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Lectura liberadora del Nacimiento de Jesús

Benedicto XVI ha escrito un libro sobre La Infancia de Jesús. Pretende ser historia y teología. En las múltiples incertidumbres históricas opta por su manera de entender la fe, su teología desde una Iglesia poderosa. Otros, con todo derecho, hacen lo mismo, pero desde una teología de la liberación, con la atención fija en el hoy. Carlos Escudero Freire es uno de ellos. Y en este largo escrito —tomadlo con calma, a dosis, en estas fiestas— ofrecido por Koinonía dialoga con Ratzinger (lo resaltaremos en rojo) pero sobre todo expone su lectura liberadora de los dos primeros capítulos de Lucas.

Recensión bibliográfica sobre la obra de Benedicto XVI
La infancia de Jesús

Carlos ESCUDERO FREIRE

KOINONIA. RELAT Nº 258


Introducción

He leído con la atención debida el libro de Benedicto XVI sobre la infancia de Jesús (Mateo 1-2 y Lucas 1-2). Los dos evangelios de la infancia utilizan fuentes muy distintas, con relatos y escenas cuya finalidad teológica es también muy diversa. Como conozco mejor la obra lucana, sólo voy a hacer la recensión de Lucas 1-2. Seguro que algún experto en Mateo 1-2 nos obsequiará con otra reseña.

Uno de los criterios a tener en cuenta para entender mejor el contenido teológico de estos pasajes es que Lucas escribe estas escenas en forma de dípticos (de dos en dos) para contraponer y diferenciar mejor el papel de Juan y el de Jesús en la historia de la salvación. Lucas presenta a Juan como el último profeta del Antiguo Testamento, y a Jesús como Mesías, pero con unos títulos que desbordan totalmente las previsiones y los anuncios del Antiguo Testamento sobre él:

“La Ley y los profetas llegaron hasta Juan, a partir de ahí se anuncia el reinado de Dios” (Lc 16,16).

Ahí se produce un corte, una verdadera ruptura, porque Jesús no viene a completar la Antigua Alianza, sino a iniciar algo radicalmente nuevo y definitivo: la llegada del reinado de Dios. Querer mezclar y hacer componendas entre el Antiguo y Nuevo Testamento llevaría a la ruina de ambos:

“Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque, si no, el vino nuevo revienta los odres; el vino se derrama y los odres se echan a perder. No, el vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos” (Lc 5,37-38).

Sería bueno también recordar que, aunque el Mesías había sido anunciado de distintas maneras y por diversos profetas, el contenido de estos anuncios difiere cualitativamente de los títulos y prerrogativas con que está adornado Jesús, no sólo después de la resurrección; estas prerrogativas le pertenecen ya desde su concepción y nacimiento. Así el título Santo, aplicado sólo a Yahvé en el AT, se le atribuye también a Jesús en Lucas 1,35; el de Señor, propio de la resurrección, Lucas se lo aplica a Jesús en muchos pasajes de su Evangelio; también se lo atribuye en el Evangelio de la infancia (Lc 1,17; 2,11). El título Hijo de Dios, con el que culmina la cristología de la Anunciación (Lc 1,35), es trascendente y está de acuerdo con las primeras palabras de Jesús (Lc 2,49), donde Jesús contrapone su Padre celeste a su padre terrestre, José. El título de Mesías, siguiendo el linaje de David y con la connotación de poder y dominio sobre todas las naciones de la tierra, es rechazado frontalmente por todos los evangelistas: el mesianismo de Jesús es de servicio y solidaridad con los más pobres y necesitados, no de dominio y poder.

Estas contraposiciones entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y entre Juan Bautista y Jesús, tienen que ser examinadas con rigor, para entender adecuadamente la teología del Evangelio de la infancia de Lc.

  • Anuncio a Zacarías: Lc 1,5-25.

Lc, después de un pequeño prólogo a toda su obra (Lc 1,1-4), comienza el Evangelio de la infancia con el anuncio de la concepción y nacimiento de Juan Bautista (Lc 1,5-25). Antes de examinar algunas afirmaciones de Benedicto XVI sobre el contenido de esta narración, comprobemos las circunstancias que la rodean.

– Esta escena nos introduce en un ambiente marcadamente sagrado: Zacarías es sacerdote (Lc 1,5). Mientras presta su servicio sacerdotal, entra en el santuario a ofrecer el incienso, pero la muchedumbre del pueblo está fuera (Lc 1,8-10). Es decir, Zacarías se encuentra en lugar sagrado, celebrando uno acto de culto sagrado, que sólo podían celebrar los sacerdotes: está en el lugar oficial de las manifestaciones divinas. El pueblo, que no cuenta para nada, permanece fuera, haciendo su propia oración. Zacarías, en claro contraste con el pueblo, representa lo sagrado; el pueblo, lo profano, lo que pertenece a su vida cotidiana. Pues bien, en este ambiente sagrado es donde se le aparece el ángel del Señor a Zacarías y le anuncia el nacimiento de Juan, a pesar de que él es mayor, y su esposa Isabel mayor y estéril. Anuncia también el carácter profético de Juan y afirma que será precursor de Jesús, el Señor (Lc 1,11-17).

Zacarías, a pesar de ser sacerdote y de estar inmerso en el ámbito de lo sagrado, se muestra incrédulo ante el anuncio del ángel:

“¿Qué garantía me das de eso? Porque yo ya soy viejo y mi mujer de edad avanzada” (Lc 1,18).

Lo que podría considerarse como una simple objeción de Zacarías ante el anuncio del ángel, requerida por el género literario de anuncios, aquí se convierte en falta de fe en el mensaje divino, porque Zacarías conocía sin duda otras concepciones del Antiguo Testamento, similares a la que le había anunciado el ángel: anuncio del nacimiento de Isaac (Gén 18,10-14); anuncio del nacimiento de Samuel (I Sam 1). Por eso esta incredulidad ante el anuncio del ángel lleva consigo un castigo ejemplar:

“Pues mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que eso suceda, por no haber dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento” (Lc 1,20).

La conclusión es clara: Zacarías, sacerdote, celebrando un acto sagrado en el santuario, no tiene fe, no se fía del mensaje del Señor. Puesto que él aparece como el último sacerdote del Antiguo Testamento, antes de la concepción de Jesús, el castigo de quedarse mudo tiene carácter simbólico: Lucas hace enmudecer a toda la casta sacerdotal, porque hacer gala de lo sagrado para distinguirse y distanciarse del pueblo, encumbrarse, ser objeto de honores y celebrar ritos sagrados, sin tener fe; es un verdadero fraude. Al salir del santuario ya no pudo comunicarse de manera normal con la multitud que estaba fuera, sólo por señas. De hecho Zacarías volverá a hablar después del nacimiento de su hijo Juan, pero no como sacerdote, sino como profeta por la irrupción del Espíritu Santo sobre él:

“Zacarías, su padre, lleno de Espíritu Santo, profetizó: – Bendito sea el Señor Dios de Israel”… (Lc 1,67-68).

Así pues, Lucas, desde la primera página de su Evangelio, afirma que el sacerdocio del Antiguo Testamento ya no tiene nada que comunicar al pueblo, a pesar de la tradición sagrada secular y del respeto que esta institución le merecía a la gente. Fiarse de Dios es lo fundamental, y la fe no está relacionada con el sacerdocio, sus ritos y los lugares sagrados.

Benedicto XVI pasa por alto estas conclusiones sobre lo sagrado y la falta de fe del sacerdote Zacarías, y, sobre todo, llama la atención que considere sacerdote a Juan Bautista en este relato. Escribe: “el sacerdocio de Juan Bautista va hacia Jesús”; “en Juan todo el sacerdocio de la Antigua Alianza se convierte en una profecía de Jesús”[1]. Y más adelante: “Juan que ‘se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno’ (Lc 1,15), vive siempre, por así decirlo, ‘en la Tienda del Encuentro’, es sacerdote no sólo en determinados momentos, sino con su existencia entera, anunciando así el nuevo sacerdocio que aparecerá con Jesús”[2].

Con este tipo de afirmaciones, la exégesis se resiente a causa de ideas preconcebidas, porque ni Juan Bautista aparece en esta narración como sacerdote, ni anuncia ningún sacerdocio de Jesús, que nunca aparece como sacerdote en la obra lucana. “Llenarse de Espíritu Santo ya en el vientre materno” (Lc 1,15) se refiere a la condición profética de Juan, que “irá por delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías… preparándole al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lc 1,17). Juan aparece, pues, como el último profeta del Antiguo Testamento, “con el espíritu y poder de Elías”. Así es también presentado por su padre Zacarías en el Benedictus:

“A ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor, a preparar sus caminos”. (Lc 1,76).

Benedicto XVI se apoya en el hecho de que “no beberá ni vino ni licor” (Lc 1,15) para afirmar que Juan es sacerdote[3], pero esta afirmación no se refiere a su sacerdocio, sino a su vida austera en el desierto, privándose de bebidas alcohólicas, en sintonía con su vestimenta y alimentos: “Juan iba vestido con pelo de camello, con una correa de cuero a la cintura y comía saltamontes y miel silvestre” (Mc 1,16). Su voz profética, desde el desierto, constituye un claro desafío a los sacerdotes y al templo. La afluencia masiva para recibir el bautismo de Juan en el Jordán indica claramente que el templo, con todo lo que representaba, ya estaba desprestigiado en esta época. Pero los mayores ataques contra el templo y los sacerdotes no vinieron de Juan Bautista, sino del mismo Jesús. Los profetas fueron anunciando la reforma del culto; Jesús, su abolición.

En el anuncio de la concepción de Jesús, como contrapunto y contraste dialéctico, captaremos todo lo afirmado con mayor claridad, porque la historia de Jesús corre paralela a la de Juan Bautista en el Evangelio de la infancia; este paralelismo es antitético, es decir, de contraste y confrontación, y resalta de manera muy plástica las prerrogativas de Jesús, y otros aspectos relevantes del Evangelio. Este paralelismo nos lleva a descubrir en Jesús una personalidad misteriosa y compleja: no hay personaje alguno en el Antiguo Testamento que se le pueda aproximar; nos quedamos, pues, sin puntos de referencia. La figura de Jesús con sus prerrogativas desborda también cualitativamente la de Juan Bautista. De hecho, Lucas afirma que con Jesús empieza algo radicalmente nuevo y en su Evangelio lo va resaltando de diversa forma.

  • La Anunciación: Lucas 1,26-38.

Veamos, pues, los rasgos más característicos del anuncio de la concepción y del nacimiento de Jesús (Lc 1,26-38). Al leer detenidamente esta narración, lo primero que salta a la vista de manera global es que la escena de Zacarías y Juan Bautista tiene como paralelo la de Isaac, y la de otros personajes importantes del Antiguo Testamento, cuyos hijos nacieron de madres estériles y de padres de edad avanzada. La narración de Jesús, por el contrario, apunta directamente, a través del Espíritu creador, a la creación de Adán, realizada directamente por Dios. Esta primera creación ha fracasado, y Jesús aparece como la nueva creación, es decir, con él se realiza un nuevo comienzo. Este paralelismo juega a favor de Jesús, nacido también de Dios (de su Espíritu), y principio, no sólo de una nueva creación, sino también de una nueva humanidad[4]. El paralelismo que Lucas establece con Adán[5] exime a Jesús de pertenecer al Antiguo Testamento, y para él cesa la obligación de someterse a los ritos, leyes y lugares sagrados que han ido apareciendo a lo largo de la historia de Israel. Otra cosa es que sus padres, como buenos judíos, hayan cumplido con Jesús los ritos que ordenaba la Ley mosaica.

Benedicto XVI prescinde de detalles importantes, dignos de resaltar en esta narración. Por eso vamos a detenernos, en primer lugar, en aquellos aspectos significativos que establecen una clara contraposición entre lo sagrado y lo profano. El ángel Gabriel, al aparecerse a María, lo hace en Nazaret, población desconocida en el Antiguo Testamento, y por tanto no ligada a las promesas mesiánicas. Además, Nazaret se encuentra en Galilea, provincia alejada del poder político-religioso de las más importantes instituciones judías, cuyo centro era Jerusalén (Judea). No hallamos nada de carácter sagrado en esta escena: no hay sacerdotes intermediarios, ni templo, ni ofrenda ritual, como en el caso de Zacarías. María está en su casa y allí tiene lugar el anuncio del ángel. Es una doncella[6] sin renombre, una desconocida, pero es la agraciada del Señor. Así, por pura gracia, iniciativa y gratuidad de Dios, María queda integrada en lo trascendente; irrumpe de manera directa y con fuerza en la historia de la salvación, inaugurada por Jesús como reinado de Dios, quedando José, padre del niño, y de la estirpe de David, en un discreto segundo plano. El anuncio del nacimiento de Jesús aparece así enmarcado en el desarrollo de una vida normal, en el devenir de lo cotidiano y sin relieve especial alguno: lo sagrado no aparece aquí por ninguna parte.

Llama también la atención que el ángel le diga a María:

— “Alégrate, favorecida, el Señor está contigo” (Lc 1,28).

Así se refleja la alegría asociada siempre a la venida y al encuentro con Jesús. También se refleja esa alegría mesiánica en el anuncio del nacimiento de Jesús; el ángel les dice a los pastores: “Tranquilizaos, mirad que os traigo una buena noticia, una gran alegría”… (Lc 2,10). Favorecida, es lo mismo que agraciada; entre tantas mujeres israelitas que habrían podido ser elegidas como madre de Jesús, Dios, por iniciativa propia, escoge gratuitamente a María sin mérito especial alguno. Era una joven normal de su tiempo, desposada con José; eso sí, una gran desconocida para la clase dirigente y dominante de Israel que esperaba la venida del Mesías con un esplendor y grandeza inusitados, y, por supuesto, con una manifestación apoteósica en el templo, lugar sagrado por excelencia. María proclamará proféticamente esta predilección de Dios por ella en el Magnificat:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor,
Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,
Porque se ha fijado en la insignificancia de su sierva(Lc 1,46-48).

Y en el mismo himno Lucas afirma:

    “Derriba del trono a los poderosos
    Y exalta a los insignificantes(Lc 1,52).

Esta idea de que Dios elige a la gente sencilla, a los que no cuentan para los grandes de este mundo, es recurrente en el Evangelio de Lucas.

María escucha el anuncio de Gabriel:

“Pues mira, vas a concebir, darás a luz uno hijo y le pondrás de nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin” (Lc 1,31-33).

El título principal de este pasaje es Hijo del Altísimo. ¿Qué alcance tiene? Está claro que Hijo del Altísimo se contrapone al título de Juan, profeta del Altísimo (Lc 1,76). ¿En qué sentido? Tanto H. H. Oliver[7], como R. Laurentin[8] afirman la superioridad mesiánica de Jesús sobre el carácter profético de Juan, ya que Jesús nunca aparece como profeta en el Evangelio de la infancia de Lucas. Pienso que el mismo Lucas, en el versículo 33, contexto inmediato en que se encuentra el título Hijo del Altísimo (Lc 1,32), da la respuesta adecuada: se trata del título mesiánico que corresponde a Jesús, y que es superior a la condición profética de Juan. Lo mismo pasa con el título grande, aplicado a Juan (Lc 1,15) y a Jesús (Lc 1,32): grandeza profética de Juan y grandeza mesiánica de Jesús. Estos títulos no son trascendentes.

Terminado el anuncio, María pone una objeción[9]:

“¿Cómo sucederá eso si no vivo con un hombre?

El ángel le contestó:

El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que va a nacer será llamado Santo, Hijo de Dios” (Lc 1,34-35).

En este anuncio de Gabriel se encuentra la cristología más avanzada de toda la obra lucana. Los títulos abiertos a la trascendencia se deben a la irrupción del Espíritu Santo sobre María (Lc 1,35): son los títulos Santo e Hijo de Dios en sentido trascendente. La novedad radical respecto al Antiguo Testamento no estriba en que Jesús aparezca como Mesías, en la línea de la grandeza de David, sino en que se le atribuya el título Santo, sólo aplicado de Yahvé, y que aparezca como Hijo de Dios en sentido misterioso, estricto y trascendente[10]. No hay ningún personaje de la Antigua Alianza con estos títulos. La irrupción del Espíritu Santo sobre María está relacionada con estos títulos trascendentes, aplicados a Jesús, que señalan y marcan un nuevo comienzo. Jesús, pues, desborda los anuncios y previsiones sobre el Mesías del Antiguo Testamento.

En Lc 2,49, Jesús había llamado a Dios: “mi Padre”, contraponiendo y sobreponiendo esta paternidad, a la paternidad natural de José: “¡Mira con qué angustia te buscábamos tu padre y yo” (2,48). Hay también una conexión teológica innegable con Lc 10,21-22. El versículo 22 dice así:

“Mi Padre me lo ha enseñado todo. Quién es el Hijo, lo sabe sólo el Padre. Quién es el Padre, lo sabe sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Lc 10,22).

Este versículo trata, pues, de manera directa sobre el conocimiento único y recíproco entre el Padre y el Hijo. Podemos, por eso, afirmar que el conocimiento exclusivo que Jesús, el Hijo, tiene de su Padre entraña una relación profunda, única y misteriosa con él, en sentido trascendente.

María recibe este secreto, lo guarda en su corazón, y lo acepta por la fe, es decir, se fía de Dios, ya que todavía no está capacitada para comprender la profundidad del misterio de su hijo. Es decir, María es presentada como creyente: acepta los acontecimientos que se van a desencadenar sobre la personalidad y la misteriosa condición de su hijo. Ésta es su grandeza y en esto se diferencia de Zacarías. El padre de Juan, sacerdote, no cree en el anuncio del Señor (Lc 1,18-20); María, por el contrario, acepta el mensaje de Dios y responde al ángel:

“Aquí está la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que has dicho” (Lc 1,38).

Su confianza en Dios es total; cree que “para Dios no hay nada imposible” (Lc 1,37), y por eso da su consentimiento al anuncio de Gabriel. Ésta es la verdadera grandeza de María, haber sido la primera creyente en el misterio de Jesús; por eso la primera bienaventuranza del Evangelio de Lucas es para ella (Lc 1,45)[11]. “Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel” (Lc 1,40). Zacarías queda en un discreto segundo plano, y, en la escena, que tiene una riqueza teológica importante, las protagonistas son las dos mujeres, María e Isabel[12]. María saludó a Isabel, y su hijo “dio un salto en su vientre” (Lc 1,41). Isabel, “llena de Espíritu Santo, proclama a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” (Lc 1,41-42). Y un poco más abajo sale de su boca la primera bienaventuranza:

“¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1,45).

El objeto de nuestra fe, como la de María, es Jesús, su persona, su actividad y su mensaje. El reinado de Dios se identifica con él.

Benedicto XVI no distingue con nitidez entre los títulos mesiánicos y los trascendentes de Jesús (Lc 1,32-35). Parece darle a los títulos mesiánicos un mayor realce del que en realidad tienen. Tampoco establece ningún contraste entre lo sagrado de la escena de Zacarías, y lo profano, inaugurado por María en la escena de la Anunciación. Nadie se lo podría pedir, siendo él, en este momento, “Pontifex Maximus”; detenta, por tanto, todo el poder sagrado en su persona. Tampoco nadie espera de él que cambie de opinión en el tema de la virginidad de María, ya que, desde el siglo IV, y, sobre todo desde el s. V, Concilio de Calcedonia (451), la Iglesia oficial y la teología tradicional durante siglos han venido afirmando que María no concibió por medio de varón, como toda mujer que ha sido madre, sino por obra del Espíritu Santo.

Por eso, una vez examinada la posición de Benedicto XVI sobre la virginidad de María, quiero ofrecer una respuesta sencilla y lo más completa posible sobre este tema, ante las dudas de muchos cristianos que están desorientados por lo que escuchan en reuniones, círculos privados, opiniones aisladas, etc., sin saber cómo explicar y poder aceptar lo que va siendo normal en la teología más avanzada de nuestro tiempo, es decir, que la concepción de Jesús se ha realizado por obra de varón, como sucede en el caso de cualquier otra persona.

  • Concepción virginal de María

Benedicto XVI, en el apartado que titula: El nacimiento virginal, ¿mito o verdad histórica?, p. 57, contiene algunas afirmaciones que, a mi juicio, convendría matizar. Refiriéndose a la Anunciación, afirma: “Es la obediencia de María la que abre la puerta a Dios. La Palabra de Dios, su Espíritu, crea en ella al niño. Lo crea a través de la puerta de su obediencia… De este modo se produce una nueva creación, que, no obstante, se vincula al “sí” libre de la persona humana de María”[13]. Dos veces habla de la obediencia de María, cuando lo más correcto es hablar de la fe de María, que renglones más abajo es proclamada “dichosa por haber creído” (Lc 1,45). Tampoco contrapone la fe de María, a la incredulidad del sacerdote Zacarías. Con él enmudece el sacerdocio del Antiguo Testamento.

Más adelante, Benedicto XVI escribe: “Karl Barth ha hecho notar que hay dos puntos en la historia de Jesús en los que la acción de Dios interviene directamente en el mundo material: el parto de la Virgen y la resurrección del sepulcro, en el que Jesús no permaneció ni sufrió la corrupción. Estos dos puntos son un escándalo para el espíritu moderno. A Dios se le permite actuar en las ideas y los pensamientos, en la esfera espiritual, pero no en la materia. Esto nos estorba”[14].

Lo primero que nos sorprende es que se equiparen dos acontecimientos, la resurrección de Jesús y la virginidad de María que tienen poco que ver entre sí: mientras que la resurrección centró el interés, por una necesidad vital de las primeras comunidades cristianas, la virginidad de María ni se plantea en este primer estadio de las comunidades cristianas. Además, Karl Barth habla de la historia de Jesús, y el hecho de la resurrección no pertenece a la historia, ya que no hubo testigos oculares; hay que hablar más bien del misterio de la resurrección, que pertenece a la meta-historia; habla también de la resurrección del sepulcro, pero los relatos sobre el sepulcro vacío, que van surgiendo en diversos lugares, tienen como finalidad expresar la fe en la resurrección. Además, una cosa es que Dios pueda actuar en la materia y, otra es que lo haya hecho. Por lo demás, en la Anunciación no se habla de parto virginal, sino de “concepción virginal”. Por eso, no podemos admitir esta afirmación tajante de Benedicto XVI: estos dos puntos – el parto virginal y la resurrección real del sepulcro – son piedras de toque de la fe… Por eso la concepción y el nacimiento de Jesús de la Virgen María son un elemento fundamental de nuestra fe y un signo luminoso de esperanza”[15]. La resurrección de Jesús sí es piedra de toque o fundamento de nuestra fe; la concepción y el parto virginal de María, no. Lo veremos a continuación.

  • Concepción y nacimiento de Jesús por obra de varón.

1. En relación con la concepción virginal de María, conviene saber que las comunidades cristianas primitivas no se presentaron este problema. Les fue totalmente ajeno. Pablo, que escribe sus cartas a partir de unos veinte años desde la muerte de Jesús, no habla de virginidad de María; escribe:

“Pero cuando se cumplió el plazo envió Dios a su hijo, nacido de mujer” (Gál 4,4).

2. Es verdad que Mateo y Lucas usan fuentes hebreas distintas sobre la infancia de Jesús, y, para algunos teólogos, sólo coinciden en que María concibió sin obra de varón, por la acción del Espíritu Santo. Al comentar Lc 1,35, ya hice ver que la actividad del Espíritu Santo en María está relacionada, no con la virginidad, sino con las prerrogativas de su hijo, al que se aplica el atributo Santo, exclusivo de Yahvé, y del que se afirma que es Hijo de Dios en sentido trascendente.

3. Las mitologías antiguas, desde Egipto hasta Mesopotamia, para destacar la grandeza de un personaje ilustre, afirmaban que dicho personaje había nacido de la unión sexual entre su madre y un dios. Esto se afirma de algunos faraones en Egipto, de emperadores asirios, y de grandes guerreros como Alejandro Magno. También se aplica a algunos emperadores romanos como a Octavio Augusto. En la Palestina del tiempo de Jesús y en Asia Menor se conocían estas tradiciones mitológicas, y Lucas, pagano, de formación helenista, y que escribe para paganos, la utiliza también para resaltar la grandeza y excepcionalidad de Jesús. Eso sí, en la narración de la Anunciación no hay vestigio alguno de la relación sexual de María con ningún dios. Se trata de la fuerza y el poder creativo del Espíritu Santo, que interviene en su seno, para indicar que Jesús desde su concepción tuvo la plenitud de ese Espíritu, y aparece así, con atributos sorprendentes, como la nueva creación (Lc 1,34-35). La referencia a la primera creación y al poder creador del Espíritu de Dios resulta aquí determinante (Gén 1,1-2).

4. Este planteamiento teológico no niega que Jesús haya nacido, como los demás seres humanos, por concurso de un varón, en este caso de José. Con frecuencia encontramos en los evangelios pasajes con un marcado contraste, pero el hecho de ponderar la grandeza o excelencia de uno de esos dos términos no anula la realidad o el contenido del otro. Es evidente que en la escena de la Anunciación se establece un claro contraste entre nacido de varón y nacido del Espíritu. Predomina nacido del Espíritu, por las prerrogativas con que viene adornado Jesús, el Hijo de Dios, pero no se niega la realidad del primer término, es decir, la paternidad de José.

A manera de ejemplo, para clarificar este contraste en la Anunciación, leemos en el Evangelio de Lucas que una mujer dijo a voz en grito:

“¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron! Pero Jesús repuso:
Mejor: ¡Dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!” (Lc 11,27-28).

Es evidente que Jesús no niega la primera bienaventuranza referida a su madre, pero le da más importancia a la segunda. María cumplió con creces esta segunda bienaventuranza, fiándose totalmente de la palabra de Dios en la escena de la Anunciación.

Algo semejante encontramos en el Prólogo del Evangelio de Juan. Hablando el cuarto evangelista de la Palabra, escribe:

“Vino a su casa, pero los suyos no la recibieron.

Pero a los que la recibieron, los hizo capaces de ser hijos de Dios. A los que le dan su adhesión, y éstos no nacen de linaje humano, ni por impulso de la carne, ni por deseo de varón, sino que nacen de Dios” (Jn 1,11-13).

Aquí también se afirma que “nacer de Dios” es más importante que “nacer de varón”. En otro pasaje, Juan afirma lo mismo de otra manera. En conversación con Nicodemo, Jesús afirma:

“Te aseguro que si uno no nace de nuevo no podrá gozar del reinado de Dios” (Jn 3,3). En el contexto (Jn 3,4-8) se asegura que este segundo nacimiento está relacionado con “nacer del Espíritu.” El Espíritu, creador de algo nuevo, con carácter definitivo, aparece constantemente en los evangelios.

En relación con el dogma de la virginidad de María, que se puede aplicar también a otros dogmas, es conveniente aclarar algunos términos:

En cuanto a la virginidad de María sostenida en los primeros concilios de la Iglesia, hay que decir, ante todo, que en esos concilios se discutieron fundamentalmente verdades, sobre todo, las relacionadas con los títulos y las prerrogativas de Jesús, que, evidentemente implicaban también a María. Estas verdades se debatieron con pasión y con ardor, y siempre hubo vencedores y vencidos. Los vencedores se llamaron a sí mismos ortodoxos, y a los vencidos les pusieron la etiqueta de heterodoxos o herejes. Los ortodoxos proclamaban los dogmas, y a los así llamados herejes se les condenaba o anatematizaba, y eran separados de la comunión de esa Iglesia triunfante. Pasados algunos siglos de la historia de la Iglesia, el concepto de hereje se fue ampliando, y muchos eran torturados por orden de la Santa Inquisición, o mandados al patíbulo, el más frecuente el de la hoguera. Muchos siglos después, algunas de estas herejías dejaron de ser tales porque estaban más conformes con los puntos centrales de los evangelios. Así las cosas, conviene afirmar lo siguiente:

– En los evangelios y el resto del Nuevo Testamento no hay dogmas, es decir, no hay verdades derivadas de una teología especulativa que, a su vez, se apoya en conceptos y argumentos filosóficos, tomados de la filosofía clásica griega, sobre todo de Aristóteles, y de las diversas filosofías contemporáneas a los escritos del Nuevo Testamento, entre las que destaca la influencia del estoicismo.

– También influyeron en la elaboración de los dogmas las circunstancias históricas concretas, casi siempre las de carácter político-económico, que condicionaron incluso el comienzo y la finalización de algunos concilios[16].

Los argumentos sacados de los Evangelios o del resto del Nuevo Testamento y del Antiguo, son con frecuencia inconsistentes, por estar distorsionados o sacados de contexto. Como contrapunto, y, dado el avance de la teología en el siglo XX y en lo que va del XXI, algunos de los dogmas que han ido surgiendo a lo largo de la historia de la Iglesia, han sido sometidos a revisión, por la poca consistencia que tenían, al no encontrar un apoyo serio en el Nuevo Testamento, o al chocar frontalmente contra las tendencias teológicas más actuales y renovadas[17].

  • Lo sagrado y lo profano

La Anunciación y el marcado contraste con Zacarías, en lo tocante al tema de lo sagrado, podríamos resumirlo así:

En la Anunciación, que tiene como centro la concepción de Jesús con sus prerrogativas trascendentes, no hay vestigio alguno de lo sagrado. Tanto el lugar, la casa de María, como la ciudad, Nazaret, como la región, Galilea, están lejos de los lugares y las instituciones sagradas de Israel. María es a su vez una joven sencilla, de linaje desconocido, pero es la escogida gratuitamente por Dios. Nos encontramos, pues, en el terreno de lo secular, de la vida normal, de lo profano.

— El contraste con Zacarías no puede ser mayor. En el anuncio al padre de Juan lo sagrado brilla con todo el esplendor: el anuncio del ángel a Zacarías tiene lugar en el templo; él es sacerdote, y estaba prestando su servicio sacerdotal junto al altar; era una ceremonia sagrada: ofrecía el incienso. Este contraste alcanza su culminación cuando percibimos que, en medio de este ambiente sagrado, Zacarías no tiene fe.

— María, por el contrario, fuera de todo ambiente sagrado, haciendo su vida normal y sin llamar para nada la atención, acepta el mensaje de Gabriel, da su consentimiento y es proclamada dichosa por haberse fiado de Dios. La grandeza de María está en su fe, y la fe es un acto humano libre de adhesión a Dios, y no pertenece al terreno de lo sagrado. María es la primera creyente en Jesús, pero, aunque su vida diaria discurre en la rutina y la normalidad, tendrá que seguir renovando, día a día, su fe ante el desconcierto causado por su propio hijo, debido a su misteriosa personalidad. En esta escena tan importante de la Anunciación ha intervenido directamente Dios, con una revelación gratuita y trascendente, y ha tomado partido, no por el ámbito de lo sagrado, sino de lo profano, de lo cotidiano, de lo secular.

  • María visita a Isabel; el nacimiento de Juan: Lucas 1,39-66.

En la siguiente narración, en la que María visita a Isabel, todo encaja de nuevo en el ámbito de lo profano, de lo cotidiano y de la normalidad. A pesar de que María va a la casa de Zacarías, éste queda relegado en la escena. Todo sucede entre María, su prima Isabel, y los dos niños que están en el vientre de sus madres. Pero la presencia de Jesús en el seno de María hace que Isabel se llene de Espíritu Santo y llame dichosa a María por haber creído (Lc 1,41-45). No hay templo ni mediación alguna sacerdotal. El Espíritu se ha presentado de nuevo al margen de lo sagrado. Jesús posee la plenitud del Espíritu de Dios, y lo derrama aquí sobre Isabel con sola su presencia. El evangelio de Lucas seguirá insistiendo en este hecho, porque con Jesús aparece siempre el influjo del Espíritu Santo, en él y en las personas que lo circundan y le prestan su adhesión. Ni el templo ni los sacerdotes contemporáneos de Jesús podían proporcionar el don del Espíritu, porque a esos sacerdotes les faltaba la fe, como a Zacarías, y realizaban actos de culto llenos de ritos, pero vacíos de contenido.

María proclama luego el Magnificat y, terminado este himno, volvió a su casa (Lc 1,56).

A continuación, Lucas narra el nacimiento de Juan Bautista (Lc 1,57-66). Cuando van a circuncidarlo le quieren poner el nombre de su padre, Zacarías. Interviene la madre diciendo que se va a llamar Juan. Como los acompañantes insistían en que ninguno de los parientes se llamaba así, preguntaron a su padre por señas cómo quería que se llamara. Él, tomando una tablilla, escribió: “su nombre es Juan”. Todos se maravillaron y sólo entonces se desató su lengua y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Se había cumplido lo anunciado por el ángel, y Zacarías, lleno de Espíritu Santo, profetizó(Lc 1,67). En su propia casa, sin ritos ni ceremonias, desaparece el sacerdote de la escena, y, por iniciativa de Dios, surge el profeta. Zacarías entona el Benedictus. Avanzado el himno, habla de la misión de su propio hijo: “Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor, a preparar sus caminos” (Lc 1,76).

Juan aparece, pues, como profeta, y su misión es ir delante del Señor, a preparar sus caminos. Este es uno de los pasajes importantes del Evangelio de la infancia en que Lucas aplica el título de Señor, propio de Yahvé, a Jesús, antes de que éste naciera.

Esta escena termina hablando de Juan: “El niño iba creciendo y su personalidad se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel” (Lc 1,80).

Estas afirmaciones excluyen el carácter sacerdotal de Juan: vivió en el desierto, lejos del templo y de todo contexto sagrado, y desde el desierto comienza su misión de precursor de Jesús. Es decir, Juan vive en el desierto, alejado de todo el aparato religioso y sagrado de su tiempo. Ya no se habla más de él en el Evangelio de la infancia. Lucas lo vuelve a poner en escena con una introducción solemne (Lc 3,1-2), y afirmando que “le llegó un mensaje de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto” (Lc 3,3). De nuevo, por iniciativa divina, se establece línea directa entre Dios y Juan, sin ningún tipo de mediación sagrada, y en el desierto. Aunque el desierto tenga reminiscencias bíblicas, el lugar no es sagrado. El bautismo administrado por Juan tampoco tenía carácter sagrado. Lo realizaba recorriendo toda la comarca del Jordán “para que se arrepintieran y se les personaran los pecados” (Lc 3,3-4).

  • Nacimiento de Jesús: Lucas 2,1-20.

Esta sencilla y grandiosa escena sobre el nacimiento de Jesús, su significado profundo, y sus principales destinatarios, discurre por los caminos de la vida normal de María y José, sometidos, como toda la nación judía, al decreto del emperador Augusto. A su vez, este decreto imperial sitúa la narración del nacimiento de Jesús, no dentro del estrecho marco del judaísmo, sino dentro del panorama universal representado por el Imperio romano. De este modo, Jesús queda insertando en el marco de la historia universal.

Benedicto XVI sitúa perfectamente el marco histórico y teológico del nacimiento de Jesús (pp. 65-71). Incluso da los detalles fundamentales de la inscripción de Priene, año 9 a. C., sobre el Emperador Augusto en una fusión de divinidad-humanidad (pp. 66-67); y destaca la pax augusta (pp.67-68). A continuación se refiere al censo para cobrar los impuestos (pp. 68-70), y, aunque históricamente, este censo está en discusión, teológicamente se acomoda a la profecía de Miqueas 5,1-3, sobre el nacimiento de Jesús en Belén (pp. 71-72). Luego se refiere a la abundante datación histórica, relacionada con el comienzo de la vida pública de Jesús (Lc 3,1s), (pp. 70-71). Me parece, pues, acertado lo que escribe en esta sección: “Jesús no ha nacido y comparecido en público en un tiempo indeterminado, en la intemporalidad del mito. Él pertenece a un tiempo que se puede determinar con precisión y a un entorno geográfico indicado con exactitud: lo universal y lo concreto se tocan recíprocamente”[18].

Es verdad que va a nacer en Belén, ciudad de David, pero el marco de su nacimiento está configurado por los paganos, representados aquí por el emperador Augusto y el Imperio romano, indicando Lucas, de este modo, que Jesús no viene a restablecer el reinado de David, sino que su misión se extenderá hasta los confines del mundo (Hechos 1,8).

A continuación aparece José, sólo para indicar que, como cabeza de familia, toma con él a su esposa, que estaba encinta, y que se dirigen a Belén, ciudad de David, porque José era “de la estirpe y familia de David” (Lc 2,4). Jesús queda, pues, simbólicamente entroncado con la familia de David, pero no va a nacer colmado de honores en la ciudad santa, Jerusalén, sino en medio de una pobreza severa y rodeado de gente pobre, los pastores.

El amplio comentario de Benedicto XVI sobre el NACIMIENTO DE JESÚS[19], a mi manera de ver, deja mucho que desear. No podría ser de otra manera, ya que este relato de Lucas encierra uno de los pilares más sólidos que fundamenta la Teología de la liberación, y bien sabemos que el cardenal Ratzinger fue durante 25 años el incansable fustigador de esta teología, censurando con dureza a muchos teólogos y sus escritos. No obstante, vamos a discurrir por su comentario, antes de ofrecer el punto de vista de la Teología de la liberación sobre este pasaje, que tanto nos puede interpelar y enriquecer.

Benedicto XVI, comentando “no había sitio para ellos en la posada”, primero saca las conclusiones de una breve elucubración teológica, y luego afirma: “Esto debe hacernos pensar y remitirnos al cambio de valores que hay en la figura de Jesucristo, en su mensaje. Ya desde su nacimiento, él no pertenece a ese ambiente que según el mundo es importante y poderoso”[20]. Estoy de acuerdo con esta afirmación, que se me antoja tímida y aislada, dado los comentarios que hace sobre otros textos de esta misma escena. Así, comentando que “María puso a su niño recién nacido en un pesebre”, y siendo este texto parte de la señal dada por el ángel a los pastores, se limita a afirmar que está en consonancia con la tradición de las grutas que había en estos parajes (p. 74). Al comentar “María envolvió al niño en pañales”, afirma que se trata de “una referencia anticipada de la hora de su muerte” (p. 75). En esta misma página, recurre a la interpretación alegórica de San Agustín, que no tiene nada que ver con este texto (p. 75). Luego, con diversas citas del Antiguo Testamento, afirma que “el pesebre sería de algún modo el Arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado (por dos querubines) está entre los hombres” (p. 76). Está claro que esto es una sublimación de lo que representa el pesebre.

Benedicto XVI habla a continuación de los pastores y afirma: “Jesús nació fuera de la ciudad, en un ambiente en que por todas partes en sus alrededores había pastos a los que los pastores llevaban sus rebaños. Era normal por tanto que ellos, al estar más cerca del acontecimiento, fueran los primeros llamados al pesebre” (pp. 78-79). Benedicto XVI, a quien tanto le gustan las elucubraciones teológicas, despoja a los pastores de la profunda carga teológica que tienen en este relato. Un poco más abajo, para enmendar un tanto la plana, afirma: “ellos –los pastores– representan a los pobres de Israel, a los pobres en general: los predilectos del amor de Dios” (p. 79). De acuerdo, pero ¡qué trabajo le ha costado llegar a esta breve constatación, por lo demás incompleta! Al final vuelve a recurrir a Augusto para poner de relieve la pax romana, pp. 84-85; la contrapone a la paz de Jesús que el mundo no puede dar (Jn 14,27), y termina con esta afirmación certera: “Augusto pertenece al pasado; Jesucristo en cambio es el presente y es el futuro: “el mismo ayer y hoy y siempre” (Heb 13,8, p. 85). En el último párrafo de esta sección (p. 86) habla de la señal dada por el ángel a los pastores, “encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”, y, como veremos, la despoja también del fuerte y profundo contenido teológico que encierra.

Estando en Belén, “le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada” (Lc 2,7). Jesús fue, pues, hijo primogénito de María, ya que tuvo otros hermanos como nos consta en Lc 8,19-21[21].

Como la Navidad está cerca, y la teología que se contiene en la revelación celeste es exigente, nos interpela y nos llama al compromiso cristiano, ofrezco otra reflexión sobre el nacimiento de Jesús.

La persona de Jesús se convierte en el centro de esta narración y aparece como novedad radical y definitiva. En un buen número de pasajes Lucas nos manifiesta que los nuevos tiempos, inaugurados por Jesús, son precisamente nuevos, porque con Jesús llegan a su cumplimiento las promesas fundamentales del Antiguo Testamento. Ésta es la razón principal por la que el Antiguo Testamento, época importante de salvación, ha llegado a su fin. Sólo está en vigor lo nuevo, lo definitivo, inaugurado por Jesús. Ya hemos comprobado que, en torno al HOY de Lc 2,11, palabra clave en su Evangelio, se encuentran unos títulos o atributos de Jesús trascendentes, que establecen un claro contraste con su condición de debilidad humana.

“Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (Lc 2,12) es la señal de pobreza y debilidad, dada por el ángel, para que los pastores reconozcan al niño. A través del nacimiento de Jesús en un pesebre, por no tener sitio en una posada, intuimos la condición de María y José, como gente normal y corriente. A la aldea de Belén, ciudad de David, habría ido mucha gente a empadronarse, y sólo los pudientes pudieron pagar los precios excesivos para pernoctar en las pocas posadas que había.

Pero este hecho tiene además un significado real y teológico para el recién nacido: nació pobre entre los pobres (los pastores). Esta narración del nacimiento de Jesús constituye un contraste nítido y claro con las celebraciones de la Navidad en las distintas catedrales, templos y basílicas de todo el mundo cristiano: ministros sagrados, ornamentos con bordados primorosos, ritos y ceremonias ampulosas, vasos sagrados deslumbrantes, entradas y salidas hieráticas de los ministros, lámparas artísticas, incienso… Todo esto agrada y entusiasma a la gente, pero tiene muy poco que ver con la sobria narración evangélica, y puede distraernos de lo esencial de esta celebración. A través de los siglos, se han ido celebrando casi imperceptiblemente estas ceremonias grandiosas, olvidando el mensaje central del nacimiento de Jesús, porque la suntuosidad de lo sagrado ha ido absorbiendo, casi sin darnos cuenta, la realidad cotidiana, sencilla y profana de la vida de María y José y del crudo nacimiento de Jesús en un estado de pobreza dura. Pero para entender todo esto con mayor claridad, examinemos la revelación celeste que el ángel de Señor hace a los pastores.

La revelación celeste (Lc 2,8-12) nos manifiesta, de manera desconcertante, el alcance de esta escena, porque los principales destinatarios del nacimiento de Jesús son los pastores, gente marginada y despreciada en ese tiempo. En Lc 2,11 encontramos también el término griego sêmeron (HOY). Ya hemos visto que no es un simple adverbio de tiempo; tiene una carga teológica profunda, ya que el tercer evangelista lo usa en once ocasiones y, con su uso, se refiere siempre al nuevo comienzo, relacionado con Jesús y su misión, así como a su nuevo modo de actuar. El pueblo llano o sencillo aparece también aquí como destinatario de la revelación celeste.

Así pues, el ángel del Señor comunica el mensaje celeste a los pastores. Este mensaje habla de las prerrogativas con que viene adornado Jesús y encierra una señal desconcertante y de difícil interpretación. Se trata, pues, de una revelación del mismo Dios sobre la identidad de Jesús. El contenido de este mensaje, el primero sobre la persona de Jesús ya presente en nuestra historia, reviste una importancia extraordinaria. Hay que destacar de inmediato que los pastores, al entrar en contacto con la divinidad, “se asustaron mucho” (Lc 2,9). Por eso el ángel les dijo: “no temáis” (2,10). Así, y de manera tan sencilla, se nos presenta un cambio radical entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: cesa el temor en contacto con la divinidad. A través de Jesús, el encuentro con Dios va a resultar normal, porque Jesús de manera inequívoca nos va a revelar a Dios como Padre a lo largo de toda su vida. Pero hay más. El temor normal en la época anterior, se va a convertir ahora en gozo profundo: – “Os traigo una buena noticia, una gran alegría” (Lc 2,10). Se trata de la alegría causada por la venida de Jesús, y por los nuevos tiempos que él inaugura. Se acabó la época de un Dios lejano que infundía temor y hasta terror. En Jesús, Dios se manifiesta cercano, por eso el que se adhiere a Jesús ya no tiene motivos para el temor, sino para rebosar de alegría.

En este pasaje Lucas utiliza el verbo evangelizar (Lc 2,10), que significa traer o anunciar una buena noticia. Lo más importante es que esta buena noticia se identifica con el nacimiento de Jesús. Es decir, Lucas establece una clara identidad entre esta buena noticia y la persona de Jesús. Es el momento de recordar que en Lc 4,18 se utiliza este mismo término evangelizar, aplicado a la actividad liberadora que Jesús va a llevar a cabo durante su vida pública. Así pues, tanto la persona de Jesús, como su actividad liberadora quedan señaladas como la buena noticia en favor de los marginados y oprimidos, representados en este pasaje por los pastores, pobres entre los pobres. Por eso éstos están presentes al aplicarse Jesús a sí mismo la cita importante de Isaías (Lc 4,18):

“El Espíritu del Señor descansa sobre mí…. Me ha enviado a dar la buena noticia (evangelizar) a los pobres…, a poner en libertad a los oprimidos (Isaías 61,1-2).

El término evangelizar, con la carga teológica que comporta, lo volvemos a encontrar en los versículos que cierran las escenas de Nazaret y Cafarnaún, en las que Jesús presenta el programa de su mensaje y actividad. Es importante constatar que aquí el término evangelizar está relacionado explícitamente con el reinado de Dios. Este reinado encierra características de novedad absoluta. Jesús, enviado por Dios Padre, tiene el privilegio de inaugurarlo y proclamarlo. El gentío quería retener a Jesús en Cafarnaún, pero él les dijo:

“También a las otras ciudades tengo que dar la buena noticia (evangelizar) del reinado de Dios, pues para eso he sido enviado” (Lc 4,43).

La buena noticia es, pues, que Jesús ya está proclamando el reino de Dios. Esta proclamación y su realización constituyen el centro de su misión.

Veamos ahora el contenido de los títulos atribuidos a Jesús por la revelación celeste:

“Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor” (Lc 2,11).

La revelación celeste atribuye a Jesús unas prerrogativas que llaman poderosamente la atención. Dos de estos atributos pertenecen exclusivamente a Dios en el Antiguo Testamento: Salvador y Señor. El otro título, Mesías, es propio de Jesús y está relacionado con su misión terrestre. Por otra parte, la señal dada por Dios a los pastores es desconcertante:

“Un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,12). Esta señal resulta paradójica y desconcertante, al compararla con los títulos atribuidos al recién nacido.

  • Jesús, Salvador

El título de Salvador lo emplea sólo Lucas entre los sinópticos. El tercer evangelista estaba impregnado de la cultura greco-romana, por lo que es probable que conociera la célebre Inscripción de Priene, referida a César Augusto, en la que se descubre un paralelismo innegable con la narración del nacimiento de Jesús de su Evangelio. En la narración del nacimiento de Jesús, el tercer evangelista ha recurrido al género literario de los anuncios imperiales para que sus destinatarios paganos comprendieran que Jesús es el único Salvador y Señor.

En efecto, Lucas nombra exclusivamente a César Augusto, prototipo de emperador divinizado, en el marco de la cronología del nacimiento de Jesús (Lc 2,1). Pero hay un contraste significativo: los títulos de salvador y señor, atribuidos a Augusto por decreto imperialInscripción de Priene-, corresponden a Jesús, no por decreto de ningún tipo, sino por revelación directa de Dios (Lc 2,9-11). Por otra parte, el tiempo de paz, asociado al nacimiento del emperador Augusto, para Lucas es el tiempo de la benevolencia divina para con el género humano, a causa del nacimiento de Jesús:

“¡Gloria a Dios en lo alto, y paz en la tierra a los hombres que Dios tanto ama!” (Lc 2,14).

Este texto se refiere sin duda a la paz mesiánica que llegará a las personas que se abran a la acción de Dios a través de Jesús.

Pero lo más importante es que el título de Salvador corresponde al nombre mismo de Jesús, dado por el ángel en la Anunciación (Lc 1,31). Que en el nombre de Jesús está ya indicada su misión es evidente si recurrimos a la etimología hebrea Yeshua (Jesús), que es la abreviación de Yehoshua: “Yahvé es salvación”. Además Lucas, que era pagano y escribe para ellos, está anticipando el tema de la salvación destinada a todas las naciones, propio del libro de Hechos de los Apóstoles.

Así pues, la revelación celeste atribuye a Jesús el título de Salvador. El trasfondo de los anuncios imperiales y la comparación implícita entre César Augusto y Jesús le confieren a este título y a la actividad que representa carácter universal. Jesús desde su nacimiento aparece como Salvador, también de los paganos.

Personalmente, me parece que esta situación se puede aplicar al mundo de hoy. El así llamado Occidente cristiano ha dejado masivamente de ser cristiano. Sus dioses son el dinero, el consumo desenfrenado, y el bienestar refinado a toda costa. No importa que a su lado haya gente sin techo y pasando hambre. Este primer mundo ignora a la mayor parte de la humanidad, postrada, oprimida y humillada por la pobreza y todo tipo de marginación, a la que los ricos y poderosos la han sometido. Probablemente a estos marginados, oprimidos y excluidos por los poderosos y opulentos, está destinada en un futuro inmediato la liberación, proclamada y realizada por Jesús y por sus seguidores, de parte de Dios.

  • Jesús, el Mesías.

Otro título de Jesús en Lc 2,11 es el de Mesías. En la escena de la Anunciación, Lucas ya había subrayado dicho título a través de la profecía de Natán, que alude explícitamente a David como antepasado de Jesús:

“Éste –Jesús– será grande, lo llamarán Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado”… (Lc 1,32-33). En la narración del nacimiento, el evangelista hace alusión a Belén como ciudad de David (Lc 2,4). Es más, en el versículo 11 que estamos comentando, están asociados el término Mesías y la expresión en la ciudad de David.

Es evidente que el título de Mesías encierra un carácter particularista, ya que está relacionado solamente con el pueblo de Israel. Además, el título de Mesías, aplicado a Jesús, no responde a las expectativas del pueblo y de sus dirigentes, que esperaban una manifestación espectacular del Mesías con carácter político y guerrero en el Templo. Un Mesías con poder político-religioso, capacitado para derrotar y expulsar a los romanos y devolverle a Israel el poder y esplendor de antaño, teniendo como punto de mira el reinado de David, paradigma de la grandeza de Israel. Esta perspectiva, que no era la de Jesús, constituyó su gran tentación mesiánica durante toda su vida pública (Lc 4,1-13).

  • Jesús, el Señor.

El último título que encontramos en Lc 2,11, y que ayuda a comprender la personalidad de Jesús, es el de Señor, en griego Kyrios. Este título es propio de Jesús resucitado, por eso se halla profusamente en el libro de Hechos de los Apóstoles, pero Lucas también lo atribuye a Jesús durante su vida pública, y hace ver que Jesús ya era Señor desde su nacimiento.

Las primeras comunidades cristianas reconocen e invocan a Jesús como Señor. Lucas transfiere a Jesús el título Kyrios, propio de Yahvé, en una especie de síntesis teológica. Con este procedimiento literario-teológico el evangelista nos indica que, a partir de su nacimiento, las prerrogativas propias de Dios pertenecen también a Jesús.

Llegados a este punto, conviene señalar que en el Antiguo Testamento Kyrios, más que un título, era el nombre mismo de Yahvé. Que Lucas emplea el procedimiento literario-teológico ya reseñado, el de aplicar Kyrios, el nombre de Yahvé, a Jesús, parece cosa manifiesta, porque en el Evangelio de la infancia (Lc 1-2), Kyrios aparece en algunos pasajes aplicado a Dios, y en otros se refiere a Jesús. De esta manera, Lucas nos hace ver que las prerrogativas de Dios en el Antiguo Testamento pertenecen ahora a Jesús desde su nacimiento (Lc 2,11), algo impensable e inaudito, a no ser por la revelación celeste. Por eso Jesús, adornado con estos atributos divinos, aparece como novedad absoluta, e inaugura los nuevos tiempos. El cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento en Jesús desborda con creces la perspectiva y el contenido de dichas promesas.

Aunque Jesús era ya Kyrios desde su nacimiento, comenzó a manifestar y a ejercer las prerrogativas propias de este título, a partir de la resurrección. Las comunidades cristianas comprendieron también que Dios había transferido a Jesús no sólo su nombre de Kyrios, sino también todas las prerrogativas que este nombre entrañaba: influjo sobre la historia de la humanidad y dominio sobre el universo. Jesús resucitado, libre ya de los límites espacio-temporales, está presente en la historia de salvación del nuevo pueblo de Dios, que es la humanidad entera. Es decir, su nueva forma de vida junto al Padre, sin límites espacio-temporales, le permite estar en contacto con los que creen en él y con la gente de buena voluntad en cualquier tiempo y lugar.

Jesús, como Señor que es, está presente en la historia humana, no para someternos ni esclavizarnos, sino para dignificarnos, abriéndonos un horizonte de trascendencia. Los seres humanos somos los protagonistas de nuestra propia historia. Jesús, presente en ella, por medio de su Espíritu nos va concediendo capacidad de amar, abriéndonos así radicalmente a las necesidades de los demás. También nos infunde sabiduría y fortaleza para que actuemos con honestidad y justicia sin desfallecer. De esta manera contribuimos a devolverles a los marginados, oprimidos y excluidos de la sociedad la dignidad que nunca tuvieron o que, en algún momento, les fue arrebatada por los jefes y los poderes económicos, políticos y religiosos de nuestro tiempo.

Así pues, los títulos de Salvador y Señor de Lc 2,11, al mismo tiempo que equiparan las prerrogativas de Jesús a las de Dios, indican también quiénes son los destinatarios de su misión terrestre: todos los pueblos de la tierra. El título de Mesías, aunque se refiere de manera directa al pueblo de Israel, al estar en conexión con los de Salvador y Señor, trasciende también ese ámbito. No ha habido ningún personaje ni profeta del Antiguo Testamento con los títulos y prerrogativas que son propios de Dios. El hecho de que las promesas de la Antigua Alianza se fueran a realizar en Jesús, el Mesías, tampoco hacía prever la hondura, el misterio y la trascendencia de su personalidad. Por eso es correcto hablar de novedad absoluta, al referirnos a Jesús. La revelación celeste, hecha a los pastores, nos indica, como veremos en breve, que el Mesías no viene sólo para Israel, sino también para los paganos. Su misión va a ser universal y eficaz. La universalidad le viene dada por los títulos de Salvador y Señor. La eficacia queda vinculada al hecho de que Jesús, desde su nacimiento, recibe la transferencia de los atributos y prerrogativas propios de Yahvé, en relación con la salvación-liberación del género humano.

Jesús se presenta, pues, como novedad radical, y propuso un mensaje totalmente innovador para la sociedad en que vivió. Debido a ese mensaje y a su realización, Jesús chocó frontalmente con las autoridades político-religiosas de su tiempo. Los creyentes, que le hemos prestado nuestra adhesión, debemos reflexionar sobre su mensaje en profundidad, para trasladarlo, adaptarlo, e intentar dar respuesta a los acuciantes problemas de muchas personas de nuestra sociedad. La confrontación que se pueda originar con las autoridades religiosas o civiles por ser fieles al Evangelio, no nos debe preocupar, a tenor de la última Bienaventuranza:

“Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque ésos tienen a Dios por rey” (Mt 5,10).

  • Los pastores, destinatarios privilegiados del nacimiento de Jesús: Lucas 2,8-12.

La revelación celeste hecha por el ángel del Señor (Lc 2,8-12), interpreta de manera desconcertante el nacimiento de Jesús, al indicar quiénes son los destinatarios primordiales de este nacimiento, así como los títulos divinos con que está adornado el recién nacido. Ya hemos reflexionado sobre los títulos divinos. ¿Qué nos dice, pues, este relato sobre los pastores y el pueblo llano en estrecha relación con ellos? (Lc 2,10). Dios mismo proporciona una señal desconcertante como garantía de lo anunciado (Lc 2,12), que resulta paradójica, sobre todo, si la cotejamos con los títulos trascendentes atribuidos al recién nacido por la misma revelación: Salvador y Señor (Lc 2,11). El texto que nos atañe dice así:

“En las cercanías –de Belén donde había nacido el niño (Lc 2,4-7)– había unos pastores que pasaban la noche a la intemperie velando el rebaño por turno. Se les presentó el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió de claridad y se asustaron mucho. El ángel les dijo:

Tranquilizaos; mirad que os traigo una buena noticia, una gran alegría que lo será para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y os doy esta señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,8-12).

Este es el texto de Lucas que incluye la revelación celeste y sus principales destinatarios, los pastores, a los que se les da una señal para que reconozcan al recién nacido. Para comprender el alcance de esta revelación, habrá que preguntarse quiénes son los pastores y a quiénes representan en este relato. Por otra parte, puesto que ya hemos analizado los títulos que corresponden a Jesús desde su nacimiento y la señal dada por Dios, brota espontánea esta pregunta: los pastores y la señal dada por Dios, ¿están en consonancia con las prerrogativas atribuidas a Jesús? Enseguida veremos que el hecho de que los pastores sean los destinatarios directos de la revelación celeste produce sorpresa y desconcierto, pero es Dios mismo quien se dirige a ellos para hablarles sobre el niño. Hay otros textos importantes en el Evangelio de Lucas –entre los que destaca Lc 4,18-21, al que ya hemos aludido– por los que se puede comprobar que el contenido de esta manifestación celeste está anticipando y otorgándole credenciales divinas a Jesús, y a su actividad y mensaje durante su vida pública.

  • Los pastores: su función en esta escena[22].

¿Quiénes son y a quiénes representan, pues, los pastores en esta narración? Es verdad que hay una tradición bíblica favorable a los pastores, que refleja el honor debido a los patriarcas o al mismo David, porque todos ellos fueron pastores. Dios mismo ha sido considerado pastor de Israel [23]. Nuestro texto, sin embargo, no recoge estas tradiciones. El contexto inmediato, otros pasajes de Lucas, en clara conexión con los pastores, y el horizonte de su propio Evangelio están a favor de la interpretación peyorativa de los pastores. La historia, la sociología y otras fuentes, contemporáneas a Jesús, vienen en nuestra ayuda.

Para los contemporáneos de Jesús, los pastores eran gente peligrosa, siempre dispuesta al atropello. Por eso eran menospreciados y estaban totalmente marginados por la sociedad de su tiempo [24], ya que no tenían derechos civiles ni religiosos. Eran considerados como delincuentes habituales, dispuestos siempre al robo y al pillaje, por lo que no merecían confianza alguna[25]. De aquí que no pudieran testimoniar en juicio. En este sentido, eran equiparados a los recaudadores de impuestos, considerados por los judíos como gente pagana e indeseable. Éstos tampoco podían testimoniar en juicio[26].

Para Lucas y las comunidades cristianas primitivas, con las que compartía la fe en Jesús, esta gente pobre y despreciada, de manera especial por los dirigentes del pueblo, es precisamente la elegida por Dios para recibir la revelación celeste sobre el recién nacido, como destinatarios privilegiados. A ellos va dirigido en primer lugar este mensaje de Dios, llamado buena noticia, y por eso destinado a causar gran alegría. Estamos tratando uno de los puntos que conforman el corazón del Evangelio y que fundamentan la Teología de la liberación tan denostada y combatida por el Vaticano desde su nacimiento, allá por los años sesenta[27]. Los pastores pertenecían sin duda a la amplia y variada categoría de los pobres de Yahvé. Los fariseos además los despreciaban porque, dada su vida nómada, no podían observar las prescripciones de la Ley[28].

Hay un contraste manifiesto entre la sociedad judía del tiempo de Jesús, con sus complicados mecanismos socio-económicos, con criterios selectivos y excluyentes por parte de los jefes del pueblo, dado el tenor de vida de esta clase dirigente, por una parte, y el proyecto definitivo de Dios en Jesús, por otra, que, a través de una revelación celeste, escoge y señala a los pastores como destinatarios privilegiados del Evangelio. Este contraste resulta desconcertante y hasta escandaloso. Los pastores, prototipo de la gente marginada, vilipendiada y menospreciada, son precisamente los elegidos por Dios para recibir los primeros, de manera directa, la buena noticia del nacimiento de Jesús. Éste, adornado de prerrogativas divinas, viene a devolverles la dignidad perdida a los pastores, y a las clases marginadas, oprimidas y explotadas de todos los tiempos, a quienes los pastores representan.

Hemos visto que los pastores eran una clase social completamente marginada y despreciada. Ahora vamos a conocer otro aspecto importante. Por no cumplir la Ley, eran excluidos del pueblo de Dios, eran considerados no-pueblo. En la práctica eran tenidos como paganos o gentiles. Los dirigentes religiosos también consideraban a los recaudadores como gente excluida del pueblo de Israel. Por colaborar con los romanos, cobrando sus impuestos y enriqueciéndose con la extorsión que practicaban habitualmente, eran considerados pecadores públicos. Así pues, tampoco ellos formaban parte del pueblo elegido. Lucas, que era pagano, de manera velada, sutil e irónica está afirmando que Jesús viene en primer lugar para ofrecer su salvación-liberación a los gentiles. Por otra parte, al añadir (…) “una gran alegría que lo será para todo el pueblo” (Lc 2,10), está considerando también al pueblo de Israel como destinatario de la revelación y salvación que ha venido a traer Jesús, aunque en un segundo plano [29].

Por lo comentado hasta ahora, en esta escena la revelación celeste y el nacimiento de Jesús tienen lugar en un ámbito marcadamente profano; no hay atisbo alguno de ambiente sagrado. Sin duda alguna, se trata de una revelación divina, gratuita y trascendente, por provenir de Dios, pero la categoría de sagrado no se puede aplicar a Dios. Lo sagrado ha sido creado por el ser humano para hacerse intermediario entre lo divino y lo humano. Así van surgiendo en todas las religiones los sacerdotes, personas sagradas, intermediarios entre Dios y el pueblo, con un variado escalafón entre ellos; se levantan templos y santuarios para realizar los sacrificios, las ofrendas y los diversos actos de culto con una enorme variedad de ritos. En la revelación celeste de esta narración, no aparece ningún intermediario con carácter sagrado. Dios se comunica directamente con los pastores que, como hemos visto, era la clase más menospreciada y marginada de su tiempo. Lo sagrado está completamente ausente de esta escena. Por lo demás, el niño acostado en un pesebre en el escenario y ambiente de los pastores, dista de lo sagrado como el cielo de la tierra; se trata de un lugar y de un ambiente marcadamente profanos.

Llegados a este punto es importante conocer el mensaje que el ángel del Señor –Dios mismo-, transmite a los pastores:

“Tranquilizaos; mirad que os traigo una buena noticia, una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y os doy esta señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,10-12).

Los pastores se asustaron al contactar con lo divino –mentalidad del Antiguo Testamento–, y el ángel los tranquiliza. A partir de la venida de Jesús, podemos ponernos directamente en contacto con Dios sin miedo alguno, y sin necesidad de intermediarios sagrados. A continuación les dice que les trae una buena noticia, motivo de una gran alegría. La palabra Evangelio significa buena noticia, y, al proclamarla en el nacimiento de Jesús, Lucas está identificando la persona de Jesús con el Evangelio. Allí donde está Jesús, su persona devuelve la dignidad perdida a la gente marginada, atropellada y oprimida por los ricos y las clases dirigentes político-religiosas. El Evangelio sólo se convierte en buena noticia si causa la liberación a los excluidos, oprimidos y sometidos. La presencia de Jesús y su actividad así lo demuestran, ya que durante toda su vida pasó haciendo el bien:

“Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10,38).

Además, como hemos visto, en este pasaje se le aplican a Jesús prerrogativas divinas, es decir, se le atribuyen dos títulos que en el Antiguo Testamento pertenecían sólo a Yahvé: Salvador y Señor[30]. Por otra parte, la señal dada, para que los pastores reconozcan al niño, es desconcertante y paradójica si la cotejamos con esos títulos. Lo acabamos de decir: sólo a Yahvé, Dios de Israel, se le atribuían esas dos prerrogativas, y ahora se transfieren a Jesús. No olvidemos que el Evangelio de la infancia contiene la cristología más desarrollada de toda la obra lucana, porque es lo último que él añade a su Evangelio que empezaba en el capítulo tercero.

Por lo demás, los pastores, de evangelizados por el ángel, se convierten en evangelizadores (Lc 2,15-20): la gente se admiraba de lo que decían los pastores; sólo “María conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior” (Lc 2,19). Esto le iba a dar la posibilidad de ir comprendiendo mejor y aceptando la personalidad misteriosa y desconcertante de su propio hijo, y poder revelarla en su momento. Por eso María es, sin duda alguna, una de las fuentes del Evangelio de la infancia. Lucas luego ha tratado esta y otras fuentes, que ha tenido en sus manos, con la libertad teológica que le es característica.

No hay vestigio alguno de lo sagrado en toda esta narración del nacimiento de Jesús. La relación se establece con la esfera de lo celeste o lo divino, pero ya hemos visto que este ámbito es gratuito e inalcanzable, por ser trascendente; no pertenece a lo que nosotros entendemos por sagrado. Así pues, lo secular, lo profano, la vida normal, sacada a veces de la rutina cotidiana por acontecimientos y avatares imprevistos, es decir, la vida tranquila y cotidiana de María y José, condicionada en esta escena por el Edicto imperial, ha ido marcando el rumbo de sus vidas de manera natural y progresiva. En su vida pública, el contacto con su hijo, Jesús, les ha ido apartando, poco a poco, del ámbito sagrado y cerrado del judaísmo, para compartir, después de la resurrección, la adhesión a Jesús con gentes de todas las razas y naciones, movidos por el Espíritu Santo, que terminó echando por tierra todas las barreras sagradas del judaísmo.

Probablemente el Dios de Israel ya estaba cansado de tantos intermediarios sagrados, pero sin fe, y de tantos actos de culto vacíos de contenido, y quiso que con Jesús se fuera estableciendo una relación fluida entre lo celeste y lo terrestre sin que esta relación quedara lastrada por sacerdotes descreídos, por gran número de lugares sagrados, por templos en los que se ofrecían mecánicamente un sinfín de sacrificios de animales, y por múltiples y variados actos de culto, celebrados siempre en lugares sagrados.

Otra conclusión manifiesta: los grandes de este mundo, los ricos y poderosos no son precisamente los más capacitados para aceptar y vivir el Evangelio. Los privilegiados del reinado de Dios son los pobres, los marginados, los excluidos y despreciados por la sociedad, los oprimidos, la gente sencilla, el pueblo llano. El Evangelio, al mismo tiempo que libera al ser humano de la marginación, explotación u opresión a las que con frecuencia se ve sometido, a su vez lo capacita para elegir con libertad una vida sencilla que pueda dar en rostro a “los valores” del mundo este. Así, de persona marginada y oprimida, una vez liberada, puede convertirse en persona liberadora, contribuyendo a devolver a otros la dignidad maltrecha o perdida.

Este plan de Dios, por lo novedoso, gratuito, desconcertante y paradójico, choca frontalmente contra “los valores establecidos” de la sociedad en general, y por gran parte de la Alta jerarquía en particular, ya que esos valores son con frecuencia idénticos. Es inaudito y desconcertante que lo débil de este mundo sea revestido de la fortaleza y sabiduría de Dios para llevar adelante sus planes. No hay duda de que el Evangelio va contra corriente al afirmar que la gente sencilla, el pueblo llano, los sin nombre son los privilegiados del reinado de Dios (Lc 10,21-22). Son, en efecto, los elegidos por Dios gratuitamente para adherirse a Jesús, y luego llevar a cabo la salvación de Dios por medio de su Hijo. Ésta es la gran paradoja y la novedad radical de Jesús y de su Evangelio: en lo débil, en lo que no cuenta para este mundo, se manifiesta la benevolencia, la sabiduría y el poder de Dios (I Cor 1,20-29). Jesús de Nazaret, que rechazó como tentación el poder religioso, y el político-económico, él mismo es la benevolencia, la sabiduría y el poder de Dios para la humanidad.

Ya hemos hecho alusión al paralelismo entre Lc 2,8-12 y Lc 4,18-21 y contexto. Quizás sea conveniente profundizar un poco más, para comprobar mejor la estrecha relación que existe entre estos dos pasajes. En Lc 2,10-11 el Evangelio se identifica con la persona de Jesús desde su nacimiento. Dios mismo anuncia esta buena noticia a los pastores. En la escena de Nazaret (Lc 4,18-21) el Evangelio se identifica con el mensaje y la actividad liberadora de Jesús. Él mismo anuncia esta buena noticia a los pobres y oprimidos, destinatarios directos de su mensaje y actividad:

“El Espíritu del Señor descansa sobre mí…. Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres…a poner en libertad a los oprimidos”… (Lc 4,18).

Una vez que hubo leído el texto de Isaías, con un breve comentario Jesús se lo aplica a sí mismo:

“Hoy, en vuestra presencia, se ha cumplido este pasaje” (Lc 4,21).

De nuevo resuena este HOY que indica el nuevo comienzo. Es evidente, pues, que el Evangelio es y significa buena noticia, en primer lugar, para las clases oprimidas y marginadas de la sociedad. Jesús ha sido enviado para liberar a estas personas de toda clase de injusticia, que pesa como una losa sobre ellas, y para devolverles sus derechos, la dignidad, y la alegría de volver a sentirse personas libres. Sin libertad, inherente a todo ser humano, y sin los derechos fundamentales que le pertenecen, se vive en una situación infrahumana. Jesús entabló una lucha sin cuartel, siempre con medios pacíficos, para devolverle a todo ser humano la libertad y la dignidad que le pertenecen. El reino de Dios se construye con personas libres, porque somos hijos de Dios, hermanos de Jesús, y hermanos unos de otros; no con personas esclavas.

Sabemos por los evangelios que Jesús puso todo su empeño en devolverles la libertad y la dignidad a las personas sometidas o esclavizadas de su entorno. Querer alcanzar o recuperar la libertad perdida, es un requisito importante para integrarse conscientemente en el reino de Dios. Al contrario que Jesús, las diversas religiones de la humanidad —incluido el cristianismo cuando funciona como una religión más—, a través de muchos de sus dirigentes, y multiplicando leyes y normas, han sometido las conciencias de sus respectivos creyentes en nombre de Dios, impidiendo así que mucha gente alcanzara la libertad y la responsabilidad inherentes a toda persona adulta.

Así pues, el Evangelio se identifica con la persona, actividad y mensaje de Jesús. Queda también claro que los primeros destinatarios de esta buena noticia son los pobres, los oprimidos, los explotados, en una palabra, los menospreciados por los dirigentes y las clases acomodadas de la sociedad, porque estos “seres abyectos” no cuentan en absoluto para ellos. Para Dios sí cuentan, y son seres privilegiados, porque a través de Jesús les ha llegado este mensaje de liberación tan esperado. Dios lo ha querido así, y así lo ha revelado: por medio de una revelación celeste a los pastores, en Lc 2,10-12; por medio del mismo Jesús en Nazaret, en Lc 4,18-21. Estos dos pasajes, con un contenido teológico y humano tan profundo, no hacen sino anticipar, como programa, y ratificar, como compendio, la actividad liberadora de Jesús durante su misión terrestre. Nos encontramos, pues, ante una novedad absoluta y radical, la del cambio cualitativo de valores que comporta el reinado de Dios, proclamado y llevado a cabo por Jesús. La teología de la liberación hunde, pues, sus raíces en estos pasajes fundamentales del Evangelio.

  • La circuncisión de Jesús: Lucas 2,21

“Al cumplirse los ocho días, cuando tocaba circuncidar al niño, le pusieron de nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción” (Lc 2,21).

Benedicto XVI afirma que Pablo alude a este rito al escribir: “Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción” (Gál 4,4s.)[31].

Efectivamente, Jesús queda incorporado al pueblo de Israel, pero habría que especificar que la circuncisión obliga al cumplimiento de la Ley mosaica, y que Jesús en su vida pública se desentiende de ella o la contraviene con su conducta y enseñanza: el precepto del sábado, las tradiciones de Israel, los alimentos impuros, comer con gente indeseable, la abolición del culto y del templo… El motivo es que, en tiempo de Jesús, la Ley mosaica atentaba contra los valores y derechos esenciales de las personas. Pero Jesús colocó al ser humano en el centro de su actividad y mensaje. Por eso sabemos que las comunidades cristianas primitivas, siguiendo las enseñanzas y el quehacer de su Maestro, abolieron la circuncisión, declarando que para ser cristiano, no había que pasar por el judaísmo (Hch 10,1-11,18; Hch 15). Es decir, este rito religioso y sagrado, que obligaba al cumplimiento de la Ley mosaica, queda abolido. Como dice Pablo con frecuencia, no estamos bajo la Ley, sino bajo el influjo del Espíritu de Dios.

  • La presentación de Jesús: Lucas 2,22-32.

Benedicto XVI afirma que este segundo episodio es más complejo, porque encierra tres acontecimientos: la “purificación” de María, el “rescate” del hijo primogénito… y la “presentación” de Jesús en el templo (p. 87). Todo esto está mandado por la Ley del Señor (Lc 2,22). Luego Benedicto XVI analiza a fondo las leyes del Antiguo Testamento que tenían que ver con estos acontecimientos[32]. Pero reconoce que lo singular de esta narración es que no habla del rescate de Jesús, sino de su “presentación” (p. 89). En efecto, el tercer evangelista aprovecha esta prescripción legal para poner de relieve el hecho de la presentación. Benedicto XVI vuelve a insistir en que “sobre el acto del rescate prescrito por la Ley, Lucas no dice nada” (p. 89). Luego, afirma que “para Lucas es esencial precisamente esta primera entrada de Jesús en el templo como lugar del acontecimiento” (p. 89), para terminar afirmando que “a este acto cultual, en el sentido más profundo de la palabra, sigue en Lucas una escena profética” (p. 90). Vamos a ver, sin embargo, que Lucas no hace alusión a ningún acto cultual, y menos en sentido profundo.

En la presentación, nos encontramos con una pequeña narración, seguida por un himno. En la narración destacamos lo siguiente:

— Simeón es un israelita piadoso, pero vive al margen del templo y de sus funciones, porque no es una persona sagrada.

— Este personaje cobra importancia cuando Lucas afirma que “el Espíritu Santo estaba con él, que lo había avisado que no moriría sin ver al Mesías, y que fue al templo impulsado por el Espíritu”. Es decir, el templo queda en un segundo plano, como algo circunstancial, y Lucas centra el episodio en el tema del Espíritu. La presencia de Jesús hace que irrumpa el Espíritu de Dios, y Simeón, bajo su influjo, habla como profeta.

— Aunque María y José habían ido al templo para cumplir la Ley de Moisés, no se habla del rito de la presentación de Jesús; la presentación queda desdibujada y pierde su importancia ante la profecía de Simeón sobre el niño. No se narra, pues, acto de culto alguno. Como este himno encierra temas importantes de la teología lucana, sería bueno terminar esta sección con una reflexión sobre su contenido.

Este pequeño himno (Lc 2,29-32), puesto en los labios de Simeón, es el pasaje con mayor alcance universal de todo el Evangelio de Lucas. Con el ahora, que lo encabeza, subraya Lucas el comienzo de la novedad mesiánica. Según tu promesa, relaciona al niño que tiene en sus brazos con el cumplimiento de las promesas de Dios. El anciano profeta, guiado por el Espíritu Santo, descubre en este niño “al salvador de todos los pueblos”[33], y lo proclama, ante todo, “luz para alumbrar a las naciones” (los gentiles), y sólo luego lo considera también “gloria de su pueblo, Israel”. El estrecho horizonte judío se ensancha desde los comienzos de la vida de Jesús. Esta profecía se abre al universalismo de Hechos de los Apóstoles: “Recibiréis el Espíritu Santo… para ser mis testigos en Jerusalén… y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8).

La experiencia de las comunidades cristianas primitivas, recogida en el libro de Hechos, ha sido dura y polémica, porque los judíos han ido rechazando la salvación de Jesús. Por eso la apertura a los gentiles tiene carácter polémico, de confrontación, porque históricamente es fruto del rechazo de los judíos. Pablo y Bernabé, de hecho, se dirigieron en primer lugar a los judíos, pero, al ser rechazados por éstos, empezaron a anunciar el mensaje de la salvación de Dios a los paganos:

“Era menester anunciaros primero a vosotros el mensaje de Dios; pero como lo rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que vamos a dedicarnos a los paganos” (Hch 13,46).

Lucas, que era pagano, y que además había vivido de manera intensa y dramática esta situación, presenta a Jesús en primer lugar como salvador de los paganos; a continuación, también de Israel: “luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel”[34].

En la obra lucana y en las cartas de Pablo el tema del Espíritu le gana la batalla al de la Ley mosaica. Aquí se establece línea directa entre el Espíritu Santo y Simeón, y el rito de la presentación desaparece de la escena. El tema de lo sagrado una vez más cede el paso a la comunicación del Espíritu de Dios que no depende de intermediarios. Es la fuerza de lo divino frente a lo sagrado. Lucas va dejando cada vez más claro que con Jesús y con el Espíritu de Dios estamos en el horizonte del Nuevo Testamento, ámbito de lo secular y profano, no del Antiguo, ámbito de lo sagrado.

Simeón, sosteniendo al niño, afirma que será “signo de contradicción”. Se trata de la actitud que se toma ante Jesús. En el mismo Evangelio, el pueblo está pendiente de sus labios, mientras que los jefes del pueblo, desde el comienzo de su vida pública, buscan la manera de quitarlo de en medio. Un buen comentario de este pasaje lo hace el mismo Jesús cuando recibe a dos emisarios de Juan; después de hacer alusión a las palabras de Lc 4,18, y de curar a los que lo necesitaban, afirma: “¡Dichoso el que no se escandalice de mi!” (Lc 7,23). Escandalizarse de Jesús es rechazarlo. Luego le dice a María: “una espada te traspasará el alma”.

Benedicto XVI comenta acertadamente: “La teología de la gloria está indisolublemente unida a la teología de la cruz”[35]. A continuación, Lucas nos presenta a una mujer piadosa, que ante la presencia de Jesús, profetiza, atribuyéndole al niño “la liberación de Jerusalén”. El horizonte es el judío, pero Lucas hace ver que también las mujeres se benefician del contacto con Jesús. Aquí presenta a Ana como profetisa.

Por último, Benedicto XVI habla de la escena que cierra el Evangelio de la infancia (Lc 2,41-52), y la titula: “Jesús en el templo a los doce años” (p. 125). Destaca que la obligación de la familia era llevar los hijos al templo, a partir de los trece años. A veces se adelantaba la edad para que se acostumbraran a cumplir con la Torá. El niño se queda en Jerusalén, en el templo, y los padres se dan cuanta de que no está con ningún miembro de la caravana, y deciden volverse a Jerusalén. “A los tres días” lo encuentran en el templo, sentado entre los doctores, respondiéndoles y preguntándoles (Lc 2,46). Benedicto XVI admite que los tres días puede ser lenguaje simbólico y referirse al periodo entre la muerte y la resurrección de Jesús (p. 128). Recalca la importancia del templo para Israel y para la Sagrada Familia desde la infancia de Jesús (p. 126-127), pero creo que exagera cuando afirma: “Jesús no está en el templo por rebelión a sus padres, sino justamente como quien obedece, con la misma obediencia que lo llevará a la cruz y a la resurrección” (p. 129). Además, Jesús no va a la cruz por obediencia al Padre, lo arrastran a la cruz los sacerdotes y los jefes del pueblo, porque lo consideran una persona subversiva, un malhechor y un blasfemo. El Padre, resucitando a Jesús, confirma tu actividad y su mensaje durante su vida pública.

Ante el reproche de María: –“Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira con qué angustia te buscábamos tu padre y yo!” (Lc 2,48), Jesús le responde: “Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de lo que pertenece a mi Padre?” (Lc 2,49). Benedicto XVI comenta así este pasaje: “En esta respuesta hay sobre todo dos aspectos importantes. María había dicho: “Tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Jesús la corrige: yo estoy en el Padre. Mi padre no es José, sino otro: Dios mismo”[36]. El texto no dice que José no sea su padre. Aquí hay una manifiesta contraposición entre tu padre, en labios de María, y mi Padre, en boca de Jesús. Es decir, Jesús no niega que José sea su padre terrestre, pero, a esta paternidad, contrapone otra paternidad, para él más importante: con la expresión mi Padre, referido a Dios, se está proclamando Hijo de Dios, como en la Anunciación (Lc 1,35), y como en el pasaje de Lc 10,22: “Mi Padre me lo ha enseñado todo; quién es el Hijo lo sabe sólo el Padre; quién es el Padre lo sabe sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Quiero terminar, poniendo de relieve que Benedicto XVI, comentando La infancia de Jesús, en algunas ocasiones afirma que Jesús es Dios. En esta narración, hablando de que Jesús crecía no sólo en edad, sino también en sabiduría, y ponderando el misterio que encierra su persona, escribe: “Se manifiesta concretamente que él es verdadero hombre y verdadero Dios, como lo formula la fe de la Iglesia”[37]. El credo de algunos concilios así lo formula, pero en el Evangelio de Lucas nunca encontramos esa afirmación. Lucas sí habla de Jesús como el Hijo de Dios, que, en algunos pasajes, tiene sentido trascendente.

  • Por lo escrito hasta aquí, en cuanto a la recensión del libro de Benedicto XVI, La infancia de Jesús, podríamos hacer este resumen:

Es un libro cómodo de leer y uno se siente tranquilo al leerlo, ya que no hay un solo comentario que inquiete al lector o lo ponga delante de los problemas lacerantes de nuestro tiempo; Benedicto XVI demuestra una gran erudición y conocimiento de las Escrituras. La teología que encierra su libro tiene normalmente presente, como trasfondo, el statu quo de la Iglesia jerárquica, y hace interpretar erróneamente algunos textos importantes, o bien, omite el comentario de otros pasajes que podrían llevar a una seria confrontación entre el Evangelio y el statu quo de la Iglesia jerárquica, al que hemos aludido.

De hecho, nunca ofrece la confrontación dialéctica entre los dípticos de Juan Bautista y los de Jesús, porque a través de esta contraposición, se pone de manifiesto la supremacía de lo profano, referida a María y a Jesús, frente a la decadencia de lo sagrado, relacionada con el sacerdocio de Zacarías. María acepta el mensaje del Señor, a pesar de lo novedoso, fe de María frente a la incredulidad del sacerdote Zacarías; otra contraposición pone de manifiesto la novedad radical de Jesús, que aparece como la nueva creación, frente a la desaparición de las principales instituciones sagradas del Antiguo Testamento. Jesús las va declarando obsoletas, a lo largo del Evangelio de Lucas. Sólo queda en pie el profetismo, ya que Juan aparece como el último profeta de la Antigua Alianza; hay también un marcado contraste entre los atributos trascendentes de Jesús, frente a las prerrogativas proféticas de Juan.

Benedicto XVI presenta a Juan Batista, en primer lugar como sacerdote, y afirma que su sacerdocio ilumina y anuncia el nuevo sacerdocio de Jesús. La teología especulativa y deductiva, desde el statu quo al que hemos aludido, lo lleva a recabar de los textos el apoyo a este sacerdocio de Juan, para iluminar, desde el Antiguo Testamento, el sacerdocio de Jesús, y el sagrado sacerdocio de la Iglesia, que se va desmoronando lentamente; ni Juan fue sacerdote, ni Jesús aparece como sacerdote en el Evangelio de Lucas. La falta de fe de Zacarías, traducida en falta de identidad y convicción en bastantes sacerdotes de la Iglesia de hoy, así como la vida rutinaria en el ejercicio de su ministerio, no entusiasman ni impresionan a la juventud de nuestro tiempo, que, en gran medida, está dando las espaldas a la Iglesia jerárquica.

En el relato de la escena del nacimiento de Jesús, Benedicto XVI no saca las conclusiones que emanan de esos textos: no ve, o no quiere ver que los títulos trascendentes de Jesús producen sorpresa y desconcierto, al confrontarlos con los pastores y la señal de pobreza que el ángel les ha dado, porque los pastores representan a los marginados y excluidos de todos los tiempos. La conclusión es clara: el nacimiento de Jesús es buena noticia y alegría, en primer lugar, para todos los excluidos de la sociedad, porque Dios así lo ha querido y revelado. A Benedicto XVI, en su libro, La infancia de Jesús, le falta garra para interpelar a la gente, porque prescinde de los serios y acuciantes problemas que en nuestros días están agobiando y asfixiando a tantas personas y familias. Estos problemas concretos y lacerantes son los que tienen que interpelar al Evangelio para tratar de entender qué habría hecho Jesús de vivir entre nosotros. Esta teología, de carácter inductivo y muy concreta, que coloca siempre a Jesús en el centro, va impactando a muchos seguidores de Jesús en nuestro entorno, a personas creyentes y no creyentes, y a gente de buena voluntad, que se dejan llevar por el Espíritu, y ponen su propias vidas y sus recursos a favor de los más pobres y desfavorecidos. Ésta es la Teología de la liberación que no puede estar presente en el comentario de Benedicto XVI por razones obvias.

En lo referente a la virginidad de María, comprendemos la coherencia de Benedicto XVI, pero los argumentos convergentes que hemos esgrimido a favor de la paternidad de José tienen una fuerza innegable. Lo que no podemos admitir es la afirmación de que la virginidad de María es fundamento de nuestra fe, equiparándola explícitamente al tema de la resurrección de Jesús.


[1] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 25.26.

[2] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 29-30.

[3] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 29-30

[4] Consulta a este respecto, C. Escudero Freire, Jesús y el poder religioso, Nueva Utopía, Madrid 2003, 205-219.

[5] De hecho la genealogía de Jesús en el Evangelio de Lucas es de carácter ascendente: empieza en Jesús para terminar en Adán, el de Dios (Lc 3,23-38), mientras que la genealogía, en el Evangelio de Mateo, es de carácter descendente, y no empieza en Adán, sino en Abrahán, y termina en Jesús (Mt 1,1-16).

[6] Benedicto XVI en La infancia de Jesús, p. 32, habla de virgen en este versículo (Lc 1,27). La palabra griega “parthenos” puede traducirse por virgen, pero también significa doncella, mujer joven. De hecho, la Nueva Biblia Española la traduce por joven.

[7] Oliver, H.H., The Lucan Birth Stories and the Purpose of Luke-Acts: NTS 10 (1963-64) 215; 217.

[8] Laurentin, R., Structure et Théologie de Luc I-II, Paris 1957,

[9] No estudiamos esta narración de manera exhaustiva, pero convendría recordar que está redactada con el así llamado género literario de anuncios. Uno de los elementos de este género literario es la objeción del protagonista. Consulta, C. Escudero Freire, Devolver el Evangelio a los pobres, Sígueme, Salamanca 1978, 70-77.

[10] A este respecto, consulta, C. Escudero Freire, Jesús y el poder religioso, Ed. Nueva Utopía, 205-209.

[11] En el texto griego: “Makaría hê pisteúsasa”: dichosa tú que has creído.

[12] Lucas da un relieve especial a algunas mujeres en relación con Jesús y el reinado de Dios que él inaugura y proclama. La Jerarquía católica, por el contrario, durante siglos ha ignorado a la mujer en la tarea y responsabilidad de la evangelización con todo lo que ello supone, y la ha relegado en las diversas instituciones eclesiásticas, prescindiendo de su calidad, riqueza y sensibilidad. El patriarcado, que se ha ido formando durante siglos, sigue siendo inexorable, y hoy, cuando la mujer tiene acceso a todas las instituciones culturales, políticas y económicas, sigue discriminada por la Iglesia jerárquica. Es un verdadero pecado histórico y esta Iglesia lo está pagando con creces. Lo malo es que también lo está pagando la Causa de Jesús, el Reinado de Dios.

[13] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 62.

[14] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 62.

[15] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 63.

[16] A este respecto, consulta, Castillo, J.M., La humanización de Dios, Ensayo de Cristología, Trotta, Madrid 2009; en las páginas 162-180, estudia la teología política de la Iglesia antigua, hace ver cómo el “Cesaropapismo” dejó su huella indeleble en la teología, y tiene un interesante excursus sobre los principales concilios cristológicos, empezando por el de Nicea y siguiendo por el de Calcedonia, claves en la cristología tradicional.

[17] Así el dogma de la Trinidad no se encuentra en los evangelios; los argumentos aportados en esos concilios, echaron mano de los conceptos filosóficos de naturaleza y persona, siguiendo a Aristóteles y a su escuela. El dogma de la transustanciación, que explicaba la presencia real de Jesús en la eucaristía, es decir, que la sustancia de pan se convertía por las palabras de la consagración en la carne de Jesús… hoy ya no se enseña. El credo constantinopolitano nos parece hoy, en algún punto, un acertijo: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado… Por último, los evangelios nos hablan de la resurrección de Jesús, pero no nos dicen cómo resucitó. ¿Cómo se puede, pues, afirmar sin ningún apoyo en los evangelios, que María está en cuerpo y alma al cielo? Y ¡qué decir del dogma de la infalibilidad pontificia! Basta con saber que la Sagrada o Santa Inquisición, que torturó y mandó al patíbulo a demasiada gente, fue aprobada y promovida por muchos papas, ya que, para vergüenza de la Iglesia jerárquica, estuvo en vigor varios siglos.

[18] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 71.

[19] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 73-86.

[20] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 73.

[21] Esta escena es de la triple tradición: cf. Mt 12,46-50; Mc 3,31-35. Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 77-78, desarrolla toda una teología sobre Jesús, primogénito, con textos del Antiguo Testamento y de Nuevo: su condición después de la resurrección, que no vienen al caso.

[22] C. Escudero Freire, El Evangelio es profano, El Almendro, Córdoba 2012 43-47

[23] Salmo 23,1; 80,2. Estos salmos recogen la idea de que Dios gobierna a su pueblo; la idea de pastorear, en el sentido de gobernar, se encuentra también aplicada a algunos reyes de Israel: 2 Sam 7,7; Jer 2,8.

[24] J. Schmid, El evangelio según san Lucas, Barcelona, 1968, 101-103.

[25] C. Stuhlmueller, Evangelio según Lucas, Comentario Bíblico “San Jerónimo”, III, Madrid 1972, 319.

[26] H.L. Strack-P. Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament, II, München 1989, 113-114.

[27] Lucas nos ofrece otros dos pasajes que completan este texto: Lc 4,18-19, al que ya hemos hecho alusión, y Lc 7,18-23; estos textos se refieren a la liberación llevada a término por Jesús durante su vida pública: sus obras y su mensaje. En ellos encontramos el término “evangelio”, buena Noticia, o el verbo “evangelizar”, proclamar la buena Noticia, como en este pasaje del nacimiento de de Jesús.

[28] G. Leonardi, L’infanzia di Gesù nei vangeli di Matteo e di Luca, Padova 1975, 211. Los fariseos, abusando de la enorme autoridad que tenían sobre el pueblo, “habían hecho creer a la gente que para estar a bien con Dios había que hacer como ellos, introduciendo así en sus conciencias un sentimiento de culpa y de inferioridad que les permitía dominarlos. Pero con toda su observancia de las reglas religiosas eran amigos del dinero, y explotaban a la gente sencilla con pretexto de piedad (Mt 23,25-28; Mc 12,40; Lc 11,39; 16,14)”; J. Mateos, Nuevo Testamento, Madrid 1987, 15.

[29] M. Coleridge, Nueva Lectura de la Infancia de Jesús, Ed. El Almendro, Córdoba 2000, 146, nota 29, afirma, en contra de la opinión de varios autores –entre los que se encuentran K. Renstorf, y H.H. Oliver– que el “panti tô laô” –“a todo el pueblo” de Lc 2,10, no es verosímil que se refiera a los gentiles. Cuando “aparece el singular “laós” en la narrativa lucana, se refiere a Israel, especialmente si se trata de la expresión “pâs hó laós” (Lc 3,21; 7,29; 8,47; 18,43; 19,48; 21,38; 24,19)”.

[30] Para examinar estos dos títulos con mayor detención y comprobar la dialéctica que se estable entre ellos, los pastores y la señal recibida, consulta, C. Escudero Freire, La revelación celeste: Los pastores y el pueblo. Contrastes entre los títulos atribuidos a Jesús, y la señal dada por Dios, Isidorianum, 2004, 120-138.

[31] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 87.

[32] La infancia de Jesús, 88-89

[33] El término griego no es aquí “sôtêr” –salvador–, sino “sôtêrion” –salvación–; estamos ante el típico uso del abstracto por el concreto, ya que este título está relacionado con las metáforas de luz y gloria, aplicadas en el versículo 32 a Jesús. La conexión con el título de salvador (sôtêr), dado por Dios a Jesús con motivo de su nacimiento, queda patente (Lc 2,11).

[34] Lc 2,32: luz para alumbrar a las naciones, tiene como trasfondo a Is 42,6, y 49,6; aunque las dos citas contienen la expresión luz de las naciones, el texto de Isaías 49,6 tiene la ventaja de estar citado en dos pasajes importantes de Hch: 1,8 y 13,47, que contienen explícitamente el tema de la salvación (sôtêria). Por eso Lucas en este episodio anticipa el tema fundamental de su segundo libro, Hechos de los Apóstoles: la apertura dialéctica del cristianismo a los paganos. Consulta también, como trasfondo, Is 25,7; 40,5: el Mesías-luz librará a los gentiles de las tinieblas, símbolo de todo tipo de opresión.

[35] La infancia de Jesús, 92.

[36] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 128.

[37] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 132.

167 comentarios

  • Juanel

     
    A mí me parece Agustín que Carlos Escudero no niega la divinidad de Jesús desde su concepción sino todo lo contrario. Lo he vuelto a leer y no me lo parece. Lo que dice es que su formulación dogmática se produjo en los concilios de la Iglesia, cosa que es en mi opinión distinta e históricamente comprobable. Con respecto a lo sagrado y lo profano si no te he entendido mal reduces lo profano a lo NO liberado del mal y la injusticia, pues lo liberado del mal es divino y por tanto sagrado. Es evidente que este concepto de lo sagrado puede aplicarse a lo humano “liberado”, por aquello de que cuanto más humano más divino, pero no sé si esto es aplicable a las cosas que adquieren por consagración un valor simbólico separado o sagrado, tales como templos, objetos de culto, ….. y sobre todo las hostias consagradas. Las cosas o el mundo natural no tienen para mí ninguna valoración moral y por tanto no son ni buenas ni malas son neutras, por lo tanto no se “separan” del mal sino que les damos o añadimos un valor nuevo simbólico que reclaman respeto. Siempre pongo el ejemplo de la bandera cuando hablo de lo simbólico porque me parece que aclara su significado.
     
     
    El juicio de Carlos Escudero sobre el dogma de la virginidad de María pues sí que se pronuncia claramente en contra. Para mí la virginidad no es ninguna virtud, a pesar de que la Iglesia lo toma por tal. Lo que sí es una virtud en mi opinión es la pureza, es decir, la limpieza del corazón, la mirada limpia y franca. María para mí es el modelo de pureza. ¿Virginidad? Pues es que no veo por ningún lado la virtud de no haber tenido nunca relaciones sexuales. Es un comportamiento antinatural y por lo general frustrante. Me parece una virtud estoica que no valoro en absoluto. Infligirse a sí mismo un castigo gratuito es un contrasentido, sólo en ciertos casos especiales o extraordinarios puedo entenderlo en vidas consagradas, como libre elección de la que cada uno es responsable. Además es una supuesta virtud que no me parece cristiana. El cristianismo habla constantemente del amor, del amor humano profundo, y no solamente eso sino que compara el amor conyugal, con el amor de Cristo y la Iglesia. ¿Es que los esposos han perdido o disminuido en virtud precisamente por practicar el sexo, lo más intimo, sagrado, la expresión más completa y sublime del amor, el mayor placer humano compartido? Los esposos precisamente por practicar el sexo compartido plenamente satisfactorio y placentero para ambos, no disminuye la virtud sino todo lo contrario, crecen en el amor.
     
     
    Ser o no virgen me parece solamente una cuestión anatómica. Si mi Iglesia se empeña en decirme que María fue virgen a lo largo de su vida pues yo tengo que romperme los cascos para encajar esa cuestión anatómica en mis conocimientos sobre la Biología de la reproducción humana. Y tengo que hacerlo por ser biólogo y católico. Lo único que se me ocurre es que María tuvo un himen tan flexible y resistente que ni siquiera se rompió con el parto. Me pregunto ¿qué importancia tiene esta cuestión? Pues a todas luces es ridícula, lo importante es la pureza de María y no si conservó o no su himen intacto. Pero si la Iglesia se empeña…. Claro que el himen intacto indica ausencia de relaciones sexuales y sin duda es a esto a lo que se refiere mi Iglesia. Mi Iglesia dice que María nunca en su vida tuvo relaciones sexuales. Esto no tengo ninguna forma de comprobarlo. Además en los evangelios hay indicios de que Jesús tuvo hermanos y hermanas probablemente hijos de María, aunque bien podrían ser hijos de José y no de María como aclara algún texto apócrifo. Si mi Iglesia y su tradición dicen que María no tuvo relaciones sexuales, pues podría haber sucedido tal como dice dado no tengo pruebas para refrutarlo, y por tanto no tengo inconvenientes en asumirlo.
     
     
    Lo que no me gusta de mi Iglesia es que durante siglos haya tomado la virginidad como bandera, de consecuencias tremendas, sobre todo después de que a Agustín de Hipona dijese que el placer sexual incluido el de los esposos, era el origen del pecado original, la fuente de todo pecado. Una barbaridad.
    Saludos cordiales

  • Javier Renobales Scheifler

    Y gracias, Francisco Javier Peláez por tu comprensión.
    Creo que la falta de respeto hacia los homosexuales a los que esa jerarquía católica pretende privar injustamente, no ya del matrimonio católico, sino del matrimonio civil que hoy tienen, es infinitamente superior a mi exceso de escupir (creo que nunca lo haría de hecho ante/contra ninguna persona -aunque no tengo experiencia de estar ante ningún jerarca católico).

    Pero una no justifica la otra, y debo tratar de sacar la pata cuando me muestran que la he metido de nuevo.

  • Javier Renobales Scheifler

    Tienes razón, José Ignacio, retiro lo que me destacas, pues es un exceso de expresión, un error, una barbaridad por mi parte haberme expresado así.
     
    Escupir a la cara es demasiado animal, demasiado irracional, y a quien tiene que estar en comunión con esa jerarquía (así lo tienen montado) entiendo que le choque sobremanera mi exceso de expresión, zafia como me advierte a veces Luis GM.
     
    Me he sentido aplastado por esa poderosa jerarquía la cual, no contenta con haberse adueñado del matrimonio sacramental católico (ellos que se vanaglorian de no casarse con pareja humana, eluden ‘tener’ hijos y se casan con la ICR –Escrivá el ‘santo’ jerarca  lo expresó certero con aquello de ‘la clase de tropa’-) hacen todo lo que pueden para cambiar la ley civil que permite casarse a las personas del mismo sexo lo mismo que a las de sexo diferente.
     
    Como si el amor en todos esos matrimonios sin distinción de sexos no fuera el mismo, y no fuera el amor lo que importa, sino los tabúes sexuales que arrastra esa jerarquía.
     
    http://www.escrivaobras.org/book/camino-punto-28.htm
     
    Ha sido una errada manera (que retiro y pido perdón, cuantas veces me lo reclaméis) de expresar mi desprecio hacia esas acciones de la jerarquía católica y hacia la dictadura a la que sirven.
     
    Feliz navidad y gracias por tu oportuna llamada al orden.

  • Agustín O.

    Antes iba a comentar y no pude el artículo de Carlos Escudero, a quien personalmente le tengo mucho cariño. Más allá de polémicas a las que ya he contestado en muchas ocasiones por aquí u otros lugares, quería comentar algunos puntos de dichos artículos en cuestión.  Y antes que nada valorar todo lo bueno y verdadero que nos han enseñado Carlos con su vida y obra, con sus publicaciones y  sabiduría bíblica y sensibilidad social por los pobres, la justicia, la liberación de toda injusticia y mal…. Aunque, como ya se sabe, no comparta sus críticas eclesiales  u otras opiniones de ese estilo u otro que matizaría y que ya he matizado en muchas ocasiones
    El primero, la Divinidad de Jesús, que aunque no está formulada dogmáticamente tal como lo harían los concilios posteriores, ya se encuentra en el Nuevo Testamento (NT). Por ejemplo, en los escritos de Pablo, los más antiguos del NT, en los evangelios con su formulación más acabada en el Evangelio de Jun.  En el NT Jesús es claramente presentado y afirmado en su condición Divina: con su pretensión y misión por encima de la ley, del sábado o del templo; Jesús como Hijo Único del Padre, como Señor, Enmanuel (Dios con nosotros)…, que llega a su culminación en el prologo y resto del Evangelio de Jn. Todo ello sin  lugar a dudas nos da una confesión clara de fe en la Divinidad de Jesús, de igual manera a como los judíos en el AT confesaban a Dios como Yahvé. El segundo punto es sobre la virginidad de María. Aunque es verdad que en los Evangelios la afirmación de la Virginidad de María va unida a la confesión de la Divinidad de Jesús, que es lo esencial, esta Virginidad es claramente afirmada… Los textos y su transmisión comunitaria son claros en este sentido. María es la Madre Virgen que concibe a Jesús por mediación del Espíritu, sin el concurso de ningún varón…, es la siempre Virgen hasta su ascensión a los cielos. Estos dos puntos comentados han sido enseñados no solo por el magisterio de la iglesia, sino también por los teólogos más cualificados o avanzados, también por los de esta línea liberadora y sus obras ya clásicas….
    Un último apunte sobre lo profano y lo sagrado. En cierto sentido, es cierto que el Evangelio no se reduce a lo que comúnmente se entendía por sagrado, como separado o segregado de lo profano o mundano, del mundo y de la vida. Entendido así el Evangelio es radicalmente secular en cuanto que la fe se vive en todo los ámbitos de la vida, del mundo y de la historia. Pero el Evangelio y la teología igualmente  afirman que la separación u oposición entre lo sagrado y lo profano, lo natural y lo sobrenatural…es falsa. Ahora, por medio de la Revelación y Encarnación de Jesús, la humanidad y el mundo se entienden, que desde siempre, han estado en el ámbito de (penetrado por) lo divino y la gracia, de lo sagrado. El amor y la justicia liberadora (lo sagrado) de Dios: lo envuelve todo para salvarlo y liberarlo de todo mal e injusticia. El mundo y, en especial, el ser humano se ha divinizado (es sagrado) en cuanto son creados, vivificados y salvados en Cristo en el amor, la vida-digna y la injusticia  frente a la injusticia y el mal de todo tipo. Lo sagrado, pues, como lo entiende la fenomenología y la filosofía de la religión: no tiene que connotar forzosamente un carácter negativo; ya que lo sagrado es el la gracia de Dios y su amor fraterno y liberador que penetra y envuelve todo para darle cohesión y unidad, amor fraterno y justicia… En este sentido, ahí están todas las fenomenologías y filosofías de autores nada “sospechosos”,  de perspectiva crítica y liberadora, que emplean adecuadamente esta denominación de lo sagrado…, al igual que las teología del Cristo cósmico, etc. Y nuestra lenguaje espiritual y popular expresa sabiamente esto cuando dice que el ser humano y su vida y dignidad son sagrados, sus derechos son sagrados, etc. Es lo sagrado como lo divino e incondicional (inviolable) de la realidad como es la vida digna, la justicia con los pobres, la paz…
    Un saludo cordial a todo/as y mis mejores deseos para el próximo año que ya viene

  • Nota: línea 2, debe decir “el hecho religioso en general”.

  • Javier Renovales:
     
    Agradecido. Sabes que discrepamos en la perspectiva desde la que vivimos el hecho religioso en particular y lo católico en particular, pero la buena sorpresa puede ser el coincidir en algunos aspectos. Simplemente. Como en la crítica a la hipocresía eclesiástica, a la tremenda incoherencia de muchos eclesiásticos: vamos, quién me iba a negar el pan y la sal a mí, quiero decir, a impedir que sostenga tal cosa, si yo mismo en mis carnes y en mi espíritu (y en mi vida toda, y en mi bolsillo, en mi economía, etcétera), creo haber sufrido el miserable desdén de un puñado de ruines eclesiásticos, al lado de los cuales medran, como rémoras, una cohorte de seglares trepas y pelotas, algunos de los cuales van de teólogos por la vida y por la Iglesia universal, no siendo más que, en esencia, “caraduras difamadores” que viven de la Iglesia sin servir verdaderamente a la Iglesia, y sí más bien sirviéndose de esta para sus propios intereses.
     
    Se trata de un especimen humano, este último que caracterizo, muy abundante en la Iglesia católica hoy día. Siempre presto, cuando se siente amenazado en sus propios intereses partidistas e individuales, a machacarle a uno, a difamarle, con descalificaciones como  estas: loco de atar, cátaro, fanático, difamador de la Iglesia, resentido, fundamentalista…
     
    De modo que como he sufrido y sufro el rigor de la hipocresía eclesiástica en mi propia existencia, ¿cómo no iba a estar de acuerdo en algunos de tus juicios y opiniones? Clarividencia que ahora mismo tengo más nítica si cabe, valga la expresión, luego de un muy luminoso o clarividente diálogo que recientemente he mantenido, a cuatro voces (cuatro contertulios) con cierto religioso canario que no es precisamente “profeta en su tierra”. Vamos: si es verdad solamente la mitad de lo que tal religioso sostiene sobre determinada diócesis española, la cosa resultante es simplemente ajo y agua: joderse y mamarse la tranca.
     
    Aunque no en todos los juicios y opiniones que expones estoy de acuerdo, claro. Feliz entrada de 2013.

  • Agustín O.

    Estoy de acuerdo contigo José Ignacio, te saludo afectuosamente- mi felictación navideña mi admiración por tu trabajo….-, y yo ya lo he dicho: aquí en Atrio, como pasa en otros blogs, se falta mucho el respeto a la gente y con esas posiciones irrespetuosas se monopoliza el blog, no se deja espacio al dialogo sereno y equilibrado…., vamos que así no se puede dialogar… Por cierto que lo de Jesús fue un acto simbólico de derribar alguna mesa como signo de que el templo ha terminado y nada más, en ningún momento dice el Evangelio que Jesús ejerciera la violencia física o moral contra las personas…, no hay que hacer una lectura fundamentalista del evangelio, Un saludo Navideño

  • Juanel

     
    Me ha motivado hacer un comentario sobre el largo texto de C. Escudero (leído completo) no por sus aciertos como la distinción entre lo sagrado, con sus ritos y templos, en el entorno de Zacarías y Juan, con lo profano donde se desarrolla la narración del anuncio y nacimiento de Jesús, así como el papel central de los pastores como excluidos del pueblo de Israel a los que se dirige en primer lugar la buena noticia del evangelio. Lo que ha motivado mi comentario no son los comentarios sobre el papa y la ICR… sino una cuestión del texto de Escudero con la que no estoy de acuerdo. No estoy de acuerdo en utilizar sólo las fuentes evangélicas que nos convienen para cuadrar nuestras ideas teológicas, ninguneando otras referidas a los mismos “hechos”. Escudero nos dice que la teología avanzada dice que “la concepción de Jesús se ha realizado por obra de varón”, de su padre (de José) como cualquier otro/a, y que lo fundamental en ella no es concepción biológica normal sino la irrupción de la trascendencia por obra del Espíritu Santo. Desde luego si ocurrió la irrupción de la trascendencia, pues sin duda se trata de un hecho excepcional y sorprendente, tal como se narra en los evangelios. Aunque la sorpresa para mi se trasforma en duda razonable porque me rompe los esquemas.
     
     
    De lo que me quejo es que el autor ignora el texto de Mateo sobre el particular porque expresamente niega que la concepción de Jesús como hombre fuese por concurso de varón, o en todo caso descarta de forma clara que José sea el padre biológico de Jesús. José se encuentra a María encinta y se sorprende porque él no se ha acostado aún con ella, y tanto se sorprende que piensa repudiarla. Pero en sueños un ángel le dice “no temas tomar contigo a María tu esposa, porque lo concebido en ella viene del Espíritu Santo” (Mt1,20). Más claro el agua. Los mal pensados dirían que lo que el ángel le dijo fue nada menos que impulsar a José a acoger a María embarazada por otro varón, acogerla aunque el hijo no fuese suyo, vamos que tenía el visto bueno de Dios, del Espíritu Santo. No me extraña que a cualquier teólogo que hable en nombre de la Iglesia y no por su cuenta, y diga que la concepción de Jesús es por obra de varón, de José o de otro, le pida o le exija su retracto, si quiere seguir hablando o enseñando en nombre de la Iglesia.
     
     
    El problema es saber cómo es posible la concepción de Jesús sin concurso de varón, sin alterar o contradecir las leyes de la Ciencia en particular la Biología. Sobre esto ya he hablado bastante en otros hilos de Atrio. Pero insisto hacer teología sin tener en cuenta todos los textos de las Escrituras me parece un error, y no digamos nada acerca del intento de Escudero de disminuir o incluso cambiar la dogmática de la Iglesia a su conveniencia.
     
    Saludos cordiales

  • francisco javier peláez

    Calleja,felices fiestas.Cietamente “escupir amorosamente” como dice Javier es difícil,pero también parece difícil “echar a latigazos amorosamente”.¿Por qué vamos a usar un lenguaje menos duro con el Paopa que el que empleamos con los políticos u otros chorizos de diverso pelaje?.Eso parece una obligación de católicos o incluso solo de curas,pero el resto de los mortales ¿por qué no vamos a hablar de Venenito XVI?.

  • José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete

    “Pero siempre podré escupir a la cara a esa jerarquía corrupta de la ICR, papaRatzi (nger) incluido,  al menos hasta que yo esté muerto”… “Pero por ahora les escupo a la cara, a esos ban/vendidos”, escribe  Javier Renovales Scheifler. “Escupir” siempre es una agresión moral y física grave contra las personas. Alguien tiene que reconocer que se ha equivocado gravemente, si quiere merecer atención en sus opiniones futuras. Y debe ser Atrio quien se lo exija por el bien de Atrio ante muchos de nosotros; supongo que muchos; me pega que muchos. No vale el truco de que otros son también malos, malísimos, o que son peores, o que hay escupitajos que duelen más…  Las barbarides nunca se compensan. Está en juego el respeto mínimo de los otros en este diálogo, y Atrio debe reconocerlo. Feliz Navidad.

  • Javier Renobales Scheifler

    No estás ni muy ni nada errado, Luis Henríquez, (en mi siempre pobre y humilde opinión).

    NO sé lo que te responderá mi amigo Luis González Morán; pero lo mejor de todos esto, Luis Henríquez, es que Luis GM (Jesús con los Luises, sois/fuistéis una congregación de por aquí, por  bilbao) es que Luis GM es mi amigo.

    La ICR  y su inhumano magisterio, bueno sí, son un tinglado de poder, al servicio del poder establecido.

    Eso sigue u seguirá, cuando yo haya muerto. Pero mientras vivo, de lo mejor que vivo es la amistad,también la de Luis GM, entre otrás sí, pero también la de Luis.

    Es lo que hay.

    La estructuras de poder nos arrollarán a los débiles pequeños, Luis Heríquez, sí, así está sucediendo.

    Pero siempre podré escupir a la cara a esa jerarquía corrupta de la ICR, papaRatzi (nger) incluido,  al menos hasta que yo esté muerto.

    Luego ya veremos, si es que vemos algo una vez muertos.

    Pero por ahora les escupo a la cara, a esos ban/vendidos.

    Amorosamente claro, pues es para que lo comprendan, son mis particulares correazos a los mercaderes del poderoso templo ICR.

     (Presento mi espalda para recibir mis latigazos,que sin duda serán abundantes). Nos liberan los correazos justos, y las amistades sinceras

  • Agustín O.

    nota: quería decir que ” que tergiversa y manipula la fe….”

  • Agustín O.

    Creo que en la iglesia actual hay dos posturas que no me parecen las más adecuada: la primera la “conservadora” con su espiritualismo desencarnado, que no tergiversa y manipula la fe y que no quiere un evangelio e iglesia que se comprometa por la paz y la justicia con los pobres, luchando contra toda injusticia y opresión como hace actualmente el inmoral capitalismo y sus perversas multinacionales y banca; y la “progre” con su anti-eclesialidad injusta que está obsesionada con la critica sin límite a la iglesia-cayendo así en lo que crítica, en el eclesiocentrismo..– que no reconoce nada bueno, bello y justo de la iglesia y la pone al  mismo nivel que los opresores del mundo, los ricos y poderosos con su capitalismo, todo lo cual me parece una barbaridad.  Conste que son dos tipologías que expongo para entendernos y que no son cerradas y en las que todos podemos caer, yo el primero… Creo que sea de un signo o de otro, estas dos posturas acaban en el integrismo y en el fanatismo e intransigencia, no viendo nada bueno y bello de los otros, de la iglesia y del Papa. Por eso, por poner un ejemplo, ni unos ni otros han comentado el mensaje de la paz  del Papa donde crítica una vez  más las injusticias como las del capitalismo, donde propone un cambio radical de sistema y de cultura, etc.
    La iglesia tiene sus fallos y errores, pero también sus aciertos y virtudes y me parece injusta la generalización y crítica sin mesura, hay laicos, sacerdotes, obispos más o menos comprometidos…, hay de todo, incluso esos que no parecen tan comprometidos tienen sus virtudes y profecía… Y hay muchos santos, profetas, testimonios de la fe, entre ellos sacerdotes, obispos y Papas. Nadie es blanco o negro, sino que al mismo tiempo hacemos el mal pero también el bien… Y una mirada justa a la iglesia y su historia nos manifiesta que, a pesar de sus errores, ha hecho mucho bien y justicia, más que mal, por eso me yo me siento miembro e hijo de la iglesia, donde caben pecadores como yo; s,í gracias a Dios, la iglesia no es la iglesia de los puros e inmaculados, sino de los perdonados en Cristo y desde ese perdón buscamos la santidad, con nuestra mediocridad y tibieza incluida. La iglesia de los santos padres, del monacato, de los mendicantes, de los siglos de oro como el español, de la congregaciones religiosas como las misioneras y educativas, del movimiento obrero apostólico, de  la renovación teológica y del Vaticano II, de la doctrina social de la iglesia, de las comunidades de base y de las teologías liberadoras…, en fin de todas esos tesoros de la santidad y del testimonio de la fe. Con mis mejores deseos, Feliz Navidad y Año Nuevo, Un cordial saludo

  • luis henríquez

    Luis González Morán:
     
    Bendita sea la amistad que usted mantiene con Javier Renobales; es de ustedes. Y le agradezco su respuesta. Con todo, usted no comenta, ni para aceptar ni para rechazar mis posiciones o puntos de vista, nada de lo que yo planteo en mi reflexión. De manera que sigo convencido de que tengo razón; o mejor, mucha razón, acaso no toda, pero sí mucha: La Iglesia católica, santa y pecadora, ha sido así durante la mayor parte de su bimilenaria historia; y lo sigue siendo, en no poca medida, porque es una estructura de poder; es más, hoy día está realmente condicionada por una increíble corriente de intereses mundanos y “poderes fácticos” que se encargan de arrinconar el Evangelio.
     
    Nunca en Atrio me he significado como contestatario del Magisterio, como difamador del Papa, etcétera. Al contrario, me han dado leña por justo lo contrario. Sin embargo, en esta hora de decrepitud moral de la Iglesia católica -es lo que siento, sospecho y puedo constatar desde mi propia experiencia-, planteamientos de “retorno a la esencialidad del Evangelio” como el que pretende Carlos Escudero Freire, precisamente en el post que nos ocupa, no me parecen gastados, no me parecen “comidilla de progres” -que es lo que suelen decir de los mismos algunos fieles católicos que nadan más bien en las aguas del conservadurismo teológico y eclesial, y aun político y económico, por supuesto-, sino una asignatura siempre permanente de la Iglesia universal.
     
    Creo reconocerlo sin intención alguna de zaherir a la jerarquía, solo que sí poniendo muy en primer lugar mi propia conciencia. Y es justamente desde esa fidelidad a mi conciencia desde donde experimento la verdad de que tanto servilismo al poder, ejercido en la Iglesia principalmente por los jerarcas, desfigura el corazón del mensaje cristiano: en realidad todo, desde el nacimiento de Jesús (la encarnación del Verbo, con todo su significado cristológico y soteriológico) hasta su muerte, pasando por su vida de predicador itinerante. Todo.
     
    Igual estoy muy errado. Saludos. Feliz entrada de año.

  • francisco javier peláez

    Estoy de acuerdo con Javier que la iglesia es un “tinglado” en el sentido de cosa desordenada.Obsérvese el desorden que impera incluso en su elogiable obra social.El señor presidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González va a un comedor de la iglesia a dar de comer  o servir a pobres.En la televisión se observa que sirve la comida a  algunos inmigrantes y nadie-ni monjita,ni curas…-le dice:”este señor tan bueno que te sirve la comida con esta mano con la otra te quita la asistencia sanitaria…”.!Qué ganas tengo que algún cargo público se lleve una buena manito de….!. .La iglesia es un tinglado demasiado afín al poder y bastante contradictorio.

  • Luis Gonzalez Moran

    Luis Henríquez escribe en su entrada de 26 de diciembre 2012, 16,20 pm.
    “Punto 2. Javier Renobales (abogado cuya edad ignoro, pero sobre la que sospecho que debe frisar las sesenta primaveras) tutea a Luis Morán, sacerdote católico, además abogado, cuya edad también ignoro pero que sitúo en torno a los setenta años. Subrayo lo de “tutear” porque secularmente se ha visto muy mal en la Iglesia católica ese hábito, que ni siquiera se ha acabado imponiendo -las tendencias actuales en la Iglesia católica vuelven a querer ser las del clericalismo, el centralismo jerarcocéntrico y la consiguiente filial  ”sumisión” de los laicos a sus pastores, luego de los “aires” liberacionistas y democratizadores del Concilio-; si en la Iglesia católica en alguna medida los modos han cambiado en ese aspecto, a menudo ha sido “a pesar de la propia Iglesia”, que empero se ha visto obligada a aceptar los nuevos aires de libertad, derechos humanos, democracia, laicismo y adultez ciudadana propios de la modernidad. De manera que si la por las autoridades de la Iglesia fuese…”
    Es un párrafo espléndido, que me da pie a hacer una reflexión. Luis Henríquez se sorprende de que el buen Javier Renobales me “tutee”…, siendo yo sacerdote católico, como gusta decir en este foro: Javier y yo somos amigos, con pensamientos, opiniones y criterios distintos: pero la amistad y la relación humana, sincera y cordial, está por encima de las diferentes posiciones que adoptemos en la vida. Puede que Javier y yo estemos  situados en opciones antípodas, pero esto no puede herir ni marchitar una buena e intensa relación humana.
    Ya Publio Terencio Africano dejó escrito: “homo sum, humani nihil a me alienum puto”, es decir: hombre soy; nada humano me es ajeno”. Unamuno en El sentimiento trágico de la vida hizo una aplicación original: “soy hombre, a ningún hombre estimo extraño”
    Antes que sacerdote, y antes que cristiano yo soy una persona, un ser humano, con capacidad de relación con otras personas, de comprensión y de amor, de sufrimiento, esperanza, dudas y temores: y esto me hermana con todos los seres humanos, sin preguntar si son sacerdotes o cristianos o ateos. Una de los grandes problemas y carencias que yo achaco a la Iglesia es que a veces se ha desentendido de las personas y se ha preocupado mucho de la salvación eterna y no tanto de la realización humana, de la humanización de la persona. Cada uno puede tener sus ideas e incluso sus manías, pero nada de todo ello puede convertirnos en enemigos del hombre.
    Por eso, lo normal es que Javier me tutee y yo a él (y a los demás partícipes del Atrio) porque compartimos un mismo aliento de base y una misma teleología: tal vez no coincidimos en los caminos, pero sí nos impulsa un mismo afán e ideal.

  • luis henríquez

    El nacimiento del niño Jesús en un pesebre (sito en establo o cuadra, o puede que cueva, pero nunca en palacio alguno), ciertamente contrasta con el hecho de que el Papa viva en el Vaticano. Puede que viva austeramente -no escasean los que afirman tal cosa-, pero lo indudable es que vive rodeado de toda clase de instancias de poder, terrenal y sacro. Y este estar rodeado de toda clase de instancias de poder, sacro y terrenal, contrasta no solo con el nacimiento pobre y completamente desposeído de Jesús de Nazaret, sino con el posterior modus vivendi del Rabí de Galilea.

    Punto 2. Javier Renobales (abogado cuya edad ignoro, pero sobre la que sospecho que debe frisar las sesenta primaveras) tutea a Luis Morán, sacerdote católico, además abogado, cuya edad también ignoro pero que sitúo en torno a los setenta años. Subrayo lo de “tutear” porque secularmente se ha visto muy mal en la Iglesia católica ese hábito, que ni siquiera se ha acabado imponiendo -las tendencias actuales en la Iglesia católica vuelven a querer ser las del clericalismo, el centralismo jerarcocéntrico y la consiguiente filial  “sumisión” de los laicos a sus pastores, luego de los “aires” liberacionistas y democratizadores del Concilio-; si en la Iglesia católica en alguna medida los modos han cambiado en ese aspecto, a menudo ha sido “a pesar de la propia Iglesia”, que empero se ha visto obligada a aceptar los nuevos aires de libertad, derechos humanos, democracia, laicismo y adultez ciudadana propios de la modernidad. De manera que si la por las autoridades de la Iglesia fuese… Bueno, lo que ya vemos que se plantea en la mayoría de los movimientos de corte conservador, o hasta integrista: de nuevo altas dosis de clericalismo, de respeto reverencial a los jerarcas…

    Punto 3. Vuelvo a insistir en que no solamente tomando en consideración teológica y cristológica el nacimiento de Jesús, sino su posterior modus vivendi como predicador itinerante y aun su muerte entre malhechores por vivir como vivió y comer con los que comió (no pocos exegetas e historiadores del cristianismo primitivo ponen énfasis en esto último que afirmo), lo que se deduce de su mensaje del Reino es más la predicación de una comunidad de hombres y mujeres libres en comunidad fraterna y de igualdad, que la instauración de una Iglesia entendida como sociedad jerárquica, piramidal, piramidalista. La “lectura” del teólogo Carlos Escudero Freire va claramente en esta línea, que yo simplemente apunto y que él desarrolla con notable cualidad y erudición.

    Punto 4. Recién clausurado el Vaticano II, un grupo como de cincuenta opispos, casi todos los del Tercer Mundo, padres conciliares que habían sido de aquel gran acontecimiento eclesial, firmaron el llamado Pacto de las Catacumbas. Entre ellos descollaba Dom Hélder Cámara (de cuya memoria se mofan hoy día algunos integristas: lo he podido descubrir navegando por blogs y foros). Por el que se comprometían al advenimiento o génesis de una Iglesia de los pobres: samaritana, pobre, identificada con las luchas de liberación de los pobres. Y alejada también de esos títulos honoríficos tan propios, secularmente, de los usos eclesiásticos. Pregunto: ¿Dónde ha quedado todo ese conjunto de reivindicaciones de reforma eclesial? El propio D. Pedro Casaldáliga, en una carta abierta que le escribió al entonces papa Juan Pablo II en el año 1984, le pedía a este último toda una serie de reformas eclesiales; entre estas, la de revisar todos esos títulos de honor y de tratamiento, tan poco evangélicos, tan poco en consonancia con la forma de vida de Jesús, el Maestro, el Señor (o sea, con su origen, con el lugar donde vino al mundo, con la gente que frecuentó, con la gente con la que comió y caminó, con los malhechores con los que fue crucificado…). Así que pregunto: ¿Ha servido de algo en la Iglesai esa carta abierta al papa Juan Pablo II del obispo Casaldáliga?

    Punto 5. A estas alturas y sin necesidad alguna de haber hecho exégesis o hermenéutica -basta con la que ha prodigado en su extenso artículo Carlos Escudero-, queda claro que el corazón del Evangelio respira fraternidad, libertad, solidaridad, igualdad, pasión por la justicia, opción por los pobres y más humildes de la sociedad… Pero la Iglesia institución se ha convertido en un poder más, durante siglos convertido en el gran poder, en el poder más inconmovible de la tierra. De ahí que si “saltaran por los aires”  todos esos tratamientos tan poco evangélicos de santo padre, su santidad, sumo pontífice o romano pontífice, tendrían que desaparecer también los de eminencias reverendísimas dados a los cardenales, los de su ilustrísima dados a los obispos, los de reverendos dados a los presbíteros. Y lo mismo por lo que respecto a los dados a los obispos y patriarcas ortodoxos: su beatitud, su gracia, su toda gracia… Y de paso, también quedarían arrumbados los dados a los monarcas y príncipes (su alteza, su majestad…).

    Demasiada revolución, qué va. Las autoridades de la Iglesia católica, conscientes de que la institución es un poderoso poder terrenal, y no solamente la memoria subversiva del Resucitado, ni de coña estarían dispuestas a una reforma de tal envergadura. Sin duda, un libertario cristiano como León Tolstoi, sí que lo estaría -y de hecho, trató de aplicar tales reformas a su propia trayectoria vital-; los jerarcas, ni hablar: el poder…  

  • Javier Renobales Scheifler

    Creo que hay confusión en Atrio por los diferentes significados que se están dando a los téminos ‘sagrado’, ‘profano’ y ‘divino’.
     
    Por sagrado se está entendiendo a veces en Atrio: lo que se relaciona o refiere al Templo, a los sacerdotes. Y por profano lo que no se relaciona o refiere a eso, aunque se refiera a lo religioso o a dios.
     
    Creo que por lo general la gente de a pie entiende por sagrado lo que se refiere tanto a lo divino como a lo religioso como a las iglesias, templos, sacerdotes etc.
     
    Y por lo contrario a sagrado, es decir profano, la gente de a pie entiende que es lo que no tiene relación ni nada que ver con lo divino, religioso, eclesial, o creencias religiosas.
     
    Quizá en Atrio por profano se entiende lo religioso que no tiene relación con el templo y los sacerdotes, aunque al ser religioso tenga que ver con lo divino.
     
    Yo creo que se debería seguir dando a estos términos el significado de la calle, de la gente de a pie (que a mi entender es):
     
    –         profano es lo que no tiene que ver con lo religioso, lo divino, lo sagrado, los templos, las iglesias … etc.
    –         sagrado es lo contrario, es decir, lo que sí tiene que ver con eso
    –         divino: es una parte de lo sagrado, lo que tiene que ver con dios
     
    En cuanto a Jesús, trataba de lo profano en cuando trataba de los problemas de las personas, aplicándoles soluciones humanas.
     
    Y trataba de lo sagrado/divino cuando hablaba de dios y de la religión judía (única que vivió Jesús toda su vida).
     
    Claro que, como en aquella mentalidad judía de hace dos mil años lo religioso lo abarcaba/impregnaba todo, no es fácil deslindar en Jesús lo profano de lo sagrado.
     
    Hoy mismo se mezcla con frecuencia uno y otro ámbito, por culpa de las iglesias, de la idea que nos han metido de que el ámbito divino/religioso/sagrado interviene en el mundo, en el ámbito de lo profano:
     
    por ejemplo el argentino Messi, al ir al tirar un penalti el otro día, se santiguó momentos antes de acercarse al balón, dadas las ideas que nos han metido en cuanto a pedir a dios ayuda para nuestro beneficio, pensado que dios interviene y nos ayuda, en este caso a chutar Messi con puntería y colocación suficientes como para superar al portero contrario y marcar un gol.
     
    Aunque si lo que se pide a dios es ayuda para que amemos al prójimo como a nosotros mismos (mensaje de Jesús para nuestra salvación aquí y ahora), en realidad dios, si accediera a moverse por nuestra oración para ayudar (en este caso) a Messi a marcar un gol ¿no ayudaría dios lo mismo al portero contrario a evitar el gol, entendiendo que Messi le pide la misma ayuda para su prójimo el portero?
     
    Y eso sin tener en cuenta que probablemente el portero también le está pidiendo la misma ayuda a dios que Messi, pero para beneficio del portero.
     
    Es un ejemplo de cómo Messi metía lo sagrado en lo profano; lo cual problemente hizo Jesús muchas veces en su vida.

  • Asun Poudereux

    También doy gracias por lo que ha hecho posible a Jesús, conocerle  y reconocerme en él, como persona humana.
     
    Y sin embargo no es ciertamente mi gratitud a  la Iglesia institución, sino  a algunas de las personas que hay  o ha habido en ella o cerca de ella y que no se han identificado  con lo que ella representa y pretende. Y sobre todo a mis padres
     
    La Iglesia vehicula en estandarte lo que no es de ella, ni puede ser de nadie en especial.
     
    El que ama no retiene ni constituye  apropiación. La Iglesia es  contradicción asumida  e incoherencia  consentida.
     
    Lo sagrado, lo profano y divino son constructos y superposiciones mentales, intentando poner nombres y etiquetas a esa  experiencia íntima,  única, no diferente y no separada de lo que realmente  es  y  somos.
     
    A través de lo humano que somos, en humilde desapego,  la consciencia se despliega y se nos hace consciente  lo que ya es y se hace vida,  de manera sencilla, directa e inmediata.
     
    Puedo comprender  que otros perciban de modo diferente la envoltura y estructura jerárquica de la iglesia, hasta sumirse en la justificación de su incoherencia y contradicción: Esto sugiere mucho  de  su inconsciencia, a la que respeto.  
     
    Pero querer  y creer  que  otra Iglesia dentro de la Iglesia inmutable pueda cambiarla, es perpetuarla, tal cual, indefinidamente,  como así ha resultado  durante milenios.  Aunque solo sea hablando de la impotencia estancándose  en un  círculo cerrado.
     
    Si en lo que somos de fondo ya está todo dado y la sabiduría de la vida nos lo va mostrando, demos gracias a  lo que lo hace posible,  y que no hay nada que conseguir  por intermediario alguno.
     
     El amor  no  se impregna  de jerarquías ni de condenas,  no sabe de imposiciones ni de normas, en él no hay predilectos.
     
    Vale más vivir este  misterio  de amor  junto a los que nos  van necesitando y necesitamos cerca, que dejarnos  arrastrar por las vanaglorias envolventes, tanto en su pro como en su contra.
     
    Gracias a todos.

  • oscar varela

    Hola!
     
    Leo:
     
    – “El tema de lo sagrado cede el paso a la comunicación del Espíritu de Dios que no depende de intermediarios.
    Es la fuerza de lo divino frente a lo sagrado.
    con Jesús y con el Espíritu de Dios estamos en el horizonte del Nuevo Testamento, ámbito de lo secular y profano.
    ………………….
     
    A poco de apretar un poquito –no más- este palabrerío teológico
    (suficiente para cuando estaba in-merso en dicha catalepsia)
    Me estrello con que detrás hay poco esfuerzo de comprensión.
     
    p.e.:
     
    1 – “el Espíritu de Dios que no depende de intermediarios”.
    ¿“espíritu”? ¿dónde está sino en el Medio-Audio-Visuo-Gestual?
     
    Me da la impresión que estos “teólogos” dan por supuesta una teología del “sacramento”,
    pero que nunca la pensaron por su cuenta.
     
    2 –“fuerza de lo divino frente a lo sagrado”.
    Acá se habla de algo muy caro a Atrio, que nos ha traído sus dudas.
    Pero el Autor enfrenta “divino” a “sagrado”
    ¿querrá decir “profano” y “sagrado”?
    Como no está de paso por el Tema, me parece que no lo ha pensado suficientemente.
     
    3 – “el Nuevo Testamento, ámbito de lo secular y profano”
    Por lo dicho en 1- y 2-, esta afirmación quedaría en la nebulosa cataléptica.
     
    Así voy todavía, o algo parecido – Oscar.
     

  • Javier Renobales Scheifler

    Tu manera de ‘dialogar’ amigo Luis González Morán es, o lo tuyo o nada. Bueno, otros también vienen a Atrio a dejar constancia de la doctrina oficial del magisterio católico.
     
    El post trata de la Liberación que supone Jesús de Nazaret.
     
    Tú eres cura, Luis: deberías explicar por ejemplo el fundamento del cambiazo que nos han dado al padrenuestro los que dirigen su formulación oficial católica, la sustitución, tan económica, del perdón de las deudas por el perdón de las ofensas manteniendo, la exigencia de las deudas que esas no se perdonan.
     
    Los evangelios, el NT, son todo ambigüedad, y cuando conviene se cambia la traducción de algunas palabras, a gusto del que manda, el magisterio (que pretende ser el único que puede interpretar el NT, pretensión de toda la jerarquía, curas y monjas, porque está iluminado por el espíritu santo para ello. Me parece una falacia más).
     
    El asunto de la deuda lo ha planteado Antonio Duato desarrollando el post que ha puesto de Escudero Freire. El título del post es Lectura liberadora del nacimiento de Jesús. El padrenuestro es la oración que nos enseñó Jesús, oración que compromete a liberar de las deudas nuestros deudores.
     
    Antonio Duato dijo más abajo 24-Diciembre-2012 – 13:53 pm: “¡Ahora que creíamos que Marx se había acabado y todo el campo era nuestro! Los liberales fetén harán con su vida lo que les venga en gana. Pero hay que guardar los principios. La gente debe saber que hay una ley natural sacrosanta que nadie puede poner en duda: “el derecho a la propiedad privada y el deber de pagar las deudas”.
     
    ¿Diálogo de besugos, dices Luis? NO has entrado a este tema del post, y tampoco has respondido siquiera a la contradicción a Jesús que supone tratar, como tú haces, al jefe del Estado Vaticano de susantidad o de santopadre. NO estás siendo aquí tú modelo de persona dialogante, Luis, sino todo lo contrario.
     
    Quizá es que, acostumbrado a que en misa nadie puede contradecirte porque las misas católicas tienen diseño dictatorial, en las que sólo puede hablar el sacerdote (Jesús no fue sacerdote) que actúa como protagonista de la misa. Y la misa para vosotros es la panacea, Luis. Pero las misas católicas están demasiado separadas del mundo real de los mortales pobres y oprimidos.
     
    Que yo recuerde, fuiste tú quien dijo en Atrio que tenías que estar en comunión con la jerarquía, la cual evidentemente está con el PP en España y con la derecha más conservadora en el mundo. Porque la jerarquía es rica, tiene la vida materialmente asegurada de por vida.
     
    La ICR tiene un inmenso patrimonio, es un negocio muy estable que además le proporciona donaciones de muchos clientes ricos (es esencial para la ICR tener muchos clientes ricos e influyentes) que así se ganan parecer buenos en esta vida, e incluso quizá algunos creen que también, por el mismo precio, se ganan una parcela en la otra vida, con póliza de indulgencia plenaria incluida.

    En el post se plantea que José tuvo tanta intervención como María en la concepción, nacimiento e infancia/adolescencia de Jesús, pues María fue embarazada por un coito con José. Me parece una chapuza hacer de María la madre de dios y no a José el padre de dios.

    Un desorden más del tinglado de la ICR, amigo Luis; un dios con tres pretendidas personas divinas, y una María madre de dios, pero no un José padre de dios.

    Para Jesús, que no participó de todo ese tingaldo,Luis, su nacimiento fue mucho más sencillo que el tinglado que se ha montado la ICR (la Iglesia, que tú dices): sus padres María y José se amaron, hicieron un coito (entre muchos lógicamente, no sólo porque follar es una de las pocas liberaciones que tienen los pobres, sino porque además Jesús tuvo otros hermanos), nació Jesús, trató de liberar a pobres y oprimidos, y lo asesinaron por ello los sacerdotes y los militares invasores romanos.

    Claro, tú no puedes dialogar sobre esto Luis, estás en otro nivel.

  • Luis Gonzalez Moran

    Quiero cerrar este episodio con la trascripción de un párrafo tomado de una entrevista hecha al teólogo José María Castillo, publicada hoy en Religión Digital:

    ¿Se pueden entender este tipo de fracasos, rupturas y desapariciones formando parte de la Iglesia en la que crees? ¿Se puede seguir amando a la Iglesia y seguir perteneciendo a ella tras algo así?

    Yo quiero mucho a la Iglesia, quiero serla fiel y permanecer en ella, morir en ella; porque es la Iglesia a quien debo el conocimiento del Evangelio y de Jesús. Lo mejor de mi vida lo he recibido de ella, gracias a que desde Jesús al momento actual una cadena ininterrumpida de creyentes ha conservado esa fe. Por eso tengo también que elogiar el trabajo de solidaridad, de caridad y de preocupación que están haciendo hoy tantos sacerdotes, religiosas y laicos. Ahora, me duele mucho el comportamiento (y lo digo sin reparos) de la jerarquía oficial, es decir, de la Conferencia Episcopal, que es una institución que produce la impresión de que lo que le interesa es conservar sus privilegios, las leyes que la favorecen, tener asegurados su herencia y su patrimonio, y agrandarlos si es posible.
    Lo que no entiendo es cómo ellos no se dan cuenta de que la mayor parte de alumnos que educan en Religión luego no creen”.
    No hace falta añadir nada más.

  • oscar varela

    El Golem
    j.l.borges

    Si (como el griego afirma en el Cratilo)
    el nombre es arquetipo de la cosa,
    en las letras de rosa está la rosa
    y todo el Nilo en la palabra Nilo.

    Y, hecho de consonantes y vocales,
    habrá un terrible Nombre, que la esencia
    cifre de Dios y que la Omnipotencia
    guarde en letras y sílabas cabales.

    Adán y las estrellas lo supieron
    en el Jardín. La herrumbre del pecado
    (dicen los cabalistas) lo ha borrado
    y las generaciones lo perdieron.

    Los artificios y el candor del hombre
    no tienen fin. Sabemos que hubo un día
    en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
    en las vigilias de la judería.

    No a la manera de otras que una vaga
    sombra insinúan en la vaga historia,
    aún está verde y viva la memoria
    de Judá León, que era rabino en Praga.

    Sediento de saber lo que Dios sabe,
    Judá León se dio a permutaciones
    de letras y a complejas variaciones
    y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,

    la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
    sobre un muñeco que con torpes manos
    labró, para enseñarle los arcanos
    de la Letras, del Tiempo y del Espacio.

    El simulacro alzó los soñolientos
    párpados y vio formas y colores
    que no entendió, perdidos en rumores
    y ensayó temerosos movimientos.

    Gradualmente se vio (como nosotros)
    aprisionado en esta red sonora
    de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
    Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

    (El cabalista que ofició de numen
    a la vasta criatura apodó Golem;
    estas verdades las refiere Scholem
    en un docto lugar de su volumen.)

    El rabí le explicaba el universo:
    Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga
    y logró, al cabo de años, que el perverso
    barriera bien o mal la sinagoga.

    Tal vez hubo un error en la grafía
    o en la articulación del Sacro Nombre;
    a pesar de tan alta hechicería,
    no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.

    Sus ojos, menos de hombre que de perro
    y harto menos de perro que de cosa,
    seguían al rabí por la dudosa
    penumbra de las piezas del encierro.

    Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
    ya que a su paso el gato del rabino
    se escondía. (Ese gato no está en Scholem
    pero, a través del tiempo, lo adivino.)

    Elevando a su Dios manos filiales,
    las devociones de su Dios copiaba
    o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
    en cóncavas zalemas orientales.

    El rabí lo miraba con ternura
    y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)
    pude engendrar este penoso hijo
    y la inacción dejé, que es la cordura?

    ¿Por qué di en agregar a la infinita
    serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
    madeja que en lo eterno se devana,
    di otra causa, otro efecto y otra cuita?

    En la hora de la angustia y de luz vaga,
    en su Golem los ojos detenía.
    ¿Quién nos dirá las cosas que sentía
    Dios, al mirar a su rabino en Praga?

  • Luis Gonzalez Moran

    Javier:
    Hoy voy a acudir para poner fin a esta sinrazón en la que estamos metidos al Diccionario de la Real Academia.

    “diálogo.
    “(Del lat. dialŏgus, y este del gr. διάλογος).
     
    1. m. Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos.
    2. m. Obra literaria, en prosa o en verso, en que se finge una plática o controversia entre dos o más personajes.
    3. m. Discusión o trato en busca de avenencia.
    ~ de besugos.
    1. m. coloq. Conversación sin coherencia lógica.
    ~ de sordos.
    1. m. Conversación en la que los interlocutores no se prestan atención.
    Real Academia Española”.
    Fin de la cita y del intento (fracasado) de diálogo sobre este punto.
    Inevitablemente, seguiremos en otros, cosa que es buena.

  • Javier Renobales Scheifler

    Luis,
     
    Para ti tu papa es susantidad, santopadre; tratas de santo a ese hombre, quien sea vuestro papa de turno; por el mero hecho de ser hombrepapa (nunca mujer, no lo olvidemos) para ti ya es por axioma santopadre susantidad.
     
    Me atrevería a decir que tú afirmas, como lo afirma el papa, que a él lo ha elegido dios para papa, y que es dios quien gobierna la ICR (cuando lo cierto es que es el papa quien la gobierna con sus delegados jerarcas, no dios). Eso es dar culto al papa, Luis.
     
    Jesús dijo (si hemos de creer al evangelista) que nadie es bueno (es decir, santo, bueno en grado top) sino sólo Yahvé, y tú dices que el papa de turno es santo por el mero hecho de ser puesto de papa por otros pocos hombres puestos por anteriores papas para ponerle papa.
     
    A eso llamo yo dar culto al cargo de jefe de la ICR, del Estado Vaticano. Es un culto ciego, pues no importa quién sea ese hombre (nunca mujer, no lo olvidemos, tú no admites que una mujer pueda ser papa mientras un hombre papa no lo admita)
     
    Pero sobre todo es contravenir lo que dijo Jesús (si hemos de creer al evangelista): santo sólo es dios, no los humanos (y menos un susan como wojtyla, encubridor de pederastas eclesiásticos como el susan que lo santifica, ni tampoco Jesús –que fue un humano más- fue santo, al decir de Jesús.
     
     Los alemanes dieron culto a su Hitler, en un tiempo no muy lejano, porque creían que les iba a poner su Alemania a la cabeza de Europa. Luego Hitler les falló y perdió la 2ª GM: entonces fue denostado por los alemanes arruinados, dejó de ser su Hitler para pasar a ser un nazi loco: pero si hubiera ganado la 2ª GM …  tus santopapas le habrían bendecido como lo hicieron con el fascista dictador católico Franco, al que tus jerarcas en comunión contigo le dieron y le mantienen la Orden suprema de Cristo, máxima condecoración vaticanesca.
     
    Con esa jerarquía que hoy mantiene esa injusta condecoración suprema a Franco estás tú hoy en comunión, Luis
     
    Roncalli no te exigía culto Luis, pues no le hacía ninguna falta exigirlo: porque tú ya le hacías reverencias, le besabas la mano (dime que nunca se la besaste, Luis) y le tratabas de santopadresusantidad, cualidad de santo reservada en exclusiva a dios por el mismísimo Jesús.
     
    Claro, que tú has dicho una misa hoy (Jesús no las hacía ni las decía ni las oía), y yo he hecho una comida (Jesús las hacía) y con pecadores, como hacía Jesús.
     
    Luis, dices que vuestro papa no es jefe, pero eso es mentira, pues es, y se ampara en ello para  no dar la cara, cobarde, para no ser perseguido por encubrir pederastas, Jefe del Estado Vaticano, Jefe de Estado, o sea jefe como hay pocos cientos en el planeta ahora mismo. Es monarca absoluto en vuestra ICR, o  sea rey, jefe de jefes, el máximo jefe de vuestra ICR.
     
    Tinglado es un conjunto desordenado de cosas, según el diccionario. Como la ICR.

  • Luis Gonzalez Moran

    Javier:
    Resulta que eres una criatura encantadora, pero imposible.
    Hoy, día de Navidad, que ya dije misa por la mañana,  es un buen día charlar un rato.
    Primero.- Sigo diciendo que es una pena que no hayamos hincado el diente al artículo de Carlos Escudero Freire (y no “Fraile”, como sin malicia escribí,) y nos hayamos ido otra vez a las orillas de río Tíver a ver los barcos llegar, a ver los barcos marchar.
    Segundo.- Escribes en tu última entrega: “lo que haces no va con Jesús, Luis, sino con el culto que le dáis al jefe de vuestro tinglado”. Mi querido amigo: muchos cristianos, entre los cuales me encuentro, no tributamos ningún culto “al jefe”, entre otras cosas, porque no es “jefe” y en segundo lugar porque eso del culto es como muy evanescente… hay gente que ofrece culto al propio cuerpo. Al Romano Pontífice se le debe un cierto respeto, pero una sumisión servil y claudicante. Llamar a la Iglesia “tinglado”, tiene el gran problema añadido de tener que explicar antes que entiendes tú por “tinglado”.
    Tercero.- Yo, por las especiales circunstancias histórico-personales que me tocó vivir, tuve una relación personal con un Papa, con Juan XXIII, del cual llegué a ser prácicamente amigo, y sabía me que llamaba Luis, que estaba estudiando sagrada escritura en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma , que mi madre se llamaba Aurora , que tenía otro hermano sacerdote y que yo era natural de León de Las Españas:  jamás me exigió que le rindiera culto, ni que fuera con velas encendidas o con el incensario humeante.
    Cuarto.- Señalas a Casaldáliga y Herlder Cámara como “las excepciones” que confirman la regla. Para hacer esa tan sonada afirmación tenía que conocer la “totalidad” de la regla y de las excepciones. Tú, hablas de oido; la jerarquía: (oye y eso qué es y dónde está’, cómo sabes que toda la jerarquía es como tú dices…);  ¿tu sabes la cantidad de sacerdotes y gente sencilla que no conocían la teoría dualista de san Agustín ni la teoría de la predestinación ni el problema de las indulgencias de Lutero y que han sido buena gente, que ha rezado de buena fe, que han creido con convicción en jesús, que ha cumplido con honestidad y lealtad sus compromisos de ciudadanos y cristianos, que no han hecho daño a nadie y han amado a los demás, porque  han aprendido un modo sencillo, pero verdadero y evangélico de vivir?
    Quinto.- Dices: “Sigue siendo el mismo ‘con la iglesia hemos topado’. Los vencedores con los que Luis está en comunión, la jerarquía, siguen lo mismo, tan ultras como siempre”. Me encanta eso de los vencedores con los que tú dices que estoy en comunión… Javier: escribes cosas por escribir, sin un tamiz mínimo de ponderación. ¿Con que vencedores estoy yo en comunión?  Es que el pertenecer a la Iglesia nos convierte a todos en sumisos, cobardes, serviles, esclavos, ciegos y mudos? Y los que habéis abandonado la Iglesia, como expresamente se dice en este foro, os convierte en ilustrados, liberados, maduros, abiertos, luminosos y generosos…? Menos lobos, Sebastián…
    Navidad es un tiempo para la apertura del alma al Dios que nace y a los hermanos. Creo que debemos ser positivos y unir nuestros corazones y nuestras fuerzas para mejorar la convivencia incrementando la justicia y la igualdad: por ahí va el verdadero camino de Belén y ahí es fácil y sería hermoso encontrarnos todos, los que celebramos el nacimiento de Jesús de “esta” manera y los que lo celebran de “otra” manera.
    Feliz navidad a todos: una y uno por una y uno y por todos.
    Un abrazo.

  • Javier Renobales Scheifler

    Pero fíjate Luis González Morán que:

    – santo, para Jesús, era Yahvé, no él (ni nadie más, y menos Pedro, y tu pavoneas lo de ‘Susan’ que se hace llamar el papa (y tú le llamas susantidad porque lo manda el papa y tienes que estar en comunión con él; lo que haces no va con Jesús, Luis, sino con el culto que le dáis al jefe de vuestro tinglado

    – Pedro, el histórico, el pescador, de Jefe de Estado no tenía nada de nada; porque nada de evangélico tiene que susan sea jefe de estado, sino que es una mera cuestión de poder, vestigio de cómo se prostituyó y prostituye el cristianismo desde que el imperio lo hizo religión oficial del imperio, por interés del imperio (el mismo imperio que asesinó a Jesús).
     
    La religión de Jesús era judía, y el cristianismo, fundado por los discípulos de Pablo (no por Jesús, que no fundó ninguna iglesia ni religión y menos diferente de la judía) es el romano que padecemos por ejemplo en España:

    lo instalaron en la capital del Imperio Romano que asesinó a Jesús para que se desarrollara y creciera y se hiciera poderoso.

    Los pobres para los que Jesús quería traer el reino se quedaron sin reino y con iglesia que les trajeron, con la ICR. Y los ricos fueron los cristianos importantes, empezando por los papas y sus jerarcas (las excepciones como Casadláliga y Helder Cámara que dices suelen confirmar las reglas, Luis).
     
    Es lo que haría para fundar y desarrollar su empresa, su negocio, un empresario experto en marketing: instalar la central de su empresa en la capital del imperio, instalarse allí, y no en un pueblo despreciado de la Galilea por donde hizo su vida pública el Galileo del que trata el post.
     
    La discusión del post trata en buena parte de lo mismo: el que tú llamas sin miedo susantidad trata de hacer creer a la gente que Jesús –a quien él dice representar y no representa en nada- se consideró dios a sí mismo, lo cual es falso, lo mismo que lo de la pretendida representación-; y en el post trata Escudero Freire de mostrar cuánta falacia hay en el empeño del papa, que aporvecha ser papa para largar un best-seller.
     
    Javier Peláez considera que mejor es analizar si el catolicismo papal es influyente en la cultura actual.
     
    Bueno, acabamos de celebrar casi todos España la navidad al estilo católico de cuando éramos más pequeños. La cultura en España es católica en un porcentaje elevadísimo. Para eso son las imposiciones bélicas, la fuerza de las armas, los consiguientes asesinatos, la santacruzada y dictadura católicas que repusieron a la ICR en su pedestal de privilegios y poder en España.
     
     Sigue siendo el mismo ‘con la iglesia hemos topado’. Los vencedores con los que Luis está en comunión, la jerarquía, siguen lo mismo, tan ultras como siempre.
     
    El que fue seminario de Bilbao, en Derio, un inmenso e impresionante megalómano edificio (quedó en esqueleto construido junto a él otro igual, su gemelo, detrás del actual, durante muchos años, muestra de la megalomanía que había invadido la mente de la jerarquía tras la victoria triunfal) está hoy dedicado en gran parte a menesteres no católicos –por supuesto no hay seminaristas-.
     
    Puede verse el gemelo a medio construir –hoy ya derribado-, en la foto séptima contando hacia abajo, de:
    http://www.ingurumena.ejgv.euskadi.net/r49-565/eu/contenidos/informacion/ruinas_industriales/eu_1159/ruinas_bilbao_e.html
     
    No creo que haya sido cedido a los pobres, sino que lo imagino negociado en el mercado inmobiliario (hoy hay en él un hotel, algunas empresas … y cosas por el estilo; la gran cruz que creo recordar lo presidía desde ‘lo alto’ –me recordaba a la del valle de los caídos, dominando desde ‘lo alto’- desapareció.

  • A todos ustedes les deseo desde el Perú, una feliz Navidad con todos los suyos.
    Lucho

  • francisco javier peláez

    No quisiera dejar de felicitaros a todos las fiestas:a Luis,los Pepes,Antonio,Ana…Ayer estuve por el centro de Madrid y estaban atestadas las calles y los comercios.Obsevando vi que la gente no compraba mucho.Más parece que paseaban.Parece que también en Navidad se toma la calle.He de decir que volví contento y eso que a mí la multitud no me gusta salvo en manifestación.Aquellas impresionantes manifestaciones de la guerra de Irak que tanto nos impactaron.De todas maneras yo que soy de natural optimista he de decir que ayer la gente parecía contenta en la calle…Diríamos,sin un duro,pero contenta…

  • pepe blanco

    Pues es una pena, pero llevo unos días siendo uno de esos que “no tienen tiempo para filosofar”, como dice Luis González Morán. Ni lo tendré en los próximos días.
     
    Para mí es una pena no tener tiempo para filosofar por dos motivos (subjetivos, claro). Uno, porque tengo en la cabeza un comentario para uno de los post navideños que me apetecería muchísimo desarrollar. Dos, porque el tema que ha suscitado Antonio Duato sobre el reciente discurso papal da mucho de sí. Mucho e importante.
     
    Pero cuando no se puede, no se puede. Y, para estirar mi tiempo, necesitaría ponerme a correr como un loco a la velocidad de la luz. Pero, para cuando huebiera escrito mi comentario de navidad, ya habríais pasado todos a mejor vida. Con lo cual, no me serviría de nada, a estos efectos de transmitiros mi personal mensaje navideño.
     
    Muchos os desearán que los próximos diez días seáis muy felices. Cuantitativamente, es preferible ser muy feliz los otros 355 días y, estos diez, contentarse con sobrevivir.
     
    Con cariño, para todas y para todos.

  • Luis Gonzalez Moran

    La capacidad prestidigitadora que se ejercita en Atrio es verdaderamente sorprendente. El presente hilo se titula “Lectura liberadora del Nacimiento del nacimiento de Jesús”, al que sirve de cañamazo un artículo del conocido Carlos Escudero Fraile.
    El artículo es largo y está muy trabajado por el autor, llegando a las conclusiones a las que quería llegar y que suelen coincidir con otras de la gloriosa bibliografía editada por El Almendro, y ya conocidas por los lectores porque el autor es prolífico y coherente. Pero, desde luego, es “su” lectura, construida con “sus” argumentos y valoraciones, lo cual es muy respetable. Y yo lo respeto. Cuando leí el artículo (porque lo he leído íntegro) pensé que podría dar lugar a un interesante debate, pero me equivoqué (porque yo con Atrio me he equivocado mucho últimamente). Y sigo pensando que es buen cañamazo para un buen debate, pero si uno se ciñe a su contenido y no aprovechar el paso del Pisuerga por Valladolid para apuntar a “presas ajenas”.
    Pero bueno, conozco las famosas declaraciones del ex-salesiano Sr. Escudero Fraile, quien no hace mucho dijo solemne y casi proféticamente (según sus fans): “”La jerarquía eclesiástica está incapacitada para entender el Evangelio porque está viviendo en estructuras de poder”. O sea, así, sencillamente toda la jerarquía, sin excepción, sin que se salve nadie, de arriba abajo, los del hemisferio Norte y los Sur, los del primer, segundo, tercer y cuarto mundo: está claro que el Sr. Escudero Freire conoce a toda la jerarquía de la Iglesia universal, incluidos los obispos más pobres del mundo, el Cardenal Martini y Dom Pedro Casaldáliga y el obispo de Lleida que ha cedido dependencias del Seminario para viviendas sociales. Como la exégesis de Lucas sea tan exigente como estas apreciaciones gratuitas y universales… (Por cierto, Carlos Escudero Freire acaba de publicar en El Almendro un libro titulado “El evangelio es profano”. Este libro tiene una dedicatoria que es toda una declaración programática de su pensamiento: “Al Papa y a la Jerarquía eclesiástica, para que, a imitación de Pedro, inicien el lento proceso de dejar el judaísmo y convertirse al Evangelio”. Fantástico, che.
    He comprobado que el interés del personal no está en comentar el artículo de fondo, sino que es otro. Bastante más de la mitad de las intervenciones en este hilo están dedicadas a atacar “analíticamente” a Su Santidad Benedicto XVI (habrán observado que he escrito “Su Santidad con toda intención, para que vean y comprueben que no me atemorizan sus diatribas, aunque esté en minoría). La verdad es que podría espigar un ramillete de auténtico lujo entre las colaboraciones de los foreros pero el espíritu navideño me lo impide: pero estas a las que me refiero tienen en común un renovado ataque al Papa. (Tenía miedo el buen Javier Renobales de que Atrio se convirtiera en un reducto vaticanista…., fíjate el poco tiempo que han tardado en reaccionar las fuerzas vivas del Atrio –casi todas-).
    Total, que la lectura liberadora del Nacimiento de Jesús se trocó en una lectura enfurecida contra “el Jefe del Estado Vaticano”, como se dice con estudiado y frío furor. Creo que merecía la pena volver al contenido del artículo y decir algo sobre él, si es que hay algo que decir.
    Tal vez tenga razón Francisco Javier Peláez, siempre agudo, al afirmar: “Otra cosa es que nos leamos La infancia de Jesús. Eso que se lo lean los católicos. En cuanto los obispos españoles su influencia es efímera”. Por cierto, no sabe el compañero forista cuanto me alegro de que la influencia de los obispos españoles sea efímera y ojalá lo fuera cada vez más…
    Desde el cariño sincero y dialéctico, deseo a toda la familia de Atrio (en expresión feliz de Ana Rodrigo) una feliz Navidad, comprometida con los que más sufren en cuerpo y alma y que no suelen tener tiempo para “filosofar”.
                   

  • Javier Renobales Scheifler

    Mª Luisa, hablemos claro
     
    El papa tiene tantos seguidores porque sirve a los poderosos y éstos le dan, con su poder, todo el pábulo posible; además del pábulo que le da el enrome tinglado católico, que está al servicio directo del papa,q que reúne en su mano todos los poderes del mismo.
     
    Lo mismo se da pábulo en España al rey que nos puso Franco como Jefe de Estado (que se ha hecho muy rico, al parecer) , y al príncipe de Asturias, con todo tipo de premios, también deportivos, el pan y circo/fútbol … y todos los medios de comunicación más poderosos. Es lo que sirve al poder establecido, dar pábulo a la monarquía.
     
    Una crítica especializada como la de este post, difícil de seguir y entender, creo que no va a hacer ni cosquillas al poder del papa. A lo sumo le incrementará las ventas de su panfleto ideológico, que no pienso comprar ni leer ¿lo habrá colgado de internet, para evitar gastos a la gente, o pensará que no lo leen?
     
    También le da mucho pábulo al papa considerarlo sucesor de los apóstoles, como hacen los católicos, también los disidentes.
     
    Y considerarlo sucesor del llamado primer papa (que ni siquiera lo fue), consderarlo piedra sobre la que jesúsdios quiso edificar su iglesia. Creo que Jesús nunca quiso edificar una iglesia, y menos sobre Simón Cefas, a mi modesto modo de ver; según he leído a varios, es así.
     
    (Si Jesús quiso que ‘su iglesia’ se edificara sobre Wojtyla y Ratzinger, a mí no me interesa esa iglesia para vivir en ella mi seguimiento a Jesús, por mucho Jesús que le pongan en la base a esa ICR).
     
    Esa mezcla mágica de lo que imaginado divino que habría transmitido poderes divinos al papa, eso le da un gran poder al jefe del Estado Vaticano.
     
     Mantener ese pensamiento mágico tan católico, eso le da un gran poder al papa. Y ese poder no se le quiere quitar por los que mantienen ese pensamiento mágico, tampoco por los disidentes católicos: una cosa va con la otra, mientras se mantenga una, se mantendrá la otra.
     
    Habría que negar al papa su condición de sucesor de los apóstoles, su legitimidad como obispo, de Roma y de ninguna parte, pues no ha sido elegido por los católicos. Ni menos aún por dios, como pretende el papa públicamente, sin que los católicos le recriminen semejante falsedad. Por lo tanto los católicos disidentes, desde dentro de la ICR, no le hacen ni cosquillas, al poder del papa. Y le mantienen en el candelero.
     
    Creo que hay mucho miedo, Mª Luisa, entre los católicos. Los teólogos no se enfrentan, ante el miedo a ser considerados no católicos, excomulgados o excluidos de alguna forma. Bueno, algunos se enfrentan un poco, pero siguen considerándole legítimo papa, legítimo sucesor de los apóstoles, y por ello dotado de poderes divinos …
     
    Así llevamos siglos y siglos, con legiones de teólogos sancionados. Y el poder del papa aumenta cada vez más, en todo caso nunca disminuye sustancialmente. Mira por ejemplo los funerales de Wojtyla, con poderosísimos jefes de Estado en la misa en el Estado Vaticano.

  • Javier Renobales Scheifler

    Vaya, parece que se ha borrado el contenido de mi comentario; trato de rehacerlo de nuevo, con pinceladas del link que adjunto.
     
    http://www.pensamientocritico.info/articulos/articulos-de-franz-hinkelammert/102-economia-y-teologia-las-leyes-del-mercado-y-la-fe.html
    Requiere un pequeño esfuerzo de lectura.
     
    Cristianismo, judaísmo y liberación
    En la tradición de la ortodoxia cristiana, la relación entre cristianismo y judaísmo se ha visto desde el ángulo de la relación entre economía y teología. …
     
    Desde muy temprano, la ortodoxia cristiana denunció el mundo de la satisfacción de las necesidades como “materialista” y “judío”. Por tanto, se confronta un mundo cristiano espiritualista e idealista, con otro mundo que es materialista y judío. …
     
    En esta tradición de la ortodoxia cristiana se desarrolla esta actitud frente al Judaísmo, que instrumentaliza este judaísmo en contra de los movimientos de liberación de cualquier índole. Ella es la verdadera raíz del antisemitismo cristiano
     
    Podemos ver un texto del Cardenal Höffner sobre el marxismo, que de hecho se refiere a cualquier movimiento de liberación: La doctrina marxista del tiempo final es una promesa de salvación intramundana
     
    En el apartado segundo titulado ‘Teología y deuda’
     
    Cuando al final de la década de los sesenta empezó a notarse en el mundo occidental el peso creciente de la deuda externa del Tercer Mundo, y de América Latina como parte de éste, hay un fenómeno teológico extraño. …
     
    se da un cambio de la traducción de uno de los textos fundamentales del cristianismo: el Padre Nuestro …
     
    Ahora, con la traducción nueva, una determinada economía se ha impuesto a la teología. …
     
    Por eso, la traducción del Padre Nuestro no se puede hacer sin tomar posición frente a la economía.
     
     Mi modesta ‘conclusión’ es que el cristianismo, sobre todo el catolicismo oficial, es ideología totalitaria puesta al servicio de los poderosos, algunos de los cuales son hoy llamados también mercados.
     
    Ahora el padrenuestro se reza en todos los templos católicos con la traducción servil, la última impuesta. No olvidemos que en el catolicismo oficial todo es impuesto, todo está dirigido desde el magisterio vaticanesco.
     
    Sí, bueno, ya sé, para algunos estoy totalmente equivocado, o casi totalmente muy equivocado. Bueno, sólo era por ayudar a pensar un poco sobre el poder del Estado Vaticano/papa católico que se combate en este post, si no produzco demasiada grima.
     
    Si la produzco, pasad. (perdón por resultar antipático; se puede mirar el link si pensar que lo he puesto yo; una ventaja de internet es que no transmite olores)

  • ana rodrigo

    Que nuestras inquietudes no nos quiten la paz y el sosiego interior. Os lo deseo de corazón a toda la familia atriera. Un abrazo cordial  para cada uno y para cada una.

  • M.Luisa

    Qué conste que yo no he  leído el artículo  por falta de tiempo,  sólo he aprovechado la objeción  de  Antonio  para expresar mi acuerdo  con él cuando dice  que el poder del papa  se acrecienta en la medida   en que recibe ataques desde fuera. Y es que no entiendo como  no os dais cuenta de que por más críticas  hechas de forma directa  en plan deshogo,  mientras tenga el papa, ese margen tan amplio de fieles seguidores no usará su inteligencia más que para satisfacerlos en lugar de usarla para iluminación de la humanidad?
     
    A otro nivel,  he  podido experimentar, no con el papa, claro,  pero sí con alguien a quien le sigue con fervor al cien por cien,     ese crecimiento en la persona que es capaz de    devaluar    todo  cuanto existe  a su alrededor. Esta injusta situación, en mi caso, duró hasta    que abandoné la táctica reaccionaria  y dejé que imperara durante un tiempo  el silencio. Mientras tanto estudié el fenómeno hasta el agotamiento. Ahora  la altanería se  va desvaneciendo  poco a poco  haciéndose    posible el diálogo. Eso creo que es lo que nos hace falta,  indagar el porqué de tanto desatino  magisterial     y de que, siendo así  por qué    a la altura de los tiempos tiene todavía  tantos seguidores.

  • Javier Renobales Scheifler

    Eso es lo que hacen, Antonio, creo que los criticas bien acertado: “Pero hay que guardar los principios. La gente debe saber que hay una ley natural sacrosanta que nadie puede poner en duda: “el derecho a la propiedad privada y el deber de pagar las deudas
     
    Siempre he pensado que a eso ha ido dirigido el cambio que nos han metido, hace muchos años ya, al padrenuestro que según el evangelista rezó Jesús: “ … perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores, …”
     
    Un conveniente cambio, y desde el Estado Vaticano lo han dejado en “… perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a quienes nos han ofendido …”
     
    Hace muchos años ya que no oigo rezar el padrenuestro anterior, el que pedía que nos perdonaran las deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores … y sólo oigo rezar el nuevo, el de las ofensas.
     
    ¿Palabra de dios la que se refería a perdonar las deudas, o palabra de dios la que se refiere a perdonar las ofensas?

    Más bien parece que no hay nada de palabra de dios en nada de esto, sino que todo son palabras humanas, meramente humanas. Y con esos juncos habremos de hacer el cesto, sin meter a dios en el asunto.

  • francisco javier peláez

    Es lógico que en una página católica se hable del Papa.¿Es elVaticano un poder fáctico?.No soy un gran conocedor de las finanzas vaticanas.Mejor es analizar si el catolicismo papal es influyente en la cultura actual.Desde luego el Papa actual es objeto de toda clase de cachondeos:con lo del buey,la mula,la supernova y los Reyes andaluces…Por ejemplo,el obispo de Lleida ha entendido la influencia que puede tener dando parte del seminario para viviendas sociales..Si el Papa anunciara que el “establo Vaticano” cede parte de sus dependencias…Otra cosa es que nos leamos La infancia de Jesús.Eso que se lo lean los católicos.En cuanto los obispos españoles su influencia es efímera.Este gobierno se irá y la clase de religión volverá a su posición anterior.En fin,la iglesia no es una institución influyente en la cultura actual.Si hasta en Santiago han secuestrado el niño en un belén.No se conoce que hayan pedido rescate,pero seguro que algo dejo el electricista para trincar.

  • Javier Renobales Scheifler

    Bueno, Pepe Blanco,
     
    El papa católico siembra las ideas generales las cuales, al caer en terreno fértil (previamente hecho a dedo por el papa) fructifica en inagotables dones:
     
    http://sociedad.elpais.com/sociedad/2011/01/02/actualidad/1293922805_850215.html
     
    Estos grandes intelectuales saben mucho de planes, como el plan divino de la redención por la sangre derramada, por ejemplo. Según este obispo del papa, la Unesco tiene un plan para “hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual”.
     
    ¿Cómo lo van a hacer? Pues empleando distintos programas; un intelectual de alto nivel se da cuenta de ello, en cuanto lo estudia concienzudamente: la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura emplea “distintos programas” para ir “implantando la ideología de género, que ya está presente en nuestras escuelas“.
     
    Así estos jerarcas ha detectado que éste es el “último logro de una cultura que quiere romper totalmente con Dios, con Dios creador, …”
     
    Ahora seguro que lo entiendes. Así que los jerarcas católicos necesitan tanto a dios. Y así que el santoral católico está plagado de eclesiásticos, obispos, papas y similares, todos católicos, casi todos eclesiásticos.

    Combatamos pues al papa, al poder del papa

  • Antonio Duato

    Tienes toda la razón, Pepe Blanco. Es para temblar. Me gustaría analizar más ese discurso de BXVI, con  permiso de los que en vez de analizar sólo hacen diatribas.

    La ocasión del discurso es el resumen del año que hace tradicionalmente en la felicitación de la curia.

    Siempre elige un tema clvae del año. Y este año ha sido el hacer la crítica frontal a lo que él llama “la ideología de género”, la supuesta pretensión diabólica del hombre -cita a Simone de Bouvoir como iniciadora de esa ideología- de creer que cl género es una construcción sociocultural, de lo que deriva que el sexo no es lo decisivo en las relaciones amorosas y en la formación de las familias. Hasta aquí nada nuevo.

    Pero lo nuevo es que lo dice cuando en Francia se está tratando la ley de matrimonio igualitario y se apunta a la campaña apocalíptica que sobre ello está llevando el gran rabino de Francia. Lo cita su escrito y se adhiere plenamente a su escrito. Un paso más en la cruzada para resistir a la ponzoña que derramó sobre el mundo un tal Zapatero…

    Pero, para mi mopdesto entender, no es eso sólo lo último ni lo peor. Es que se va extender la Santa Alianza Restauracionista del absolutismo patriarcal machista. Seguro que se le van a unir las cúspides islámicas. Y otra serie de grandes poderes fácticos que verían temblar sus “jóvenes democracias” si la libertad llega a la libertad sexual. La Rusia de Putin se arrodillará a los popes y China seguirá imponiendo la ley tradicional para evitar el libertinaje.

    Y es que es el neoliberalismo el que tiene que poner límites al supuesto relativismo. Mira que si la gente descubriera que esas leyes inmutables de la economía y del mercado no son ley natural sino ideología… ¡Hasta ahí podríamos llegar! ¡Ahora que creíamos que Marx se había acabado y todo el campo era nuestro! Los liberales fetén harán con su vida lo que les venga en gana. Pero hay quer guardar los principios. La gente debe saber que hay una ley natural sacrosanta que nadie puede poner en duda: “el derecho a la propiedad privada y el deber de pagar las deudas”. Y aunque sean interiormente ateos, sin duda piensan: ¡benditos guardianes de la ley natural, encabezados por el papa de Roma!

    Desde dentro, los verdaderos hombres espirituales, incluidos los creyentes en Jesús, deben decir NO y seguir liberando a los hombres de sus cadenas.

    Y os doy un enlace para encontrar información sobre el discurso del papa y el escrito del rabino, por si queréis seguir comentándolo:

    El Papa y el rabino contra la ‘filosofía de género?.

    ¡Pues felices y liberadoras fiestas de fin año!

  • Javier Renobales Scheifler

    Bueno, no es más que una crítica. Si no os vale, echadla a la papelera.

    Creo que el Jefe del Estado Vaticano es poderoso en buena parte por el manejo que hace (no sólo él, lo hacen los católicos) de sus pretendidos poderes divinos, infalibilidad, iluminación del espíritu santo, representante de dios en la Tierra, etc. etc.

    Otros también manejan en el mismo sentido esas imaginarias iluminación del espíritu y divinidad de Jesús, no sólo el papa.

    Pero ¿qué os voy a decir yo que no sepáis?
    No creo que haciendo dios a Jesús se vaya a combatir el poder e influencia del Estado Vaticano y de la ICR, pues el papa se presenta como el representante de Jesusdios en la Tierra, y así se le admite en todo el catolicismo, que yo sepa.

    Y eso viene de la llamada sucesión apostólica, que a mi modesto modo de ver el papa no tiene, aunque creo que en Atrio no se le discute, sino que se acepta que la tiene.

    Me dices Antonio que diga lo que pienso y déjanos pensar a lo demás lo que queramos. Es lo que hago, y no os impido (¿acaso podría?) que penséis lo que queráis.

  • pepe blanco

    Ratzinger, el papa que fue nazi y que se dedica a escribir panfletos sobre Jesús como el que se analiza en este artículo, hace quince días afirmó que el matrimoni gay es un peligro para la paz mundial (sic).
     
    Ese es el calibre de su supuesta categoría intelectual y moral. Ya se sabe, coge buena fama, y échate a dormir.

  • M.Luisa

    No sabía si al final entrar, pero ahora por  el comentario de Antonio Duato,   me he sacudido de encima la tristeza  que me embargaba  al ver que lo que  atrae  más visitando los  diferentes hilos es  el estancamiento  y el  resentimiento dando vueltas y más vueltas   sobre lo mismo     de tal forma que,  parece   que el regodearse   es más fuerte  que la voluntad  de  querer ir al fondo de estas cuestiones que tanto nos preocupan.
     
    Suscribo   de arriba abajo  el comentario de Antonio. Por eso no me canso en repetir que hay que avanzar por otra vía que no sea la del resentimiento, lo dije no hace mucho en otro hilo en donde también  pasó desapercibido un  espléndido   comentario de Asun  de mucha enjundia  para lo que se estaba debatiendo y sin embargo el debate pasó de puntillas  y siguió divagando. En fin,  la cosa va lenta,  qué se le va hacer!

     
    No quiero retrasarme más, así que,  a las puertas de la Navidad, ¡Felicidades Antonio!  al equipo,  y a tod@s los Cumpas!

  • Antonio Duato

    Estás totalmente equivocado, Javier.

    Por lo menos a mí, si por algo me interesa lo que hace o pueda hacer el Jefe del Estado Vaticano no es por lo que tú dices, sino porque es una de las personalidades más influyentes y poderosas del mundo. Y que está ahí, como los poderes fácticos, lo quieras o no, creas o no en su poder.

    Y ese su poder se acrecienta en la medida en que recibe ataques directos desde fuera. Mientras que si desde dentro, como hace en este artículo Carlos Escudero y otros como Pagola, le destruyes los argumentos e el imaginario sacro en que se apoya su poder, proponiendo otras lecturas del Nuevo Testamento, estás acelerendo la caída.

    ¿A qué viene, Javier, ese renovado afán de atacar a ATRIO como tal, donde tienes plena libertad de expresarte? Dí lo que piensas y déjanos pensar a lo demás lo que queramos.

  • Javier Renobales Scheifler

    ¿Por qué interesa tanto en Atrio lo que dice o hace el jefe del Estado Vaticano de turno o los más altos jerarcas puestos a dedo por éste?
     
    Pues porque se le da gran valor a la mágica llamada sucesión apostólica: se admite en Atrio que poderes divinos fueron transmitidos por Jesús a los hombres que él eligió, con su designio que se cree divino, como apóstoles, y se cree que Jesús organizó esa ‘sucesión apostólica’ para que estos doce apóstoles y Pablo fundaran la ICRomana (no judía).
     
    Los diversos cristianismos al principio fueron judíos, como Jesús y los apóstoles, pero el catolicismo es romano, como el Imperio romano y se establece en la capital de éste por el poder que supura ésta; el catolicismo nunca fue judío.
     
    Como manipularon todo lo que les dio la gana, nos engañaron diciendo que Jesús fundó la ICR: un judío fundando una iglesia romana, qué gran falacia, y además una iglesia imperial, del imperio que asesinó a Jesús (claro que para tapar esas mentiras nos metieron lo de la redención, la famosa sangre redentora según el plan de dios para perdón de los pecados del mundo …
     
    Y así sigue siendo en Atrio esencial lo que diga o haga el emperador papa que se ha adueñado de la ICR. Se identifica a la ICR como la Iglesia de Jesús, se quiere hacer de la ICR la Iglesia de Jesús, al cual Jesús se convierte en dios.
     
    Y así se identifica a los católicos como el pueblo de dios.
     
    ¿Qué hacer con la inmensa mayoría de las demás personas con ideas religiosas que no son católicos? Ellos también son tan pueblo de dios como los católicos.
     
    Pablo amplió el judaísmo de Jesús a los gentiles … que para salvarse aceptaran se convertirse a lo que inventó Pablo (con tanto éxito para la ICR que lo han hecho sanPablo); de modo que, si quieren ser pueblo de dios, tendrán que pasar por el catolicismo, aceptar de alguna forma que se salvarán por, con y en el tan manipulado Jesús.
     
    Sin faltar al respeto a ninguna religión, claro está (los ateos no van a querer ser pueblo de dios, supongo, esos que no molesten). Vamos, que Jesús es dios y esta noche festejamos que nace el niño dios … de una virgen inmaculada que es madre de dios y madre de todo el género humano … ¡pobre razón!

  • oscar varela

    Eso de:

    – “… prever la hondura, el misterio y la trascendencia de su personalidad”-

    son palabrejas muy lindas
    tal lindas que embelezan
    y ad-miramos embobados.

    No me parecen intelectualmente serias.

    ¿Qué voy a hacer con mis pareceres, no?

    Oscar.

  • oscar varela

    Hola!
     
    Leo:
     
    -“El hecho de que las promesas de la Antigua Alianza se fueran a realizar en Jesús, el Mesías, tampoco hacía prever la hondura, el misterio y la trascendencia de su personalidad.
     
    Por eso es correcto hablar de novedad absoluta, al referirnos a Jesús”-
    ……………….
     
    Veo que:
     
    1.- Jesús sería la “realización de las promesas” del AT.
    2.- Jesús sería “novedad absoluta”.
     
    Y, entonces, me pregunto:
    ¿Cómo algo puede ser “novedad absoluta” si ya estaba “prometida”?
    ………………
     
    Si este huevo frito que tengo delante mío
    fuera la realización que prometía una gallina cacareando
    no le veo ninguna “novedad absoluta” a este huevo frito.
    ……………..
     
    No veo que el Autor piense (como yo pienso):
    Que el AT es un FRACASO, (“Dios misericordioso” incluido).
     
    La “novedad absoluta” de Jesús me la imagino en que:
     
    “La vida es una herida absurda” (tango)
    e.d.: LA VIDA HUMANA NO TIENE SENTIDO “de por sí”
     
    Sino: TAN SÓLO EL SENTIDO QUE C/CUAL LE VAMOS HACIENDO-DANDO.
     
    La vida de cada cual es la “novedad absoluta”.
     
    ¿Será así?
     
    Voy todavía! – Oscar.

  • Dn

    A mi siempre me pasa lo mismo. Quizá tengo una mente un poco empírica y me hace ver las cosas de otra manera, que a la larga me hacen sufrir. Procuro separar las cuestiones empíricas de las propias de la teología, que se basan en la fe. Las dos no están reñidas, pues haces en tu cerebro la separación y vale. Cuando un biólogo dice que una célula se divide, lo ves y basta. Cuando hablamos de la ley de la gravedad nos pasa lo mismo. A mi me encantaría leer: Según el pergamino X, Jesús nació en Belén, gobernaba fulanito. De acuerdo con el registro sus padres eran, José y María. Cosas tangibles, pero no puede ser. Lees el evangelio que sea,y crees. Basta. Pero muchos mezclan lo empírico con lo teologal y por ese camino no vamos a ninguna parte.

  • mª pilar

    Ufff…

    Que difícil es explicar esto con claridad y diciendo la “verdad” que los evangelistas querían mostrar a sus comunidades.

    Cada vez (sobre todo desde Constantino) es más complicado, “desmontar” este “belén” que se ha creado en torno a un mensaje mucho más sencillo y claro.
     
    Solo cuando se conocen las claves, según el tiempo, el país, las costumbres yyy… la religión, se puede acoger de otra manera más humana y natural.

    Esto es lo que más complica la realidad; porque en el fondo, hay muchas más personas de las que parecen, que comprenden, que es una manera de explicar, lo que Jesús quiso decir, hizo y por lo que fue masacrado.

    Misterios… de lo que el poder, es capaz de llevar a cabo.

    Muy difícil de cambiar, sobre todo ahora, que las fuerzas que están rondando en el Vaticano, son de un conservadurismo brutal.

    Solo el sentido común y la buena voluntad, hará posible un cambio… al menos en las mentes abiertas, libres de ataduras, dispuestas a acoger la Buena Noticia que es la Alternativa a vivir de:

    ¡¡¡Otra manera!!!

    Las personas que mejor lo han comprendido, han sido aquellas, que se han dejado empapar del dolor de los siempre apaleados de este mundo, por la injusta distribución de cuanto en esta tierra existe.

    mª pilar

  • oscar varela

    Hola!
     
    La semana pasada preguntaba yo a un hombre que entiende de estas cosas:
     
    –          ¿Por qué aparece en Lucas la “Infancia de Jesús”?
    –          ¿Cuál era el Negocio?
     ………………
    Con paciencia me fue diciendo:
     
    En referencia a tu pregunta sobre Lucas 1,5 – 2,52,
    antes de nada, considero desacertado denominar estos versos: 
    Relatos de la infancia.
     
    Lucas escribe mucho más tarde que Marcos.
    Recoge su texto. Casi las tres cuartas partes de Lucas son Marcos.
     
    El material del que hablamos es propio de Lucas.
     
    Casi no hay coincidencia con Mateo.
     
    Una mirada atenta a este material descubre la presentación en paralelo de dos personajes:
    el Bautista y Jesús.
     
    Ellos encarnan la confrontación entre dos épocas,
    la antigua, representada por el Bautista
    y la definitiva, protagonizada por Jesús.
     
    Para ello, Lucas recurre a contraponer a ambos personajes desde unos orígenes imaginarios a los que atribuye una intervención celestial.
     
    Juan y Jesús responden a una inquietud del cielo.
     
    El texto hay que leerlo palabra a palabra para descubrir el mensaje que quiere transmitir Lucas.
     
    Hacia el final de esos relatos se percibe el intento de que Jesús se amolde desde pequeño al control de la férrea educación judía en la que el padre llevaba la voz de mando:
    “Hijo, ¿por qué te has portado así…
    …con qué angustia te buscábamos tu padre y yo…” (2,48)
     
    Pero el padre de Jesús es otro;
    el sigue otro camino ajeno a la tradición religiosa:
    “¿Por qué me buscábais¿No sabíais que
    yo tengo que estar en lo que es de mi Padre? (2,49).
     
    Lucas quiere enseñar que la ruptura entre las dos épocas aparece en el protagonista de su obra desde muy temprano.
    ………………..