UN PASO, UN MUNDO – Salvador Santos – “Destilado” de Oscar Varela
El naufragio de los cerdos
Vimos en la Entrega anterior El hombre esclavo (2 Actos)
- 1er. Acto: El hombre encadenado
- 2do. Acto: El hombre se descubre a sí mismo
Ahora vemos:
- 3er. Acto: Los cerdos.
Fascículo 15 – EL NAUFRAGIO DE LOS CERDOS
(Mc.5,11-13)
TERCER ACTO
Como estamos dividiendo la escena por actos, estableceremos una pequeña unidad dedicada en exclusiva al asunto de los guarros. Este sería el tercer acto, el que llamaríamos: “Los Cerdos”.
“Había allí, en la falda del monte, una gran piara de cerdos hozando. Los espíritus le rogaron:
— Mándanos a los cerdos para que nos metamos en ellos.
Él se lo permitió.
Salieron los espíritus inmundos y se metieron en los cerdos; y la piara se precipitó acantilado abajo hasta el mar, unos dos mil, y se fueron ahogando en el mar.” (Mc 5, 11-13).
Una vez ultimada la imagen del hombre-esclavo, el narrador cambia el decorado de la escena antes de dar entrada en el cuadro a los llamativos personajes que intervendrán en este nuevo acto. Lo hace escribiendo: “Había allí, en la falda del monte”.
Como en cualquier otra historia, el comienzo, “había”, atrae la curiosidad, orienta la mirada al paisaje, retiene la expectación por conocer a los nuevos protagonistas a los que se alude. La puntualización, “allí”, acapara la atención al enfocar toda la luz en el lugar todavía indeterminado donde Marcos desea que los lectores observen sin distracción.
Si nuestro narrador hubiese pretendido que sus lectores imaginaran un paisaje cualquiera, habría terminado ahí la frase diciendo: “había allí”, sin más especificaciones, dando entrada a renglón seguido a los personajes. Sin embargo, ha querido dibujar con detalle el sitio, porque, con los nuevos protagonistas, forma parte esencial de la enseñanza que quiere transmitir.
Cualquier lector poco avispado se quedaría en una visión puramente apacible y poética de la imagen que aparece: “en la falda del monte”. Marcos, por el contrario, ha cargado de significación la estampa.
El monte este no es un monte cualquiera. Conectado a los citados antes por Marcos con el fin de denunciar la esterilidad de los sistemas religiosos para encauzar las más hondas reivindicaciones humanas, ese monte representa el concepto religioso bajo cuya protección se amparan los personajes que a continuación van a aparecer en el escenario, ocupando el lugar relevante reservado para ellos.
Con la aparición de tan importantes figuras, se completa el marco a partir del cual dará comienzo la acción: “una gran piara de cerdos hozando”. Podrían haber sido otros animales; ovejas, por ejemplo, que en la zona eran abundantes; pero no, Marcos ha preferido cerdos.
De acuerdo con su preceptiva legal, el cerdo estaba considerado por los judíos como animal impuro (Lev 11, 7; Dt 14, 8), hasta el punto de que preferían morir antes que comer su carne (2 Mac 6, 18-21). En el evangelio de Mateo se advierte en sentido figurado de su hosquedad y su peligrosa hostilidad frente al mensaje, situándolos junto a los perros, que entonces vivían en estado semisalvaje y no eran apreciados: “No deis lo sagrado a los perros ni les echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y además se vuelvan y os destrocen” (Mt 7, 6).
El término, según los textos rabínicos de la época, pertenecía al lenguaje común para designar a los extranjeros de naciones hostiles, especialmente a los de la potencia dominante: Roma. Los cerdos aparecidos en nuestra escena son una alusión directa a los romanos invasores, ocupando sin obstáculos todo el terreno situado “al pie del monte”. A los lectores judíos de la época de Marcos les resultó muy fácil ver en esta imagen a las tropas imperiales, invadiendo el país hasta posicionarse alrededor de su centro neurálgico, el monte donde se ubicaba el templo de la capital, Jerusalén.
De las cuatro legiones que componían en tiempos de Marcos la fuerza militar romana establecida en la provincia de Siria, de la que dependían directamente Palestina y la región de la Decápolis, donde se sitúa este relato: La Legión VI “Ferrata”, la X “Fretensis” y, con más inseguridad, la III “Gallica” y la XII “Fulminata”, la segunda de ellas, la X “Fretensis”, llevaba en su estandarte, como símbolo representativo de la unidad, ¡un cerdo salvaje!
Los judíos llegaron a conocer muy bien a la Legión X “Fretensis”, a la que atacaron violentamente en su campamento del Monte de los Olivos durante el asedio romano a Jerusalén, llegando casi a aniquilarla. Una vez recuperada, fue una de las que levantó su estandarte en el recinto exterior del templo poco antes de ser destruido por completo. Con posterioridad a la devastación de Jerusalén, la Legión X quedó acampada junto a la capital. A finales del siglo II aún permanecía allí.
Nuestro narrador no ha querido quedarse corto y habla de “una gran piara”. El dato tiene que ver con el numeroso contingente (“legión”) de fuerzas armadas ocupantes. A su vez, con la descomunal potencia ideológica y económica al abrigo de este poderío militar. La gran manada, que Marcos ha hecho aparecer ocupando el lugar junto al monte, ilustra gráficamente la situación de invasión y sometimiento padecida tanto por la demarcación de la Decápolis como por el territorio judío.
Marcos también pudo utilizar aquí un punto y aparte. Sin embargo, colocó la guinda, al precisar en qué se entretenía la gran piara de cerdos junto al monte: “hozando”. Esta tarea de engullir alude a la finalidad económico-financiera de la ocupación. El que invade y domina busca su propio engorde. Así pues, tras el continuado movimiento de los cerdos pastando junto al monte que les da sosiego en su actividad de poner tripas, se percibe una dinámica económica subyacente.
El decorado de Marcos exhibe con elocuencia el entorno donde se desarrollará posteriormente la acción. Con altiva e inútil quietud, la religión (el monte) ornamenta todo el espacio. A su amparo, el colosal patrimonio (gran piara) de los poderosos, siempre en la sombra. Desde el sagrado cobijo se apoderan de la región, invadiéndola (cerdos), con el único objetivo de incrementar sus beneficios económicos (pastando).
La fuerza militar, el poder político y la estructura económica, aliados con la religión, son los brazos con los que el sistema ejerce su actividad estranguladora sobre personas y pueblos.
— A todo esto…, con los cochinos en el escenario, Marcos introduce la primera intervención: “Los espíritus le rogaron”. En el texto original griego se lee literalmente: “Y le rogaron a él, diciendo”. Como pueden apreciar, el término “espíritus” no aparece.
La traducción incluye al sujeto omitido en el texto original: los espíritus para ayudar a la comprensión del lector. Nuestro narrador ha optado por la ambigüedad; ha preferido la penumbra, porque de esa manera, sigue concediendo el protagonismo del suceso al hombre esclavo, aunque haciendo ver el estado de alienación al que le han conducido las ideologías que contaminan su personalidad, confusa durante gran parte del relato.
La firmeza de la petición de los indefinidos sujetos a los que señala el plural de los verbos: “Déjanos ir a los cerdos para que nos metamos en ellos” corrobora el convencimiento del hombre, al tiempo que justifica la inclusión en la escena de semejante marranería. La expresión imperativa, “déjanos ir”, concreta los deseos del esclavo que sitúa las ideas violentas en el umbral de su pensamiento, a punto de ser desechadas.
Aunque las dos acepciones son válidas, es preferible leer: “déjanos ir” en lugar de “mándanos” porque encaja mejor en el contexto. Así, se reconoce: al hombre esclavo la iniciativa de sacudirse tan incómoda rémora y a las turbias ideologías la búsqueda del lugar idóneo donde instalarse (“para que nos metamos en ellos”). El mismo texto de Marcos justificará de inmediato la razón de haber elegido esa traducción.
Marcos da cuenta de la postura del Galileo: “Él se lo permitió”. ¿Ven? Esta actitud permisiva concuerda con el sentido escogido para la petición: déjanos ir en lugar de mándanos. La actuación del Galileo se reduce a no impedir.
Fíjense ahora en lo siguiente: En la anotación de Marcos, no se especifican los sujetos a que se refiere esta afirmación (“él se lo permitió”). En el texto original ni siquiera se escribe el pronombre personal (“él”) incorporado por la traducción para hacer referencia al Galileo. Nuestro protagonista está únicamente supuesto por el sentido de la narración. En el texto griego, sí aparece, en cambio, el pronombre en plural “a ellos”, prolongando la vaguedad respecto a la identificación del otro (el hombre) u otros personajes (los espíritus). En la frase destaca el verbo permitir con el que nuestro fino narrador transmite con nitidez el concepto de no intervención por parte del Galileo.
Marcos ahonda con su enseñanza. A la ideología violenta del sistema, opone el Galileo el mayor obstáculo que ella podría esperar: la libertad. La libertad del hombre la condena al fracaso, permitiéndole como último recurso su regreso al lugar donde fue engendrada, ¡a los cerdos!
Marcos ha usado las palabras justas para resaltar el hecho de que la liberación no es fruto de una actuación mágica del Galileo sino que se realiza cuando el esclavo adopta la firme decisión de salir de su sometimiento. Por eso, mientras con anterioridad identifica explícitamente a nuestro protagonista en tres ocasiones, ahora lo deja intuir tras una veladura, evitando referirse a él ni tan siquiera con un pronombre.
A continuación, Marcos describe la opción aceptada por el hombre: “Salieron los espíritus inmundos y se metieron en los cerdos”. La frase cuenta sucintamente que ocurrió lo previsible.
El primer movimiento, “salieron”, determina el instante en que el esclavo se desprende del lastre agobiante. El dato puede parecer intrascendente, pero una mirada atenta nos permite descubrir los efectos de la acción.
A partir de producirse la liberación, desaparece de forma instantánea la confusión que dificultaba saber quién actuaba, él o las ideologías alienantes. Una vez recobrada por el esclavo su identidad humana se citan con claridad los sujetos que “salen”: “los espíritus inmundos”; es decir, la fuerzas ideológicas que trabajan en dirección contraria al proyecto humano.
El segundo movimiento, “entrar”, mantiene una correspondencia directa con el primero (“salir”). Una vez fuera del hombre, las cochinas ideologías invaden los cerdos. Marcos parece avisar: las ideas originarias del sistema no viven sueltas ni aisladas. Por su misma naturaleza, son invasoras, requieren para subsistir colectivos que las apliquen y las lleven a cabo.
Lo que no entraba en lo previsto fue el efecto irremediable causado por la entrada de los espíritus inmundos en los cerdos: “y la piara se precipitó acantilado abajo hasta el mar”.
Y, sobre todo, no pierdan de vista lo esencial; observen: el fatal destino de cerdos e ideologías se produce como consecuencia directa de la recién inaugurada libertad del hombre esclavo.
Fíjense en la maestría de Marcos. Detalles aparentemente anecdóticos de la narración se transforman de su mano en apuntes importantes por el sentido figurado contenido en ellos. Nuestro narrador se ha servido del soporte de los cerdos para exponer que el ser humano se libra definitivamente de la tiranía cuando rechaza la ideología que los tiranos abanderan y se decanta por la libertad.
Lo que los discípulos querían lograr por medio de la violencia revolucionaria, derrotar al imperio romano, el Galileo les asegura que lo consigue la libertad puesta en práctica: “la piara se precipitó acantilado abajo hasta el mar…”.
El movimiento de arrebato de la piara (“se precipitó”) contrasta con su apacible campear previo junto al monte. El enorme patrimonio pasa de una relajada actividad de engorde ininterrumpido al inquietante estado de excitación manifestado por su acción impulsiva.
Este cambio ocurre cuando el hombre esclavo comienza a ser libre. En tanto el ser humano está esclavo, el aparato del poder político, social y económico, así como los poderosos que lo mueven, se atocinan y robustecen. Cuando accede a la libertad, pierden el sosiego y entran en estado de agitación.
La esclavitud es el cebadero del que se nutre el sistema. Sin ella, hasta el imperio dominante pierde su energía, entra en fase crítica y se coloca al borde de su ruina. El sistema violento no teme el enfrentamiento directo, sino perder el sustento que le proporciona la sumisión. El final del sistema se inicia con la libertad de los humillados.
La movilización de tan abundante marranería ratifica lo descaminado que iba el hombre. El ideario del gran imperio le procuraba su desvarío. La fórmula con la que Marcos explica la dirección tomada por la piara en su precipitación advierte sobre un camino rápido y suicida: “desde lo alto del barranco” o “barranco abajo”. Cualquiera de las dos traducciones dibuja plásticamente la caída libre por un itinerario corto y sin vuelta atrás.
Ante la libertad propuesta por la sociedad alternativa, el credo de los poderosos se desvanece y, desorientado, se lleva por delante la fuente de su riqueza.
Aún así, lo peor, según Marcos, no es el derrumbe sino el lugar donde termina: “hasta el mar”, que determina el espacio natural propio de las ideologías que desnaturalizan al ser humano. Su ahogamiento en el mar certifica su hostilidad hacia el proyecto humano y el carácter definitivo de su final.
Para disipar dudas respecto a ese último aspecto, no tiene reparos en reiterar: “y se fueron ahogando en el mar”. No es casual que relate la circunstancia del fatal desenlace como un suceso progresivo que afectó a la totalidad de la piara. Apunta a que se produjo por sofoco, por asfixia; la manera característica de consumirse las ideologías. La inclusión de esta forma verbal (“se fueron ahogando”) bastaba para haber dado por concluido el incidente, pero Marcos, incluso a costa de restarle alguna relevancia al verbo, repite acentuando el valor simbólico del hecho: “en el mar”. El mar ratifica lo rotundo del final de las ideologías. El lugar desde donde declaran su hostilidad al proyecto humano será su tumba.
El apunte resulta aleccionador. Los integrantes de la sociedad alternativa no deben temer que el proyecto pueda acabar siendo tragado por el mar. Esa fue la reacción de los discípulos durante la tormenta en la barca: “Vamos a sucumbir ¿y no te importa?” Es la estructura ideológica de los imperios dominantes la que tiene perdido el futuro.
Entre las dos menciones del mar incluye Marcos una breve expresión: “unos dos mil”. La información sobre la cuantía de los cerdos tiene sentido aproximativo, pero no porque persiga acercarse a concretar el número de unidades de la gran piara. Aunque la expresión aparente rondar la exactitud, en realidad, la elude para impedir que el dato ensombrezca su verdadera intención: dar cuenta, exagerándola, de que esa enorme cantidad de gorrinos significaba el hundimiento total de la manada.
El abundante patrimonio está relacionado con la esclavitud y la pobreza. Para acumular mayor riqueza, se hace necesario generar abundante miseria. La libertad del hombre produce el desplome de esa perniciosa estructura económica. Salir de sus fauces la debilita.
Con esto, damos por concluido este tercer acto, el de los cerdos.
Hola!
Varias veces se ha venido comentando el Asunto: LA VIOLENCIA.
Tal vez sea un Problema que haya que seguir pensándolo.
Pareciera que en esta “trilogía” de las Entregas 15, 16 y 17 encuentra un buen lugar ese Tema.
El acicate de Pepe Blanco nos alerta de no acomodarnos a un fácil “pacifismo”.
La violencia:
* ¿es intrínsecamente mala?;
* ¿se puede evitar?
* ¿totalmente?
* ¿eficazmente: cómo?
* etc.
…………….
Leo de Salvador:
1.- El sistema violento no teme el enfrentamiento directo, sino perder el sustento que le proporciona la sumisión. El final del sistema se inicia con la libertad de los humillados.
2.- el fatal destino de cerdos e ideologías se produce como consecuencia directa de la recién inaugurada libertad del hombre esclavo.
3.- En la frase destaca el verbo permitir con el que nuestro fino narrador transmite con nitidez el concepto de no intervención por parte del Galileo.
4.- La actuación del Galileo se reduce a no impedir.
5.- A la ideología violenta del sistema, opone el Galileo el mayor obstáculo que ella podría esperar: la libertad.
LA LIBERTAD del hombre la condena al fracaso.
………………
Al Tema de LA VIOLENCIA,
se le emparenta el de LA LIBERTAD (de ELECCIÓN).
Interesante ¿no?
¡Vamos todavía! – Oscar.
Ufffff….
Vuelvo a corregirme ¡¡¡lo siento!!!
La entrada estab en:
“Cómo se formó el poder absolutista-monárquico de los papas”…
mª pilar
Doy cuenta de errata:
La entrada que copié de Oscar, estaba en:
¿Tiene salvación la iglesia?
Disculpen.
mª pilar
Hola Honorio,
Me preguntas qué opino. Pues bien, esto es lo que opino, así de entrada y en una primera aproximación al texto: pide permiso.
Si quieres arrojar fuera de ti las ideologías que te esclavizan, pide permiso. Pídele permiso a Jesús. Y si tiene a bien concedértelo, oye, estupendo. Y si no, pues te aconsejo que leas a Eric Fromm, que es mucho más liberador y no requiere el permiso de nadie.
Aunque Salvador se empeñe en conjurar la tentación heterónoma, el intervencionismo de alguien o algo extraño a nosotros (“Marcos ha usado las palabras justas para resaltar el hecho de que la liberación no es fruto de una actuación mágica del Galileo sino que se realiza cuando el esclavo adopta la firme decisión de salir de su sometimiento“), en mi opinión, no lo consigue porque, en el relato, los inmundos piden permiso. Es decir, si Jesús no se lo hubiera dado, el permiso, de nada habría valido su decisión. Heteronomía en estado puro, parece.
Copio de una entrada a Marcos 15 de Oscar:
“…a fuerza de querer descubrir en las palabras de Jesús un sentido escondido profundo, se menosprecia el sentido concreto inmediato que se expresa en palabras sencillas del lenguaje de todos los días.
Jesús ya nos advertía: “que tus palabras sean sí sí, no no…” (Mateo, 5,37)…”
De acuerdo.
Y ante la presente entrada:
Colaboré durante un tiempo, en un centro de atención y ayuda a problemas humanos.
El tema del esclavo, ¡para mí! está muy claro.
Escuché corazones atenazados por ideas, por tratos psicológicos que iban minando la autoestima de las personas que los recibían; egos tan fuertes y profundos, que se sentían por encima del bien y del mal, dando lugar, a unos comportamientos que esclavizaban a la propia persona y a cuantos vivían en su entorno.
En la “religiones” obras, grupos etc…donde se “adora” de manera casi ciega a su “fundador/a” sin esclarecer para nada signos y actitudes totalmente fuera del sentido común, anidan cantidad de “esclavitudes” que atenazan a quien los sigue; queda bloqueada su libertad, no pueden ver otra manera de mirar la vida.
¡Claro que las esclavitudes de cualquier clase:
Atenazan, amordazan, esclavizan al los seres humanos que las viven!
Incluso a nivel de calle, de personas “buenas” (podíamos decir) el empecinamiento de “sus” ideas-ideales, religiosos o no… causan esclavitud.
Así concibo personalmente el proyecto del Galileo:
“Te brinda la capacidad, de discernir dentro de cada ser, aquello que le hace comportarse de manera exclusivista, sin atender o escuchar las razones de otras maneras de pensar.
Caer en la cuenta de esa situación personal:
¡¡¡Cambia la mirada, la vida, libera de esa “esclavitud” que nos lleva a la dureza de corazón, la intolerancia, la seguridad de poseer por encima de las demás personas… la verdad!!!
mª pilar
Hola Honorio!
Tal vez puedas ilustrarnos un poco acerca de un Asunto,
que late en las entrañas de ese “esclavo”:
la ALIENACIÓN (como un “estado” en una ideo-logía).
Lo leo en el Texto:
– “Nuestro narrador ha optado por la ambigüedad; ha preferido la penumbra, porque de esa manera, sigue concediendo el protagonismo del suceso al hombre esclavo,
aunque haciendo ver el estado de alienación al que le han conducido las ideologías que contaminan su personalidad, confusa durante gran parte del relato.”-
¿Cómo “salir” de eses “estado” de corralito en el que vemos que deslizar nuestras horas?
La cosa es grave, pero sencilla:
Empieza por elegir “Un Paso” a dar. Un “dar” en el que se nos da “un Mundo”.
No hay otra “salida”. Hay que probar. Probando en la Calle nos encontramos.
¿Vamos todavía? – Oscar.
Dos mil cerdos son muchos cerdos en una sola piara…Parece claro que este episodio tiene más de parábola que de hecho histórico. También parece clara la referencia de esta parábola a la dominación romana sobre Israel, si es cierto que una de las legiones romanas que ocupaban la Decápolis tenía en su estandarte un cerdo…
De todos modos, la versión de Salvador Santos con ese final en la libertad que alcanza el esclavo se me antoja un tanto vaporosa, “espiritual” y “etérea”. Me pregunto cómo podríamos arreglarnos para arrojar las Legiones romanas que nos dominan y lanzarlas por un despeñadero y ahogarlas en el mar. Ahí me falla un poco la alegoría. ¿Tú qué opinas, Pepe Blanco?