Otros temas

Autores

Archivo de entradas

Temas

Fechas

Calendario

7446 Artículos. - 113037 Comentarios.

Mi nuevo paradigma teológico — 8 —

Juan Luis

V DIOS SE HIZO CARNE EN JESÚS DE NAZARET

Seguimos en el mismo ámbito de la encarnación de Dios en la creación, en toda la creación y, dentro de ella, en cada uno de sus elementos conforme a su capacidad receptiva. En la cúspide de la evolución cósmica, por cuanto nos es dado conocer, se sitúa la humanidad. Dios se hace carne en todos los humanos y, de un modo especial, en todos los hombres y mujeres santos entre los que se encuentra Jesús de Nazaret.

IV.1  El Jesús (histórico) ofrece sobre sí más garantías que el Cristo (de la fe)

Para no dejar lugar a ningún malentendido sobre el contenido de este capítulo  IV  adelanto que coincido con las siguientes tesis de J.Hick en “La metáfora de Dios Encarnado” (Abya Yala, Quito 2004) “Jesús no enseñó que él mismo fuese Dios Encarnado…, esta idea formidable es una creación de la iglesia  (pág.14); y de J.M. Vigil : “Existe un amplio acuerdo entre los exegetas sobre el hecho de que Jesús no reivindicó para sí el atributo de la divinidad, ni tuvo en absoluto la pretensión de ser Dios encarnado” (Teología del Pluralismo religioso, p 167).”Un hijo de Dios metafórico se transformó en el Dios Hijo metafísico, segunda persona de la Trinidad [1]” (Hick,l.c. 71); “El dogma de la encarnación es cuestionado por un gran número de teólogos tenidos en alta consideración” (Hick ibid. 25); “El cristianismo del Cristo dogmático es otro cristianismo, o sea, un cristianismo diferente del cristianismo del Evangelio del Reino de Dios y del seguimiento de Jesús” (Vigil, l.c. 171).

Es claro que, especialmente en este capítulo , mantengo el método de indagar todo lo que una razón abierta  pueda dar de sí modestamente en el conocimiento del personaje de Jesús sin recurrir a  autoridades eclesiales o bíblicas pretendidamente avaladas por la autoridad divina. Lo que no obsta manejar los textos bíblicos como testimonios cristianos concernientes al personaje Jesús. Textos que no se pueden tomar al pie de la letra sino que, como en cualquier caso, están hermenéuticamente sujetos al método científico de la crítica histórica. No es una precaución supérflua dado el ingenuo vicio en el mundo cristiano de interpretarlos tal como suenan. Así por ejemplo, el cuarto evangelio es manipulado sin rubor sin tener en cuenta estas mínimas precauciones como advierte J.Hick :”Después de D.F. Strauss y F.C. Bauer, el evangelio de Juan ya no puede ser tomado por nadie como una fuente de palabras auténticas de Jesús”.

Así pues, al no haber acuerdos contrastados entre los especialistas sobre los “ipsissima verba Iesu” sobre éste sólo disponemos con plena garantía de afirmaciones mediadas: cómo los autores de dichos textos o las personas que originaron las tradiciones orales previas a tales escritos, entendieron e interpretaron con ardor y con buena fe indudable los acontecimientos y palabras de un personaje tan fuera de lo común. Formular lo dicho como “lo que dicen que dijo e hizo Jesús” matiza los resultados pero en manera alguna invalidad un núcleo duro de máxima importancia, pese a contornos algo difusos, de los hechos y dichos del Maestro. No sería aventurado proceder respecto a los evangelios con dos afirmaciones contrapuestas: ni se agota en ellos obviamente la complejidad del Jesús histórico ni existe plena garantía de la inexistencia de alguna deformación interpretativa en razón de la propia subjetividad humana. Esta reflexión que nos parecería obvia en el caso de textos de o sobre cualquier personaje antiguo sólo nos puede parecer abusiva en el caso de Jesús a causa de la creencia en la “intervención” del Espíritu que da origen al que hemos dado en llamar “el Cristo de la fe”. Personalmente entiendo que, agotada la aproximación histórica a Jesús, todo lo demás que se diga pertenece al ámbito de “la experiencia interior” de los testigos y posteriores seguidores, única sede de lo que se ha llamado “revelación”. No me detengo en algo ya expuesto en “Religión sin magia”.

IV.2   Contornos ambiguo del Cristo tradicional.

Debo reconocer con sencillez el agobio que las antiguas creencias me causaban. El lío no dejaba de ser considerable: ¿era preciso orar siempre al Padre “·por Jesucristo nuestro Señor”? ¿en qué circunstancias tenía sentido dirigirse más bien al Hijo? El colmo era la preocupación que me ganaba por postergar un tanto al Espíritu. Al parecer otros eran menos técnicamente piadosos e invocaban sin remilgos a “nuestro Padre Jesús del gran Poder”. No acababa ahí la dificultad. Dado que Jesús era hombre y Dios, mi confusión crecía: ¿habría de orar a su divinidad a través de su humanidad? ¿o apiadaría más fácilmente al Señor dirigiéndome directamente a su humanidad?  A mi entender, la dificultad aún sería mayor para él: ¿cómo podía crecer Jesús humanamente en sabiduría si ya lo sabía todo como Dios? Su psicología humana y su sabiduría divina ¿se mantenían en compartimentos estancos? ¿O qué relaciones mantenían? Y el tema de las voluntades aún dio más quebraderos de cabeza a los teólogos medievales. Su voluntad humana no podía fallar a su ser divino y, por eso, no podía pecar. Pero entonces ¿las tentaciones iban en serio dado que de ningún fallo tenía que preocuparse? Si su inteligencia  gozaba de la visión beatífica, la propia y plena del cielo, como decían los teólogos, incluso desde su mismo estado de embrión ¿cómo esa máxima felicidad le permitió sufrir sobre la cruz? Me agarraba a los teólogos más fiables  ávido de una explicación pero me parecían éstas tan peregrinas que me era más cómodo refugiarme en el misterio., como siempre se nos aconsejaba. Lo que no me evitaba  que la vida interior y de relación con lo divino anduviese incierta y desorientada entre tantos interlocutores divinos con los que me esforzaba por cumplir sin marginar a ninguno.

Los laicos han sido parcos al hablar de estas cosas, les daba apuro quedar mal ante los clérigos. Pero algunos acababan por insinuar tímidamente su desorientación y, según recuerdo, no quedaban satisfechos con nuestros apaños teológicos. A mí personalmente Jesús me seducía por su forma de enfrentar los problemas humanos, por su independencia ante lo cultual y religioso, por su apuesta progresiva por la masa de marginados de aquella sociedad terriblemente injusta. Pero siempre me quedaba yo en la incómoda ambigüedad de si Jesús actuaba como hombre como yo o si todo le venía dado de su naturaleza divina.

Trascurrido el tiempo desde mi conversión del año 85 fui cayendo en la cuenta de que mi lamento “¡qué tarde, Señor, te conocí!” se dirigía a Dios en general. Jesús no era interlocutor aunque su parábola sobre el carácter absoluto del tesoro escondido hubiera preparado el terreno. Jesús fungía como referente en mi enfoque de la espiritualidad: yo creía como Jesús más que en Jesús. Porque el personaje seguía teniendo algo de híbrido y desorientador para mi fe De ahí que Jesús fue uno de los elementos que antes se benefició de la deconstrucción-reconfiguración resultante de rechazar todo intervencionismo de Dios en la historia que desbordase el marco de las realidades naturales. El Verbo se hizo carne era metáfora poética no metafísica. Insensiblemente la figura de Jesús se fue desprendiendo de su ropaje ‘encarnatorio’, se fue despojando de su ambigüedad híbrida…Y apareció Jesús, el hijo de José y de María, vecino de Nazaret, curioso individuo desconocido de quien la gente sólo comenzó a hablar cuando era ya en aquella sociedad un adulto maduro. Con la mayor sinceridad y honradez debo confesar que sólo con la ayuda del nuevo paradigma he comenzado a descubrir a Jesús. Sólo en la medida en que releyendo los evangelios me aparece con inusitada novedad la humanísima humanidad del Maestro galileo. Y sólo entonces cobra sentido y atisbo la humanísima divinidad de Yahvé.

IV.3  Jesús no es Dios ni igual a Dios

Así, pues, Jesús no rompe la evolución natural de la historia, no es un caso único sino uno entre otros ¿El más grande? Es una pregunta ociosa porque no disponemos de un patrón de medida. En cualquier caso la competitividad en este terreno sería un mal comienzo en el diálogo interreligioso. Jesús no fue celoso como lo eran sus amigos de quienes también hacían milagros. Es normal que en nuestro contexto cultural el más asequible entre los grandes hombres de Dios sea Jesús pero nada nos impide recibir de otras fuentes, Buda, LaoTse, Mahoma…

Hemos atisbado un Dios que se oculta y se revela en toda sus criaturas en la medida en que participan de su bondad a lo largo de la evolución cósmica. No es el mismo reflejo el que refracta una bella gema, un perrito, un recién nacido o el anciano ante el que se rasga el velo del santuario al salirle al encuentro desde su propia interioridad el Santo de los santos. Jesús es una cumbre de la evolución aunque no la única. Está hecho de la misma pasta creatural pero qué humanísima belleza la de este icono de Dios en cuyo seguimiento vamos a consumir nosotros toda una vida aprendiendo a ser ‘hijos de Dios’ y hermanos de todos.

En el imaginario religioso cristiano Jesús es Dios en el sentido más fuerte de la  afirmación que constituye, nos aseguran, el corazón irrenunciable del cristianismo. Si queremos evitar una posible trampa del lenguaje verifiquemos en el comportamiento del pueblo cristiano lo que creemos: Jesús es adorado con la misma categoría de Dios.

Efectivamente, para no instalarnos en el equívoco hagamos alguna precisión.

Según los concilios cristológicos en Jesús existen dos naturalezas, humana y divina, sustentadas por la persona única del Verbo. Así se pensó salvar el misterio, dualidad de naturaleza y unidad de persona. Los teólogos modernos conceden con facilidad que se impone romper el corsé de la ontología helenista y reinterpretar el misterio.

Como quiera que ello se entienda el lenguaje popular se atiene a la fórmula “Jesús es Dios”. Para no perdernos en distinciones atengámonos a tal afirmación y preguntemos: ¿qué indica para el pueblo el verbo ES, identidad o unión? ¿Jesús se identifica con Dios hasta el punto de constituir una misma y única realidad con él? Esto parecen indicar tanto el culto de adoración por parte del pueblo cristiano como la afirmación dogmática de que Jesús era homoousios toi patri, de la misma naturaleza que el Padre. La identidad de Jesús con Dios parece tanto como afirmar la identidad entre criatura y Creador, contingente y Necesario, finito e Infinito. A partir del supuesto de la identidad ¿cómo no caer, pues, en la pura y simple contradicción, es decir, en una afirmación carente de sentido real?

Si no se admite la identificación entre Jesús y Dios sólo queda hablar de unión entre ambos. Ahora bien la unión sólo tiene como frontera la misma que el panteísmo para el que la multiplicidad de seres desaparece en la unidad. Por muy extraordinaria que entendamos la unión de Jesús con Dios nunca su realidad humana se puede confundir con la divinidad.

Tal vez estas afirmaciones tan abstractas se formulen mejor acudiendo al símil ya utilizado al hablar de la creación de la que Jesús es un caso concreto. Dios, entendido en la creación como Don no se limita por sí mismo sino por el receptor, como sucede al agua con un recipiente. Dios se entrega al ser humano pero la medida de la receptividad de éste está constituída por lo más específico y constitutivo de la realidad personal, la libertad. Pues bien, como ya se dijo, la realidad de la persona es entitativamente (no accidentalmente) evolutiva. Evolución que es un proceso que va desde su inicio embrionario (en el que convendría hablar más bien de organismo de ser humano que de persona) hasta la plenitud de la persona en la que ésta se define definitivamente en función de su relación o unión con Dios en la máxima medida lograda que constituye su plenificación.

No otro es el caso de Jesús. En su embrión el Don de Dios se adapta a la recepción que ofrece un embrión en el que su configuración genética anuncia sus posibilidades que sólo serán reales en la medida de la libertad de sus opciones.  Pero ni tal embrión es ya simplemente Jesús ni menos se identifica con Dios. En resumen unión sí, identificación no. No veo cómo el conocimiento humano, en su dimensión cognitiva, pueda dar más de sí.

Si esta reflexión a través del recurso a la recepción del Don de Dios en el recipiente humano dice todavía poco, podemos recurrir a alguna otra formulación.

Valdrá decir por ejemplo que Dios ESTÁ en Jesús, habita la realidad de Jesús. O que Jesús es el símbolo en el que se manifiesta y vierte la entera realidad del Dios Altísimo.

[1]“Aquí se ha dado un salto cualitativo. Cuando el Logos o la Sabiduría son una personificación (figura de lenguaje que se refiere metafóricamente al mismo Dios) tiene un sentido claro afirmar que la sabiduría de Dios o su Logos se hacen presentes en Jesús. Pero cuando pasan a ser una “hipostatización”, es decir, un ser real, distinto de Dios Padre, entonces la afirmación que se está haciendo es bien diferente

6 comentarios

  • X. Gundín

    1) El dios abandonado con el viejo paradigma era un interventor directo y explícito. Lo demostraba en las abundantes -y milagrosas- actuaciones que de él se contaban.
    Las milagrosas intervenciones divinas eran ¿apoyadas? por otras menores -la jerarquía cuenta- normalmente sanadoras  de vírgenes y santos.
    En el nuevo paradigma la intervención divina explícita se queda en la creación. Las siguientes si son -no se niegan- se hacen implícitas -en las leyes naturales: ergo no milagrosas- y sutiles. Las intervenciones menores no existen
     
    2) El Jesús del viejo paradigma resucitaba físicamente.
    El del nuevo paradigma solo alegóricamente.
     
    3) Ambos paradigmas tienen parentesco -el primero, grande- con la fórmula oficial: el Credo.
     
    Hasta donde entiendo -no puedo estar seguro de entender bien- ahí veo las diferencias básicas entre ambos paradigmas. Hay otras muchas que son consecuencias -y no serían las únicas posibles- de las anteriores.
     
    El primero quiebra -es claro- en su confrontación con el mundo moderno, su ciencia y racionalidad, y trata de adaptarse mediante el segundo. La adaptación se hace rechazando la parte maravillosa -milagrosa, mágica- del primero y, negándose a ilustrar el misterio por vía de maravillas se cubre discretamente con la palabra “apofatico/a”.
     
    Sigo sin saber que hacer con ambos paradigmas. No se para qué sirven, para qué los querría…. Qué explican, qué enseñan….Entiendo que sirven para un tránsito….

  • M.Luisa

    Si en mi anterior comentario  hice prevalecer    el ESTAR sobre  el SER  fue   por situarme en la línea  del autor del escrito donde  Juan Luis   reflexiona   sobre  el ser en su    sentido identitario del  ser  afirmativo;   A es B  y en la  insuficiencia  de esta afirmación  que lo es con  respecto  a la realidad de A y B.
     
    Pero privilegiar el ESTAR sobre el ser no significa que el estar constituya  el modo de  habitar del hombre, como  entiendo nos hace ver Oscar donde en su escrito omite toda referencia a la inteligencia, y donde  sin ella el hombre  se encontraría sin remedio  no pudiendo como el animal   dominar  el  medio sino que,  si el hombre  construye un mundo ( cultural)   es porque  donde  el ser humano se encuentra  habitando    es en la realidad.
     
    No hay, desde luego,  ninguna necesidad de llevar a los extremos  nuestro  conocimiento  hasta el punto de  “logificar” la realidad  en su “estar-nos presente”  incidiendo  para ello en la presencia más que  sobre el estar como ya señalé,     pero tampoco  cabe pensar que nuestra capacidad cognitiva  respecto a la realidad  queda limitada  a mera ilusión o deseo.

  • oscar varela

    Hola!
     
    El ser humano labura –los que labura ¡claro!- hora tras hora todo el día.
     
    Al finalizar la jornada y ver realizada “la diaria”, el tipo extiende la mirada sobre lo hecho como para darle el último retoque luminoso al ordenamiento, decorado y pinturas.
     
    DIOS es “esa última mirada” que el ser humano repasa sobre sus “QueHaceres”; es la AUDITORÍA o CONTROL de su propia vida, que no lo va a dejar RE-POSAR “de una vez por todas”; porque mañana hay que seguir.
     
    Esa es la Vida del ser humano sobre la Tierra.
    …………………
     
    La relación básica del hombre con la Tierra es bastante paradójica.
     
    No se han encontrado diferencias anatómicas ni fisiológicas que separen al hombre de los animales superiores en forma que resulte clara.
     
    Teilhard descubrió, sin embargo, un rasgo puramente zoológico que los distingue a uno de otro: el hecho, incuestionable, de que mientras todos los demás animales habitan particulares regiones del globo, solo el hombre habita en todas.
     
    Este carácter radicalmente ecuménico del hombre es extrañísimo.
     
    HABITAR
     
    El hecho de que el hombre habite donde quiera, su planetaria ubicuidad, significa, claro está, que carece propiamente de «habitat», de un espacio donde, sin más, pueda habitar.
     
    La Tierra es para el hombre originariamente inhabitable.
     
    Para poder subsistir intercala entre todo lugar terrestre y su persona creaciones técnicas, construcciones que deforman, reforman y conforman la Tierra, de suerte que resulte más o menos, habitable.
     
    El habitar no le es dado, desde luego, sino que se lo fabrica él, porque en el mundo, en la Tierra, no está previsto el hombre, y este es el síntoma más claro de que no es un animal, de que no pertenece a este mundo.
     
    El hombre es un intruso en la llamada naturaleza. Viene de fuera de ella, incompatible con ella, esencialmente inadaptado a todo milieu.
     
    CONSTRUIR (para Habitar)
     
    Por eso, construye. Y entonces es capaz, a posteriori, de habitar en todas partes.
     
    El hombre no está adscrito a ningún espacio determinado y es, en rigor, heterogéneo a todo espacio. Solo la técnica, solo el construir asimila el espacio al hombre, lo humaniza. Pero todo esto se ha de entender de manera relativa. A pesar de todos los progresos técnicos, no puede decirse, hablando con rigor, que el humano «habite»; que esté “sentadito en el Sillón” de una vez por todas y para siempre.
    (-“¡Ay Ay Ay Ay! ¡Qué trabajo nos manda el Señor!”-)
     
     
    SER y ESTAR (¿tranqui?
     
    En español ser, viene de sedere = estar sentado.
     
    Es muy posible que sedere no signifique el simple hecho de estar sentado o asentado, sino pensar que solo se es plenamente cuando se está sentado o asentado; y que todas las demás situaciones de su experimentada vida representan solo formas deficientes de ser; no una per-manecer sentadito.
     
    Habitar, Ser: no pueden tener ese sentido de algo logrado, tranquilo y positivo, sino, al contrario, llevan en su fondo la idea de “laburo”, de que el ser humano es esfuerzo, insatisfacción, anhelo de algo que no se tiene, quejumbre de algo esencial que falta, esperanza de que se logre.
     
    Así adquiere mayor precisión lo dicho antes: que la Tierra es para el hombre inhabitable.
     
    Y también entrevemos que cuando el ser humano dice que habita, se le ha de entenderse con un valor aproximativo y deficiente.
     
    El auténtico y pleno HABITAR, SER o ESTAR son una ilusión, un deseo, una necesidad, no un logro, una realidad, una delición.
     
    El humano ha aspirado siempre a habitar, pero no lo ha conseguido nunca del todo.
     
    Sin habitar no llega a ser ni a estar “tranqui”, quietito, satis-fecho; en suma, el tipo es un ¡In-Feliz!
     
    Pero ¡hay que seguir yendo todavía! ¿qué otra nos queda? – Oscar.
     

     

     

     

  • M.Luisa

    Si el otro día,  el amigo Oscar  le noté   un poco  “mosqueado” porque, decía,  que no le leía bien,  también yo ahora debería estarlo si es que él  no ve   en mis insistentes planteamientos  la misma deriva en la que  Juan Luis concluye sus reflexiones.
    Decir   “Dios ESTÁ en Jesús, habita la realidad de Jesús”   es la manera o modo anterior de aprehender, antes de cualquier “afirmación”  (ser)   la realidad de Jesús.
     
    El carácter, tanto del “estar” como del acto “aprehensivo”  es físico. Este carácter físico  es de lo que  ha carecido  tradicionalmente  el ser afirmativo del juicio, de ahí el salto cualitativo   del que habla Juan Luis  en el último párrafo del artículo.
     
    Como dije tiempo atrás,  la filosofía tradicional ha resbalado sobre el “estar” de cualquier realidad que nos “esté presente”  y ha ido directamente  a definir  de forma ideológica (eidos, visión) su  presencia, con lo cual  decir “Jesús es Dios”  constituye  tan sólo      una mera construcción de nuestra mente.

  • Sergio Zalba

    Decir “que Dios ESTÁ en Jesús” o que “habita la realidad de Jesús. O que Jesús es el símbolo en el que se manifiesta y vierte la entera realidad del Dios Altísimo”, me resultan las más apropiadas maneras de afirmar el vínculo entre Padre e Hijo. El “estar” de Dios, mucho más cercano al “acontecer” que al pretencioso “ser”,  denota una hondura y una historicidad que le otorga al Galileo un valor muy superior a la de la dogmática unión hipostática. (No creo que Francisco esté de acuerdo con esto… no?)
     

  • oscar varela

    Hola!
     
    No me cabe duda de estar en el Post de un “PENSADOR”.
     
    Esta vez el Post (mayo ’08) del Curso/Taller de Atrio.org viene con Comentarios incluidos.
     
    Baruch
    29 Mayo 2008 a las 22:11
    Es decir ¿podemos resumir diciendo que Jesús fue Jesús, Dios solo él sabe lo que es, y cada uno de los seres humanos somos lo que somos? Yo creo que si
     
    joxema
    18 Mayo 2008 a las 23:01
    Tu exuberancia impresiona más que convence. Respeto y admiro esa exuberancia, pero creo que serías más convincente y menos impresionante si redujeras tus desarrollos explicativos al diez o al cinco por ciento. Pese a estas observaciones creo estar más de acuerdo de lo que parece contigo.
    ………………
     
    ¿Es que en Atrio.org está desapareciendo –supuesto que alguna vez la haya habido- la raza de los “Pensadores”?
     
    Atrio.org se decantó por subtitularse, simplemente: “LUGAR de ENCUENTRO”.
     
    Uno podría, entonces, preguntarse: ENCUENTRO ¿de qué TIPO?
     
    Si aquella supuesta existencia o desaparición de “Pensadores” se confirmara,
    (Pensar es una actividad ni meramente “placentera” y mucho menos “prestigiosa”, porque es lo más parecido a lo que hacen las vacas: “rumiar”)
    si se confirmara, digo, ¿cómo denominar al TIPO de ENCUENTRO verificable en Atrio.org?
     
    Arriesgo dos caracteres:
     
    1.- Encuentros “coyunturales”, que rarísimamente avanzan sobre la “estructura” de la coyuntura.
     
    2.- Encuentros “apurados” … porque, precisamente, se nos cae “otra-coyuntura” igual o más grave que la que nos entre-tenía.
    ……………..
     
    Saludo a del Pozo, víctima de las “coyunturas”.
     
    Parece que así habrá que ¡seguir yendo todavía!; no se puede todo y ya es bastante – Oscar.