
    La mística, según ellos, es humilde y no quiere ni busca convencer y menos enseñar. El místico ha sido persuadido sin poder evitarlo en la experiencia mística que va teniendo. No le ha sido cosa de aprender sino cosa de desear y de no dejar de buscar deseando. Y tampoco puede dejar de al menos poner por escrito lo que ha experimentado porque tampoco puede dejar de comunicarlo aunque sepa que no pueda explicar lo que ha vivido.
    No se puede conocer lo que está del otro lado, solo se puede desear que haya porque se intuye que lo que se ve no basta y deja insatisfecho. El místico no puede no desear pero sabe que su gozo está desear precisamente porque esté insatisfecho.
    No hay modo de razonar el “cómo” de la existencia en y con lo que sea más que nosotros, que quizás nos incluye y engolfa aunque quisiéramos conocerlo o comprenderlo no podemos ni lo uno ni lo otro. Al-Hallaj quisiera desterrar su “yo-soy” pero tiene que humillarse a la imposibilidad de lograrlo y por eso muere de deseos.
    Isaías 45, 15 no se separa mucho cuando exclama que “D-os sea un D-os que se esconda”. Ni el salmista (138/139) que se rinde y termina por sometérsele en súplica. Santa Teresa tampoco afirma nada, solo logra aproximarse y recurre a imágenes y metáforas para hablar de lo que solamente conoce místicamente.
    El artículo propone al final precisamente que dejemos de buscar alcanzando el conocimiento ya por esfuerzo propio. ¿No es eso absurdo?
    ¿No se trata de vivir deseando correr el riesgo de desear lo inexistente pero aun así arriesgarse a desearlo con todo el ser? ¿No será ese el fuego de la Llama de Amor Viva? (S. Juan de la +).
    La fe no puede ser un contenido, una formulación, una doctrina. Solamente es experiencia de “esperanza confiada” de que lo que se intuye por Amor sea cierto y llegue a ser encontrado.

  • carlos alejos

    Somos un misterio de vida, cada día nos vamos conociendo y no acabamos de hacerlo.
    La vida es una experiencia que no se puede meter en un vaso es mucho más grande, es un misterio vivenciado en el cada día.
    Somos más grandes de lo que podemos ver e imaginar sobre todo porque Dios está en nosotros profundamente enriqueciéndonos. Todo esto si no somos capaces de compartir la vida con los demás, con los que menos tienen se empobrece. Podemos ser y dar mucho más de que percibimos.

    carlos alejos.
    Callao, Peru