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Leyendo a Marcos – 21

UN PASO, UN MUNDOSalvador Santos – “Destilado” de Oscar Varela

La muchacha no está muerta

Volvemos a Jairo y a su hijita.
Los dos relatos quedan empalmados por dos figuras femeninas de pareja representatividad.

El Galileo va a casa de Jairo. Deja que lo acompañen tres discípulos ambiciosos del Poder.

El Sistema vigente había decretado  la Muerte de la Joven-Pueblo.

El Galileo les desbarata el negociado del miedo: –“¡Ella vive, el Pueblo no está muerto!”.

NOTA: Sugerente y novedosa comprensión de la frase:
Les advirtió con insistencia en que nadie se enterase

.

Fascículo 20LA MUCHACHA NO ESTÁ MUERTA

(Mc.5,35-61)

Comenzamos la lectura:

Aún estaba hablando cuando llegaron de casa del jefe de sinagoga para decirle:

— Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?

Pero, Jesús, sin hacer caso del mensaje que transmitían, le dijo al jefe de sinagoga:

— No temas; ten fe y basta.

No dejó que lo acompañara nadie más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a la casa del jefe de sinagoga y contempló el alboroto de los que lloraban gritando sin parar. Luego entró y les dijo:

— ¿Qué alboroto y qué lloros son estos? La chiquilla no ha muerto, está durmiendo.

Ellos se reían de él.

Pero él, después de echarlos fuera a todos, se llevó consigo al padre de la chiquilla, a la madre y a los que habían ido con él y fue adonde estaba la chiquilla.

Cogió a la chiquilla de la mano y le dijo:

— Talitha, qum (que significa: ‘Muchacha, a ti te digo, levántate’).

Inmediatamente se puso en pie la muchacha y echó a andar (tenía doce años). Se quedaron viendo visiones.

Les advirtió con insistencia que nadie se enterase y encargó que le dieran de comer.

Y salió de aquel lugar(Mc 5, 35 – 6, 1).

Como han podido observar por su lectura, la continuidad de este relato con el anterior se realiza de manera que quedan superpuestas las dos unidades narrativas, sin que haya ruptura del lenguaje figurado con el que se escribe toda la secuencia.

La narración se inicia invadiendo la escena precedente: “Mientras estaba hablando él”. Esta fórmula es relativamente frecuente en los tres primeros evangelios (Mt 12, 46; 17, 5; 26, 47; Mc 14, 43; Lc 8, 49; 22, 47.60). Siempre se escribe en momentos importantes del texto para señalar la irrupción de un acontecimiento de especial relevancia. La frase penetra en el relato de la mujer provocando un corte que impide su continuación.

Así pues, los hechos y la atención de los lectores derivan hacia la novedad que Marcos introduce. Sin embargo, no se provoca un aislamiento de la escena previa en la que la actual se incrusta, sino que los nuevos acontecimientos se prolongan desde ella a modo de injerto.

La entrada: “mientras estaba hablando él” congela la imagen con la que terminaba el episodio de la mujer; es decir, el Galileo declarando en medio de la multitud el carácter definitivo de la dignidad recobrada por ella. En forma de introducción, Marcos ha dejado esa foto fija como telón de fondo donde se enmarca la escena incipiente.

Unos personajes indefinidos “llegan” durante la declaración del Galileo. El verbo en presente atrae la luz del foco principal sobre los nuevos actuantes señalando el momento en que irrumpen en el escenario.

Marcos agrega algo más sobre los sujetos: “de casa del jefe de sinagoga”. Atiendan a este detalle: el texto original no menciona la palabra “casa”; escribe literalmente, “desde el jefe de sinagoga”. La imprecisión de la fórmula alerta a extremar el cuidado con que se determina su significado. Si bien admite la posibilidad de ser entendida en sentido local, en cuyo caso estaría referida al lugar de procedencia de los personajes, igualmente puede interpretarse como orientada a aportar al lector algún dato sobre la personalidad de los individuos, con lo que indicaría el entorno ideológico al que pertenecen. La preposición de o desde no aclara el tema pues puede sugerir distancia, desde un punto de vista físico, o proximidad, desde una perspectiva de afinidad ideológica.

Si Marcos hubiera querido ceñirse a su significación local, podría haber utilizado el término “casa” como hace en el versículo 38: “llegaron a la casa del jefe de sinagoga”. Pero aquí no lo emplea, sino que deja la función institucional de Jairo, “jefe de sinagoga” como única referencia acerca de los personajes recién llegados. Es lógico, por tanto, pensar que, aún conteniendo el aspecto local, porque el texto lo hace suponer, la ambigüedad de la fórmula resalta la pertenencia de los personajes al círculo institucional del que forma parte Jairo. Desde este criterio, el término “casa”, incorporado a la traducción, debe ser entendido en sentido figurado designando a los de su entorno.

Es elocuente el hecho de haber destacado el nombre de Jairo en la primera unidad (“Llegó un jefe de sinagoga, de nombre Jairo…”) y ahora se eluda su identificación personal haciendo referencia a él únicamente por su cargo. Este descarado cambio evidencia el intento del narrador por evitar que la comprensión del lector quede atrapada en el plano individual del personaje. Su interés se centra en conducirle al terreno de las ideas que representan los actores del relato. Por esa vía encontraremos la enseñanza que Marcos quiere transmitir.

Los sujetos en cuestión vienen con un mensaje. Para introducirlo, Marcos escribe: “diciendo”. La traducción que seguimos ha elegido un formato personalizado (“para decirle”) porque la comunicación se sobrentiende dirigida directamente al afectado por la noticia. Sin embargo, sin acompañamiento de pronombre en el original, el verbo despersonaliza el comunicado, que se emite públicamente, de modo que todos los presentes quedarán enterados de una información fundamental en el desarrollo del episodio.

La noticia se da al jefe de sinagoga sin que, extrañamente, medie preámbulo alguno para prepararle antes de que la reciba: “Tu hija ha muerto”. El sobrio mensaje, brutal y seco, desnudo de sentimientos y desprovisto de los naturales rasgos humanos necesarios para intentar amparar la soledad radical del afectado, deja entrever la distancia entre la narración de Marcos y la realidad de los sucesos.

La forma de denominar al ser querido (“tu hija”), dicha a modo de trámite, ha vaciado el cariño que Jairo puso en su manera de llamarla (“mi hijita”). El fuerte carácter del anuncio, “ha muerto”, trata de mostrar la irreversibilidad del hecho, no solamente su efecto pasado.

El término utilizado para referirse a la hija de Jairo, “hija”, es el mismo que empleó el Galileo para llamar a la mujer. Pero el contraste de voces es evidente. Unos han anunciado la muerte en tanto que el Galileo proclamaba la plenitud de vida. Hay, sin embargo, una coincidencia en ambas situaciones, lo cual revela una fina línea de continuidad entre ellas: los personajes protagonistas de los dos relatos son figuras femeninas.

Los mensajeros de la muerte actuaron certificando lo irremediable. Lo hicieron en el preciso momento en que el Galileo había garantizado sin condiciones la libertad y la vida conseguidas por la mujer; justo cuando Jairo habría recobrado sus máximas ilusiones respecto a la posibilidad de obtener también la salud para su hijita. La coincidencia no es casual. La ideología institucional trata de ensombrecer el momento, cubriendo de negrura el horizonte abierto para Jairo. Los que representaban al entorno institucional llegaron a los postres, a tiempo de presenciar el final feliz de la mujer. Pero con su anuncio tiñeron de luto la alegría.

El mensaje fue tan grueso, que sobraba cualquier otro comentario. Sin embargo, no lo ahorraron. Lo expresaron en forma interrogativa para asesorar intencionadamente a Jairo: “¿para qué molestar ya al maestro?”. Aquéllas no fueron palabras de consuelo como cabría esperar, más bien alentaban a la desesperanza, en la que ellos se sentían cómodos. El interrogante no demandaba contestación, sino que buscaba hacer descubrir a Jairo lo absurdo de persistir en su posición de confianza hacia aquel hombre de Galilea. El presente que se lee en el texto original, molestas, lo interpelaba personalmente, divulgando la advertencia del comité respecto al excesivo apego exhibido por el jefe de sinagoga hacia nuestro protagonista.

Naturalmente, esa actitud reprobable en un personaje de relumbrón como Jairo escocía en sus círculos institucionales más próximos. Pero trataron de camuflarla, recriminándole su atosigamiento, cuando, en realidad, el hombre no había pronunciado palabra durante el episodio de la mujer. La forma verbal tiene carácter continuativo, confirmada por la repetición del adverbio con el que comenzaba esta unidad (aún, todavía, ya). Su sentido es: “¿por qué sigues molestando todavía…?”.

El interrogante-advertencia resulta, por eso, extraño, porque muestra su inoportunidad y desencaje teniendo en cuenta que acababan de darle la noticia y ni siquiera tuvo el hombre tiempo de reaccionar. Se comprende que oculta en su trasfondo una velada crítica al comportamiento de Jairo nada más pisar tierra el Galileo. Como es natural, obvian declararlo explícitamente, pero manifiestan de forma encubierta el deseo institucional de que abandone respecto a él su actitud de adhesión y complicidad. Para los mensajeros, la muerte de la hija debía significar la vuelta atrás de Jairo, así que la utilizaron como pretexto para sugerirle diplomáticamente regresar a la obediencia oficial. Así mismo, para ellos, la noticia eliminaba, por innecesaria, la posibilidad del acercamiento del Galileo al entorno al que Jairo pertenecía. Por consiguiente, el anuncio de la muerte lograba el mismo efecto que la multitud en el caso de la mujer: interceptar y obstruir la aproximación que libera.

Terminan su interrogante refiriéndose al Galileo como “el maestro”. La pregunta completa se lee: “¿Por qué sigues molestando todavía al maestro?”. El título incluye una dosis de respeto y consideración. Con él admiten su capacidad para enseñar al estilo de los maestros de la ley. Pero ese mismo reconocimiento implica su rechazo a considerar como definitivo su mensaje.

Veamos ahora cómo el Galileo anima a su amigo pasando soberanamente de la amarga noticia sobre su hijita.

La reacción del Galileo se contrapone a la actitud distante de los anunciadores de la muerte. Marcos no desaprovecha la ocasión para describirla con sentido didáctico: “Pero Jesús, sin hacer caso del mensaje que transmitían”. Como en el caso de la mujer, Marcos lo llama por su nombre, Jesús, evocando su carácter liberador. Muestra su actitud de desacuerdo haciendo oídos sordos (“sin hacer caso”). Su desaire no es personal. Como señala Marcos: “al mensaje que transmitían”, afecta a la noticia. De modo directo, desdeña su contenido. El uso de la expresión “el mensaje” saca a la luz la oposición radical entre este mensaje y el que transmite nuestro protagonista.

Marcos hace coincidir el ademán esquivo del Galileo con las palabras que dirige a su amigo Jairo. Nuestro narrador las introduce llamando a éste por su cargo: “dice al jefe de sinagoga”.

Su breve alocución consta de dos frases cortas. La primera, en negativo, “no temas”, no responde a la lógica de los acontecimientos, pero sí a la que él sigue. A ella quiere llevarnos también Marcos. Lo normal habría sido dirigir palabras de consuelo ante lo irreparable, tratando de paliar la congoja que presumiblemente inundaba a Jairo. Sin embargo, Marcos no destapa en éste ninguna de sus emociones, interesado en que suene nítidamente la petición del Galileo, que le exige no ceder a las pretensiones de los mensajeros de la muerte y el miedo.

El verbo usado por el Galileo (temer, arredrarse, recelar) no se limita en su acción al espacio mental, sino que afecta a la totalidad de la persona, a su realidad física y a su dinámica. Temer genera un movimiento inverso al paso decidido dado por Jairo al aproximarse al Galileo. El miedo invade, paraliza e impide la decisión. Para quien ha tomado una opción de forma inconsistente, el temor provoca un paso atrás, incluso el regreso.

Los mensajeros de la inmovilidad habían incitado a Jairo a darse la vuelta. Le infundieron miedo presentándole el vacío con que interpretan la muerte de su hijita. Ellos no sienten por ella el cariño que ha conducido a Jairo a adherirse al Galileo en contra de todas las leyes que sacralizan la prudencia. Tampoco admiten que su proyecto otorgue la vida.  La llamada a su vuelta atrás se realiza bajo la justificación de que, en el caso de su hija, el desenlace fatídico no tiene remedio. Y ahí, en ese punto, donde el miedo presta cobijo a las dudas, el Galileo le exige a su amigo: “No temas”, o lo que es lo mismo, “No te vuelvas atrás”.

La segunda frase, tan breve como la primera, completa la petición del Galileo a Jairo: “ten fe únicamente”. El nuevo imperativo, esta vez en positivo (“ten fe”), acentúa la frase y la coloca al mismo nivel que la primera, equilibrando a ambas en energía y solidez. Desde ese mismo plano, tener fe es la actitud contraria a tener miedo. Las dos acciones responden a dos conductas de inversa orientación; una retrocede y la otra avanza; la primera enquista, la segunda proyecta; una resigna, la otra resiste y explora. Ambas se delatan en los pies y se diferencian por la oposición de sus rumbos. El Galileo solicita de Jairo proseguir el movimiento emprendido; desafiar a la atracción que ejerce el retorno al ideario institucional, al que los de su mismo grupo ideológico invocan como la única salida razonable.

Nuestro hombre de Galilea no le exige a Jairo asumir la ilógica de ningún misterio ni aceptar realidades ocultas o desconocidas. No hay religión en su exigencia. Únicamente le pide caminar en el sentido opuesto al del miedo que embauca con lo irremediable. El Galileo no replica a la muerte con la religión, sino con los pies que avanzan rompiendo el miedo. Él no se queda atrás, acompaña a su amigo.

Marcos no constata explícitamente ninguna reacción por parte de Jairo. Sin embargo, los datos ofrecidos en su narración dejan a las claras que él no cedió a la presión, sino que se mantuvo al lado del Galileo confiando en sus palabras. La intención de Marcos pasa porque el lector no desvíe su atención del Galileo, quien a partir de aquí recobra todo el protagonismo. Él ha aceptado el reto lanzado indirectamente por los pregoneros del desaliento. Marcos se encarga de mostrar la fuerza creciente de su oposición a todos los reticentes a su mensaje: “no dejó que lo acompañara nadie”.

La razón de esta severa disposición la encontramos sugerida en una expresión que se lee en el texto original: “con él”.

En la lectura hecha la hallamos sobreentendida en el verbo “acompañar”. Se traduce simplemente con el pronombre personal: “no dejó que lo acompañara nadie”. Para hacerla visible no cabe otra salida que reducir el significado del verbo: “No permitió ir a nadie con él” o elegir un significado con equívoco: “No permitió a nadie seguir con él”.

A nosotros nos importa saber que, usada en este contexto, esta fórmula (“con él”), tan característica y tan familiar para los lectores, revela su firme disposición de establecer distancia con todos aquellos que mantienen reservas respecto a su proyecto, o limitan su horizonte.

Su determinación hace patente la brecha abierta entre nuestro hombre y su grupo de seguidores, al que excluye junto a la multitud y a los lúgubres personajes venidos del entorno de Jairo. Se ha provocado, pues, un cambio total en el escenario, despejado ahora del enjambre de merodeadores que hasta ahora lo circundaba.

A pesar del carácter general de su medida, nuestro narrador anota una salvedad: “más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago”. Estos tres discípulos fueron exceptuados únicamente por decisión del Galileo, no porque les asistiera ninguna prerrogativa especial. Se fuerza el texto si se intenta interpretarlo en ese sentido. Detrás de esa mirada suele haber un evidente interés por destacar privilegios, ocultando miserias.

La pregunta surge inevitable, ¿por qué motivos hizo el Galileo la excepción con estos tres?

Lo comprenderemos al final del episodio – siguió diciendo Teófilaa—. De momento, recuerden que los nombres corresponden a los citados en la cabecera de la lista de los Doce y apodados con un mote. Marcos utiliza un solo artículo determinado (“el”) para denominar a los tres (literalmente: “…más que el Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago”). Esta forma singular de agruparlos desvela la ideología común que representan. La hermandad que nuestro narrador cita a conciencia al referirse a Juan no es la característica de la nueva sociedad, sino la que alimenta el deseo insaciable de dominar.

Los dos ambiciosos hermanos y el cabezota de Pedro constituyen el trío cabecilla que se intuyen detrás de la voz despectiva de los discípulos. Representan la actitud que niega al proyecto del Galileo su condición de alternativa y lo reducen a un programa de reforma política a la conquista del poder. Esta posición está hermanada con las ideas de los movimientos nacionalistas violentos que arrastran al pueblo a la muerte.  En sus efectos, coincide con el inmovilismo preconizado por los que vocean que la hija de Jairo está muerta y no se puede hacer nada por remediarlo.

Sin multitud ni pregoneros ni grupo de discípulos, acompañado de los citados anteriormente, la narración pasa directamente al momento de la llegada a la casa de Jairo: “Llegaron a la casa del jefe de sinagoga”. El término “casa” alude al entorno social al que pertenece Jairo. Su vinculación con él se determina precisando otra vez su cargo, “del jefe de sinagoga”. En el relato no se ha utilizado su nombre propio. Siempre en boca del narrador, la insistencia por tercera vez en su función justo cuando llegan al espacio donde se ha instalado la muerte apunta directamente a que por “casa” debe entenderse la institución sinagogal por la que se rige la sociedad judía.

Estamos, pues, en un nuevo entorno. Ha cambiado el escenario. Marcos lo describe a través de la mirada del Galileo: “y contempló el alboroto de los que lloraban gritando sin parar”. El verbo en singular desplaza a los acompañantes para destacar en un primer plano la figura observadora de nuestro principal protagonista.

El hecho que atrae su atención se reseña con un término abstracto, alboroto. Está generado por un colectivo humano que actúa al unísono.

Marcos dibuja en dos pinceladas la actitud del grupo que no cesa en su clamor. Con la primera: “a los que lloraban”, expresa los sentimientos inconsolables que embargaban al colectivo; y con la segunda, “a los que gritaban”, la vehemencia con que se desahogaban.

El alboroto refleja la conmoción interna de la institución sinagogal. Incapaz de superar el trance; la desesperanza quiebra su armonía social, ahogada en el desconsuelo, desequilibrada por la falta de salida. La desbocada situación interna descubre su impotencia. No les queda salvo el lamento inacabable.

Pasemos a ver ahora la radical oposición del Galileo al carnaval de gritos y llantos, y su atrevimiento ante el desesperado colectivo.

Marcos sigue dirigiendo el foco principal hacia su figura, concediéndole máximo protagonismo: “Luego entró y les dijo”. Nuestro narrador alude a su determinación de encaminarse al centro de donde procede el estrépito. Fija la atención del lector en las palabras que dirige a los autores del alboroto.

Su primera reacción en forma interrogativa resulta, cuando menos, sorprendente: “¿Por qué alborotan y lloran?”. Más que preguntar por los motivos que originan la confusión y el tumulto, que son obvios, cuestiona la validez de esa actitud de desconsuelo, poniendo en duda el hecho que la suscita. Nada más llegar y sin ni siquiera haber visto a la hija de Jairo, presentarse discutiendo seriamente la postura afligida, originada por el dramático suceso, no dejaba de ser una insolencia para los sufridos presentes.

La afirmación que lanza a continuación puede tacharse también de osada y gratuita: “La chiquilla no ha muerto, está durmiendo”. Aunque, al menos, ofrece una primera explicación a la pregunta con la que interrumpió los llantos: su extraña convicción — ¡todavía no había visto a la chiquilla! – de que ella no había muerto.

El término elegido para denominar a la hija de Jairo (niña, chiquilla) servía para designar a los niños pequeños; normalmente, de menos de siete años. Como veremos más adelante, la hija de Jairo tiene una edad que no está dentro de ese rango, pero, en esta ocasión, el Galileo lo usa con una carga de ternura para aludir, posiblemente, a que aún no había alcanzado la etapa de su desarrollo personal.

Con sus primeras palabras, afirmando que la chiquilla no había muerto, se opone a los que deploran con su tumulto lo contrario. Asegura como incierto lo que ellos han corroborado. Su aseveración final, “está durmiendo”, declara categóricamente que la niña aún vive. Sin haber comprobado los hechos, delata la falsa interpretación que han hecho los alborotadores al dar por irreversible una situación que todavía ofrece un hueco a la esperanza.

Detengámonos unos instantes para echar una ojeada a lo sucedido. No se ha dicho nada de la llegada de Jairo a su casa. No hay saludos ni abrazos emocionados ni comentarios ni pregunta sobre el final de la chiquilla. La entrada del Galileo ha sido, además, impropia en un ambiente de cierto rango social. Su chocante intervención superó sobradamente los límites de la incorrección y la inoportunidad. El contenido de su discurso, sin constatación previa de la realidad, puede ser juzgado con objetividad como irresponsable, cargado de precipitación. Esta falta de lógica en los sucesos nos certifica el sentido figurado de la narración.

La “casa” representa a la estructura institucional, a cuyo cargo estaba el personaje “hija” en proceso de crecimiento. La vida de la chiquilla se amparaba bajo la responsabilidad institucional. Jairo, al comprobar que los que tenían el deber de velar por su vida habían llevado a la niña a una situación límite, optó por situarse a favor del Galileo y en contra de la institución. Observen la similitud con el caso de la mujer. ¡Estamos en las mismas!

El contraste de pareceres entre el Galileo y los representantes institucionales es total. Éstos lamentan la situación irreversible del personaje bajo su custodia. El Galileo les quita la razón; para él, aún se está a tiempo. Los responsables del progreso humano de la niña la han enquistado en su desarrollo. Educándola en la represión de sus leyes y normas, la niña se ha anquilosado… Pero a ellos les vale la muerte. Se hacen necesarios con ella, la imbuyen en las mentes de las multitudes, atrofiando con el miedo la alegría del crecimiento libre. Su modelo educativo no tiene otro final.

Sin embargo, el Galileo considera superable lo que ellos estiman como definitivo. Lo definitivo no es la muerte, sino la vida. La estructura institucional no ha podido hacer sino lo que sabe: matar. El Galileo, en cambio, propone su alternativa, la vida plena.

Ante su conducta, los de la jarana optaron por mofarse de él. Pero él no se amilanó. Observemos los hechos.

El coro institucional reaccionó rechazando en tono de burla la actitud y las palabras del Galileo: “Ellos se reían de él”. No lo toman en serio. Con su choteo exteriorizan la seguridad que les daba el cadáver. Su resistencia a la vida los lleva a valerse de la mofa y el escarnio como instrumentos disuasorios. No tienen otros recursos. Sienten el riesgo de ver tambalearse su estéril infalibilidad. Como acomplejados, se defienden con el menosprecio intentando resquebrajar las convicciones del Galileo. Su reacción recuerda la también actitud irónica de los discípulos en la escena de la mujer.

La narración de Marcos verifica que el Galileo no se arrugó: “pero él, después de echarlos fuera a todos”.

Consolidando su protagonismo, Marcos resalta la incompatibilidad del Galileo con la soberbia estructura institucional. Nuestro narrador describe el hecho gráficamente en sus efectos prácticos: “habiendo echado fuera a todos”. No dejó ni a uno.

El Galileo no se desalentó ante el pulso que le echaban los representantes de la institución. Antes bien, desestimó su inútil y perniciosa presencia, expulsándolos sin contemplaciones del lugar donde albergaban al personaje femenino de nuestro relato. Despacharlos fue el gesto con el que eliminaba su influjo letal sobre la chiquilla. Al igual que la mujer se quitó de en medio la ley como primer paso hacia su liberación, el Galileo suprime la carga mortal que pesa sobre la niña. Anulando la funesta presión institucional sobre nuestro personaje femenino, hacía posible que se reestablecieran las condiciones ideales para su progreso humano.

Nuestro narrador sigue plasmando con apuntes sobrios y magistrales la actuación del Galileo. En la traducción que seguimos hemos leído: “se llevó consigo al padre de la chiquilla, a la madre y a los que habían ido con él”.

Toma consigo solamente al padre de la niña y a la madre, a sus acompañantes…”.

Fíjense en esta cuestión. Las traducciones tratan de facilitar la comprensión del texto volcando su contenido de un esquema de lenguaje a otro, de forma que se mantenga la máxima fidelidad a la idea original. Pero al hacerlo, a veces se pierde algo por el camino. Por eso conviene basar las explicaciones en el texto fuente sin perderlo nunca de vista. Vamos a releer la frase desde ahí:

Toma consigo al padre de la chiquilla, a la madre y a los con él”.

Teófila resaltó esas dos últimas palabras, con él.

Miren, esto es importante según nos indica el presente “toma consigo” que Marcos coloca como un aviso para el lector. Tomar consigo se opone a echar. A unos, los lamentadores, se los ha quitado de encima; se lleva a su lado, en cambio, al padre, la madre y a los con él. Fíjense en esta cuestión, las dos acciones y los dos colectivos representan un valor determinante para la vida de la hija de Jairo. Tras retirar del entorno de la niña las condiciones que la han arrastrado a su nefasta situación, va a reestablecer las que sí son esenciales para su vida.

La expresión “el padre de la chiquilla” se emplea por primera vez para referirse a Jairo. En esta unidad siempre ha sido denominado “jefe de sinagoga” por el interés del narrador en resaltar el ambiente institucional en el que la niña estaba inmersa. Ahora, el término “padre” asociado al de “chiquilla” representa la acogida, la ternura, la generosidad, el amor y la lealtad como valores esenciales para el desarrollo pleno de la vida. Se elude el papel de amo y señor que normalmente se atribuía al padre y que habría tenido el vocablo “padre” escrito aisladamente. Porque, al mismo nivel que el padre se menciona a su madre: “a la madre”. En este caso, el término no necesita acompañamiento para matizar su sentido. La palabra “madre” no conlleva equívocos. Lo dice todo. Padre y madre son títulos que triangulan sobre la chiquilla. La relación amorosa entre ambos genera la igualdad que impide el dominio. Ese entorno permite a la chiquilla el equilibrio personal y social del amor compartido entre iguales. No es la ley, sino la generosidad la que establece las condiciones idóneas necesarias para que la vida alcance su esplendor.

La identificación de los otros sujetos a los que “toma consigo” se hace mediante la fórmula: “y a los con él”, en la que ya habéis reparado. Marcos no desea que pase inadvertido lo que representan los personajes ocultos en ella. Aún habiéndose llevado el Galileo a los más cabezones y recalcitrantes, ellos representan a la nueva sociedad. A pesar de que en la mente de los tres domina la desconfianza hacia su proyecto, este la suple cobijándolos bajo su lealtad, la que hace cómplices. Es evidente que Marcos no ha tratado de disimular las reticencias de los discípulos respecto al mensaje, antes bien, las airea para que sus lectores, pendientes de comprometerse, se estimulen al ver que su resistencia a hacerlo y sus obcecaciones no son mayores que las de aquellos que acompañaron al Galileo. La sociedad alternativa representada por el Galileo con los tres cabecillas-cabezotas de sus amigos constituye el espacio ideal para la vida de la chiquilla.

Marcos vuelve a intensificar la luz sobre la figura del Galileo recargando su protagonismo: “y fue adonde estaba la chiquilla”. Nuestro hombre se dirige resueltamente hacia el lugar donde habían ubicado a la chiquilla; un espacio impuro según las prescripciones legales, porque allí estaba depositado el supuesto cadáver.

Tras las condiciones anteriores, significadas por los personajes que acompañaban a nuestro protagonista, había que optar necesariamente por el acercamiento. Esa fue la lección de la mujer. Sin dudarlo, el Galileo atraviesa la línea fronteriza que apercibe del peligro de contaminación. Él ya viene contagiado. La mujer estigmatizada le ha infectado al agarrarse a él. Por otra parte, el Galileo no acepta la impureza ni tampoco la muerte. Él es dador de vida. Y para aportar vida, no hay más remedio que apestarse con quien la ley ha declarado impuro.

El Galileo establece las últimas condiciones que la vida requiere. Lo primero será una mano a punto y una invitación comprometida.  Veámoslo.

Una vez en el sitio, el Galileo no se quedó indeciso, dando vueltas y analizando la situación. Fue al grano y se acercó al máximo: “tomó a la chiquilla de la mano”. No se conformó con entrar en el círculo de lo impuro. Acudió a la praxis subversiva de la mano y transformó su cercanía en contacto y comunicación. El indefinido “tomó” concreta su arrojo y su compromiso al vulnerar flagrantemente la ley divina (Nm 19, 11ss.).

El compromiso del Galileo no se limitó al simple tacto. De igual modo a lo ocurrido en la escena de la mujer, la relación se estrecha cuando la mano se aferra. En el caso anterior, fue la mujer la que, rompiendo moldes, utilizó su última posibilidad y se agarró a la vida. En éste, el Galileo pone la vida a disposición de quien carece de posibilidad. Su mano está presta a la ayuda, no se entrega a medias.

En esas condiciones, Marcos introduce la petición que dirige el Galileo a quien todos declaraban muerta.

Su breve alocución se redujo a dos palabras que Marcos transliteró al griego conservando su sonido original arameo: “Talitha qum”. En arameo, la pronunciación “Talitha” equivale a muchacha y el sonido “qum” corresponde al imperativo levántate, de la raíz levantarse o ponerse en pie. Estas palabras arameas de nuestro protagonista, destinadas a la chiquilla, mientras prende su mano, la invitan a recobrar las posibilidades que le habían sido robadas.

Al recordar el sonido de las palabras arameas, Marcos ha querido preservar la resonancia de la fuerza expresiva del Galileo. Pero regresa al instante a su cometido y a la lengua que entienden sus lectores: “que, al traducirse, significa”.

Su traducción la encontramos de la siguiente manera: “Muchacha, a ti te digo, levántate”. El término griego traducido por “muchacha” es un diminutivo de otro vocablo con significación de mujer joven, doncella. Al hablar directamente a la chiquilla ha cambiado la forma de llamarla. “Muchacha” conserva la afectuosidad, pero con esa nueva denominación el Galileo comparte su protagonismo con ella, cambiando el enfoque sobre el personaje, al que sitúa en su momento más crucial: a las puertas de la juventud, del sexo, de su esplendor; próxima al matrimonio, a su maternidad, a la madurez humana.

La expresión que sigue, “a ti te digo”, no corresponde propiamente a la traducción de las palabras arameas. Ha sido incluida libremente por Marcos para realzar la energía de la llamada del Galileo, concentrada exclusivamente sobre la jovencita. Con esta misma expresión se dirigió también al paralítico al pedirle que se levantara. Marcos ha querido que su eco resuene en la individualidad de cada lector.

El imperativo “levántate”, utilizado anteriormente con el paralítico (2, 11) y el hombre de la mano atrofiada (3, 3), emplaza ahora a la muchacha a realizar el postrer esfuerzo para demostrar, en contra de las tesis sostenidas por los representantes institucionales, que tiene la vida a la mano. El calor del absolutamente rebelde hombre de Galilea, la resonancia de sus palabras estimulantes y esperanzadoras completan las últimas condiciones para que la muchacha se acoja a la auténtica vida, la que da su proyecto.

Entremos a ver, ahora, cómo la muchacha se pone en pie y da sus primeros pasos ante el asombro de los acompañantes.

Marcos resuelve en este final el suspense llevado hasta aquí durante toda la narración. Lo hace describiendo sencillamente la reacción de la muchacha ante el requerimiento del Galileo: “inmediatamente se puso en pie la muchacha y echó a andar”.

Marcos expresa un principio fundamental de la praxis de nuestro protagonista: su radical resistencia ante la resignación, que no da margen a la pasividad: “inmediatamente”. El fruto eficaz de su indisciplina se reseña con dos acciones por parte de la muchacha.

La primera de ellas, “se puso en pie”, supone la respuesta instantánea a la invitación. El primer movimiento de la salida fulgurante hacia la vida se realiza recuperando la dignidad humana. Ponerse en pie significaba escapar del mundo inerte en el que la habían sumergido los intérpretes y administradores de la ley divina. El fuerte apoyo de la mano del Galileo y la seguridad de su compromiso bastaron para posibilitar su futuro. Marcos no deja margen a la duda y repite el término a quien están referidas las dos acciones: “la muchacha”. La que decían insistentemente que estaba muerta se puso de pie. Lo cual confirmó lo que mantuvo con firmeza el Galileo, que no lo estaba.

Mientras la institución tiene a la muerte como referencia e impide la vida exigiendo resignación, el Galileo no se doblega, rechaza aceptar la muerte y se pringa invitando a vivir.

La segunda de las acciones se dibuja gráficamente con el verbo “echó a andar” (literalmente, “caminaba”), que implica un movimiento no puntual sino continuado. El hecho de andar no respondía a la petición del Galileo, como ocurrió en el episodio del paralítico donde aparece también en esta misma forma verbal. En este caso, salió directamente de la muchacha a modo de impulso reflejo. El movimiento de avanzar aparece como la primera consecuencia de comenzar a ser y sentirse persona. Es el efecto natural tras la decisión de ponerse de pie. Representa el empuje de la vida encontrada.

El dato aportado por Marcos en este momento culminante del relato logra encajar todas las piezas: “tenía doce años”. La muchacha es un personaje representativo; encarna al pueblo. Cuenta con los mismos años que la sangrante mujer llevaba padeciendo su dolorosa enfermedad. El tiempo que ha durado la sombría vida de la chiquilla coincide con el que la mujer ha estado soportando su arrumbamiento. Si para la mujer se habían cerrado las puertas a las relaciones sociales, sexuales, al goce, a la fecundidad, a la libertad, para la muchacha no llegaron ni a abrirse. La coincidencia en el dato (“doce años”) no es casual. Marcos, como decíamos al principio de esta narración, injertó un relato en otro, de manera que se transmiten sus esencias entre ambos. Se descubre así que la estructura institucional que cerraba todos los caminos a la mujer, penalizándola por su condición femenina, sentía, en el fondo, verdadero pánico a su capacidad de generar vida al margen de su control. Siembra, pues, la cultura de la muerte y condena sin porvenir al pueblo.

El Galileo presentó su proyecto como alternativa capaz de devolver la vida al pueblo. En él se dan las condiciones que el pueblo necesita. Su programa social, basado en la cohesión, la lealtad y la igualdad, e impulsado por la libertad, la generosidad y el cariño, pone las bases para que el pueblo pueda alcanzar la vida que anhela. Pero, eso sí, la alternativa es incompatible con el sometimiento. El Galileo echó fuera sin miramientos ni escrúpulos a los que detentaban la representación de la divina ley. Los tres cabecillas pudieron observarlo; la vida que desea el pueblo se consigue con las condiciones establecidas por el Galileo en su propuesta. También pudieron comprender que, para que el pueblo pudiera recobrarla, era necesario comprometerse, acercarse a él, coger su mano, y ofrecerle la seguridad de estar apoyándolo en el momento en que se pusiera en pie y echase a andar.

De haberse tratado de un suceso real, la reacción de los presentes debería haber sido exultante, apoteósica. Marcos, sin embargo, la cuenta con una escueta frase: “y se quedaron viendo visiones” que responde al sentido figurado del relato.

La fórmula está construida sobre la base de un sustantivo (estupor, éxtasis) perteneciente a la misma raíz que el verbo al que acompaña (dejar estupefacto, dejar extático). Este esquema responde probablemente a un semitismo de la tradición que subyace en el escrito de Marcos, que podríamos traducir por: “Se quedaron extraordinariamente sorprendidos”.

Una pista importante para entender el sentido de la frase la obtenemos del episodio del paralítico donde hallamos esta misma raíz verbal resumiendo la reacción de los presentes: “se quedaron atónitos”. Tanto en este relato, como en aquél, el asombro se produce cuando la gente constata la capacidad operativa del mensaje del Galileo. La posibilidad de caminar con dignidad y autonomía resultaba impensable en quien carecía por completo de facultades para hacerlo, el paralítico, lo más parecido a un muerto. En nuestro episodio, Marcos confirma el asombro de los escogidos acompañantes del Galileo ante la palpable demostración de la suficiencia de su proyecto para devolver la vida al pueblo.

Nos quedan para finalizar las últimas instrucciones del Galileo y su salida de la escena.

Marcos relata los dos encargos de nuestro protagonista a sus acompañantes. El primero, “les advirtió con insistencia que nadie se enterase”, comporta severidad y tiene carácter de mandato (“advirtió”). El objeto del aviso se refiere al mantenimiento de la confidencialidad respecto a los hechos acontecidos con la chiquilla.

Desde una contemplación realista de los sucesos, la recomendación es insólita e irrealizable. ¿Cómo iban a poder guardar en secreto algo tan notorio? Y ¿cómo podrían los padres de la muchacha contener el manantial de alegría, de la que dicho sea de paso, no hay indicación alguna en el texto?

Tampoco se entiende la advertencia del Galileo de mantener sigilo sobre el asunto, si con antelación él había asegurado que la niña no estaba muerta sino dormida. Siendo así, el hecho no escondía nada de extraordinario ni suponía ninguna sorpresa para los que no estuvieron presentes. Puede interpretarse, incluso, como paradójico el encargo del Galileo de mantener reserva sobre lo sucedido.

No se puede encontrar la razón de la recomendación de nuestro protagonista desde un enfoque distinto al de Marcos. Su perspectiva es otra. Lo ha aclarado al referir la edad de la niña (“doce años”). La advertencia del Galileo adquiere significado cuando se comprende el intenso simbolismo de la narración. Él no se refiere a silenciar el hecho de devolver la vida al pueblo, sino al procedimiento con que lo ha llevado a cabo.

Desvelar la práctica subversiva de su proyecto supone enseñarle las cartas al sistema criminal. Es preferible que sean los hechos los que denuncien su gran fraude. Dense cuenta cómo el acento no se pone en que se mantenga el secreto, sino en evitar que se enteren (“Les advirtió con insistencia en que nadie se enterase”).

Esa práctica pertenece exclusivamente a los íntimos, los que han asumido el compromiso individual con su proyecto: la mujer, Jairo y, aunque a medias, los discípulos. Divulgar la noticia entraña el riesgo de facilitar la estrategia al propio asesino.

Marcos, aparentemente, no siguió la recomendación del Galileo y puso por escrito el proceso seguido por él para devolver la vida al pueblo. Pero lo hizo con la suficiente inteligencia como para que no pudiera ser reconocido, salvo… desde la complicidad…

Con su segunda indicación termina la actuación de nuestro protagonista: “y encargó que se le diera de comer”. La acción, “encargó”, no señala a ningún destinatario. Generaliza, por tanto, a los responsables de llevarla a cabo y desvía el centro de gravedad sobre lo encargado, “que se le diera de comer”.

Esta última instrucción, “que se le diera de comer”, alude a la responsabilidad universal ante esa necesidad básica del pueblo, la que produce su desfallecimiento físico. El pueblo necesita con urgencia sobrevivir. El hambre es su problema más acuciante. La respuesta compete a todos, pero “los con él”, como sociedad alternativa, tienen por cometido aportar la solución.

Como en las mejores novelas de suspense, el último infinitivo (“comer”) descubre al oculto criminal, a los máximos responsables de la muerte de la niña: Los acaparadores de la tierra y de lo que ella produce.

El problema del hambre será tratado por Marcos con amplitud más adelante como tema fundamental de su enseñanza. Por el momento, en forma de colofón a su relato, alude a la gran responsabilidad humana hacia el pueblo moribundo, sobrado únicamente de carnavaleros lamentando y llorando su situación.

La narración termina con el foco centrado sobre la figura del Galileo: “Y salió de aquel lugar”. El verbo en singular, “salió” ignora a los discípulos. El adverbio “de allí”, traducido por “de aquel lugar” deja imprecisa la ubicación, como corresponde al sentido figurado del relato; determina, también con vaguedad, la amplia zona ideológica donde domina la cultura de la muerte; y por último, cumple una función de nexo con el siguiente episodio, al tiempo que cierra esta narración.

3 comentarios

  • oscar varela

    Hola!
     
    El Sistema vigente había decretado  la Muerte de la Joven-Pueblo.
    El Galileo les desbarata el negociado del miedo.
    ………………….
     
    El Sistema vigente decretó  el AJUSTE ¡a Muerte!
    ¿Quién les desbaratará el negociado del miedo?.
     

  • mª pilar

    Siguiendo con el comentario de Oscar en respuesta a Carmen:

    ¡Nuestra Carmen! Mujer fuerte y emprendedora.

    Quizá Jesús no habló de la mujer de manera ¡exclusiva!

    ¿Será  porque todo el pueblo estaba herido?

    ¿Quizá, porque si lo hacía de manera exclusiva, en aquel lugar y tiempo, no se hubiese comprendido nada?

    Pero jamás dejó a la mujer abandonada a su suerte, aunque ello le pusiera al pié de los “caballos”.

    La mujer Cananea duele cuando se “escucha-leyendo” ella no se dejó amedrentar, y le abrió los ojos; eso es extraordinario en una mujer de su tiempo ¿no nos estará dando otro mensaje que no sabemos ver?

    Él, no dudó en ningún momento ante la explicación de la mujer, y alabó su coraje y la puso como ejemplo.

    Creo que nos olvidamos del  tiempo en que sucede, el país, sus leyes y costumbres…

    Si hoy, todavía, las mujeres estamos en pañales de alcanzar una igualdad justa y necesaria para una vida coherente y humanamente eficaz, justa,  productiva en todos los niveles.

    Con todo mi cariño Carmen, solo es, un pensamiento.

    mª pilar

  • oscar varela

    Hola!
     
    Retomo el Comentario en Entrega 20, de Carmen (Almendralejo) 21-Octubre-2012 – 10:21 am
    Me parece substancioso y superador.
     
    Supera la imago-idea-teológico-religiosa de un “Jesús = el que se las sabe todas”.
    Si fue individuo-varón, no está nada mal descubrirnos que fue eso: individuo-varón.
     
    Dice Carmen:
    –  el propio Jesús permanecía sin ver el dolor oculto de la mujer…
    –  a la mujer nadie nos ha regalado nada,
    –  somos nosotras las que hemos ido al encuentro
    –  estando en la búsqueda de aquello que nos denigra.
    –  Todas están en camino
    –  La Cananea recrimina a Jesús que no supo ver su PALABRA
    –  Todas en  progreso buscamos y exigimos,
    –   se nos dará, quitará…
    –  Jesús (solamente) supo ver,
    –  lo que ellas ya vieron y pidieron
    ……………
     
    En este caso de la Muchachita “muerta”
    ¡Clamor de Vida por ser Muchachita-Pueblo!
     
    El Galileo capta y acompaña el Clamor
    No crea el Clamor, lo acompaña con brazo de compañero:
    ¡Levántate y vamos!
    ………………….
     
    T E   Q U I E R O
    Mario Benedetti
     
    Tus manos son mi caricia
    mis acordes cotidianos
    te quiero porque tus manos
    trabajan por la justicia

    si te quiero es porque sos
    mi amor mi cómplice y todo
    y en la calle codo a codo
    somos mucho más que dos


    tus ojos son mi conjuro
    contra la mala jornada
    te quiero por tu mirada
    que mira y siembra futuro

    tu boca que es tuya y mía
    tu boca no se equivoca
    te quiero porque tu boca
    sabe gritar rebeldía

    si te quiero es porque sos
    mi amor mi cómplice y todo
    y en la calle codo a codo
    somos mucho más que dos


    y por tu rostro sincero
    y tu paso vagabundo
    y tu llanto por el mundo
    porque sos pueblo te quiero

    y porque amor no es aureola
    ni cándida moraleja
    y porque somos pareja
    que sabe que no está sola

    te quiero en mi paraíso
    es decir que en mi país
    la gente viva feliz
    aunque no tenga permiso

    si te quiero es porque sos
    mi amor mi cómplice y todo
    y en la calle codo a codo
    somos mucho más que dos.

    ··················
     
    IBA LA FELICIDAD
    Juan Laurentino ORTIZ (juanele)
     
    Iba la felicidad
    en cuatro remos volando
    en el cielo del río
    hacia el fondo de la tarde.
     
    La felicidad buscaba
    el secreto de la tarde,
    y no podía encontrarlo,
    pues   su   misterio   huía
    cada vez más, de tan diáfano.
     
    . . .Y no podía encontrarlo.
    Pero cantó, y el sensible
    cristal íntimo se hirió:
    el canto había encontrado
    el  secreto  de  la  tarde.
     
    A cuatro remos venía
    la felicidad aleteando
    desde el fondo de la tarde.
     
    Un  largo  rosa  espectral
    era el cielo del río.
    La felicidad venía
    de doble sombra callada.
     
    Un hastío  de  agua-fuerte
    era el paisaje del río.
     
     
    Pero arriba se abrían guiños
    de innumerable dulzura.