Institucionalmente la República aparece en dos momentos de nuestra historia: en 1873-1874, la Primera República, y en 1931-1936, la Segunda República. Pero con anterioridad a su instauración formal, hubo, durante años, un proceso de elaboración y penetración en la sociedad del ideario republicano. Y también un momento de esperanza frustrada, u oportunidad perdida, que fue la Revolución de 1868, que en su desarrollo decepcionó fuertemente a los republicanos singularmente con el general Prim, valedor de Amadeo de Saboya para el trono de España.
Por otra parte la revolución de febrero de 1848 en Francia (1) ya había concretado anteriormente, podríamos decir, el ideal republicano en la consecución de una “Republica democrática y social, como nos recuerda Clara E. Lida (2), señalando un matiz importante de la mención de lo social: “En 1948, para que la democracia fuera social, ésta se debía fundamentar en un derecho común y connatural a todo ciudadano, que se definía como el derecho al trabajo (le droit au travail). Si la República Democrática también era social, entonces el derecho al trabajo se convertía en el gran eje articulador de todos los sectores de la sociedad (…)”
También nos recuerda dicha autora la represión preventiva que se desató en España inmediatamente después de la proclamación de la II República Francesa, dando lugar, cuatro días después de la caída de Luís Felipe de Francia, el 27 de febrero de 1848, a que ante las Cortes españoles se presentase, por el gobierno, un Proyecto de Ley de Poderes Especiales, que, entre otras cosas, proponía suspender las garantías individuales y que fue aprobado como Ley por la Reina Isabel II el 13 de marzo de ese mismo año.
Recordando estos hechos históricos, que dan fe de las dificultades que de antiguo se pusieron a las ideas republicanas, una pregunta nos asalta ahora: ¿Hasta qué punto se resiente el carácter democrático y social declarado en nuestra la Constitución en las actuales circunstancias políticas y con los objetivos selectivos de déficit establecidos por Gobierno?
IV
La cuestión de la oportunidad de la república no es un tema nuevo y va unido al de la capacidad e idiosincrasia (rasgos, temperamento carácter etc. ) de los españoles para sustentar, o no, un régimen republicano. Se la planteaban ya algunos sectores del Partido Progresista, en 1843, frente a las acusaciones de republicanismo, que les dirigían los integrantes del Partido Moderado (3). Al contestar a estas acusaciones, esos sectores progresistas de 1843, nos muestran varios aspectos importantes de su pensamiento político: 1) la racionalidad objetiva del republicanismo, 2) la consideración de que el gobierno republicano tiende a la emancipación del género humano y resulta más conforme “con el evangelio de Jesucristo” (4) 3) su creencia firme de que la soberanía radica en el pueblo y no en el Rey al que consideran, mero depositario o gestor de la misma, de tal modo que si traiciona o incumple sus deberes para con el pueblo, “deja de ser jefe del estado“.4) Pero pese a todo lo anterior, dada la idiosincrasia del pueblo español “(…) donde hay tanto tuno, tanto ladrón” (…) no es fácil ni conveniente que el jefe del estado sea electivo” y 5) concluyen: “Mas repetimos, España carece de virtudes y de ilustración para la república; por lo tanto la república en el estado actual tanto social como intelectual de España, sería una calamidad (…)” (5).
Por lo tanto, vienen a decir, que aunque la Republica es lo justo y racional, ellos, los del Partido Progresista no están, por la proclamación de la Republica debido a razones de idiosincrasia nacional (el pueblo no está preparado) y de oportunidad política.
La cuestión de la oportunidad también está en la división del partido demócrata en 1868 cuando se reconstituyó como Partido Republicano Federal después de la revolución “Gloriosa” que tuvo como resultado, nada más ni nada menos, que la expulsión de la Reina Isabel II, y de Borbones, del trono.
El 23 de Octubre 1870, el periódico de los Republicanos Federales “La Nueva Idea”, publicado en Santiago de Compostela, arremetía contra Prim y los progresistas en general por hacer estéril la revolución de 1868, y expresaba, con voluntad de gobierno y de puesta en práctica, los ideales republicanos: abolición de la esclavitud, abolición de la pena de muerte, poner término a los abusos en Cuba, establecimiento de la Republica Federal, poner fin a la corrupción y a los escándalos y acabar con el hambre y la pobreza, y exclama: “(…) tu salvación es la república. Basta de corrupción y escándalos, basta de miserias y desvergüenzas (…) el pueblo que paga, que sufre, que trabaja, el honrado pueblo se ve insultado en su pobreza por los que a su costa arrastran lujosa berlina y hombres sin pudor , sin conciencia, miran orgullosos como las ruedas de su carruaje salpican el lodo a la cara del pueblo (…)
El 16 de noviembre de 1870 las Cortes eligieron por 191 votos a Amadeo de Saboya, como rey de España. Era, como dijimos, el candidato propiciado por Prim. Pero Amadeo abrumado por las dificultades, manifestó. su deseo de abdicar. El 11 de febrero de 1873 se leyó en el Congreso su renuncia a la Corona.. Seguidamente, en medio de una gran agitación, el Presidente del Congreso Nicolás María Rivero, envió propuesta al Senado, presidido por Laureano Figuerola Ballester, de constituirse en sesión de deliberación conjunta de ambas Cámaras (pese a prohibirlo expresamente el artículo 47 de la Constitución de 1869, entonces vigente) y efectivamente se constituyeron en Asamblea Nacional y proclamaron la República, por 256 votos contra 32. Inmediatamente se nombró el primer Gobierno presidido por Estanislao Figueras y Moragas que en quince días sería remodelado con cambios en algunos ministros. La fecha del 11 de febrero se convirtió en un importante referente republicano.
La Primera República Española duró, entre enormes dificultades, desde el 11 de febrero de 1873, hasta el 29 de diciembre de 1874. Le puso fin el pronunciamiento del general Martínez-Campos en La Alquerías, cerca de Sagunto, que propició la Restauración borbónica en la persona de Alfonso de Borbón hijo de Isabel II, con el nombre de Alfonso XII.
Pero aunque la I República se hizo o la hicieron inviable, el ideal republicano perduró poniendo en el horizonte la razón y la justicia. El 2 de Diciembre de 1918 el diario compostelano EL Noticiero Gallego, en su número 1, es decir en el mismo acto de su nacimiento, publicaba un artículo firmado por Miguel España y titulado “El Ocaso de los Reyes” , en el que concluye:
“Al ocaso de los dioses le seguirá fatalmente el ocaso de los Reyes”, y al ocaso de los reyes, andando los años, ya dentro de un régimen republicano y de fraternidad para todos los pueblos seguirá el ocaso de los finchado e intrigantes que aún están apoderados del Poder sin ostentar en sus cabezas la corona real ni mantener en sus manos el cetro simbólico; porque en sus residencias oficiales se han sustituido ya los atributos de los reyes por los de los presidentes de las repúblicas.
¿Qué vendrá luego?. Quien sabe ni lo que vendrá ni cuando vendrá ni como vendrá . Pero en la constante renovación de usos y costumbres y sentimientos políticos y de ideas y procedimientos, el eterno batallador es el talento que apoyado en sus muletas, porque aun no está tan desarrollado que pueda andar solito, va guerreando para imponer el gobierno absoluto de la razón y la justicia. Este matrimonio real sí que es digno de ocupar todos los tronos de la tierra.” Es decir, si falta el talento para imponer la razón y la justicia de nada nos valdrá la República.
V
En todo caso no se puede olvidar que las referencias a la república suscitan sentimientos encontrados. No sólo por efecto de las experiencias históricas, sino también por políticas de desprestigio cuyos antecedentes alcanzan a los comienzos del republicanismo organizado. Al respecto recuerda Ángel Duarte (citado página 53) que si el republicanismo tardó en organizarse fue, entre otros factores, porque la república “era sinónimo de de caos, de impiedad, y de anarquía” y también su carácter “foráneo” era motivo de recelos.
Pero como decía el 7 de abril en un artículo publicado en ATRIO bajo el título ¿Monarquía o república? Una reflexión”: “Lo que importa, pues, no es el mero cambio formal y legal de régimen (de monarquía a república) sino la implantación practica de los valores cívicos éticos, democráticos y racionales en la actuación pública y social, cualesquiera que sea el régimen. Y a partir de aquí la República puede llegar, o no, como producto de la convicción ciudadana, el sentimiento de igualdad y la racionalidad.”
Dos citas del citado libro de Ángel Duarte parar concluir:
- 1) < El republicanismo evoluciona. Se modifica. Adopta perfiles renovados según las circunstancias, aunque puede recuperar, a veces, el tono tradicional, el de los primeros pasos.” > (cit. pág. 30)
- 2) Con citas de Castelar, dice Ángel Duarte: < La república no fue siempre un proyecto secular. La transposición de lo bíblico a lo republicano era nítida: “La libertad, la Igualdad, la Fraternidad ¿no son reflejo de la trinidad divina en el alma?. Buscar en la sociedad remedios a esas clases desheredadas, esclavas de la miseria y de la ignorancia […] ¿no es imitar a Jesús?”. (…) > (cit. páginas 41 y 42)
.NOTAS
(1) Tuvo como consecuencia la renuncia al trono del rey Luís Felipe, (que huyó a Inglaterra con su familia) y la proclamación de la II República francesa.
(2) Vid. “Los ecos de la República democrática y social en España. Trabajo y ciudadanía en 1848” de Clara E. Lida. Accesible en Internet. Señala esta autora que “Incluso aquellos que habían apoyado la Revolución, pero para quienes la monarquía no era necesariamente una forma de gobierno repudiable si era proba, constitucional y parlamentaria, también hacían suyo el concepto de república en el sentido político original de “La cosa pública”.
También en el artículo 1 de nuestra vigente Constitución se dice, en el número 1,: “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho (…)” No obstante, en el número 3 del mismo artículo 1, no se da opción a la república y dice: “La forma política del Estado español es la Monarquía Parlamentaria”.
(3) El Partido Moderado se había organizó en 1834. La fundación del Partido Progresista se data en 1838. El Partido Democrático, se fundó en abril de 1849 como una escisión del Partido Progresista. Pretendía el pleno reconocimiento de los derechos ciudadanos y las libertades individuales, el sufragio universal, la desamortización de todos los bienes de la Iglesia, incluidos los bienes civiles y la abolición de las quintas. A raíz de la Revolución de 1868, en asambleas celebradas entre Octubre y Noviembre de 1868 el Partido Democrático opta por la república y se refunda con el nombre de Partido Republicano Democrático Federal, separándose un grupo, los llamados “cimbrios” que optaban por una monarquía democrática.
(4) Dicen respecto al gobierno republicano: “(…) “a nuestra vista es un gobierno como otro cualquiera, tanto más perfecto cuanto más tiende a la emancipación del género humano; y cuanto más se conforma con el evangelio de Jesucristo”.
(5) Ver artículo publicado en el “Boletín de Noticias”, editado en La Coruña, de fecha 19 de diciembre de 1843 (nº 588), bajo el título “De la Tarántula”, sin firma.
Román el termino progresismo durante el siglo XIX esta homologado a lo liberal. Es la revolución liberal del XIX la que utiliza los términos de progreso y cambio social. El siglo XX varia esta concepción liberal que apunta más hacia un reformismo en cuanto realizar cambios graduales en la sociedad. Está denominación la utilizan, según en qué países, partidos de diferente espectro político situados en el centro o centro izquierda, compuesto por profesionales, trabajadores especializados, miembros de la clase media intelectual académica.
Lamento que mis ocupaciones me impidan colaborar de forma activa en Atrio, pero he hecho un esfuerzo para que este trabajo de Eloy no pierda actualidad.
La situación general en España lo requiere. Es hora de profundizar en la búsqueda de soluciones para nuestros problemas colectivos, agravados por la mala voluntad de quienes nos administran y la inoperancia ( a veces por causas ajenos a ellos o ellas mismos) de quienes tienen un oficio rector en la sociedad.
El trabajo ha profundizado en datos históricos que nos pueden confundir, por cuanto corremos el riesgo de descontextulizarlos reduciendo la realidad de ahora a una cuestión de “oportunidad” o de ” ideosincracia”.
En el siglo XIX, los progresistas sufrían por el maridaje progresivo de los liberales ( burguesía) con los poderes estamentales, con la excusa siempre recurrente de que el pueblo no estaba preparado y sentía de otro modo (Oportunismo o ideosincracia)
Acepto de buen grado que nuestra actual Constitución se fundamentó en una democracia “Social y de Derecho”, recogiendo de manera formal lo mejor de la herencia republicana, que fue una República Social que consagraba el derecho al trabajo. (España, una nación de “nacionalidades” y regiones constituída por trabajadores)
Todo lo que acabo de decir era la causa del republicanismo en la década de los treinta del siglo pasado.
Pero no puedo aceptar, no si antes no lo discutimos más a fondo, examinando más a fondo los ataques a nuestra convivencia desde instancias políticas. que el carácter democrático haya sido un intento fracasado, que aconseje volver sin más al ideal republicano, para restablecer la democracia.
Empiezo por manifestar que no creo que el amplio uso del consenso que supuso la Reforma Política y la Constitución de 1978 haya dejado sin argumentos al republicanismo, ni como legítima aspiración de parte de la ciudadanía, ni como una alternativa siempre presente para configurar nuestro futuro.
Acepto el dato de que la Transición quedase completamente cerrada dentro del proceso democrático, dejando fuera o sin resolver, por razones de oportunismo históricos, algunas cuestiones que hoy buelven a la actualidad en forma de problemas que exigen soluciones inmediatas(.por ejemplo, relación institucional con la Religión, reconocimiento pleno de las naciones españolas, desmantelamiento del centralismo españolista, ¿federalismo?¿república?…)
Admito, y quizás aquí es donde me puedo equivocar más profundamente, que la opción republicana encaja mejor que la actual monarquía con una estructura federal del Estado
Puedo considerar cuidadosamente lo que dicen quienes argumentan que la monarquía en la persona de don Juan Carlos de Borbón ha tenido un carácter provisional, un valiosísimo paréntesis excepcional que dió fin al franquismo en sus aspectos políticos y que devolvió al pueblo la legitimidad de su Soberanía, rota un 18 de julio de 1936. Aquel consenso entre la clase política con el Rey y el pueblo, se hizo con todo el poder del aparato franquista y el ejército velando por las esencias del sistema.
Aquella fue una revolución desde arriba ante un pueblo ansioso de libertad y amante de la paz, quesustituyera a la paz de los cementerios que ya duraba cuarenta años.
Creo, que por salud democrática, y testigos nosotros con las nuevas generaciones nacidas en domocracia, sin el fantasma del terrorismo, tneos que buscar nuevamente la concordancia de pareceres y de sentimientos, en un consenso más amplio, que parta nó desde arriba, sino de los movimientos ciudadanos, desde la calle.¿No es eso la esencia de la democracia?
No se puede argüir la Constitución sin más, porque la sociedad sufre ahora una profunda crisis de legitimidad que le da derecho a revisar todos los fundamentos del sistema.
Para ello es necesario que el poder y la representación política (Gobiernos y partidos políticos) reconozcan que han sido y están siendo instrumentalizados por grupos de poder ajenos a la colectividad. Continuamente vemos cómo hasta las instituciones más altas del Estado se inhiben sin defender a la ciudadanía, y no nos queda otra alternativa que la ira indignada.
roman
Gracias Ana.
Destaco uno de tus interrogantes:
“Y una última pregunta ¿Por qué en países europeos muy desarrollados (Suecia, Reino Unido, Noruega, etc.) siguen sin cuestionar la monarquía?”
Quizá algún contertulio pueda ayudarnos a buscar respuesta.
La base que hace posible un mayor o menor grado de democracia en un país, ha dependido en otros tiempos del nivel de alfabetización del pueblo, es decir, de la toma de conciencia de su propia participación en el destino de su país, y de su rechazo a la arbitrariedad con que gobernaban sus reyes. Si en España a comienzos del siglo XIX el 90% de la población era analfabeta, y al finalizar el siglo era del 75%, ¿qué podemos esperar?
Por otra parte, en el siglo anterior, el XVIII, mientras en Francia bullía la Ilustración que fue gestando le Revolución Francesa, en España los Borbones franceses, a su llegada a España, encontraron la horma a sus ambiciones en las nulas aspiraciones populares españolas a la revolución profunda del país. Con la ligera excepción de Carlos III, los demás fueron unos impresentables, culminando su degeneración gubernativa en Fernando VII. En el siglo XIX hubo buenas oportunidades de establecer la república, pero todas fracasaron.
La II República fue lo mejor que le ha pasado a España en toda su historia, con una Constitución, la de 1931, que pudo ser la más moderna y avanzada de todas las existentes en aquel momento en Europa. Pero todos sabemos lo que pasó.
Toda esta historia constituye la raíz profunda de nuestra situación actual.
¿Qué es más racional la república? ¿Alguien lo duda? ¿Pero qué hacemos con el sentimiento popular tan fanáticamente arraigado aún en la mayoría popular? ¿Otra guerra civil? ¿Caerá la monarquía por sus propios errores? Lo dudo. Y una última pregunta ¿Por qué en países europeos muy desarrollados (Suecia, Reino Unido, Noruega, etc.) siguen sin cuestionar la monarquía?