Namasté, India!
Me encuentro en la India, con motivo de un Congreso teológico. ¡Namasté! Así se saludan inclinando la cabeza y juntando las manos a la altura del pecho, y quiere decir: “Yo me inclino ante tu forma”, “Mi espíritu respeta tu espíritu”, “La divinidad que hay en mí venera la divinidad que hay en ti”.
Namasté, India, con tus montañas y ríos sagrados, todos femeninos: Indo, Brahmaputra, Godavari… y la Ganga Ma (Madre Ganges). Namasté, India, con tus 1.200 millones de habitantes, que pronto serán más que los chinos. Namasté, India milenaria, India joven, con tus 24 años de edad media, con tus 500 millones de menos de 21 años. Namaste, India, con tus 900 millones de hindúes, con tus mantras o sílabas sagradas, con tus brahmanes, gurús, peregrinos y ascetas, con tus templos o mandires de todos los tamaños cerca de los ríos, habitados por una única divinidad en todas las formas. Namasté, India, con tus más de 100 millones de musulmanes –en este momento, al ocaso del sol, oigo al muecín llamar a la oración en nombre de Alá el Misericordioso–. Namasté, India, con tus 20 millones de cristianos.
Namasté, India contradictoria como todo el planeta, con tu crecimiento anual del 7% desde hace 8 años, que a los más pobres no les llega o les hace más pobres. Namasté, pobres de la India, el 15% de todos los pobres del mundo. Namasti, dalits (“intocables”) de India, multitud de excluidos del sistema de castas, que Gandhi llamaba harijam (“hijos de Dios”). Namasté, mujeres de India, que aún seguís sometidas, a pesar de que en vuestras escrituras está escrito: “la mujer es el poder del mundo y la forma esencial de cada cuerpo”. Namasté, devadasis (“servidoras de la divinidad”), que en un tiempo fuisteis privilegiadas, veneradas, libres al frente de los templos, y luego os convirtieron en “prostitutas sagradas”, decir, prostitutas esclavas hasta hoy.
El tema de nuestro Congreso es “Hacer teología en el contexto del pluralismo religioso, cultural e ideológico”. Y está muy bien que, siendo aún la teología cristiana, como todo el cristianismo, tan europeo como es, hayamos venido –debería decir peregrinado– a este subcontinente asiático, que hace cuatro mil años, antes de la llegada de los arios, mucho antes de Abrahán, ya conocía una floreciente cultura religiosa en Mohenjo Daro; a esta tierra donde, mucho antes de los primeros escritos bíblicos, los sabios Vedas ya escribían poemas cantados y hacían teología; a este país de los grandes maestros Sidharta Gautama el Buda o Iluminado, Mahavira el Jaina y de Patanjali el patriarca de todos los yoguis; a esta tierra de los grandes filósofos Sankara, Madhva y Ramanuja que hace mil años ya discutían sobre qué es el Brahman o el Absoluto invisible, que nosotros llamamos “Dios”, en relación a este mundo visible, cuestión sobre la que aún seguimos cavilando sin avanzar más que ellos.
Está bien que hayamos venido aquí a tomar en consideración el pluralismo teológico a este país de la diversidad, el país de los mil colores y de las mil especias, con decenas de razas, nacionalidades y religiones, con 18 idiomas reconocidos por la constitución y otras 1.000 lenguas o dialectos, aunque el hindi y el inglés son las lenguas nacionales, y el inglés la lengua del trabajo (¿Qué quieres, amigo? Eso es la globalización. ¿A eso estará condenado el pluralismo?).
Si una vida no es suficiente para conocer India, como aquí se dice, ¡cuánto menos siete días, cuatro de los cuales han transcurrido en un salón de la facultad de teología de los jesuitas en Pune, una ciudad moderna y desarrollada de 5 millones de habitantes, ciudad universitaria, la “Oxford del Oriente”, que según nos dicen no es el mejor lugar para conocer la India profunda. Otra vez será.
Aquí nacieron cuatro de las grandes religiones del mundo: hinduismo, budismo, jainismo y sijismo. Pero el hinduismo no es “una” religión. Es como la India: un mosaico de creencias y prácticas diversas. No hay un fundador, no tiene un credo fijo, ni una “doctrina eclesiástica”, ni una estructura u organización común, ni necesitan de todo ello para sentirse unidos.
Siendo distintos, todos los hindúes comparten la misma intuición y vivencia de fondo: que todo lo visible y cambiante –incluidos los dioses– no son más que formas de lo Invisible y Absoluto, llamado Brahman; que la entidad real (atman) de todos los seres, mi propia entidad profunda, es también Brahman; que todos los seres somos cautivos de nuestra forma, de nuestro karma, del peso de nuestras acciones en esta vida y en el samsara (“rueda”) de todas las vidas anteriores, infinitas; y que debemos y podemos liberarnos de la tiranía de nuestra prisión, de nuestro yo, y todas las religiones son buenas si nos liberan, nos hacen buenos y nos llevan a ser lo que propiamente somos, el Absoluto mismo.
No todos los indios son hindúes, practicantes del hinduismo; solamente lo son el 80%. Pero no solo los hindúes comparten la cultura india, de la que forma parte su religión milenaria. He oído decir a un cristiano convencido: “Soy primero indio y luego cristiano”. En esa simple frase se expresa el reto más radical de la teología de hoy: toda “revelación divina” y toda fe –también la cristiana– arraigan en una cultura, como una planta en una tierra concreta, y se convierten en religión; toda religión es solamente una forma particular de una experiencia humana profunda que trasciende las formas. También el cristianismo que hemos conocido, tan ligado a la cultura griega y romana y europea, es una forma histórica, particular. Otros cristianismos distintos son posibles. ¿Acaso no fue muy distinto al nuestro el “cristianismo de Jesús”, sin dogmas ni jerarquías? India, Asia, África…, pero también nuestra Europa de hoy, cansada del cristianismo tradicional pero también de la intrascendencia, nos invitan a reinventar otros cristianismos posibles. Y si alguna vez desaparece el cristianismo, el Misterio de Dios seguirá habitando y sosteniendo el universo, danzando como Shiva y sufriendo como el Crucificado, hasta la moksa (“liberación”) universal.
Mientras tanto, todos somos peregrinos. Y los cristianos, allí donde vamos, llevamos un precioso evangelio en nuestras pobres vasijas de barro. Y también nosotros podemos decir lo que dijo el jesuita Juan Masiá cuando le preguntaron por qué había ido al Japón a llevar a Cristo: “A Cristo, más que traerle, le busco”. Como el pequeño pez que buscaba el Océano sin darse cuenta de que nadaba en él, también nosotros le buscamos, siendo así que en Él vivimos y Él en nosotros. La India lo ha sabido desde siempre.
¡Namaste, India! ¡Namasté, amigo, amiga lectora!
José Arregi
(Publicado en el Diario DEIA)
Para orar
Oh Dios, condúcenos de lo irreal a lo real.
Oh Dios, condúcenos de las tinieblas a la luz.
Oh Dios, condúcenos de la muerte a la inmortalidad.
Que haya paz en los cielos,
paz en el cielo y en la tierra,
paz en las aguas, paz en las hierbas y las plantas,
paz sobre todos los dioses, paz para todos los seres.
(Plegaria hindú tomada de los Upanishads, en torno al s. V a.C.)
Querida Mª Luisa: desmontado el artificio religioso ante la aparente inminencia de la muerte, pero no mi intuición de Dios (eso es lo que me salvó, pues aunque tardé, acabé entendiendo que mi crisis no era de fe, sino de creencias), esa fue (como tú bien dices): la búsqueda del sentido de mi vida, el motor de aquella reflexión. Y la solución no estaba, como acabé descubriendo, en la concepción religiosa convencional sino en la opuesta. No en partir del TODO para entenderme como hombre, que acaba uno alienado en la religión mal entendida, sino en partir del hombre (la persona), en redescubrir su humanidad tal y como Jesús nos la presenta, llena de potencialidades, para desde ahí acabar descubriendo –encontrándose- a Dios (el TODO) que le sale al encuentro desde lo más hondo de sí mismo.
Y lo demás, para que nuestra vida quede en condición de sentido, es seguir dando pasos en esa dirección.
Tienes razón Mª Antonia Martínez, en esencia no hay distinción entre espíritu y materia, pero cuántas veces, el cuerpo y sus servidumbres por un lado y las creencias y sus tradiciones por otro, ¡nos han hecho pensar lo contrario! Y en especial a quienes, como yo, procedemos de una formación religiosa muy ortodoxa, en la que, por malentendida fidelidad al magisterio de la iglesia (que no al de Jesús: cosa muy diferente) cuanto más “fiel” era uno, más acababa atrapado en el callejón sin salida de la religiosidad entendida como fin en sí misma. A más fidelidad al magisterio: se produce más atasco y a más atasco: más fidelidad al magisterio, y este a más…, y a más…
Hasta que sólo circunstancias extraordinarias como la inminencia de la muerte (ese fue mi caso) nos revelan, con dramático e inesperado realismo, que fe y creencias son dos cosas bien diferentes. Y si uno sobrevive al trauma de quedarse desnudo y sin nada, a pesar de creer que se ha sido “fidelísimo al magisterio divino” y, pese a todo, se agarra a su intuición de Dios (fe desnuda), a partir de ahí (ese es mi caso) empezó a venir para mi el descubrimiento de todo eso que tú dices, que fue lento, pues no se libera uno de aquellas ataduras tan así como así. Pero sí, finalmente esa síntesis es posible a la luz del sentido de lo humano que Jesús nos redescubrió (que no el de la religión). Y aprende uno a vivir en la maravillosa inseguridad de la fe a palo seco.
Namasté familia de Atrio (qué precioso descubrimiento esta expresión de universalidad).
Fico.
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Te agradezco mucho, amigo Fico, tu comentario tan personal y al mismo tiempo tan universal. Lo que tú describes de tu proceso también lo he vivido muchas veces: encontrarme sentada en el váter hablando con Dios; o en otros momentos, que aparentemente parecían muy alejados de lo espiritual, ponerme a discutir con él de lo sagrado y lo profano.
En mi búsqueda he llegado a la conclusión que no hay tal distinción ni separación. Nuestra persona está talmente empastada y amasada de espíritu y materia, que nunca sabemos dónde empieza la una y acaba la otra. Y creo que en nuestra persona no hay lugares altos y bajos, o partes de nuestra naturaleza más bajas que otras, sobre todo por lo que respecta al cuerpo.
Es en todo nuestro ser donde se realiza esa síntesis, que todos deseamos, de las contradicciones que nos habitan. Esa que tú llamas “necesaria convivencia”, es lo más real que poseemos; a mi parecer es necesarísima y cuanto más la asimilamos, más se integran las contradicciones y va desapareciendo esa mentalidad dualista que tanto daño nos hace. De esta manera nos damos cuenta de que, empezando por nosotros mismos, cada persona es totalmente digna de respeto por el sólo hecho de ser persona.
Te agradezco muchísimo que no hayas abandonado la reflexión porque el lugar y la circunstancia no te parecían los adecuados, o porque el resultado no sería total o definitivo…Yo creo que todo lugar y circunstancia pueden ser adecuados y así lo experimentaste, como tú mismo dices: “pese a lo asqueroso e inadecuado del momento logré avanzar, trascender la herramienta de iniciación y cruzar barreras que me acercaron a una concepción de Dios y de mi humanidad, del misterio que ambos somos…, como nunca antes había alcanzado”.
Gracias a que no son definitivos estos resultados seguimos buscando, abriéndonos al diálogo, al encuentro.
Parafraseando el saludo me atrevo a decir:
Namasté Fico, Namasté colegas de Atrio: “Mi persona se inclina ante tu persona”, “Mi persona respeta tu persona”, “La persona que hay en mí venera la persona que hay en ti”.
Estimado Fico, me admira cuando te leo todo cuanto dices y del modo como lo dices. Y, al mismo tiempo también me percato y me alegra mucho tu innegable recuperación.
Sin duda, todo lo que expresas, todas tus luchas, tu búsqueda incesante parece, como digo, todo un desafío a lo que se ha venido en llamar la condición humana a secas. Incluso a veces y por si fuera poco, calificándola hasta de pobre.
Pero en la experiencia ya se ve, esto no es así porque en ella se delata que, a la condición humana se le ha obviado toda su capacidad. En la experiencia se muestra la manera contradictoria en la que se ha pensado su estructura, es decir, pensando más en su limitación que en su capacidad.
Visto así, sin embargo, la cosa cambia, porque esto nos coloca frente a la realidad que somos en un esfuerzo por superar el ámbito de nuestro ser, así es como nuestra vida queda en condición de sentido, es decir en la condición de sentido en que queda la realidad para, precisamente, como tu muy bien dices ponerse en marcha a sabiendas de que no se acabará nunca.
Abundando un poco más, pienso que la limitación de nuestra condición humana le concierne al ser pero la capacidad de su condición real nos abre a nuestra propia humanidad
Un fuerte abrazo
“…..todas las religiones son buenas si nos liberan, nos hacen buenos y nos llevan a ser lo que propiamente somos, el Absoluto mismo.” (Sin que El ABSOLUTO SEA, el Absoluto de cada uno mismo) siendo iguales en origen, valor, dignidad, deberes, derechos y fin; y distintos por las circunstancias formales o modales.
Pero a la LIBERACIÓN de la ignorancia, error o mentira de no ser considerados y tratados como PERSONAS IGUALES, esas religiones buenas no alcanzan, tal vez por el empeño de alcanzar lo que desde la tierra alcanzar no se puede, y por no saber (¿ni querer?) alcanzar la HERMANDAD HUMANA que es lo que podemos y debemos conseguir.
“ He oído decir a un cristiano convencido: “Soy primero indio (humano) y luego cristiano(por humano)”. En esa simple frase se expresa el reto más radical de la teología de hoy: toda “revelación divina” y toda fe –también la cristiana– arraigan en una cultura, como una planta en una tierra concreta, y se convierten en religión; toda religión es solamente una forma particular de una experiencia humana profunda que trasciende las formas. También el cristianismo que hemos conocido, tan ligado a la cultura griega y romana y europea, es una forma histórica, particular. Otros cristianismos distintos son posibles. ¿Acaso no fue muy distinto al nuestro (por ENCARNADO=HUMANO) el “cristianismo (LA RELIGIOSIDAD)de Jesús”, sin dogmas ni jerarquías? “
En el devenir de la Humanidad ha prevalecido la consideración de lo circunstancial a lo esencial.
La identidad del SER HUMANO ha sido relativizada por sus circunstancias, sobre todo de subordinación, mediatización, apropiación y utilización factores todos estructurantes de las diversas culturas, sin exceptuar las religiosas o modos de entender las relaciones con el ABSOLUTO , por trascendente ni visto, ni oído, pero sí imaginado y por opción de fe libre o impuesta.
Jesús, por su ENCARNACION, HUMANIDAD en la que esconde y anonada su DIVINIDAD, ofrece la posible TEOFANÍA al alcance de los humanos generalizando con su testimonio la UNIVERSAL e IGUALITARIA FILIACIÓN de UN SOLO PADRE CELESTIAL, de la que brota y se mantiene LA UNIVERSAL HERMANDAD HUMANA, contenido previo y fundamental a cualesquiera modos culturales. Por ello es el AMOR MUTUO la suprema LEY DE VIDA o FUERZA DE LA RAZÓN por la que debe irse estructurando ese UNIVERSAL NOSOTROS en el que cobre concreción real y verdadera la FE RELIGIOSA.
Porque ¿CÓMO se puede decir o suponer que se cree en DIOS, ni visto, ni oído, si no aceptamos de verdad la REALIDAD de nuestra COMÚN HUMANIDAD?
Mucho nos acercaría a esta VERDAD HUMANA el poner verdad en el concepto y la palabra POBREZA y sus derivados, no empleándolos como contrapuestos a RIQUEZA y los suyos,
Los términos humanos que se contraponen en nuestras culturas son MISERIA, por necesidades personales vitales sin posibilidad de remedio y RIQUEZA u OPUENCIA por situación de sobra de medios para las propias necesidades.
La POBREZA es la situación en la que necesidades y remedios de tal modo se equilibran que la finalidad de unos se hace real satisfaciendo la otra.
En ello radica la DICHA QUE LE ATRIBUYE JESÚS AL VIVIR EN POBREZA; y lo que parece está demandando, con exigencias de clamor, la Naturaleza de nuestro planeta Tierra, para que nuestras relaciones no deriven en inevitable catástrofe para la especie humana.
¿Y qué otra cosa puede hacer el hombre desde su intuición de sí y de Dios, desde su pobre condición humana, más que caminar hacia lo que debe llegar a ser?
–Namasté, India contradictoria como todo el planeta, con tu crecimiento anual del 7% desde hace 8 años, que a los más pobres no les llega o les hace más pobres. Namasté, pobres de la India, el 15% de todos los pobres del mundo…
¡Qué cúmulo de contradicciones, intuyendo todas lo más luminoso desde lo más limitado y negro de la condición humana!
Y, sin embargo, no por ello dejamos de intentar profundizar en lo trascendente que habita en nosotros, con la esperanza de que ilumine nuestros pasos hacia el compromiso personal que ayude a salir de ellas. Convivencia simultánea de las más desgarradoras contradicciones. Pero no podemos detener la búsqueda. Y la religión, por imperfecta y coyuntural que sea, es un comienzo (iniciación) que quiere caminar-hacia la resolución de esas contradicciones, empezando por el compromiso desde uno mismo. Todo es empezar, ponerse en marcha, a sabiendas de que no se acabará nunca…
Hace años, en momentos dramáticos de máxima confusión, arto de no encontrar a Dios en la religión, lo buscaba yo dentro de mi. Por entonces, y tras superar un cáncer de pulmón, luchaba de nuevo con un cáncer de colon. Algo especialmente asqueroso, pues se debate uno entre la vida y la muerte en un contexto (literalmente) de mierda, diarrea tras diarrea… Pasaba las noches de la cama al váter, y cuando caía por fin derrotado en la cama, insomne de puro desfallecimiento, me preguntaba a mi mismo: ¡Cómo puede avanzar uno por la reflexión espiritual más honda de su vida, cuando esta le llega en un momento tan inoportuno y desfavorable!!!!! ¿Cómo perseverar en la búsqueda de uno mismo y de Dios, cuando la reflexión se ve constantemente interrumpida por las continuas carreras para llegar de la cama al váter (¡puajjj!!!!) no siempre “a tiempo”…? (Perdonad por lo escatológico, pero esa era mi realidad).
Ya sé que no es comparable, ni el reconocimiento de tales contradicciones pretende justificarlas, sino entenderlas, para empezar a ponerles remedio; pero sí manifiesta la inevitable coexistencia (necesaria convivencia) de las aspiraciones más elevadas del hombre con lo más bajo de su naturaleza humana. ¿Debí abandonar la reflexión solo porque el lugar y la circunstancia no eran los adecuados? ¿Porque el resultado no sería total o definitivo…?
Pues, pese a lo asqueroso e inadecuado del momento logré avanzar, trascender la herramienta de iniciación y cruzar barreras que me acercaron a una concepción de Dios y de mi humanidad, del misterio que ambos somos…, como nunca antes había alcanzado.
Sí, ya sé: migajas, solo migajas, pero todo es empezar y volver a empezar, dando pequeños pasos en la buena dirección.
Namasté colegas de Atrio: “Yo me inclino ante tu forma”, “Mi espíritu respeta tu espíritu”, “La divinidad que hay en mí venera la divinidad que hay en ti”.
Pero, pese a todo (¡qué oportuno el lema del amigo Oscar Varela): ¡Vamos todavía!!!!!!!!
“Y que debemos y podemos liberarnos de la tiranía de nuestra prisión, de nuestro yo, y todas las religiones son buenas si nos liberan, nos hacen buenos y nos llevan a ser lo que propiamente somos, el Absoluto mismo.”
Me parece que, lo que dice esto que copio del artículo, es una buena vara de medir, al respecto de las religiones. Porque no todas liberan, o al menos unas no llegan al aprobado, en su interpretación de la realidad. Es decir, como no liberan, esclavizan con su delirio al pobre mortal que se muestra fiel a ellas. Y no doy nombres…
….”no lloreis por mi, llorar por vosotros y por vuestros hijos”….
Así es Iñaki, creo que el propósito del articulo y de este “lugar de encuentro” es precisamente es el de aportar elementos para cambiar nosotros, para fortalecer a quienes están cambiando y para conocer otras formas de entender la realidad. Me gustó mucho el artículo por la forma y por el fondo, incluso lo compartí en Facebook, pero lo realmente valioso son los comentarios de todos ustedes sobre todo los más duros y bien soportados como los de H. Cadarso. Gracias a todos por hacer posible este encuentro. Creo que tendrían que venir de nuevo a México a “re-evangelizarnos”. Saludos
Efectivamente, podemos considerar a la India como la capital de los pobres del mundo. Parece bastante evidente que el bienestar material de la inmensa mayoría deja bastante que desear. Ahora bien, ¿qué tal si derivamos el discurso hacia la felididad de cada una de estas personas?. ¿Podemos afirmar con contundencia que nuestro primer mundo opulento es mas feliz que la INDIA?.
Cualquiera de nosotros posee cosas que, para la pobre gente, son como un sueño en un cuento de hadas. Y, sin embargo, aquí andamos unos y otros, envueltos en nuestro individualismo feroz, amargados por una crisis sistémica que nos está obligando a cambiar nuestros hábitos de consumo.
A los pobres suelen faltarles muchas cosas pero, curiosamente, a casi ninguno se le ocurre suicidarse. ¿Será quizá por su capacidad de alegrarse, de ser felices, con las migajas de solidaridad que les llega….. por lo general mas de los menos pobres que de los ricos?. Quizá mas de un pobre indio podría decirnos eso de…”no lloreis por mi, llorar por vosotros y por vuestros hijos”.
Una última pregunta. ¿No acabariamos con cantidad de problemas si el primer mundo opulento, en lugar de obsesionarse con sacar petróleo y mas petróleo, se empeñara en descubrrir la felicidad que se esconde en la solidaridad?. Nadie tenemos disculpa, porque todos podemos aportar nuestro granito de arena.
Me gusta mucho el artículo, bellísimo y poético, de José Aguirre, pero estoy de acuerdo con H. Cadarso: a Dios hay que buscarlo en la persona humana, en toda persona humana, sobre todo en los más pobres y olvidados…
Ese es el gran escándalo y la gran dificultad: ver a Dios encarnado en toda persona humana. Nos sentimos más a gusto relegándolo en lo alto, majestuoso e inaccesible, o percibiéndolo en la belleza que vemos o que hemos creado. Ahí no nos molesta ni nos cuestiona.
Así se entiende que, después de milenios y siglos de religiones y de fe, haya todavía en el mundo tanta pobreza, miseria, marginación, hambre, odios, guerras…
Si yo he entendido bien, India es la capital de los pobres del mundo, en ella el capitalismo más feroz va viento en popa y los pobres son cada vez más y más pobres. ¿Y a eso le llaman un país religioso? Venga ya…Yo no sé si Gandhi diría lo mismo, Jesús, en todo caso, no se cansaría de predicar la parábola del Buen Samaritano.
Los teólogos deberían buscar a Dios más bien entre los pobres de la India, y no en sus “Oxfords” del tercer mundo, donde juegan a juegos intelectuales los marajás de la India.
Una religiosidad que no ve a Dios en la persona humana es ateísmo, el ateísmo más cruel y sanguinario, la negación más rotunda del Dios verdadero. Amén.
Namasté Joxe. Tu comentario no tiene desperdicio. Nos sumerge en el misterio apasionante de la India y, por contraste, pone en evidencia actitudes mezquinas como la que detallo a contnuación:
DEIA nos sorprende, de la mano de Concha Lago, con una información que vuelve a dejar al descubierto el gran celo inquisitorial del obispo de Bilbao, D. Mario Iceta. Ha vetado una conferencia que, con el sugestivo título de “Dios en un mundo injusto”, iba a impartir en nuestra villa un teólogo de la categoría de Andrés Torres Queiruga.
“¡Qué queréis que os diga!. Esperaba algo más universal de un obispo de 45 años, con un bagaje cultural importante. No deja de ser una impresión personal, pero diría que su mini-discurso es ininteligible para la inmensa mayoría de los seres humanos que poblamos el planeta Tierra.
Así es, Gabriel.
Namasté
¿Que otra cosa decir ante este planteo…sino Namasté…verdadd Asun? desde Montevideo.- Gabriel
गरकिअस पोर एल अर्तíकुलो José Arregui, पेरो ल इन्दिअ एस इन्फिनित, कौतिव अल रेकिéन ल्लेगदो, पेरो तम्बिéन तिएने एल पेलिग्रो दे उन अदिक्किóन qुए पुएदे सेर फतल, बेल्ल पेरो मुय क्रुएल. पर मि नो हय दíअ qुए नो मे अकुएर्दे दे मिस अñओस दुरíसिमोस य फेलिकेस.
Gracias por el artículo, pero la india es infinita, cautiva al recién llegado, pero también tiene el peligro de una adicción que puede ser fatal, bella pero muy cruel. Para mi no hay día que no me acuerde de mis años durísimos y felices.
¡Precioso! Gracias, José Arregui. Namasté
Gure agurretik horko namasteraiño joanik urtzi zabaletik Goiko Jauna begira dugu,
(Pasando de nuestro saludo al namasté de ahí en el ancho cielo tenemos al Altísimo que nos mira)