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Leyendo a Marcos – 14

UN PASO, UN MUNDOSalvador Santos – “Destilado” de Oscar Varela

Contra viento y marea

Con un aire tan enrarecido era previsible una tormenta abatiéndose sobre la barca:

Sobrevino una gran tempestad de viento“.

Al mirar atrás, recobran mayor sentido los Relatos anteriores:

el leproso, el paralítico, la llamada a Leví, lo del monte, el de la mano encogida, su familia…
Se ve mejor el camino cuando se ha recorrido un buen trecho.

La escena del temporal sobre la barca no puede leerse como el relato de un milagro.

Es la descripción de una crisis.

Fascículo 13CONTRA VIENTO Y MAREA

(Mc. 4, 35-51)

Marcos no hace mención alguna sobre las reacciones de la multitud o de los discípulos al terminar el Galileo su discurso en parábolas. Su interés se centró en la fiel transmisión del mensaje del Galileo. Subordinó a ese objetivo los sucesos o detalles escuetamente históricos, poco útiles respecto a su cometido principal. Hasta supeditó la continuidad rigurosa de los hechos, como hemos visto, al mejor ensamblaje didáctico de datos, situaciones, enseñanzas, símbolos, etc.

Marcos no cuenta hechos, se sirve de ellos para transmitir su enseñanza.

Sabemos, además, que el Galileo mantuvo su conversación con los discípulos, al acabar la enseñanza a la multitud. Recuerden que empezaba: “cuando se quedó a solas…“. También conocemos que se desarrolló en un ambiente tenso y borrascoso. La última frase: “…pero al que no produce le quitarán hasta lo que tiene“, confirma la severidad y el tono amenazante con que el Galileo cerró la discusión.

Tenía su lógica aquel ambiente crispado, porque ni el método de las parábolas ni la enseñanza contenida en ellas respondieron a las expectativas que el grupo depositó en aquel hombre. La última parábola, donde se compara su proyecto con un simple arbusto cuando se esperaba la grandiosidad de un árbol de gigantescas proporciones, alimentó sobremanera la decepción y no mantuvo precisamente los ánimos en calma.

Es más que probable que aquel enfrentamiento tuviera lugar en un escenario del que se sirve esta escena. A lo largo de su lectura iremos constatando datos que muestran la verosimilitud de esta hipótesis.

Veamos ahora cómo transcurre el episodio de la tempestad sobre la barca.

Aquel día, caída ya la tarde, les dijo:

– Crucemos al otro lado.

Dejando a la multitud, se lo llevaron tal como estaba, en la barca, aunque otras barcas erraban con él. Sobrevino un fuerte torbellino de viento; las olas se abalanzaban contra la barca, y la barca empezaba ya a llenarse; él se había puesto a la popa, sobre el cabezal, a dormir. Lo despertaron y le dijeron:

– Maestro, ¿no te importa que perezcamos?

Una vez despierto, conminó al viento diciéndole al mar:

– ¡Silencio, estáte callado!

Cesó el viento y sobrevino una gran calma,

Él les dijo?:

– ¿Por qué son cobardes? ¿Aun no tienen fe?

Les entró un miedo atroz y se decían unos a otros:

– Pero entonces, ¿quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?

Y llegó al otro lado, al país de los gírasenos” (Me 4, 35 – 5, 1).

En el comienzo del texto original se lee literalmente: “Y les dice“. El pronombre identifica a los discípulos; el verbo en presente requiere la atención del lector.

La puntualización temporal, “en aquel día“, da continuidad a los acontecimientos y engarza la narración con el final de la escena de las parábolas. Esa misma unión manifiesta el interés de Marcos porque no se aísle lo que sucede a partir de ahora de lo acontecido anteriormente. No se entendería esta escena si la desconectamos de la enseñanza contenida en las parábolas.

Una segunda aclaración concretando el momento complementa la intención de nuestro narrador: “caída la tarde” o “al anochecer“. La indicación es innecesaria como apunte de agenda. Es más, unida al detalle anterior (“en aquel día“), el dato agregado complica, puesto que el día judío comenzaba al caer la tarde y, desde ese punto de vista, “al anochecer” entrañaba una contradicción, pues suponía la entrada en el siguiente día.

Pero Marcos no pretende añadir datos temporales a su enseñanza. En este episodio, la apostilla, “al anochecer“, posee una significación simbólica en consonancia con el oscuro panorama con que había terminado la enseñanza en parábolas.

La expresión, “al anochecer“, es una fórmula técnica repetida en doce ocasiones en los evangelios de Mateo y Marcos. Esta es la segunda vez que se emplea en nuestro texto, denotando ausencia total de perspectivas y carencia de horizontes. La llegada de la noche declara la atmósfera hostil de la gente y de los discípulos ante el mensaje de las parábolas.

La animadversión de los presentes se generó porque lo oído no coincidía con las ansias de poder y las ambiciones nacionalistas alimentadas por las sagradas promesas del Antiguo Testamento, a las que el Galileo contestó sin temblarle la voz. No podían aceptar ver reducida la grandiosidad del esperado Reino de Dios a un grupo humano insignificante. La ausencia de respuesta tras el discurso en parábolas deja suponer que los oyentes, multitud y discípulos, se posicionaron a favor del árbol y en contra del arbusto.

Esa situación, expresada con la fórmula ”al anochecer“, impregna de un tinte oscuro el contenido del relato. Marcos avisa al lector de la presión acumulada en el ambiente.

Fíjense ahora en esto: Cuando se quiere entender la narración desde una perspectiva realista, la instrucción del Galileo a sus discípulos: “Crucemos al otro lado” se muestra vaga e imprecisa. No hay indicación sobre el punto que se quiere alcanzar. La anchura del mar de Galilea (doce kilómetros), de noche, sin marcas por las que guiarse, sin un destino preciso, constituían argumentos suficientes para considerar disparatada la decisión de alguien que carecía de conocimientos marineros y no contaba con experiencia en navegación.

Los experimentados pescadores habrían entendido, en todo caso, una salida hacia el mar a una distancia prudencial de la orilla. Ese sencillo movimiento les habría permitido cambiar impresiones, en tanto la multitud se dispersaba. Pero el itinerario transversal, cruzando el mar a esas horas, mereció, al menos, algún comentario desfavorable. Curiosamente, no se advierte oposición alguna por parte de los discípulos. Todo ello apunta a la necesidad de leer este episodio desde el sentido figurado.

Por lo tanto, desde esa comprensión, “crucemos” exterioriza la voluntad del Galileo de abandonar una situación, cambiando a otro posicionamiento completamente distinto y alejado del primero. El verbo completa su sentido con la expresión “al otro lado“, que disipa cualquier duda respecto a la zona a alcanzar. Quiere dirigirse al lado opuesto del lugar ideológico dominado por el grupo y la multitud.

Sin que en el relato se nombre a los discípulos, la acción emprendida por ellos presenta indicios de cierta tensión: “y dejando a la multitud, se lo llevaron tal como estaba en la barca“. La forma seca y cortante con que Marcos describe los movimientos de los discípulos, sin dar tiempo a ninguna reacción de los otros participantes en la escena ni dejar hueco para despedidas, nos permiten adivinar que el mensaje, como hemos dicho antes, no tuvo un eco favorable en la gente. Respecto a los discípulos, el programa del Galileo había frustrado sus ambiciones por lo que se generó entre ellos una atmósfera enrarecida.

El verbo en presente, ‘”toman consigo”, “llevan“, representa una nueva señal de Marcos al lector para que atienda a la precipitación de los hechos. Referido al Galileo (“a él“), subraya la forma resueltamente acelerada de actuar de los discípulos. Estas maneras apresuradas se completan con la expresión “tal como estaba“, que hila con el contexto de las parábolas al recordar la posición del Galileo sentado en la barca. La acción impulsiva no deja lugar a los momentos previos en los que se acuerdan los pormenores de un viaje de semejantes características. Revela también en los discípulos una actitud refractaria a los planteamientos del Galileo, aunque, eso sí, se resisten a deshacerse de su fascinante e inigualable magnetismo.

Marcos precisa, además, el medio donde estaba y donde lo llevaron: “en la barca“. A primera vista, el dato, por obvio, parece innecesario. No obstante tiene un profundo significado en la escena. “La barca” no se había vuelto a mencionar desde el principio del relato de las parábolas y, al hacerlo en este instante, Marcos recuerda a sus lectores que ella representa el espacio donde el Galileo se sitúa con los que le han dado su adhesión, diferenciándose del lugar ocupado por la multitud no comprometida.

Este sentido figurado de la barca se afianza con el apunte que de seguido agrega nuestro narrador; “y otras barcas estaban con él“. La expresión “con él” fue empleada por el Galileo en la escena del monte donde constituyó la sociedad alternativa, ¿recuerdan? Allí se afirmaba que el primer objetivo de la nueva realidad social consistía en la cohesión del grupo “con él“: “Entonces constituyó a doce para que estuviesen con él“. A partir de aquel momento, la fórmula “con él” servirá como enseña para denominar al grupo de los que le acompañan. No son, pues, las barcas, sino los conjuntos humanos contenidos en ellas los que conforman unidades cohesionadas entre sí por su adhesión al Galileo.

La multitud ha desaparecido del escenario. Con el Galileo queda únicamente el grupo de seguidores. ¿Se acuerdan que los discípulos cuestionaron su estrategia de las parábolas cuando estuvieron a solas?

Recuerden la introducción de Marcos: “Cuando se quedó a solas, los que estaban en torno a él le preguntaron con los doce por las parábolas“.

Al salir ellos con la barca, fue cuando se inició la discusión. La barca y las otras barcas se corresponden con los sujetos que le interpelaron sobre la razón de usar parábolas: “los doce” y “los en torno a él“.

Al mirar atrás, recobran mayor sentido los episodios que hemos leído, el leproso, el paralítico, la llamada a Leví, lo del monte, el de la mano encogida, su familia… Se ve mejor el camino cuando has recorrido un buen trecho.

De la fórmula “con él” se deduce que el seguidor se define por su cohesión con otros en un modesto colectivo… que se identifica existencialmente con el Galileo y su proyecto.

Con un aire tan enrarecido era previsible una tormenta abatiéndose sobre la barca: “Sobrevino una gran tempestad de viento“.

Dense cuenta de que entre la partida en la barca y el momento borrascoso no hay desarrollo narrativo ni aclaración o comentario, sólo la inmediatez que hace despuntar exclusivamente los datos con valor figurado e instructivo.

Nuestro narrador califica la tempestad, como “grande” para dar idea de su magnitud y del peligro que entraña. Le incorpora, además, un matiz con apariencia de superfluo y redundante: “de viento“. Pero Marcos no desperdicia palabras. No sobra nada en su redacción; con él quiere subrayar del temporal su condición de destructivo. Con esta imagen, Marcos muestra al grupo (“barca“) inmerso en una situación turbulenta desatada de golpe y cargada de peligro por el azote de los aires nacionalistas e imperialistas que los discípulos avivaban de continuo. Eran vientos contrarios al proyecto de sociedad alternativa propuesto por el Galileo. La narración dibuja el momento avisando de la difícil coyuntura que se avecina. Las primeras consecuencias no tardan: “las olas se abalanzaban sobre la barca“.

En la concepción cosmogónica del Antiguo Testamento, las aguas primordiales fueron disgregadas por Dios en su acción creadora para situar a la tierra como lugar propio del ser humano. El mar permaneció como figura de las fuerzas poderosas contrarias al hombre. Desde allí, intentan sorprenderlo y atacarlo.

El Antiguo Testamento es un conjunto de libros, escritos durante siglos, que interpretan los hechos, la historia e incluso los orígenes del mundo desde el prisma de la religión judía. De ninguna manera tiene carácter científico. Aunque con diferencias que no vienen al caso, las tres grandes religiones: judía, cristiana y mahometana lo consideran sagrado. En cambio, habéis podido constatar la lógica irreverente usada por el Galileo para corregirlo.

Las olas excitadas por el viento representan ese carácter destructivo de las fuerzas maléficas ubicadas en el mar. Su acción (“se abalanzaban“) transmite la idea de violencia incesante con la que se ambiciona rodear y atrapar. La realidad sometida al peligro persistente e inmediato es la barca: “sobre la barca“. Observen este detalle, Marcos no hace referencia alguna a las otras barcas. No se hablará más de ellas ni en este ni en el siguiente relato. El hecho no pertenece al olvido de nuestro narrador. La barca es, frente a la fuerte marejada desatada por los propios discípulos, una singular unidad representativa de la realidad socio-política del proyecto del Galileo, arriesgándose a ser absorbido por la fuerza poderosa del sistema.

Aún añade Marcos: “de modo que la barca ya se iba llenando” para indicar el comprometido trance en que se encontraba el conjunto humano seguidor del Galileo. De nuevo, nuestro narrador centra la atención en la barca inmersa en un atolladero de difícil salida. Hasta ese límite llegó la oposición al mensaje por parte de los suyos. La adhesión al Galileo se redujo a niveles bajo mínimos y la tensión llenó de recelos la confianza existente entre ellos.

Marcos no hace ninguna aclaración sobre el comportamiento de los profesionales de la mar. Nada se dice de achicar agua. Ni de variar el rumbo orientando la barca para capear el temporal, o poner popa al viento. No hace mención a gesto alguno en respuesta a las dramáticas circunstancias. Sí, en cambio, habla curiosamente sin citar su nombre, de la postura adoptada por el Galileo: “él estaba en la popa durmiendo sobre el cabezal“. El pronombre que lo identifica “él” reitera su papel protagonista. Se marca su emplazamiento: “estaba en la popa“, en el lugar desde donde se patroneaba la embarcación.

En este tipo de barcas, la popa es el lugar propio del patrón, que domina desde ahí todas las maniobras. Desde la popa maneja el timón, marcando el rumbo elegido. Pero el Galileo no iba gobernando. Marcos detalla con mucha intención que ”estaba durmiendo sobre el cabezal“. Su actitud desentendida (durmiendo) sugiere duración y profundidad; desentona en unas circunstancias tan extremas y con la barca inundada de agua. Los discípulos no ceden en sus planteamientos; el Galileo no interviene. Su proyecto es firme. A cada uno de ellos concierne tomar una decisión individual.

La expresión ”sobre el cabezal” confiere voluntariedad al hecho de dormir. El término tiene significación de almohada o cojín, pero en la barca probablemente hace alusión a la bancada para los remeros, utilizada ocasionalmente como apoyo para echar una cabezada. En todo caso, la base donde favorecer un sueño querido fue un elemento escrupulosamente escogido por Marcos para cargarlo de contenido.

El apunte de nuestro esmerado narrador dibuja al Galileo voluntariamente automarginado del grave problema interno provocado por el rechazo de su programa y refleja la consiguiente pérdida de identidad del grupo como sociedad alternativa. Los discípulos se resisten a seguir un plan que descarta el dominio de la situación política; no abandonan el modelo único de sociedad anunciado en las escrituras sagradas y propugnado por el orden establecido. Esa actitud condujo al singular grupo al borde de su desaparición. El Galileo, por el contrario, se aleja decididamente de ese esquema. Absolutamente convencido y entregado a su proyecto, no se deja afectar por el vendaval. Libremente, adopta una postura ausente de la problemática. Su actitud inamovible fuerza al grupo de discípulos a tener que tomar una actitud comprometida si desean salir a flote. Pero la renuncia de ellos a los valores del sistema no se verifica.

Marcos no menciona ni una sola vez a los discípulos en todo el episodio. Sin nombrarlos, expone su actitud completamente pasiva. No adoptan ningún tipo de decisión respecto a la situación límite generada por ellos mismos. Ante ella, muestran su condición de dependencia, reclamando la intervención del Galileo: “lo despertaron y le dijeron“. Marcos ha escrito de nuevo los verbos en presente, reivindicando así la escucha atenta del lector. Literalmente dice: ”lo despiertan y le dicen“.

La maniobra de levantar al Galileo descubre la naturaleza sumisa que no ha logrado la condición de ser humano libre. Por eso, renuncian al compromiso individual, que se evade ocultándose tras la decisión reclamada al líder,

En cuanto a nuestro protagonista, la relación entre los verbos dormir y despertar, referidos ambos a él, recuerda su unión en la segunda parábola, donde aparece el hombre confiado, despreocupado y seguro del resultado productivo de la semilla: “él duerme y está despierto, por la noche y por el día“.

El grupo de seguidores aplica por primera vez al Galileo el apelativo de “Maestro” para dirigirse a él. La raíz hebrea de la que procede este término significa originariamente jefe. Este tratamiento conllevaba tanto el sentido de jefe como el de maestro. En las ocasiones en que los suyos usan esta fórmula para dirigirse a él siempre están posicionados en una conducta alejada del mensaje.

Esa duplicidad conceptual, jefe y maestro, entraña, por una parte, reconocimiento de liderazgo y subordinación a él; por otra, descubre la ofuscación del grupo y delata su urgencia por tener claridad de ideas cara a encontrar la salida al complicado panorama en que se encuentran. En ningún caso, como habrán podido deducir, el título de “maestro” guarda relación con conocimientos de navegación ni experiencia en fuertes marejadas.

En los lugares paralelos, Lucas escribe también “maestro“, aunque utilizando otro término griego que etimológicamente significa el que está por encima. De este modo conserva las dos ideas de Marcos. Mateo, en cambio, interpreta la llamada al Galileo exclusivamente como admisión y necesidad de superioridad; por eso elige “señor” o “jefe“.

Cuando los discípulos se dirigen a él llamándole: “Señor“, no es que estén reconociendo su divinidad. Ese matiz aparece en otros escritos del Nuevo Testamento. En los evangelios, nunca. Para quien lo usa concediendo a otro el título de señor, expresa aceptación de dominio; para el denominado así, implica carencia por su parte de servidumbre. Lejos de esos criterios, el Galileo desea una relación con los discípulos basada en la igualdad y el servicio. Cuando en el evangelio de Juan, él aparece lavando los pies a Pedro –actuación propia de esclavos–, éste se niega a ello y le llama señor. El Galileo le exigirá, entonces, aceptar el hecho, significando con su gesto que la igualdad y el servicio deben figurar como características esenciales en la sociedad alternativa.

Al despertarlo le dirigen un fuerte reproche: “Vamos a sucumbir, ¿y no te importa?“. Salta a la vista la recriminación de los suyos por su despreocupación manifiesta ante la probable desaparición del grupo como realidad social.

Para ellos, el proyecto se hunde por falta de apoyo popular. Sacarlo a flote suponía, según sus criterios, un fuerte respaldo de los movimientos masivos, condición necesaria para eliminar a los opresores, afianzarse en el poder y asegurar los cambios deseados.

El reproche pone al descubierto dos concepciones políticas opuestas. La del sistema, elevada a principio universal, que considera que fuera de él no cabe más que tempestad y caos. Y la del Galileo, que renuncia al poder y fundamenta su alternativa sobre la calma de la igualdad y la justicia.

El narrador da cuenta de su respuesta. “Una vez despierto” desplaza la posición ausente del Galileo, reintegrándolo a la actividad comprometida con la grave situación.

En lugar de dar inmediatamente una respuesta adecuada a sus discípulos, como era de esperar, nuestro narrador comenta: “conminó al viento y dijo al mar“. Con estas dos frases breves describe su pronta reacción de confrontación directa contra el viento y contra el mar, los dos elementos que están poniendo en grave peligro el futuro del grupo.

En la primera frase, el viento representa a las corrientes ideológicas fanático-nacionalistas que, basadas en el poder y en los movimientos masivos manipulados que lo sustentan, intentan convertirse en alma de la iniciativa del Galileo. Al proponerlas obcecadamente como esenciales para su desarrollo práctico, los discípulos desencadenan el peligroso temporal. El verbo elegido por Marcos para reseñar la acción opositora del Galileo, “conminar” o “exigir severamente” es enérgico y destaca su actitud radicalmente antagónica frente a los planteamientos de los discípulos.

La segunda frase introduce su acometida contra el mar: “y dijo al mar”. Mientras en la anterior su enérgica acción se resume en el verbo; “conminó“, aquí deriva a sus palabras (“dijo“). El mar, sin haber sido mencionado en toda la escena, aparece en este punto como figura representativa de las fuerzas poderosas del sistema, atentas a engullir cualquier proyecto de liberación humana.

Fíjense que habla con el mar como si se tratara de una persona. Y aún así, se esperaría una frase similar a “¡Tranquilo, quédate en calma!“. Pero sus palabras fueron: “¡Calla, quédate mudo!“.

Los dos imperativos evidencian la autoridad y la superioridad de la posición del Galileo, condenando al silencio el estructurado discurso ideológico del poder.

El primero de los verbos, callar, tiene en este relato el sentido figurado que se expresa en nuestra lengua con el verbo acallar o las formas perifrásticas: dejar callado o tapar la boca. El imperativo “¡Calla!” equivale a dejar sin argumentos, sin capacidad de respuesta.

El segundo verbo, enmudecer, parece en principio inútil por reiterativo. Sin embargo la forma verbal usada por Marcos: “Quédate mudo” implica la retirada total y permanente de la voz.

Nuestro hombre de Galilea actuó en la barca seguro de que la fuerza racional de su propuesta ponía en evidencia el fraude de la falsa lógica institucional. La sabiduría humana deja sin palabras a la cultura del poder. Tan convencido estaba, que dictó su orden como imperecedera. No se conformó con tapar la boca al sistema sino que, con su mensaje, lo dejó mudo para los restos. Marcos quiso diferenciar el matiz y escribió los dos verbos.

Marcos afirma que la intervención del Galileo logró un efecto inmediato: “Cesó el viento y sobrevino una gran calma“. Presenta la nueva situación como antítesis de la tempestad, con los elementos apaciguados.

El Galileo ha puesto las cosas en su sitio. No cedió a las pretensiones del grupo de seguidores. La firme convicción en su proyecto como alternativa ha serenado la ventolera provocada por los discípulos con sus planes infectados de ideas nacionalistas. Una vez amainados los fuertes vientos, el grupo constituido por unidades sociales cohesionadas (barca) puede navegar tranquilo. El Galileo ha relegado la fuerza argumentativa del poder a un confinamiento definitivo, reduciéndolo a la impotencia y descubriendo la banalidad de su discurso. El enorme huracán se ha transformado en una gran calma.

Nuestro protagonista no se había dirigido a sus discípulos en toda la escena. Lo hace ahora (“y les dijo“) para responder al reproche que ellos le habían lanzado anteriormente: “vamos a sucumbir, ¿y no te importa?“. Marcos hace notar su tono enérgico. Con sus palabras les echa en cara su deslealtad al proyectó: “¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe?“.

Los dos interrogantes están relacionados en un claro paralelismo, con una inversión de sentidos calculada. A cobarde, en el primero, le corresponde como opuesto en el segundo, fe. Fe y cobardía son actitudes que se excluyen recíprocamente.

El primer interrogante lleva implícita una aseveración (¡qué cobardes sois!), que define la actitud de los discípulos. La cobardía está referida al paso atrás de los integrantes del grupo. Han regresado a la ideología tradicional para enrocarse en ella.

La modestia del proyecto del Galileo les provoca miedo. Seducidos por el brillo del poder, sienten temor ante la insignificancia. Consideran que tal y como plantea el Galileo su programa, serán tragados sin remisión por la violencia de la maquinaria dominante. El miedo paraliza. Deja inmóvil. La cobardía es lo contrario a la fe.

Con la segunda pregunta: “¿Aún no tenéis fe?” les reprocha la falsedad de seguir con él, simulando estar comprometidos con su proyecto, aunque abrigando ideas que demuestran su empeño en otros objetivos. Frente al miedo que inmoviliza, la fe que el Galileo reclama se identifica con el paso adelante firme y comprometido.

Marcos sigue relatando reacciones poco lógicas, solamente explicables desde la comprensión del sentido figurado del relato: “Les entró un miedo atroz“. Esta disposición descalifica a los discípulos y corrobora el juicio emitido antes por el Galileo con sus preguntas: “¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe?“.

En la clausura del relato, nuestro narrador presenta al grupo en una situación retraída, lejana, sin hablar directamente con el Galileo: “y se decían unos a otros“. El uso del imperfecto “decían” señala lo duradero de la actividad de comentar aisladamente entre sí teniendo al mismo Galileo como objeto de sus comentarios, lo que registra un evidente distanciamiento del grupo respecto a él. Se han calmado los ánimos, aunque persisten la disensión y la tirantez.

Los pensamientos compartidos por el grupo son coincidentes. Marcos los resume en una cuestión: “Pero entonces, ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?“. La partícula inicial traducida por “pero entonces” activa la curiosidad de los lectores y cumple su función de relacionar la pregunta que acompaña con los hechos sucedidos con anterioridad.

Sus recelos denotan su incomprensión y se extractan en un interrogante: “¿Quién es éste…?“. La pregunta no tiene destinatario. La llevan en su interior como una incógnita a resolver. La cuestión quedará en el aire, será tema fundamental sobre el que gire una buena parte del relato posterior de Marcos.

La duda surge en los discípulos motivada por la autoridad mostrada por el Galileo frente a las poderosas fuerzas antagónicas a su mensaje. Para ellos, desde su mentalidad judía, solamente Dios tenía capacidad para dominar ese poder en manos del sistema, el Adversario del hombre. Si el Galileo ha demostrado ser capaz de igualar esa capacidad, les surge inmediatamente la incertidumbre respecto a él: “¿Quién es éste…?“.

Lejos de lo que pudiera pensarse, el interrogante de los discípulos no hace conjeturas respecto a la consideración divina del hombre de Galilea. Ni se les pasa por la cabeza. Es más, las divergencias del pensamiento de aquel hombre con el Dios de Antiguo Testamento, les hacía recelar. Se extrañan de su falta de sintonía con ese Dios, que sí abogaba por la violencia y la venganza, y no le hacía ascos al valor añadido de contar con las masas. Desde sus esquemas mentales, contrarios al pensamiento del Galileo. no saben catalogarlo. Con su interrogante: “¿Quién es éste?” manifiestan su desconfianza y sus dudas.

La pregunta lanzada al aire por los discípulos se completa aclarando lo que la origina: “¿…que hasta el viento y el mar le obedecen?”. El verbo “obedecer” incluye la idea de sometimiento. El asombro de los discípulos se genera tras comprobar que ante el mensaje del Galileo capitulan las destructivas teorías nacionalistas que ellos manejan con el aval de las escrituras sagradas.

El relato termina con la culminación de la travesía: “Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos“. La acción del verbo, “llegaron“, confirma el cumplimiento del objetivo marcado al principio de la escena. La expresión usada entonces para indicar el destino, “al otro lado“, se emplea también en este momento para señalar la meta alcanzada. Pero aquí se añade curiosamente: “…del mar“, como indicativo de haber conseguido el propósito de situarse al lado opuesto del conflictivo punto de partida. La idea es: triunfando sobre el mar. Marcos agrega, además, un apunte de localización: “a la región de los gerasenos“.

El dato de Marcos habla más de un territorio que de un punto determinado de la orilla. Más tarde descubriremos porqué. La zona se situaba presumiblemente al sureste del lago, en la demarcación de la Decápolis; aunque la ciudad de Gerasa, de las más alejadas en esa dirección, se distanciaba cerca de cincuenta kilómetros de la orilla.

Es probable que, como ciudad más importante, diera nombre a toda la región. De todas formas, determinar con exactitud el lugar donde desembarcaron no es lo que interesaba a Marcos, sino destacar que lo hicieron, llegando a un lugar extranjero ajeno a la cultura judía.

Como hemos comprobado desde el comienzo de la actividad del Galileo, Marcos no muestra ninguna predilección por lo superfluo; en cambio, es extraordinariamente esmerado con cualquier detalle que aporte contenido didáctico a la narración.

Su objetivo con el relato de la tempestad no consistió en presentar el enfrentamiento del Galileo contra las fuerzas incontroladas de la naturaleza, sino su radical oposición a las que, con un estudiado control, achican, someten, y destruyen sin miramiento al ser humano. Nuestro narrador no instruye sobre poderes taumatúrgicos o acciones portentosas. No tiene interés por lo inútil. Su afán se centra en hacer ver a sus lectores el carácter definitivo del proyecto de sociedad alternativa, su absoluta superioridad sobre las ideologías y los poderes dominantes, que se rinden ante ella reconociendo con su mudez su incapacidad para someterla.

La escena del temporal sobre la barca no puede leerse como el relato de un milagro. Es la descripción de una crisis.

4 comentarios

  • Al hilo del libro de Arturo Paoli mencionado por Antonio, entresaco una frase contenida en dicho libro:
     
    “Es innegable que la literatura marxista nos ayuda a descubrir implicaciones que nos habían pasado inadvertidas en la lectura del Evangelio”.
     
    Saludos cordiales

  • Antonio Duato

    Hace unos días leí en una revista italiana un artículo sobre el proceso vital de Arturo Paoli, que pasó de ser brillante consiliario de la AC de Pío XII en los cincuenta a Hermanito de Jesús (de los de Foucault), comtemplativo en el corazón de ls masas de empobrecidos, como los habitantes de la favelas de Rio.

    Desde allí escribió un libro que me abrió los ojos y el corazón: “Lectura política de Lucas”. Era empezar ese seguimiento del proyecto de Jesús que presenta aquí Marcos, leído por Teófila, Juan Mateos, Salvador Santos y Oscar Varela. Ese miedo atroz a quedarme sin apoyo ni flotadores ni andadores lo he experimentado muchas veces en este proceso de entrar en el auténtico proyecto de Jesús dejano aparte las seguridades de la Ley y la institución.

    Me dicen que Arturo Paoli está a punto de cumplir 100 años y sigue contagiando en torno, con continuas humillaciones por parte de la jerarquía, realismo, fe y paz.

    Ese callar del mar, ese silencio, se consigue poco a poco en el interior de cada aprendiz de discípulo.

  • mª pilar garcía

    En este nuevo cp. nos muestran con claridad:

    Que el Galileo ¡no solo! exponía una alternativa nueva, sino que él la vivía en plenitud.

    Y no la presentaba “solo” a los “buenos o convencidos” sino a todas las personas que se sentían atraídas, llamadas, ante esa manera nueva de “enseñar-proclamar”.

    La sola escucha no era suficiente; sí, la limpieza de corazón, porque tendrían que pasar por una especie de terremoto interior, que haría tambalear toda la  estructura que hasta ese momento, daba forma a su manera de vivir.

    Hay que “sufrir” ese derrumbe interior, y comprobar, que la caída de  las estructuras,  habían dejado paso, a una nueva oportunidad de poner en marcha el nuevo proyecto.

    Porque después de la convulsión interior, había quedado al descubierto, un tesoro mayor, una perla de gran valor, una mirada nueva, que les hacía fuertes para la lucha que se avecinaba, ante el cambio.

    Les costó mucho comprender, cuanto el Galileo les explicaba de mil maneras y con la misma fuerza, sin que tambalease un ápice su proyecto.

    Esperó con paciencia a que ellos fueran cayendo en la cuenta, de que esa alternativa, no podía ser adaptada a sus medidas, sino que había que asumirla y aceptarla, llevándola a cabo, con firmeza y esperanza de frutos espléndidos.

    Muchos le abandonaron; y a lo largo de la historia, comprobamos, como se ha ido, “dulcificando-adaptando-acomodando…” a nuestro capricho el proyecto, la alternativa de vida, que el Galileo nos dejó.

    Lo cierto es, que solo hay un camino (dentro de muchas maneras de “andar”, tantas como seres humanos existen) que es, seguir el proyecto, sin manipularlo a nuestro antojo y comodidad, porque entonces será:

    ¡¡¡Otra cosa!!!

    ¡Gracias por el extraordinario trabajo, de reencontrarnos una vez más, con esta alternativa de manera limpia y transparente!

    mª pilar

  • M.Luisa

    Como de costumbre  mi  opinión comentada  en este capitulo de Marcos  viene   inspirada  (ya me gustaría a mí) no  desde  el punto de vista  lingüístico hermenéutico del cual tengo ahora ocasión de aprender  sino,  en lo que puedo,  desde el punto de vista filosófico experiencial.  Y para ello lo que me  precisa  recordar ahora  es  lo que,   en diversas ocasiones  me he referido,  con respecto  a la prioridad  de la realidad sobre el ser, cuyo orden   nunca  viene a ser   tan necesario  como  en este  caso  en el que  exige una  buena   comprensión   pedagógica de las parábolas evangélicas.
     
    Jesús,  veía a sus discípulos y en general a toda persona en su realidad propia y  no como meramente ser  sujeto- a  normas, leyes, etc., De ahí su  propuesta de la sociedad alternativa. Porque ésta sólo es posible desde la perspectiva del ser en tanto real, es decir, en la medida que lo real no queda  objetivado sino que el ser humano al estar abierto a su  propia realidad excede a toda mera objetivación  y por tanto se capacita a tomar decisiones entre las cuales le incumbe  la de decidirse  a   hacer realidad  la   sociedad alternativa.
     
    El carácter de superioridad del proyecto de sociedad alternativa  sitúa, a mi modo de ver,  a los discípulos indecisos   a un nuevo nivel   en donde ya  no hay cabida  para las ideologías  ni los poderes dominantes del AT que los sometían, sino que,  lo que se proponía Jesús que rigiera  en ellos era su  propia capacidad   en tanto realidad. Luego,  consecuentemente a esto  apropiarse   de la realidad del proyecto como posibilidad de vida,  hacerlo suyo para de ese modo    afrontar la situación de crisis  figurada  evangélicamente en la  escena del temporal.