20 años después, hoy se vuelve a reunir en Río la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, Río+20. Pero el resultado real ya se supo ayer, cuando fue aprobado el borrador de conclusiones, considerado como decepcionante —“texto inmaduro para cimentar una economía verde”–, aunque el único “pacto posible” en este momento. Previendo ya esta decepción y con realismo, escribe Leonardo Boff esta columna extraordinaria.
La gran propuesta que, seguramente, saldrá de la Río+20 a nivel oficial del Encuentro de los representantes de los pueblos es la economía verde. La intención promete: «economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y de la erradicación de la pobreza». Analizando el texto oficial, calcado sobre un documento del PNUMA Iniciativa de Economía Verde, se percibe que no difiere en las metas y en los procesos del clásico desarrollo sostenible. En el fondo, se trata de la misma cosa. El documento de la ONU evita el desarrollo sostenible como tema central pues tiene conciencia de la banalización y el desgaste de esta expresión. Como denunciaba recientemente Gorbachov: se ha revelado insostenible, «engendra crisis, injusticia social y el peligro de catástrofe ambiental»(O Globo, 09/06/2012). La expresión más adecuada y menos ambigua sería una economía de bajo carbono.
Ya hicimos críticas a esta versión de la economía, el carácter ideológico del capitalismo que ya conocemos, ahora con máscara verde. Pero ya que la expresión economía verde se ha impuesto, vamos a tratar de desentrañar lo positivo que pueda haber en ella. Como cualquier otra realidad, también el genio del capitalismo, siempre creativo en sus adaptaciones, puede contener algún elemento aprovechable.
Partimos de un presupuesto teórico que conviene revelar: el teorema de Gödel, segun el cual, por todas partes reina siempre lo incompleto. Nada es rotundamente perfecto. Luz y sombras acompañan las prácticas humanas. Incluso los propósitos más puros encierran imperfecciones y los más problemáticos, dimensiones aceptables. Nunca podemos practicar un mal absoluto como tampoco realizar un bien absoluto. Vivimos en una ambigüedad originaria. No es un defecto sino un marca de la condición humana y de la propia estructura del universo, hecha de caos y cosmos, de órdenes y desórdenes coexistiendo siempre simultáneamente.
Intentemos aplicar estos conceptos a la ecología verde y ver lo que hay de rescatable en ella y lo que no. La economía verde puede significar varias cosas.
En primer lugar, puede proponer la recuperación de las áreas verdes, desarborizadas o resultantes de la degradación y de la erosión de los suelos y mantener en pie las florestas aun existentes. Es un propósito positivo y debe ser realizado con urgencia. Las manchas verdes garantizan el agua para el sistema de la vida y secuestran el dióxido de carbono, diminuyendo el calentamiento global. La economía verde en este sentido es deseable.
En segundo lugar, puede indicar la valoración económica de las llamadas externalidades como agua, suelos, aire, nutrientes, paisajes, es decir, dimensiones de la naturaleza (verde) etc. Estos elementos no entraban en la valoración del precio de los productos. Eran simplemente bienes gratuitos ofrecidos por la natureza que cada uno podía apropiarse. Hoy, sin embargo, con la escasez de bienes y servicios, especialmente de agua, nutrientes, fibras y otros empiezan a adquirir valor. Éste debe entrar en la composición del precio del producto. No se trata todavía de mercantilizar tales bienes y servicios sino de incluirlos como parte importante del producto. Lo mismo vale para los residuos producidos que acaban contaminando las aguas, envenenando los suelos y contaminando el aire. Los costes de su transformación o eliminación deben entrar ademas en los costes finales de los productos.
Así, por ejemplo, para cada kilo de carne bovina se requieren 15.500 litros de agua, para una hambuguesa de carne, 2.400 litros, para un par de zapatos 8.000 litros y hasta para una tacita de café, 140 litros de agua. El capital natural usado debe ser incluido en el capital humano y en la economía de mercado.
Hay cálculos macroeconómicos que han estimado el valor de los servicios prestados a la humanidad por el conjunto de los ecosistemas que forman el capital natural. Utilizo un dato de 1977, ya antiguo, pero que sirve como referencia válida, aunque hoy las cifras sean mucho más altas. Los cálculos fueron realizados por un grupo de ecologistas y de economistas sensibles a las cuestiones ambientales. Estimaron que en aquel entonces era de 33 billones de dólares/año el valor de la contribución del capital natural a la vida de la humanidad. Esto representaba casi dos veces el producto mundial bruto que en 1977 era del orden de 18 billones de dólares. En otras palabras: si la humanidad quisiese sustituir el capital natural por recursos artificiales, necesitaria añadir al PIB mundial 33 billones de dólares, por no decir que esta sustitución sería prácticamente imposible. La economía verde pretende tomar en consideración el valor estimativo del capital natural, ya que está en alto nivel de degradación y de creciente escasez. En este sentido la economía verde tiene una validez aceptable.
En tercer lugar, la economía verde, según la entiende el PNUMA que la formuló, debe «producir una mejoría del bienestar humano, equidad social, al mismo tiempo que reduce significamente los riesgos ambientales y la escasez ecológica». Tal propósito implica un modo distinto de producción que respeta lo más posible el alcance y los límites de un determinado bioma (caatinga, cerrado, amazónico, pampa y otros) y evalua qué tipo de intervención puede hacerse sin estresarlo hasta el punto de que no pueda rehacerse.
Demos algunos ejemplos. Se trata de buscar energías alternativas a las fósiles, altamente contaminantes, energías que se basan en los bienes y servicios de la naturaleza que menos contaminan,coma como la energía hidroeléctrica, la eólica, la solar, la de las mareas, la geotérmica y la de base orgánica. Sabemos que nunca habrá energía totalmente pura, pero su impacto negativo sobre la biosfera puede ser en gran parte disminuido.
El agua dulce será uno de los bienes más escasos de la naturaleza. Construir edificios que capten el agua de lluvia para múltiples usos puede aliviar la falta de agua. Obligar a que todas las construcciones nuevas monten captadores de energía solar. Reusar y reciclar todo lo que sea posible. Como contrapartida a los subsidios concedidos por el gobierno, obligar a los fabricantes a construir vehículos que economicen mas energía y disminuyan la contaminacion. Los subsidios y préstamos a las empresas deben estar condicionados a la observación de objetivos ambientales o al rescate de regiones degradadas. Obligar a los supermercados a no utilizar bolsas de plástico para sus productos y a reciclar las botellas plásticas. O que las fábricas de productos electrónicos asuman el reciclaje de los aparatos usados. Disminuir lo más posible el uso de pesticidas en la industria agrícola y favorecer la agroecología y la economía solidaria, incluso disminuyendo la carga de impuestos en la venta de sus productos. Y así podríamos multiplicar indefinidamente los ejemplos.
Se supone que este tipo de economía verde representa una transición hacia la verdadera sostenibilidad económica, al día de hoy todavía no alcanzada.
Cabe, sin embargo, observar, que el calentamiento global incontenido, la entrada de millones y millones de nuevos consumidores, especialmente de la China y de la India, y también de Brasil, van a gravar aún más el capital natural ya en descenso. Las emisiones de gases de efecto invernadero crecerán enormemente. Cada persona emite cuatro toneladas de dióxido de carbono por año y la totalidad de la humanidad cerca de treinta mil millones de toneladas, nos informa J. Sachs de la Universidad de Columbia (USA). ¿Cómo digerirá la Tierra esta carga venenosa? Los desastres naturales muestran la incapacidad de manter su equilibrio. I. Ramonet en Le Monde Diplomatique (13/05/2012) afirma que el 90% de los desastres naturales del año 2010 fueron consecuencia del calentamiento global. Causaron la muerte de 300.000 personas y un daño económico de cien mil millones de euros.
Este tipo de economía verde es aceptable en la medida que vaya más a fondo en su formulación, para presentar otro paradigma de relación con la Tierra, donde no la economía, sino la sostenibilidad general del planeta, del sistema-vida, de la humanidad y de nuestra civilización deben ser centrales. En razón de este propósito hay que organizar la base material económica, en sinergia con las posibilidades de la Tierra. Tenemos que sentirnos parte de ella y con el encargo de cuidarla para que nos pueda dar todo lo que necesitamos para vivir nosotros y la comunidad de vida.
En cuarto lugar, la economía verde puede representar una volutad altamente perversa de la voracidad humana, especialmente, de las grandes corporaciones, de hacer negocios con lo que hay de más sagrado en la naturaleza, que son los bienes comunes de la Tierra y de la humanidad, cuya propiedad debe ser colectiva. Entre ellos se cuentan en primerísimo lugar, el agua, los acuíferos, los ríos y los océanos, la atmósfera, las semillas, los suelos, las tierras comunales, los parques naturales, los paisajes, las lenguas, la ciencia, la informacion genética, los medios de comunicación, Internet, la salud y la educación entre otros. Como están íntimamente ligados a la vida no pueden ser transformados en mercancía y entrar en el circuito de compra y venta. La vida es sagrada e intocable.
Poner precio a los bienes y servicios que la naturaleza nos da gratuitamente, privatizarlos con la intención de lucro es la suprema insensatez de una sociedad de mercado. Ésta ya había realizado la perversidad de pasar de una economía de mercado a una sociedad de mercado. No todo puede ser objeto de la ganancia humana que privatiza y acumula al servicio de los intereses de unos pocos a costa del sufrimiento de la mayoría. La vida, por ser sagrada, reaccionará, posiblemente poniéndonos un obstáculo que podrá liquidar gran parte de la misma humanidad. Este tipo de economía verde es inaceptable.
Por último, no podemos dejar que las cosas sucedan de tal forma que el camino hacia el abismo sea irreversible. Entonces ni siquiera tendremos hijos y nietos para llorar nuestro trágico destino, porque ellos tampoco existirán.
Leonardo Boff es autor de Proteger la Terra y cuidar de la vida: como evitar el fin del mundo, Record 2010.
[Traducción de MJG]
Calcularon el aumento de peso y la disminución de velocidad que adquiere Atrio con las extensiones cada vez mayores de los artículos y los comentarios?
Al final, cualquier valor teórico nos lo jugamos al mús o, peor todavía, al truco.
Vía Campesina: Economía Verde nada más es que el nuevo rostro, una nueva configuración del capital financiero del campo
Natasha Pitts
Periodista de Adital
Adital
La ‘Economía Verde’ viene siendo propuesta como una tabla de salvación para el mundo y como el modelo más correcto de desarrollo. En contraposición con esta lógica desarrollista, y en el fondo totalmente capitalista, movimientos sociales que involucran a organizaciones de diferentes regiones de América Latina, como Vía Campesina, rebaten esa propuesta enmascarada y llaman a la economía verde ‘capitalismo verde’. Para hablar más sobre el asunto, ADITAL, cubriendo en directo desde la Cumbre de los Pueblos, conversó con Lourdes Vicente, de Vía Campesina y del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST).
Adital – ¿Cómo entiende Vía Campesina el concepto de economía verde?
LourdesVicente – Nosotros hicimos un amplio debate a nivel internacional. Fue todo un proceso para llegar a la conclusión de que la economía verde es nada más que una falsa solución para los grandes problemas que enfrentamos hoy. En la década del 60 tuvimos la Revolución Verde, una posible salida para el hambre del mundo, que no se resolvió durante todo este tiempo. Lo que estamos llamando economía verde es nada más que el nuevo rostro, una nueva configuración del capital financiero del campo.
Sabemos que la economía verde, dado que proviene de las grandes empresas, de las transnacionales, de los gobiernos, no tiene ningún interés en el medio ambiente; viene como una simple forma de maquillar lo que está por detrás, que es exactamente una ofensiva del capital industrial en el campo: ése es el verdadero sentido de la economía verde. Es utilizar los recursos naturales (como ellos los llaman, porque nosotros los llamamos bienes naturales –la tierra, el agua, las semillas–) como mercadería, que va a acumularse en forma creciente en las empresas y para el gran capital. Esa lógica destruye el planeta y éste no aguanta más, por eso existe la preocupación de los movimientos sociales de decir que esa economía no nos sirve.
Adital – ¿Cuáles son las implicaciones de este modelo que se está vendiendo a la sociedad como la mejor y más correcta forma de crecer y desarrollarse?
Lourdes Vicente- Un ejemplo fuerte es la explotación de uranio en Santa Quitéria, en Ceará, aunque el mundo entero esté en contra. Ellos lo ven como algo bueno. Es un absurdo. Es una lógica atrasada que ellos ven como si fuera algo bueno. También el fin de la biodiversidad, de las semillas, de nuestras riquezas naturales. Otro ejemplo es la contaminación del acuífero Jandaíra. A 100 metros de la Chapada del Apodi ya hay agrotóxicos. Estamos viendo la desaparición de comunidades; estos son los aspectos sociales. Existen tres campos de implicación, hay implicaciones en el ambiente, en segundo lugar en el trabajo y en el modo de vida de las comunidades campesinas que desaparecen y son expulsadas. Donde llega un gran proyecto, la primera actitud es la expulsión de las familias de las cercanías. Y el tercer aspecto son los problemas sociales. La llegada de empresas transnacionales roba las tierras a las comunidades que viven en los alrededores de los grandes proyectos. Y ese capital tiene una movilidad. Usa los recursos locales y cuando éstos se acaban, va hacia otro lado. En la Chapada del Apodi vimos un aumento del embarazo precoz, de la prostitución, del alcoholismo y de la violencia. Con la llegada del agronegocio este paquete vino asociado.
Adital – En contraposición con la Economía Verde, ¿qué es lo que Vía Campesina defiende como propuesta de desarrollo?
LourdesVicente – Nosotros defendemos lo que los campesinos ya defienden desde hace más de diez mil años. Una agricultura campesina que tenga una base que hoy estamos llamando agroecológica, de soberanía alimentaria, con reforma agraria, que dé derecho a los trabajadores a decidir qué producir, de qué forma producir. Estamos defendiendo, en primer lugar, una agricultura que produzca comida y no mercadería. No queremos utilizar nuestras tierras, nuestros recursos y ver que esas riquezas se van fuera del país y tenemos un proyecto de agricultura muy amplio que va desde una articulación con los campesinos del mundo a la socialización de saberes tradicionales, a la visibilización, por ejemplo, del trabajo de las mujeres. Lo que hacemos de alternativo es lo que ya existe, lo que las comunidades vienen desarrollando desde hace miles de años, que es una agricultura extremadamente integrada con el medio ambiente. No se separa, como ocurre en el agronegocio.
Adital – Movilizaciones como la Cumbre, ¿son formas significativas y eficaces de combatir y desenmascarar la tal Economía Verde?
LourdesVicente – Lo que la Cumbre vino a decir es que hay una unidad política entre los campesinos del mundo y que ese modelo no sirve. Eso es unánime aquí. Hay una diversidad de movimientos, de experiencias. Y el espacio se hace propicio para socializar las luchas locales articulándolas con las luchas globales. Por ejemplo, la lucha por los territorios indígenas es una lucha de todos los campesinos. La lucha en defensa de las semillas, la lucha en defensa del agua, de la tierra, son banderas globales de interés de los campesinos. Este espacio es importante, por eso Vía [Campesina] ha puesto sus energías en la articulación de los campesinos y en la lucha en las calles, pues el debate solamente no va a ningún lado, entonces nosotros estamos haciendo el esfuerzo de estar aquí articulando diferentes formas de movilización con campañas a nivel local como a nivel internacional, contra los agrotóxicos, contra los transgénicos.
Vía Campesina está poniendo el énfasis en ese aspecto de la movilización y de la construcción de alianzas, y todos aquellos que quieran, no sólo hablar en contra del modelo, sino también hacer acciones concretas de denuncia, de resistencia, y propuestas en el sentido de llevar a cabo más ocupaciones de tierra, presionar a los gobiernos para que se implementen soluciones como la reforma agraria.
Traducción: Daniel Barrantes – barrantes.daniel@gmail.com
http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cat=96&cod=68019
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http://www.redescristianas.net/2012/06/20/en-rio-se-enfrentan-los-luchadores-de-la-vida-a-las-fuerzas-de-la-muerte-gabriel-sanchez-montevideo-uruguay/
Con cariño Gabriel
Hola!
“ya que la expresión economía verde se ha impuesto, vamos a tratar de desentrañar lo positivo que pueda haber en ella”
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Trabajé durante 20 años en una Empresa de Construcciones Metálicas (Jefe de Área de Montaje en Obras).
La Oficina Técnica de Proyectos tenía la tarea de idear soluciones
a los requerimientos del Cliente (Ford, Somisa, Siderar, SKF, etc. en Argentina).
Dichos Proyectos finalizaban su escrito -en renglón aparte, con letras mayúsculas y resaltadas
con la siguiente sigla: “UPa”,
que para ellos quería decir: ¡Última Palabra!
Pero al llegar al alemanote supercapaz que manejaba el Negocio,
podía (y solía) ocurrir que el Proyecto de “perfección ideal” técnica
sufriera cambios, a veces sustanciales, porque: o no había en el Mercado los materiales que el Proycto proponía, o porque la Competencia utilizaría otros cálculos sustentables u otros materiales u otros modos de fabricación, transporte y montaje.
El Proyecto no se tiraba a la basura
pero la sigla “UPa” se transformaba inmediatamente en “P-UPa”;
que lo convertía, entonces, en: Pen- Última Palabra!
Pareciera que la cintura política de Leonardo ha resultado que
su “UPa” lo haya convertido en “P-UPa”.
¡Bien por Leonardo! y ¡Vamos todavía! – Oscar.