UN PASO, UN MUNDO — Salvador Santos — “Destilado” de Oscar Varela
Agarrarse sin miedo
- Marcos hace un paréntesis en lo de Jairo y su hijita;
dará más dramatismo intercalando el protagonismo de una Mujer.
- Organiza su Narración en tres momentos:
- 1.- ANÁLISIS:
- 2.- ESTRATEGIA:
- 3.- EJECUCIÓN:
1.- ANÁLISIS:
- La mujer parte de su conciencia y de la reflexión sobre la experiencia sufrida.
- Obtiene de ellas conclusiones prácticas.
- Una actitud pasiva, aguardando la solución de otros, se ha demostrado contraproducente.
- La lógica y el análisis se imponen para discernir dónde se halla la auténtica salida del laberinto.
- Esa postura dinámica es la disposición que solicita el Galileo en su enseñanza con parábolas: Escuchar.
- La mujer ha descubierto su propio horizonte en ese proyecto anunciado por el hombre de Galilea.
2.- ESTRATEGIA:
Busca vencer los dos obstáculos representados por las masas despersonalizadas:
- 1º) alienaciones colectivas (ella va por detrás) y
- 2º) normas legales (su itinerario no refleja cobardía, sino astucia)
3.- EJECUCIÓN:
Ella da el salto definitivo hacia su rehabilitación como mujer y abandona el sistema que mata
Se agarra al manto del Galileo
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La lógica de su razonamiento resulta tan sencilla como la enseñanza que Marcos quiere transmitir:
En el paso decisivo hacia la aceptación de la sociedad alternativa comienza la libertad.
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Fascículo 18 — AGARRARSE SIN MIEDO
(Mc.5,24-34)
Hemos terminado la escena del encuentro con Jairo. Ahora viene la curación de la hemorroísa y la resurrección de la hija de Jairo.
Iremos por partes. Primero leeremos lo tocante a la mujer… ¿Cómo le llamamos a esta escena? ¿”La curación de la hemorroísa”? De ponerle nombre, es preferible hacerlo al final de la lectura. Porque estos títulos no pertenecen al texto original de Marcos. El enunciado nos sirve para resumir su contenido, para entendernos entre nosotros. Si, al final, coincidimos en llamarle “la hemorroísa se cura”, no hay problemas.
- “Lo seguía gran multitud de gente, apretujándolo.
Una mujer que llevaba doce años con un flujo de sangre, que había sufrido mucho por obra de muchos médicos y se había gastado todo lo que tenía sin aprovecharle nada, sino más bien poniéndose peor, como había oído hablar de Jesús, acercándose entre la multitud, le tocó por detrás el manto. Porque ella se decía: Si le toco aunque sea la ropa, me salvaré. Inmediatamente se secó la fuente de su hemorragia, y notó en su cuerpo que estaba curada de aquel tormento. Jesús, dándose cuenta interiormente de la fuerza que había salido de él, se volvió inmediatamente entre la multitud preguntando:
— ¿Quién me ha tocado la ropa?
Los discípulos le contestaron:
— Estás viendo que la multitud te apretuja ¿y sales preguntando quién me ha tocado?
Él miraba a su alrededor para distinguir a la que había sido. La mujer, asustada y temblorosa, consciente de lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Él le dijo:
— Hija, tu fe te ha salvado. Márchate en paz y sigue sana de tu tormento” (Mc 5, 24-34).
Como hemos hecho con la anterior escena, vamos a dividirla en unidades lógicas para facilitar la lectura.
Recordemos primero que nuestro protagonista se encamina a casa de Jairo. La primera frase de Marcos: “Lo seguía una gran multitud que lo apretujaba” es un apunte previo a la aparición de los personajes y al desarrollo de la acción. Su función consiste en precisar el ambiente en el que van a estar envueltos los acontecimientos. Podemos tomarlo como un prólogo.
El sujeto indeterminado, “una gran multitud”, empalma esta unidad con el relato anterior, donde aparece también esta misma expresión nada más arribar el Galileo a la costa. La indeterminación puede hacer pensar en una multitud diferente a la primera, pero Marcos no pretende otra cosa sino presentar a un volumen de gente, cercana y expectante, de la que él espera alguna reacción individual positiva hacia su propuesta.
Para nuestro narrador, las masas actúan de parapeto donde se oculta la indecisión. En nuestro relato la multitud aparece como una realidad colectiva vacilante. Su disposición neutra ayuda a resaltar la figura y el arrojo de los auténticos protagonistas. Cuatro veces se repetirá en este relato el término “multitud” marcando una clave de lectura.
Hemos oído que el relato comenzaba afirmando: “Lo seguía…”. Esa expresión es susceptible de ser interpretada como raíz técnica para designar el seguimiento del Galileo, con lo que se ampararía la tesis de que Marcos habla de una multitud de seguidores. Sin embargo, casi siempre que aparece la multitud en escena juega un papel secundario, supeditado a destacar personas, actitudes o hechos importantes de la narración. Los personajes que hemos visto aparecer en el texto de Marcos son modelos de compromiso personal para una multitud que dificulta el acercamiento.
Esos datos nos ayudan a entender el verbo usado por Marcos en el sentido amplio de acompañar, no en el técnico de seguir. Habría que leer: “lo acompañaba una gran multitud”. Por lo demás, la referencia “a él” en vez de reforzar en esta ocasión la idea de seguimiento, sirve para señalar que el movimiento masivo se produce exclusivamente en torno al Galileo, excluyendo a Jairo al que no se mencionará en esta escena.
Así pues, a la vista de lo ocurrido con Jairo, las masas se mueven deseosas de ver cómo termina el lance. Caminan, rodeando al Galileo, aunque siguen alejadas de su proyecto.
Marcos nos confirma ese sentido, cuando explicita el comportamiento de la multitud: “que lo apretujaba”. La fórmula ha sido escogida a conciencia para caracterizar el flujo agobiante de las masas cercando pegajosamente a nuestro protagonista. Con esta precisión, prepara también la acción del principal personaje que intervendrá de inmediato.
Marcos presenta, pues, como contexto de la escena, a una muchedumbre que, al no responder al mensaje de las parábolas, permanece en ese terreno confuso y desalentador, propio de los que aguardan llenos de curiosidad su liberación, sin mover un dedo por desembarazarse de los lazos ideológicos que les mantienen esclavizados.
Una vez terminado este pequeño preámbulo, consideremos como una unidad la presentación del personaje que entra en escena y su actuación respecto a nuestro protagonista.
Marcos comienza su amplia descripción, diciendo: “Una mujer que llevaba doce años con un flujo de sangre”. El sujeto es “una mujer”, la primera que va a intervenir activa y directamente en su evangelio. Anteriormente se había mencionado a la suegra de Simón, pero su breve papel se inscribió en el comentario del narrador (1, 30-31).
La mujer estaba considerada en el mundo judío como un ser de segunda categoría, bajo el dominio permanente del hombre. Esa condición de inferioridad, dogmatizada por prescripción divina según el libro del Génesis: “A la mujer le dijo: …tendrás ansia de tu marido y él te dominará”, confinaba su potencial humano a los límites marcados por su condición femenina: hija, esposa, madre; relegaba su actividad a funciones siempre subalternas; postergaba sus derechos a la mayor conveniencia del hombre, que la arrinconaba, en definitiva, en el domicilio regido por él, sin posibilidad alguna de acercarse a cometidos con relevancia política, social, económica o religiosa.
En su texto original, Marcos emplea una larga cadena de participios griegos para pormenorizar el estado de la mujer. El primero de ellos, muy bien traducido por: “que llevaba” (literalmente, siendo o estando), hace referencia al suceso fundamental que le afectaba. Como el resto de los que encontraremos a continuación, dibuja una situación prolongada, sin modificación desde su origen.
La matización del narrador respecto al tiempo que perduraron las circunstancias padecidas por la mujer (“doce años”) tiene una clara intencionalidad. El plural, “años”, alude a larga duración. El “doce”, como recordarán de la escena de la constitución de la nueva sociedad, tiene un sentido simbólico referido al pueblo. Este dato, unido a la ausencia de artículo al citar a la mujer y al carácter exclusivamente femenino de la patología que se presenta a continuación, conceden al personaje un sentido doblemente representativo. Por una parte representa al ser humano en su condición femenina y, por otra, es figura del pueblo en la delicada situación por la que atraviesa. No es de extrañar ese doble simbolismo, común en la literatura del Antiguo Testamento. Mujer y pueblo suelen coincidir en su historia de opresiones y sufrimientos.
El hecho que ha marcado a la mujer desde hace tanto tiempo lo determina Marcos escribiendo literalmente: “estando en un flujo de sangre”. Al igual que vimos en el versículo 2, en el episodio del hombre de la Decápolis, donde se hablaba de “un hombre en un espíritu inmundo”, esta expresión, en lugar de la más lógica para nosotros: “un flujo de sangre estaba en ella”, define tanto el carácter endémico de su enfermedad cuanto la sangrante situación en la que se encontraba inmersa; una situación que interfiere los aspectos más esenciales de su vida.
Mateo, en un relato mucho más breve y menos interesado en la figura de la mujer, resumió todo su problema con un verbo cuyo significado es tener una hemorragia o padecer de hemorragias. Al aplicarlo en su forma sustantivada: que padecía de hemorragias, la lectura aliterada del griego “haimorroousa” inspiró la idea de usarla como apodo con el que se ha conocido popularmente al personaje de nuestra escena: “hemorroisa”. Pero Marcos no utilizó ese verbo para sintetizar su situación. Se mostró más detallista a la hora de perfilar al personaje.
Como consecuencia de su regulación legal, la patología enunciada comportaba unos efectos sociales cuyas estipulaciones pueden leerse en Lev 15, 25ss., completando las relativas a la menstruación (Lev 15, 19-24). Las múltiples y graves consecuencias sociales prescritas por la ley para esta afección potencian la fuerza representativa de esta figura femenina.
El carácter endémico del trastorno hace alusión al estado de abatimiento de la mujer, postergada en una situación social de aislamiento forzado, en la que se han cortado para ella las posibilidades de comunicación, relación y contacto humano. Lleva colgada bien a la vista la etiqueta de peligrosa, por el riesgo de contaminación que comporta su cercanía. Se exige, por lo tanto, mantener respecto a ella una distancia de seguridad inviolable.
La condición irremediable de la enfermedad destapa otros aspectos indicativos de la grave situación. La prohibición tajante de mantener relaciones sexuales representa una condena al ostracismo, congela la posibilidad de compartir físicamente el amor, tener relaciones familiares normales, transmitir libremente la vida. Para la mujer queda la represión. Se le ha vedado la prodigalidad, el exceso, la exuberancia. Para ella se han proscrito las relaciones humanas más cercanas, confinando los sentimientos en el despropósito de la lejanía.
A la mujer se le ha denegado la amistad, la camaradería, la mutua correspondencia, el acuerdo; en definitiva, todo vínculo que explore con absoluta libertad lo más pletórico de la propia individualidad. Se teme, en el fondo, que rastree en sus propias posibilidades de desarrollo personal y colectivo. Asustan la entrega desinteresada, la generosidad, el amor incontrolado. Se observa la libertad como un riesgo que abre la puerta a la tan temida indocilidad.
El tipo de enfermedad habla, por último, del derrame lento y constante de la vida. Según el Antiguo Testamento y para la mentalidad judía de la época, por la sangre fluye la vida. La pérdida crónica de sangre impide, a la larga, su regeneración; el resultado es un progresivo e imparable debilitamiento. La mujer sufre de una fuga permanente de su energía vital, disipándose en el desanimo que no halla alivio ni remedio. Con esta enfermedad de su personaje, nuestro narrador ha elegido el caso apropiado para explicar la situación de desahucio que padece la mujer, avisando, a un tiempo, que el pueblo se desangra.
La narración de Marcos no se queda en la mención del mal que aqueja al personaje, sino que se explaya en detalles descriptivos para esbozar su lamentable estado. Un nuevo participio con sentido fuerte, traducido por “que había sufrido”, unido al adverbio “mucho”, expresando intensidad, habla de una experiencia negativa contraria a la que merece y ansía cualquier ser humano. La expresión define tanto el sufrimiento constante soportado por la mujer cuanto su impotencia para evitarlo. El dolor se ha convertido en indeseado compañero; la inevitable desdicha ha pasado a convertirse en condición inherente a ser mujer, o ser pueblo.
Pero, lo llamativo, es la causa del gran padecimiento. En contra de lo esperado por el lector, no lo ocasiona la enfermedad: “por obra de muchos médicos”. La preposición utilizada por Marcos, significando: por causa de, por obra de, bajo la dirección de, tiene un carácter marcadamente activo, de forma que denuncia, en los que provocan el daño, la responsabilidad de haber intervenido a sabiendas de las consecuencias que tendría su actuación. A ellos se refiere con la expresión: “muchos médicos”, haciendo hincapié en la abundancia (“muchos”) de los causantes (“médicos”) de tan prolongados e inacabables sufrimientos. Sorprendentemente, los mismos profesionales encomendados a la tarea de trabajar para hacer prevalecer la salud, sanando y mitigando el dolor, son acusados por Marcos como los auténticos responsables de haber conducido la enfermedad a un estado de suplicio inacabable.
La paradójica figura colectiva de los médicos causantes del daño juega un doble papel simbólico en consonancia con la duplicidad de significados de la figura femenina:
Representa, por un lado, al hombre en su concepción más genérica. De él, como compañero, debía esperar la mujer la máxima lealtad, ayuda y colaboración. Ha recibido, en cambio, el arrinconamiento que la ha conducido a una situación de permanente desazón y tortura. La huella histórica y universal de la condición femenina da la razón a Marcos. Delata la descomunal traición del inhumano compañero, en quien había depositado su máxima confianza.
Por otra parte, la contradictoria y plural figura de los infames facultativos, personifica al numeroso (“muchos”) grupo humano de los que se arrogan el papel de dirigir y conducir al pueblo por los caminos que a ellos mejor les viene; de los que se arriman a la sombra de esos dirigentes para participar en funciones tan honorables y respetadas; de los que, escondidos detrás, los mueven con el peso específico de su patrimonio y sus condiciones de especial grandeza; y, también, de todos aquellos que, por no oler a humanidad, se descolocan sin importarles el grado de servidumbre a pagar y se alejan del contagioso pueblo, en busca de algún resquicio de poder.
Todo ese grupo de destacados del circo social representa la maquinación, la vileza y la alevosa deslealtad hacia el pueblo del que, cobarde y engañosamente, desertan para constituirse en sus siniestros verdugos, saqueadores de su sosiego, su bienestar y su vida. Los mismos que aparentan ser los responsables de mantener la salud del pueblo están plenamente dedicados a arrebatársela lenta e incesantemente, sumiéndolo en un estado de invalidez progresiva.
Ya vamos conociendo a Marcos. Nos ha demostrado ser insistente y puntilloso hasta el punto de pasar por cargante. Se trata de su apuesta por no dejar cabo suelto. Quiere penetrar hasta el fondo. Para lograrlo, aporta datos, más allá de lo esperable, con el fin de redondear el dibujo de su personaje. A su juicio, encierra un alto interés y no quiere dejarse nada en el tintero.
Para nuestro narrador no basta la reseña hecha sobre el estado de la mujer. Así pues, añade: “y se había gastado todo lo que tenía”. Con otro participio traducido a nuestra lengua por: “que había gastado” profundiza en las penalidades soportadas por el personaje. El verbo, al que este participio pertenece, no aparece en los evangelios salvo aquí y en la parábola de Lucas, popularmente conocida por el inadecuado título de: “El hijo pródigo”. En esa ocasión se emplea para decir que el hijo había consumido hasta el último céntimo (“cuando se lo había gastado todo”). En ambos casos va asociado a la expresión “todo”, para señalar, tanto la integridad de lo perdido, cuanto la indigencia en que han quedado sumidos los personajes.
Habría sido suficiente dejarlo así, como hizo Lucas en la parábola, para que los lectores se hicieran una imagen del significado del importe gastado. Sin embargo, Marcos añade un detalle sobre la procedencia y la realidad de los bienes utilizados: “lo que tenía”. La expresión se traduce literalmente por: “todo lo de ella” o “todo lo suyo” e indica que nuestro personaje pagó por su rehabilitación la totalidad de lo que le pertenecía como mujer.
Los honorarios médicos no han garantizado la curación de la mujer enferma, a la que han despojado sin escrúpulos “de lo suyo” asegurándose con ello el incremento de la propia renta patrimonial. Ese juego desequilibrado de garantías, unas negadas y otras afianzadas mediante el robo, confirma a los responsables de la salud, como administradores de la enfermedad e ingeniosos especialistas en acumular a costa de los débiles.
Su situación de desposeída denuncia que la entrega constante al hombre de todos los valores propios que la diferencian como mujer y la enriquecen como persona ha sido recompensada por parte de éste con la usurpación de esos valores.
De igual forma, el pueblo expropiado ha cedido lo que le pertenece en propiedad: la igualdad, la libertad, la autoridad, la cohesión, la paz, la tierra… en manos de los que se han atribuido la responsabilidad de representarlo y dirigirlo. Pero ellos han ofrecido garantías… únicamente para cobrar. Han actuado de forma idéntica a aquellos que expulsaron al Galileo de la Decápolis: Se han hecho dueños de la tierra, engordan cerdos y menosprecian al pueblo al que han abandonado en un lamentable estado de desfallecimiento crónico.
Pese a haberlo dejado todo en el intento, Marcos expresa el nulo resultado obtenido por la mujer, añadiendo: “sin aprovecharle nada”. La frase, formulada con un adverbio (en nada, de ningún modo) unido a un nuevo participio, esta vez en voz pasiva: habiendo sacado provecho, tiene un sentido negativo claramente categórico con el que pone sobre el tapete la falta de correspondencia entre lo que la mujer entregó (“todo lo suyo”) y lo recibido a cambio (“sin aprovecharle nada”).
Este resultado confirma que las expectativas generadas por la donación de “lo suyo” fueron absolutamente defraudadas. La enseñanza aportada por el nuevo dato es terminante: El hombre y la estructura de dirigentes del pueblo no sólo han originado la gran decepción humana, sino que se han ratificado históricamente como los estafadores de la vida.
En su empeño por llegar al final sin dejarse nada atrás, Marcos agrega un último detalle: “sino más bien poniéndose peor”, con el que ultima su exposición sobre el estado de esta figura femenina. El resultado paradójico de la terapia usada por los médicos se constata con un nuevo participio griego, literalmente: “habiendo llegado”, usado para señalar el grado de decadencia alcanzado por la mujer: “a lo peor”.
Marcos deja ver las claves del absurdo y disparatado contrasentido que subyace bajo una situación tan calamitosa. Los desposeídos no tienen solución. El ladrón y violador ha sabido labrarse su futuro atribuyéndose un trabajo estable, legalmente reconocido y bien remunerado, que le garantiza su inmunidad y la propiedad de lo robado: ¡El de buscar y restituir a sus verdaderos dueños lo que él mismo se apropió!
Hemos terminado la descripción del estado de la mujer. No se ha hablado de otra cosa sobre ella. Ahí radicaba el interés de Marcos. Entramos a ver ahora sus primeros movimientos, su actuación respecto al Galileo y las consecuencias inmediatas de su decisión. Con ello completaremos lo que será el primer acto de esta escena.
Aunque estamos ya fuera del dibujo pormenorizado de la situación de la mujer, Marcos no ceja en sus participios. Les seguiremos la pista hasta descubrir donde desembocan. Los utiliza como piedras sobresaliendo del caudal de un río para permitir al lector el paso a través de ellas en busca del objetivo pretendido con su relato. Sabremos cuál es, inmediatamente después que cambie a un tiempo verbal diferente. Él nos indicará el momento cumbre de la escena.
La actuación de la mujer se introduce diciendo: “Como había oído hablar de Jesús”. El nuevo participio griego traducido por: “habiendo oído” prepara la acción y sienta la primera base a partir de la cual la mujer toma su determinación. Recuerden el uso frecuente de este verbo en la enseñanza con parábolas. Allí, señalaba la disposición idónea para aceptar favorablemente el proyecto de Galileo. En este caso, el “haber escuchado” impulsa la acción de la mujer. Como podemos suponer, la intención de Marcos apunta directamente a los lectores.
La frase se completa con la expresión “acerca de Jesús”, que incluye el nombre propio del Galileo como la referencia fundamental del verbo oír.
Estamos siguiendo la versión original de Marcos. En ella no aparece el verbo “hablar”. Se ha utilizado al traducir porque, para nuestra lengua, se halla implícito en una preposición griega que significa: acerca de. El texto original dice literalmente: “Habiendo oído acerca de Jesús”. La preposición elude los comentarios y se centra en lo que ha hecho mella en la mujer: la persona y la praxis de nuestro protagonista.
Lo que ha llegado a la mujer es esencialmente su proyecto, interpretado debidamente por ella en claves existenciales. Esa lectura le impulsa automáticamente a buscar en él la salida del atolladero donde la han arrumbado los saqueadores de su vida.
Marcos reseña el movimiento de la mujer, incluyendo a la multitud por segunda vez en su relato: “acercándose entre la multitud”. El último participio griego, que se traduce esta vez por “acercándose”, expresa la fuerza decisoria de la mujer, que lucha en su andadura contra las dificultades (“entre la multitud”). La multitud aparece, como no podía ser de otro modo, complicando el acercamiento al Galileo.
El ambiente es similar al del episodio del paralítico. Si en aquella ocasión el inconveniente se agrandaba físicamente por la contrariedad añadida de la camilla, aquí el impedimento de la mujer comporta mayor gravedad. ¡Su movimiento es ilegal! ¡Está penalizado! ¡Trae consecuencias de contaminación para todos los que ella haya rozado! La mujer tiene absolutamente prohibido acercarse a nadie. A pesar de lo cual, no se arredra; desdeña el temor al castigo. En contraste con Jairo, con mucho que perder, ella lo tiene todo perdido. Jairo se jugó su prestigio y su futuro. La mujer, sin lo uno ni lo otro, compromete lo único que le queda, su presente.
Marcos describe el momento culminante de la acción de la mujer al escribir: “le tocó por detrás el manto”. El adverbio “detrás” o “por detrás”, colocado entre la frase anterior y ésta, puede ser interpretado unido a una u otra. Veréis. Vamos a leerlo siguiendo exactamente el texto original griego para comprenderlo mejor: “acercándose entre la multitud por detrás le tocó el manto a él”. Leerlo unido a la primera o a la segunda frase significaría, en un caso, que se acercó por detrás, y en el otro, que tocó su manto por detrás. De todas formas, no se crea ninguna alteración del sentido por interpretarlo de cualquiera de las dos maneras, puesto que la referencia del adverbio es el Galileo. Debe entenderse, sin embargo, como ha querido Marcos al escribirlo de este modo, que el doble movimiento de acercarse y tocar su manto se efectúan a escondidas, es decir, por detrás.
El pretérito indefinido (“tocó”) rompe la cadena ininterrumpida de participios griegos y fija el lance crucial adonde ha desembocado toda la historia contada sobre la mujer. Ni siquiera llega a alcanzar al Galileo. Marcos precisa: “el manto de él”. Pero eso era precisamente lo que ella pretendía, según veremos más adelante.
El verbo “tocar”, que Marcos siempre emplea relacionado con el Galileo y su actividad liberadora (Mc, 1, 41; 3, 10; 6, 56a.56b; 7, 33¸8, 22; 10, 13), se repite cuatro veces en este relato. Esta reiteración subraya la importancia del gesto en la enseñanza que el narrador quiere transmitir. El objetivo a alcanzar era el manto, que en su sentido figurado, representa a la persona misma del Galileo.
El manto era la prenda del vestido exterior. Confeccionada con hilo grueso, en forma rectangular, casi cuadrada, podía colgarse sobre uno o dos hombros. Estaba considerada pieza fundamental del vestido, sin la que el hombre se encontraba desnudo. También se usaba para acostarse sobre él y taparse. Por lo cual, se trataba de una prenda necesaria, hasta el punto de que quien la tomaba empeñada, estaba obligado legalmente a devolverla a su dueño antes del anochecer.
Tocar el manto suyo significaba entrar en la esfera personal del Galileo. Suponía lograr la máxima cercanía respecto a él sin que se notara, conservando el anonimato. La forma de actuar de la mujer contrasta con la de Jairo. Éste fue de frente, realizó su gesto ante los ojos de la multitud; la mujer no tuvo más remedio que intervenir por detrás, a escondidas. En la diferencia se percibe el temor de la mujer a ser descubierta por la maquinaria legal que la tiene sometida y condenada al aislamiento.
Por la forma de narrar de Marcos podemos deducir que el movimiento de la mujer no se debió a un arrebato, sino que fue resultado de una acción bien meditada. Diríamos que en su recorrido hay tres momentos: Uno dedicado al análisis, otro a la estrategia, y el último, a la ejecución.
Observen cómo encajan los hechos en ese esquema:
La mujer parte de su conciencia y de la reflexión sobre la experiencia sufrida. Obtiene de ellas conclusiones prácticas. Seguir esperando no sirve de nada. Una actitud pasiva, aguardando la solución de otros, se ha demostrado contraproducente. La experiencia histórica es visible y aleccionadora. La lógica y el análisis se imponen para discernir dónde se halla la auténtica salida del laberinto. Esa postura dinámica coincide con la disposición que solicita el Galileo en su enseñanza con parábolas: Escuchar. La mujer ha descubierto su propio horizonte en ese proyecto anunciado por el hombre de Galilea.
A partir del análisis busca el momento idóneo. Esta etapa pasa por la búsqueda de la fórmula que le permite vencer el obstáculo representado por las masas despersonalizadas. Al igual que ocurrió en el episodio del paralítico, cuando los porteadores encontraron la manera de sortear el impedimento multitudinario, nuestro personaje ha sabido elegir la estrategia eficaz. Allí, los cuatro de la camilla no repararon en destrozar el tejado sin preocuparles ni la dificultad ni el ruido. En esta escena, la mujer escoge la sagacidad y la discreción.
La imponente atracción de la vida impulsa a la mujer a pronunciarse por ella, venciendo los dos obstáculos que obstruyen el camino: los alienantes colectivos despersonalizados y la norma legal que coarta, encorseta y sanciona. La mujer interviene con talento, buscándole las vueltas a la multitud y a la ley. Emplea la táctica de ir por detrás. Su itinerario no refleja cobardía, sino astucia.
Los dos momentos anteriores culminan cuando ella da el salto definitivo hacia su rehabilitación como mujer y abandona el sistema que mata. Creyó que, para no descubrir públicamente su transgresión de la ley, no tenía mejor opción que agarrarse al manto del Galileo. Asir el manto suyo y penetrar en la esfera personal del Galileo fue el objetivo que se propuso para escapar del círculo mortal que la atenazaba.
La mujer meditó a fondo. Marcos da un apunte sobre las reflexiones hechas por la mujer antes de emprender el viaje hacia su objetivo: “Porque ella se decía: si le toco aunque sea la ropa, me salvaré”. La expresión primera (“pues decía”) da entrada a las cuentas que se echaba nuestro personaje fundamentando para sus adentros la determinación que había tomado.
La lógica de su razonamiento resulta tan sencilla como la enseñanza que Marcos quiere transmitir: En el paso decisivo hacia la aceptación de la sociedad alternativa comienza la libertad. La reflexión de la mujer expone con brevedad su convencimiento sobre las consecuencias esperadas de su decisión. La maduración de su estrategia se expresa con convencimiento: “si agarro aunque sea la ropa suya”.
La frase no tiene desperdicio. Veámosla con algún detenimiento. Comienza con una conjunción traducida por “si” que inicia la formulación de su hipótesis. El verbo (“me agarro”), expresando su intención, encierra un significado que supera el simple roce o tacto superficial. Marcos elude lo mágico, penetrando en el deseo de la mujer por agarrarse o engancharse a la fuerza que le sacará de su situación de excluida. Sus argumentos estaban cargados de sensatez. La máxima aproximación al Galileo suponía desembarazarse de las raíces que la tenían confinada en los sótanos de la humanidad.
Una segunda conjunción (al menos, siquiera) establece los límites mínimos considerados suficientes por la mujer para conseguir sus fines. El término “vestido” o “manto”, en plural y acompañado del pronombre personal, que identifica a la persona del Galileo (“de los vestidos de él” o “de sus vestidos”), avala el fuerte sentido de su acción, precisando la profunda aspiración de la mujer, que ambiciona agarrarse como sea a la libertad y engancharse a la vida. Quizá este sentido se capta mejor si traducimos: “pues decía: si me agarro siquiera a sus vestidos…”.
De su acción de agarrarse al manto, la mujer espera unas consecuencias: “me salvaré” o “estaré salvada”. Su sentido común se descubre a nivel de su coraje. Este mismo verbo y en idéntico tiempo utilizó Jairo para expresar lo que deseaba para su hijita. Con él confirman una y otro la firmeza de su decisión, al tiempo que, indirectamente, mandan a la ley que margina al lugar de los trastos inservibles.
La mujer, llena de valentía, sin escrúpulos, actuó por su cuenta. Nadie tuvo que pedírselo; ni siquiera insinuárselo. Tampoco necesitó que alguien la acompañara. Atravesó la línea sugerida por el Galileo a la multitud, dejando con sus huellas el camino marcado.
Como modelo, animó a los discípulos, a los lectores, y especialmente a la mujer universal y a los pueblos a los que representaba con el gran argumento femenino que sacó a relucir: ¡sus agallas! Su arrojo señala lo subversivo de sus razonamientos. No pensó que su acercamiento contaminara al Galileo; sino, al contrario, que su contacto, le liberaría a ella. Su tesis quedaría avalada por la realidad. La liberación se sostiene en un discurso inverso al de la estructura legal que deshumaniza.
El efecto de su opción no tardó en llegar; produjo, sin rebajas, el resultado que ella ambicionaba: “inmediatamente se secó la fuente de su hemorragia”. La relación entre asirse a las ropas y lograr el efecto deseado es incuestionable. No hay que esperar (“inmediatamente”). Al decir Marcos: “se secó”, confirma la sólida certidumbre sobre el resultado obtenido. Su acercamiento al Galileo le ha procurado suprimir de raíz el origen (“fuente”) de su deterioro y el goteo incesante (“de su hemorragia”) que le arrebataba su existencia.
No hay efectos mágicos en la escena. La restitución de la mujer a su estado de plenitud humana se ha conseguido gracias a su propia decisión de abandonar el sistema legal que la había conducido al desahucio. Lo hizo con voluntad, reflexionando previamente, renunciando a los principios que la desangraban y optando, al paso del Galileo, por la subversión de los valores propuesta por él en su mensaje. Su alternativa se ha mostrado absolutamente eficaz. El atrevimiento del personaje femenino de nuestro relato se ha convertido en ejemplo para la mujer que se derrama y para el pueblo que se desangra.
Pero Marcos ahonda todavía en el interior del personaje. Aporta a sus lectores un último detalle con el fin de calar en su reflexión, sus sentimientos y sus emociones. Con esa intención, termina escribiendo: “y notó en su cuerpo que estaba curada de aquel tormento”. La acción se centra en la percepción que tuvo la mujer respecto al cambio radical ocurrido en ella. Con una experiencia vivida intensamente (“en su cuerpo”), pudo notar los efectos de la libertad.
Nuestro narrador resume la experiencia de la mujer diciendo: “que había quedado curada”. Lo hace con el fin de subrayar el alcance y la estabilidad de su lograda plenitud humana.
Para un narrador distinto al nuestro, la idea ya se habría completado llegados a este punto de la narración, pero Marcos apura al límite, y detalla: “de aquel tormento”. Al usar un término que significa látigo o correa del látigo (en sentido figurado, tormento), se ve su intención de clarificar a sus lectores no solamente la gravedad del mal que padecía, sino su procedencia. La palabra hace referencia indirecta a los que tienen en su mano el poder y el instrumento de tortura para someter. Quédense con esta palabra, látigo, tormento, con el que concluye este primer acto de la narración. Se repetirá también para finalizarla.
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[CHARLAS DE ENTREACTO]
— ¿Cómo llamaríamos a esta primera parte?
— LA MUJER — afirmó una contertulia sin dudarlo; y el silencio aprobó el título.
— Da mucho que pensar todo esto. Hay cosas comunes en los últimos personajes. Hay como pistas de Marcos, señalando al lector el rumbo a seguir. El hombre de la Decápolis, Jairo y la mujer desahuciada se presentan como modelos de actuación. Los tres se mueven por propia iniciativa.
- El primero representa a los sometidos y aplastados por la fuerza poderosa de los poseedores de la tierra.
- La mujer representa al género femenino, discriminado y sin solución; también, al pueblo desposeído.
- Entre ambos personajes, Jairo, una persona real. Él parte de una clase social alta, pero, para encontrar lo que desea, necesita abandonar su posición de privilegio y convertirse en un indeseable. Es decir, se pone al mismo nivel de los otros dos personajes; en posición de excluido social.
Por lo tanto, y a fin de cuentas, los tres se deciden por el proyecto del Galileo estando fuera del orden establecido.
En todos ellos hay un enfrentamiento al pensamiento común hecho norma. Y, aunque aún nos falta ver el desarrollo final de lo ocurrido con la hijita de Jairo, todos consiguen sus objetivos desde esa posición inversa a la práctica oficial. Me parece significativo.
— Hay otro elemento en común. El hombre de la Decápolis y la mujer de esta parte del mar aluden a situaciones padecidas por colectivos humanos en situación desesperada. Con Jairo aún no hemos terminado, pero habrá que verlo.
— ¡Y el arranque que tuvieron los tres!
— Únicamente quiero añadir que Marcos está marcándonos la pauta, para el caso de que optemos por salir de donde estamos y nos decidimos por la vida. El manual lo hemos visto claro: La reflexión, la estrategia, la ejecución… Y para que no nos durmamos en la reflexión, los tres personajes son modelos de diligencia que incitan a no perderse dando vueltas y vueltas para no tomar ningún camino.
— Muy bien. Y ¿a qué sitio llegaremos?
— A otro mundo, no te quepa duda. Es posible otra sociedad que posibilite la igualdad y la justicia. No se hará hasta que no tengamos el coraje necesario para abrir esa puerta y mientras nos escondamos en la neutralidad de este lado, en medio de la multitud.
— No entiendo por qué hay que hablar de sociedades. Esto es un asunto de conciencia y de actitud interior. Cada uno responde espiritualmente con la fe y la oración. Luego, hace por los demás según su propia generosidad. No sé, pero me parece que están hablando de un partido político. Veo que nos estamos cargando la religión…
— Miren. Esa interpretación de Marcos es más susceptible de ser criticada por lo que omite que por lo que dice. Aporta reflexiones curiosas; contiene elementos dignos de valorar. Es muy aceptable la profundización en las palabras, para extraer de ellas su hondo contenido. También tiene su mérito relacionar expresiones del texto con las de otros pasajes. De igual forma, resulta encomiable el esfuerzo por trasladar la enseñanza de Marcos a un lenguaje actualizado; o, si se me apura, su aplicación a situaciones reales de nuestro entorno. Estoy convencido de que, incluyendo otras ideas de mayor alcance no mencionadas, se potenciaría significativamente el valor de esa lectura. Con un diálogo sosegado, quizás si modificáramos algunos planteamientos, podríamos conseguir una síntesis preciosa del evangelio.
— Perdona mi incultura, pero ¿puedes concretar algo de lo omitido?
— Se evita…, por ejemplo…hacer referencia… a la divinidad de Jesucristo…
— No se evita. Sencillamente, Marcos no habla de eso en este episodio.
— Sí lo hace cuando se supone que la mujer fue a buscar en Dios una solución imposible para los hombres.
— ¿Cómo se le podía pasar por la cabeza a la mujer que aquel hombre era Dios? Eso era inimaginable para ella. Con el concepto tan elevado que los judíos han tenido siempre de Dios, esa idea habría repugnado a la mujer y a cualquier contemporáneo suyo tanto o más que a nosotros.
— Si ni siquiera los discípulos confiaban en la ortodoxia del Galileo. Dudaban de sus planteamientos, porque se desviaban de manera evidente de las ideas transmitidas por las Sagradas Escrituras. Además, la mujer se encontraba en ese estado de discriminación a raíz de lo estipulado en la ley de Dios. Para colmo, había llegado a esa situación tan lamentable empujada por el rigor de los representantes divinos…
— Aún admitiendo la hipótesis de que la mujer no reconociera su condición divina, el milagro se produce; ese hecho indiscutible demuestra la realidad celeste de Jesús.
— Lo que se demuestra es que cuando la mujer y los pueblos se ponen en marcha con decisión consiguen lo que les pertenece, lo que se les ha negado durante siglos con el pretexto de que lograrlo era imposible.
— Pero es obvio que hubo milagro. Surgió de la energía divina del Galileo…
— De haber existido milagro, lo realizó la mujer al desenmascarar los pretextos, y tras ellos, a los autores del descomunal latrocinio.
— La vía que siguen lleva inexorablemente a quebrar el principio de autoridad.
— Mejor, pone en cuestión la autoridad de ese y de otros principios universales.
OK!
A lo que te sirve:
¡¡¡ A G Á R R A T E S I N M I E D O!!!
Y ¡Vamos todavía! – Oscar.
¡Ja, Ja!
¡Oye, Óscar, que aquí el gallego soy yo! Te responderé adecuadamente. ¿Que si me sirven de algo tus pistas? Pues…, sí y no. 🙂
Hola P.B.!
1ª. – El Norte (utópico)
es el mismo para ti, español, cuando vas a Francia
que para mí, argentino, cuando voy a Paraguay
2ª- ti no eres mí
España no es Argentina
Francia no es Paraguay.
…………….
1ª.- Ley de la Lingüística:
“duo si dicunt idem; non est idem”
“si dos dicen lo mismo; no es lo mismo”.
2ª.- un uno no es otro uno
Lo mismo para uno; no es lo mismo para otro.
Un gol es un gol
Un gol del Barsa; no es un gol del Atlético
……………….
Coincidir consigo mismo (deseo de lograr-se) es utopía de La vida humana.
(La Sociedad es vida humana mineralizada).
Mi “deseo de vivir” es el mismo que el “deseo de vivir” de cualquier otro ser humano.
Mi vida no es la misma que la vida de cualquier otro u otra
(léase: en su realización histórica)
……….
¿Te servirán de algo estas tontas pistas?
¡Voy todavía! – Oscar.
Hola Óscar Varela.
Dices:
“El deseo que nos tensa a lograr ese Bienestar es el punto de apoyo en que pivotea TODA pre-tendida Sociedad. Se trata de LA Sociedad. Una Utopía. Un Delirio fundamental del lirismo que somos.”
¿Crees que esa utopía es la misma cuando la discurres o la imaginas o la deseas tú que cuando la discurre, la imagina o la desea, por ejemplo, un cazador-recolector del Amazonas?
Hola pepe blanco!
Un Blog no llega, tal vez a “género” literario, pero sí, al menos a exigir un “estilo”; entre cuyos requisitos es una brevedad casi esquemática. Mi Esquema sería:
1.- Mi Propuesta hablaba de un “Estar”; un Estar “Bien”: BIENESTAR, ineludible a la vida de cada ser humano.
El deseo que nos tensa a lograr ese Bienestar es el punto de apoyo en que pivotea TODA pre-tendida Sociedad. Se trata de LA Sociedad. Una Utopía. Un Delirio fundamental del lirismo que somos.
2.- Ese DESEO o Pre-ferencia es insobornable (lo sentimos como “dignidad”).
3.- y está condicionado por las circunstancias, que algunas le son favorables (facilidades), pero otras adversas (dificultades).
4.- Las Con-vivencias humanas (Sociedades) se encontrarán condicionadas por esas circunstancias contradictorias, cuyo tratamiento va dando lugar a las variaciones históricas de aquel núcleo “utópico” de Con-vivencia o Sociedad..
………………….
Transgrediendo la exigencia bloggera te copio algunos conceptos de Ortega y Gasset al respecto:
– “No habrá en el mundo alguna salud pública, hasta que un día nada próximo llegue a verse con claridad que la sociedad, lejos de ser una cosa bonita, es una cosa terrible. Un infierno cismundano.
Con las delicias de que está cargada nos retiene para ocuparse tanto más y mejor en torturamos.
Suele explicarse el hecho de esa convivencia diciendo que el ser humano es por naturaleza sociable o social.
Si después de aceptar esto y antes de dar un paso más no se hace constar inmediatamente, con la misma energía, y dando al nuevo hecho el mismo rango, que los seres humanos son también insociables, que están repletos de impulsos antisociales, se cierra el camino para entender de verdad la tragedia permanente que es la convivencia humana.
En toda colectividad humana actúan tanto fuerzas sociales como fuerzas antisociales. ¿No es, entonces, una falsificación de los hechos, llamar desde luego a esa realidad “sociedad”? ¿Por qué olvidar su componente antisocial?
Bastaría hacerlo para que cayésemos en la cuenta de algo que es la evidencia misma, a saber: que ninguna sociedad ha sido jamás ni es tal «sociedad».
El liberalismo creía que no había que hacer nada, sino, al contrario, laisser faire, laisser passer. Pensaba que, frente a la sociedad, lo único de que hay que ocuparse es de no ocuparse: a esto llamaba política liberal.
Creía que la sociedad se regulaba miríficamente a sí misma, como un organismo sano. Y claro está que, si no siempre, con máxima frecuencia consigue regularse; pero no miríficamente, ni espontáneamente, como el liberalismo suponía, sino lamentablemente, esto es, gracias a que la mayor porción de las fuerzas positivamente sociales tienen que dedicarse a la triste faena de imponer un orden al resto antisocial de la llamada sociedad.
Esa faena, por muchas razones terrible, pero inexcusable, merced a la cual la convivencia humana es algo así como una sociedad, se llama mando, y su aparato, Estado.
En su libro Sobre las leyes, hace constar solemnemente Cicerón que sin «mando o imperium no puede subsistir ni una simple casa, ni una ciudad, ni un pueblo, ni el género humano mismo».
Ahora bien: el mando, y por consiguiente, el Estado son siempre, en última instancia, violencia, menor en las sazones mejores, tremenda en las crisis sociales.
La mermelada intelectual que fue el dulce liberalismo no llegó nunca a ver claro lo que significa el fiero hecho que es el Estado, necesidad congénita a toda «Sociedad».
Hegel, al extremo opuesto, lo diviniza con un misticismo insensato.
Las llamadas sociedades son imposibles sin el ejercicio del mando, sin la energía “violenta” del Estado. Como dice Auguste Comte, cuya política era autoritaria en una estupenda fórmula emitida de paso, en lugar imprevisto «toda participación en el mando es radicalmente degradante».
¿Qué será esa realidad que llamamos sociedad, cuando para existir necesita hasta que sus fuerzas más positivamente sociales tengan que consumirse —y al aceptar la tarea demuestran su superior sentido de responsabilidad— en el ejercicio de una operación degradante?
Evidentemente, las ideas sobre la sociedad que hemos recibido no nos sirven; urge desentenderse de ellas y volver con nuevos ojos a mirar serenamente, despiadadamente, las cosas mismas.
«LIBERTAD» Y LIBERTADES
En principio, no hay una sola libertad determinada de que el hombre no pueda prescindir y, sin embargo, continuar sintiéndose libre.
Por ejemplo: la libertad para caminar por las calles, porque la superabundancia de vehículos y peatones fue haciendo imposible el paso libre, y un vigilante estatal, semáforos y sendas peatonales tiene que regular nuestra marcha.
No existe ninguna libertad concreta que las circunstancias no puedan un día hacer materialmente imposible; pero la anulación de una libertad por causas materiales no nos mueve a sentirnos coartados en nuestra libre condición.
Viceversa: dimensiones de la vida en que hasta ahora no ha podido el hombre ser libre, entrarán alguna vez en la zona de liberación.
La libertad humana no está adscrita a ninguna forma determinada de ella.
La cuestión de la vida como libertad es más honda y más grave que la cuestión de estas o las otras libertades.
VIDA COMO LIBERTAD Y VIDA COMO ADAPTACIÓN
¿La pared de nuestro aposento coarta nuestra libertad de pasar a su través?
El hombre nace y existe en el «mundo físico», compuesto de cuerpos duros que resisten al puro albedrío de sus movimientos. Parejamente nace y existe siempre el hombre, quiera o no, en un «mundo social» compuesto también de resistencias, de presiones anónimas que se ejercen sobre él: los usos, costumbres, normas vigentes, etc.
El Estado es solo una de esas presiones sociales, la más fuerte, la compresión máxima. La limitación de nuestro albedrío que él, incuestionablemente, representa, es del mismo orden que la impuesta a nuestros músculos por la dureza de los cuerpos; esa antilibertad pertenece a la condición básica del hombre, forma parte inalienable de nuestro ser.
La idea de que la coacción estatal no es tan «natural» e inherente al destino humano como la resistencia de los cuerpos, fue el tremendo error padecido, sobre todo, por los filósofos del siglo XVIII, al creer que las sociedades son cosas que los hombres forman voluntariamente, y no cosas dentro de las cuales irremediablemente se encuentran, sin posibilidad de auténtica evasión.
La compresión estatal es nativa a la vida humana. La libertad política no consiste en que el ser humano no se sienta oprimido, porque tal situación no existe, sino en la forma de esa opresión.
Tampoco cabe pensar en que el hombre quede exento de la presión atmosférica o de la resistencia elemental, y, sin embargo, cuando las sentimos de un cierto modo hablamos de nuestra «libertad de movimientos». Con una correa nos ceñimos la cintura, y vamos tan a gusto; pero con esa misma correa nos atan las manos, y ponemos el grito en el cielo porque nos han maniatado.
No es, por tanto, la presión misma que el Estado representa, sino la forma de esa presión, quien decide si nos sentimos libres o no. Porque la compresión estatal se manifiesta siempre en una forma concreta que llamamos «instituciones».
El ser humano no es libre para eludir la coacción permanente de la colectividad sobre su persona que designamos con el inexpresivo nombre de «Estado», pero ciertos pueblos, en ciertas épocas, han dado libremente a esa coacción la figura institucional que preferían —han adaptado el Estado a sus preferencias vitales, le han impuesto el gálibo que les proponía su albedrío. Eso y no otra cosa es «vida como libertad».
Pero hay épocas en que, por causas múltiples, desaparece, aun para esos mismos pueblos, la posibilidad de preferir unas instituciones a otras; antes bien, sobrevienen ineluctablemente, sin margen para la opción, impuestas por una necesidad mecánica o inexorable.
En tiempos tales, lejos de fluir la vida humana a sabor por cauces institucionales forjados a su medida y con su anuencia, o ser el esfuerzo entusiasta y, al cabo, siempre jocundo para adaptar la dureza del Estado a sus gustos —sean estos los llamados «ideales», sean los llamados «conveniencias»—, se vuelve todo lo contrario: pura adaptación de cada existencia individual al molde férreo del Estado, un molde que nadie ha preferido, sino que adviene irresistible como un terremoto. Esto y no otra cosa es «vida como adaptación».
Según esto, la vida pública cobra el luminoso cariz de libertad cuando se da el concurso de estos tres ingredientes:
1º.- Que en la existencia interna de la colectividad no surjan problemas con el carácter de absolutamente ineludibles, como sería, por ejemplo, una situación de anarquía.
2º.- Que en los cambios políticos la solución, por lo menos en su inspiración general, preexista a los problemas y contribuya a plantear estos o, dicho en otros términos, que actúen en las almas verdaderos «ideales de vida pública».
3º.- Que todos los miembros de la sociedad se sientan colaboradores, en una u otra medida, de la función de mandar y, por lo tanto, con un papel activo en el Estado.
¿Hay motivos para sospechar que toda sociedad «libre» llega a un momento de su historia en que no le queda más forma de vida que el mecanismo de la adaptación?
Pero aun suponiendo que sea esto último lo que la experiencia hasta el día nos presenta, ¿está dicho que toda sociedad futura esté condenada irremediablemente al mismo destino?
Enfermedades corporales fueron incurables hasta un buen día en que una técnica ad hoc, nada complicada, permitió dominarlas.
¿Es absolutamente impensable una técnica de la sociedad, una higiene, una medicina, una cirugía de lo colectivo? “-
………………
Corrección de errores:
a) Debe decir “cuestión importante suscitada”, y no susitada.
b) Debe leerse: “…hay varios o incluso muchos modelos diferentes de sociedad que pueden procurarlo igualmente?”
Hola Óscar Varela,
La cuestión sobre las diatribas, ya está aclarada. La cuestión de la/las sociedades alternativas, no parece que esté tan clara. Como, a mi entender, es una cuestión importante susitada por el libro de Salvador, quizás valga la pena insistir en ella.
A partir de las razones de tu propuesta, expongo el probema en estos términos:
De los muchos modelos de sociedad pasados, presentes y futuros, ¿hay uno solo que procura el bienestar de los seres humanos o, por el contrario, hay varios o incluso muchos modelos diferentes de sociedad pueden procurarlo igualmente?
Saludos cordiales
Hola Pepe Blanco!
1.- En Bs. As. – Argentina usamos poco la palabra “diatriba”.
Habrás notado que la amplitud del léxico en uso va “cuesta abajo en su rodada” –como canta un tanguito?
Pero cuando usamos esa palabra está ella embebida de un imaginario que es el que dice (http://palabrasenextincion.blogspot.com/2011/06/diatriba.html)
“En la historia ha habido casos de diatribas muy famosos. Se trata de figuras prominentes, que han manejado la diatriba con un excelente dominio del lenguaje, hasta hacer de ella un arte y llevar tal tipo de discurso hasta la dignidad de verdadero género literario. Son personas de gran cultura e ingenio, en quienes la violencia verbal no se apoya en la vulgaridad ni en la chabacanería, por lo que llegan a despertar la admiración hasta de sus propios enemigos, y aun de aquellos a quienes van dirigidas sus invectivas.
En la antigüedad son famosos los casos de Demóstenes, en Grecia, y Cicerón en Roma. El primero fustigó incesantemente a Filipo, rey de Macedonia y padre de Alejandro, con tal vehemencia que sus discursos dieron origen a la palabra filípica, definida como «Invectiva, censura acre» (DRAE). El segundo fue igualmente célebre, entre otras cosas por sus diatribas contra Catilina, de donde, de manera semejante surgió la palabra catilinaria: «Escrito o discurso vehemente dirigido contra alguna persona» (Ibídem).”-
En Chile dicen que se habla Castellano o Español: Ok!
Sin embargo a cada rato me alertan de que tales o cuales palabras no significan acá lo que yo quiero decir y digo según el “uso” bonaerense. ¿Qué le voy a hacer, no? Entonces hago estas tres cosas: aprendo – me disculpo – aclaro. Y solemos andar contentos.
……………….
2.- me dices que:
– “mi propuesta sobre LA sociedad alternativa parece necesitar el postulado de un ente suprahumano del cual pueda predicarse la libertad”-
Las razones de mi propuesta son:
a) el ser humano “está” en el mundo
b) ese “estar-estando” lo siente como deficiente o no-logrado, e.d., un “mal-estar”
c) porque le es in-eludible el pre-sentimiento de “estar-bien” o “Bienestar”.
d) ese “Bien-estar” (del ser humano en el mundo; e.d. su vida) es LA Soc. Alt.
e) Las variaciones históricas en pos de ese delirio son los ensayos UNA y OTRA y OTRA Soc. Alt.
Mirando este ítem e) es que me uno a tu interpretación y a la coincidencia que te hizo Salvador.
Ya ves que mantengo el valor de LA en el ítem d), sin necesidad de recurrir a ningún ente superhumano, ni como al estilo de Teilhard, en lo cual coincido contigo.
Estimo al mismo tiempo que el modo de actuar de El Galileo es una constante insistencia en el elegir cada protagonista lealtad absoluta a coincidir consigo mismo. Y eso es, para mí, el conato lírico del “Bien-estar” que intentamos ser (o elegir negarnos a ello).
¿Vamos todavía? – Oscar.
Según el DRAE, una diatriba es un discurso violento o injurioso y, según la enmienda propuesta para la próxima edición, un discurso acre y violento contra algo o alguien.
Nada más lejos de mi intención que escribir nada ni casi-acre, ni casi-violento ni casi-injurioso contra Salvador. Otra cosa es que mi estilo (recuerdo haber hablado de estilos de participación en Atrio) sea vehemente y directo. Quizás demasiado, pero no tengo tiempo para embellecerlo. En cualquier caso, siento dar esa impresión de casi acritud, de casi violencia, o de casi injuria.
………………………………….
Quería hacer esa aclaración. Sobre la cuestión de si hay una o muchas sociedades alternativas, mi punto de vista está claro y, lamentablemente, ahora no tengo tiempo para profundizar más.
Solo apuntar que la propuesta de Óscar Varela sobre LA sociedad alternativa parece necesitar, en mi opinión, el postulado de un ente suprahumano del cual pueda predicarse la libertad. Algo al estilo de Theilard, por ejemplo. Personalmente, rechazo esa clase de postulados. Un ser humano libre, es un ser humano alternativo (respecto a él mismo antes de ser libre), pero no es una sociedad alternativa. Ni muchos seres humanos libres hacen una sociedad alternativa, en el sentido que parece desprenderse de lo dicho por Oscar.
Hola!
Cuando preparaba los “Copetes periodísticos” de este Destilado
ya tenía bien en claro que la SOCIEDAD ALTERNATIVA
era “LA” Soc. Alt.; y no solo “UNA” (entre otras) Soc. Alt.
Por eso es que finalizaba el “Copete” de este Fascículo diciendo:
– “La lógica de su razonamiento resulta tan sencilla como la enseñanza que Marcos quiere transmitir:
En el paso decisivo hacia la aceptación de la sociedad alternativa comienza la libertad”-
····················
En las muy interesantes cuasi-diatribas que Pepe Blanco presentaba a Salvador
no llegué a comprender el porqué de la tal insistencia:
de que se trataba –en Marcos- de “UNA” y no de “LA” Sociedad Alternativa.
Más despistado quedé cuando el mismo Salvador aceptó el tal planteamiento.
Es posible que el acuerdo al que hayan llegado P.B y S.S
se sitúe en el nivel de las históricamente variadas “Sociedades”.
En tal caso no puedo más que adherir a la con-cordancia.
Sin embargo, situado en el -para mí- nivel primario de la vida humana,
que es el de “elegir” nosotros nuestra vida (no hay otro remedio ¿qué le vamos a hacer, no?
(puesto que estamos “forzados” a fabricarnos “electoralmente” lo que habremos de Hacer)
no puedo concluir de otra manera que lo “copeteado” al final:
-“En el paso decisivo hacia la aceptación de LA sociedad alternativa comienza la libertad”-
Entonces aprovecho ahora a preguntar:
* ¿Hay “OTRA” Soc. Alt., que no “radique” en la LIBERTAD (no en “Libertades” de esto o de aquello)?
* ¿Cuál o cuáles serían?
* Y si no la hay ¿dónde está la falacia de que Marcos pueda estar diciéndonos que El Galileo haya llegado y propuesto LA Soc. Alt. desde ese radical “ÚNICO” del “QUE-HACER-LA”?
¿Vamos todavía? – Oscar.
Hola!
Me parece que he ido llegando a un estadio de mi vida
en que me es in-imaginable andar hablando con Dios.
Será lo que será; pero es así.
···················
Algo que aparece en esta [Charla de Entreacto] me lo vuelve a recordar:
— “Esa interpretación de Marcos es más susceptible de ser criticada por lo que omite
— Se evita…, por ejemplo,…hacer referencia… a la divinidad de Jesucristo…
— ¿Cómo se le podía pasar por la cabeza a la mujer que aquel hombre era Dios?
. . .
— Hay cosas comunes en los últimos personajes: 1º) El hombre de la Decápolis; 2º) Jairo y 3º) la mujer desahuciada se presentan como
* modelos de actuación.
* se mueven por propia iniciativa.
Entonces: ¿qué?
Entonces, no veo bien a quienes aprovecha el seguir matraqueando de los Teólogos “progres” (de los otros ya me aburrí hace rato)
en torno a un Dios (aun del “misericordioso” de moda) en su “armado” teológico.
Armado que luego tienen que “des-armar” miles de veces para justificarse ante los “solamente-seres-humanos”, o ante “Supervisores” de una supuesta Ortodoxia.
¿Cuándo comprenderemos que el Dios de nuestro tiempo no es cosa ni persona alguna, sino un Órgano, una “función” de la vida de nosotros mismos, como los “Ideales” o el “Tener Ganas”?
Así es como ¡Voy todavía! – Oscar.
Muy interesante la dignificación que hace de la mujer, ya que toda mujer en edad fértil está permanentemente en estado de impureza, según la ley judía, y ella piensa “Si me agarro de su manto” que es como decir “Si me cuelgo de su mundo o de su enseñanzas” seré libre. Porque tiene que haber escuchado que Jesús no hace distinción entre hombre y mujer, ya que no pone el valor en el género ni sus vicisitudes, ni en la perfección corporal, sino en la relación ENTRE las personas, enfatizando una mirada compasiva, amiga, igualitaria y además tierna.
Leo las intervenciones hechas por algunos sectores sobre el Congreso de Teología de Brasil. Hablan del “teólogo marxista” como si fuera Satanás para referirse a Jon Sobrino, quién a estas alturas se debe matar de la risa con los apelativos. Pero ese discurso imperialista es conocido, lo que me llama la atención es con que asco hablan de teólogas “feministas”, horror de horrores…Parece que el primer teólogo feminista fue Jesús, y ni siquiera era teólogo ya que era su praxis la que se recuerda y no sus elucubraciones teóricas.