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Leyendo a Marcos – 20

UN PASO, UN MUNDOSalvador Santos — “Destilado” de Oscar Varela

Mujer que también se la juega

  • Acá se narra la reacción del Galileo tras la actuación decidida de la mujer.
  • Marcos termina su relato escribiendo las últimas palabras del Galileo a la mujer:
  • y sigue sana de tu tormento”.
  • La integridad humana de ella y el Pueblo son condición inviolable para el Galileo.

  • Marcos repite “de tu tormento” buscando que no caiga en el olvido el sufrimiento padecido por la mujer y el pueblo bajo el dominio del sistema que atormenta.
  • Declarando perenne su nueva situación confirma que en la nueva sociedad el tormento no tiene cabida.
  • Los discípulos debieron captar el dato como una advertencia.
  • El Galileo ha elevado a la mujer a nivel de la máxima categoría humana.
  • Los discípulos pudieron captar una advertencia y disponer de un elemento más para la reflexión.
  • La demora no ha resultado una pérdida de tiempo para Jairo… Nadie ha soltado palabra.

Fascículo 19MUJER QUE TAMBIÉN SE LA JUEGA

(Mc.5,20-34)

En esta segunda parte del episodio —empezó a decir Teófila— veremos la reacción del Galileo tras la actuación decidida de la mujer. Recordemos, antes de comenzar, que los personajes no están quietos, van caminando. Todos, incluyendo a la multitud, acompañan al Galileo en dirección a casa de Jairo.

Marcos describe la primera acción de nuestro protagonista escribiendo: “Jesús, dándose cuenta interiormente de la fuerza que había salido de él, se volvió inmediatamente entre la multitud…”.

Observen que el narrador señala dos hechos bien distintos en la reacción del Galileo. Uno trata de precisar su percepción del hecho (“dándose cuenta”); el otro, de dibujar gráficamente el movimiento realizado por él a continuación (“se volvió”).

Pero, antes de nada, vamos a fijarnos en un detalle. En la traducción que seguimos, el adverbio “inmediatamente” lo encontramos situado en el segundo gesto realizado por el Galileo. Sin embargo, en el texto original, Marcos lo coloca iniciando la frase. Afecta, por consiguiente, a las dos acciones: “darse cuenta” y “volverse”. Ambas se producen, pues, en un mismo instante, es decir, inmediatamente.

Recordemos que Marcos ha usado con anterioridad este mismo adverbio para indicar que la mujer obtuvo su curación en el momento en que se agarró a los vestidos del Galileo. La coincidencia no es fortuita. Nuestro narrador correlaciona la conciencia que la mujer tiene de su rapidísima curación con la repentina respuesta del Galileo. Enlaza, pues, a los dos protagonistas a través de su mutua percepción del efecto liberador.

Al citar otra vez su nombre, “Jesús”, Marcos identifica al Galileo como el que ha posibilitado esa liberación. La mención del nombre al comienzo de esta segunda parte contrasta con el término con que finalizaba la primera: “látigo”. El nombre del Galileo representa la libertad recobrada súbitamente; se contrapone al tormento ocasionado durante tantos años por los falsos responsables de la salud.

La primera acción del Galileo: “dándose cuenta interiormente” expresa la idea de que él captó el agarrón no como un roce superficial, sino de manera profunda. Su conocimiento se corresponde con la constancia física que la mujer tuvo de su curación. Ella “notó en su cuerpo” y el Galileo se dio cuenta “interiormente”. La libertad penetra, deja huella.

El punto de referencia de ese profundo conocimiento se escribe con la expresión: “la fuerza que había salido de él”, cuya idea central (fuerza, poder) saca a relucir la potencia vital que emancipa y rescata concediendo integridad personal. La vitalidad de su proyecto sobrepasa con creces la intimidación de una estructura que margina a perpetuidad. La diferencia resulta esencial. El sistema arruina. La libertad restablece de golpe la plenitud humana. El Galileo está en posesión de esa energía vital arrolladora que se contagia. Se desbordó en el mismo instante en que la mujer, arriesgando los restos de existencia atormentada que le quedaban, se acercó hasta el extremo.

La mujer experimentó la vida recobrada, al tiempo que el Galileo notó hondamente la entregada. Entre ambos se ha suscitado la más sincera y auténtica complicidad humana.

Nuestro narrador incluye en ese mismo instante el segundo movimiento que realiza nuestro protagonista: “se volvió entre la multitud preguntando”. El gesto material de interrumpir su avance, parar y girar atrás hace patente su decisión de encontrarse con la mujer al tiempo que crea sorpresa y expectación en los presentes, ignorantes todavía de lo ocurrido.

Con la perspectiva que da la lectura de Marcos hasta este punto, el uso de este verbo (darse la vuelta o volverse atrás) ayuda a comprender su significado en la famosa cita de Isaías del episodio de las parábolas: “Porque, / mirar…, miran, pero no ven…, / escuchar…, escuchan, pero no entienden…,/ tal vez se conviertan y se les perdone”.

Estamos hablando del mismo verbo griego. Normalmente, se usa desde el punto de vista físico: volverse atrás. En la cita de Isaías, ese mismo verbo ha de entenderse en sentido existencial. Es decir, implica retornar desde las posiciones ideológicas donde la multitud se mantiene encallada y girar en la dirección práctica marcada por el mensaje del Galileo. Por eso, en el contexto de la cita de Isaías se elige traducir por convertirse.

Con la acción de darse la vuelta, el Galileo cortó de repente la multitud y regresó unos pasos el camino andado en un gesto inesperado y chocante para la masa que lo acompañaba. Con su movimiento, se situó de frente al todavía desconocido personaje que se le había acercado por detrás.

Como parte del mismo gesto, Marcos escribe: “preguntando” para introducir el interrogante lanzado por él, mientras avanza en sentido opuesto al de la casa de Jairo. Su pregunta “¿Quién me ha tocado la ropa?” está formulada con lógica. Parte de la fuerte experiencia personal del trasvase de vida a la mujer de la que desconoce su identidad.

Para nuestro narrador, el conocimiento del Galileo es práctico y experimental, no mágico ni divino. Implica claramente una búsqueda de la persona que se había agarrado a su manto. Pero, sobre todo, la pregunta hecha por el Galileo desvela un rasgo importante de su personalidad: su carácter comprometedor. Pretende hacer público lo que ha ocurrido en oculto.

El hecho por el que pregunta no se refiere al simple tacto superficial, como querría una interpretación mágica del suceso, que recurre a la simpleza de los atajos taumatúrgicos como manera de huir de otras referencias de mayor calado. Habiendo magia se evita el compromiso. No hay nada como un misterio para olvidar aquello que reclama con urgencia la intervención humana. Un enigma es una excelente tapadera para el negocio. Donde se cultiva el enigma… hay negocio… y personajes enigmáticos que se benefician…

La pregunta del Galileo parte de haber percibido el tirón de la osada mujer. El plural con que termina: “de las ropas”, reivindica la comprensión del verbo tocar, tomar o agarrar en su sentido más enérgico. La pregunta del Galileo suena así: “¿Quién me ha agarrado de la ropa?”.

Con el objetivo de identificar al personaje, todavía en el anonimato para todos los presentes, no así para los lectores, el interrogante conlleva una doble intencionalidad. Una, más directa, pretende divulgar la opción adoptada por la mujer. La segunda, velada en el trasfondo, busca denunciar los efectos perniciosos de una estructura carroñera que alarga ilimitadamente la tortura porque le sirve de sustento.

Aquí detiene Marcos el relato de la actuación del Galileo y presenta de improviso a los discípulos, a los que no mienta desde la crisis de la travesía en la barca: “Los discípulos le contestaron”.

La intervención de ellos después de un silencio tan prolongado refleja su sorpresa ante la extraña vuelta atrás de nuestro protagonista. Pero, sobre todo, pone en evidencia el enrarecido ambiente que reina en el grupo. Esa salida repentina al escenario manifiesta su desapego respecto al Galileo. La búsqueda de nuestro hombre se ve frenada por la incomprensión de los discípulos. Ellos agrandan el impedimento que representa la multitud.

En un momento tan decisivo sus palabras cuestionan la pregunta lanzada al aire por él. La afirmación con que comienzan esconde su distanciamiento: “Estás viendo que la multitud te apretuja”. Se empeñan en que el hombre de Galilea reconozca la incontestable realidad que vuelve ilógica su pregunta buscando a un solo individuo.

La multitud es el elemento clave en la argumentación de los discípulos. Se la presentan como objeto de observación. Se menciona por cuarta vez en el episodio y, como en su comienzo, asociada al verbo apretujar, con el que se hace referencia a esa presión ejercida por la masa tan útil a los planteamientos nacionalistas de los discípulos.

Recuerden cuando al principio del episodio hablábamos de que debíamos entender el verbo que definía la actitud de la multitud en el sentido de acompañar, no en su matiz técnico de seguir al Galileo. Miren cómo Marcos distingue ahora a los teóricos seguidores (“los discípulos”) de la multitud que apretuja. Las masas no siguen, se dejan llevar. De ahí el interés del grupo de discípulos en utilizarlas para sus fines.

Los discípulos intentan deformar los hechos. Ellos quieren convertir en roce el agarrón de la mujer.

Esta primera parte de la intromisión de los discípulos, “estás viendo que la multitud te apretuja”, les vale para tintar de censura el interrogante que le lanzan a continuación: “¿y sales preguntando quién me ha tocado?”. Ellos no esperan contestación. Intervienen para amonestar al Galileo por lo absurdo de su pregunta. Y, al citarla, distorsionan a conciencia las palabras con que él la formuló.

La pregunta del Galileo decía exactamente: “¿Quién me ha agarrado de la ropa?”. En cambio, al echársela en cara, los discípulos omiten: “de la ropa”, quedándose solo en la escueta acción del verbo, que, en ese caso, hay que entender en su sentido débil: “¿Quién me ha tocado?”.

Esto nos lleva a lo siguiente: Si en la pregunta del Galileo, el sentido del verbo hubiera estado restringido al simple toque, habría sido aprovechado por los discípulos para remarcar más a fondo su incongruencia. Sin embargo, han eliminado precisamente de su citación la expresión “de la ropa” porque han entendido, como nosotros, el fuerte sentido del verbo: agarrar. Por lo tanto, fueron los discípulos los primeros en empequeñecer la acción llena de energía de la mujer, queriendo limitarla a un sencillo contacto, imperceptible con semejante apelotonamiento de gente achuchando.

Marcos descubre en los discípulos su indiferencia ante una acción individual, considerada por ellos sin importancia en comparación con el empuje de las multitudes. Para los lectores, siguen siendo el modelo a evitar. Su tozudez les mantiene encandilados con el poder de una muchedumbre despersonalizada, de endeble voluntad y nula decisión. Desprecian, en cambio, por insignificante, el valiente compromiso de los que socialmente no presentan más que debilidad.

La actuación de los discípulos ha terminado. Han intervenido exclusivamente para mostrar su contrariedad. A partir de aquí, entramos en otro tramo de la narración donde el Galileo continúa su búsqueda de la mujer.

Naturalmente, no ha habido respuesta por parte del Galileo al despectivo gesto de ellos. Él enfoca en otra dirección. Marcos lo transmite con un enunciado conformado por tres verbos activos: “Él miraba a su alrededor para distinguir a la que había sido”.

El gesto característico del Galileo, “miraba a su alrededor” le sirve ahora a Marcos para escenificar su postura sostenida, escudriñando por entre los lejanos que se aglomeran en torno a él. Busca en cualquier dirección al único y desconocido personaje que se ha manifestado cercano.

El rastreo visual tiene por objetivo identificarlo: “para distinguir”.  Él quiere hallar un ser libre en medio de un amontonamiento de sumisos. La recíproca sensación de trasvase de vida entre él y la mujer prolonga su mirada indagante.

Él no sabe de quién se trata. Pero Marcos, pensando en sus lectores que conocen todos los datos, dejó escapar su condición de mujer al aludir al anónimo personaje señalando su carácter femenino: “a la que había hecho aquello”. Al mencionarla de este modo, Marcos no la define por sus características de género, sino por su acción. Nuestro narrador no quiere que sus lectores pierdan de vista la razón que ha movido al Galileo a dar marcha atrás y le mantiene en insistente búsqueda. No es otra que el arriesgado movimiento de la mujer. Marcos insiste en la referencia al hecho concreto de haberse aferrado a la ropa del Galileo como único e indetectable dato para identificar a su autor entre la multitud.

Con su gesto y su mirada, nuestro protagonista estaba invitando al atrevido personaje a dar un nuevo paso y salir de su anonimato. Su aparición en público permitía proponer a la masa de sometidos un ejemplo personificado del camino a seguir. Incluso, para los discípulos, representaría una nueva lección que, aún no asumiendo, tardarían en olvidar.

La mujer reaccionó favorablemente a la mirada del Galileo y tomó por segunda vez la iniciativa. Marcos relata cómo sucedió. Comienza por describir en qué circunstancia se encontraba: “la mujer, asustada y temblorosa”. Su estado anímico (“asustada”) y el efecto físico con que se visualizaba (“temblorosa”) expresan, en su conjunto, su situación de honda preocupación y temor. No era para menos; al salir del anonimato declaraba públicamente su delito.

Ninguno de los presentes, incluido el Galileo, podría mantener el secreto sin inculparse de connivencia con ella en un crimen de impureza tan detestable. El mismo Galileo había quedado contaminado; nadie tendría valor para acercarse a él por el riesgo de contagio. Las serias consecuencias que se le avecinaban estaban a punto de suceder. Ella, probablemente, no descartó ninguna. Todo ello le producía el miedo que muestra su temblor.

A pesar de su desasosiego, Marcos dice de ella: “consciente de lo que le había ocurrido”. Con su afirmación, nuestro narrador devuelve la lectura a los hechos, centra la cuestión en el efecto liberador y resalta a la mujer como única poseedora de la experiencia.

La conciencia de la mujer nada tiene que ver con su actitud temerosa. Ella domina la realidad de la que es dueña: el sentimiento inigualable de haber experimentado la libertad y haber alcanzado la plenitud humana. Su experiencia resulta irrefutable. Ahí no hay ley que valga. Marcos apunta que, aunque temerosa, sentirse libre renovó su coraje.

En esa ocasión ni siquiera el miedo la detuvo. Sin más, abandonó su esperanza de mantener su opción en secreto para tratar de eludir las consecuencias de su transgresión voluntaria de la ley. La mujer se atrevió a hacer lo que a nadie se le hubiera ocurrido, arriesgar dos veces.

Marcos escribe: “se acercó”, para referir la nueva iniciativa de la mujer. Con la libertad, su valor se ha duplicado. La primera vez, el peso inaguantable de su tormento la condujo a arriesgar. En ésta, no tenía por qué hacerlo. Pero, al igual que Jairo, puso toda la carne en el asador. Se jugó, con arrestos de mujer, todo lo conseguido cuando nadie la obligaba a revelar su identidad. Eso si, ahora actúa de frente, como corresponde a la grandeza de ser persona…, de ser mujer…, de ser pueblo.

Marcos completa su reacción a la perseverante mirada del Galileo, escribiendo: “se postró ante él y le confesó toda la verdad”. El gesto, “se postró ante él”, muestra su reconocimiento ante quien hizo posible que consiguiera la plena categoría humana como mujer. Con él, manifiesta gratitud y adhesión. Confía su vida al que se la había restituido y admite sin discusión su sentencia.

Pero en este juego dialéctico de actitudes entrecruzadas entre el Galileo y la mujer, antes de oír lo que aquel hombre tuviera que responder a su ilegal acción, nos indica Marcos que la mujer se dirigió a él (“y le confesó”) exhibiendo un notable caudal de inteligencia, puesta en evidencia con el contenido de su discurso. Marcos lo sintetiza con tres palabras: “toda la verdad”.

Su inteligencia se demuestra porque la mujer se limitó a los hechos. La expresión “toda la verdad” revela que la mujer contó al Galileo en presencia de la multitud su historia real de sufrimiento. Especialmente la parte final que nosotros conocemos: cómo, al verse acorralada y sin salida, había optado por la solución de quebrantar flagrantemente la ley agarrándose a la alternativa propuesta por el Galileo. El resultado conseguido era incontestable.

Sus conclusiones, obvias.  Si logró su integridad personal al infringir la ley, demostró con ello la falsedad del sistema legal que la había arrinconado. Con su plenitud humana recuperada, ¿quién iba a atreverse a acudir a la ley para acusarla? Ella se ciñó a la verdad de los hechos… ¿Quién podría cuestionarla?… La verdad denunciaba la mentira instalada como principio intocable.

Exponiendo la irrefutable realidad de su historia, sin excluir su delito (“toda la verdad”), la mujer silenciaba cualquier postura acusatoria. Demostró su formidable talento de mujer centrándose exclusivamente en los hechos y renunciando a utilizar cualquier otro argumento.

Termina el episodio con el Galileo dirigiéndose a ella. Con la mujer expectante, aguardando la reacción del Galileo, Marcos introduce de forma directa la intervención de nuestro protagonista: “Él le dijo”.

La primera palabra erradicó su temor. Sin duda, satisfizo todas sus ilusiones, colmándola de una alegría nunca antes disfrutada. A la mujer innominada la llamó con el título que le restituía a la máxima condición: “Hija”. A la descartada del pueblo, él le abre las puertas de la sociedad definitiva concediéndole el más alto rango.

La condición de hija la destaca en la categoría humana más elevada, en un plano que impide la diferencia social entre hombre y mujer. Ése es el espacio reservado a todos en la sociedad alternativa propuesta por el Galileo. En ella, la igualdad imposibilita la discriminación.

Lejos de reprenderla, sin ningún gesto o palabra de reproche por su actitud contraria al orden establecido, llamándola hija en un tono afable y cariñoso, el Galileo disipó sus miedos; la aproximó aún más, acogiéndola en el grupo de sus íntimos. Como a Jairo, le concedió generosamente su complicidad.

Lo que sigue son palabras cargadas de ánimo, que aplauden, una vez alcanzada la meta, el audaz esfuerzo contra corriente realizado por la mujer en solitario y por propia iniciativa: “Tu fe te ha salvado”.

A pesar de todo el edulcorante vertido sobre estas palabras del Galileo, tiñéndolas de espiritualismo para disimular su contenido político, Marcos las colocó en lugar preeminente para que el lector inteligente comprendiera su carácter insolentemente subversivo.

La falta de amonestación a la mujer por parte del Galileo le hacía copartícipe de su delito. Su actitud receptiva le declaraba cómplice del premeditado desacato a las leyes establecidas. Pero el Galileo se pasó exageradamente de la raya, al afirmar que la opción tomada por la mujer, transgrediendo alevosamente la ley para adherirse a la sociedad definitiva, fue precisamente lo que la había salvado. Sus palabras contienen una clara alusión al sistema y a sus colaboradores, acusándoles de ser los autores del daño provocado a la mujer.

Ella, por su parte, y seguramente también Jairo, porque ambos provenían de la oscura madriguera por donde se escapa la vida, las comprendieron como confirmación de su acierto al dar el paso que el Galileo esperaba de la multitud y de sus discípulos.

De nuevo, como en el episodio del paralítico, nos topamos con el término “fe” desligado de esquemas intelectuales o misteriosos, y asociado prosaicamente a hechos relacionados con los pies. En aquella escena, el Galileo constató la fe del grupo de porteadores, al ver su enorme esfuerzo por sortear a la gente, trasladando al paralítico por los tejados para descolgarlo junto a él. En nuestro relato, la fe de la mujer se pudo observar, al aprovechar ella la única capacidad que le habían dejado, la de andar, para aferrarse al Galileo, superando no solamente los obstáculos físicos, sino las leyes injustas, las que le habían arrebatado, quizá, sus mejores años.

Recordemos que hay otra narración donde apareció este término (“fe”) también en boca del Galileo, aunque esa vez para dirigirse a sus discípulos dudando de su actitud: “¿Aún no tenéis fe?” (4, 40). En la crisis de la barca, los discípulos se resistieron a dar el paso decisivo; allí, recularon hacia sus concepciones políticas, pensando, con miedo, que sin el concurso de las masas el proyecto no tenía salida.

En contraste con esa posición estática, la mujer se presenta como un claro exponente de cómo responder al proyecto humano del Galileo. Cuando él le declaró: “tu fe te ha salvado”, no se refería a un proceso mental, sino a un movimiento concreto de sus pies, con unos resultados evaluables. Probablemente ahondaríamos en su sentido si tradujéramos: “Esa fe tuya te ha salvado”.

La maniobra realizada por la mujer, denominada por el Galileo como “esa fe tuya”, ha resultado clave para obtener la magnifica experiencia que nuestro protagonista resume al decirle: “te ha salvado”. La frase alude a la nueva realidad existencial que la mujer puede comprobar en sí misma. La salvación de la que habla el Galileo no se sitúa en la lejanía adonde no llega la experiencia, sino que se enraíza en la historia. Es práctica, real, perceptible, observable; tiene rasgos físicos y psicológicos; incluye la dignidad, el sexo, la igualdad, la libertad y, naturalmente, conlleva consecuencias sociales, económicas y políticas.

Esta salvación, que eleva a la plenitud humana, no viene desde fuera, se consigue dando el paso que renuncia a los valores del sistema y aceptando sin fisuras los propuestos por el Galileo. La salvación no tiene nada que ver con la magia. No se obtiene por la soba de mantos o estampas del Galileo, sino por la osadía de sumarse, aún de incógnito, al proyecto que él representa, arriesgándose a soltarse de las amarras del orden establecido…, el que tanto había torturado a la mujer… ¡y al pueblo!

Las dos frases breves con las que el Galileo terminó su conversación con la mujer merecen no ser olvidadas. La primera es una indicación con amplio significado: “Márchate en paz”. El imperativo “márchate”, usado también para despedir al paralítico y al hombre de la Decápolis, no debe entenderse con el sentido de despachar a la mujer, sino en el de confirmarle públicamente su potestad de moverse y actuar con libertad, sin impedimento alguno.

Aunque la frase responde al saludo de despedida típico del Antiguo Testamento y de la sociedad judía (vete en paz), nuestro narrador no la usa como un simple adiós. Hay que entenderla como un cierre del caso de la mujer por parte del hombre de Galilea. De esa insólita manera, se arroga en público la autoridad de eliminar los siete días preceptivos de seguridad posteriores a su curación y el sacrificio de dos tórtolas a efectuar al octavo día, según prescribía la ley divina en Lev 15, 28-30. Sin encomendarse a nadie, nuestro protagonista se saltó la ley divina por su cuenta, confirmando la salud de la mujer ante la asombrada multitud. Ningún representante oficial de la institución se atrevió a desaprobar el hecho.

La paz sintetiza el nuevo estado de la mujer. Marcos, que utiliza el término únicamente en este episodio, lo escribe en boca del Galileo al final, cuando este confirma como cerrados todos los hechos.

Veamos como han quedado las cosas. La mujer ha recuperado su dignidad y libertad anheladas. Disfruta de su condición humana en plano de igualdad con el hombre. Ha recobrado su vida sexual, sus posibilidades de comunicación, su capacidad de actuar socialmente. Se ha abierto el futuro para ella.

Frente a esa realidad, los autores de su tortura han quedado al descubierto, demostrándose fehacientemente el engaño brutal de sus planteamientos. El orden legal establecido ha evidenciado ser la fuente del perjuicio constante que sufren los insignificantes. Ha quedado de manifiesto que se recobra la libertad, al desengancharse del sistema criminal, agarrándose a la alternativa de sociedad con un coraje de mujer. El proyecto del Galileo, en definitiva, ha declarado inútil al sistema.

Solo cuando todos esos aspectos han quedado definidos y se ha situado a cada uno, especialmente a la mujer, en el lugar que le corresponde, únicamente entonces, habla nuestro hombre de paz. Para él, la paz consiste en que todas las cosas estén en su sitio. No se trata de ausencia de conflicto, sino de la realidad social que lo hace inviable. La paz se identifica con el entorno natural de su proyecto. No hay despedida, sino bienvenida a la paz de la sociedad definitiva.

Marcos termina su relato escribiendo las últimas palabras del Galileo a la mujer: “y sigue sana de tu tormento”. Su integridad humana es la condición inviolable que para el Galileo tiene ella y el pueblo a quien representa. Disminuirla, rompe la paz. La expresión aclarativa “de tu tormento” utiliza nuevamente el término látigo (en sentido figurado, tormento), el último con que terminaba la primera parte de nuestro episodio y del que les avisé que recordaran. Marcos ha querido repetirlo, buscando que no caiga en el olvido el sufrimiento padecido por la mujer y el pueblo bajo el dominio del sistema que atormenta. Declarando perenne su nueva situación confirma que en la nueva sociedad el tormento no tiene cabida. Los discípulos debieron captar el dato como una advertencia.

El Galileo ha elevado a la mujer a nivel de la máxima categoría humana. Los discípulos disponen de un elemento más para la reflexión. La demora no ha resultado una pérdida de tiempo para Jairo… Nadie ha soltado palabra.

7 comentarios

  • Carmen (Almendralejo)

    Lo que saco de este texto es que hasta el propio Jesús parmanecia sinver el dolor oculto de la mujer…
    Como tantas veces hemos dicho, a la mujer nadie nos ha regalado nada, somos nosotras las que hemos ido al encuentro estando en la búsqueda de aquello que nos denigra.
    La Samaritana, ya estaba en el pozo
    La hemorroisa fue en su busqueda
    La pecadora se arrodilla y lava los pies cansados, vierte su frasco, su alma para perfumar con ella.
    Marta y Maria.
    María la de Magdala…
    Todas están en camino y
    La Cananea que recrimina al propio Jesús que no supo ver lo grande del SMS de la PALABRA
    La fiebre de la suegra de Pedro etc
    Todas en  progreso buscamos y exigimos, se nos dará, quitará…
    Jesús supo ver, lo que ella ya vieron y pidieron

  • M.Luisa

    Hola Salvador!  tu alusión  me reconforta y me ha animado  hacer esta  breve reflexión.
     
    La dynamis,   con  cualquiera de las acepciones descritas por Salvador es una propiedad de  la  realidad, es decir, constituye  la realidad  en su dinamismo,  por lo que en nuestro relato forma parte del proyecto, en tanto  proyectivo.  Por eso  al ser  pura energía vital,   la dynamis  es anterior  a la percepción. Va envuelta   en  nuestra  aprehensión  cuando  ésta  es de realidad o sea  cuando  nuestra capacidad cognitiva no se apea en el concepto sino que lo rebosa. Es en este rebosar, pienso,  en donde Jesús se da cuenta de la fuerza que había salido de Él.

    Es un darse cuenta  en reciprocidad aprehensiva  con algo  cuya realidad nos hace entrar en la nuestra propia en un momento en el que nos percibimos  en lo que somos.  ¿No es esto lo que le sucede a la mujer del relato? Que quiere a partir del Galileo cambiar su vida?  Por esto a mi modo de ver,   para entender a Marcos hay que  distinguir    el Proyecto de vida de un mero  proyecto vital.
     
    Un abrazo, Salvador

  • mª pilar

    ¡Gracias Honorio!
    Es, algo así…
    Un abrazo entrañable.
    mª pilar

  • h.cadarso

      Hola, Pilar, es formidable tu lectura del texto de la hemorroísa en clave simplemente humana, desreligiosizada, y tu vivencia personal de lo que supone “mirar” a una persona, y sentirse mirado/a por ella. Efectivamente, no es lo mismo ver que mirar. Y cuando uno mira con hambre, con deseo, con un impulso de penetrar en lo más hondo de la persona a la que miras, se produce en esa otra persona esa respuesta en profundidad similar a la mirada que está recibiendo.
      Jesús miraba así, y el personal le correspondía. Estás seguramente en el mismo camino que el, maña. Tal vez mirando así, uno encuentra a Jesús en todas las personas…Digo yo…

  • mª pilar

    Me siento algo “pesada” en mis comentarios, cuando repito:

    “Para mí, está claro su lenguaje, la manera de explicar su alternativa el Galileo”

    Pregunto: ¿Fe, no es también la confianza en el proyecto de alguna persona que conocemos, por su fuerza, tenacidad, ilusión etc… en lo que emprende?

    Sentir que de alguna manera “alguien” está buscando una sintonía con lo escuchado; deseo de seguir esa manera de vivir y comportarse en la vida con lo que han expresado… o cada cual decide.

    Me sucedió hace años, cuando Juan Mateos vino a Zaragoza a dar un cursillo sobre los evangelios (cada año, un evangelista)

    El Salón de actos de gran capacidad, estaba lleno hasta los topes; personas de pie y sentadas en el suelo, delante, cerquita del estrado para escucharle.

    Al finalizar el acto, el público se arremolinaba a su alrededor, para saludarlo y agradecer cuanto nos enseñaba.

    Soy pequeñita de estatura… al salir afuera del salón,  quería observarlo; me quede al otro lado del pasillo intentando que no se me llevaran por delante.

    Le miraba con mucha atención, quería ver su mirada sus ojos, quería sentir su humanidad, que derrochaba a raudales; de repente, levanto su mirada, y se quedo  mirándome fijamente a los ojos por un instante largo… mi alegría y gozo fueron enormes, y le sonreí con agradecimiento y él correspondió; por un momento dejo por completo en silencio a quienes le rodeaban, y acudió a mi mirada; por supuesto él, no sabía quien era es personilla que le miraba agradecida.

    Algo parecido, pero más personal me sucedió con Jon sobrino durante una celebración, le dí un abrazo lleno de afecto agradecido, y el sintió que era “diferente”… porque me miró con cariño, es, que mi hija por aquel entonces estaba trabajando en El Salvador.
    Tampoco él sabía quien era la personilla que le daba aquel abrazo ¿especial?

    Creo sinceramente, que si leyéramos los textos, quitándoles toda la carga religiosa, sería más fácil comprender el texto.

    Quizá, desde muy joven casi niña, sentí el impulso de conocerle interiormente a Jesús el galileo, he leído de a pocos el evangelio, he guardado silencio, rumiando que me decía a mí y para mi vivir.

    Muchas veces me ha sucedido, que algo que acontece de repente, surge algún texto leído con deseo de comprender, y ha iluminado lo sucedido:

    “Esto es lo que quería decir”

    Oscar nos lo dice muchas veces, es, en el caminar diario de nuestra vida, cuando vamos haciendo el camino, las pautas las elegimos cada cual.

    No deseo molestar a nadie… es mi manera de mirar y mi deseo ardiente de vivir, según esa alternativa que te hace renacer de nuevo cada vez que la liberación consigue sacarte de algún laberinto de ataduras absurdas.

    mª pilar

  • Hola Oscar
     
    A la cuestión que planteas:
     
    El término griego traducido por fuerza (dynamis) tiene una amplitud de acepciones: fuerza, energía, poder, vigor, capacidad, pujanza, habilidad, significado, talento… El contexto donde se inscribe el vocablo aporta la clave para encontrar su sentido más apropiado. Veámoslo:
     
    La mujer de nuestro relato se opone al orden establecido que ha arruinado su vida. Opta por la libertad como vía para recuperarla. Da el paso. Su objetivo coincide con la propuesta existencial y social del Galileo (había escuchado v.27). A diferencia de las dramáticas consecuencias sufridas a causa de ese orden social, el proyecto de Jesús le restituye la vida. La mujer la percibe de inmediato. La vida se nota. Se nota su recepción y se nota su donación. A la vida recibida por la mujer se corresponde una dynamis por parte de quien representa un proyecto que desborda vida. La vida se da. Regalarse es característica esencial de la vida. La vida sin generosidad se anquilosa. Puesta a reguardo resulta un fracaso. La sociedad alternativa a quien Jesús representa ofrece vida en abundancia. La experimentan quienes la reciben y quienes la dan.
     
    Dynamis es en nuestro relato pura energía vital.
     
    Marcos habla de un proyecto y una praxis cuya dynamis se percibe inmediatamente, tanto por los integrantes del colectivo que conforma dicho proyecto como por aquellos a quienes alcanza su onda expansiva. 

    La idea de que la sociedad ideal que anhelamos se va conquistando poco a poco, generación tras generación,  nada tiene que ver con el mensaje de Jesús y resulta incompatible con la urgencia que él exige para su puesta en práctica.  Jesús no planteó un ideario, sino, como afirma con insistencia M. Luisa, una realidad; una realidad social que hace posible la vida en un entorno donde cada vez escasea más.
     
    Un fuerte abrazo, Oscar

  • oscar varela

    Hola!
     
    La frase es:
     
    Jesús, dándose cuenta interiormente de la fuerza que había salido de él, se volvió inmediatamente entre la multitud…”.
     
    Salvador nos describe el significado de:
    * dándose cuenta
    y
    * se volvió
     
    Yo le preguntaría por eso de:
     
    * la fuerza que había salido de él
     
    ¿Qué es lo que barrunta Marcos con esa expresión?
     
    ¡Gracias! Y ¡Vamos todavía! – Oscar.