En ATRIO somos muchos –¡¡no todos!!– los que por la partida de nacimiento formamos parte del grupo de mayores. Pero este no es un portal viejo ni decrépito. Creemos todos en ATRIO, jóvenes y mayores, en una nueva manera de vivir felicitantemente la vida y, por tanto, la vejez. Ya hemos presentado el tema alguna que otra vez. Pero hoy nos invita a reflexionar sobre ello esta entrevista a un autor psicólogo argentino que ha escrito un libro sobre las personas mayores.
Entrevista a Marcelo R. Ceberio sobre su nuevo libro El cielo puede esperar
- El cielo puede esperar es un libro dedicado a las personas mayores donde usted nos invita a mirar la vida con la vida. ¿Se puede tener una visión positiva del envejecimiento?
- A lo largo de su obra afirma que no hay muchos profesionales que quieran trabajar con personas mayores. A su vez, Roberto Pereira en el prólogo afirma cómo algunos profesionales al encontrarse con personas de edad se hacen planteamientos del tipo: “para qué vamos a operarle si ya tiene setenta años” o “¿cómo se casa a su edad?”, entre otros.
Trabajar con gente mayor no es la especialidad de elección ni en medicina y menos en psicología. No les es atractiva puesto que los profesionales sienten que no tienen nada que hacer, que es el camino inexorable de la muerte lo que esperan y vedan la cantidad de aspectos positivos que la vejez implica. Pero detrás de esta posición, se encuentran aquellos aspectos a los que temen: si la vejez es la puerta hacia la muerte, no quieren enfrentarse a su propio futuro proyectado en sus pacientes mayores. Ven en el anciano lo que a ellos les espera. Por último, no hasta hace mucho se creía que el anciano no podía cambiar, en la actualidad, la neuroplasticidad permite que afirmemos que es posible el cambio, aún estando en los últimos minutos de vida.
- Usted en cambio, ha decidido dedicarle un libro entero ¿Qué fue lo que le llevó a interesarse por las personas mayores?
Entre las cosas que me motivaron a escribir esta investigación, se halla mi experiencia clínica, en principio supervisando el trabajo hospitalario con grupos de adultos mayores. Además, después de más de treinta años de experiencia clínica, he visto adolescentes y adultos que interaccionan con viejos y que a la vez piensan cómo será su vejez. Mi labor ha sido y es mostrarles que la vida continúa, que hay proyecto hasta que nos encontramos en las puertas de la muerte. En lo personal, hay tres ancianos a los que les he dedicado el libro que han significado un ejemplo de lo que afirmo. Mi padre Ernesto Rodriguez Araujo, que hoy a los 86 años, hace tres que se ha vuelto a casar, continúa trabajando como actor, hace publicidades televisivas y continúa proyectándose al futuro. Mi abuelo Marcelino Ceberio, que falleció a los 86 años y hasta sus últimos momentos ejerció un rol maravilloso que le toca a los mayores: el ser abuelo. Y por último, mi maestro Paul Watzlawick que falleció a los 86 y hasta sus últimos días dictó clase a pesar de los impedimentos de su enfermedad: un ejemplo de profesional. ¡Cómo no redactar todo un libro que haga honor a los ancianos!
- En la historia de la humanidad ha sido un deseo continuo la eterna juventud y vivir indefinidamente, tal y como introduce en El cielo puede esperar, la esperanza de vida de los mayores de los países más desarrollados, ha aumentado considerablemente. Hasta el punto de poder considerar que hay ya otra etapa más: la de la cuarta edad. ¿De qué manera podemos contribuir para que esa longevidad lleve unida una calidad de vida en nuestros mayores?
La posibilidad de incluir una cuarta edad en la etapa evolutiva es que el deceso se halla por encima de las edades que socialmente se entendían como vejez. En la sociedad, principalmente el sistema de pensiones y el sistema de salud, están programados para una edad de deceso, que en la actualidad se ha ampliado notablemente. Estamos en las puertas del colapso, puesto que si los gobiernos esperaban sostener una jubilación hasta los 70 años, hoy son al menos diez años más, lo mismo para los servicios médico privados. Pero además lo que se llamaba 3º edad como sinónimo de vejez ya ha dejado de serlo: hoy una persona de 60 años se encuentra muy alejada de los parámetros de vejez tanto biológica como psicológica. En pos de contribuir a mejorar la calidad de vida de los mayores creo que lo más importante es –simple pero muy complejo- cambiar la concepción y consecuente atribución acerca de la vejez. Si entendemos que el anciano no es una resaca sino un ser humano al que le debemos respeto y admiración, nuestra actitud va a cambiar y vamos a generar una vejez rodeada de amor, integrada a la familia, valorizada y con futuro. Si logramos cambiar nuestra posición hoy, nos hallará en el mañana nuestra propia vejez disfrutando de ese período.
- También se refiere cómo las características de las nuevas familias del siglo XXI afectan a las relaciones con los mayores. Por ejemplo que los miembros cada vez están más dispersos y no tan unidos. Esto hace que en ocasiones se planteen que cuando las necesidades de la persona mayor aumentan haya que enviarles a una residencia o geriátrico. ¿Qué le parecen este tipo de medidas?, ¿qué repercusión tienen sobre la persona mayor?
En una investigación de hace más de diez años, establecí un cuadro de doble entrada acerca de viejas y nuevas estructuras familiares. En este demarqué treinta y pocas de diferencias entre una y otras familias. Pero la inclusión en residencias geriátricas va más allá de la disgregación familiar o falta de tradiciones o respeto a los mayores, tiene que ver con la atribución negativa de la vejez. Hacia los mayores, la sociedad tiene una actitud desvalorizante, con lo cual tiende a marginar al anciano. Su palabra no vale y hasta en muchos casos resulta un estorbo. Entonces la variable del geriátrico es un acto segregacionista, un “sacarse al viejo de encima”. Muy diferente es la posición donde las necesidades de cuidado se extremizan y es necesaria la internación como forma de cuidar su vida y optimizar los cuidados, principalmente cuando la familia no puede sostener una internación domiciliaria de mayor complejidad. La actitud hacia el mayor en este caso es muy diferente: es amorosa y valorizante y el anciano se siente reconocido y valorado en esa decisión.
- El epílogo se titula “Peticiones de un padre anciano a su hijo” ¿cuáles cree que son las principales peticiones de los mayores hacia sus familiares? Absolutamente todas, pero que se sintetizan en tres posiciones: 1. La valorización y reconocimiento de la persona mayor 2. El amor y la posibilidad de que sea expresado 3. La comunicación: escuchar a la persona mayor, hacerlo participar, pedirle consejo. Por supuesto que estas tres se entrelazan: uno ama a quien valora, valora a quien ama y comunica con amor y valorización. • ¿Cuál es el papel de los profesionales que trabajan con personas mayores para mejorar su calidad de vida?
Por una parte, trabajar con su contexto: enseñar a la familia que el anciano tiene mucho para decirles, que deben valorarlo e incluirlo. Y por otra parte: cambiar en el anciano su forma de percibir su propia vejez, motivarlo en proyectos, estimularlo a romper con el sedentarismo, crearle actividades que sean de su placer y llevarlo a que pueda disfrutar de este período y no lo sufra pensando que está en los prolegómenos de la muerte. Por supuesto siempre dentro de sus posibilidades y no negando su estatus como si fuese a vivir in eternum.
- Todos envejeceremos antes o después, además estamos rodeados de personas mayores que irán poco a poco entrando en la cuarta edad, eso me haría decir que este libro es de “lectura obligada”. Sobre todo si se tiene intención de envejecer…Aún así ¿a quién le recomendaría usted este libro?
Aparentemente es una pregunta simple, pero no lo es. Este libro lo “deben leer” los familiares de personas que se hallan en la cuarta edad, para que logren entender claramente todo el universo de la vejez y “que hay otra vejez”, cambiando la atribución que tienen sobre la misma. También lo deberían leer los mismos ancianos para que puedan comprenderse y percibir el vaso medio lleno y no medio vacío acerca de este ciclo evolutivo. Revisar todas sus áreas y todas sus posibilidades para desarrollar proyectos de vida y lograr posicionarse de una manera diferente en su entorno y frente a sí mismos. Por último, es un libro recomendable para todos los profesionales que trabajan con adultos mayores y los que no pero que quieren y deben saber sobre el tema. Hay poca literatura sobre la vejez y esto es coherente con todo lo que venimos desarrollando en la entrevista: es una especialidad poco elegida y por lo tanto poco investigada. También te puede interesar esta entrevista al autor donde habla de la formación del terapeuta.
Creo que el vivir una vida plena depende directamente de la autoestima. Con Josemaría, además de disfrutar maravillosamente de los 8 años de convivencia que nos fueron concedidos, experimentamos el placer de sentir que -de alguna manera- hicimos docencia, pues era frecuente cruzarnos con parejas de mediana edad que se detenían a decirnos que les gustaría llegar a la nuestra de igual manera; las compañeritas de Abril, mi nieta de 15 años, le comunicaban la ternura que les despertaba vernos pasear tomados de la mano; las personas mayores solas nos decían frecuentemente que les dábamos envidia, a lo que yo respondía: -Dense permisos.
Creo que no hay edad para emprender un aprendizaje, una vida en común o una actividad que nos guste. Los límites en todo caso los pondrá nuestro estado físico.
Desde mi experiencia personal, puedo decir que- luego de un matrimonio insatisfactorio- viví la más hermosa historia de amor desde los 67 (mi compañero tenía 76) hasta los 76, en que Josemaría, a sus 85 dejó de existir.
Claro que no todo depende de uno: yo vivo dando gracias a la vida por haberme encontrado con la maravillosa persona que fue mi compañero.
Perdón por exponer mi experiencia personal. Frente a los conocimientos de los atrieros, no me atrevo a grandes intervenciones. En todo caso, leo y aprendo de algunos de ustedes (Ana, casi siempre siento que podría suscribir tus opiniones).
Un abrazo a todos.
Hola!
Las variaciones históricas no proceden nunca de causas externas al organismo humano
Vivir es una operación que se hace de dentro a fuera, y por eso las causas o principios de sus variaciones hay que buscarlas en el interés del organismo.
Es verosímil que en los más profundos y amplios fenómenos históricos aparezca más o menos claro el decisivo influjo de las diferencias biológicas más elementales. La vida es masculina o femenina, es joven o es vieja.
La organización social más primitiva no es sino la impronta en la masa colectiva de esas grandes categorías vitales: sexos y edades. La estructura más primitiva de la sociedad se reduce a dividir los individuos que la integran en hombres y mujeres y cada una de estas clases sexuales -hasta el punto de existir en ciertos pueblos primitivos dos idiomas, uno que hablan sólo los hombres y otro sólo para las mujeres- en niños, jóvenes y viejos, en clases de edad. Las formas biológicas mismas fueron, por decirlo así, las primeras instituciones.
Masculinidad y feminidad, juventud y senectud son dos parejas de potencias antagónicas. Cada una de esas potencias significa la movilización de la vida toda en un sentido divergente del que lleva su contraria. Vienen a ser como estilos diversos del vivir. Y como todos coexisten en cualquier instante de la historia, se produce entre ellos una colisión, un forcejeo en que intenta cada cual arrastrar en su sentido, integra, la existencia humana.
Para comprender bien una época es preciso determinar la ecuación dinámica que en ella dan esas cuatro potencias y preguntar: ¿Quién puede más? ¿Los jóvenes o los viejos maduros? ¿Lo varonil o lo femenino?
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Siendo rítmica toda vida, lo es también la histórica, y que los ritmos fundamentales son precisamente los biológicos, es decir, que hay épocas en que predomina lo masculino y otras señoreadas por los instintos de la feminidad, que hay tiempos de jóvenes y tiempos de viejos.
La lucha misteriosa que mantienen en las secretas oficinas del organismo la juventud y la senectud, la masculinidad y la feminidad, se refleja en la conciencia bajo la especie de preferencias y desdenes.
Llega una época que prefiere, que estima más las calidades de la vida joven y pospone, desestima las de la vida madura o bien halla la gracia máxima en los modos femeninos frente a los masculinos.
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En las generaciones anteriores la juventud vivía preocupada de la madurez. Admiraba a los mayores, recibía de ellos las normas -en arte, ciencia, política, usos y régimen de vida-, esperaba su aprobación y temía su enojo.
Los jóvenes sentían su propia juventud como una transgresión de lo que es debido. La vida social no estaba organizada en vista de ellos. Las costumbres, los placeres públicos habían sido ajustados al tipo de vida propio para las personas maduras
Hasta en el vestir se veían forzados a imitar a los viejos: las modas estaban inspiradas en la conveniencia de la gente mayor. Las muchachas soñaban con el momento en que se pondrían “de largo”, es decir, en que adoptarían el traje de sus madres. En suma, la juventud vivía en servidumbre de la madurez.
El cambio acaecido en este punto es fantástico. Hoy la juventud parece dueña indiscutible de la situación, y todos sus movimientos van saturados de dominio. En su gesto trasparece bien claramente que no se preocupa lo más mínimo de la otra edad.
El joven actual habita hoy su juventud con tal resolución y denuedo, con tal abandono y seguridad, que parece existir sólo en ella. Le trae perfectamente sin cuidado lo que piense de ella la madurez; es más: ésta tiene a sus ojos un valor próximo a lo cómico.
Hoy el hombre y la mujer maduros viven casi azorados, con la vaga impresión de que casi no tienen derecho a existir. Advierten la invasión del mundo por la mocedad como tal y comienzan a hacer gestos serviles. Por lo pronto, la imitan en el vestir.
El hecho que subraya más que otro alguno este triunfo de la juventud y revela hasta qué punto es profundo es el entusiasmo por el cuerpo. Cuando se piensa en la juventud, se piensa ante todo en el cuerpo.
Por varias razones: en primer lugar, el alma tiene un frescor más prolongado, que a veces llega a ornar la vejez de la persona; en segundo lugar, el alma es más perfecta en cierto momento de la madurez que en la juventud. Sobre todo, el espíritu -inteligencia y voluntad- es, sin duda, más vigoroso en la plena cima de la vida que en su etapa ascensional. En cambio, el cuerpo tiene su flor -su akmé, decían los griegos -en la estricta juventud, y, viceversa, decae infaliblemente cuando ésta se traspone.
Por eso, desde un punto de vista superior a las oscilaciones históricas es indiscutible que la juventud rinde la mayor delicia al ser mirada, y la madurez, al ser escuchada. Lo admirable del mozo es su exterior; lo admirable del hombre hecho es su intimidad.
Hoy se prefiere el cuerpo al espíritu. Tal vez las generaciones anteriores han rendido demasiado culto al espíritu y han desdeñado excesivamente a la carne. Era conveniente que el ser humano fuese amonestado y se le recordarse que no es sólo alma, sino unión mágica de espíritu y cuerpo.
El cuerpo es por sí puerilidad. El entusiasmo que hoy despierta ha inundado de infantilismo la vida, ha aflojado la tensión de intelecto y voluntad en que se retorcieron los dos siglos pasados. Vamos a descansar un rato en el cuerpo, justo cuando tenemos ante nosotros los problemas más pavorosos, nos entregamos a unas vacaciones. Brinca elástico el músculo del cuerpo desnudo detrás de una pelota que declara francamente su desdén a toda trascendencia.
Entrega tan completa a su propio momento es justa en cuanto afirma el derecho de la mocedad como tal, frente a su antigua servidumbre. Pero ¿no es exorbitante?
Si es falso que el joven no debe hacer otra cosa que prepararse a ser viejo, tampoco es parvo error eludir por completo esta cautela.
Pues es el caso que la vida, objetivamente, necesita de la madurez; por tanto, que la juventud también la necesita. Es preciso organizar la existencia: ciencia, técnica, riqueza, saber vital, creaciones de todo orden, son requeridas para que la juventud pueda alojarse y divertirse. La juventud de ahora, tan gloriosa, corre el riesgo de arribar a una madurez inepta. Hoy goza el ocio floreciente que le han creado generaciones sin juventud.
El entusiasmo por el cariz juvenil que la vida ha adoptado no se detiene más que ante este temor. ¿Qué van a hacer a los sesenta años los humanos “futbolistas”? Porque el mundo es ciertamente como un balón, pero con algo más que aire dentro.
Hola!
Se ha solido confundir las generaciones históricas con las genealógicas de hijos, padres, abuelos, pues se subraya en ellas exclusivamente lo que tienen de sucesión.
Juventud sería un cierto estado del cuerpo y del alma bien distinto del estado que ambas—cuerpo y alma— presentan en la vejez, dando por supuesto que el ser humano es, primordialmente, su cuerpo y su alma.
Esto es un error. El ser humano es primariamente su vida —una cierta trayectoria con tiempo máximo prefijado. Y la edad es ante todo una etapa de esa trayectoria y no un estado de su cuerpo ni de su alma.
Lo sustantivo del ser humano es su vida, que es drama, destino y no cosa.
Las edades lo son de nuestra vida y no, primariamente, de nuestro organismo —son etapas diferentes en que se segmenta nuestro quehacer vital.
Porque la vida no es sino lo que tenemos que hacer, puesto que tenemos que hacérnosla.
Cada edad es un tipo de quehacer peculiar.
¡Vamos todavía! – Oscar.
Rodrigo, en el momento actual, si la apuesta humana fuese por la justicia para cualquier ser humano, y cada ser humano tuviese acceso a la alimentación y a la medicina, los millones de muertes prematuras que se producen, se reducirían enormemente, imposible evitarlas en su totalidad puesto que hay enfermedades incurables o accidentes que nadie puede evitar, pero se reduciría muchísimo las muertes prematuras. Por tanto la mayoría de las personas llegaría de forma natural a la vejez porque el homo sapiens, actualmente, tiene medios más que suficientes para romper esa espontánea “ley natural” de otros tiempos.
Otro capítulo importantísimo que abres, es la superpoblación y las consecuencias que de ello se derivan, pero esto es otro tema de difícil solución.
Es de justicia luchar, exigir y conseguir una justa atención a las personas mayores, especialmente cuando son dependientes, al igual que otras personas dependientes por otras razones que no sea la vejez. El exceso de población mayor en países “desarrollados” hace difícil la asistencia social pública, la vida laboral de los hijos y las hijas, dificulta asimismo poder atender a sus mayores, las dificultades económicas complican aún más las cosas. Así y todo hay que seguir en la lucha por el objetivo principal de atención justa.
Se dice mucho que la gente joven debería tener más en cuenta la sabiduría acumulada de la gente mayor; pienso al respecto, que es cierto que la vida te enseña muchas cosas, si bien no todas las personas mayores han sabido aprender de la escuela-vida. Mucha gente mayor se quedó en el pasado, y es a estas personas a quienes habría que aconsejarles que aprendan de la gente joven o madura. Las nuevas generaciones de nuestro tiempos han tenido la oportunidad de aprender muchas cosas que en otros tiempos no nos enseñaban y, sobre todo, la vertiginosa evolución de los acontecimientos y los cambios sociales, no menos vertiginosos, dan, a quien quiera aprender, mayor apertura de mente, mayor tolerancia, y un sin fin de valores que en otro tiempo estaban ocultos.
Y, finalmente, el título del post sobre lo maravilloso de la vejez, se refiere a quien tenemos cubiertas ciertas condiciones de vida aceptables, como es la salud y, especialmente la salud mental. Lo otro no tiene nada de maravilloso.
Que poco se acude al anciano(lleno de sabiduria).No hay mas que ver ciertas peliculas de los indios americanos(eso que eran una gran propaganda de la grandeza del rostro palido),el jefe era el joven fuerte y vigoroso,pero nunca iniciaba una acción sin el consejo de los ancianos.Todo un ejemplo para los mandamases de ahora,que para informarse como solucionar la jubilación ponen como cabezas pensantes a banqueros,especialistas en seguros etc. Osea,poner a cuidar un gallinero al zorro.
Bueno Ana, siempre he tenido desconfianza del uso de “naturaleza” y de “ley natural”. Por ejemplo, por “ley natural” el homo sapiens sapiens es una especie altamente abortiva y con altas tasas de muertes previas a la madurez biológica.
Ha sido gracias a que el homo sapiens sapiens ya no es una especie esclavizada a la “ley natural” que las tasas de mortalidad en el periodo de gestación y la mortalidad infantil han disminuído. Y si dejamos el antropocentrismo, podríamos decir que ese rompimiento de la ley natural explica el desbalance poblacional en que nos encontramos. OJO, no abogo por soluciones abortistas ni eugenésicas a la crisis poblacional. Sólo digo que el haber roto -mediante la medicina y otras herramientas culturales- la ley natural de nuestra especie nos ha llevado a la sobrepoblación.
Se acuerdo en que en la vejez o tercera edad se piensa más en la muerte, en general. Siempre hay excepciones. Hace casi dos meses Carmen L (de quien extraño sus participaciones acá en ATRIO) puso en su blog una entrada sobre “la gran pregunta” por la muerte. Te comparto (y comparto con todo ATRIO) un párrafo de lo que le comenté:
Cuando mi madre llevaba gestándome 6 meses tuvo una crisis de preclamcia. Los doctores dijeron a mi padre, para convencerlos de practicar un aborto terapéutico: ¿qué prefiere, una hija [mi hermana mayor] con su madre o dos hijos huérfanos? Mi padre firmó la autorización para que me extrajeran. Mi madre pidió 24 horas más. Y aquí estoy. A los 14 años, los maristas trataron de reclutarme. En su interrogatorio me preguntaron si había tenido alguna experiencia cercana a la muerte. Para entonces, ya contaba yo con 5 experiencias de ese tipo. No es de sorprender que llegué a la mayoría de edad con la convicción de que no llegaría a la tercera década de vida. Y aquí estoy. (Ha de ser cierto el dicho de que mala hierba no muere, jajaja). La muerte se me ha vuelto tan natural, que ya ni siquiera es una pregunta. De alguna manera envidio a quienes no le tienen tan presente, a quienes les sorprende la gran pregunta de vez en vez. Pero también sé que todo ese bagaje de experiencias me han hecho ser la persona que soy, me han dado la forma de ver el mundo que tengo, así que estoy conforme y agradecido.
Me gusta lo que dices: la muerte viene independientemente de lo que se piense de ella. A mí me gusta pensar este tema de la vejez en términos de lo que nos conviene aprender, como personas y como sociedades, para garantizar que todas las personas en este etapa de la vida la puedan vivir con plena dignidad y felicidad. No sólo como aprendizaje técnico, sino como aprendizaje de humanización. Qué importante es que se discuta, se difunda la información, se compartan las experiencias. Y que todo ello se concrete en acciones prácticas.
Saludos
Tienes razón Rodrigo de que los ojos miran desde donde los pies pisan. Yo caí en esta trampa olvidándome de los millones de muertes prematuras que se dan en el mundo.
Añadiría un matiz: por ley natural la persona puede llegar a la vejez, salvo accidentes sobrevenidos, mientras que cuando hablamos de la corta esperanza de vida en tantas regiones del mundo, yo veo que la causa proviene de la acción humana, de la injusticia que hace inviable el desarrollo que, por naturaleza, debería alcanzar cualquier ser humano. Pienso que no es “natural” morirse joven, pienso que si las condiciones de vida fuesen las que los seres humanos deberían tener por derecho, la mayoría podríamos llegar a una cierta edad. Quizá habría que decir que en la vejez se piensa más en la muerte que cuando se es joven. Si bien la muerte viene cuando tiene que venir independientemente de lo que se piense sobre ella.
Dice Ana que nadie va negar que la muerte está más cercana en la vejez que en la juventud. Yo si lo haré.
Los ojos miran desde donde los pies pisan. En este México de más de 4000 niños y niñas asesinados en la “guerra contra el narcotráfico”, la muerte está más cercana al grupo poblacional entre los 15 y los 30 años que a cualquier otro grupo poblacional. En otros lugares será distinto, obviamente. Pero aquí es así.
http://elpais.com/elpais/2013/07/10/opinion/1373457617_864305.HTML
Otra aportación interesante al tema.
Mientras leía esta entrevista, se me amontonaban infinidad de cuestiones, tan variadas cuantos individuos viven.
En primer lugar vivimos en una cultura de ocultar y ocultarnos que la muerte será un hecho incontestable para cualquier persona. Y nadie va a negar que la muerte está más cercana en la vejez que en la juventud. Pero no queremos que llegue nunca, o bien, lo vivimos con necesaria resignación.
El cómo se viven estos, cada vez más numerosos años, ya es otra cuestión.
Por parte de los protagonistas su calidad de vida dependerá de muchos factores: la salud, la no dependencia, su economía, la familia que tenga o que no tenga, etc. etc.
Y por parte de los familiares de la persona mayor, dependerá de muchísimas circunstancias de cariz humano, económico, laboral e incluso de capacidad en la vivienda.
Si nos centramos en los aspectos favorables en los que se encuentre la persona mayor, es cierto que, que desde que cesa su vida laboral hasta que la decrepitud comienza el deterioro propio de la naturaleza humana, cabe una vida entera. Si calculamos que desde los 65 años en estos tiempos una persona puede vivir 20 años y más en buenas condiciones, diríamos que ¡es toda una vida!, y si se organiza bien su mente y su cuerpo, con actividad mental y actividad física, estos años dan mucho de sí.
Así y todo, hacerse viejo-a es un latazo, pero es así y esto no lo cambia nadie, sin menospreciar ventajas como la experiencia, el tiempo libre, la abuelez, etc.
Extraordinario!!! Una muestra más de por qué nos es tan imprescindible este ATRIO.
GRACIAS