- Este sábado os invitamos a todos a asistir a la ponencia introductoria al Foro conmemorativo del 50 Abiversario del inicio del Vaticano II que se celebró el sábado pasaso en Valencia y de la que sólo pudimos publicar el esquema. La ponencia es de Joaquín García Roca, suficientemente conocido, aunque la segunda y tercera parte fue presentada con voces de otros. Agradecemos a Imma y Alvaro el habernos proporcionado las imágenes con que fue ilustrada la ponencia. Es una buena lectura de otoño que fomenta la esperanza desnuda y realista.
Fieles al Vaticano II y al mundo de hoy y de mañana
Ximo García Roca
En el pórtico de esta Jornada, os invito a recorrer juntos tres avenidas. La Primera nos llevará a identificar los focos luminosos del Concilio, la nueva perspectiva mental y cordial, que dejó atrás la contra-reforma, los nuevos valores que nunca quisiéramos perder. Mientras peregrinamos al subsuelo del Concilio nos acompañarán imágenes de las grandes metáforas conciliares: el puente de la mediación, el alba de cualquier día, el fuego que ilumina detrás de las cenizas, el túnel que perfora la montaña para encontrar un tesoro escondido.
En la segunda avenida oiremos la voz de los testigos, que supieron advertir el decaimiento del pos-concilio, las inercias, que destruyen una institución pensada para una contra-reforma, los olvidos de las minorías conciliares cuando han llegado a gobernar la Iglesia. Para respetar el tono de sus decepciones, les oiremos en voz en off para agradecer la valentía de los profetas.
La tercera avenida nos llevará a mirar los desafíos actuales a la luz y por fuerza del concilio. De este modo colaboraremos a fortalecer nuestra esperanza, que hoy vive momentos de baja intensidad. Como la esperanza se pronuncia en plural y llega por caminos inéditos, esta tercera parte, tendrá un carácter coral, proclamado por voces que representan las aspiraciones de nuestra época, que eran sólo emergentes en tiempos conciliares.
Con voz firme y convencida, con una sonrisa confiada, el papa Juan XXIII inauguraba el Concilio Vaticano II diciendo “Que se alegre la Iglesia. “Gaudet mater Ecclesia”. Y de este modo, nacía la mayor esperanza de la Iglesia en el siglo XX. Nació una esperanza porque tuvo el coraje de afrontar desde el Evangelio los nuevos modos de vivir, esperar, pensar y amar de la nueva época. Porque tuvo el coraje de proclamar que el movimiento de Jesús no está encadenado al pasado aunque su Iglesia se había anquilosado en estructuras anti-evangélicas. Porque tuvo el coraje de situar a la Iglesia en función de la humanización del mundo junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
“Os convoco a un Nuevo Pentecostés” Esta esperanza y este coraje eran obra del Espíritu que hacia que el Papa no tuviera miedo a abrir ventanas y mirar hacia el futuro, de un Espíritu que hacía que más de 2000 obispos de todos los países dejaran de ser súbditos de la curia romana para asumir la responsabilidad de su ministerio, de un Espíritu que hacía que un grupo de 40 teólogos se sintieron libres en su palabra y audaces en sus investigaciones y por pocos observadores y observadoras que presagiaban el débil inicio de la participación de los y las seglares.
No podemos enterrar esta historia esperanzada, aunque tengamos que remar contra todos aquellos que están más interesados en silenciarlo, ignorarlo y olvidarlo; más preocupados por restaurar el catolicismo que les precedió, con sus seguridades, con sus liturgias de espaldas al pueblo y con su autoritarismo clerical. Cabe remar contra todo aquello que impide que las estructures eclesiásticas se impregnaren por el Vaticano II.
Todos nosotros nos consideramos hijos y deudores del concilio, como se verá en nuestros talleres. Por él hemos vencidos muchas dudas, con él hemos construido nuestra comunión con la Iglesia y a través de él hemos vivido la fidelidad a Jesús de Nazareth. El Concilio ha producido frutos abundantes, historias calladas, militancias y compromisos públicos: muchos por él consintieron en ser sacerdotes, religiosos y seglares en la Iglesia, otros eligieron dejar de serlo por imperativo de su conciencia, hombres y mujeres promoviendo comunidades de gozo y de resistencia.
EXPLORAR
En palabras del discurso inaugural, Juan XXIII propuso no sólo “custodiar el tesoro de la tradición antigua, sino EXPLORAR con firme voluntad y sin miedo lo que nuestra época exige”. Quiero acentuar este carácter constituyente porque se ha querido banalizar el concilio con el pretexto que sólo era pastoral y no teológico. Este pretexto hizo que ningún profesor en el seminario de Valencia incorporara el Concilio a la teología, tres años después de acabar el concilio.
Esta exploración comportaba recrear el suelo y las estructuras subyacentes de un edificio eclesial que se había construido con los materiales propios de otro tiempo. Había, pues, que encontrar una nueva cantera de donde extraer las piedras para la edificación. Se encontró la cantera de la Biblia, que había sido prohibida al mundo católico y por entonces conocía un resurgir en el movimiento bíblico, con sus investigaciones históricas y arqueológicas. Se trataba de convertir el mundo católico en oyentes de la palabra. La peligrosidad de retornar al Evangelio fue advertido por MUSSOLINI, el fundador del fascismo italiano cuando en una confidencia íntima que le hizo a su Ministro de Asuntos Exteriores le dijo: “¡Yo soy católico y anticristiano!” Para su proyecto político necesitaba del catolicismo como un factor de cohesión social y de buenas costumbres; pero rechazaba el cristianismo capaz de denunciar los comportamientos antihumanos del fascismo y de estimar lo que el fascismo desestimaba.
La otra cantera que ofrecía las piedras que en el borde de los caminos esperan ser utilizadas en la construcción, eran los signos de los tiempos. La Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual del propio concilio, tras un fuerte debate en el aula conciliar, postulará la indagación de «los signos de los tiempos», como tarea propia de todo el Pueblo de Dios, a fin de responder a los interrogantes de cada generación; de percibir la presencia y los planes de Dios en la historia; y hacer inteligible al hombre de hoy la verdad revelada (Gaudium et spes 44a). Los padres conciliares llamaron signos de los tiempos a los grandes consensos antropológicos, culturales, jurídicos, institucionales, sociológicos que orientan el comportamiento del hombre moderno.
Si la primera cantera nos convertía en oyentes de la palabra, la segunda nos convierte en observadores de una humanidad, que pone las piedras para cruzar el río de la historia. Los movimientos obreros cristianos habían sabido aunar ambas canteras mediante el método del ver, juzgar y actuar, que hoy está torpemente bajo sospecha. Este método suponía una importante valoración de la condición no clerical en el interior de la Iglesia.
Con esa doble mirada, dejaríamos atrás una visión estática, propia de la edad media, para lograr una visión dinámica e histórica propia de la modernidad; dejaríamos atrás una organización jerarquizada propia del feudalismo para introducirnos en una organización participativa y comunitaria.
Pero sobre todo, podíamos mirar la realidad como realidad agraciada. No había espacio para los profetas de calamidades, sino para aquellos que triunfaron, los que veían en el mundo y en la historia las huellas del Resucitado. Nunca se impusieron los que sólo veían ocasos, peligros y amenazas. Todos estos vinieron después.
Si llega el día, como así ha sucedido, que en lugar de mirar a los signos del tiempo, se mira hacia dentro y hacía sí misma, renacerán las viejas litúrgicas, regresarán las instituciones antidemocráticas, y se ignorarán los derechos humanos en la Iglesia y los clamores de nuestro tiempo…caminaríamos hacia el gueto.
CONECTAR
Una vez renovado el edificio, se trataba de conectarlo con los sentimientos, las expectativas, los gozos, las esperanzas y las instituciones de la modernidad. Esta voluntad de construir puentes convirtió al Concilio en un Acontecimiento Pastoral, interesado en crear nuevas rutas para transitar de una época medieval y post-tridentina a una época de testimonio y anuncio.
Un puente se orientaba hacia la ciencia, con un reconocimiento explicito de su autonomía: se pretendía acabar con el conflicto entre la ciencia y la fe que ha sido la gran sombra de la sociedad occidental. En el aula se reivindicó a Galileo. El Concilio afirmaría que la fe no ha de temer al saber científico ni la ciencia ha de encontrar obstáculos en la fe: hasta el punto que en caso de conflicto con la fe, deberíamos decantarnos hacia la ciencia. Todo lo contrario a lo que sucede hoy.
Otro puente se orientaba hacia los derechos humanos que son los protectores de las libertades modernas. Somos sujetos de derechos y sujetos a deberes. En la declaración sobre la libertad religiosa hizo la revolucionaria afirmación de que la verdad no tiene derechos, sólo los tienen las personas y la libertad de conciencia de toda persona. Esta simple afirmación produjo mucha inquietud en amplios sectores del concilio y un terremoto en el episcopado español, que algunos de ellos se sintieron obligados a consultarlo con el Caudillo.
Otro puente quería unir la Iglesia con las democracias y reconocerlas como el sistema político más adecuado, en contra de amplios sectores que veían en el nacionalcatolicismo la mejor organización política. La misma existencia de un Concilio deliberante con la presencia de 2.400 personas que tenían que llegar a acuerdos y en el que el voto de los grandes príncipes de la Iglesia tenía el mismo valor que los obispos africanos que no entendían latín; era una escuela de democracia en la Iglesia.
Junto a los puentes, se establecieron también túneles para recuperar lo que se había perdido y pertenecía al propio pozo. Un túnel conectaba con las religiones mundiales para encontrar el misterio de Dios. No hay ninguna religión tan perfecta que no tenga nada que recibir, ni ninguna religión tan pobre que no pueda dar algo. Para acercarnos a la riqueza de Dios necesitamos de todas las voces, de todos los pueblos, de todos los cantos y de todos los nombres.
Otro túnel quería explorar las verdades de otras confesiones cristianas, había llegado la hora del ecumenismo. Había que remover la mentalidad católica que seguía anclada en la idea del retorno de los hermanos separados y en la convicción de que la responsabilidad es de los otros.
Para este nuevo tiempo no se necesitan declaraciones ni confrontaciones ni condenaciones sino anteponer el acompañamiento a la condenación, la colaboración a la autosuficiencia, la escucha atenta a la endogamia interna. La asamblea conciliar renunció a condenar errores o declarar herejías. Y de este modo inauguró un nuevo estilo un nuevo estilo de estar en medio de los otros hombres y mujeres, otro estilo de presencia pública, otro estilo de misión y de evangelización. De este modo el Concilio ha querido renovar la credibilidad de un mensaje gratuito y libre, sin imposiciones ni presiones Había que pasar de la hostilidad a la amistad, de la sospecha a la confianza, del miedo a la colaboración.
DESPERTAR Y DENUNCIAR
El Concilio se propuso despertar las energías evangélicas para un pueblo que se había acomodado e institucionalizado los carismas. Fue un acontecimiento profético que posibilitaba un nuevo comienzo.
Amaneció la Iglesia como Pueblo de Dios que “camina sinodalmente hacia la ciudad futura” (Lumen Gentium); se acababa la identificación de la Iglesia con la jerarquía y se proponían otras formas de gobernar en la Iglesia lejos del autoritarismo y del dogmatismo. Lo importante era el sacerdocio común de los fieles y la colegialidad como unión fraterna de hermanos fieles a un mismo compromiso. Se intentaba superar el modelo monárquico a favor de una organización comunitaria. Se acababa la identificación de la Iglesia con la salvación, ya que hay salvación fuera de la Iglesia. Dios es mayor que su Iglesia, la desborda y tiene un camino virgen para cada hombre. A Dios no le va según le va a la Iglesia, sino según le va a la humanidad. En la iglesia sinodal nos necesitamos todos, hombres y mujeres, casados y célibes, laicos y religiosos y sólo aportando cada uno sus capacidades y sus voces construimos un futuro evangélico. En un pueblo hay fuertes y débiles, convencidos y descreídos, justos y pecadores, puros e impuros. La buena noticia no puede estar reservada para una elite intelectual, económica o cultural. Es una buena noticia exigente y radical pero no elitista.
Amanecía una Iglesia experta y aprendiz de humanidad, que peregrina en el mundo. Veníamos de una Iglesia en la que la jerarquía enseña y los creyentes aprenden; los sacerdotes pontifican y los laicos obedecen; los teólogos explican y los laicos se comprometen. El Concilio inaugura formas de colaboración activa y de responsabilidad común basadas en el diálogo, que ha de ser el camino normal de búsqueda de la verdad y de la decisión en la Iglesia que no tiene respuestas hechas para cada cuestión, sino que ha de buscarlas (v. gr., GS 43; 92).
Amanecía una nueva presencia pública de los cristianos, un nuevo estilo de estar en medio de otros hombres y mujeres, otro estilo de misión y evangelización que sólo requería la libertad religiosa. La aportación más entusiasta del Concilio fue la afirmación de la dignidad y autoridad que el Concilio atribuyó a todos y cada uno de los creyentes. Al reconocer la mayoría de edad de los creyentes, las organizaciones de cristianos pasaron de asistidas a protagonistas, del proteccionismo paternalista a la responsabilidad propia.
Un nuevo comienzo para la liturgia, Dios dejaba de hablar en latín y aprendió todos los idiomas. La celebración se enriquecía con la variedad de lenguas, de cantos y de símbolos. Era un modo de establecer el contacto con la gente sencilla, al proponer el evangelio de manera comprensible. Se trataba de pasar de ser espectadores de un drama sagrado a la participación activa en el culto a través de las lenguas maternas ya que el latín no era comprendido ni por el clero ni por los laicos.
Un nuevo comienzo para la ética que puso en el centro el destino universal de los bienes de la tierra. Constitución Gaudium et spes: “El derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde…. Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí.” (GS.n.69)
A pesar de todos los intentos por parte de la minoría conciliar de acallar sus voces, el aula conciliar se convirtió en un espacio de anuncio profético. Allí se oyeron cosas como estas: El Cardenal de Colonia, Frings, “acusó al Santo Oficio de causar escándalo, hacer daño a la Iglesia y ir contra el derecho natural” Se propuso suprimir la curia por la creación de un Consejo permanente. Se propuso suprimir las nunciaturas por las Conferencias episcopales; Se denunció el secretismo en la elección de obispos. Se protestó contra el papel subalterno de la mujer en la Iglesia. Una observadora consiguió que una asamblea de célibes varones dejara de pensar el matrimonio como remedio de la concupiscencia. Son voces que nos pertenecen y que nadie podrá acallar.
II.- INERCIAS, OLVIDOS, ESTANCAMIENTOS
La voz de los testigos
Entrar en un territorio inédito es siempre perturbador y causa desconcierto y malestar. Pronto el Concilio se convirtió en el acontecimiento más perturbador para la Iglesia católica en sus dos mil años de vida. Llegó el miedo y con él muchas fuerzas empeñadas en cerrar las ventanas. A través de un largo proceso de erosión, los dinamismos conciliares dejaron de fecundar el camino de la Iglesia.
Llegaron los ruidos que ya se habían escuchado en el aula conciliar: llegó la oposición a la sustitución de la lengua latina por lenguas propias (de esto sabemos muchos los valencianos), la oposición a la desaparición de la sotana y de los hábitos, a la institución del diaconado de personas casadas, al cierre de las nunciaturas, al nacimiento de las conferencias episcopales… pero lo más terrible fue que la Iglesia ha dejado de gravitar en torno al Concilio Vaticano II.
Es el momento de escuchar la voz de los grandes testigos, muchos de ellos habían participado en el aula conciliar que advirtieron y observaron con preocupación dónde y cuándo se producía la inflexión y se podían esfumar sus aspiraciones básicas.
Si hoy, en este día celebrativo, describimos los miedos y las cautelas, las inercias, los olvidos y los estancamientos, es porque la verdadera esperanza no teme mirar al abismo. Miremos pues la altura y profundidad de nuestros miedos.
1.- La deriva hacia el sectarismo
Las primeras advertencias vinieron del mayor teólogo católico del siglo XX, Karl RAHNER, quien denunció las posiciones sectarias que se despertaron en torno al Concilio.
El pos-concilio, en lugar de ampliar la libertad de los creyentes y las diferentes opiniones en el interior de la Iglesia, produjo una polarización que impide vivir, orar y trabajar juntos. O perteneces a un determinado grupo o eres considerado por él como enemigo y como sospechoso. Cuando se “etiquetan” mutuamente como “reaccionarios” o “progresistas”, cuando uno se abalanza contra el otro no con argumentos objetivos, sino con emociones; cuando los partidarios de un grupo determinado sólo favorecen a quienes se han adscrito a ese grupo con toda su alma, cuando uno ya sólo se mueve en los círculos que le caen simpáticos, entonces se da el riesgo de una polarización estúpida y en definitiva estéril. Así nos encontramos hoy»
K. Rahner, Cambio estructural de la Iglesia, Cristiandad, Madrid 1974, pp. 48-49.
2.- Resistencia contra el espíritu conciliar
Johan Baptist METZ el gran teólogo alemán que inspiró la teología política en 1969 constataba la resistencia contra el espíritu del Concilio y el inicio del ataque a los que seguían las aspiraciones conciliares.
“Hay grupos que quieren quitarnos su espíritu antes incluso de que haya empezado realmente. Como el niño que no aprende a andar porque naturalmente tiene miedo a caerse, olvidan que nadie aprende a caminar sin caídas. Hay una desconfianza constitucional frente a la libertad del Espíritu a fin de mantenerse a sí misma, garantizar su supervivencia y no abrirse a las nuevas formas de vida. La crisis actual no la produce un exceso de crítica, sino una falta de libertad crítica ejercida en la Iglesia de mañana. Sin ninguna razón se pone en duda la fe de los reformadores mientras la mentalidad reaccionarias gozan de un derecho preferencial en la Iglesia.
Reforma y contrareforma hoy. Maguncia. 1969
3.- La marcha hacia el gueto
Correspondió al profesor de teología Karl LEHMAN, obispos de Maguncia y futuro presidente de la Conferencia episcopal alemana hasta 2009, denunciar el camino hacia el gueto
Advierto que caminamos hacia el gueto, cuyos síntomas son: el abandono de la apertura conciliar de la Iglesia al mundo, el desfallecimiento general de la voluntad eclesial de renovación, el retroceso de la presencia pública socio-política, la vuelta hacia los problemas intra-eclesiales, la despolitización del catolicismo, el atasco del movimiento ecuménico. Ya en el tránsito del papa Juan XXIII a Pablo VI amenazaba el peligro de que todo quedara únicamente en un fuego de paja a corto plazo si las organizaciones y estructuras, incapaces de cambio, no se dejaban orientar de nuevo hasta los tuétano
s.
Lehman,K, Rahner, K. Mensch in Guetto? Munchen 1973
4.- La deriva del triunfalismo
El Concilio recuperó para la Iglesia la indicación evangélica de ser fermento en la masa, de servir con humildad y modestia. Ante los ruidos de los viajes papales, los éxitos mediáticos y una estética de escaparate, URS VON BALTHASAR, gran teólogo, nombrado cardenal por Juan Pablo II, advirtió:
Es un peligro regalar espacios a mamelucos cristianos, autotransportados en masa a las concentraciones papales y dispuestos a luchar día a día por recuperar el poder en le mundo: fanáticos de ínfima cultura religiosa, con frecuencia agresivos, que ponen en peligro a la Iglesia de ser vista como sospechosa y odiosa tanto por los cristianos como por los no cristianos Quien hace tales cosas no tiene una idea exacta de la impotencia de la Cruz ni de la omnipotencia de Dios
Urs. Von Balthasar Quién es cristiano. 2000
5.- De la amistad hacia el sectarismo
MARIANNE DIRKS, observadora y presidenta de la Asociación Central de las Comunidades de Mujeres quien en 1973 advertía del cambio de actitud ante el mundo, que pasaba de la amistad al resentimiento.
En lugar de la solidaridad con los miembros de esta sociedad secularizada como proponía la Constitución pastoral Gaudium et spes, aparece un resentimiento contra ella. Cuando hoy los obispos, ante las cuestiones que se les plantean, reaccionan con una actitud de la defensa, detrás se esconde una preocupación miedosa y desmesurada, una conciencia de responsabilidad excesiva, falta de valentía para aventurarse de manera auténticamente soberana en un dialogo de participación.
K. Lehmann y K. Rahner, Marsch ins Getto? Kösel, Múnich, 1973, pp. 9-23.
6.- Reunión de dignatarios eclesiásticos
El gran historiador del Concilio y hombre de confianza del Cardenal Lercaro, Giuseppe ALBERIGO pronto vio que no existían las condiciones para sintonizar con los nuevos tiempos.
La composición mayoritaria del aula conciliar por varones célibes, personas mayores y de cultura europea hizo que fuera impermeable a las nuevas situaciones sociales y a los acontecimientos mundiales. Para muchos de ellos el problema mayor era la confrontación con el comunismo. Llegamos a dudar si estábamos ante un evento de significación mundial para un cambio de época o ante una simple reunión de dignatarios eclesiásticos.
Breve storia del Concilio Vaticano II. Il Muligno, Bologna 2005
6.-El miedo a la diversidad
JOSÉ COMBLIN. Uno de los teólogos europeos que hizo la opción por los pobres en Latinoamérica advirtió de la inflexión que suponía el Nuevo Código de Derecho Canónico.
El Vaticano II pretendía incentivar la diversidad, pero lo que ha sucedido desde entonces ha ido en el sentido de una mayor uniformidad. El nuevo Código de Derecho Canónico consagra la estructura antigua, exactamente aquella que el concilio Vaticano II quería cambiar. No hay nada que haga pensar en un proceso de cambio. La administración central de la Iglesia está bien armada para oponerse a cualquier intento de reforma. El castillo está bien defendido. Ningún fermento de transformación puede penetrar en la fortaleza que quiere dirigir con mano de hierro todas las iglesias locales. Las conferencias episcopales han sido reducidas al silencio. El CELAM ha desaparecido literalmente.
La Collegialità della Chiesa non si ‘concilia’ con il potere: Adista Documenti 44 (2003). Pp. 9-11.
7.- Pensar por sí mismo
El Rector de los Jesuitas en el Cairo y Vicepresidente de Cáritas para África del Norte y Oriente Medio. HENRI BOULAD, escribía en carta personal al Papa
El Vaticano II intentó recuperar cuatro siglos de retraso, pero se tiene la impresión de que la Iglesia está cerrando lentamente las puertas que se abrieron entonces, y tentada de volverse hacia Trento y Vaticano I, más que hacia Vaticano III. El estilo paternalista de una iglesia mater e magistra está definitivamente desfasado y ya no sirve hoy. Los cristianos han aprendido a pensar por sí mismos y no están dispuestos a tragarse cualquier cosa.
8.- El repliegue institucional
El Observador en el Concilio Vaticano II; director de la Escuela de Periodismo impulsada por la Conferencia Episcopal alemana, WOLFGANG SEIBEL advertía de la inflexión en el campo de la eclesiología y de las patologías previsibles:
Las afirmaciones del Concilio de que los obispos no han de entenderse como <<vicarios del Romano Pontífice>> (LG 27), han sido simplemente omitidas en el nuevo Código del Derechos Canónico. De este modo, los obispos actuales han de defender todo y cada cosa […], que Roma ordena>>. Y lo que es peor, todo sistema centralista y absolutista es un campo de acción para delatores, intrigantes y aduladores. Y una iglesia que hace eso, que realiza tales actos de automutilación, ya no necesita enemigos, pues ella misma trabaja para su ruina y su falta de aceptación.
W. Seibel, Der Anfang vom Anfang –oder das Ende vom neuen Lied? Das Zweite Vatikanische Konzil und die weitere Entwicklung.
9.- La realidad conflictiva
JON SOBRINO, teólogo de la liberación El Salvador
En la actualidad lo más nocivo para que la iglesia sea pueblo de Dios es el exceso de jerarquías con poder sagrado, ignorando el modo de proceder de Jesús. Con la consiguiente contrapartida, el déficit de palabra y libertad de los miembros no jerárquicos de la iglesia, el déficit de igualdad en dignidad entre jerarquía y los supeditados, que muchas veces es clamoroso. Del Concilio no nace el distanciamiento de la realidad conflictiva, y el <<solemnismo>> que se ha apoderado de la Iglesia con lo que se puede crecer en número, pero no en calidad cristiana
10.- Despertar de nuevo
CARDENAL MARTINI, en su última entrevista celebrada en el mes de agosto, hacia un llamado a despertar
¿Por qué no se despierta?
La iglesia ha retrocedido 200 años. ¿Por qué no se despierta? En la Europa del bienestar y en América la Iglesia está cansada. Nuestra cultura está envejecida, nuestras Iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías mientras que el equipo burocrático de la Iglesia aumenta, al tiempo que nuestros rituales y nuestras vestimentas son muy pomposas. Veo en la Iglesia de hoy tanta ceniza encima de las brasas, que a menudo me asalta un sentimiento de impotencia. ¿Cómo liberar las brasas de la ceniza, de forma que se revigorice la llama del amor?
Entrevista 8 de agosto 2012. Corriere della Sera
III.- LAS RUTAS QUE NO SE NAVEGARON
Etapa coral
(cada voz proclamada por una persona)
El Concilio no respondió a los múltiples interrogantes de la sociedad moderna, ni se lo propuso ni parece razonable que lo hiciera. Estableció las indicaciones de fondo, el campo de juego apropiado y la dirección de la reforma necesaria para organizar la esperanza desde las venas abiertas de cada pueblo.
A los 50 años, el Concilio tiene que recrear aquella irrupción del Espíritu en los nuevos escenarios de la vida, que son los nuestros, y en los escenarios de la historia, que son los de nuestros hijos. Es una irrupción que se mantiene viva en muchas comunidades y parroquias, en muchos sacerdotes y laicos, en muchas congregaciones religiosas y movimientos sociales.
Todo ha sido inacabado no por falta de tiempo sino por entenderse abierto a la historia, en una “ecclesia semper reformanda” en la permanente escucha de los signos del tiempo. Si el Concilio escuchó los gozos y las búsquedas de los tiempo modernos, la Conferencia latinoamericana de Medellín escuchó los gemidos de un continente empobrecido y profundamente desigual. Y así nació el Pentecostés de las Iglesia del Sur.
Unos días antes de morir, allá por el mes de Agosto, el Cardenal Martini se lamentaba de ver en la Iglesia de hoy tanta ceniza encima de las brasas, que a menudo le asaltaba un sentimiento de impotencia. La gran cuestión que abre las puertas del futuro consiste en liberar las brasas, de la ceniza. ¿Dónde están esas llamas que liberarán la causa de Jesús de Nazareth?
LAS LÁGRIMAS DE PEDRO
El día que Juan Pablo II, abrazado a la Cruz en el altar de la Confesión con motivo de Jubileo del año 2000, reconocía públicamente los errores históricos de la Iglesia, empezaba un germen de futuro asentado sobre las lágrimas de Pedro, que abandonaba el Salón del Trono con lágrimas por haberle negado. La Iglesia con futuro ha de vivir permanentemente del perdón de Dios y no tiene otra fuerza que la Cruz de Cristo. El perdón es el equipaje para proyectar el futuro y humanizar la historia secular. Cada vez que el Salón del Trono deja de serlo amanece una fuerza conciliar para nuestro tiempo. “Nunca más contradicciones entre la caridad y el servicio a la verdad”, decía el Papa aquel día. “Nunca más gestos contra la comunión de la Iglesia; nunca más ofensas a otros pueblos, nunca más recurrir a la lógica de la violencia, nunca más discriminaciones, escisiones, opresiones o desprecio de los pobres y de los últimos”
LA VOZ DE LOS INSIGNIFICANTES
Caminaremos hacia la Iglesia de los pobres, el deseo que expresó Juan XXIII y no fue secundado por el aula conciliar. Nosotros mantendremos la memoria y el impulso de aquellos cuarenta obispos que pocos días antes de la clausura del Concilio celebraron una eucaristía en las catacumbas de Roma para firmar el llamado el pacto de las catacumbas: una Iglesia servidora y pobre. Ellos se comprometieron a vivir en pobreza, a rechazar todos los símbolos o privilegios de poder y a colocar a los pobres en el centro de la Iglesia. Hoy las privaciones económicas, las desigualdades sociales y las exclusiones de toda índole llaman a las puertas de las Iglesias. Recuperaremos la advertencia de Pablo a la comunidad de Corintio, de alejarse de entusiasmos espirituales y soflamas carismáticas para volver a Jesús y a las luchas históricas junto a quienes están peor situados.
LA VOZ DE LA TIERRA Y EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES
A la luz y por la fuerza de aquellos dinamismos sociales y políticos nos comprometeremos por poner la tierra al servicio de todos los seres humanos. El poder destructivo de la crisis actual marcará la agenda de todas las preocupaciones a futuro. Sobre todo tendremos que plantear la propiedad de la tierra, la especulación sobre el suelo, los problemas de la vivienda, el compromiso con las generaciones futuras. El Concilio afirmó de manera inequívoca el destino universal de la tierra. Esta es la buena noticia que traerá liberación para los pueblos empobrecidos, emancipación para los parados y energía para las familias desahuciadas. Si los bienes de la tierra han sido creados para toda la familia humana, afirma el Concilio, “ quien se encuentra en extrema necesidad tiene el derecho de procurarse lo necesario tomando las riquezas de otro. El derecho al uso de los bienes de la tierra…no puede ser violado por ningún otro derecho de contenido económico.” (GS. N.69)
LAS RELIGIONES Y LOS DESAFÍOS ESPIRITUALES DE LA GLOBALIZACIÓN
El Concilio Vaticano II reconoció que cada religión posee “semillas de verdad” (Nostra Aetate 2) Cada religión tiene una luz propia. No hay dos fuegos iguales, nos necesitamos con nuestras luces y nuestras sombras, con nuestras capacidades y nuestros olvidos, con nuestras memorias y nuestros proyectos, con nuestros cantos y nuestras convicciones. Cada religión produce un pequeño hilo, un fragmento de esperanza, un fueguito pero si se juntan y se cruzan nace un hermoso tapiz, un incendio de solidaridad, un racimo de humanidad. Llegará el día en el que las religiones trascenderán sus instituciones, sus rituales y sus territorios humanizar el nacimiento de un mundo único y desigual. Los seres humanos planetarios necesitan formas complementarias de mirar al mundo, formas parciales y troceadas, pero también formas totales e integradas, una vida interior profunda, como fidelidad-compromiso en la aventura humana, como búsqueda de un verdadero servicio a los otros, atenta a la dimensión estética y a la creación de belleza en las relaciones humanas.
LA DIVERSIDAD MÁS ALLÁ DE OCCIDENTE
El siglo XXI se presenta como aquel en el que numerosos hombres y mujeres deberán abandonar su país de origen sin abandonar su cultura, su familia, sus amistades, ni sus estilos de vida. La movilidad tan generalizada y la interacción tan intensa han convertido la diversidad en el <<el código genético de la sociedad abierta>> Convivimos con otras razas, con otros credos y con otras civilizaciones. En este mundo cada vez más complejo, convivirán mundos que vienen de lejos, se entremezclarán culturas y lenguas y por primera aprenderemos a reconocer que las otras historias pueden ser tan válidas como la nuestra. La diversidad no será un problema a resolver sino un valor a celebrar. En lugar de posiciones defensivas, integristas, intolerantes y victimistas promoveremos lugares de encuentro y de diálogo.
EL LARGO VIAJE DE LA IGLESIA HACIA LA COMUNIÓN
A partir de la experiencia conciliar de la Iglesia Pueblo de Dios renunciaremos a los privilegios existentes. Dejaremos de hablar de miembros “guiados”, “enseñados”, “cuidados” para afirmar la igual dignidad. Los ministros ordenados se sentirán servidores; los teólogos serán escuchados y sus propuestas no se zanjarán por medio de la imposición, las mujeres serán protagonistas. En ese espacio de comunión, el celibato será opcional, se reconocerá el sacerdocio para casados hombre y mujeres, y la Iglesia será un lugar policéntrico. Habrá teólogos comprometidos con la nueva cultura, aunque se les niega el derecho a la palabra y a la investigación; habrá mujeres que accederán a ministerios ordenados, porque se atenderá a los signos de una liberación de la mujer, habrá cristianos que vivirán su amor conyugal fuera del sacramento del matrimonio, otras lo vivirán con personas de su mismo sexo, otras con divorciados. Y todas ellas podrán ser sacramentos del amor de Dios.
EL SEISMO ASIATICO Y AFRICANO
En el futuro los ruidos de las Iglesias del Norte no se oirán con más fuerza que los murmullos del Sur. El derecho canónico y la doctrina social de la Iglesia desbordan la cultura occidental. África y Asia recuperarán el modo propio de vivir el cristianismo, en sus formas de organización social, en sus formas de vivir el matrimonio, en sus expresiones litúrgicas, en sus ministerios de curación. El cristianismo podrá volver a su patria original africana.
EL LENGUAJE PROFÉTICO Y COMPASIVO
Días antes de morir, en el último mes de Agosto, el Cardenal Martini decía “Aconsejo al Papa y a los obispos que busquen a “doce personas” fuera de las líneas establecidas para los puestos de gobierno. Hombres y mujeres que estén cerca de los más pobres y que estén rodeados por jóvenes y que experimenten cosas nuevas. Necesitamos confrontarnos con hombres y mujeres que ardan de forma que el espíritu pueda difundirse por todas partes. Podríamos buscar a hombres y mujeres que sean libres y que estén más cerca del prójimo. Como lo fueron el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador. ¿Dónde están entre nosotros los héroes en quienes inspirarnos? Por ninguna razón los debemos maniatar con los lazos de la institución». ¿Dónde están las personas llenas de generosidad como el buen Samaritano? ¿Las que tienen fe como el centurión romano? ¿Las que son apasionadas como Juan Bautista? ¿Las que se atreven a innovar como Pablo? ¿Las que son fieles como María Magdalena?
Amigas y amigos, aunque estemos rodeados de resistencias sociales y de torpezas políticas, de ceguera eclesiásticas y de mediocridades personales no nos dejemos invadir por la impotencia y el desasosiego. Dejémonos herir por la aventura de la vida, que crece por cualquier grieta. Y si un día descubren que esta aventura no es posible, recuerden estas voces que hoy han sido proclamadas y buscaremos juntos nuevos caminos y si no los encontramos, los inventaremos.
Es de agradecer este denso y serio trabajo descriptivo de la venturosa eclosión y el tortuoso camino postrior del Concilio Vaticano II.
Es un artículo parar releer reposadamente y acudir a cada una de las muchas fuentes que se citan .
Gracias