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¿Jesús casado? Por qué asusta esa idea

La noticia de un nuevo evangelio puede ser un bluf mediático -el mismo Antonio Piñero mantiene serios reparos al descubrimiento de Karen King y su interpretación- pero en este artículo Juan G. Bedoya toma la anécdota para repasar una vez más el imaginario cristiano sobre Jesús y la sexualidad que, en el catolicismo, llega a hacer decir a Bertone , ayer en Barcelona, cosas que suenan a blasfemia: “porque la Iglesia, al estar vinculada por la voluntad de Cristo, no posee el poder de ordenar a la mujer”. ¡Atribuir a Jesús la voluntad de mantener discriminación de género en el siglo XXI!


¿Jesús casado? Por qué asusta esa idea

El papiro de King vuelve sobre la hipótesis que desmontaría el celibato y la visión represora del sexo

Juan G. Bedoya, EL PAÍS, 24 SEP 2012

Por supuesto, un manuscrito. Hasta hace un siglo, en el mercado de antigüedades de El Cairo se podían encontrar libros en papiro con los que revolucionar la historia de las religiones. Le ocurrió en 1896 a Carl Reinhardt, cuando compró uno escrito en copto a principios del siglo II. Lo depositó en el Museo Egipcio de Berlín y no fue desvelado hasta 1955 por el egiptólogo Carl Schmidt. Resultó ser El Evangelio de María y agitó las investigaciones sobre el protagonismo de las mujeres en las primeras comunidades cristianas. En una religión cuyas jerarquías desprecian, e incluso detestan, a la mujer, reabría el viejo debate sobre el estado civil de Jesús, el fundador cristiano. Así lo subrayó entonces Karen King, reputada catedrática en la Universidad de Harvard, que ofreció en 2006 otra traducción y un estudio riguroso (en español lo editó Poliedro, traducido por Marco Aurelio Galmarini).

Ahora vuelve otro papiro. Al comprado por Reinhardt le faltaban las seis primeras páginas y cuatro más del centro. Karen King cree que eran la clave de un hecho que se ha querido ocultar como si fuese peligroso. La semana pasada ha dado a conocer el texto en el que se dice que Jesús se casó. La tradición cristiana imperante siempre ha dicho que no lo estaba, a pesar de no existir evidencias que respalden tal afirmación o la contraria.

“Si en los primeros textos no hay referencias al matrimonio de Jesús, es porque en el contexto judío lo normal era que estuviera casado. ¿Por qué, entonces, las reacciones, más viscerales que argumentadas, en contra? Las razones tienen que ver con el sexo. Porque cae por tierra todo fundamento cristológico del celibato impuesto a los sacerdotes; porque pierde justificación la superioridad de la vida consagrada a Dios sobre la vida de los cristianos seglares, y porque se desmonta la visión negativa que la Iglesia tiene de la sexualidad y la consiguiente represión sexual que impone”, sostiene el teólogo Juan José Tamayo, autor de tres libros sobre la vida y la obra de Jesús de Nazaret.

Escrivá rechazó así el planteamiento: “El matrimonio es para la clase de tropa”

En El Evangelio de María hay un diálogo de Jesús con los discípulos después de la resurrección. Entre ellos está María de Magdala (vulgarmente, la Magdalena), que antes había revelado enseñanzas que ella misma recibió en una visión del resucitado. Algunos discípulos se enfadan. ¿Cómo podía Jesús escoger a una mujer como interlocutora, marginando a Pedro, por ejemplo? Otros reprochan a Pedro el trato que da a Magdalena: “Si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla? El Salvador la conocía profundamente. Por eso la amó más que a nosotros. Lo que debería darnos vergüenza”.

Otro fragmento contiene esta cita: “Y Jesús les dijo: mi mujer”. A la discusión sobre si esa mujer merece ser parte de la comunidad, Jesús contesta: “Ella puede ser mi discípula también”. Con esta frase, la tesis de san Pablo ordenando callar a las mujeres en las asambleas saltaría por los aires de forma clamorosa.

Son legión los Padres de la Iglesia que detestan a la mujer. Pablo de Tarso: “Es bueno para el hombre abstenerse de mujer”. Agustín de Hipona: “El marido ama a la mujer porque es su esposa, pero la odia porque es mujer”. Tomás de Aquino: “La mujer es un hombre malogrado”. Juan Damasceno: “La mujer es una burra tozuda, un gusano terrible en el corazón del hombre, ella ha expulsado a Adán del Paraíso”. Tertuliano: “No está permitido que una mujer hable en la Iglesia, ni bautizar, ni ofrecer la eucaristía, ni participar en las funciones masculinas, y mucho menos en el sacerdocio”.

Pablo de Tarso sentenció que es bueno para el varón abstenerse de mujer

Pese a haber habido en la historia no pocos papas casados y con hijos, se ha impuesto la idea de que, si el celibato era superior y el matrimonio inferior aunque lícito, el sexo sería en consecuencia un acto perverso y un pecado lícito solo en el matrimonio. Lo dijo pronto el obispo Ambrosio de Milán (373-397): “La vida conyugal es incompatible con una carrera en la Iglesia. Incluso un buen matrimonio es la esclavitud”.
Es la tesis del fundador del Opus Dei, el ya santo Josemaría Escrivá de Balaguer, en la máxima 28 de Camino, el libro de cabecera de sus influyentes seguidores: “El matrimonio es para la clase de tropa y no para el estado mayor de Cristo”.
En el Vaticano, centro del imperio católico, nunca se aceptará que Jesús fue un hombre casado. Descuartizaría las bases en las que basa su vasto poder desde que el emperador Constantino consagró el cristianismo como fe oficial de su imperio. Para ello hubo de intervenir enérgicamente en favor de la facción que sostenía que Jesús era hijo de Dios, incluso él mismo Dios y uno de los componentes de la ahora llamada Santísima Trinidad.


En el siglo primero, la normalidad era estar casado y tener descendencia

La principal consecuencia de la intervención de Constantino fue, sin embargo, la conversión de los cristianos en un poder con vocación de dominar el mundo con un Estado propio en la sede misma del ya caído Imperio Romano. Nada de eso pudo imaginarlo el fundador. Como dijo el clásico, Jesús anunció el Reino de Dios, y lo que vino fue la Iglesia, con poder, influencia y lujos sin cuento.

El emperador intervino —Concilio de Nicea, año 325— para poner paz entre disputadores teológicos, pero la realidad fue bien otra. Allí se engendraron incontables guerras de religión, terribles persecuciones —los hasta entonces cristianos perseguidos se iban a convertir en feroces perseguidores— y tiempos de inquisiciones y autos de fe. Voltaire calculó en su tiempo que la religión había causado un millón de muertos por siglo.

Eran la consecuencia de otra proclamación conciliar, de arrogante ignorancia: la que sostuvo hasta hace 50 años que “fuera de esa Iglesia no hay salvación” (Concilio Ecuménico de Florencia, 1442), con estas palabras: “La Santa Iglesia Romana cree firmemente, confiesa y proclama que nadie fuera de la Iglesia católica, sea pagano o judío, no creyente o separado de la unidad, participa de la vida eterna, sino que cae en el fuego eterno que ha sido preparado por el demonio y sus ángeles, a no ser que se incorpore a ella antes de la muerte”.


Fortalecería la idea de familia que el fundador cristiano tuviera una propia

Quinientos años después, el Vaticano II reconoció la libertad de conciencia y de religión en una declaración que cayó como una bomba en el nacionalcatolicismo español. Es más, en 1999 el papa Juan Pablo II aceptó en voz alta lo que los mejores teólogos venían sosteniendo con mucho riesgo de anatema: que el infierno y el cielo no existen como tales lugares, sino que son meros estados de ánimo: el infierno, estado de ausencia de Dios; el cielo, de compañía con Dios.

Impuesta la tesis de que Jesús es Dios —e hijo de Dios—, ¿cómo sostener que se hubiese casado con mujer terrenal e incluso que tuviese hijos? No podía ser. Dios no se casa. La fórmula fue radical: la proclamación de unos pocos escritos canónicos (cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, el Apocalipsis) y una radical eliminación del resto de los escritos, varios de ellos también conocidos hasta entonces —y ahora— como evangelios, a ser posible en el fuego. Bastante tendrían con soportar el hecho incontestable de que quien ahora pasa por ser el primer Papa —el pobre pescador Pedro— estuvo casado y tuvo dos hijos.

“El papiro desvelado por Karen King confirma lo que teólogas y teólogos hemos afirmado hace tiempo”, sostiene Margarita Pintos, presidenta de la Asociación para el Diálogo Interreligioso. “En el siglo primero, la normalidad era que hombres y mujeres se emparejasen para tener descendencia, y más en familias judías que esperaban a un Mesías liberador. Pero identificar a esa mujer con María Magdalena es una lectura patriarcal. No podemos imaginar que una mujer por sí misma, sin referencia a un varón, sea libre, independiente y depositaria del anuncio de la Resurrección. Siempre que aparece un documento que pone a Jesús en relación con alguna mujer, se la quiere identificar como su madre, su esposa, su amante, etcétera. Las mujeres que vivieron en la proximidad de Jesús fueron, seguramente, personas peculiares, con pensamiento propio, dispuestas a poner en práctica una noticia liberadora para sus vidas sometidas al orden patriarcal. En el discipulado igualitario de Jesús encontraron ese espacio para desarrollarse en libertad. Por su valía personal fueron depositarias del anuncio de la resurrección, predicaron en las ciudades del Imperio y a muchas les costó la vida”, añade la teóloga.

El escritor Jesús Bastante Liébana, que acaba de publicar Y resucité entre los muertos. Diario íntimo de Jesús el crucificado (donde se explaya en la relación entrañable entre Jesús y María Magdalena), recuerda que en las primeras comunidades cristianas, “cuando todavía el concepto Iglesia era muy discutido, se hablaba con naturalidad sobre si Jesús pudo o no estar casado y no se planteaba el celibato”.

“Jesús pudo estar casado y haber formado una familia. El modelo de familia defendido por el Evangelio tendría más peso si el mismo Mesías hubiera formado una. Durante años se dio por sentado que Jesús tuvo hermanos e incluso una compañera, que bien podría haber sido María Magdalena. Fue bastante después, atendiendo a criterios patriarcales, cuando la Iglesia acabó por institucionalizarse, cuando se cerró la vía de que Jesús hubiera podido tener una familia. La mujer era símbolo de pecado, y el celibato acabó imponiéndose como un modo de superioridad del hombre sobre la mujer. Ahí María, o la mujer de Jesús si tuviera otro nombre, no tenía cabida. Así se impuso la castidad como modelo de perfección, pese a que los eclesiásticos no han sido precisamente un ejemplo de cumplimiento”.

El teólogo Tamayo toma la idea de san Josemaría (“si Jesús hubiera estado casado pasaría a ser tropa”) para recordar que cada vez que los investigadores, sobre todo las investigadoras feministas, plantean la posibilidad de que Jesús estuviera casado, la jerarquía católica pone el grito en el cielo. “Lo hacen como si se tratara de una verdad de fe, cuando no pertenece al núcleo del cristianismo y resulta irrelevante en los evangelios, que destacan las excelentes relaciones de Jesús con las mujeres y de ellas con Jesús”.

La de Dios es Cristo

Las disputas sobre si Jesús de Nazaret era hijo de Dios y no un nuevo y revoltoso mesías, y la de ahora sobre si casó con mujer, han sido un elemento de exasperación y ferocidad para la jerarquía cristiana desde los tiempos en que Pablo de Tarso, el auténtico secretario de organización de esta Iglesia, puso firme al mismísimo apóstol Pedro en el concilio de Jerusalén, en torno al año 46, 16 después de la crucifixión del fundador. La sabiduría popular, la más afectada por tantas belicosas trifulcas, acuñó la expresión “¡Y se armó la de Dios es Cristo!”, para escenificar las consecuencias en guerras y criminales inquisiciones. Alude al concilio de Nicea, donde se decidió por la brava que Jesús era hijo de Dios (o sea, Dios).

En el mercado religioso no hay una figura más imponente que la del fundador del cristianismo, el judío llamado Yeshúa. En la etimología más popular el nombre quiere decir Yahvé salva. Se lo había puesto su padre el día de su circuncisión y era tan corriente entonces que había que añadirle algo más para identificar bien a la persona. Así que a Yeshúa en su pueblo la gente lo llamaba Yeshúa bar Yosef, Jesús el hijo de José, y fuera de su tierra, la Galilea de los años treinta, Yeshúa ha-notsrí, Jesús el de Nazaret. Hoy, 2012 años más tarde, no necesita gentilicios. Todo el mundo lo conoce como Jesús, también llamado Jesucristo por los más de mil millones de fieles que le siguen (la religión más numerosa, después del islam).

El prodigio más asombroso es que, pese a haber vivido apenas 30 años, de los que la mayor parte no se tiene noticia alguna (no faltan quienes incluso dudan de su existencia real), una buena porción de la humanidad cuenta los días, los años y los siglos desde la fecha del nacimiento de Jesús, por lo demás desconocida con exactitud.

Si hubiera que ceñirse, al escribir la vida de Jesús, a las cosas probadas sin discusión alguna, bastarían algunas líneas. Existió (lo atestiguan historiadores romanos, como el gran Tácito, aunque le dedica apenas 20 palabras). Era galileo, de Nazaret. No escribió ni una línea, si es que supo leer y escribir. Fue un predicador de éxito, que recorrió su región, cumplidos los 30 años, dando mítines sugerentes (el sermón de la montaña) o explosivos. Viajaba, muchas veces a lomos de borrico, rodeado al principio de unos pocos fieles pobres y analfabetos, y más tarde por masas a las que admiró con hechos portentosos que se conocen como milagros. Llamó la atención por su trato exquisito con las mujeres, que le adoraron y a las que defendió más allá de lo tolerado en aquel tiempo (es muy probable que alguna de esas mujeres le financiase la campaña, con comida y alojamientos para toda la comitiva). En raras ocasiones se adentró en la ciudad de Jerusalén, que le desagradaba. Excitó con sus discursos y actitudes radicales el odio de los judíos ortodoxos y de la gente con dinero. Finalmente, el poder romano, que ostentaba Poncio Pilato como procurador general de Judea, accedió de mala gana a condenarlo a muerte. Fue crucificado a las afueras de Jerusalén. Se creyó poco después que había resucitado, un rumor que recogió más tarde el historiador Flavio Josefo.

Entre 60 y 120 años después de la muerte de Jesús en la cruz, personas que lo conocieron de lejos o de oídas escribieron la historia de sus hechos y palabras, que habían quedado grabados profundamente entre las gentes. Especialmente relevantes son las epístolas de san Pablo, pero también algunos de los Evangelios, el Apocalipsis y otros textos (hasta 27 libros) incluidos en lo que después se ha conocido como el Nuevo Testamento cristiano.

Según los entendidos, hay 10.000 biografías publicadas sobre el personaje, y no hay rincón de la Tierra que no haya oído hablar, para bien o para mal, de la Iglesia que nació tras su muerte con el nombre de cristianismo.

10 comentarios

  • Iñaki S:S,

    Magnífico comentario, Antonio V.  Lo suscribo en su totalidad y retengo el misterio inexplicable, al menos para mi cabezota, de un Jesús de Nazaret verdadero Dios y verdadero hombre. Amigo Santiago, no me basta  la proclamación de la divinidad del Cristo de la fe, tal como lo ha hecho la Iglesia Católica romana, desde el principio. Yo me sitúo al lado de los miles de millones de seres humanos que no comparten esa fe. Esta buena gente no cree en la divinidad del Jesús de Nazaret histórico, a quien únicamente consideran verdadero hombre. Esto me hace pensar que debe de haber alguna forma de entender la “humana divinidad” de Jesús, al alcance de nuestra limitada  razón.
    En este punto yo me fijo en la fusión integral de los enamorados de película.  Todos, en cualquier rincón del universo, podemos entender como el amor les hace uno.  ¿Tan sacrilegio es aplicar esta misma regla al amor del hombre de Nazaret a su amado Dios/Padre?. ¿Como  podríamos considerarnos hermanos de un humano verdadero Dios, si nuestro amor al mismo Padre no nos diviniza?.

  • Antonio Vicedo

     
    He intentado hacerme con la cita. pero, cosas de la deficiente y cansada memoria, no he podido dar con ella ahora; hago referencia a ella tal y como la recuerdo para tenerla como marco de opinión y reflexión.
     
    Se trata de aquello de:”– El HIJO DIVINO se hizo HOMBRE, en todo semejante a nosotros humanas/os, EXCEPTO EN “EL PECADO”.
     
    ¿En ese TODO, exceptuado el pecado, no entra el estar casados/as?
     
    ¿Por qué y para qué hacer problema en Jesús lo que entra de lleno dentro de lo humano?
    ¿Afecta esto a la Fe en la que LE consideramos VERDADERO HOMBRE y VERDADERO DIOS, sin capacidad para explicarnos ese misterio?
     
    ¿Se ha atrevido o decidido el carisma del MAGISTERIO a cerrar esta cuestión?
    ¿Lo podría hacer, si de la COMUNIDAD APOSTÓLICA PRIMIGENIA no se puede aducir prueba contundente al respecto?
     
    ¿No huele esto,  al tufo del menosprecio del género femenino y en consecuencia de las repercusiones impuras que se endosaban y se endosan (Festividad y advocación de la Purificación de María) a la naturaleza femenina: menstruación, partos, etc.?

  • Es usual entre algunos “católicos”, acusar a la Iglesia católica de “constantinismo”, en alusión a Constantino que adoptó el cristianismo como religión del Imperio romano. Que yo sepa, esto sería algo nuevo, porque yo profeso el Credo donde se profesa “la santa Iglesia Católica”. ¿De dónde me viene que tengo que profesar en una Iglesia también CONSTANTINIANA? Yo creo que más bien seria un apelativo inventado por algunos  “protestantes” y algunos teólogos “católicos”.
    El antes ex comunista (era marxista) Roger Garaudy ha dicho que la iglesia católica está tocada de CONSTANTINISMO, definiéndola como IGLESIA DOMINANTE DE LOS DOMINANTES.
    Daniel Sapia es un hermano presbiteriano que en su blog cuyo nombre es “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” dice textualmente: “Constantino supuestamente se convirtió en cristiano en el año 313 d.., con esta supuesta “conversión” dio categoría oficial a la Iglesia cristiana en colaboración con el paganismo. Ahora la iglesia cristiana era un cuerpo religioso reconocido por el Imperio cuya cabeza era el mismo Constantino. Convocó el primero Concilio de Nicea en el año 325 como cabeza de la iglesia cristiana, Constantino era el PONTIFEX MAXIMUS. Los cristianos lo honraron como “obispos de obispos” y “vicarius christi, Vicario de Cristo. Esta frase en latín, si es traducida en griego literalmente significa “anticristo”.
    Es verdad que el Concilio es convocado por el emperador Constantino, que no se preocupó de consultar a Roma. Constantino es aquí el testigo de las repercusiones políticas de las disensiones religiosas. Por otra parte, una reunión tan importante de obispos es en sí misma un acto político, en el sentido de que no habría sido posible celebrarse esta asamblea sin utilizar los servicios del estado, por ejemplo, el transporte público.
    Pregunto: ¿tengo que creer y aceptar esta afirmación como dogma de fe? Hoy se puede creer a cualquiera. Aquí en Perú los Medios de Comunicación dijeron que una rusa había pronosticado un gran terremoto para el día 19 del pte mes en Lima.  Hoy es 25 y todavía sigo vivo. ¿Me puedo fiar del señor Sapia?
    Muchos creen que Constantino se convirtió en el primer “papa”. Eso es mentira porque al tiempo de ser entronizado Constantino el Papa era San Silvestre.
    Otros sostienen que Constantino fundo la Institución religiosa, llamada “Iglesia Católica Romana” en el año 313. Otra mentira sin evidencia histórica. Lo que hizo Constantino fue establecer la libertad de religión en el Imperio Romano. Con esto cesaron las persecuciones.
    ¿Por qué fue la iglesia Católica la beneficiada? Por la sencilla razón de que NO EXISTIA “otra” Iglesia. Todos eran parte de la UNICA Iglesia de Cristo.
    Hoy se exige una Iglesia “más pura” y “más pobre”, una Iglesia que nada tenga que ver con el poder político, una Iglesia “ácrata”, es decir, SIN PODER (poder entiendo como servicio).También se la somete a un examen crítico, porque ¿Cuál es esa Iglesia pura, dónde está esa Iglesia de los puros, a la que corresponden los calificativos de AUTENTICA y VERDADERA. Sin duda, el Nuevo testamento llama SANTOS a los miembros de la Iglesia; pero esta palabra hay que entenderla en el sentido del Antiguo Testamento, equivalente a elección y consagración, pero ahondado por la obra reconciliadora de Cristo. Es un término que se aplica, sobre todo, al núcleo primitivo de la Iglesia, a “los santos de Jerusalén”, que es, desde siempre, la ciudad santa por excelencia. Ahora bien, de sobra se sabe que esta consagración colectiva de la comunidad no transformó a los individuos hasta hacerlos tan “inmaculados” como debieran serlo en virtud de su elección.
    Ya para el pastor de hermas, “todos estos santos” son pecadores, que deben hacer penitencia y por los que hay que rezar. En suma, el titulo de santo atribuido a la comunidad cristiana como tal, no garantiza, pues, en manera alguna que represente concretamente a la “virgen pura”, a la “gloriosa esposa sin mancha ni arruga”.
    Me estaba saliendo del tema. No hay que olvidar que hay que ser sincero con la historia y consigo mismo. La historia registra que los cristianos vivían en las catacumbas y miles llevados al martirio. Eran perseguidos por los emperadores del Imperio pagano y no podían celebrar libremente sus actos litúrgicos. Es un hecho conocido que antes de Constantino se había dado en Roma una de las persecuciones más brutales hacia los cristianos.
    Hoy también se dice que Constantino PAGANIZO la Iglesia Católica. ¿Es esto cierto? Lo cierto es que no existe ningún dato histórico que sostenga esto. El hecho de que en el reinado de Constantino se promulga la libertad de culto, no se puede interpretar como la “paganización” de la Iglesia. La fe de la Iglesia antes y después de Constantino es la misma. Es más bien luego de la reforma protestante donde se ve un cambio radical entre las doctrinas que siempre creyó la Iglesia.
    Lo que me parece un chiste es lo que se sostiene que Constantino convocó el Concilio de Nicea con la finalidad de ser reconocido “de facto” como “cabeza” de la Iglesia. El emperador ciertamente tenía interés especial en que el imperio se mantuviera en paz. No conozco una fuente histórica seria que afirme que Nicea fue convocado por Constantino PARA ser reconocido como “cabeza” de la Iglesia. Si tienen esa “fuente histórica” le agradeceré que me avisen.
    Otro dato que parece inverosímil es que Constantino se haya convertido en “obispo de obispos”. La historia demuestra que Constantino no estaba bautizado y solo se bautizo en su lecho de muerte. ¿Cómo se hizo obispo? No quiero entrar en detalle de lo que significa la palabra “obispo”. Lo que debo suponer es que haya usado la palabra obispo no en el sentido bíblico sino etimológico, es decir, un “obispo desde el exterior”. Constantino reunió a los obispos y les dejo deliberar. Constantino es un “inspector” que vela desde “el exterior” para que todo se realice en paz y orden. Por consiguiente no hay evidencia historia seria que Constantino fuera “obispo de obispos”.
    Por consiguiente el emperador es “el obispo de fuera”, es decir, el que vela desde fuera por el buen funcionamiento de las instituciones y por la paz religiosa. Al emperador no le toca juzgar las cosas de la fe en ellas mismas, pero tiene que velar por el bien de la religión. El emperador es considerado como un “mediador”, ya que está revestido por Dios del cargo de procurar el buen orden y la armonía entre el Estado o la sociedad civil y la sociedad eclesial.
    En el momento de Nicea la Iglesia cree que está viviendo un sueño: el imperio, hasta entonces amenazante y perseguidor, viene en su ayuda y toma su defensa.
    Saludos
    Lucho

  • Santiago

    SIN duda alguna la divinidad de Cristo ha sido -y es todavía- el reto y el “caballo de batalla” con que la humanidad se ha enfrentado desde el siglo I. Si Cristo no hubiera manifestado su divinidad, su mensaje probablemente no hubiera trascendido despues de su muerte. Hubiera quedado diluido en la historia. Pero la manifestacion de su divinidad es lo que es verdaderamente interesante de su Persona. Y por eso, sus discipulos entendieron la importancia de transmitirnos esta fe y asi S. Pablo, que fue contemporaneo de los Apostoles y que precedio escribiendo poco despues de la muerte de Jesus, a los Evangelistas,  comienza su primera epístola a los romanos diciendo que Dios que había prometido a Cristo por medio de sus profetas y que nacio de la estirpe de David segun la carne, no es otro que el Hijo de Dios que ostentó el poder segun el espiritu de santidad desde su RESURRECCION de entre los muertos, Jesu-Cristo, Señor Nuestro” (1Romanos 1-7) 
    No fue Constantino pues el que “invento” y “forzó” la fe de la Iglesia, sino que el Concilio de Nicea proclamó y definió la verdad fundamental del cristianismo como fue “recibida” desde el principio por los que creyeron y siguieron a Cristo. 
    Y como afirmaba Juan XXIII en el Discurso de Apertura del Concilio Vaticano II, hoy es como ayer. O el mundo esta con Cristo o está contra EL. Con su verdadera identidad o o contra ella. No podemos negar lo que es la verdadera fe de la Iglesia. Y la Iglesia ha proclamado esta fe en la divinidad de Cristo desde el principio.
    un saludo cordial     de Santiago Hernández   

  • olga larrazabal

    Para los judíos el celibato no era ni es bien visto y la homosexualidad  y pedofilia de los griegos y de los romanos los molestaba mucho.  Quizás Pablo tenía algún problemín con el tema ( le ponía demasiado énfasis a la santidad de la soltería)  y también Agustín, pero aparentemente Jesús no tenía ese problema ni ninguno de sus seguidores.  Pero como se impuso Pablo y la cultura griega y romana, ahora tenemos el resultado que tenemos.  Y después de 2000 años nos escandalizamos por lo que debía ser lo natural entre los judíos de aquella época.

  • M.Luisa

    Hola Tino, pienso que estos grandes teólogos que nombras, en efecto,   a través de sus escritos  se percibe que   hablan de la Divinidad de Jesús,  algo muy distinto  de si afirmasen        que Jesús sea Dios. Mantenerse en  esta afirmación “Jesús es Dios”  es moverse todavía en un terreno  especulativo e ininteligible de la Trinidad. En cambio expresar  la Divinidad de Jesús  es abrirse a la  vivencia y a la experiencia trinitaria de la realidad.

  • luis a. henríquez

    Juan José Bedoya:
     
    El emperador Constantino, en el Concilio de Nicea, “no inclina la balanza” a favor de las tesis cristológicas ardorosamente defendidas por padres de la Iglesia como san Atanasio, san Basilio, san Gregorio Nacianceno y san Gregorio de Nisa, principalmente. Cierto que las tesis arrianas habían calado hondo en no pocos de los aproximadamente 300 padres conciliares que participaron en aquel concilio ecuménico -justamente conocido en la posteridad como el concilio que proclama la tesis de la divinidad de Cristo, a pesar de que pudieron ser mayoría los obispos partidarios de las tesis de Arrio-, pero las discusiones teológicas fueron cosa de los obispos reunidos, no de Constantino.
     
    Ergo, es el magisterio del Concilio de Nicea el encargado de condenar el arrianismo, no la pacificadora decisión final de Constantino.
     
    Pretender colar la coartada de que al final Constantino fue el que decidió un tanto “arbitraria o caprichosamente” la balanza a favor de las tesis que apoyaban la divinidad de Cristo, es una forma de minusvalorar un dato fundamental de la fe; el más fundamental acaso -junto a la resurrección de Cristo-, pues sin estos dos, el Islam mismo habría de ser proclamado como la religión consumadora del previo mensaje cristiano. Y es además tratar de hacerlo faltando a la verdad de los hechos históricos que al menos hasta la fecha parecen confirmados por los historiadores de la Iglesia universal.
     
    Modestamente creo que es así.

  • Tino (profesor de teología y moral)

    Hola amigos, no se trata de asustar o no, sino de ser fiel  a la realidad. La investigación histórica, exegética y bíblica teológica más seria, con autores nada sospechosos (por ejemplo J.A. Pagola, X. Pikaza o A. Puig), no contempla para nada esa posibilidad. Este texto, según la crítica histórica y teológica, no tiene validez.
    Lo que me parece todavía más claro es afirmar la divinidad de Jesús. Todos  los grandes teólogos y cristólogos, y nada sospechosos como G. Faús o Sobrino: afirman nítidamente la Divinidad de Jesús. Es la entraña de la fe en comunidad, en la iglesia,  y además de los primeros teólogos y padres de la iglesia o los Concilios, siempre fue afirmada desde los orígenes del cristianismo,  por la fe del pueblo pobre y sencillo,  pero espiritual y formado. Es decir, por la tradición de todas las iglesias cristianas, no solo la católica, sino por nuestros hermanos ortodoxos o protestantes.
    Sí Jesús no es Dios no es nuestro salvador y liberador, porque como bien decía Heidegger solo un Dios puede salvarnos. Si Dios en Jesús no ha se encarnado no nos ha salvado, no ha mostrado su amor y solidaridad tan profunda, como fue la del Dios en Jesús que asumió solidariamente todo nuestro mal, sufrimiento e injusticia para salivarnos y liberarnos de este mal e injusticia por el amor, la fraternidad y la justicia con los pobres.  Los pobres y crucificados de la tierra son sacramento de Dios en Jesús Pobre y Crucificado.  Es la solidaridad más profunda del Dios de los pobres en el Pobre y Crucificado en la injusticia por la justicia.

    Un cordial saludo

  • Pero, ¿a quien asusta? Porque aqui en Peru no estamos asustados.
    Saludos
    Lucho

  • MARISA-EL TALLER

    Bua, pues que tienen de nuevo? es lo logico que formara pareja, con quien quisiera y el tiempo que quisieran las dos personas.
    Lo que me asusta es que ATRIO, no saque algun de los miles de articulos sobre la guerra iniciada ayer en Madrid, ¿asusta eso acaso?.
    PAZ Y BIEN.